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La intimidad de los travestis españoles de los años ochenta

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Escena de Vestida de Azul. Imagen: Serva Films.

Escena de Vestida de azul. Imagen: Serva Films.

Mi padre prefería dos hijas putas a un hijo maricón. (Tamara, travesti gitano)

Prefiero que seas travesti a que seas un carterista o un subnormal en una silla de ruedas. (Conversación entre hermanos en Vestida de Azul)

1983. 17 de septiembre. Donostia. Festival de San Sebastián. Eloy de la Iglesia estrena El Pico. Una película que se presumía iba a montar un pifostio de cuidado deja más bien indiferente al respetable y el entorno abertzale la tacha de oportunista. Al día siguiente, en El País, el gran Ángel Fernández-Santos escribe que es un «falso y rebuscado escandalillo». No obstante, con el paso de los años, la película terminó dejando huella en el público.

Hete aquí una prueba. En nuestros días, cuando Juan Carlos Monedero, en un acto de Izquierda Unida youtubeado tiempo después, dio crédito a la leyenda urbana de que la policía distribuía heroína para acabar con los jóvenes abertzales, palabras refrendadas en televisión por Eduardo Inda y Pablo Iglesias al alimón sin aportar ni una sola prueba, las redes sociales se llenaron de palmeros aludiendo a El Pico como testimonio del fenómeno denunciado. Para ellos era prueba definitiva. El porqué no lo sé.

Pero la película de Eloy de la Iglesia, podemos decir treinta años después, ha triunfado.

Al día siguiente de El Pico se estrenó Vestida de azul, de Antonio Giménez-Rico. Esta vez el crítico de El País dijo que el escándalo era «no tan oportunista y mucho más comedido». La película era un documental sobre la vida de seis travestis madrileños que se dedicaban a la prostitución y al cabaret. Contaban su vida, sus preocupaciones y sus anhelos. Pero tampoco le gustó a Fernández-Santos, escribió esta vez que se quedaba en la «epidermis de la epidermis». A su juicio, el autor debería haber indagado más en «la patética existencia de ese hombre en su inútil pasión de ser mujer». ¿Inútil? ¿Patética? Eran otros tiempos.

En La Vanguardia presagiaron que tendría gran éxito en los circuitos comerciales. En ABC dijeron que funcionaría en la calle, pero que como cine «dista mucho de resultar conmovedora». Al final, ni una cosa ni otra. La película cayó en el olvido y yo solo logré verla en una cadena de televisión local de chiripa, no sé si sería la de Frade. El caso es que muy poca gente la conoce.

Podemos decir, treinta años después, que la película de Giménez-Rico no triunfó.

Pero cuando la vi se me quedó grabada. Era una maravilla. Original, documento de una época impresionante y hablaba de algo importante, los problemas de los travestis, el patito feo de la liberación gay. Y así permanecía, en un vago pero grato recuerdo, hasta que un día me topé con que Rafa Morata publicó una escena de la película en su blog Celuloide de paso, se la pedí y me la pasó para compartirla como buenamente puedo en una nueva entrega de «Busco en la basura algo mejor».

Antes de entrar a comentar la cinta, unas breves pinceladas sobre la situación de los travestis en España antes del advenimiento de las libertades, el europeísmo, el ladrillo y la cocaína para todo el mundo. Cito de un artículo de Mondo Brutto de otoño de 2007 un extracto del libro Celtiberia Gay de Jesús Alcalde sobre cómo era la infancia de un niño transexual:

Unas veces la madre no encuentra colegio donde meter a su hijo y la única alternativa que le ofrecen es dejarlo en una institución para niños subnormales, donde se criará hasta los catorce años y aprenderá a leer y escribir de un modo peculiar, subnormal; otras veces completará su educación rural en algún colegio de frailes o instituto, donde permanecerá hasta los doce o catorce años. O bien la madre se lo llevará con ella al espectáculo, donde empezará a actuar, casi de niño, con la condición de que ella alterne en la barra.

Y en otro libro que menciona ese mismo texto, Pecar en Madrid, de Antonio D. Olano, disponible en las bibliotecas públicas de la Comunidad, tenemos todavía más pistas. El autor dice sobre la noche gay madrileña antes de 1976 que «salir con atuendos nada equívocos en el Madrid de aquellos tiempos, tenía mucho más valor que ponerse delante de un toro de cinco años, sin capote ni defensa alguna». Sin embargo, el fenómeno existió incluso en los años duros:

En el espectáculo español, sobre todo el que se produce en Barcelona, no falta el travesti o el tapado, que lleva atuendos masculinos, pero muy feminoides. Aún en tiempos de mayores restricciones de censura, actúan en viejos teatros de revista o en salas de fiesta los Antonio Amaya, Fernando Vargas «el Titi» y los cancioneros, como Tomás de Antequera y un amplio etcétera, que juegan al equívoco. El travesti actúa en muchos locales madrileños de un tiempo a esta parte [1976]. Participan en él las figuras más destacadas. Unos son travestidos y otros han cambiado, voluntariamente y tras cruentas operaciones, de sexo. Un doctor español, Antonio de la Granda, médico y sociólogo, no vaciló en afirmar: «El derecho al sexo es, jurídica y moralmente, admisible».

Por cierto, un fenómeno que tenemos que agradecer una vez más a la que entonces era con muchísima diferencia la capital cultural de España, Barcelona. Sigue Olano:

«Es que Barcelona es más europea…» se restregaba a los madrileños una y otra vez. Vista la vida nocturna de una y otra ciudad, el madrileño asentía: es que tienen razón. El Molino, con el Lindo Johnson, Barcelona de Noche con el más amplio muestrario de travestis, daban la razón a quienes esto afirmaban. Hasta que un día, bajo la mano empresarial catalana, un asalto de fiestas en el centro de Madrid, en los bajos del Hotel Nacional, vecino a la estación de Atocha, nació el Gay Club. Como gran figura, una «importación» de Barcelona de Noche, Paco España. Canario de nacimiento, casado y rey del travesti durante mucho tiempo. Con él, en el elenco, una serie de artistas que van cambiando periódicamente.

Pero siempre con la ingratitud y ciertos gajes del oficio:

¡Y a lidiar con el toro del público madrileño, tantas veces ofendido en su virilidad porque se permiten bromas con ellos! A escuchar, en tono de protesta: ¡Esto es una mariconada! O las ironías de los espectadores que, conscientes de lo que van a ver, creen que han de demostrar, sobre todo si llevan compañía femenina, que a ellos esto de los maricas no les va ni un pelo y que no les hace gracia. Lo cual no obsta para que, una vez dejadas las damas en casa, o al día siguiente si es que son casados, un gran número de «machos» acuda con pretensiones de ligar a algunos de aquellos artistas.

Todas estas situaciones, la vida de estos artistas, su lado más humano, quiso retratarlas Antonio Giménez-Rico con una película, pero no una al uso, con actores profesionales y una historia de ficción. Él escogió a un grupo de transexuales reales, bien conocidos en el ambiente y el mundo del espectáculo, y les puso a discutir entre ellas, además de forzar algunas situaciones, de corte televisivo actual, como un encuentro entre una de ellas y su primera novia antes de que empezara a travestirse.

Escena de Vestida de azul. Imagen: Serva Films.

Escena de Vestida de azul. Imagen: Serva Films.

La vieron 248.081 espectadores. A Giménez Rico le preguntaron qué le había parecido a Pumares su película —en aquella época había empezado en la radio con su programa de crítica desatada— y contestó que suponía que no le habría agradado. Pero el periodista le llamó y le dijo que sí, que le había gustado mucho. Era el mayor tesoro de este trabajo, su capacidad de sorprender a cualquiera, a quien menos te lo esperas. No sé si esto servirá como sello de calidad o de lo contrario, pero hoy día, una película cuya primera escena son un grupo de travestis haciendo la calle entre un Chrysler 180 aparcado, una cabina de teléfonos de las antiguas y una papelera verde de hierro sujeta a una farola, aunque solo sea por esos momentos visuales «magdalena de Proust», ya debe guardarse en casa junto a las joyas de la abuela.

Ese grupo de travestis llevan abrigos de piel y lencería debajo. Se acercan a enseñar cacha a los coches que doblan la esquina. De pronto, uno aparca. De él se bajan dos señores, un tolai y un tío barbudo y con el pelo rizado a lo micrófono, vistiendo una cazadora de borreguito nada menos y vaqueros con dobladillo. Ayer, un triste madero; hoy, el dios de las pasarelas. Haber nacido más tarde. El caso es que cuando estos dos individuos están a pocos metros de las protagonistas de este filme, Lorena —una de las protas— empieza a gritar «¡Nena, nena, nena, la secreta!» y todas echan a correr, las pobres, con sus tacones. La imagen se congela y aparece una leyenda: «Todos los personajes de esta película son reales. Los hechos y situaciones que se viven son de verdad».

Así arranca Vestida de azul, con imágenes de acción. Aunque en seguida llega el glamour, la cosa sigue con todas las chicas reunidas en el precioso Palacio de Cristal del Retiro tomando unas bebidas en una amena charla. Hablan sobre la cárcel de Carabanchel. Una se queja de que ahí dentro «tienes que joder con todo el mundo a la fuerza». Otra replica: «mentira, jodes con el que tú quieras». Yo no sé en qué situación terminarían los transexuales en el esa prisión, ya desmantelada. Pero conocí a un caballero, ya tristemente fallecido. El Soto, que estuvo interno en ella y me contó que su celda estaba extraordinariamente situada, porque desde la ventana podía ver la galería de los travestis y hacerse pajas a todas horas. Así que en algún momento les separarían por los graves motivos que apuntaban en esta película. Pero pongan el testimonio en duda si les interesa el tema y confírmenlo con otros exinternos si tienen ocasión.

A continuación, habla Lorena. Está su casa, tranquila. Resumo lo que dice: «Nací en Cádiz, mi madre fue viuda a los cuarenta y ocho años. Mi hermana se metió en un convento a los veintiuno, cuando mi madre más la necesitaba. Mi segunda hermana fue bollera (sic). La tercera tuvo cinco niños y luego llegué yo. Los pueblos son lo peor del mundo. Fui mayordomo de gente bien situada. Eran gentes para los que ser marica era delito, pero luego eran todos adúlteros. Eran la gente más degenerada, pero para ellos el delito siempre lo cometía el pobre».

Y una vez que se encontró a sí misma, de nuevo de bruces contra la España negra. Vuelvo a resumir: «Me dedico a la prostitución. Tenemos que comer. Si no hay trabajo para los demás cómo lo va a haber para nosotras. Hasta las mujeres decentes dicen que se van de asistentas y se van a hacer lo que puedan. Yo, los días que gano seis mil pesetas, ya me quito de en medio. Tengo miedo a que me coja la policía».

Sobre operarse el pecho, explica: «Me criticaron mucho al ponerme tetas, pero luego todos las tenían como las mías».

Y la mili: «Hice un amigo allí y como soldados íbamos con las cejas depiladas todo pintadas. Venía todo el pueblo detrás de nosotras. Una vez nos vio un teniente y nos metió cuarenta días detenidas. Los dos pelones. Decía que éramos una deshonra para la mili. ¡Pues no haberme traído!».

El siguiente testimonio es el de René Amor Fernández. En Youtube está su fragmento, en el cuenta cómo le dijo a su madre que ella, en realidad, se sentía mujer desde niño.

José Antonio Sánchez, después, es Mayte. También se dedica a la prostitución. Y tiene una charla telefónica con un posible cliente que es para ponerle un marco… por lo del Ministerio y la racanería con trampitas, no por otra cosa, eh… Vean, vean.

—¿Dígame?
—Hola, ¿es casa de Mayte?
—Sí.
—Mmm… Mira, estoy con un amigo y… ¿Estás sola ahora?
—Sí, estoy sola, tranquilo. Puedes hablar.
—¿Puedo pasar por ahí?
—Mejor sería que pasaras un poquito más tarde.
—Es que me me vendría bien ahora porque tengo que entrar al Ministerio a las cinco…
(…)
—¿Cuánto saldría?
—Esto saldría a doce mil pesetas el servicio de un hombre.
—Sí. ¿En qué consiste?
—Un servicio completo.
—¿Qué es?
—El completo es el griego.
—¿Y qué es el griego?
—¿Que qué es el griego? Pues el servicio completo de una señorita, haciendo el amor con ella, pero analmente.
—Sí, y si vamos dos qué pasaría, ¿nos saldría igual?
—No, si venís dos serían veinticuatro mil pesetas
—¿No podría ser un poquito más barato?
—No, esto no es el Corte Inglés, esto es una casa de masajes, aquí no hay rebajas.
(…)
—Al cliente nuevo se le trata mejor.
—No, el cliente nuevo tiene que acostumbrarse a pagar mejor para que se le trate bien.
—De acuerdo, adiós.
—Adiós.

Mayte quiere hacerse respetar, como se deduce en esta conversación. Dice que lleva un abrigo de piel para que le traten como a una señora, no «como a maricones». Luego sale el tema de la adopción y dice: «No quiero tener hijos que tengan un padre travesti, cuando seamos respetados como personas normales podremos adoptar como personas normales».

Escena de Vestida de azul. Imagen: Serva Films.

Escena de Vestida de azul. Imagen: Serva Films.

Y el remate lo pone su hermano con la frase que abre este artículo: «Prefiero que seas así a que seas un carterista o un subnormal en una silla de ruedas». En dura competencia con un sacerdote al que Mayte va a ver después, ya que ella se declara «católica, una especie de católica un poco rara». El religioso, siempre del lado de los «débiles» como viene siendo habitual, afronta el tema por la óptica de que el que se sale del guión, luego tiene que apechugar con el rechazo —el mismo argumento de que los gais no deben adoptar porque luego en el colegio se meterían con sus hijos—.

—La Iglesia siempre ha dicho: no os digo que seáis castos, pero ser cautos. Tú te vas a enfrentar abiertamente contra toda la sociedad, queriendo ser creyente, cuando vienes a la iglesia, las mujeres no te olfatean ¿no sufres con eso?
—No. En la tierra soy la ridiculez, pero pienso en Dios como en alguien que me entiende.
—Lo mismo que se entendió a las brujas, pienso que si los travestis hacéis campaña fuerte interrogaréis a la Iglesia y no está acostumbrada.
—Yo no vivo con la Iglesia, vivo con Dios.
—¿Y eso te tranquiliza?
—Totalmente.

El espacio de Mayte, desgraciadamente, concluye con una intervención un tanto desafortunada, pero que se puede entender como anticipación de un futuro neoliberal y falocrático, para criticarlo, no porque estemos en él ahora: «Un cuerpo de mujer con un cerebro de hombre que se dedique a la prostitución puede ser una máquina de hacer dinero». Toma ya.

Después viene Eva, natural de Hellín, Albacete. Ocho hermanos. Aparece en su hogar, junto a todos ellos. La aceptan perfectamente. «Me dedico al espectáculo, y a veces ejerzo la prostitución», confiesa. Por eso «la policía me rompía el carné de identidad». Dice que en casa de algunos de sus clientes «te encuentras fotografías de él dándole la mano al rey». Y sobre su futuro, añade melancólicamente: «Cuando eres joven tienes que guardar dinero, tener cabeza que yo no la tengo. Si no tienes nada no te quiere nadie. Imagínate un travesti con cincuenta años…».

Lo relevante de su parte es que aparece una operación de aumento de pecho y se ve perfectamente, como en En buenas manos. Un detalle que no gustó nada al crítico de ABC tras el estreno. Eso ya era demasiado.

Escena de Vestida de azul. Imagen: Serva Films.

Escena de Vestida de azul. Imagen: Serva Films.

La siguiente es Tamara. Gitana. Su situación es la más dura y estremecedora de todas. Las leyes gitanas entonces eran implacables:

De pequeña me veía niña, una niña con un pito, pero una niña. Me he ido poco a poco dando cuenta de que como hombre no podía estar. No podía. A mí siempre me han gustado los hombres. Acostarme con ellos, claro. A los trece años empecé el mariconeo y a vestirme de mujer. Mi familia lo sabía, se dieron cuenta. Siempre estaba con las niñas, pero mi padre me decía que me tenía que casar. Me decía: Juan, cásate y ten muchos hijos. Yo le decía: papa, que no puedo. Me echaba a palos.

De pequeña he sufrido muchísimo. Me han pegado muchísimo. Mi padre me hinchaba a palos. Es que los gitanos tenemos otro modo de pensar. Otra mentalidad. No comprendemos esto de los travestis, no… no hay muchos travestis gitanos, no. Payos sí que hay, gitanos no hay.

Mi padre prefería dos hijas putas a un hijo maricón. Los gitanos nos sentimos muy machistas, muy machos, pero mira aquí el macho dónde está (risas). Tengo que estar sola, viviendo mi vida. Muchas veces estaba en casa y venía familia de fuera, a lo mejor yo estaba acostado y me he tenido que levantar, salir corriendo descalzo por el patio e irme hasta que no se fueran, días y días por ahí fuera buscándome la vida.

Una vez mi padre me pegó porque yo le dije que me iba a ir de casa. Mi padre no me daba dinero porque me lo gastaba en ropa de mujer, una falda, unos pantalones estrechos. Entonces me buscaba la vida y me hacía algún cliente que otro. Se empieza por ahí. Una vez me dijo: tú hoy no sales de casa. Le dije que sí: yo quiero salir porque quiero ser libre, te juro, le dije, que cuando me haga el carné, porque no lo tenía, solo tenía trece años, me voy de la casa. Se fue para mí, yo me fui para mi cuarto, mi madre diciendo que lo mata que lo mata, mi hermana agarrando a mi padre, él empujó la puerta, me tiró a la cama y empezó a pegarme, me dio un dolor, me reventó.

El resto de entrevistas y discusiones siguen por caminos ya transitados. Aunque sí hay que mencionar las escenas en las que vemos como una de ellas va a tallarse, a la primera cita que había con el servicio militar.

En la Wikipedia tenemos un breve epílogo de la película. Lorena se sabe que falleció hace algunos años. René murió en Gijón en 2012, a los cuarenta y nueve años, se desconoce el motivo de su muerte. José Antonio Sánchez Sánchez (Mayte), actualmente tiene cincuenta y un años, se hace llamar Nacha y sigue trabajando en la prostitución callejera en Madrid. Los hermanos José y Ángel Ruiz Orejón Casado, los del vídeo de la mili, terminaron como el rosario de la aurora y «Ángel acabó enganchada en la droga y con un trastorno mental». Y de Tamara la gitana no se sabe absolutamente nada.

Bueno, una cosa sí se sabe, todas ellas eran más valientes que todos los marines del mundo. Busquen esta joya de película.


Iñaki Oyarzabal: «Hace falta una renovación profunda en el PP madrileño, una limpia importante»

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Iñaki Oyarzabal para Jot Down 0

Tras entrar en la ejecutiva del PP declaró públicamente su homosexualidad. Durante años se enfrentó a ETA y, un tiempo después, al ala más dura de la derecha española. Iñaki Oyarzabal (Vitoria, 1966) defiende las posturas del PP que le homologan con el liberalismo y la democracia cristiana europea. Su fondo de pantalla del móvil es un escudo de la Casa Real. Se niega a tener que avergonzarse o a esconder aquello en lo que cree.

El gusanillo por la política te entró de crío en una cena con Adolfo Suárez.

Siempre me atrajo la política. Cuando tenía trece años mi padre se sorprendía porque le pedía que me comprase libros sobre la UCD, los liberales, la socialdemocracia, la democracia cristiana. Me tragaba todos los debates del Parlamento que daban por televisión. Cuando se rompe UCD y Suárez funda el CDS, tuve la oportunidad de acudir a una cena con él, yo tenía quince años. Me lo presentaron, le escuché y me metí en su partido.

En aquella época te señalaban en el colegio si no eras nacionalista. A mí, por ser del CDS, me llamaban facha. Me llevé un guantazo en la calle por llevar un llavero con el escudo de la Casa Real. Mi reacción fue poner una bandera española bien grande en mi carpeta. Me quise rebelar contra la imposición de ese pensamiento único, contra el abertzalismo obligatorio. Tuve claro que los que no éramos nacionalistas teníamos que dar la cara. Porque, además, veíamos cómo asesinaban a padres de conocidos nuestros, cómo otros se marchaban de Euskadi por amenazas ante la indiferencia de las instituciones vascas y una sociedad que miraba para otro lado. Esa vergüenza fue la que nos empujó a la política.

¿Provenías de una familia de derecha española o fue una decisión individual?

Mis padres no estaban en política, ni afiliados a ningún partido. Son personas de centro, moderadas, nada sectarias. Tengo familiares que votan al PP y otros que votan al PNV, un hermano de mi madre estuvo en la cárcel por antifranquista a principios de los setenta. Me inculcaron el valor de la tolerancia y el respeto a todas las ideas.

¿Cómo viviste los sucesos de Vitoria de 1976?

Tenía nueve años. Lo viví con una radio que, en función de dónde ponías la rueda, hasta podías escuchar las emisoras de la policía. Se intuía una batalla campal. Noté la preocupación que había en mi casa por la tensión política de aquellos días.

¿Qué opinas de que una magistrada argentina haya ordenado a la Interpol la detención de Rodolfo Martín Villa por aquello?

Me parece ridículo, no estoy en absoluto de acuerdo. Se están tratando de instrumentalizar los sucesos del 76. Convertir un exceso en una carga policial en un juicio sumarísimo.

En ese «exceso en la carga policial» disolvió a los manifestantes con disparos de bala.

Hubo muchísimas cargas policiales y en una de ellas unos policías utilizaron, desde luego excediéndose, y yo estoy convencido de que sin una orden política superior, armas de fuego para defenderse en un momento en que se vieron rodeados por la multitud, acorralados. Se debería haber actuado contra estos policías y reparar efectivamente a las víctimas, pero tratar de hacer un dibujo de una intencionalidad política de aquellos acontecimientos no responde a la realidad.

De tu adolescencia ha trascendido que un año suspendiste todo, alguien ha colgado tus notas escaneadas en Internet.

Han tratado de hacer mucho daño con eso. Tuve una adolescencia complicada, en un momento determinado creí que la mejor manera de enfrentarme a mi padre era sacar un montón de suspensos. Hice muchas tonterías, me enfrentaba con los profesores, etc… Mi padre era exigente y mi principal obsesión en aquella época era llevarle la contraria. Luego me motivó a montar mi propia empresa y eso me hizo espabilar.

¿Por qué sacan tus notas de los quince años para descalificarte?

Ocurrió por primera vez en 1998, me habían nombrado portavoz de Educación del PP en el Parlamento y tuve que criticar duramente la política lingüística del Gobierno Vasco. Y entonces se buzoneó por media Vitoria un papel, el que han escaneado años después para colgarlo en Internet, con mis notas de 2º de BUP.

Llamé al colegio para preguntar cómo era posible y me dijeron que ellos destruían los boletines de notas a los diez años, que esa información solo podía haber salido de la propia administración vasca, incumpliendo su deber de guardia y custodia. Era delito difundirlo.

Resulta gracioso que una campaña ilegal contra ti que hicieron desde el nacionalismo vasco luego haya sido reciclada por la derecha española.

Sí, años después y siendo ya cuarentón, volvieron a la carga con mis notas de 2º de BUP, pero esta vez las difundía Intereconomía. Trataban de descalificar mi trayectoria. Soy consciente de que para una parte de la derecha extrema soy un peligroso centrista; mi condición sexual les repatea y mi apoyo a Rajoy les encabrona.

Iñaki Oyarzabal para Jot Down 1

¿Cómo viviste los años duros en Euskadi?

Los ochenta, los años de plomo, fueron seguramente los más duros. A veces el bombazo te pillaba cerca, pero lo vivías desde la barrera. En los noventa, cuando mataron a Gregorio Ordóñez, cambió todo. Habíamos tenido con él un encuentro de Nuevas Generaciones del País Vasco ese domingo, yo las presidía entonces, y lo mataron al día siguiente. A partir de ahí empezaron a asesinar a políticos del PP. Estábamos en la diana. Cayeron muchos compañeros, fue la etapa más dura y triste del PP vasco. Sin duda la más difícil para nosotros y nuestras familias. Casi no recuerdo detalles de todo aquello porque tratábamos de no pensar para que no nos venciera el miedo.

Formas parte de la que se conoce como «generación Miguel Ángel Blanco».

En el año 95, cuando nadie se atrevía a presentarse, fuimos los jóvenes los que decidimos ofrecernos como candidatos en los pueblos más difíciles. Uno de los que dio el paso fue Miguel Ángel Blanco. El PP obtuvo concejales en sitios en los que nunca habíamos tenido representación. Yo tenía veintiocho años, Borja Semper dieciocho… Basagoiti, Quiroga, Ramón Gómez y muchos otros decidimos dar la cara. Los mayores, quienes tenían familia e hijos, vivían con una presión mayor, lógicamente. Nosotros hacíamos sufrir a nuestros padres. Algunos se afiliaban y nos pedían que no les mandasen cartas del PP a casa para que sus familias no se enterasen.

Sufrimos el señalamiento y la presión social. Militar en el PP vasco en aquel momento y durante todos esos años significaba defender nuestras ideas y currar sin esperar nada a cambio. Al contrario, ponías en riesgo tu negocio. Eso era ser del PP vasco. Tener valor, como tenía en Álava un concejal de un pueblo próximo a la capital, que trabajaba de barrendero en Vitoria. Lo podías ver con los escoltas mientras barría las calles.

Los que aspiraban a una brillante carrera profesional en el País Vasco no se significaban con el PP. Lo mejor para ellos, si tenían cercanía a nosotros, era que no se supiese. Por eso igual no hemos tenido a la gente mejor preparada dentro del partido, pero sí a la más valiente. Para mí es un orgullo. Nadie se metió en el PP para pillar, para eso tenías que arrimarte al PNV o al PSE, que gobernó con ellos muchos años. El PNV ejercía una hegemonía social total y, mientras, ETA y Batasuna hacían el trabajo sucio.

También hubo víctimas en el PNV.

También, pero pocas. Algún empresario que no quiso pagar. Pero el PNV no estaba señalado, no sufría presión ni persecución. Esto sonará como suene, pero es la realidad.

¿En esta situación de amenaza continua no se radicalizó también el PP?

Mayor Oreja durante muchos años representó un PP moderado, sensato, que quería crecer buscando espacios más allá de nuestras siglas, entre quienes nunca nos habían votado. Aunque sufríamos el azote terrorista, teníamos un discurso de centro. Pero un día esto cambió, a partir de 2001, tras la decepción electoral de aquel año. Nuestro discurso se tornó agrio, numantino en exceso. Comenzamos a alejarnos de un electorado moderado que no lo compartía.

He preguntado por ti y varios me dicen: «Ah, el tío que se cargó a María San Gil».

Todos en el PP Vasco estuvimos con María San Gil, pero su última etapa estuvo caracterizada por el aislamiento, dejó de compartir las decisiones con sus propios compañeros, se volvió desconfiada. Pasó del discurso de «Batasuna es ETA», que compartíamos, a «el PNV y hasta el PSOE de Zapatero también son cómplices de ETA». Muchos pensamos que fue un error. En todo caso, hay que entender que dirigió el partido en momentos muy duros y que cualquiera puede equivocarse. María creía en lo que decía, es una persona honesta, creo que la enredaron. La quisieron utilizar contra Rajoy.

Yo lo único que hice fue hacer público que sí creía en Rajoy y que apostábamos por un PP centrado y abierto, capaz de dialogar y entenderse con los demás. Por eso se nos trató de traidores desde sectores de la derecha mediática madrileña. Fíjate, con lo que habíamos sufrido y lo que habíamos pasado, queríamos un partido sin rencor.

Porque en el País Vasco lo rancio es el PNV, ellos son el establishment. Y en los pueblos, lo fácil es ser de Bildu. Han impuesto el abertzalismo. En el País Vasco lo difícil es ser del PP, eso significa rebelarse. Y si esta es nuestra seña de identidad, ¿por qué no va a ser el PP un partido centrista y abierto? Nosotros no somos los conservadores del País Vasco. Antes en el resto de España nos reconocían el valor y nos elogiaban y ahora en Madrid algunos han llegado a insultarnos por la calle. Por eso se ha ido Basagoiti.

Losantos ha dicho que has atacado a las víctimas.

Me he pasado la vida defendiéndoles. Pero es una pena que en Madrid algunos sectores muy radicales las hayan querido instrumentalizar. Todo el dolor que hemos sufrido en el País Vasco lo han querido rentabilizar políticamente, pero esa ha sido la derecha más radical de Madrid. Yo no comparto la frase de Mayor Oreja de que las víctimas siempre tienen razón, y menos los que hablan en su nombre sin serlo.

Algunos de los que se han opuesto a vosotros dentro del PP vasco han terminado con cargos en la Comunidad de Madrid, como Nerea Alzola o Santiago Abascal.

Hubo un tiempo en que a los que insultaban al PP vasco y a Rajoy les colocaban en la Comunidad de Madrid. Algunos, creo, solo hicieron las declaraciones que hicieron para conseguir un puesto, aunque solo fuese de tertuliano en El gato al agua o en EsRadio. Para mí lo coherente es defender nuestra postura en el País Vasco, no hacer declaraciones para que nos aplaudan en el barrio de Salamanca. Siempre he querido hacernos entender allí. El nivel de rechazo que provocábamos era brutal.

En estos últimos años, cuando hemos mantenido posiciones de firmeza, no han tenido reflejo en Madrid, las han ocultado. Buscaban que se nos viese como unos tíos que han renunciado a los principios. Como blandengues. Necesitaban dar crédito a su teoría de la traición. Algunos de esos se han ido a VOX; gente que siempre ha estado en la política a sueldo. Los que yo conozco, al menos, siempre han estado cobrando. Abascal, por ejemplo, pidió y consiguió un puesto de asesor en la subdelegación del Gobierno con solo veinte años. Casi desde sus comienzos empezó cobrando y luego se abonó a lo que Esperanza Aguirre llama las mamandurrias. Esos no me generan credibilidad. Van dando lecciones de patriotismo, pero no nos hemos pasado la vida luchando contra el nacionalismo en el Pais Vasco para que ahora tengamos que aguantar un nacionalismo español, o madrileño.

Iñaki Oyarzabal para Jot Down 2

¿Crees que Esperanza Aguirre puede liderar el PP de Madrid tras su incidente con los agentes de movilidad, Granados, los espías…?

Dijo Rajoy el otro día que Esperanza Aguirre se había equivocado mucho. Casi todo el caso Gürtel concierne a personas del PP madrileño, igual que la última trama cuyo supuesto cabecilla es Granados. Los que más lecciones daban, tenían la porquería en casa. Hace falta una renovación profunda en el PP madrileño, abrir puertas, ventanas y hacer una limpia importante. Se han hecho cosas buenas en Madrid, pero necesitamos una renovación generacional que devuelva la credibilidad al partido.

Jóvenes como el pequeño Nicolás.

Eso es de coña, una broma. Creo que me escribió por Facebook una vez. Y me lo he encontrado en muchos sitios, en la puerta, haciéndose fotos con la gente. Siempre me pareció que tenía cara de poco espabilado, no sé cómo tanta gente ha caído en este engaño. Las apariencias engañan.

Parece ser que uno que tenía trato con él era Aznar.

Lo desconozco y me sorprendería.

En la investigación del caso el juez admite la sospecha de que pueda haber un pez gordo detrás. ¿Temes alguna sorpresa?

Soy el primero que quiere que se llegue hasta el final para ver si hay algo más o es una especie de choteo.

Este asunto, sumado al de Bárcenas, deja una imagen de que en España abundan los conseguidores, que se pueden comprar favores políticos…

No creo que España sea eso. Si alguien ha querido conseguir favores a través de un personaje como Nicolás se merecen la estafa.

Volviendo a la derecha mediática madrileña, ¿admites que tiene algo de cierto el argumento de los nacionalistas catalanes y vascos cuando se quejan de que desde Madrid se pretende gobernar España como un cortijo?

No. Los nacionalistas mantienen posiciones sectarias en sus comunidades. Para ellos todo lo que no es nacionalismo vasco o catalán es nacionalismo español y eso es una gran falsedad. España es un país muy descentralizado donde casi todo se ha pactado con las comunidades. Defender que las comunidades ricas aporten más al conjunto es un discurso que tiene que ver con la solidaridad, no con el nacionalismo español. España no es un Estado centralista. Si los Gobiernos de España hubiesen actuado como actúan los nacionalistas catalanes o vascos en sus territorios nunca se habría descentralizado nada.

Mas en Cataluña pidió un régimen como el vasco y el navarro, el concierto.

En el caso vasco nos remontamos a siglos atrás, a los fueros, reconocidos por la Constitución y un concierto económico pactado desde el siglo XIX. En el 78 el País Vasco lo reclamó y se plasmó en la ley. Pero los catalanes, en el debate constitucional no quisieron esa fórmula. El problema es que las demandas de Mas en este asunto son pura estratagema. Su objetivo es separarse de España y busca ir dando pasos.

Por otro lado, la Constitución y los estatutos de autonomía supusieron un gran pacto, el pacto entre los que querían una gran descentralización y los que veían un riesgo en ella. Parece claro que en ese pacto ganó la apuesta descentralizadora, la que reconocía la diversidad. Los nacionalistas recibieron competencias plenas en casi todas las materias. Por eso, si ahora lo quieren cambiar, si todo les parece poco y quieren reabrir el melón, volver atrás, solo podremos resolverlo si se respetan las reglas de juego.

¿Qué tiene de mala la Ley de Claridad canadiense para resolver una disputa como esta?

En Canadá había dos comunidades, una claramente francófona. Escocia fue un reino con instituciones propias, independiente de Inglaterra. Son realidades distintas. En Irlanda del Norte había dos comunidades enfrentadas, sacudiéndose por la calle, comunidades religiosas distintas. Había una ruptura social, muros incluidos. Lo que es verdad es que algunos han intentado que una situación así se produjera en el País Vasco. No sé si otros buscan crear tensión en Cataluña para que la situación exija una solución de este tipo.

Si tenemos en cuenta que la dictadura impuso una identidad nacional desde el nacionalismo español, igual una salida canadiense serviría para legitimar una identidad española democrática. Que no pueda usarse como argumento que te han obligado a ser español.

La gente mayor, la que vivió el franquismo, no es la más independentista. Todo lo contrario. Porque la identidad nacional de España es muy anterior a la dictadura, somos la nación más antigua de Europa y llevamos siglos participando de un proyecto común. El empeño en deslegitimar la democracia española trata de justificar actuaciones ilegales o el fraude de ley.

Los nacionalistas catalanes llegaron a un acuerdo en la Transición, asumieron el pacto constitucional. Han gobernado desde entonces con un poder casi absoluto, sin controles, como acaba de verse en el caso Pujol, ¿y ahora dicen que todo esto no vale para nada y necesitan un referéndum? Señores, aquel pacto les reconocía como comunidad autónoma, también su hecho diferencial, y ellos a su vez reconocían que la soberanía nacional residía en el pueblo español.

Si una mayoría absoluta en el parlamento catalán que quiere la independencia…

Diálogo siempre, pero en el marco de la ley. La Constitución prevé que para cambiarla tienes que alcanzar un acuerdo. ¡Búscate la vida para encontrarlo! Pero a las bravas… ¿por qué los demás tenemos que asumir que limiten nuestros derechos?

Dijiste que la derogación de la doctrina Parot ni te gustaba ni la compartías. Pero defender la retroactividad de la ley era pretender defender la democracia vulnerándola.

Muchos juristas planteaban que la doctrina Parot era defendible en su aplicación de acuerdo a la ley y nuestro ordenamiento, que debían seguir en la cárcel cumpliendo sus penas. Estaba acreditado con informes sólidos que eso se podía defender en Europa. Creo que los etarras se venían aprovechando de una legislación frágil. Nos posicionamos con las víctimas, por convicción y porque se lo debíamos. Del mismo modo defendí que, en todo caso, se debía acatar la sentencia, y me pusieron a parir. Me parecieron injustas las críticas al juez Grande Marlaska que ha peleado tan duro contra el terrorismo, cuando tuvo que poner en la calle a los etarras porque lo dijo una sentencia. Solo cumplió con su obligación.

Te insultaron en la manifestación que hubo a continuación en Madrid.

Ese día en Colón viví lo mismo que en el País Vasco cuando me llamaban franquista, fascista y nos tiraban piedras o huevos. La gente que nos increpaba, era una minoría calentada previamente. Losantos me llevaba insultando muchos días. Algunos quisieron convertir esa manifestación en una protesta contra el PP de Rajoy. Hasta me llamaron maricón. Veía caras llenas de ira, gestos que no recordaba desde las manifestaciones en Euskadi. Me dio rabia cómo lo había distorsionado todo cierta derecha mediática en su afán por dañar a Rajoy con esa falsa teoría de la traición a las víctimas. No lo consiguieron, la mayoría de los asistentes no les secundaron. Pero vi siglas ultras en los carteles que portaban algunos de los que gritaban. Todo aquello me dio pena.

¿Es compatible con tu cargo de secretario de Justicia, Derechos y Libertades que alguien del partido diga, como hizo Mayor Oreja, que el franquismo fue un periodo de «extraordinaria placidez»?

No comparto esas palabras. Es una opinión personal, no del PP. Creo que debemos ser especialmente sensibles con los que sufrieron y sobre todo con los que todavía tienen algo que resolver en relación con aquella época; encontrar cuerpos de sus familiares, reconocimiento, reparación… Deben tener el acompañamiento de la administración y del PP. No hemos tenido la suficiente cercanía desde el primer momento.

¿Compartes las palabras de tu compañero Chema Herzog en Salvados de que Mayor Oreja podría estar lucrándose con el conflicto vasco por sus intereses en empresas de seguridad?

Es otra opinión personal también. Y me pareció un tanto gratuita porque es muy grave y no se corresponde con la realidad. He sido crítico con Mayor Oreja, no comparto muchas de sus posiciones actuales, creo que ha cambiado desde que fue para mí una referencia política, pero no creo que esa acusación se ajuste a la verdad.

Iñaki Oyarzabal para Jot Down 3

Te pregunto por Otegi como por la derogación de la Parot solo que al revés: supongo que acatas que esté en prisión, pero ¿te parece justo?

Si unos jueces han decidido que tiene cuentas pendientes que cumplir por reorganizar la cúpula de Batasuna, que es ETA, y yo estoy convencido de que es así, que las cumpla. Independientemente de que Otegi tenga un peso político e incluso nos pueda resultar una persona de trato amable, no podemos perder la perspectiva: Batasuna señalaba los objetivos de ETA, expulsaban a la gente del País Vasco por sus ideas.

Aunque es cierto que Otegi ha tratado de convencer a los más duros de que la vía armada ya no tiene sentido, ha formado parte de esa organización criminal y ha liderado las estructuras colaboradoras. Y si han decidido desistir de la acción terrorista ha sido por táctica política. Solo porque veían que la sociedad ya no tenía estómago para tanto. A Otegi lo quieren convertir en mártir porque el objetivo es que, cuando salga, lidere la izquierda abertazale.

Te opusiste a que se llevase a las aulas a las víctimas de abusos policiales entre 1969 y 1978 dentro del Plan de Paz y Convivencia 2013-16.

El gobierno vasco lo mezcla todo. Lo que inicialmente era un plan para deslegitimar el terrorismo en las aulas, ha terminado siendo un plan para favorecer la teoría del conflicto. Al PNV se le está yendo la Educación de las manos, los sindicatos mayoritarios en la docencia son los abertzales próximos a Bildu, no al PNV. El problema residía en el alto porcentaje de la juventud vasca que justifica el terrorismo de ETA para conseguir fines políticos. De ahí la necesidad del plan. Porque al GAL, la represión de la dictadura o los atentados de la ultraderecha nadie los justifica. Y si en ese contexto equiparas a las víctimas de ETA con las de excesos policiales, si el relato contribuye a la teoría de que ETA luchaba contra una dictadura represora, que fue un terrorismo de contestación, que hubo dos bandos, etc… Pues no puedo estar de acuerdo. Ese es un relato falso y manipulador.

Javier Maroto, alcalde de Vitoria, manifestó que «argelinos y marroquíes» vivían de las ayudas sociales sin ningún interés por integrarse. Y le respaldaste.

Detectamos fraude en la Renta de Garantía de Ingresos. Había fraude en el padrón. Gente que no vivía en Vitoria, que se empadronaba pero seguía en Madrid o Barcelona, y recibía ayudas de novecientos euros al mes. Y otros que realmente necesitaban esas ayudas y vivían en Vitoria no las tenían. Quizá cometimos un error al expresarnos en estos términos, pero era un debate que había que abrir.

También impulsó una ley para que los locutorios estén a seiscientos metros unos de otros, en una ciudad de seis kilómetros de diámetro, y que tengan los escaparates despejados para ver qué sucede dentro. Y dijo que con una nueva ley del Gobierno Vasco sobre libertad religiosa iban a crecer las mezquitas «como champiñones».

Muchos de esos locutorios vendían productos para los que no tenían licencia, hacían competencia a otro tipo de comercios, y los representantes vecinales y los comerciantes querían que se regulase. En cuanto a las mezquitas, Vitoria es la población vasca con mayor número de musulmanes. Estamos defendiendo la libertad religiosa, la libertad de culto, pero hay que ordenarlo de algún modo. Igual que se hace en un bar o un restaurante, en un centro de culto hay que regular aforo, ruidos, seguridad, etc…  Porque afecta a comunidades de vecinos. Y solo hemos tenido problemas con una, la de Zaramaga. 

Leo los detalles de la noticia sobre
esa mezquita: «El colectivo paquistaní obtuvo todas las licencias pertinentes para instalar su mezquita cuando el Ayuntamiento estaba gobernado por el PSE. El PP hizo de estos temas una de sus banderas durante la campaña electoral del 22-M y prometió que quitarían la licencia si ganaban».

La libertad de culto no implica que yo pueda abrir mezquitas donde me da la gana. Ahora se están abriendo de acuerdo a otro tipo de ordenanzas y Javier Maroto, al haber un conflicto social, tratar de buscar una solución. Intentó tranquilizar a la plataforma vecinal y también a la comunidad paquistaní, se les planteó y facilitó abrir la mezquita, pero en otro lugar. Tampoco te dejan montar una iglesia católica donde te dé la gana.

Bárcenas. Apareció una carpeta verde con el nombre de «sede Bilbao» y reconoció que se financió con dinero negro.

Dijo que la sede de Bilbao se pagó en parte con la donación de un empresario que, al parecer, contribuyó con dinero B. Yo no tenía ninguna responsabilidad en esa época, pero me tocó el año pasado dar explicaciones. Y sacamos todos los papeles, se los dimos a la prensa, todos los extractos de cuentas. Pudimos demostrar que la dirección nacional, de cuenta oficial a cuenta oficial, entregaba dinero al PP vasco periódicamente, algo que es normal. Solo sabemos que se hizo esa compra con una aportación económica que hacía Génova al PP vasco.

Bárcenas dijo que Rajoy y Aznar recibían sobresueldos en B. Aznar denunció a los medios que lo publicaron, pero no le han dado la razón. ¿Qué pasa con Rajoy?

De la basura que Bárcenas ha soltado no me creo la mitad de la mitad. Todo apunta a que ha tratado de aprovechar su puesto en el partido para enriquecerse. A Rajoy sí le creo, conozco su trayectoria personal, es austero y comedido en su vida privada. Tal vez más lento de que lo que debería en su reacción con todo esto, pero es que a todo el mundo en el PP le ha desbordado tanta basura.

¿Qué interpretación haces de aquel «Luis, sé fuerte»?

No me atrevo a calificarlo. Responde al final de una relación personal, un SMS de cortesía en un momento difícil.

Cuando se publica en El Mundo, Unidad Editorial deja de recibir publicidad institucional y acaba con el director del periódico.

No lo creo. En todo caso, tengo la peor opinión del director de ese periódico. He visto muchas informaciones tergiversadas, manipuladas. En temas en los que yo tenía conocimiento de causa he visto cómo han tratado de desinformar. Manipular la opinión de sus lectores. No creo que haya habido ningún tipo de operación de derribo contra él. Este gobierno está dando el mismo apoyo a los medios en un contexto, además, en el que todos están siendo enormemente críticos con Rajoy.

Retirarles la publicidad institucional…

A mí eso no me consta.

Lo he visto publicado, sería una difamación si es falso.

No sé si ha salido publicado ni dónde.

En un artículo en eldiario.es firmado por su director, Ignacio Escolar.

Eldiario.es ni es la Biblia ni el boletín oficial, no tengo por qué dar por buenas esas informaciones no contrastadas.

Cómo no se dan cuenta las elites de un partido de que tienen corruptos si estas irregularidades, como en el caso Bárcenas, hasta implican a empresas importantes.

Los corruptos solo levantan sospechas si llevan un nivel de vida estratosférico. Me cuesta mucho creer, por ejemplo, el tren de vida de los hijos de Pujol. Yo sé lo que gana un político y si es honrado tiene que llevar una vida bastante normalita.

¿Cuánto ganan los diputados vascos?

Tres mil quinientos euros más alguna dieta. No te da para vivir con Ferraris y cacerías como los hijos de Pujol. Su alto nivel de vida chirría. Pero muchos de estos imputados en el caso Púnica se lo estaban llevando a Suiza para que no se notase, hacían cosas más difíciles de detectar.

El marido de Ana Mato tenía un Jaguar, a Granados le quemaron el coche del garaje y resulta que estaba a nombre de una constructora. ¿No canta?

A mí lo que me chirría es lo de Suiza, si tienes cuenta allí te pongo en cuarentena. Y hay Jaguars más baratos que un Audi. Tener un coche bueno no implica que seas corrupto, no debemos exagerar. Los partidos no funcionan como un Gran Hermano, la gente está trabajando en sus puestos y no hay una especie de GESTAPO que permita destapar quién está actuando de manera impropia o ilegal. Ahora es la primera vez que hay un verdadero control y lo está haciendo Rajoy. Los casos que salen son anteriores y con estas medidas será muy complicado que puedan repetirse.

Iñaki Oyarzabal para Jot Down 4

¿Qué opinas del ascenso de Podemos que muestran las encuestas?

Es el reflejo de un cabreo social, un hartazgo, la indignación de los ciudadanos con los políticos. Creo que tiene que ver con el descrédito de la política. La falta de respuesta a los problemas que ha tenido la gente. Dicho esto, también hay un discurso populista, que da donde duele, con frases fáciles y demagogia, con propuestas muy atractivas pero que rascas un poco y no son más que un engaño. Hay una enorme expectación, pero sus propuestas generarán una gran frustración. Sus referencias internacionales son prácticamente países donde se han recortado las libertades y los derechos, donde no hay una democracia plena. Existe la preocupación de que aprovechándose del cabreo popular con un discurso demasiado fácil quieran recorrer un camino demasiado rápido sin explicar lo que quieren hacer y las consecuencias que tendrían sus políticas. Van muy rápido, con mucho discurso espectáculo en la televisión, pero sin realmente explicar con sinceridad cuáles son sus compromisos.

El PP en 2011 se comprometió a no subir impuestos, a no tocar las pensiones, ni la Sanidad ni la Educación.

Creo que solo ves La Sexta y compras Público. Menos impuestos, más empleo, ha sido un lema del PP siempre; hemos defendido que cuando se pueda se bajen los impuestos a las clases medias. En cambio, la izquierda siempre ha defendido subir los impuestos. El PP, cuando ha tenido que subir el IVA ha sido porque las políticas socialistas habían dejado la caja vacía, el país arruinado hasta la bancarrota. Pero nuestro compromiso es que en cuanto todo esté mejor, volver a bajarlos. Rajoy ya ha planteado una rebaja para el año próximo.

En cuanto a las pensiones, Rajoy no las ha tocado. Y en relación con la Sanidad y la Educación, se han tenido que salvaguardar los servicios esenciales, los ajustes se han tenido que hacer porque no llegaba para pagar las nóminas con el país que dejaron los socialistas. Ya nadie habla de la prima de riesgo, ¿por qué? Porque las políticas de Rajoy han dado resultado.

En el programa electoral de 2011 del PP se hablaba vagamente de una «reforma integral del mercado de trabajo», pero no de lo que ocurrió tres meses después: supresión de la ultractividad de los convenios, abaratar el despido…

El PP nunca ha tenido ningún complejo en explicar que este país necesitaba una reforma integral del mercado de trabajo, que buscábamos mayor flexibilidad. Teníamos cinco millones de parados que nos había dejado Zapatero. Sin quitar rigideces no podíamos darle la vuelta a esto. Algunos prefieren que la situación siga así para pescar votos del sufrimiento.

Igual es un problema de lenguaje, donde dices eliminar la rigidez otros hablan de devaluación interna.

La devaluación es la que expulsa a la gente del mercado de trabajo, la que deja este país en la ruina como lo dejaron los socialistas, endeudados hasta las cejas y sin ningún crédito internacional. Eso es lo que pone en riesgo el bienestar. Es de un cinismo impresentable que vayan a mirar qué ajustes se hacen en los presupuestos los que se gastaron lo que no tenían. Si hemos tenido que recortar es por culpa de los que lo critican, de las políticas de despilfarro de la izquierda.

Se habla de una gran coalición de PP y PSOE si Podemos sigue subiendo. Vosotros ya la ensayasteis en el País Vasco.

En Euskadi hicimos lo que teníamos que hacer para posibilitar la alternancia tras treinta años de gobiernos nacionalistas. Pero Patxi López nunca se creyó que fuese lehendakari, le pilló de sopetón. Le pedimos que levantara las alfombras, que metiera mano y o no supo o no se atrevió. Además, trataron de deslegitimarle porque repetían que se forjaba una mayoría apoyada en la ilegalización de la izquierda abertzale.

La gran coalición como proyecto para toda España sigue siendo un tabú, pero en otros países, los más desarrollados del mundo, no han tenido problemas en que haya coaliciones entre populares y socialistas. No es un drama.

Despediste a Gallardón cuando dimitió como un referente.

Ha sido un referente para todos los que hemos querido una derecha moderna. Que su trayectoria política se ponga en duda por su posición en el tema del aborto no me parece justo. El problema es que no se ha entendido su postura, que se basa en una convicción íntima y personal. Defendía que había que mejorar esa ley para ampliar derechos, no limitarlos. Incluir el derecho de los no nacidos, el de la objeción de conciencia, una ley más avanzada.

Dar rango de ley a una «convicción íntima y personal»…

No quería imponer sus convicciones, quería buscar el equilibrio entre los derechos de la mujer a tomar sus propias decisiones con su cuerpo y con su vida con los derechos del no nacido. Hay momentos en los que pueden colisionar y él quería regularlo. También reconocía el derecho de los padres a conocer y opinar sobre la decisión de sus hijas menores de dieciséis años, la objeción de conciencia, etc. La verdad es que no logramos explicarlo bien.

Declaraste públicamente que eras homosexual. ¿Cómo te sentiste cuando salieron a la calle las manifestaciones del Foro de la Familia en contra del matrimonio entre personas del mismo sexo?

Sentía respeto por quienes opinan distinto. Lo mismo que lo pido para los que hemos defendido mi posición. Defendí dentro y fuera de mi partido que el matrimonio homosexual no perjudicaba a nadie, que no iba en contra de la familia.

En un partido con miembros de Opus, ¿cómo es el equilibrio de poder, o el arbitraje entre corrientes, para que tú con tus posiciones te sientas cómodo militando?

Conozco a muchos más militantes que no son dogmáticos, que defienden un estado laico. El PP es un partido mucho más abierto de lo que pretenden hacer creer. Yo soy el ejemplo más claro. Reconocí que era homosexual en una ciudad pequeña, de una provincia pequeña, y me encontré un partido tolerante y respetuoso con mi condición sexual. Nunca he tenido ninguna cortapisa. Al contrario, después de decir que era gay entré en la ejecutiva con Rajoy. Y como yo hay muchos homosexuales y lesbianas en el PP en cargos de relevancia que trabajan sin ningún problema.

¿Cómo está Euskadi desde que ETA no mata?

Hay menos presión, sin duda. Ya solo quedan unas treinta o cuarenta personas protegidas en el PP vasco, hace siete años eran casi cuatrocientas. Podemos ir sin escolta por la calle. Los empresarios ya no sufren extorsión. Los colectivos más señalados viven más tranquilos. Pero no me voy a quedar solo con eso de que ya podemos entrar en el casco viejo sin miedo o que podemos ir a cualquier pueblo. Poder, podemos, pero realmente no ha desaparecido el problema. No quiero regodearme en lo malo, pero el miedo que han inoculado durante treinta años no va a desaparecer en dos. Se ha perdido el miedo a que te partan la cara en un bar o te pongan un petardo en casa de tus padres, pero miedo sigue habiendo. Hay pueblos donde nos votan mil personas y no conocemos a ninguno. No se quieren identificar por miedo.

¿Sabes qué ha pasado en el País Vasco? Que mucha gente que ha votado al PP ha construido su vida como si fuera del PNV, para pasar desapercibidos. Se han travestido de nacionalistas para vivir más cómodos. Cuando has vivido toda tu vida en la fábrica, en tu sociedad gastronómica, haciéndote pasar por nacionalista, porque los nuestros que viven en Azpeitia también hablan euskera, llevan la misma txapela y van al mismo partido de pelota; después de tanto tiempo es difícil explicar… Es como salir del armario. No es lo mismo decir que eres gay con dieciocho años que con cuarenta o cincuenta. Cuando ya te has casado y tienes hijos es mucho más complicado. Los no nacionalistas seguimos sin visibilidad en muchos pueblos, no estamos en el paisaje social porque nuestra gente sigue teniendo reparo, miedo y apuro a la hora de significarse cercano al PP, a la hora de decir con naturalidad que se sienten tan vascos como españoles.

Iñaki Oyarzabal para Jot Down

Fotografía: Guadalupe de la Vallina

Bernardine Dohrn y Bill Ayers: «Violencia es quedarse en casa viendo la televisión mientras fuera se cometen injusticias»

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Bernardine Dohrn y Bill Ayers para Jot Down 0

La intervención militar de Estados Unidos en Vietnam durante los años sesenta y setenta dejó como mínimo tres millones y medio de muertos. Un historiador y periodista, Nick Turse, ha denunciado en Dispara a todo lo que se mueva (Ed: Sexto Piso, 2014) que las matanzas que se produjeron en la contienda no fueron errores, sino una estrategia organizada. Al menos, los estragos que continúa causando el agente naranja con el que se defolió la selva siguen siendo escalofriantes.

La Weather Underground fue una organización terrorista que se opuso a la guerra en la efervescencia ideológica de los años sesenta. Decidieron pasar a la acción directa, colocar bombas, para llevar el conflicto a suelo estadounidense. Siempre sin causar víctimas, las llamaban acciones simbólicas. Bill Ayers y Bernardine Dohrn fueron dos de sus militantes más destacados. Ella fue calificada por el FBI como la mujer más peligrosa de América.

Les atrapamos en un viaje que están haciendo por España presentando su nuevo libro Días de fuga (Hoja de Lata) y una novela gráfica sobre educación, Enseñar. Un viaje en cómic (Ediciones Morata). Queremos conocer sus motivaciones para llevar su movilización y su lucha a la clandestinidad, si creen que consiguieron algo y si se arrepienten de alguna cosa. Que nos cuenten su vida.

Vuestros padres son de la generación que vivió la Gran Depresión y la II Guerra Mundial. ¿Qué os contaban de aquella época?

Bernardine: Sufrieron. Mis abuelos, a los que yo nunca conocí, eran todos inmigrantes de Suecia, Rusia y Hungría. Imagínate lo que pasaron. Una experiencia tan dura como esa sirvió para que luego solo quisieran vivir con humildad y no dejar nunca de ahorrar.

Bill: Esa época fue tan sumamente dura que nuestros padres no querían ni hablar del tema, nunca mencionaban nada sobre el pasado. Como desde que nosotros nacimos todo había ido más o menos bien, ya estaba. Punto y aparte. Era un comportamiento que formaba parte de la cultura del momento: todo está bien ahora, vivimos sin grandes dificultades, así que no vamos ponernos ahora a hablar de recuerdos desagradables. Querían olvidar.

Bernardine: Y no solo fue la Gran Depresión, sobre la II Guerra Mundial crecimos sin que nos dijeran tampoco demasiado.

Bill: El inicio de los años sesenta que vivimos nosotros fue una época privilegiada, pero también de negaciones. Digamos que estábamos sumidos en un sueño profundo, no tenías conciencia de lo que había fuera de tu casita. Era todo como muy tranquilo… [risas].

El american dream.

Bill: Eso que llamaron american dream era en realidad un gran letargo en el que estábamos todos sumidos. Fue un fraude, pero era lo que había. Por eso cuando cumplimos dieciséis años y explotó el movimiento de liberación negro, a mi generación se le abrieron los ojos, apareció otro camino al margen del convencional, podías tomar la decisiones distintas sobre tu vida, elegir algo completamente nuevo.

Bernardine: Para mí empezó todo con un profesor en el colegio que nos hizo escribir sobre la guerra de Independencia de Argelia. Investigué y descubrí lo que era una guerra colonial, las torturas y demás… De modo que cuando luego entré en la facultad entendí rápidamente el significado de los movimientos por los derechos humanos que estaban apareciendo a nuestro alrededor.

Bill: También hubo una cosa más en los sesenta, el rock and roll y el béisbol. Los únicos dos ámbitos de la cultura popular donde podías ver que los negros existían.

¿El rock and roll fue una verdadera revolución?

Bernardine: Sí, en primer lugar porque los músicos eran negros. Luego aparecieron Elvis y otros blancos, pero la cultura negra estaba detrás del rock and roll. Con el rock entendimos el significado de la sensualidad en una sociedad muy reprimida.

Bill: Que el rock and roll estuviese inspirado en la cultura negra fue fundamental para romper la barrera que existía entre blancos y negros. Es interesante cómo el arte puede derribar muros hasta entonces infranqueables y enseñarte cómo es realmente la vida, el mundo y las posibilidades que tienes como persona. Tras el rock todo fue más vibrante, más intelectual, más creativo y de eso trata una revolución, ¿o no? Es un cambio político, pero también cultural, psicológico, imaginativo…

¿Cómo percibíais lo que era el capitalismo antes de entrar en contacto con los movimientos sociales?

Bernardine: Yo ni sabía lo que era el capitalismo cuando estaba en el colegio ¿Y tú, Bill? Algo sí, ¿no? Porque tu padre era capitalista… [risas].

Bill: Yo estaba en un colegio interno de cierto nivel y en las clases de Historia teníamos que leer a Marx, pero por supuesto desde la interpretación de que sus ideas conducían a la esclavitud. Sin embargo, solo con algunos puntos uno ya podía deducir que la vida era distinta de lo que nos habían enseñado. Recuerdo cómo nada más leerlo le pregunté a mis padres por qué teníamos una asistenta y por qué ella ganaba menos que mi padre. Mi padre me contestó que él trabajaba mucho para conseguir su sueldo y yo le contesté que la asistenta también trabajaba duro [risas]. ¿Cuál era la diferencia entonces?

¿De qué iban las primeras manifestaciones a las que asististeis?

Bernardine: Las primeras manifestaciones a las que yo fui fueron antinucleares, cuando iba al instituto. Recuerdo ir, alucinar con la que estaba montando la gente que tenía alrededor y no saber ni lo que había que hacer.

Bill: Ir por primera vez a una manifestación suponía romper con la comodidad del pasado. Eso era muy excitante. Aunque también daba miedo salirse de repente de lo que para ti había sido hasta ese momento la «vida normal». Y el hecho de que las primeras manifestaciones a las que fuimos fueran antinucleares es interesante porque, primero, nos dimos cuenta de que el único país que había usado ese armamento era el nuestro y eso era muy duro de asumir. Se supone que nosotros éramos los luchadores de la libertad, los que traíamos la paz, pero fuimos nosotros los que tiramos esas bombas en las ciudades japonesas.

Bernardine: El mes pasado me fui de viaje con mi hijo a Hiroshima y volví a sentir una indignación que no te la puedes ni imaginar.

Bernardine Dohrn y Bill Ayers para Jot Down 1

Bill, lo dejaste todo y te enrolaste en la tripulación de un barco mercante.

Para mí supuso una gran experiencia. Estuve por primera vez en contacto con la clase trabajadora, un tipo de personas con las que nunca antes había convivido. Hacerme amigo de ellos fue genial, era uno más entre blancos y negros. Lo más didáctico de la experiencia fue comprobar que el propio barco estaba organizado como la pirámide social que dejábamos en tierra. Los negros hacían las labores más ingratas, los marineros algo cualificados eran de todo tipo de origen y los oficiales, todos blancos.

Cuando regresaste del barco empezó tu militancia.

Bill: No fui un militante precoz. Tardé en tomar conciencia. En esa época estaba estudiando Derecho y todos los estudiantes éramos blancos y todos menos seis chicas éramos hombres. Empecé a acercarme a movimientos sociales por afinidad, pero lo que supuso un verdadero cambio fue que Martin Luther King vino a Chicago. Antes, no reuní el valor suficiente para irle a ver al sur, pero cuando apareció por mi ciudad pensé que iba a arrepentirme toda mi vida si no me involucraba. King vino con diez activistas del sur. Nos preguntó a mí y a otros estudiantes si sabíamos quién era el propietario de la mayor parte de los pisos que se estaban arrendando en la ciudad a los pobres. Lo investigamos y nos fue imposible encontrar nada, todo iba por compañías y no logramos dar con un nombre, con un responsable. El problema era que los pisos estaban en muy mal estado. No eran siquiera habitables. No tenían ventanas, calefacción ni agua caliente. Estaban llenos de ratas y cucarachas. Así que nos pusimos a trabajar en poner de acuerdo a los vecinos para que reunieran dinero en una cuenta y pudieran reparar los edificios.

Bernardine: También nos dedicábamos a parar desahucios. Nunca olvidaré un día muy concreto en el que no pudimos detener a la policía, fallamos, y lograron entrar en el piso de una familia. Hacía mucho calor, recuerdo. Y los agentes empezaron a bajar los muebles, su ropa, las cosas de la cocina. La gente se puso muy furiosa, cada vez más. Yo estaba ahí metida en mitad de la masa rabiosa cuando de repente me empujaron, alguien enorme, miré arriba y se trataba de Muhammad Ali. Él me miró también, me pidió que le sujetase su chaqueta azul de mil dólares, se fue directo a los muebles que estaban tirados en la acera, cogió un sofá, se lo echó al hombro y lo volvió a subir al piso. Cuando la gente le vio hacer eso alucinó. Nos pusimos todos a imitarle y subimos las pertenencias de esa familia de vuelta a su hogar. La policía entonces volvía a cargarlas y las bajaba otra vez, pero, conforme las dejaban en la acera, nosotros las volvíamos a subir. Fue increíble. La acción directa en los barrios negros para mí fue una gran experiencia. Muchísimos vecinos se dirigían a mí a preguntarme cómo librarse de la guerra de Vietnam. Hubo un momento en el que empezaron a juntarse los mismos problemas: el racial, la pobreza y la guerra. Al final de verano ya empezaron a presionar a King para que se marchara de Chicago.

Bill: Ese gesto de Muhammad Ali de volver a subir el sofá y lo que supuso ha llegado hasta hoy. La gente se sigue oponiendo a los desahucios y hemos conseguido que muchos policías se nieguen a ejecutarlos.

El pretexto de Estados Unidos para su intervención en Vietnam fue la Teoría del Dominó. ¿Qué opinión os merece?

Bernardine: El capitalismo le tenía pánico a la revolución social en el tercer mundo. China y Vietnam les aterraban incluso más que la Unión Soviética por la cuestión latinoamericana y lo que les había sucedido en Cuba. Se sentían amenazados. Pero no creo que ellos se creyeran la Teoría del Dominó tal y como la formularon. Para ellos, más bien, con la demostración de fuerza que hicieron sobre Vietnam, persuadían a los demás países de no llevar a cabo una revolución social.

Bill: Para mí la Teoría del Dominó fue un mito en muchos aspectos. Aunque como metáfora era válida: la liberación nacional, el antiimperialismo, la emancipación de los trabajadores eran ideas peligrosas para el poder que no debían extenderse. Incluso tres años después de la ocupación de Vietnam, aunque estaban perdiendo, seguían matando; seguían los campos de concentración en el sur, arrasaron la poca infraestructura que el país pudiera tener. ¿Y por qué, para qué? Para que cuando los demás países vieran cómo había quedado Vietnam de destruida se lo pensaran dos veces antes de intentar ser libres, que liberarse tenía un precio inasumible. Y efectivamente, al final Vietnam ganó la guerra, pero las pérdidas fueron enormes.

Tengo aquí el libro de Nick Turse, Dispara a todo lo que se mueva. Es un estudio que detalla todos los crímenes que se cometieron allí. ¿En los sesenta teníais acceso a esa información?

Bill: Ese libro es fantástico. Explica perfectamente lo que ocurrió en Vietnam: Un genocidio.

Bernardine: La información nos llegaba a través de periodistas jóvenes que iban a cubrir la guerra. Sabían que las autoridades estaban mintiendo sobre el desarrollo de la guerra, en especial con las cifras de muertos. Por otro lado, teníamos a los soldados. No eran profesionales, eran de reemplazo, de leva, fueron obligados a ir. Y esta gente cuando volvía te contaba todos los horrores de la guerra de los que habían sido testigos. Contaban la verdad. Con lo que revelaban los periodistas y los veteranos ya sabíamos que estaban masacrando a miles de personas. Por eso se generó un pánico a la guerra, muchos jóvenes sabían que tarde o temprano iban a ser reclutados para ir a esa barbaridad.

¿Sabíais también lo de los campos de refugiados que, de facto, terminaban siendo campos de concentración?

Bernardine: Sabíamos algo, pero en realidad esa información no salió hasta 1969.

Bill: También obteníamos mucha información de Francia, de Europa, donde se contaba la guerra desde otro punto de vista.

Bernardine: Yo conocí vietnamitas en viajes que hice a Canadá y Cuba. La verdad es que llegó un momento en el que estábamos tan apasionados que llegamos a obsesionarnos con el conflicto de Vietnam. Teníamos mapas colgados en las paredes de casa, cocinábamos platos vietnamitas, leíamos a sus poetas. Llegamos a sentirnos muy identificados con ese pueblo. Por cierto, que en uno de estos viajes, conocí a un revolucionario español. Fue la primera persona que conocí que vivía en la clandestinidad.

Bill: Con toda la información que recibimos, al dejar de estar bajo la esfera de influencia del New York Times, tomamos conciencia de cuál era la situación real y nos propusimos como compromiso mostrar a nuestros compatriotas cuál era la cara humana de los vietnamitas, hacerles ver que se trataba de gente normal, con sus familias y sus amigos, y no una especie de seres extraños.

Bernardine Dohrn y Bill Ayers para Jot Down 2

¿Habéis visto la entrevista a Robert McNamara de Errol Morris?

Bernardine: A mí McNamara me saca de quicio. Verle llorar en esa entrevista…

Bueno, él cuenta tranquilamente cómo lanzaron miles de bombas sobre la población civil japonesa, cómo arrasaron Vietnam. Admite que murieron cientos de miles de personas por sus decisiones, que podría ser considerado un criminal de guerra, pero con lo que llora es cuando recuerda el asesinato de Kennedy.

Bill: Esa es su personalidad. Es uno de esos hombres que piensan todo en términos de números y categorías. Incapaces de pensar en términos de seres humanos que tienen sentimientos. Pasa lo mimo con Kissinger, que acaba de sacar un libro y en el New York Times hablan de él tranquilamente, como si fuera un intelectual más, cuando es un criminal de guerra. Posiblemente uno de los más grandes del siglo XX. De hecho, no puede viajar a ciertos países porque lo meterían en la cárcel, pero en Estados Unidos se le considera como un cerebro privilegiado de la política exterior. Lo que demuestra que es muy fácil justificar torturas, asesinatos, bombardeos y matanzas de civiles cuando eres tú el que las cometes. Si las hace otra persona entonces resulta que es terrorismo. McNamara y Kissinger son dos ejemplos de ese nacionalismo repugnante. Y ahora, en la actualidad, tenemos a John Kerry como ejemplo de esa brillante línea de pensamiento.

Bernardine: Aunque eso no quita que para nosotros siga siendo muy importante apoyar a los veteranos de guerra. No solo a los que cambiaron su opinión, sino también a los jóvenes que han pagado un precio muy alto por entrar en combate pensando que están cumpliendo con su deber o con una obligación moral. Además, muchos de ellos fueron a Irak o Afganistán respondiendo al 11S, y una buena parte solo para poder conseguir una vía económica para financiar sus estudios universitarios. De repente se encontraron metidos en una guerra de once años de duración…

Bill, en tus memorias, comentas que la primera vez que te pegó la policía te sentiste «en el paraíso».

Bill: Es una ironía, pero fue así. Nunca me había sentido tan libre. Es difícil de explicar. Cuando estuve en la clandestinidad, por ejemplo, también tenía miedo, pero la sensación de libertad que sentía era más intensa que si me encontrase como un ciudadano más. Aunque te pegue la policía o te detengan, cuando te defines ideológicamente, cuando tomas tu elección de vivir por una causa superior, te emocionas tanto que los golpes no los sientes, aunque te puedan doler.

Llegas a decir en tu libro que en la cárcel no podías sentirte más libre.

Bill: En la celda me sentía más libre que los que están en su casa viendo la televisión zampando del frigorífico. Os lo aseguro. Y no solo yo. Leí que entre los miembros de la resistencia francesa, tras la II Guerra Mundial, sentían que al acabar la guerra habían perdido su tesoro, el subidón de libertad que es la lucha clandestina. Se habían quedado vacíos tras perder el motivo de su lucha. Suena duro, pero ellos estaban plantándoles cara a los nazis, contraatacándolos, y cuando eso se acaba, te debe absorber de tal manera que parece como que has perdido algo.

Bill, por curiosidad, en tus memorias citas mucho Ann Arbor. Por aquellos años, en esa ciudad, estaba el grupo MC5. ¿Les conociste?

Bill: Sí, claro que sí. Éramos muy buenos amigos de John Sinclair, su manager. Cómo olvidar que le metieron diez años de cárcel por llevar encima dos porros. Él predicaba que la marihuana era una forma de liberación y se lo hicieron pagar. Los MC5 estaban llenos de energía, además era un grupo mitad político, mitad rock and roll, eso era muy inspirador. También andaba por ahí Iggy Pop, pero MC5 estaban siempre tocando en todas las fiestas que organizábamos. Luego solíamos terminar con ellos en la cocina bebiendo vino y fumando marihuana, hablando tranquilamente. Eran muy buena gente y muy buenos amigos.

Os sentíais parte de una revolución global contra el capitalismo.

Bernardine: Claro, nos sentíamos identificados con los movimientos de descolonización africanos, seguíamos de cerca la guerra de liberación de Angola. Apoyábamos la lucha del pueblo vietnamita. Estábamos con los movimientos pacifistas de todo el mundo. Considerábamos que la lucha del tercer mundo era la nuestra, solo que nosotros la librábamos desde dentro.

Bill: Luchábamos por la descolonización, éramos antinucleares, pacifistas, estábamos con los movimientos negros y creíamos que Estados Unidos era responsable de todos los problemas contra los que luchábamos.

Bernardine Dohrn y Bill Ayers para Jot Down 3

Qué opináis de las nuevas generaciones, ¿son tan combativas como la vuestra?

Bernardine: Son mucho más globales de lo que nosotros éramos. Nosotros hicimos un cambio, digamos, hacia una mentalidad internacional. Pero ellos han crecido pensando de forma internacional. También creo que leen mucho y que están muy bien informados. Veo que son muy inteligentes. Mira cómo se organizaron este verano cuando la policía mató a un chico negro en San Luis. También han hecho triunfar a los movimientos gay…

Bill: Sobran los ejemplos. Ahora mismo hay jóvenes luchando por los derechos de los inmigrantes, por los derechos de las mujeres, contra la violencia de la policía, por el medio ambiente. No se puede comparar. Los años sesenta se han mitificado. Hay quien dice que en esa época pasaron todas las cosas buenas. La mejor música, las mejores manifestaciones, el mejor sexo. Y nosotros siempre respondemos que no, que el sexo sigue siendo bueno [risas]. No, incluso aún hay buena música y muchas cosas interesantes. Que no se engañe a los jóvenes metiéndoles en la cabeza que todo terminó con los años sesenta.

Bernardine: Los jóvenes cambian el mundo. Pasó en nuestra época, pasó después y ocurre ahora. Aunque haya una represión masiva, siempre son los jóvenes los que protagonizan los cambios. En nuestros tiempos, los medios siempre decían que los movimientos estudiantiles estaban muertos. Hasta en el año 68 lo decían, mientras el mundo explotaba y no encontrábamos espacios lo suficientemente grandes para poder reunirnos.

Bill: El poder siempre hace eso. Primero ignora al movimiento y luego lo ridiculiza.

En vuestra época había un libro de Mao en cada cajón de cada mesilla.

Bill: Sí, en algún momento todos tuvimos nuestro pequeño romance con el maoísmo. Pero para nosotros el Partido Comunista nunca fue interesante. Tampoco nos considerábamos una nueva izquierda. No éramos anticomunistas, no nos importaba que nadie viniese a nuestra organización siendo comunista.

El nombre de vuestra organización venía de una canción de Bob Dylan.

Bernardine: Estaban siendo asesinados seis mil vietnamitas por semana y la policía estaba asesinando a los miembros destacados de los Panteras Negras. Discutimos en una reunión de urgencia qué estrategia seguir y redactamos un documento de muchas páginas, como un informe interno de la organización. Después de leerlo, teníamos que ponerle un título y Terry Robins, gran fan de Bob Dylan, eligió ese título.

La primera norma de vuestra organización: sexo libre.

Bernardine: No fuimos solo nosotros. Pasó en muchos movimientos. Las píldoras anticonceptivas acababan de cambiar nuestros esquemas morales sobre el sexo, que la mujer podía tener placer formaba parte de su liberación. Dimos un paso adelante rechazando la monogamia.

Bill: Pensábamos que todo lo viejo, lo antiguo, lo anterior, tenía que ponerse en duda. Digamos que fue una idea experimental.

Bernadine: Pero no fue inútil. Con la propuesta del sexo libre muchos se encontraron a sí mismos; muchos amigos nuestros, por ejemplo, descubrieron que eran gais. Funcionó de maravilla porque conseguimos que cada uno fuese capaz de vivir su propia sexualidad, que es diferente en cada persona. Yo no quería casarme nunca [risas] y aquí estoy, pero porque consideraba que el matrimonio suponía para las mujeres convertirse en propiedad del marido.

Bill: También hay que decir en defensa del sexo libre que antes éramos jóvenes y guapos. ¡Quién quería ser monógamo!

¿Había muchos miembros de vuestra organización que provenían de familias acomodadas?

Bernardine: Había de todo. Mucha gente que vivía de familias ricas, otros eran de clase media. Otros inmigrantes. Pero en general la mayoría veníamos de las universidades, aunque también había gente que solo tenía la educación secundaria. Éramos una gran mezcla. El punto de ruptura fue cuando decidimos convertirnos en una organización que iba a vivir en la clandestinidad, a realizar acciones ilegales. Rompimos con la ley y las manifestaciones en las que participamos empezaron a ser violentas, con destrozos de mobiliario. Pero tenéis que entender que Estados Unidos es uno de los países más violentos que te puedas encontrar. En vuestra sociedad, en Europa, la gente no va armada. En nuestro contexto, estábamos ya rodeados de violencia de modo que hay que valorar en su justa medida que en nuestras manifestaciones hubiera actos vandálicos. En aquellas fechas estaban muriendo seis mil personas a la semana en Vietnam, dime ¿qué ibas a hacer, qué podías hacer para pararlo? Los grupos católicos de izquierda, curas y monjas, iban por ahí quemando cosas con gasolina. Que las autoridades nos consideraran violentos a nosotros era como de broma. Nunca matamos a nadie. Solo hicimos acciones que se pudieran entender como un mensaje.

Bill: Violencia es quedarse en casa viendo la televisión mientras fuera se cometen injusticias. La mayoría de la población americana piensa que si no hacen nada no están siendo violentos. Nosotros apoyamos la acción directa. Es otra cosa. Si le preguntas a Martin Luther King te diría que nuestra acción directa contra el militarismo o el racismo no es violencia.

Bernardine: Cuando salió el documental sobre nosotros se presentó en Sundance. Fuimos invitados al estreno y recuerdo que una periodista del LA Times nos preguntó que cómo podíamos ser violentos si nos gustaban Gandhi y Mandela. Yo le dije: ¿Cómo? ¿Mandela? En Estados Unidos la gente se piensa que fue un gentleman que estuvo en la cárcel y él solito acabó con el apartheid. Pensé: «Anda, vete a casa y lee un poco aunque sea en Google sobre lo que hizo Mandela y luego seguimos esta discusión». En Estados Unidos tenemos una imagen muy distorsionada de lo que es la verdadera violencia.

Bill: Es como cuando el presidente de Estados Unidos dice que King fue un ejemplo a seguir, un hombre recto. Y yo pienso que no, que no actuaba solo. Él era parte del movimiento. King no creó el movimiento, el movimiento creó a King.

Bernardine: Me gustan los movimientos juveniles actuales que se niegan a tener un líder.

Bernardine Dohrn y Bill Ayers para Jot Down 4

Bernardine, el FBI dijo que eras la mujer más peligrosa de América.

Bernardine: Ya me gustaría…

Bill: ¡Esa es mi chica! [risas]

Bernardine: Antes de mí, ¿sabes quién dijeron que era la mujer más peligrosa de América? Jane Addams, una feminista que era socialista y lesbiana. Se había opuesto a la I Guerra Mundial. Edgar Hoover, que estaba empezando, dijo que era la mujer más peligrosa de América y después de unos años la dieron el Premio Nobel de la Paz  [risas].

Bill: A Bernardine la pusieron en una lista de los diez delincuentes más buscados. Las listas de los más buscados habían estado siempre llenas de criminales, mafiosos, de asesinos terribles y, a partir de los setenta, se empezaron a llenar de estudiantes guapos [risas].

Bernardine: Fracasaron. Iban de organización poderosa, pero les pillamos por sorpresa. Durante años mandaron a gente a que preguntara por mí de puerta en puerta. Creían que nuestros padres o nuestros compañeros de la universidad iban a decirles algo, pero nuestra campaña de convencer a la gente de que no colaborase en absolutamente nada funcionó.

Bill: Incluso en la investigación del FBI podías ver reflejada la pirámide social. Cuando fueron a hablar con mi padre, un profesional considerado, le pidieron una cita para verle en su oficina. Cuando fueron a hablar con el de Bernardine, que era un inmigrante, aparecieron en mitad de la noche en su casa diciéndole que tenían un cuerpo en la morgue que querían que identificase a ver si era su hija. Le intentaron aterrorizar, mientras que a mi padre le guardaron una distancia y un respeto.

Bernardine: Como sabéis, una vez conseguimos robar los archivos del FBI. Ahí vimos que había dos estrategias. Para los negros, asesinar a sus líderes; para los blancos, infiltración y destrucción desde dentro.

Bill: Sí, con los movimientos negros hicieron eso, matarlos. Tardó siete años en salir a la luz, en que los abogados lograran demostrarlo, pero al final se vio que eran ciertos algunos asesinatos.

Bernardine: Pero ya os digo, nadie colaboró con ellos para atraparnos a nosotros. Porque, además, no éramos los únicos que estaban en la clandestinidad en aquel entonces. Había mucha gente indocumentada, traficantes de LSD, insumisos que huían de la mili, desertores, no estábamos solos. Estados Unidos estaba lleno de gente furtiva.

¿Cómo era la vida en la clandestinidad?

Bernardine: Trabajábamos. Yo lo hacía de camarera, limpiando casas, recogiendo fruta, vendimiando. Y entretanto, muchas reuniones. Mientras, sabíamos que parte importante de la sociedad nos apoyaba, tenían ese gran romance americano con los outlaws, como si fuésemos Bonnie & Clyde.

Un antes y un después en vuestra organización fue cuando le explotó la bomba en Nueva York a unos militantes de vuestro grupo, una bomba que iban a colocar en un baile de oficiales para matar al mayor número de ellos posible. Ahí decidís no atentar contra vidas humanas.

Bill: Unos del grupo decidieron hacer ese ataque en una base militar. Prepararon la bomba, les estalló y murieron los tres. Pero ya habíamos pasado a la clandestinidad y esta decisión la tomó un grupo por su cuenta porque funcionábamos de forma descentralizada. De todas formas, lo que pasó en ese edificio donde explotó la bomba no lo sabe nadie. La bomba estaba hecha con metralla para matar personas, no para hundir un edificio. En lo que a nosotros respecta, cuando descubrimos lo que habían planeado, fue un shock. Estábamos muy asustados. Horrorizados. Nos reunimos para decidir si apoyábamos esa clase de violencia y, tras meses de discusiones, optamos por realizar acciones meramente simbólicas, sin víctimas. ´

Bernardine: No queríamos ser una fuerza militar, asesinar a gente, sino una fuerza política. Los que estuvieron de acuerdo se quedaron y los que no, abandonaron la organización. Nos llevó un año definirnos.

¿Qué acciones realizasteis según ese modelo?

Bernardine: Los objetivos de la Weather Underground, donde pusimos bombas, fueron todos militares. El Pentágono, comisarías… La verdad es que no tengo un atentado favorito. [risas] [Lista de todas sus acciones N. del R.]

Aparte de las bombas, organizasteis la fuga de prisión de Timothy Leary.

Bernardine: De eso sí nos arrepentimos, de no haber hecho más acciones donde estaba presente el sentido del humor como en esa, que fue una operación tan divertida. Nadie nos lo ordenó jerárquicamente, simplemente vimos que era una buena oportunidad y lo hicimos. Timothy Leary era un intelectual que experimentaba con LSD y promovía esta droga como forma de romper con las costumbres e iniciar una nueva forma de vida, encontrar una nueva manera de ver el mundo. Él tonto no era, entendía nuestra lucha contra la guerra de Vietnam y el racismo. Era un activista más. Sencillamente, estaba en la cárcel por el asunto de la droga, como tantos otros, y quería escaparse. Su gente se puso en contacto con nosotros, nos pareció bien, nos financiaron y desarrollamos el plan. Fuimos capaces de sacarle de la cárcel y del país.

¿Cómo hacíais las bombas, qué materiales empleabais?

Bernardine: De eso no hablamos.

¿Conocíais a la Baader Meinhof?

Bill: Sí, sabíamos que existía, fue un fenómeno más de los sesenta. Formaciones revolucionarias que intentaban luchar. Entonces tenías ese tipo de resistencia en todas partes, en Inglaterra, en Francia, en Japón, en Alemania, en España…

Bernardine: Pero nosotros tomamos la decisión de nunca abandonar nuestro país. Éramos hijos de América. Veíamos lo que hacía la Baader Meinhof por televisión, pero nuestras estrategias, las decisiones que tomamos, fueron diferentes.

Bernardine Dohrn y Bill Ayers para Jot Down 5

Decís en el documental que en los setenta vuestra vida en la clandestinidad y vuestros atentados empezaron a ser como una rutina. Decidisteis dejarlo.

Bernardine: Teníamos una regla que no era muy habitual en las organizaciones que operaban en la clandestinidad. En Weather Underground los militantes podían irse cuando quisieran. No había consecuencias por abandonar. Durante los setenta unos entraron, pero también muchos se fueron. Cuando acabó la guerra de Vietnam, la cuestión de seguir siendo fugitivos se puso sobre la mesa. Hubo diferentes opiniones, unos querían seguir y otros queríamos volver a disfrutar de una vida privada normal, tener familias e hijos. Muchos lo dejaron pero se unieron al movimiento gay, otros al sindicalismo… Yo odiaba tener que rendirme y entregarme, pero Bill fue adorable y me dejó tomarme mi tiempo. Al final nos entregamos cuando nació nuestro segundo hijo.

Bill: Estábamos también deseando militar en una organización más grande. Fuimos a Chicago, resolvimos nuestros problemas legales y no entendimos que nuestra reinserción fuese en contra de nuestras ideas revolucionarias.

Bernardine: Yo hice mi discurso militante: «Me niego a entregarme, pero aquí estoy» [risas]. No sabíamos qué iba a pasar. Teníamos dos críos. Le dijimos a nuestro hijo mayor lo que pasaba y al menos se quedó con que íbamos a cambiarnos los nombres, nunca habíamos ido por ahí con los verdaderos. La noche siguiente vimos a los padres de Bill por primera vez en once años y luego fuimos a que yo le presentara a los míos.

Bill: Lo que más me gustó es que el primer comentario de mi padre al verme fue que necesitaba un buen corte de pelo. Y lo primero que dijo el padre de Bernardine fue «¿Estás casada?». Seguían siendo unos padres como los de toda la vida.

Bernardine: Ahora bromeamos con eso pero la verdad es que los pobres pasaron por un auténtico infierno. Pero bueno, llegado el momento estaban muy felices de ver a sus nietos.

¿No tuvisteis problemas con la ley?

Bernardine: Yo tenía cargos por las manifestaciones violentas, unos dieciséis o diecisiete. Cargos federales por destrozar propiedades públicas. Pero el FBI había llevado las investigaciones de forma tan claramente ilegal que no pudieron acusarnos de nada. Tampoco tenían muchas pruebas a esas alturas, la verdad. De todas formas, muchos militantes de Weather Underground sí que terminaron en la cárcel, pero por otros cargos al margen de nuestras acciones. Por no querer revelar nada sobre mis compañeros yo ya me había chupado en su momento siete meses de cárcel.

Bill: Las acusaciones fueron muy débiles. Nos acusaban de haber planeado acciones pero no tenían pruebas de que las hiciéramos. Con esas acusaciones ridículas nos habían puesto en la lista de los diez más buscados. Además, el FBI pretendía secuestrar al hijo de la hermana de Bernardine y retenerle hasta que nos entregáramos. No llegaron a hacerlo, pero con esos métodos ningún juez les hubiera podido haber dado la razón.

Bernardine: Los agentes que planearon eso terminaron condenados. Tras el final de la guerra de Vietnam y la guerra sucia del FBI América estaba en shock. Nos colamos por la puerta que abrió el presidente Jimmy Carter, aunque nos entregamos justo cuando Reagan fue elegido presidente [risas].

Hoy en día seguís recibiendo amenazas de muerte.

Bill: Es que uno de mis libros lo publiqué justo el 11 de septiembre de 2001. Esa misma mañana el New York Times llevaba en portada de su sección cultural una foto de nosotros dos con la reseña. El diario salió a las seis de la mañana y los atentados contra los Torres Gemelas fueron a las nueve. A raíz de eso, nos llovieron más amenazas que durante la guerra de Vietnam. En esos días de auténtica paranoia con el terrorismo, nosotros nos convertimos en los terroristas domésticos de Estados Unidos. Recibimos amenazas de muerte prácticamente todos los meses. Si vamos a dar un discurso a algún lado, siempre hay amenazas, pero no las tomamos en serio. Es solo gente muy ruidosa pero nada más. Nos los imaginamos como el típico tío bebiendo demasiado whisky delante del ordenador, quién sabe si viviendo en el sótano de la casa de su madre [risas].

¿Qué habéis hecho contra la guerra de Irak y Afganistán?

Bill: Estuvimos en muchos movimientos. En especial en un movimiento colectivo en Chicago [Movement Building Colective] Pero creemos que no puedes limitarte solo a estar en un movimiento ni quedarte en tu casa sentado. Hay que hacer algo más. Por eso hemos estado profundamente involucrados en proyectos pacifistas que van de la educación a la justicia, aunque la guerra sea la idea central.

Bernardine: Yo también estuve en el movimiento en contra de que la OTAN se reuniera en Chicago hace dos años.

Bill: Esas manifestaciones fueron un gran éxito. Vimos cómo el Gobierno se lo tomaba como un ensayo general para la represión. Nunca habíamos visto la ciudad tan vacía. Los únicos que quedamos fuimos nosotros, los manifestantes, y la policía y los militares. Todo lo demás, drones, helicópteros, quitanieves ¡en mitad del verano! Hacía un calor infernal, pero los trajeron.

Bernardine: Lo más impresionante es que los que más daban la cara en las manifestaciones eran veteranos de la guerra de Irak. Los líderes de estos movimientos habían estado en la guerra. Iban los primeros, encabezaban la protesta y lo más espectacular fue cuando les lanzaron sus medallas a los generales de la OTAN, fue una imagen imborrable.

Bill: Estados Unidos tiene una larga historia de ocupaciones militares y guerras. Invasiones de terceros países que no solo son injustas e ilegales, sino que además acaban con las aspiraciones de paz y justicia de todos los ciudadanos del planeta. Lo más grave de todo, además, es que las guerras por petróleo no responden a una causa política, que implique a mucha gente, sino solo a los intereses de un 1%. En este contexto, nosotros no podemos influir en el Congreso, pero sí en nuestras áreas de influencia más cercanas, como es la educación. Por eso tratamos de organizarnos de abajo a arriba. Promovemos nuestros valores en la comunidad, en las aulas, en la iglesia, en la universidad. No te creas que esto no le preocupa al Gobierno. Si miras la historia de todos los grandes cambios, siempre vienen desde abajo.

Bernardine: De hecho, en política, nunca harás nada bueno sin el poder de abajo.

¿Ha cambiado algo con Obama?

Bill: Obama en 2008 dijo que era pragmático y moderado. Pero la derecha dijo que era un musulmán encubierto, que estaba con los terroristas, que tenía una agenda socialista. Y ya veis, creo que iba en la buena dirección, pero al final no tardó en disgustarnos con todas estas guerras.

¿Os arrepentís de algo?

Bernardine: Ahora, hablando como una mujer de setenta y tres años, creo que no nos equivocamos. No me arrepiento de nada.

Bill: Nunca causamos muertos. Como dice Bernardine, no nos arrepentimos de haber causado destrozos con bombas de una forma simbólica. No nos arrepentimos de haber luchado contra un Gobierno que llevaba a cabo un genocidio en Vietnam y pretendía acabar con la cultura negra por la violencia. Con setenta años, por supuesto que me arrepiento de muchas cosas. Políticamente, el arrepentimiento más profundo que siento es el de haber formado un movimiento tan sectario. Desde ese punto de vista, tan reducido, nunca actúas bien. Ahora hemos aprendido más y crecido como personas.

Bernardine Dohrn y Bill Ayers para Jot Down

Fotografía: Begoña Rivas

Brownsville Station: rock clásico, pelos largos y peleas con camioneros borrachos

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Brownsville Station. Foto: cortesía de Wounded Bird.

Brownsville Station. Foto: cortesía de Wounded Bird.

Mi generación, nacidos en los setenta, ha sido muy miope. Por no decir de inteligencia distraída. Un ejemplo. La famosa foto de Marlon Brando en Salvaje, 1953, apoyado en su moto, embutido en cuero, para nosotros es un icono. Muchas parejas de recién casados seguro que se han comprado el póster en Carrefour y lo han puesto en el salón de su casa al lado de otro de una película de Kubrick o vete tú a saber qué extravagancia locuela inimaginable. Sin embargo, si coges una foto de un caballero de veinte años natural de la UVA (Unidad Vecinal de Absorción) de la populosa barriada de Hortaleza, en Madrid, y le sacas la misma foto sustituyendo el cuero por una Bomber Alpha verde botella y apoyado en una scooter, la imagen produciría rechazo. Sería un bakala, un mascachapas, un pokero… alguien que si viola la ley y extiende el terror por las calles con su pandilla de gamberros no es un romántico, sino un hijo de puta peligroso.

Sin embargo, hoy vamos a hablar de gamberros juveniles encantadores. Igual que los bakalas de tu barrio, pero de otra época, otro lugar y con otra música de fondo. Completamente igual pero completamente distinto. Ya nos entendemos. Vamos a ir a Estados Unidos, años setenta, estudiantes lamentables, su único objetivo en la vida es emborracharse, conseguir marihuana, sexo con algo que si está vivo, mejor, y conducir a lo loco con la música a tope. Y hete aquí la cuestión ¿Qué música? ¿el Thunderdome, lo que les convertiría en bakalas apestosos? No, hard y glam rock, lo que les transforma en adorables. Iconos. Los más molones. Somos así de tontos por verlo así, pero es lo que hay.

Nos referimos a chavales como los de la película Detroit Rock City (Cero en conducta) de 1999, que no eran otra cosa que el perfil del público del maravilloso grupo Brownsville Station, curiosamente, el que más merecería estar en la banda sonora de la citada película de todos los que había y que no aparecía. Por eso, por su abandono, olvido y falta de relevancia hoy día, los recordaremos en una nueva entrada de «Busco en la basura algo mejor».

Hay que mencionar que algo de importancia tuvieron en los ochenta. Cuando Mötley Crüe popularizó su canción «Smoking in the boys room». Fumando en el baño del cole cuando el profe te da la brasa, cuenta la letra. Un himno de malotes de instituto. También, recientemente, aparecieron en el recopilatorio Mullets Rocks, con una portada muy apropiada sobre lo que estamos hablando. En EE. UU., mucha risa con el mullet y Me llamo Earl, pero en España eso son los Chichos. En fin. Pasemos al meollo ¿Quiénes eran los Brownsville?

«Las bragas por fuera y no sé si me dejo algo...». Mike Lutz y Cub Koda de Brownsville Station. Foto: cortesía de Appleston Studios.

«Las bragas por fuera y no sé si me dejo algo…». Mike Lutz y Cub Koda de Brownsville Station. Foto: cortesía de Appleston Studios.

Brownsville Station venían de Detroit. Su ADN, como el del resto de grupos de esa ciudad, consistía en tocar más alto y más fuerte que lo humanamente soportable. Luego, en el aspecto compositivo, se dejaban de zarandajas e iban a por el rock and roll primigenio, por no decir primate. Para hacerse una idea, en esa ciudad, los que fueron más innovadores de la hornada, los Stooges, directamente inventaron el punk. Entonces nos surge otra pregunta: ¿por qué en Detroit eran tan burricos?

En un artículo de la revista Phonograph Recrod en diciembre de 1972, Lester Bangs apuntaba los detalles que diferenciaban a los jóvenes de esta localidad de los del resto de Estados Unidos. La mayoría eran obreros o hijos de ídem que habían pasado de la cadena de montaje a los escenarios, algunos, los que luego fueron más revolucionarios, previo paso por la universidad. El caso es que todos estaban profundamente marcados por la cultura industrial la del paisaje feo, el aire sucio, el agua verde, un ruido ensordecedor por todas partes y una cultura del ocio basada en emborracharse todos los días y santas pascuas. Así lo escribió el señor Bangs.

Tan pronto como la industria textil quedó obsoleta, no solo los negros, también muchos blancos, brotaban como alcachofas para ir a trabajar a las fábricas de coches de Detroit y alrededores. ¿Y cuál fue el éxito de estos grandes centros industriales? Que asfixiaron el arte y crearon una población de zombis esclavos que solo servían para la producción de piezas de precisión y reproducirse para dar nuevas generaciones que siguieran produciendo a su vez los ejes y los motores del futuro. Durante muchos años, no se escuchó hablar de arte y cultura procedente de Detroit (…) no fue hasta finales de los años cincuenta que apareció tímidamente una nueva generación que empezó a escuchar la música de Motown. Al principio fueron los negros los que cambiaron el aspecto del 60-70% de la ciudad. Empezaron a lanzar discos de grupos con nombres como las Supremes, los Temptations, los Contours, etc. que vendían por millones y con los que ganaron mucho dinero. Desgraciadamente, lo hicieron con la infraestructura de la sociedad capitalista (…) Era plástico. Artificial. ¡No era arte del pueblo!

Pero espera. Iba a llegar un cambio. Hubo una nueva generación de jóvenes blancos alrededor de Detroit y Ann Arbor que finalmente decidieron que, de tanto que habían currado en su vida, ya no querían montar ni un solo tapacubos más ¡no! Se habían pasado la vida escuchando ritmos metálicos y mecánicos en el estruendo de las fábricas, una tralla que acababa con la capacidad auditiva de cualquiera en esta ciudad (…) lo que empujaba a todos los lugareños a darse al alcohol todo el día y toda la noche.

De modo que los chavales blancos recogieron ese estruendo metálico, comprobaron lo cerca que estaba del rock and roll, y lo convirtieron en una nueva etiqueta de rock and roll que era más metálica, heavy, demente y mecánica que cualquier cosa que se hubiese escuchado en la faz de la Tierra en seis mil años de historia occidental.

A continuación venía la lista de grupos, que es por todos conocida y admirada y al menos en nuestro país medio siglo después gozan de bastante predicamento entre los entendidos. Muchos de ellos han actuado en España en repetidas ocasiones, aunque no fuera bajo el nombre de los grupos que les dieron la fama. La lista era: Mitch Ryder, MC5, los Stooges, SRC, UP!, The Frost, Bob Seger, The Amboy Dukes y, en último lugar, citaba al grupo que nos ocupa: Brownsville Station.

Pero antes de seguir, veamos a los protagonistas de esta historia en acción. Canción: «Kings of the party». Año de Nuestro Señor Jesucristo: 1974. Para hacerse una idea político-social del momento, mencionaremos que Kiss sacó su primer disco en mayo de ese año y el segundo en octubre. Esta actuación puede ser del 19 de julio o del 18 de octubre. Dieron varios pases en un programa de televisión, Midnight Special, y no sé de cuál se trata. Solo que es una exhibición.

Ya ven. Música rudimentaria. Individuos descerebrados. Muy notas. Mucho ruido. Lo que se entendía antes por rock and roll. Ahora parece que para tocarlo hay que estudiar porque es una cosa muy elitista.

El germen del grupo estaba en los Del Tinos, el grupo de Cub Koda, el señor que va vestido de árbitro de béisbol en el vídeo. Y cuyo nombre proviene del personaje «Cubby» de la serie de televisión para niños The Michey Mouse Club. Su primer single fue una versión de Roy Orbison «Go, go, go» y nunca se bajaron de la burra hasta el 66. Jaime Gonzalo destacó en el Ruta 66 que fueron de los pocos a los que la aparición de los Beatles les trajo sin cuidado. Siguieron erre que erre sin cambiar un ápice los planteamientos, ni siquiera cuando todos sus compañeros de generación se volvieron hippies, progresivos, folk…

Finiquitados los Del Tinos, Koda conoció en una tienda de discos de Detroit a los que luego iban a ser los miembros fundadores de Brownsville Station, Michael Lutz y T. J. Cronley. Fue lo típico, se conocían de vista, de coincidir en la tienda, de recelar de qué discos se llevaba cada uno, hasta que los presentó el propietario, Al Nalli —años después productor de los rotundos Blackfoot— y les propuso que formasen un grupo del que él sería el mánager. Iban a llamarse The Station, pero alguien les contó que había ido en autostop hasta Brownsville, en Texas, y se habían encontrado todo lleno de armadillos muertos por la calle y niños desnudos rodeados de moscas corriendo por ahí. Una experiencia agradable y bonita, un paisaje evocador, tanto que decidieron como homenaje llevar dicha localidad al nombre del grupo: Brownsville Station.

Querían hacer cualquier cosa que no sonase como lo que estaba sonando en aquella época en la radio. «No sabíamos qué música tocar, solo cuál no tocar», dijo Koda en una entrevista a Los Angeles Free Press, en la que luego insistía: «odiamos las jams de diecisiete minutos», no queremos «demostrar habilidad, técnica, presumir, para eso no nos subimos a un escenario», «no queremos tocar blues ni hacer solos de batería», y así llegaron a la conclusión de que lo suyo tenía que ser «just real energy rock and roll».

En otras palabras: «Somos Chuck Berry en 1974 interpretado por tres maníacos». Una influencia extensiva a todas las canciones donde puso la mano Phil Spector en los sesenta y a los legados de tipos como Ricky Nelson, Bo Diddley, Little Richard y Link Wray —estos cuatro citaban—. Una filosofía propia de su ciudad, explicaron: «Nunca nos hemos referido a nosotros como un “grupo de rock“, nosotros somos un grupo de rock and roll de Detroit y muy jodidamente orgullosos de serlo». Sin embargo, nunca formaron parte realmente de esa escena porque fueron excluidos, o autoexcluidos, por rechazar la política en el rock and roll. Esa escena rockera y revolucionaria de la que surgieron personas como Bill Ayers en Ann Arbor.

Nunca hemos creído firmemente en la revolución. No va a haber ninguna revolución. La revolución es caminar por ahí con el pelo largo por la mitad de la espalda hasta el centro de la ciudad y pelearte con unos camioneros porque estás borracho. (Koda)

Realmente, no encajaban en ninguna parte. Rechazaban también las modas del hippismo, «no puedes ser un grupo de blues británico un día e ir de paz y amor al siguiente» Y sentenciaba Koda burlándose: «cuando después del concierto un chaval del público viene a darme la mano y veo que las tiene completamente rojas de haber estado aplaudiendo, eso es el amor».

Su primer éxito fue «Rock and Roll Holiday» en 1970. Una canción que les catapultó hasta la todopoderosa Warner, pero fueron expulsados en un año. Consideraron que el sello no estaba preparado para entender lo que proponían, que en realidad no eran un grupo de oldies, de revival, aunque es difícil que te presten atención si tu LP de debut está en el catálogo entre las referencias de Paranoid de Black Sabbath y el Long Prayer de los Faces. Pese al fracaso, los Brownsville se fortalecieron tocando en bares, gimnasios y fraternidades. Andy Shernoff, de los Dictators, primer grupo punk de Nueva York según el saber enciclopédico, los vio en directo en estas fechas y este fue su recuerdo:

Tocaron en la Universidad de Columbia. Yo fui con todos mis amigos, que éramos unos veinte o veinticinco y al llegar al gimnasio de la facultad, todo el público sumábamos poco más de treinta personas. Recuerdo que Cub Koda sacó cajas de cervezas para todos y dio un conciertazo. Ese rollo, cómo interactuaban con el público, las cosas que decían, eso era lo que nosotros queríamos llevar. Llegaban, se ponían a saltar haciendo el loco con las guitarras. Luego nosotros intentamos ser como ellos.

Para muestra de su desvinculación del movimiento hippie y revolucionario, su primer batería, T. J. Cronley abandonó el grupo para irse con los marines. Dejó las baquetas para pilotar Harriers durante veinte años. Y fue sustituido por Henry «H-Bomb» Weck, que subía al escenario con una Cruz de Hierro y chaquetas de piel de leopardo que descolocaban al respetable, pues todavía faltaban seis años para que frivolizar con estos símbolos fuera normal con el advenimiento del punk. Su propio mote, «el bomba atómica» muy hippie no era, la verdad.

Y el éxito volvió a llamar a sus puertas gracias a la infalible técnica del «porcojonismo». En 1973 su aludido single «Smoking in the boys room» vendió dos millones de copias. Llegó al tercer puesto de los charts americanos. Zoo World les denominó «la pesadilla de los Yes». Phonorgaph Record dijo que sonaban «como los grupos one-hit del 66 o el 67». En 1974, Melody Maker escribió «son lo más cerca de Slade que tiene América». Ese mismo año en Rolling Stone publicaron: «Los charts y las radios están saturados de tíos de treinta y cinco años introvertidos perpetrando su poesía paralítica, con sus traumas de mediana edad… pero ahora emergen Brownsville Station con su regreso al rock and roll para chicos de colegio, para adolescentes».

Para el crítico español Jaime Gonzalo, con su cuarto disco, School Punks, en 1974, habían dejado ya un legado que hubiese sido «el final perfecto de la trilogía de Alice Cooper Eighteen, del 71, y Schools Out, del 72». Y yo lo dejaría en tetralogía si incluimos la gema que regalaron al mundo en 1977 los músicos de Alice Cooper sin Alice Cooper, los Billion Dollar Babies y su Battle Axe.

Tras el pepinazo de canción los Brownsville Station de paso se colaron en todas las giras importantes del momento. Con Alice Cooper, Johnny Winter, Blue Öyster Cult, ZZ Top, Humble Pie, Queen, Black Sabbath, Lynyrd SkynyrdEn la cresta de la ola en el momento de apogeo absoluto del rock estadounidense. Tampoco en esas giras les faltaron los habituales piques con las luces, el volumen del sonido de los teloneros y todas las disputas mide-egos habituales de los rockeros. Nada muy divertido de contar, pero, por ejemplo, Bachman-Turner Overdrive fueron sus teloneros y en un año lo petaron tanto que Brownsville tuvieron que telonearles a ellos. Ocurrió lo inevitable, al principio los Brownsville les hicieron salir a escena con menos luces y volumen y luego BTO se vengaron haciendo lo propio ensañándose, humillándolos a propósito. La prensa del momento lo publicó como diciendo así es la vida. Pero lo verdaderamente relevante de su faceta en directo es que ellos, con volumen bajo o sin iluminación, nunca perdieron el espíritu de su ciudad, ese grito que MC5 convirtió en una canción eterna: «Kick out the jams».

Koda explicó en una entrevista el significado de ese lema en Detroit: «En los conciertos que íbamos a ver decíamos: “Haced que suene a tope, hijos de puta, o conseguiremos a alguien que lo haga”. Aprendimos en los bolos de R&B que el escenario era un lugar sagrado, y el derecho a estar ahí arriba te lo tenías que ganar, no podías fingirlo. El público de Detroit lo entendía así y no esperaba nada menos. Recuerdo haber visto a un grupo en el Wampler´s Lake Pavilion que se llamaban The Kandy-Matics que eran muy aburridos y el público subió al escenario en masa y físicamente los expulsó del local».

Esta actitud y esos decibelios no atraían a ilustrados franceses precisamente. Bruce Springsteen, que fue telonero de ellos, asumía como podía que la gente iba a lo que iba en esos conciertos: «He abierto para Brownsville Station, pero tengo treinta y un años y llevo tocando en bares desde que tenía quince, he estado delante de muchas personas a las que les importa una mierda que yo esté en el escenario».

El sonido del grupo fue derivando en sus últimos discos hacia terrenos hard rockeros. Cada vez más contundentes y menos sutiles, dejando caer alguna que otra balada, fueron capaces hasta de traicionarse a sí mismos y marcarse una rock-opera de diez minutos dividida en cinco partes, «They call me rock and roll», de la que hay que decir que aunque fuera contra sus principios es, sencillamente, gloriosa. De sus mejores canciones ¡así es la vida de contradictoria!

Con los años, la fractura en el seno de grupo en cuanto a la línea a seguir fue cada vez mayor. El mundo se estaba dividiendo entre punk y pop con la new wave o el hard rock y el heavy metal. En Estados Unidos no había tercera vía como no te pasases a la música disco. Kuba, en cambio, estaba interesado en seguir con el rockabilly a cualquier precio, mientras que los demás a esas alturas ya entendían el grupo como una ubre monetaria a la que exprimir y querían tirarse al rollo de Led Zeppelin y Rod Stewart. La separación fue inevitable. Lutz se fue con Ted Nugent y H-Bomb montó un estudio de grabación.

Por su parte, el gran Koda siguió con grupos modestos haciendo lo que le gustaba, tocar rock and roll sin más pretensión que divertirse y hacer que los demás se lo pasaran bien. Jaime Gonzalo comentó en su artículo que le vio tocando en Japón en un restaurante. Lo más bajo a lo que puede caer quien viene de llenar estadios. Nadie les hacía caso, contó, pero estaban ahí, con el olor a fritanga, dándolo todo «como los Who en un estadio de cincuenta mil personas».

Una de las últimas apariciones de Cub Koda fue en Michigan en el treinta aniversario de otro grupo legendario de Detroit, The Frost, en 1999. Según el organizador del festival, Koda ya tenía serios problemas de salud. Su visión era muy pobre y tuvo que llevarlo y traerlo del concierto su propio padre. El siguiente verano, en junio de 2000, murió por un problema de riñón. Tenía cincuenta y un años. Hace dos años Lutz y H-Bomb resucitaron Brownsville Station con un nuevo disco Still Smokin —disponible en el Spoty— y andan por ahí dando conciertos. Suena heavy y contundente, como ellos querían.

La lección, lo interesante de todo esto es cómo llegaron a lo más alto en un contexto como el de los setenta en Estados Unidos, donde hasta para hacer la cosa más casposa, hortera, vacía de contenido o directamente ridícula, había que tener un talento descomunal. Nunca habrá habido más competencia en cuanto a calidad —la de cantidad la conocemos bien ahora— en el negocio musical de los grandes estadios y las ventas millonarias. Con todo el mundo haciendo inventos y reinvenciones de sí mismos, explorando nuevos caminos con éxito y siendo pioneros de nuevos géneros, los Brownsville únicamente armados con un empollón del rock and roll —hecho que demostró Koda escribiéndose media Allmusic Guide en el nuevo siglo— y un par de orangutanes compitieron de tú a tú con los más grandes solo haciendo que lo de siempre sonase más fuerte. No en vano, Bruce Nazarian, un segundo guitarrista que incorporaron cuando se metieron en los terrenos del hard rock, dijo de Koda al morir este: «nunca he visto a nadie tocar la guitarra más alto, y no me refiero a los amplis ni nada de eso, sino a sus manos». Ahí tenía su particular fórmula de la Coca-Cola.

Antonio Garrigues Walker: «El auge de Podemos es absoluta y radicalmente lógico, y positivo»

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Antonio Garrigues-Walker para Jot Down 0

Testigo clave de medio siglo de nuestra historia, así reza la última biografía de Antonio Garrigues Walker, impulsor de uno de los bufetes más importantes de Europa. Hablamos con él de la Operación Roca, intento en los años ochenta de introducir un partido íntegramente liberal en el panorama político español, en lo que iba a ser la implantación estatal de CiU, partido que ahora quiere romper con el Estado. Conocedor de los mecanismos del estado franquista y de la democracia, queríamos conocer su versión sobre la evolución de este país.

¿Qué ha cambiado en todo este medio siglo?

Bueno, la humanidad se pasa todo el tiempo pensando que las cosas cambian, pero al final los sentimientos básicos de las personas no se alteran ni un milímetro. El sentimiento amoroso, el egoísmo, la vanidad, el ego siempre siguen siendo lo mismo. Cambiar, pueden cambiar las formas, los tiempos pueden acelerarse, las tecnologías, pero el ser humano realmente no cambia.

En mi caso, empecé a trabajar con veinte años. He visto muchas cosas, muchas crisis, entrar y salir de ellas. He visto modernizarse al país, internacionalizarse. Pero lo más importante, el cambio más trascendental y decisivo, ha sido en el papel de la mujer en la sociedad. Es lo que más ha enriquecido la calidad democrática e incluso la calidad económica.

De hecho, en estos momentos no hay otro país europeo donde el cambio sociológico de la mujer haya sido más importante y al mismo tiempo más rápido y menos traumático. Aún queda un largo camino por recorrer, quedan importantes restos de machismo, pero el cambio ha sido maravilloso. Dentro de poco se mirará como absurda una época en la que la mujer por tener hijos tenía que pagar un precio a veces decisivo para su propia carrera y su felicidad.

¿Por qué no se quiere solucionar este problema?

No sé por qué misterio nadie quiere abordarlo. O si se aborda es de la forma más absurda, es decir, con un suicidio demográfico. La sociedad europea no afronta este problema, digamos que solo da la vuelta a su alrededor. En 2015 en España habrá más muertes que nacimientos. Somos un continente envejecido. Y a un continente envejecido le pasa lo mismo que a una persona envejecida, que tiene unos valores que no están en la vida real, en la vida científica, no estamos en lo que está pasando. Soportamos, aguantamos. Evitamos el proceso mental de la desmemoria, pero ya no estamos ahí.

Y el caso es que la mujer no tiene hijos. Para asegurar la población activa en España hay que tener 2,1 hijos. En Europa, el promedio es 1,5 y en España, 1,3 con tendencia a la baja…

Un país envejecido pierde garra, curiosidad intelectual, sentido del riesgo, ambición. Yo cuando tenía setenta y ocho años y ocho meses me tranquilizaba pensando que no tenía ochenta, porque cuando tienes ochenta tienes que plantearte de verdad que te queda un tiempo limitado de vida, que tienes que vivir con algún tipo de esperanza, que no estás acabado. Pero me gustaría decirle a la gente que viene detrás que se va a tener que acostumbrar a abordar los problemas auténticos. Los problemas reales. He hablado del suicidio demográfico pero luego están las desigualdades sociales. España es el país de Europa con mayor desigualdad social. Es un problema que se mira con cinismo, como diciendo que al final de la crisis se solucionará y se redistribuirá la riqueza, pero esta crisis está durando más de lo que se podría imaginar. Yo al menos no he vivido una más larga en mi vida y he sido testigo ya de cuatro o cinco.

Por otro lado, el paro se ha convertido en un problema estructural. Y la robótica industrial tiene ahora mismo un desarrollo espectacular, eliminará miles y miles de trabajadores. En Estados Unidos se vivirá una nueva era industrial cuando empiecen a buscar, en lugar de trabajadores baratos, robótica.

Antonio Garrigues-Walker para Jot Down 1

Como abogado que es usted, se suele decir que el origen de la crisis española está en una ley, la ley del suelo. ¿Tanto impacto puede tener una sola ley para afectar a la economía tan profundamente durante años?

Es que yo no creo que con la ley del suelo cambiara la economía. Fue un instrumento necesario para regular el urbanismo. Lo que motivó la crisis inmobiliaria española no fue la ley, fue el boom, el fenómeno de la burbuja. La humanidad siempre ha vivido esas burbujas, momentos de crecimiento que remiten y van para abajo. Ha pasado siempre y seguirá pasando. En España la borrachera económica fue tremenda, con un espíritu de codicia absoluto. Con esa felicidad que produce el enriquecimiento instantáneo sin sacrificio. Con la ley del suelo lo que pasó es que si uno tenía un territorio rústico y alguien movía la línea y lo convertía en urbano pasaba de tener uno a tener no diez, sino cien. Esto fue lo que pasó, no fue solamente la ley. Ahora mismo está pasando algo similar en China.

Usted conoció los mecanismos del Estado franquista como abogado de muchas empresas que querían instalarse en nuestro país y luego los de la democracia. La corrupción inherente a la dictadura, ¿desapareció o prevaleció?

En general la corrupción nunca ha paralizado la inversión extranjera en ningún país del mundo. No se valora. No tiene un impacto negativo decisivo. En todo crecimiento económico se genera corrupción. Se da como sobreentendida. Estoy en Transparencia Internacional y en la valoración que hacemos de los países por percepción de la corrupción, España empezó en el puesto veinte del ranking, luego ha ido bajando, pero es que Italia estaba en el setenta. En China también el gran problema que tienen es la corrupción

En Alemania hay quien dice que en España no se pueden hacer negocios si no tienes «contactos».

Entiendo que los alemanes nos puedan mirar con desconcierto, pero la corrupción está presente en toda Europa, incluida Alemania. Por ejemplo, el escándalo de la manipulación del Libor en el Reino Unido es un problema de corrupción de magnitud mundial. España ha sido un país corrupto, pero ahora es un país menos corrupto. Lo cual es una magnífica noticia porque lo que se está poniendo de manifiesto a través de los medios de comunicación y a través de los jueces es un castigo a los años de la borrachera económica.

Se está metiendo en la cárcel a los que han cometido los casos de corrupción. El problema es cuando los jóvenes ven que la corrupción no para, pero el 90% de los casos que están en liza ahora son de los años de la burbuja inmobiliaria. Por lo tanto, yo no quiero liquidar España como un país corrupto. Ahora España es menos corrupta porque la gente se ha dado cuenta del riesgo que entraña corromperse. Estoy seguro de que en estos momentos habrá gente pasándolo muy mal si han procedido como otros lo han hecho y ahora están pensando que también pueden ser descubiertos en cualquier momento y caer. La justicia ha frenado la corrupción. Y de cara al futuro lo hará la transparencia, obligar a todas las instituciones públicas a que sean transparentes, a que cada uno tenga derecho a preguntar a quien le dé la gana. Esa es la fórmula.

¿Seguro? Dicho así, parece que la corrupción pudiera eliminarse.

La corrupción es perfectamente controlable, basta con voluntad política. ¿Y la hay? Vemos que al menos se están poniendo medidas. La gente se preguntará que por qué no se ha hecho antes, pero lo que se está proponiendo es muy válido. Yo me resisto al proceso de autoliquidación de nuestros valores. España al contrario de lo que se dice ha demostrado que es un país resistente hasta límites admirables. Con una crisis tan profunda, una desigualdad tan profunda, que no se haya reducido la seguridad en las calles, o roto la convivencia, es un indicador. Vivimos una época de verdadera tranquilidad social. No digo que no haya movilizaciones, pero no se manifiestan de forma negativa.

Además, España ahora está creciendo más que los demás países europeos, incluida Alemania. Algo bueno tenemos que tener. Hay corrupción, desigualdad social, problemas territoriales, muchos problemas, pero no los cambio por los de Francia, por ejemplo. O los de Italia o los de Portugal. Holanda, un país tan virtuoso, que nos ha dado tantas lecciones de moralidad, está atravesando una época económica difícil, con una crisis grave. Yo suelo decirles a los jóvenes que necesitamos gente con mente global, que cojan un mapamundi y lo miren, que vean que en África hay problemas, que en China hay problemas. No hay un solo país en estos momentos sin problemas.

Eso sí, en Alemania cuando han tenido problemas han hecho una gran coalición. Es un país democrático en el que los dos grandes partidos llegan a acuerdos de salario mínimo, políticas sociales. No digo que en España sea buena una gran coalición de PP y PSOE, ni siquiera estoy seguro de que se pueda llevar a cabo, pero sí que debería haber consensos en determinadas materias, en sanidad, educación, justicia.

Usted conoce a la perfección qué necesitan los inversores extranjeros para permanecer en un país. El problema de Cataluña, ¿cómo afectará en este sentido? Hay muchas multinacionales a un lado y otro del Ebro.

La secesión nos perjudicaría a todos salvo que se llegase a un acuerdo de todos con consenso. Una secesión violenta, no pactada, planteada a la brava, sería malísima para España y malísima para Cataluña. En teoría, se podría llegar a un acuerdo en el que España negociase la independencia de Cataluña y se votara en un proceso similar al escocés. Si se hiciera así y ganase la independencia no pasaría mucho. Aunque también habría que negociar con Europa, obviamente, la incorporación de cualquier nuevo país tiene que nacer de la unanimidad. Es un proceso muy complejo, pero creo que se va a arreglar bien.

Pienso que los políticos olvidan que la ciudadanía española y en concreto la catalana no están locos ni son estúpidos. Son sensatos, saben perfectamente que hay unos costes. Es decir, si en algún asunto el diálogo es necesario, es aquí, pero no se ha dialogado. Aunque insisto en que creo que esto se resolverá de forma inteligente, no tengo la menor duda.

Siempre digo dos cosas. Los nacionalismos serios, y el catalán es uno de ellos, en el sentido total y profundo de la palabra, no desaparecen nunca. Ese problema estará ahí siempre. Igual que el escocés seguirá ahí, han perdido ahora pero en cuatro o cinco años volverán otra vez. No hay nada que hacer. Por tanto, como decía Ortega, hay que conllevar el problema. Y la palabra conllevar no es negativa, implica convivir, compartir.

No obstante, no es lo mismo un problema de este tipo en época de crisis que en época de crecimiento. No todo se resuelve con economicismos, pero es inevitable que los problemas económicos agudicen otros problemas. Los partidos están perdiendo credibilidad, no hay duda, se ve desde hace tiempo. No es una sorpresa. El auge de Podemos es absoluta y radicalmente lógico, y positivo. En el sentido de que inevitablemente genera un proceso de autocrítica. Ahora los políticos dicen que comprenden que la gente esté harta de ellos. Todos lo dicen, no sé por qué [risas]. Ese proceso autocrítico también es positivo.

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Recientemente, en una entrevista en Periodista Digital decía que la única manera en que pudo luchar contra el franquismo fue escribir artículos en ABC sobre la democracia americana. En la hemeroteca hemos encontrado que a principios de los ochenta cuando quiso entrar en política se le criticó que en sus años universitarios tuvo la oportunidad haber estado en las disputas entre estudiantes y falangistas en el SEU, o con los liberales de la ASU o los católicos demócratas o monárquicos juanistas del FELIPE, pero que no se le conoció actividad contra el régimen.

No. No estuve en esos movimientos. Hice lo que se hacía en la universidad, que era hablar, conectar, educarnos, pero en efecto yo no estuve en esos movimientos, estuve en otros después. Pero en fin, siempre he tenido una cultura democrática. Comprendo que se podía haber estado en esos movimientos, pero sinceramente no lo hice. No me voy a autodescalificar por no haber estado, simple y llanamente no estuve.

No participé en fenómenos de radicalización. No hice nada en ese tipo de cosas. Después escribí artículos, hablaba de la democracia americana, a los empresarios les explicaba los modelos extranjeros. Cuando fui presidente de la CEOE estuve a favor de que se fundaran sindicatos y hubo una revolución empresarial porque los empresarios se negaban a que tuvieran voz. ¿Sí he podido hacer algo más? ¡Seguro! Cada vez me daré cuenta de que podía haber hecho algo más, porque encima estaba en condiciones de hacer algo más que la mayoría de la gente. Pero yo me he levantado de mesas, por ejemplo en Argentina, donde alguien ha dicho que teníamos que volver a la época de Franco. Me levantaba y, con todos mis respetos, me iba.

El centro político en España, entre liberales y democristianos, siempre ha sido una gran sopa de letras. ¡Peor que a la izquierda del PCE! Usted dijo en su momento «No nos faltan líderes, lo que nos faltan son seguidores». ¿Por qué fue tan difícil cohesionar un partido bisagra en el centro?

El mundo liberal tiene varios problemas. El primero es definir lo que es liberal, ya que es un problema en sí mismo. En segundo lugar, que nunca ha tenido estructuras y vertebraciones serias, pero no solo en España, sino en el mundo. Siempre se pone el Partido Democrático Liberal de Alemania, con cuyo representante en España, Fritz Steinberg, tuve muy buena relación y me ayudó muchísimo. Pero este partido, como sabe todo el mundo, nunca ha pasado del 11 o el 12% de los votos en Alemania. Justo lo necesario para ser bisagra, una condición que si la logras adquieres un poder tremendo. Es como si uno tiene un 49%, otro un 48% y tú un 2%, el que manda es el del 2. De este modo, el Partido Democrático Liberal alemán magnificó el poder del liberalismo convirtiéndose en bisagra y pactando.

De modo que el objetivo de mi hermano Joaquín y el que yo tuve después era imitar a los alemanes. No aspirábamos a más. Meternos entre AP y el PSOE con un 6 o 7% e intentar ser bisagra. Ese era el objetivo. Dábamos por seguro que no tendríamos mayoría.

Antes de meternos en política, decidimos que había que hacer un proceso de educación liberal en España y creamos los clubes liberales, donde no se hablaba de política solamente. El liberalismo no es una ideología sectaria. Un liberal, si ve que otro partido tiene una salida razonable no la descalifica por el hecho de que no sea suya. Es un hándicap tremendo en política la descalificación del contrario.

Pero el problema es que la palabra liberal la quiere todo el mundo. Todos son liberales y conservadores, o socialistas a fuer de liberal. Es una palabra manipulada por todo el mundo. Por eso los que de verdad somos liberales tenemos que tener clara una cosa: si eres liberal tienes que serlo en todas las manifestaciones. La palabra liberalismo no solamente habla de libertades, también de liberación. El liberalismo habla de que el ser humano no puede estar oprimido por los poderes financieros, ni por el poder de los medios de comunicación, ni por el eclesiástico. En este mundo la tendencia a la concentración de poder es tremenda. Este es el problema del liberalismo y tarda uno mucho en entenderlo. En Alemania ha sido el único país donde ha tenido cotas de poder significativas.

Umbral le espetó a usted en una entrevista la frase de Rosa Luxemburgo: «El liberalismo es la zorra libre en el gallinero libre».

¿Y por qué? Porque la gente cree que el liberalismo sacraliza la economía de mercado y el capitalismo y no es verdad. Un liberal tiene que estar absolutamente de acuerdo con las leyes antimonopolio. El liberal sabe que toda concentración de poder genera abusos. Toda. Cuando alguien tiene demasiado poder, hasta en un pequeño grupo de amigos, abusa de su poder. Un liberal, si ve que la economía de mercado no es economía de mercado, como ahora que en América se habla de capitalismo de amiguetes, tiene que rechazarlo. Si la economía es de mercado, genera riqueza, si no lo es, genera riqueza injusta.

Usted denunció a principios de los ochenta que en España había una «obsesión integradora en la UE» y que había que atender al «pragmatismo económico de la unión», porque estaban primando «más factores emocionales que económicos».

Así fue. En el mundo anglosajón siempre ha habido resistencia al euro. Decían que uno de los dramas es que no se puede tratar igual a países que tienen estructuras económicas completamente diferentes, como Grecia y Alemania por ejemplo. Pero me resisto a criticar a la UE. En su día hablaba de obsesión integradora porque me parecía que era importante entrar, pero había que negociar peseta a peseta.

No obstante, lo emocional es importante. España había dado el salto democrático y tenía que estar en Europa. Partíamos de un dato muy bueno, el acuerdo preferencial que negoció Alberto Ullastres que fue muy favorable para España. Ullastres, una persona de la que nos hemos olvidado en España y fue un ministro de Economía excelente.

Teníamos en la mente el viejo problema orteguiano. España es el problema, Europa la solución. Entrar en Europa nos iba a dar estabilidad, continuidad, acabar con la anormalidad, que llevábamos mucho tiempo siendo anormales. Por eso yo entendía la obsesión por integrarse, pero pedía una buena negociación, que el deseo de firmar no nos cegase.

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¿Cómo cree que salieron las cosas tras la firma?

No salieron mal. La integración de España en Europa hizo posible un crecimiento económico realmente maravilloso. Fuimos un país con una transición política estupenda y una integración en Europa estupenda, se generó un apetito por este país enorme. Esto ya lo había anticipado con inteligencia Henry Ford, que invirtió en el año 74 con el dictador vivo, fuera de Europa y con una transición pendiente, que podía salir bien o salir mal.

Él vio que España tenía futuro, costes laborales bajos y se metió en la inversión. Generó un cambio económico, además. Porque el capital tiene efecto llamada. Literal. Nos llamaban de todo el mundo al bufete preguntándonos por qué había invertido Ford en España en estas condiciones. De verdad que nadie se lo creía. Y después de Ford vino General Motors, se produjo una racha realmente estupenda que vino bien al crecimiento y modernizó la economía española.

Además, el capital extranjero, sobre todo el americano, generó una tendencia a la honestidad fiscal. En aquel momento la evasión fiscal en España estaba institucionalizada, aceptada, no era ni delito, era infracción administrativa. El delito fiscal se estableció muchísimo después.

En el libro que acaban de publicar sobre su vida Carlos García-León y Borja Martínez-Echevarría se cuenta sin aristas la Operación Roca, en la que usted participó como miembro destacado, la unión de CiU a un Partido Reformista en toda España. En el libro de Juan Carlos Escudier Florentino Pérez: Retrato en blanco y negro de un conseguidor el autor asegura que usted nunca se entendió con Florentino y que Roca le «sometió a varias humillaciones» como enviarlo a hacer campaña por los pueblos mientras él recorría las capitales. Y que al final de todo el esfuerzo, que también fue económico, la única beneficiada fue CiU.

La versión que hay es la que doy. Comprendo que haya otro tipo de versiones. Roca era el líder de la coalición, yo no estaba en condiciones de aspirar al liderazgo. Pero la relación con Roca fue siempre positiva y buena. Y me encanta poder decir que la mayor beneficiada fue CiU. A muchos catalanes la idea de que un partido nacionalista interviniera en la vida nacional les gustó.

En aquella campaña electoral, en TVE Roca siempre aparecía hablando en catalán subtitulado. ¿Fue malintencionado por parte de un ente controlado por el PSOE?

No sé si hubo mala intención o, por parte nuestra, una inacción para corregir ese fenómeno. Lo digo porque para CiU en esta operación era importante tanto el resultado de la operación reformista, como el suyo propio. Por eso que saliera Roca hablando en catalán tampoco les venía mal a ellos. Pero creo que se han exagerado los datos negativos, precisamente porque no hubo tantos.

Se tiene que investigar por qué salió mal una operación llena de buen sentido. Incorporar a la política nacional a un partido nacionalista, incorporar a ese partido a la ideología liberal progresista, juntar dos partidos y hacer un proceso que si ahora no se está dando es porque la gente es muy personalista. Tuvimos dinero, además. No fue un problema de dinero. He tenido hasta estudiantes americanos que han venido a preguntarme por qué salió mal. Es que fue un fracaso esplendoroso. Hay gente que dice que lo hicimos antes de tiempo… No sé, merece la pena estudiarlo. El resumen final es que en Cataluña gustó la idea de incorporarse a la vida política nacional y en el resto de España no gustó la incorporación de un partido nacionalista a la política nacional.

Ustedes tuvieron el dinero de los bancos, pero Adolfo Suárez tuvo una entrevista en prime time en televisión con Mercedes Milá en la que se presentó como una víctima de la banca y de ahí surgió aquello de «Yo también tengo problemas con los bancos». Sacó diecinueve escaños y ustedes cero compitiendo por el mismo espacio. ¿Fue decisiva esa frase de los bancos?

No creo [silencio].

¿Sospechó algo de Pujol de lo que se ha conocido posteriormente?

No. Ni yo ni nadie. No sé si habrá salido alguien ahora diciendo que todo esto se sabía desde hacía tiempo. Debo decir, además, que a mí se me trató muy bien.

El 23F el embajador estadounidense en España, Alexander Haig, declara: «el golpe de Estado es un asunto interno de España».

No me gustó nada. Hablé con el embajador y le dije que la tradición norteamericana tenía que cambiar, que había sido una frase realmente desafortunada. Les dije que España era vital para sus empresas, que habían metido aquí su dinero; España era vital para el futuro de Europa, mantener la democracia en España era clave para todo. Hice lo que pude, simplemente. A lo mejor pude hacer más. Cuando uno se ve a sí mismo con ochenta años ve que los méritos que tiene son mucho menores de lo que uno cree y que las culpas son muchísimo mayores, sinceramente.

Cuando usted fue presidente de honor y patrono de la Asociación para el Progreso de la Dirección, el germen de la CEOE, invitó a Henry Kissinger a España. Kissinger apoyó múltiples golpes de Estado por todo el mundo. Con toda la información que ha salido posteriormente, ¿qué piensa ahora de él?

Me acabo de comprar su nuevo libro, New Order. Tiene su lado oscuro y su lado blanco, como todo el mundo. Descalificar ahora a Kissinger pues es perfectamente posible, pero yo no lo hago. No solo se le puede culpar a él, también a los gobiernos en que ha estado. En Estados Unidos ha habido épocas en que por razones puramente pragmáticas y de política real preferían mantener regímenes autoritarios a los democráticos. Eso no tiene duda. No solo Kissinger, en general el país. La famosa frase de «será un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta» no la hizo Kissinger, pero en un momento determinado define la política norteamericana.

Pero no tengo ningún sentimiento de culpa. Cuando yo le traje a España no tenía la imagen que luego ha tenido. Kissinger era simplemente un personaje importante. Igual que Nixon. Traje mucha gente aparte de ellos, quería internacionalizar, vinieron Friedman, todo el espectro liberal, muchos japoneses….

Antonio Garrigues-Walker para Jot Down 5

Lo cierto es que en el franquismo, en cuestión de leyes, en teoría o al menos sobre el papel, el trabajador sí tenía más protección… En los últimos treinta años se han perdido gran parte de derechos laborales de aquella época. Ha habido casos, como Álvaro Pombo, Mayor Oreja, que han llegado a decir que se vivía mejor o con «extraordinaria placidez». ¿Está de acuerdo con esa afirmación?

No. En aquella época la sensación que teníamos era de que se vivía mejor fuera de España. Para nosotros encontrar un libro prohibido era un verdadero gozo. Había que ir a París a buscarlos. Cuando se vive en una dictadura se vive en una especie de lodo. En mi caso, por mi apellido y mi condición de medio americano tuve posibilidades de viajar y precisamente por ese motivo me quito méritos, porque mi madre era americana. De modo que si tu madre es americana, pues vas a América. ¿Qué mérito tiene eso? Mérito cero. En aquel momento la gente no sabía lo que pasaba. No podía leer libros, viajar. La mentira oficial era terrible.

Ha manifestado recientemente que Felipe VI deberá enfrentarse en algún momento a un referéndum.

Es que poco a poco tenemos que ir a fórmulas de democracia directa. La democracia perfecta no existe y no debemos creer al que dice que ya está consolidada. El voto directo llegará a ser viable. En Suiza ya vemos cómo votan y deciden sobre múltiples asuntos. En cuanto a la monarquía o la república se puede plantear perfectamente. Puede haber un debate, aunque lo cierto es que este no es el momento.

¿Por qué este no es el momento de votar monarquía o república?

Porque es un momento de crisis, de inestabilidad política profunda. Cuantos menos riesgos tomemos, mejor. Pasa lo mismo con la Constitución, que es modificable, cuantas veces queramos, ¡nada es inmodificable! Pero hay que hacerlo con mano temblorosa. Con cautela. Hace falta un consenso, no digo que del 100, el 90 o el 80, pero de no menos del 60 por ciento. Con tantas cosas pendientes como hay un referéndum sobre la Corona creo que no conviene. Tenemos un rey joven, que habla idiomas, que tiene una mente global, curiosidad intelectual. Tenemos en estos momentos un monarca muy presentable. En todo caso, respeto que una gran parte de la izquierda piense que ese debate es indispensable. No me niego a comprenderlo.

Algo que se destaca de su bufete de abogados es que usted prohibió el nepotismo.

Lo hace ya todo el mundo. No es puramente ética, es más bien una cuestión pragmática. ¿Te puedes imaginar el jaleo en una firma si cada socio mete a su hijo? Cada uno pensaría que el suyo no hace nada mal. Si tú incorporas a una persona a la firma, le tienes que garantizar una carrera ascendente. Si esa gente ve que hay una barrera de doscientos noventa hijos de socios, pues te dice que trabajes tú. De otro modo no funcionaría el bufete. Si tengo un mérito fue traer el modelo anglosajón. Algo que en España o Europa no se entendía. De eso estoy orgulloso. Y fuimos el primer despacho que abrió en Nueva York. Allí nos encontramos una oposición tremenda. Nos llegaron a amenazar. Se me dijo que no estaba permitida la intrusión. Contesté: «¿Cómo, hay cuarenta y dos firmas americanas en Europa y no podemos abrir aquí una oficina con tres abogados?». Dije que no lo iba ni a discutir, que no había ido a negociar, sino a informar.

¿Qué diferencia a los presidentes Suárez, González, Aznar, Zapatero y Rajoy?

Con el que más identificado me he sentido es con Felipe González. Pero para que existiera González tuvo que existir Suárez. Todo está conectado. No se puede llevar todo el mérito. Con Aznar he tenido poca relación, pero no puedo descalificar su gestión. Creo que fue estupenda. En realidad, la valoración de los presidentes hay que hacerla con un contexto, y en esto soy muy orteguiano, eso de yo soy yo y mi circunstancia. No es lo mismo ser presidente de un país en una época de crecimiento absoluto que en una que no. Felipe ahí cogió una época muy buena. Y Rajoy, por su parte, ha entrado en una mala. En la de Felipe todo el mundo estaba encantado con la democracia española, pero ahora solo hay problemas. Rajoy, qué duda cabe, ha aguantado y está aguantando esta crisis. A Suárez, por otro lado, jamás le agradeceremos bastante haber traído la democracia. A Zapatero en materia de reconocimiento de derechos no se le puede negar el buen hacer, aunque no fuera un buen presidente económico.

Hay personajes a los que damos todo tipo de méritos y resulta que vivieron épocas excepcionalmente buenas. Es igual que el que dice que ha hecho muchas cosas y resulta que su familia es rica, le permitieron formarse en el extranjero, viajar, qué duda cabe de que ese goza de más posibilidades que los demás, habrá que tener eso en cuenta, ¿no? Luego el otro tiene una familia pobre, no pudo viajar pero hizo un esfuerzo titánico. Ese tipo de distinciones aquí no las hacemos.

Cuando usted era adolescente tuvo una oferta del Atlético de Madrid encima de la mesa. Su padre no le dejó fichar. ¿Se acuerda mucho de ese momento? Su vida habría sido muy distinta.

Todos pensamos que hemos elegido nuestra vida pero luego te das cuenta del «qué hubiera pasado si». En aquel momento si mi padre hubiera estado de viaje habría firmado el contrato y tal vez habría seguido en el Atlético. Mi vida habría sido completamente distinta. Así conoce uno a su mujer, por circunstancias que perfectamente podrían no haber podido producirse. Todo son circunstancias, pero no conviene darle muchas vueltas para no enloquecer.

También está eso de que la suerte tiene cierta inclinación por el que trabaja duro.

Sí, pero hay una cantidad de gente que ha buscado la suerte y no le ha llegado. Muchos triunfan gracias a la constancia y el esfuerzo, pero hay tantos que no… Trabajo con ACNUR con los refugiados y hay que pensar en toda esa gente que ha recorrido doscientos kilómetros para aguantar subido dos horas en una verja y que, cuando le dejen cruzarla, bese el suelo. He estado con ellos y me han dicho que besan el suelo de España, de Europa, porque al día siguiente saben que van a desayunar, comer, cenar y domir.

A veces uno juzga el tema de la pobreza y piensa si podría haber hecho algo más. Mucha gente te dice que no se puede hacer más, que siempre será así. Y sigue siendo así. La desigualdad entre el mundo rico y el pobre ha descendido un poquito, pero dentro de cada país sigue siendo enorme. Siempre lo digo en las reuniones. El derecho al pesimismo lo tiene quien lo tiene; el pesimismo es para el que no tiene trabajo, etcétera.

Uno se pregunta, ¿cómo es que la humanidad no genera riqueza suficiente para resolver estos problemas? ¿Cómo es que un gobierno mundial no pone mecanismos de corrección de la pobreza? Para cambiar esta situación solo puedes enriquecer a los pobres, sí, pero también, primero, si es posible, no robarles. Porque no hemos hecho otra cosa que robarles.

Vuelvo a los refugiados. Los sirios están en países pobres. Si estuvieran en los ricos anda y que no se arreglaría rápido el problema. ¿Y por qué hay paraísos fiscales? Todo el mundo sabe que eso no puede ser, pero ahí están. Uno empieza a admitir ya que no damos para más.

Antonio Garrigues-Walker para Jot Down 7

Fotografía: Guadalupe de la Vallina

Blade Runner, Tron, Aliens… Syd Mead: el diseñador del antiguo futuro

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Imagen: Syd Mead.

Imagen: Syd Mead.

Antes de leer este texto, si quieren paladearlo como Dios manda, visualicen una a una las imágenes de esta fotogalería. Buceen en el trabajo de Syd Mead, el Velázquez de nuestros sueños futuristas.

Permítanme un momento magdalena de Proust antes de empezar. Recuerdo una colección de cromos de coches en los años ochenta que respondía al extravagante y fantasioso título de «Coches» y el incisivo y ácido subtítulo de «Colección de Cromos». Una presentación que hacía que la portada de un dosier de la Policía Nacional sobre un caso de evasión fiscal pareciera el Cuore. Pero esa era la vida de los niños en aquella década. Austera. Monocromática. Así nos íbamos luego a Francia de excursión y cuando veíamos en la primera área de descanso que existían más tipos de chocolatinas aparte del Huesitos nos temblaban las canillas.

El caso es que en ese álbum había un cromo maravilloso. Todos traían el nombre del modelo del coche, la velocidad, potencia, consumo y su precio. Este que digo, no. Aquí ponía «Citroën-Eole: Modelo experimental». Sin más. Y en la foto venía un coche del «antiguo futuro» que era impresionante. Parecía sacado del Cimoc o el Zona 84. Pregunté qué era un «modelo experimental» y me dijeron: «el coche que habrá en el futuro». Qué emoción. Yo tendría uno como ese.

1-CITROEN EOLE

Imagen: Syd Mead.

La sensación al contemplar el Eole era la misma que cuando veías el interior de las naves de V, tan blanquitas. O el skype de Sean Connery en Atmósfera Cero. Un mundo estilizado que pronto estaría al alcance de nuestras manos. Pero no. La evolución siguió otros derroteros, ya saben, los teléfonos y el pornotube. Tan solo podemos afirmar ahora en el futuro que son del futuro como Dios manda las cuchillas de afeitar, que también sirven para calcular por el método de la proporcionalidad inversa la inteligencia de su propietario cuanto más aerodinámica sea su maquinilla.

Dicho todo esto, si hay que señalar a una persona que nos hizo soñar con el futuro, que llegó a transformar el mundo de los secadores de pelo y las batidoras, por supuesto también las maquinillas de afeitar, es al creador de los escenarios de las películas clásicos entre los clásicos, Blade Runner y Tron, entre otras. Hablamos de Syd Mead. Un dibujante que se dedicaba a pintar lo cotidiano de su tiempo como si fuese del futuro. Crear futuros con lógica, racionales, en sus palabras. Y le pagaban dinerales por ese don suyo. También describía su trabajo como «el lubricante del capitalismo».

¿Y cómo se gestó el monstruo? Nacido en 1933, de familia más bien humilde, Mead fue un niño de los que se vuelcan con el dibujo y no dan la lata a sus padres, que estaban siempre de viaje —su padre era ministro baptista— hasta que se instalaron en Colorado. El primer dibujo suyo que recuerda es un tío esquiando. Y, concretamente, su primer coche —si en algo fue luego un maestro fue diseñando coches del futuro— lo dibujó con tres años de edad. Siempre los hacía con gente dentro, recuerda. Un detalle importante.

Siempre he puesto gente en mis dibujos, desde que tenía cuatro años. Siempre he pensado que los objetos no existen independientemente de las personas.

Era un cerebro privilegiado. Le encantaba ir al colegio. Allí fue el primero en aprender a escribir y a contar hasta a cien. Ahora recuerda orgulloso que con once años era capaz de deletrear la palabra más larga que existe en inglés, la enfermedad de, agárrense: Pneumonoultramicroscopicsilicovolcanokoniosis. De modo que, ahora, en la vejez, presume dichoso de que tenía dotes para las ciencias y para las letras, que le funcionaban bien los dos hemisferios del cerebro.

Normal entonces que también cuente que se aburría mucho con los otros niños porque jugando no eran capaces de «imaginar nada que no tuvieran delante». Aunque él también iba con ventaja porque su padre le leía tebeos, antes de que él aprendiera a leer, de Superman, Linterna Verde, Flash Gordon y Buck Rogers.

¿Por qué un ministro baptista muy serio leería esas historias a su hijo menor? No tengo ni idea, Pero lo recuerdo lo bien que estaba dibujada cada viñeta.

Así se gestó el monstruo.

Luego en el instituto devoró a Asimov por su cuenta y aunque nunca se consideró un verdadero fan de la ciencia ficción, sabía de qué iba el tema. De hecho, en esta época llegó a conocer al maestro del género Robert A. Herinlein en su propia casa. Fascinado también por las ilustraciones del espacio de Chesley Bonestell, que fueron hechas antes de que existieran fotografías de la Tierra sacadas desde su órbita, los intereses de Mead ya se fueron perfilando cuando solo era un adolescente.

Y eso hay que añadir, muy importante, que, según sus propias declaraciones, el dibujo para él llegó a ser una especie de método de supervivencia:

No estaba bendecido con belleza o habilidades atléticas, siempre fui algo introvertido, conforme pasó el tiempo y empezaron las comparaciones con mis compañeros, mi mundo interior empezó a ser un verdadero lugar para estar, fabricar visiones exactas de mis mundos era enormemente satisfactorio.

De adulto Syd siguió dibujando, pero por placer. No sabía cómo se podía hacer dinero con esa afición suya hasta que consiguió un trabajo en los estudios Alexander Film Co. Entintaba y creaba personajes de animación. Con este primer curro pudo comprarse un coche al que no tardó en cambiarlo completamente por dentro y decorarlo a su gusto. Lo que ahora llamamos despectivamente tuneo. La cabra tiraba al monte. Su madre le montó un pollo porque lo había llenado de imágenes de tías en posturas sugerentes. Las arrancó todas. Los Mead vivían al lado de una iglesia.

El trabajo en este estudio se vio interrumpido por el servicio militar, que a la postre resultó más decisivo en las influencias del artista que los dibujos animados. Le tocó servir en Okinawa, Japón, en 1954, mientras se reconstruía todo el país. Viajó por Asia y guardó muy bien en la memoria todo lo que veía. Le fascinaba la decoración geométrica que abundaba, la mezcla de las culturas china y japonesa. En Hong Kong alucinó del todo.

En Okinawa, se topó en una revista con la salida al mercado del coche Lincoln Continental Mark II. Se quedó helado de la emoción, de la sorpresa. Escribió una carta al jefe de diseño del modelo, que le contestó y le recomendó que si quería dedicarse a diseñar coches entrara en el Art Center de Los Ángeles. Así lo hizo y en esta etapa sabemos que quedó fascinado especialmente por el pintor Giorgio de Chirico y los clásicos, citados por este orden, Rafael, Miguel Angel, El Greco, Caravaggio, Rubens y Leonardo.

Uno de sus primeros trabajos fue el diseño de los escaparates de la cadena de ropa femenina Lerner Shop, pero una vez graduado fichó por la firma automovilística Ford, en Michigan. Quién sabe lo que su mentalidad futurista hubiera podido hacer con el mundo de la moda femenina —que no se alcanzara luego en los ochenta con las hombreras—. La realidad es que lo que a él el tiraban eran los coches.

Estuvo dos años en Ford, aunque quien le ofreció que empezase a diseñar vehículos del futuro con completa libertad creativa fue Hansen Co. Estos trabajos le abrieron la puerta de compañías como US Steels, Celanese Corporation y Allis Chambers. Empezó a ser conocido internacionalmente, pero en lo suyo, en el mundo industrial.

Concretamente, US Steel le pidió que dibujara cómo veía las ciudades del futuro. De esta colección de dibujos destaca «Race at Megaestructure». Una pedazo de no sé sabe qué irrumpiendo en mitad del desierto, en un cañón, con la gente tomándose algo asistiendo a una carera en unas terrazas en plan pijos de Santorini o Ibiza viendo la puesta del sol. Uno lo ve y lo primero que piensa no es lo futuro que resulta todo, sino de qué estarán hablando las personas. Era el futuro, pero era cotidiano. Poco solemne. En algunas de estas pinturas, por cierto, se puede ver a gente manejando algo parecido a smartphones.

En 1967, trabajó con el ingeniero automovilístico Roy Lunn en un Ford «J» destinado a la carrera de Le Mans. «Algunos de los diseños que hice para Le Mans todavía no deslucen al lado de los diseños actuales de alta gama», sigue presumiendo —hay que decir que presume bastante—. Tan solo se hace autocrítica por el Rolls Royce que diseñó en los sesenta. No porque no fuera bonito, sino porque entiende que lo hizo demasiado grande a tenor de la evolución que han experimentado los coches. En contraposición, los que hizo para la marca de juguetes Hot Wheels fueron un pelotazo por razones obvias. Diseñando juguetes para niños uno se puede extralimitar un poco.

Pero lo mejor, la sorpresita que dejó en los sesenta, fue un vehículo articulado, con extremidades; unos vehículos muy parecidos a los que aparecen en el inicio del Imperio Contraataca luchando contra los terroristas en la nieve. Es un diseño de 1969. Según explicó, su idea era que las patas pudieran convertirse fácilmente en ruedas. El objetivo era poder penetrar en lugares nevados inaccesibles. Estaba inspirado en la fisonomía de los elefantes. Aunque tampoco podemos decir que fuera una idea suya exclusiva, cuando él los publicó, el ejército americano ya había iniciado un prototipo, el RH-2010 – The GE Walking Truck, de similares características. Y los vídeos que hay ahora de robots autónomos que van por ahí caminando y pueden hacerlo pegando tiros, los tienen en YouTube, acojonan un huevo. Lo que dibujó Mead hacía el bien.

Imagen: Syd Mead.

Imagen: Syd Mead.

Aunque no así los concibió George Lucas, que en su película quería una máquina de destrucción para la nieve. En principio pensó en usar tanques del ejército noruego revestidos para darles apariencia espacial, pero buscando inspiración, el libro de Syd para US Steel cayó en sus manos y vieron que ese vehículo con patas era justo lo que necesitaban. De ahí partió la idea inicial. Por cierto, que John Berkey, el que diseñó el póster de la trilogía, es citado como uno de los artistas favoritos de Syd Mead.

Con el cambio de década, a principios de los setenta, Mead comenzó su propia compañía. Trabajó con uno de los diseñadores industriales más famosos, Raymond Loewy, y se hinchó a diseñar. Primero, para Philips, a quienes aportó idea, conceptos futuristas, durante doce años. Quién sabe si todos los que hemos podido jugar a guerras interestelares armados solo con el secador de pelo de nuestra madre se lo debemos a Syd Mead. Por lo pronto, lo que sí que sabemos que hizo con Philips y en colaboración con el gobierno holandés fue un prototipo que anticipaba los actuales coches pequeñitos modelo Smart. El ayuntamiento de Amsterdam quería una flota de vehículos públicos pequeños y manejables para moverse por el centro de la ciudad y recurrieron al artista. Nunca fue puesto en marcha, pero ahí quedó la idea, para futuras políticas públicas municipales. Este año hay elecciones, tomen nota.

Imagen: Syd Mead.

Imagen: Syd Mead.

También colaboró junto a Loewy en el diseño del interior del malogrado Concorde de Air France y el de 747 del sultán de Brunei. Además de trabajos para las casas y yates de lujo de los miembros de la monarquía saudí y hombres de negocios de ese país, que no son precisamente austeros y comedidos, como todo el mundo sabe.

Hizo sus pinitos creando el interior de hoteles. Algunos de ellos han terminado graciosamente siendo un bar vasco, como este en el Eventi Hotel de Nueva York. Modernizó fachadas de edificios modernos por todo el mundo, Houston, Detroit, Nueva York, Texas, Michigan, Singapur, Londres … Y el pabellón Spaceship 2056, en el parque de atracciones New Roema de Japón. Una megacúpula con montaña rusa que entran unas ganas locas de ponerla al lado de un aeropuerto sin aviones español.

Pero por lo que alcanzó verdadera relevancia mundial fue por su salto al mundo del cine «en persona», no inspirando indirectamente a Lucas. Empezó en Star Trek, de Roger Wise. El director sabía exactamente lo que quería. Una nave, la de los malos, que tenía que parecer «orgánica y mecánica al mismo tiempo». Algo «absolutamente extraño». Lo hizo en una habitación de hotel de Amsterdam. Paramount le enviaba un mensajero dos veces a la semana a recoger los diseños. Y las últimas escenas las acabó en un bar pimplando bitterballen —una especie de croqueta holandesa—, ginebra y cerveza. El resultado dicen que no convenció a los fans de la saga, gentes peculiares donde las haya, pero con el paso del tiempo aparece citado elogiosamente por los que vieron la película a edades tiernas.

Se trata de un vehículo misterioso y apabullante, un verdadero delirio técnico realizado con maquetas que no tiene nada que envidiar a ningún FX digital de hoy en día; su atmósfera es realmente indescriptible, una gran labor de diseño y realización que, unida a la música de Jerry Goldsmith, sugiere un gran viaje hacia lo desconocido. (fortalezaescondida.blogspot.com.es/)

La nave nunca llegó a verse entera en la pantalla. Había unos planos en los que aparecía su sombra sobre la luna, para mostrar sus verdaderas dimensiones, pero fue cortada. Uno de los creadores de la serie, Gene Roddenberry, le ofreció a Mead seguir trabajando con ellos, pero pretendían que lo hiciera sentadito en una silla fichando en una oficina. Mead dijo que no. Entre otras cosas porque el cine no era el único de sus proyectos. Ahora recuerda a Roddenberry como un «control freak». Sus cenizas, que están esparcidas por el espacio, se retorcerán al oírlo, suponemos.

El siguiente en llamarlo fue Ridley Scott. Se había dado cuenta de que tras el éxito de Alien, necesitaba un reclamo equivalente a la mítica nave Nostromo, diseñada por Roon Cobb. En su primer encuentro le habló de una película que se iba a llamar Dangerous Days. Cine negro mezclado con ciencia ficción y que finalmente se tituló Blade Runner. Le dijo: «Syd, esto no es como La fuga de Logan, donde todo es rápido y limpio». La acción se situaba en Los Ángeles en 2019 —por cierto, solo quedan cuatro años—, tenía que ser sucio, era un futuro cercano. Lo cual aumentaba las posibilidades de meter la pata, ha confesado Mead, no era como en Alien que la acción se situaba en un futuro muy lejano en el que podías diseñar lo que te diese la gana

Mead reconoce que si le cogen el 60% de lo que ha diseñado para un proyecto, se da con un canto en los dientes. Pues bien, en Blade Runner tomaron el 100%. Todo es tal cual lo diseñó. Ridley Scott esperaba los vehículos, pero se encontró que con esa manía de Mead de contextualizarlo todo, de al dibujo de un coche ponerle calles y edificios detrás, incluso viandantes, y el director al recibir los diseños vio que ya tenía todo el conjunto hecho. Compró todo lo que pintó. A lo loco.

Como modelos, Mead tomó autobuses de Filipinas, coches cubanos de los cincuenta y sesenta y le dio a todo una pátina de modernidad. Pero en un futuro oscuro. La ciudad, entendió, se había extendido de forma vertical, construyendo edificios unos encima de otros. De modo que a pie de calle, parecía actual, como era en el siglo XX, y por arriba absolutamente sofisticada.

Partió de la apariencia de Nueva York y Chicago y las imaginó con edificios de novecientos metros de altura. Mead se quejaba de que las películas de ciencia ficción tenían tendencia a sustituir las ciudades por otras nuevas, cuando él consideraba que, tal y como ha venido ocurriendo siempre, conservarían las partes viejas aunque surgieran nuevas modernas. No obstante, se le acusó de haber copiado el estilo del barrio de Ginza, en Tokio, pero él se defiende con la excusa de que estuvo allí en el 61, cuando no existía este barrio, y no volvió hasta el 83, cuando ya había salido Blade Runner.

Donde sí admite que se inspiró para la ciudad de Blade Runner es en las Torres Gemelas de Nueva York, las cuales amplió en su imaginación. Trabajaba siempre desde un punto de vista racional. Si iba a doblar la altura de un edificio, imaginaba todos los cambios que ello supondría alrededor. Se entrenaba cogiendo revistas de actualidad y llevando al futuro con la imaginación todo lo que veía, los reportajes, los anuncios, el interior de las casas… Así parió el vehículo de Harrison Ford, inspirado en el sistema de elevación de los aviones Harrier. También inolvidable. Por problemas con el sindicato del cine, no pudo firmar como «art-director» en los créditos de Blade Runner y lo hizo como «visionario del futuro». Casi mejor para él, que es como se le recuerda.

Solo le puedo decir que cuando preparábamos la película éramos totalmente inconscientes de lo que podría suponer. Insisto, nos limitábamos a configurar una estética acorde con la historia. Mezclamos muchos estilos —lo clásico, lo moderno, el art decó, etcétera— y el resultado final, afortunadamemte, fue muy interesante. Blade Runner es, verdaderamente, un filme único, irrepetible. Trabajando en ese filme aprendí que para ser un creador debes olvidar las reglas y proceder con ingenuidad. También se reafirmó mi idea de que la fantasía es para la mente lo que el aire para el cuerpo. (La Vanguardia)

Imagen: Syd Mead.

Imagen: Syd Mead.

Antes de terminar con Blade Runner, ya estaba trabajando en Tron. Otra joya de diseño que no se llevó ningún premio porque en la Academia consideraron que los efectos especiales estaban «trampeados» por haber empleado ordenadores. El gremio temía que el desarrollo de la informática les iba a dejar a todos en la calle. De hecho, muchos animadores de Disney se negaron a trabajar par Tron porque creían que estaban cavando su propia tumba apoyando una película con escenarios diseñados por ordenador. Les mandamos a todos ellos un fuerte abrazo desde aquí, desde el año 2015.

A Mead los diseños para Tron le entusiasmaron más que nunca. Se trataba de un lugar, el interior de un ordenador, donde transcurría la acción, en el que no podía haber ni gravedad, ni peso por lo tanto, de modo que puso todo su empeño en que parecieran irreales. Los tanques no están mal, pero lo que pasó a la historia fueron las motos. No solo por su espectacular diseño y unas escenas que dejaron KO a los niños de todo el orbe, sino por los posteriores juegos de ordenador que inspiraron. Uno de ellos, el Zona 0, de la compañía española Topo Soft. Este verano recordamos su pedazo de banda sonora en CPC.

Imagen: Walt Disney Pictures.

Imagen: Walt Disney Pictures.

A continuación le llamó Peter Hyams para 2010, Odisea 2. Tuvo que diseñar la nave soviética, el Leonov, en contraposición al Discovery de Stanley Kubrick. La nave en la que ‘vivía’ el ordenador HAL tocando las bolsas testiculares a la tripulación a Syd Mead le parecía «la cocina del futuro», tan blanquita como era. Y así es como se estaban diseñando en esa época y se ha seguido haciendo hasta hace muy poco. Él quiso entonces para su Leonov explotar la fama estereotipada de los rusos como diseñadores más bien torpes, que hacían cosas de gran tamaño y poco sofisticadas. «Estilo brutalista» que exteriormente no era «lovely», como el Discovery. En este rodaje, Mead conoció a Arthur C. Clarke, con quien Hyams mantuvo una contacto constante por vía email, un sistema de comunicaciones completamente desconocido fuera de la comunidad universitaria en 1984. Los correos están publicados en un libro, The Odyssey file.

Imagen: MGM.

Imagen: MGM.

Su siguiente diseño para el cine fue con James Cameron. El Sulaco, la nave de la segunda entrega de Alien. Inicialmente, Mead esbozó una embarcación esférica mientras iba en el avión camino de Hollywood. Al director no le gustó. El guión se iba a parecer a Rambo más que a otra cosa y quería algo plano, con una superficie lisa, donde los protagonistas pudieran matarse mientras él lo grababa con un sencillo traveling. Entonces Syd hizo la nave con forma de fusil. En sus palabras, «un carguero masivamente armado». Una nave hexagonal con la parte delantera llena de antenas. En cuanto al interior, destacan las camas de hibernación, todas puestas en fila. Para el vehículo en el que se mueven Ellen Ripley y sus siempre perjudicados camaradas, Mead actualizó los helicópteros de carga del ejército americano.

Imagen: 20th Century Fox / Brandywine Productions.

Imagen: 20th Century Fox / Brandywine Productions.

Y otro diseño histórico y que todo el mundo recuerda fue el de Cortocircuito. Esta vez, tenía que ser un robot «simpático». Nada de análisis de corte industrial. El director, John Badham, le pidió que dentro del robot pareciera que hubiera una persona. Que tuviera alma. Sentimientos. Lo que la película, por otra parte, trataba de contar. Después de estrujarse las meninges, la forma con la que logró Mead que Nº5 transmitiera una apariencia humana, aunque fuera un conjunto de hierros, fue una de sus salidas más geniales: los párpados. Con eso logró que el robot jugase con la mirada y transmitiera emociones.

El problema de diseñar para el cine en lugar de para la industria convencional, es que si yo hago el diseño de una cámara de fotos, ellos luego se gastan un montón de dinero para educar al público para que crea que eso, de hecho, es una cámara. En el cine ese lujo no se da. Tienes que jugar con el vocabulario que ya está en la cabeza de la audiencia, tienes que hacer concesiones. En realidad estás manipulando clichés. (New York Times)

Imagen: TriStar Pictures.

Imagen: TriStar Pictures.

En 1994 hizo también los vehículos de Timecop, con Jean-Claude Van Damme dirigido por Peter Hyams. Al año siguiente hizo Johnny Mnemonic, suyo fue el delfín, y la tecnología miniaturizada de Días extraños, de Kathryn Bigelow. Misión imposible III en 2006 y su última gran creación fue la nave de Elysium, quizá una desigual película. Se trataba de una nave-ciudad donde residían los millonarios que habían escapado de la tierra por ser esta inhabitable por la superpoblación, miseria y enfermedades. Como en pateras, los terrícolas trataban de saltar desde la Tierra a este lugar en naves piratas. El Elysium se parecía a la estación espacial de 2001, pero con un interior de jardines y campos de golf donde los ciudadanos de bien hacían el mal.

Pese a todo, mi diseño favorito lo hizo antes de que el cine clavara sus dibujos en nuestras mentes —sin saber la mayoría de nosotros que eran suyos—. Se trata de una caravana que hizo para la revista Playboy. Inspirada en la canción de Chuck Berry «No Money Down» en la que el protagonista de la letra se va a vivir a su coche, Mead creó un vehículo de seis ruedas con todas las innovaciones tecnológicas y comodidades. La furgoneta se conducía ella sola mientras tú te podías relajar. Y el cuadro de mandos, cuando estacionabas, se convertía en la barra de un bar. En las imágenes, Mead dibujó a un caballero follando cómodamente en su interior, por si alguien le quedaban dudas de para qué estaba diseñada. De todas sus ideas, sin duda la más deseada.

Este buen hombre, premiado en Sitges por cierto, tiene ochenta y un años. Es un americano de pura cepa. Considera a su país el mejor lugar del mundo para salir adelante, el tópico de la tierra de las oportunidades. «Los que odian América están irritados porque funciona muy bien, pero la gente no para de venir, votan con los pies», asegura. También rechaza el arte moderno y no le gustan los coches de hoy en día. Diseñados por ordenador, cree que eso no hace que sean mejores, sino que todos se parezcan entre ellos. Añora los tiempos en que se dibujaba en la mesa cada pieza y luego se ensamblaban. En todo caso, Elysium no será lo último que veamos de su factoría. Promete «morir con un lápiz o un pincel en la mano». Y por nuestra parte, antes de que eso suceda, preferimos que nos lo crionicen.

Daniel Utrilla: «Rusia entiende que dañar su economía era el objetivo y que Ucrania ha sido el instrumento»

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Daniel Utrilla para Jot Down 0

2425 textos en diez años envió Daniel Utrilla (Madrid, 1976) desde Rusia y el espacio de la Unión Soviética al diario El Mundo. Las suficientes como para decidir que los árboles, las crónicas, no le dejaban ver el bosque, el alma rusa. Abandonó el periodismo, escribió su ‘A Moscú sin kaláshnikov’ (Libros del KO, 2013) y allí sigue, viviendo su pasión por ese país; un amor innato, no acudió allí ni porque le obligaran ni porque se echara una novia rusa, fue allí porque amaba un país y una cultura. Asegura que allí seguirá hasta que nada de lo que le rodee le parezca extraño. Cuando se convierta totalmente en ruso. Queremos conocer su opinión de la crisis y los últimos acontecimientos que han sucedido en esas latitudes y que comparta los momentos más interesantes y, por supuesto, también los más hilarantes que vivió como corresponsal.

Acabas de llegar de Moscú.

He tenido un viaje horrible. Pero se me ha ocurrido una idea para insonorizar a los niños, que no sé si me la aceptarán. Un par de escafandras, como de astronauta, para que hablen entre ellos con radiófonos, y que griten, pero que nadie les oiga. Ellos disfrutarían y el resto de personas, durante cinco horas que dure el vuelo, también disfrutaríamos viéndolos, ¿no?

¿Qué has dejado atrás en Rusia? ¿Cómo está afectando la crisis? Cuéntanos cuál es la última hora.

Yo ya no trabajo de periodista. Y una de las razones por las que lo dejé fue para poder vivir sin estar a la última. Sigo la actualidad y estoy al tanto, pero no a la última. Estoy en una línea más antropológica. Una vez me dejó una novia rusa y me dijo: «No te dejo a ti, dejo a tu periódico» y eso me hizo pensar mucho. Los periodistas somos difíciles para los demás. Ahora intento quedar con mis amigos periodistas y es imposible, siempre me cancelan la cita. Yo en su momento era igual o peor.

Sobre esta crisis te puedo decir que estuve cenando el otro día con una amiga y me soltó una frase que me alumbró, definía perfectamente el alma rusa. Me dijo: «Comeremos patatas si es necesario, pero estaremos con Putin». Eso es lo que me queda de la crisis. Aquí no se puede explicar un fenómeno así, en España la culpa la crisis la tiene el Gobierno y te surge Podemos. Eso es imposible en Rusia. La popularidad de Putin creció exponencialmente con lo de Crimea y ahora con la crisis es incluso más alta.

Desde Rusia se interpreta que hay unos factores externos que han condicionado la crisis. El exministro Mijaíl Fradkov, ahora director del Servicio de Espionaje Exterior, dijo cuando el rublo empezaba a caer que había un intento de Estados Unidos de cambiar el régimen a través de las sanciones, influyendo en el rublo y con la manipulación del precio del petróleo a través de la OPEP. Y eso lo dijo antes de que el rublo se diera la gran hostia. Yo no digo que sea verdad o mentira, pero la crisis se está interpretando en esta clave.

¿No le pasará factura a Putin en algún momento?

La prensa occidental parece que vende que el régimen se tambalea y yo eso la verdad es que no lo veo. A Rusia la prensa occidental le tiene muchas ganas. El otro día Putin en la rueda de prensa masiva que hizo dijo que al oso ruso siempre intentan arrancarle las garras, pero un día después comentó algo más interesante: vino a decir que ante los intentos de Rusia por mantener su independencia, surgen fuerzas que se oponen constantemente por el mero hecho de que «somos rusos». No recuerdo si lo expresó exactamente con esas palabras, pero yo lo comparto. A veces se critica a Rusia solo por ser Rusia. Veo mucha alegría por que su economía tenga problemas. Yo ahí detecto racismo.

Hay una especie de animadversión generalizada hacia Rusia. Es verdad que en muchos casos ella misma se ha ganado a pulso su mala fama como, por ejemplo, con la guerra de Chechenia, pero en otros aspectos no está justificado. Cuando la petrolera rusa Lukoil intentó comprar Repsol hubo un debate brutal aquí, una campaña intentando frenar la operación. Recuerdo escuchar a una tertuliana bastante conocida cuyo argumento final era «es que son rusos», y que por eso no se podía permitir la operación. Para mí eso es racismo, es que no tiene otro nombre.

En los noventa, el líder del Partido Comunista, Zigánov, se quejaba de que Rusia carecía de una industria productiva y lo fiaba todo a la exportación de materias primas, decía que se debía invertir el modelo. ¿Se ha logrado algo en esa línea?

El propio Putin ha reconocido que no se ha diversificado la economía, que se sigue dependiendo muchísimo del petróleo. Los hidrocarburos son un 70% de su presupuesto. Es obvio que la asignatura sigue pendiente. Rusia tiene sectores muy claros. El cosmos, ahora son los únicos que llevan astronautas a la estación espacial, la ciencia —han apostado fuerte con el centro de Innovación de Skólkovo, que pretende ser un Silicon Valley con una apuesta fuerte por la nanotecnología— y las armas, con nuevos modelos de Kalashnikov. Pero claro, si al presupuesto le rebajas de golpe el petróleo, todo se resiente. En otras áreas no veo que estén desarrollando o innovando.

Esta crisis yo la he vivido por primera vez, digamos, como ruso. Cuando trabajas como periodista occidental y ocurren estas cosas casi te alegras. Porque con cien euros te dan más rublos y todo te sale más barato. Pero yo ahora trabajo allí y cobro en rublos. Con la última caída, sentí algo nuevo para mí: vértigo. Los rusos llevan sintiéndolo periódicamente desde el 91. Luego en el 98 y en el 2008 otra vez. Están acostumbrados a que se les mueva el suelo bajo los pies. Yo no.

Ellos lo llevan mejor. Tienen una fortaleza para soportar las crisis de la que nosotros carecemos. Sobre todo crisis que son muy bruscas, porque la española la hemos visto venir, destruye empleo, tejido productivo y todo lo que tú quieras, pero avanza como una especie de glaciar. En Rusia no, tú te levantas un día y de repente, ¡coño, no me puedo ir este año de vacaciones! O cosas peores. Pero se las apañan, se ayudan entre ellos. Son más fuertes.

Daniel Utrilla para Jot Down 1

¿Es verdad eso de que los eslavos se unen más cuando vienen mal dadas?

En Rusia es un rasgo que ellos echan de menos de los tiempos soviético. Con la Unión Soviética, cuando no había tantos recursos, si uno era dentista y el otro fontanero se intercambiaban servicios. Todo esto en Rusia persiste en los pueblos y en las provincias, en Moscú no tanto. Es una ciudad más arisca.

¿La Rusia de provincias sigue estancada?

Dicen, de hecho, que hay dos Rusias. La que está dentro del primer anillo de circunvalación de Moscú y la que está fuera. Ya ni siquiera es Moscú, es la que está dentro de su M-30. He viajado mucho por Rusia y sí que ves muchos problemas. De infraestructuras, calles que no se han renovado en mucho tiempo. Comparas la urbe con la provincia y son dos mundos. Moscú es una ciudad-estado, ahí se mueve todo el dinero.

Me dijo un amigo que estaban tan atrasados que está todo lleno de librerías.

[Risas] Leen mucho y además en papel. Es algo de lo que pueden presumir. Si vas en un tren, el viajero de enfrente te puede invitar a beber y comer algo y el tema de conversación que une a todos los rusos, un tema que puedes sacar y del que nadie te dirá que no sabe qué decir, es el de la novela. Da igual la extracción social, da igual si son ingenieros o campesinos. El día que murió Solzhenitsyn me encontré un campesino que lo había leído, estuve hablando con él y la conversación derivó en Garcilaso, Cervantes… los había leído a todos. A mí eso me da envidia. Era un campesino que estaba con la guadaña.

Los rusos se jactan de que los extranjeros no podemos entender el alma rusa. Yo llevo quince años y cada vez la entiendo menos, pero hubo un día en que me propuse buscarla como un ejercicio periodístico. Intenté resumirla. Y es difícil, ya sabes lo que dijo Churchill de que era un acertijo, envuelto en un misterio dentro de un enigma. Pero para mí el alma rusa es ese cóctel, que lo ves en casi todos los rusos, de inquietud intelectual, interés por las grandes preguntas de la humanidad —por qué vivimos, qué es el amor, etcétera—, mezclado con un vitalismo exacerbado. Al ruso le encanta vivir, tirar el poco dinero que tiene, no pensar en el mañana. Todo lo contrario de una sociedad luterana.

La persona que mejor ilustra esa combinación explosiva es Tolstói. El más ruso de entre los rusos. Un tío que cazaba osos, estuvo como soldado en la guerra de Crimea, perseguía a las gitanas en el Cáucaso, perdió su hacienda jugando a las cartas y luego era capaz, con su pensamiento, de influir en Gandhi, escribir dos de las más grandes novelas de la historia de la literatura y meterse en divagaciones filosóficas que le convierten casi en un místico, un profeta. El faro de Rusia le llamaban.

Entonces luego ves la imagen que se ha creado del ruso en las películas, que se esconde como Drácula cuando le da el sol en la cara, gente con mentalidad robótica, muy seria, que no tiene sentimientos, y te das cuenta de lo equivocado que está el estereotipo. Los rusos no es que no tengan sentimientos, es que sienten más que tú. Son más sentimentales en todos los sentidos. Viven el desamor con una pasión desaforada, el «síndrome Ana Karenina», como lo llamo yo. Ves unas escenas que se producen en las relaciones… Aquí en España todo se racionaliza más, incluso las relaciones se viven de forma más calculada. Allí es todo más espontáneo. El primer rasgo que se cae cuando te metes en esa sociedad es el de que son fríos. Los rusos son volcanes con las laderas cubiertas de nieve. No tienen nada que ver con la sociedad escandinava o alemana.

¿Cómo interpretas todo lo que ha sucedido en Ucrania?

No voy a cometer la osadía de decir qué ha pasado, porque no estuve trabajando como periodista allí este año, pero lo que puedo hacer es transmitir la opinión de lo que se piensa en Rusia. A los rusos lo que les duele es que no se escuche a Rusia. No es una cuestión de que no se quiera compartir su punto de vista, sino de que ni se lo tiene en cuenta. Cuando van a la ONU a hablar da la sensación de que los demás se quitan el pinganillo. Está deslegitimada a priori. Es una constante. Entrevisté un par de veces al asesor de Putin en las primeras campañas electorales y decía que el problema no era la existencia de un pensamiento antirruso, sino de un pensamiento arruso, que ni interesa lo que digan.

Leí en Barcelona un titular de periódico que me asustó y no lo entendí, tuve que leerlo varias veces. Decía «La OTAN se refuerza en el Este ante el avance de Rusia». Interpretaban la incorporación de Crimea como un avance. Pero vamos a ver, si ha habido alguien que ha avanzado en una dirección desde que cayó la URSS es la OTAN, que tiene bases en las fronteras con Rusia. Le prometieron a Gorbachov que la OTAN no iba a avanzar y lo hizo al día siguiente. El escudo antimisiles de EE. UU. se lo van a poner debajo de las narices. ¿Por qué la estrategia anticomunista sigue ahora manifestándose hacia Rusia que ya no lo es?, se preguntan los rusos.

En cuanto a Ucrania, Rusia interpreta que allí ha habido un golpe de estado contra un presidente legítimo. Probablemente no era muy querido por el pueblo, pero hay que recordar, yo cubrí esas elecciones en 2010, que los comicios fueron los más limpios desde el fin de la URSS. Un movimiento que intentó hacer lo que el Maidan pero sin violencia. Hubo un millón de personas y ni un solo herido. Fue muy bonito.

Pero el poder naranja se hundió por las luchas internas, las pugnas entre Timoshenko y Yúshchenko. En 2010 yo le pregunté a este último si la prefería a ella o a Yanukóvich y me dijo que a Yanukóvich, que fue el que ganó. Su victoria electoral puso fin limpia y pacíficamente a un conflicto que se había originado por denuncias de pucherazo. Al menos la revolución naranja democratizó el proceso electoral forzando la repetición de los comicios. Hasta Timoshenko retiró el litigio. De modo que Yanukóvich era presidente legítimo y, ¿qué ha pasado entonces? Que se encontró con un golpe de Estado apoyado por la Unión Europea y Estados Unidos. Con el ministro alemán de Exteriores jaleando a la gente en la calle. ¿Tú te imaginas a un ministro ruso gritando abajo Rajoy aquí en el 15M?

Y luego en febrero Yanukóvich firma un pacto con la oposición, con la presencia de ministros de la UE, Estados Unidos, creo recordar que también el defensor del pueblo de Rusia, y entrega el poder. Se compromete a adelantar las elecciones y a retirar las tropas que tenía asediando a los manifestantes. Y al día siguiente, se produce el asalto a la administración presidencial, empieza la demolición del régimen y Yanukóvich escapa. En Rusia se quejan de que todo esto se ha olvidado, de que parece como que ha triunfado la democracia y ya está. Cuando toma el poder el Gobierno nacionalista llega Estados Unidos y le da la mano. ¿Qué pasa, que ya estaba todo demasiado avanzado como para dar marcha atrás?, se pregunta Moscú. Hubo policías muertos, francotiradores que a día de hoy no se sabe con quién estaban. Hubo una llamada del ministro de Exteriores de Estonia a Catherine Ashton muy alarmado diciendo que los tiradores podían ser de la oposición…

En fin, los rusos defienden esa posición, la de que hubo un golpe de Estado avalado por Estados Unidos y, desde ese momento, ese Gobierno nacionalista toma medidas polémicas como la de restringir la lengua rusa, que no respetan la compleja identidad de Ucrania, que es un Estado-Frankenstein, muy difícil de equilibrar. Yanukóvich, con todos sus defectos, sí que era un presidente que representaba un poco esa posición ambigua que se requiere a un presidente con un país tan especial y dividido, con el este rusófono y el oeste nacionalista que formó parte del Imperio austro-húngaro y de Polonia.

Y todo empezó porque rechazó firmar el Tratado con la UE. Rusia entonces decide proteger a Crimea, un territorio que ellos consideran que es históricamente ruso. Jrushchov se lo había regalado a Ucrania como quien regala un misil intercontinental. Si nos vamos por las ramas también podemos recordar que allí combatió Tolstói contra los ejércitos británico, francés y turco, que allí Nabokov cazaba mariposas de pequeño y que, de hecho, su primer trabajo entomológico, publicado en 1920, fue Mariposas de Crimea

Daniel Utrilla para Jot Down 2

Cuál es ahora el abanico político en Rusia.

Sería un problema querer interpretar en clave española su panorama político. Aquí tienes izquierda y derecha, pero allí un conservador puede tener una política social muy marcada. Putin nada más llegar al poder enterró el debate sobre la salida de la momia de Lenin de la Plaza Roja, que Yeltsin quería sacar a toda costa, y recuperó la música del himno soviético y la bandera roja del ejército. Alguien de derechas no lo haría. Él es muy poliédrico. Cuando lo entrevistamos los periodistas españoles nos explicó que tomó esa decisión sobre la momia porque aún no había llegado el momento: porque toda la gente de más de cincuenta años había tenido carné del Partido Comunista y eran nostálgicos del comunismo.

Yo le pregunté a Vladimir Lukin, defensor del pueblo, por qué había tanto nostálgico del comunismo en Rusia, mientras que en España no los había del franquismo. Y su respuesta fue muy esclarecedora: me dijo que porque muchos rusos viven peor ahora que antes, o sea, que todo es por una cuestión económica. No hay más. Aunque el Partido Comunista siga sosteniendo la antorcha del histórico PCUS, no puedes hablar de izquierdas y derechas en Rusia.

Destacaste en su día que Putin nada más llegar al poder acabó con el problema de los niños de la calle, los huérfanos de Moscú tirados por la calle esnifando pegamento…

Recuerdo que hice reportajes sobre los niños de la calle y cuando quise hacerlo sobre los hospicios ya no interesaba a nadie. Putin también intentó mejorar la situación de los pensionistas, de los veteranos de guerra, que cada vez hay menos. Pero lo más importante creo que reside en lo simbólico, en el himno y la bandera; recuperar el prestigio de Rusia como superpotencia es algo que al ruso le importa, podríamos decir que es una política social psicológica.

Para el ruso no es importante solo la cuestión económica. Han sufrido mucho, pero psicológicamente dependen mucho del hecho de seguir siendo una potencia. He entrevistado a muchos veteranos de la Segunda Guerra Mundial y, la verdad, les duele profundamente que su país haya perdido ese estatus. Que, por ejemplo, la OTAN bombardeara Yugoslavia, no poder impedirlo, eso les llega al alma. A veces pienso que el hecho de que la pensión sea más alta o más pequeña, mientras les ayude la familia, no es tan importante para ellos como el prestigio del país. Económicamente, han vivido épocas mucho peores.

El hecho de que Putin haya recuperado el poder, rechistarle a Obama para que no bombardee Siria con el truco de desmantelar las armas químicas, o darle asilo a Snowden, darle así en las narices al imperio, alimenta a mucha gente. Es como una política psicológico-social, aunque para mi gusto sigue habiendo una gran desigualdad por mucho que Putin en sus discursos airee a los cuatro vientos cifras de cuánto ha subido el salario medio y tal. Es verdad que hay una clase media que no existía hace quince años, pero hay una gran desigualdad que se percibe en la propia calle aunque ya no haya huérfanos por ahí tirados.

El problema es que a Occidente no le gustan los líderes rusos fuertes. Ahora Gorbachov está criticando duramente a Obama y creo que no está saliendo en los medios occidentales, al menos no tanto como cuando lo presentaban como líder que acabó con la URSS. Kerry ha dicho que lo de Ucrania no es como Rocky IV, pero yo creo que sí lo es. Son golpes bajos que se le dan a Rusia, que no para de recibirlos, desde Yugoslavia a las revoluciones de colores. Rusia responde con lo de Siria y lo de Snowden, y muchos creen que ahora están recibiendo el castigo correspondiente.

Además, está esa imagen errónea de Putin como exespía. Qué más hubiera querido él que ser un verdadero espía. Él trabajó en la Alemania Oriental, precisamente el país al que no iban los espías: eso era la retaguardia. Putin era un funcionario, no estuvo en los órganos jurídicos del KGB. Lo ha justificado hasta Solzhenitsyn, que antes de morir justificó a Putin afirmando que estaba devolviendo a Rusia una dignidad política que Yeltsin había dinamitado. Pero estas cosas que dicen Solzhenitsyn o Gorbachov no interesan, solo se les cita cuando atacan algo de su país.

¿Y la oposición?

Cuando en el 2012 el movimiento opositor salió masivamente a las calles, la máxima movilización desde los noventa, el Partido Comunista no se unió a ella. Ziugánov es muy crítico con Putin y en el Parlamento cuando le tiene que cantar las cuarenta se las canta. Pero la oposición es muy dispar, muy heterogénea. Cuando yo cubría manifestaciones intervenían en la misma tribuna Limonov, Kasparov y ministros de Yeltsin. Un bolchevique, Kasparov como ente indefinido y tíos de derechas… Es decir, es imposible la oposición. No puedes plantar cara a alguien con mil caras.

Putin tiene una vena social y luego el lado patriótico muy acentuado. Tiene todos los rasgos de todos los partidos. Y también hay que entender que en Rusia la izquierda es lo retrógrado y la derecha lo progre. Putin ha montado su discurso contra los años noventa, que es la época en la que más sufrieron los rusos desde la Segunda Guerra Mundial. Es difícil sostener el concepto de democracia cuando la gente que tenía treinta años en aquella época lo pasó tan mal.

Citaste en una crónica a alguien que te dijo sobre Gorbachov: «Al menos Hitler no traicionó a su pueblo».

A él le identifican con la caída de un imperio al fin y al cabo; una caída que se tradujo en una etapa de penuria social y pérdida de territorios. Mientras Occidente veía en él al hombre que puso punto final a la guerra fría, allí la gente estaba haciendo colas con cupones para comprar lo elemental. Le echan en cara que la transición no fuera menos traumática. Lo meten en el mismo saco que a Yeltsin. Recuerdo que en el entierro de Yeltsin me encontré con una abuelita muy angustiada, pensaba que estaba triste, le pregunté si había ido a despedirse de él y me contestó: «No, he venido a asegurarme de que estaba muerto, y lo que me molesta es que no esté Gorbachov a su lado».

Lo de Gorbachov lo ven como si hubiera abierto la escotilla del submarino antes de llegar a la superficie, porque sufrió y murió mucha gente que no pudo adaptarse. Los rusos de más de cincuenta años tienen el alma dividida, no se pudieron adaptar a lo que vino. Quebró todo, incluido el sistema de valores, no solo un ente geopolítico, sino una manera de ver la vida. No pudieron adaptarse al capitalismo, a lo que requiere de competición, de ambición, de sálvese quien pueda. En el año 90 no había pobres en las calles de Moscú como ahora. Con Putin empezaron a mejorar las cosas y hay que valorar de dónde se viene. Veremos qué hace el siguiente.

Limonov.

Hasta que Carrère escribió su biografía los periodistas no le hacíamos mucho caso. Tiene también un perfil muy difícil de describir, entre fascista y tío de izquierdas, es ese caso en que los extremos se juntan y crean monstruos. No sé cómo interpretarlo. El gran acierto de Carrère es haber encontrado en él a un ruso de pura cepa. Lo que más me gusta de su libro es que al final, lo que queda del personaje, fuera del cascarón, es que es un puro ruso que ha vivido experiencias inauditas en Yugoslavia, en Nueva York, como poeta maldito, experiencias militares, o místicas en las montañas de Kazajistán… De eso es de lo que te hablaba antes, de la vitalidad exacerbada unida a una especie de inquietud espiritual muy fuerte. Eso es muy ruso.

Qué opinas de la homofobia que hay en Rusia.

Se ha criticado mucho esta última ley que prohíbe publicitar la homosexualidad. Pero yo, sinceramente, vivo en Moscú y los círculos gais tienen sus lugares y no les persiguen con porras. Es todo muy relativo. Al final siempre hay espacios de libertad. Rusia creo que está más liberada de lo que parece en muchos aspectos. La imagen es una fachada exterior, pero el comportamiento de los rusos está más liberado que en Occidente. Aunque con el tema de la familia son más conservadores que en Occidente: las mujeres suelen querer casarse pronto y formar una familia.

¿Cuál es el papel de la iglesia ortodoxa en la sociedad?

No es lo mismo decir que eres ortodoxo que ser católico. La propia fundación del Estado ruso está impregnada de la religión ortodoxa; la fundación del Estado queda simbolizada en el bautismo del príncipe Vladimiro en Crimea. La religión es la otra cara del Estado, como queda demostrado por el hecho de que dentro de la muralla del Kremlin se mezclen los palacios con las catedrales iglesia. Decir «soy ortodoxo» es una especie de declaración patriótica, casi como sinónimo de ser ruso. Ser católico es más universal. La ortodoxia, de hecho, se opone frontalmente al poder del papa. Sin embargo, gran parte de la sociedad, tras el comunismo, no tiene una fe práctica aunque vayan a la iglesia. A todas las personas mayores de treinta años les han dicho en la escuela que Dios no existe. Eso es muy difícil de cambiar.

Daniel Utrilla para Jot Down 3

¿Qué opinión tienes del comunismo, funcionaba o no funcionaba?

Todo lo que ha pasado en Rusia y lo que pasa y pasará, a mí me interesa siempre desde un punto de vista estético. En este sentido, habría dado un dedo por vivir la época comunista. Sigue habiendo muchos vestigios. En las grandes moles arquitectónicas, en la ciudad de Prypiat en Chernobil, que quedó paralizada, sepultada por la radioactividad como una especie de Pompeya, y que mantiene la estética comunista tal cual era. Ves hoces y martillos en las farolas, las grandes consignas de Lenin en los edificios, los carteles de las tiendas muy ascéticos: Verdura, carne… Los colegios, todo muy ordenadito. También está Minsk, capital de Bielorrusia, la más soviética de las exsoviéticas, que tiene todavía una gran ausencia de publicidad comercial. No como Moscú, que es la desmesura en ese aspecto. Desde ese punto de vista me interesa el comunismo, desde algo estético.

Personalmente, me gusta la época de Jrushchov, el último romántico del comunismo. La época de los misiles de Cuba, de Gagarin en el espacio… Él creía en el comunismo, Breznev ya no, tuvo escándalos de corrupción en su familia y todo eso. Y me gusta Jrushchov por esa característica del pueblo ruso, esa especie de ilusión infantil en la utopía. Tenían las aceras abolladas pero fueron los primeros en lanzar sondas a Venus…

No obstante, mi reproche al comunismo es que sacrificaron la vida terrenal por la utopía. Lo de las aceras lo digo en broma pero es verdad. Una metáfora del comunismo sería para mí el Hotel Ucrania, una de las siete tartas de boda estalinistas, unos edificios neogóticos brutales, escarpados. El Hotel Ucrania es el hotel más alto de Europa. Cuando yo llegué en el año 2000 para sustituir a Julio Fuentes —que era un ogro del periodismo, me enseñó mucho pero también me asustó bastante—, estuve allí alojado. El hotel todavía era soviético por dentro. Las habitaciones eran espartanas, muy pequeñas, con manchas cuyo origen preferías no saber, muebles chirriantes, todo como muy funcional, pero incómodo. Eso sí, por fuera aquello parecía un castillo; parecía que entrabas en la ópera, en una pirámide de faraones. Pero por dentro la vida era como estar en una especie de pequeña colmena, era triste, sucia. Eso es lo que yo intuyo que fue la Unión Soviética, vivir el comunismo. Así lo creo por lo que he estudiado y por lo que me han contado.

Pero hubo épocas, no fue siempre lo mismo.

Con Jrushchov yo creo que fue la época más feliz del comunismo, como digo. Especialmente cuando Gagarin vuela al espacio y su regreso. He escrito mucho sobre esto, he estado donde aterrizó, he hablado con gente que estuvo con él ese día. Campesinos que me contaban que le habían tocado, otro decía que había visto que tenía algo de barba y le preguntó «¿Ustedes en el cosmos no se afeitan?» [risas].

La noticia del despegue y aterrizaje de Gagarin coincidió en el tiempo, pues los soviéticos no se enteraron de los preparativos. Cuando aterrizó después de completar la órbita de ciento ocho minutos, se hizo público que se había producido la gesta. Gagarin nació con la venida, es como Jesucristo. Al llegar se encontró con una campesina que le preguntó si venía del espacio exterior y él le contestó: «Sí, pero no se preocupe, soy soviético». Parece una película de Berlanga. En plan: «Tranquila, en el cosmos también somos soviéticos» [risas].

Entrevisté al hombre que primero le hizo las fotos en el aeródromo de Engels. Por cierto, que cerca hay otra ciudad que se llama Marx, en la provincia de Saratov [risas]. La gente en aquella época pasaba por estrecheces económicas, todo el mundo cobraba ciento cincuenta rublos, solo había un modelo de zapatos, había listas de espera para comprar un electrodoméstico, pero la gente que vivió eso lloraba de alegría cuando me contaba lo que significó para ellos ver a Gagarin. «Es el momento más feliz de mi vida», me decían llorando. Hay que entender esa época como un periodo en el que, pese a las adversidades, la sensación de ser una superpotencia cósmica y geopolítica llenaba a la gente.

Para llevar todo esto a cabo, Serguéi Koroliov tuvo que convencer a los gerifaltes del régimen de que sus hitos cósmicos iban a revertir en el éxito político del país. Lo vieron, le dieron todos los medios que pudieron y así llegó el Sputnik, la perrita Laika y luego Gagarin. Y él estaba convencido de que se iba a llegar a Marte en los años setenta. Construyó el cosmódromo ultrasecreto de Baikonur en una zona inhóspita, un lugar donde solo había alacranes y tormentas de arena. A día de hoy, desde ahí se siguen lanzando misiles. Visionarios como Koroliov, esos utópicos, de hecho creo que todos los rusos tienen dentro una especie de inventor loco, eso es lo que me apasiona del comunismo soviético. A mí no me interesa el cosmos como abismo, es demasiado complejo, pero la historia de esta gente en mitad del desierto, rodeados de escorpiones como digo, los suslik o perritos de las praderas, con -40º en invierno y 40º en verano. Esas gestas son lo que me atrae. Cuando envían a Gagarin al espacio la URSS era un país muy campesino.

Y luego a Jrushchov se le iba la olla. Quería plantar maíz en el desierto, revertir el curso de los ríos siberianos para que fueran hacia Asia Central. Este proyecto en concreto no se llevó a cabo, pero muchos sí. Las pruebas nucleares tuvieron que pararlas porque le dijeron a Jrushchov que ya estaba temblando la corteza terrestre [risas]. Todo esto me apasiona desde un punto de vista literario. Porque el fracaso político del comunismo a la soviética es evidente, pero esta etapa la veo como algo romántico, la gente con la que he hablado, pese a las estrecheces, la recuerdan con cariño.

Por eso, si algo me atrae del comunismo, es el mero hecho de que se atrevieran a hacerlo. Hubo obstáculos, ya desde la propia Revolución, que nació con sangre. Y para mí una revolución que nace así, soy muy tolstoiano, ya está deslegitimada. Me acojo, como él, a la no violencia.

¿Qué hubiera pensado Tolstói de los bolcheviques?

Tolstói no habría apoyado la Revolución. Él murió siete años antes del Octubre Rojo. Los comunistas le llamaban «el espejo de la revolución» por la vena altruista de ayudar al pobre que tenía. Tolstói lloraba a lágrima viva cuando iba a Moscú y veía a los pobres, por eso no vivía en la ciudad. También tenía ese punto de querer devolver las tierras a los campesinos, por todo eso los comunistas se intentaron apropiar de su figura, lo mismo que la URSS hizo suyo de alguna manera el mito del Quijote. Pero estoy convencido de que si hubiera sobrevivido se lo habrían cargado. Solzhenitsyn lo recalcó: la represión zarista era insignificante comparada con la mecanización carnicera que fue el gulag. Esas cartas que Tolstói escribía cantándole las cuarenta al zar, no se las habrían perdonado los comunistas.

¿Y de los años del estancamiento, a finales de los setenta y principios de los ochenta? Ya sabes la metáfora de Kapuściński del tren que al final termina parado, con las cortinas de las ventanillas bajadas, y que moviéndolo de un lado a otro decían a los pasajeros que está en marcha. ¿Qué visión tienes de aquella época?

El estancamiento llega en los setenta cuando se produce el parón tecnológico. Creo recordar que en un momento dado Brezhnev, entendiendo que el problema tecnológico era ya insuperable, empieza a comprar a IBM. Es ahí cuando reconocen que no pueden seguir al mundo capitalista. Había computadoras soviéticas, armatostes como tenían también en Occidente, pero no podían competir. Y llegó el día en que, después de que Jrushchov dijera que fabricaban misiles como salchichas, empezaron a faltar las salchichas.

Coronado todo por el posterior detalle simbólico de la apertura del primer McDonald’s en Moscú, que es cuando a Gorbachov el capitalismo se le mete hasta la cocina de la Unión Soviética. Era el año 90, todavía existía la URSS. Fue como dejar entrar a Messi en el área, apartarse el portero y decirle que la empuje.

De todas maneras, la decadencia de los setenta, seguida de la época de Andropov y Chernenko, con todas las carencias que sufrieron, no tiene ni punto de comparación con lo que vino después con Yeltsin y con Gaidar. Aquello fueron colas como no se recordaban desde la Segunda Guerra Mundial, una inflación del 1200%… ¿Y la democracia? Recordemos que Yeltsin bombardeó el Parlamento en 1993. Los historiadores lo llaman «la pinochetización del régimen». Aquí solo Anguita lo criticó. Y luego ahora critican a Putin por antidemócrata, pero la Constitución que rige ahora mismo es la que salió del bombardeo del Parlamento, ni más ni menos. Hasta hubo unas elecciones en el año 96 sobre las que hay investigaciones que demostrarían que Yeltsin las perdió y tuvo que dar un pucherazo. Occidente estaba acojonado, también muchos rusos. Si bien no al comunismo auténtico, podrían haber vuelto al de Ziugánov.

Los noventa fueron traumáticos. Me contó la madre de un amigo mío que entró con su hijo pequeño a una tienda, que no había nada y el pequeño le dijo: «¿Mamá, quién se lo ha comido todo?». Con el comunismo, por ejemplo, en el año 89 no había mendigos en la calles. La gente vivía mal, pero vivía con algo. Yo he visto muertos de frío en las calles de Moscú, cadáveres de los sintecho que retira la Policía. Eso no pasaba con Chernenko, no pasaba con Andropov, la gente no tenía recursos, casi nada, pero tenía su casa. Ahí está el tema moral, de qué es mejor, si la libertad o que se muera la gente en las calles.

Daniel Utrilla para Jot Down 4

El problema del tránsito al capitalismo, básicamente, es que se hizo de forma chapucera.

Nunca en la historia de la humanidad se había desmantelado una economía planificada. Gaidar, al que entrevisté poco antes de morir, dijo en su momento que los cambios iban a ser «como saltar al vacío con los ojos cerrados». Es evidente que no funcionó. Más que el comunismo, desgarró más al ruso la caída del comunismo. Por eso Gorbachov es tan odiado. La transición no es que no se hiciera bien, es que no se hizo. Están en transición todavía. Hasta hace poco el teléfono interurbano era gratuito en Moscú, eso era un remanente del comunismo. Pagabas minucias por el metro. Son precios que van aumentando, pero hay mucha gente que si no fuera por eso no podría vivir. El poscomunismo fue peor que el comunismo para muchos rusos. Ahora, también a muchos otros les fue bien y ahí estaban en el entierro de Yeltsin dándole gracias por la libertad recuperada. Al final cada uno cuenta la película según le va en la vida. Dicen también que quizá Gorbachov debería haber intentado una transición más a la China…

Lo dicen ahora. Habría que haber estado ahí.

Pero eso de que Gorbachov fue el hombre que acabó con la guerra fría es abstracción pura. Es muy bonito decirlo, el adalid de la libertad. Eso no significa nada, mientras eso sucedía el ruso tenía que estar haciendo colas con cupones de abastecimiento y elegir entre salchichas o vodkas. Además, se ha visto que la guerra fría no acabó. Ya se le ha caído la máscara a la OTAN. Antes había un componente ideológico que se podía sostener, ahora…

El mejor libro que he leído sobre Rusia es uno de Colin Thubron titulado Entre rusos. Recorrió la Rusia occidental en el año 84 en coche. Su cuaderno estuvieron a punto de quitárselo en la frontera, de hecho el libro podría no haber existido, pero al final le dejaron pasar las notas. El libro empieza así: «Desde que tengo uso de razón, Rusia me ha inspirado miedo». Eso se sigue alimentando.

Obama ha decepcionado mucho, sobre todo a los rusos. Una de las primeras decisiones en política exterior que tomó fue «darle al botón reset» y les planteó un desarme ambicioso. Hillary Clinton le regaló un botón rojo «de reseteado» a Lavrov y junto al botón la palabra estaba mal escrita en ruso, y en lugar de perezagruska («reinicio»), ponía peregruzka que significa «sobrecarga». Una anécdota simbólica pero muy significativa. Ahora sus relaciones están en su punto mínimo desde que cayó la URSS. Con Bush Jr. no fue así, recuerdo que llegó a decir que había mirado a los ojos a Putin y había visto su alma y, precisamente, Hillary Clinton le contestó que los espías del KGB no tenían alma.

¿Por qué sigue la beligerancia?

Creo que lo que está ocurriendo ahora con la economía rusa era el objetivo, Ucrania ha sido el instrumento. Hasta McCain, que también estuvo jaleando al Maidan, dijo que el objetivo era debilitar a Rusia. Si no hubiera sido por Ucrania, habría sido por otra cosa. Y al final está sufriendo la gente. Ya no hay bombas, pero la dinámica es muy beligerante. Se sanciona a Rusia por apoyar a los prorrusos pero, ¿quién sanciona a Estados Unidos por apoyar a los no rusos? ¿Dónde está la legitimidad? ¿Es Dios quien habla a través de Obama? Es como si me sancionan a mí, que soy de Madrid, por apoyar al Real Madrid. ¿A quién iban a apoyar los rusos si no es a los prorrusos?

No obstante, lo de Crimea fue una jugada muy audaz. Yo creo que Obama alucinó, fue cuestión de días. Golpe de Estado en Kiev y en un gambito rápido Crimea vuelve a Rusia. La popularidad de Putin subió al 80%.

Recuerdo cuando empezó lo gordo en Maidan, que Putin estaba viendo un partido de hockey entre Rusia y Estados Unidos en las olimpiadas de Sochi. Siempre que ha habido un conflicto, como el de Osetia, hay una olimpiada de por medio, cuando se supone que debería haber una moratoria de conflictos. Rusia estaba trabajando para mejorar su imagen y Sochi era una pieza fundamental en esa campaña, los primeros Juegos desde los de Moscú, que fueron boicoteados. Y el ensañamiento en la prensa occidental con Sochi era el mismo que en el año 80 en las portadas de las revistas: los aros olímpicos hechos con esposas, el oso ruso echando babas… Al final todo salió bien, pero la mierda que les echaron antes, eso ya no lo quita nadie.

Yo fui árbitro de fútbol y a mí me insultaban cuando salía al campo de fútbol. Pensaba: «Yo sé que soy malo, pero déjame que lo demuestre». Con Rusia es igual. Se la silba, se la pita antes. El ruso se siente malquerido.

Sostienes que hay muchos kremlinólogos pero que en Rusia es todo muy predecible, siempre se alternan líderes calvos con líderes con pelo…

Eso se puede demostrar con fotografías. Nicolás II

Flequillo.

Lenin calvo.

Stalin pelazo.

Jrushchov calvo, Breznev pelo, Andropov calvo, Chernenko pelo, Gorbachov calva con mancha, Yeltsin pelo, Putin….

Y Medvedev con un pelo increíble también.

Pero de Putin yo diría que, según como le mires, tiene pelo o no. Tiene un flequillo enigmático, se camufla con un espía, no se sabe si está o no está. No sé si es calvo en realidad.

La quintaesencia de su faceta poliédrica, ni siquiera se sabe si es calvo o no.

No se sabe si la calvicie avanza o no…

Daniel Utrilla para Jot Down 5

¿Por qué te hartaste del periodismo?

Cuando Koroliov lanza el Sputnik fue un triunfo increíble. Los americanos ahí se quedaron, escuchando «bip, bip» durante varias horas. Pues cuando le llamaron para que fuera al Kremlin creyendo que le felicitarían, lo que hicieron fue encargarle que lanzase a la perrita Laika en dos meses; dos meses porque se cumplía el aniversario de la Revolución. No le dijeron que se tomase su tiempo, sino felicidades, muchas gracias, pero lanza un perro en dos meses. Luego se ha sabido que Laika murió por el estrés del despegue porque no tuvieron ninguna posibilidad de desarrollar nada, lanzaron básicamente lo mismo. Pues yo con el periodismo me sentía igual. Hiciera lo que hiciera, me sentía como que ya me estaban pidiendo otra cosa más. Algo que superase lo que ya habías publicado.

Es un poco ingrato el periodismo. Siempre daré las gracias a El Mundo por darme los recursos y la capacidad técnica para hacer reportajes increíbles en rincones remotos de la URSS, visitar gente que ya forma parte de mí, personajes con historias apasionantes, pero todo ha estado siempre acompañado con prisas, con dame más y más y más.

Los periódicos son insaciables. A veces uno tiene la sensación de que no se puede parar y eso se acentuó con el periodismo digital, la sensación era todavía más abrumadora. Al principio no pude ser más feliz. De hecho, nunca lo he sido más en mi vida. Descubrí un país, varios países por toda la URSS, gracias al periodismo. Antes de la llegada del digital me podía permitir el lujo de ir a Siberia a hablar con una señora de ciento dieciocho años que recordaba la muerte del zar. Entrevistar al embalsamador de Lenin. Rusia tiene un yacimiento periodístico inigualable, y es gente que ya se está muriendo, pero participó en la historia. Acercarme a todos ellos para mí daba sentido al reporterismo, pero publicar cada diez o quince minutos en una web, a mí eso ya no me interesa.

Igual parece que antes no trabajábamos, pero teníamos ocho horas para mandar la crónica, tampoco era mucho tiempo. Un deadline cada día también es agobiante. Pero ahora es tan inmediato que parece que vivíamos allí tranquilamente. Secuestraban el teatro en Moscú y tenías un día para ir, ver, hablar y escribir la crónica con tu impronta personal. Ahora no hay tiempo para hacer eso. La faceta artesanal que tenía el periodismo está perdida. Ahora es todo tan rápido, ¿de qué te alimentas para escribir, de otras webs? Dejé la profesión porque se había convertido en algo vertiginoso. No tenía calma, tiempo para aclarar las ideas. Al final estás escribiendo, esto no es pegar raquetazos. Requiere un tiempo. Te dan dos horas y ya es mucho.

¿En el periódico trataron de influir en los textos que enviabas para dar determinada imagen o información sobre Rusia?

A la prensa occidental le vienen marcadas las pautas: Rusia es mala de entrada. Entonces es imposible no solo ya dar voz al discurso de Lavrov en la ONU, directamente se obvia. En Ucrania ha triunfado la democracia y punto, los rusos han invadido Crimea. No hay más.

A mí no es que trataran de influirme, es que todas las agencias occidentales ya estaban escribiendo la información de una determinada manera y eso se refleja en el periódico. Esas son las que más marcan la pauta porque son las que salen primero. No venía nadie a sugerirme cambios, es que la versión occidental te la estaba dando Reuters, lo había dicho el Guardian… Tú intentas dar las dos versiones en lo que envías, pero llega un momento en el que el peso de toda la información occidental tiende a vencer. Ahora con internet han cambiado las cosas, pero los rusos no pueden con el tren informativo que lleva décadas marchando de frente contra ellos.

Rusia nunca ha plantado cara en el frente informativo. Solo ha hecho frente a Estados Unidos militarmente, en el espacio, en el deporte, pero nunca con la información. La URSS desinformaba a sus ciudadanos y con eso tenía suficiente. Y ahora ven lo importante que es, porque al final los misiles ahí están sin lanzarse; ahora están despertando, pero es muy difícil contravenir una línea tan marcada. La gente debería saber que cuando compra determinada prensa hay, por ejemplo, capital americano detrás. Cuando lees un editorial de El País deberíamos saber lo que estamos leyendo.

Háblame de los veteranos de la Segunda Guerra Mundial que has entrevistado.

Para mí fue un honor entrevistarlos. Tienes que estar horas hablando con ellos. Solo cuando te has ganado su confianza entran en los detalles humanos de la guerra. Fueron personas que perdieron a gran parte de su familia, que veían morir a sus compañeros en las batallas más terribles de la historia, Stalingrado, Kursk, el cerco de Leningrado… pero no se dan ínfulas. No transmiten la sensación del héroe, que presume de dónde ha estado, como suelen hacer algunos reporteros, ¿no? Eso de estuve en el frente, la metralla… [risas]. Estos no.

Recuerdo que entrevisté a uno del batallón que puso la bandera roja en el Reichstag y te lo contaba con toda tranquilidad. Me relató que encontraron una resistencia de chicos muy jóvenes, que se cayó la lámpara de araña del Reichstag, se desorientaron y empezaron a dispararse entre ellos. Me enseñó un puñal que había cogido de una pila de cadáveres… Te están contando esas batallas y ves que ellos todavía viven allí. Lloran. Estás paseando por el Volga, tú estás viendo el río en calma y ellos ven el bombardeo inmisericorde de Richthofen, que fue el que bombardeó Guernica. Como periodista, esos momentos son impagables. Estar cinco horas con un señor que estuvo en Stalingrado… Nosotros ahora estamos en crisis, pero lo suyo fue el Apocalipsis. Son gente de otra pasta. Ganaron, pero lloran cuando lo recuerdan. Fue una victoria triste, aunque les mantiene vivos.

Un veterano de Stalingrado, el que más medallas tenía, me acuerdo que me dijo que en el cerco a Von Paulus vio soldados alemanes congelados con las manos extendidas hacia el fuego. El era el encargado de hacer prisioneros de guerra y me confesó que cuando se resistían, les clavaba un punzón en el culo [risas]. Y me contó una anécdota que me emocionó. En los años noventa unos soldados alemanes visitaron Volgogrado, antes Stalingrado, y uno de ellos le vio y le dijo «Yo a usted lo conozco, usted me hizo preso». Lo reconoció. El caso es que se hicieron amigos y el alemán venía todos los años a verle hasta que murió.

Daniel Utrilla para Jot Down 6

Para el Magazine de El Mundo hiciste un reportaje sobre el embalsamador de Lenin.

Ahí fue cuando pensé: si esto es el periodismo, no lo quiero dejar nunca. Pasar horas hablando con la persona que se pasó toda la guerra fría manoseando el cadáver de Lenin, que era el hijo del primer embalsamador de Lenin. Con su padre tuvo que evacuar la momia a Siberia cuando los nazis invaden la URSS. Es curioso que entonces se tomaran dos decisiones paralelas. Se llevaron las obras del Hermitage y tal, pero también decidieron llevarse a Siberia la momia de Lenin y los objetos de la habitación donde murió Tolstói, en la casa del jefe de estación del pueblo de Astápovo. Allí se mantienen hasta hoy todos los objetos como estaban, la cama, el quinqué, las medicinas, lo conservaban todo como si fuese un santo. Y con la invasión nazi, también se llevaron eso a Siberia. Protegieron al escritor y al ideólogo del régimen; o sea que el escritor estaba al mismo nivel que la máxima figura del comunismo.

Sobre la momia, el embalsamador me contó que cuando la evacuaron, al llegar se dieron cuenta de que les faltaba un líquido y le empezaron a salir manchas. Imagínate la tensión, si se estropeaba la momia se los cargaban. Le pregunté si creía en Dios y me dijo que igual sí, en alguna fuerza superior, pero sentenció: «No hay nada eterno, Lenin tampoco». Salí con escalofríos de aquel laboratorio. El tío en todo caso era muy apacible, no se daba importancia. Entendía que estar ahí con el cadáver de Lenin durante tantos años era, sencillamente, su trabajo.

Has escrito mucho también del arte moderno que surgió en Rusia tras el comunismo, un arte subversivo, versiones porno de cuadros costumbristas…

Fue muy típico de los años noventa, el arte fue una bomba que estalló contra todos los iconos, los religiosos y los soviéticos, no se salvó nadie. El único personaje que sobrevoló por encima de esa pira fue Gagarin, que se ha quedado por encima del bien y del mal, un pobre hijo de campesinos que lo metieron ahí y sobrevivió igual que podía haber muerto. La gente todavía siente fascinación por él. Pero el artista de los noventa cargaba contra todo lo demás visceralmente.

Entrevisté a Oleg Kulik, muy radical, que hacía el hombre-perro. Para expresar la violencia que había en los años noventa, y la que ejercía Occidente contra Rusia al no ayudarles, iba por ahí desnudo imitando a un perro y mordía a la gente. Se iba a Austria y se cagaba delante del museo… Con esas performances radicales quería devolver la violencia a la que había sido sometida toda la población con la invasión capitalista. Luego lo arrestaban… Es un hombre muy interesante, sigue en activo aunque ya no es tan radical. Hizo una escultura de Tolstói con unas gallinas encima que se cagaban encima de él. Con eso quería cargar contra uno de los iconos eternos de Rusia. Me dijo que quería expresar que la vida estaba por encima del arte. Y lo gracioso es que llevó la obra a una galería italiana y con los excrementos de las gallinas salieron unas bacterias que terminaron afectando al resto de obras del museo y tuvieron que cerrarlo. Logró su objetivo de forma literal [risas].

El de los noventa fue un arte más que polémico. Recuerdo un Cristo crucificado con la cabeza de Lenin. Unos fotógrafos que se presentan bajo las siglas AES+F se metieron en morgues a fotografiar cadáveres de vagabundos y luego les ponían con Photoshop trajes de Dolce & Gabbana o de Armani. También tenían una serie de un striptease de Lady Di mostrando las heridas del accidente, que fue prohibida en Inglaterra. Fue un radicalismo de mal gusto que reaccionaba contra la dureza de aquellos años. Porque la violencia no son solo bombas, también lo es que se volatilicen los ahorros de toda tu vida con pretextos de transiciones o terapias de choque. Nunca se me olvidará que en una manifestación de nostálgicos del comunismo una viejecita me enseñaba un papelito con unos números que eran el dinero que había ahorrado durante toda su vida y que se había volatilizado por la inflación de la transición al capitalismo salvaje que hicieron. Ella no pedía más, solo su dinero.

Háblame del retratista Glazunov.

En Rusia hay una especie de pintores que son como de corte, entre comillas. Hay uno, por ejemplo, que se llama Safrónov que pinta a los oligarcas. Y Glazunov tiene una galería muy importante enfrente de la catedral de Cristo Salvador. Los cuadros de la embajada rusa en España son suyos. Le hizo uno al rey, incluso. Fue el primer rompedor, dejó atrás el realismo socialista. Hizo un cuadro muy polémico donde criticaba el gulag, a Stalin, luego metía a Kennedy con el punto de mira en la frente, una especie de ensaladilla de iconos occidentales. Estuvieron a punto de expulsarle, pero alguien elevó la voz y dijo que con un Solzhenitsyn ya estaba bien. Pero con la caída del comunismo también ha sido muy crítico con el capitalismo. De hecho, hay un cuadro suyo en el que aparece Javier Solana, cuando era secretario general de la OTAN, ordenando el bombardeo de Yugoslavia.

Siguiente parada: el pene de Rasputín.

[Risas] Esto es como un cuadro de Glazunov, vamos pasando de icono en icono [risas]. El pene de Rasputín, cuando lo publiqué, un jefe me dijo «Este reportaje es la polla». Oye, una metáfora sublime. Aunque no se sabe si lo que hay en el tarro es su pene o no. Un sexólogo en San Petersburgo se encargó de buscarlo y se lo compró a un anticuario francés en el año 2000. Hay mucha documentación y diferentes teorías. No se sabe si pudo amputárselo su tesorera y amante. En las fotos que hay cuando sacan su cadáver del río no aparece de cintura para abajo y por eso no se sabe si se lo amputó el forense o sus asesinos. También dicen que hay una secta que amputaba a santones. Fama tenía de que era un portento, eso sí, aunque hay ahora una biografía que echa por tierra esta teoría. En ella se dice que iba a los prostíbulos, pero no mantenía relaciones, por lo visto. Se limitaba a tocar… ¡Mano de santo debía ser aquello! [Risas] Hay teorías para todos los gustos y no hay restos de Rasputín para hacer una prueba de ADN porque lo enterraron pero la gente lo desenterró.

El pene es una manga pastelera de color verde que está flotando en una vasija de formol que se encuentra en medio de la consulta de ese sexólogo. Estaba muy deteriorado cuando se lo compraron al coleccionista francés y tuvieron que recurrir para ponerlo en condiciones a uno de los embalsamadores de Ho Chi Min, que era alcohólico y andaba por ahí por San Petersburgo. Este señor lo dejó en estado de semierección, me dijeron, y aun así mide veinticinco centímetros.

Por lo visto tenía una verruga en la base del pene, estratégicamente colocada, con la que daba una estimulación adicional a las mujeres. En lo que tienen ahí en el bote, no está la verruga, pero sí la marca de que pudo haberla. Me lo contó este señor, que te habla del pene de Rasputín con una pasión… podríamos decir que empalmado [risas].

Me he encontrado con muchos personajes de este tipo. Rusos que se apasionan por algo y van hasta el final. Este se obsesionó con el pene de Rasputín, lo buscó, lo compró y ha escrito un libro enorme sobre todas las líneas de investigación acerca de cómo pudieron amputárselo. Esto lo he visto también en otros campos. Conozco a un tío que va todos los veranos a Siberia a coger huesos de mamut. Va a unos ríos infames, que si se mata no van ni a encontrar el cadáver, pero está obsesionado. Con el cambio climático los están sacando de las riberas de los ríos, no solo de mamut, también de otros mamíferos, megaterios… Ha montado un museo y sigue yendo a por más. A mí ese apasionamiento me resulta contagioso y creo que es lo más atractivo del pueblo ruso.

Daniel Utrilla para Jot Down 7

También están los inventores.

García Márquez fue en el año 57 a la Unión Soviética y captó perfectamente esta locura un poco utópica de los rusos. Me acuerdo de que cuenta una anécdota que me apasiona: «En Moscú puedes encontrarte con un joven despelucado que sostiene que acaba de inventar la nevera. Y la acaba de inventar, lo que no sabe es que los americanos ya lo han hecho unos años antes». Esto es verdad. Todo ruso tiene un inventor dentro. Y se contagia. Conocí a uno que dice que el cometa que cayó en Tunguska en 1908 no impactó contra la tierra, porque de hecho no hay cráter, y fue destruido justo antes por una nave espacial que nos salvó; dice que sabe dónde están los restos de la nave, de un metal que no existe en la tierra y, joder, estuve a punto de irme con él a una expedición a buscarla.

Luego recuerdo a un editor peterburgués llamado Alexander Prokopóvich, que había creado un programa llamado PC Wrirer 1.0 capaz de escribir novelas combinando palabras y parasitando estilos de escritores basándose en patrones de acción-reacción entre personajes, tanto verbales como de conducta. Cuando lo entrevisté en 2007 acaba de publicar Amor verdadero.wrt, una novela que su programa había creado «en tres días», según me dijo, si bien reconocía que el texto en bruto luego necesitaba un serio pulido.

Y qué me dices de la secta que encontraste que veneraba a Francisco Franco como a un santo.

Pues iba un día en el metro de Moscú y me dieron un folleto que tenía una oración a Franco. Una oración digo, no unas líneas sobre él, no: una oración. «San Francisco Franco reza por nosotros». Se encomendaban a él. Era el año 2001, Putin todavía no había demostrado que iba a devolver la estabilidad a Rusia y su posición en el tablero geopolítico, y estos decían que Rusia necesitaba un caudillo como Franco. Les llamé por teléfono para conocerles. No solo adoraban al Caudillo, también tenían una visión muy romántica de la España del Cid, de Santa Teresa de Jesús. Se reunían, para más inri, en el teatro Mayakovski, el poeta de la Revolución, y ahí recitaban los poemas a Franco y levantaban el brazo.

Yo no entendía cómo podía ser eso. Si Franco detestó siempre a los rusos por su comunismo, si los demonizó. En situaciones como esta pierdes el contacto con la realidad. Había gente que venía desde diferentes regiones de Rusia para adorar a Franco y rezarle. Todos entusiasmados. Entrevisté al jefe de la secta en un despacho que tenía en la calle Arbat. Tenía un cuadro de la efigie de Franco. Pero no los he vuelto a tratar.

Otra entrevista, Lugovoy, el que le echó el polonio a Litvinenko.

Lo que más recuerdo de esa es cuando, en medio de la entrevista, me ofrecieron un té y dije que no [risas]. Sentí de nuevo que pasaba a otra dimensión de la realidad, más literaria. Estar sentado con un señor acusado de haberle echado a otro en un bar de Londres, en una tetera, una cantidad de polonio para matar a cien hombres. Y que dejó además rastros por todas partes, hasta por el campo del Arsenal. Es como entrevistar a Moriarty. Él dice que no fue, pero como exagente del FSB decía que le parecía bien que el traidor muera. Está en el partido de Zhirinovski y supongo que mucha gente le admira porque, se demuestre o no algún día, considera que hizo bien su trabajo.

¿Y Oleg Nechiporenko?

Era muy entrañable, lo cual, aplicado al hombre del KGB que organizó los servicios secretos de Cuba, resulta curioso. Pero habla un español perfecto y tiene aspecto de abuelito entrañable. En las entrevistas no te cuentan nada, saben bien qué decir y qué no. Me quedaré con una frase que me dijo: «El primer espía fue la serpiente del Paraíso». Fue de los últimos que habló con Oswald en México, por cierto, y escribió un libro titulado Tres balas para el presidente que desvincula el magnicidio de los servicios secretos soviéticos. Y lo mejor es que me contó que en el momento más crudo de la guerra fría jugaban al voleibol con los espías americanos en México. Porque se conocían, sabían quiénes eran, y tenían cierta camaradería. Hacían picnics juntos. Incluso lo recordaba con nostalgia.

Krikialov, el cosmonauta que subió al espacio y cuando bajó no había URSS.

Qué personajes. Se podría escribir un cuento de cada uno. Krikialov, que es cosmonauta en activo, le entrevisté un par de veces. Recuerdo que se parecía un poco a Clint Eastwood. No se daba nada de importancia. A mí entrevistar a un cosmonauta me parece increíble, me parecen casi como seres mitológicos, de otra dimensión. Pero a ellos les da igual, te lo cuentan con toda pachorra. Son muy terrenales, nunca mejor dicho. Y sin ningún afán peliculero me contó que fue el último cosmonauta soviético, subió con la bandera roja en el mono, estuvo en la estación Mir durante unos meses, el tiempo suficiente para que cayera la URSS, y cuando bajó ya no existía. Dijo una frase lapidaria sobre su experiencia: «Desde arriba no se ven las fronteras». El terremoto geopolítico que se estaba produciendo, desde arriba no se sentía.

Me ha encantado siempre entrevistar a cosmonautas. Tereshkova, que fue la primera mujer cosmonauta, Leónov, el primero que salió de la cápsula y se dio un paseo espacial. Este me habló del silencio apabullante que sintió. Y lo más gracioso entre comillas es que tuvo un problema con el traje, con una válvula. Se le hinchó el traje y no podía volver a entrar por la escotilla, no cabía. Tuvo un momento de tensión absoluta y no lo dijo. Se calló porque tenía miedo de informar porque consideraba que lo podían liquidar. Lo resolvió él, son muy apañados los rusos hay que decir y con dos trapos te arreglan un motor, y él redujo la presión y pudo volver a entrar. Pero no lo dijo para no ser represaliado. Hizo una gesta histórica, pero vivía en unas condiciones terrenales insufribles. Esa doble cara del comunismo…

Dices que la ciudad de Moscú está dispuesta con la forma del escudo del Real Madrid.

Es una teoría irrefutable. Cuando presenté mi libro A Moscú sin Kalashnikov (Libros del KO) en Barcelona lo conté y cuando lo estaba explicando se levantó un viejecito y dijo «¡Esto son collonats!» y se fue [risas]. También cometí otra imprudencia. Hablando de Gagarin, dije que todos los cosmonautas medían muy poco para entrar en las cápsulas, menos de 1,60, es decir, «más o menos como Messi» y se hizo un silencio sepulcral en la sala que se podía cortar. Esa tontería la había dicho en otros sitios y funcionaba. Me di cuenta de que hay cosas con las que no se puede bromear [risas].

Con el mapa de Moscú tuve una visión nabokoviana, ya sabes que Nabokov estaba muy interesado en el mimetismo con lo de las mariposas. De hecho, cuenta en su autobiografía que unos pensamientos que vio en un jardín de Berlín durante su primer exilio con unas motas negras en los pétalos le parecieron pequeños Hitlers. Pues un día tuve una visión como él. En el pasillo de mi casa de Moscú tengo un mapa de la ciudad, que son tres anillos, tres circunvalaciones; vi el mapa y miré a la vez la bandera del Real Madrid que tengo encima de la cama, yo que soy juez de línea tengo la capacidad de ver varias cosas al mismo tiempo como los camaleones, y tuve una visión brutal. Me di cuenta de que llevaba catorce años viviendo en el escudo del Real Madrid.

El escudo del Madrid son tres circunferencias circunscritas, una circunferencia y las letras eme y ce redondeadas, como Moscú con sus tres anillos. Y no solo eso, el escudo del Madrid está cruzado por una banda azul. Como Moscú, cruzada de este a noroeste a suroeste por el río Moscova. Y las siglas encajan: Moscú, Capital de la Federación. Sentí un escalofrío en cuanto lo pensé. Es que mis dos pasiones están muy claras, son el Real Madrid y Rusia. Y las dos son estéticas.

Yo he estado buscando bares en Kazajistán para ver un Madrid-Getafe y no lo he encontrado… y me ha jodido. Recuerdo que estuve buscando en vano un bar en el Cáucaso para ver el estreno de Robinho. Lo he pasado mal. En el año 2005 iba a los hoteles y decía: «Tengo dos problemas, quiero internet para mandar la crónica y televisión para ver el Real Madrid». Y me decían que a lo mejor lo primero, pero que lo otro… He sufrido mucho. Pero es mi pasión, desde pequeñito lo he sentido, verlos de blanco, ese contraste con el césped… Además, la obsesión por la victoria del Real Madrid también es muy rusa. Hubo un discurso de Putin en las elecciones de 2012, en el estadio Luzhniki, donde acababa de jugar el Real Madrid contra el CSKA, empate a uno, gol de Ronaldo. Y cuando Putin dijo «Llevamos la victoria en nuestros genes», pensé que si se las pones a Florentino funciona. ¡Si es que no la ha dicho ya!

Para terminar, háblame de Puzo.

La vida que llevan los corresponsales es muy solitaria. Y en Moscú, una urbe tan extensa y gélida, aún más. Aunque como periodista conozcas a mucha gente al final estás muy solo. En un momento dado tuve un arrebato. Iba por calle, vi a una abuela que vendía dos gatitos del tamaño de una naranja cada uno. Uno era negro, el otro era blanco y, por supuesto, cogí el blanco. Me lo compré como quien se compra un helado de nata. No lo estaba buscando y de repente me vi con él. El primer día le di leche, era tan pequeño que no podía digerirla por la grasa, y creí que se moría, de repente se caía, no se tenía en pie. Y la única manera de saber si estaba vivo era tenerlo sobre mi pecho y acariciarle para que ronroneara. Pues esa noche no pude dormir y me leí de un tirón Tarás Bulba de Gogol. Afortunadamente, al día siguiente se despertó con fuerzas recuperadas y vivió once años a mi lado. Siempre a mi lado.

El pobrecillo sufrió mucho el desgaste de vivir con un periodista, me ausentaba constantemente. Y Puzo siempre estuvo ahí, como una esfinge muy seria. Era un gato filósofo, le gustaba ver la nieve caer por la ventana. Se me ponía al lado del ordenador, era como un segundo flexo. Murió muy repentinamente y fue muy triste. El gato estaba mal, tenía un problema de riñón. Yo estaba pasando las Navidades en Madrid, me llamó mi novia y me dijo que no había salida, que el veterinario decía que había que sacrificarlo o iba a sufrir. Recuerdo que me metí en un locutorio en Alcorcón y tuve una sensación como la que debió de sentir Koroliov cuando envió al espacio a Laika sabiendo que iba a morir. Dentro de una cabina, hablando con el veterinario, diciéndole que adelante… Hay gente que igual no puede entenderlo, pero lloré. Es que… fíjate… me estoy emocionando ahora.

Daniel Utrilla para Jot Down 8

Fotografía: Begoña Rivas

Alberto Vázquez-Figueroa: «El mundo en el que estamos viviendo se basa en la esclavitud de una manera o de otra»

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Es conocido como prolífico escritor que vende libros como churros y como polémico inventor que se queja de que por culpa de la corrupción de los políticos no se llevan a cabo sus ideas. Pero Alberto Vázquez-Figueroa (Santa Cruz de Tenerife, 1936) también recorrió el mundo en la época del periodismo «romántico» de Televisión Española. Estuvo presente en guerras y desastres naturales y, además, se codeó con el glamour del mundo del cine. Fue testigo privilegiado del siglo XX, una época en la que nuestro mundo, bajo una mirada actual, parece otro planeta.

Su familia quedó destruida por la Guerra Civil.

Sí, nací en octubre del 36. Cuando vine al mundo mi padre ya llevaba tres meses preso en un campo de concentración. Fue de los primeros que cogieron en Tenerife. Luego le deportaron a África. Todas estas crueldades provocaron que mi madre sufriera mucho y falleciera. Después, mi padre enfermó de tuberculosis, estuvo seis años en un sanatorio y se salvó de milagro. Mi hermano se fue a Venezuela y a mí me tuvieron que mandar a vivir con unos tíos al desierto del Sahara.

Cómo fue pasar la adolescencia en el desierto.

Al principio me pareció horrendo, monstruoso, con tanto calor. Y a mis tíos no les había visto nunca antes. Mi madre acababa de morir quince días antes de que yo llegase, mi padre estaba en el sanatorio de tuberculosos, que era en aquella época como la antesala de la muerte, mi situación era verdaderamente espantosa. Pero puedo decir que llegué al desierto llorando y al cabo de los años me fui llorando. Porque luego me iba con mi tío de expedición, con doce o trece años me pasaba todo el día con los tuaregs y los camellos cazando y pescando, ya que estábamos cerca de la costa. Era una vida libre y feliz como no ha tenido ningún niño. Si exceptuamos que era huérfano y que echaba de menos a mis padres y a mi hermano, fue maravillosa.

En el desierto su familia tenía un esclavo.

Teníamos un muchacho alto, grande, enorme, que ayudaba en casa. Se ocupaba también de la granja, donde había avestruces, gacelas, gallinas y conejos. Hacía todo. Hasta jugaba conmigo, con un tren de cuerda que tenía yo. Me acuerdo de que un día le vi llorando, le pregunté por qué y me contestó que estaba llorando de alegría. Mi tío le había adelantado el sueldo de un año para que comprase la libertad de su novia. Él había comprado la suya propia hacía años, pero ahora necesitaba la de la mujer con la que se iba a casar. Todo esto quiere decir que en 1952, en pleno franquismo, había esclavitud.

Y no podían denunciar su situación a las autoridades españolas. Había ley del silencio. Si lo denunciaban, su familia recibía un castigo. Era algo que estaba en la tradición de esos países. Viene de milenios.

Este era de origen senegalés, pero creo que ahora mismo, el 90% de los niños que recogen el cacao en Costa de Marfil, donde se produce el mejor cacao del mundo, son esclavos. Han sido comprados en Mali o en Níger. Tienen ocho o nueve años y tienen que cortar la piña del cacao con unos machetes tales que luego la mayoría de ellos acaban mancos. Esto está ocurriendo ahora mismo. Todos los días. No debe extrañarnos, es propio de África. También pasa en Sudamérica. Contratan a un trabajador y con las cosas que le dan el primer día para vivir y trabajar le cobran tanto que nunca podrá pagar la deuda. No deja de ser lo mismo que nos está ocurriendo a los españoles. El banco nos pone unas condiciones para tener una casa que nunca acabaremos de pagar. Siempre serás un esclavo. El mundo en que estamos viviendo se basa en la esclavitud de una manera o de otra.

¿Cómo fue el regreso del desierto a Tenerife, de la libertad total a un colegio de curas de los de entonces?

Tenía dieciséis años y me pusieron a estudiar con chicos de mi edad. Había cosas que no podía saber. Mi tío tenía una gran biblioteca y yo sabía mucho de historia, de geografía o de literatura, pero no tenía ni idea de latín, matemáticas o química. Concretamente, mi latín era monstruoso, ¿pero sabes una cosa? A los pocos meses yo era el que mejor hacía las traducciones. Tan bien que el cura se ponía detrás de mí para ver cómo copiaba. Le tenía muy mosqueado porque yo no sabía ni declinar. Entonces un día me dijo que si le confesaba mi truco para copiar, me aprobaba lo que quedaba de curso.

Le dije. Mire, lo que hago es que me he dado cuenta de que siempre pone traducciones de la Guerra de las Galias, de Julio César, y en un mes me aprendí el libro en latín y en español. Le reté a que abriera el libro por donde quisiera que se lo traducía de corrido. Me contestó que vale, pero que en el examen de grado llevase cuidado. Ese día el que cuidaba el examen empezó a escribir en la pizarra y antes de que acabara yo ya le había entregado el examen. «¿Qué pasa, te retiras?» —me preguntó—. Y yo: «No, que ya he acabado». En toda mi vida solo he recibido una matrícula de honor, esa.

Pero oye, después de tantos años, creo que tengo mejor capacidad para entender el latín que los que se tuvieron que estudiar las declinaciones una por una. A mí todavía me suena todo lo que me aprendí de memoria, pero ellos que estaban como en La vida de Brian con el romano corrigiendo…

La conclusión es que hay que recurrir a caminos diferentes. Eso es lo que he hecho yo en esta vida. Hace unos años me llamaron para dar una conferencia a catedráticos de ciencias en la universidad, y yo de matemáticas ya te digo que no tengo ni idea, que para multiplicar siete por nueve me lo tengo que pensar y de las raíces cuadradas, ni idea. Pero me querían ahí porque se habían dado cuenta de una cosa. Habían seguido mis inventos y se veían que yo llegaba a mis conclusiones empleando la lógica, que es lo que es la matemática, la lógica por excelencia. Querían que les explicase cómo mezclaba mi imaginación con la lógica. Cómo llegar donde los demás no llegan con ideas que en principio pueden parecer absurdas.

En los cincuenta llegó a Madrid a estudiar Periodismo.

A Madrid llegué con mil pesetas. Me las tuvo que enviar mi hermano desde Caracas. Mi padre quiso que estudiara Arquitectura y le dije que si yo hacía un edificio se caería y morirían todos dentro. Como en el desierto había leído mucho, lo que quería era ser escritor. Soñaba con escribir. La opción que tenía era estudiar Periodismo. Entré en la escuela de Zurbano, en el curso del 59, fuimos los últimos antes de que pasara a la universidad. No veas qué hambre pasé en Madrid.

La ciudad era hambre y frío. Vivíamos en una pensión que era un sótano, en Modesto Lafuente, 12. Teníamos derecho a una ducha de agua caliente una vez a la semana. Cuando vieron que yo me duchaba todos los días me dijeron que si estaba enfermo me tenía que ir a mi casa. Le tuve que explicar a la señora que yo me duchaba todos los días. También teníamos derecho a un huevo frito a la semana, el resto eran garbanzos y lentejas. Los días que no teníamos clase nos quedábamos en la cama para no gastar calorías. Tuve suerte, que logré meterme en lo del buceo.

2

Con Jacques Cousteau.

Un día me encontré con que pedían buenos nadadores en una prueba para estudiar con Cousteau. La pasé porque yo nadaba bien y fuimos a una escuela de buceo en Valencia. En el barco comía excelentemente y vivía bien. Ser buceador entonces estaba genial, era como decir que eras astronauta. Y empezaban a llegar las primeras extranjeras a la Cosa Brava…

Cousteau era un hombre extraordinario, pero con muy mal carácter como militar. Era brillante y duro. Pero tenía razón, decía que los que aprobaran con él y dieran clase de buceo a otros debían ser absolutamente profesionales porque si no mucha gente iba a morir. De hecho, mucha gente ha muerto por hacer mal uso de sus escafandras. Cousteau nos tenía firmes.

En su escuela la última prueba que nos hacían era cortarnos el aire a cincuenta metros. El susto que te llevabas era de muerte. Lo que querías era salir a toda velocidad y ahí te suspendían, porque tenías que subir lentamente, a esa profundidad la presión en el interior de tu cuerpo sigue siendo grande y si subes rápidamente revientas. Era el último examen.

El buceo era realmente peligroso. En el primer congreso mundial de actividades subacuáticas todos buceamos en una cueva, se nos fue la luz y pasamos mucho miedo. Juramos todos no volver a meternos jamás en una cueva. Y el catedrático de Oceanografía de la Universidad de San Diego volvió a meterse, en Las Calanques de Cassis, en Marsella, y desapareció. No lo encontramos hasta un año después.

Lo bueno es que me libré del servicio militar con esto del buceo. Un día lo hice, juré bandera y me dieron la paga de golpe, fue como si me tocara la lotería. La gente pasándolas putas en el ejército un año y pico y yo haciendo lo que me gustaba en el barco.

Pero le tocó rescatar los cadáveres de la catástrofe de Ribadelago, en Zamora.

Un día estaba en la Escuela de Periodismo y me vino un profesor preguntándome qué había hecho, que me estaban esperando dos policías. En el año 59 dos policías secretos preguntando por ti era muy grave. Era para ponerse nervioso, digamos. Pero me dijeron que no me preocupara, que había habido una inundación que había arrasado un pueblo. Que sabían que yo era de los pocos profesores de buceo que había en España y me necesitaban para organizar un equipo de rescate de los cadáveres.

Reuní a quince de la escuela de Valencia y salimos al día siguiente en coches escoltados por la policía con sus motos. Imagínate lo que era una carretera a Zamora por aquel entonces. Fue una noche infernal. Llegamos al amanecer y el pueblo estaba completamente destruido. La primera imagen que vi nada más llegar fue una señora gritando desesperada: «¡Aquí vivían mis hijos y mis nietos y no queda nada!».

No se veía nada debajo del agua, era todo barro. Y estaba casi a cero grados. En aquel tiempo no había trajes de inmersión y lo pasé muy mal, la verdad. Al salir del agua tenía que meter las manos en un cubo de agua caliente porque no podía tocar nada del dolor. Sacábamos solo pedazos de cadáveres, nunca los cuerpos enteros porque estaban mezclados con otras cosas. El ejército protegía para que la gente y los curiosos no vieran lo que sacábamos. Salíamos, echábamos trozos de personas en un saco y volvíamos. Diez días. Hasta que decidí que íbamos a morir si seguíamos buscando a los que quedaban, que ya iban a estar en avanzado estado de descomposición. Se prohibió pescar en el río durante dos años, que había unas truchas tremendas, y nos fuimos.

Fue una experiencia horrible. Ibas a tientas, a los cinco minutos ya estabas tiritando, tocabas un cadáver, se revolvía una trucha y te dabas un susto de muerte. Muy desagradable. Estuve varios días sin dormir, pero decidí que no iba a volver a pensar más en eso. Y no lo hice. Solo cuando volví al lago cincuenta años después, porque me llamaron. Pero en esta vida, haciendo estas cosas, o ser corresponsal de guerra, tienes que distanciarte totalmente de lo que haces. En la guerra, veas lo que veas, al día siguiente tienes que olvidarte.

Si como corresponsal de guerra terminas alcohólico o drogadicto para olvidar las barbaridades que has visto, si para resistir la profesión tienes que refugiarte en eso, mejor dedícate a otra cosa. Es como si a un médico porque se le ha muerto un enfermo en el quirófano esa noche se tiene que emborrachar. Al día siguiente se le mueren todos.

Sus primeras entrevistas fueron personajes como Pío Baroja, Hemingway…

Sí, pero no te creas que Baroja me pareció especialmente interesante. Me gustó mucho más Wenceslao Fernández Flórez, que era muy inteligente, brillante. Vivía en una casa de esas antiguas, viejísimas, todo estaba oscuro, y ahí estaba él en un sillón, con una chispa y una gracia… Y a Hemingway lo entrevisté en un hotel que hay en El Escorial. No me gustó. Salí mosqueado con él. No me gustó personalmente. Además, fui un apasionado de su literatura hasta que leí que mató a un búfalo y se regodeó disparándole en los pulmones para que tardase en morir y poder describir su agonía. Si tienes que cazar, y yo he cazado mucho, ya sea por necesidad, porque hay que controlar una plaga, siempre hay que ser lo más rápido posible. Lo que no puede ser es que para describir una agonía, para que te lean, mates. Ya sea un búfalo, una persona o lo que sea. Ahí me acabó de decepcionar del todo y eso que era uno de mis héroes.

3

Usted cazaba elefantes.

Yo era regulador. En África hay épocas en las que hay demasiados elefantes, se vuelven viejos, pierden dos juegos de muelas y atacan los poblados y se comen el maíz y la yuca. En una noche, te arrasan un poblado. Y se vuelven, como todos los viejos, de mal genio y matan. En los poblados les atacan con armas de bajo calibre, pero yo he visto elefantes matar a personas. A uno de mi compañeros. En estas circunstancias hay que perseguirlos y matarlos. A veces hay que elegir entre un elefante y cincuenta animales distintos, jirafas, leones… porque un elefante bebe y come por veinte animales diferentes y arrasa. Los elefantes pueden ser encantadores, pero también pueden abusar y los demás animales no tienen la culpa. Eso de que el rey de la selva es el león, ¡por aquí!

Una vez cazando nos salió un gorila en el Monte Chocolate, en Camerún. Y Mario, mi compañero, que era un gran cazador, se quedó quieto. Con un gorila delante que había salido de la nada. Yo: ¡tírale, tírale! El gorila gritando. Me cagaba por la pata abajo, pero al rato se dio media vuelta y se marchó. Me dijo Mario: «Llevo el arma cargada con balas de elefante, al que tienes que tirar con balas de acero con punta afilada y darle en la sien o en la frente, porque si no es como si le dieras una patada en el culo, viene y acaba contigo en el acto. Sin embargo, si le tiras a un gorila con bala de acero de estas, lo atraviesas, ni lo nota, y viene y te aplasta la cabeza de un manotazo. Al gorila le tienes que tirar con bala de plomo y abierta». El tío sabía dónde iba.

Es como la guerra. Si vas a una a campo abierto, coge un jeep con el depósito bien cargado de gasolina por si tienes que salir de najas, que no sabes dónde podrás parar. Pero si estás en una batalla en la ciudad, coge un coche pequeño, mejor si tiene el motor atrás, y que vaya siempre con la gasolina justa para ir y volver, porque es muy posible que una bala le dé al depósito. Y si te matan, mejor que te disparen, que no te enteras, que quemarse vivo, ¿no? Son cosas que uno tiene que aprender.

A mí en la batalla del Puente Duarte en la República Dominicana me pegaron un tiro y no me enteré hasta que llegué al hotel. Me dijeron nada más verme: «Oiga, está sangrando mucho». La bala me había atravesado la pierna. Pero en el momento ni te das cuenta. La adrenalina es muy alta… Pero yo estaba deseando que hubiese guerras para ir.

¿Cómo?

Sí, por la experiencia que adquiría para poder escribir. Hombre, si me hubiera quedado en Madrid habría escrito dos libros, tres, pero llega un momento en el que se te acaba la experiencia. Y también que ganaba mucho dinero. Tenía un coche deportivo blanco, descapotable, el único que había en Madrid. Aparcaba donde me daba la gana. En mitad de la Gran Vía…

En República Dominicana dio una exclusiva mundial para La Vanguardia.

Allí conocí al político más decente que he visto en toda mi vida, Héctor García Godoy, que por supuesto fue envenenado. La primicia mundial fue una entrevista con Juan Bosch, presidente depuesto por un golpe de Estado a los seis meses de ser elegido. Con esa exclusiva, precisamente, conseguí comprarme el deportivo. Durante la revolución contra los militares golpistas, recuerdo que la ciudad estaba dividida. A un lado los de izquierda y del otro los militares. Había un guerrillero, «Comehombres», cuya familia se había quedado del lado controlado por los militares. Este había matado a no sé cuánta gente, era muy valiente. Pero también muy simpático. Una vez [risas] un tío haciéndose el valiente se puso enfrente de él, como haciéndose el pistolero del Oeste, se apoyó en el revólver y se disparó en el pie sin querer. Mira… qué risa. Bueno, pues una noche Comehombres fue a visitar a su familia. Cruzó la línea que dividía la ciudad, entró en su casa y le estaban esperando. Se armó un tiroteo enorme. Los periodistas fuimos con monseñor de Agostini, el nuncio de su santidad. Había un tiroteo del diablo y nosotros nos metimos corriendo debajo de los coches. Pero el nuncio no, se puso en medio de ellos gritando: «¡Hijos míos, hijos míos, no os matéis!». Y se oyó una voz que decía: «¡Coño! ¡Un cura! ¡mátalo, mátalo!».

En la África que conoció usted todavía había leprosos… caníbales.

Los leprosos estaban por todos los lados. En la calle, pidiendo limosna, en cualquier poblado. Pero si te preocupabas de eso no podías ir a África. Allí hace calor, hay serpientes, mosquitos y… leprosos. Si te estás preocupando por todas estas cosas no vas. He visto leprosos sin manos, sin ojos, pero estás allí, ¿qué vas a hacer?, ¿levantarte la falda y salir gritando? Lo de los caníbales fue distinto. Se comieron a un amigo mío. Pero fue una cuestión ritual. Él era un gran cazador, muy valiente, también era muy apuesto, tenía mucho éxito con las mujeres, y en su pueblo le mataron para comerle el corazón. Fue más un rito, no fue por hambre. No conozco en África casos de uno que se coma a otro por el placer de comérselo, era más ritual religioso.

Estuvo en varios terremotos.

El terremoto de Perú, por ejemplo, fue más duro que una guerra. Fuimos a un pueblo que se supone que estaba en lo alto de una montaña y cuando llegamos arriba no había nada. Había fango y alguna roca. Aparecieron unos indios, les preguntamos por el pueblo y dijeron que estaba ahí. Completamente sepultado. Como el lago de Sanabria, pero a lo bestia. Acabó con veinte mil muertos. Fue duro. Luego viví otro en Chile y otro en Guatemala. En el de Guatemala me desperté de repente y me di cuenta de que la cama estaba donde la puerta y no podía salir de la habitación. Logré bajar a preguntar qué pasaba y me dijeron: «Ha habido un terremoto del diablo, todo el mundo ha salido a la calle, ¿no se ha enterado? Pues bendito sueño tiene». Estaba dormido como un ceporro. Y en Chile, iba conduciendo y de repente vi cómo la carretera se ondulaba como una ola, la pasé y seguí. Los terremotos dan una impotencia…

Le gusta ir a Las Vegas a jugar.

He ido alguna vez, ya menos. Solía ir a Las Vegas y también a Polinesia, a Bora Bora. Las Vegas me gusta mucho, me divierte. Es un lugar curioso, hay mucha gente rara. Me encanta su historia. Pero tampoco es algo que me vuelva loco. Al tercer día estoy deseando irme. Solo una vez me fui ganando dinero. Un día me volvía ya a España y en el aeropuerto me di cuenta de que me quedaban todavía dos horas. Cogí un taxi, que conducía un mexicano, y le dije: «Llévame a Caesar´s y ven a buscarme a tal hora sin falta». Comí, me puse en la ruleta y empecé a ganar y ganar y ganar. De pronto, apareció el taxista y me dijo que me tenía que ir, que tenía el equipaje en el avión. Me tuvo que arrancar de la ruleta y así me fui ganando mucho dinero de un casino por primera vez en mi vida. Si hubiera seguido, me lo habría gastado. Le di cien dólares de propina al taxista y me dijo rápidamente: «¿A qué número estaba jugando?».

4

También se dejaba usted ver mucho por el Festival de Cannes.

En el mundo del cine, el productor Giovanni Bertolucci era como mi hermano. Con él hice Tuareg y Océano. Y Bernardo era muy amigo mío también. Siempre estaban juntos, venían a pasar las Navidades a Lanzarote. Cuando murió Giovanni, para mí fue como perder a un hermano. Creo que fue mi mejor amigo. Lo sabía todo sobre el cine, era una enciclopedia. Había producido a Visconti y no veas qué historias te contaba. Esa época de los grandes productores se acabó. Ahora son todos ejecutivos. Antes un productor creía en las películas, se involucraba en ellas.

También yo era amigo de Berta, la mujer de Ilya Salkind, uno de los mayores productores independientes del mundo. Un día en Cannes me invitaron a comer en la playa y me dicen: mira arriba. Empezaron a aparecer aviones. El primero llevaba un cartel detrás que ponía: «Ilya Salkind presenta». Y el de detrás: «Superman». Y otro avión más: «Superman». Y otro y otro. Luego en la cena le dijo a todo el mundo: «Señores, con ustedes, Superman». Corrió una cortina y apareció Christopher Reeve vestido de Superman. Solo con esa presentación y con que Marlon Brando hacía el papel del padre, ya vendió la película. Ganó una fortuna en un día.

Allí se hacían las cosas así. A mí una noche en el casino me llegó Georges-Alain Vuille y me dijo: «Me he leído su novela, quiero hacer una película grande, muy importante. ¿Me vende los derechos? ¿Le parece bien cien mil dólares?». Le dije que sí, fuimos por la noche al hotel y firmé. Después, a las cuatro de la mañana me encontré al productor español Emiliano Piedra, que había venido conmigo. Le dije: «Emiliano, Emiliano, oye, que he vendido los derechos de Ébano por cien mil dólares». Y me contestó: «Joder, y luego me dicen a mí que soy un borracho» [risas].

Esta película la quería hacer Franco Cristaldi, el productor de Fellini, pensando en que la protagonizara su mujer de entonces, una etíope bellísima. Pero en cuanto me ofrecieron tanto dinero acepté en el acto. Negociando con Cristaldi, recuerdo que íbamos en el coche por Roma y señalándome una esquina me contó: «Ahí empezó mi suerte. Yo era jefe de producción y cruzando la calle me atropelló un coche. Lo conducía un chófer con un hombre muy rico detrás. Desde el principio, se dieron cuenta de que era culpa de ellos. Estuve ingresado un año, me rompieron todos los huesos, y este hombre vino a verme constantemente. En el hospital, me dijo: “Has perdido un año de trabajo. ¿Qué quieres que haga por ti, cómo puedo compensarte?”. Y contesté: “Tengo un guion que me gusta mucho y hay una actriz que lo puede hacer, quiero que me deje el dinero para producir la película”». Y esa película era La chica con la maleta, con Claudia Cardinale, que encima Franco terminó casándose con ella. Así llegó a ser el productor que más Óscar y premios en Cannes ha conseguido en todo el mundo. Entre otras cosas, porque hizo las de Fellini.

El mundo del cine era muy divertido. El de los editores de libros es mucho más aburrido, son gente demasiado intelectual. Aunque ahora la gente del cine se ha convertido en tíos que llegan y suman, dicen dos más dos son cuatro. Es decir, una película con fulano, fulano y fulano, suman, y restan, coches que vamos a romper, explosiones, balas… ¿argumento? Me da igual. Echan la cuenta y dicen: Vamos a ganar un 6%. Pues vale. La hacemos. No tiene nada que ver con antes, con esos productores con una visión romántica del cine, que o se hacían millonarios o se arruinaban con una película. Siempre digo que un amigo mío se hizo millonario jugando al parchís. Sí, tenía veinte millones de pesetas e hizo la película del grupo Parchís. Ganó mil millones. Mil millones, la vendió por todo el mundo. Otros amigos míos han invertido mil millones y se han arruinado.

Ébano tuvo un cartel de lujo: Michael Caine, Peter Ustinov, Omar Sharif.

Con Michael Caine no tuve mucha relación. Peter Ustinov, sí, era un tío muy inteligente. Y Omar era excepcional. Uno de los hombres más inteligentes que he conocido en toda mi vida. Le podías dar un libro en cualquier idioma, se lo leía en una noche y al día siguiente lo sabía todo sobre la historia. A las mujeres cuando le veían se les caían las bragas.

Polanski también fue amigo suyo.

Era mi vecino y solía hablar con él. Tenía su casa al lado de mi chalé en Gstaad, en Suiza. Una vez me invitó a una fiesta que organizó. Nada más entrar, a mi mujer, que estaba embarazada, le dijo: «No puedes comer de esto, ni de esto, ni de esto». Resulta que toda la cena, los pasteles, las ensaladas, todo, estaban cocinados con cocaína y hachís. Al terminar de cenar, todo el mundo estaba bailando. Helmut Berger me quería sacar a bailar a mí. Me dijo: «¡Soy la mujer de Visconti!». Lo que sí era fue un absoluto indeseable, un chapero de lujo. Mi amigo Giovanni lo odiaba, había trabajado con él y decía que era una niña caprichosa. Nos fuimos de la fiesta. Porque una cosa es ser un mujeriego y otra ser un crápula. Yo jamás he probado el mundo de la droga ni me gusta el alcohol. Por eso dentro de ese mundo, tanto los drogadictos como los alcohólicos se me vuelven muy pesados. Son aborrecibles, incluso amigos muy valiosos que tengo, se beben dos copas y cambian completamente. Por eso yo no me he metido ni un pito de marihuana. Todo lo que me pueda cambiar no me gusta, porque no eres libre de ser tú mismo. Con las mujeres también te vuelves loco, pero de otra manera mucho más divertida.

Pérez Reverte es fan suyo.

En una cena me dijo que leía mis libros y que con quince años quería ser como yo, corresponsal de guerra y escribir. Le dije que si eso era lo que quería lo estaba haciendo muy bien. Y, de hecho, lo está haciendo muy bien. No es como otros escritores que van de escritores y son unos cuentistas. Porque en este mundo de los escritores los hay que viven de la novela pero son más los que viven del cuento.

En una entrevista reciente en El País titulaban que usted había dicho: «He escrito mucha mierda en mi vida».

El País para esa entrevista envió a una periodista de cotilleo. No me di cuenta y nadie en el periódico me lo advirtió. Y me pareció muy mal que cuando sale una novela mía, me envíen a una periodista de cotilleo. Poner eso como titular ya te indica que su capacidad como periodista es muy mala, que lo que quiere es llamar la atención. ¿Y lo que dijo de que tenía en mi estantería un homenaje a mí mismo porque estaban todos mis libros? ¿Pues qué voy a tener? ¿Cómo no voy a tener todos mis libros? Es mi vida. Ni siquiera he leído la entrevista que ha publicado. Todo esto me lo han dicho. Las críticas tampoco las leo nunca. Si quieres llegar a algo en este mundo, tienes que librarte de lo que piensen los demás. Yo escribo y si gusta, gusta, y si no, pues nada. ¿Qué voy a hacer, lo que dicen los críticos que hay que hacer? Pues mejor que escriban ellos las novelas, ya que saben tanto. Claro, que luego te encuentras con casos como la novela que escribió un crítico que dio el paso e iba sobre una esclava. Ponía «En el silencio del poblado del desierto, tan solo se escuchaba el resonar de los cascos del camello contra el empedrado». Madre de dios. Ni los camellos tienen cascos, ni los poblados del desierto empedrado. Qué tipo, ni siquiera se había molestado en ir al zoo a ver cómo es un camello.

Conoció a los grandes políticos de los ochenta, a González, a Suárez.

A Suárez más que a Felipe. A González lo conocí en una cena y la recuerdo porque me dijo que todo el mundo pensaba que los socialistas tenían grandes planes, que estaban haciendo una gran política y me confesó que no. «Yo lo único que hago es tapar agujeros», dijo. «El día a día, que surgen muchos problemas. Lo único que hago, siguió, es que para cada asunto procuro poner a la gente que más sabe de cada cosa». Y esto, hay que reconocérselo, lo hacía a diferencia de otros políticos que he conocido después que creen que se las saben todas. Pero yo no le tenía especial simpatía a Felipe. A Suárez sí. Porque fue mi jefe en Televisión Española, salíamos mucho con él a comer y a cenar, a tomar copas. Hace unos años me encontré en una cena a su hijo y me comentó que le había dicho a su padre «Papá, eres el mejor», y le había contestado «No soy el mejor, soy el presidente». Pero que ya no se acordaba. Qué enfermedad más terrible. Muchos amigos míos la sufren. Ahora dicen que Jack Nicholson, con quien por cierto también estuve cenando en Cannes.

5

Ha defendido en varias ocasiones la pena de muerte para los políticos corruptos.

Sí. Pero creo que mejor deberían condenarles a trabajos forzados. No puede ser que señores que han hecho las barbaridades que han hecho en España terminen en una cárcel con su televisión. No, cuando te han pillado, coges y te vas a destruir la mierda de aeropuerto que has hecho, a dejar todo esto como estaba. Porque ya no es lo que roban, sino lo que destruyen para robar. Son aluniceros, que se llevan cuarto bolsos que no valen gran cosa pero te destrozan la tienda.

Cada vez que usted saca un libro aparece también con una gran idea, que si había descubierto una forma de atentar fácilmente en cualquier ciudad de España, que si un invento para convertir el agua del mar en agua potable gratis, otro para apagar los incendios forestales en al acto, ahora la solución al hambre en el mundo… esto lo que parece es una forma de promoción…

No. Dije que se podía desalinizar el agua y, de hecho, se puede. El Gobierno español demostró que era posible. Y en mi novela Delfín hablaba de submarinos para llevar la droga a Estados Unidos y a los tres años lo estaban haciendo los colombianos, ¿por qué? Porque era lógico. Y lo del atentado qué era, pues que entonces se podría prender fuego a todo Madrid por muy pocas pesetas. Le escribí una carta a Ruiz Gallardón, creo que era. Antes, en España había muchas gasolineras donde podías sacar la gasolina sin ningún tipo de control, solo metiendo las monedas. Había una al lado del palacio de la Ópera. Yo escribí mi novela y me pregunté por qué coño los etarras se arriesgaban robando la dinamita en Francia, jugándose la vida, cruzando la frontera, para llegar a Madrid camuflados escondiendo no sé cuántas mil cosas para hacer un atentado. Si lo único que había que hacer era ir una noche a las dos de la mañana a una de estas gasolineras, coger una cerilla y a tomar por culo. Les dije que cerrasen ese tipo de gasolineras que yo iba a escribir mi novela y lo cambiaron al día siguiente de enviar yo la carta. Me contestaron que no se habían dado cuenta. ¿A quién se le ocurre que tú puedas echar gasolina con una manguera? ¿Cómo no lo veían? ¿Eran imbéciles? Y los propios etarras eran los más imbéciles del mundo. ¿Qué pasa, que soy el único que piensa en este país?

¿Es cierto que Esperanza Aguirre le prometió poner en marcha su invento de las desaladoras?

Me llamó el que ahora es presidente, Ignacio González, para decirme que Esperanza quería hablar conmigo. Quedamos y me anunció que iba a ser ministra de Medio Ambiente, acababa de ganar las elecciones Aznar. «Lo primero que voy a hacer como ministra es su desaladora», me dijo Esperanza Aguirre. Pensé que era una señora muy lista, pero al final la que salió fue Isabel Tocino. Aguirre se fue a Cultura. Luego la volví a ver y me dijo que lo sentía, que me había hecho un flaco favor, que le había comentado a Tocino que si quería resolver el problema del agua en España empleara mi desaladora y le había respondido con malos modos que se metiera en sus asuntos. Ya vimos entonces que las desaladoras no se iban a utilizar aunque vieran que era la solución.

Esas desaladoras tenían una caída de seiscientos metros, una obra muy costosa como para que saliera agua «gratis».

Los que dicen eso no saben de la misa la mitad. Luego se evolucionó el modelo. Se llevaba el agua a la montaña. Mira [abre un armario y saca varios informes]. Todos estos estudios son de Tragsa, que es el Estado español. Con esto el agua salía gratis, pero entre dos o tres políticos se llevaron una comisión de un proyecto de tres mil millones que nunca se terminó. Empezaron cincuenta y tantas desaladoras y creo que solo han terminado tres y que no funcionan del todo. Y se le deben mil millones a la Unión Europea. Contra los políticos no se puede luchar.

En otro de sus proyectos posteriores, Babilonia 2000, la ciudad sostenible, una pirámide para cincuenta mil habitantes que funciona con energía solar y eólica. Solo un detalle, dice usted en el gráfico que el aire para la energía eólica entra por unos tubos que, estrechándose, hacen que el aire salga con más presión. ¿Presión? ¿No será con más velocidad? Porque esto es como decir que si yo saco un embudo a la ventana por el pitorro me va a salir aire comprimido…

Claro que sale con más presión. Con más presión y más velocidad, sí, pero sobre todo más presión. Tú metes agua en una tubería ancha y si la vas estrechando la presión va aumentando. Es una ley hidráulica que se aplica a todos los fluidos.

Dejémoslo ahí. Contemplando su estantería con todos sus libros, ha escrito ochenta y tantos, veo que usted, como escritor, crisis de creatividad, pocas.

Me dicen eso de que los escritores tienen miedo al papel en blanco. Mira, el papel no hace nada. A mí nunca me ha mordido un papel en blanco. Igual una heridita en el dedo, pero ahora ni siquiera eso, que ya no es papel, es ordenador. Hay argumentos por todas partes, los ves en los medios constantemente y lo que hay que hacer es cogerlos y darles una vuelta. Unas veces te sale bien y otras, no una mierda como tituló la otra, pero sí una basura o menos bien. No hay que preocuparse por ello. No puedes jugar a la lotería y que te toque siempre.

6

Fotografías: Guadalupe de la Vallina.


«Me llamo Dieter Stepner, pero nací y crecí en Siberia, en la antigua URSS»

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Aquí salgo vestido con ropa de invierno. Un punto a tener en cuenta es el calzado. Es ya un icono ruso las conocidas como walenki. Estas botas de fieltro sin forma alguna eran el calzado de invierno. Eran iguales tanto para niños como para adultos. No tienen un solo detalle. Las suelas son redondeadas. Cuando la nieve empezaba a derretirse, se les ponía un suplemento de goma.

En el libro sobre la URSS de finales de los setenta y principios de los ochenta de Felix Bayón que comentamos hace un par de años todo era decadencia y, en general, el paisaje de un sistema que se caía a pedazos víctima del estancamiento económico y la corrupción. Y eso que solo les faltaba sumirse en el caos y después en un shock. Pero en el libro había unas páginas emocionantes, eran las dedicadas a Siberia. Pese a las dificultades y a la obsolescencia tecnológica, hablaba de trabajadores voluntarios, comunistas convencidos, a menos cuarenta grados. Era muy romántico desde una perspectiva esté donde esté cada uno ideológicamente.

Pues se da la casualidad de que gracias a la corresponsalía alemana de este blog he encontrado un natural de Siberia que, precisamente, estuvo allí esos años. Para ilustrarnos, derribar prejuicios, confirmar hechos o circunstancias aprendidas del negro sobre blanco, o para disfrutar con su peripecia vital, le hicimos unas preguntas.

Dieter…

Antes de empezar quisiera dejar claro que lo que cuento aquí es mi perspectiva como niño. Tenía doce años cuando en 1993 nos marchamos de Rusia. Después visité Omsk, mi ciudad natal, en 1995 y en 2006. También estuve en el 2004 de excursión en San Petersburgo. Para responder a algunas preguntas tengo que referirme a lo que me contaron mis padres y abuelos. También a mi memoria, siempre nostálgica: tuve una infancia muy feliz.

¿Por qué naciste en Siberia?

Las familias de mis padres son ambas de origen alemán. Sus antepasados fueron invitados por Catalina la Grande a establecerse con granjas en Rusia. La familia de mi madre colonizó el Volga y la de mi padre, el Cáucaso. Pero después del inicio de la II Guerra Mundial, que en 1941 llegó a la URSS, todos mis abuelos y bisabuelos fueron deportados. La familia materna terminó en el oeste de Siberia y la paterna en Kazajstán. La mayor odisea la vivió probablemente mi abuela paterna. No conozco todos los detalles pero al ser la mayor de los hermanos, tuvo que hacerse cargo de ellos cuando atravesaron miles de kilómetros a pie hasta llegar a su destino.

Mi madre nació en Tara, una pequeña ciudad del oeste de Siberia. Mi padre, en un pueblo de población mayoritariamente alemana llamado Koschetau. Ambos estudiaron en Omsk, donde se conocerían. Allí se casaron y, llegado el momento, nos tendrían a mí y, unos años después, a mi hermano. Cuando tenía cuatro años nos mudamos de Omsk a un barrio de las afueras porque allí nos concedieron un piso que tuvimos que compartir con mi bisabuela y una tía.

Aquí estoy con los compañeros de la guardería en una de las muchas excursiones obligatorias al Parque de la Victoria de Omsk, en honor a los veteranos de guerra. Más tarde, ya en el colegio, seguiríamos teniendo este tipo de excursiones.

Aquí estoy con los compañeros de la guardería en una de las muchas excursiones obligatorias al Parque de la Victoria de Omsk, en honor a los veteranos de guerra. Más tarde, ya en el colegio, seguiríamos teniendo este tipo de excursiones.

¿Cómo era la vida en Siberia?

A la gente le gusta dramatizar. El que prestara atención en el colegio sabrá que el clima continental no solo significa -30ºC en invierno, también son +30ºC en verano. Y el frío por sí mismo no es tan desagradable como uno se pueda imaginar, siempre y cuando tenga la opción de escabullirse a un lugar con calefacción, naturalmente. Pero incluso haciendo frío se podía hacer vida en la calle si uno iba correctamente abrigado: el gorro, la bufanda y los guantes eran nuestro uniforme. Sin embargo era un frío seco, que permitía aguantar mejor los -30º C allí que 0º C en un clima húmedo, como es el caso de Centroeuropa.

El problema era que en invierno teníamos que fabricarnos nuestros propios aislantes para casa porque las ventanas no eran estancas. Hacia octubre-noviembre había que rellenar las rendijas con algodón húmedo para que se helara y no se colara el frío. Y como no se podía ventilar el interior de la viviendas correctamente, a veces acababa oliendo fatal. Pero era una alegría cuando llegaba el buen tiempo, se quitaban estos artilugios y se podía volver a abrir las ventanas.

Otro problema aún mayor era la calefacción central, que funcionaba con sus propios horarios, eso cuando funcionaba, independientemente de la temperatura exterior. Me acuerdo perfectamente de que en el invierno de 1990 se estropeó la calefacción y tuvimos que estar dos semanas con abrigos de piel en casa incluso para dormir.

¿Cómo era la vida de los niños?

En invierno los juegos con nieve y hielo eran predominantes. Desde hacer inofensivos muñecos, tirarse bolazos, construir cavernas en la nieve hasta el que más nos gustaba: el rey de la montaña. Cada año los mayores de las viviendas vecinas construían en el patio un tobogán de nieve de dos o tres metros de altura. La superficie del tobogán se regaba con agua para que se congelara. El juego consistía en empujar a los otros niños de la cima de la «montaña» permaneciendo así como el «rey» en la cima. Todo esto era una pelea caótica. Puesto que en invierno iba un tan empaquetado, no importaba si caías cabeza abajo desde dos o tres metros de altura. Era un juego en el que nadie partía con ventaja porque la superficie era muy resbaladiza y los niños pequeños podían ganar a los grandes. También estaban los deportes clásicos de invierno, como el hockey sobre hielo en la calle. No había casi coches y las calles estaban lisas para jugar. En el barrio además teníamos una zona vallada que en invierno se usaba para patinar.

En mi ciudad había un «pueblo de hielo». Era esculturas enormes de hielo por las que podía uno escalar y deslizarse. Algunas estaban iluminadas por dentro. Era algo que me encantaba de pequeño y, por lo que sé, siguen existiendo.

En primavera cuando se derretía la nieve, surgían nuevas diversiones. Se formaban unos charcos de tal extensión y profundidad que eran realmente estanques. Detrás de nuestra casa había una hondonada donde se acumulaba el agua. Algunos niños jugaban con balsas que ellos mismos se construían. Todavía me acuerdo de cómo casi se ahoga mi hermano al caer en una de esas charcas.

En verano los juegos apenas se diferenciaban a los de Occidente. Se jugaba al escondite, a la guerra, al fútbol (en la misma calle donde en invierno se jugaba al hockey sobre hielo). El matiz estaba en que teníamos más opciones para no estar bajo vigilancia y, por lo tanto, hacer más tonterías. Íbamos por ejemplo al patio del colegio porque había aparatos para escalar, esquinas para esconderse y fumar. Además se podía hacer fuego con neumáticos viejos que guardábamos. De vez en cuando entraba algún adulto a comprobar de dónde salía tanto humo, pero para entonces ya estábamos todos escondidos. Prendíamos el fuego en un lugares estratégicos.

Los sótanos de los edificios eran uno de nuestros lugares preferidos. Siempre oscuros, estrechos y sucios, eran perfectos para los chicos. Una vez nos encontramos que una perra callejera (perros callejeros había a montones) había tenido una camada y quisimos cuidar a los cachorros. Cada amigo se llevó uno a casa para ver si nos dejaban nuestros padres quedárnoslos. Mi perro nada más llegar se hizo pis sobre la alfombra y eso ya fue motivo suficiente para los míos. El resto de mis amigos tuvieron la misma suerte que yo, por lo tanto decidimos construir una caseta en el sótano para alimentarlos allí. Estuvieron dos o tres días, hasta que un vecino oyó los ruidos, metió a los cachorros en un saco y los echó al río. Al vecino le odiamos una buena temporada pero pensó de una manera pragmática: los cachorros no hubiesen logrado sobrevivir.

Mi hermano con unos amigos. De fondo una de las obras eternas del barrio hecha con paneles prefabricados, de esas que tardaban cinco años en terminarse. Las obras eran lugares que nos atraían mucho para jugar, aunque estaba prohibido entrar en ellas.

Mi hermano con unos amigos. De fondo una de las obras eternas del barrio hecha con paneles prefabricados, de esas que tardaban cinco años en terminarse. Las obras eran lugares que nos atraían mucho para jugar, aunque estaba prohibido entrar en ellas.

¿Es cierto eso de que en invierno solo hay hielo y en verano solo hay barro?

No es siempre así. Hay ciertas zonas del este de Siberia que sí, algunas solo son accesibles en coche cuando se hielan los ríos. En nuestro barrio las calles estaban siempre embarradas. Era normal el que los vecinos accedieran a sus casas por caminitos porque durante décadas no hubo calles urbanizadas dignas de tal nombre. Muchos pueblos solo tenían asfaltada la calle principal.

¿Cómo recuerdas los años del comunismo en los que creciste?

El comunismo ya estaba herido de muerte cuando empecé a ir al colegio. Creo que fuimos la última promoción que fue formada como «pioneros». Por eso me acuerdo de la decadencia. Todos los veranos teníamos que leernos un libro durante las vacaciones y al comienzo del curso hacer un resumen de él delante de toda la clase. Casi siempre eran libros sobre héroes de guerra rusos, de la guerra civil rusa (1920) o de la II Guerra Mundial.

Yo era, sin ser presuntuoso, un estudiante ejemplar, pero estos libros me parecían soporíferos. Una vez no fui capaz de leérmelo en los tres meses que duraban las vacaciones y en su lugar me leí La banda de Tarzán. Después del verano hice el resumen delante de la clase y la maestra se encogió de hombros sin decir nada. De haber pasado esto unos años antes, hubiera tenido que visitar al director del colegio. Estaba todo en duda.

Lo mismo pasó con el pañuelo que teníamos los pioneros anudado al cuello. Lo llevamos un par de meses y después de ese tiempo acabó en el armario. A veces cuando venían amigos de mis padres a casa y un rato después de haber bebido, se lo ponían y marchaban por casa haciendo el saludo socialista a quien se encontraban a su paso.

Y aunque esto ocurrió ya en mis últimos años en Rusia, allá por 1993, fue especialmente desconcertante que la Biblia entrase a formar parte del currículo escolar. Pasar de leer a los héroes de guerra soviéticos a textos bíblicos que ni siquiera la maestra entendía.

La escuela general a la que acudí hasta 1993. La fotografía es del 2006.

La escuela general a la que acudí hasta 1993. La fotografía es del 2006.

¿Cómo era la educación?

No puedo decir nada malo de ella. Se potenciaban mucho las ciencias naturales. La relación entre los maestros y los alumnos era diferente, quizá no como puedas imaginar. Los compañeros de clase eran los mismos desde el primer curso hasta el décimo. La maestra solo se cambiaba una vez, en el tercer año. Eso acababa haciendo que al final fuera una especie de familia, con madre, generalmente, porque las maestras eran mayoría dentro de la profesión. Esta relación especial hacía posible algunas situaciones peculiares. Una vez tenía ganas de esquiar y me fui a casa de la maestra a pedirle las llaves del cuarto donde se guardaban los esquís. También usábamos la clase como sala de fiestas. Tendríamos unos once años cuando pasó por primera vez. La maestra apareció al principio para que le prometiéramos que no íbamos a dejar la clase como un vertedero. Después se marchó a casa. Por supuesto que en ese momento alguien sacó una botella de vodka y nos bebimos nuestros primeros chupitos. Pero al final lo dejábamos siempre todo recogido.

De vuelta a la educación, un asunto que ahora en Alemania está de actualidad, es la igualdad de oportunidades de los niños de familias pobres. En la Unión Soviética estaba fuera de toda duda. Si tomamos el ejemplo de mis padres, ambos nacieron en familias de deportados, pero pudieron estudiar y hacer una carrera. Mi madre estudió Medicina; su hermana, Odontología. Mi padre tuvo cuatro hermanos de los cuales todos estudiaron menos el mayor, porque tuvo que ayudar a sus padres a cuidar de sus hermanos.

Como su nombre indica, estábamos en tercer curso aunque no es del todo cierto. Oficialmente estábamos en el cuarto. Todos los alumnos del país saltaron un año para poder adaptarse al modelo de 11 cursos en lugar de 10. Se daban situaciones curiosas, como que los alumnos recién escolarizados pasaran directamente al segundo curso.

Como su nombre indica, estábamos en tercer curso aunque no es del todo cierto. Oficialmente estábamos en el cuarto. Todos los alumnos del país saltaron un año para poder adaptarse al modelo de once cursos en lugar de diez. Se daban situaciones curiosas, como que los alumnos recién escolarizados pasaran directamente al segundo curso.

¿Es verdad que en Siberia siguen en pie muchas estatuas de Lenin, que la gente no quería quitarlas?

Este es un punto interesante. Desde la distancia diría que los rusos echan de menos sus tiempos como superpotencia. Y Lenin estuvo en su origen y desarrollo. Si él ahora estaría con los comunistas, fascistas, neoliberales-conservadores o rojiverdes, es un asunto secundario. Pero quizá solo sea mi opinión personal.

Siempre hay quien glorifica el pasado y dice que Stalin no era tan malvado, que a fin de cuentas él ganó la II Guerra Mundial e industrializó el campo. La misma cháchara tenemos en Alemania con quien añora los tiempos de Hitler, en los que en Alemania había disciplina, orden y trabajo para todos.

¿Qué hay de los gulags de Stalin de Siberia?

A finales de los ochenta ya no era ningún secreto. Aunque entre los adultos que me rodeaban casi ninguno había leído Archipiélago gulag de Solzhenitsyn. Lo que pasaba es que no se hablaba de los años treinta y cuarenta. No creo que ya durante la Perestroika hubiera tantos presos políticos como en esos años. Y los simulacros de juicios políticos ya hacía años que no se daban. Era más bien como ahora hace China con Ai Weiwei, arresto domiciliario y cosas así. Ahí está el ejemplo de Sájarov. Protestó por la invasión de Afganistán y lo deportaron a Nischni Nowgorod, en el este de Rusia. Allí pudo trabajar cómodamente en la redacción de una constitución liberal a pesar de la vigilancia del KGB. De los tiempos del gulag en la época de Stalin, solo sé que mi bisabuelo murió en uno después de ser deportado. Mi bisabuela lo vio por última vez en 1941.

¿Es verdad que los mejores comunistas iban a Siberia voluntarios a trabajar en las condiciones más difíciles por el socialismo?

Tengo dos cosas que decir al respecto. Por un lado existía la leyenda del BAM (Ferrocarril Baikal-Amur) en los siempre laboriosos Komsomoles. Empezaron a construir el primer tramo en los años treinta, seguramente con mano de obra mayoritariamente forzada. Se retomó su construcción en los años setenta. Entonces mandaban unos meses «voluntariamente» a los alumnos que abandonaban sus estudios. Seguro que habría algún idiota que iba gustosamente por su cuenta.

Por el otro, en el norte y en el este de Siberia el trabajo estaba muy bien remunerado. Entraban en los planes quinquenales porque eran regiones que hacía falta desarrollar y necesitaban todo tipo de especialistas: técnicos, médicos, maestros… No solo se ganaba más dinero, también se recibían productos que eran escasos en el resto del país. Fruta del sur o Pepsi-Cola, por ejemplo.

Muchos jóvenes titulados se iban poco después de casarse a estas zonas para intentar ahorrar algo de dinero para el futuro. Era en cierto modo un proyecto de vida. Unos tíos míos se marcharon a Chanty-Mansijsk, donde también vivía mi abuela y su marido. Ambos tenían buenos trabajos. Él era capitán de un centro comercial flotante, donde los habitantes de una amplia zona se abastecían de todo tipo de productos. Mi abuela trabajó en la administración del puerto. A veces ocurría que la mercancía «se caía» de los camiones, de ahí que fuéramos mi hermano y yo unos niños bien abastecidos de todo tipo de productos deficitarios. En los ochenta ya bebíamos Pepsi. La ciudad de Chanty-Mansijsk sigue siendo una de las más pujantes de Rusia. Vive muy bien con el petróleo y celebran los campeonatos mundiales de biatlón.

Acogedoras viviendas de hormigón prefabricado donde vivimos de 1985 a 1993. La casa se construyó en la primera mitad de los años 80 y cinco años después ya tenía el mismo aspecto desolado que ahora.

Acogedoras viviendas de hormigón prefabricado donde vivimos de 1985 a 1993. La casa se construyó en la primera mitad de los años ochenta y cinco años después ya tenía el mismo aspecto desolado que ahora.

¿Cómo recuerdas la transición al capitalismo?

Siberia es actualmente igual de capitalista que el resto del mundo. Las prioridades han cambiado completamente. La solidaridad entre la gente que había antes, y eso te lo puede confirmar casi cualquiera que haya vivido en un país socialista, nunca la he visto en Occidente.

Como la mayoría de los productos escaseaban, había una red de apoyo entre conocidos que servía para salir del paso. Todos culpaban a los de arriba y así pasaban los días. También había otras formas de relacionarse. Las abuelas salían cada tarde a la calle y se sentaban delante de sus casas a intercambiar cotilleos mientras vigilaban a los nietos, mientras los tuvieran a la vista.

Nosotros solo estuvimos al principio de la transición, tiempo suficiente para mis padres supieran que así no querían criar ahí a sus hijos. Se estableció la ley del más fuerte, que ha perdurado hasta nuestros días. Eso les dio miedo. En esa época apareció la expresión «nuevos rusos», que se hizo representativa de todo el país, porque fueron los primeros que se pusieron a derrochar como cerdos el dinero que ganaban de aquella manera.

De Rusia en los años noventa solo puedo contar desgracias de familiares o de amigos de mis padres. Una amiga de la familia era costurera y alquiló un quiosco que convirtió en taller de costura. Siempre aparecían por allí unos tipos que le exigían dinero a cambio de la protección de su negocio. Y como era un territorio en disputa con otras bandas, cada poco aparecía por allí gente diferente con las mismas exigencias. Si no pagaba, le quemaban el taller. Desconozco con qué frecuencia le ocurrió y tampoco sé cuánto tiempo duró el vacío de poder hasta que al menos solo tuvo que pagar a un jefe supremo.

Muchos tuvieron que abandonar sus trabajos. Mis padres tenían a muchos médicos entre sus círculos de amistades que decidieron montar sus propios negocios. Con el salario de un médico no se podía vivir. Y todos los trabajadores tenían el mismo problema: cobraban con meses de retraso y con una inflación por las nubes que hacía que su salario no valiera nada para cuando lo recibían.

Rusia depende dramáticamente de la exportación de petróleo y gas siberiano. ¿Qué te parece?

Dependientes son los dos, Occidente que lo necesita y Rusia que lo suministra. Ocurre que Rusia no fabrica actualmente ningún producto competente en el mercado internacional, aunque eso parece que va cambiando poco a poco. Aunque los rusos tienen ahora otras preocupaciones, como la cotización del rublo.

Y qué decir del refinado del petróleo, con esos depósitos enormes, aunque no puedan ser rentables económicamente. La Unión Soviética que conocí, tenía una falta de preocupación absoluta por el medio ambiente y por el derroche de recursos. Tenían tanto que se podía permitir el despilfarro.

Quisiera terminar recordando lo que para mí fue el paisaje de mi infancia, las chimeneas enormes de la refinería. En Omsk vivíamos en el barrio de los trabajadores del petróleo.

Imagen de las chimeneas de las refinerías desde nuestro barrio. La fotografía es del 2006.

Imagen de las chimeneas de las refinerías desde nuestro barrio. La fotografía es del 2006.

Fotografías cedidas por Dieter Stepner.

Traducción: Martín López

Ángel Nieto: «En las motos nunca ha ganado el que está más loco; ni antes, ni hoy»

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Nos recibe en su Centro ITV de Vallecas, todo decorado con fotos gigantes suyas y de otros pilotos españoles. Ángel Nieto (Zamora, 1947) hizo ciento treinta y nueve pódiums, ganó noventa grandes premios, trece títulos mundiales y ha corrido ciento ochenta y seis carreras. Él fue el primer gran piloto de motos español en una época en la que para competir hacía falta algo más que valor.

¿Cuál es tu parte de lesiones tras veinticinco años de motociclismo?

Diecisiete huesos rotos. Clavículas, escafoides, tibias, pelvis… fracturas de todo tipo pero solo me han operado una, en 1984. Ya había ganado el Mundial. Es más, ese año había ganado todas las carreras que corrí y me había proclamado campeón en Inglaterra. No fui ni a Suecia ni a Finlandia, me había ido a desconectar, pero me hicieron volver a la última a Italia, en Mugello, para intentar ganar el campeonato de marcas. Y ahí me caí. Probablemente la peor, porque me operaron dos veces del escafoides, la mano no quedó muy bien, estuve seis meses en el dique seco. Fue el último Mundial que gané. Me pasé todo el invierno lesionado y no pude probar una moto nueva de 250 c. c. El injerto en el escafoides no prendió y me tuvieron que volver a operar a los tres meses. Total, que esa caída marcó el principio del anuncio del adiós, que llegó en el 86. En el 85 no me salían los resultados, gané mi último gran premio al año siguiente y me retiré.

Vayamos al principio. Provienes de una familia muy humilde.

Somos tres hermanos. El pequeño soy yo. Mis padres llegaron a Madrid cuando yo tenía un año a buscarse la vida, porque era una época muy dura. Yo nací en el 47. Eran muy humildes, teníamos problemas para sobrevivir. Le echaron valor a la vida y, afortunadamente, nunca faltó comida en mi casa.

Mis primeros recuerdos son del barrio en el que estamos ahora mismo, Vallecas, donde he puesto mi Centro ITV. Al final parece que las raíces tiran. En este barrio me he divertido mucho. La gente me ha visto crecer, hacer ruido por las calles cuando empecé a trabajar en un taller de motos. Recuerdo que nos colábamos en bodas para robar los pasteles. Luego la gente preguntaba «¿Estos de parte de quién van, del novio o de la novia?». Y mientras se resolvía el lío nosotros merendábamos.

El colegio no fue lo mío. Cosa de la que ahora me arrepiento. Ahora me gustaría haber sido ingeniero, arquitecto. Pero claro, compaginarlo con haber sido campeón del mundo, pues es bastante complicado.

Mis juguetes estaban hechos a mano. Papa Noel y los Reyes venían poco a casa. Lo que me volvía loco era todo lo que tuviese ruedas. Fuese moto, bicicleta. Desde los siete años cada vez que veía una rueda lo dejaba todo. En aquella época el motociclismo en España era muy poco conocido. Pero mis padres se dieron cuenta de que yo quería otro tipo de vida. Mis hermanos estudiaron más y a mí afortunadamente no me ha ido mal. Porque he ganado doce más uno campeonatos del mundo, pero eso no significa que haya ganado siempre.

Fui fontanero, electricista, carpintero, ahora mismo soy el rey del bricolaje. Empecé a currar con doce años. También estuve en farmacias, de eso sé mucho, pero lo que quería era moto y me fui pronto a talleres mecánicos. Tuve muchos curros y, mira, me han valido para ahora arreglar lo que sea.

En aquellos tiempos cada taller de cada barrio hacía su moto, le ponía un número y a correr. Tenía un punto romántico, amateur, muy punk.

No existía el mundo de la moto en Madrid. En los talleres arreglábamos motos, les poníamos un número, el tubo de escape que hacía un ruido de la Madonna, así creíamos que corríamos más, pero corríamos menos. Eran motos que no tiraban nada. Ser, era muy auténtico, pero porque era lo que había; era como la época del maletilla.

Nos íbamos a la Dehesa de la Villa y nos jugábamos la vida, porque por la carretera subían y bajaban coches. Hemos hecho cosas que ahora las pienso y digo… qué locura. Tampoco había tanto coche, era otro mundo.

También corríais en el Retiro.

Yo solo una vez, para el campeonato de España, cuando ya trabajaba en una fábrica. Antes normalmente lo que hacía era ir al Retiro, saltaba la valla y me colaba con los amigos para ver las carreras. Ahí corrieron pilotos muy importantes. Fue en una de esas carreras donde me di cuenta de que yo no tenía nada que hacer si seguía en Madrid. Insistí en casa durante un año, era muy pequeño y mis padres no me dejaban irme a Barcelona. En una de esas carreras en la que me había colado hablé con Paco Bultó, el presidente de Bultaco, que entonces era lo máximo. Le paré ahí en medio del Retiro, yo era un chaval rubio, con los pelos para arriba, cara de malillo, y le dije que quería ser corredor de motos y trabajar en Bultaco. Me dijo que le mandara una carta, cosa que hice, me ayudó mi hermana a escribirla, y no me contestó. Pero al final, en casa, estaba montando lío cada día porque no me dejaban irme a Barcelona. De modo que no les quedó otra que dejarme ir a casa de una hermana de mi padre, mi tía Claudina.

En Barcelona empezaste trabajando en fábricas.

Recuerdo lo que fue llegar a Barcelona. Me metí en el tren con mi moto, una Hinson, y llegué al puerto. Vi una cola de gente, que los montaban en una barca y se los llevaba. Iban a ver el portaaviones Kennedy, que estaba ahí fondeado. Cogí, me monté yo también y lo vi. Era toda una ciudad.

Al día siguiente llegué a la fábrica de Bultaco. Esperé en una esquina a que llegara el director. Le dije que yo era el niño del Retiro, que quería trabajar ahí. Se debió quedar tan sorprendido que me dio trabajo. El problema es que me pusieron con una brocha a limpiar motores de motocross, y eso no era lo que me gustaba.

Ahí estuve trabajando, con las manos destrozadas, hasta que un día vino un piloto, que era el oficial que corría con Bultaco, llamado Medrano, para reparar una moto de carreras. Yo llevaba trabajando en Bultaco diez o quince días, ni un mes, y le dije que si me daba de comer me iba con él a las carreras para trabajar de mecánico. Aceptó, así que pedí la cuenta, me despedí de la fábrica, me fui de casa de mi tía e inicié una tournée por Albacete, Jerez, La Coruña. A veces dormíamos en el coche porque tampoco iba muy suelto de dinero.

A la vuelta, cuando llegué a Barcelona, me di cuenta de que me había quedado sin trabajo. Pero gracias a la tournée, conocí a los de Ducati, donde había un italiano que se llamaba Bartolotti y a este le caí bien y me dio trabajo. Otra vez me puse a limpiar motores. Antes había ido a pedir trabajo en Derbi, pero me mandaron a dar una vuelta.

Mientras trabajé en Ducati en la calle Almogávares tuve que buscar una pensión para vivir y terminé durmiendo en el sótano de una frutería. Seis meses. Las pasé canutas pero de verdad. Durmiendo ahí y levantándome a las siete y media de la mañana todos los días. Cuando mataron a Kennedy estaba yo cenando en esa pensión, en el 63. Pero con Ducati me dejaban arrancar las motos de carreras, aunque no corriera. Hasta que Bartolotti pidió una Derbi para una carrera en Carlos III, que es donde está hoy El Corte Inglés en la Diagonal de Barcelona, y esa carrera fue clave.

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En la que corriste con equipo prestado de aquí y de allá y… botas de boxeador.

Pues sí. Y el problema de las botas de boxeo es que resbalaban. No podía empujar porque patinaban con el agua. Lo hice bien y dijeron los de la Derbi «Hey, a este lo queremos». Dejé Ducati y me fui a vivir a Mollet, un pueblo que está a veinticinco kilómetros de Barcelona, para trabajar en la fábrica de Derbi. Otra vez viví en una pensión, La Marineta, con la maleta debajo de la cama, con cuatro obreros de la fábrica que eran de la edad de mi padre y todos inmigrantes, Andalucía, Córdoba, Sevilla. Eran los tiempos en que Barcelona estaba llena de gente del sur de España.

Entonces ahí ya me fui a trabajar a Derbi, cobraba setecientas pesetas al mes, y ahí empezó todo. Ya hacía subidas en cuesta, podía hacer más cosas, pero siempre falsificando las firmas de mi padre. Sin embargo, ya cuando cumplo dieciséis llega una carrera que se llama Daytona, a la que no me llevan. Yo tenía una ventaja, pesaba cincuenta kilos y era perfecto para una moto pequeña. Pero se llevaron a dos pilotos, Roca y Busquets. Yo me enfadé y cambié de bando, me fui a Ducati. Y, además, ya como piloto.

En esos años no tenía mucha experiencia, quería ir a saco y sí que es verdad que acababa mucho por el suelo. Llegó un momento en que me di cuenta que no era rentable hablar de caídas. Vi que esto era un oficio y que había que aprenderlo. Cuando vas deprisa es por unos motivos. El tío que va muy rápido pero que no sabe cómo va esto probablemente te gana un gran premio y en el siguiente está con todo roto.

Lo más difícil siempre para un piloto es saber dónde está tu límite y el de la moto. Es muy difícil alcanzar ese punto; el punto que te hace ganar o que te hace perder.

Te recibía Franco cuando ganabas.

Cuando gané el primer Mundial, que lo gané en el año 69, cuando hice la mili, me costó un montón. Porque en aquella época, en la mili, sal tú a países del telón de acero. Afortunadamente pude conseguir los permisos, me daban un pasaporte para cada carrera a la que iba, para cada país. Cuando gané el Mundial en Yugoslavia, en Opatija, a la vuelta estaban cuatro chavales de mi barrio. Ya vivía en Madrid, cuando empecé a correr en serio dejé la fábrica y me vine con mis padres y mi gente. En el aeropuerto me recibieron con una pancarta que ponía «Vallecas y Ángel Nieto campeones del mundo» y me dijeron que tenía que ir a ver a Franco y que tenía que ir vestido de militar. No acepté porque el uniforme militar me quedaba como a un Cristo dos pistolas. Pude ir vestido con un uniforme de la federación, con una chaqueta azul. Le enseñamos el título. Franco no decía nada. Estaba más en plan «¿Campeón del mundo de qué?». Llegué a estar cinco veces con él. La única vez que me habló, porque ya veía que todos los años aparecía yo por ahí, y cuando ya era bastante conocido, me dijo, con un flemón que tenía él, «¿Es muy dura la batalla?». Pues bueno.

¿Te sorprendían los viajes al este de Europa de entonces?

Hombre, España no era la España de hoy, pero aquello era mucho más duro, joder. Lo más duro la República Democrática Alemana. Si había un grupo de cinco personas hablando en la calle, llegaba la policía y decía unos para acá y los otros para allá. La gente estaba tristona. Luego Checoslovaquia era durito, quizá menos. Y Yugoslavia la mejor. Trieste era la costa del mar Adriático, un lugar mediterráneo. Otra historia. Todos estos viajes fueron mi universidad. Dar la vuelta al globo veinte veces gracias a las motos creo que me ha llevado a poder estar en el mundo. Me fijaba mucho en todo lo que veía.

Las motos tardaron en ser el gran deporte que es ahora en España.

Yo tuve que ser muy conservador con lo que ganaba. Tenía que saber ponerlo, era muy poquito. Lo único que funcionaba en este país era el fútbol y un poco el boxeo. El resto de deportes eran de minorías total. Yo me he peleado mucho con las televisiones. Es uno de mis mayores orgullos, ver lo que es ahora el motociclismo. Y no lo he hecho yo, lo hemos hecho todos. Los que hemos amado las motos antes y las seguimos amando ahora nos lo estamos pasando tan bien, es una maravilla las alegrías que nos dan los pilotazos que tenemos.

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El día clave de tu carrera fue en el circuito del Jarama, el 26 de septiembre del 71.

Ahí el problema es que la Kreidler que llevaba Jan de Vries era un poco más rápida que la nuestra, la Derbi. El Jarama es pequeñito, me lo conocía con los ojos cerrados. Podía recorrerlo contando «uno, dos, tres, a la izquierda, uno, dos tres, cuatro, a la derecha». Ese día me jugaba el Mundial de 50 c. c. con De Vries y el de 125 c. c. con Barry Sheene, un tío alucinante que luego fue campeón de 500 c. c. y que, desgraciadamente, no está ya con nosotros por una enfermedad, pero era un piloto como la copa de un pino, era el Valentino Rossi de esa época.

En los entrenamientos ya sabía lo que quería. Estuvimos dos días entrenando. No podía hacer nada en prácticamente todo el circuito, excepto en la entrada a meta. Ahí podía arrancar unas décimas. A base de intentarlo, haciendo una serie de cosas que había que hacer para no cortar gas, conseguí hacer la entrada a meta a tope con la 50. Las dos o tres décimas que me faltaban. Hice unos tiempos privados fantásticos para estar peleando ahí con este tío. En ese momento me conocían tres gatos, pero ese día me jugaba dos mundiales.

Me concentré yo. Cogía mi hermano y le dije que me quería ir a un hotel porque había mucho lío con la prensa. Ya no salía solo en periódicos deportivos, sino en ABC, Pueblo, todo tipo de prensa. En el 71 debía tener veinticuatro o veinticinco años. Se me empezaban a caer encima muchas cosas y le pedí eso a mi hermano, encerrarnos en un hotel. Se lo había visto a los futbolistas y quise hacer lo mismo. Me metí en el hotel Cuzco y me aburría como un mono allí metido. Entonces no bebía nada, tomaba Ryalcao.

José María García, que en esa época era top, hacía una cosa que era el perfil de la semana. Un espacio dedicado al tío más importante de la semana, y un escultor le hacía un busto en barro. Con eso cerraba el Telediario de la noche. Salían príncipes, tal, y cuando vi que salí yo aluciné.

Me levanté el día de la carrera. Los tiempos en 50 c. c. estaban muy apretados. En 125 c. c. lo tenía más claro, solo tenía que hacer detrás de Barry o tercero, pero en 50 c. c. estaba obligado a ganar. Cuando salimos del Hotel Cuzco íbamos por la carretera y había una caravana increíble. Suponía que irían a la sierra, pero no. Iban al Jarama. Fue la primera vez que el circuito se llenó, setenta u ochenta mil personas. Había gente con el niño, con el abuelo, que no habían ido a las motos en su vida. Por arriba tenías una avioneta con una pancarta que decía «Ángel Nieto y Derbi campeones del mundo». Aluciné en colores.

Dieron la salida y en la rampa Pegaso me puse segundo. Lejos de De Vries porque había salido muy bien. Luego me regañaron los de la Derbi, que si quería entrar primero en la primera curva. Era mentira, yo sabía que era imposible. Pero al entrar, el problema es que había un sitio para poder hacerla a tope, un punto en el que tenía que tirar la moto y meterme para dentro. El problema fue que en lugar de mirar ese punto, miré a De Vries, la tiré antes, hice antes la entrada a la curva. Salí recto y me pegué un estacazo contra los mojones de paja y las pancartas. Perdí el Mundial y si no corría el otro, que venía después, también lo perdía.

Y ahí empezó la épica.

Me llevaron a la clínica del circuito. Me había cortado en la pierna y me tenían que coser y no me pudieron dar nada porque después tenía carrera. Lo hicieron a pelo. Aguja y agujero. Pegaba unos gritos… llegó un momento en que me querían llevar al RACE para que no corriera. Me querían engañar, porque estaba tocado de la cabeza, aturdido, agobiado de la situación. No di ni una vuelta, me caí antes de pasar por meta. Lo que querían era sacarme del Jarama, no ganaba nada y año en blanco. Yo quería correr, pero ningún médico del circuito firmó la autorización. Lo tuvo que hacer Manolito Cantó, que no estaba de médico del Jarama, pero que se hizo responsable.

Yo veía que la gente se iba. Pensaban que ya no iba a correr. Me subí a la torre de control, hay imágenes en las que se ve como subo. Cogí un micro y le dije a la gente «Quedaos que corro». Y el público se dio la vuelta y se quedaron. Entonces vino la historia de la 125 c. c. Barry se equivocó, creo yo, después de haber analizado la carrera. El Jarama es un circuito muy pequeño y, por lo tanto, muy duro, no te deja tramos para descansar. Es un circuito de apoyos, es complicado. Sobre todo porque las motos no eran lo que son hoy en día. Creo que si Barry se hubiese puesto a tirar en la primera vuelta probablemente yo no le hubiera podido seguir. Lo que pasó fue que éramos un grupo de cuatro o cinco, no rodaron rápido, medio segundo más lento, me fui situando, situando y al final gané el gran premio y el Mundial.

Y eso fue más importante que ganar los dos. Me convertí en torero, alpinista, san Pedro. Ahí comenzó la historia de Ángel Nieto.

Piloto español con máquina española.

Antes había muchas fábricas en España. Estaba Montesa, Ossa, Bultaco, Lube, Derbi, Ducson. Había una industria detrás importante. La moto se usaba para ir a trabajar, era el medio de transporte de la gente para ir a sus fábricas, no todo el mundo podía permitirse un 600.

Y un piloto madrileño rodeado de catalanes.

La verdad es que yo deportivamente me he criado en Barcelona. En Madrid no había nada. Las fábricas de motos estaban allí. Además, Barcelona tiene un parque de trescientas mil motos. Tienen clima mediterráneo, hace menos frío, con otro modelo distinto al de Madrid, más propicio. También el que va en coche tiene más respeto al de la moto, porque existe esa cultura. Aunque ahora en Madrid se está fomentando bastante.

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Cuando más alta estaba la leyenda de las balas rojas de Derbi, lo quisieron dejar.

En el 72 fue la misma historia que el año anterior, pero en Montjuic. Me jugaba los dos campeonatos en la última carrera. Ya tenía la experiencia del año anterior en el Jarama que por los medios y la expectación perdí un Mundial. Aquí ya era más hábil y controlaba. Y en Derbi cuando había que hacer carreras paraba la fábrica. Las carreras eran ley. En 125 c. c. tenía que ser tercero para ser campeón y en 50 c. c. tenía que ganar al mismo, a De Vries. Lo que hicimos fue cambiar el orden de las carreras, hablamos con la Federación y con el organizador del Gran Premio, el Gran Premio de España se hacía una vez en Madrid y otra en Barcelona. Nos pusieron primero el 125 c. c. y en la que me lo tenía que jugar la pusieron después. Nos lo arreglaron porque estábamos en casa.

Salí en 125 c. c. y gané el Mundial. Y antes hablé con Simeón Rabasa, el jefe supremo de la Derbi, los Rabasa son como mi segunda familia, y le pedí para los entrenamientos y carreras una roulotte y un tío que estuviera a mi lado, una de la oficina, para yo bajarme de la moto, ir a la roulotte sin hablar con ningún mecánico y darle los datos de lo que había que hacer en la moto a este tío para que se lo diera a los mecánicos. Ángel quiere esta suspensión, estos cambios, esto tal… Porque si los mecánicos me comían el tarro, que si vete detrás, vete delante…

Yo tenía claro cómo ganar a este tío. Él era más malo que yo. No es un farol, es la verdad, pero tenía un pepino de moto. Lo tuve claro, fui a saco y le metí doce o catorce segundos. Nos llevamos los dos títulos y me convertí en qué sé yo… Raphael. Entonces lo gracioso es que al día siguiente me llamaron de la fábrica y me dijeron que tenían mucha presión, porque las motos se rompían y eso iba a la prensa, los materiales no eran igual que ahora. Salir en portada que la Derbi había reventado un pistón, por ejemplo, era negativo para la marca. Así que estando en la cumbre había demasiadas cosas en juego y ellos eligieron la industria, cosa que entendí perfectamente.

Fue muy divertido porque me recomendaron al principio que corriera en Fórmula 1, pero yo dije que no. Yo, moto. Tenía un futuro por delante, corrí doce años más. Llamé a Italia delante de ellos y en cinco minutos tenía cuatro fábricas. Eso sí, el campeonato de España lo seguí corriendo con Derbi. No iba a llegar yo a España con una moto de fuera a fastidiar a Derbi. Hacía todo el Mundial con Morbidelli menos España. A esas alturas ya mandaba yo en el equipo.

Sobre la seguridad de los circuitos de entonces, comentaste una vez que te reventó un neumático, te caíste y en el suelo lloraste de alegría de no haberte matado.

Fue en La Línea de la Concepción, en un polígono. Reventé la rueda delantera y vi que tenía un coche de bomberos enfrente. Afortunadamente no pude sujetar la moto, se me fue de un lado a otro, me tiró y me fui al suelo. Si la hubiese sujetado me hubiese hecho mucho daño. Cuando me levanté lloré, ya era campeón del mundo seis o siete veces. Pero el peor accidente que he tenido fue en Benidorm, con una 750 c. c. Me quedé sin frenos. Era un circuito en una calle de Benidorm, que yo no quería ir porque era día doce más uno, me lo pidieron por favor, que sin mí no seria lo mismo. Era correr cuatro carreras el mismo día. Gané un par, pero en 750 c. c., en una recta rápida que íbamos a 170 o 180 km/h con una moto que ya pesa 140 kilos que se podía poner a 300 en Daytona… ahí fue la vez que más crudo lo he visto. Si te caes porque te derrapa y te tira, pues no te enteras, pero aquí es que lo vi venir y enfrente había una pared. Para tú una 750 c. c. sin freno delantero y a 180 km/h. Con el freno trasero solo no hay quien la pare. Me fui a tirar para la izquierda, miré al suelo, me asusté, me dejé caer hacia la derecha, la moto siguió, dio en una farola y se fue contra la gente. A un pobre tío le tuvieron que amputar una pierna. Yo me rompí una tibia. Luego hubo una señora que estuvo muy mal, su marido también. Todos salieron para delante menos ese señor. Fue el peor accidente de toda mi vida.

Tu famosa superstición con el número trece, llamada triscaidecafobia, no es la única que tienes.

Sí, cuando estrenaba un mono nuevo lo tiraba por el suelo y lo pisoteaba. Para que no volviera a querer irse al suelo. También si los entrenamientos me salían bien usaba la misma ropa interior… Manías que tenemos todos los que hacemos cosas de estas. El otro día vi a Nadal jugando en Australia y él deja las botellas de agua de pie, colocadas. Estaba a punto de sacar. Vino una ráfaga de aire, se las tiró, e interrumpió el saque. Fue uno de los que andaban por ahí, la puso bien y en su sitio. Nadal se echó a reír y sacó. El estadio alucinó con él. Casi todos tenemos cosas. Sobre todo en deportes en los cuales te la juegas. Son cosas que te ayudan psicológicamente.

Antes no había año en que no muriera un compañero corriendo.

Era otro mundo. Los circuitos eran peligrosísimos y las motos se rompían y te tiraban. No me gusta regañar a la moto, pero si me he caído quinientas veces en mi vida, doscientas cincuenta han sido errores míos.

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Había circuitos en los que más que ganar, había que procurar no caerse.

Spa, prohibido caerte. En Yugoslavia, en Opatija, no en el Grobnik que hicieron después, prohibido caerte. Mira, mejor decirte en cuál te podías caer: Holanda. En los demás no te quiero ni contar. En Alemania del Este y Checoslovaquia pasábamos por pueblos. Te dabas una leche y entrabas en el comedor de una casa. Pero es lo que había. Si no quédate en tu casa. La verdad es que perdí muchos compañeros. Aunque antes no era como ahora, no estaba tan televisado, te daban la noticia y veías a lo mejor algunas fotos en prensa. Ahora uno se hace daño y lo ves en los informativos toda la semana.

Lo cierto es que el organizador del Mundial ha hecho un trabajo exquisito en la seguridad de los circuitos. Yo he tenido a mis hijos y a mi sobrino corriendo en el Mundial y si hubiese sido mi época lo hubiera pasado fatal. Ya lo he pasado mal, pero lo hubiera pasado mucho peor. A lo mejor me hubiera opuesto. Ahora ha habido disgustos, pero mucho menos que lo de antes.

Ahora también es muy difícil que se te empañe la visera del casco. Las botas que llevan son como de ski, que lleva dentro una funda de carbono para proteger los tobillos. Los guantes que llevábamos eran de piel como los que puedas llevar para ir por ahí. Ahora tiene protección para los muñones de los dedos, carbono… Pero son detalles que te evitan las heridas. La realidad es que si te haces daño de verdad… nada lo para.

El problema de antes es que antes te dabas con algo, eso ahora es muy difícil. El gran peligro que hay hoy en el Mundial actual es la primera vuelta, que te caigas y te pillen. En los demás, hay espacios, escapatorias, te puedes caer a 200 y como mucho se rompe una clavícula.

Antes estabais un poco colgados los que corríais.

No, no, no. De majaras nada. Hace años que este es un deporte más. Como el tenis, el fútbol o el ski. Hay que tener un equipo, tener un talento, dónde está tu fin, el de tu moto, dónde puedes ganar, dónde no. Si no, no llegas donde están todos estos. En las motos nunca ha ganado el que está más loco; ni antes, ni hoy. Ahora la gente discute de motos como si fuera de fútbol. La gente sabe si se ha puesto la moto a punto, si frena bien…

En el 78 ibas penúltimo, te cambias de equipo en mitad de temporada.

Estaba en Bultaco, no me iban las cosas bien. Estaba en Assen, que en toda la historia el que más veces ha ganado he sido yo, habíamos hecho tres o cuatro carreras y llevaba solo tres puntos. Me dije que eso no podía ser y me fui a pedir una moto a Minarelli porque estoy en la miseria. Hablé con Jorg Moller, un ingeniero alemán bastante bueno con el que no me llevaba muy bien, pero dijo que si Bianchi me dejaba una moto para que le ayudara en el Mundial, me la dejaban. Cogí el coche, me fui a Barcelona a ver a Paco Bultó, el abuelo de Sete, y le pedí la carta de libertad. Paco, que ha sido motero a saco, me dijo: el contrato está roto. En la siguiente carrera no hice nada, pero en Spa no gané porque tenía que hacer segundo para ayudar a Bianchi. Ese año, en las cinco o seis carreras que quedaban, gané el subcampeonato mundial. Me ficharon para el año siguiente como piloto oficial.

Después en el 82 con Garelli tuve la mejor etapa de mi carrera. Hay tres técnicos en el Mundial que eran los mejores y yo tuve la suerte de que los tres trabajaran conmigo. Pero de esos tres, el mejor sin duda, el número uno, fue Jan Thiel. Este vivía con el mono, trabajaba a las cuatro de la mañana… He ganado siete campeonatos del mundo con él. Este personaje era mi compositor, tenía la música que yo sabía tocar. Con la moto siempre hay que tener un buen compositor.

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Háblame del circuito de Nürburgring, en Alemania

Lo hizo Hitler como circuito de pruebas. Veintidós kilómetros, ciento ochenta y tres curvas. Yo cuando fui, antes lo grabé subido encima de un coche, dimos una vuelta despacito y lo fui filmando en Super-8. Luego en la habitación del hotel proyecté la película en una sábana. Y aun así es muy difícil aprendértelo. Ahí no vas a sacar el límite porque puedes hacerte daño. Recuerdo que una vez fui con una banda de españoles, con el González de Nicolás, Antonio, Marcelino, unos que iban a correr por su cuenta, con pocos medios, sin dinero. Siempre iban apurados y yo les echaba una mano. Luego quedaba con ellos para entretenerme y tal. Y bueno, por la noche se metieron en el circuito, que estaba plagado de conejos, e iban con el coche atropellándolos y para la olla. Estos eran tremendos.

También en Alemania me di un palo tremendo. Me llevaron al hospital y me escapé porque tenía que correr otra categoría, 250 c. c. Me hice daño en la nariz y me quedé con un ojo a la virulé. Me escapé, subí al circuito haciendo autostop, fui a la parrilla de 125 c. c. para salir y, afortunadamente, el médico llamó del hospital para que no me dejaran salir. Se me pusieron cuatro alemanes delante, me llevaron dentro y me quedé blanco como un folio. Luego le mandé un mensaje al médico dándole las gracias.

Con Tormo tuviste líos.

Le comieron mucho el coco conmigo. No hacía falta. Era un pilotazo como la copa de un pino. Tuvimos tensiones absurdas, pero son cosas que pasan. Tuve muchos rivales porque el objetivo de la categoría era yo.

Y por qué tuviste esa rivalidad con Sito Pons.

No tuve ninguna. Él no ha interpretado lo que tenía que interpretar. Yo me llamo Ángel Nieto y él Sito Pons, esa es la diferencia.

En tu carrera de homenaje, cuando te retiras, te caes, y se ve en el vídeo que metes unos gritos de dolor horribles.

En Barcelona me rompí la tibia. Gritaba porque me sentía bobo, imbécil. Me comí el coco yo solo. Era una carrera para dar dos vueltas e irme a casa, pero me puse a intentar ganar al Aspar y me dio por todos los lados. Yo tenía ya una edad y este venía con una fuerza increíble, con mucho talento. Intenté hacer una machada y la pagué. Me parecía ridículo por mi parte, después de haber anunciado que me retiraba, haberlo ganado todo, ir ahí y partirme la tibia era de tonto. Me dolía la pierna pero me dolía más el coco por idiota.

No querías entrar en la historia, dejar récords de títulos.

Nunca he tenido esos objetivos, pero es que tampoco se contaban. Ahora hay récords hasta para ver quién tiene el pelo más largo. Yo no sé si he hecho veinte o cien poles en toda mi vida. Yo trabajaba para tener la moto a punto y estar en primera o segunda línea, con eso me apañaba. Ahora ya con la pole les tendrían que dar puntos para el Mundial porque van a saco. Y en las tres categorías. En mis tiempos solo contaban los campeonatos y los grandes premios.

Montaste la discoteca Lover Club en Vallecas.

¡Mi primera inversión!

¿Sabías que ahí Los Chichos conocieron a Eduardo Guervós, el que sería su manager, quien lanzó su carrera?

No lo sabía. Era una discoteca muy pequeñita. La hicimos a mano, al lado del campo del Rayo.

Y Julio Iglesias metió pelas en tu equipo.

Sí, somos amigos. Cuando monté la escudería aportó. Llevaba la firma de Julio en las motos.

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¿Cómo es el piloto español tipo, como fue Crivillé o como es Pedrosa, más conservadores, o como Lorenzo o Márquez, más espectaculares?

Creo que ahora, en la época después de que yo lo dejara, hubo una etapa en la que influía mucho el tipo de moto, hubo unos tiempos con las 500 c. c. que eran un espectáculo, que estaban todo el rato cruzados. Ahora hay una parte importantísima de la electrónica, si no fuera por todo eso, el control de tracción y toda esa historia, no podrían llevar las motos. Estarían todo el día haciéndose daño. Doscientos cincuenta caballos, ciento cincuenta kilos de moto, sin tecnología te tiran por atrás, por delante, es imposible.

Y luego hay pilotos que tienen un talento, una manera de actuar. Pedrosa técnicamente tiene un diez. Lorenzo ha mejorado muchísimo con un grandísimo talento. Y Márquez, un tío que ha llegado y lo que ha hecho él no lo ha hecho nadie. Con veintiún años ganar los primeros diez grandes premios. Busca el límite de la moto, siempre se mete. Peleón. Inteligente. Es muy completo.

¿La época de Rainey y Schwantz es equiparable a los años de Maradona en el fútbol?

Y Doohan, y Gadner… Fue genial. Pero no había electrónica entonces y se hacían daño. Estaban todo el día averiados. Schwantz era un tío que todavía hay chavales que tienen su póster en casa. Creo que es el piloto al que mejor he visto frenar. Rainey tenía un inicio de carrera impresionante y no había quién le pillara. Doohan era una bestia. Pero en el mundo de la moto no hay ninguno que pueda decir que es malo. Hoy, en una parrilla de salida nadie es malo, todos tienen alguna opción. Antiguamente éramos seis o siete tíos los que estábamos por delante, pero por mecánica, había unas diferencias enormes entre motos.

Antes también os ibais más de juerga, ahora son más atletas.

Con el miedo que pasábamos, en cuanto se acababa el circo, tenías que tomarte algo. Además, ahora solo hablan de motos. Todo el día. Yo llegaba a mi casa de ganar o de perder y no hablaba de motos. Decía si me había ido bien o mal y fuera. Ahora son once meses hablando de motos. Es otra historia.

Lo que me gusta es levantarme y ver la afición que hay en España. Lo que está pasando en la moto. Llevamos casi quinientos grandes premios entre todos. Somos la envidia del mundo, una maravilla. Me encanta ver a los chavales felices. Estoy encantado porque se ha hecho un trabajo genial. Hay instalaciones buenas. Ahora en Jerez se va a inaugurar un monumento a la afición. Vengo de allí de inaugurar el paseo de la fama, como el de Hollywood, pero en pilotos. Es superbonito. En lugar de una estrella ponen como una rueda, un neumático de bronce.

¿Por qué ya no montas en moto?

Desde que lo dejé, quiero recordar la moto como yo la veía. Nunca he vuelto a ir deprisa.

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Fotografía: Begoña Rivas

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Miguel Pardeza: «Para los jugadores sin un físico poderoso como yo, Maradona era una escuela»

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Se puede ver en la hemeroteca y lo cuentan los sabios y/o viejos del lugar. De la Quinta, el que prometía de verdad era Miguel Pardeza (La Palma del Condado, Huelva, 1965). Luego los caprichosos designios de este deporte le llevaron a triunfar en el Real Zaragoza, fue el capitán de un equipo de rango histórico que jugaba como los ángeles, aunque el gol que les dio su mayor éxito, la Recopa, fue de ejecución puramente baturra. Y al margen de estos datos balompédicos, Pardeza es de esos futbolistas ilustrados. Filólogo de formación, su pasión es la literatura. Allá donde ha viajado por el deporte, le ha acompañado un camión lleno de libros. No es el perfil habitual.

¿Cómo era tu vida en Huelva?

Soy de un pueblo que se llama La Palma del Condado. Está entre Sevilla y Huelva, pertenece a una zona en el interior de la provincia donde ha habido siempre mucho vino. Es un pueblo característico de Andalucía. Tuvo una gran relevancia a principios de siglo por la producción del vino, hubo muchas bodegas. En los años veinte fue uno de los mayores exportadores de vino. Mi padre tenía un taller mecánico y mi madre era ama de casa. Mi vida no se diferenció mucho de la vida de cualquier niño.

¿Fuiste un lector precoz?

Siempre he leído. Lo que pasa es que la posibilidades lectoras de mi familia eran bastante reducidas. Mi padre trabajó desde los diez años. Era un niño de la guerra, nació en el 37 y se tragó la larga y dura posguerra. Pero fue una experiencia compartida, cualquier persona de esa generación te contaría lo mismo, menos los pocos que estuvieron en una situación privilegiada. De modo que en mi casa no había muchos libros, pero a mí se me despertó el hábito muy joven. Tuve la suerte de que justo cuando empezaron mis inquietudes lectoras se abrió una biblioteca pública en mi pueblo y eso me ayudó mucho a satisfacer mis anhelos como lector. Y por otro lado también guardo un gran recuerdo de los cómics. La irrupción, la llegada de gran cantidad de superhéroes de la factoría Marvel a mí me terminó convirtiendo en un lector. Luego mis posibilidades lectoras se ampliaron y diversificaron a medida que fui creciendo.

En tus primeros años del fútbol, hubo un entrenador llamado Martínez que os tenía fascinados porque tenía un 127 tuneado y fumaba Winston.

Fue un grandísimo jugador de mi pueblo, con muchísimas posibilidades, que para los chicos de nuestra edad representaba el símbolo de lo que significaba llegar a ser futbolista, aunque en su caso no terminó triunfando. Era la referencia más cercana del fútbol profesional que teníamos. Tenía una serie de símbolos, como fumar Winston y tenía un 127 tuneado que aquello era como una forma de entender el éxito. Él fue quien nos llevó al programa de televisión Torneo que presentaba Daniel Vindel.

Llegas a Madrid al Hostal Ideal, que no hacía honor a su nombre, tras diez horas de viaje.

Era un hostal que estaba en la plaza Matute, entre la calle Huertas y Atocha. No era una residencia, pero entonces los de fuera siempre terminábamos en hostales. Hoy afortunadamente ha cambiado. Aunque fue una experiencia, algo que te pone en contacto con los otros, con la realidad. Creo que fueron tiempos heroicos para todos los chicos que veníamos de provincias y queríamos dedicarnos algún día al fútbol profesional. Las condiciones no eran las más cómodas, por decirlo de alguna manera, pero te fortalecía enfrentarte a la realidad desde parámetros mucho más realistas que desde los que hoy en día pueden vivir los jóvenes que empiezan a jugar en clubes importantes.

Madrid era un mundo desconocido lleno de peligros y sugerencias. El contraste de un pueblo con la capital a finales de los años sesenta era tremendo. Los avances tecnológicos, las infraestructuras… todo era distinto. De Sevilla a Madrid no había AVE. No había autovías. Ir del pueblo a la ciudad era un esfuerzo inmenso. El contraste era absolutamente brutal, sobre todo a ciertas edades cuando ni la experiencia ni los acontecimientos te permitían hacer un análisis de la realidad mucho más ajustado.

Ahora las distancias ya no son las que eran. Los hábitos y las costumbres de los españoles están mucho más cerca que en los años setenta y más atrás ya no te quiero contar. Ser de pueblo te marcaba una serie de rasgos.

Con quince años te llamaban el «Maradona a la española» y casi te ficha el Barcelona.

El motivo por el que vine al Madrid es porque estaba más cerca. Cuando vine a probar aquí mi padre se quedó encantado por una serie de circunstancias y por eso me quedé. El Barcelona estaba interesado desde que me di a conocer en ese programa de televisión, en Torneo. También me quisieron el Sevilla y el Recreativo.

Te consideraron el mejor jugador de Europa en tu categoría.

Es posible [risas], ya no me acuerdo.

Pero sí recuerdas un 8-1 al Barça en juveniles.

Lo recuerdo sobre todo porque vino a verlo Di Stefano y todo nos salió absolutamente redondo. Yo jugué bien, metí goles, provoqué penaltis. Fue uno de mis mejores partidos como canterano.

Comentaste que entonces tenías que «usar los codos y las manos» para superar los marcajes, porque eras un jugador pequeño y si no se entendía no había «más que mirar a Maradona».

Siempre fui pequeño y tenía que intentar desarrollar habilidades distintas. Esa era mi forma de jugar y Maradona en esos momentos representaba algo único, era deslumbrante en todos los sentidos. Para los jugadores sin un físico poderoso como yo, Maradona era una escuela de información. Pero yo era fundamentalmente rápido, mi mejor cualidad era que tenía la capacidad de llegar un segundo antes que los demás. Mi juego se basaba más en eso.

Al primero que conociste de la Quinta fue a Sanchís.

Lo conocí en La Chopera, jugaba, por cierto, de extremo derecho. Nos seleccionaron a los dos para el mismo equipo. Empezó como delantero y luego fue evolucionando hacia zonas más retrasadas. Manolo en aquella época ya parecía una persona madura, aunque era un niño. Siempre lo fue. Tenía una inteligencia extraordinaria y las ideas muy claras. Eso es lo que más recuerdo: sus ideas firmes. Algo que nos desconcertaba porque no parecía muy propio de la edad, pero lo ha seguido teniendo siempre, como digo. Es uno de los grandes valores que ha tenido Manolo. Luego también se sacó la carrera de Empresariales muy pronto.

Miguel Pardeza para Jot Down 1

Has dicho que de la Quinta se quedaron fuera algunos que eran muy buenos, ¿quiénes?

En el artículo de Julio César Iglesias que inaugura toda la leyenda solo se habló de cinco jugadores. Julio César cuando decidió hacer aquel reportaje y eligió a unos lo que estaba haciendo era sencillamente una selección que tenía sus ribetes de injusticia. Había muchos buenos que hubieran merecido estar ahí. Francis luego jugó en el Español y en el Tenerife. Juanito se lesionó. Pérez Durán no hizo mucho recorrido. De las Heras terminó en el Málaga. Juliá, que era hermano del Juliá que estaba en el Barcelona, también jugó en diferentes equipos.

Bueno, pero tan mal ojo no tuvo Julio César Iglesias, lo clavó.

La verdad es que estaban los que tenían que estar, pero posiblemente podría haber aparecido alguno más.

Se decía que la Quinta jugaban como dioses, pero apenas intimaban entre ellos.

No, seguimos manteniendo contacto y el cariño durante todos estos años. Lo que pasaba de críos es que éramos dos bandos, Míchel y Butragueño eran mayores que Martín Vázquez, Sanchís y yo. Míchel venía siendo promesa desde infantiles, Martín Vázquez surgió algo más tarde. Éramos chicos de Madrid, cada uno de su barrio. Eso era todo. En el caso de Míchel ya era una promesa rutilante, ya se veía. Se hablaba de que era un candidato firme a llegar al primer equipo. Se veía que respiraba fútbol, que iba a ser un animal de fútbol por cómo lo jugaba y cómo lo vivía. Luego Rafa en cambio era mucho más tranquilo. Era un chico de una bondad extraordinaria, un jugador inmenso. Estuve con él además en las selecciones castellanas de aquellos años.

¿Cómo era con vosotros Amancio Amaro, vuestro entrenador?

Fue importante porque de alguna manera articuló aquel equipo. Una leyenda del Real Madrid que transmitía experiencia por el fútbol. Hizo un equipo en el Castilla que marcó una época, cosa que no era nada fácil porque surgió del otro Castilla mítico que había jugado la final de la Copa del Rey contra el primer equipo. Como entrenador tuvo un papel fundamental. Como lo tuvo Di Stefano a la hora de dar el último paso y subirnos al primer equipo.

Aquel Castilla consiguió llenar el Bernabéu.

En un partido contra el Athletic, que íbamos primero y segundo, ganamos 1-0 y metimos más de setenta mil personas en el estadio. Coincidió que en ese momento el primer equipo no se lucía lo suficiente y al Castilla la gente se enganchó de tal manera que venía mucho a vernos.

Alguna vez has dicho que representabais «el nuevo fútbol», ¿qué era eso?

Aquella generación de futbolistas no se puede explicar sin hacer cierto repaso histórico. El Mundial del 82 fue clave en todo aquello. España era un país que estaba muy desorientado, cada cuanto parecía cambiar mucho de estilo y de propuesta. Creo que España sí tenía una identidad definida, pero nunca terminaba de dar con la tecla. En aquel Mundial hicimos un papel muy pobre y hubo una cierta necesidad de cambio. Y hay que vincularlo también a la serie de cambios que hubo en el país. En 1981 habíamos tenido un golpe de Estado que suponía una regresión terrible desde el punto de vista político y social. Y la Quinta fue un impulso hacia el cambio definitivo. Ese cambio, como las ondas expansivas que se producen en el agua cuando tiras una piedra, creo que terminó afectando a la sensibilidad del fútbol. La gente quería ver otras cosas y se empezó a apostar, no sé si de una manera consciente o inconsciente, por una mirada diferente a la que había. Que coincidiera con nuevos jugadores, pues ahí ya tiene que ver el azar y la suerte. De la misma manera que el éxito del fútbol español de los últimos años tiene que ver con una propuesta clara de un estilo de juego, pero también con la suerte, la coincidencia de que se haya dado con jugadores que han sabido interpretarlo.

Cómo era el Real Madrid entrenado por Di Stefano al que ascendiste.

Para Di Stefano solo puedo tener palabras de agradecimiento, hacia mí siempre mostró un cariño extraordinario. Como entrenador era muy intuitivo, tenía un carácter tremendo y, evidentemente, no pertenecía a la escuela de los entrenadores modernos en los que la formación es otra, indudablemente. Pero tampoco era un hombre que necesitase mucho argumento para convencerte de lo que tenías que hacer. El fútbol lo tenía metido en la sangre y era una persona que con pocas palabras te transmitía lo que tenías que hacer y lo que no.

Luego me encontré un equipo en el que la distancia entre los noveles y los que ya estaban consolidados eran enormes. Hoy en día las distancias que tienen que ver con la edad se han acortado. Entonces no podías hablar en el vestuario si eras un joven recién llegado. Tenías que ver, oír y callar. Ir aprendiendo hasta que te ganaras el derecho a poder levantar la voz. Llegamos, estuvimos callados, aprendiendo y adaptándonos.

A mí me vino muy bien Santillana. Siempre me hacía quedarme con él una media hora para tirarle centros y que los rematara. Para mí era una delicia. Creo que era uno de los mejores rematadores o seguramente el mejor que ha tenido el fútbol español. Tanto con la cabeza como con las dos piernas. Siempre me quedaba con él a hacer esa especie de ejercicios extraescolares para mejorar. Hoy en día eso también se ve, pero de manera menos recurrente. Antes a los jugadores jóvenes que querían mejorar algún aspecto de su juego no les importaba quedarse más tiempo para intentar desarrollarlo. Y Santillana eso lo seguía haciendo incluso con treinta años.

Y también estaba Juanito, con esa personalidad volcánica que tenía. Era todo pasión, visceralidad. Ese carácter le llevaba a desmanes no del todo comprensibles, pero luego era muy cariñoso. A mí me acogió con muchísimo aprecio porque yo era andaluz, todavía tenía acento aunque luego con el tiempo lo he ido perdiendo. Había además una afinidad por el hecho de que yo fuera pequeño y también delantero. Siempre tuvimos mucha complicidad. Y él siempre estaba haciendo bromas. Era difícil que lo vieras triste. Permanentemente estaba haciendo chascarrillos. Tenía una personalidad contagiosa.

Miguel Pardeza para Jot Down 2

Te ceden al Zaragoza y le ganas la Copa del Rey al Barça en el Calderón.

Estábamos allí varios del Madrid: García Cortés, Fraile, Pineda y yo. El Barcelona aquel año había hecho una temporada muy buena y la semana siguiente a este partido iba a jugar la final de la Copa de Europa contra el Steaua. Recuerdo los comentarios en la prensa catalana describiendo nuestro partido con ellos como un aperitivo para lo que se iba a vivir. Y luego nosotros hicimos un partido ajustadísimo, conseguimos un gol pronto. Marcó Sosa de falta a Urruticoechea, que pegó en la barrera y entró. Y desde ese momento nos pusimos a defender todos colgados del larguero. Tenían un gran equipo, estaba Schuster, Carrasco, Marcos… pero nos tocó ganar.

Rubén Sosa era un delantero extraordinario.

De los jugadores que mejor he visto golpear el balón en carrera. Vino muy joven, los dos llegamos a la vez a ese equipo que se estaba gestando. Jugábamos de extremos, cada uno por un lado, y recuerdo que tuvimos que correr mucho. No estábamos acostumbrados a correr tanto, pero el entrenador que teníamos, Luis Costa, que consiguió armar un buen equipo, nos obligaba a defender más de lo que nos hubiera gustado. Pero a Sosa se le veía que iba a ser un jugador importante. Rápido, potente, con disparo. Y sin lugar a dudas es uno de los grandes del fútbol uruguayo. En lo personal era un chico con un nivel cultural justo, pero con un gran corazón, y tenía cierta retranca cuando a veces quería ser inteligente.

¿Sabías que Venables, el entrenador del Barça, luego escribió novela negra?

Sí, sí, pero no he leído ninguno.

Y luego marcaste en el Nou Camp en la Copa de la Liga.

Ese año fue muy curioso porque había jugado cedido en el Zaragoza y el Madrid luego me reclamó para jugar la Copa de la Liga. Recuerdo que metí un buen gol [risas].

También jugaste en la ida con la selección sub-21 la final del europeo contra una Italia en la que ya estaban Zenga, De Napoli, Mancini…

Sé que tenían un gran equipo pero no recuerdo nada en particular, que ganamos. Es uno de los títulos que tengo: campeón de Europa sub-21.

En la vuelta, que se ganó por penaltis, el héroe fue Ablanedo.

Era un portero de una agilidad inmensa. No sé si saldría hoy con tan poca altura, ahora tienden a ser más altos. Igual si hubiera jugado, posiblemente. Le habría costado, porque no llegaba al 1,80, pero era muy potente de piernas, tenia muchísimos reflejos. Era un portero extraordinario.

Estabas ahí cuando el Bayern echó al Madrid de la Copa de Europa, ¿cómo fue aquello, como chocarse contra un muro?

Entonces los equipos alemanes eran palabras mayores, algo que cambió con el tiempo, pero jugar en Alemania era un dolor para cualquier equipo español, esa era la realidad. La diferencia desde el punto de vista físico era casi humillante. El Bayern además tenía jugadores muy buenos. En la ida fue cuando Juanito le pisó la cabeza a Matthäus. Fue una situación, digamos, embarazosa. Pero los partidos contra alemanes siempre han sido muy calientes, ellos son también muy especiales. No hacen del ambiente algo muy dócil. Hay más tensión que con otro rival. Y siendo dos históricos como el Madrid y el Bayern, lógicamente, no iba a ser un ambiente templado. Ahí estaba gente de mucho carácter, como Augenthaler. No lo hacían fácil para que el partido discurriera de una manera muy deportiva. Si hubo un detalle que recuerdo de cuando viajamos a Alemania fue que el Madrid fichó a Jankovic y todos nos quedamos sorprendidos, era un fichaje inesperado. Le conocíamos de cuando habíamos jugado contra el Estrella Roja también en la Copa de Europa, que jugaban fenomenalmente al fútbol. Y esa fue la noticia de la concentración. Los jugadores siempre estamos pendientes de quién viene y quién se va.

En España también se jugaba fuerte en los ochenta.

El fútbol desde entonces ha cambiado muchísimo. Jugar fuera de casa era un compromiso verdaderamente serio. Pero no es que fuera más duro, es que estaba menos vigilado. Hoy en día hay actitudes que te afean rápidamente los medios de comunicación, hay mil cámaras. Con lo cual los jugadores han terminado autocensurándose en ese sentido. Pero en los años setenta y ochenta… solo hay que recordar la lesión de Amancio contra el Granada. Había un abuso del juego duro lamentable. Se marcaba al hombre, cosa que se ha perdido con los años, que eran marcajes rayanos en la violencia. Así se entendía el fútbol y, con las zonas, se fue perdiendo. Marcar al hombre era una fuente de golpes y encontronazos seguros. Yo tuve la suerte de que me solían poner marcadores pequeños y rápidos, como yo. Era raro que me pusieran a un tío alto con la cintura más dura y que le costara más moverse. Especialmente difícil se me hacía Chano, del Málaga, que era bajito como yo. Tomás, del Atlético, especialmente pegajoso.

Coincidiste con Rijkaard.

No sé qué problemas tuvo con el Ajax que acabó yéndose al Sporting de Lisboa y de ahí vino al Zaragoza cedido. Era un jugador que en nuestra plantilla a alguno les sonaba y a otros no, vino cedido pero acabó luego en el Milan, donde coincidió con Van Basten y Gullit para armar uno de los mejores equipos de la historia. Con nosotros jugó relativamente poco porque vino lesionado y tardó en recuperarse. Tampoco llegó a jugar nunca de mediocentro, lo hizo como segunda punta. Tenía un físico espectacular, se le veía con unas posibilidades inmensas, pero si te soy sincero a nosotros tampoco nos decía gran cosa porque era un desconocido y no fue el jugador que luego llegó a ser en Italia. Fueron tres o cuatro meses nada más lo que convivimos con él.

¿Qué tal con Chilavert?

Ese era un caso. Es curioso porque Chilavert pertenece a esa estirpe de portero que se le recuerda más por sus condiciones de jugador que por las de portero. Tenía un buen golpeo de la pelota, tiraba penaltis. En los entrenamientos fuera de la portería a veces jugaba mejor que algunos compañeros de campo y encima paraba mucho. Tenía una tremenda personalidad y un carácter muy particular. Nunca olvidaré un partido contra la Real Sociedad en que metió un penalti, se puso a celebrarlo en el centro del campo, la Real sacó rápido y creo que fue Goikoetxea, que todavía estaba en la Real, y le metió un gol desde su campo que fue, no sé, un poco ridículo, ¿no? Por la escena que se montó, quiero decir. Porque encima pretendió que el gol no era válido, pero estábamos todos en nuestro campo y lo era. Recuerdo mucho también que mantenía un diálogo permanente con la grada. O bien animándola, o bien reprochándole actitudes. Era hiperactivo, interactuaba permanentemente con los aficionados. En el terreno personal era un poco complicado. No le gustaba callarse lo que pensaba, más bien al contrario, decía todo lo que pensaba en cada momento. Y eso a veces, evidentemente, propició situaciones incómodas. Está claro. De hecho, después se ha visto que ha sido un jugador que nunca ha eludido una polémica sea del tipo que sea. Entonces ya era así un poco, tampoco tuvo situaciones que le dieran pie a más, pero…

Fuisteis los primeros pupilos en España de Radomir Antic.

Vino en la misma época que Cruyff a España. Fueron protagonistas los dos porque tuvieron algún problema con la homologación del título de entrenador. A Antic le pusieron como segundo entrenador para que le habilitara Víctor Fernández, que terminó sucediéndolo. E hizo dos muy buenas campañas con un equipo que, bueno, tenía una calidad justita. Pero era un tío con una vitalidad y un optimismo extraordinarios. Sobre todo era un gran pedagogo. Tenía una predisposición para el trabajo extraordinaria. Era también muy cercano al jugador, sobre todo a los que eran más jóvenes. Siempre ponía trabajo extraescolar, siempre ponía deberes. Apostaba por el espíritu de superación de cada jugador. Eso terminó contagiándolo a los jugadores.

Hiciste la fase de preparación y fuiste al Mundial de Italia 90 con Luis Suárez.

Antes del Mundial jugamos contra Yugoslavia, que luego nos echó. En Eslovenia hubo un amistoso y ahí estaban sobre el campo Prosinecki y Stojković, que eran extraordinarios. Tenían una plantilla de gran talento, como casi siempre. Aunque los partidos preparatorios del Mundial no es que sean aburridos, pero uno ya lleva muchos partidos a la espalda y lo que quiere es que empiece lo importante cuanto antes. De aquella fase me quedé con la calidad de estos dos jugadores.

Miguel Pardeza para Jot Down 3

Suárez intentó poner un estilo como el que planteó Luis Aragonés que nos hizo campeones, recuerdo declaraciones de Míchel diciendo que por fin se jugaba el balón por el suelo…

Aquella selección era mucho más heterogénea. Podías tener a Martín Vázquez, pero luego tenías a Villarroya, que era de una técnica más limitada. Creo que todo eso se ha ido puliendo. Pienso que el fútbol, jugarlo, es como hablar un tipo de lenguaje, me da igual el que sea. En ese debate sobre si hay que jugar de una manera o de otra prefiero ser respetuoso, todas me parecen válidas. Pero lo que sí tiene que haber es coherencia en la selección de los jugadores. Y aquel equipo nacional sí que adolecía de aquella diversidad de animal futbolístico al que no se le permitía desarrollar una idea de forma más pura. Pero por las características de Míchel, de Martín Vázquez, de Roberto, había un equipo que ya quería jugar de una manera que ya se adaptaba a la personalidad de estos jugadores. No sé si se llegó a jugar tan bien, porque el Mundial no salió muy allá, pero se intentó eso. También, Luis Suárez, por su propia personalidad, porque había sido un gran jugador, su forma de entender el fútbol iba en esa dirección.

Para mí ir al Mundial fue una experiencia rica en lo personal. Esforzada, porque son muchos días los que hay que estar concentrado. La espera es muy larga. Yo no estaba en el equipo titular, con lo cual mi forma de vivirlo fue distinta. Pero lo tengo como uno de los mejores recuerdos de mi carrera profesional. La expectativa que se montó alrededor de un torneo de esa naturaleza, todas las esperanzas depositadas, el aluvión de medios de información, las expectativas de un país. Es único, no hay nada como vivirlo desde dentro. Aprendí muchísimo y me dio la posibilidad de convivir con compañeros un periodo muy largo. En cuanto a nuestra trayectoria, se habían depositado muchas esperanzas en esa generación, se pensaba que la Quinta estaba en su mejor edad para lograr un triunfo, pero quedó claro que a España todavía no le había llegado su hora. Luego la relación entre el aparato informativo con la selección nunca es fácil. Tiene sus buenos momentos y sus desencuentros inevitables. En esta ocasión metieron demasiada presión, el propio seleccionador iba a las ruedas de prensa a cada comparecencia incómodo. En fin, recuerdo que eran situaciones poco ventajosas para crear un clima relajado y tranquilo como para poder hacer algo más. No sé qué pasó al final, tanto desencuentro y malentendidos.

¿De ahí vino el «me lo merezco, me lo merezco» de Míchel?

No lo sé. Me imagino que fue porque el partido contra Uruguay fue muy malo, no sé ni si pasamos del centro del campo o llegamos a tirar a la portería. Los partidos inaugurales siempre son difíciles y supongo que recibiría críticas y esa fue su manera de desahogarse.

Te quiso fichar Cruyff después del Mundial.

Hubo rumores. Algún contacto. Pero al final aquello no se  consumó. Antes la movilidad de un jugador no era como ahora. Era muy corriente que un jugador empezara con veinte años en un equipo y acabara ahí su carrera.

Dijo, textualmente, que le «apasionabas».

Yo estaba muy tranquilo en Zaragoza, muy cómodo, y el Dream Team era un equipo complicado. A cualquier jugador le hubiera gustado por la calidad de esa plantilla, pero sinceramente, no me lo planteé. También me quiso el Atlético cuando estaba Maguregui, pero estaba a gusto, me sentía bien en Zaragoza. Sinceramente, nunca tuve ganas de cambiar. Los maños me acogieron muy bien. Me trataron genial. Hice amigos fuera del fútbol con los que compartía inquietudes, algo que en este mundo no es fácil de conseguir. Tuve relación con mucha gente del mundo de la cultura. Mi amigo Javier Barreiro, profesor de literatura que ha publicado no menos de veinte libros. José Antonio Labordeta. Ignacio Martínez de Pisón. Luis Alegre. Me dejo a muchos, pero tuve la suerte de coincidir con mucha gente, círculos con los que podía compartir inquietudes, que también eran futbolísticas, porque eran todos grandes aficionados al futbol. Me resultó una ciudad muy agradable para vivir. Tuve suerte de coincidir unos años con un equipo extraordinario que llegó a finales y ganó un título internacional, la Recopa. Uno elige un destino, pero a veces el destino se convierte en algo agradable o no por motivos que no puede controlar, que pertenecen al azar.

Habías empezado Filología en Madrid.

No, en Madrid, en la Autónoma, empecé Derecho. Hice dos años, luego me fui a Zaragoza, donde mis condiciones personales habían cambiado, me acababa de casar, etcétera. Y tercero lo saqué, pero cuando estaba empezando cuarto me di cuenta de que nunca iba a ser abogado, decidí dar el paso y cambiar a lo que de verdad me gustaba que era la Filología Hispánica, la carrera en la que me acabé licenciando. Yo veía que en la abogacía iba a tener poco recorrido y como siempre me había gustado leer, tenía amigos profesores de universidad y catedráticos de Filología, me dije que para licenciarme en algo mejor que fuera de lo que más me gustaba. Al fin y al cabo, cada vez veía más difícil desarrollar una actividad profesional al margen del fútbol. Puestos a estudiar prefería hacer algo que me llenase.

Hubo un reportaje en El País, no sé si por Italia 90, en que decían de ti: «le gusta encerrarse en su habitación a leer a Proust con la música clásica a tope». Tengo muchos amigos que no se olvidan de esto.

Lo de Proust es una licencia del periodista, lo leí de más mayor. Pero sí que leía en las concentraciones, porque son muchas horas las que pasas ahí y para mí es la mejor forma de pasar el tiempo. Para mí la literatura y los libros siempre han sido grandes compañeros de viaje. Un libro es como un amigo para consolarte en los momentos malos. Siempre hay un libro para cada estado de humor que tengas. Con esta costumbre me siento muy afortunado, porque pocas cosas hay mejores para acompañarte en la vida que la literatura, no protesta, no te dice nada, está siempre dispuesta. Hay pocos entretenimientos que te den tanto y te pidan tan poco, más allá de tiempo para que leas un poco.

¿Hay muchos futbolistas lectores como tú?

Los hay, aunque tampoco me he encontrado muchísimos, eso tengo que decirlo. Valdano es un ejemplo. Butragueño sé que lee bastante. Sanchís me consta que también. No conozco un centenar, pero los hay.

Cuando te fuiste del Madrid dijiste que no podías competir con Butragueño, con un «mito».

Me hubiera gustado seguir en el Madrid, esa es la verdad. Mendoza, entonces presidente, no quería dejarme marchar de ninguna manera. Pero tenía a dos jugadores como Butragueño y Hugo Sánchez delante de mí, con edades todavía que hacían pensar que les quedaba una eternidad, y no quería un papel secundario. Podría haberme quedado, pero siempre fui impaciente y no quise darle tiempo para ver si cambiaba la situación. Dije que Butragueño era un mito, y era verdad. Lo dije para explicar la situación, me tenía que ir porque tenía por delante a un jugador que había revolucionado el fútbol español. Se ha dicho, él cambió la forma de ver el fútbol de los espectadores españoles que venían arrastrando prejuicios sobre la furia y el pundonor. Butragueño hizo cosas que no se habían visto y fue educando al aficionado español. A Emilio no se le puede explicar desde el punto de vista exclusivamente futbolístico, fue algo más que eso. Luego, en lo personal, tengo debilidad por él. Además, soy amigo suyo. Somos tan amigos que incluso en el Mundial, estando yo ya fuera del Madrid, nos pusieron en la misma habitación. Siempre hemos tenido mucha afinidad y cercanía. No puedo ser objetivo con él. Pero la importancia que ha tenido en el fútbol español es absolutamente indiscutible. Es una referencia en la historia de nuestro fútbol, eso es indudable.

Engonga nos dijo que le daba pena darle en el campo.

Sí, inspiraba ternura [risas]. Es una de las ventajas que tuvo como jugador, con esa cara angelical. Algunos ante la expectativa de tener que golpearlo, pensarían que mejor no… [risas].

Miguel Pardeza para Jot Down 4

¿Cómo se fue gestando ese gran proyecto que fue el Zaragoza de Víctor Fernández?

Fue determinante la gran relación que existía en aquel momento con el Real Madrid, nos jugamos varios que habíamos pasado por la cantera blanca. Juanmi, Solana, Aragón, Esnáider, yo… estábamos cuatro o cinco que veníamos del mismo sitio. Por otro lado, el cambio de los clubes en sociedades anónimas nos benefició. Alfonso Solans, el dueño de Pikolin, compró el equipo y lo impulsó. Víctor, además, era un apasionado por un fútbol de determinado estilo y terminamos siendo un equipo brillante. Jugamos muy bien, tres finales en tres años no es nada fácil. Durante unos años creo que daba gusto vernos jugar.

El Paquete Higuera metía todos los goles que le daba la gana.

Es uno de esos jugadores a los que nunca se les ha reconocido del todo el talento que tenían. Era muy inteligente. De los que mejor he visto jugando sin balón. Hoy en día ya no se habla mucho de esto, de jugar con balón o sin balón, pero él era el que mejor hacía diagonales, jugaba a la espalda de las defensas, era rápido constante, personalidad firme. Uno de los mejores compañeros con los que he jugado y tal vez no se le haya reconocido.

Poyet.

Tuvo un gran mérito. Porque vino de la segunda división francesa como delantero centro, se le reconvirtió a interior, porque si tenía algo bueno era su llegada a la segunda línea y remataba muy bien de cabeza. Era muy listo, se sabía explotar al máximo y dio un gran rendimiento. Luego mira qué carrera hizo, después de Zaragoza se marchó a Inglaterra y se adaptó perfectamente. Tenía muchísima personalidad, era de los que interactuaba con la grada.

¿Qué pasó con Brehme?

Que vino muy mayor, básicamente. Con más resabios que otra cosa, vino. Éramos un equipo menor, llegaba del Inter, después de haber sido campeón del mundo. Todo se le quedaba pequeño. Pretendió jugar de centrocampista cuando siempre lo había hecho de carrilero, tuvo diferencias con Víctor, y salió de forma precipitada. Pero para mí fue un auténtico placer. Era un ambidiestro perfecto, no sabías si era diestro o zurdo pero de ninguna de las maneras. Por más que te decía que era zurdo, no te lo creías viéndole como jugaba con las dos piernas.

El Dream Team os dio algunos repasitos.

Era sorprendente, nos dejó marcados. Se ponía a jugar, a tocar la pelota una barbaridad, contra el Madrid no era muy distinto, tenían tanta calidad técnica que jugaban su partido y tú hacías de sparring. Si estaban inspirados era muy difícil jugar, te dejaba la pelota muy poquito tiempo. Contra ellos te terminabas desmoralizando y se te hacía el partido un trámite muy doloroso.

Tuvisteis dos años al mejor Esnáider.

Era inteligente, con chispa. De una tremenda fortaleza mental. También era muy pícaro. Era muy apasionado, transmitía muchísimo a la grada y a sus compañeros. Se notaba que era joven, tenía toda la carrera por delante y se quería comer el mundo. Quizá fue esto lo más llamativo de él, esta ambición sin límite.

El Zaragoza y Aragón se encontraron el uno al otro.

Todo clase. Un organizador de un talento inmenso, de una calidad técnica extraordinaria. Sabía jugar en corto, sabía jugar en largo. Tiraba faltas. Rápido, pero entendiendo muy bien el juego. Fue una pieza clave. En el Madrid también podría haber jugado, pero triunfar en un Madrid no es fácil. Los canteranos si no consiguen afianzarse desde el principio luego les resulta muy complicado. Ese es el gran dilema de todos los canteranos de un equipo grande, si seguir ahí una temporada tras otra sin tener seguro que vas a jugar o por el contrario intentar buscarte la vida en cualquier otro equipo.

¿Cómo vivisteis aquella Recopa?

El partido clave, se diga lo que se diga, fue el del Feyenoord. Un equipo muy duro. Perdimos 1-0 en Holanda y nos costó muchísimo levantarlo con un 2-0 en casa. Pero fue clave porque ahí nos dimos cuenta de que realmente podíamos hacer algo en esta competición. Y la resolvimos bastante bien. El Chelsea que nos encontramos no tenía nada que ver con el que ha sido después. Hicimos un buen partido, 3-0, en Zaragoza y allí, aunque lo pasamos mal un poco, porque nos descuidamos, creo que lo pasamos bien. Fue mucho peor el Feyenoord.

Y a la final llegamos algo cansados, el Arsenal era fuerte. Y los nervios, de estar en París, en una final europea, que para muchos de nosotros que ya estábamos en los veintinueve años sabíamos que era nuestra última oportunidad de conseguir algo importante. Igual la única final que íbamos a jugar en nuestra vida. Un punto de no retorno. Pero, como en todas las finales, hace falta algo de suerte y nosotros la tuvimos. Con el 1-1 íbamos directos a los penaltis, estábamos todos cansados, alguno estaba rezando para que llegara ese momento. Ellos iban mucho más fuertes y… llegó el gol de Nayim.

Gol muy baturro

Un gol soñado en el último minuto, con esa factura y lo que se consiguió. Fue un gran cierre para iniciar el final de la carrera de muchos que ya estábamos iniciando la cuesta abajo. Empezar el final de esta manera fue mucho mejor. Nayim iba por ahí diciendo que si el gol lo había metido Dios, porque era la única manera de explicar lo inexplicable. Creo que fue el típico gol del cansancio, de ya no saber qué hacer. Esa misma jugada en otro tramo del partido no hubiera hecho eso. Es una jugada que haces cuando no tienes fuerzas de hacer nada mejor, te la juegas de forma irreflexiva, que es un método que a veces da buenos resultados [Risas].

Acabaste en México, en el Puebla, con el gran Carlos, del Oviedo.

Una experiencia buena. Estuve con Carlos y el Paquete Higuera. Fueron dos años. Siempre viene bien tomar distancia de lo que han sido tus dinámicas naturales. Para cobrar distancia y para ver el futuro, porque ese sí que es un tránsito difícil para cualquier jugador, abandonar la que ha sido tu actividad principal a lo largo de muchísimos años. En algunos casos, como el mío, después de haber comenzado muy jóvenes. Yo, con catorce años. En México, en Puebla, pues desde la distancia vislumbras tu futuro y puedes tomar decisiones sobre qué quieres hacer o no. Estas salidas al final de la carrera de un jugador sirven más para readaptación que para otra cosa, no nos vamos a engañar. Es una especie de tránsito, de periodo de prueba.

Puebla fue una experiencia, de todas formas, muy agradable. Era entonces una ciudad de tres o cuatro millones de personas, con una gran colonia de españoles. Tuve la suerte de ir con Higuera, con el que había jugado en el Zaragoza muchos años, y ese apoyo siempre viene bien. Me siento muy contento de haber ido. Como te explico, tomar distancia sirve para comprender mejor tu país, entenderte a ti y vivir experiencias que te enriquecen como persona.

¿Hablaba Carlos de la pena de que no le llevaran al mundial del 94 después del temporadón que había hecho ese año?

Son de esas cosas que se te quedan marcadas en una carrera, pero no le oí hablar demasiado del tema, no te creas.

Miguel Pardeza para Jot Down 5

Como director técnico del Zaragoza, y después de haber estado después en el Madrid, igual nos puedes revelar qué pasó realmente con Milito.

Lo que pasó en Madrid no tengo datos. Después de unos análisis médicos determinaron que no era posible su fichaje. Solo te puedo decir que a nosotros nos vino muy bien porque llevábamos tiempo detrás de su fichaje. Nos dio unos años extraordinarios. Tenía una personalidad magnífica.

¿Traer a Ewerthon fue cosa tuya?

Yo estaba en la dirección técnica. También nos hizo muy buen trabajo.

Y Villa… grandes aciertos, Miguel.

Pero en una decisión deportiva como esa nunca se está solo. Yo tenía un gran compañero de trabajo que era Pedro Herrera, padre por cierto de Ander Herrera, y que tenía muchísima experiencia. La verdad es que formamos un buen equipo en el Zaragoza los dos por aquella época. Primero porque teníamos gustos futbolísticos muy similares, y eso es clave. Teníamos claro cómo teníamos que operar y eso nos dio algunos aciertos, también hubo errores. Está claro que el trabajo en dirección deportiva de un equipo está plagado de buenas decisiones y equivocaciones, pero creo que más allá de eso, que son circunstancias inherentes al cargo, lo importante es cómo quieres trabajar. Saber qué quieres hacer y qué línea vas a seguir.

Has comentado que internet ayuda a conocer mejor a un futbolista que se quiere fichar ¿antes se producían algunos fichajes a ciegas?

No, lo que pasa es que las herramientas tecnológicas que tiene cualquier club son inimaginables con respecto a las que había antes, que tenías que fichar a un jugador después de haber ido a verle dos o tres partidos y jugártela con lo que habías podido detectar ahí, teniendo en cuenta la información que te hubiera llegado verbalmente de conocedores del jugador en el terreno. La metodología era completamente distinta. Hoy tienes herramientas con las que puedes seguir a alguien todos sus partidos de una temporada. Las estadísticas de todo, informes sobre el terreno. Las decisiones ahora son mucho más fiables.

De tu última etapa en el Madrid no quieres hablar.

Ha sido una grandísima experiencia, he aprendido muchísimo, un paso más en mi aprendizaje como hombre de despachos, y poco más puedo decir. Siempre voy a estar eternamente agradecido. No es fácil ocupar un puesto de responsabilidad en el Real Madrid…

Y menos en la época de Mourinho.

[Sonríe] No, fue un entrenador con sus peculiaridades, del que se puede aprender como de todo el mundo.

¿No había muchos terremotos?

[Risas] No, no, bueno, es un hombre intenso y apasionado.

Cuando fichaste por este cargo por el Madrid, en tu mudanza a la capital, te trajiste contigo tu biblioteca de quince mil volúmenes…

El libro es un buen compañero, más que nada. Con los libros se pueden hacer muchas cosas, uno puede orientar sus gustos en una dirección o en otra, pero el acto en sí de leer ya es consolador. Hay tantos temas que se pueden abordar con un libro… Y yo soy muy ecléctico. De la literatura española he leído mucho a Baroja, a Valle Inclán, he leído algo menos a la generación del 27, pero me gustan Cernuda, Alberti y Lorca, por supuesto. Leí mucho en una época a Cela. También mucha literatura internacional, porque esto va por épocas, he leído a Cortázar, a Borges, Adolfo Bioy Casares, Vargas Llosa… del XIX he leído mucho a Stendhal, Flaubert… En general, he leído un poco lo que hay que leer, y muchísimos autores menores que a nadie le interesan, pero que me gustan. Por ejemplo, Emilio Carrere, los autores relacionados con la bohemia…

¿Por qué este movimiento?

Por influencia de Javier Barreiro, mi amigo. Siempre ha sido un hombre aficionado a los movimientos literarios de principios de siglo y uno de ellos ha sido la bohemia. Hemos tenido tanta amistad que por contagio terminamos buscando libros y autores de esta época y escribiendo alguna cosa sobre ellos.

Miguel Pardeza para Jot Down 6

Cuando reeditó Valdemar a Carrere hablaban de que la historia de la literatura al final es muy arbitraria, que hay un selecto club de «sabios» que eligen a los que tienen que estudiarse y movimientos como este, el de la bohemia, se quedan relegados al olvido por culpa de esos criterios academicistas

Ya. Cualquier literatura, no solo la española, se cuenta en función de ciertos determinismos ideológicos, eso está claro. Aquí siempre se ha dicho que la historia la escriben los ganadores. Es verdad que la historia no siempre responde a la realidad de los hechos. En la literatura hay mucha gente que merece la pena que queda en el olvido. Es raro que un tipo que no merece la pena perdure, pero muchísimos autores podían haber permanecido y no lo han conseguido. También hay un proceso de selección natural, de la del 27 podían haberse recordado muchos, pero solo han prevalecido unos determinados. Son gente de calidad, pero muchos otros bien porque fueron independientes, bien porque fueron por libre, porque su obra no fue del todo comprendida, pues perdieron el tren de la historia de la literatura. Pero oye, ahí hay un campo que es muy bonito de descubrir para la gente que guste. Yo creo que cada uno tiene que ir construyendo su propia tradición, y no solo en la literatura.

¿Puedes describir el ambiente de la bohemia para quien no lo conozca?

Duro y difícil. Era una España un poco dura. Este es un país que ha mejorado muchísimo con los años, la situación de los escritores de principios de siglo… no es que escribir fuera llorar, como decía Larra, era muchísimo peor. Aparte que el analfabetismo del país era grandísimo, la situación política era lamentable, tanto que terminamos llegando donde llegamos. La diferencia de clases era abismal, el caciquismo no había renunciado a su influencia, las instituciones políticas estaban terriblemente corrompidas y desfasadas, no se había superado nuestro prejuicio histórico colonial. Una serie de circunstancias que hacían la convivencia muy difícil. Las diferencias entre pueblo y ciudad entonces eran horribles. Y Madrid era una ciudad complicada también. Ahí salieron una serie de personajes que eran el gallofo, el bohemio, que se venían a la capital a buscarse la vida y muchos terminaban en el arroyo. Es difícil de asimilar. Esa época no era fácil para nadie, pero especialmente para la gente de letras. Grandes desconocidos de esa época eran Pedro Barrantes, Xavier Bóveda, Pedro Luis de Gálvez… escritores de esta estirpe había muchos y era muy pintoresco. El libro que mejor describe el ambiente es La novela de un literato, tres tomos que puede leer cualquiera, de Rafael Cansinos Assens, que retrata perfectamente el clima y el ambiente.

Para tu tesis doctoral, ¿por qué elegiste a Ruano?

Porque nadie lo había trabajado de forma académica. Porque yo lo conocía, me gustaba mucho cómo escribía. Porque había cierta facilidad para investigarlo, porque la Fundación Cultural Mapfre había recopilado su legado, ahí conocí a mi amigo Pablo Jiménez, director de la Fundación cultural. Me pareció un personaje interesante sobre todo para leerlo. Ya que tenía que trabajar mucho, lo mejor era coger a alguno que te gustase mucho.

Alguna vez le has descrito como «anarquista de derechas», pero en términos más crudos podríamos decir que fue admirador del nazismo.

Indudablemente, él se alineó con el franquismo y la rebelión en la Guerra Civil. Es cierto que colaboró con el aparato de propaganda del nazismo, eso no se puede negar. Pero yo sigo pensando que además de esas circunstancias, que no son admirables evidentemente, creo que a lo largo de su vida lo que predominó fue un escepticismo político. Lo siguió manteniendo más allá de que tuviera relaciones poco aconsejables, esa es la verdad.

Dices que para entenderle hay que emplear la máxima de Jacinto Benavente de que «en España solo se habla bien del éxito sin mérito o del mérito sin éxito».

Creo que es una gran frase porque es verdad. Creo que la sensación que dejó Ruano fue la de un escritor que podría haber dado mucho más de sí. Tenía un talento innato para escribir, era un literato de los pies a la cabeza, pero las prisas o lo bien que vivía gracias al periodismo quizá le privó de la paciencia y de la perseverancia que se necesitan para hacer una obra que realmente merezca la pena. Pero escribió poesía, novela, reportaje, era un literato total. Aunque, quizá, salvo en las poesías y en sus memorias, en el resto de sus escritos adolece de una cierta precipitación, falta de tiempo para madurar una obra que fuera realmente perdurable.

¿Por dónde vas a tirar ahora, por la literatura o por el fútbol?

No lo sé. Es lo que tengo que decidir. Pero ya sabes lo que dijo aquel, la vida es lo que te va pasando mientras te empeñas en llevar adelante tus planes. Así que ya no hago planes. Soy un hombre de fútbol, pero tengo la gran suerte de que me gusta el mundo de los libros. Por eso cuando trabajo en el fútbol, dejo un poco de lado los libros, y cuando dejo el fútbol, pues sencillamente me centro más en los libros. Como en este momento.

Miguel Pardeza para Jot Down

Fotografía: Guadalupe de la Vallina

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Pluto, el grupo de hard rock; hundidos por Disney y una huelga de mineros

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Imagen cortesía de Dawn Records.

Imagen cortesía de Dawn Records.

La historia del rock, digamos, oficial, tiene que ver con la calidad de la música, con el aquí y ahora, la innovación y el lugar donde la llevas a cabo —no es lo mismo Smash en la Sevilla de la España de Franco que los Byrds en la California de los sesenta—, pero también con el marketing.

Por ejemplo, Kiss. Gran grupo, muy festivo. Divertido, canciones redondas. Pero ya. Y sin embargo, su nombre es una marca. Tiene un significado. A saber, me gusta la fiesta, el hedonismo, la música directa, sin intimismos ni moñerias. Podrían haberse quedado en el recuerdo de los setenta, junto a grupos a los que no son superiores, como por ejemplo Slade o Foghat. Pero la marca trascendió. Se han vendido camisetas de Kiss en Zara. No hay más que hablar.

Y comparémoslo con Patto. Ollie Halsall y Mike Patto alcanzaron cotas equiparables a Led Zeppelin pero son muy poco recordados. Como que Ollie murió en España de una sobredosis de heroína el mismo año en que había trabajado de músico de sesión de Hombres G, grabando el solo de «Encima de ti» de Historia del bikini, en 1992. Sin embargo, Gene Simmons por ahí anda trasladándose en limusina de una mansión con la piscina llena de tías en bolas a otra, y luego a otra. Y al día siguiente, por la mañana temprano, a otra. Mientras que a Ollie, que era un verdadero genio, cuentan en los mentideros de la capital, se le pudo ver tocando en el metro para financiarse la adicción en los días malos.

¿Es eso justo? Pues no, pero así es el marketing. Unos terminan en Zara y otros en el catálogo de reediciones de sellos como Get Back o la por desgracia desaparecida Akarma (por cierto, amigos de «Busco en la basura algo mejor», me tomé la molestia de volcar en Spotify el catálogo de esta última), como el grupo del que hablaremos hoy: Pluto. Ahí va su único disco. Editado por Dawn en 1971.

Paul Gardner, su guitarrista, empezó a trabajar en el negocio como músico de sesión para Olga Records. Estuvo con Heb Stars, el grupo R&B de Benny Andersson, a la postre barbudo de ABBA. Y fueron dirigidos por el manager Phil Carson, que dejó la discográfica para cruzar el charco e irse a Atlantic, donde fichó a Led Zeppelin y AC/DC. Casi nada.

Más adelante, Gardner se cruzó con otro personaje crucial, esta vez más que un tipo audaz, un genio. En la segunda mitad de los sesenta, en Gran Bretaña hubo un productor que estaba revolucionando la música con innovaciones en el estudio de grabación de forma similar a Phil Spector en Estados Unidos. Se llamaba Joe Meek. Artífice del célebre «Telstar» de los Tornados, con él trabajó Ritchie Blackmore antes de formar Deep Purple, Rod Stewart antes de los Faces o Jimmy Page antes de Led Zeppelin. A principios de 1967, Meek le echó el ojo a un power-trio que estaba cobrando celebridad en la escena londinense, los Jack´s Union, el grupo de Paul Gardner. Según cuentan las crónicas, eran una auténtica locura cuyos conciertos terminaban con final en alto típico de los tiempos, un «Purple Haze» de Jimi Hendrix ido de madre con la performance de la decapitación de un maniquí y su posterior desmembramiento.

Empezaron a grabar con Meek, que también fue famoso por pasar de los Beatles y de Bowie cuando podría haber sido su descubridor, y la cosa prometía. Pero sucedió la tragedia. Meek, gran admirador de Buddy Holly, se suicidó un 3 de febrero, aniversario de la muerte de su ídolo, llevándose por delante antes, eso sí, a la casera de su casa, a la que metió un tiro por la espalda. A los Jack´s Union se les truncó la carrera. En el libreto del CD de la reedición del disco de Pluto explican que ya no fueron capaces de convertir toda su energía y desparrame en directo en un sonido comercial que se tradujera en dividendos. Se separaron.

Gardner después dejó un single grabado con los Dry Ice británicos —hubo otros americanos en las mismas fechas— de dos canciones compuestas por él, «Running to the convent» y «Nowhere to go» Un plástico que les sirvió para ser teloneros de los Taste de Rory Gallagher en el Star Club de Hamburgo. Telonear a Dios, no está mal. Para más adelante trabajar con el manager Doug Smith y sus grupos de la escena de Notting Hill, o como roadie, o tocando algún instrumento si fuese preciso. Una ocupación que no era como ser funcionario de correos en Suiza. En pocos lugares del mundo se consumió más droga que en Notting Hill en aquellos años. Los grupos con los que alternó fueron los grandiosos Hawkwind, Skin Alley, High Tide, Cochise (el grupo de Mick Grabham de Procol Harum, donde hicieron cameos Steve Marriott de Small Faces y Humble Pie y Nigel Olsson, el bataca de Elton John) y los folkies Trees. En el barrio coincidía cada noche con John Peel, Bowie, los Pink Fairies… Douglas luego fue manager de excelentes grupos de heavy metal, como Tank o Girlschool, y por supuesto Motörhead, cuyo líder, Lemmy Kilmister, hasta hace muy poco iba por ahí metiéndose speed cogiéndolo de un bolsón con un machete. O lo mismo todavía sigue. Pero lo importante: Gardner, criado y madurado en este ambiente, sentenciamos que tenía pedigrí.

A la otra guitarra de Pluto estaba Alan Warner, con el culo pelado de tocar R&B en bares de Londres y bases americanas en Inglaterra. La nota más destacada de su currículum para los paladares exigentes era que había militado en los Black Eagles, el grupo de un mulato de nombre Phil Lynnot que luego se llamarían Thin Lizzy. Pero no grabó nada hasta entrar en el combo de soul y ska The Ramong Sound, que, después de que metieran a su cantante Raymond Morrison en la cárcel, pasaron a denominarse los Foundations. Aquí Alan lo petó, llenaron las pistas de baile y coparon las listas de éxitos.

[Sobre la búsqueda de cantante de los Foundations] «Le preguntamos a Rod Stewart si quería ser nuestro cantante después de una jam que hicimos juntos, pero dijo que no, que prefería moverse en otros estilos musicales. Otro cantante que entró en el grupo fue Arthur Brown, pero lo dejó después de un par de meses para convertirse en The God of Hellfire with The Crazy world of Arthur Brown» (Alan Warner, entrevista en Psychedelic Baby)

Cuatro discos después, llegaron los setenta y la escena del hard rock y el progresivo tenía mucho mejor pinta en Inglaterra que el soul y el pop luminosos. Además, se habían pasado cuatro años girando por todo el mundo sin parar y prácticamente sin ver ni un duro. Como tantos grupos en aquella época, todos los ingresos iban para el manager y los ejecutivos del sello. Warner, hastiado, puso un anuncio buscando un grupo de rock en el Melody Maker.

Quería novedades, tocar otros estilos de música que tuvieran más guitarra y que compusieran sus propias canciones. Todavía era joven y sentía que tenía que tocar con un grupo joven con ideas frescas (Alan Warner, ídem).

Así se unió a Gardner y a un batería, Derek Jervis, que venía de Mighty Joe Young, grupo del que saldría también el cantante de los aludidos Cochise, John Gilbert. Solo faltaba un bajista, puesto que ocupó Mick Worth, que tocaba con un bajo que había pertenecido a John Entwistle, el de los Who, y que por lo visto era un payaso en escena de tomo y lomo. Como además tenía furgoneta, podemos decir que reunía las condiciones de bajista perfecto.

Empezaron a girar por las universidades, donde había interés por la que entonces era música indie. Los sesenta habían quedado atrás y llegaban nuevos sonidos. Bases rítmicas más contundentes, desarrollos más largos en algunos casos, pero sobre todo más volumen. Los sellos independientes empezaron a marcar el camino. Casas como Island sacaron a Mountain. Immediate a los Humble Pie de Town & Country. Charisma a los alemanes Birth Control. Y detrás vinieron las grandes discográficas, que crearon sus divisiones para la música alternativa del momento. Decca inauguró Deram, donde sacaron disco a Ten Years After, Frijid Pink o Jerusalem. De Emi nació Harvest, con un catálogo que incluye gemas como Bakerloo, los australianos Spectrum y Pirana, los holandeses Brainbox del gran Jan Akkerman o Babe Ruth y nada menos que un grupo llamado a durar muchos años en lo más alto, Deep Purple. Lo mismo que Phillips, que en Vertigo lanzó maravillas que hoy son carne de reediciones para arqueólogos y coleccionistas como Affinity, los mencionados Patto, Cressida, Beggars Opera, Lucifer’s Friend y otra bomba cuya onda expansiva también iba a durar muchos años: Black Sabbath. Dos grupos, los Purple y los Sabbath, que junto a Led Zeppelin y AC/DC de Atlantic, influirían en el sonido de los grupos de hard y heavy rock de los siguientes treinta años. Y lo que te rondaré morena.

Y en esta maravillosa explosión de imaginación, Pluto encajaron perfectamente. En su caso, tras tocar todas estas puertas, ficharon por Dawn, el sello indie que sacó Pye, y que se forró con el single de Mungo Jerry «In the summertime» y apostó por progresivos como los irlandeses —mi debilidad, confieso— Fruupp, los galeses Man, no menos espectaculares, y el acojonante LP Stand and be counted del que para mí también es uno de los mejores grupos de la década, Stray.

Imagen cortesía de Dawn Records.

Imagen cortesía de Dawn Records.

Alan Warner tuvo suerte porque tenía contactos en Pye, ya que era el sello de los Foundations, pero también mala fortuna porque, para su desgracia, le asignaron el mismo productor, John McCleod, que era la primera vez que trabajaba con ese nuevo sonido, el del «rock duro». Venía del pop y Pluto suponía para él un paso adelante, reciclarse, ponerse al día. Dice J. E. Barnes, biógrafo del grupo en su reedición de los años ochenta, que hubo muchos choques «culturales» con él en la grabación del disco, pero que al final salió un buen producto. Alan recuerda sin embargo que no les dieron la libertad que tenían otros grupos por aquel entonces, cosa que no se sabe si, a estas alturas, se puede juzgar como mala idea o como buena. El primer prensaje vendió doce mil copias. Del disco se cayó, eso sí, todo lo registrado que sonase al ayer, como «Rag a bone», una composición de Gardner que editaron en single aparte del disco homónimo.

El plástico vendió muy bien para no haber gozado prácticamente de promoción por parte de Pye. Disney les amenazó con llevarles a los tribunales si no pagaban una cantidad desopilante por llevar en la portada del disco un dibujo de Pluto, ahora sí, el perro. Con todo el merchandising y hojas promocionales diseñadas con reproducciones del Pluto de Disney, cambiaron en un giro de 180º a Plutón, el planeta. Dijo Alan que de eso sí que nadie iba a pedir los derechos —pobres griegos, así les va—. Pluto, de todas formas, se convirtió en un grupo fetiche en su país, con un número modesto de fans pero muy entregados. Ahora se dice «grupo de culto». 

De los grupos que cita J. E. Barnes como grandes parecidos con Pluto, la idea de una mezcla de Black Sabbath y Bad Company no va desencaminada, más por los segundos que por los de Ozzy e Iommi. «Down And Out» la podría tocar perfectamente el grupo de Paul Rodgers. Del mismo modo que lo tenía todo para haber sido un hit en toda regla, incluido el cencerro. El material encendía a las audiencias, a los chavales, entregados en Inglaterra a ese género que luego empezaría a llamarse metal. Una escena que con los años se tornaría demencial. De gira, las anécdotas, no les iban a la zaga.

Íbamos de camino a un concierto por la noche, cuando empezó a caer la niebla. Cada vez más. Mick Worth, nuestro bajista, estaba conduciendo y alguien le ofreció un porro. Pensábamos que lo rechazaría porque no era fumador, pero lo cogió y le dio unas caladas. Entonces pasó un rato y le dio el subidón. De pronto, decidió que tenía que salir de la furgoneta. Lo hizo y empezó a caminar por la carretera delante de nosotros hasta que desapareció. Por supuesto, todos estábamos pedo y nos reímos un montón, nos hizo mucha gracia que Mick había desparecido en la niebla. Unos minutos después, uno de nosotros cogió el volante y arrancó para buscarlo. Pensábamos que lo veríamos por ahí enseguida, pero no. Pasaba el tiempo y no había ningún contacto. Nos empezamos a preocupar y vimos que lo mejor era ir a alguna parte donde llamar a la policía. Fuimos donde estaba el promotor, nada contento por el retraso, y nos dijo que llamáramos rápidamente a la policía, para que al menos el público viera que habíamos hecho algún esfuerzo antes de suspender el show. Lo que tenía sentido, especialmente si les contábamos el verdadero motivo por el cual nos faltaba un bajista. Después de buscar desesperados por todas partes, cuando subimos al escenario hundidos para disculparnos, de repente, Mick estaba ahí. Con todo el equipo listo y enchufado, como si nada hubiera pasado. Creo que dimos el mejor concierto de toda nuestra vida. El público enloqueció, pidiéndonos a gritos que tocáramos más cuando acabamos. Le preguntamos después a Mick que dónde había estado, qué había pasado, y solo contestó: pues no lo sé. (Alan, ídem)

En 1972 llegó un cantante, John Gilbert, que regresaba de Cosiche, y un segundo single con «I really want it» y «Something that you loved». Dos canciones maravillosas, pero Gilbert volvió a abandonar el grupo y, cuando Pluto se disponía a presentar en directo su nuevo material que no paraba de sonar en la radio, llegó el punto de inflexión. Hacia abajo. Les hundió la huelga de los mineros de 1972. Aquella movilización de los trabajadores fue tan dura que el Gobierno tuvo que imponer la Three-Day Week, restricciones de electricidad en todo el país. Los Pluto en la carretera iban llegando a cada escala de su gira para encontrarse con que el concierto había sido cancelado por los cortes de luz. El grupo, desmoralizado por la falta de panoja, se disolvió.

Gardner siguió con el bajista Worth durante una temporada, llegaron a ser teloneros de Hawkwind, con una propuesta de sintetizadores y guitarras, pero al final Paul volvió a su trabajo de toda la vida en una imprenta. Su referencia más destacada durante ese periodo es que logró venderle una canción a Status Quo. Worth, por su parte, volvió a la venta de coches de segunda mano. Jervis, que murió en 2012, regresó a su pueblo, Warrington, y siguió tocando con los grupos locales. Y Warner siguió vinculado al negocio de la música, pero desde un segundo plano, como profesor, productor y escritor de manuales de guitarra.

La fiebre por el grupo volvió a finales de los ochenta a la misma escala en que la dejaron, esto es, muy limitada. Pero el creciente interés por todos los grupos oscuros de hard rock y progresivo que se encontraban, y siguen estando, ocultos bajo la sombra de los grandes clásicos, les volvió a poner en el mapa, aunque fuese el de los coleccionistas. Yo me lo he encontrado haciendo una limpieza en casa y escuchándolo me resulta extraño, aunque no lo sea en este género y con los grupos olvidados de esta época, cómo un disco del que no sobra absolutamente nada no haya tenido más predicamento. Yo qué sé, en forma de versiones, por ejemplo, como hizo Metallica con el «Breadfan» de Budgie. Pero bueno, así es más exclusivo y especial el caramelo del único trabajo de Pluto, un disco perfecto.

Imagen cortesía de Dawn Records.

Imagen cortesía de Dawn Records.

La entrada Pluto, el grupo de hard rock; hundidos por Disney y una huelga de mineros aparece primero en Jot Down Cutural Magazine.

Las treinta y tres iglesias más espeluznantes de Madrid

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Que levante la mano el que no haya agitado el puño en lo alto preguntando «¿Por qué, pero por qué?» cuando se ha topado de bruces con la arquitectura comprendida entre la segunda mitad del siglo XX y ayer por la tarde. No es una ocurrencia nuestra. En el grupo Satán es mi señor llevan años deleitándose masoquistamente con los engendros de ese arte. En España sobran los ejemplos. Y no por las megalómanas ciudades de artes y ciencias, o de la cultura, o las cúpulas de la energía. Esos mamotretos son lo de menos, aunque resulte difícil de creer. Lo peor es la lluvia fina como las bodegas posmodernas en zonas vitivinícolas de moda, por no mencionar las rotondas, o algunas abyectas disposiciones de hierro y hormigón para alojar a funcionarios. El problema es que estamos rodeados. Y lo estaríamos más de no llegar la crisis a salvarnos, por lo menos, estéticamente.

Aquí, hoy, nos vamos a centrar en una de las versiones de la arquitectura moderna que más asusta a los niños, la que siempre suscita preguntas del acongojado turista y de las que más «¿Por qué, pero por qué?» hace pronunciar a los aborígenes: las iglesias modernas.

Nos centraremos en las de Madrid. Hemos elegido treinta y tres, por ser la edad a la que murió Cristo crucificado. Una generosa concesión. Y para no convertir las lista en una sucesión de comentarios estúpidos, hemos contactado con David García-Asenjo, un arquitecto que prepara una tesis sobre arquitectura religiosa. Él proveerá de información técnica para diferenciar cuándo estamos locos los viandantes y cuándo no. Pueden ustedes aportar engendros del ramo en la sección de comentarios así como discutir la inclusión u omisión de estas cosas, que diría el presidente del Gobierno. Comenzamos. (En esta galería, las fotos en color y desde otros ángulos)

Elogio de hormigón al Coco-Crash

Iglesia de la Santísima Trinidad (Collado Villalba) . Ignacio Vicens y José Antonio Ramos. 2000.

Iglesia de la Santísima Trinidad (Collado Villalba) . Ignacio Vicens y José Antonio Ramos. 2000.

«No sé por qué la hicieron así, y por dentro es peor, no sé quién la diseñó», nos comenta una señora mientras sacamos las fotos.

David: «En su aparente frialdad por el empleo masivo del hormigón, este templo esconde un tratado de simbolismo y liturgia. El retablo pasa de situarse en el interior a hacerlo en la fachada, donde un gran paño de hormigón iguala la escala de la iglesia a la de los edificios circundantes, y muestra la advocación del templo a la Santísima Trinidad, con tres huecos en el hormigón de distinta forma y superficie. La frialdad aparente del templo queda matizada en la capilla del Santísimo, donde un paño dorado acoge el Sagrario, y favorece, junto a la tamizada luz cenital, un ambiente propicio para el recogimiento de la devoción privada. Si no le gusta este templo, no se sienta incomprendido; el gran arquitecto Rafael Moneo también lo encuentra frío y opresivo».

San Raticulín

Parroquia de los Santos Apóstoles de las Lomas (Boadilla del Monte). Rafael García de Castro y Ricardo Mexia del Río. 1968.

Parroquia de los Santos Apóstoles de las Lomas (Boadilla del Monte). Rafael García de Castro y Ricardo Mexia del Río. 1968.

En una de las zonas más privilegiadas económicamente de Madrid, con chalés nivel «consejero delegado este es mi BOE si no le gusta mañana llamo a que hagan otro», la iglesia de Las Lomas parece diseñada para mantener contacto con civilizaciones extraterrestres. Tanto es así, que si se fijan bien, en lo alto tiene las antenas de telefonía móvil del barrio.

David: «Una curiosa reinterpretación del modelo de iglesia de planta central con cúpula. La nueva liturgia propone el altar como el lugar hacia el que converja la atención de la celebración. Este templo apuesta por una planta circular. Y potencia el altar como centro geométrico el espacio con una gran torre lucernario que queda definida por doce costillas de hormigón que se elevan hacia el cielo. Esta torre permite señalar la posición del templo en el entorno de viviendas en el monte donde se asienta. La forma de la cubierta, que crece desde los bordes del exterior hacia el gran lucernario facilita la entrada en el templo y la unión de la asamblea en torno a los focos de la celebración».

Piadísima Soyuz

Parroquia Nuestra Señora de Calcuta (Vicálvaro). 2013.

Parroquia Nuestra Señora de Calcuta (Vicálvaro). 2013.

Houston, el cosmódromo de Baikonur y Vicálvaro.

David: «Una parroquia tiene que integrarse en el barrio, y aunque puede destacar por un empleo más rico de los materiales y presentar unos signos propios de un templo, no tiene que ser ajena al espíritu del lugar y la comunidad a la que pertenece. Aquí, dos piezas, una torre sobredimensionada y un volumen blanco de planta elíptica, se sitúan sobre una plataforma elevada que separa el conjunto del resto del entorno. El volumen blanco se eleva sobre un zócalo oscuro que permite el paso al templo. Aun así, el interior es mucho más interesante. Un espacio blanco y luminoso».

Ahí fuera están los comunistas

Parroquia de Santa Mónica (Rivas Vaciamadrid). Ignacio Vicens y José Antonio Ramos. 2008.

Parroquia de Santa Mónica (Rivas Vaciamadrid). Ignacio Vicens y José Antonio Ramos. 2008.

La llegada al poder de la Izquierda Unida de Tania Sánchez tal vez influyó en la elección de una arquitectura defensiva a ultranza de la Santa Madre.

David: «Sorprende encontrarse con un extraño edificio de acero corten en una zona de viviendas unifamiliares. Unos elementos sobresalen del edificio en uno de los extremos pero no hay referencia a su posible función. El arzobispado quiso que se construyera un templo de disposición tradicional y con un retablo. Y eso realizaron los arquitectos, una iglesia con retablo tras el presbiterio. Pero un retablo de luz, formado por siete lucernarios orientados al norte; siete lucernarios como los siete sacramentos, y como las siete virtudes, entre otra simbología. Un templo contemporáneo que incorpora arte de su tiempo. ¿Y por qué el edificio está revestido de acero corten? Porque un feligrés lo donó. No todo en la arquitectura tiene una explicación simbólica».

Parroquia del Sagrado Píxel

Santa María de la Fe. Nuria Callejas del Castillo, Blanca Ridruejo Miranda y Armando López de Asiaín. 1996.

Santa María de la Fe. Nuria Callejas del Castillo, Blanca Ridruejo Miranda y Armando López de Asiaín. 1996.

Sentido homenaje a la película El Cubo.

David: «Tras un período de sequía durante los años setenta y ochenta, a mediados de los noventa se volvieron a construir varios templos relevantes. Santa María de la Fe es uno de los casos más interesantes. Situada en una zona de bloques abiertos en altura, se presenta como un cubo exento de hormigón, cerrado al entorno para protegerse de él. Se accede al interior por una de las esquinas, a través de un porche y unas puertas de acero corten que ayudan a dar escala al edificio. La adecuada disposición de los elementos en su interior hace que el templo responda bien a la liturgia posconciliar».

Aquí hizo su primera comunión el pequeño Robocop

Parroquia del Buen Suceso. Manuel del Río. 1982.

Parroquia del Buen Suceso. Manuel del Río. 1982.

Eran los años de Blade Runner.

David: «El templo ha dejado de ser un hito urbano dentro de la ciudad para pasar a adoptar una actitud más integrada en el barrio. De situarse en una posición que le permitía destacar, ahora debe integrarse en la ciudad. En este caso su imagen exterior no está conseguida. El revestimiento de chapa hace que se perciba como un elemento extraño al programa que acoge, pero sobre todo, extraño al lugar en el que está situado. Podría funcionar perfectamente en otro entorno urbano».

Una Petra de barrio

Nuestra Señora del Rosario de Filipinas. Cecilio Sánchez-Robles. 1970.

Nuestra Señora del Rosario de Filipinas. Cecilio Sánchez-Robles. 1970.

Lo mejor que se puede decir es que parece la vista exterior de un vomitorio de Mestalla.

David: «Se trata de un convento resuelto de un modo moderno. Una gran lámina de hormigón curva acoge a los fieles y los acompaña al interior. Al descender sobre sus cabezas reduce la altura del espacio y hace que entren en un espacio de una escala cercana, bajo el coro. Al avanzar se produce el cambio de altura al ingresar en el espacio vertical de la nave. Así se puede entender cómo desde el exterior, la forma del edificio ha tenido como función facilitar el ingreso al templo y aproximar al fiel al altar».

La Cruz invertida no es casual

Parroquia de San Eduardo. Luis Cubillo de Arteaga. 1979.

Parroquia de San Eduardo. Luis Cubillo de Arteaga. 1979.

Peores grandes almacenes se han visto.

David: «En este caso se puede observar cómo se resuelve el problema de insertar una iglesia en un solar entre medianeras, en un ensanche de poco interés pero ya consolidado. Se consigue con un edificio que iguala la altura de los bloques que lo rodean, con el templo en la planta baja y las viviendas y locales parroquiales en plantas altas. Y con un par de gestos sencillos, se resalta el carácter religioso del templo. Luis Cubillo resolvió de un modo inteligente la distribución de los espacios, que se iluminan desde el interior de la parcela y se muestran ciegos al exterior para no interferir en la imagen de la iglesia».

San Chernóbil

Real Oratorio de Gracia. Javier Feduchi Benlliure. 1993.

Real Oratorio de Gracia. Javier Feduchi Benlliure. 1993.

El cofre de hormigón en su vertiente sacra.

David: «La arquitectura moderna tiene un problema a la hora de mostrar un significado o empatizar con el fiel. Por eso es importante que, si se interviene en una pieza neoclásica, lo que tiene que hacer es destacar las cualidades propias del edificio. Esta obra de Juan de Villanueva se encontraba con el problema de que su fachada a la Gran Vía se corresponde al ábside. La intervención diseñó una fachada, pero en un lenguaje impropio de la categoría del Oratorio y que no consigue que destaque su presencia y señale la importancia de una obra tan especial».

Fortaleza infernal

San Juan de Mirasierra. 2004.

San Juan de Mirasierra. 2004.

Posiblemente construida sin planos, colocando los ladrillos al azar.

David: «La concepción espacial de este templo parte una idea sencilla. Una lona se tiende entre dos muros y en su interior aloja una asamblea. Una viga curva marca el eje que se recorre desde la entrada del templo al altar. Este eje procesional también asciende según avanza y tiene su mayor altura sobre el presbiterio. Pero la sencillez de la idea, y la limpieza de los planteamientos espaciales queda deslucida por una imagen exterior muy mal ejecutada».

Nuestra Señora de Nefertiti

Iglesia del Santísimo Sacramento José María de la Vega Samper. 1966.

Iglesia del Santísimo Sacramento José María de la Vega Samper. 1966.

Con un toque al Dios que dibujaba Máximo.

David: ·La iglesia se construye en un lugar privilegiado, frente al Retiro, pero en un solar muy complicado. Y la solución, dentro de la rigidez que todavía tiene la arquitectura religiosa de esta época, es interesante. Un prisma de sección triangular, con dos estilizadas torres a ambos lados de la fachada. Se libera el espacio interior de pilares gracias al sistema estructural. Y una inteligente iluminación mediante vidrieras coloreadas situadas entre los elementos estructurales, consigue un templo caso moderno».

Santa clandestinidad

San Pablo de la Cruz. Miguel Oliver Pérez y José Luis González Cruz. 1996.

San Pablo de la Cruz. Miguel Oliver Pérez y José Luis González Cruz. 1996.

Y le pongo una puerta solo porque me obliga la ley.

David: «En un entorno de viviendas unifamiliares aisladas, la parroquia cuenta con una amplia parcela que permite que la edificación de disperse en la misma. Se huye de la ostentación. El trazado curvo de la calle se traslada a la forma del templo, que se inscribe en una semicircunferencia. La capilla de diario ocupa un tercio, junto a la entrada, y el espacio principal los dos tercios restantes. Un muro de hormigón blanco delimita el espacio y sobre él se apoyan una serie de vigas que convergen sobre el presbiterio, hacia el que dirigen la mirada. Todo está dispuesto para la que la asamblea participe de la celebración, para que se desarrolle la nueva liturgia».

Segundo uso para un destructor estelar clase imperial

Santa María de la Caridad. 1985.

Santa María de la Caridad. 1985.

Quizá el casco de Darth Vader se emplee a modo de cáliz.

David: «El templo se muestra como una enorme tienda de campaña. Su única imagen es la cubierta de chapa. Evita competir en altura con el entorno, y solo se eleva lo suficiente para señalar el punto más importante de la celebración. Esta elevación permite crear unas vidrieras que iluminan el interior y dotan de carácter al espacio. Una virtud del edificio es su acertada escala. Todo el perímetro de la iglesia está definido por el borde inferior de la cubierta, que arranca de una cota baja, próxima a la altura de una persona, e invita a entrar en el templo».

¡Olé!

Virgen del Camino (Collado Villalba) José Paz Rodríguez. 1967.

Virgen del Camino (Collado Villalba) José Paz Rodríguez. 1967.

Este domingo se celebrarán seis misas seis para los curas Jesulín, Joselito y Morenito de Cristo.

David: «La parroquia se sitúa junto una de las salidas del pueblo a la autopista A-6. El arquitecto opta por una edificación de baja altura, de planta circular, construida en ladrillo visto. El carácter religioso se confía al campanario, situado en la zona más próxima a la autopista, para destacar la presencia del templo y señalar la posición de la entrada. Los elementos se han reducido al mínimo. En su modestia, sigue las disposiciones del Concilio Vaticano II, al buscar la austeridad y la economía de medios para resaltar los elementos fundamentales de la celebración».

Sobre este radiador edificaré mi iglesia

Santa Teresa Benedicta de la Cruz. Carlos Pinilla Utrilla. 2003.

Santa Teresa Benedicta de la Cruz. Carlos Pinilla Utrilla. 2003.

Que se vea la cruz en Cuenca, por favor.

David: «El templo se sitúa en una parcela triangular. Se sitúa el templo en el vértice, y en esa zona se localiza el presbiterio. Se consigue así un espacio muy direccional, que asciende hacia el punto de mayor atención. Quizá no sea esta la disposición más conveniente para la liturgia participativa, pero esa no es la peor de las decisiones del proyecto. Todos los esfuerzos se centran en crear un interior que sea llamativo. Se busca un ambiente muy luminoso, pero la calidad artística de las vidrieras deja mucho que desear. Lo mismo se puede decir de la imagen del Cristo Pantócrator arcaizante que preside el muro tras el presbiterio».

Santísimo Muro

Santa Teresa de Jesús (Tres Cantos). Andrés Perea Ortega. 1997.

Santa Teresa de Jesús (Tres Cantos). Andrés Perea Ortega. 1997.

Desde arriba da más miedo aún. (Un colega arquitecto sostiene que no hay que juzgarla mal porque «no hay chimeneas, aparatos de aire acondicionado, antenas o tejas de colores. Eso es mucho más que cualquier construcción que nos rodea»).

David: «Un muro blanco rodea todo el solar y en su interior se desarrollará el programa del edificio, templo y parroquia. A modo de monasterio medieval, este templo delimita un recinto en el que un jardín cerrado sirve de espacio de relación entre los fieles y de descanso del ritmo de la vida cotidiana. Bajo una cubierta ondulada que asciende desde el interior del edificio hacia el muro perimetral se sitúa el templo. Una franja de luz y un lucernario en el punto más alto de la cubierta hacen que la atención de la asamblea se dirija hacia ese lugar, donde una imagen de Santa Teresa y un Resucitado se unen».

La hormigonera del Señor

Iglesia de los Santos Justo y Pastor. Benjamin Cano Dominguez y Diego Escario Travesedo. 1997.

Iglesia de los Santos Justo y Pastor. Benjamin Cano Dominguez y Diego Escario Travesedo. 1997.

O la máquina de hacer agujeros de Escariano Avieso.

David: «Tras una etapa marcada por la austeridad y la búsqueda de la sencillez, los nuevos tiempos parecen exigir ostentación. Se vuelve a confiar en la expresividad de las formas reconocibles de la tradición, o en remedos posmodernos que remiten a aquellas. Una cúpula sobre doce pilares en un espacio circular, rematada por un lucernario triangular. El edificio pasa a ser más protagonista que la asamblea que se reúne en él».

Cruz en cristales tintados

Nuestra Señora de Valvanera. 2010.

Nuestra Señora de Valvanera. 2010.

Si el objetivo es hacernos ver lo terrible que es el infierno, ¡misión cumplida!

David: «En los últimos años se han materializado propuestas próximas al Camino Neocatecumenal, con su interpretación de la liturgia y sus consecuencias en la forma del templo. Y con una estética muy particular, mezcla de la bizantina y prerrománica. Aquí la imagen exterior es totalmente desafortunada, sin integración alguna con el entorno, en la que la única pero exagerada referencia al uso es una enorme cruz. Un remedo de campanario, resuelto de modo tosco, intenta integrar este elemento tradicional en un conjunto que recuerda más a un edificio vulgar de oficinas de extrarradio».

Tenemos la cruz del Valle de los Caídos y esta

Nuestra Señora del Tránsito. Luis Cubillo de Arteaga. 1961.

Nuestra Señora del Tránsito. Luis Cubillo de Arteaga. 1961.

Recemos para que no se le caiga a nadie en la cabeza. (Comenta un amigo arquitecto que al principio solo se construyó el edificio con forma de triángulo extruido de una gran sencillez y austeridad bien entendida, luego vino la otra cosa).

David: «Luis Cubillo fue uno de los principales arquitectos en el tema religioso. Su aproximación a la construcción de iglesias se hacía desde la modestia. Una de sus señas de identidad era la depuración del lenguaje arquitectónico, al eliminar cualquier referencia a la tradición decorativa y figurativa. Se muestra la estructura vista, los materiales sin revestimiento. El templo se resuelve con una sencilla cubierta a dos aguas de gran pendiente. Un prisma triangular diáfano, una nave longitudinal en la que se desarrolla la celebración. Un crucifijo se colocaba tras el altar como casi única decoración. Una reforma posterior ha desvirtuado por completo la concepción del espacio, al adecuar la decoración a los principios del Camino Neocatecumenal».

¿Ventanas? Vade retro Satana

Parroquia de Nuestra Señora del Sagrado Corazón. 1976.

Parroquia de Nuestra Señora del Sagrado Corazón. 1976.

Hecha con el molde de hacer las Lays ultraonduladas.

David: «En un entorno de viviendas unifamiliares para clase media acomodada de los primeros años cincuenta, el templo adopta la pequeña escala. Al exterior se muestra hermético. La fachada de ladrillo se pliega en zigzag en todo su perímetro. Muestra así una imagen regular, pautada por las líneas verticales de los pliegues, que permiten la iluminación del interior mediante vidrieras coloreadas. Solo en la entrada se muestra su carácter religioso».

Yo antes de ser una Iglesia fui un night club de Baja California

San Eloy. 1992.

San Eloy. 1992.

Falta el muñequito del Leisure Suit Larry pasando por delante.

David: «Uno de los temas principales de la arquitectura es la correcta interpretación del lugar en el que se asienta. Plantear un edificio para un lugar concreto y que la solución planteada mejore ese espacio, de modo que no se puedan entender el uno sin el otro. En este caso se trata de un solar entre dos grandes bloques de viviendas, con un gran espacio frente a él, con orientación sur, que podría ser muy bien aprovechado para potenciar la imagen del templo. Pero el resultado es decepcionante. Ya que no hay ninguna pista sobre el carácter del edificio, y este se muestra anodino, sin la dignidad necesaria para el uso religioso».

Divina Ducha

Santa María Soledad. Belén Gómez Navarro, Tomás Gózalo y Manuel Romillo. 2013.

Santa María Soledad. Belén Gómez Navarro, Tomás Gózalo y Manuel Romillo. 2013.

Construida en mamparas de ducha del Ikea.

David: «El templo tiene una imagen exterior moderna. Toda la fachada está recubierta de piezas de vidrio U-glass, que aligera la presencia del templo, y que en su cualidad semitransparente, podría simbolizar la relación entre la luz y Jesucristo. El interior es muy interesante, en el que el protagonismo es del falso techo de lamas de madera, que da carácter al ambiente y dirige la atención hacia el presbiterio».

Nuestra Señora de Alcatraz

Santo Tomás Moro. Isabel León. 2005.

Santo Tomás Moro. Isabel León. 2005.

La favorita de Bárcenas.

David: «Un campanario sencillo, que ayuda a caracterizar el edificio, que se muestra casi doméstico al exterior. La forma de la planta del templo recoge a los fieles en asamblea en torno al altar. Los planos quebrados del falso techo de madera dirigen la mirada hacia el presbiterio y permiten que la luz se concentre sobre el punto de máxima atención del espacio».

Restos de una civilización alienígena extinguida

Nuestra Señora de Guadalupe. Félix Candela Outeriño, Enrique de la Mora Palomar, José Ramón Azpiazu Ordóñez y José Antonio Torroja Cavanillas. 1961.

Nuestra Señora de Guadalupe. Félix Candela Outeriño, Enrique de la Mora Palomar, José Ramón Azpiazu Ordóñez y José Antonio Torroja Cavanillas. 1961.

Enfrente tiene los tres trozos de muro de Berlín que hay en Madrid en dura competencia (un amigo experto en estas lides señala que es todo un «alarde geométrico», «los mismísimos Candela y Torroja participaron en su proyecto. Optimizaron el uso de los materiales consiguiendo grandes vanos con láminas muy finas de hormigón armado. Demostraron una gran inteligencia y economía de medios, algo que debería ser primordial en cualquier proyecto»).

David: «La iglesia tiene un gran interés formal, con una curiosa disposición centralizada. Las láminas de hormigón que caracterizan la obra de Candela crean una imagen reconocible y un espacio que se eleva sobre el altar. La iluminación se resuelve con vidrieras en los encuentros de esas láminas y se consigue un ambiente cálido y agradable para la celebración. Pero el presbiterio queda aislado en el centro del espacio, y su integración con la asamblea no es la deseable bajo los nuevos requerimientos litúrgicos. Aun así se trata de una realización notable».

Fábrica de robots

San Juan de la Cruz. 1960.

San Juan de la Cruz. 1960.

Muy frecuentada por Mamá, la de Futurama.

David: «Un templo que es heredero de su tiempo. Una cruz enorme domina la fachada y recuerda más a la arquitectura del Valle de los Caídos que la iglesia acogedora y humilde que propondrá el Concilio Vaticano II. El templo intenta igualar la escala de los Nuevos Ministerios que tiene enfrente pero de una forma tosca y falta de gracia. La rigidez de la composición hace que algunas de las virtudes del espacio diáfano interior queden en un segundo plano».

La fortaleza refinería de Mad Max 2

Santa Ana y Nuestra Señora de la Esperanza. Miguel Fisac Serna. 1966.

Santa Ana y Nuestra Señora de la Esperanza. Miguel Fisac Serna. 1966.

En la torreta de la izquierda suele apostarse un arquero.

David: «Al realizar Santa Ana, Miguel Fisac señaló que la nueva liturgia emanada del Concilio Vaticano II exigía un nuevo espacio, y diseñó este templo de acuerdo a las nuevas necesidades. Desaparece el ábside y se adelanta el presbiterio para que la asamblea lo rodee. En el muro de hormigón del fondo del templo tres concavidades señalan la presencia de ambón, altar y sagrario. Una luz blanca cenital baña el espacio del presbiterio y dirige la atención de los fieles hacia ese lugar. Fisac y el escultor José Luis Sánchez dejaron de asistir a misa en Santa Ana por los cambios que los fieles habían hecho en la decoración del templo para hacerla más cálida y acogedora».

Gasolinera Bendita

Santa María de la Esperanza. 2002.

Santa María de la Esperanza. 2002.

Repostando la fe.

David: «La parroquia se sitúa en el borde de la zona residencial de Alcobendas, próxima a las primeras naves del polígono industrial. Es por eso que se proyecta hermética al exterior. La edificación, de gran tamaño, se divide en dos cuerpos, el dedicado al templo y el destinado a servicios parroquiales. Entre ambos se crea un patio que, a modo de claustro, sirve para reunir a los fieles y separa el ámbito de celebración de un exterior ruidoso y hostil. El templo es muy sencillo, un espacio casi cúbico, de ladrillo al exterior y blanco en su interior, sin grandes pretensiones».

Modelo estación de bomberos

Santa María Madre de Dios. 2002.

Santa María Madre de Dios. 2002.

Con una celda de castigo en lo alto del torreón.

David: «Esta iglesia tiene muy poco interés. El modelo que toma es el tradicional basilical, con una nave principal y dos laterales de menor altura, que había sido superado por las mejores arquitecturas religiosas de los años cincuenta y sesenta. El espacio interior es anodino. Significa un claro paso atrás en la tipología, como si la incorporación de la arquitectura española a la modernidad no se hubiera producido. Y siendo justos, no solo ocurre en el campo de la arquitectura religiosa. Y Tres Cantos es prueba de ello».

Half pipe church

Parroquia de Santa María del Pilar. Luis Moya Blanco y José Antonio Domínguez Salazar. 1964.

Parroquia de Santa María del Pilar. Luis Moya Blanco y José Antonio Domínguez Salazar. 1964.

La favorita de Tony Hawk, véase de perfil.

David: «Luis Moya fue el principal defensor del lenguaje clásico y de la tradición constructiva española. Sus realizaciones fueron iglesias de planta elíptica, síntesis entre el espacio direccional basilical y el espacio centralizado del Renacimiento, y bóvedas de ladrillo y hormigón. En cambio, sus dos últimas obras son dos templos que se alejan de este tipo, y suponen una fresca aportación a la tipología. La capilla del colegio tiene planta octogonal, que es cubierta con un paraboloide realizado con una enorme bóveda tabicada, que se apoya en los laterales y deja libres la entrada y el ábside. Se consigue un gran espacio diáfano en el que la luz de las vidrieras es matizada por la calidez del ladrillo de la cubierta».

Bonita radio de los años treinta

Hispanoamericana de la Merced. Francisco Javier Sáenz de Oiza y Luis Laorga. 1954.

Hispanoamericana de la Merced. Francisco Javier Sáenz de Oiza y Luis Laorga. 1954.

Solo le faltan neones.

David: «La grandilocuencia con la que se planteó el encargo fue a la vez la causa del retraso en la finalización de las obras, y el motivo de alguno de sus mayores aciertos, involuntario, quizá. Saenz de Oíza y Laorga diseñaron un templo que era una reinterpretación depurada de los espacios tradicionales. Pusieron mucho énfasis en la dimensión vertical, pero cuando se terminaron de construir los muros de la iglesia, se acabaron los recursos. Hubo que recurrir a una estructura metálica de cubierta, en lugar de una más cara y pesada bóveda de hormigón. Con esto insuflaron un aire de modernidad al conjunto. Tras esta experiencia y Aránzazu, los autores consiguieron revitalizar de un modo irreversible la tipología religiosa con un magnífico proyecto de Capilla en el Camino de Santiago».

Campanario Twister

Virgen María (Fuente del Fresno). 1970.

Virgen María (Fuente del Fresno). 1970.

También un divertido tobogán para los pollitos de la cigüeña.

David: «Una pequeña iglesia muy interesante, con una peculiar concepción espacial. Dos muros en espiral, uno de ladrillo y otro de hormigón armado visto definen el templo, al interior y al exterior. Mientras que al exterior organizan el acceso y dirigen a los fieles hacia la entrada, en el interior jerarquizan el espacio. El muro de ladrillo visto, cálido, acoge a la asamblea. El muro de hormigón define el espacio del presbiterio, con el altar y el ambón en el vértice de la espiral, que a su vez es el punto de mayor altura del templo y está iluminado cenitalmente».

Sutil y elegante mazacote

Nuestra Señora de Covadonga. Manuel Muñoz Monasterio. 1953.

Nuestra Señora de Covadonga. Manuel Muñoz Monasterio. 1953.

En el campanario puede alojar el faro del Cabo de Hornos.

David: «A primeros de los años cincuenta se amplía el templo con la casa parroquial y se propone una nueva fachada para el mismo, cuando ya se estaba planteando una cierta modernización de la arquitectura española. Pero la nueva fachada y el campanario se proyectan con un lenguaje y una composición muy rígidos, muy lejos de la modernidad que estaban planteando la generación de arquitectos de la posguerra en sus templos. Habría que esperar a que se empezaran a construir iglesias más acordes con los nuevos tiempos en el centro de Madrid».

Straight to hell

Nuestra Señora del Castañar. 1973.

Nuestra Señora del Castañar. 1973.

Para concluir, esta contundente flecha señalando un agujero en el pavimento que dirige al templo. Posiblemente una forma de protesta silenciosa del arquitecto ante la competencia que se había planteado en la segunda mitad del siglo XX en cuestión de templos.

David: «A escasos metros de la Basílica Hispanoamericana, aparece la situación diametralmente opuesta. La falta de medios para construir un templo. Solo la urgencia permite que se habiliten como templo y parroquia locales que no son adecuados ni dignos para un programa religioso. Por muchas razones, como la ausencia de luz natural, la existencia de pilares que impiden un espacio diáfano o las inadecuadas condiciones acústicas. Esto produce espacios muy precarios, en los que solo el espíritu de la comunidad permite que la parroquia funcione y fructifique. Y que el principal anhelo sea encontrar los medios para abandonar el lugar y construir un nuevo templo».

Fotografía: Salvador González

La entrada Las treinta y tres iglesias más espeluznantes de Madrid aparece primero en Jot Down Cultural Magazine.

Peter Bagge, el dibujante de cómics que, afortunadamente, me amargó la adolescencia

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Peter Bagge. Fotografía: Manuel Roche.

Peter Bagge. Fotografía: Manuel Roche.

En los años duros de la vida, la adolescencia, en la década de los noventa, me procuré la pornografía en el Rastro de Madrid. A veinticinco pesetas cada revista Clima antigua. Eso me proporcionó una considerable amplitud de horizontes sexuales, por un lado, y que en el kiosco de mi barrio revistas como La Judía Verde, que causaban sensación entre mis compañeros de clase, para mí pasaran inadvertidas. No se puede comparar un cómic porno de historietas cortas con el relato pormenorizado del encuentro en Madrid en 1983 de un matrimonio de Valladolid con uno de Albacete acompañado de ginecológicas fotografías reales de los participantes. Las cosas como son. Por cierto, que alguien podría recoger estas historias que los españoles de moral más avanzada enviaban a Clima, Lib o Charo Medina y grabar un programa con el formato de los de crímenes de La Sexta. Sería un espacio, francamente, muy ameno.

El problema de obviar La Judía Verde y similares hizo que por error, durante muchos años, metiera en el mismo saco a El Víbora. La revista de La Cúpula siempre llevaba en portada mujeres de generosas mamas y, por fuera, era una más entre las eróticas. Si no tenías un cicerone, un experto que te asesorase o te recomendase, te dejabas llevar por impresiones superficiales como estas y te podías perder una revista que aunque tuviera sexo no era porno, o no era el porno su único ingrediente. De hecho, llegaron a mis manos muchos fanzines, y el TMEO, antes que El Víbora. En aquella época no bastaba un clic para que las cosas que molaban llegasen a tus manos. Especialmente, porque aunque pudieras conocer buenas tiendas, luego tampoco tenías un duro.

Pero el día en que leí un Víbora por primera vez, no sé por qué casualidad, nunca lo olvidaré. Era el número 181 de 1995. La portada era del estilo del ¡Hola! con titulares periodísticos sobre las historietas. Me marcó profundamente una, la de Miguel Ángel Martín de Rubber Flesh, anunciada en la portada como «¡Incesto entre gemelos!» Era la famosa escena en que Monika Ledesma sorprende a su hijo con el pene de su hermano en la boca. «No es que me importe que puedan ser gais, pero incestuosos es demasiado», exclamaba preocupada la protagonista de ese culebrón porno-gore futurista. La cosa me gustó.

Y fue el número del mes siguiente —¡un mes tardaba en salir la condenada!— el que me enganchó definitivamente. Con una historieta de Jaime Martín, «La memoria oscura», sobre un chaval que descubre su sexualidad de vacaciones en su pueblo, episodio que de alguna manera u otra hemos experimentado muchos urbanitas. En este número 182 el capítulo iba de cómo entre varios amigos treceañeros masturban a mujer mayor, de unos cuarenta o cincuenta, escupiéndole previamente todos en la vagina. Era una cosa en plan la película Amarcord pero en manchego. Ahí me dije a mí mismo con solemnidad: esta publicación sí que trata los temas que a mí me interesan y no el Cambio 16. Eran los años de apogeo de la etapa de Hernán Migoya. Quizá, lo mejor que me pasó en los noventa.

Odio, cortesía de ediciones La Cúpula.

Odio, cortesía de ediciones La Cúpula.

Entre aquellas páginas de aquel Víbora estaba Buddy, el protagonista de Odio. Como cogí su historia empezada, al principio no me llamaba porque no me enteraba. Pero tenía tanta personalidad ese dibujo que muchas viñetas, aunque no pudieras darles un sentido porque no conocías toda la historia, se te quedaban grabadas igualmente. Recuerdo aquellas primeras viñetas que leí de Odio. Un personaje, Lisa, estaba desnuda dentro de un saco de patatas con la cabeza rapada. Esperaba en la calle cual stalker al tal Buddy. Miraba fijamente a su ventana. Buddy pensaba: «Parece un animalillo perturbado ahí fuera, aunque debo admitir que me resulta extrañamente atractiva en ese saco de patatas, no queráis saber la razón». Dos páginas después ya estaban follando. Al terminar, Buddy se quejaba «te estaba trajinando con tanto ímpetu que no me di cuenta de que el rabo me estaba rozando con esa bolsa de arpillera que te has puesto y ahora lo tengo todo irritado». Acababas la página y tu cerebro pronunciaba dos palabras: quiero más.

Odio, cortesía de ediciones La Cúpula.

Odio, cortesía de ediciones La Cúpula.

En las siguientes entregas, más y más meses después, ya le cogí el hilo al culebrón del romance entre Buddy y Lisa, una trama épica como pocas habrá habido ni en televisión. Ya le puse nombre al autor, Peter Bagge, y logré hacerme con el tomo uno cuando salió —ahora tengo dieciséis— para enterarme de lo que había pasado antes de que yo aterrizara en la historia. Le doy el mismo valor que a La comedia humana de Balzac, salvando las distancias de densidad, pero son dos universos igual de amplios.

Pero cómo definir Odio. Solo se me ocurre una manera. Si de los años 2000 tuviera que destacar el mejor acontecimiento cultural, de entre absolutamente todos los géneros y formatos, soy tan original que diría, y sin dudarlo, que las series de HBO. Pues bien, para mí, de los noventa, si algo me absorbió, maravilló e hizo pensar, eso fue Odio. Lo que conocí en la soledad de mi estancia cada vez que llegaba una nueva entrega, cada puto mes, creo que fue la felicidad. Sí, esa vieja puta que perseguimos todos dando palos de ciego por vidas que no son más que existencias lamentables.

¿Y quién era el responsable de todo esto? Peter Bagge. Pasemos a ver su vida. Nacido en 1957 en Nueva York, estudió en el Colegio de Artes Visuales de Manhattan y se lanzó a dibujar pues lo de siempre: sus recuerdos de la infancia y a criticar la visión del mundo que imponían los medios de comunicación. En 1977, Primer año triunfal del punk y la nueva ola, tenía veinte años.

Sus historietas de los ochenta tenían ese espíritu, el de aquellas nuevas músicas: volver a estilos clásicos, en este caso del dibujo, revitalizándolos, incluso con agresividad. Lo primero que publicó fue la serie Neat Stuff, Mundo Idiota, entre el 84 y el 89, sus primeros personajes y una serie de locuras inenarrables que, concretamente, acaban de ser reeditadas ahora por La Cúpula en un solo álbum con el título muy aclaratorio de Gilipolleces.

En la Miami Book Fair de noviembre de 2013 tuvimos la oportunidad de charlar un rato con Peter Bagge y preguntarle por su trayectoria y los personajes de sus cómics.

Mi primer personaje fue Junior. Representaba todas las cosas que menos me gustan de mí, era muy tímido, miedoso, estaba siempre asustado de todo. Y luego hice a Studs Kirby, que era la otra parte de mi personalidad, lo contrario, un tío desagradable, agresivo, que decía todo lo que yo quería decir pero no me atrevía, así que lo ponía todo en su boca. Ambos, Junior y Studs reflejan aspectos negativos de mi personalidad. Era como una terapia. Entonces no lo veía como algo así exactamente, pero claramente lo era.

Mundo idiota y Gilipolleces, cortesía de ediciones La Cúpula.

Mundo idiota y Gilipolleces, cortesía de ediciones La Cúpula.

Junior, personaje de Mundo Idiota o Gilipolleces, vive con su madre, no sale de casa y si se acerca algún extraño se pone tan nervioso que le arroja bolas de caca para que se vaya. Lo que nos cuenta el cómic es la experiencia que vive desde que un día decide valerse por sí mismo, cómo busca infructuosamente trabajo y se mete en líos. Hay una viñeta mágica, en la que escondido en un armario junto a su casero ocultándose de unos mafiosos que han ido a matar a un huésped de la pensión —por culpa de Junior, por cierto— este descubre la amplísima colección de revistas de pornografía zoofílica que guarda ahí. Al final como era de esperar Junior vuelve a casa, se mete en la cama a comer arroz inflado y le pide a su madre que por favor no apague la luz de su habitación por la noche. En su día Bagge contó que se le ocurrió la idea de dibujarlo después de que un amigo suyo imitara a Donny Osmond defendiendo su virginidad en un programa de televisión. Por cierto, de Junior aprendimos un gran eufemismo para vomitar: «conducir el bus de porcelana».

Otro de los personajes estrella que tenemos entre estas páginas seminales es Studs Kirby, un locutor radiofónico de los que «dicen las cosas como son, sin miedo al qué dirán los biempensantes y los buenistas». Todos conocemos el fenómeno en la piel de toro, no hace falta dar nombres para comparar. Pero hay historietas de este hombre que deberían enseñarse en los colegios, como una contada como un plano secuencia de Berlanga que transcurre entre lo que tarda en cortar el césped de su casa, llamar a sus amigos para hacer una barbacoa, que no vaya nadie y comerse toda la carne él, emborracharse solo, acabar ciego escuchando a Brenda Lee y coger, completamente ebrio, su subfusil para ir a asesinar a un crítico musical que publicó años atrás una reseña diciendo que la intérprete de «Sweet Nothings» o «I’m Sorry» ya no tenía feeling. Qué colegios, donde deberían llevarlo es a la ópera y con música de Wagner.

Mundo idiota y Gilipolleces, cortesía de ediciones La Cúpula.

Mundo idiota y Gilipolleces, cortesía de ediciones La Cúpula.

También es un despelote la historieta que abre el octavo y último álbum de Mundo Idiota, tal y como se publicó en Brut Comix, sobre las Spice Girls. 8 de agosto de 1998, concierto de las Spice y Peter Bagge que estuvo allí con sus hijas como un fan más, aunque en su caso, como los demás padres, iban con prismáticos para ver a las chicas:

No es que fuese fan de ellas y las siguiera, ¡es que no podía escapar! Pero aunque no fuera un verdadero fan, realmente adoro a las Spice Girls. Eran muy divertidas.

Bagge tampoco es muy políticamente correcto cuando rememora episodios de bullying en su infancia; episodios que sufrían otros niños, no él. Lo más pacífico tal vez sean las historietas de Chet y Bunny, un matrimonio incapaz de relacionarse con nadie que no sean ellos mismos. Y mención aparte merecen las aventuras de Culodado y su compañero Botellas Bebedizas, una pareja inseparable puesto que solo él en el mundo posee las dimensiones de laringe necesarias para alojar el tremendo falo del otro.

Mundo idiota y Gilipolleces, cortesía de ediciones La Cúpula.

Mundo idiota y Gilipolleces, cortesía de ediciones La Cúpula.

Entre estos cómics perdidos de la mano de dios en el underground americano, entre esta catarata de personajes, apareció la Familia Bradley; una familia disfuncional en la que todo eran broncas y donde nada tenía un final feliz, al contrario de lo que ocurría en Los Simpson, que son prácticamente coetáneos aunque un pelín posteriores.

En los Bradley todo son peleas entre hermanos prácticamente a muerte, mientras todos maltratan a la madre, que está esclavizada en un modelo de familia concebido desde un exquisito y contundente machismo. Pero no todo es agresividad, también tenemos el descubrimiento del rock y las primeras borracheras de un adolescente por parte de un quinceañero Buddy. La tribu de los Bradley y Aquellos odiosos años, títulos de los dos tomos que sacó La Cúpula sobre esta familia, eran corrosivos. Desalentadores, todo terminaba mal; todo eran gritos. Y esto era solo la antesala de la gran obra balzaquiana del cómic de nuestro tiempo —solo le faltan trompetas a esta frase—, Odio. Aquí la saga continuaba a modo de spin-off, con la emancipación de Buddy tras huir de su familia y refugiarse en el Seattle del incipiente grunge.

Las primeras entregas de Odio siguen siendo el cómic más popular que he dibujado. Esos primeros números se siguen vendiendo hoy en día mejor que cualquier otra cosa cosa que yo haya publicado. Creo que su calidad reside en su oportunidad, en el momento en que apareció, justo cuando todo ese negocio de la Generación X y el grunge echaba a andar.

Aunque no creo que a los que lo lean ahora les importe mucho. Creo que el lector de cualquier época se identifica con Buddy porque tenía veintipocos años y empezaba a vivir por su cuenta. Solo por le edad. Porque la gente que lee cómics, como yo, sigue estando en esa edad mentalmente. Y luego está ese triángulo amoroso entre él y dos chicos, esa tensión sexual le encanta a la gente.

Odio, cortesía de ediciones La Cúpula.

Odio, cortesía de ediciones La Cúpula.

«¿Por dónde comenzar a contar la historia de cuán grande puede ser un amor?» —rezaba la primera viñeta del capítulo «Odio a primera vista»— «… bueno, ¿qué tal con una perspectiva de Buddy inspeccionando su deteriorado físico en el espejo del baño?». Así se iniciaba el mencionado triángulo amoroso entre Buddy, Val y Lisa. Un romance histórico. Y los secundarios no eran menos trepidantes. George Cecil Hamilton Tercero, un compañero de piso negro que vivía encerrado en su habitación hinchándose a lecturas sobre ovnis y conspiraciones gubernamentales; consumidor de telebasura con la excusa de averiguar los mensajes que envían a la audiencia, que se metía Big Macs como si fuesen pipas porque, tras una investigación personal, había averiguado que contenían más subproductos de soja que de ternera, lo que los convierte en una comida saludable.

Butch, el hermano pequeño que recibía las palizas de Buddy, también aparece ya de mayor. Su evolución es de sota, caballo y rey: es alcohólico y ultraderechista, expulsado del ejército por borracho. Y Apestoso, un donjuanista drogadicto que, en el tomo tres «Los ídolos del grunge», protagoniza la que podría ser la mejor historia de Odio. Monta un grupo de rock, Leonard y los Dioses del Amor, con canciones como «Rock and roll en el campo de exterminio» y el estribillos del palo de «Yo grito, tú gritas, todos gritamos por la heroína». Por supuesto, son un éxito total en la escena de Seattle. A los grunges les encantan. Apestoso, gracias al grupo, se convierte en el dios de Seattle, y por extensión Buddy, que se ha convertido en su manager, puede follarse todo lo que se le ponga por delante.

Odio, cortesía de ediciones La Cúpula.

Odio, cortesía de ediciones La Cúpula.

Las groupies se prostituyen con Buddy solo por entradas de los conciertos. El retrato, en definitiva, del mundo del rock, de sus fanzines, sus circuitos, los fans y los músicos, es el de una gran farsa patética como pocas. Si te gusta el rock, cada viñeta te entrega en los brazos de Chopin, pero también te mata de risa.

Las generaciones actuales no me parecen muy diferentes. Tener veintidós años siempre es lo mismo. Solo cambia que con el paso del tiempo parece que la gente está creciendo más lentamente. En Estados Unidos, los treinta son los nuevos veinte, especialmente entre los hombres. Incluso los que tienen cuarenta actúan como si estuvieran en la universidad. Pero cualquier persona con veinte años respondería ahora de forma muy parecida a la de Buddy Bradley a las situaciones que la planteaba la vida hace veinte años.

Pronto surgió el interés de la MTV por llevar toda esta jauría a la televisión. Uno de los múltiples desengaños de Bagge, que al final no pudo ver cómo el proyecto llegaba a buen puerto. Aunque eso es lo que habíamos leído, luego en persona no parecía muy disgustado.

No solo en MTV, también he trabajado para HBO y FOX y MTV en proyectos que ellos llaman «en desarrollo». Me pagan por escribir el guion de un piloto, hacer el diseño de personajes y cosas por el estilo. Pagan muy bien. Pero los ejecutivos de estas Networks no dieron la luz verde para emitirlo. En televisión todo show que ves tiene detrás cinco o diez proyectos que no han llegado a salir, que no han podido superar el último obstáculo. Con MTV me ha pasado dos veces y con HBO y FOX una. Todavía estoy desarrollando una versión animada más de Odio, veremos qué pasa.

El papel y la pantalla son diferentes, pero no tanto. Una historieta mía en cada número era casi tan larga como un episodio de televisión. Una historia de veintidós páginas era un programa de televisión de dos minutos. El diálogo tiene que ser más conciso y los chistes tienen que pillarse más rápido. Es diferente, sí, pero no tanto

Cuando hice una versión de Odio para MTV querían el personaje del joven Buddy, con sus veinte años. Pero HBO luego quería uno más viejo, cuando años más tarde abre su propio negocio. Y con Fox querían al adolescente, cuando vivía con los Bradley con quince o dieciséis años. El típico espectáculo familiar como todos los programas de dibujos animados de la Fox.

Pero es muy habitual que a los dibujantes y escritores nos pase quedarnos a un paso. Cuando pillas un presupuesto para uno de estos proyectos te caen cincuenta mil dólares. Es gracioso, mi negocio es «no hacer televisión».

Sin embargo, la grandeza de Odio no quedó ahí. Como dice su autor, hay un Buddy adulto. Para mi gusto, es el mejor. Cuando vuelve a Nueva York, se titula ¡Miedo y asco en Nueva Jersey! y por primera vez era en color. Un detalle en principio poco importante pero que despertó su legión de detractores.

Yo siempre quise hacer mis cómics en color, pero en los viejos tiempos, antes de Photoshop, era muy difícil y caro. Una vez que se hizo económicamente factible no veía el momento de cambiar a todo color. Me sorprendió que mucha gente dijera que no le gustaba, pero también por esas fechas ningún cómic alternativo era en color. Ahora los ves en todo tipo de cómics, no parece que esa polémica vaya a seguir siendo un problema nunca más. De hecho, ahora la gente es más propensa a quejarse si hago algo en blanco y negro. Se han acostumbrado al color.

En Nueva Jersey Buddy se encuentra con todos los viejos colegas, ahora más mayores, pero igual de infantiles y alcohólicos. Pronto trata de distanciarse y hacer algo productivo, para variar, y monta una tienda de objetos de nostalgia con un amigo, Jay, que, bueno, tiene un problemilla con la heroína.

Odio, cortesía de ediciones La Cúpula.

Odio, cortesía de ediciones La Cúpula.

Es interesante cómo van recuperando juguetes de cuando eran pequeños, todo tipo de antiguallas por las que una persona que pueda recuperar al tenerlas en sus manos un leve recuerdo de su infancia, explica Jay en un monólogo, pagaría una pasta indecible. Por otra parte, la novia de Buddy, Lisa, de repente se siente realizada cuidando de su suegro, que está en las últimas, y establece con él una relación más íntima que con su pareja. Buddy, cada vez que lo ve, tiene ganas de vomitar. Pero no podemos extendernos. Se trata de un culebrón. Digamos solo que lo que sigue en los cinco tomos posteriores son muchas, muchas borracheras en un aburrido barrio residencial, cuernos, cambios de orientación sexual repentinos y soledad, mucha tristeza y miseria a punta pala. Pero oye, al final de la historia, Buddy tiene más suerte que sus compañeros de generación grunge y monta su propio negocio como dios manda… ¡Consigue un vertedero en propiedad!

Después, en 2002 Bagge irrumpió en el mundo de los superhéroes de Marvel, que nunca le había interesado demasiado, la verdad sea dicha. Dibujó un Spiderman, «El megalómano», cuyo tío Ben era un ludópata que moría asesinado por su prestamista y Peter Parker un neurótico obsesionado con el negocio de explotación de la imagen del Hombre Araña.

Fue el Spiderman que menos vendió de toda la historia, pero fue el cómic mío que más lo hizo [risas] Pero para Marvel fue un desastre.

Spiderman, cortesía de Marvel.

Spider-Man, cortesía de Marvel.

Lo siguiente que nos llegó a España, con un síndrome de abstinencia difícil de soportar, fue Sudando tinta. La redacción de elaboración de una tira cómica, «Freddy el Hurón». Va sobre la vida laboral de los «negros» que dibujan el personaje a Mel Bowling, creador original de la serie, el que la firma y se lleva la pasta, y un fachorro de cuidado.

En 2005 Bagge volvió a las historias largas. Apocalipsis friki fue una novela gráfica sobre un parado y un informático alienado por su curro y las jornadas laborales extenuantes en la asquerosa oficina que tienen que sobrevivir a la intemperie en la montaña tras una hecatombe nuclear. Es la clásica historia postapocalíptica, género del que hay cientos de películas, pero con el clásico humor patético de su autor que se ceba con dos personajes urbanitas obsesivos, egoístas y maniáticos. El punto fuerte es cuando uno de ellos da con un campamento de supervivientes lesbianas que le acogen, pero ha de vivir en la caseta del perro. Todo lo demás, tiros, muerte, destrucción y más risas.

En 2010 apareció Other Lives, una novela gráfica casi, casi equiparable a Odio. Bagge decidió meterle caña al incipiente mundo de las redes sociales y toda la tontería que llevan asociadas. El punto débil es que no se centró en Facebook, que cuando decidió dibujarlo todavía no debía ser tan hegemónico, y el fuerte es que lo hizo en Second Life, aquella pretenciosa red social en la que los usuarios tenían islas e iban volando de unas a otras. Llegaron a denunciarse violaciones en este «ciberentorno». En 2007 el diario El País anunció que Llamazares dio el primer mitin en esta red social. Decía «Noventa personas asistieron, el equivalente a diez mil en la vida real». ¿No suena patético? Pues así es este enredo de bajas pasiones en el que las personas más normales ocultan una existencia oscura, y muy patética, tras sus avatares en las redes. El desarrollo es trepidante y el desenlace final una explosión de carcajadas.

Me di de alta en Second Life. Al principio me hice un avatar muy soso, como de veinteañero blanco, con ropa sencilla, vaqueros azules y jersey y zapatos negros. Pero luego, cuando pude ver todo lo que se podía cambiar, me dio por ver qué pasaba si me ponía el color de la piel negro manteniendo las mismas ropas. ¡De repente ya nadie quería hablar conmigo! [Risas] Así va esto.

La gente cuando se mete en internet tiene una personalidad muy diferente. Podría estar hablando con alguien a quien conozco desde hace años y que me parece muy majo y agradable, pero luego cuando se mete en internet es una persona horrible, odiosa, alguien a quien nunca querría conocer. Es extraño pero está dentro de la gente, cuando se sienta delante del ordenador ocurre, les sale esa vena. Luego se juntan cuatro amigos, de cuatro pasan a diez y sus personalidades irremediablemente chocan. Esa fue la idea, lo que quería reflejar en Other Lives.

Other lives, cortesía de ediciones La Cúpula.

Other lives, cortesía de ediciones La Cúpula.

Bat Boy en 2011 fue un respiro, una vuelta a la historieta corta, sobre un niño murciélago al que el ejército americano encarga la misión de encontrar a Bin Laden. Es el famoso niño murciélago que sacara en portada el diario Noticias del Mundo en aquel ejemplar con la noticia de que la cara de Chiquito se había aparecido en un jamón. Las historietas de Bagge, publicadas originalmente en el diario Weekly World News, son las más delirantes que ha dibujado. Al nivel de los personajes de Mundo Idiota. La mayor locura es cuando el pequeño niño murciélago llega a presidente del Gobierno y nombra de ministras a sus artistas pop favoritas, Lindsay Lohan, Christina Aguilera, Hilary Duff, Beyoncé… Lo mismo que a Bagge le gustaban las Spice Girls, nos preguntábamos si un amante del pop como él había tenido los arrestos de mantenerse fiel al género hasta estas alturas del siglo, si había seguido la línea entre los teen-idols y grupos de chicas de los sesenta hasta las Britney Spears de hoy.

Es que eran muy divertidas. Con Bat Boy introduje teen-stars como Lindsay Lohan, Hillary Duff y Beyoncé porque mi hija todavía era una teenager y era muy fan de ellas. Iba a ver sus películas y compraba sus discos, de modo que yo estaba muy al día de sus andanzas. Sencillamente porque vivía con alguien obsesionado con ellas. Al principio todo era una coña. Dibujé a Lindsay Lohan cometiendo crímenes y terminando en la cárcel… pensaba que era muy gracioso, ya te digo, pero luego en la vida real ¡terminó en la cárcel! [Risas]

Ahora creo que me estoy volviendo viejo y mi hija se está haciendo mayor. Ya no presta atención a esta música. Yo no te podría dar el nombre de una canción de Katy Perry, pero cuando escucho una pienso que suena igual que los discos que mi hija estaba comprando hace diez años: los de Britney Spears. Y cuando miro quién produce las canciones de Katy Perry, compruebo que es exactamente la misma gente, todos esos tíos suecos. Están reescribiendo las viejas canciones y dándoselas a los nuevos teenyboppers. En los ochenta, cuando yo era joven, no era así. Veías arte, una película, y era algo que no habías visto nunca antes. Cuando escuchaba un LP, pensaba que nunca antes había escuchando nada igual. Esa sensación con la música ya no la tengo desde hace mucho tiempo. La última vez creo que fue con la llegada del rap. Desde entonces todo me suena familiar. Unas cosas a Motown, otras a los Beatles

Los seguidores fieles de Bagge ya sabíamos que su ideología no era homologable a lo que cabría esperar de alguien que proviene de la contracultura, que ha visto como sus compañeros de viñetas sufrían la censura y que ha criticado con tanto ímpetu todo lo que se menea. Ya hubo una historieta irónica en un Víbora, autobiográfica, titulada «Por qué no le damos al fascismo una oportunidad», que en los tiernos noventa nos dejó a todos confusos. En su siguiente lanzamiento, «Todo el mundo es imbécil menos yo y otras agudas observaciones», desarrolló su pensamiento político sin cortapisas. Eran reportajes para la revista Reason realizados en cómic. Como los del gran Joe Sacco o los de Guy Delisle. Que cada uno juzgue las historietas según sus ideas. Habla del mundo swinger, defiende la legalización de la marihuana, critica la economía especulativa asociada al timo del deporte profesional, hasta ahí bien, lo mismo que se marcaba una defensa de la libre circulación de armas. Ahí los europeos nos quedamos helados. Por eso le preguntamos especialmente por este asunto.

Soy un libertario. Podrás leer que estamos en contra del Gobierno, pero no es así. Antigobierno significa que eres anarquista. Un anarquista no cree en el Gobierno, pero un libertario sí. La idea es que el Estado tenga menos poder en nuestras vidas. Menos regulación y permitir que la gente se cuide de sí misma, especialmente, cuando se trate de víctimas y crímenes. En primer lugar, creo que la gente debe poder hacer lo que sea para protegerse a sí misma. La gente no es del mismo tamaño, si un hombre grande ataca a una mujer diminuta, ella no puede hacer nada como no sea sacar una pistola. Por eso las llaman «el gran equalizer». Porque en el hecho de tener un arma no hay una víctima. Hay una víctima si tú asesinas a alguien, pero yo estoy en contra del asesinato. En contra del asesinato tanto si es con veneno, como con un cuchillo o atropellado con el coche. Pero nadie habla de prohibir los coches aunque mates a alguien con uno.

Comprendo el problema que supone que la gente tenga pistolas porque sé el daño que pueden causar. Entiendo lo de «si no hay pistolas, el daño desaparece». Pero la realidad es, no solo en America, sino en todo el mundo, que la tasa de homicidios está descendiendo. Las armas no crean un aumento de la tasa de asesinatos, de hecho, causan lo contrario, la gente más grande se lo piensa dos veces antes de atacar a una pequeña.

Y otro aspecto sobre la prohibición de las armas es que da más poder al Estado, a la policía. Me quedo impactado cuando oigo a la gente decir que solo la policía debe llevar armas. ¿Estáis bromeando? Entonces el Estado tendría el completo control sobre el resto de la gente. En Estados Unidos, por cada policía que es disparado, la policía ha disparado a diez personas. No son así todos los policías, pero en este país la policía ha llegado a estar completamente corrompida. Al final necesitamos armas para protegernos del Estado en su forma de policías.

Por otro lado, todas las armas son agresivas, odio el término «arma de asalto» porque todas las armas son de asalto. En el momento en que has disparado a alguien ya lo has asaltado. La gente siempre habla de que America tiene una tasa de asesinatos más alta que otros países occidentales comparables, pero donde la tasa de asesinatos es astronómicamente superior es entre las comunidades afroamericanas. Son jóvenes negros matando otros jóvenes negros en índices astronómicos. Es cultural, es horrible, una crisis nacional, pero es así.

Sin embargo, la gente de otros países ve las películas donde los americanos van por ahí disparando como locos. Yo nunca he visto a nadie disparando desde un coche, por ejemplo. Personalmente, no conozco a nadie que haya sido disparado jamás. Mis amigos y yo nos disparábamos con BB Guns cuando éramos pequeños, pero si quitases las tasas de asesinato de la comunidad negra el índice de asesinatos sería igual que en Europa occidental.

En este país la prohibición del alcohol hizo que la mafia creciera hasta hacerse enorme. La gente seguía bebiendo, pero el dinero lo hacían los gánsters. Mucha de la violencia que padecemos está relacionada con el tráfico de drogas. Hay mucha violencia que tiene que ver con que jóvenes negros, adolescentes, están luchando para vender droga a los jóvenes blancos de veinte años. Si tú has hecho un buen dinero vendiendo hierba en una esquina y al día siguiente vuelves y hay otro tío en esa esquina, le metes un tiro. Y la forma que tienen de disparar es de todo menos técnica, es la que ven en las películas. Pegan tiros mientras corren y le dan al que quieren disparar, pero también al pobre hombre que está detrás en un Starbucks con su portátil. Legalizar la droga serviría para eliminar los crímenes derivados del tráfico de drogas.

Siempre se habla de estereotipos cuando se habla de Estados Unidos. Si preguntas a la gente si ha sido alguna vez amenazada con un arma de fuego la respuesta suele ser no. Son generalidades. No se habla de dónde está la violencia realmente.

Por eso todo lo que digo en «Todo el mundo es imbécil menos yo» es liberal en un sentido estricto: abierto de mente y que apuesto por la libertad. Hace cien años que se definió a los liberales, pero ahora se les asocia con un ámbito neocon. Estos nuevos liberales estarán de acuerdo con muchas de las cosas que digo ahí, pero en muchas otras no.

Últimamente la gente me pregunta si creo que estoy perdiendo trabajo por mis puntos de vista políticos, que mucha gente podría contratarme pero que luego se echaría atrás al toparse con mis opiniones libertarias. Porque si preguntas a alguien de izquierda te dirá que los libertarios somos de derechas, pero si le preguntas a los de derechas te dirán que ellos no son libertarios. Todo el mundo se nos aleja. Existe ese tipo de libertario cowboy del campo y luego están los de las ciudades, como yo. Vivo en Seattle, que es una ciudad muy liberal de izquierdas, pero me siento cómodo porque me encanta el matrimonio gay, tengo montones de amigos gais y me encanta servir vino blanco y hablar de la última película de Woody Allen [risas]. Y por ejemplo, yo no tengo ningún arma. Los libertarios del campo me llamarían a mí «cosmotarian», libertario de gran ciudad. Pensarían que soy patético por no tener la oportunidad de disparar un arma.

Su penúltimo envite llegó en 2013 con Reset. Una novela gráfica de ciencia ficción sobre una máquina que permite revivir el pasado. El conejillo de indias es un actor venido a menos que ha terminado en el reality La isla de los gilis y de ahí a terapia para conductores borrachos. Captado para el experimento por una casualidad en plena rue, y porque necesita dividendos, cuando se somete a la máquina todo su regreso al pasado se reduce a volver al día en que una tía buena del instituto lo llamó «atontao» sin motivo aparente, él no se atrevió a preguntar por qué y ese pequeño gesto lo atormentó toda la vida. Ya saben la fórmula: patetismo, patetismo, patetismo y vuelta a empezar.

La idea era mostrar algo que toda persona hace al menos una vez en su vida, pensar que si tuviera una oportunidad de volver a vivir mi vida lo haría de forma diferente si supiera lo que sé ahora.

Todo el mundo es imbécil menos yo y otras agudas observaciones, cortesía de ediciones La Cúpula.

Todo el mundo es imbécil menos yo y otras agudas observaciones, cortesía de ediciones La Cúpula.

Y lo último que ha llegado a las librerías es La mujer rebelde, la historia de Margaret Sanger, la biografía de una feminista estadounidense. Es un retrato humano, en el que el autor no elude las inseguridades y defectos de la protagonista, pero también sabe dimensionar adecuadamente el mundo de limitaciones en el que vivió, cómo decidió romper moldes y el valor que demostró defendiendo causas entonces casi imposibles, ahora tan comunes como la higiene sexual y los métodos anticonceptivos. No es un cómic abrasivo como en otras ocasiones, pero se disfruta. Porque desde que dejó Odio Bagge no ha repetido formato, se reinventa continuamente y uno disfruta de su genialidad en libertad, aunque no falte quien desee que vuelva a lo mismo per secula seculorum, pero ya sabemos qué clase de fans son esos.

Aunque sea en un formato que sigue siendo minoritario como es el mundo de la viñeta, Peter Bagge es uno de los artistas más originales de los últimos veinticinco años. Yo, personalmente, no sabría citar algo mejor que Odio entre cómics, series, películas y discos, con lo que me haya cruzado en la vida. También son buenas las dos grandes lecciones que arroja la lectura todas sus obras de ficción: la inteligencia es un bien escaso y la estupidez, especialmente la masculina, es infinita. Los reportajes políticos ya son otro cantar. En todo caso, al hombre que nos lo trajo a España, Hernán Migoya, al que no conozco más que de leer su nombre en letras impresas, quiero darle las gracias. Es increíble lo difícil que era el acceso a la cultura antes de internet si no te guiaba alguien, e incluso así. Y por último, quiero recomendar el consumo de tebeos, único género visual en el que absolutamente todo es posible, para que sigan surgiendo más, al menos gracias a ese filón que es el formato de la novela gráfica, como ya nos advirtió Paco Roca en estas páginas, aunque la piratería obligue una vez más a reinventarse.

A medida que la gente se hace mayor o envejece tiende a leer menos cómics. Cuando uno se casa y tiene hijos ya no tiene tiempo de ir a la tienda de tebeos. Pero con el desarrollo de la novela gráfica sí que están aumentando los lectores de más edad. Con la venta del cómic como libro, no como revista. Parece que es menos vergonzoso para una persona mayor. Incluso yo, a medida que pasan los años, suelo leer cosas más serias. El último par de libros que he pillado eran de no ficción. Y el hecho de que las novelas gráficas se editen como libros sirve para que aparezcan en las librerías, donde están expuestos a lectores de mayor edad. No obstante, el precio de los libros sigue subiendo. Especialmente el de las historietas. Y la gente se va a leer todo en el ordenador, leen las versiones digitales de todo. Cada vez es más común. Parece que ahora la gente está leyendo mi trabajo de esa manera.

Portada del 7pulgadas de Hellacopters Down Right Blue / Thanks for Nothing (1999) dibujada por Peter Bagge. (Más portadas de discos del autor aquí)

Portada del 7 pulgadas de Hellacopters Down Right Blue / Thanks for Nothing (1999) dibujada por Peter Bagge. (Más portadas de discos del autor aquí)

La entrada Peter Bagge, el dibujante de cómics que, afortunadamente, me amargó la adolescencia aparece primero en Jot Down Cultural Magazine.

Can: cuando Alemania desafió el imperialismo anglosajón del rock con música telepática

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Can. Foto: DP.

Can. Foto: DP.

Can es uno de los grupos menos apreciados del rock, casi nadie les otorga el crédito que merecen por su influencia en la evolución de la música moderna. Velvet Underground obtuvieron un reconocimiento infinitamente mayor por lo mismo. (Mitchell Frank, productor del disco de tributo Can Forgery Series).

Hace unos días vi Inherent Vice de Paul Thomas Anderson. Una película que dará que hablar, porque como no se entiende gran cosa, surgirá una legión de tíos mu listos elucubrando teorías y dándose palos unos a otros. Pero que no sea inteligible no significa que no mole. Yo me lo pasé pipa viéndola y, particularmente, oyéndola. La banda sonora es un lujo para cualquier amante de la música popular del siglo XX. No en vano la historia transcurre en la entrada de los setenta, cuando el verano del amor está enterrado y superado y llega la degeneración y la violencia. Para muestra un botón: a los diez minutos de película, como avisando de que poco sentido racional van a tener las dos horas posteriores, suena «Vitamin C» de Can.

Pocos grupos como estos alemanes revolucionaron la música de forma más explosiva. La comunión que surgió entre ellos, que atribuían en una broma constante a la telepatía y la magia, hacía entrar en trance a la audiencia. Hay un concierto filmado de 1972 que lo demuestra. Esa cinta queremos traer hoy a «Busco en la basura algo mejor», pero antes, situémonos en las coordenadas históricas.

Tras la derrota en la II Guerra Mundial, ser alemán no molaba. Se podía ser joven y alemán, por supuesto, pero no había formas de expresarlo de forma autóctona. Orgullosa. Natural. La cultura popular estaba invadida por la oferta anglosajona. Alemania era receptora, ahí tuvo a los Beatles en Hamburgo, pero no aportaba. Son diversas y discutidas las causas y no nos vamos a extender ahora en ellas, pero hasta que llegó el kraut rock, la oleada de la que Can fueron uno de los máximos estandartes, no pusieron su pica en Flandes en la revolución musical que se había iniciado en los sesenta.

Mientras que en el mundo anglosajón el proceso había sido, digámoslo sin rodeos, saquear la música negra como en unas rebajas españolas de enero, el nuevo rock alemán se trataba de una corriente que absorbía influencias de todas partes, del jazz, del R&B, sí, pero también de la música oriental, de los ritmos gitanos del este de Europa, y de las tendencias del momento, la psicodelia y el rock progresivo. ¿Y no sonaba todo eso como un batiburrillo infernal? Pues sí, y ahí estaba la gracia.

Realmente, por eso mismo, este estilo de música no llegó a invadir el mercado norteamericano, a excepción de Tangerine Dream. El género tal vez tuvo su parroquia más numerosa fuera de Alemania en Francia, pero ahora es habitual encontrarse afirmaciones como que hasta Radiohead son deudores de este sonido, que no hay grupete actual rompedor que no cite a Can como influencia. Pasa como con los coches alemanes de alta gama en el mercado internacional. Su escuela marcó la pauta.

De hecho, Julian Cope le comentaba a Rafa Cervera en un Ruta 66 que en esta canción de Neu!, «Hero»aquí en directo—, está la mayor influencia o explicación de por qué los Sex Pistols hicieron lo que hicieron un año después. Está hasta la forma de cantar de Johnny Rotten, decía el galés. Y por si no fuera poco haber plantado esta semilla del punk británico, de estar presentes también en el sonido del postpunk con Joy Division a la cabeza, después han admitido su influencia combos tan importantes como Sonic Youth, Jesus & Mary Chain, Talking Heads, The Fall, Spacemen 3 o Stereolab, etcétera, etcétera… Por no mencionar la etapa alemana de Bowie con Eno, con esa conjunción sublime cuando «Heroes» se convierte en BSO de Christiane F, y a los que yo añado, obligado por mi pasión por todo lo tocado por Nikki Sudden, Epic Soundtracks y los Jacobites, al primer grupo de estos hermanos, los Swell Maps:

Pero en los inicios de prestigio nada. La primera vez que apareció la definición kraut rock fue en Inglaterra en un artículo de Ian McDonald titulado «German calling» en el New Musical Express de 1972. No podía ser más despectivo. Kraut significa «col». Así se referían los soldados aliados a sus enemigos alemanes. Y veinticinco años después, con ese término había que definir a la cristalización artística del clima social de la Alemania de los setenta, de la conmoción de mayo del 68 al surgimiento de la Baader-Meinhof, de la influencia creciente de la filosofía oriental a la fascinación por la tecnología en plena carrera espacial. Todo bajo las leyes de la Velvet Underground y los Mothers of Invention de Frank Zappa. En lo referente a Can, los anunció el periodista Richard Williams en un NME de 1970: «En Colonia hay un grupo brillante, hijo de la Velvet».

Cuentan las crónicas que todo había comenzado gracias a la voluntad de un solo hombre, el periodista Rolf-Ulrich Kaiser. Creó el sello discográfico Ohr Musik y su filial Pilz (donde salió una obra de arte como el segundo disco de Rufus Zuphall. Ay amigos, en este mundo, la soledad es no tener a nadie con quien poder hablar de Rufus Zuphall), dedicados exclusivamente a los nuevos grupos alemanes. Y además, este señor, en palabras de Jaime Gonzalo, crítico musical especialmente amante de esta música sin haberle importado nunca el qué dirán, «convirtió la promoción de sus discos como una cruzada personal contra el imperialismo anglosajón en el rock». Buscaban su propia vía. Me gusta cómo lo expresa este artículo de la revista Spazz:

… posiblemente por el trauma de una sociedad erosionada hasta los cimientos de sus convicciones por la derrota en la II Guerra Mundial, había mucha más brecha para los desvíos y, sobre todo, los extremos. El entretenimiento o el arte tenían la autorización, y hasta la obligación, de irse al extremo, y no había que preocuparse por restricciones de ninguna moral, industria o costumbre arraigada. Todo era nuevo, todo era salvaje, todo estaba in y todo tenía una oportunidad de establecerse como aquello que podía ser el futuro.

En 1972 Irmin Schmidt explicó el fenómeno de la nueva música alemana a su manera, con sus originales ideas.

La gente del continente ya no piensa que hacer música signifique imitar a los grupos británicos o americanos (…) Los alemanes nos hemos educado en un ambiente completamente diferente, de modo que si nos expresamos de forma sincera, es inevitable que tengamos un feeling diferente, pero sin tener ningún tipo de sentimiento nacionalista, que es algo que odio (…) La música americana y británica está más relacionada con las melodías. Si estudias la música de todo el mundo, ves que en las tierras rodeadas de agua la música está influenciada más por el agua y el aire mientras que si te metes en el continente, la melodía empieza a ser menos importante en comparación con los ritmos. Parece que el agua tiene más que ver con la melodía, mientras que países como Alemania producen música más de tierra y fuego.

Y en 1975, en la revista Sounds, fue bastante más claro:

Durante veinte años en Alemania hemos obviado la cultura. No es solo que las ciudades fueran bombardeadas, la cultura también fue bombardeada, y tú no puedes reconstruir la cultura.

De Can, concretamente, hay que señalar que se conocieron en Colonia, capital de la música clásica contemporánea. Y que Irmin Schmidt, que antes había sido pianista y director de orquesta, llegó a conocer a John Cage y formar parte de Fluxus —aquí hablamos de sus discípulos españoles—, una influencia demoledora.

También es reseñable que los miembros iniciales del grupo fuesen ya treintañeros y que tenían el culo pelado. Holger Czukay también tenía estudios clásicos y era profesor. Jaki Liebezeit era batería de jazz, había tocado con Chet Baker y, graciosamente, vivió en España entre 1961 y 1962, actuando con Tete Montoliu en el club Jamboree de Barcelona. O, David Johnson, por citar otro ejemplo, era un experto en música electrónica. Aunque, muy simpáticos, en Can le dieron a tocar la flauta. Pero es lo de menos, sigamos. El objetivo del grupo no podía ser más revolucionario. Dijo Schmidt:

Can comenzó en 1968 sin ningún concepto de por medio. Nuestro único propósito era hacer música juntos, espontáneamente, de forma colectiva y sin ningún líder.

Así fue su concierto de debut en el castillo de Novernich. Todos a la vez improvisando y de fondo cintas grabadas con los disturbios callejeros del mayo francés. No tenían ningún plan preconcebido, pero como el dueño del castillo les dejó una habitación para que la emplearan como local de ensayo, el proyecto tomó forma. Inicialmente se llamaría Inner Space.

Por medio de la mujer de Irmin, Hildegart Schmidt, encontraron cantante. Tampoco siguiendo un plan maestro. Había conocido en Francia a un escultor negro que había huido de Estados Unidos para no participar en el genocidio de Vietnam y le buscó sitio. Su nombre, Malcolm Mooney. No tenía un pasado musical destacable, pero había recorrido los países orientales, venía de la India, de modo que lo pusieron de cantante sin darle muchas vueltas.

El grupo resultante era, en palabras de Ignacio Juliá «Como si la Velvet hubiera sustituido a Reed por otro Cale (…) en Can se atiende a los cuatro o a ninguno». Una propuesta que, otra cosa no, pero ensanchaba los horizontes del rock como hasta ahora nadie se había atrevido. Que lo explique el propio Irmin:

… al haber sido educado como compositor, director y pianista de música clásica del siglo XX, no era nueva solo la música que surgía de la tradición clásica europea, pues el jazz y el rock eran fenómenos completamente nuevos también. El rock era algo tan novedoso como Stockhausen, Miles Davis o Charlie Parker en nuestra cultura, totalmente nuevo. También era nueva la apertura a músicas que no eran de la tradición europea, la música asiática o africana eran fenómenos nuevos. Un ejemplo era Picasso, muy influenciado en su creación por el arte africano, como muchos otros artistas contemporáneos a principio del siglo XX. En la música esto no sucedió, no hay influencia alguna de música no europea en compositores como Stockhausen, Boulez, Schoenberg y otros. Un poco en Debussy o Puccini, por ejemplo, pero esa es otra historia. Solo pasó en el arte y yo quería que también pasara en la música, por eso estudié música japonesa y étnica en general. (Ruta 66).

Claro que al principio no lograron más que hacer música para bandas sonoras de películas. El single de un film llamado Kama Sutra es uno de los ejemplos de lo que se traían entre manos entonces.

Siguieron en el castillo perfeccionando su forma de improvisar en directo, dando conciertos para amigos, pero David Johnson, al que le habían dado la flauta, se piró y en ese momento se cambiaron el nombre a Can, el artefacto, no el verbo. ¿Y qué significa aparte de «lata»? En turco, «vida». En japonés, «emoción». Pero Schmidt le dijo a los periodistas tras el lanzamiento del primer disco que significaba «Comunismo Anarquismo y Nihilismo». Y a finales de los noventa Czukay decía que era «Creativos Anárquicos y Nonsense». Significara lo que significase, su primer disco fue Monster movie. Apareció en un sello muniqués y todas las copias se agotaron en un par de semanas. Miren cómo firmaban en los créditos:

Irmin Schmidt: Órgano láser

Jackie Liebezeit: Ingeniero de propulsión

Holger Czukay: Jefe de laboratorio técnico y bajo armado

Michael Karoli: Sonar y piloto guitarra radar

Malcolm Mooney: Comunicador lingüístico espacial

United Artist compró los derechos de esta locura y lo lanzó a lo grande. Aunque ahí tuvieron ciertos problemas legales. Un cantante israelí, Abi Ofarim, que había sido número en Inglaterra junto a su señora con «Cinderella Rockefella», quiso invertir el dinero ganado en un catálogo de representación de grupos, Prom Music. Su estrategia de marketing era introducir cantantes israelíes en el mercado alemán apelando en plan visionario a que los alemanes tendrían sentimiento de culpa por el Holocausto y comprarían, pero no se comió un colín. Y en la iniciativa se hizo de paso con Can, los únicos alemanes del catálogo.

Con ese bagaje, Can acudieron a Zurich a poner banda sonora a la obra de teatro Prometheus. Tuvieron, como era menester, problemas y desavenencias con el director de la obra y el día del estreno se pusieron a tocar de la forma más agresiva e indómita posible. ¿Consecuencias? El teatro les contrató para que tocasen cada noche después de cada función. En pocos días, congregaron más público que la obra.

En las mejores actuaciones de Can terminabas pensando «¡Cáspita! ¿Quién ha tocado eso? ¿Hemos sido nosotros o hemos contactado con alguien, acaso Dios? No sé, quizá nos ha dictado la música una entidad cósmica» (Czukay en Ruta 66 en 1997).

En los conciertos que dieron con Mooney se sucedían los momentos más surrealistas de su historia. En un show que dieron en un local de dos plantas, separadas por una escalera, el cantante llegó tarde. Pero cuando agarró el micro, empezó a gritar a pleno pulmón «Upstairs, downstairs». Lo hizo durante toda la actuación. Cuando el grupo paró, él siguió dos horas más, él solo en el escenario, a grito pelado «Upstairs, downstairs» hasta que acabó completamente exhausto, casi sin poderse mover. En otras actuaciones, por ejemplo, leía, mientras el grupo iba descargando sus canciones, la última carta que le había enviado su novia.

Un día Schmidt recibió una llamada inesperada pero no por ello sorprendente a su casa de Colonia; era un guarda de la frontera suizo-alemana, en Basel. «Tenemos a un negro loco en nuestra celda», le dijeron. «Resulta que ha intentado atravesar el checkpoint con la furgoneta chocando contra la barrera, y al bajarse empezó una pelea a puñetazos. Lleva cuatro horas sin hablar. Solo está sentado llorando. Tenía un trozo de papel con su número de teléfono y por eso le llamamos con la esperanza de que venga a por él».

Schmidt se vistió y condujo pacientemente trescientos kilómetros hasta la frontera para traérselo. Lo que había ocurrido es que Mooney se había despedido de su novia, que iba a Zurich a ver a unos amigos. Un par de horas después de decirle adiós, tuvo la necesidad de darle un beso más a la chavala. Cogió la furgoneta, sin matrícula ni ITV pasada, y condujo, sin carné de conducir, por donde se había ido hasta estamparse en el puesto fronterizo. Irmin le entendía, porque, digamos, le quería como era. En un NME del 74 explicó «Era como un niño, si no podía conseguir algo, se ponía violento, y si seguía sin poder, luego, a llorar».

Una vez en el Kunsthalle de Düsseldorf, durante una exposición del escultor francés Armand, Mooney se puso a subastar sus obras a los asistentes. Podían costar del orden del seis mil marcos cada una, pero él inició la puja por treinta. Vendió varias. De hecho, sacó tres mil quinientos marcos antes de marcharse de ahí. Al escultor, allí presente, casi le da un síncope, no paraba de gritar desesperado. Mooney huyó antes de que llegara la policía. Nadie pudo pararlo. Der Spiegel dio la noticia poco después refiriéndose, milagrosamente, a «un negro sin identificar». Eso sí, al día siguiente devolvió el dinero que sacó.

Pero este tipo de vida empezó a hacer mella en su salud mental, ya de por sí bastante delicadita. Por un lado, sufría de paranoia por el pánico a que le cazaran las autoridades americanas por insumiso. Por otra, los intelectuales de izquierda que abundaban en el entorno de Can le reprochaban que no volviese a Estados Unidos a luchar por los derechos de los negros. Eso le hacía sentir culpable. Cuando apareció en la prensa por el incidente de la subasta improvisada, ya fue demasiado. Se encerró en un armario cuatro días. Para sacarlo, el psiquiatra recomendó que volviera a Nueva York, si es que esa obsesión le estaba destruyendo. Así lo hizo y, durante cinco años, fue profesor de arte en Harlem.

Pese a estas personalidades tan fuertes, en Can siempre rechazaron las individualidades, sobre todo los excesos derivados de la técnica musical, el culto a la destreza con el instrumento. Es una lección no siempre aprendida en la música pop, el músico se las tiene que arreglar para tocar el alma del oyente, más que tocar el propio instrumento en sí. En un New Musical Express de febrero del 72 lo explicó Irmin.

Si alguien quiere expresarse no necesita estudiar ocho años para aprender cómo tocar rápido. Para mí, alguien que es el más rápido en la guitarra, demuestra que es el más alienado a la guitarra. Su guitarra no tiene nada que ver con su vida. Su objetivo solo es ser un guitarrista rápido.

O Czukay en una entrevista en Eurock en 2002:

La técnica es importante en tanto en cuanto te puedes olvidar de ella, si lo que quieres es que esto se convierta en unos Juegos Olímpicos…

Si se quiere entender de otro modo, para ellos la técnica estaba al servicio de otros fines. Palabras de Michael Karoli:

Jaki, el batería, estaba orgulloso de ser capaz de hacer que ciertas personas del público vomitasen. Podía concentrarse en una sola persona del público mientras tocaba, y esa persona empezaría a vomitar.

Y el caballero que entró para sustituir a Mooney tampoco es que fuese un amante de los gorgoritos y las armonías vocales: Damo Suzuki.

En mayo del 70 son contratados para cuatro actuaciones consecutivas en una discoteca de Munich. Uno de esos días, Jaki y Holger, sentados en un café, ven pasar a un extraño japonés, chillando una especie de adoración al sol. Esa misma noche, Kenji «Damo» Suzuki, pues de él se trataba, sin ningún ensayo previo sube al escenario como cantante de Can. Al principio todo va bien, pero cuando cambia sus peculiares vocalizaciones por irritantes chillidos, una pelea estalla entre los espectadores. (Ruta 66).

Montó tal espectáculo Damo en ese concierto que se marcharon mil quinientas personas del local al poco rato de que abriera la boca. Para Schmidt fue un show legendario:

Dimos un concierto bastante extraño. Holger estaba tumbado de espaldas con el bajo encima de él, yo había situado dos ladrillos encima de las teclas del órgano y puse el volumen al máximo, Michael había puesto la guitarra contra el ampli y estaba de pie mirando como se acoplaba el sonido, Jaki estaba tocando la batería como un loco y Damo daba la performance más violenta que he visto en toda mi vida. El órgano y la guitarra estaban haciendo un estruendo terrorífico mientras nosotros mirábamos de pie tranquilamente y discutíamos en qué posición deberíamos mover los ladrillos. Entonces Holger trajo un gran pastel y Damo se lo estampó en su propia cara. La gente empezó a marcharse verdaderamente aterrorizada. Los pocos que se quedaron fueron testigos del show más increíble al que habían asistido en toda su vida. David Niven dijo que no podría decir si había llegado a escuchar música, pero que ciertamente había escuchado la cosa más extraña que había oído en toda su vida. ¡Nuestro manager estaba tan avergonzado! Pero vimos que Damo era definitivamente el hombre que buscábamos («Can: Art Terrorism! Sensory Derangement! Holistic Vomiting! Available Weekends…», MOJO, abril 1997).

Una recopilación de sus bandas sonoras fue el segundo disco. Algo apañado corriendo y deprisa por exigencias de la discográfica, porque lo que se estaba gestando era una obra capital, el LP Tago Mago, así titulado tras el paso de los miembros del grupo por Ibiza. Se encerraron cuatro meses para prepararlo y el resultado fue un disco que suscitó opiniones para todos los gustos. Por supuesto, mucha gente lo tiraría por la ventana. Otros, se quedarán con su «Paperhouse», una de sus canciones más recordadas, a través de su interpretación mítica en el Beat Club que supera con mucho la del plástico. Como hemos dicho al principio, a menudo se describe esta música con el adjetivo «hipnótico». No me gustaría caer en el tópico, pero yo desde que vi esta actuación por primera vez en el DVD que recopilaba los mejores conciertos de ese programa de televisión, mis globos oculares se quedaron pegados a la pantalla. Eso que decía Juliá del grupo, eso de o todos o ninguno, lo sientes. Parece caótico, pero funciona como una cadena de montaje. Y luego Damo, el señor Suzuki, que sin necesidad de forzar la excentricidad consigue que su compatriota Yoko Ono parezca tan informal como Carlos Arias Navarro tomando un café con leche a las once de la mañana ojeando el ABC.

Damo Suzuki era de Oiso, un pueblo de cincuenta mil habitantes de los que, tras la II Guerra Mundial, treinta mil eran soldados americanos. Creció escuchando Tamla, Motown y Stax, sus grupos favoritos eran los Temptations y los Four Tops, pero nunca se expresó en los almibarados términos de los estadounidenses. Lo indica su propio mote, Damo, derivado de un dibujo animado japonés tipo Charlie Brown, que venía del verbo japonés dame: «errar».

Pero hay otros oyentes para los que el interés de este LP legendario reside en toda la parte experimental del disco —sí, «Paperhouse» es la comercial, qué le parece—. La cara B, de una sola canción, «Halleluhwah», de diecisiete minutos. O la C, con la escalofriante «Aumgn», de otros diecisiete, inaccesibles para el oyente no iniciado —entre los que yo me incluyo hasta que mi psiquiatra diga lo contrario—. Se trata de dos pistas combinadas con el grupo tocando y Schmidt, ciego de tripi, dándole frenéticamente con las manos a una silla de madera a modo de tambor. Suzuki está en otra pista y en la cuarta otra vez Schmidt canta el título de la canción y se van bajando las revoluciones hasta que «Aumgn» se convierte en un rugido escalofriante. También se cuelan por ahí un perro y un chico que entra en el estudio, piensa que eso es una fiesta, y pide permiso para unirse.

En la cara D tenemos una «Peaking O» que invita a mofa, y un final del disco con «Bring me coffe or tea» —¡gran título!— que vuelve por los agradables derroteros iniciales. Pero oiga, de «Halleluhwah» se ha dicho que anticipó los ritmos que se escuchan hoy en día en esas narcosalas llamadas jocosamente afters. Dejemos que lo explique Irmin:

Teníamos ideas claras sobre ese especial y fuerte sonido de bajo y batería, que es lo que se escucha veinte años después. Especialmente en el hip hop y también el drum’n’bass. En la época, para algunos era incluso inquietante. Recuerdo una vez en Munich en una discoteca que pincharon «Hallelluhwah», la pusieron más floja que el resto de canciones, me fui al DJ y le pregunté por qué. Su respuesta fue que intimidaba ponerla al mismo volumen, ¡que si lo hacía el bajo y la batería matarían al público! (Ruta 66).

Con esta genialidad en la calle, abandonaron el castillo para irse a vivir a un cine, dejando atrás grandes anécdotas vividas en el campo gracias al contacto con la naturaleza o, si se quiere, con la generosa dieta de LSD que llevaban en aquel momento:

Recuerdo una vez que estábamos todos en el campo y fuera de la casa había muchas vacas mugiendo que no nos dejaban trabajar. Cuando Irmin Schmidt se cansó de oírlas, salió afuera y empezó a responderles con sus mismos mugidos, en aquel momento todas se le acercaron, hicieron un círculo a su alrededor y empezaron a cantar. (Michael Karoli entrevistado por la revista Vibraciones en diciembre de 1976).

En el cine clavaron en la pared mil quinientos colchones que habían pertenecido al ejército para insonorizarlo. Dijo Karoli: «Eran muy inspiradores, estábamos rodeados de millones de sueños eróticos, ¡y probablemente corridas!».

El caso es que es ahí, en ese momento en la vida del grupo, a donde queríamos llegar en esta entrada de «Busco en la basura algo mejor». Al concierto completo que les grabó en esa época Peter Przygodda en el Sporthalle de Colonia en 1972. El disco pirata del show se llamó Horrortrip in the paperhouse. El vídeo está disponible íntegro en YouTube.

Aprovechen para ponérselo en una sobremesa de esas de café, copa y puro, porque merece verdaderamente la pena. Además, para más retro-relevancia, ojo al logotipo de Can en el minuto 2:40, que trae los colores de esta primavera, de arriba abajo: fresa, coral y mandarina. No digan luego que no están avisados.

Estos cincuenta minutos de grabación, llamados de forma redundante Free concert, no tienen desperdicio. Damo con un mono carmín y fucsia, con las melenas tapándole la cara, gritando como un poseso sobre esa impasible matraca con metrónomo que es el resto del grupo y que no transmite más que una sensación: ganas de bailar; pero más que de bailar, de ejecutar lo que sería un break dance improvisado sobre la marcha por un tornero fresador; ganas de sumarse a esa locura colectiva, en resumen.

Y para cuando uno entra en materia, aparece el calvo de los malabares. Un caballero que irrumpe en el escenario para ofrecer diferentes números circenses y, hay que admitirlo, con envidiable destreza.

Luego el ritmo sigue machacón e inmisericorde, pero extrañamente seductor, y pasada la media hora, cuando usted en casa ya se ha bajado tres cuartas partes de la botella de Magno, salen unos castellers a la teutona que la lían parda en escena. Así el escenario se llena de niños, el grupo ya pasa a una fase musical que Cervantes llamaría «estridencia» y vuelve a aparecer el calvo de los malabares a montar la de dios con tres paraguas. En conclusión: una puta maravilla. Un grupo absolutamente genial tocando el cielo. No es habitual encontrar tanta seriedad y saber estar para ejecutar lo que es un genuino desparrame. No sé si fue Nietzsche el que dijo que el hombre era adulto cuando recuperaba la seriedad con la que jugaba cuando era niño.

Poco después de este show, la actividad del grupo se vio reducida porque a Karoli le dio una úlcera con perforación de estómago, pero los LP Ege Bambasi y Future Days todavía se encuentran entre lo más selecto de su discografía, que a partir de ese momento fue perdiendo chispa. «Vitamin C», el corte elegido en Inherent Vice, es la canción más celebrada de esta etapa. Poco después se marcharía Damo Suzuki, que se había casado con una testigo de Jehová y se convirtió a su credo. Primero estuvo encerrado en un apartamento leyendo la Biblia alucinado mientras ella trabajaba y luego consiguió un puesto de recepcionista de un modesto hotel. Tardaría años en abandonar a los testigos de Jehová y volver a los escenarios. Deléitense escuchándole cantar como si le fuera la vida en ello eso tan bello y evocador de «Estás perdiendo, estás perdiendo tu vitamina c».

Tras la irreparable marcha de Damo, Irmin recibió una carta desde Estados Unidos —que también explica, dice, por la telepatía de los miembros de Can— de Mooney, que quería volver al grupo. Le contestó hasta tres veces diciéndole que por favor, que sí, pero no volvió a tener noticias de él hasta bien entrados los ochenta.

Los nuevos músicos que llegaron al grupo desnaturalizaron la propuesta y toda esta energía se diluyó. Pero antes, en 1976, en Bruselas, conocieron a un indonesio por la mañana dando un paseo por la calle y por la tarde lo presentaron como nuevo cantante en un concierto. Se llamaba Thaiaga Raj Raja Ratnam. No se quedó en Can, pero yo prefiero dejar la historia aquí e imaginar que sí. Volviendo al filósofo, prefiero dejarles en un eterno retorno nietzscheano, que es de lo que va todo este ruido maravilloso.

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Montserrat Domínguez: «Me temo que la guerra del Gobierno contra las voces más incómodas no ha hecho más que empezar»

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Montserrat Domínguez para Jot down 0

Llega con cara de periodista en ejercicio, la que tiene quien ha estado trabajando hasta las tantas de la mañana y ha madrugado para ir a una tertulia de televisión. Es lo que tiene compaginar una redacción digital, donde no existen los horarios, con la tele, donde transcurrió el grueso de su carrera. Montserrat Domínguez (Madrid, 1963) trascendió la figura del presentador de televisión cuando se hizo cargo de la Mirada Crítica en Telecinco; supo ser incisiva con la actualidad y abrir el espacio a la cultura. Después, tras una experiencia fallida en Antena 3, pasó a la radio en la Cadena Ser y ahora dirige el Huffington Post español, un modelo de medio digital que ha triunfado en Estados Unidos y otros países pero que en ninguna parte ha estado exento de críticas porque sus blogueros no estén remunerados.

Estudias en un colegio de monjas y te decides por el periodismo.

No tenía ni idea de qué hacer y me lo sugirió una profesora. Contar historias me parecía atractivo. Aunque entonces no había tantos referentes para mujeres en el periodismo, me pareció interesante y me lancé. Del colegio de monjas guardo un gran recuerdo. Viví la Transición con ellas. Todas llevaban hábito hasta que murió Franco y se lo quitaron. Algunas incluso lo colgaron definitivamente. Había un ambiente muy divertido y tuve una profesora de Literatura, que no era monja, maravillosa.

Fuiste adolescente en la Movida.

Es complicado hablar de la primera adolescencia sin convertirla en una época mágica. Habría disfrutado de Madrid en cualquier momento, pero sí que es cierto que entonces ocurría algo de lo que yo no era consciente que era el Madrid de la Movida. Con dieciséis, diecisiete, dieciocho y diecinueve años me pilló toda la efervescencia cultural, el ambiente que había en la calle, las ganas de pasárselo bien y grupos de música que eran una ruptura con todo lo que habíamos escuchado antes. Era un ambiente radicalmente distinto, pero tengo mis dudas de si lo que hago no es más que idealizar mi adolescencia y juventud por haber sucedido en plena Movida.

Ana Curra nos dijo que Madrid era muy gris y provinciana y de repente se transformó.

No lo sé, porque cuando yo dejé de ser niña y me convertí en un ser independiente Madrid ya estaba llena de vida. Lo que recuerdo es que era una ciudad algo más sucia, mucho más canalla, donde también se vivía con mucha dureza la droga y la inseguridad ciudadana. Las chicas a determinadas horas por ciertos sitios no podíamos ir solas, nos daba miedo. Esa percepción no la tengo ahora. Sigue habiendo zonas peligrosas, pero no como entonces. Con todo, nunca he percibido una ciudad gris.

Fuiste azafata de vuelo.

Entre otros oficios. Trabajé mientras me saqué la carrera, por eso tardé dos años más que mis compañeros en sacármela. También fui secretaria, y comercial en distintas empresas. Cuando empecé a trabajar de azafata con dieciocho años y me gané la independencia nunca más quise volver a vivir de mis padres. Por supuesto hubieran estado encantados de arroparme y costearme la carrera, pero me parecía que había llegado mi momento de desenvolverme yo sola por la vida.

Hiciste un máster de Periodismo en Nueva York. Publicaste un artículo en El País en esas fechas, 1990, sobre la legalización de la droga. ¿Por qué este tema?

Tenía que presentar una tesina y lo hice sobre la legalización de la droga, que entonces también estaba sobre la mesa y me parecía interesante reflejar cómo se veía en Estados Unidos. En España prácticamente no se hablaba de eso. Contacté con El País y les interesó una entrevista que hice a un profesor de Universidad, Ethan Nadelmann. En aquella época nadie habría augurado lo que está ocurriendo ahora, con la marihuana legalizada en cada vez más estados.

La carrera en la Complutense te decepcionó mucho.

En el máster en Nueva York, en la Universidad de Columbia, el método era sacarnos directamente a la calle a conocer la ciudad a fondo y escribir historias desde el primer día. Recuerdo que nos metían a todos los estudiantes en un autobús con un historiador, recorríamos Queens, Brooklyn, barrios que entonces estaban fuera de las guías turísticas, y nos iba contando qué era todo lo que veíamos. A la vuelta, nos mandaban elegir un barrio, ir solos al día siguiente y volver con una historia redactada por la noche. La verdad es que lo pasé fatal porque mi inglés era británico y el primer día no me enteraba de nada de lo que decía el profesor.

En cambio, la universidad aquí me decepcionó muchísimo. Yo era la primera de mi familia en ir y la teníamos un poco idealizada. Entendías que dar el paso a la educación superior era ampliar los horizontes de lo que habías estudiado. Pero mi profesor de Literatura en primero de carrera era infinitamente peor que la del colegio de monjas. Era un tipo al que solo le importaban las fechas de nacimiento, la de la muerte y el número de obras que había publicado Larra, por ejemplo. Nunca discutimos acerca de su valor o significado. Hubo un par de profesores buenos, pero por lo demás decidí que cuanto antes acabara con el trámite universitario mejor.

Montserrat Domínguez para Jot down 1

Cuando te llama Luis Mariñas para hacer una prueba en Telecinco, entonces frente a un poblado chabolista, con los alrededores llenos de decampados y barrizales, te dijo que si no sabías encontrar dónde estaba la cadena tú sola no eras la periodista que buscaba.

No sé si seguirán las chabolas. Cuando volví de Estados Unidos lo hice, aunque podía haberme quedado un año más, porque empezaban las televisiones privadas. En Columbia había estudiado periodismo televisivo y sabía que estaban buscando estos perfiles. Tuve una entrevista con Luis Mariñas, otra en Canal+ y me decanté por esta cadena aunque estuve muy poco tiempo. Mariñas entonces estaba poniendo en marcha los informativos de Telecinco, trabajábamos en unos prefabricados, con un equipo muy pequeñito, con apenas dos cámaras y un servicio de documentación que eran seis cintas «gente en la calle en verano», «en invierno», cuatro edificios y poco más. Lo llevábamos en fichas, ni siquiera había un archivo. Y cuando llovía se ponía todo perdido de barro. Pero la suerte de entrar en Telecinco en aquella época fue que fui creciendo profesionalmente de la misma manera que los informativos fueron creciendo. Mariñas hizo un informativo muy innovador. Introdujo la opinión de contertulios, Aberasturi, Carmen Tomás, Antonio Remiro, es decir, un plantel de colaboradores con los que rellenábamos minutos porque no teníamos la posibilidad de Televisión Española o Antena 3 de hacer vídeos. En Telecinco he hecho prácticamente de todo: reportajes, guardias, cubrir la Conferencia de Paz de Oriente Próximo y presentar todos los informativos, en verano, por la noche, por la mañana. Esto, ir creciendo con la cadena, te permite ampliar tu campo de acción.

En estos primeros tiempos, con la guerra del Golfo del 90, tuvisteis problemas con los accionistas kuwaitíes de la cadena, KIO, por las opiniones que se vertían en esas tertulias

Antonio Remiro, catedrático en la Universidad Autónoma, que era el comentarista de internacional, estaba radicalmente en contra de la intervención norteamericana y lo decía de una forma clara como no se oía en ningún otro medio de comunicación. Nosotros temblábamos cada vez que le oíamos porque éramos conscientes de que eso podía tener un peaje. En una televisión tan pequeña, en el único informativo tener una voz absolutamente discordante con la intervención americana era muy llamativo. Estoy convencida de que Mariñas sufrió presiones, aunque nunca nos la trasladó. En todo caso, fue un gran ejercicio de libertad. Ahora me he quedado con las ganas de pregúntale a Luis cuánto tuvo que aguantar. Por cierto, que Luis Mariñas consiguió una entrevista con Sadam Hussein que está perdida en los archivos de Telecinco. Yo desde luego no he vuelto a ver las imágenes de algo que ningún otro periodista occidental había conseguido.

¿Se han repetido con mucha frecuencia presiones de ese tipo de los accionistas de una cadena por la información que se estaba dando?

Si te soy sincera, yo nunca las he percibido. He tenido la inmensa suerte de trabajar en medios en los que me he sentido protegida y he trabajado en absoluta libertad. No todos pueden presumir de eso, no sé si es suerte o jefes suficientemente hábiles para parar los golpes, pero ni en Telecinco, ni en Antena 3 ni luego en la Cadena Ser, ni ahora en el Huffington Post he recibido presiones para cambiar una línea, una información o para cambiar una línea editorial. Eso sí, llamadas de atención siempre hay, otra cosa es que lo interpretes como una línea roja que no debes cruzar o das el mensaje por escuchado y punto. He tenido la suerte de nunca tener un enfrentamiento por algo que como periodista creía que se tenía que publicar. Y en Telecinco las pasamos muy duras en la época de La Mirada Crítica. Fue complicada. Por Irak, el Prestige y el Yak.

¿Cómo viviste los atentados del 11-S en directo?

Aún no habíamos empezado los informativos de esa temporada. Yo tampoco lo había hecho con La Mirada Crítica, que comenzaba la semana siguiente. Creo recordar que había unas elecciones gallegas y estábamos pensando en ir a grabar el programa desde allí. Me enteré del ataque cuando volvía a mi casa, di la vuelta y regresé a la tele. Al llegar, Angels Barceló estaba sentada en un estudio provisional, todavía no habíamos estrenado el set nuevo. Había enlazado el final del informativo con las primeras noticias. Llegué, me senté a su lado, me dieron cuatro retoques de maquillaje y así transcurrió la tarde, con invitados y llamadas en directo, y también con esa sensación angustiosa, de vacío, de no saber qué está ocurriendo ni lo que estás contando. Había información muy confusa, las torres podían haberse caído por el avión, o por una carga explosiva, no sabíamos. Y como periodista tienes la responsabilidad de no dar información falsa, pero no tienes los medios para contrastarlo.

En un documental sobre ese día dijiste que estuviste no sé cuántas horas sin ir al baño.

No había manera de levantarse, era información permanente. Pero te digo una cosa, cuando estás en directo y tienes una descarga de adrenalina potente se te quitan los resfriados, puedes estar moqueando hasta un minuto antes, pero en el momento en que se enciende la luz y la cámara no vuelves a toser o moquear hasta que acaba. Y si tienes ganas de ir al baño, te olvidas, sencillamente.

En 2003 te cortaron un informativo para dar el resumen de Gran Hermano. A los personajes de este programa y del cotilleo de Telecinco los calificaste de «castigo divino».

En su momento lo definí como chapapote rosa porque era una locura. Fue cuando los programas del corazón y todo lo que iba alrededor invadieron la parrilla. En informativos nos sentíamos como en un acordeón y desde entonces han ido reduciendo mucho espacio. Para un periodista es tremendamente doloroso tener que renunciar a una parte de contenidos que tú crees que son relevantes para los ciudadanos para dar un resumen de Gran Hermano. Nunca lo he entendido, nunca lo entenderé. Supongo que las presiones comerciales serán tremendas, pero sigo pensando que la columna vertebral de una cadena de televisión son sus informativos. Igual que hay estrategias que a corto plazo pueden funcionar muy bien, a largo plazo unos informativos potentes son imprescindibles y siempre fidelizan.

Montserrat Domínguez para Jot down 2

En la segunda legislatura de Aznar, Telecinco fue un referente de periodismo independiente ¿Qué presiones hubo?

Lo mágico fue que como profesionales no recibimos las presiones. Las paraba Juan Pedro Valentín con una elegancia que nos permitió a todos desarrollar nuestro trabajo. Yo desde luego lo hice así en La Mirada Crítica. No dábamos crédito a lo que veíamos en Televisión Española, ni a lo que nos contaban los compañeros que teníamos allí. Aquellos planos que sacaban buscando zonas de playa donde no se viera el chapapote, periodistas diciendo que todo estaba fenomenal y que en el pueblo estaban satisfechos y felices porque rápidamente se había organizado la limpieza de las playas, es decir, cosas que eran abiertamente mentira. Afortunadamente, tuvimos la ocasión de contar no solo lo que estaba ocurriendo, sino de poner de manifiesto la gran mentira que se estaba transmitiendo desde los informativos de Televisión Española. Era la época de Urdaci y vivían con una manipulación como yo no he visto antes ni después. No hacía falta más que ver los informativos, pero es que nuestros compañeros allí nos lo contaban llorando por las esquinas. Las presiones a nuestro director en aquel momento le costaron muchos quebraderos de cabeza, pero no se llegaron a trasladar a los profesionales.

Fichaste a Nacho Escolar antes de que fuera «Nacho Escolar».

Le conocí en torno a 1998, en una cena. La recuerdo porque fue la primera vez que alguien me habló de internet como herramienta para buscar y completar información. Me pareció fascinante y le pedí que se incorporara al informativo de la noche en Telecinco, que yo dirigía y presentaba, y creamos una sección que se llamaba El Navegante. Cada noche elaboraba una pieza de actualidad husmeando en la web. Debió de ser la primera vez que internet tomó forma en un informativo. Después de eso se quedó en la incipiente web de Telecinco e hizo un gran trabajo.

En La Mirada Critica te convertiste en una «líder de opinión», desde entonces vas a tertulias, opinas…

No acepto ese rol, lo rechazo completamente. Ni lo soy ahora ni lo fui entonces. Tuve la inmensa fortuna de dirigir un programa en el que además pudimos introducir muchísimos cambios. Muchas firmas, también llevé a escritores, voces diferentes, médicos, científicos o los trabajadores de Sintel, que estaban acampados en la Castellana y ese fue uno de los programas más vistos. Con esta pluralidad el programa tuvo un sabor, un look, absolutamente diferente a lo que se había visto hasta entonces.

Con un equipo muy reducido.

Francamente, era pequeño, pero los equipos de la mañana nunca han estado especialmente bien nutridos.

¿Cómo viviste el 11M?

Estaba en La Mirada Crítica, ya habían estallado los trenes. El matinal dio las primeras informaciones y luego lo cogimos nosotros. Lo recuerdo con auténtico horror. Fue un verdadero horror. Horrible. Lo mismo del 11S con el agravante de la cercanía, que había ocurrido a metros de donde estábamos. Y que era un ataque a gente que va a trabajar en un tren, la mayor infamia que se te puede pasar por la cabeza. Pensamos al principio que era ETA, en los primeros compases no teníamos duda porque tampoco teníamos otro esquema de algo similar en España. Al mismo tiempo era extraño, ETA tampoco había atacado de una manera tan indiscriminada, salvo en Hipercor, pero no fue exactamente lo mismo. Colocar mochilas en los trenes… era todo muy confuso. Cuando salíamos del directo fue cuando empezamos a recibir información de que no estaba clara la autoría. Fueron unas jornadas tremendas, intensas, de muchísima responsabilidad, profesional también, a la hora de ver qué decías, qué estaba contrastado y qué no. Pero di gracias de estar en la cadena en la que podíamos discutir, debatir, plantearnos qué estaba ocurriendo sin el tremendo corsé que tuvieron otros colegas y compañeros como los de la televisión pública.

Carme Chaparro nos dijo que Aznar llamó a Telecinco en persona.

Creo que habló con los directores de todos los medios de comunicación. Yo era directora de un programa y lógicamente conmigo no habló, pero creo que sí llamó.

Cuando hacías tus entrevistas preguntabas lo que había que preguntar, pero no repreguntabas o insistías mucho si no te convencía la respuesta. Algo que después de la crisis de 2008 parece que lo exige el espectador.

He hecho siempre las preguntas que quería hacer y he repreguntado cuando lo he visto necesario. Creo que hay un límite y eres tú el que lo tienes que poder en cada momento. Tú tienes que decidir qué le quieres sacar al entrevistado y cuáles son las maneras de conseguirlo. Yo logré sacar mucha información de los invitados. Pero cada uno tiene sus propios medios. Preguntar, preguntar y preguntar hasta que alguien conteste unas veces es cojonudo, la mejor fórmula, pero en otras no vale para nada. No percibo que ahora se hagan entrevistas más incisivas, siempre las ha habido. Lo que sí es verdad es que antes no estaban las redes sociales. Y tampoco hay que hacer caso a todo el que dice qué haría si estuviera en tu piel, porque entonces estás muerto. Es imposible contentar a todo el mundo. La gente que está escuchando, cada uno tiene su pregunta. Tienes que ser como los seleccionadores de fútbol, que tampoco pueden hacer caso a cada español.

Dijiste que los políticos más incómodos son los que solo repiten consignas.

Ahí es donde me siento más frustrada como profesional, cuando eres incapaz de arrancar algo más del argumentario a un político. A algunos se les nota mucho, otros son claramente populistas, que retuercen cualquier pregunta o le dan la vuelta para no contestarte. Pero una buena pregunta no es una en la que tú insistes con lo mismo una y otra vez, sino en la que logras que el entrevistado responda. Da igual cómo lo consigas.

Cascos se negó a ir a tu programa.

Nunca fue.

Montserrat Domínguez para Jot down 3

Háblame de los políticos con los que te has topado.

Los más inteligentes eran los más interesantes y los más peligrosos. Por ejemplo, Alberto Ruiz Gallardón es notoriamente inteligente, no tiene un pelo de tonto, y por tanto como entrevistado era muy complicado, porque daba la vuelta a todas las preguntas y era capaz de contestarte una cosa y la contraria sin que pareciera que había una ruptura en su línea argumental. Una vez le pregunté si le gustaban los políticos como Giuliani, entonces alcalde de Nueva York, que había estado a pie de escombros tras el 11S, y me dijo que sí, que había que estar con la gente cuando lo pasa mal. Luego le pregunté qué opinaba de Aznar, que ni se había acercado a las costas gallegas. Y con la misma soltura me respondió que un político puede ser más eficaz trabajando desde su despacho [risas]. Otra era Esperanza Aguirre, que continúa siendo igual a como era entonces, muy tramposa con las respuestas. Exactamente capaz de defender una cosa un día y la contraria al siguiente.

¿Zapatero era de los que tiraba de argumentario?

Era un tipo interesante que al menos traía conceptos nuevos a la discusión política. Teníamos dudas entonces de si estaba preparado porque llegó a la secretaría general por sorpresa, contra pronóstico, nadie daba un duro por él. Te recuerdo que el gobierno de Aznar era muy fuerte, con mayoría absoluta, y Zapatero era una incógnita. No fue un mal entrevistado, se enrollaba mucho, eso sí, pero como tantos otros.

¿Podemos y Ciudadanos traen algo nuevo en este aspecto?

Yo sigo escuchando consignas sin parar. Por eso el político que es capaz de romper la imagen y la sensación de que está trasladando consignas tiene un plus de reconocimiento. Porque ese soniquete continuo del argumentario resulta tremendamente cansino. Lo que están haciendo muy bien los nuevos, Podemos, y los novísimos, Ciudadanos, es su capacidad para interactuar con los periodistas en un terreno en el que hasta ahora los políticos nunca habían querido estar, las tertulias. Antes nunca querían aparecer ahí y si ahora van es mérito de Pablo Iglesias. Se ha roto el statu quo de «yo voy pero solo hablamos de mi libro y de estos temas no preguntas». Pactarlas. Aunque ya hemos visto a Podemos en una ocasión decir «habíamos quedado que no íbamos a hablar de Venezuela». A medida que van entrando en el juego y el juego es más poderoso y más sucio, pues… De todas formas, Podemos ha logrado que los demás partidos hayan buscado caras nuevas para medirse a ellos en las tertulias. Este es un fenómeno sin precedentes. Nunca hemos visto un sábado en prime time dos cadenas con contenido político y de actualidad. Es realmente insólito.

¿No se grita mucho?

Sí que hay mucho ruido y, además, me da la impresión de que a medida que nos acercamos a las elecciones sube el nivel de ruido y de codazos para ver quién puede hablar o ha pedido antes la palabra. No tienen la naturalidad que tiene que tener una tertulia para que eso no se convierta en un ruido insoportable, pero sí que creo que tienen un valor, sin ninguna duda. En las elecciones del 96 hicimos varios programas especiales de política, y quisimos llevar a prime time que ETA había asesinado a Tomás y Valiente y nos destrozó un programa de La 1, Hostal Royal Manzanares. Nos machacó. Entonces era inviable, frente al entretenimiento no teníamos nada que hacer. Y este es un termómetro apasionante para ver cómo está cambiando este país.

No fuiste a la fiesta de aniversario de Antena 3. Qué te pasó en esa cadena, porque algo no funcionó.

Me invitaron a la fiesta y pusieron una foto mía en uno de los pasillos de Antena 3, donde han colocado retratos de todos los que han participado, y me hizo mucha ilusión porque fui una parte muy pequeña. La experiencia en esta cadena fue interesante y valiosa, pero frustrante en el sentido de que no pude hacer lo que quería hacer, o para lo que fui. Y ya está. De todo se aprende en las experiencias profesionales. Y no fue solo un problema de la cadena, también los espectadores esperaban a otro tipo de persona al frente de las mañanas, alguien que diera otro giro a las entrevistas o las tertulias.

¿Alguien menos progresista?

Lógicamente no sintonizamos bien. Fui a Antena 3 porque creía que podía dar un golpe a la mañana, nunca habían logrado despegar. Pensaba que podía ser potente, mejoramos mucho los datos de audiencia de los programas anteriores, pero no llegamos a ese territorio en el que hubiera podido trabajar con más libertad y tranquilidad y a la cadena le hubiera permitido sentirse cómoda conmigo.

¿Qué le ha pasado a Cintora?

No conozco de primera mano los detalles de su salida del programa, aunque he leído que continúa en Mediaset. La nota de prensa sí me pareció llamativa y muy reveladora, porque no busca excusas: es una enmienda total al tono combativo que había creado Jesús Cintora, un estilo al que hasta ahora solo se había atrevido La Sexta. Pero estamos en tiempo electoral, el Gobierno se pone nervioso porque las encuestas no soplan a su favor y sacan la artillería… Y parece que Cuatro no ha aguantado el pulso. Me temo lo peor: que la guerra del Gobierno contra las voces más incómodas no ha hecho más que empezar.

En una ocasión dijiste que el público antes de la crisis quería informativos cada vez más light.

Ahora ha cambiado, pero durante unos años asistimos a una banalización de los espacios informativos sin precedentes. En las dos cadenas comerciales, Telecinco y Antena 3, clarísimamente.

Montserrat Domínguez para Jot down 4

En una ponencia tuya en la universidad dijiste que en los informativos se daban órdenes de que no salieran gordos en las imágenes de playas.

En mi época no, pero sé que eso existe. Tampoco te voy a dar nombres concretos, pero si zapeas no es muy difícil de detectar. Los informativos se han ido infantilizando y banalizando, te dan un caramelito fácil de digerir con mucho dulce y poco ácido. Aunque también hay crímenes e imágenes terribles, te funciona muy bien el cóctel de que ha llegado la Semana Santa, hace calor y la gente se va a la playa, ofreces chicas con buenas tetas y no sacas gordos.

Sabía que se pedían chicas en top-less, por ejemplo, pero prohibir gordos…

Hombre, no hay una circular. Se buscan imágenes de estilo publicitario. No es que se prohíban los gordos expresamente, pero al fin y al cabo es lo mismo. Exactamente lo mismo, ¿no?

¿Y en la radio qué tal?

Un programa, solo con el micro delante, con todo el potencial de la SER, viniendo de la televisión… eso fue toda una liberación. Te permite llegar más lejos. Y no dependes como en la tele de las conexiones del satélite, de si un invitado está o no de cuerpo presente.

Más adelante publicas otra vez en El País un reportaje escrito sobre Camboya, «Un país sin viejos». Te envió allí una ONG. Me llama la atención este dato que destacas de que en el Museo del Genocidio había un cartel que ponía «Prohibido reírse».

Ese cartel ahora mismo ha quedado anticuado, ahora debería ser «Prohibido hacerse un selfie». Es como si vas a Auschwitz y empiezas a descojonarte en la foto como la que se hizo esta chica que se convirtió en viral por lo desgraciado de la sonrisa y del momento. Posiblemente ahora en Camboya, si no lo han hecho, tendrán que poner el cartel de cuidadito con los selfies. Ese lugar transmite lo peor a lo que llega la condición humana. Posiblemente, después del nazi, el genocidio de los jemeres rojos es el único equiparable en la dureza, crueldad, locura, insania y las cicatrices que dejó en un pueblo. Viajé invitada por Marie Claire porque tienen un proyecto de escuela para niñas. La directora, Joana Bonet, me lo propuso. Fuimos con Pepa Bueno y la fotógrafa Ana Nance. Nos quedamos unos días más para conocer mejor toda la zona y de ahí surgió ese reportaje que a los colegas de El País les pareció interesante. Especialmente por las fotos de Ana, que eran excelentes.

En Soitu te hicieron una entrevista al llegar y te preguntaron si no erais ya mayorcitas para ir por ahí «haciendo de Madonna».

Era en tono distendido. La periodista era Ana Cañil, que ahora es colaboradora nuestra y le tengo mucho aprecio, lo que pasa es que no se corta en absoluto a la hora de hacer preguntas. Pero siempre hay esas críticas respecto a si personas conocidas están haciendo el tonto cuando apoyan alguna causa. Eso está superado. Cualquiera que pueda aportar algo dando visibilidad a un problema, en este caso el de las niñas, bienvenido sea. Al menos yo creo que mejor invertido no pudo estar mi tiempo.

¿Visitaste la industria textil?

No tuvimos ocasión. Fuimos a los barrios. Nuestra visita tenía como principal interés entender la importancia de que en un país como Camboya las niñas tengan derecho a la educación, que allí supone que no estén en la calle prostituyéndose o que no estén trabajando desde muy pequeñas en un taller o en una fábrica. Cuando Pepa Bueno y yo preguntábamos a las crías qué querían ser de mayor no te hablaban de grandes profesiones, te decían que querían ir a un taller textil. Para muchas de ellas trabajar en un taller, no necesariamente en condiciones de semiesclavitud como hay algunos, es su única posibilidad de salir de una pobreza aún mayor. Por eso es muy curioso entender de qué manera funcionan estas pequeñas iniciativas, en este caso privadas, como la de la ONG de Marie Claire, que lo que hacen es dar a familias que de otra manera estarían empleando a su hija la posibilidad de que esa niña estudie. Y lo hacen incluso proporcionándoles alimento a esas familias para que ellas no tengan que trabajar o cuidar de los hermanos.

Montserrat Domínguez para Jot down 5

El año pasado hubo unas protestas en Camboya de chicas trabajadoras del sector textil que pedían sueldos de ciento setenta y siete dólares, las #WeNeed177; en sus pancartas aparecía el logotipo de Zara, entre otros. Hace un par de semanas publicaba la prensa que Amancio Ortega se había embolsado este año 970 millones de euros en dividendos.

No te voy a descubrir quién es Piketty y el trabajo tan espectacular qué ha hecho con El capital en el siglo XXI y cómo ha acertado a la hora de subrayar algo que ya venían varios economistas y sociólogos alertando. La desigualdad máxima hacia la que estamos avanzando nos está enviando de vuelta al siglo XIX. Lo vemos en los sueldos de grandes directivos, pero fundamentalmente en que esas industrias o empresas no dejan en esos países los beneficios sociales que podrían, los beneficios no revierten. Aunque cada vez hay más responsabilidad social. El coste para la imagen de la empresa de un documental como el que ha aparecido ahora de H&M, sobre las condiciones en que trabajaban las jóvenes camboyanas, es tan brutal que me consta que están tomando medidas para evitar estas situaciones en las que se les cae la cara de vergüenza.

«He trabajado en grandes medios y conozco la tensión permanente por el peso de la publicidad», dijiste en un encuentro con estudiantes.

No es descubrir la pólvora. Haberlas haylas. Yo de momento no he tenido que retirar una información, ni plantearme darle una vuelta para que sea más amable. Creo que las empresas saben cuáles son los límites de cada uno. Sabemos que no meten publicidad en un medio que sea especialmente combativo y sabemos que hay pequeños medios que ponen eso como arma, o me pones publicidad o publico información contra tu marca. Hay sablazos en ambos sentidos. Afortunadamente, en el medio que yo dirijo, de momento, respetan el territorio en el que nos movemos.

El Huffington ganó el Pulitzer reuniendo los relatos de los veteranos de guerra.

Para que luego digan que en el medio digital no es posible hacer buen periodismo. El periodista que lo ganó es David Wood. En Estados Unidos los veteranos, todos los que han pasado por distintas guerras, son muchos, tantos como un país entero, y sufren no solo el trauma posterior sino una complicada reinserción social. Es un tema también muy sensible; Philip Roth ha escrito sobre ello de forma prodigiosa en La mancha humana. Están fuera de la sociedad, que les quiere reconocer, el cine y la literatura glosan sus vivencias, pero luego realmente no encuentran un sitio.

Esperanza Aguirre te dijo en televisión que el Huffington parecía el PSOE «lanzado».

No lo sé, pero se lo agradecí mucho porque cualquier tipo de promoción nos viene bien. Somos un medio abiertamente progresista, entiendo que a Esperanza Aguirre no le guste, aunque eso no significa ni mucho menos que seamos el PSOE. Para nada. La prueba es que le sacudimos cuando nos parece que lo merece igual que a otro partido político.

Has comentado que antes del 25 de mayo, de las elecciones europeas, notasteis que algo grande se estaba cociendo en torno a Podemos por el tráfico que os daban en las estadísticas todas las noticias sobre ellos.

Todo lo que publicábamos de Pablo Iglesias se situaba inmediatamente entre lo más visto. Internet arrastra muy mala fama de que solo se ven gatitos, pero si cribas un poco las chorradiñas en las que todo el mundo pica y te fijas en lo más visto, te encuentras con lecciones muy curiosas. Una de ellas fue detectar cómo Podemos estaba desarrollando un interés, una fuerza y un peso específico antes de esas elecciones. Lo mismo que estamos viendo ahora con Ciudadanos.

¿Esto echa por tierra la teoría de que a Podemos lo han creado los medios, La Sexta concretamente?

Ellos son los primeros en reconocer que un escaparate como La Sexta les ha ayudado a transmitir su mensaje político, pero esto no es inventar la pólvora. No están prefabricados, llevaban mucho tiempo trabajando en un movimiento social y político que ha cristalizado en un partido en un momento dado, podría haberlo hecho antes o después. Es lo mismo que Ciudadanos, hay quien cree que lo han manufacturado las élites y los medios, que creen que para contrarrestar el efecto Podemos se puede crear el efecto Ciudadanos. Estos también se equivocan. No es verdad. Hay grupos de ciudadanos que se sienten huérfanos porque no quieren votar al PP y han encontrado en este partido la respuesta a sus plegarias. Te gustará más o menos, pero no está prefabricado. Otra cosa es que les estén haciendo la ola desde lugares muy diversos. Eso sí que es interesante, quiénes les están jaleando y por qué, pero tampoco son un producto manufacturado.

Montserrat Domínguez para Jot down 6

Los blogs son la «columna vertebral» del Huffington, en tus propias palabras, y no son remunerados. Esto os ha granjeado múltiples críticas. En el blog El Descodificador te decían que con esa estructura se daba un paso más hacia una prensa integrada únicamente por jefes y accionistas.

En el Huffington Post trabajamos en torno a veinte personas, somos un medio muy pequeño. Trece de ellas están en plantilla y el resto son colaboradores. Es una fórmula muy similar a la que tienen muchos medios de comunicación en los que están muchos blogueros que se han cansado de insultarnos. Es la fórmula con la que llevan coexistiendo los medios desde hace mucho tiempo. Lo que es nuevo es que a los blogs y los blogueros, que no vienen necesariamente del mundo del periodismo, en el Huffington se les da hueco y voz. Eso hemos hecho y estoy orgullosa. Y no es periodismo, es comunicación. No tiene nada que ver con el periodismo, un trabajo que hacemos nosotros. Las columnas de los blogueros, ya sea un estudiante que escribe de lo que le apasiona, o un científico que se ha tenido que exiliar, o un escritor que acaba de publicar su primer libro, no son periodismo, son espacios de opinión. No entiendo esa agresividad de los periodistas que se sentían amenazados por que estas personas que no son periodistas sean capaces de escribir bien, cosas interesantes y que se publiquen. No entiendo esa actitud.

Igual es una cuestión semántica. Colaborador voluntario es equivalente a trabajador no remunerado. Y visibilidad es igual a cero euros.

Lo que se confunde es blog con periodismo y eso no es verdad. En los blogs no solamente escriben periodistas. Además, los periodistas hemos dejado de tener la llave de decidir qué se publica y que no. Ahora hay gente que escribe muy bien, que se gana la vida de otra manera, y quiere llegar a más gente. Nosotros ponemos a su disposición un blog porque lo que escriben nos parece relevante. ¿Es periodismo? Es posible a veces, pero no buscamos mano de obra no remunerada. Lo que buscamos es dar voz a gente que ocupa un lugar que antes solo ocupaban los periodistas.

Dijiste al empezar el proyecto que seguro que muchos de estos colaboradores gratuitos lograrían irse a otros medios que los contratarían gracias a la visibilidad que les iba a dar escribir en el Huffington. ¿Cuántos ha habido?

Ahora mismo estoy escribiendo una reseña para un libro que acaba de escribir uno de nuestros blogueros; un libro basado en las recetas que publica en su blog del Huffington. Es «El cocinero indignado», hace una especie de cuadro de la actualidad política y propone una receta según sea la situación. Escribe bien y con una fórmula muy divertida. Nos pidió el espacio hace más de un año y ahora va a sacar un libro. También nuestro pediatra, que tenía un blog muy divertido, pero que conocían solamente algunos padres de la zona de Paracuellos de Madrid. Empezó uno con nosotros y ahora ha publicado un libro. ¿Le quita el pan a un periodista? No. Y aquí también hay periodistas. Nunca sabes la situación de cada uno es un mundo. Puedes haberte ido fuera, a otro lugar, pretendes mantener la conexión con España y por eso escribes un blog. ¿Quién eres para juzgarlo?

Dijiste que había un intento de desprestigio de otros medios que tampoco pagan.

Hay una hipocresía. No es que te diga ejemplos, es que no sé decir ejemplos donde no haya blogs que no se pagan. Si lo hacemos nosotros está mal y si lo hacen otros medios no se les critica.

En los blogs, abajo, pone © 2015 PRISA.

En las condiciones que mandamos a los blogueros pone que pueden hacer con lo que publiquen lo que quieran. A veces salen en otros medios, periódicos regionales, por ejemplo. Ellos son propietarios de ese contenido y pueden moverlo como quieran. Es un quid pro quo.

No hay un índice de todos los blogs, no puedo verlos todos de golpe. Pero en las actualizaciones del jueves 19 y el viernes 20 y me encontré con ochenta blogs hechos por hombres y treinta y seis por mujeres. Íñigo Errejón, que también tenía proporciones similares en Podemos en las secretarías generales regionales, nos dijo en el JD#10 que se debía a que las mujeres les costaba dar un paso adelante, aunque estuvieran mucho más preparadas que hombres.

En el Huffington el porcentaje sería ideal que fuese un cincuenta por cincuenta, pero me gustaría verlo comparado con otros medios. Creo que el Huffington es uno de los lugares donde escriben más mujeres.

Pero eso que dice Errejón lo he vivido como directora de programas, había mujeres tremendamente válidas que no quieren salir. Hubo una época en la que a las mujeres las tenías que buscar con lupa. Había una resistencia pasiva. A colegas muy buenas les decía que se vinieran a la tertulia y no querían. Quizá es porque siempre hemos tenido pocas referencias y una tendencia a no valorar nuestras propias capacidades, a no destacar, eso de ¡no te signifiques! que no sé en qué parte de nuestra educación lo hemos absorbido. Es una lacra que he sentido en mí misma y la he visto en compañeras muy valiosas que no tenían nada menos que los colegas masculinos que estaban sentados al lado. Se notaba a la hora de dar el paso adelante, cuando te expones más a la hora de, por ejemplo, salir a decir qué te han parecido unas elecciones, valorar y tal.

Pero creo que eso afortunadamente ha cambiado. Ahora hay muchas más mujeres y ese es un gran valor porque son referentes para las que vienen detrás, les facilita el camino. A que otras digan que si una lo hace por qué ellas no. Por eso es importante la visibilidad de la mujer en puestos de dirección, en mesas de tertulia, como opinadoras y divulgadoras, porque anima a otras a dar el paso. No ha sido fácil para las mujeres nunca en ningún sitio, pero Francia por ejemplo siempre ha tenido mujeres en la prensa. Además, mujeres mayores, no solo chicas jóvenes al frente de los informativos. Empezando por Anne Sinclair, directora del Huffington francés y que dirigió un programa que fue líder en la televisión francesa. Fuera de nuestras fronteras ha habido más respeto a las mujeres.

Montserrat Domínguez para Jot down 7

Fotografía: Guadalupe de la Vallina

La entrada Montserrat Domínguez: «Me temo que la guerra del Gobierno contra las voces más incómodas no ha hecho más que empezar» aparece primero en Jot Down Cultural Magazine.

Tres lecturas sobre gatos para amantes de los mismos

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Fotografía: Manuel Cacciatori (CC).

Uno encuentra en las tiendas libros sobre vidas de santos, de políticos, tanto comunistas como nazis e incluso democristianos, además de biografías de rockeros y estrellas pop de caprichosas sensibilidades, hasta hay libros sobre la vida de presentadores de la tele y nunca faltan los de futbolistas. ¿Pero libros de vidas de animales? Nada. O poca cosa. Sí que recuerdo leer de crío Lad, un perro, sobre un collie estadounidense, pero eran relatos heroicos, era casi un perro superhéroe, no el chucho torpe y adorable que solemos tener en casa. No había realismo soviético. Porque no es habitual que alguien se dedique a glosar el paso por este mundo de los bichos que nos acompañan. Sus manías, sus desvelos o los objetos absurdos que se convierten en sus juguetes favoritos. ¿Tiene más que enseñarnos Churchill con sus guerras y aforismos que un gato con su cojín favorito para tomar el sol y sus ronroneos? Permítanme que lo dude.

Es por esto que desde el año pasado hemos recibido con sorpresa la agradable presencia en las librerías de Lo que aprendemos de los gatos, de Paloma Díaz-Mas (Anagrama, 2014). Es un libro que cuenta la vida de sus compañeros peludos, sin más, que no es poco. La de la desgraciadamente fallecida Tris-Tras y las de los dos que vinieron después, Tris y Tras. Y es emocionante, porque cualquier persona que tenga el privilegio de vivir con gatos reconocerá en cada línea a sus amigos y, también, porque comienza recordando los últimos minutos de vida de Tris-Tras en el veterinario y se te nubla la vista cuando lo lees. Pero lo que prima de la obra es lo mucho que pueden alegrarte la vida estos bichos, cómo te lo dan todo pidiendo prácticamente nada a cambio. «Y ahora cuando volvemos a casa después de un día de trabajo, los dos, Tris y Tras, acuden a recibirnos tan pronto como oyen el ruido de la llave en la cerradura; llegan con un trotecillo alegre y, cariñosos, pasan alternativamente sus lomos (blanco y negro, negro y blanco) por nuestras piernas, nos exigen caricias a grandes voces felinas y se desploman en el suelo mostrándonos sus tripillas de seda para que las rasquemos suavemente».

Yo entré en el mundo gatuno por casualidad. Me encontré uno de pocos meses en la calle hecho un cristo, me lo subí a casa, puse en Google «gato» y ahí empezó todo. Una aventura que ha durado siete años y que ya me empieza a dar dolor de tripa cuando pienso que me quedan entre otros siete u otros diez como mucho. O algo peor, como se pregunta Paloma en su libro: ¿quién cuidará de ellos cuando nosotros ya no estemos? Eso sí que me da pánico. Si ocurriera una desgracia ¿en manos de quién quedarían? ¿Será capaz quienquiera que sea de entenderlos, de saber tratarlos como son, como merecen?

Tengo dos. Al preguntarle al Google las instrucciones de los gatos me contestó que lo mejor que puedes hacer cuando coges un gato es coger otro más inmediatamente. A través de SOS Felinos adopté a uno que habían tirado al contenedor en una bolsa de basura con todos sus hermanos recién nacidos. Cuando los vi en el veterinario, cuatro gatos pelirrojos de pocos meses, estuve a punto de cogerlos todos. Pero de dar ese paso a comprarme una escopeta y sentarme en una mecedora en la puerta de casa había muy pocos meses.

Y con dos la vida ya es suficientemente maravillosa. Como cuenta Paloma, que su Tris y su Tras tienen relaciones sexuales aunque estén castrados; relaciones que suelen acabar con la gata cabreada y arañando «mientras el macho enardecido busca un desquicio para intentar montarla».

Foto: raider of gin (CC)

Fotografía: raider of gin (CC)

En mi caso, como nunca supe la edad de los míos porque venían de la rúe, y uno de ellos desnutrido y pequeño, los castré tarde y ahora tienen también relaciones sexuales. Dicen que cuando se les castra fuera de plazo les quedan instintos sexuales. Lo simpático es que son dos machos, de modo que todos aquellos teóricos de que la homosexualidad no existe en el mundo animal podrían revisar sus teorías en mi casa: aquí tenemos enculadas todas las tardes a la hora de la siesta. Es muy evocador estar viendo la rueda de prensa del Consejo de Ministros de los viernes y que en el mueble de la tele se produzca una brutal percusión anal. Y ya que hablamos de culos, diré que este fragmento del libro me extrañó: «estira las patas traseras y levanta el rabo, muestra con naturalidad un ano sonrosado y limpio como una flor».

Los míos no siempre lo llevan sucio, pero cada vez que levantan el rabo les veo alguna pelotilla. Tarzanitos en el argot colegial. Y eso que se lo limpian constantemente, incluso el uno al otro. Pero no podría afirmar eso de «como una flor» precisamente.

Por otro lado, la autora dice que también sufre cuando intenta leer y se le suben encima del libro. A mí se me han llegado a poner encima, sentados, de minúsculas libretas. A veces hasta de los pósit. Cuenta ella que se debe a que las hojas están tibias «por el calor que irradia la lámpara con la que iluminamos la lectura y esa leve tibieza es enseguida detectada por el gato, que va a aposentarse ahí». Yo había leído anteriormente que era por celos, que les molestaba que se prestase tanta atención a esa cosa y no a ellos. Sea como fuere, recomiendo la lectura de un periódico formato sábana, el New York Times por ejemplo, delante de un gato ocioso. Ya verás qué risa.

También señala la obra que los gatos te marcan a ti, que te etiquetan como suyos. Lo mismo que hace Sheldon Cooper con todas sus pertenencias. Con esto hay varios episodios de locura. Cuando friegas la cocina o los baños, por ejemplo, se revuelcan y frotan contra el suelo porque huele a lejía, se ponen a dejar su olor en las baldosas con tal histeria que parecen aquellos jugadores del Real Madrid de infausto recuerdo haciendo la cucaracha. O cuando alguien ha pisado algo en la calle y entra en casa, algo marcado por otro gato se entiende, o meado, y deja su huella en el salón, se empeñan en borrarlo con el lomo y el cogote como Kárate Kid encerando en fase maestro. Es digno de ver.

Imagen: Anagrama.

En otro párrafo dice Paloma y no miente que «establecer una hora para juegos es un contrato de por vida». En realidad, hay muchos contratos de por vida que escribes con ellos sin darte cuenta que te esclavizan hasta la extenuación. Los peores son los relacionados con la comida. Desayunar jamón de york a diario supone una juerga en mi casa de maullidos lastimeros, saltos y arañazos a las nueve de la mañana todos los días del año sin excepción que el menos pensado el Gobierno les aplica la ley mordaza y se los lleva presos. También es una rutina infernal como se te ocurra peinarlos con frecuencia. Acercar la mano al cajón donde está su cepillito supone arquear el lomo y maullar agudo alrededor de tus pies como pegajosos pedigüeños. En el libro, sobre esto de cepillarles, Paloma nos trae un curioso refrán catalán y reflexiona sobre su significado: «”qui no té feina, el gat pentina”. Quien no tiene nada que hacer, peina al gato. También podría decirse lo contrario: quien peina al gato, si lo hace como es debido, con la concentración necesaria, suspende durante un rato sus faenas, sus azacanadas tareas, y se concentra brevemente en el mero hecho de vivir».

Porque esta obra sobre lo que más profundiza es sobre su vida de reyezuelos. Dice que no son niños ni bebés, sino adultos capaces de valerse por sí mismos en la calle. Y que domesticados se dedican muy felizmente a tocarse la bolsa testicular día y noche. A enseñarnos a vivir, sencillamente, a nosotros que solemos estar agobiados y preocupados por muchas gilipolleces. A ellos, con sus pequeños placeres, con su compañero de ocio si están acompañados, disfrutando cada día como si fuera el último de los rayos del sol sobre el lomito o achucharrados en pleno sofá, nos les vengas a hablar de espurios quebraderos de cabeza de la vida moderna.

En este aspecto se ve de qué pasta está hecha esta escritora. Es de las que pasa calor, se arriesga a la escoliosis y a la luxación inverosímil porque alguno de sus gatos ha decidido ocupar la mayor parte del sillón. Ya hubo un grupo de Facebook en su día sobre problemas en la columna vertebral por no ser capaces de despertar al gato para que no ocupe tres cuartas partes de la cama en la que estás durmiendo. Dos personas adultas en medio metro aplastadas mientras un gato se estira con su carita dormidita en metro y medio, eso, más que ningún otro detalle, indica la devoción que se puede sentir por estos bichos. Peor que los indios con las vacas.

Dicho lo cual, sobre su carácter sagrado, me viene a la mente otra lectura. Es de las primeras a las que eché mano para ver qué había metido en casa. Se trata del clásico Observe a su gato de Desmond Morris, un libro divulgativo que cuenta todo lo que uno necesite conocer sobre los mininos. Como todo el mundo sabrá, cuando el ser humano dejó la vida nómada y empezó a poner sembrados, el gato, que hasta ese momento le pasaba inadvertido, le fue muy útil para acabar con los roedores, pájaros y demás que se comían las cosechas. Hasta el punto, cuenta Morris, de que en Egipto el gato cuando moría era embalsamado ceremoniosamente, su cuerpo «se liaba con envolturas de diferentes colores y se cubría su cara con una máscara de madera». Eso es amor.

Luego sigue con que en esa admirable civilización los gatos tenían sus propios cementerios donde había enterrados millones. Y tenían su propia diosa, Bastet, que significaba «habitante de Bast» (la ciudad en la que estaba el templo más importante para rendirle culto a los gatos, donde cada primavera acudían hasta medio millón de peregrinos). Posiblemente, cita, eran los festivales religiosos más populares de Egipto «que incluían salvajes celebraciones orgiásticas y bacanales rituales» (seguro que ese insulto despreciable de «la loca de los gatos» que suelen soltar ustedes por esa bocaza en Egipto tendría otras connotaciones menos peyorativas ¿verdad, machotes?).

Pues bien, está uno leyendo todos los detalles de las sanas costumbres de los egipcios con los gatos, todas las estatuas de bronce que les dedicaron, y todo es sonreír bobaliconamente hasta que aparecen los ingleses en el siglo XIX. Iban en busca de los cementerios para saquearlos. Sí, al margen de riquezas y tesoros arqueológicos de todo tipo, los británicos se llevaban también las momias de los gatos para emplearlas como de fertilizantes. «Todo cuanto sobrevivió de este episodio fue un único cráneo de gato que se encuentra en el Museo Británico». Hijos de puta.

Imagen: Crown Publishing.

Ojalá les cayeran encima todo el peso de la ley egipcia, porque según cuenta Morris era impenitente con los delitos relacionados con gatos. Lo normal esa que hubieran exigido trescientas mil muertes por semejante sacrilegio, dice. «En cierta ocasión descuartizaron a un soldado romano, miembro a miembro, por haber herido a un gato». Tenían hasta prohibida la exportación de felinos. Eran sacados ilegalmente del país por los fenicios para venderlos como mascotas en los hogares de las clases altas del Mediterráneo. Luego en Europa cogieron fama de controladores de la peste por perseguir a los roedores y se extendieron rápidamente por el continente. Tanto fue así que en Britania, donde los romanos habían introducido al animal, está documentado que también había castigos para quien hiciera daño a un gato, confiscaciones de grano o de animales, como una oveja o un cordero, que no era poco entonces.

Al final todo se vino abajo con la aparición de Santa Madre Iglesia, como tantas otras cosas buenas. Fueron proclamados, explica, «criaturas diabólicos, agentes de Satanás y familiares de las brujas y se urgió a los cristianos de todas partes a que les infligiesen tanto dolor y sufrimiento como les fuese posible (…) Los gatos fueron quemados vivos en los días festivos. Centenares de millares de gatos fueron desollados, crucificados, muertos a palos, asados o arrojados desde lo alto de las torres de las iglesias a petición de los sacerdotes, como parte de una terrible purga contra los supuestos enemigos de Cristo». Precioso.

Se supone que esta época quedó atrás, si no fuera por algunos desalmados de los que desgraciadamente llegan noticias periódicamente, y que de ella solo prevalece la superstición de que los gatos negros traen mala suerte. Lo cierto es que sí que hemos pasado de esas costumbres a compartir fotos y ver vídeos de gatitos en YouTube más felices que unas castañuelas. Aunque nunca se sabe qué nos traerá el futuro. Hace un par de años un estudio de Nature advertía de que los gatos son la principal amenaza para la vida silvestre. En Estados Unidos son responsables de la muerte de entre mil cuatrocientos y tres mil setecientos millones de aves y entre sesi mil novecientos y veinte mil setecientos millones de mamíferos cada año. Se supone que ya se han llevado por delante treinta y tres especies que se han extinguido por su culpa. Un 15 % de todas las aves estadounidenses mueren a zarpas de alguno de los ochenta y cuatro millones de gatos que hay en ese país. Uno de los motivos es que el gato es el único animal que caza cuando no tiene hambre. Y lo que es peor, si no hay gazuza, se dedica a jugar-torturar a sus presas durante horas, dejando que mueran de mala manera, porque lo que quieren es echar el rato, o aprender o perfeccionar sus técnicas de caza. Sea como fuere son muy cabrones. Pero afortunadamente, Bruce Kornreich, veterinario de la Universidad Cornell, advirtió de que acabar con los gatos callejeros y asilvestrados para conservar la fauna, como ya se intentó hacer en Nueva Zelanda, podría ser contraproducente porque los gatos sirven para controlar la población de otras especies que podrían ser todavía más perjudiciales para el resto de animales, citó El País en un reportaje.

En otro fragmento interesante de Observe a su gato Morris explica que el bufido de los gatos es una «mímica protectora», es decir, que imitan a las serpientes, un bicho al que respetan todos los depredadores. Si esto es así, yo no lo sé. Ahora bien, he visto muchos tipos de maullidos de gato. El mío, por ejemplo, maúlla como un loro. Reproduce los sonidos propios de esos pájaros de color verde. O, en su defecto, R2D2. Si ese robot fuera un loro maullaría como mi gato, para expresarlo correctamente. Y el otro que tengo a veces parece un grajo. Aunque ambos, en cuanto abro un sobre de jamón cocido, lo que expresan son genuinas saetas al Cristo de los gitanitos buenos. Solo les falta llevarse una patita al pecho y levantar la otra. También recuerdo a un gato que balaba como una verdadera oveja. Y tengo un amigo que su gato es mudo. En fin, que las posibilidades parecen infinitas. Esta misma tarde, un par de horas antes de escribir estas líneas, le he bajado comida a una de la calle y se me acercaba maullando melancólica como Gollum en la intimidad de sus rocas de alta montaña.

Y no se puede dejar sin citar de este libro las particularidades del pene del gato. A diferencia de otros falos del reino animal, muchos suaves e incluso aterciopelados si te echas Neutrogena cada día y te acuestas con el miembro envuelto en rodajas de pepino, los gatos tienen uno de los nacles más ásperos de la naturaleza. Vistos al microscopio, se puede ver que están cubiertos de espinas «cortas y aguzadas, todas apuntando hacia un lado». De modo que el pene se introduce con facilidad, pero al retirarlo «raspa brutalmente» las paredes de la vagina de la hembra, lo que a ella le causa «espasmo y cierto dolor». No contentos con ser unos torturadores implacables del resto de especies, cuando tienen relaciones sexuales si no hay dolores insoportables es que no hay sexo. Son como camioneros con el taquímetro fundido aparcando en un club de carretera comarcal. Nuestros pequeños peluchonis tienen las costumbres de los soldados de Gengis Khan, hay que admitirlo, pero si tú te encuentras a un jinete mongol echando la siesta al solillo, o al camionero que ha causado estragos en el puticlub, nunca le darías besitos en la tripita ni le acariciarías detrás de la orejilla. Hete ahí la diferencia. Y los porqués ¿a quién le importan?

Imagen: Kodansha.

Por último, reseñaré una tercera lectura sobre gatos, tal vez la mejor: El dulce hogar de Chi. Cómic japonés de Konami Kanata sobre la vida diaria de un gato que ha sido adoptado por una familia. Una verdadera joya. Y cotizada. Uno de los momentos más lamentables de mi vida fue pelearme con un señor de sesenta años en una librería por el último ejemplar del volumen 6 de la colección. Ahora van por el nueve. Tengan cuidado ahí fuera. Sobre todo porque cuestan más de once euros.

Chi es una gatita callejera recién nacida que va con su madre y hermanitos de paseo. Se entretiene mirando una mariposa y para cuando vuelve a bajar la cabeza, ha perdido a la comitiva familiar. Los busca, maúlla en plan saeta, da vueltas, pero no los encuentra. Desesperada, se oculta entre la hierba para morir exhausta, cuando de repente aparece un chaval y se la encuentra. Con muy buen criterio, el niño se la lleva a casa y ahí empieza este maravilloso culebrón.

Para empezar, «Chi» significa «pipí» en japonés. Resulta que a la gatita la ponen un cajón con papel de periódico en lugar de con arena y prefiere mearse en el cesto de la ropa sucia. Recuerdo yo que una vez se me quedó el gato encerrado en el baño —él mismo se encierra sin querer colgándose de las toallas que penden en la puerta— y se pasó más de un día ahí, yo no estaba. Fue horrible cuando le abrí al llegar, pero me resultó enternecedor que se cagó en mitad del baño y tapó la plastita con la toalla del bidet, como quien cubre un cadáver con suma delicadeza.

Hay momentos tan reales en este cómic. No es de extrañar que Kanata se inspirara para dibujarlo en un gato que ella misma había adoptado. En un momento dado, le compran a Chi un montón de juguetes especiales para felinos y ella se lanza como loca a por la bolsa de plástico pasando de los regalos, que habrían costado un pastizal, porque nos sablean bien con estas cosas. Y otra experiencia común es su primera vez en el veterinario. Ahí lo primero que les hacen en su primera visita es sodomizarlos para medirles la temperatura. Ellos te miran con los ojos grandes: ¿pero por qué? Por eso también pasa Chi. Aunque viene a ser como una venganza anticipada por lo que tendrán que pasar luego sus dueños, como que se afile las uñas en el sofá. Hay múltiples inventos, rascadores, esprays de feromonas que donde se echa se supone que ya no rasca, pero no suelen funcionar. Ellos, o su esquina del sillón para destruirla, o nada. Esperemos que Kim Kardashian presuma en su reality de sofá con una esquina deshilachada completamente destruida para que la cosa al menos sea trendy y nuestros hogares no parezcan pisos francos para la venta de crack.

Quizá el capítulo que mejor resuma lo que es la vida alrededor de felinos sea una del volumen 6, «Chi lo tira todo». Creo que no tienen un instinto más desarrollado que ese, el de arrojar objetos al vacío. Lo hacen con la patita, despacio, recreándose. Y luego lo miran desde arriba, como pensando: «pues sí, se ha caído… voy a hacerlo otra vez». Habrá quien piense que Chi es una lectura para niños. De hecho lo es. Y envían fotos de sus gatos para que las publiquen en las últimas páginas de cada entrega. Pero esta no es más que otra faceta maravillosa de los mininos: permitir que vuelva a ser niño quien alguna vez lo ha sido.

Fotografía: Yağmur Adam (CC).

Fotografía de portada: Josh Antonio (CC).

La entrada Tres lecturas sobre gatos para amantes de los mismos aparece primero en Jot Down Cultural Magazine.

David Fernández: «La CUP estamos con los kurdos, los palestinos y los saharauis, esa es nuestra liga»

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Cuando la nueva política despertó, la CUP ya estaba allí. Y si baja la marea independentista, seguirá en el mismo sitio. En la serie de cambios políticos que se están produciendo en España en esta crisis a todos los niveles, es uno de los partidos políticos que presenta verdaderas novedades en su funcionamiento y defensa de sus principios. Sin embargo, su independentismo, otra de las claves de su éxito, frena su expansión en otras latitudes; un independentismo que aunque se puede entender fuera de Cataluña desde posiciones compartidas de izquierda, a menudo cuesta asimilarlo. De raíz municipalista, en la CUP desprecian los personalismos y no renuncian a la asamblea como método, aunque dificulte su agilidad en la toma de decisiones. Pero es que no tienen prisa. Tan poca prisa tienen que les costó casi treinta años presentarse a unas elecciones autonómicas. Y cuando lo hicieron, en 2012, irrumpieron en el Parlament con tres diputados, encabezados por el activista David Fernández Ramos (Barcelona, 1974) que ni siquiera es militante y que cuenta el tiempo que falta para volver a los ambientes alternativos de donde salió. Viene a nuestro encuentro en sandalias, vaqueros y una camiseta contra las pelotas de goma, exactamente igual que va al Parlament, y desde lejos nos pega un grito: «¡Han detenido a Rato!». El mismo Rato al que espetó «nos vemos en el infierno, ¡hasta pronto gánster!», sandalia en mano.

Cuando en 2012 asististe, para documentarte para un libro, a la asamblea de la CUP en Reus, ¿podías siquiera intuir que unos meses después tú serías su primer diputado en el Parlament?

¡Para nada! ¡Si encima allí decidieron que ya se lo pensarían, si se presentaban a las elecciones! Era marzo y entregamos el libro sobre las CUP en julio. Pero hubo la manifestación de la Diada, Mas convocó elecciones anticipadas… y escribimos hasta cinco epílogos a golpe de último acontecimiento. El último creo que es del 27 o 28 de septiembre, y escribíamos que la CUP iba a decidir si iba o no a las autonómicas, porque la editorial comunicaba que ya no podía esperar más. Y en octubre decidieron que sí. Fue entonces cuando me llamaron y me dijeron si quería estar entre los cinco primeros. Me dejaron veinticuatro horas para decidirme. Estaba en Zamora haciendo la vendimia con mis abuelos y con un amigo de Vallecas que me estaba ayudando. Me entró un colapso y me fui a dormir. Mi madre me dijo que ni en broma aceptara y ya veis que no le hice caso. Y así nos va.

Leer Cop de CUP (con Julià de Jódar, L’arquer, 2012) sabiendo lo que pasó después resulta gracioso.

Sí, de hecho circulaba el chascarrillo de que todo estaba orquestado. Pero si lo hubiésemos planificado nos habría salido todo al revés.

¿Cuál es el origen de la CUP?

Es fruto de muchas oleadas. El inicio hay que buscarlo en el año 68, bajo los rigores del franquismo, cuando nace la izquierda independentista moderna con partidos como el PSAN (Partit Socialista d’Alliberament Nacional). Se defendía que era imposible la liberación nacional sin la liberación social, por influencia de todo lo que estaba pasando en la década de los sesenta en Europa y Latinoamérica. Con la Constitución del 78 hubo un nuevo punto de inflexión. Tal vez con pocos militantes, pocas organizaciones pero muy activas denunciaron lo que tenía la Transición de hipoteca, fraude e impunidad del franquismo.

La actual CUP nace en 1986, van a hacer ahora treinta años, de modo que no se puede decir que sea nueva política, aunque sí que tenga algunos elementos. Antes, hay tres referentes ineludibles: el municipalismo alternativo —en 1979— en tres experiencias: Sant Pere de Ribes, Arbúcies y Ripollet, donde surge un municipalismo nacido de las luchas obreras autónomas. Es un periodo muy largo donde se convive con la época de Terra Lliure, con operaciones, detenciones, experiencias de violencia política por decirlo así, con atentados fundamentalmente a bienes y una víctima mortal, que concluye en 1992 con la Operación Garzón y su disolución definitiva en el 95. Esta es la historia.

Y desde principios de los noventa se consolida otro discurso. El de la juventud que ya conoce la precariedad con las ETT, las dificultades para un proyecto de vida autónoma, conocemos el precio del milagro catalán y español. Son los tiempos de ebullición de la Barcelona urbana, con la ocupación del cine Princesa, las manifestaciones contra la Europa del capital y la guerra. Éramos movimientos también muy influenciados por el zapatismo. Después ganaron las izquierdas oficiales, tanto aquí como en el Estado, y nos quedamos en la intemperie. Es decir, la socialdemocracia utiliza los movimientos sociales como una escalera para llegar al poder y en el momento en que lo alcanza te tira la escalera encima. Por eso en 2003 nos embarcamos en una búsqueda de democracia radical, de construcción de espacios autónomos y una apuesta muy clara por el municipalismo. En 2011 la CUP presentó setenta y dos candidaturas; logró cinco alcaldías, cien concejales y sesenta y cinco mil. Desde 2007 ha quintuplicado candidaturas. El 24M presenta ciento sesenta y dos.

¿Con qué programa?

Izquierda independentista catalana. Nítidamente independentista, antropológicamente anticapitalista y radicalmente democrática en las formas de hacer, basadas en patrones colectivos de asambleas y autoorganización.

Sois un partido de izquierdas con una militancia que procede de diferentes sectores, pero adolece de poca presencia en el mundo sindical.

La sociedad catalana está dividida en tres. Tenemos la sociedad del antiguo régimen, por llamarla de alguna manera, de funcionarios públicos y trabajadores de cuello azul, que está en amplio deterioro pero aún existe. Este sector tenía sus mecanismos de representación en los sindicatos de la concertación. Pero ahora hay otro sector de trabajadores, que es el de los precarios, y ahí sí que te encuentras la presencia de la CUP. Pero es que además hay otra parte de la sociedad que se debe tener en cuenta que es la de los excluidos. Necesitamos un sindicalismo del siglo XXI. Se le puede llamar de clase, pero también habría que llamarle de exclusión. Actualmente hay un 30 % de la sociedad catalana que se encuentra en diferentes formas de exclusión. Cuando el 15M decía que los sindicatos no nos representaban, no era solo una crítica frontal, es que era así. Descriptiva. Su acción sindical representa a la gente que está bajo convenio. Yo por ejemplo no sé lo que es un convenio colectivo. He estado en SEAT, en el metal, y mi primera decepción política fue con CCOO. Cuando entramos en doble escala salarial ellos pararon la lucha. Como oficiales de primera cobrábamos un 30 % menos que el compañero que teníamos al lado. Se ha hablado, con un poco de mala leche, de aristocracia obrera en el sector industrial y la función pública, pero es verdad. Es pública la desigualdad: ¿qué sueldos se han estado cobrando en SEAT cuando nosotros cobrábamos seiscientos o setecientos euros con un llamado «contrato de integración»? Aquí, o tienes un buen contrato, o eres precario o estás excluido. Y el sindicalismo tradicional solo cubre y defiende al que tiene el buen contrato, ha olvidado a los sectores más castigados, vulnerables y desposeídos. Pese a todo, hay que subrayar lo obvio: un país sin sindicalismo es un país peor, mucho menos libre y menos justo. Pero a nosotros con los grandes sindicatos es cierto que nos cuesta encontrarnos.

La «unidad popular» de vuestras siglas, pues, presenta fisuras.

Venimos de una crisis bestial de despolitización. Nos han impuesto un modelo basado en la individualización radical de nuestras vidas, la ruptura del vínculo social comunitario, que es lo que antes hacía fuertes a los barrios. Reconocernos como vecinos, como compañeros, como amigos, todo eso está roto. Por tanto, queda mucho camino para recomponer la unidad popular. La CUP es solo un embrión. Donde más golpea la crisis es donde hay más exclusión; en lugar de apoyo mutuo y solidaridad, lo que se reproduce es la ley del más fuerte, el apártate que vengo yo. Esto cuesta cambiarlo. Somos un intento y esperanza por recomponer eso.

Enric Juliana os ha llamado «franciscanos», un grupo de militantes diverso, pero unido en la «pureza».

Pacheco, el poeta mexicano, decía aquello de «ya somos todo aquello contra lo que luchamos». También lo sugería Pavese. Nosotros somos «franciscanos» en el aspecto de una búsqueda permanente, imposible y siempre inacabada, de la coherencia. No es que no nos queramos manchar porque estamos en nuestra torre de marfil, es que para mantener la coherencia la memoria política siempre resulta un problema. Y el verdadero problema de las contradicciones no es tenerlas, sino cómo las gestionas. Contradicciones tenemos todos.

Cuando creces, y lo vamos a hacer con las previsiones que tenemos, tienes que adecuar tus principios políticos para salvaguardalos. Nos pasa lo mismo en el Parlament, que no espera a que hagamos una asamblea para cada votación. Al principio creíamos que iba a haber un 90 % de votaciones en las que ya sabíamos lo que íbamos a hacer porque estaba en el programa, otro 5 % donde lo sabríamos por intuición feminista, más que femenina, y el otro 5 %, ni santa idea. Pero al final fue un 65 % con el programa, en un 30 % tenemos que hacer maravillas tecnológicas para saber qué decía cada territorio y en el resto directamente parar máquinas. La estructura de la CUP es como la de una pirámide inversa. No hay mando único, ni presidente, ni ordeno y mando. Es al contrario. Somos simples portavoces de un proyecto colectivo.

¿Cómo es esa pirámide inversa?

Son ciento sesenta asambleas locales. Trece asambleas territoriales, donde lo comarcal se agrupa, y un consejo político formado por entre tres y seis miembros de cada asamblea territorial, unos treinta, que también son puestos rotatorios y que componen el Consell Polític. Al final está la asamblea general, una persona un voto, que comprende toda la militancia y ahí se fijan las líneas políticas. De ella sale el secretariado, que coordina la aplicación del programa político aprobado.

Nos comentó un chico independentista que intentó ir a una asamblea y le dio la impresión de que todo estaba muy bien organizado para que siempre hablaran los mismos y que todo lo tenían controlado los militantes de siempre. Lo calificaba de endogámico, que costaba sumarse.

La CUP es tan compleja y tan plural como el país. La CUP es Cornellà y es Girona. Depende de a qué asamblea vayas te encuentras con unos patrones o con otros.

Fue en Barcelona.

Me lo estaba imaginando [ríe]. Seguramente por dimensión, dicho desde el cariño, es la CUP menos CUP. Además, la CUP de Barcelona funciona como una Asamblea Territorial, formada por las distintas Asambleas de distrito. La CUP en Barcelona, pues, es una suma de núcleos de distrito. Cuando te pierdes en la maraña de la metrópoli es más complicado. Pero hay otro aspecto. La asamblea es el menos malo de los sistemas de participación política. Permite, blinda y protege la participación de una persona un voto, la búsqueda de consenso sin minorías y mayorías, que existan todas las opiniones desde el respeto mutuo, pero también hay lógicas de poder. Ocurre en todos los movimientos sociales. Hay a quien se les escucha más, otros que son más pesados. Las lógicas de poder, de la condición humana, también se replican en la asamblea, siempre hay quien se pone de acuerdo antes de entrar. Una asamblea, no solo de la CUP, también es manipulable. Pero sigue siendo un sistema de una horizontalidad que permite hablar de todo.

Lo digo desde mi zapatismo más militante, reconozco que la asamblea es lenta. Escucha a todos, intenta hacer una síntesis… Es un proceso muy caro, muy lento, inviertes mucho tiempo, un recurso escaso. También no es solo decir, es escuchar. En la CUP todo esto lo hemos ido resolviendo, no con una fórmula brillante, sino afrontando las contradicciones manteniendo los principios intactos. Compaginando resistencia y flexibilidad en el día a día.

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¿Nunca te ha incomodado tener que defender algo decidido por la asamblea?

Precisamente, como vengo de la tradición asamblearia, estoy acostumbrado a perder. Pero el otro día me salté la disciplina de voto en una moción sobre Grecia que presentó Iniciativa. En el debate de la reestructuración del pago de la deuda, la CUP se abstuvo: se trata de no pagar la deuda ilegítima, no de reestructurla. Sin embargo, un punto era «Manifestamos nuestra solidaridad con el pueblo de Grecia frente a la troika». Lo vi y dije: «Hombre, aquí hay que votar a favor». Pero fue entre risas, la única vez y como anécdota. Me dijeron «¡hey, que estás votando con ICV!». Pero claro que he tenido contradicciones, de cómo se hacen cosas internamente, de cómo se ha hecho lo de Barcelona, pero el ADN libertario que tiene este país lo permite. No se debe confundir la lealtad con la obediencia, ni la crítica sincera con ataques. En la contradicción, nos mejoramos.

Volviendo a la pureza, os descabalgasteis de la candidatura al ayuntamiento de Barcelona encabezada por Ada Colau por no poneros de acuerdo en el límite salarial y de mandatos. ¿No son detalles demasiado nimios?

Es que no son así. Esos fueron algunos de los debates que hubo. El primer combate fue el del código ético. Ahí chocaron diferentes culturas políticas. Nosotros somos de una sola legislatura y salarios de 2,5 veces el salario mínimo interprofesional, que es lo que cobra el 60 % de la sociedad catalana. Pero todo esto era subsanable. Podíamos autoaplicarnos esos principios a nosotros mismos y ya estaba.

¿Por qué fue entonces la ruptura?

Fundamentalmente, por Iniciativa de Barcelona. El movimiento popular de esta ciudad, que ha estado veinte años resistiendo, luchando, construyendo, abriendo Can Vies, ha tenido a Inciativa en el gobierno durante treinta años. Desde nuestra perspectiva y experiencia, son corresponsables del modelo. Los hemos tenido delante más que al lado o en medio.

¿Son antagonistas?

No somos antagonistas, para mí ICV no es mi enemigo, igual que solo me distancio del sindicalismo de concentración porque no me siento representado. Hubo tres elementos en la ruptura. La CUP es nítidamente independentista, nuestro proyecto político es de ruptura democrática. Una punta de lanza del final del régimen del 78, mucho más sólido y arraigado del proceso constituyente que puede evocar Podemos en el Estado español. En lo socioeconómico el diagnóstico con Barcelona en Comú es prácticamente el mismo.

La CUP se define como anticapitalista. Nuestra reflexión es que el mundo está enloqueciendo, que los niveles de desigualdad, de anomia ética, de violencias múltiples nos llevan a un callejón sin salida, un escenario tipo Mad Max. No admitimos por tanto la posibilidad de una izquierda que gestione el capitalismo. Eso no lo vamos a hacer nunca. Y eso no es purismo, es conciencia. Eso no significa que vayamos a acabar mañana con el capitalismo, pero muestra nuestra conciencia y voluntad. Todo esto lo comparto con Ada Colau, que nos hemos conocido en la lucha años ha y es, ante todo, una amiga.

Todo el proceso de gestación de Barcelona en Comú ha sido legítimo y democrático. Pero en el caso de Iniciativa… mira: Convergencia tiene en su haber tres personas ciegas por balas de goma, el tripartito en el que estaba Iniciativa, cuatro. Los recortes en este país empiezan en el 2010 con Iniciativa en el gobierno. Cuando yo estudiaba en este barrio en unos barracones en el 91, Iniciativa prometió el Casal del Jóvenes Municipal; bueno, se inauguró en 2010. Los pisos de protección oficial en treinta años de democracia en esta ciudad son ocho mil. En Gracia, cero. La pobreza en el 81 en Barcelona era del 16 %, en el 2009 llega al 18 %. Esa es la distancia entre una izquierda de transformación, la que pretendemos, y una de gestión.

Conozco a muchos compañeros de Inciativa, les tengo en alta estima, pero es un choque de culturas. Nosotros venimos de la precariedad de los noventa, prácticamente huérfanos. Ellos están en su derecho de reivindicar la tradición del PSUC. En todo caso, la marca Barcelona como la conocemos, la desigualdad y la pobreza, esa no la ha construido Trías en cuatro años. Pero, con permiso dialéctico, también podía haceros una contrapregunta. ¿Por qué en Badalona sí que estamos en Guayem con Podemos y EUiA? Nos llaman sectarios, pero no es así. Son culturas políticas diferentes. Aparecemos en 2012 con tres diputados sin salir en la tele. La CUP nace como una enmienda a la izquierda desde la izquierda, fundamentalmente. A una izquierda banal que ha olvidado la defensa de los más desposeídos. No vamos a asaltar el Palacio de Invierno sin retomar antes los barrios, pero somos una izquierda de sentido común, antropológica. Y eso no excluye la autocrítica y hasta el disgusto: el resultado final en Barcelona no debería complacer a nadie.

Pero, precisamente, mantener esos principios puede tener un precio muy alto para la izquierda: permitir a la derecha conservar el poder.

Desde el punto de vista de las candidaturas de unidad popular es obvio que en Barcelona no se han hecho las cosas bien. Lecciones aprendidas. El rapero Pau Llonch critica sabiamente que Fontana y yo —siento la personalización— estemos en listas separadas, cuando yo estoy al 250 % de acuerdo con todo lo que dice Josep Fontana. Personalmente, creo que la CUP debería haber estado hasta el final del debate de concreción de Barcelona en Comú, y cuando se clarificara la metodología y el contenido someterlo a consulta interna. Pero yo no soy de la CUP de Barcelona. Sugerí esa propuesta informalmente para seguir y desbloquear pero ni propios ni ajenos, ni unos u otros, la veían.

Tal vez, lo que más ha dificultado el proceso de confluencia ha sido el tiempo, en dos sentidos. La brevedad con la que se tenía que hacer el proceso, porque nuestra cultura política al final termina siendo lenta, y la urgencia del «ahora o nunca que viene la derecha». Vamos a ver, ya hemos visto a la izquierda rescatar bancos y sacar ojos. Es la derecha la que nunca decepciona. Ellos van a la suya desde los tiempos de Espartaco. Los que nos han dado las hostias sagradas en la cara, la que nos ha servido sólidas decepciones, ha sido la izquierda. Por eso, ahora de repente, lo que no acepto, es decir que aquí no ha pasado nada. No queremos que nadie renuncie a su historia ni que se den latigazos y se arrodillen, pero a la mínima que haces una visión crítica… piden silencio.

Aunque dicho todo esto, hay muchas experiencias de confluencia. Lo que pasa es que tenemos un problema entre comillas en Cataluña, que es la barcelonitis aguda. Porque si dejas Barcelona a un lado, la CUP tiene candidaturas con el Proces Constituent, con EUiA e incluso con Podemos e ICV en algunos municipios. Eso sí, nunca en casos en los que supone ir con quien lleva treinta años en el gobierno. Y el segundo factor tiempo: buscar puntos de encuentro, de reconocimiento mutuo, entre culturas políticas que han vivido de espaldas o enfrentadas no se puede hacer en seis meses. Es como girar un transatlántico.

Desde vuestra experiencia municipal, allí donde gobernáis ¿no os habéis encontrado contradicciones como le ha podido pasar a ICV?

Nosotros venimos de una realidad de movimientos sociales que ya consolida alternativas. No busques atrás a ICV promoviendo finanzas éticas, como COOP’57, que mueve ya cuarenta y tres millones de euros y ha dado mil créditos en plena crisis. Tampoco en la construcción de medios alternativos, como La Directa, donde hay casi doscientos periodistas trabajando en red. ¿Todo esto no es economía real? Ya en la primera alcaldía que tuvo la CUP, en Arenys de Munt, llegamos y municipalizamos el agua mientras el gobierno catalán la privatizaba. Nuestra gestión pública del agua, además, ha dado beneficios que se reintegraban al municipio.

Eso no quita que no haya que gestionar la cruda realidad, como la deuda que nos dejaron en Arenys mismo. La CUP es capaz de arremangarse y gobernar, digan lo que digan. De hecho, la izquierda independentista gestiona doscientos ateneos y casales desde hace veinticinco años. Eso exige mucha implicación, autogestión cooperativa y es una escuela de democracia directa, que es precisamente de donde venimos. También habría que ver hasta dónde llega la política institucional y hasta dónde no es capaz. Para nosotros esto es un largo camino, una maratón. Porque cuando hemos dicho «ahora o nunca», para nosotros siempre ha sido nunca [ríe].

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Hablando con Íñigo Errejón sobre su teoría de hegemonías, le preguntamos si eso suponía cargarse el independentismo en Cataluña y contestó que, al menos una parte, sí que caería.

Creo que Errejón no descubre nada nuevo. Si en algún sitio hay hegemonía para romper con el régimen del 78, de forma transversal y para construir un nuevo relato, es en Cataluña, no en Andalucía. Vamos a decirlo así, mal que me pese. Un proyecto político compartido que ha sumado entre un 50 y un 60 % de apoyos, en un sur de Europa fragmentado y en crisis, es muchísimo. Que tengas dos millones de personas en la calle y que el españolismo rancio solo haya podido movilizar a quince mil te da una idea de cómo están las proporciones. Y lo que me sabe mal es que Podemos hable del régimen del 78 y no sean conscientes de que uno de los candados de ese régimen es la autodeterminación de los pueblos. Esto estaba en su manifiesto fundacional pero después, por una estrategia de acceso al poder, como siempre ha pasado en el Estado español, desapareció.

A ver, hay tres esquemas del Estado español con respecto a Cataluña. El golpe de regresión del PP, la recentralización. No solo prohíben la consulta, sino que tampoco nos dejan prohibir el fracking o poner un impuesto sobre pisos turísticos… No nos dejan gobernarnos, simplemente. Luego está el misterio de la Santísima Trinidad, la reforma federal del PSOE, el documento de Granada, que nadie sabe lo que es. Y, por último, la nueva hipótesis es el proceso constituyente de ámbito estatal de Podemos. Las tres opciones, aun siendo tan diferentes a la sociedad catalana, al pueblo catalán, a la nación catalana, le dicen lo mismo de una forma u otra: tiene que pasar algo en Madrid para que pase algo en Cataluña.

Las tres niegan la capacidad de sujeto autónomo que tenemos como pueblo. Aquí hay que hablar en plural, de procesos constituyentes. Como dice Jaime Pastor, no hay un solo demos en el estado español, hay diferentes sujetos: demoi. E Íñigo Errejón esto lo debería respetar, más que hablar de cantonalismo ¡madre mía! o de «quinientos años juntos» como dijo Monedero en TV3. Ha viajado mucho a Cataluña desde hace muchos años, nos conoce a todos, y su teoría de las hegemonías, de hoy estás aquí y mañana estás allí, a mí me recuerda a eso. Íñigo no estaba en esa posición hace dos años. Por otro lado, qué más quisiera yo que hubiera un proceso constituyente en el Estado español. Firmo donde quieras ahora mismo [ríe]. Pero todavía muchas izquierdas se llevan las manos a la cabeza cuando hablamos de nación catalana, de soberanía política, de proceso propio. Todavía niegan esa condición. Son rehenes del poso del nacionalismo de Estado. Me hace mucha gracia que digan que no son nacionalistas: cuando tienes un Estado acostumbras a no ser nacionalista.

Esta hegemonía en Cataluña, sin embargo, tiene una composición muy particular…

Contradictoria. Se puede decir así.

en la que estáis en minoría.

Bueno, no creáis que tanto. La hegemonía está virando claramente a la izquierda. Nunca CiU había perdido tanto. Y las previsiones son las que son, van al mínimo histórico. Pueden perder la mitad de sus diputados. ¿No es eso un cambio de hegemonía? A ver si al PP le pasa lo mismo en Madrid, ¿no? Se han superado dos conceptos en este proceso, el historicista y el economicista. Sigue habiendo gente que se identifica con eso, pero la CUP no se identifica con el «España nos roba», para nosotros es «el Estado nos roba». Nos roba a todos, a las clases populares particularmente. De todo el Estado. También roba a Andalucía y coge recursos para transferirlos a la troika.

Al final, lo que queda es si somos un pueblo o no somos un pueblo. Y en esa ecuación nos unimos los convergentes, la izquierda radical, los socialdemócratas y la democracia cristiana y hasta los franciscanos, lo que es un auténtico milagro en un país donde siempre discutimos por todo. Cortesía de la deriva demofóbica del Estado español.

También creo que si tengo que enfrentarme a la burguesía, la independencia es el mejor terreno de juego para ganar y disputarle la hegemonía. Acorta distancias y acerca democracias. Y hay más reflexiones: ¿quién es el que más se opone a la independencia en Cataluña? ¿Quién, como para que la CUP se ponga de acuerdo con Mas?

¿Por qué es tan determinante la independencia?

Porque el factor clave es el factor democrático. Si el futuro de este pueblo lo puede decir su ciudadanía o lo deciden poderes ajenos, o suprapoderes. Esta es una lucha por la soberanía política contra un Estado demofóbico, que odia la democracia, que prohíbe las urnas; una lucha por la soberanía económica frente a mercados globales carroñeros y voraces; y una lucha política por recuperar la soberanía popular frente a unas élites cleptómanas. Y no estoy hablando solo de Rodrigo Rato, sino de las nuestras, de los Pujol o los Millet. Lo que genera incomprensión en otros compañeros del eEstado español es que siguen pensando que no somos un pueblo. Porque la cultura hegemónica o nacionalismo de Estado ha penetrado en amplias capas de la izquierda. ¿Cuánta gente sabe que en Cataluña hay un millón de pobres, que batimos récords en desahucios y ejecuciones hipotecarias, que tenemos el récord de población presa? Eso de la Cataluña rica y plena… ¡y un cuerno!

Uno de los primeros puntos del manifiesto de la CUP es la integridad territorial de los Països Catalans. Es decir, se identifica una base etnocultural, los que hablan catalán, y se demanda un Estado para ellos. Eso es nacionalismo de manual.

Yo no soy nacionalista. A mí eso de etnocultural me da hasta miedo, son términos muy aznaristas. Base cultural y social sí. Política también. Somos una comunidad política laica y civil con hechos culturales diferenciados. Eso de etno me da miedo.

Emplea otra palabra.

No, si me vale. Pero si digo que en Xátiva y Gràcia hablamos la misma lengua nos tildan de irredentos pancatalanistas enloquecidos. Y si digo que en Vallecas y El Coronil hablan la misma lengua, me dicen que digo obviedades. En fin, ridículo.

La pregunta es cuál es el motivo «no nacionalista» para poner una frontera dura entre este pueblo y los otros que hay en España.

¿Exigir democracia y soberanía es poner fronteras? Desde nuestro independentismo no renuncio a ningún internacionalismo. Las ocupaciones del SOC las siento como propias, lo mismo que la resistencia en Chiapas. Que avancemos en nuestra autodeterminación no rompe ningún vínculo ni afecto ni complicidad.

No es fácil entender cómo desde el internacionalismo tu primer objetivo es establecer una frontera donde no la hay.

Pues la defensa del derecho a la autodeterminación de los pueblos nace desde la izquierda. También nos definimos, en términos de una compañera ecofeminista, como «independentistas sin fronteras». No queremos levantar muros ni fronteras, sino respeto e igualdad entre iguales. Queremos gobernarnos a nosotros mismos, ya ves. Creo que ese tipo de preguntas son los lugares comunes de un nacionalismo de Estado difuso, hegemónico y homogeneizante. Y en el fondo es una ridiculización del proceso, una incomprensión deliberada de la realidad catalana, compleja y plural, y una manifiesta y reiterada voluntad de no resolverlo.

¿Por qué no quieres gobernarte con las otras personas que, como tus votantes catalanes, sufrirían bajo las oligarquías que hay en España?

Joseba Sarrionaindia, del que os recomiendo su ¿Somos como moros en la niebla? sobre diversidad, identidad y multiculturalidad, acierta de pleno cuando dice «España es algo prácticamente contrario a la idea en que una sociedad decide cómo organizarse». Ahí entramos en el concepto vapuleado del federalismo, que parte de la autonomía y la libertad de cada parte. Con la libertad recuperada decides con quién te federas. Los lazos culturales y afectivos… mira, yo soy de Zamora.

3

¿Naciste en Zamora?

No. Pero ¿por qué el Estado es lo que vincula los afectos?

Precisamente en España, al contrario que en muchas otras regiones europeas, tus antepasados pueden ser de Zamora, pero si naces en Cataluña, eres catalán. Un albanés que nace en Eslovenia, por ejemplo, sigue siendo albanés de todas, todas.

Esa es una de las cosas más emotivas, elocuentes, singulares y particulares del catalanismo político, que es absolutamente plural y complejo. Reivindicamos la diversidad de la emigración como un patrimonio cultural de este país. No basamos el reclamo de la nación en una cosa etérea, mítica y mística basada en gloriosos pasados tan criminales como la historia de otros [ríe], sino en un futuro democrático y compartido.

Pero los datos muestran que, mayoritariamente, los que piden la independencia son los que hablan catalán en casa o los que tienen la madre nacida aquí, por ejemplo. Cataluña es diversa, pero el independentismo parece que no tanto.

El cambio de rasante que vive Cataluña anula ya ese enunciado arriesgado y que es, digámoslo así, el sueño húmedo lerrouxista de Aznar. Ese falso mito distópico de dos comunidades divididas: quien lo dice desconoce brutalmente la realidad social catalana. Es un cuento del nacionalismo españolista, autodefinido kafkianamente como «no-nacionalismo». No sé si el cambio político es definitivo o no, pero su potencial es que eso precisamente quede superado. No sé, los padres de Quim Arrufat [diputado de CUP en el Parlamento catalán; NdR] son de Aragón. Igual somos lo singular, pero cuando pateas el país —de Santa Coloma a Campdevanol— me da la sensación de que, precisamente, lo novedoso es eso, que el independentismo como opción política llega a capas donde antes no llegaba.

Nosotros nos reconocemos como comunidad política y queremos segregarnos de un espacio de gestión política autoritaria y liberticida que es el Estado español. Por eso somos independentistas. Pero es una cuestión que refiere al poder político, no a los apellidos o si te gusta más el flamenco, como me gusta a mí. Es un problema político y democrático. Una cuestión de acceso a la soberanía como puede pasar en el País Vasco, que una parte importante se quiere separar. No nos ha dado una chaladura de repente y queremos independizarnos. El hartazgo respecto a unas formas de hacer del Estado español con respecto a este pueblo ha llegado a tal punto que ha generado una conciencia colectiva de que la única manera de avanzar es hacer nuestro propio camino.

No vamos en contra de nadie; nos enfrentamos a un Estado, no a ningún pueblo ni cultura. Eso no rompe ningún lazo ni con los jornaleros andaluces, con los que estamos todo el día juntos y revueltos, ni con el Madrid rebelde ni con la minería asturiana, ni con Galicia, ni con Aragón. Y nuestra condición política catalana no rompe nuestra conciencia de clase. Lo puedo preguntar al revés: ¿vais a decidir vosotros nuestro futuro? ¿Vamos a decidir nosotros el futuro de Andalucía? Ni se me pasa por la cabeza.

Pero puedes contribuir a decidir el futuro de España.

No. Porque tengo conciencia histórica, social y política. Hemos leído la historia del Estado español como prisión de pueblos y de personas. Tengo un abuelo condenado a ocho años de cárcel en el penal del Dueso con dos penas de muerte conmutadas. Fue la rojigualda la que le hizo la vida imposible, le persiguió durante cuarenta años y le arruinó la vida. En todo caso, es una pregunta clave que algunos deberían formularse: ¿por qué hemos dejado de ser españoles? Y no buscar respuestas binarias y maniqueas más bien estúpidas.

Ese crimen lo cometió el fascismo. Y sus víctimas fueron los españoles.

Y los gallegos y los vascos y los catalanes. El fascismo como dictadura de clase, pero también nacional-identitaria, contra los pueblos del Estado español, persiguiendo su cultura. Cuarenta años de dictadura y muchos más de persecución secular. No solo fue el fascismo, ahí nos equivocaríamos; son muchos, muchos años de decretos y persecuciones atávicas. Y en el 96 resurge ese nacionalismo de Estado rancio a través del aznarismo y esa permanente incomprensión que nace de una falta de voluntad política obvia, que no es genética, para entender lo plurinacional, plurilingüistico y pluricultural en el Estado español. Y más que entenderlo, disfrutarlo, porque yo disfruto con Enrique Morente.

Estas que me estáis haciendo son preguntas parecidas a las que me hace mi abuelo en Zamora, con noventa años. Que le da pena que nos vayamos, dice. El terreno de las identidades es muy complejo. ¿Yo por qué no me siento español? ¿Porque me ha manipulado TV3? No hombre, no. Además, no tengo tele. Cuando lees historia, en España te encuentras con una reiterada negación de la plurinacionalidad del Estado. Aunque mi llegada al independentismo es más política que emocional. También entiendo que, digan lo que digan los ministros del PP, la sociedad española ha cambiado. Creo que ya se reconoce más la diferencia. Sin embargo, aquí estudiamos a Machado y a Lorca, con gusto, pero te lo enseñan. ¿Y en Madrid se enseña a Ovidi, a Espriu?

Siempre me he definido como antinacionalista, porque vengo de una cultura antifascista. El fascismo no es más que una glándula hipertrofiada del nacionalismo. Y todo eso en Cataluña ha cambiado mucho. Aquí hace treinta años me llamaban charnego los nacionalistas catalanes, ahora solo me lo llaman los españolistas. Cuando veo editoriales en la prensa española en los que me llaman traidor porque por mis venas corre sangre española me digo uuuuhhhh… Así empieza todo. Eso sí que es un discurso miserablemente étnico y supremacista. Amén de impotente.

¿Qué cambios deberían darse en España para que te cuestionaras tu independentismo? ¿Para que cuando hablases de «nosotros» te refirieras a todos los pueblos del Estado?

No lo sé. No pienso en ese frame. Deseo respeto mutuo, igualdad entre iguales y relaciones confederales de buena vecindad. Pediría una salida británico-escocesa: rigor democrático, soluciones políticas, diálogo permanente. Pero en clave de futuro, ya desde otra posición: la de las relaciones fraternas y solidarias, pero desde nuestra libertad política recuperada. A eso nadie debería renunciar aunque nos parezca ucrónico, porque no ha sucedido ni parece que vaya a suceder. Pero es una pregunta bilateral que también correspondería a las élites del Estado español, que ya llegan tarde y mal a la cuestión catalana. Durante años se han burlado del proceso minimizándolo, banalizándolo o ridiculizándolo y ahora se da cuenta que media sociedad catalana ya se ha ido. Que nos estamos yendo. Y que nos vamos a ir.

De hecho, uno de los motivos del auge del independentismo es precisamente la convicción política sólida de que no hay nada que hacer, de la inexistencia arrogante de voluntad política resolutiva, de la vigencia de un prepotente españolismo en los tuétanos del Estado. Trabajamos con la estricta realidad y las posibilidades de que eso pase me quedan muy lejanas. Incluso cuando se discutió en la II República el concepto de nación compleja o unitaria, un sector de los republicanos forzó que fuera unitaria. El nacionalismo identitario español tiene sus obsesiones y la catalonofobia es una de ellas. Eso existe, mal que nos pese.

Soy nacionalista según a quien tenga delante, que diría Brecht. Si me pones a Wert lo soy, y radical. Pero a mí también me preocupa la glándula hipertrofiada de cualquier nacionalismo. La frase más estúpida del nacionalismo catalán es la de «tots els catalans són bons» [todos los catalanes son buenos]. Y un cuerno. Tenemos Angladas, Millets, Pujols… Pero entiendo el debate, ojalá se pudieran tender puentes de diálogo. Nuestro adversario no es ningún pueblo ni ninguna cultura del Estado español, con los que pensamos mantener todos los lazos. Medios como La Directa y El Diagonal, por ejemplo, tienen lazos de colaboración, no hace falta que medie ningún Estado. Creo que no hay salida en el Estado español. Se vio con el Estatut, cuando estando todo decidido y votado en Cataluña, van y te lo recortan. Pero, ¿creéis que tengo algún problema con Diego Cañamero? ¿O con los compañeros de Diagonal que hace diez años que trabajamos juntos? Para cuestionar mi independentismo, creo que tendríamos que desmentir y desmontar toda la historia de España y debería abrirse un proceso democrático que no veo, hoy por hoy.

¿Por qué incorporáis a Valencia y Baleares al mapa de los Països Catalans y no Aragón, con la que también hay un pasado común? ¿El elemento distintivo es la lengua? Al fin y al cabo, Valencia y Baleares son dos feudos tradicionales del PP y de todo aquello contra lo que os rebeláis.

Son nuestra realidad nacional, ciertamente. Y nuestros vínculos políticos, sociales y culturales. Y lingüísticos. Pero una cosa son unos gobiernos y los poderes que hayan tenido y otra cosa es la gente. Y Cataluña ha sido feudo de CiU, ¿no? Seguramente muy poca gente sabe en el Estado español que el ministro Wert ha hecho una ofensiva para decirle a la gente que quiera estudiar solo en castellano en Cataluña que puede ir a una escuela privada de manera subvencionada, con fondos públicos. Solo se han apuntado tres alumnos. Ninguno cumplía los requisitos, por cierto. Un exitazo del ministro, vaya. Pero que en Valencia hay catorce mil alumnos que se han quedado sin poder estudiar en su lengua materna, el valenciano, y en Baleares acaban de aprobar el decreto TIL y el 90 % de las familias matriculan a sus hijos en catalán, porque es lo que se habla.

¿Pero es la lengua lo que nos une? Sí y no, nos une es la libre adscripción voluntaria a un proyecto político. Y no y sí, la lengua y la cultura son un factor clave, claro está. Aquí hay independentistas que hablan en castellano y en Valencia hay zonas de interior que no hablan valenciano y no las excluimos. Reivindicamos un espacio relacional cultural y social que son los Països Catalans, que existían antes del régimen del 78, que se encarga, bajo tutela militar, de prohibir expresamente la libre federación de comunidades autónomas. Esa prohibición de los militares, el famoso motorista de Herrero de Miñón, no la hacen pensando en Navarra y el País Vasco, que es una unión que pedía hasta el PSOE y que incluso consta en las disposiciones constitucionales, sino en los Països Catalans, que son una realidad cultural compartida, del mismo modo que puedan serlo Castilla la Nueva y la Vieja. Además, hay unos lazos históricos.

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El vínculo con Aragón también es histórico.

Con la Franja sí hay un vínculo.

La lengua, de nuevo. Al final, el sujeto político es etnocultural, así que extraña que no te definas como nacionalista.

Bueno: si defender que en la Franja se habla catalán, una cosa que reconoce cualquier sociolinguista, es ser nacionalista, pues dale. Es como si yo os pregunto por España. ¿Qué la identifica? ¿Por qué sois una nación y nosotros no? ¿Porque sé hablar castellano soy español? A mí entender, nuestro proyecto es de libre adscripción voluntaria. Nos hemos constituido con diferentes agregaciones migratorias, somos un nacionalismo laico y civil, en el caso de que lo seamos y en la evidencia de la tensión autodeterminista, donde no caben grandes parámetros de fe ni de identidad.

La gente no se pregunta de dónde viene sino a dónde vamos. Las naciones existen y han existido, pero al final son un plebiscito cotidiano. Aquí no pretendemos unas aznaristas krajinas balcánicas [krajina significa «fronterizo» en serbocroata, se refiere al enclave serbio en Croacia donde vivían doscientas cincuenta mil personas y que dio lugar a una guerra entre ambas repúblicas durante 1991 y 1995; NdR] donde si eres castellano ya no formas parte de la nación. Menuda barbaridad. No va por ahí.

A mí el nacionalismo catalán, desde ese punto de vista, me tranquiliza mucho. La Franja sería un enclave sociolingüistico y esto merecería otra entrevista sobre sociolingüismo, siglo XXI y respeto a las minorías. Y eso vale para los kurdos de Turquía o cualquiera de las siete mil culturas que hay en el mundo. Lo que veo muchas veces es que cuando le digo a un determinado perfil de compañero de cualquier parte de España que no me siento español, que soy catalán, que es como si fuese francés, veo que se enoja. Es él el que me niega a mí lo que soy, yo no le cuestiono a él sus sentimientos nacionales. Y ese es el trasfondo y el rayo que no cesa: la negación reiterada, aburrida y persistente de que somos un solo pueblo, plural y complejo. Puro nacionalismo español.

Cuando no ha habido mutuo acuerdo entre dos países para una independencia, siempre han surgido problemas graves. Sin agitar el monigote de la guerra, ¿no temes la aparición de un conflicto, como una ulsterización por ejemplo? ¿No hay miedo a abrir la caja de Pandora?

En este proceso, no. No lo veo. Por ninguna parte. Eso solo lo invoca la extrema derecha, que llama al «derramamiento de sangre en Cataluña» sin que la Audiencia Nacional se inmute, por cierto. O Aznar, cuando desea que se rompa Cataluña. En este país ese riesgo se hiperdimensionó para conjurarlo, para evitarlo, más aún con un proceso que es estrictamente democrático, civil y pacífico. Ese esquema es absolutamente imposible y, afortunadamente, políticamente inviable.

Es verdad que ha habido diálogo, porque la gente cuando va a Madrid habla tranquilamente, pero hay poca comprensión mutua. La política también está para evitar la locura colectiva, la crueldad, y en ese aspecto veo el peligro muy alejado. Aunque yo siempre tengo miedo. Ves la fosa común que es el Mediterráneo, lo que significa Frontex… Nuestro entorno es mediterráneo más que europeo, nos preocupa lo mismo lo que pasó en Sol como lo que pasó en Tahrir.

Pero sí, siempre me preocupa en el entorno europeo la semilla del odio chauvinista, de la barbarie xenófoba, y hay quien la está regando. No son muchos, pero el NSDAP al principio tampoco era mayoritario. Aunque no voy a hacer este tipo de comparaciones odiosas en las que tanto se recrea, vilmente, el nacionalismo españolista. La división de comunidades, la ulsterización, un conflicto, no es un riesgo ahora mismo en Cataluña porque se ha construido una identidad porosa, permeable y compartida desde la lucha antifranquista. Es un consenso que generó el PSUC, y que hay que respetar, honrar y admirar, el de hablar de un solo pueblo. El símbolo de la unidad civil, todos somos iguales en nuestras diferencias.

Venimos de Sant Ildefons, en Cornellà, y solo se ven banderas españolas.

Ya no es plausible cartografiar el «Sí» y el «No» en términos de orígenes. El sí ya es complejo, plural y transversal. Y por supuesto, se puede analizar desde parámetros de opción política, recuerdo de voto y de composición social. Pero pretender, insisto, mirarlo por los apellidos es surrealista y es el deseo del españolismo que la realidad desmiente cada día: el independentismo está lleno de Garcías, López y Fernández. Y el unionismo de grandes apellidos catalanes. Igual por áreas de influencia mediática sí que hay una fractura. Pero entiendo que haya quienes quieran seguir dentro del marco español, es absolutamente legítimo. Estamos en tiempos de contingencia, nadie sabe lo que va a pasar, y de cualquier crisis o sales un poquito para delante o para atrás. Espero que salgamos todos, incluidos nuestros vecinos, dicho con todo el cariño.

Para la tramitación de la ley de claridad canadiense se trató este tema. Se dijo que si Canadá era divisible, por qué no iba a serlo Quebec, para tener en cuenta la situación de los territorios de quebequeses que quisieran seguir siendo canadienses. ¿Tendrían pues los municipios catalanes posibilidad de seguir integrando España si así lo deciden?

El valle de Arán, por ejemplo, ya tiene reconocida su lengua propia y su autonomía política. Pero que municipios catalanes pudieran seguir siendo españoles no lo veo. Básicamente, porque no conozco esa demanda, solo alguna proclama ultra. Se lo he escuchado a alguna persona de Ciudadanos como comentario banal, pero nada más. Estando a favor de la democracia municipal, que es donde empieza todo, me parece una perversión algo retorcida en el ámbito de la soberanía nacional. En ese país diferente por el que trabajamos los municipios tendrán el máximo de competencias, pero en el ámbito de la lógica de conflicto político entre la soberanía española y la catalana, me parecería preocupante. No voy a hablar de integridad territorial porque sería reproducir discursos en los que no creo.

¿Pero no es lo mismo?

Bueno, por eso no lo repito [ríe]. Porque tampoco vamos, en un mundo de vallas, muros y fronteras, a un Estado nación decimonónico: vamos a la soberanía, cuando la soberanía de los Estados y de los mercados poco tienen ya que ver con la soberanía de los pueblos y la dignidad de las personas. Pero lo vería como un intento de división como comunidad política. El proyecto catalán no le discute a nadie la identidad. La historia es compleja y compartida. ¿Crees que le discuto a mi madre los sentimientos que tiene? Es de Zamora y ha votado Sí-Sí. En el Moianés, la nueva comarca que se acaba de aprobar en el Parlament, el Sí tenía que ganar en todos los municipios por mayoría, y ganó en todos. Si en uno no lo hacía, se quedaba en el Vallés o en Osona, a la comarca a la que perteneciera. Pero en el ámbito del conflicto —el otro día me dijeron que en Madrid en ámbitos ministeriales lo llaman «la cosa»— no lo veo.

Me parece una lógica un tanto particionista en el ámbito del conflicto que la sociología desmiente: Cataluña es y será impura, mezcla y cóctel sin identidades estancas. Esa es su identidad hoy: pluralidad y complejidad. Pero si me lo pones como hipótesis ucrónica y quieres una respuesta, pues sería traumático para unos y para otros. Aunque si sucediera, solo con un caso, tendrías un conflicto. Y deberías solucionarlo. Y democráticamente. Si, por ejemplo, medio millón de personas en el Vallés dicen que son España, habría que dialogar.

Carod Rovira ha reflexionado mucho sobre eso, sobre la doble nacionalidad, porque las identidades y cómo se construyen son un terreno resbaladizo, pero la nuestra no es ni cerrada ni compacta ni quiere ser impermeable: hoy en Cataluña hay doscientas cuarenta y dos lenguas maternas. Porque el «problema catalán», que en el fondo es un reflejo de la anomalía española, habla más de soberanía democrática y crisis social más que de cualquier otra cosa. Lo que estamos es decididos a decidirlo todo.

¿Esa cláusula nunca sería admisible entonces?

Nunca digas nunca. Es una pregunta hipotética. Muchas veces desde los medios se hacen preguntas distópicas. «Qué pasaría si…». Siempre formuladas con bastante mala leche. Y con las ganas de retroalimentar el deseo de lo que no pasa: la confrontación civil. A Aznar me remito. Me alegra poder decir que esa batalla ya está perdida. Hace años.

De ti mismo has lamentado errores del pasado y has celebrado haber llegado a ser pacifista. ¿Qué te hubiera gustado ahorrarte de tu trayectoria personal?

Más que errores, miradas críticas y aprendizajes constantes. Borraría muchos aspectos. Seguramente no habría banalizado ciertas cosas. Del horror de la violencia hay que aprender para desactivar todos los caminos políticos y filosóficos que conducen a ella y a justificar cosas que no lo son. Te hablo de cuando tenía dieciocho o diecinueve años y sí que he tirado piedras y lo volvería a hacer en las mismas circunstancias, pero con el tiempo es obvio que no existen verdades absolutas. Por eso milito en la desobediencia civil no violenta, por convicción y humanismo ético.

Antonio Ramos de Oliveira, un historiador socialista algo olvidado que murió en el exilio en México, criticaba que Cataluña al modernizarse en el siglo XIX, en lugar de luchar por modernizar España, abordara solo su desarrollo desde el regionalismo.

Si es por libros, Vicente Cacho le desmiente en El nacionalismo catalán como factor de modernización. Buen libro. Y además, ese ha sido siempre el deseo de la burguesía y la oligarquía catalana, incidir en Madrid. Ahí tienes a Duran i Lleida. Y quien ha cerrado el paso siempre ha sido el Estado español. Las élites extractivas estatales son las que lo han impedido. Desde los intentos de participar en gobiernos, desde los catalanes de Franco, que también los hubo, o desde Pujol, que es el hombre del régimen del 78 en Cataluña, que aguanta al PSOE del GAL y luego le da el poder a Aznar, lo que ha habido es una permanente expulsión del poder político de lo catalán desde el Estado español. Esa es la constante histórica.

Aprovecho para contracitar a un historiador catalán contemporáneo, Josep Fontana, que en su último libro, La formación de una identidad (Eumo, 2014) narra precisamente esto. Es una permanente impotencia, aunque la oligarquía española y la catalana tiene los mismos intereses. Quien hoy está más en contra del proceso es la Caixa, La Vanguardia y Fomento del Trabajo Nacional, la patronal más catalana que hay. Ese poder secular en Cataluña está abiertamente en contra del proceso. Y lo que no hay que olvidar es que todo el proceso surge de un deseo de democracia.

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Otra crítica que se puede hacer al independentismo desde la izquierda es que Cataluña ha tenido en España un mercado cautivo del que ha drenado dos millones de trabajadores de las regiones más pobres, y ahora, cuando con la globalización ese mercado se abre y trabajadores baratos no faltan, se cortan amarras.

Me parece preocupante ese argumento, reiterado desde el falangismo. Y me harta. Y más siendo nieto de quien soy. Mis abuelos destripaterrones en Zamora fueron perseguidos y pasaron una posguerra de hambre. ¿Ese mercado «cautivo» es culpa de los catalanes? Que nos expliquen quién impidió la revolución industrial española. ¿Una Cataluña sometida? Categorizar Cataluña entera, confundiéndola con su burguesía, como «culpable» es terrible, sin ningún análisis social de clase.

¿El no desarrollo industrial castellano no será culpa de su oligarquía parasitaria, rentista, funcionarial y cruel? ¿Todo es culpa de los catalanes como enemigo interior? Tuvimos una burguesía catalana, los Samaranch y compañía por ejemplo, que formó parte del franquismo. Fueron los catalanes de Franco. Las derechas se parecen mucho en todas partes y todas usan la bandera para tapar la cartera. Eso es la sopa de ajo, aunque no creo que sea lo que esté pasando ahora. Pero eso son discursos alarmantemente étnicos. Cuando sale Monago y dice a los extremeños de Cataluña que vuelvan a Extremadura, eso es un discurso balcánico. Afortunadamente, eso no penetra en la sociedad catalana, que tiene otros ritmos.

Pero basta ya de confundir Cataluña con CiU. Cataluña es cooperativismo, un montón de izquierdas plurales, es un tejido asociativo. Y también lo que queremos es salir de la dictadura del BCE y de la troika. Me preocupa que con las tensiones políticas en el ámbito de la soberanía siempre se corra el riesgo de retroalimentar posiciones a veces muy retrógradas. Y esto no es un conflicto de catalanes contra españoles, es un debate sobre el poder político, la soberanía y la democracia en el XXI. Tenemos un espejo muy cercano: Escocia. ¿Tan difícil es? Allí el laborismo de apellido británico es quien vota a favor del sí a la independencia y en Edimburgo, la ciudad pija escocesa, sale el no, lo mismo que en Glasgow, la roja británica, sale el sí. ¿Por qué en Sant Ildefons, en Cornellá, hay una participación altísima del sí? Porque lo que nos preocupa es cómo salimos de esta crisis. Para nosotros la soberanía es la palanca al cambio político y social. Sin soberanía, ni políticas de izquierdas ni políticas de derechas. Porque no haríamos política, nos la harían a nosotros.

En algunos países del este que accedieron recientemente a su independencia hay quejas de que al final lo que sucedió es que estaban aún más sometidos a las élites locales con la pérdida del contrapoder federal. ¿Podría ocurrir en Cataluña?

Es verdad. Es un riesgo. Por supuesto. Pero será la decisión de la ciudadanía catalana, aunque nos duela. Porque el acceso a la soberanía política no es garantía de la proclamación del comunismo libertario en Cataluña. Este pueblo podrá decidir su futuro y podrá poner a un impresentable en el Gobierno. Es así. Nosotros no creemos en el independentismo de varita mágica que soluciona todos los problemas. Creo en todo caso que esta sociedad vira hacia la izquierda por nuestra tradición forjada en luchar contra el Estado sin tener un Estado. Gracias a ella tenemos mutuas, cooperativas, hasta corales, dinámicas de autonomía y autoorganización que son nuestro mayor baluarte democrático. Pero nada es para siempre, ni las victorias ni las derrotas. Como decía Espinoza: «estos no son los últimos bárbaros que vendrán». En este caso, los que dejamos atrás. Pero seguirá dependiendo de nosotros.

Del poder central español no sé qué esperar. ¿Qué es la izquierda española? Es Zapatero quien rescata la banca. Nosotros somos una política cultural alternativa. La CUP no piensa tanto en el Palacio de Invierno como en las colectivizaciones del 36. En la sociedad liberal hay tres sectores fundamentales: el mercado, el Estado y la sociedad. Con el mercado es obvio que no se puede contar. Las reglas del capital son el mundo sin reglas del Marqués de Sade. Y al Estado lo tenemos bastante en contra, hoy por hoy. Solo nos queda el tejido social. Nuestra triada, parafraseando a Alba Rico, es ser revolucionarios en lo económico, reformistas en lo institucional y conservadores en lo antropológico. Y esto pasa por ser cooperativistas, municipalistas y feministas. Ese es nuestro programa para los próximos cinco o diez años. Vamos a buscar un zapatismo del sur de Europa. A eso vamos.

Y en mi casa, la Caixa y el Santander no entran. Lo poco que hay está en finanzas éticas, está en COOP’57 y en una caja cooperativa. No verás ni a Endesa ni a Iberdrola, estoy en Som Energía. No verás ni El País, ni ABC ni La Vanguardia aquí. El Diagonal y La Directa. No verás las llaves de un coche, vamos en transporte público. La única lucha por un futuro diferente es el presente y el único territorio liberado del que realmente disponemos es el de nuestra vida cotidiana, y ahí es donde te la juegas cada día. Como decía Howard Zinn, «en cada gesto te la juegas». Seguramente sea bastante estresante [ríe]. Siempre hay contradicciones.

Las consecuencias negativas de la independencia para los españoles, ¿las tienes en cuenta? Podría suponer meter a lo que quede de España en un nuevo atolladero, condenarlo, por ejemplo, a más recortes.

Sí, por supuesto. Hablo con compañeros andaluces de todo esto. Pero tampoco lo veo. No creo que España entre en barrena o que se hunda, también es algo que lo veo como distópico. ¿Lo preguntáis como aspecto económico o político?

Económico, básicamente. Se pondría en duda, por ejemplo, la viabilidad de las pensiones, aunque suene a broma en este contexto después de lo que está haciendo Rajoy con la hucha.

Para nosotros la solidaridad con nuestro entorno es un principio básico. Y por entorno tengo en cuenta también al Magreb o Lampedusa. El nuestro no es un nacionalismo económico, hemos apoyado económicamente ocupaciones del SAT. La solidaridad de clase es imprescindible. Yo les deseo lo mejor, lo mismo que deseo para mi pueblo. Un desarrollo económico basado en criterios de justicia. ¿Si somos conscientes de que nuestra decisión puede afectar negativamente al Estado español?

Y a sus capas más débiles.

Pero eso sería como hacernos responsables de muchas de las cosas que pasan en el mundo. Que nos atañen, siempre somos corresponsables de algún modo, pero nosotros somos las capas débiles catalanas. Solo podemos desearles un proceso similar al nuestro. Pero esa teoría de «la estacada» es tanto como decirnos que debemos renunciar a la libertad política de nuestro pueblo. Amén de que la retención sería entonces puramente economicista y la justificación es simplemente nacionalista. De nacionalismo de Estado. Es el argumento final de siempre: la nación unitaria. Es decir, el nacionalismo español como justificante. Aun así, me niego a disociar libertad de solidaridad.

La libertad política no es para nosotros una balanza fiscal. Y de ahí el bloqueo habitual: el dilema español de si esto es un divorcio o una amputación, es decir, la negación de Cataluña como nación. Es grave. Es inaceptable en el siglo XXI. Pero todavía hay un segundo elemento, algo más dialéctico. Porque al fin y al cabo abre otro debate cerrado con llave; el fiscal y los modelos confederales. Lo fácil y sencillo, aquí y en Dos Hermanas, sería que nadie quisiera pagar el fraude de AVE sin pasajeros, autopistas sin coches y aeropuertos sin aviones. Pero para nosotros la libertad política es algo más, y bastante más hondo, que una simple balanza fiscal. Eudald Carbonell nos define más sabiamente como «interdependentistas»: conciencia global, de país y de clase.

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¿No te da quebraderos de cabeza lo que sería el reparto del patrimonio, la caja única de las pensiones, la deuda…?

¿El divorcio?

Eso no es una distopía.

Sí, las separaciones no son festivales, precisamente. Pero libres y sin ataduras ya nos querremos más. No hay una conciencia excesiva de culpabilidad. De coresponsabilidad, sí. Y además antagónicamente recíproca: también la percepción mayoritaria es el menosprecio, maltrato y olvido de la realidad catalana por parte del Estado: un millón y medio de pobres, 25 % de paro.

Lo que tenemos más en cuenta es a los pensionistas catalanes, que trasladan preguntas imprescindibles, pero tenemos que sospesar una pregunta clave: ¿qué representa independencia en el siglo XXI en el sur de Europa? ¿Vamos a construir un Estado nación bismarkiano? ¿Un ente decimonónico? No. No es así. La Corte Suprema de Canadá fijó unos términos para la separación. Nosotros trabajamos en eso. En las pensiones o en otros esquemas que tendrán que ser compartidos. La justicia medioambiental no es solo cosa de nuestros treinta y tres mil kilómetros cuadrados.

El proceso tiene una parte, no te diría que de improvisación, pero sí que tiene un ciclo político catalán propio. CiU no se sitúa en el esquema actual de soberanismo hasta 2012. Teníamos la Comisión Nacional para la Transición, a la que luego le cambiaron el nombre porque era CNT [ríe], donde se analizaba cómo es un proceso de recuperación de la soberanía. Es un trabajo serio y riguroso. Está más avanzado en la parte que nosotros no queremos, pero este es un proceso en construcción. No venimos con un libro bajo el brazo y decimos: va a ser esto.

Según las encuestas, la posibilidad de quedar fuera de la UE es lo que más echa para atrás a los catalanes para optar definitivamente por la independencia.

Para nosotros, que pregonamos la salida urgente de esta UE, pues encantados [ríe]. Pero en Europa ha habido cambios de rasante, no visibles pero constatables. ¿Cuál es el eje al que juega Mas? Fundamentalmente, Tel Aviv-Berlín-Washington y ahora es Tel Aviv-Londres-Washington. Nosotros, la CUP, no jugamos a nada. Estamos con los kurdos, los palestinos y los saharauis, esa es nuestra liga. En la UE ahora existe el cinismo habitual, pero el cambio lo hemos visto cuando percibimos que dicen que no van a hacer nada por nosotros, pero tampoco nada en contra. Eso en diplomacia es muchísimo. Hay hasta declaraciones contradictorias. Repiten la doctrina de que hay que respetar la integridad territorial de los Estados miembros, pero luego está la sentencia. Y cito la sentencia, no el caso, del Tribunal Superior de la Haya sobre Kosovo. No estoy comparando un esquema postbélico, pero sí el que establece una nueva legalidad si surge de una irreprochable legitimidad democrática, porque ya sabemos que era un protectorado americano con todo el apoyo de todo el nuevo orden mundial.

Sí que es cierto que tenemos pocos apoyos, pero lo bueno es que tenemos tozudez democrática. El proceso catalán es tan democrático, civil y pacífico, respetuoso, que esa es la única fortaleza que tenemos. Sobre todo en un contexto de Europa donde crecen las xenofobias, los populismos identitarios y las lógicas chovinistas. Cataluña es antagónica a todo eso. Puede haber mínimas expresiones antiguas y añejas que no tienen nada que ver con el sentir más generalizado del movimiento soberanista catalán.

No sé si en el sur de Europa hay un proceso democrático que pida más democracia, de mayor calidad y extensión. Si en Grecia 2,3 millones sobre 10 millones censados votan Syriza son un cambio político impresionante, ¿qué son 2,5 en Cataluña sobre un censo de 5 que le dicen al Constitucional que no tiene autoridad política, moral o jurídica sobre este pueblo?

Isaac Rosa contaba en un artículo en eldiario.es que las mejores mentes de su generación estaban presentándose a primarais en los nuevos partidos, un fenómeno sugerente, pero inquietante, porque a la vez notaba que se enfriaba la calle, que se corría el riesgo de descabezar movimientos sociales ¿Compartes la reflexión?

Lo vivimos con miedo. Hay que ser sinceros. Miedo y un punto de vértigo. Con esperanza de hacerlo bien, pero hay que mirar cómo se hizo hace treinta años, cómo se vació el movimiento vecinal. El transvase fue lógico, porque había que recuperar las instituciones, pero ahora todos tenemos la duda de quién se quedará regando el jardín. Creemos que la clave está en nuestro «franciscanismo rotatorio». También surgirán las tensiones con los nuestros, que se lo pregunten a Evo, y hay una clave: el respeto sagrado a la autonomía de los movimientos sociales.

Pero al final lo que te hace avanzar es la contradicción, y el cambio social siempre se hará desde fuera, no dentro de las instituciones. Un «dentro» sin «fuera» es nada. Pero hasta ahora ¿por qué se prohíben las balas de goma? ¿Porque lo dice la CUP? No. ¿Por qué se prohíbe el fracking? ¿Porque lo dicen la CUP e ICV? No. Nosotros solo vehiculamos las reivindicaciones de los movimientos sociales, del territorio. Somos un altavoz de la lucha organizada fuera. El caballo de Troya. ¿Por qué Cataluña tiene la ley contra la homofobia pionera en Europa? Porque el movimiento LGTB que tenemos en este país es muy sólido. Lo mejor que tenemos son los movimientos sociales.

Hace poco decías «yo dimitiría cada día».

Si estuviese a gusto y todo fuese genial, malo. Ves de cerca la mediocridad del ejercicio del poder y no estás cómodo. El riesgo del poder es su erótica. Séneca lo decía: «¿Quieres conocer a alguien? Dale poder y verás la bestia que lleva dentro».

¿Cuál es tu bestia? ¿Se ha manifestado?

No he hecho cosas que no me agraden, pero sí que me he visto en situaciones que no me gustan. Al final el poder es una relación. Por eso en la CUP apostamos por la rotación y yo me marcho.

¿Te dejas en barbecho?

No, no me voy a tomar un descanso, no. Me voy atrás. A la retaguardia imprescindible. Vuelvo a COOP’57 y me pondré atrás, no donde estaba antes. Vuelvo a La Directa y no me veo redactando como hacía antes, me voy a ir a la sala de máquinas. Sí que descansaré por una cuestión de salud mental, pero mi intención es volver exactamente donde estaba antes y que el paso por el poder no me reporte nada. Ni en términos crematísticos, que eso es obvio, ni en términos de lo que sí que me ha pasado, que son ofertas que ya me han empezado a llegar para estar en tertulias, escribir libros, programas de televisión… A todo digo que no. Todas las invitaciones que llegan las redirijo a la CUP. Si un medio quiere un columnista, que se lo pida a la CUP.

En las radios públicas estos dos años ya nos han dicho «nos falta el tertuliano de CUP para la cuota». Y contestamos: dime de qué tema queréis hablar, si es pobreza enviamos a Manel Mora, si hablamos de pelotas de goma va David, si es el Kurdistán va Quim Arrufat, si es feminismo, Isabel Vallets o Montserrat Vinyets si hay que hablar de Caixa Catalunya. Por ejemplo, esta entrevista la podría dar a finales de año para hacer un balance, porque a partir del 1 de enero yo me apago. Si se acaba mi fase institucional en la CUP, se acaba a todos los efectos.

Me hace gracia cuando me dicen que lo dejo tan pronto ¡si llevo veinticinco años en el tajo! Creo que es sano tener miedo al poder. Siempre hay que sospechar y tener precaución. La dinámica de la CUP es escoger a los más honestos y tratarlos como a los más ladrones. Ya conocéis la frase de Xirinachs, «lucharemos contra el fuerte cuando seamos débiles y contra nosotros mismos cuando seamos fuertes».

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¿Te ablandan los elogios? Sobre todo de gente que jamás te hubiera votado.

La política binaria, maniquea, que no sabe de puentes, de entender al otro, a mí me agota. Yo no sé si otro mundo es posible, el que se me hace imposible es este. El problema de los elogios es que no te puedes defender, de la crítica sí. Y aprendes de la crítica. Siempre.

Con el episodio del abrazo también recibiste críticas, especialmente de gente cercana.

El abrazo no se lo di como portavoz, se lo di como persona. Lo reivindico, fue un gesto sincero, humano y honesto. Las críticas desde gente afín, pues ya sabes. Un amigo es lo mismo que un enemigo solo que está al lado [ríe]. Yo de la crítica aprendo. Luego las hay constructivas, gratuitas e infundadas, pero cualquier responsable público en un proyecto compartido como es la CUP está sujeto a las críticas, es la única forma de mejorar, de pulir cosas. De hecho, con lo del abrazo dije que si alguien de nuestro proyecto se había sentido mal, lo sentía. Pero no podía pedir perdón por ser como soy. Y el día que la política me cambie…

En 2012 dijiste que la diferencia entre CiU y la CUP era la que había entre la duquesa de Alba y Diego Cañamero. ¿Te lo imaginas dando un abrazo a la duquesa, que en paz descanse?

Lo que no me imagino es la duquesa poniendo urnas para decidir el futuro de Andalucía, una exigencia que Cañamero lleva pidiendo cuarenta años, como lo pedía la CUP mientras CiU decía que no. Si la duquesa de Alba pusiera urnas para discutir la reforma agraria de Andalucía, donde un 50 % de la tierra está en manos de un 2 %, sí. A Mas yo le reconocí que había hecho frente a un Tribunal Constitucional politizado y controlador. Fueron unos días muy tensos y eso fue un gesto. El valor de ese abrazo no fue que dos amigos se abrazaban, lo cual no debería ser novedad, resulta que lo hacían dos antagonistas políticos. Ahí el valor.

Prefiero el respeto mutuo y esas lógicas mucho más éticas y humanas, que los hipócritas que en público se dicen de todo y luego se van a cenar juntos al restaurante de lujo y niegan en público lo que hacen en privado. Quien no entiende un abrazo es difícil que entienda otras cosas. Hay que recuperar urgentemente a Lévinas: la mirada del otro, la inviolabilidad ética del otro. Os recomiendo La resistència íntima: assaig d’una filosofia de proximitat de la editorial Quaderns Crema.

Sin embargo, durante la preparación de la consulta has admitido que hubo momentos que no fueron del todo transparentes.

Esos fueron momentos de contradicción. Salimos en una rueda de prensa un viernes y fuimos los primeros en pedir perdón por no decir lo que se supone que íbamos a decir. Era a finales de octubre. Dijimos que se iba a hacer, que estábamos en guerra jurídica y que ya diríamos cómo. Fue muy contradictorio para lo que es l­a CUP, porque no informamos. No nos lo quedamos en secreto Quim y yo, hablamos con el secretariado, pero también lo hicimos así porque tenía fecha de caducidad. Eran diez días. Incluso fue doble contradicción. Nosotros hablamos de desobediencia sin tapujos y la consulta se hizo de tal modo que no hubiera que desobedecer, pero estábamos en minoría. Ese fue uno de los mayores sapos que nos hemos tenido que tragar. Entre otros, porque muchas veces te tienes que callar, morder la lengua, pero ahí ya entramos en el terreno del autocontrol [ríe]. También se me hace contradictorio presidir una comisión de investigación del caso Pujol…

Hombre, verte con una camiseta de «Punk is not dead» presidiendo la comisión contra la corrupción tiene un punto hasta poético.

Como imagen, puede ser. Pero ahí pasan muchas cosas. Muchas más de las que se ven en los cinco minutos de crónica de cada lunes. Nunca me hubiera imaginado presidir esa comisión. Lo relevante es la reflexión que lleva aparejada. Todos los grandes iconos de Cataluña, y del Estado español también, están en el ostracismo. De la Rosa, el empresario modelo, en el ostracismo; Millet, el hombre de la cultura, en el ostracismo; Núñez y Navarro, el hombre de los chaflanes; Pujol… Hay un arrinconamiento y un ostracismo, que según los griegos era la peor condena. Para nosotros, que no creemos en la cárcel, especialmente para los pobres, desde un punto de vista punitivo nos parece bien. Pero es cierto que todo esto se salda con impunidad, porque no hay reparación del daño causado ni garantías de que no se vaya a repetir. Peor que la corrupción hoy es su impunidad. Mira el sistema de cajas catalanas, quince mil millones de agujero. Tres veces los recortes, que desde 2010 son cinco mil.

La riqueza de los diez catalanes más ricos son dieciséis mil millones. Un tercio de la riqueza de los diez catalanes más ricos equivale a todos los recortes. Si eso no es clasismo, feudalismo moderno, una desigualdad lacerante e insultante…. Nuestros nietos nos preguntarán ¿cómo lo permitíais? Desde 2008 hasta este año, diez mil setecientos veinte millones de euros pagados solo en intereses de la deuda. Hay mercados financieros, bancos catalanes, españoles y europeos, que se están haciendo ricos a costa de este país, de la especulación con nuestra deuda. Para mí eso son delitos corporativos de los bancos y los Estados.

Hoy han detenido a Rato, al que enseñaste tu sandalia, en un gesto que quedará en el recuerdo. ¿Te ha causado satisfacción?

Ni pena ni euforia. El tiempo como juez. He pensado muchas cosas. Pero han sido reflexiones colectivas, más que personales. Mi primer pensamiento ha sido para el 15MpaRato. Ahora creo que me he quedado corto, contra Rato no hacía falta un zapato, sino una zapatería entera. Siempre trabajamos en la epidermis de lo que conocemos, pero ya sabes, piensa mal, o como decía mi madre, piensa más, y acertarás.

Sabíamos que era el impulsor de la burbuja inmobiliaria en el 96, que fue uno de los ministros que votó a favor de la guerra en el Congreso de los diputados, que ha generado ciento cincuenta mil víctimas inocentes. Que fue director del FMI que ha torturado y extorsionado a medio mundo. Lo de gánster era ajustado a derecho ¿no? Luego vinieron las tarjetas, eso de tomarse copas a las tres del mediodía por tres mil euros que todos sabemos a qué equivale, aunque no me voy a meter en la vida íntima de las personas. Al final con Rato tengo una sensación ambivalente. Cuando lo he leído, me han llamado, y he dicho: joder, el tiempo es el juez más severo. Ojalá siga poniendo a cada uno en su sitio. Pero luego me han venido preguntas: ¿Por qué ahora? ¿Por qué Montoro? ¿Es una demolición controlada?

Pero en resumen, me ratifico: la mafia es la fase superior de gestión del capitalismo. Eso lo sabíamos entonces y lo sabemos ahora. Hay una frase preciosa de Gregorio Morán: «la mafia ha aprendido del Estado todo lo que el Estado creía que había aprendido de la mafia». El capitalismo es una máquina de trinchar límites, ecológicos, morales y sociales. Veremos con Rato, esto es un poco como Al Capone, al final por un fraude fiscal. Pero hay que ver el patrón de conducta, Rato no era el único. La cantidad defraudada es muy parecida a la de los Pujol. Veremos si surge el mismo escándalo. Con los Pujol, cuando vienen a la comisión, van pensando «¿por qué a nosotros, si lo hace todo el mundo?». Ayer también condenaron a Emili Cuatrecasas, el abogado catalán más prestigioso que te puedas imaginar, unionista por cierto. Pues tres millones y medio de fraude fiscal. Los Carceller, de cervezas Damm, quinientos millones de fraude. Montserrat Caballé, los Godia, los Carulla de Agroalimen. Es un patrón de conducta. En Andorra hay veinticuatro mil cuentas de españoles. Y en Suiza, ochenta mil de origen español [días después aparece la noticia de que Suiza guarda «al menos veinte mil millones de dinero español; NdR] Hasta la NASA ha dicho que a este modelo de civilización tal y como lo conocemos le quedan de diez a veinte años, fruto de la cultura de la avaricia y la codicia. Esto recuerda más al final del Imperio romano que a la Revolución Francesa.

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Fotografía: Alberto Gamazo

La entrada David Fernández: «La CUP estamos con los kurdos, los palestinos y los saharauis, esa es nuestra liga» aparece primero en Jot Down Cultural Magazine.

Leyendas negras de película

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Nosferatu. Imagen Prana-Film GmbH.

Nosferatu. Imagen: Prana-Film GmbH.

En los tiempos de los cines de sesión doble donde nos tragábamos secuelas y películas de producción barata a punta pala, daban mucha vidilla las leyendas urbanas y los cotilleos mayormente inventados sobre las películas. Recuerdo acalorados debates sobre la protagonista de Poltergeist, hay quien sostenía que se veía en la propia pantalla por el aspecto físico su lento declinar hacia la muerte. Lo mismo que de la niña de El exorcista. Incluso a Damien, el niño de La profecía, le di por muerto durante muchos años porque ya era imposible distinguir. La norma, en el patio del colegio, era que todo el que protagonizaba una película de vampiros, o en la que mediara Satanás de algún modo u otro, había muerto. Aunque lo que más aterrado me dejó a mí, personalmente, fue que me dijeran que Slugs, muerte viscosa había sido un caso real. Eso sí que era grave porque a Satanás, cuando se quiera aparecer, pues vale, mucho miedo, pero babosas se veían muchas cuando llueve y eso ya no molaba tanto, era muy cercano.

El caso es que ha caído en mis manos Hollywood maldito, de Jesús Palacios, que profundiza en todas esas leyendas para analizar qué tienen de verdad y qué no. El autor ya trató el asunto en ‘Satán en Hollywood’ y este trabajo es una ampliación para los amantes de la droga dura. El recorrido comienza recordando la muerte de Murnau en un accidente de coche que conducía su criado filipino. Los rumores siempre dijeron que el cineasta le iba practicando una felación al conductor, pero eran solo eso: rumores. Pero la realidad es que muchos de los que participaron en el rodaje de la legendaria Nosferatu (FW Murnau, 1922) tuvieron desenlaces equiparables. Y no por su querencia al polo de carne, sino por algo sutilmente menos divertido como fue la llegada de los nazis al poder y el estallido de la II Guerra Mundial.

Henrik Galeen, el guionista, se tuvo que fugar de Alemania después de que Hitler fuera nombrado canciller y empezara a hacer de las suyas. El hombre murió en 1949 sin haber podido regresar a su país. Otro, Gustav Von Wangeheim, actor, huyó a la URSS y murió plácidamente en la RDA en 1975. Sin maldición porque la maldición era él mismo. Durante su exilio en Rusia denunció a sus compañeros de profesión Anatol Becker y Carola Neher por trotskistas y él fue ejecutado y ella murió en prisión. Uno más que huyó del nazismo fue Alexander Granach. También se fue a la URSS, de donde tuvo que huir a su vez por las purgas de Stalin y acabó en Hollywood, interpretando solamente a villanos por su acento alemán imposible de disimular.

No obstante, lo relevante es que todos los fugados del gremio se llevaron a Estados Unidos «las ideas y los logros del cine esotérico, cargado de simbolismo y magia, a la vez que llegaban a EE. UU. miembros de las sociedades ocultistas y masónicas prohibidas por Hitler», cuenta Palacios. Solo se quedó en el III Reich Fritz Arno, ayudante de fotografía, y murió en 1958 de un accidente automovilístico. Diríamos que no corrieron suertes muy distintas a la de millones que también vieron sus vidas truncadas por el ascenso del nazismo. Pero observen lo que pasó en las películas para las que habían creado escuela.

La semilla del diablo. Imagen: Paramount Pictures.

La semilla del diablo. Imagen: Paramount Pictures.

En La semilla del diablo (Roman Polanski, 1968), como todo el mundo sabe, a Roman Polanski le mataron a la mujer, Sharon Tate, de dieciséis puñaladas. Y a sus amigos Jay Sebring, de siete, y Wojciech Frykowski, cincuenta y una. Con la sangre de su mujer escribieron en la pared de casa «Pig». El responsable fue el famoso Charles Manson y sus colaboradores fueron al juicio cantando y sonriendo.

Y durante el rodaje, Krystof Komeda, el compositor, sufrió un hematoma cerebral, entró en coma y falleció. Y el gran William Castle, productor, padeció un envenenamiento urémico y amenazas de muerte de toda clase. Sin embargo, Polanski dijo que no se consideraba perseguido por brujas, que le habían perseguido mucho más los católicos.

Hasta el perrito que el director había regalado a su esposa, un diminuto yorkshire terrier, murió cuando fue atropellado accidentalmente por un amigo, Voyek Frykovski, al aparcar en casa de los Polanski.

En El exorcista (William Friedkin, 1973) la maldición fue más intensa. La actriz Ellen Burstyn casi se parte la espalda en la escena en que la niña se está masturbando con un crucifijo. Llevaba un cable alrededor del estómago del que un tramoyista tiraba con todas sus fuerzas. Repitieron la toma hasta que Burstyn se hizo daño de verdad y fue ahí donde Friedkin se quedó contento, cuando por fin pudo captar un gesto de dolor verdadero. Ella arrastró problemas en la espalda el resto de su vida.

El exorcista. Imagen: Warner Bros. Pictures.

El exorcista. Imagen: Warner Bros. Pictures.

Pero lo acojonante es el parte de víctimas que hubo entre los miembros del equipo durante el rodaje: Al actor Max Von Sydow se le murió el hermano. El hijo de Jason Miller (el actor que dio vida al famoso padre Karras) fue atropellado por un motorista que se dio a la fuga y quedó malherido tirado en una playa. Jack MacGowran, otro actor, falleció una semana después de rodar su propia muerte. Y también murió el abuelo de Linda Blair, que puestos a ahondar en la desgracia, fue detenida pocos años después por posesión de cocaína. Antes de darse a la drogaína, cuando iba por la calle después del estreno la gente le preguntaba si realmente era el diablo. Le tenían miedo. Llegó a no atreverse a salir de casa.

Del resto del equipo, un carpintero se amputó un pulgar y un electricista perdió un dedo del pie. En las escenas que se rodaron en Irak, más de diez personas cogieron disentería. La esposa de un ayudante de cámara tuvo un hijo que murió al poco de nacer. El encargado de refrigerar el set de rodaje también falleció y el conserje que cuidaba del edificio fue asesinado a tiros. La gracia viene cuando Palacios comenta que, pese a todo esto, la mayor parte del revuelo que se creó alrededor de la película se debió a haber añadido muy inteligentemente un «basado en hechos reales» en los créditos.

Después vino La profecía (Richard Donner, 1976). El primer día el director, Richard Donner, tuvo un accidente de coche y en el hotel en el que se alojó en Irlanda puso una bomba el IRA. Luego Gregory Peck iba en un avión al que le cayó un rayo. Exactamente lo mismo que le pasó al guionista en otro avión. Y Peck perdió un vuelo que se estrelló sin supervivientes. Aunque dice Palacios que la leyenda negra de esta película se ha fabricado a posteriori un tanto artificialmente.

La profecía. Imagen: 20th Century Fox.

La profecía. Imagen: 20th Century Fox.

Y hay más. En Poltergeist (Tobe Hooper, 1982), Dominique Dunne, la hermana mayor de la niña que se llevan los espíritus a dar un garbeo por el más allá, fue asesinada por su novio. Estaba repasando el guion de V, para la que había sido contratada, cuando la llamó su exnovio, un maltratador, al que accedió a ver por última vez para intentar dejar las cosas claras y no tener que soportar más el acoso telefónico al que la estaba sometiendo. La asesinó.

Cuando llegaron los agentes fue solo para encontrar el cuerpo de Dominique tendido en el suelo, prácticamente sin vida. Sweeney se limitó a decirles: «He matado a mi novia y después he intentado suicidarme» La actriz fue trasladada urgentemente al Hospital Cedars-Sinai de Los Ángeles, donde no llegaría a recuperar la consciencia. Conectada a un equipo de soporte vital, unos días después los médicos certificaron la carencia absoluta de actividad cerebral y la familia dio el consentimiento para que fuera desconectada. Tenía solo veintidós años.

Más adelante vino la protagonista, la niña rubia de doce años, Heather O´Rourke. En 1987, cuando preparaban la tercera entrega de la saga, empezó a sentirse enferma. Le diagnosticaron el síndrome de Crohn, un problema intestinal para el que empezó a tratarse. Al terminar el rodaje, volvió a sentirse mal. En el mismo viaje en ambulancia al hospital sufrió un paro cardiaco y tuvo que ser reanimada. Fue llevada en helicóptero a un hospital de San Diego especializado en enfermedades infantiles. Allí murió durante la operación. Lo que tenía era una estenosis congénita en el intestino. En el primer diagnóstico se habían confundido.

Poltergeist. Imagen: Metro Goldwyn Mayer.

Poltergeist. Imagen: Metro Goldwyn Mayer.

El siguiente en caer fue Julian Beck, el actor de la segunda entrega que se parecía al expresidente del Real Madrid Ramón Calderón. Murió de cáncer antes del estreno. Lo mismo que Will Sampson, el que hacía de indio chamán. Falleció en 1989 después de una operación de pulmón y corazón. Tenía solo cincuenta y tres años. Y pudieron ser más. En la escena de la piscina llena de cadáveres, JoBeth Williams estuvo a punto de ahogarse porque los esqueletos, que por cierto eran de verdad, se le enganchaban en la ropa y la hundían En otra ocasión, si no es por el productor, Spielberg, contaríamos con otro muerto. Le salvó la vida a un niño actor en pleno rodaje. Es mi escena favorita de este libro:

Durante la escena en que un juguete con forma de payaso cobra vida e intenta estrangular al pequeño de los Freeling, encarnado por Oliver Robbins, un fallo en el mecanismo del muñeco provocó que sus brazos quedaran firmemente aferrados a la garganta del actor, impidiéndole respirar. Pensando que estaba haciendo una interpretación excepcional, el director siguió rodando, hasta que se dieron cuenta de que algo iba muy, pero que muy mal. Al parecer el propio Spielbreg, quién si no, tuvo que intervenir, consiguiendo separar el muñeco del niño justo a tiempo para evitar que la escena de ficción se convirtiera en diabólica realidad.

Tampoco está mal la maldición de toda la saga de Superman, tanto en televisión como en el cine. Al primer actor que lo interpretó, Kirk Allyn, le despidieron cuando pidió un aumento de sueldo. Al segundo, George Bessolo aka George Reeves, se lo encontraron muerto con un disparo en la cabeza, nunca se supo si fue un suicidio o un asesinato. Aunque llevaba tiempo «maldito», es decir, atrapado en el traje de Superman, sin conseguir otros papeles y deambulando por rings de lucha libre haciendo el ridículo con la capa roja y el traje azul por cuatro duros.

Y qué decir del tercero, Christopher Reeve, que se cayó de un caballo en 1995 y se quedó tetrapléjico. Además, a los dos años de morir, en 2004 por una úlcera, lo hizo su mujer de cáncer. Y a Margot Kidder, la guapa Lois Lane, le diagnosticaron problemas mentales y se la encontraron desnutrida en un callejón al borde de la inanición. Durante el rodaje de la primera se produjo el famoso apagón de Nueva York. El director de fotografía, Geoffrey Unsworth creyó que lo había causado él al conectar un foco de su equipo a una farola pública. Por cierto, murió antes del estreno. Algo que tal vez se explique porque había empezado a trabajar en Tess, de Roman Polanski.

Superman. Imagen: International Film Production.

Superman. Imagen: International Film Production.

Ni siquiera les fue bien a los creadores del superhéroe, que no vieron un duro generado por el éxito de Superman —cuando se lo vendieron a DC tuvieron que renunciar a todo—. Solo lograron ser indemnizados por la aparición de Superboy. Fueron despedidos de DC y, de propina, el dibujante, Joe Shuster, se quedó ciego y murió en una residencia de ancianos en la que vivía acuciado por las necesidades.

Pero la palma se la lleva El cuervo (Alex Proyas, 1994). El protagonista, Brandon Lee, era el hijo de Bruce Lee, que ya murió en extrañas circunstancias tras una migraña para la que se tomó un medicamento que resultó fatal.

Había sufrido un par de meses antes un desmayo mientras trabajaba en el doblaje de Operación dragón, en los estudios de Hong Kong. Trasladado al Hong Kong Baptist Hospital le había sido diagnosticado un edema cerebral, consiguiendo bajarle la congestión administrándole los medicamentos adecuados. Tras la autopsia pedida por sus familiares, se descubrió que el cerebro de Bruce Lee presentaba una muy seria inflamación, que había aumentado su tamaño en casi un trece por ciento más de lo normal. Donald Teare, forense recomendado por Scotland Yard para el caso, llegó a la conclusión de que el fallecimiento había tenido lugar debido a una reacción alérgica al meprobamato, el relajante muscular contenido en el equagestic tomado por el actor para combatir su dolor de cabeza.

El cuervo. Imagen: Miramax.

El cuervo. Imagen: Miramax.

Además, la historia de El cuervo ya venia maldita también por otra línea, porque su creador en cómic se inspiró en la muerte de su novia, atropellada por un conductor borracho. Durante el rodaje, un carpintero se electrocutó y se lo llevaron al hospital con el 90% de su cuerpo quemado. Un trabajador se atravesó la mano con un destornillador. Un escultor de efectos especiales se volvió loco y entró en el plató con el coche arrasando con todo. Un publicista tuvo un accidente de circulación. Una tormenta destruyó todos los decorados y, finalmente, la mayor desgracia recayó sobre el hijo de Bruce Lee. Tenían que dispararle en una escena y por error la pistola contenía balas de verdad. Muchas veces se utilizan para planos en los que no se dispara a nadie, para que la detonación sea lo más real posible. El actor falleció y la película tuvo que terminarse sin él mediante modernas técnicas con las que lograron suplantarle. Por supuesto, al conocer esta historia, el público abarrotó las salas en gran parte por el morbo de ver la escena del disparo. Una muerte real. Pero nunca se vio. La policía la guardó como prueba y no se hizo pública. Lo habré dicho ya como cien veces, pero nunca me cansaré: la realidad supera a la ficción porque la realidad no tiene por qué esforzarse en parecer real. Este libro lo certifica.

Jesus Palacios. Foto cortesía de congresonegro.com.

Jesus Palacios. Foto cortesía de congresonegro.com.

La entrada Leyendas negras de película aparece primero en Jot Down Cultural Magazine.

Morfi Grei: «En Londres fueron los Sex Pistols, en Nueva York los Ramones y en Barcelona, la Trapera»

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Morfi Grei para Jot Down 0

Para muchos de los que fuimos adolescentes en los noventa, La Banda Trapera del Río fue el grupo de punk más importante del país, los pioneros, con los que empezó todo, pero también el grupo que nunca habíamos escuchado. Era imposible. No fue hasta que llegaron las reediciones de Munster e incluso hasta el Napster y el Soulseek cuando la mayoría por fin pudimos apreciar la crudeza de aquellas letras y los riffs de alto octanaje del Modes, uno de los mejores y más singulares guitarristas que jamás hemos tenido. Al final a la Trapera le ha hecho justicia un documental, Venid a las cloacas de Daniel Arasanz, y un libro, Escupidos de la boca de dios, de Jaime Gonzalo. Su biografía, como la de sus discípulos Eskorbuto, fue un fogonazo. Una vida como un suicidio. Pero si no hubiera sido así, no habrían firmado esas canciones y esas letras. La música en aquel tiempo no era un ejercicio de estilo, no era como hacer deporte, era real. Morfi Grei, el cantante, puso voz a la ciudad satélite. Ahora sigue viviendo en Cornellá. Nos recibe mientras termina su programa de radio en la emisora local y nos lleva de tournée por los bares que frecuenta en el barrio.

Naciste en Melilla, ¿cómo es que acabaste en Cataluña?

Mi abuelo Tirso era mecánico. Cuando empezaron a llegar los primeros coches Ford, él montaba las carrocerías en Melilla. Luego mi padre siguió trabajando allí. Para mí fue muy interesante vivir en una ciudad con cuatro religiones, la hindú, la judía, la católica y la musulmana. Ser un niño colonial te marca. Estudié en el La Salle El Carmen, al lado justo estaba la legión. El Tercio Gran Capitán primero de Melilla. Cuando por allí se acabó el negocio de las minas, mi padre decidió irse a Barcelona. La verdad es que se tenía que haber quedado, le habían ofrecido una cosa en Rabat que funcionó y si la hubiera aceptado yo no estaría ahora aquí, pero sería un millonario de la hostia. Aquí, primero estuvimos en Hospitalet y luego nos mudamos a Cornellá. Cuando me vi aquí con estos pedazo de edificios me quedé… «Madre mía, ¿pero esto qué es?». Y luego la gente, ¿en qué hablaban? [risas] Me parecía todo muy gracioso.

¿Por qué el mote de «Morfi»?

Unos hippies de aquí de Cornellá me lo pusieron. Había que hacerles caso porque eran los que sabían. Uno me dijo: «Tú serás Morfi». Y Morfi fui. Resulta que uno de su pandilla se llamaba Morfi y se había ido a Venezuela, de donde por cierto volvió millonario, y le echaban de menos, así que me llamaron a mí como a él.

¿Era tan duro el ambiente en este barrio como comentasteis en algunas entrevistas?

Decíamos muchas cosas para asustar a la prensa. Teníamos que ir diciendo burradas para que nos hicieran caso. Esto era el cinturón rojo industrial, aquí mandaban las Comisiones Obreras y el PCE. Las asociaciones de vecinos también estaban muy presentes porque eran el extramuros de los partidos políticos de aquella época, trotskistas y tal. Yo era de las juventudes del PSUC.

Hombre, habéis salido en una exposición del cine quinqui recientemente.

Sí, pero dentro del mundo carcelario todos esos elementos no estaban bien vistos. Ni el Vaquilla, ni el Torete ni ninguno de esos. No eran kíes ¿sabéis lo que quiero decir? [se señala la lengua] Largaban. Estaban marcados. Pero yo odiaba la rumba, tío. Se puso de moda en todos los bares el Bambino y la María Jiménez o Los Chichos y Los Chunguitos, pero también había heavy, los Saxon y tal. ¿Y tú sabes lo que era aguantar a la gente dando palmas cantando «libre, libre quiero ser» y luego seguir igual, dando palmas, pero cantando «Highwaaaay to heeeell»? Todo el rato sin parar de dar palmas, incluso para hablar entre ellos. Todo el rato así toda la puta gente. Lo odio, de verdad.

Uno de los primeros conciertos que viste fue de Queen, dijiste que te parecieron «una lacra».

No me gustó, tío. Los que sí que me molaron fueron Redbone, uno de los primeros grupos que vi, que eran todos indios. Y el primer concierto de Lou Reed en Barcelona. Hablaba el otro día de este concierto con Bertha, la de la revista Popular 1, que la entrevisté en mi programa de radio. Nunca olvidaré la imagen de aquel día de Lou. Salió con su pantalón pitillo doblado, con botines, camiseta negra y camisa roja. Una Gibson SG en las manos y empezó con «Sweet Jane»… Yo tenía quince o dieciséis años. Fue acojonante. Gay & CO traía muchos grupos y nos metía gratis a todos nosotros. También me encantó el de Dr. Feelgood con Wilko Johnson. De todas aquellas giras aprendí mucho.

Morfi Grei para Jot Down 1

Cuando empezabais a tocar la guitarra por aquí, por el barrio, dices que había que cantar en catalán o en español porque los que lo hacían en inglés no ligaban.

Pero ahora, años después, los que ligan son los que cantan en inglés [risas]. Mira, nosotros lo único que queríamos era librarnos de currar en la fábrica. El Tío Modes solo trabajó un mes en una imprenta. Ese es el único tajo que vio en toda su puta vida. Yo empecé a currar con catorce años en una ferretería industrial. Recuerdo que el encargado me enseñó a cagar «en bocadillo». Es decir, colocabas el papel como doblado, hacías caca encima y lo recogía todo. En ese curro precisamente fue donde aprendí catalán. Me interesaba mucho aprenderlo.

Sin embargo, un día, cuando ya tenéis el grupo montado, vais a reíros de los obreros viendo cómo entran al metro para ir a currar a las seis de la mañana.

Fuimos a reírnos de nuestros padres pero se nos cortó el rollo. Íbamos de ácido y cuando yo vi a mi padre meterse en la boca del metro para ir a currar… Es que es de imbéciles hacer lo que hicimos. Mejor que no experimentéis nunca lo que sentí. Íbamos de LSD, que ves las cosas distintas y muy distorsionadas. Me avergoncé mucho. Juan y Modesto no, que iban muy ciegos [risas].

Vuestra primera canción fue «La Regla».

Hace poco salió en la revista Rolling Stone en la lista de las doscientas mejores canciones del pop y del rock español. Me la pusieron en el número cincuenta y dos. Es mucho, ¿eh? Una mierda de canción como esa en el número cincuenta y dos. La letra va de que en aquella época las mujeres tenían que ir con mucho cuidado con embarazos de penalti. «La regla» no era más que una canción informativa. Trataba sobre la propia libertad de las mujeres, sobre las chicas y el sexo, porque en esos años cuando a una niña le llegaba la regla su madre la tenía que apartar de su pandilla para que nadie la preñara. La verdad es que terminé odiando esa canción de tanto ensayo. El otro día llamé a Johnny Burning a ver qué tal estaba y me dijo que se estaba yendo a ensayar. Joder, qué moral. Ensayar, ¡qué coñazo tío!

Os vestíais con lo que pillabais en cubos de basura.

Cogíamos todo lo que veíamos en la basura que nos pudiera servir, sí. Pero fue al principio. Luego nos vistió la que fue mi mujer, una brasileña guapísima de la que me enamoré, que era cultísima y me enseñó quiénes eran Baudelaire o Truman Capote. Yo no era un inculto, pero que te abran un mundo así fue maravilloso. La verdad es que sigo enamorado de ella. Se llamaba Dores y cogió un día y dijo: «Esto se ha acabado, hay que vestirse bien». Nos puso firmes. Entonces empezamos a ir con pantalones de cuero y eso. Si había que pillar unos pantalones de cocodrilo de trescientas mil pesetas, pues ese pillaban, ¡y a tomar por culo! ¡que soy una estrella del rock! Venga a soltar pasta y pasta y así se nos fue mucho dinero. Pero yo todo lo que venía quería gastarlo para mejorar la imagen que teníamos, hacer promoción. Juan y Modes se quejaban. Fíjate que a veces viajaban las mujeres y el fotógrafo del grupo en avión y nosotros en coche. Pero mira ahora. ¿Qué os parecen las fotos del libro Escupidos de la boca de dios? Son cojonudas porque Savador Costa estaba allí. Años antes, su primo Jordi Valls le llamó desde Londres y le dijo que allí estaba pasando algo: el punk. Se fue para allá e hizo el libro de fotos que le editó Star y después se nos acopló y estuvo cuatro años sacándonos fotos, todo el día sin separarse de nosotros y el resultado ha merecido la pena casi cuarenta años después.

Tocabais en mítines comunistas.

La primera actuación de la Trapera fue en noviembre de 1976 en Cornellá en el homenaje a la Odina, una comunista que había muerto en la Guerra Civil. Una mártir. Estábamos muy influenciados por todo ese ambiente político. Aquí empezaron las primeras huelgas del Bajo Llobregat y hubo momentos muy potentes. Y luego nuestro manager no sé cómo se las arregló pero nos puso de teloneros de Dolores Ibarruri cuando vino de París. Yo la vi y le toqué las manos, que es como tocárselas al Che Guevara. Hicimos nuestro concierto, nos vieron y dijeron que éramos muy simpáticos, así que también nos colamos en el cartel de la Fiesta del PCE en Madrid. Un millón de personas había ahí metidas. Y fue el momento que elegí para empezar a tocar los cojones. Me eché por encima un cubo de zumo de tomate y harina. Así embadurnado y con unas bragas en la cabeza canté «La regla». Les dejé el escenario a Víctor Manuel y Ana Belén hecho un asco para que cantaran todo eso de lo enamorados que estaban el uno del otro.

Pero a esos conciertos comunistas ibais con… esvásticas.

Era Juan, el batería, pegando el cante, todo por hacer el idiota y llamar la atención. Lo único que quería era privar cerveza y pasárselo bien, que saliera con esvásticas era por el puro gusto de provocar.

Morfi Grei para Jot Down 2

También tocasteis en las famosas Jornadas Libertarias de la CNT en el 77.

Hubo un discurso de Federica Montseny y solo recuerdo que nos lo pasamos muy bien. Yo iba vestido con corbata y los que había ahí, que no eran anarquistas, eran la Barcelona liberal; eran montones de gais, todos los del cómic, el Nazario, el Mariscal y estos. Fue una época de Barcelona gloriosa aquella. Estaba el Ajoblanco, El Víbora, el Disco Express, la Star. Todo estaba en Barcelona. Todo era muy cosmopolita y guarrihippie, pero se jodió con el nacionalismo. Aquí teníamos todas las discográficas y según entró Pujol se marcharon. Barcelona se quedó pobre. Teníamos a la EMI, la CBS, Movieplay… todas. Pero se fueron por una serie de criterios culturales que impuso Pujol. Ahí fue donde Barcelona se quedó un poco coja.

Y estuvisteis en el cartel del primer festival punk que se hizo en España.

Ahí estuvimos con Peligro y Ramoncín. Lo petamos. En Londres fueron los Sex Pistols, en Nueva York los Ramones y en Barcelona, La Trapera. Ramoncín ya tenía el contrato con la EMI firmado y le dieron un millón de pesetas. Pero nosotros marcamos la diferencia entre unos y otros. Volví a salir con mi zumo de tomate y mi harina y dejé el escenario pringando. A Ramón por el contrario le hicieron famoso la Mercedes Milá y estas. Pero oye, tampoco lo tuvo fácil, ¡eh! Que no había cultura de rock and roll en este país y se lo llevaban a tocar en carteles con Fernando Esteso y María Jesús y su acordeón, salía después de ellos y la gente le tiraba de todo. Por otro lado, a Juan no le gustaba el rollo del punk. Decía que él no lo era, que no era una ferretería ambulante. Era para decirle: «¿Eres tonto? ¿No ves que esto te va a dar dinero y fama?». Nosotros estábamos antes de que llegara el punk, pero cuando apareció ese espíritu encajaba perfectamente en lo nuestro.

¿Cómo llegasteis al sonido «trapero»?

Modes y Juan con la Trapera se lo curraron que no veas. En nuestro histórico local, que era como la Factoría de Andy Warhol, se curraron las primeras canciones encerrados días y días. Fue impresionante. Modes tocaba flamenco y blues que te cagas, pero de repente él solo se sacó ese sonido. Y cada vez quiso más potencia. Pedía Marshall siempre. Fue inseparable de ese ampli. Cogió el hard rock de los Led Zeppelin o los Deep Purple y lo aceleró. Luego le pusimos nuestras letras, Juan escribía unas impresionantes, como «Eunucos mentales», «Confusión» o «Curriqui de barrio», y de eso vivíamos.

Otra letra de Juan: «Nacido del polvo de un borracho y el coño de una puta».

Juan era lampista. Hacía trabajos en el barrio chino y conocía a toda esa gente, el lumpen. De ahí le vino la idea. Es muy buena letra.

De todas formas, tú sí que conocías el Funhouse de los Stooges.

Aquí había una discoteca que se llamaba Tanicos y el pinchadiscos ponía Boney M y cosas así, pero de repente cortaba el rollo y te ponía el Funhouse a todo meter. Ahí lo escuché. Luego había otra discoteca que era la Batusi, que el dueño era gay pero ponía todo rock. Ahí escuché el glam y a los grandes. Eran los tiempos de Licor 43 y menta.

¿Eran los tiempos de los «curriquis de barrio» de vuestra canción?

Un «curriqui» era un trabajador. Un chico obrero, algo quinqui, que trucaba las motos. Una especie de adefesio social, pero eran muy interesantes por cómo se lo curraban con las motos. Era un tipo de tío que existió en la época tranquila, cuando no había heroína, ni siquiera porros. Pero nosotros no éramos curriquis, eh, nosotros éramos pijos. Antonio Miró, el modisto, me dijo que Malcolm McClaren, el manager de los Sex Pistols, estaba dirigido por Vivienne Westwood, que tenía una tienda y también era diseñadora. Así era. El punk es un movimiento elegante. Nosotros una vez dimos una rueda de prensa en un sex shop a la que vino todo el mundo mediático y Toni Miró le dijo a nuestro productor, a Carlos: «Tú déjamelos». Y nos hizo la famosa foto en la que vamos todos con sus trajes. Eso era punk.

Además, lo que trajeron los Ramones o los Sex Pistols, aparte de una nueva forma de vestir, fue un estilo de música difícil de superar a día de hoy. Y tocaron tanto los cojones que los Rolling Stones se enfadaron y tuvieron que sacar el Some Girls, uno de sus mejores discos. Fue un revulsivo para todo, para que surgieran grupos como The Cure o para el heavy metal. El punk no fue una cosa de guarros. Aunque en nuestro caso, nosotros, como se dice, éramos demasiado punk para los heavys y demasiado heavy para los punks.

No obstante, hubo una época en la que estuvimos censurados, en el 77, y solo pudimos ir a tocar al País Vasco, con los movimientos de Herri Batasuna y todo eso. Nos llevó Javier Granja, que había traído a Whitesnake, y flipó con la Trapera. Tocamos en Gallarta, en el campo de fútbol del Barakaldo, y metimos la semilla del punk allí. Dimos unos conciertazos de la hostia, tengo grandes recuerdos de la margen izquierda. Desde entonces se empezaron a ver por allí los Eskorbuto y todo eso, que sí que eran punk radical. Nosotros estuvimos antes, sin ser eso, pero influimos. Fíjate cómo serían nuestros directos que una vez le llegó un señor a Juan al bar y le dijo «¿Cuánto había que pagarles por tocar mañana, cuarenta mil pesetas? Pues tome, aquí las tiene, pero no vengan por favor». ¡Nos pagaban por no tocar!

Morfi Grei para Jot Down 3

También había pastilleros en aquellos tiempos.

Se metían benzodiazepinas, reinoles y anfetaminas, todo eso. Pastillas de farmacia. Y eran gente desagradable, que se le caía la baba. A nosotros no nos gustaban. Nosotros éramos una especie de pijos en el barrio, el padre de Juan tenía una fábrica de televisiones, toda mi familia era militar, no estábamos para ese rollo. Luego, eso sí, cuando en la segunda gira de la Trapera descubrimos la Ruta del Bakalao nos quedamos… Tocamos en una mierda de local y vino un tío luego y dijo: «Tómate esto». Joder. Recuerdo que estábamos en una explanada en Valencia gritando «Uuoooh, ¡pero qué es estoooo!». Qué impacto fue todo aquello de las drogas de diseño.

«Ciutat podrida» es de Esther Vallés, la poeta, que por lo visto en la biografía se confunde con otra Esther.

Había dos Esther. La que colaboró con nosotros escribiendo letras, también conmigo cuando fui en solitario, y otra Esther que se fue con Pepe el Holandés, un tío que acabó muerto a tiros. Esta venía del rollo político, se hizo novia de un gánster, se hizo también yonqui y acabó muerta, evidentemente. «Ciutat Podrida» son tres acordes, es muy básica, muy Lou Reed. Es también un himno atemporal, no hay una referencia al 77 ni al 80, sigue vigente. «Ciudad podrida, me traes la noche y el miedo, ahora que estás dormida, las calles están llenas de fuego, quiero salir de este infierno, donde el grito de los perdidos se olvida, este es el momento en el que se ha perdido la vida, ciudad podrida». No solo vale para Cornellá, se puede aplicar a todas las ciudades del mundo.

Del rollo layetano, el progresivo, jazz rock y todo eso, ¿qué piensas?

A mí todos esos grupos me tocaban los huevos, pero uno también tiene que ser un caballero. Hace poco coincidí con los de la Companyia Elèctrica Dharma y les dije que estaba encantado de conocerlos. Hice las paces con la historia.

Y con los otros grupos, ¿se notaba, por ejemplo, la frontera entre rockers y punks?

Todo eso es literatura. La gente quiere barro, sangre, literatura yonquil y se quedan esas historias, pero en realidad nos llevábamos muy bien. Cuando Víctor Jou dejó Zeleste y vino a programar los conciertos uno de Valencia que trajo toda la nueva ola, a Alaska, a Johnny Thunders, a los Brighton o a los Siniestro Total, yo igual era un poco mayor para esa generación, pero me encantaba todo lo que hacían. Nosotros íbamos a sus conciertos y ellos a los nuestros. Con Decibelios, por ejemplo, me he ido de gira hace poco.

De todas formas, la Trapera era un poco así, no salíamos del barrio. El Tío Modes se ponía «Ozú, ¿ahora ir a Barcelona?». Por Barcelona generalmente fui yo el que más se movió, especialmente en mi época de yonqui, o con mi disco en solitario La losa, pero esto ya fue después de la Trapera. Por otro lado, Víctor Jou también nos llevó a Zeleste en su día. Hicimos cuatro noches, con una rueda de prensa en la cual vomité sin querer sobre Ramón de España. Fue muy bonito tocar en un sitio donde no se nos estaba permitido a los chicos de las ciudades dormitorio como nosotros. Aunque fueran solo cuatro fechas, lo consideramos un gran éxito, porque estuvimos allí con toda nuestra gente, los atracadores, los amigos…

Se dice que la troupe que os acompañaba a todos vuestros conciertos formaba parte de vuestra imagen.

Eran nuestros guardaespaldas. Gente del barrio, especialistas. Se nos metió en la cabeza, por culpa del LSD, la paranoia de que nos podían pegar. Por eso venía toda esa gente con bates y cuchillos. Solo actuaron una vez, en San Cugat, en un concierto de homenaje a Santi Arisa [risas]. Íbamos hasta arriba de ácido, el Tío Modes empezó con «Curriqui» y me dio la paranoia de que me había insultado alguien del público, cogí el palo de micro y ¡zaca! en los dientes. Dije: «Ahora os vais a enterar, me voy a pegar con todos vosotros». La que se lio. Pero lo mejor de todo es que en medio de la pelea brutal, había un personaje que no se había enterado de lo que pasaba, era el Tío Modes que seguía tocando como si nada [risas]. Otro día estábamos tocando «Misógino», que es muy larga, empezó el Modes a hacer el punteo, y lo alargaba, lo alargaba, Juan y yo mirándonos como diciéndonos «A ver si para ya, ¿no?». Yo haciendo el idiota para el público mientras, hasta que me acerqué a él y le dije al oído «Modes, ya» y él contestó «¿En qué canción estamos?» [risas]. Ni cuando fuimos teloneros de Ian Gillan supo nunca en qué canción estaba ¡en todo el concierto! Pero bueno, no se daba cuenta pero era muy elegante [risas].

Movieplay tuvo interés en vosotros, pero al final fichó a Tequila.

Nos dijeron que cambiáramos las letras de las canciones. Dijimos que no y ellos: «Pues fichamos a Tequila». Menos mal que apareció Belter por ahí y con ellos pudimos hacer el primer disco.

¿Qué recuerdos guardas de vuestra actuación en Canet Rock?

Hubo dos Canet, uno muy hippie y otro que dirigió Pau Riba, al que fuimos nosotros con Nico, Blondie y Ultravox. Me contó el otro día Pau que cuando le dijo a Nico que se viniera al festival apareció un mes antes y se quedó en su casa, donde estuvo todo el mes metiéndose picos, ya ni en vena, pinchazos intramusculares. Y decía Pau: «¿Tú te crees?». Y yo: «Hombre, tú tampoco estabas en muchas condiciones, Pau» [risas]. Y Debbie Harry, en el festival se mamó un litro de coñac, creo que Soberano, e iba tan borracha que se puso a cagar en una esquina. Los camerinos eran roulottes y Juan hizo mucho negocio, porque se puso a vender a todo el mundo tabletas de chocolate que se había llevado. Nosotros salimos de madrugada a tocar, muy tarde. Fue un desmadre muy grande, Pau fue incapaz de poner control. La gente se colaba, el propio Pau estaba con un colocón que te cagas. Pero menudo festivalazo fue. Nada que ver con el último Canet que han hecho ahora, eso ha sido una mierda pinchada en un palo. Con los señores de La Trinca, la mafia catalaneta. Llamé y dije que tenía derecho a tocar y me contestaron «Espere un momento, vamos a ver…». Al final nada. Quería hacer mi bolo y ganar mi dinerillo. Pau fue y no le querían pagar…

Morfi Grei para Jot Down 4

En aquella Barcelona hubo también unos años de liberación sexual, ¿la vivisteis?

Mira, tú en el Nou Camp pones a cien mil tías abiertas de patas sin bragas y me sueltas a mí por la tribuna caminando y sé localizar el coño de mi mujer por el olor. O sea, que no. De groupies y todo esto, nada. Queríamos mucho a nuestras mujeres, que eran chicas muy interesantes. Yo me eché una novia brasileña muy pronto, mi primera mujer, me enamoré de ella y vivimos cinco años juntos. La primera mujer de Juan fue Isabel, que era la esposa de un mafioso llamado «El Chato». Juan se enamoró de la mujer de este hombre y el gánster, que le podía haber metido un tiro, dijo «si ellos están bien, yo no tengo nada que hacer». Y le regaló a Juan cinco kilos de chocolate para que se buscara la vida y empezara a ganar dinero. Eso es honor, tío. Y os cuento esto porque nosotros no hemos follado. Siempre íbamos con las parientas. Y Modes se echó a una chica de San Sebastián, Itziar, que era manager. Se hicieron muy amantes. Él decía que estaba enamorado, pero la que realmente lo estaba era ella. Esta chica, por cierto, estaba un día cenando con Gregorio Ordóñez y María San Gil cuando entró un menda de ETA en el restaurante y sin decir nada, con una servilleta en la mano, le metió un tiro a Gregorio Ordóñez. A Itziar se le quedó grabada la imagen de cómo le reventó la cabeza delante de ella. Fue muy duro. Modes no sabía casi leer y le teníamos que leer las cartas que le enviaba Itziar en voz alta. «Modes, te quiero», que «por encima de toda mi vida…» y todos riéndonos mientras. En fin, que yo solamente una vez ligué, en la segunda gira de la Trapera, en Granada. Me llevé a la chica a casa tranquilamente, me fui a mear después de aquello y Juan, que no sabía ni se podía imaginar que yo había ligado, se pegó un susto cuando la vio, gritando «¡Pero qué hace esta persona aquí!». Para que veas lo poco que ligábamos [risas].

¿Cómo recuerdas la entrada de la heroína en los barrios?

Al principio los porros eran algo muy inocente, luego entró la heroína a saco y esa cosa tan simpática llamada sida. Tengo suerte de estar aquí, he tenido mucha suerte en la vida, porque yo estuve compartiendo jeringuillas con amigos del barrio sin saber qué podía pasar. Ahora, de hecho, estreno una obra de teatro, Memorias de un yonqui, algo muy pedagógico, porque todo el mundo oscuro de la heroína se ha quedado ahí, pero es muy literario, es una tragicomedia. Así que ya te digo, la heroína vino de golpe, no sabíamos ni lo que era. Nos la metíamos y de repente nos daban unos monos que te cagas. También con ella aparecieron las pistolas, porque antes los quinquis eran personas con poco cerebro, que pegaban sus palos, pero cuando apareció la heroína también subió el calibre de las armas y cambió todo. Todos esos inframillonarios que vendían costo se engancharon al jaco y palmaron de sida.

Hace tiempo dijo Monedero eso de que la metió la policía en el País Vasco, algo habría, yo qué sé. Pero en mi experiencia te puedo decir que giramos por toda España en esas fechas y aquello estaba en todas partes. No veas la que había en Galicia, en Andalucía o en Madrid. No era solo el País Vasco. Fue un problemón muy gordo en todas partes. Sobre todo por la desinformación. Pero oye, curte ser un yonqui. Yo te miro a ti ahora y sé lo que estás pensando o no, pero un yonqui, que es el animal más salvaje que hay en la Tierra, tiene un sexto sentido. Cualquier yonqui entra en un bar y sabe quién está, dónde, qué hay, qué no hay, qué se cuece.

Javier Granja, el que nos llevó a tocar a Bilbao, se enganchó a la heroína mucho. Una vez iba en un tren y se tiró en marcha porque le perseguía la policía, acabó en el hospital destrozado. Otra vez vino a mi casa con un menda de ETA… Al final estaba tan enganchado que iba un día solo por Barcelona, a pillar a su aire, y murió de un palizón que le dieron. No se sabe por qué. La familia no quiso saber nunca nada.

El primer disco lo grabasteis en tres días.

Había un ambiente de jovencillos que no se enteran de nada. En el segundo ya sabíamos más cómo iba la cosa. El primero es muy mítico, pero el sonido es muy limpio. Es lo que había, no pasa nada.

Morfi Grei para Jot Down 5

¿Cómo visteis la Movida madrileña?

Con envidia. Era la época en que el PSOE se gastaba toda la pasta en unos cachés acojonantes y nosotros aquí en Cataluña pringando sin ver un puto duro. Se lo comieron vivo todos, hasta el Loquillo se fue para allá y la Trapera se quedó bastante olvidada. Decidimos separarnos. Creo que nos hemos separado unas cinco veces, es un cachondeo.

Tocasteis en la mítica discoteca M&M de Madrid.

Tocamos cuatro noches. Ya teníamos el disco, pero como el promotor no lo veía claro le dijo al de la discoteca que nos quedáramos a dormir ahí. No veas qué movida. El camarero era gay e iba detrás de Juan. La Alaska apareció por ahí, que eran chavales muy simpáticos. Fueron cuatro noches durmiendo en una discoteca, una gran experiencia, encendíamos todas las luces, teníamos todo el alcohol. Lo pasamos muy bien.

Por cierto, en algún bolo llevasteis travestis.

En el segundo cumpleaños de la Trapera, en la sala Tabú, me inventé dos travestis que se llamaban Greta y Charlie. A todo esto, no estaban depilados en aquella época. Óscar Aibar va a hacer una película de esa noche, ya ha pillado un guionista. Fue nuestra noche álgida como grupo.

Normalmente, los grupos de vuestra época se quejan de que no siempre cobraban por tocar. Johnny Burning dijo en Jot Down número 7 que a veces hasta se reían de ellos con la Guardia Civil delante y se volvían sin un duro muertos de impotencia.

La Trapera siempre ha cobrado. Juan era muy buena persona, pero era un asesino. Si íbamos a un festi, se pinchaba y no había dinero, él llegaba, te cogía por la cabeza y te decía: «ya estás sacando el dinero de la barra». Siempre cobrábamos. En Vallecas una vez asaltaron el pabellón deportivo donde actuábamos, no pagó nadie, se colaron, y se llevaron la batería de Lone Star, sin embargo, después de nuestro concierto, que fue la hostia, la gente hizo una colecta para pagarnos.

¿Qué le pasó al segundo disco que se quedó sin salir?

El Guante de guillotina era un gran disco, pero se quedó ahí medio trabado. Modes y Juan se enfadaron mucho conmigo cuando estábamos componiendo porque empecé a escribir letras surrealistas. Fuimos a grabar a unos de los mejores estudios de España aquí en Barcelona, pero nos pusimos a grabar sin tener el contrato firmado con Discophon, que era el sello que vendía a Antonio Machín y Manolo Escobar. Y al tío que era nuestro contacto en la discográfica, Toni Grau, le echaron. A este tío le llamábamos «el Molinillo» porque tenía todo el catálogo de Fania All Star, la salsa de Nueva York. Luego se hizo camello a lo bestia. Yo entré en su casa y tenía la habitación llena de bolsas de coca, fardos por todos los lados. Le cogieron con cinco kilos encima. Es que este tío iba a las discotecas en Rolls Royce. Y de la pasta que tenía, se ponía a dar la nota, a molestar a la gente en la pista de baile tirándoles ¡piedras de coca! El camello no debe consumir [risas]. Fui a verlo a Carabanchel y el tío llevaba el economato [risas].

La historia es que cuando fuimos a firmar para sacar el disco, la cagué. Me metí un speedball antes de ir a hablar con el tío y llegué en plan «soy una estrella del rock». Me dijeron que el directivo estaba reunido, y me colé. Con los ojos a la virulé entré en su despacho y le dije: «Quiero que me recojan en coche, que me vistan con ropa de tal tienda, quiero, quiero, quiero». Y dijo: «No sé si será posible». Total, que nos fuimos y el Guante de guillotina se quedó sin firmar. Estuvo mucho tiempo por ahí perdido. Entonces, cuando Toni Grau cayó por tráfico de drogas y le metieron en Carabanchel, empezó a deshacerse con los gitanos de todo lo que tenía para saldar deudas, como la Fania All Star, y en medio estaba nuestro disco, que no se había dado ni cuenta. Eso se lo llevó el sello Horus y acabó saliendo mucho después, pero salió.

Morfi Grei para Jot Down 6

¿Y qué pasó en Almansa, que se acabó allí la primera época del grupo?

Un carpintero, que nos había hecho una tarta de madera para que saliéramos todos del pastel en el escenario, nos hizo también una guillotina para presentar el segundo disco. Fuimos a Almansa, secano puro, donde no debe llover más de dos veces al año, y justo nos pilló una tormenta que inundó el campo de fútbol. Recuerdo ver la guillotina por ahí flotando. El caso es que nos tuvimos que quedar y hacer noche para actuar al día siguiente, pero yo solo me había llevado heroína para un día. Me dio un monazo en medio del pueblo que no te lo puedes ni imaginar. Me puse a buscar codeína y cosas guarras por las farmacias. Un infierno y todo por no ser previsor e ir con la heroína justa. Lo pasé fatal. Al final, conseguí unos supositorios y me los fui metiendo por el culo en mitad de la plaza del pueblo gritando «¡A la mierda el alcalde!». Me volví loco, pero por el monazo. No llueve nunca y va y lo hace ese día.

Os pudo fichar CBS antes de eso.

Dijeron que les interesábamos mucho, pero que yo tenía que tomar clases de canto. Cuando me vinieron con eso les mandé a cagar y no nos contrataron.

¿Qué hay de los miembros del grupo que lo fueron dejando?

Uno de los primeros guitarras fue Carlos Motos. Era una de las primeras personas de Cornellá en tener una guitarra eléctrica que le habían traído de Estados Unidos. Tenía una tienda de discos, se arruinó y se volvió loco. Un día le vi haciendo un belén para Navidad y le dije que si quería tocar con la Trapera, pero su paso fue breve y no tuvo mayor trascendencia. Otro fue el Rockhita, de nombre Emilio. A este su padre le pegaba por tocar en el grupo y luego se hizo policía nacional. Se había enamorado de una tía que era secreta de la policía, por lo visto. Y este fue el que le enseñó a tocar la guitarra a los Estopa, no el Tío Modes, fue el Rockhita, que su padre le pegaba con dieciocho años que tenía por tocar rock and roll. Y luego estaba el Montoya. Todos nuestros bajistas se volvieron locos. Juan, Modes y yo nos libramos de la mili, yo por pies planos, pero Montoya no. Y en la mili te destrozaban la vida si eras artista. Montoya le dio de hostias a un mando, a un capitán, y le metieron dos años de cárcel militar. Se volvió loco. Ahora es esquizofrénico. Está todo gordo, con la medicación. Recuerdo cómo venía de León de la mili, lleno de callos por el frío, todavía no sabe liar ni porros de cómo se le quedaron las manos.

A mediados de los ochenta, haces la reflexión de que es más fácil hacer dinero con el tráfico de drogas que con la música.

Juan cerró su cervecería y montó conmigo un bar. Yo quería ganar dinero, pero los camellos de Cornellá dijeron que yo era el peor traficante que habían visto en toda su vida. Un desastre. Eran los tiempos de la Brigada Antidroga de Cornellá, tíos muy peligrosos que estaban todo el día haciendo redadas. Había uno que se llamaba Búfalo que era un menda chungo que te cagas. O el comisario Olea que era de Melilla y por eso nunca me hizo nada. Cosa chunga, no te creas, porque un día me vino a comprar cien duros de costo, se lo di y se quedaron todos los atracadores mirándome. Me quedé como… ¿Qué hago? Y al día siguiente tuvimos redada, por supuesto. En aquella época el dinero le hacía perder la cabeza a todos los traficantes. Se pusieron a meter chocolate en Italia mediante arreglos en los coches y los fueron cogiendo a todos. A uno de los que inventó eso de bajarse al moro, Álex, le cogieron porque toda la policía de la frontera sabía quién era. Tuve que ir a Milán con sus dos mujeres, que tenía dos el tío, a sacarle de la cárcel. Nunca olvidaré la imagen. Cuando te juzgan en Italia hay una especie de celda dentro del juzgado. Y ahí estaba él, al que nunca le iba a pasar nada. Pero ya te digo que fui un camello muy desastroso, le vendía a la policía, me equivocaba al contar el dinero. Una vez me estafaron la heroína y como soy un pringao me puse un casco de soldado nazi y salí con un machete a buscar al gitano que me había hecho el lío. Cuando le vi… no dije nada. Y él se puso a reírse de mí. Tuve suerte de librarme de la cárcel yo también porque en casa tuve mucho costo. Todo un almacén de grandes cantidades.

En la gira de regreso de los noventa les prohibiste la droga a todos los del grupo.

Les dije que si querían gira nada de drogas y así se hizo. El grupo más salvaje de España ¡sin drogas! Se cagaron en mí, pero tampoco eran tan drogadictos, unos porros, una rayita. Nada más. Yo además estaba trabajando, de hecho, en un centro de desintoxicación. Mi trabajo allí consistía en no tener sentimientos, en el momento en que los tuviese no podía ayudar al paciente. Era un centro privado de medio millón de pesetas al mes. Por ahí pasó no solo la gran sociedad catalana, sino toda la española. Hubo un hermano de Maragall, Pau, que era la oveja negra de la familia. Cronista de conciertos de rock, y coincidió conmigo cuando trabajaba en el centro. Toda la familia Maragall tenía problemas de tipo psicótico, unos estaban bien y otros no. Recuerdo que venía el Ernest Maragall a pagar el tratamiento de su hermano. Toma, zasca, en negro. Todo en negro, macho.

Con el tiempo se fue haciendo un centro cada vez más grande. Creo que soy el tío que más pollas ha visto de toda España, porque me encargaba de hacer los controles de orina a los que no querían ingresar y estaban pendientes de tener un fallo para hacerlo. Se los hacía aleatoriamente para pillarlos de repente porque la coca dura en la orina dos días y el cannabis cuatro. En cuanto los veía con que no podían mear, ya sabía que se habían puesto. Mi única formación para ejercer aquí era la de un yonqui, o un exyonqui mejor dicho: un exyonqui listo. Llegué a llevar la administración de las dos clínicas que teníamos.

Solo hay una forma de ayudar a un yonqui, con profesionales. Los padres, maridos, esposas y amigos son la peor ayuda que pueden tener. Si quieres ayudarle, tienes que cortarle el grifo, entonces se irá a casa de un amigo, que estará avisado, y no le dejará entrar o le echará. Así acabará en la calle y cuando esté ahí, sin un puto duro, sin afeitar, tirado debajo de un puente, es cuando pide ayuda. Eso una madre no lo puede hacer, pero las que lo hicieron los salvaron. Las que no, al final los vieron morir.

Yo me libré de la adicción con un terapeuta que vino de Irlanda, Juan Borrell, que hacía un tipo de terapia que empleaban los padres franciscanos para curar a los que llegaban de Vietnam enganchados. Con esa terapia nos puso las pilas a todos. Pero en realidad salir de la heroína es muy fácil. Hay que ir a buscarla a unos sitios chungos que te cagas, es un lío. No es como el tabaco o el alcohol que están por todas partes.

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En esa gira, cuando vuelves al País Vasco, lo haces vestido de guardia civil.

En San Sebastián le dije a mi manager que me consiguiera un tricornio y a toda la gente que iba entrando a la sala les pegaba con una barra de pan al grito de «¡Vascos de mierda!». Pero joder, cuando entré en el local, estaba todo petado de gente de Herri Batasuna gritando que me querían matar. «¡Hijo de puta! ¡español!». Eso sí, en cuanto puso Modes el Marshall y sonó «Monopatín» toda la peña se olvidó de todo y se puso a bailar. La liábamos en todas partes. Aquí yo gritaba con toda mi alma antes de empezar los conciertos «¡A la mierda Cataluña! ¡A la mierda España! ¡Viva Luis Roldán!».

Modes en esa gira estaba muy deteriorado.

Dejó de comer. En aquella época solo tenía dos horas de vida al día lúcido. Para los conciertos llevábamos dos ayudantes que le levantaban. Le subíamos a tocar y tenía que tener preparado todo, todos los Marshalls, porque no probaba sonido ni hostias. Pero en cuanto se encendían los amplis, madre de dios los conciertos que dimos. Luego me echaron a mí la culpa del fin de la Trapera, porque Modes quería seguir tocando. Es que era un gran guitarrista, pero no quería tocar con nadie, solo con la Trapera. Y como no quería tocar con nadie, así murió. Porque su problema no es que fuese alcohólico, es que no comía, solo bebía. Y era diabético, se quedó ciego y se murió por un fallo orgánico múltiple. Sus últimos días los vivió con Juan en el campo, en un sitio muy bonito, pero se fue dejando y dejando y sí, se dejó morir.

Tú te fuiste a la fábrica.

¡Maldito el día en que me fui de la clínica con la pasta que yo ganaba allí! Lo que pasó fue que conocí en el centro a mi actual exmujer, que tenía un lío con la empresa de turrones de su padre porque les había estafado un socio y se había matado su hermano en un accidente de tráfico. Así que tuve que ir allí y arreglar todas las cosas. De turronero estuve.

Juan murió tocando.

Cuando íbamos a hacer la minigira de despedida me llamó Juan y me dijo que tenía cáncer, pero el tío decidió que iba a seguir haciendo su vida y que iba a acabar así. En el hospital de Terrassa me decía «Morfi, mira, ven» y me enseñaba que debajo de la almohada tenía dos latas de cerveza. Su última actuación con la Trapera fue una especie de ensayo que hacía yo en discotecas. Allí ya le dolía mucho la cabeza, se fue al camerino, de ahí al hospital y falleció. En el sepelio dije: «Juan, querido, con tu cuerpo dolorido, que se vaya la Trapera al cielo o al infierno, y aquí nos quedamos. Contigo irá». Así acabó la Trapera. Con Tío Modes y con Juan ahí se quedó. No me siento con fuerza como Johnny que sigue ahí tirando de Burning él solo.

En una entrevista en Ruta 66 dijiste que el rock os salvó de ser «personas degradadas centradas en el consumismo».

Se supone que cuando estás en la flor de la vida la gente se casa, tiene una hipoteca y todo eso. A nosotros el rock nos salvó de eso. Pudimos hacer nuestra propia vida mejor o peor.

Lo que se ha dicho es que el rock te libró de llevar el camino de José Montilla.

Es posible. En la Transición cuando las asociaciones de vecinos y los casinos ahí estaban el Balmon, actual alcalde de Cornellá, y el otro era Montilla, que era del barrio del Pedró, le gustaba jugar al ajedrez pero no valía. A Joan Tardá, el de ERC, también le conocí, que fue quien autorizó el primer concierto de rock and roll en Cornellá cuando era concejal de Cultura. Ahora para estas elecciones el de Ciutadans me ha llamado y me ha ofrecido ir en las listas. Dicen las encuestas que Cs va a quedar por detrás del PSC, que aquí el PSC es picar piedra. Pero le dije que no. Porque no me gustó eso de ir sexto en la lista. Yo tenía que ir segundo. Sin primarias ni hostias.

¿En qué ha cambiado la Ciutat Podrida?

Ha cambiado la comodidad. El confort. Ahora todo viene dado. Hay muchos grupos de rock y mucha tecnología, cualquiera se lo puede montar en su casa, pero nosotros fuimos famosos porque entonces éramos cuatro gatos haciendo algo. Ahora los grupos que salen son como gotas de agua en el mar.

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Fotografía: Alberto Gamazo

La entrada Morfi Grei: «En Londres fueron los Sex Pistols, en Nueva York los Ramones y en Barcelona, la Trapera» aparece primero en Jot Down Cultural Magazine.

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