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Dead Boys, punk efímero y sangriento

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Dead Boys (CC).

Dead Boys (CC).

El reciclado de algunas estrellas del punk neoyorquino de los setenta es tan sorprendente como la oleada musical que abanderaron. Walter Lure, el guitarrista de los Heartbreakers de Johnny Thunders, es agente de bolsa en Wall Street. Andy Shernoff, bajista y compositor de los Dictators, sumiller. Una vez estuve en casa de este último en Nueva York y medio salón era toda una enoteca. Recuerdo que abrió un par de blancos alemanes. Trasegando, le pregunté por los recuerdos de aquel año, el mítico 1977, y agitando el copón como el profesional del mundo del vino que es, dio un trago, saboreó el producto y dijo despacio: «En el CBGB´s, los Dead Boys empezando a tocar “Sonic Reducer”…». Volvía a paladear el vino. Silencio. Tatareaba el riff, cerraba los ojos…

Yo no sabría decir cuál fue el grupo más importante de aquella generación, ni el mayor hito de la legendaria agenda de conciertos de aquel club ese verano, pero sí que es cierto que «Sonic Reducer» es algo mayestático, cochambre mayestática, pero que detiene el tiempo. A día de hoy, nada ha envejecido en el sonido ni en la puesta en escena. El cantante, Stiv Bators, es un gusano. El guitarrista, Cheetah Chrome, un neandertal. Es sencillamente perfecto.

Ante la duda eterna adolescente de que quien no vive como piensa termina pensando como vive, ni los Dead Boys ni muchos de sus compañeros de generación tenían mucho que aportar, básicamente porque ellos enunciaban la máxima con el verbo morir. Ni siquiera querían tocar, lo suyo sobre el escenario era hacer no-música. Y nada de interpretar, parodiar. El resultado fue desigual, como en casi todas aquellas atropelladas carreras, pero único en su especie. Stiv era de sensibilidad pop y Cheetah quería rockear. Resolvieron el litigio con un punto en común: tocarlo todo muy alto, muy rápido, muy intenso. Que era también su filosofía de vida. Había que vivir con velocidad y muy ridículamente.

Al contrario que muchos de los primeros punks de los setenta, no eran artistas, venían de barrios y familias difíciles, por no ser no eran ni de Nueva York. Los Dead Boys venían de Cleveland. Allí Stiv Bators se introdujo en el circuito musical de la mano de Frank Secich, de Blue Ash, uno más de esos grupos bajo la etiqueta de power pop, que como Badfinger, Big Star o Raspberries no llegaron a arrasar en los setenta, pero que son recordados con verdadera devoción. En una deliciosa entrevista en Fantail hace un mes, Secich relató cómo fueron aquellos inicios y lo tocado del ala que estaba ya Stiv desde el primer día que se puso delante del público.

En los sesenta, tuve la fortuna, o la mala suerte, de ser la primera persona en subir a Stiv a un escenario (…) Yo estaba al bajo y mi loco amigo Stiv a la voz y a la armónica, solo que no tenía armónica, pero ahuecaba sus manos y conseguía hacer sonidos de armónica que eran increíbles. Hicimos versiones de los Stones y de los Yardbirds y comenzamos bastante bien. Pero entonces Stiv sacó un bote de nata montada y empezó a agitarlo por la entrepierna. El público comenzó a enloquecer, así que se fue hasta el borde del escenario y disparó la nata sobre ellos. Después arrojó el pié de micro al aire, golpeándose en la cabeza y provocándose un corte profundo. El público se volvió loco, pero él estaba realmente herido. Después del concierto, tuve que llevarle al hospital para que le suturasen. Este fue el principio de la carrera de Stiv.

Su primer grupo después ese debut esplendoroso fue Mother Goose. Su objetivo: «cachondearse de los músicos de aquella época que pretendían tocar muy bien». Ya sabemos cómo es esto. En España te metes con la religión y te puede ir mal, pero si te burlas de los músicos virtuosos sus fans se defienden como vírgenes que ven entrar a un grupo de estibadores portuarios borrachos en su tetería de cabecera. No sé qué razones psicopatológicas conducen a estos extremos, pero entonces, en el apogeo de Pink Floyd, no era diferente.

En el Ruta 66 de septiembre de 1987 el propio Stiv enumeró todos los percances que cosecharon al inicio de su andadura: les echaron de treinta y seis clubs y quince fiestas de instituto de Ohio y Pennsylvania. En el grupo, un guitarrista iba pintado de verde con los ojos maquillados de rojo, el bajista iba de azul, el batería mitad de blanco y mitad de negro y Stiv de color plata con unos rockys, unas botas hasta las rodillas y un collar de perro con una cadena que le tenía atado a la batería. Los roadies, de paso, vestidos de nazis y listos para pegarse con cualquiera. Lo único que podía compararse a ese engendro por aquel entonces era Alice Cooper. No en vano, todas las influencias que citaban los Dead Boys venían de Detroit: MC5, Iggy and the Stooges

Cuenta la leyenda que Stiv fue el tío del público que le entregó a Iggy la mantequilla de cacahuete en el famoso concierto del Cincinnati Pop Festival de 1970. Legs McNeil, editor de la revista Punk! en los setenta y uno de los primeros ídem de Nueva York, en su biblia sobre el punk Por favor, mátame dice que igual era mentira que fuera Stiv el que le diera el tarro de mantequilla a Iggy en aquella bendita actuación, pero que en caso de serlo «era una mentira fantástica». Las escenas de ese concierto con Iggy puesto de ácido tirando la mantequilla hacia arriba son el punto más bajo y el más alto al mismo tiempo que ha alcanzado la sociedad occidental. Para esto se ganaron dos guerras mundiales, señores.

Más adelante, Stiv se mudaría a Cleveland. Vivía en su coche, no tenía dinero para un apartamento. Pero pronto reunió a los Dead Boys con un método involuntario muy distinto al típico anuncio de una revista. A Jimmy Zero lo conoció intentando ligarse a su novia, se terminaron haciendo amigos después de que casi le parte la cara. Luego él y Jimmy intentaron ligar con otras dos tías y se dieron de hostias con sus novios, que a la sazón eran Johnny Blitz y Cheetah Chrome. De aquella somanta de palos surgió también una bonita amistad que terminó dando forma al grupo.

Antes de disolverse, Stiv cantó unas cuantas veces con nosotros. Dejó todo el equipo hecho una mierda y se meó en dos tías del público.

Al principio no se llamaron Dead Boys. Se vistieron de mujeres, como los New York Dolls y se denominaron Frankenstein para un bolo en la noche de Halloween. Los primeros pasos de este grupo también fueron prometedores. En palabras de Stiv:

En nuestro segundo concierto como Frankenstein, en Cleveland, Cheetah le partió los morros al cantante del grupo que teloneábamos. Luego nos peleamos con los gorilas del club y, al día siguiente, Blitz le prendió fuego al local, aunque nadie pudo probarlo. Pero después de aquello, nos fue imposible encontrar trabajo en Cleveland durante seis meses.

El mensajero de la buena nueva llegó en 1976 a Cleveland. Johnny Thunders con unos teloneros también ataviados putapénicamente como Frankenstein, aunque, ellos sí que consiguieron poco después llevárselo crudo, los Kiss. El caso es que Stiv hizo amistad con Thunders lo que le sirvió como carta de presentación en Nueva York. En Manhattan conoció a los Ramones, que le llevaron directamente a Hilly Kristal (el barbudo que presenta al grupo en el vídeo que tienen ahí arriba) para que pudieran apalabrar unos bolos en el CBGB´s. Ahí mismo, in situ, cuando le preguntaron cómo se llamaba el grupo, Stiv se inventó otro nombre sobre la marcha, Dead Boys. Cuenta el cantante que luego sus compañeros cuando vieron los anuncios del concierto en el periódico fliparon con ese nombre. ¿Qué nombre más guapo, quién serán? —Ah, mira, somos nosotros, había olvidado deciros…

Seguían viviendo en Cleveland y cada vez iban más a Nueva York a tocar en el CBGB´s. «Robaba un coche, alquilábamos un tráiler y chupábamos gasolina del depósito de otros coches, así es como viajábamos», contó Stiv. Hasta que forzosamente se tuvieron que quedar a vivir en Manhattan. No por los conciertos, sino porque les robaron el coche y no tenían dinero para volver. Por esas fechas surge un contrato con Sire y se prepara la grabación del primer disco.

Hasta entonces las vivencias del grupo se cuentan por locuras. Stiv cogió la costumbre de salirse al capó del coche cuando iban a 100 por hora y enseñar el culo. «Era su gran momento», contó su primer manager, James Sliman. Lo hizo frente a los Ramones, frente a Cheap Trick… y sobre el escenario las payasadas tampoco desmerecían la conducción temeraria. Stiv se cortaba el pecho con una botella rota, en una ocasión una camarera del CBGB’s le hizo una mamada. Este es uno de esos pasajes memorables de Por favor, mátame:

Genya Ravan: Fui yo quien instigó a Stiv a que le hicieran una mamada en el escenario (…) Creo que John Cale estaba por allí y estábamos bebiendo como cosacos. Los Dead Boys tenían la canción «Caugh you with the meat in your mouth». Le dije a la camarera, cuando toquen esta canción, súbete al escenario, arrodíllate, bájale la cremallera a Stiv y úntale la polla con nata (…) Los Dead Boys empezaron a tocar la canción y, como Stiv siempre se tocaba el paquete, la polla siempre estaba a punto de salírsele (…).

Bebe Bluell: No sé quién era la chica, porque solo la vi de espaldas, pero a Stiv le estaban haciendo una mamada allí mismo. Y luego se ahorcó. Pasó el cinturón por encima de la tubería de la calefacción y se colgó. Por supuesto, sobrevivió. Aquello no me gustó nada, y me fui, pero no podía dejar de pensar en Stiv (…) siento atracción por las ratas y las comadrejas. No sé cómo puede ser tan guapo, pero lo es.

Genya Ravan: La camarera no hizo correrse a Stiv, porque el tío tenía que cantar. Yo no quería que desafinase, y le dije a la chica que no llegara hasta el final. Pobre chico.

Esta Genya Ravan era una cantante y fue también la encargada de producir el primer disco, Young, Loud and Snotty. Hubo un pequeño problema. Ella y su familia judía habían huido de Polonia durante la II Guerra Mundial. Su padre había estado en un campo de concentración. Dice que recuerda cómo mordió la mano de su madre cuando le tapaba la boca para que no la oyeran los soldados mientras escapaban. Así que cuando el grupo entró al estudio se llevó una sorpresa. Iban cargados de esvásticas por todas partes. Les hizo quitárselas todas si querían trabajar con ella.

El nazismo fue un recurso estético bastante habitual en los primeros años del punk rock. Estaba Dee Dee Ramone, que había crecido en Alemania, su padre era soldado, y salía a jugar al campo buscando metralletas oxidadas, cascos, insignias y otros vestigios que por esas fechas había a montones en los alrededores de Berlín. Sentía fascinación por los restos de esas batallas. Y en otros casos, como el de Arturo Vega, el artista amigo de los Ramones que diseñó portadas y su celebérrimo logo multiventas ahora en el H&M, era una cuestión artística. Uno de sus cuadros más famosos eran unas cruces gamadas fosforitas.

Cuantas más esvásticas pintaba, más pensaba en ellas, y más potentes me parecían, y más artísticas. Los colores fluorescentes no parecen muy naturales, aunque existan en la naturaleza. (…) Y cuando mezclas el nazismo con los colores fluorescentes, la locura humana se incrementa todavía más. Siempre he pensado que la única manera de conquistar el mal es haciéndole el amor. Tienes que comprenderlo. Pero también me gusta la manera como la gente reacciona ante mis esvásticas. La gente alucina. Esos cuadros son como un detector de nazis. Si eres un nazi de armario, se nota enseguida, porque los que se ofenden son los que tienen algo que ocultar. Por eso esos cuadros son tan bonitos, te desenmascaran.

En el caso de los Dead Boys no era ni una cosa ni otra, sencillamente, se trataba de una gamberrada. Iban regalando medallas nazis a sus amigos para nombrarlos «Dead Boys honorarios», las llevaban en la guitarra, en la chupa. A Eileen Polk, una fotógrafa de las primeras punks de la ciudad, que solía salir de marcha con un látigo, la conocieron, se la llevaron a casa y le afeitaron una esvástica en el vello púbico. Pero la gracia del asunto pronto se convirtió en tragedia.

La grabación del primer disco duró dos días y medio en los Electric Ladyland. Era la primera experiencia de Genya Ravan en la mesa y el resultado fue un poco artificioso, no captaba la crudeza del sonido del grupo en directo y estaba lleno de efectos. De hecho, en 1988, se lanzaron otras mezclas, las del ingeniero Bob Clearmountain, llamadas Younger, Louder and Snottier (The Rough Mixes) con un sonido mucho más crudo y desagradable, más acorde al espíritu del grupo. Un espíritu que, por cierto, no cuajó en Inglatera. Allí fueron, contó Jaime Gonzalo en el Ruta, de la mano de los Damned, se los comieron en un show «devastador», pero como andaban en la misma línea que los Sex Pistols fueron considerados una mera imitación por los pinchaúvas de la prensa británica.

Para el segundo LP, y precisamente por ese aludido «espíritu» del grupo, se los llevaron a Miami a grabar porque se veía que en Nueva York no iban a dar pie con bolo de los ciegos que se estaban pillando. Cheetah, por ejemplo, era íntimo de John Spacely, caballero que iba con un parche como el de Intereconomía porque un travesti le había sacado un ojo de un cadenazo, y que diez años después protagonizó el escalofriante documental de Lech Kowalski, Story of a Junkie, en el que hacía de cicerone por lo más oscuro y lúgubre del Nueva York ochentero. Sin embargo, en Florida no es que faltase alcohol precisamente y la grabación fue aún más lamentable que la primera. Y no solo por el desfase, también por el productor. Otra vez.

Felix Pappalardi había sido el bajista de Mountain. Aunque su grupo metiese en su día bastante ruido, según cuenta Cheetah, nunca entendió el concepto al que querían llegar los Dead Boys. El resultado es un disco bastante plano, falto de fuelle, con grandes canciones, pero sin punch. Lo más aprovechable fue lo que tomaron los Guns n´Roses, la última canción, «Ain’t it fun», para su Spaghetti Incident. Una canción de los tiempos en los que Cheetah Chrome estaba en Rocket from the tombs. Lo mejor de aquellos días, en cualquier caso, es que los Bee Gees estaban grabando al lado y se interesaron por «el nuevo sonido que llegaba de Nueva York». Hay una foto impagable de Stiv con Barry y Andy Gibb.

Foto 13

Pero el disco no molaba. Pappalardi iba a las sesiones drogado, con un traje estampado con flores de marihuana. Cheetah llamaba de madrugada llorando a James Williamson, el guitarrista del Raw Power de Iggy de los Stooges —un disco que también tuvo lo suyo con las mezclas iniciales de Bowie y las revisiones posteriores—, rogándole que fuera a salvar el disco. «¡Están destruyendo a los Dead Boys!», gemía.

Sin embargo, el grupo se bastaba a sí mismo para destruirse. Cuando Stiv Bators conoció a Iggy, que era su ídolo sagrado, quedaron para comer y se cayó de cara en su sopa del ciego que llevaba de Quaaludes. A Iggy y su novia les causó una impresión nefasta. Y hay que dar muy mala imagen en esta vida para perturbar al padrino del punk, que vivía de dar la peor imagen posible. Sobre el escenario, eso sí.

Aunque el grupo reventó por la violencia, no por la droga. Y la tontuna de las esvásticas pudo salirles muy cara. Michael Sticca (roadie de los Dead Boys y de Blondie) salió del CBGB’s con una chica. Fue a parar un taxi y quién sabe si por un malentendido o por qué, lo que se paró fue un coche lleno de puertorriqueños cabreados con sus gestos. A él le rodearon y una chica empezó a golpear a su amiga. Michael, acorralado, sacó su navaja y en cuanto se le acercó un tío lo suficiente, le metió una puñalada en el pecho y lo abrió en canal. Aprovechando la confusión del momento, salió de allí disparado. Había logrado huir.

Pero su amiga, que había escapado por otro lado, alertó a Johnny Blitz, el batería de los Dead Boys, de que estaban matando a Michael. Johnny fue directo a por los puertorriqueños blandiendo también su cuchillo. Michael, que se lo cruzó, le dijo que no, que los dejara en paz, que ya había acabado todo. Pero en cuanto estuvo cerca, los puertorriqueños le quitaron la navaja y le empezaron a apuñalar a él. El roadie se acercó corriendo detrás de él y entre la confusión rápidamente percibió que estaban acuchillando a un tío con una camiseta de Conan, a su amigo. «Le habían rajado desde la ingle hasta el cuello», dice textualmente en Por favor, mátame.

Michael huyó del lugar cagando leches y horas más tarde fue a la comisaría a denunciar que habían matado a su amigo. La policía le escuchó y le detuvo inmediatamente. Le metieron preso por apuñalar a Johnny. Él gritó que no, que ese era su amigo, y el agente contestó: «De acuerdo, tacharemos su nombre y pondremos el del otro tipo». Cáspita, era el puertorriqueño que había «abierto en canal» minutos antes. Mientras esto sucedía, Johnny se debatía entre la vida y la muerte.

Yo había visto cómo le apuñalaban en el pecho. Tenía cinco heridas alrededor del corazón. Resulta que cuando yo oí las sirenas de la policía y me metí en el taxi, los polis vieron a Johnny con todos los órganos fuera. Se supone que no tienen que moverte hasta que llegue la ambulancia, pero estaban tan turbados que lo recogieron del suelo, lo metieron en el asiento trasero del coche patrulla y se lo llevaron a Bellevue. Si hubiesen esperado a la ambulancia, Johnny estaría muerto. Los médicos se pusieron a trabajar inmediatamente, pero cuando el cirujano vio la esvástica de Johnny, se detuvo. El cirujano era judío. Un médico negro se acercó y dijo: «No podemos dejarle así, tío». El médico negro le operó durante ocho horas. Y le salvó la vida. El tío se enrolló.

Cuando vieron que iba a sobrevivir, decidieron parar el grupo y esperar a su compañero. Fue casi un año el tiempo que pasaron muertos de risa y eso resultó fatal para un grupo tan inclinado al ocio. Cheetah Chrome se volvió adicto a la heroína. Un año sin hacer nada fue demasiado para él. También por ese tiempo, Sire empieza a notar que más que punk, lo que lo petaba era el pop de la nueva ola. Les sugirieron un cambio de estilo, Cheetah no aceptó, dejó el grupo y siguió con su temita. De lo ocurrido entre el 78 y el 79, aunque fuesen los años crepusculares, la versión que ha dado Frank Secich a Fantail no es precisamente un mal recuerdo.

Fueron tiempos salvajes. Algunos momentos álgidos fueron con John Belushi uniéndose a nosotros en el escenario, a la batería, en el Whisky A Go-Go. Después se fue por la puerta siguiente a tocar con Muddy Waters. Muchas veces, Johnny Thunders subía y tocábamos «Pills». Joan Jett improvisó con nosotros en un par de ocasiones. Conocimos a Keith, Mick Jagger y Ron Wood en la fiesta de Keith. Fuimos de fiesta con John McEnroe, Vitas Gerulaitis y con Marianne Faithfull al Mudd Club en New York, para la fiesta del veintiséis cumpleaños de Bebe Buell. Pasamos el rato con la actriz Susan Sarandon en el Gramercy Park Hotel. Y hubo muchos otros momentos. Nunca sabías lo que te depararía cada noche.

De esta época data el directo We have come for your children, pero ya no hubo nada más de relevancia. El grupo estaba agotado de ver cómo a sus conciertos empezaban a ir hooligans con el único fin de darse de hostias entre ellos. Así que Stiv se cambió de costa y se fue a Los Ángeles. Tras una breve estancia en el frenopático que era ese año, 1980, la casa de Joan Jett, «un hervidero de junkies», dijo Stiv, se marchó a un hotel, se centró y pudo grabar sus temas en solitario. Una colección de canciones power pop, grabadas junto a Secich, Disconnected, que, para quien esto escribe, son lo mejor que ha hecho en su vida, sin desmerecer ni lo anterior ni lo posterior. Pero tanto este disco como las sesiones que fueron saliendo después en LA, LA (1994) y LA Confidential (2004), son crema.

Después llegaron los Lords of the New Church. Supergrupo de Stiv junto a Brian James y Dave Tregunna. Con ellos, tocando en España se cayó del escenario. No faltan historias impagables en su biografía, pero merecedoras de otro artículo aparte. Lo importante es que Stiv terminó pasando de ellos y se trasladó a París con su novia. Allí hizo múltiples planes, como un grupo con Dee Dee Ramone y Johnny Thunders, The Whores of Babylon, que se fue al traste por una pelea monumental por culpa de la heroína. Tanto Thunders como Dee Dee estaban muy enganchados a esas alturas del siglo. Días más tarde de esa bronca, un conductor borracho atropelló a Stiv y a su novia. Se fueron a su casa pensando que no les había pasado nada, Stiv se echó a dormir y nunca más se despertó. Tenía un coágulo en el cerebro.

Es curioso, porque después de todo lo que Stiv Bators y yo habíamos pasado juntos, la vez que dejó colgados a los Lords of the New Church, le dije: «Eres un cabrón. Nos has jodido bien al abandonar la gira. Vete a tu casa y muérete». La primera y única vez que le digo una cosa semejante, Stiv va y se muere, y no le vuelvo a ver más. (Michael Sticca)

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FUENTES:

Por favor, mátame, de Legs McNeil & Gillian McCain. Ed. Celeste

Ruta 66, n.º 21, septiembre 1987

Ruta 66, n.º 54, septiembre 1990


Everly Brothers, dioses sin religión

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The Everly Brothers. Foto: Everett Collection / Cordon Press.

The Everly Brothers. Foto: Everett Collection / Cordon Press.

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Ha muerto Phil Everly. El rubio, el más joven de los Everly Brothers. Andarse con maximalismos es un tanto ridículo cuando se habla de música, no conduciría a nada aseverar ahora que estos hermanos fueron el dúo más influyente de la historia del rock, pero sí hay que subrayar que tuvieron una importancia capital. Más de lo normal.

Para Bob Dylan fueron «el principio de todo». Los Beatles comenzaron copiando sus armonías vocales. El primer tour importante de los Rolling Stones fue como teloneros de los Everly Brothers y Keith Richards aseguró que en aquel bus de gira aprendió unos cuantos trucos de guitarra. Unos quinceañeros llamados Tom & Jerry que se dedicaban a imitar a los Everly, luego fueron Simon & Garfunkel y Paul Simon reconoció que si los hermanos no hubieran existido, él no se habría metido en este negocio. Graham Nash, cuando entró en los Hollies, lo que quería era que la gente sintiera la emoción que él experimentó cuando escuchó por primera vez «Bye Bye Love». Para Chuck Berry eran mejores que Elvis, primero, y que los Beatles, después. En fin, algo tenían.

Sin embargo, su carrera «llena de éxitos» no fue tan fácil. Tras el triunfo inicial en los cincuenta todo lo que vino después fue cuesta arriba. Estuvieron más tiempo desubicados, incomprendidos y experimentando que en lo alto de las listas. El público general no les ha otorgado la dimensión de un Elvis, un Chuck Berry o un Little Richard, pero en muchos aspectos puede que incluso volaran más alto que los popes del rock.

En su caso, eran músicos de los que ya no nacen. Descendientes de mineros, su abuelo era un correoso sindicalista y a su padre, Ike, que entró a trabajar al agujero con trece años, le sacó del tajo la guitarra. Este hombre, que solo tenía por vicios la música y las peleas de gallos, como músico profesional self-made tuvo la oportunidad de trabajar en la radio en Chicago. Allí asistió en persona a la revolución del blues urbano y todo lo que aprendió se lo llevó de vuelta al campo, donde quiso que crecieran sus hijos, nacidos en los estertores de la Gran Depresión.

Cuando Ike ensayaba en casa con su grupo, los dos niños le echaban una mano. Les enseñó un repertorio que venía de los tiempos remotos, de los conciertos que hacía cada fin de semana para los mineros y toda la comunidad. Noches de sábado para beber, cantar, bailar y olvidar por un momento una vida que solía dar asco. Don y Phil, desde que aprendieron a hablar y apenas gateaban, ya estaban tarareando esas melodías. La música les corría por las venas.

Poco tiempo después, toda la familia tuvo su propio programa de radio. La madre hablaba de cocina, Ike y Don tocaban y cantaban y el pequeño Phil contaba chistes. En esta época obtuvieron todo lo necesario para forjar una carrera de éxito: primero, la misma sangre para que la mierda quedase en casa. Después, un legado musical que hundía sus raíces en la noche de los tiempos. También profesionalidad, al trabajar con sus padres desde niños. E interés por las novedades, su padre fue uno de los pioneros de la guitarra eléctrica y les inculcó la atención a las verdaderas innovaciones en lugar de a los artificios. Difícilmente se podría encontrar una materia prima mejor, pero si damos un salto en el tiempo y avanzamos veinte años, vemos que al final la cosa no salió tan bien.

El 6 de julio de 1973, Bill Hollingshead había contratado a los Everly Brothers para tocar en el John Wayne Theatre del parque de atracciones Kontt´s Berry Farm, en California. Cuando firmó el contrato, Don y Phil Everly no le causaron muy buena impresión, le pareció que se comportaban como «dos viejas prostitutas que iban a por la pasta sin ningún tipo de sentimiento». No le fallaba la intuición. Desde hacía ocho años los dos hermanos no se podían ni ver. Hacían las fechas de las giras durmiendo en hoteles separados y también se negaban a compartir camerino. Si se habían hecho famosos cantando a los lados del mismo micrófono, ahora tenían cada uno el suyo para no tener que estar ni un momento cara a cara sobre el escenario.

Días antes de aquel concierto, el LA Times había dado la exclusiva de que esas actuaciones iban a ser las últimas de la pareja. Cientos de fans se desplazaron desde muchos kilómetros de distancia para ver a sus ídolos por última vez hasta ocupar los dos mil asientos del teatro. Había seis conciertos contratados, pero solo se celebró uno… y fue una charlotada.

En palabras de Hollingshead, aquel día Don se había tomado unos margaritas «con el estómago vacío» y saltó a escena, digamos, con el morro caliente. Su hermano Phil no se dio cuenta hasta que hubo que empezar a cantar y vio que Don iba desacompasado. Luego se le fueron olvidando algunas palabras, después los estribillos y al final las letras enteras. A Phil se le caía la cara de vergüenza. Especialmente cuando Don le preguntó al público qué hacía viéndoles a ellos y les recomendó: «¡estaríais mejor en un rodeo!».

Phil se marchó al camerino enfurecido y estrelló contra el suelo su guitarra de mil doscientos dólares. «Nunca más volveré a subirme a un escenario con él», gritó a todo el que pudiera oírle. Unos días después habló con su hermano por teléfono. Acordaron no volver a dirigirse la palabra en al menos dos años. ¿Qué había pasado? La respuesta es la misma de siempre: el negocio. Una carrera dedicada a la búsqueda de hits trabajando de forma estajanovista fue la causa de que perdieran las riendas de sus vidas y de su relación. Volvamos atrás de nuevo.

A mediados de los años cincuenta se estaba cociendo algo en Estados Unidos, no se sabía muy bien qué. En cada punto cardinal existía un perfil de «niño raro» amarrado a una guitarra. Los Everly en Nashville. Buddy Holly en Texas. Gene Vincent en Philadelphia. Cada uno con sus propias influencias y personalidad, hasta que llegó un tal Elvis Presley a echar la puerta debajo de una patada. De repente, recordaba Phil, con que te vieran con un tupé, la gente ya se pensaba que eras una estrella, daba igual quién fueras o de dónde vinieras. Así, con tanta tontería, nació oficialmente el rock.

En este clima de expectación lograron que Cadence Records les contratara para algunas grabaciones. La primera fue «Bye, bye love». Una canción escrita ocho meses atrás y rechazada por más de treinta artistas, entre ellos Elvis. Los compositores eran un matrimonio, Boudleaux y Felice Bryant, dos talentos de altura de la música popular. Y el estribillo se les había ocurrido conduciendo de noche por la autopista.

En un principio Don no pensaba si el tema era bueno, malo o regular. Quería los sesenta y cuatro dólares de la grabación para irse a comprar hamburguesas. Le interesaba el dinero fácil. La música se presentaba como una forma más atractiva de ganarse la vida que un trabajo convencional. No tenía otras miras en ese momento. Pero el sueño, apenas sin soñarse, se cumplió. «Bye, bye love» fue un éxito inmediato. Incluso en el circuito country. Llegaron a triunfar en el Grand Ole Opry, el show de country más antiguo del país, actuando con batería por primera vez en la historia del programa y sin ir vestidos de cowboys. Lo nunca visto.

Sin embargo, para salir de gira, Alan Freed (el famoso DJ Moondog) les metió con Lavern Bakes, Chuck Berry y Fats Domino. Los Everly y su batería, Teddy Randazzo, eran los únicos blancos del cartel. Pero gracias a esa experiencia en las interminables jornadas en el autobús de gira, donde iban todos los músicos juntos, aprendieron infinidad de secretos de la música negra. A la vez, en Nueva York, Buddy Holly les enseñó lo que era la buena vida fuera del escenario. A la Gran Manzana los Everly habían llegado con pantalones anchos de campesino y sin saber que existían zapatos sin cordones. Aprendieron a ser rock stars.

Y mientras ellos descubrían la jarana, el matrimonio Bryant trabajaba día y noche en una nueva canción, «Wake up little Suzie». La idea esta vez surgió, precisamente, de las noches en vela que costó acabarla. Fue otro éxito instantáneo y con el dinero ganado hasta entonces, los Everly retiraron a su padre del curro y le compraron una casa en Nashville. El dúo era todo un chollo.

Sin embargo, en los cincuenta ser una estrella del rock no tenía tanto glamour. Era como ser un nuevo rico, un paleto de pueblo enriquecido. Los hombres de negocios «respetables» se mofaban de ellos. El mundo estaba dominado en aquellas fechas por una cultura adulta. Una estrella era Frank Sinatra, los rockeros no llegaban más que rebeldes de baja estofa, arribistas. Pese a todo, Don advertía una diferencia entre su éxito y el de otros. Mientras que Elvis era un ídolo de jovencitas, las canciones huracanadas de los Everly Brothers llevaban a muchos chicos a sus conciertos. Tenían un público más plural, decía, más sólido.

En su primer LP, Don se atrevió con una composición propia, «Should we tell him». Sesenta años después suena mucho mejor incluso que las aportaciones de los Bryant, pero en su día no pasó del puesto vigésimo octavo en los charts. En cualquier caso, lo más relevante de ese disco es una de las dos versiones de Ray Charles que venían en el plástico, «Leave my woman alone». En ella demostraron todo su potencial de forma palmaria. Convirtieron una pieza de R&B y gospel compuesta por Charles en 1956 en una joya country cuyos primeros acordes de guitarra, quien sabe si siguiendo la estela de Bo Diddley, adelantaban todo lo que le iba a ocurrir al rock and roll en la década siguiente. Una anticipación del garage rock que hasta se podría discutir si después llegó a ser igualada.

Pero antes de que los tupés se convirtieran en flequillos, los Everly Brothers institucionalizaron el concepto de «balada rock». Tenían un repertorio demasiado rápido y para no encasillarse le pidieron a los Bryant un tema lento. El matrimonio les dio la que es la canción lenta por antonomasia del rock and roll: «All I have to do is dream». Cuando Archie Bleyer, el fundador de Cadence Records, la escuchó por primera tocada por Boudleaux Bryant, le dijo que se fuera inmediatamente a comprarse un cochazo —concretamente, un Ford Thunderbird— porque era imposible que ese material no reventase las listas como, en efecto, sucedió. El single salió con «Claudette» de Roy Orbison en la cara B y fue su primer número uno.

Sin tiempo para celebrarlo, los Bryant se pusieron a trabajar ocho horas diarias en dar con un nuevo hit para los hermanos. Felice terminó con problemas psicológicos del estrés, pero de la currada surgió «Love hurts». En principio era una canción country raunchy (como así apareció en 1965 en Rock n’ Soul), pero en el 60 Don la ejecutó más lenta y con arreglos más melódicos. Una forma de interpretarla que hizo de oro a Roy Orbison en los sesenta y a Nazareth en los setenta con sus respectivas versiones de la de los Everly.

Demasiados éxitos como para pasar inadvertidos. Warner le robó el dúo a Cadence a golpe de talonario y, desde el primer día, les exigió hits. Más hits. Don nada más firmar compuso «Cathy´s clown» inspirándose en una novia del instituto. La novedosa sección rítmica con redobles de caja la habían robado de un viejo anuncio de Philip Morris. Y la melodía estaba en «Grand Canyon Suite», de Ferde Grofé. Vendieron ocho millones de singles. Ya saben aquello de que los genios no copian, roban. ¿Otro ejemplo? Los Beatles arramplaron con la forma de cantar «Cathy´s Clown» en su canción «Please, please me».  

Pero el mercado siempre quiere más y se les siguió presionando al mismo tiempo que su sello anterior, Cadence, sacaba singles con todo lo que habían dejado grabado por allí. El mercado se saturó con discos de Everly Brothers. Y, tras dos LP nuevos en cinco meses, It´s Everly Time y A date with Everly Brothers, Warner se los llevó a Hollywood a una academia de actores con el objetivo de sacarles partido también en el cine.

Con el ritmo que llevaban la carta del Ministerio de Defensa llamándoles a filas debió de sentar como una bendición. Les permitieron hacer el servicio militar juntos, pero antes de irse todavía tuvieron que sacar Both sides of an evening. En la mili pasaron hambre, se despertaron todos los días a las cuatro y media de la mañana, sufrieron una instrucción extenuante y castigos injustos, como cualquier otro recluta. Todo con solo tres cigarrillos al día por cabeza. Pero les iba el rollo. En su familia siempre se había cumplido con la patria.

Una vez licenciados, Warner estaba histérica pidiendo más hits y ya fue demasiada presión. La creatividad de Don empezaba a flaquear y con tanta gira daba síntomas de agotamiento. Así que Phil tuvo la brillante idea de llevárselo a un médico de famosos, Max Jacobson, lo que se conocía como un speed doctor. Al entrar en su consulta vieron que tenía una foto con JFK, de modo que pensaron que era de fiar. El médico les prescribió anfetaminas por vía intravenosa y aprendieron a inyectárselas ellos mismos.

Colocados, trabajarían más, pero sin precisión. «Ser drogadicto te hace ser indeciso», confesó Don. Dejaron pasar «Chains», de otro matrimonio compositor, Carole King y Gerry Goffin, que acabó en el Please, please me de los Beatles. Con ese ritmo de vida desbocado y, graciosamente, tras dejar listo su LP navideño, Don sufrió una sobredosis de anfetaminas. Pararon forzosamente.

Los tratamientos de desintoxicación fueron otra pesadilla. En las clínicas de 1962 no le trataban como a un enfermo, sino como a un loco. Mientras tanto, su popularidad había empezado a descender y notaban que los DJ ya no les pinchaban como antes. Se estaban pasando de moda y su estrategia pasó por apostarlo todo al country. Lanzaron Everly Brothers sings great country hits, piezas de country con arreglos de rock and roll. Inventaron un estilo en el que luego se volcaron los Byrds de la mano de Gram Parsons, fanático de los Everly y posteriormente también maestro de Keith Richards en la música tradicional americana, además de compañero de otras aficiones menos presentables. El giro podría haber salido bien, pero dos meses después de publicar el LP, llegó a Estados Unidos la British Invasion. Un eclipse total para todos los grupos estadounidenses en su propio país, aunque resulte difícil de creer.

En 1963 viajaron a Inglaterra a girar con Bo Diddley y un grupo británico que iba a hacer su primer tour, los Rolling Stones. Nada más aterrizar, todos los periodistas les preguntaban por lo mismo: «¿Qué os parecen los Beatles?». No sabían ni de qué les hablaban. No los habían ni oído. Pero no tardaron en saber quién eran cuando junto a Dave Clark Five y Herman´s Hermits eran lo único que se radiaba en las emisoras americanas.

A Phil le parecía que este nuevo sonido no era más que un refrito de música americana, pero opinó que marcaba la diferencia porque tenía detrás un poderoso aparato de marketing orientado a los adolescentes. Sin negar la calidad de esos grupos, lo cierto es que eran verdades como puños —también antes de la llegada de los ingleses. No obstante, de la mano de la British Invasion el rock dejó de ser una cosa de niños raros y rebeldes en Estados Unidos para pasar a ser una moda amable. Phil se dio cuenta de esto cuando se hizo público sin escándalo ninguno que las hijas del presidente Johnson eran fans de los Beatles. La paradoja fue que las ventas de los Everly se hundieron en Estados Unidos pero se mantuvieron en Inglaterra.

Durante el citado tour británico, los hermanos quedaron gratamente sorprendidos por los Rolling Stones. Les veían en cada actuación desde un lado del escenario. Keith Richards escribió en el NME que Don Peake, el guitarrista que llevaban los Everly Brothers, le había enseñado unos cuantos trucos con la guitarra; Don Peake quien, dicho sea de paso, años después fue uno de los compositores principales de la banda sonora del Coche Fantástico de Michael Knight. Ahí queda eso.

Hicieron bien en no dejarse llevar por la primera moda que les tiró de trono. El pez muerto es el único que se lleva la corriente, dicen en los Balcanes. Los discos tras la sobredosis de Don fueron sublimes: Gone, gone, gone. Rock and soul, Beat and soul e In our image. En el primero de los cuatro, el compositor, y genio absoluto, John D. Loudermilk les vendió una gema como es «Torture», pero ya sonó demasiado antiguo. Con Two yanks in England cedieron y sacaron ocho canciones de los Hollies, más por gratitud hacia el fiel mercado británico que fascinados por los jóvenes ingleses.

Con la llegada del hard rock ya tiraron la toalla definitivamente. Decidieron centrarse en girar y dejar la música de estudio solo para experimentar a ver si inventaban algo que llegase alto. Y qué decir de estos años. Es su etapa menos conocida, pero quizá la más brillante escuchada hoy en día.

Sus discos The Everly Brothers Sing y Roots son verdaderos tesoros. Están en la línea de los trabajos de otros músicos de su generación que en esa época tampoco podían competir con una juventud de creatividad efervescente, pero que lanzaron unos discos de madurez inigualables. Como los I´m back and proud, If you could only see me today y The day the world turned blue de un Gene Vincent cojo y alcoholizado. O los Home and AwayThe Further Adventures of Charles Westover de un Del Shannon también, vaya, depresivo y alcoholizado.

Los Everly en esos dos discos dejaron canciones, como «Bowling Green», se atrevieron con el fuzz guitar en «Mary Jane», modernizaron a los mismísimos Beau Brummels en su versión de «Turn Around»: son dos auténticas exhibiciones. Pero publicadas con el mundo mirando para otro lado. Después, con Stories we Could tell, ya con RCA, también presentaron buen material, pero ya no era lo mismo, aunque contaran con Paul Rothchild, productor de los Doors y Janes Joplin, que invitó a tanta gente a las grabaciones -entre ellos Ry Cooder- que para Don los créditos del disco «parecían el casting de Ben-Hur».

En directo, los teatros pasaron a ser night clubs y la relación entre ellos encajaría en ¿Quién teme a Virginia Woolf? Phil quería más cotas de protagonismo. En algunas ocasiones, llegaron a las manos. Y, paradójicamente, tras su relatada separación en el 73, comenzaron a vender más discos por año que en toda la década anterior. Su primer álbum de oro fue un recopilatorio publicado en 1975.

En solitario, Phil por fin pudo brillar más que su hermano. Star Spanlged Springer fue el mejor LP de todos los que sacaron separados. El final de la cara B es espectacular, con «La divorce», donde Phil rompe una balada orquestada con un country a toda leche en el que bromea con la sentencia de su primer divorcio, en el que tuvo que firmar un seguro de vida para garantizar que pagaría la pensión a su exmujer vivo o muerto.

En su siguiente LP, Invisible man, siguió comprando canciones de Albert Hammond y Lee Hazelwood (el compositor de «This boots are made for walking», y que incluso en 1969 sacó un LP a dúo con la hija de Sinatra como Nancy & Lee que también es una maravilla) inventaron otra fórmula precursora, pero esta vez nefasta, como es el reggae ecologista de «We are running out». Al tercer intento, con Mystic Line, tampoco llegaron las ventas y un nuevo divorcio hundió a Phil. «Estaba demasiado deprimido para cantar», reconoció. Lo dejo todo.

Solo volvió a dejarse ver, curiosamente, en la República Democrática Alemana con Dean Read (El «Elvis rojo») y tocaron en un Karl Marx Stadium de Berlín abarrotado en el que el público se sabía todas las canciones de los Everly. Phil, que apoyaba abiertamente a Reagan, respetaba la ideología de Dean porque «la vivía», explicó, y no tuvo problemas en hacer el tour aunque exigió una televisión en el hotel sintonizada a occidente «como un americano malcriado», según sus propias palabras.

Finalmente, la reunión de los dos hermanos se produjo en el Albert Hall de Londres en 1983. Tras la muerte de su padre en 1975 por un problema pulmonar relacionado con su trabajo en la mina y en una fábrica de amianto, entendieron que él desearía que sus hijos volvieran a llevarse bien y tocasen juntos de nuevo. Eligieron Londres porque en Inglaterra nunca pasaron de moda, y porque en ese mismo escenario cantaron con su padre diez años atrás. Ese concierto es maravilloso. La química con el público, llegado de todo el continente, incluso de Estados Unidos, les lleva en volandas. Un buen punto de partida para el neófito.

Sus siguientes tres discos juntos, pese a estar amortiguados por las producciones ochenteras, siempre es grato escucharlos. Entraron en el Rock and roll Hall of Fame en 1987 y nadie que no sea sordo dudará nunca de su legado, pero con toda su carrera en perspectiva, está claro que no merecieron un abandono del público tan prematuro.

Roots-Everly-Brothers

Eskorbuto, de su «Maldito país, España» al «A la mierda el País Vasco»

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Somos tan odiados como queridos. Como Hugo Sánchez, es un payaso y todo lo que tú quieras, pero todo el mundo admite que mete goles y punto. (Iosu).

Puedo decir que somos el único grupo que ha tocado para HB y contra HB. (Iosu).

La ley Fernández, con un nombre así, debería fijar las dimensiones legales del bigote en los varones mayores de dieciocho años, pero lejos de poner orden en una cuestión que se halla tan desmadrada en el siglo XXI, lo que viene a perseguir es ese derecho fundamental de la humanidad a poder cagarse a gusto en su correspondiente país. También la llaman Ley de Seguridad Ciudadana y contempla multas de hasta treinta mil euros por «ofensas a España». Al margen de que para que exista una ofensa tiene que existir también un ofendido y yo nunca me he encontrado a España llorando en un ciber porque nadie le da «me gusta» a las fotos de sus gatos, esta ley me trae a la memoria ciertos episodios de nuestra historia musical: las canciones de Eskorbuto contra las instituciones españolas y sus consecuencias. Y las canciones de Eskorbuto contra HB y criticando al País Vasco y, también, desgraciadamente para ellos, sus consecuencias.

La verdad es que la Movida madrileña fueron unos años de creatividad efervescente que bien se merece todos los homenajes que se le hacen, pero a los que fuimos adolescentes entre 1990 y 1995 era muy raro que nos gustasen ese tipo de grupos. Hablo desde la propia experiencia, y por tanto distorsionada, pero lo que yo recuerdo es que alrededor de 1993 los grupos de la Movida lo que daban era una mezcla de asco y risa. Fue una década, los noventa, en la que comprarse un LP de A Flock of Seagulls era el equivalente a ir a la Librería Sexológica de la calle Hortaleza de Madrid a por revistas de coprofagia. E incluso peor. La coprofagia entonces, como el gore, podría entrar dentro de lo esnob. Era más fácil que un camello pasara por el ojo de una aguja que que un grupo de los ochenta tuviera un pase. Y si ese grupo era español, hablaríamos del ojo de un protozoo.

No obstante, y hete aquí la cuestión, algunos sí que pasaban el filtro. No por nada concreto. Tal vez nada más porque géneros como el punk o el rock urbano no están tan sujetos a las modas y sus fans, consumidores de ejercicios de estilo, son más fieles. Pero en los noventa, mis amigos sí escuchaban Siniestro Total, por ejemplo. La Polla Récords, Barricada, Decibelios y sobre todo Eskorbuto, entre otros, sobrevivieron a las nuevas generaciones. Todo el mundo tenía cintas de «los clásicos» y yo, particularmente, nunca vi a nadie escuchar en su walkman tamaño rompehielos nuclear Lenin una cassette de Dinarama. Y mira que me gusta Dinarama y Kaka de Luxe creo que fue punk gold-line, pero por lo que fuera los grupos destacados en la Movida fueron rechazados como leprosos en su momento, no ahora, y otros como Eskorbuto nos cautivaron. Esto es así. Lo que nos lleva a deducir en resumidas cuentas que algo especial tendrían los de Santurce para seguir llegando pese a los cambios de modas.

Además, lo suyo tuvo doble mérito. Porque mientras la Movida era hedonista, de colores, moderna, todo cualidades atractivas, el caldo de cultivo de Eskorbuto era la margen izquierda del Nervión, en Bilbao, en tiempos de reconversión industrial, paro y heroína bajo una tormenta terrorista escalofriante. El asco. Pero oye, un movimiento de lo sofisticado pasó a lo banal, y luego a lo ridículo. Y el otro, de tan sucio, luego fue realista y al final legendario. Cosas de la vida, como decían Eskorbuto en Demasiados enemigos.

Y en la actualidad, para más inri, lo gracioso es que las letras de los punks de aquellos años se han ido cumpliendo en muchos casos como impenitentes profecías. Lo dice Luis Boullosa en el último número de Fiat Lux en su artículo «La España negra en doce canciones»:

… los punkis, los navajeros, los yonquis y los poetas tenían razón. Los colgados, los traficantes, los hombres perdidos en el bar y en los parques tenían razón. Los delincuentes comunes, las putas baratas y los chinorris de barrio bajo tenían razón.

Eskorbuto fueron esa clase de chinorris de barrio. Iosu era un fan de los Who que durante muchos años pensó que su nombre se escribía «Ju». Tenían una cultura musical escasa y Juanma, el bajista, solo llevaba unos meses tocando su instrumento cuando se metió en el estudio a grabar el primer disco. Se libraron del servicio militar obligatorio haciéndose pasar por locos, Juanma llegó a mearse encima, y su primera actuación fue en un patio de colegio ante niños de no más de diez años. El nombre, tan contundente, fue cosa de Roberto Moso, cantante de Zarama. Se lo sugirió por el aspecto enfermizo que ya lucían antes de ser rock stars. Comenzaron pronto con sus aficiones extradeportivas. Tomarse la vida como un suicidio no era extraño entonces, en una época sin expectativas, enfangados en un paro juvenil que —ría aquí— era inferior al actual. Vaya por delante el dato: de Eskorbuto murieron dos, Juanma y Iosu. Y de los otros dos grupos coetáneos más interesantes, o que merecen sin ninguna duda figurar a su lado, RIP y Cicatriz, palmaron dos en el primero y todos, pleno, en el segundo.

Se dieron a conocer por el boca a boca y haciendo pintadas por todas partes, pero fue su canción «Mucha policía, poca diversión» la que les hizo realmente célebres. Su relación con los cuerpos de seguridad del Estado era muy simpática. Los detenían constantemente. Muchas veces los arrestaban, los soltaban y los volvían a detener. A la policía le gustaba esta dinámica porque cada vez que lo hacían, los ciudadanos les jaleaban en un territorio tan abiertamente hostil. Los agentes se ganaban el cariño de los vecinos acosando a los punks, mal vistos al principio tanto por la derecha como por la izquierda, por los españoles y por los abertzales. Así que detener a Eskorbuto antes de que hubieran grabado una sola canción ya se convirtió en un acto de propaganda policial.

Nuestras primeras canciones, como «Os engañan», «Tamara», «Dónde está el porvenir», «El enterrador» eran canciones sin polémica, sin bestialidad, con cierta perniciosidad, pero sin ataque claro y conciso contra el sistema. Pero había algo que nos dejó huella: la policía. En las calles nos detenían dos o tres veces al día y así todos los días, sin excepción. Y no nos detenían por fechorías, qué va, nos detenían por limpiar su imagen, pues se daba el caso de que por nuestras pintas tan destartaladas, la gente común en las calles nos veía como algo peligroso y nos trataba como a delincuentes y todo el mundo aplaudía y animaba a la policía cuando nos detenían.

Por eso «Mucha policía, poca diversión» surgió de forma prácticamente automática y corrió rápidamente de boca en boca. Mucha gente la conocía antes de haberla escuchado grabada o en directo, algo que debe de tener pocos precedentes en la historia de rock. El problema vino cuando viajaron a Madrid a intentar mover la maqueta Jodiéndolo todo en la que también estaban títulos como «Escupe a la bandera», «Maldito país» y «ETA». Esta última resumía la situación económica y política de aquel tiempo e iba sentenciando: «… y luego a la ETA la llaman terrorista». Perico Sánchez, del sello Spansuls, estaba interesado en editar su material. Les había conocido en el famoso Rockola de Madrid y, por cierto, fuera, porque a Eskorbuto nos les dejaron entrar por las pintas que llevaban. Vio que eran justo lo que buscaba. Algo real. No una simulación, como Ramoncín, ni teatro, como otros grupos del foro.

eginSin embargo, el 2 de agosto de 1983, a las cinco de la tarde, en las afueras de la capital, un coche zeta de la policía se paró a su altura, les pidió la documentación como de costumbre, les registró y encontró las aludidas maquetas. Los agentes leyeron las letras y directamente se los llevaron detenidos a comisaría de Los Cármenes.

Nos metieron en el calabozo y escuchamos que ponían cantidad de veces la cinta. El comisario no sabía qué hacer. Nos preguntaba si eso era comercial. Le contestamos que no lo habíamos sacado a la venta. También se interesó por las actuaciones en directo y le dijimos que sí que habíamos tocado algunos de esos temas en público, entonces se volvía loco y estaba indeciso. Sabía que iba a ser un problema para él. (Iosu)

Les aplicaron ley antiterrorista. Estuvieron treinta y seis horas incomunicados. Les acusaron de injurias a los cuerpos de seguridad del Estado, lo que conllevaba penas de seis a doce años. Tras las pertinentes llamadas, Kike Túrmix fue el encargado de dirigirse a las Gestoras Pro Amnistía para pedirles ayuda, apoyo, lo que fuera. Y lo que ocurrió cambió la historia de Eskorbuto para siempre:

Yo me bajé al casco viejo en Bilbao a hablar con los de la Gestora Pro Amnistía y estos. Todavía no había «Martxa eta Borroka» y ser un punk rocker estaba mal visto. Me recibieron con cajas destempladas, cosa que a mí primero, y a Eskorbuto después, nos sentó como una patada en los cojones. Alguno de los que me mandó a hacer hostias seguro que después se le vio con la camiseta de La Polla o de Kortatu haciendo el ganso por ahí. (Túrmix).

Encima, todo esto ocurría mientras en las fiestas de Bilbao las comparsas habían elegido el eslogan «Mucha policía, poca diversión» para la bajada de la Virgen de Begoña. Usaban sus frases en Bilbao, pero les dejaban tirados en Madrid. Se sintieron ignorados por un lado y manipulados por el otro. Consideraban que habían dado la cara por Euskadi cantando esas letras y a la hora de la verdad nadie movió un dedo por ellos. El siguiente objetivo de su ira, que nunca fue poca, sería ahora el nacionalismo vasco. Así nació «A la mierda el País Vasco», canción que hundió su reputación en Euskadi, les impidió tocar allí durante años y, la verdad, tampoco es que fuese una letra tan «blasfema».

Oh pueblo!
que bien te guarda tu Hertzaina.
Sus normas, leyes y trampas,
oh pueblo!

A la mierda, a la mierda, a la mierda el País Vasco.
A la mierda, a la mierda, a la mierda va.

Alguien tenía mucha razón
los tanques de guerra se pudren
y los viejos militares
querrán ganar su última guerra.

A la mierda, a la mierda, a la mierda el País Vasco.
A la mierda, a la mierda, a la mierda va.

Laberinto vasco, laberinto vasco.
Euskadi sigue rodando y rodando,
cayéndose por el barranco.

A la mierda, a la mierda, a la mierda el País Vasco.
A la mierda, a la mierda, a la mierda va.

Las gestoras Pro-Amnistia dormían,
mientras nosotros nos pudríamos de asco.

A la mierda, a la mierda, a la mierda el País Vasco.
A la mierda, a la mierda, a la mierda va.

Sin el detalle de que las Gestoras dormían mientras ellos se pudrían de asco, que casi parece un añadido con corta-pega, la canción no hace más que describir el callejón sin salida en el que se encontraba la región en la época. Pero las mentes abertzales biempensantes no la tragaron y, por si había dudas que resolver, en las entrevistas Eskorbuto empezaron a dar unas rajadas memorables.

En Musikaria, por ejemplo, dejaron perlas como que todo el mundo odiaba a Franco, pero nadie tiraba los duros en los que salía su cara. También que todos ellos eran españoles porque esa era «la banderita» que salía en su DNI. O que los municipales de Santurce, que eran de Herri Batasuna, resultaban más represores que los nacionales. Aunque, con mucha más razón, y nadie pareció percatarse de ello a la hora de juzgar la letra desde la perspectiva abertzale, explicaron que el País Vasco era una «fórmula autonómica española» y que por tanto «o Euskadi o nada» y que, lógicamente, «a la mierda el País Vasco». Pero ni por esas.

diariovascoEl diario Egin les censuró una entrevista y empezó a organizarse un boicot, de boca en boca, para que no tocaran en su tierra. Ellos, mientras, declaraban que en Euskadi había más fachas que en ningún lado, pero fachas nacionalistas, apostillaban. Se quedaron sin agenda de conciertos donde vivían y en el resto de España también fueron vetados rápidamente en la mayoría de los sitios, como todos los grupos de su estilo, porque los conciertos de punk de entonces dejaban paisajes devastados a su paso con peleas, heridos, basura, robos… el Apocalipsis.

Pero ellos siguieron mordiéndolo todo como pit bull rabiosos. Después del patinazo político, le tocó el turno a la industria. Poco después, consideraron desde el principio que la etiqueta de Rock Radical Vasco que agrupó a bandas como La Polla Récords, Hertzainak o Barricada era un completo engaño. Un truco de marketing para mover a la cartera de grupos de un solo sello, Soñúa (luego Ohiuka), que, encima, calcaba las palabras que se habían utilizado tiempo atrás para describir precisamente al grupo de Iosu y Juanma. «El punk radical en Euskadi se llama Eskorbuto».

Ellos (Herri Batasuna) querían un grupo para manejar en cada provincia. En Guipuzkoa podían llamar a los RIP, en Álava tenían a La Polla y Hertzainak, de Navarra era Barricada y les faltaba un grupo en Bizkaia. Pero con nosotros metieron la pata, les mandamos a tomar por culo. Y ahora pienso y creo que lo volvería a hacer. Y encima nos llaman traidores a nosotros y de traidores nada, te lo juro por Dios. Fue a partir de ahí cuando todo el mundo se puso en contra nuestra. (Iosu).

Donde sí que pudieron gozar de popularidad fue entre los presos comunes. Los reclusos de la prisión de Basauri les eligieron para que tocasen para ellos en la cárcel y Eskorbuto allá fueron y no se cortaron. Cantaron todas sus piezas antipoliciales sin variar su repertorio habitual en directo. Encima, en el contexto de una huelga que mantenía todas las galerías de la prisión llenas de basura.

Fuera de los muros del talego, no obstante, su fama seguía yendo a peor. Corrían leyendas urbanas, rumores más o menos infundados de que robaban material a los otros grupos, y ellos tenían la delicadeza de manifestar que querían tocar para Alianza Popular, idea de Juanma, que admitía, entre risas, que se declaraba fascista. El hecho es que su aversión a los partidos o cualquier tipo de movimiento político se volvió ya incurable después de actuar en los festivales anti-OTAN en Madrid. Solo les pagaron el viaje y luego se enteraron de que cobraban setecientas pesetas de entrada. Otra vez habían mercadeado con ellos para causas partidistas.

A partir de este momento el grupo empezó a presumir, y no dejarían de hacerlo hasta la muerte de Iosu y Juanma, de ser el más honrado de la historia «y sin ser muy honrado». Por lo que explicaban en las entrevistas que Diego Cerdán recogió en su libro Historia triste (de donde vienen también el resto de extractos empleados en este texto), que eran declaraciones contradictorias, o medio en broma, o bromeando muy en serio, la conclusión a la que parece que llegaron Iosu y Juanma fue la de que las palabras por sí mismas de nada servían a ninguna revolución y que se hablaba mucho y se actuaba poco. Ellos, como tampoco iban a pasar a la acción, pues al menos no iban por ahí predicando nada hipócritamente.

No, nosotros nunca hemos dicho no a los millones, sino a vendernos. Las ideas de la gente están muy atrasadas, son muy fáciles de engañar y, de esa forma, nosotros no vamos. Eskorbuto no va por ahí engañando con palabras fáciles como otros. Nosotros decimos siempre las cosas claras, por eso nos ganamos enemigos, pero prefiero ganarme enemigos a amigos fáciles (…) opinamos que la gente es una basura, todos. Mira, que no me hablen de violencia, que no me hablen de política cuando hay gente que está pringando y encerrados, como los presos, por un sistema raro, extraño ¡no entiendo cómo se puede ser tan idiota! La gente sabe lo que está pasando dentro, todo el mundo lo sabemos, pero todos siguen tomándose su café con leche, siguen saliendo a pasear con su pareja y viviendo su vida normal y luego se quejan y hablan tonterías. ¿La gente? Basura. (Iosu).

La puntilla llegó en su disco Anti Todo en el que una canción, «Haciendo bobadas», era una referencia clara a Herri Batasuna. En 1992, preguntado por la gente de Euskadi que estaba deseando verlos tocar allí y se los había perdido durante tantos años, Iosu resumió claramente cuál había sido hasta entonces la situación con los batasunos:

… que se vayan a los Ayuntamientos, a las concejalías que organizan las fiestas y quiten a esos mamones que están. Lo que pasa es que no se atreven… y todos sabemos de qué partido son.

Tal vez las adicciones no les dejaron seguir disparando como hasta ese momento. En sus últimos trabajos las letras se volvieron más oscuras, con continuas referencias a una muerte que veían cercana. Su deterioro físico quedaba patente en los conciertos. Una vez Iosu acabó uno tocando de rodillas, parecía que era parte de la actuación, pero lo que pasaba era que tenía un lumbago criminal. Aunque la tensión del público nunca decayó. En uno de sus últimos conciertos, en México en 1991, el balance fue de cuarenta heridos y setenta detenidos. Buena marca. Un año después moría Iosu y seis meses después Juanma. «Nuestros cuerpos caen rendidos como una maldición», cantaban en «Cerebros destruidos», para muchos su mejor canción.

En un momento dado dijeron que hacían su música porque en las tiendas no vendían ametralladoras. Treinta años después, el Gobierno aprueba multas de treinta mil euros para manifestaciones como las canciones que cantaron Eskorbuto. ¿Cuál es el mensaje que pretende dar la ley Fernández, que ahora salen más baratas las ametralladoras?

Zaj, música no específicamente sonora en pleno franquismo

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Foto: Fondo de la Universidad de Castilla La Mancha.

Muy pocas palabras para lo que, confieso avergonzado, no entendí ni sílaba (…) no oí nada absolutamente que viniera del escenario. (El Pensamiento Navarro, 29 de junio de 1972).

Zaj se convirtió en una lamentable tomadura de pelo (…) No hubo originalidad, no hubo ingenio, no hubo arte, si eso es lo que se pretendía. Señores de Zaj: qué vergüenza, qué vergüenza. (Javier de Aguirre. El Pensamiento Navarro, 29 de junio de 1972).

… califiquemos de auténtica tomadura de pelo lo que en la tarde del miércoles vimos en el Teatro Gayarre. El grupo Zaj; bien puede permitirse una «boutade», pero no hacer de un espectáculo al que acudió una cantidad tal de público que llenó el teatro, la broma más insípida y sin razón que pueda verse. (Florencio Martínez. La Gaceta del Norte, 30 de junio de 1972).

… los ZAJ… ¡ah, los ZAJ! Este trío de solapados terroristas le sacudirá el vientre dolorosamente; su digestión será imposible (…) Parte del público, los menos, llegaron a la grosería verbal. Otra parte salióse del concierto en vista que no tenía las coordenadas clásicas. (Juan Pedro Quiñonero. Informaciones, 6 julio 1972).

La provocación, en ese sentido, es la actitud infantil, la del niño que provoca a su padre para ver dónde están los límites y hasta dónde se puede llegar. Pero nosotros éramos adultos y sabíamos perfectamente que podíamos llegar hasta donde nos diera la gana. Eso no es provocar, provocar es cuando necesitas marcar un terreno. Son los otros los que deciden la provocación, no nosotros. (Esther Ferrer (Zaj) Entrevista en El País, 6 de noviembre de 1989).

Lo que leen aquí arriba son las reseñas y críticas a un concierto de Zaj en los Encuentros de Pamplona de 1972, un macrofestival de arte experimental. En una exposición del Reina Sofía que recordó su vigésimo quinto aniversario, se le calificó de «gran punto de inflexión» del arte de vanguardia en nuestro país. Los Zaj, que se estrellaron allí, fueron un grupo pionero a la hora de cortar cabezas a pollitos, como Ozzy Osbourne, o pelar manzanas ante un auditorio, como luego copió Tony Leblanc. Incitaciones, desafíos artísticos con la dificultad añadida de que Zaj lo hicieron, no solo los primeros, sino en una dictadura fascista. En la nuestra.

Hace años un profesor de Música de la universidad —del que omitiré su nombre por si ya no está de acuerdo con lo que dijo— me comentó que, por raro que parezca, a Fraga le chiflaba el arte de posguerra del siglo XX, el expresionismo abstracto, el informalismo, el free jazz y todo lo que usted quiera. Todo en un mismo saco porque a él no le servía para deleitarse, sino para vender la imagen de un país moderno. Un chollazo, porque a un obrero de Vallecas sin agua corriente en casa no le iba a entrar conciencia revolucionaria para pasar a la clandestinidad por un cuadro «que lo puede hacer mi hijo de tres años» o una melodía «que suena como tirar de la cadena del váter». En cambio, en Europa y Nueva York se aplaudían mucho estas propuestas vanguardistas, de modo que el régimen, a sugerencia del ministro de Información y Turismo, puso fondos y medios para este tipo de artistas. Eso me contó. Y también que muchos de los que los recibieron se lo tenían bien calladito, pero esa es otra historia.

El caso es que Zaj, un grupo formado por Juan Hidalgo, Walter Marchetti y Ramón Barce, a los que se unieron posteriormente Esther Ferrer y José Luis Fernández Castillejo, entre otros, fue demasiado lejos y las instituciones no es que no les mimaran precisamente. Fue más bien al contrario. Valga como prueba que en estas jornadas navarras interpretaron su pieza «El caballero de la mano en el pecho» y fue criticada duramente por esa prensa y también por el respetable. «Sin parecido con el Greco y pornografía pura. Aquí sí, el público intervino con frases ayunas de Academia», relataba un diario. Ya antes la policía había suspendido una actuación suya y al poco tiempo terminaron marchándose del país.

El caballero de la mano en el pecho. Foto: Fondo de la Universidad de Castilla La Mancha .

El caballero de la mano en el pecho. Foto: Fondo de la Universidad de Castilla La Mancha.

¿Pero cómo se llegó a esto? Pues todo comenzó en 1948 cuando al pianista John Cage le vino a la mente la idea de crear una «pieza silenciosa». Un «silencio ininterrumpido», describió, de tres o cuatro minutos. «El final llegaría imperceptiblemente», sentenció el cabrón. Pero iba en serio y se puso manos a la obra hasta que, cuatro años más tarde, el 29 de agosto de 1952 en el escenario del Maverick Concert Hall de Woodstock (Nueva York), el pianista David Tudor presentó el resultado; se llamaba «4’33″». Es decir, se sentó frente al piano, abrió la tapa, estuvo en silencio treinta segundos. Luego volvió a cerrar y abrir la tapa —para iniciar el segundo movimiento— y se volvió a quedar quieto dos minutos y medio.

Mucha gente se fue de la sala, pero a Cage le daba igual, ya estaba disparado. De hecho, unos días antes su colega Tudor también había dado a conocer «Walter Music», otra pieza suya cuya partitura recoge instrucciones para emplear «un pito de agua», «una sirena», «una radio» y «un palo de madera». A todo esto se le llamó «música de acción» y pronto engatusaría a unos jovencitos españoles.

En 1958, Juan Hidalgo estudiaba en Italia y coincidió con John Cage. Asombrado por las reflexiones del maestro, regresó presto a España a difundir la buena nueva de la mano de Walter Marchetti, otro estudiante. Walter, de hecho, había ayudado a Cage a conseguir dinero para regresar de Italia a Estados Unidos, pues no tendía un céntimo, y le acompañó a un concurso de televisión a contestar preguntas sobre setas en el que ganó ni más ni menos que siete millones de liras. A cambio, el maestro les iluminó con sus ideas revolucionarias en el campo de la creación artística. En este caso, la musical, por llamarla de alguna manera.

Al principio se instalaron en Barcelona. Allí contactaron con el Club 49, un grupo «promotor de audiciones de música experimental y jazz, sesiones de cine, etcétera», que era la continuación de ADLAN (Amics De L´Art Nou), colectivo fundado en 1932 y desaparecido en la Guerra Civil. El punto culminante de sus colaboraciones llegó con el ciclo «Música Abierta» en el que se trajeron al aludido David Tudor a tocar al Colegio de Abogados de Barcelona. Según contó Raúl Minchinela en el Mondo Brutto número 24 (primavera de 2001), el show fue tal que así:

Tudor se dedica a tocar pitos y silbatos sentado ante un piano que solo utiliza como receptor de impactos mientras detrás de él una radio ruge sintonizada en un canal muerto.

¿Les suena la partitura? Quién sabe si, quizá, tal vez, el público catalán del momento no entendió la propuesta, el caso es que Juan Hidalgo perdió el apoyo económico del Club 49 y se tuvo que mudar otra vez, en esta ocasión a Madrid. «Nuestra situación económica en Barcelona era muy precaria. Todos los del club tenían mucho dinero y a pesar de ello no fueron capaces de ayudarnos económicamente». En la capital se instaló en la casa de su madre, Josefa Codorniú, y en ese apartamento se gestó Zaj.

Ramón Barce explicó el porqué de tan singular apelativo: «Se me ocurrió a mí ponerle un nombre que tuviera algo que ver con España, no ponerle un nombre en inglés, eso está repugnantemente visto, y entonces se me ocurrió simplemente juntar tres sonidos característicos del español que en muchos idiomas no están o no están de la manera que están en español: la z, que en muchos idiomas no la tienen; la j, que en muchos idiomas tampoco la tienen y la a, que es la vocal más abundante en el español».

Mientras tanto, en Europa, el soviético George Maciunas había dado vida a Fluxus. También bajo la influencia decisiva de John Cage, su premisa era el rechazo de la creación de obras de arte acabadas en sí mismas y destinadas a durar. ¿Un ejemplo? Pues aquí tienen la partitura de su «Solo para violín» pensada para Sylvano Bussoti, coleguita, por supuesto, de David Tudor.

toque cualquier tonadilla sentimental
rasgue las cuerdas con un clavo
afloje las cuerdas y cójalas una a una
rompa la cuerda tensando excesivamente la clavija
coloque el arco entre las cuerdas y el violín y hacerlo oscilar
coloque el arco en el hombro y emplee el violín como arco
golpee con el arco al violín
rasgue dentro del violín con el arco
sople en las aberturas del violín
coloque piedras dentro del violín y sacudir el violín
frote el suelo con el violín
empuje el violín sobre la mesa o el suelo respectivamente
arañe el violín con un instrumento afilado
sierre el violín o parte de él
taladre el violín
clave un clavo en el violín
golpee el violín con un martillo
muerda el violín
súbase al violín y aplástelo
haga pedazos el violín
deje caer el violín al suelo
arroje el violín o sus partes al público.

El gran momento de Fluxus se vivió en el Festival de Wiesbaden (RFA) en 1962, donde triunfó la «Composition 1960 #10 to Bob Morris» de Monte Young, consistente en «trazar una línea recta y seguirla». Ahí pasará a la historia la interpretación de esta obra del maestro surcoreano Nam June Paik (1932-2006), quien la ejecutó «sumergiendo cabeza y corbata en un cubo de zumo de tomate para pintar con ellas una roja línea recta sobre un papel en el suelo». Electrizante.

Imagen: Fondo de la Universidad de Castilla La Mancha.

Imagen: Fondo de la Universidad de Castilla La Mancha.

La valoración del festival del mismo George Maciunas fue muy elocuente: «Quienes más disfrutaron de nuestros conciertos fueron gente sencilla y no sofisticada, el conserje, trabajadores, y generalmente niños, y los que más se opusieron fueron todos pseudointelectuales».

Más adelante, el lituano Maciunas escribió a Zaj una misiva con tintes imperialistas. Les propuso que se llamaran también Fluxus, para unificar todas las propuestas de este estilo que había en el mundo. Lo cierto es que Maciunas lo que quería hacer con Fluxus era promocionar una editorial propia con revistas sobre arte experimental. Pero Hidalgo le contestó muy educadamente que Zaj podía llamarse Fluxus tanto como Fluxus podía pasar a llamarse Zaj. Y ahí se quedó la cosa. Ahora, cuando en las exposiciones retrospectivas en cualquier lugar del mundo se habla de Fluxus, se suele citar también a Zaj.

Como ven, Europa estaba on fire al inicio de la década de los sesenta con las propuestas experimentales, de modo que Hidalgo, Marchetti y Barce se pusieron manos a la obra en uno de los mejores escenarios imaginables: la capital de la España del general Francisco Franco. El 19 de noviembre de 1964 tuvo lugar el primer concierto de Zaj y esta nueva música que sustituía los sonidos por acciones. Se trataba de su interpretación «Traslado de tres objetos».

La obra se ejecutó desde la casa de Juan Hidalgo hasta el salón de actos del Colegio Mayor Menéndez Pelayo (de la calle Batalla del Salado hasta la avenida de Séneca, total: seis kilómetros). Tres tíos llevando muebles de un lugar a otro. Eso fue. No obstante, era un concierto pretérito. Es decir, se invitó al público a presenciarlo después de haberlo realizado.

Según la nota de la exposición del Círculo de Bellas Artes sobre Zaj, el recorrido que hicieron los tres objetos no fue aleatorio, sino que comprendía el camino que recorrió Buenaventura Durruti antes de recibir un disparo en condiciones aún no aclaradas. Si la acción se publicitaba después de haberse realizado, como para que el pobre censor se diera cuenta además de ese detalle.

A continuación vino su show en el colegio mayor. En la invitación escribieron una advertencia: «diré enseguida que, desde un primer momento, ojos y oídos han tenido un papel en la música experimental ¡atención, pues! No olviden las orejas quienes tengan los ojos en primer plano». Sí, muchos debieron decir ¿ein?

Tomás Marco, en la revista SP, redactó la siguiente crítica de la velada:

… el excesivamente numeroso público asistente a la representación se maravilló con un insólito espectáculo musical por el que desfilaron desde una sandalia volante hasta un piano amorosamente arropado por una manta o un pianista cuyo concierto consiste en peinarse sentado al teclado. Con ello, el público se dividió en un escaso número que sabía de lo que se trataba, un buen número de personas indignadas, otro buen número que no sabía a qué carta quedarse y una gran mayoría de gente que se lo estaba pasando francamente bien.

La sandalia voladora se llamaba «El recorrido japonés» y nadie se sintió amenazado como Rodrigo Rato.

En la recopilación de José Antonio Sarmiento Zaj, concierto de teatro musical encontramos las partituras de todas las obras interpretadas aquel día. Estos, por ejemplo, son el cuarto y quinto movimiento de Música para piano n.º 2 de Walter Marchetti.

Me alejo del piano andando hacia atrás, hacia el lado izquierdo de la escena, me paro y miro hacia abajo
Miro el piano
Miro hacia abajo
Miro el piano
Miro hacia abajo
Miro el piano
Miro hacia abajo
Miro el piano
Miro hacia abajo
Siempre mirando hacia abajo, me dirijo al piano y lo cruzo por debajo, en el sentido longitudinal, hasta quedar colocado frente al teclado
Me siento al piano
Cojo unos prismáticos que se encuentran dentro del piano y miro con insistencia al público (al término de esta acción, los prismáticos se colocan de nuevo dentro del piano)
Toco pianissimo la última tecla del piano (Do o La)

Música para piano nº 2. Fuente: http://www.revistaminerva.com

Música para piano nº 2. Fuente: http://www.revistaminerva.com

Juan Hidalgo, por su parte, en la canción «A letter for David Tudor» entregó a cada espectador un sobre con una carta dirigida a David Tudor. «Lo que no impedirá al espectador firmarla a su vez antes de cerrarla, ponerle remite, sellos y enviarla, si este fuera su deseo», decía la partitura. Las cartas sobrantes se rompían en pedazos, se tiraban por el suelo e Hidalgo salía con una escoba a barrerlas. Un estribillo pegadizo ¿verdad?

Ramón Barce aportó «Abgrund, hintegrund». Esta pieza se tocaba detrás de un biombo. Les dejo un fragmento:

Minuto 2
Aparecen unos pies por arriba (7 segundos) y desaparecen
Aparecen unos pies a derecha e izquierda (7 segundos) y desaparecen
Aparecen unos pies por la derecha (7 segundos) y desaparecen
Comienza a asomar un globo rojo por la izquierda, poco a poco, al fin sale del todo y parte de la cuerda que lo sujeta; luego se suelta y flota (15 segundos)

El último tema volvió a ser de Walter Marchetti, una composición para cinco intérpretes titulada «Ailanthus». Terminaba así:

El primero tocará intermitentemente una flauta de madera previamente obturada de modo que no pueda producir ningún sonido
El segundo gesticulará y emitirá de vez en cuando sonidos guturales
El tercero permanecerá inmóvil contemplando una flor que tiene en la mano
El cuarto hará un avión de papel y lo lanzará al aire
El quinto hinchará un pequeño globo, a ser posible de color verde, y pasará una y otra vez el dedo sobre la superficie, creando de este modo los más variados sonidos

No hubo bises. Y ese mismo año publicaron su manifiesto. Decía:

Ziüaëouj

Sin más. El éxito fue tal que Ramón Barce no tardó en abandonar el grupo a los pocos meses. «Tendré que renunciar por ahora a toda actividad de Zaj, ya que algunas personas de las que dependo económicamente se escandalizan bastante… Parece mentira, pero hay gente que se muestra casi ofendida por la música de acción y similares».

Pero el grupo siguió adelante. En enero de 1965, Hidalgo compuso una de sus obras magnas, aunque no la que más fama le dio. Música para cinco perros, un polo y seis intérpretes varones.

… cinco intérpretes varones mantendrán cuidadosamente y con autoridad cinco perros (sin distinción de sexos) mientras que el sexto intérprete, también varón, les pasará (a los canes) alternativamente un polo (sin distinción de sabor) por el ano de los mismos, hasta que del polo no quede más que el palo.

También dieron su concierto Viaje a Almorox que consistía en subirse a un tren que iba de la calle Goya al susodicho pueblo. Los intérpretes musicales serían, señalaba la invitación, «el personal ferroviario de las estaciones de la línea Madrid-Almorox y de los trenes de ida y vuelta, todos los participantes a este viaje y los viajeros que les acompañen, todos los habitantes de Almorox, y en general toda persona, animal, planta, mineral, objeto o cosa que de algún modo se relacione con los antedichos».

Había un ferrocarril que salía de la estación de Goya, junto al Manzanares, pasaba por Navalcarnero y terminaba en Almorox. Era una estación muy pequeña y decidimos que todos los componentes de Zaj se fueran a Almorox para hacer todo lo que se podía hacer en la calle y en el campo de Almorox. La gente nos miraba un poco raro, porque hacíamos cosas que no comprendían. Además, llovía. Allí se estrenó «La Caza», entre los viñedos, caminando kilómetros y kilómetros. Uno iba a la izquierda, el otro hacia la derecha… tal y como indica la partitura. (Manchetti).

Ese año estuvo trufado de apariciones callejeras como este viaje, o citas en el Retiro. Pero lo mejor es que a finales se trajeron al percusionista Max Neuhaus a una de sus apariciones y el NO-DO cubrió la velada. El locutor del noticiario (minuto 6:48) alucinó con el alemán y cuando dio paso a Zaj, cuando Juan Hidalgo ejecuta su pieza «Música enguantada» escribiendo en una pizarra con un guante en la mano, se puso irónico. Y cuando Hidalgo cepilla su piano y, para terminar el concierto, se come un besugo, parece que el locutor ya no sabía ni qué decir. Qué iba a hacer el hombre acostumbrado a locutar inauguraciones de pantanos.

NO DO 20-12-1965

NOT N 1198 A

Al año siguiente, llegó «Balls». «Un hombre coloca sus manos con las dos bolas brillantes que sostiene delante del lugar en que se hallan sus testículos gritando: ¡BALLS! Las bolas, grandes, sin dibujos y brillantes, deben ser las que colocamos en los abetos navideños».

Y también fueron muy frecuentes por esas fechas acciones como enviar cartas con partituras, conciertos postales que cada uno podía interpretar en su casa. Mi favorita es una de dos movimientos llamada «Música internacional». Suena así: «levantarse por la mañana y acostarse por la noche».

En 1967, el grupo fue invitado a Argel por Fluxus, a un festival. En el camino, Hidalgo interpretó «Música vacante para un piano vacante» en casa de unos amigos, a los que, además, les entregó un cuaderno donde había pensado apuntar sus recuerdos personales y pensamientos del viaje para que ellos escribieran en él lo que quisiesen. Luego se publicaría como Viaje a Argel. Son quinientas dos páginas.

En África, ese festival se llamaba «Destrucción del Arte». Asegura Raúl Minchinela que Hidalgo interpretó «Pollos y pollas», una canción compuesta en 1965 cuya partitura decía «con una caja de cartón conteniendo varias docenas de pollitos de ambos sexos y un buen cuchillo de cocina, rápidamente la mano izquierda sacará de la caja pollo tras polla, polla tras pollo, mientras que la derecha con el cuchillo les cortará el cuello y arrojará las cabezas sobre el público». La prensa británica se escandalizó. The Sun, cita en el MB, dijo «no se puede matar un pollo por amor al arte». Además, también ejecutó su célebre Música para cinco perros y un polo, pero pasándole el polo por el culo a las personas, no a los canes.

En 1967, ya por fin el Gobierno toma medidas y prohibió una serie de actuaciones de Zaj en el Teatro Begoña de Madrid. El ministro de Gobernación y capitán del Ejército, el gallego Camilo Alonso Vega, íntimo amigo de Franco desde los tiempos de la Academia de Toledo, declaró que este tipo de espectáculo «fomentaba la anarquía entre el público», contó después Hidalgo. La policía acudió al teatro «pero no pasó nada», recuerda. Aunque les prohibieron volver a actuar en teatros, ya solo podían montar el número en galerías de arte. Supongo que para no confundir a incautos. Lo mejor, las reacciones de la prensa a la suspensión:

No crean ustedes que la gente no entendía. Es que no había nada que entender, y el público se sentía algo molesto de que le tomasen la cabellera de modo tan claro (N. G. R., «ZAJ en el Beatriz», Diario Ya).

Intolerable patochada […] inocentada estilo principio de siglo. (Serafín Adame «Suspensión acertada», Diario Pueblo).

En una hora y media de representación no se oyó una palabra de los actores y sí un ruido infernal, alucinante, casi al final, con las luces apagadas, que consiguió atemorizar a las señoras y hacer salir de estampida a más de un caballero. (Matías escribano, «Zaj, espectáculo inusitado», El Alcázar).

Estos happenings virulentos, hasta en París, han sido coartados por la Policía. (José Téllez Moreno «Zaj, esbozo de happening en el teatro Beatriz», ABC).

Zaj no es nada, si acaso, unas cuantas zarandajas soberanamente bobas […] Pero de verdad, de verdad, muy peligroso. (José Téllez Moreno «Zaj, verdadera tontería —no calificamos nosotros— escenificada en el Beatriz», La Hoja del Lunes).

Gracias a una crítica de Martín Prieto en el diario Arriba podemos intuir cómo eran las actuaciones que estaban llevando a cabo ese año y que llamaron a atención de la autoridad competente. Lo mejor de la reseña es que incluía las reacciones de los asistentes, lo que según algunos analistas era un aspecto fundamental de los conciertos. Tal y como cuenta, el público al principio estaba expectante, pero en cuanto entendió que aquello era «una tomadura de pelo» se puso «a rugir». La primera canción:

«”Guillermo Tell (Homenaje a Rossini)”. Tomás Marco se sienta ante una mesa, enseña una manzana, extrae de un bolsillo una navajita y lenta, cuidadosamente, retrepándose en la silla, la pela y se la come. El público: “¡Plagio! ¡Danos un poquito!”. Alboroto inenarrable».

Por cierto, que cuando Tony Leblanc se «inspiró» en Zaj para un sketch en televisión, ni siquiera se molestó en cambiar la fruta.

El concierto seguía:

«Paralelo 40». Walter Marchetti, el italiano del grupo, con más nervios que sus compañeros, pero tan inaccesible como ellos a los intentos de los espectadores para hacerle reír, sale a escena y se quita el cinturón —el público comenta malévolo— lo deposita ante sí y se embebe contemplándolo; al cabo de cinco minutos da un paso al frente y lo cruza retirándose. El público silva y marca con los pies el himno de los marines.

La actuación siguió con «Composición» en la que Marchetti fue colocando clavos por todo el escenario. Y en «A Camel Strip-Tease», Hidalgo, con un antifaz, cogió un cigarro de una cajetilla de tabaco de la aludida marca y lo «desnudó» quitándole el papel con un alfiler. El público gritaba «Libertino, no lo desnudes», «Mira que no comprenderlo ¿verdad que somos unos brutos?». Y Ferrán escribe «Se presiente un deseo de agresión, contenido».

En «Sangre y Champaña», Hidalgo «toma una gota de sangre de su pulgar y la mezcla con champaña, brindando». Justo en ese momento «dos jóvenes saltan al escenario y tratan de apoderarse del champaña mientras bajan los telones».

Así llegamos al temazo de la noche, «Música para un vaso no muy grande». Marchetti vacía una botella en él, el licor se desborda del vasito y se derrama por el escenario. Uno del público grita: «¿Hay coloquio?». Después, cuando en «El pájaro de fuego (homenaje a Stravinsky)» Tomás Marco prende fuego a un pájaro de cartón, le dicen desde el patio de butacas: «¡A ti te teníamos que quemar!». Así hasta el final del concierto.

Hubo momentos en que el teatro hervía, ora indignado, ora divertido, las más de las veces inflado de ironía punzante. Varios palcos se vaciaron a los minutos de empezar el concierto, más por protesta que por aburrimiento, porque todos nos divertimos. Durante la última partitura, con las luces apagadas y una cinta magnetofónica despidiendo sonidos infernales, el público «alto» levantó a coro su voz sobre el ruido y la confusión general del patio de butacas que se vaciaba a oscuras: «¡No se vayan! ¡No se vayan!».

Para Minchinela, en las reacciones del público estaba el quid de la cuestión. También apuntó algo semejante Ignacio Amestoy en un artículo de la época en el periódico Arriba España: «Muy pocos se dieron cuenta de que ZAJ fue una llamada a integrarse en una obra de arte, en un concierto por la acción». El público, con sus reacciones espontáneas ante tamaño despropósito, sería parte fundamental de la obra de arte.

Pasado el tiempo, terminaron tocando más fuera que dentro de España hasta que definitivamente Esther Ferrer se quedó en París y Juan Hidalgo y Marchetti volvieron a Milán. No sin pasar por el mayo del 68 francés, pues iban a actuar y les pilló allí toda la revuelta, lo que no impidió que su concierto fuera un llenazo y un éxito en el Museo de Arte Moderno de París.

De todos modos, el proyecto perdió fuelle. Zaj siguió reuniéndose esporádicamente, pero sus miembros fueron desarrollando más su faceta artística en solitario. Marchetti preparó una guía de composición en la que indicaba los días favorables de la semana para crear mejor y recomendaba «conserve las ideas a setecientos metros de altura sobre el nivel del mar». Javier Castillejo escribió varios libros, entre los que destaca The book of i´s de 1969, que estaba escrito solo con la letra i. No contento con ello, luego sacó una edición del texto en vinilo en el sello Ala Marghen en la que él mismo leía su obra. Aquí lo pueden escuchar gratis. La pena es que no se puede descargar. Ferrer es también una reconocida artista del absurdo, especialista en sujetar objetos con la cabeza. E Hidalgo continuó con una prolífica y multifacética carrera donde al habitual desparpajo de sus compañeros añadía siempre un toque sexual. Por ejemplo, esta es una poesía suya del año 89 llamada «Comer»:

AL LEVANTARME
ME COMO SIEMPRE
UN COÑO O UNA POLLA

Caído el franquismo, a la crítica cultural, ya no esos desbordados plumillas del nacionalcatolicismo, tampoco les cayó Zaj en gracia. La revista Ozono en 1977 les dedicó una página con el título «Zaj: Doce años y un día de gratuidad», que decía: «Zaj, con ser lo más coherente de las propuestas artísticas de nuestros años sesenta, ha pasado de ser un revulsivo, al que había que denunciar como clamaban exasperados los críticos, a ser distracción de galerista, escritores y fotógrafos de sobra conocidos en nuestro mundillo. ¿Estará el arte condenado a reducir y apoyar el sistema social dominante, incluso a pesar de sus propuestas en contra? Todo arte que no sea consciente de sus posibilidades y sus límites (entre ellos la obsolescencia a que está sujeto) y que no contribuya a una transformación real de la sociedad, desde luego que sí».

En 1989, Hidalgo fue entrevistado por el Diario 16 y daba una visión bastante mesurada de toda la experiencia de aquellos años: «No hemos intentado nunca la provocación. Un tipo de trabajo como el nuestro era muy extraño aquí, mientras que otros países resultaba más corriente. En España no ha habido el proceso lógico del arte moderno que se ha producido en Europa. Ha sido un salto abismal. Aparte de esto, nuestro país quedó bloqueado informativamente. Esto era un terreno baldío, donde caían las cosas».

Qué más se puede añadir. A mí, la verdad, me hubiera gustado estar en el Teatro Begoña. Y en Argel, aunque solo fuera poniendo el culo para derretir un polo.

Fuente: www.museoreinasofia.es

«Música para cinco perros, un polo y seis varones». Fuente:
www.museoreinasofia.es

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Más información sobre la intervención que el grupo ZAJ  llevó a cabo el 21 de noviembre de 1964 en Madrid, en el salón de actos del Colegio Mayor Menéndez Pelayo, aquí.

 

Ana Curra: «Hubo dos Movidas, la light que se ha vendido, y la de los perdedores y transgresores»

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Ana Curra para Jot Down 0

Antes de la llegada de Internet, antes de saberlo todo con un par de clics, a las generaciones que no vivimos los años ochenta, Ana Curra (El Escorial, 1958) nos entraba por los ojos. Cuando rebuscando en las tiendas de elepés de segunda mano dabas con la portada del Grandes Éxitos de Pegamoides, la veías con su peluca rubia en alguna copia de El acto de Parálisis Permanente expuesta en algún escaparate a precios estratosféricos. También aparecía en las míticas fotografías de Alberto García-Alix que retrataron aquella época salvaje. Llegaron a llamarla «la Viuda de Madrid» cuando falleció su novio, Eduardo Benavente, líder de Parálisis Permanente y un genio en gestación. Desde aquel momento, considera que lo mejor de esos años fue devorado por los habituales tiburones y arribistas. Ahora no quiere protagonismos, ni siquiera pelear por lo que considera suyo. Pero nosotros sí queremos comentar la trayectoria de una artista que, entre muchos proyectos, participó en la puesta en marcha de uno de los primeros sellos independientes de este país.

¿Has leído los libros de Grace Morales y Patricia Godes sobre Mecano y los Pegamoides, que tienen esa visión tan crítica y tan escéptica, y por eso son tan interesantes, sobre los ochenta?

Patricia es muy polemista, siempre ha sido un poco radical y muy peculiar. Me cae muy bien y me divierte mucho, pero reconozco que te puede tocar las narices. Patricia y Grace son muy inteligentes y críticas con el mundo. Con sus historias cada una de ellas, sus manías, sus complejos y sus limitaciones, pero creo que la mujer madura a pasos agigantados frente al hombre y ahí tienes la prueba.

Naciste en El Escorial. ¿Cómo te convertiste en moderna, cómo llegaste a esos círculos de lo que luego se llamó la Movida?

El Escorial es un lugar esotérico donde los haya. El granito tiene unas vibraciones un tanto chungas, imprime carácter. Este lugar fue elegido por Felipe II porque había un cúmulo de energías muy especiales y de ahí me viene un poco mi lado oscuro, siniestro o esotérico. Esa parte de brujita que tengo. Pero también fue el resquicio de los franquistas, allí vivían. Yo rápidamente me distinguí y me empecé a encontrar incómoda en el pueblo. Así que me fui a Madrid a los diecisiete años y me encontré con la gente en el Rastro y los colegios mayores. Ahí empecé a relacionarme con grupos.

De niña escuchaba música clásica, mi madre había estudiado piano. A la vez que empecé a ir al colegio, me proporcionó clases de piano. Aprendí a hablar y a estudiar música a la vez. Cuando fui a Madrid a un colegio mayor, ya tenía prácticamente siete cursos de piano en el conservatorio. Y a través de mis hermanos me introduje en la música pop. Uno de ellos, recientemente fallecido, no paraba de pinchar en casa a Bob Dylan. Era como un predicador permanente, mi hermano lo ponía por la mañana, por la tarde y por la noche. Y el otro hermano que tengo ponía la Velvet Underground y mucha música de los años cincuenta. Lo cogí todo con mucha euforia, rápidamente me di cuenta de que la música era mi lenguaje natural.

¿Y los primeros conciertos que te marcaron?

El primer concierto al que me llevaron fue al grupo de Wilco Johnson, Dr. Feelgood, precursores del punk. Luego fui a Iggy Pop, que no tocó porque la gente empezó a escupirle y a insultarle. Lo que más recuerdo es que había poquísima gente. Era Iggy en su época de todo de cuero negro y de rubio platino, todo enmonado de anfetas. Le veías hecho polvo, luego todo eufórico, veías todos los estados que tenía. Igual que Johnny Thunders, que en su actuación todo dependía de que tuviera caballo o estuviera de mono, si había conseguido pillar o no.

Los conciertos en esos años eran un caos. No había ninguna profesionalidad, no sonaban, la gente se colaba en masa. Aunque todo era muy divertido, pocos conciertos veíamos decentemente en aquella época. Nada llegaba a funcionar en el escenario. El nuestro era un país que no tenía ninguna tradición en organizar música en directo. Aquí no teníamos nada. Ahorrábamos todo lo que podíamos para poder irnos a Londres que era lo más barato que teníamos al alcance para poder alimentarnos musicalmente.

Pero el punk y la nueva ola llegaron a España bastante a tiempo.

Es relativo. Lo asumimos por necesidades vitales que teníamos. No éramos conscientes de la situación política, social e histórica que vivíamos. Se absorbió inmediatamente por necesidad vital. El momento que se vivía en España era tan triste, tan gris, tan rancio… De pronto murió Franco, se produjo ese lapso de la Transición, en el que todo estuvo permitido de alguna manera durante unos años, y la gente que estábamos hartos de ver a nuestros hermanos con pantalones de pana, cansados de la España en blanco y negro, y queríamos otra cosa, nos agarramos a esto. Pero todo a un nivel muy ínfimo y muy pequeño. Hubo punk en barrios, pero no fue un fenómeno a gran escala.

De todas formas, gracias al punk nos hemos unido mucha gente de distintas clases, unos que estaban trabajando, otros eran estudiantes, unos venían de familias de clase trabajadora, otros de gente adinerada. Pero todos teníamos en común la parte lúdica del punk. El «hazlo tú mismo», el no estar dispuesto a vivir lo que habían vivido tus hermanos mayores, el decir: vamos a comernos el mundo a nuestra manera, sin saber, ya lo aprenderemos sobre la marcha.

Yo me iba con la gente de Los Escaparates, de donde salieron Eduardo Benavente, El Ángel y César Scappa, que les invitamos a compartir local con los Pegamoides porque nos fascinaba su lenguaje, su argot y su actitud. Nosotros a cambio de esa cultura de calle les proporcionábamos lo que habíamos visto en Londres. Aunque, bueno, César Scappa estaba entre dos mundos porque ya había ido a Nueva York en la época del CBGB’s, vio salir de ahí a los Ramones, a Television, a Patti Smith… y traía esa información, algo que entonces valía mucho porque no había Internet. Pero esencialmente ellos traían la rebeldía, la veracidad de la gente de barrio, y tú les aportabas la información. Yo siempre me he sentido muy cómoda en ambos sitios. Mis padres fueron grandes trabajadores, pero siempre he estado bien con gente como los Canut, que eran clase acomodada, y Eduardo, que era trabajadora.

Ana Curra para Jot Down 1

¿Cómo recuerdas el Rastro, donde se conocía todo el mundo?

Era un sitio de trueque, auténtico. Íbamos los domingos por la mañana a La Bobia, un lugar que era emblemático. Allí muchos llegábamos de toda la noche sin dormir y otros iban a tomar el aperitivo por la mañana. Eso estaba lleno de camellos, borrachos, punks, rockers, había peleas, navajazos, pero a la vez se intercambiaba todo tipo de información… ahí pasaba de todo. El Rastro era de ir a lucir domingo, todo el mundo se ponía a ver quién daba más, a presumir de modelo. Y como barrio castizo que siempre ha sido, también era un lugar de mucho canalleo. Nada que ver con lo que es ahora, con tanta tasa e impuestos, que parece que todos los puestos venden lo mismo. Antes el trasiego de cosas era muchísimo más interesante. Podía vender cualquiera, te dabas una vuelta y solías encontrar algo que no era estándar. Siempre se ponía alguna viejecita que se le había muerto un familiar que tenía un caserón, ponía ahí todo lo que tenía y te lo llevabas. En plan un sillón de época, objetos sorprendentes… No había controles y era absolutamente enriquecedor.

Tú al principio ibas con un look años cincuenta.

Era el primer referente de moda que me moló. La moda años cincuenta siempre ha sido preciosa. Era también la moda que vivió mi madre, de los cincuenta lindando con los sesenta. Me fascinaban los vestidos que tenía, los tacones de punta de aguja. De hecho, varios modelos que tenía los heredé de mi madre. Y el primer traje de cuero que tuve, con falda estrecha ajustada a la rodilla, también era de mi madre. Todo eso me marcó a la hora de vestir.

Y yo me hacía la ropa que llevaba. Me acuerdo de que me iba con Olvido a Almacenes Arias y al Sepu, comprábamos cualquier camiseta o vestido horrible del que nos gustara la tela y lo convertíamos en otra cosa completamente diferente. Hasta todo el rollo de sadomaso que llevé después en Parálisis Permanente me lo hice yo. También tenía instalada una especie de peluquería en casa y le cortaba el pelo a todos cada quince días. Le hacía los crepados a Olvido y a Toti, le cortaba el pelo a Eduardo. Otros como Nacho y Carlos no se ponían en mis manos, eran más así y se iban al peluquero [risas], pero todos los demás no. Y sigo siendo yo mi peluquera, y con la ropa, igual. Todo con esa filosofía del «hazlo tú mismo».

En lafonoteca cuentan que en esa primera etapa Paraíso te dedicó la canción «No quiero mirar (otra vez atrás)» a modo de burla.

No tengo ni idea. Lo dudo ¿De burla? Juan Luis Paraíso me adoraba. Pero ni sé ahora mismo qué canción es.

Otro lugar emblemático fue el Penta.

Era el único sitio en Madrid al que podías ir a escuchar música que no se podía escuchar aquí. Traían discos que importaban de Londres y yo iba todos los días por la tarde a modo de segunda clase. Escuchaba en Onda Cero FM a Rafael Abitbol y a Mario Armero y después me iba al Pentagrama a escuchar canciones que no podías escuchar en otro sitio. Éramos siempre unos veinte o cuarenta que luego éramos los que también íbamos a los conciertos. Después ya vinieron el Marquee y el Rock-ola, donde ya por fin tuvimos una sala de conciertos con dos grandes programadores, Lorenzo y Pepo, que trajeron cosas increíbles para el momento. Ahí sí que logramos ver a grupos contemporáneos que acababan de salir, fue donde se empezó a profesionalizar el tema de los conciertos. Además, por ahí pasamos todos los grupos españoles.

El Rock-Ola para mí era lo más, estaba deseando que llegase el jueves para ir al concierto. Los que íbamos éramos lo mejor de cada casa, lo mejorcito. La gente se maqueaba para ir a relacionarse, pero en plan bien, no de pintoneo tonto, sino vivir el momento. Era la adolescencia, despertabas a muchas cosas descubriendo grupos, letras que no son las que te ponen los 40. Fue como un santuario de iniciación, una corriente de información muy intensa, de sexo, de literatura, de todo. Eran nuestros sitios, el Penta, Bobia y Rock-Ola, pero es que no había más. Después ya vino el Carolina…

También había peleas en la puerta de Rock-Ola. De hecho, se cerró por una puñalada mortal. Es lo único que recuerdo chungo. Lo demás era mucha droga, mucha música, mucha vida. Todo muy divertido, todos los días había una aventura. Y también era un sitio muy cercano, cuando vino Iggy tuvimos la oportunidad de abrazarle, de estar con él.

Entraste en Pegamoides porque dabas la imagen, se fijaron en ti sin saber si tocabas algo.

Como he dicho, mis hermanos me introdujeron en el mundo de la música de la calle. Yo les seguía siempre, y en una de estas fuimos al Sol, estábamos en un concierto de los Zombies, Carlos Berlanga me miró y me dijo «¿Tú no tocarás algún instrumento?». Le contesté que el piano y directamente me preguntó si quería tocar con ellos. Como yo ya tenía localizados a Kaka de Luxe, les dije que vale. También me lo habían pedido Los Secretos, pero yo tenía claro que prefería algo tipo Kaka de Luxe.

Ana Curra para Jot Down 2

Fuisteis de las primeras chicas que hacían algo hasta entonces reservado a los hombres.

Íbamos a los pueblos de España y nos llamaban brujas, putas y zorras. En algún sitio concreto tuvo que venir la Guardia Civil porque estuvieron a punto de tirar los camerinos porque nos querían violar. Puedo decir que he vivido la España profunda y había pueblos que… Recuerdo en Navarra, sitios donde celebran las fiestas con peñas, montaban el escenario en el medio de la plaza, en el centro, y se ponían las peñas a tirarse cosas entre ellos, pero todo nos caía a nosotros. Nos mirábamos y decíamos ¡pero qué hacemos aquí!

No obstante, yo, como mujer, me divertía mucho. Era muy joven, estaba descubriendo el mundo y me provocaba mucha diversión ir por la calle viendo cómo te miraban, no sabías si como una zorra puta o escandalizados. Había ese morbo de epatar por parte nuestra, al menos por parte mía, a toda esa gente mayor que pretende que porque eres mujer le debes algo. La verdad es que este tipo de cosas las he intuido cuando las he tenido enfrente, pero no me han causado ningún shock en mi vida, siempre me he sentido por encima de estas historias. No he tenido que luchar en el mundo de las feministas porque consideraba que lo tenía ya superado.

¿Qué te pareció el linchamiento que sufrieron las Vulpes?

Una injusticia absoluta. Pero Olvido sufrió mucho más en los pueblos, aunque no se ha contado o no se ha visto. Insultos, escupitajos… La diferencia fue que nosotros caímos en gracia y nunca nos censuraron. A las Vulpes, sin embargo, pues no. Pero también creo que ellas se rindieron. Podían haber luchado. Tienen una parte de victimismo que no la entiendo, lo mismo que nosotros continuamos podían haberlo hecho ellas.

En el homenaje a Canito, que se considera el estallido de lo que fue la Movida, cuentan las crónicas que vuestro concierto fue caótico.

Fue como era todo entonces. Con cero previsión y sin profesionalidad por parte de ninguno. Yo llevaba cinco días en el grupo. No teníamos ni batería. Toqué con una caja de ritmos, pero ese era el espíritu, todo era como una aventura. Ahora lo analizas y lo ves de otra manera, pero yo me lo pasaba muy bien en todas partes. Aunque no me pareció tan caótico, nadie sonaba bien, era el reflejo de lo que éramos y luego aprendimos todos mucho muy rápido.

Eduardo aprendió a tocar la batería en una semana.

Eduardo era un crack. Era uno de los tipos con más talento musical y carisma que yo he visto en mi vida. Llevo años conociendo músicos, y viendo gente, enseñando música a mis alumnos del conservatorio, viendo lo que es el talento musical, y Eduardo puedo asegurar que era un monstruo. No sabremos nunca hasta dónde hubiera llegado. Y además tenía un gran carisma, era un seductor.

Al final fuiste conquistando parcelas de protagonismo en Pegamoides y compones dos canciones, «Redrum» y «Estrategia militar».

Fue muy difícil. Había un tándem que eran Nacho y Carlos, uno con las letras y otro con la música, y era muy difícil entrar. Entonces me alié con Olvido y le dije que teníamos que hacer nuestras canciones. Llegábamos con ellas en plan: ¡hey, que Olvido y yo hemos compuesto una canción! Fueron las más oscuritas.

¿Cómo fueron, o qué visteis en los viajes que hicisteis a Londres que coincidieron con el apogeo del post-punk y todo lo que ahora se denomina «gótico»?

Pegamoides inicialmente éramos un grupo colorista. Muy punk, pero de colores, con un rollo kitsch. Entonces fuimos a Londres cuando empezaba la música más oscura. De pronto, nos interesó. Básicamente porque en un año ya habíamos quemado la etapa más yeyé. Además, a mí personalmente siempre me ha atraído mucho la muerte. El caso es que Eduardo y yo empezamos a imponer todo esto en Pegamoides y a Carlos le molestaba porque él era eminentemente pop. A nosotros nos gustaba más buscar otras cosas más hipnóticas, más incómodas, algo como nuestra propia vida. Es que estábamos ya en otra etapa vital.

Vuestras giras fueron extenuantes. ¿Alguien que no fuerais vosotros se enriqueció con ellas?

No te puedes imaginar, de pronto estábamos en Almería y al día siguiente en La Coruña, y después a Barcelona y luego a Málaga. Era una paliza… recuerdo aquel verano, que fueron ochenta bolos, y la pobre Olvido se quedaba dormida de pie en las pruebas de sonido. En estos conciertos ni nosotros ni Santiago Cano, nuestro manager, sacamos rentabilidad. Nosotros entonces hacíamos conciertos simplemente porque había que hacerlos, no había una premisa de hacerse rico. El que empezó a protestar fue Carlos, que todo este ritmo le resultaba muy duro. Y entre que no estaba cómodo con la figura de Eduardo y no le gustaba girar, lo terminamos dejando.

Ese verano fue realmente duro, pero a mí me divertía, tenía energía para dar y tomar. Eduardo y yo lo pasábamos muy bien de gira. Carlos, sin embargo, quería ir a hoteles de más nivel y yo prefería hoteles más baratos, porque solo entraba cinco horas nada más a dormir. Prefería llevarme un dinerito para luego comprarme un teclado o algo así. El manager no nos engañó, era tan poco profesional como nosotros. Las discográficas sí, con ellas sí que firmamos contratos leoninos y siguen sacando el material, reeditándolo, sin que veamos un duro.

Ana Curra para Jot Down 3

Has comentado alguna vez que pese a tu formación musical te costó adaptarte a tocar en un grupo «nuevaolero» porque era demasiado simple.

Me fascinaba esa espontaneidad. A mí me habían propuesto becas para irme a estudiar fuera, porque tenía un expediente increíble en el conservatorio, y luego llegué al local de ensayo con estos y me corté. Les tenía envidia. Lo que hacían era lo más fácil, pero yo no era capaz. Sentía una especie de miedo, como un prejuicio. Con todas las horas de estudio que tenía a la espalda no era capaz de hacer lo que ellos, que sabiendo muy poco de música se ponían a componer canciones. Pero tardé dos días en coger el truco. Lo que tenía que hacer era simplificarlo todo. Y lo sigo haciendo. En realidad, la técnica te vale para bien poquito. En el punk y en el pop, cuanto más simple eres, mucho mejor.

Siempre tuve críticas de los músicos de nivel porque estuve varios meses saliendo en una revista, no sé si en Popular 1, que ponían una lista con los mejores teclistas, un ranking, y yo era la número uno [risas]. Eso traía críticas de otros teclistas, que no había muchos por otro lado. Con los Pegamoides se metieron mucho porque no sabíamos tocar, pero luego las canciones funcionaban muy bien. Eso a la gente le da mucha rabia. ¡Pero la vida es así! Lo más simple es lo que llega. Está demostrado que puedes ser un gran virtuoso y a la vez un coñazo que no hay quien te aguante.

Fabio McNamara os presentaba en los conciertos.

Es lo mejor que ha hecho en su vida. Era lo más ingenioso y transgresor que te puedas imaginar. Sobrepasaba mil veces a cualquier personaje de Pedro Almodóvar. De hecho, Pedro mamó mucho de Fabio. Todo era improvisación, al 100 %. Nunca sabíamos lo que iba a hacer, nos quedábamos atónitos.

Tenía que ser difícil salir después de él.

Bueno, no era tampoco difícil. Nosotros también éramos cinco personalidades muy acusadas, salíamos y llenábamos el escenario. Pero lo que más me ha gustado de toda la carrera de Fabio fueron sus entradas a los Pegamoides. Era su excusa para salir al escenario y soltar el speech.

Fabio tiene discos muy reivindicables hoy, como el de Fanny y los +.

Eso y lo que ha hecho después con Miguélez son cosas muy divertidas.

¿Qué opinas de su conversión al cristianismo?

Siempre ha sido un adicto y ahora ha cambiado de adicción, simplemente. No comprendo que se haya ido con los evangelistas. Hablando en serio, no lo comprendo; hablando en broma, pues es otra de sus adicciones. Si no le quisiera haría otro comentario, pero como le quiero me lo voy a reservar.

¿Qué recuerdas de la grabación del disco?

Tardó siglos en grabarse. Tardamos mogollón porque nos decían que fuéramos al estudio y de repente nos echaban porque había llegado Raffaella Carrá. Éramos la última mierda de Hispavox. Teníamos que ir a los huequitos. Nos dieron las horas sobrantes. Por eso tardamos tanto en hacerlo. Había mucha gente por allí, conocí a Bibi Andersen, que también tenía contrato con ellos. Y a Enrique y Ana [risas]. Luego recuerdo que tanto a Eduardo como a Nacho no les firmaron contrato, los expulsaron del grupo. Solo firmaron con Carlos, Olvido y yo. Fue porque soltaron algún improperio punk nada más entrar, se sintieron molestos y nada, no les contrataron.

Ana Curra para Jot Down 4

En el libro que publicó en su día El Zurdo sobre la Movida, Música moderna, habla de un concierto de Los Escaparates en la sala Carolina que terminó violentamente, decía: «Eduardo no solo ha importado un estilo musical, sino también la violencia que lo ampara y motiva».

Sucedió que Miguel Ángel Arenas cogió la sala Carolina y comenzó a hacer conciertos. Este fue de los primeros, tocaban Las Chinas y Los Escaparates. La formación de Escaparates era César Scappa (mi pareja actual), El Ángel, Eduardo Benavente y El Porras, iban todos de negro, de corte neoyorquino, con mucha distorsión y mucho acople y letras realmente duras. Eran canciones largas y nada alegres, algo totalmente opuesto a lo que se llevaba por aquí. Aquel día Los Canijos, grupo sevillano, hacían de guardia pretoriana. A cada escupitajo del público Los Escaparates paraban y se enfrentaban a quien los lanzaba. Los Canijos iban y los mantenían a raya con amenazas. Con el caos sonoro y con un «Sister Ray» de la Velvet, en español y de veinte minutos, surgió mala vibra. Miguel Ángel Arenas vio que se iba a liar, subió al escenario y empezó a apagar los amplis. Eduardo le metió con la barra del micro en toda la cabeza, el grupo tiró las columnas encima de la gente, se lió una batalla campal y salieron de allí como pudieron entre la maldición de los Radio Futura. «Sois unos macarras y vais acabar muy mal», les dijo Santiago Auserón. La maldición se cumplió, la banda del barrio les juró guerra abierta. Al día siguiente salieron en las páginas de sucesos y en las radios no les volvieron a poner nunca más. Acababan de grabar una maqueta genial y nadie la pudo escuchar.

Como Pegamoides también tuvisteis una pelea multitudinaria en El Sol, esta vez por culpa de Ramoncín.

Éramos la «generación Pegamoide», según escribió Francisco Umbral en una columna en El País (31 de octubre de 1980). Coincidió que presentaba por aquellos días su libro Los helechos arborescentes y se le ocurrió hacerlo en El Sol y que nosotros tocáramos en la fiesta. Allí estuvimos los Pegamoides y también estaba Ramoncín, arribista y amigo de intelectuales, políticos y gente que le pudiera conseguir dejar de ser «El Rey del Pollo Frito». Hicimos nuestro repertorio, llegamos a «Sé una chica de hoy», que viene a decir algo así como que «Ramoncín ya está demodé… ya lo van a disecar… ¡uh! ¡uh!». Ramoncín se encontraba en las primeras filas con un cubata en vaso de cristal (así era entonces y, por cierto, sabía todo mucho mejor aunque se corrieran riesgos), su ira al oír los versos le hizo lanzarlo hacia Alaska con tan mala fortuna que el vaso se rompió y chocó contra la batería de Eduardo (en esa época tocaba la batería). Eduardo se levantó como un muelle y se tiró a por Ramoncín, el resto del grupo paramos inmediatamente y Olvido y yo nos fuimos contra la novia de Ramoncín, que se había metido a defenderlo. Nos tiramos de los pelos y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Nunca nos gustó que nos escupieran y mucho menos que nos tirase Ramoncín un vaso a la cara, cuando encima estábamos diciendo la verdad.

A ti fue a quien más pena te dio la ruptura de Pegamoides.

Siempre fui consciente de que habíamos sido un grupo muy importante, de que habíamos significado mucho. Le dábamos a los demás grupos una somanta de palos en directo que no te lo puedes ni imaginar. Después de salir nosotros la gente se aburría mogollón. Pero la lucha de egos rompe las cosas. Eres demasiado joven y no sabes gestionar ciertas cosas. Pegamoides era un grupo realmente rompedor, teníamos mucho que decir y que aportar. Fue como que se rompiera esa adolescencia bonita que había tenido. Se termina y, aunque teníamos proyectos y no se iba a acabar el mundo, a mí me dio mucha pena. Como fui de las que menos problemas de ego tenía, o no tenía ninguno más bien, pues fui la que más lo sentí. Fuimos un grupo efímero, realmente solo duramos un año, y hubiéramos sido muy productivos, teníamos mucho que decir todos, pero se rompió.

Después Parálisis Permanente y Seres Vacíos.

Hicimos Parálisis, sacamos El acto y Eduardo, que era muy inquieto, me convenció de que necesitaba un grupo para mí sola e hicimos Seres Vacíos. Ahí yo componía aunque él me ayudaba a grabar todo.

Has declarado en alguna entrevista que ahora sacan reediciones de los discos de Parálisis sin tu permiso.

Varias reediciones las han sacado sin mi permiso. Es otra de las putadas de la industria. Una la sacó el hermano de Eduardo, con quien hubo problemas en los que no voy a entrar, ya han pasado muchos años. Pero, para empezar, cuando murió Eduardo me denunciaron porque era yo la que conducía. En todo caso, quiero olvidar. Me quedé al margen de muchas cosas porque estaba hundida, el hermano se apoderó de los derechos y yo lo he dejado correr. El material ahora se reedita sin mi permiso, sin mi apoyo, sin pagarme royalties y sin tenerme en cuenta. No sabes todo lo que han hecho para evitarme y ningunearme. Además, sabían que yo estaba hecha polvo y me la hicieron redonda, pero paso. El problema es que yo nunca he atado las cosas. En aquel momento no creías que Eduardo fuese a morir, no pensabas que te ibas a hacer mayor y otros se iban a aprovechar de ti. Ni te planteabas que en el futuro podrías estar viviendo cómodamente con un dinero que están ganando otros a los que no les pertenece. Nos ha pasado a muchos. No solo me ha ocurrido a mí.

Las canciones sí que las registramos, pero el tema con las discográficas era un desastre. El mayor problema vino por la venta de los catálogos de unas a otras cuando se disolvían. El catálogo del sello independiente que montamos Eduardo y yo, Tres Cipreses, luego lo absorbió DRO sin pagarme nada cuando murió Eduardo, que de ahí vienen los malos rollos, y después Warner también se hizo con él sin pagarme nada. Todo porque no firmábamos contratos, éramos amigos. Las cosas las hacíamos como entre colegas y de aquella manera. Así lo que pasó fue que en Tres Cipreses teníamos a un chico que se encargaba de todos estos asuntos, empezó a trabajar también con DRO, pero como estaba enganchado, resultó que les vendió su parte y la que no era suya. En fin, a mí nunca me ha interesado discutir esto. Lo que ocurrió es que, simplemente, al principio haces las cosas sin tener consciencia de que tienes que proteger tu obra porque al final te la pueden mangonear. ¡Quién pensaba que a mí me iban a poner como artista invitada en Parálisis!

Hay gente muy miserable. Se me han hecho muchas putadas, pero también soy de la opinión de que no estoy aquí para perder el tiempo y hacer litigios. No me interesa. Qué le voy a hacer. El grupo éramos Eduardo y yo, junto a otros que podían haber estado o no. Solo al principio sí que hubo una época en la que no figuro, cuando están Jaime Urrutia y Nacho Canut, pero por problemas por mi contrato con Hispavox.

Ana Curra para Jot Down 5

Parálisis conseguía que el punk sonase asequible como el pop y que letras oscuras fuesen divertidas.

La historia nos ha convertido en un grupo que ha trascendido. Nunca tuvimos esa intención. Hicimos muy pocos conciertos, creo que fueron seis antes del accidente. Fue efímero. Llevábamos una carrera impresionante, no sé hasta dónde hubiéramos llegado. Era mucho más maduro y más interesante que Alaska y los Pegamoides. Más que sentido del humor, Alaska tenía ganas de epatar. Parálisis sin embargo tiene una evolución tan salvaje que me parece imposible que en un año pudiéramos cambiar tanto. A nivel personal lo veo como un crecimiento brutal. La clave fue toda la energía sexual que tienes a esa edad con la persona de la que estás locamente enamorada. Los dos teníamos la suerte de vivir ese enamoramiento con un proyecto musical muy nuestro, y eso la gente lo notaba en directo, se transmitía.

¿«Tengo un pasajero» está inspirada en Alien, el octavo pasajero, que la estrenaron por esas fechas?

En ese año echaron Alien, pero nosotros lo hacíamos con otra connotación. Cuando la escribimos estábamos pensando más en el mono de heroína. Lo bonito de una letra es que puede quedar abierta, no concretas de qué va y que cada uno la entienda como más le guste.

¿Y «Unidos»?

«Unidos» era por la película Freaks (La parada de los monstruos; Tod Browning, 1932).

Mi letra favorita es «Yo no».

Esa letra es de Nacho Canut, hay que preguntarle a él de dónde viene. Está inspirada en una de los Ramones que hablaba de animales. Me parece muy buena a mí también. Nacho es un gran letrista.

Dario Vico escribió en Efe Eme que El acto era «el disco punk que más gente ha escuchado mientras se masturbaba». Igual se refería a canciones como «Bacanal».

«Bacanal» es fruto de nuestras orgías sexuales. Los jadeos los hago yo todo el tiempo. Jugábamos mucho con todo el sexo. Lo que dice Darío Vico para mí es un halago. El sexo, la muerte y la religión son los motores del mundo. Todo eso está impregnado en El acto y luego tiene la urgencia de que son canciones de tres minutos. La gente se quedaba con la boca abierta. Y sonábamos brutal en directo. Nos interesaba muchísimo más el tema del sonido y de las luces. Al final de cada concierto nos reuníamos para ver qué había que mejorar y se reían de nosotros.

El primer disco es compartido con los Gabinete Caligari de la época en que abrían los conciertos con el «Somos nazis».

Jugaban a eso, eran juegos. Es una manera de empezar a descubrir la historia. Se jugaba con las esvásticas y hoy en día se hace una lectura errónea de todo eso. Aquello era una mofa, no tenía ninguna importancia.

En vuestro sello fichasteis a Desechables, otro grupo con historia trágica detrás.

Y a Loquillo también lo sacamos nosotros. Cuando murió Eduardo se acabó lo de buscar grupos, él era el mayor agitador con todas estas cosas. Desechables fue un grupo muy efímero, otro grupo maldito que lo llevó hasta las últimas consecuencias. El guitarra tuvo un percance en una joyería, entró a atracarla con una pistola de juguete, se encontró con que el joyero se la devolvió de verdad y le mató. A partir de ahí cambiaron de miembros pero se quedó con ese malditismo. Fue muy fuerte y les marcó, pero eran un grupo brutal. Desechables en Barcelona y Parálisis en Madrid… eso hubiera sido… El sonido alcantarilla de Desechables, con ese sonido y esa chica al frente, es que no habías visto nunca nada igual. Eran los Cramps pero sin conocer a los Cramps, que no sabíamos todavía quiénes eran. Tere era una cosa descomunal en directo, una niña preciosa pero salvaje. También despuntaba La Banda Trapera en Barcelona, aunque era un poco anterior, pero tenían una mezcolanza y una actitud que me encantaba.

¿Décima Víctima no te gustaba?

Es un grupo de culto, aunque creo que cada vez se les recuerda más. Tenían ese rollo oscuro con melodías muy bonitas. Eran buenos, componían de una manera muy personal. Muy a tener en cuenta.

Parálisis Permanente ibais lanzados, teníais proyectos con el sello… y sucede el accidente en el que muere Eduardo.

He tardado un montón de años en aterrizar. Me costó una eternidad superarlo. Fue un infierno; un infierno elegido, porque me volqué en la heroína. No me permití el duelo. Mi relación con Eduardo para mí era como un cuento de príncipes y princesas, éramos dos chicos jovencísimos, superenamorados, que teníamos un grupo de rock and roll, y de pronto eso se partió. Me negué a hacerme mayor y la heroína me sirvió. Ha tenido que pasar mucho tiempo después para que yo haya sido capaz de restituir lo que tenía pendiente, conmigo misma, con Eduardo, por mi propia historia. Me he tenido que ver muy lejos de toda aquella época para poder reivindicar su legado con toda la fuerza y respeto que merece. Y aun así me ha costado muchísimo, me quedé muy marcada. Con Seres Vacíos intentaba mantener sus canciones en el repertorio, pero no podía. Las fui quitando hasta dejar de tocarlas.

¿Ese accidente fue el inicio del fin de la Movida?

Todo movimiento artístico cuando nace nunca se plantea llegar a nada. Aquí fue después, cuando surge una gestión, una intención de ganar dinero y comercializarlo, cuando se echa todo a perder. Aquello solo fue un movimiento que vivimos una clase de gente, que éramos muy pocos, te lo digo ya, en un Madrid que era gris y rancio. Logramos generar atención en el resto del país, salíamos en las radios, y todo fue absolutamente romántico y carente de pretensiones. Luego decayó porque se metieron grupos que no tenían ese espíritu, todo empezó a ser un bluf, en los ayuntamientos se pagaron millonadas por artistas que no lo valían. Pasó como pasa con las ONG, con las empresas, con la vida. Cuando deja de tener un sentido lúdico y creativo, entran unos elementos que lo arruinan.

¿La heroína no tuvo que ver con que se perdiera ese espíritu?

En España se metió a saco la heroína. Especialmente en el País Vasco, para anular a la juventud y que no se metiera en rollos políticos. En Madrid la heroína nos la traían los amigos vascos. La heroína entró a saco en el norte, a Madrid fue cayendo y luego se establecieron las redes de iraníes por todo el país. Como en aquella época teníamos la premisa de que había que probarlo todo y no teníamos información, que te ponían todas las drogas al mismo nivel, decían que un porro era tan peligroso como un chute, pasó lo que pasó. No era como ahora. Yo me tenía que ir al Vademécum para informarme de las drogas, me leía Opium de Jean Cocteau, a Burroughs.

Ahora mismo, las drogas no es que no me gusten, pero ellas me han abandonado a mí. Yo por mí seguiría coqueteando con ellas, pero llega una edad en que no te sientan bien. Pero si fuese joven, no habría droga que me dejase por probar. Me encantaría haber estado informada, eso sí. Pero esto es como todo, y si encima te pilla en un momento de bajón, por un acontecimiento duro, te atrapa y es chungo. En todo caso, para mí el camino del exceso es un camino de sabiduría como cualquier otro. No me arrepiento de nada. He sufrido mucho, he perdido muchos amigos en ese trayecto y con esa sustancia. Pero a unos les ha tocado esto, a otros una guerra y a otros pasar por el mundo y no enterarse de nada. Prefiero haber bajado al infierno, subir. Ver mundo, chico.

Ana Curra para Jot Down 6

Después fuiste musa y compañera de Alberto García-Alix. ¿Cómo trabaja?

Es muy paranoico. Alberto es la persona más perfeccionista que te puedas imaginar. En las fotos puedes parecer muy natural, pero te somete a un sufrimiento, poniendo posturas forzadas, y solo para tirar una foto. Hasta que no la ve no la tira. Echa una cada cinco minutos. Es una tortura. Hiperperfeccionista.

Al principio él era «el novio de Curra». Salía a la calle todos los días con una Nikon y yo siempre llevaba público, así que cada día era una aventura. Luego hemos viajado a muchas partes, siempre con la cámara colgada. Él iba a muchas carreras de motos. Siempre me decía: «Vamos a ver mundo, que eso no nos lo quite nadie». Es una persona con pasión por la vida. Con él me lo he pasado muy bien, he vivido intensamente, he disfrutado muchísimo. Era también muy golfo. Es otro que le ha gustado probar todo. Era tremendamente vital. Y luego tiene un lado muy trágico de la vida en lo más profundo. Últimamente, en las presentaciones que está haciendo está poniendo la carne en el asador de una manera brutal. Y cada vez escribe mejor. En los últimos años trabaja todo en diaporama y hace un relato por detrás con su voz, esa voz ronca que tiene. A mí me emociona, me lo paso muy bien. Soy una fan absoluta de Alberto y él mío, nos adoramos mutuamente.

En España ha habido dos Movidas. Una light que se ha vendido y otra que no, que es la de García-Alix, la mía y la de tanta gente que ha estado ahí. Siempre hemos buscado hablar de lo que nos gustaba y de lo que nos alimentábamos, sin evitar lo radical o transgresor, asqueados por lo políticamente correcto, decir las cosas con un par de ovarios. Alberto es un ser absolutamente libre, lleno de talento y el capitán del Canto de la Tripulación, una revista memorable que sin él jamás hubiera existido. Ahora acaba de ser nominado al premio de fotografía Deutsche Börse, lo que demuestra que se puede llegar muy lejos haciendo un excelente trabajo a lo largo de tu carrera. No todo es el dinero, existe algo que se llama prestigio y coherencia.

Yo siempre he querido estar en el lado salvaje de la Movida, el perdedor, el más maldito. Cada uno elige el camino que quiere en la vida.

Otro genio que andaba por ahí era Poch, de Derribos Arias.

Poch era maravilloso. Era un personaje adorable, muy peculiar. Llegó del País Vasco y había estudiado medicina. Era un personaje caótico, pero nunca le vi con una mala cara. Siempre estaba sonriendo. Junto con Alejo, componían de forma muy vanguardista, sin prejuicios, completamente libres. Poch es un personaje a revindicar. Recuerdo que me fascinaba verlo sobre el escenario, ver cómo se movía de forma eléctrica y arrítmica, pensar que era un frontman increíble y luego enterarme de que los movimientos se debían a espasmos por la enfermedad que tenía.

En el libro de Patricia Godes, dice que Olvido (Alaska) odiaba las drogas, que en esa época mientras todo el mundo se iba de marcha, ella se quedaba en casa leyendo. Su objetivo era convertirse en un personaje público, como los de las revistas del corazón que devoraba junto a Carlos Berlanga. ¿Es cierto este retrato?

Sí , es cierto aunque simplificado. Ella no salía apenas y no se drogaba, pero le gustaba conocer al día siguiente qué es lo que había pasado, quién había dicho qué y quién estaba con quién y qué era lo que había ocurrido. Olvido siempre fue más teórica que práctica y nunca arriesgó demasiado. Me encantaría que hubiera sido posible seguir siendo amigas, pero creo que cada uno elige a quien quiere tener alrededor en su día a día y no es nuestro caso. En sus discos con Nacho en Fangoria tengo total respeto por su trabajo, aunque no todo me gusta, y lo que no me gusta nada son sus falsos directos, ya que son totalmente playback y eso no me va.

¿Qué hay de cierto de vuestra rivalidad —Pegamoides— con Mecano? ¿Cómo vivisteis su éxito? Ahora, pasados los años ¿aprecias de otra manera el talento de Nacho Cano o sigues siendo refractaria a todo lo que significa su música?

Todo lo que puedo decir de Mecano es que los odiábamos en su día y con los años me he trabajado mis sentimientos. A fecha de hoy puedo decir que no me interesan nada ni ellos ni el público al que influyeron, ellos son el agujero bobo de la historia.

¿Qué te pareció cuando Esperanza Aguirre celebró el 25 aniversario de la Movida?

Ni puta idea. Nunca he ido a esas fiestas, no me interesan lo más mínimo.

Estuviste prácticamente desaparecida durante un tiempo

Hay temporadas en tu vida que toca otra cosa. Nunca me he planteado tener que estar de cara a la galería permanentemente. ¿Por qué? No es obligatorio. Tienes que estar cuando te apetece hacer algo, cuando tienes que contar alguna cosa. No creo que sea tan importante ni grabar un disco ni estar en el candelero ni otra cosa. Durante esos años que no estuve, tenía unas prioridades más importantes que todo eso.

Apareciste con los poemas y el disco de El Ángel y hace poco en Digital 21 vs Ana Curra.

El Ángel fue pareja mía también. En esta época en la que desaparecí es precisamente cuando estoy en duelo por su muerte. Dejó obras maestras, como Los planos de la demolición, un libro de poesía, de la primera prosa poética que se escribe en este país con dos cojones y muchísimo talento. Relató su biografía de forma poética. Y luego hizo un disco, Polvo de Ángel, donde cuenta todo lo que nos ha tocado vivir a nuestra generación. Con una voz ronca, muy áspera, y unas letras con una intensidad, con unas imágenes poéticas… con un punto brutal.

Otra cosa no, pero en esta vida he sabido rodearme de las mejores parejas. He tenido los mejores compañeros que se pueden tener. Eduardo Benavente, García-Alix, El Ángel y ahora mismo César Scappa, que todos tienen una personalidad y un talento impresionante.

Y junto a Digital 21 quería hacer como un recorrido desde el clasicismo hasta el punk. Fue un reto para mí porque nunca había tocado solamente el piano. Actuábamos en teatros, yo salía con un piano de cola y él con una máquina. Ha sido un disco que supuso una cosa distinta dentro de la vanguardia. Como decía Mendelssohn, lo hermoso no necesita palabras. La música es un estado anímico que se transmite sin necesidad de palabras. Y al final había un homenaje a los Stooges, una versión electrónica de «Quiero ser tu perro». Me lo pasé muy bien, tocamos en el Teatro Príncipe de Mallorca, en el Miguel Delibes de Valladolid, en Miami. Fue muy bonito. Y si lo llego a sacar hoy, ni llego a presentarlo porque tal y como están las cosas no habría forma de alquilar un teatro.

También organizaste una sección de poesía en el Festimad, al principio, cuando tenía un mercado underground en el Círculo y todo aquello…

Eso fue idea de César Scappa y mía. Fuimos capaces de traer a un encuentro poético a Gonzalo Rojas, a Richard Hell, a Leopoldo María Panero, a Agustín Goytisolo, a Anton Reixa, a Jesús Ferrero, a Lydia Lunch, a John Cale, a Manolo Kabezabolo y hasta una grabación del Comandante Marcos. Fue un festival de poesía increíble. Acababa de morir El Ángel y para mí una forma de vivir el duelo fue difundir su obra, por eso se me ocurrió proponer que dentro del Festimad hubiera un apartado de poesía. Pudimos traer a toda esa gente. No sé cómo nos pudo salir así de bien. No pudimos pagarles caché porque no teníamos presupuesto. Lo único que podíamos ofrecerles era tratarles muy bien, con mucho cariño. Les pagamos el viaje, unas comidas, unas cenas, les llevamos a la terraza del Círculo a ver todas las estatuas de las azoteas de Madrid, les regalamos retratos hechos por García-Alix, que es un lujo. Cuando acababan, les sacaba una foto y se la dábamos. Nunca las vendimos. Para poder organizar esto estuve unos años que solo leía poesía. Me lo pasé muy bien, fue genial.

Y luego, como siempre, como el festival fue muy alabado y tuvo muchos seguidores, nos quitaron de en medio y registraron la idea. Lo de siempre. Así que me dije: «Vale, otra cosa que se ha muerto, vámonos a otra cosa mariposa». Ni siquiera fueron capaces de hacer una tercera edición. Porque la gente que traíamos, los poetas, son muy especiales. Es gente a la que había que seducir. Nosotros teníamos un discurso. Querían estar. Por eso no funcionó después. No sabían ni a quién traer.

¿Qué diferencias ves entre este Madrid y el que viviste tú con veinte años?

A todos nos toca vivir lo que nos toca vivir y no vale plantearse si es mejor o peor ahora. Tienes que vivir lo que hay. Además, dos fenómenos no se pueden reproducir igual en la historia, que siempre está avanzando. Pero yo creo que Madrid es peor ahora. Hoy la gente no está desinformada como antes, está manipulada. Antes queríamos democracia, y ahora está el desencanto de que nos han engañado. Antes, sin embargo, teníamos miedo a viajar porque éramos unos paletos, y ahora el mundo es grande para los jóvenes. Si no te gusta lo que hay no llores, puedes marcharte. Por otro lado, ahora para hacer cualquier cosa hay que reunir tantos trámites que es imposible. Antes había ladrones y ahora son todos ladrones. Antes teníamos el romanticismo de que un sistema político nuevo podía funcionar y ahora creo que es asqueroso y lo único que puedes hacer es apearte. Yo ya me he bajado. No me interesa esta vorágine. Soy muy escéptica, cuanto más mayor me hago más me doy cuenta. Lo mejor de mi vida son mis perros.

Ana Curra para Jot Down 7

Fotografía: Begoña Rivas

La hija de Ryan: denle una oportunidad al amor, caramba

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Todo el mundo tiene una película de apagar el móvil, es decir, encerrar al resto de la humanidad en un calabozo y tumbarse a disfrutar como un gorrino. La mía, o una de las mías, es La hija de Ryan. Una película que amargó la vida a su director y que tiene una historia detrás digna de contarse. Cuando David Lean estrenó Doctor Zhivago, la crítica dijo que no era como Lawrence de Arabia. Luego la taquilla le dio la razón y refrendó la calidad de la película. Pero años después, en 1970, cuando volvió con La hija de Ryan, los críticos esta vez dijeron que era una pena porque parecía que Lean ya nunca más volvería a rodar algo tan bueno como Doctor Zhivago.

Las críticas en esta ocasión no cayeron en saco roto. Lean se sintió linchado, apaleado, se replanteó su vida y estuvo catorce años sin filmar. Y la campaña no solo significó prácticamente su retiro. La hija de Ryan está considerada también como la última gran película hollywoodiense, como el fin de una forma de entender el cine, y de paso se llevó por delante el proyecto de Napoleón, reservado por MGM para Stanley Kubrick, que ya no se atrevieron a financiar.

Sarah Miles aparece al principio del film leyendo una novela romántica barata. Es lo que muchos quisieron ver en esta historia a finales de la década de los sesenta, cuando la modernidad exigía productos más sofisticados. Pero La hija de Ryan era un alegato, como dice el historiador cinematográfico Pablo Pérez Rubiocontra el amor institucionalizado, domesticado socialmente, incluido en el seno de la familia patriarcal y en el que la emoción está excluida. Era un mensaje muy apropiado para aquellos años de «revolución». Era, además, un lugar común en el cine de David Lean, que tanto giró en torno a la mujer y su sometimiento social y cultural. Según Pérez Rubio, en la filmografía del inglés «la renuncia femenina preserva el orden establecido».

Esa misma idea es la que planteó en su penúltima película, la historia de una joven aún inmadura que está deseando amar y ser amada, se casa con el único hombre que marca la diferencia en su pequeño pueblo católico irlandés, su antiguo maestro, y en la noche de bodas este (Robert Mitchum) pega un gatillazo de padre y muy señor mío.

Habrá habido en la historia de la cinematografía mucho cine de terror con escenas escalofriantes que le hielan a uno la sangre, pero la mirada perdida de Sarah Miles en la cama, cuando descubre en ese instante que se ha casado con un hombre que no funciona ¡y para toda la vida como ordena el papa!, no puede transmitir más pavor. En La matanza de Texas no se alcanzan esos niveles de tragedia.

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Después, a la protagonista, sumida en un matrimonio fallido y además monótono y rutinario —la afición más trepidante del personaje de Mitchum es la botánica—, se le presenta un oficial inglés traumatizado por la guerra, en el fondo un niño asustado, encima guapo, y la chica sucumbe a la tentación como quien coge aire después de bucear cincuenta metros.

Lean presumía de que era un director antisentimental y esa era la línea que siguió con esta película, que para él era una forma de romper con la megalomanía de sus últimos trabajos y tender la mano a la crítica más exigente con una propuesta como su elogiada Breve encuentro (1945). Pero no. Los pseudointelectuales del momento no vieron lo que para el profesor Roberto Cueto fue una entrega más de su cine sobre «ansiedades y expectativas que no se pueden cumplir por culpa del entorno». Y eso era. A un lado del ring, la población de un villorrio católica, reprimida y represiva; en el otro, el Imperio británico que les somete por encima de sus creencias, ya en sus horas bajas, cansado de matar. En medio, una mujer indefensa que se niega a morir en vida.

Originalmente, Lean se planteó rodar una versión de Madame Bovary, la novela de Gustave Flaubert sobre el adulterio en un matrimonio muerto clínicamente. En aquel entonces el director, de sesenta años, estaba viviendo con Sandy Hotz, de veintiuno, mientras seguía casado con Leila Matkar. Y su guionista Robert Bolt, cuarentón, se acababa de casar con Sarah Miles, de veintisiete, tras divorciarse de su primera mujer. Sabían bien lo que era el fracaso matrimonial.

Como Madame Bovary ya había sido filmada por Renoir y Vicente Minelli, entre otros, Lean propuso que el guión solo se inspirase en el libro en lugar de hacer una adaptación. Situó la acción en la Irlanda de la Rebelión de 1916, porque siempre lo contextualizaba todo en grandes sucesos históricos que arrastran el destino de sus personajes, y porque entendía que en la Irlanda de la I Guerra Mundial la moral no había cambiado apenas desde los tiempos de Flaubert.

Uno de los primeros actores con los que contactaron fue Alec Guiness para que hiciera de cura. Guiness se había convertido al catolicismo, y con la fe del ídem, empezó a poner pegas a los detalles del personaje. Que si no podía ir vestido así, que si un sacerdote católico nunca haría tal cosa. Puso tantas condiciones que al final el elegido fue Trevor Howard, viejo amigo de Lean desde los tiempos de Breve encuentro.

Para el marido cornudo, el director inglés tuvo claro que quería a Robert Mitchum. Además MGM, para poner los nueve millones de dólares presupuestados en inicio, le exigía un estrellón. «Otros actores actúan, Mitchum es», decía de él Lean. «Solo con estar ahí Mitchum puede hacer que otro actor casi parezca un agujero en la pantalla». E iba perfecto para el papel. En Night Fighters (Tay Garnett, 1960) demostró que dominaba el acento irlandés y, a la hora de hacer de marido con esposa infiel, Lean tenía ideas claras: «Para interpretar a un hombre débil necesito a un actor fuerte. Si elegimos a un actor apocado será aburridísimo».

Pero al protagonista de La noche del cazador no le convencían las fechas ni los horarios del rodaje, de modo que en un principio rechazó la propuesta. Entonces le insistieron, y como él no le gustaba sentirse presionado, contestó de cachondeo que estaba pensando en retirarse del mundo de la actuación, e incluso barajaba la posibilidad de suicidarse. Bolt sin vergüenza ninguna le volvió a insistir, aunque esta vez en sus mismos términos: «¡Genial! Si tienes pensado suicidarte, nosotros correremos con los gastos de tu funeral si aceptas aparecer en esta humilde película». Le hizo gracia y aceptó.

En el caso del oficial inglés torturado y depresivo, el hombre ideal era claramente Marlon Brando, pero estaba rodando en Colombia Queimada! con Gillo Pontecorvo. No era la primera vez que tenía que decirle que no a Lean. El papel le cayó entonces a Christopher Jones, un actor que estaba empezando y hasta en lo personal daba el perfil del personaje. Era un joven muchacho que había crecido en un orfanato y de ahí se había marchado al Ejército, pero su suerte cambió y ahora era un niño guapo de éxito en la industria del cine con todo el futuro por delante.

El rodaje se hizo en la península de Dingle, en Irlanda. Lean ordenó levantar un pueblo entero con casas de piedra. Algo parecido a lo que había hecho en Madrid, reproduciendo un kilómetro de calle de Moscú en medio de la nada entre Hortaleza y Canillas para Doctor Zhivago. Su afamado exceso de celo y perfeccionismo apareció cuando exigió que las casas estuvieran también decoradas por dentro, con su bodega y sus chimeneas, aunque no se fuera a rodar nada en su interior. «Los Rolls Royce tienen siete capas de pintura y casi nadie lo sabe», contestaba Lean cuando le preguntaban si es que estaba loco.

Con esta película tenía que rescatar a los estudios MGM como ya había ocurrido antes con Doctor Zhivago, había muchas expectativas puestas en el rodaje, y como suele suceder en estos casos, aquello fue una auténtica locura. Estuvo nublado la mayor parte de los días. Los actores tenían que estar listos por si salía el sol, de modo que se pasaban las horas esperando sin poder hacer otra cosa. La condición humana puede ser muy peligrosa si es víctima del aburrimiento y este rodaje no fue una excepción. Robert Mitchum empezó a emborracharse todos los días. Y Christopher Jones se estampó con su Ferrari conduciendo a toda velocidad por las carreterillas del condado. Sobrevivió de casualidad.

El ejemplo más ilustrativo de lo que fue aquello es el relato de cómo se filmó una de las escenas más emocionantes de la película, cuando Robert Mitchum descubre que su mujer le es infiel siguiendo sus huellas por la arena de la playa. Si uno ve la película sin saber nada más, lo normal es que Mitchum deje la sensación de haber realizado uno de los papeles de su vida. De hecho, así es. Muestra a un hombre cuyos pensamientos son inalcanzables, que se eleva sobre la moral de la época y la situación con una paciencia cristiana como para ponerle un marco. Todo eso transmite. Y bien, ¿cómo lo logró? Pues involuntariamente. El día de la aludida escena se había desayunado una botella de vodka. David Lean tuvo que seguir sus pasos pegadito a él para que no se fuera al suelo. Por lo visto, luego fue una proeza cortar los planos para que no se viera al director detrás. Esa mímica extraviada, esas miradas al infinito, esos puñetazos en el corazón que se leen en su actuación no eran fruto del método Stanislavski ni nada de eso: es que llevaba una melopea de cojones.

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Sin embargo, para Lean fue mucho más duro lidiar con el niño guapo, con Jones. El joven actor perdió la confianza a las primeras de cambio. Se dio cuenta de que todo le venía grande, el director lo sabía, pero ya no quedaba más remedio que apechugar con la decisión de haberle contratado. Se pasó los días encerrado en su bungalow. Automarginado, todo el día enfadado. Se ponía extremadamente irascible cuando trataban de darle algún consejo, incluso instrucciones. Un día, sintiéndose acorralado, llegó a confesar a gritos «¡No soy actor!». Y lo peor de todo, cuando tenían que filmar el primer orgasmo en la vida de Rosy (Sarah Miles) y la cosa no salía ni por casualidad, trató de justificarse diciendo que su falta de química con ella se debía a que no le parecía una mujer atractiva. Desde ese momento, la actriz pasó a apodarle «el enano». La hirió en lo más profundo.

Pero oiga, también involuntariamente dejó una actuación memorable. Un niñato así necesitaba de un director con infinita paciencia que le escuchara y le arropara, pero Lean hacía muchos años que había dejado de ser así y optó por lo más fácil. Le cortaron todos los diálogos, se suprimieron docenas de frases completas y Lean se conformó con que supiera estarse quieto, temblar si era preciso, y acertar con los monosílabos. Su personaje, víctima del estrés postraumático de la primera línea de fuego, quedó niquelado. Perfecto.

Porque si no salían las cosas, doctores tiene la Iglesia. A Sarah Milles se le metió entre ceja y ceja que la escena de amor no se iba a cambiar y que Jones la iba a interpretar tal y como venía en el guión. Era una cuestión de orgullo. Mitchum salió en su ayuda. A la mañana siguiente, le echó droga en los cereales al guaperas —nadie ha sabido especificar cuál—. Jones se quedó aturdido, o sea, completamente drogado, y sin problemas se situó encima de Sarah. Sin embargo, La actriz recuerda que estaba quieto, inmóvil, «como un pescado mojado». En ese momento, Lean le susurró que hiciera algo para que el chico se moviera, así que ella le metió un dedo por el culo y, sí, reaccionó. Así consiguieron rodar la escena.

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Un español, Perico Vidal, era el ayudante de dirección de David Lean. Marcos Ordoñez grabó su relato de toda su carrera y publicó las transcripciones en El País hace unos años. Su testimonio demuestra que hubo todavía muchos más problemas. Trevor Howard, el que hacía de cura, también se pasó el rodaje completamente borracho. Lo único que hacía que Mitchum y él no aparecieran con resacas cósmicas cada mañana era la marihuana.

Cuando Howard fumaba la impresionante marihuana de Mitchum todo iba bien o medio bien. Cuando pasaba al alcohol estábamos perdidos, y lo sabíamos desde temprana hora, porque en esos días fatales desayunaba con varias pintas de Guiness, una tras otra.

Un día que Mitchum y Lean se enfadaron, el director le pidió a Vidal que fuera tras él y lograse que volviera para repetir la escena. Al llegar a su caravana, se encontró a Mitchum fumando marihuana con una cachimba. El español se acercó y sin mediar palabra se puso a fumar con él. Cuando estaban ciegos, «dejando atrás Saturno», dijo Vidal a Marcos Ordóñez, volvieron y el actor interpretó su escena. Lean se quedó maravillado. Fue corriendo a preguntarle a su ayudante qué le había dicho para convencerle de que volviera. «Ha habido suerte», contestó él.

Mitchum, por su parte, se quejó de que trabajar con Lean era como «hacer un Taj Mahal con palillos». Para Lean, Mitchum no ponía pasión ninguna. Hacía su oficio indiferente, solo por la pasta. Pero luego, si el rodaje se prolongaba, se ponía a cocinar para todo el equipo él mismo. Y era un excelente cocinero. Ahí era atento, cercano. Ante la prensa, se burlaba abiertamente de la obsesión perfeccionista del director. Cuando le preguntaron si no cobraba mucho por el film, replicó: «Unos ochocientos mil dólares, pero Lean se ha gastado diez millones en heno para los caballos».

Cuando acabó la película, Lean les preguntó a los lugareños si querían que dejase en pie el precioso poblado de piedra que había levantado. Le dijeron que no. Que lo tirase y lo dejase todo como cuando había llegado, que ya estaban hartos de él. Nunca fueron bienvenidos en Irlanda, había demasiados ingleses en el equipo. Pero al menos no les pasó como a Kubrick, que rodando Barry Lyndon cinco años después recibió amenazas del IRA para que hiciera el favor de largarse. Para cuando las autoridades locales se dieron cuenta de que los decorados del rodaje podían atraer el turismo, Lean ya lo había dejado todo como si fuera naturaleza virgen.

Tras el estreno, Lean se fue a una comida con la Asociación Nacional de Críticos de Nueva York. Richard Schickel le espetó sin preámbulos: «¿Cómo el hombre que rodó Breve encuentro puede filmar una mierda como La hija de Ryan?» Se había abierto la veda. Pauline Kael dijo que era una película «demasiado cara para un romance tan barato». Variety, que la excesiva duración diluía el impacto de las actuaciones. Igual que al otro lado del charco. A Alexander Walker, del Evening Standard, también se le hizo larga: «tres horas es demasiado para una historia de amor tan insignificante».

Cuando Lean volvió de Nueva York le confesó a su amigo español: «Esta vez sí, Pedro. Esta vez lo dejo. No vale la pena tanto esfuerzo». La película, en cualquier caso, recaudó treinta millones para los trece que había costado. Y en un cine de Londres llegó a estar dos años en cartel. Se llevó un Óscar a la Mejor Fotografía, indiscutible, y otro fue para John Mills, el retrasado mental de la historia, por un papel que en un principio habían pensado dárselo a Charles Chaplin, pero no se atrevieron porque podía desequilibrar el reparto. Cuando Mills cogió el Óscar, no dijo nada. Un detalle de cara a la galería en honor a su personaje, sordomudo.

Lean se tomó las reseñas negativas como si le estuvieran pegando con un bate de béisbol. Las críticas competían en ingenio a ver cuál vilipendiaba más la película. Él ya había dejado claro cuáles eran sus motivaciones. Con respecto al melodrama: «Me gusta hacer películas sobre mujeres, me gusta contar historias de amor, creo que son fascinantes. Pienso que la excitación de una aventura amorosa es difícil de superar»; y sobre los críticos de los años sesenta: «Con la intelectualidad crítica puedes ser bueno o bien estar muerto dependiendo de si gastas mucho dinero en una película. Si uno emplea diez millones de dólares (el coste de Doctor Zhivago) se supone que no es capaz de hacer un buen film, lo que es una tremenda estupidez». Flaubert también tuvo problemas en su tiempo por atentar contra el engendro ese de la moral pública, que suele manifestarse de forma diferente en cada época.

Harto, Lean lo dejó todo y se entregó a su otra gran pasión: viajar. Recorrió el mundo de punta a punta. Cuando después murieron su padre y su hermano, entró en cierta crisis familiar y decidió pasar más tiempo con su hijo. Huir del tipo de «vida provisional» de los grandes profesionales. Aunque regresó al tajo en 1984, con Pasaje a la India, una cinta en la que profundizó aún más en su estilo y sus obsesiones. Los críticos ya le importaban un bledo.

A día de hoy, La hija de Ryan es una película que no ha envejecido ni un ápice. No hay técnicas informáticas que mejoren el privilegiado paisaje natural en el que fue grabada. El mensaje tampoco nos es tan ajeno. Y, finalmente, el poblado imaginario de Kirray hubo que derribarlo, pero el turismo cinéfilo sigue peregrinando al lugar.

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Ethiopia, water irrigating health and education too

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(Spanish version)

Report made with the support of Oxfam Intermón

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Sinta, the taxi driver who shows me Addis Ababa from end to end, gestures dismissively when I ask him about the past. “Now we’re fine!”, says with conviction. We meet very early in the morning in order to climb the Entoto Park, from which you can see the whole city. It has to be early because the engine of his Soviet Lada, he explains, is made for cold temperatures, and at certain hours there are slopes that it cannot bear.

He doesn´t understand what interest the communist years can have, which were particularly bloody in Ethiopia, or the consequences of the war with Eritrea. “That was ridiculous, a stupidity!” he states. In the eighties he lost a brother in the front. But all that is already forgotten, he insists. It´s over.

Hunger has always been connected to political change in the recent history of Ethiopia. It was the documentary about hunger, “The Unknown Famine” (Jonathan Dimbleby, 1973) that marked the beginning of the end of the reign of the emperor Haile Selassie. During the communist regime of his successor, Mengistu Haile Mariam, the political use of hunger plunged the nation into of the most catastrophic and darkest periods that humanity has ever seen. According to Robert Kaplan in “Surrender or Starve”, the fight against hunger served as an excuse for the communist dictator to carry out massive deportations and the fees he charged for humanitarian aid entrance into the country served to finance the war against Eritrea.

News of these famines spread widely through media coverage. Images of starving children marked a generation in the eighties. The impact was so strong that in 1989 the General Assembly of European NGOs adopted a code of conduct to avoid future campaigns focusing on the sensationalist aspects of life in the developing world and oversimplifying the image.

In fact, this image has long been in the past. Ethiopia has been growing for the last seven years at a rate of 11%. In the context of the international crisis, the economy has dropped to 7.5%, but Eduardo García Reneses, accountable for cooperation programs in Ethiopia, believes it is still “robust”. In December, an article in the Addis Ababa newspaper, The Reporter, stated that by 2025 Ethiopia hopes to become part of the “middle level” group of countries with development plans that are already under way.

The memory of famine remains present in the minds of various generations in Ethiopia. In this country macroeconomic data is not enough for the future, and it is something the government knows well, maintaining the fight against hunger and poverty as a main objective or, at least, the most publicized. However, there is still a major deficit in governmental investment toward the construction of the infrastructures which provide access to essential basics, like water, in safe conditions. There is willpower and there are plans, but financing is usually missing. Access to water is one of the biggest hindrances keeping many regions of the country underdeveloped.

According to this year’s results from the NGO ‘Water AID’, in Ethiopia 43.4 million people, over half of the population, do not have access to clean water or safe water sources. The rural population frequently suffers from parasitic illnesses like amoebiasis, acariasis, schistosomiasis, and diarrhea from illnesses like giardiasis. According to the 2006 Intermon Oxfam figures, 169 children of every 1000 die before the age of five. In some parts of the country, 40% of deaths are caused by water related diseases. Added to the lack of infrastructure is that the population doesn’t know what types of sicknesses are provoked by drinking unclean water.

Through Oxfam Intermón, Jot Down visited an humanitarian project that consists in something as simple as establishing safe water points. A simple mission, but that it´s transforming society at all levels.

The Oromia region is the biggest in Ethiopia and is also the most populated being home to 28 million people. Twenty four percent of the population here doesn’t have access to safe water. The landscape is green. There is nothing particularly exotic. It is very close to the prairies and mountains of the Iberian Peninsula. Asefa Gelmessa is a doctor in Ginchi Town, in the woreda – region, in Amharic – of Dendi. Although the shortage rate is almost half of that in the rest of the country, the doctor says that diarrhea is the most common malady.

When the locals notice the symptoms, if they don’t immediately go to the hospital they can die of dehydration. If they are treated, recuperation tends to take about seven days. For many farmers this is a problem because they can’t work during that time. But, the most affected by this problem are children under five years old.

The Medical Center in Ginchi Town, continues Gelmessa, doesn’t have enough medicine, but as he explained, even more important than medical equipment – with what is available they are able to treat the patients they receive – is the arrival of clean drinking water and the building of latrines. The government tries, he says, but doesn’t have sufficient funds.

Nevertheless, in Dendi Woreda, Intermon Oxfam and its local partner Water Action have completed the construction of 60 kilometers of pipes to bring water to an entire valley. The construction brought about a small revolution and is becoming the basis for profound changes in the local life conditions.

The pipes bring water to 10 kebeles −towns, in Amharic−, some 40,000 people. Regional authorities boast that 56% of the population already has accessible sources of drinking water. They are confident to reach 100% in the next years with the help of the cooperation. For the moment, those 60 kilometers of pipes have improved the health of the locals and have served to educate thousands of children, especially girls.

Traditionally, women were in charge of getting water in their communities. The routine was to make the trip a few times a day, on routes which could be three or four kilometers long. It was enough for girls not to be able to think about school or studying. In addition, the long walks exposed them to mosquito bites carrying malaria, making them even more likely to get sick. A safe water source in their kebele has given many girls the chance to go to school. The construction of separated latrines in schools has also made is possible for girls to go to school when they have their period, informs a representative of the Health Department of Dendi Woreda. Before, menstruation was a reason for prolonged school absence.

As for the Economy, in Ethiopia “there are more cows than people”, explains Reneses. Now that the animals don’t have to be taken long distances to drink clean water, they can gain weight. A few extra kilos on the cow inject liquidity into the family economy.

On the torturous walk to the first water post at the springs of Worka Gara Kebele, the importance of children to the local economy is confirmed with every step. Small children, no more than six or seven years old, can be seen pushing a plow with oxen. And you can not talk about child labor and explotation as in other places, it is a system of traditional work in the field that distribute the liabilities among the whole family. Rows of children and adolescents are cutting wheat with sickles. Even though the country invests in modern machinery to mechanize agriculture, combine harvesters haven’t arrived here yet. We talked to two brothers, who are shepherds, resting under a tree. They explained that only the youngest can go to school.

The managers of the first water tank are Kifie Desfa and Amerewerk Chekol, husband and wife farmers. They are of Oromo ethnicity and are rural people with strong spiritual beliefs. The wife confesses that the economy hasn’t changed substantially since the arrival of drinking water because it is not “one person who needs many things”, but she explains clearly that now people don’t get sick from drinking water. Before, the river passed in front of her house; she was periodically ill, but didn’t know why.

The first town to benefit from the new plumbing is on the hillsides of the mountain. The air is fresh and pleasant, but the sun burns. The young people are around two foosballs and play eager. Some seniors are drinling tala, homemade beer, in a small bar that is at the other side of the kebele. Kebede Keru tells how he built the latrines and the showers so that people wouldn’t take care of their business outdoors. According to the mission of Intermon Oxfam, it is difficult to convince the rural people that they have to use the toilets. The latrines often get dirty and the people think it is healthier to do their business somewhere else, which means that they are constantly surrounded by concentrations of infection. The mission of the NGO does not end with getting water to the town. Educating people to acquire health habits is very important too.

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All of Kebede’s children go to school. They have placed the pump in the center of the kebele, his wife, Zargi Negasa, is the cashier. She’s in charge of charging everyone who uses the water and taking the money to the bank. She can only do it for one hour a day, usually in the morning. At night, the citizens save their spot by putting their containers in a line in front of the pump. The well is fenced off and closed with a key so that no one will misuse it and so that the cattle won’t contaminate the area with their excrements. Zergi Negasa was a volunteer in the committee that started the project. She had to go door to door convincing her neighbors to voluntarily work on the canalization to the kebele.

The pipes have 60 distribution points like this. With the money raised from its use, 40% is paid to the professional operators who take care of problems and 60% is used to maintain the infrastructure. Everyone on the board of directors is a volunteer.

Since getting safe water has made children less necessary in everyday tasks and allowed them to go to school, the next urgent necessity the communities face is building schools. One example is Nubarite, built by the initiative of the locals, who constructed it themselves when the government gave them the authorization.

In the middle of December there are no more than half a dozen students in the school. It is harvest season and classes are suspended so that the children can help their parents with the field work. Nevertheless, the director, Arasa Tasisa, says that normally there are between 80-90 students per room. The arrival of water and the installation of latrines multiplied the number of students. On days when there are no students, workers, recruited from the town, carry out maintenance work in the building.

Johannes is the director of the valley canalization project. He explains that when they finished the source to bring water to this school, the first time the faucet was turned on not a single drop of water came out. They had to dig up kilometers of pipes until they found the obstruction. The repair took two years. This is only one of the hundreds of difficulties that the project has faced. He says it has been “like getting with a university degree”.

But water still hasn’t arrived to all of the key points in the region. At the school in the Aanaa Dandii district (where we found signs in Oromo) the children take turns drink water hanging from the handle of a pump at recess. There are 428 students between 4 and 14 years old and seven teachers. One of them explains that the kids are often sick with digestive illnesses related to the water and even with malaria, which is complicated to contract at their altitude. When a student is sick he usually misses up to two weeks of school.

The teacher confirms that since the kebeles started receiving safe water sources, it is more common to see girls in class. Although, he complains that they still cannot dedicate much time correctly finish their homework because they must help with household duties. Teaching hygiene is more important than any other subject, he continues, obliging students to be clean and keep the school clean. The children learn healthy habits and later they teach them to their parents and expect the same in their surroundings. The students learn to boil water and wash their hands before meals– Ethiopians, whatever their social position, don’t use silverware to eat.

This school was built by Save the Children in 1999 (our 2006) of the Ethiopian calendar Ge’ez, the Julian calendar for Orthodox Christians. It started off as a nursery school, but in the last seven years has started giving classes to children from 1st to 6th grade, as a result the space is getting small. The head of the center remembers when they started the school the majority of the children where dirty. Little by little it started changing, he says. Now more and more children wear shoes and parts of the uniform, a green suit, which is difficult to see complete on any student. They wear what they can find; what their parents can afford, he explains.

The biggest difficulty which these children face in their education is that their parents can’t help them because they haven’t got an education, the teacher reveals. Although many maintain a farmer mentality, they are eager to learn, he says, but in many cases they don’t have access to means of communication and that is a disadvantage for progressing in their studies. The media isolation of the children was confirmed on the spot. A cameraman for “We are Water” had gel in his hair. When the students saw him they formed groups in the patio. They approached him and timidly asked in English, “Are you Cristiano Ronaldo?” They had strong suspicions that he could be the Portuguese footballer.

In the rural countryside, for years children have been born simply as an economic resource for their parents. They served to help with the cattle or in agricultural work. There is no kind of family planning. The older generations don’t know the value of education, a teacher confesses, although now something has changed in their mentality and the farmers want their children to go to school.

Some of the students who have passed through this school in the past seven years have been able to go to high school and later university, but very few, he notes. The tests are a difficult challenge for them. Only two or three out of fifty make it. If they pass, hard sacrifices await them. They have to go to the city and survive there all week, in some cases, on only a few pieces of bread.

But, being educated in the middle of the countryside can also have advantages. In class, for example, they have a bird’s nest. The babies have recently hatched from their eggs and are a part of our conversation. Using everything available to teach the teacher considers that he is strengthening the creativity of his students. It is the only added value he can offer them.

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Apart from water, education faces other difficulties as well. In the kebele Yubdo, Dejene Hirico is happy to have clean water near home, but also wants the government to provide electricity. Of all of the difficulties due to this, one stands out: “My children can’t study without the right light”.

In any case, it appears that life is improving. When he was a student, during the years of the communist dictatorship of DERG, only the privileged kids could wear uniforms, her remembers. Now it’s possible for everyone, he says. In addition he had to hide in the forests to not be enlisted in the army for the war. In this zone the forced recruitments were a generational tragedy. Johannes remembers that boys were prepared for war in school and that families celebrated having a daughter as a blessing. The wash officer of Intermon, Abayneh, lost a brother. He is one of the thousands who disappeared during the eternal conflict with Eritrea. A recent film, “Teza” (morning dew, in Amahric), by independent director Haile Gerima tells story of the suffering families endured in the 1980’s. What you see in the film is the same thing that the locals tell you.

In Yudda, a woman, Galane Geremo, shows us the interior of her house and proudly shows is the latrine that was built on the surrounding land. Her children are in charge of keeping away their goats and sheep so that they don’t cause problems. Galane shows us her bathroom, holding her mobile phone in her hand. Telecommunication has arrived before water in this community.

In fact, AVKO Fundation has developed a mobile phone application to locate water reservoirs and mark creeks. In Ethiopia, UNICEF is implementing it with the local authority. With this initiative they hope to improve the living conditions in the low lands (Oromia in in the high lands, which are greener and wilder). The nomad groups live in this zone, pastoral people who live moving their herds from one place to another. The incidence for water related illnesses in this population is very high.

Abayneh explains that for as long as he can remember water has always been a problem in his country. Even in Dendi Woreda, Jamjam Lafa Batu Kebele still hasn’t got water. The ambiance is noticeably different in communities where sanitary construction has already begun. One woman, Akeclamariem Assefa, says that her children only drink water at school, if they drink water in the kebele they get sick. She tries to boil the water, but she can’t heat the 40-50 liters that her family consumes every day.

The economy of the kebeles is protected by a cooperative regime. The system was imported from India and allows local people to buy basic products at reduced prices at community shops in exchange for their crops. The positive results cannot be denied, says a member of a local NGO, although intermediaries purchase crops at too low prices. At AECID (Spanish Agency for International Development Cooperation) they explain that it is very complicated for the common farmer to take his products to the points of sale due to the structural problems of the roads and the channels of communication.

Although the use of fertilizers and compost has increased their production and quality, they don’t have access to the markets. They also don’t have warehouses to accumulate and save the excess.

The IMF says that to sustain the rate of growth and make all the necessary structural reforms, Ethiopia should increase the private sector. Currently, the country still maintains in public control the “crown jewels”, as they are called: energy management, telecommunication, sugar crops, and Ethiopian Airlines. Even the financial system is 100% public, the private bank doesn’t exist. The government controls all the savings to finance their investments, but none of this is included “in the national budget, if it were, the deficit would shoot to 10%, a worrying figure”, explains Reneses.

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In this situation, it continues to be difficult for the children of the kebeles to reach the university and become part of the slowly growing middle class. The phenomenon exists, but thanks to great sacrifices. Abayneh remembers a university classmate who was born in one of these kebeles. “He went to class at night, during the day he worked cleaning shoes in Addis Ababa to survive. He ate the food we left on our plates when we’d finished eating. Today he is a doctor”.

A graduate of Economics who was also born in a kebele, Dinsa Girmaye, remembers that he also had classmates who lived in these types of situations, not only at university, but even in high school.

At that time there were no refrigerators in the towns or in the cities. Lots of my friends, who studied in the city and were from towns, had to go three or four days walking to return home to get food, their parents couldn’t afford to let them buy food in the city. Very few were able to study in these circumstances.

After finishing their university studies, many graduates leave the country, except for those who study under government scholarships and have the obligation to stay and work for the government for a few years. There are divided opinions about the graduate exodus. Some think that young people today are only interested in money, as school teacher Aanaa Dandii complains. The spirit of those who want to return to their community what they have been given prevails. But, there are also those who understand the situation. Ethiopia is not lacking for problems, among them, one from the European Parliament for the lack of human rights. A doctor, who works in public health because he studied under a government scholarship, says it is normal that many people want a better life outside of their nation. In any case, the remittances from emigrants are one the most important sources of income in the country.

The doctor speaks bitterly about the streets of Addis Ababa. They are among the safest in Africa, but, “at night you can see many children who suffer physical and sexual abuses and it is a very serious problem for which the government doesn’t have a solution”. The subject appears in the press. The Daily Monitor headlines one of its December editions saying that Ethiopia is a top-ten country for “unknown children”. Seven percent of the children don’t officially exist. “The statistics say what the statistics say”, a foreign worker ironically states remembering the 100% rates of school attendance that the government boasts.

On the other hand, another social divide is opening due to rising prices. In the last years prices have multiplied. Retirees can no longer pay for their basic groceries and children are taking care of their parents. In the capital, the presence of civil servants of embassies and the African Union, whose headquarters are here, along with 100% taxes on imported products, life is more expensive than many European cities.

In the entire country there is a frenzied passion for English football. A group of middle class youth says that because prices are so high for everything, they prefer to spend the little they have on a beer while watching the matches. Meanwhile, laborers and manual workers in the capital have long days and low salaries, about 50 birrs (2 Euros) a day. They drink Tala, a homemade beer, and chew khat, a stimulating plant. Their meeting places are marked with a can on a stick at the door of each building, it indicated that in this house is sold homemade beer.

On December 16th, in the newspaper ‘Fortune’, columnist Girma Feyissa complains that young Ethiopians aren’t interested in the history of their country and saying, “I can’t think of anything as powerful as football to keep everyone united (…) No propaganda or rhetoric enjoys the same amount of attention as football”. But, this is above all in the cities.

Returning to the kebeles, the construction of plumbing has forced rural communities to work together. One technician of Water Action explained that the attitude of the locals is to help the rest of the communities with their work so that sanitation will reach their own town as soon as possible. Helping others to help yourself, a more uplifting philosophy than soccer.

Illustrations: Ferran Esteve

Photography: Álvaro Corazón Rural (full gallery here)

Translation: Dianne Conn

Etiopía, agua que riega la salud y la educación

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(English version)

Reportaje realizado con el apoyo de Oxfam Intermón

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Sinta, el taxista que me enseña Addis Abeba de punta a punta, gesticula despectivamente cuando le pregunto por el pasado. «¡Ahora estamos bien!», dice convencido. Quedamos muy temprano por la mañana para subir al parque de Entoto desde el que se divisa toda la capital. Tiene que ser pronto porque el motor de su Lada soviético, me explica, está hecho para el frío y a determinadas temperaturas hay cuestas que no sube.

No entiende qué interés pueden tener para alguien los años del comunismo, que en Etiopía fueron particularmente sangrientos, ni las consecuencias de la guerra con Eritrea. «Fue una estupidez, ¡ridículo!», sentencia. En los ochenta perdió a un hermano en el frente. Pero todo eso está olvidado, insiste. Pasó.

Sin embargo, el hambre siempre ha estado ligado a los cambios políticos de la historia reciente de Etiopía. Fue un documental sobre una hambruna, The unknown famine (Jonathan Dimbleby, 1973) lo que marcó el principio del fin del reinado del emperador Haile Selassie. Y bajo el régimen comunista de su sucesor, Mengistu Haile Mariam, el uso político del hambre sumió al país en uno de los periodos más catastróficos y oscuros que ha conocido la humanidad. Según explicó Robert Kaplan en Rendición o hambre, la lucha contra el hambre sirvió de excusa al dictador comunista para realizar deportaciones masivas y los aranceles que impuso a la entrada de ayuda humanitaria al país le sirvieron para financiar la guerra contra Eritrea.

Estas hambrunas fueron ampliamente divulgadas por los medios de comunicación. Aquellas imágenes televisivas de niños famélicos marcaron a una generación en los años ochenta. El impacto fue de tal calibre que desde 1989 la Asamblea General de ONG Europeas adoptó un código de conducta para evitar que sus campañas se concentraran en los aspectos sensacionalistas de la vida en el mundo en desarrollo que pudieran sobresimplificar la imagen que se da del mismo.

De hecho, esta realidad hace tiempo que quedó atrás. Actualmente, Etiopía lleva siete años creciendo al 11 %. En el contexto de la crisis internacional, su economía se ha frenado hasta el 7,5 %, pero Eduardo Reneses de la Fuente, responsable de programas de cooperación en Etiopía, considera que sigue siendo «robusta». En diciembre, un artículo en el diario de Addis Abeba The Reporter señalaba que Etiopía busca integrarse en el grupo de naciones «de nivel medio» en 2025 con los planes de desarrollo que ha puesto en marcha.

El recuerdo de las hambrunas sigue presente en la memoria de varias generaciones de etíopes. A este país no le vale con datos macroeconómicos para creer en el futuro y eso es algo que sabe bien el Gobierno, que mantiene la lucha contra el hambre y la pobreza entre sus principales objetivos o, al menos, entre los más publicitados. No obstante, todavía existe un déficit importante de inversiones gubernamentales en la construcción de infraestructuras que faciliten el acceso a un bien esencial, como es el agua, en condiciones seguras. Existen la voluntad y los planes, pero suele faltar la financiación. Y el del agua es uno de los principales lastres para que muchas regiones del país puedan salir del subdesarrollo.

Según datos de este año de la ONG Water AID, en Etiopía 43,4 millones de personas, más de la mitad de la población, no tiene acceso a agua potable o a fuentes seguras. La población campesina sufre frecuentemente enfermedades parasitarias como la amebiasis, ascariasis, esquistosomiasis, y diarreicas como la giardiasis. Según las cifras de 2006 de Oxfam Intermón, ciento sesenta y nueve niños de cada mil mueren antes de los cinco años. En algunas zonas del país, un 40 % de la mortalidad se debe a enfermedades relacionadas con el agua. A la falta de infraestructuras hay que añadir que la población no sabe que este tipo de dolencias están provocadas por beber agua en mal estado.

A través de Oxfam Intermón, Jot Down ha visitado un proyecto humanitario consistente en algo tan sencillo como establecer puntos seguros de agua  potable. Una misión simple en apariencia, pero que está transformando la sociedad a todos los niveles.

La región de Oromia es la más extensa de Etiopía y también la más poblada, en ella viven 28 millones de personas. Aquí, es un 24 % de población la que no tiene acceso al agua en condiciones seguras. El paisaje es verde. No es nada especialmente exótico. Resulta muy cercano a las praderas y serranías de la península ibérica. Asefa Gelmessa es médico en Ginchi Town, en la woreda —región, en amárico— de Dendi. A pesar de que el índice de desabastecimiento de agua es casi la mitad que en el resto del país, el doctor señala que la diarrea es la enfermedad más habitual.

Cuando los campesinos notan los síntomas, si no van al hospital inmediatamente pueden morir deshidratados. Si son tratados, la recuperación suele requerir alrededor de siete días. Eso para muchos granjeros es un problema porque no pueden trabajar durante ese periodo. Pero la población más afectada por este problema son los niños menores de cinco años.

El centro médico de Ginchi Town, sigue Gelmessa, tampoco está bien provisto de medicamentos, pero según explica, mucho más importante que el equipo médico —con el que tienen pueden atender a todo el que llega— es que llegue agua potable a las comunidades y construir letrinas. El Gobierno lo intenta, opina, pero no tiene fondos suficientes.

Sin embargo, en Dendi Woreda,  Oxfam Intermón y su socio local Water Action han llevado a cabo la construcción de una cañería de sesenta kilómetros que abastece de agua potable a todo un valle. La instalación ha supuesto una pequeña revolución y está sentando las bases de cambios profundos en las condiciones de vida locales.

La tubería lleva agua a diez kebeles (poblados, en lengua amárica), unas cuarenta mil personas. Las autoridades regionales presumen de que ya un 56 % de población de Dendi Woreda tiene fuentes de agua potable accesibles. Confían en llegar al 100 % en los próximos años con la ayuda de la cooperación. Por lo pronto, esos sesenta kilómetros de tubería han mejorado la salud de los campesinos y han servido para escolarizar a miles de niños y, especialmente, niñas.

Tradicionalmente las mujeres han sido las encargadas de ir a por agua en sus comunidades. Lo habitual era hacer el viaje dos veces al día, eran trayectos que podían ser de tres o cuatro kilómetros. Lo suficiente como para que no pudieran ni pensar en ir a la escuela y estudiar. Además, las largas caminatas las exponían a la picadura de mosquitos de la malaria, por lo que caían enfermas con más facilidad. Un punto de agua potable frente a su kebele ha servido para que muchas de estas niñas ahora puedan escolarizarse. Además, con la construcción de letrinas separadas en los colegios, informa un representante del Departamento de Salud de Dendi Woreda, cuando tienen la regla pueden seguir yendo a clase. Antes, la menstruación era una causa de prolongada absentismo escolar.

En cuanto a la economía, en Etiopía «hay más cabezas de ganado que personas», explica Reneses. Desde que ya no hay que llevar a los animales a recorrer largas distancias cada día para que beban agua, pueden engordar. Esos kilos de más del ganado se traducen en inyecciones de liquidez en la economía familiar.

En el tortuoso camino hacia el primer puesto de agua en el manantial de Worka Gara Kebele se comprueba a cada paso que los niños sustentan la economía rural con su trabajo. Se puede ver a pequeños que no deben de tener más de seis o siete años empujando un arado con bueyes. Y no se puede hablar de explotación infantil como ocurre en otras latitudes, es un sistema de trabajo tradicional en el campo que reparte las cargas entre toda la familia. El paisaje lo conforman niños y adolescentes que van segando en hilera el trigo, emplean hoces. Aunque el país invierte en maquinaria moderna para mecanizar la agricultura, aquí todavía no han llegado las cosechadoras. Topamos con dos hermanos pastores que están descansando debajo de un árbol. Explican que solo el pequeño puede ir a la escuela.

Los responsables del primer colector de agua  que encontramos son Kifie Desfa y Amerewerk Chekol, un matrimonio de granjeros. Son de la etnia oromo, campesinos de profundas creencias religiosas. La mujer confiesa que su economía no ha cambiado sustancialmente con la llegada del agua potable porque no es «una persona que necesite muchas cosas», pero explica con claridad que ahora ya no se pone enferma cuando bebe agua. Antes, el río pasaba frente a su casa. Enfermaba periódicamente, pero no sabía el porqué.

En las faldas de la montaña está el primer poblado que se beneficia de la cañería. El aire es fresco y agradable, pero el sol abrasa. Los jóvenes se arremolinan alrededor de dos futbolines y juegan como posesos. Algunos mayores toman tala, cerveza casera, en una pequeña cantina que está en el otro extremo del kebele. Kebede Keru relata cómo han construido las letrinas y las duchas para que la gente no haga sus necesidades al aire libre. Según la misión de  Oxfam Intermón, es muy difícil convencer a los campesinos de que tienen que utilizar baños. A menudo se ensucian y para ellos es más saludable deponer en otros lugares, lo que supone estar rodeado constantemente de un foco de infecciones. La misión de la ONG no termina con hacer llegar el agua a la localidad. Educar a la población para que adquiera hábitos higiénicos es una fase del proyecto igual de importante.

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Todos los hijos de Kebede van a la escuela. Tienen el puesto de agua en mitad del kebele, y su mujer, Zergi Negasa, es la cajera. Se encarga de cobrar a todos los que recogen agua y llevar el dinero al banco. Solo pueden hacerlo a una hora del día, suele ser por las mañanas. Al anochecer, los campesinos se reservan un puesto en la cola poniendo sus bidones en hilera frente al puesto. La fuente está cercada y cerrada con llave para evitar que nadie haga mal uso de ella o que el ganado pueda entrar y contaminarla con sus excrementos. Zergi Negasa fue voluntaria en el comité que puso en marcha este proyecto. Tuvo que ir puerta por puerta convenciendo a los vecinos para que trabajasen voluntariamente en la canalización hasta el kebele.

La tubería cuenta con sesenta puntos de distribución como este. Con el dinero recaudado por su uso, un 40 % se dedica a pagar a operarios profesionales que solucionan las averías y un 60 % es para el mantenimiento de la infraestructura. En el comité de la junta directiva todos son voluntarios.

Si el agua potable ha servido para que los niños sean menos necesarios en el trabajo diario y puedan estudiar, la siguiente necesidad urgente que han tenido estas comunidades ha sido la de construir escuelas. Un ejemplo es la de Nubarite, construida por iniciativa de los propios campesinos, que aportaron la mano de obra en cuanto el Gobierno les dio la autorización para tener un centro escolar.

A mediados de diciembre no se ve más que media docena de alumnos en la escuela. Es temporada de recogida y las clases están suspendidas para que los niños ayuden a sus padres en las tareas del campo. No obstante, el director, Arasa Tasisa, cuenta que normalmente tiene entre ochenta y noventa niños por aula. La llegada del agua y la instalación de letrinas ha multiplicado el número de alumnos. Estos días en que no hay niños, trabajadores reclutados entre los campesinos realizan labores de mantenimiento de la escuela.

Johannes es el director del proyecto de canalización del valle. Explica que cuando terminaron la fuente que daba agua a esta escuela, a la hora de abrir el grifo por primera vez, no salía una sola gota de agua. Tuvieron que desenterrar kilómetros de tubería hasta encontrar dónde estaba obstruida. La reparación les llevó dos años. Y esta es solo una de las cientos de dificultades que se ha encontrado en este proyecto. Dice que ha sido «como licenciarse en una carrera universitaria».

Pero todavía no ha llegado el agua a todos los puntos importantes de la región. En la escuela del distrito, Aanaa Dandii (aquí encontramos rotulación en oromo), los niños beben agua colgándose de la manivela de un pozo por turnos en cada recreo. Aquí hay cuatrocientos veintiocho alumnos entre cuatro y catorce años para siete profesores. Uno de ellos explica que los críos enferman habitualmente por enfermedades digestivas relacionadas con el agua e incluso por malaria, que es complicada de contraer a esta altura sobre el nivel del mar. Cuando un alumno enferma suele perderse hasta dos semanas de clase.

Este profesor confirma que desde que los kebeles empiezan a contar con puntos de agua, cada vez es más habitual ver chicas en clase. Sin embargo, se queja de que todavía no pueden dedicar el tiempo necesario a realizar correctamente los deberes porque todas tienen que colaborar en casa. Enseñar higiene es mucho más importante que cualquier otra asignatura, sigue. A los alumnos se les exige que estén limpios y que mantengan limpia la escuela. Los niños que aprenden hábitos saludables luego se los enseñan a sus padres y los exigen en su entorno. Los alumnos aprenden a hervir el agua y a lavarse las manos —los etíopes, sean de la condición que sean, comen sin cubiertos— antes de las comidas.

Esta escuela fue construida por Save the children en el 1999 (nuestro 2006) del calendario Ge´ez etíope, el juliano de los cristianos ortodoxos. Empezó como una guardería, pero en estos siete años ha terminado dando clase a niños de 1.º a 6.º grado, de modo que el espacio empieza a quedarse pequeño. El responsable del centro recuerda que cuando se puso en marcha esta escuela la mayoría de los niños estaban sucios. Poco a poco eso va cambiando, dice. Ahora cada vez más niños van calzados y llevan partes del uniforme, un traje verde, que es muy extraño ver completo en algún alumno. Visten lo que pueden conseguir; lo que pueden permitirse pagar sus padres, explica.

La mayor dificultad que afrontan estos niños de cara a su educación es que sus padres no les pueden ayudar porque no tienen ninguna cultura, revela el profesor. Aunque conservan mentalidad de granjeros, tienen ganas de aprender, reconoce, pero no tienen acceso en muchos casos a los medios de comunicación y eso les sitúa en desventaja para progresar en sus estudios. El aislamiento mediático de los críos lo comprobamos in situ. Un cámara de We are water lleva gomina en el pelo. Cuando los alumnos lo ven, en el patio se forman corrillos. Se acercan y preguntan tímidamente en inglés: «¿Es Cristiano Ronaldo?». Tienen serias sospechas de que puede ser el futbolista portugués.

En el campo, los niños han nacido durante años sin más fin que el de ser un recurso económico para los padres. Servían para ayudar con el ganado o en las labores agrícolas. No existe ningún tipo de planificación familiar. Las viejas generaciones desconocían el valor de la educación, confiesa el maestro, aunque ahora ha cambiado la mentalidad y los campesinos quieren que sus hijos vayan a la escuela.

Algunos de los chicos que han pasado por esta escuela en estos siete años han logrado llegar al instituto y luego a la universidad. Pero muy pocos, puntualiza. Los exámenes son una auténtica ley del embudo para ellos. Lo consiguen dos o tres de cada cincuenta. Si pasan, les esperan sacrificios muy duros. Tienen que marcharse a la ciudad y sobrevivir allí toda la semana, en algunos casos, solo con unos trozos de pan.

Pero educarse en mitad del campo también puede tener sus ventajas. En clase, por ejemplo, tienen un nido de pájaros. Las crías han salido hace poco de sus huevos y acompañan nuestra conversación. Aprovechando todo lo que tienen a su alcance para aprender, el profesor considera que está potenciando la creatividad de sus alumnos. Es el único valor añadido que puede ofrecerles.

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Aparte del agua, la escolarización también se enfrenta a otras dificultades. En el kebele de Yubdo, Dejene Hirico se alegra de tener agua potable cerca de casa, pero quiere que el Gobierno también le lleve electricidad. De entre todas las privaciones que esto le supone, destaca una: «Mis hijos no pueden estudiar sin una luz en condiciones».

En cualquier caso, tiene la sensación de que la vida mejora. Cuando él era estudiante, en la época de la dictadura comunista del DERG, solo podían llevar uniforme los niños privilegiados, recuerda. Ahora están al alcance de todos, dice. Además, él tuvo que esconderse en los bosques para no ser alistado en el ejército para la guerra. En esta zona del país, las reclutaciones forzosas fueron un drama generacional. Johannes recuerda que en la escuela se preparaba a los niños para la guerra y que las familias celebraban como una bendición tener una hija. El wash officer de Intermón, Abayneh, perdió un hermano. Es uno más de los miles de desaparecidos durante el eterno conflicto con Eritrea. Una película reciente, Teza («rocío de la mañana», en amárico) del director independiente Haile Gerima relata el sufrimiento que padecieron las familias en los años ochenta. Lo que se ve en el film es lo mismo que cuentan los campesinos in situ.

En Yuddo una mujer, Galane Geremo, nos muestra el interior de su casa y enseña orgullosa la letrina que tiene en el terreno que la rodea. Sus hijos se encargan de espantar a las cabras y ovejas con las que viven para que no molesten. Galane muestra su baño, pero en la mano sostiene su teléfono móvil. Las telecomunicaciones han llegado antes que el agua a esta comunidad.

De hecho, la Fundación AVKO ha desarrollado una aplicación para teléfonos móviles para señalar embalses de agua y marcar el caudal de los arroyos. En Etiopía lo está implementando UNICEF junto a la autoridad local. Esta iniciativa pretende mejorar las condiciones de vida en las lowlands (Oromia está en las highlands, más verdes y agrestes) aunque si funciona el objetivo es implementarla en todo el país. En esa zona están los pueblos nómadas, de pastores, que viven llevando su ganado de un lugar a otro. La incidencia de enfermedades relacionadas con el consumo de agua en estas zonas es muy elevada.

Abayneh explica que desde que tiene uso de razón recuerda el agua como un problema en su país. Aún en Dendi Woreda, a Jamjam Lafa Batu Kebele todavía no ha llegado el agua. Aquí el ambiente es sensiblemente distinto al de las comunidades que ya han iniciado las obras de saneamiento. Una mujer, Akeclamariem Assefa, revela que sus hijos solo pueden beber agua en el colegio, si lo hacen en el kebele se ponen malos. Ella intenta hervir el agua, pero no puede calentar los cuarenta o cincuenta litros que consume diariamente su familia.

La economía en todos estos kebeles está protegida por un régimen cooperativo. El sistema está importado de la India y permite que los campesinos compren productos básicos a precios reducidos en tiendas comunitarias a cambio de sus cosechas. No se pueden negar sus efectos positivos, dice un miembro de una ONG local, aunque los los  intermediarios compran las cosechas a precios demasiado bajos. En AECID, además, explican que para el campesino corriente es muy complicado llevar su producción a los puntos de venta por el déficit estructural de carreteras y vías de comunicación.

Aunque con la entrada de fertilizantes y abonos han aumentado las producciones y la calidad, no hay acceso a los mercados. Y tampoco hay plantas de transformación con las que acumular los excedentes en conservas.

El FMI dice que para sostener los niveles de crecimiento del país y realizar todas estas reformas estructurales, Etiopía debe aumentar el sector privado. Actualmente, el país conserva en manos públicas lo que se conoce como «las joyas de la corona», la gestión de la energía, las telecomunicaciones, cultivos de azúcar y Ethiopian Airlines. Hasta el sistema financiero es 100 % público, no existe la banca privada, el Gobierno controla todo el ahorro para financiar sus inversiones, pero nada de esto se encuentra «dentro del presupuesto nacional, si se contabiliza así, el déficit se dispara al 10 % y es un cifra preocupante», detalla Reneses.

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En esta coyuntura, que los niños de los kebeles lleguen a la universidad y formen parte de la tímidamente naciente clase media sigue siendo muy complicado. El fenómeno existe, pero a base de tremendos sacrificios. Abayneh recuerda a un compañero suyo de la universidad que nació en uno de estos kebeles. «Iba a clase de noche, por el día trabajaba limpiando zapatos en Addis Abeba para sobrevivir. Se alimentaba de los restos de comida que dejábamos en el plato el resto de los compañeros. Ahora es médico».

Un licenciado en Economía que también nació en un kebele, Dinsa Girmaye, recuerda que él también tuvo compañeros que vivían este tipo de situaciones. Y no en la universidad, ya desde el instituto.

En aquella época no había frigoríficos ni en los pueblos ni en las ciudades. Muchos de mis compañeros que estudiaban en la ciudad y eran del pueblo, tenían que ir cada tres o cuatro días andando a casa para coger comida, sus padres no podían permitirse ni que la comprara en la ciudad. Muy pocos aguantaban estudiando en estas condiciones.

Tras finalizar sus estudios universitarios, muchos licenciados abandonan el país. Menos los que han estudiado becados por el Estado, que tienen la obligación de trabajar para él durante unos años. Existe división de opiniones sobre el éxodo de universitarios. Hay quien considera que a la gente de hoy solo le importa el dinero, como se queja el profesor de la escuela Aanaa Dandii. El espíritu de los que quieren devolver a su comunidad lo que les ha dado prevalece. Pero también hay quien ve esta situación como algo comprensible. A Etiopía no le faltan denuncias, entre ellas una del Parlamento Europeo, por su déficit en derechos humanos. Un médico que trabaja en la sanidad publica porque estudió becado cuenta que es normal que mucha gente quiera una vida mejor fuera de la nación. En cualquier caso, las remesas de los emigrantes son una de las fuentes de financiación más importantes del país.

Este médico habla amargamente de las calles de Addis Abeba. Son de las más seguras de África, pero «por la noche puedes ver muchos niños por la calle que sufren abusos físicos y sexuales y eso es un problema muy grave pero el Gobierno no lo soluciona». El asunto aparece en la prensa. El Daily Monitor abre una de sus ediciones de diciembre con que Etiopía está en el top-ten de países con niños «oficialmente desconocidos». Hay un 7 % de niños que no existen para el Estado. «La estadística dice lo que dice la estadística», advierte con ironía un trabajador extranjero sobre los índices de escolarización de casi el 100 % de los que presume el Gobierno.

Por otro lado, otra brecha social se está abriendo por el incremento de precios. En los últimos años se han multiplicado. Los jubilados ya no pueden hacer frente a la cesta de la compra elemental y son los hijos los que mantienen a los padres. La vida en la capital, por la presencia de funcionarios de las embajadas y de la Unión Africana, que tiene aquí su sede, junto con unos impuestos del 100 % a los productos importados, es más cara que muchas ciudades europeas.

En todo el país hay una pasión desatada por el fútbol inglés. Un grupo de jóvenes de clase media comenta que el nivel de precios es tan elevado que no pueden ahorrar nada y que por eso prefieren gastarse lo poco que tienen en cerveza viendo los partidos. Mientras, los obreros y trabajadores manuales en la capital tienen jornadas largas y sueldos bajos, alrededor de cincuenta birrs (dos euros) al día. En su caso, beben tala y mastican khat, una planta estimulante. Sus lugares de reunión están señalados con una lata clavada en un palo en la puerta de cada local, con eso se indica que en esa casa se vende cerveza casera. 

El 16 de diciembre, en el diario Fortune, el columnista Girma Feyissa se quejó de que los jóvenes etíopes no tienen interés en la historia de su país y sentenciaba: «No se me ocurre nada tan poderoso como el fútbol para mantener a casi todo el mundo unido (…) Ningún tipo de propaganda o retórica puede disfrutar plenamente de tanta atención como el fútbol».

Pero esto ocurre sobre todo en las ciudades. Volviendo a los kebeles, la construcción de esta cañería ha forzado a las comunidades del campo a colaborar entre sí. Un técnico de Water Action explicaba que la actitud de los campesinos se resumía en ayudar al resto de las comunidades con su trabajo para que así el saneamiento les llegase a ellos lo antes posible. Ayudar a los demás para ayudarse a uno mismo, una filosofía más edificante que la cohesión que pueda llegar de la mano del deporte del balón. 

Ilustraciones: Ferran Esteve

Fotografía de portada: Álvaro Corazón Rural (galería completa del reportaje aquí)

Traducción al inglés: Dianne Conn


Gárate: «El mejor Atlético de la historia es el de ahora»

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No podemos decir que sea algo habitual que a un jugador de fútbol se le recuerde por su elegancia y su saber estar. A José Eulogio Gárate nunca le han faltado elogios como killer del área, pero cuando se habla de su carrera, el detalle, la apostilla, siempre trae a colación recuerdos como que no celebraba los goles por respeto a los rivales. Treinta años después, las formas de Gárate siguen llamando la atención. Es cumplidor, puntual y muestra gratitud por nuestro interés. Lo que se dice un caballero de otro siglo. Su Atlético fue el mejor de la historia para muchos aficionados, aunque a él le gusta más el del Cholo Simeone. Otro gesto de generosidad. Desgraciadamente, salió del fútbol por una lesión inverosímil, más propia de un capítulo de House, pero supo seguir con su vida.

Nació en Argentina. ¿Cómo terminó allí su familia?

Mi abuelo fue teniente alcalde republicano de Eibar. Con la guerra tuvo que huir a Francia y de ahí se marchó a Argentina. Pero mi padre se quedó aquí porque estaba trabajando y más adelante se casó. Tiempo después, en una ocasión decidieron ir a visitar a sus padres y se quedaron allí durante la posguerra. España atravesaba momentos de dificultad, de carestía de comida, problemas de alimentación… de todo. Se quedaron allí porque Argentina entonces era un paraíso. Era el granero del mundo, se decía, pero es que era verdad. Allí había trabajo para todo el mundo y abundancia de todo. Yo nací allí en 1944 y en el 45 mis padres volvieron a Eibar. Así que yo me considero eibarrés.

En sus inicios en el fútbol estuvo con ficha de amateur hasta en Segunda División.

Yo empecé a jugar al fútbol en el colegio. Antes, en los inicios de los años cincuenta, solo había fútbol. Baloncesto había en las capitales, pero en los pueblos no. Ni balonmano, ni tenis, ni nada. Todos los niños del colegio jugábamos al fútbol en una época en la que, como se habrá contado en miles de ocasiones, el balón si no era de cuero era de papel. Jugabas al fútbol con lo que podías y así empecé a aficionarme. Luego, cuando hice el bachillerato y empecé con el ingreso en Ingeniería, mi padre quería ante todo que estudiara. Si podía compaginar el estudio con el deporte, mejor. Pero inicialmente quería que yo tuviese una carrera. Sin embargo, yo tenía muchísima afición. Y como aprobé todos los exámenes selectivos para la escuela de ingenieros, me dieron permiso para jugar en el juvenil del Eibar, porque entonces se necesitaba la autorización de los padres para jugar.

En cualquier caso, como tenía que compaginar los estudios con el fútbol, yo no entrenaba. Solo iba el fin de semana a jugar el partido. Luego ya pasé al Eibar en Tercera División categoría nacional, que venía a ser la 2.ª B actual, y después de dos años fiché por el Indauchu en segunda, pero siempre, efectivamente, como amateur, porque no podía tener la obligación de entrenar. En Segunda entrenaba un día a la semana. Todo esto me pasó factura. Hoy los chavales que se inician en el fútbol están entrenando desde los diez u once años, así adquieren una preparación y un físico adecuado. A mí me faltaba resistencia. Tenía condiciones, pero mi cuerpo no estaba trabajado desde la niñez o desde la juventud para aguantar los partidos enteros a un alto nivel. Fue uno de mis puntos flacos.

Usted no quería hacer la mili y eso condicionó su salto a Primera.

Yo era de pueblo, del norte, yo quería estar en el Athletic de Bilbao. Era el equipo de nuestro entorno, de la zona, el equipo de los vascos, y ellos querían ficharme. Piru Gaínza, el entrenador, me decía que me daba todo lo que quisiera, libertad para entrenar y estudiar, para compaginar el fútbol con mi vida. Pero el problema fue que para fichar por el Athletic de Bilbao me tenía que hacer español. Yo había elegido la nacionalidad argentina porque la mili me parecía una pérdida de tiempo. El Athletic la verdad es que fue muy honesto, se portó conmigo como un verdadero caballero. Y yo no tenía ningún problema en hacerme español, pero no quería ir al servicio militar. Ellos lo intentaron, contactaron con la Capitanía General de Burgos, pero les dijeron que no. Luego el Atlético de Madrid fue más hábil y me consiguió la nacionalidad española sin tener que hacer la mili. En la insistencia del Atlético en mi fichaje tuvieron que influir mucho los informes que dio de mí Ferdinand Daucik, mi entrenador en el Indauchu, que mantenía muy buenas relaciones con el club.

Llegar a Madrid me causó gran impresión. Era un 25 de julio, hacía un calor horroroso para alguien que llegaba de un pueblo del norte. Pero gracias a Dios todo fue muy bien. Madrid es una ciudad muy acogedora. Me siento vasco, porque lo llevo dentro desde la niñez, por mis padres, por todo, pero en lo que es la verdad de la vida, soy un madrileño más. Mi llegada aquí fue sensacional.

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Dijo que de quien más aprendió en el Atlético al llegar fue de Jorge Griffa.

Él era un profesional auténtico. En el fútbol no tenía ni familia, ni padre, ni madre. Había que ganar y ganar y ganar. En los entrenamientos he aprendido muchas cosas de muchos, pero lo que es a ser un profesional, un verdadero profesional, me lo enseñó él. Decía que había que darlo todo, porque la obligación de un profesional es ganar. En ese sentido fue un maestro para mí.

Desde que llegó reconoció las señas de identidad del juego del Atlético, defender todos juntos y contraataques rápidos.

Siempre ha sido así. Juego rápido, contraataque. El Atlético de Madrid fue pionero dentro del fútbol español en el esquema del 4-4-2. La forma de jugar que se emplea hoy en día, creo yo, la táctica básica que usan todos. La diferencia con aquella época está en las líneas. Antes no se jugaba tanto en bloque como hoy, que los jugadores están todos mucho más juntos. Ahora defienden todos y antes no era así. Pero el Atlético de Madrid de esos años defendía en el medio del campo. Éramos un equipo duro. A día de hoy, con Simeone, el Atlético está haciendo un fútbol físico. Se está jugando en una condición de mucha entrega, mucho desgaste. Tiene calidad, pero está jugando siempre al límite. Mantenerse mucho tiempo así no es fácil, hay algunos altibajos. La plantilla del Atlético no es ni la del Barcelona ni la del Real Madrid. No tenemos ese nivel, son superiores. Por eso somos ahora un equipo de esfuerzo y resultados; resultados que nos han acompañado y desde el punto de vista anímico eso ha sido fundamental para mantenerse en esa línea.

Después de cada partido le dolían los huesos.

Todavía me duelen. Los centrales en aquella época eran más duros, tenías un marcador fijo que te seguía a todos los lados y si no llegaba, te daba un leñazo. Ahora los jugadores arriba tienen más tiempo para controlar el balón. Entonces había un defensa permanentemente a tu lado. Ibas a la banda, y te seguía a la banda. Ibas al medio, al medio. A mear, pues eso. Hoy hay mucho bloque y poco espacio pero tienen la ventaja de que no hay marcajes al hombre como aquellos.

Había unos jugadores argentinos como Aguirre Suárez, del Granada, que… Este, si ibas a saltar, en cuanto te agachabas para coger impulso, te daba un pisotón. Imagínate el daño que te hacía eso cuando subías para arriba. Si te ibas a mover, a adelantarte, te daba un codazo. En aquella época hasta te escupían en la cara justo cuando ibas a recibir el balón. Así perdías el control fácilmente, te descentrabas.

No todos eran así, pero estas escuelas llegaron de Sudamérica. En las categorías juveniles o Tercera División española había entradas, pero no todo ese repertorio. Como los alfileres. Aguirre Suárez salía al campo con varios alfileres y te pinchaba en el culo. Todo lo que dejó ese hombre en Granada fue la pera. El fútbol sudamericano ha traído mucha malicia o picaresca, si prefieres llamarlo así. Eso de estar siempre al margen de la ley. Y para un árbitro era difícil que se diera cuenta de algo. Si hay varios jugadores, a ver quién ve que uno pisa a otro de repente, o el pinchazo con la aguja. Eso no lo ve nadie. También, cuando estabas en el suelo, si te habías caído, te llegaba el argentino a acariciarte la cara, a ver qué tal estás, te preguntaba y lo que hacía era pegarte un tirón de pelo que te arrancaba la cabellera. Yo, cuando hay uno en el suelo lesionado, si el que se le acerca es argentino dudo siempre que le vaya a hacer algo. Porque tú no lo ves, pero le puede tirar de pelo. Ahora la verdad es que no sé si seguirán pasando estas cosas. Y luego otro detalle, en aquella época para un argentino la palabra «hijo de puta» era como decir «hola, qué tal estás». Entraban en el vestuario por la mañana y decían «buenas, hijo de puta». Eso aquí no lo podías decir. Ahora se ha popularizado, pero antes, en aquella España, no le podías decir «hijo de puta» a nadie, era una palabra prohibida.

A uno de sus entrenadores, Max Merkel, le acusaron de dopar a los jugadores por el rendimiento que dieron su Sevilla y su Atlético y él contestó que su dopaje consistía en «sudor y billetes».

Con Merkel era eso, mucho trabajo para tener mucha potencia. Corríamos con balones de diez kilos en cada mano. Teníamos que subir escaleras, dar miles de vueltas al campo. Pero el resultado fue bueno. Con él ganamos la liga y una copa. Lo que nos fastidiaba de él es que ya llevaba dos o tres años en Sevilla y vino a Madrid sin hablar ni una palabra de español. En el fútbol la comunicación es importante. Luego tampoco trabajaba la velocidad. A veces puedes aguantar mucho, pero si no tienes velocidad punta… eso es fundamental en el fútbol.

¿Es cierto que Luis Aragonés, cuando aún era jugador, entrenó al equipo en la sombra tras una racha de malos resultados con Merkel?

Que yo sepa no. Luis era uno más y no haría eso. Es verdad que con el presidente Vicente Calderón tuvimos una reunión porque, evidentemente, teníamos problemas con Merkel. Íbamos terceros o cuartos. Estábamos varios jugadores, Luis, Adelardo, otro y yo, y Merkel. Hablamos de ver qué podíamos hacer y la conclusión fue que nos faltaba velocidad. Así que el austriaco cambió el sistema de entrenamientos a ejercicios de más velocidad, de reflejos y, oye, fuimos campeones.

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Pero Luis era un líder, en cualquier caso.

Como jugador, lo que decía, lo decía convencido con o sin razón. Mandaba y lideraba en el vestuario, es verdad. Cuando llegué, cuando empecé a jugar e integrarme, tuve algunos problemas con él. Yo y todos. Hoy en día ha cambiado mucho, pero antes los jugadores veteranos mandaban mucho más. En los equipos de aquella época el jugador que llevaba años jugando te llegaba y de decía: «Chaval, qué pasa, pásala aquí». Hoy imagino que le dicen algo así a alguien joven y le mandan a freír puñetas, la educación ha cambiado, salvo con casos como los de Cristiano Ronaldo o Messi, que son líderes en todo.

También es verdad que Luis fue un buen amigo de sus amigos. Yo llegué a tener una buena amistad con él. En el fútbol cuando fuimos compañeros y después, cuando fue entrenador, tuvimos buena relación. Pero hay que dejar claro que Luis fue una persona muy especial. Y al margen del fútbol más especial todavía. A veces se le acercaban los aficionados, le pedían algo y él no tenía buenas reacciones. Pero con los amigos siempre fue un amigo y, lo que es más importante, fue siempre un defensor del fútbol. Empezó con nosotros como entrenador de un día para otro. Era jugador y le sentaron en el banquillo a entrenar. Conocía todos los comentarios que hacíamos en las camarillas y se apoyó mucho en nosotros en esa primera etapa. Nosotros también le ayudamos y después su carrera como míster ha sido brillante. Él terminó creando ese sistema de juego con el que la selección ha llegado a lo más alto. Y todo gracias a su filosofía de no poner a los jugadores por su apariencia o aspecto, o por su potencia física, sino por jugar al fútbol. Esos Xavi, Iniesta, Silva, en fin, todos los jugadores del centro del campo que han sido la verdadera revelación de la selección.

Usted jugó contra Cruyff.

Tuve muy buena relación con él, por los enfrentamientos que tuvimos y alguna vez que coincidimos en algún hotel, pero luego cuando nos hemos retirado nos hemos distanciado y he tenido que seguir su trayectoria leyendo la prensa. En el fútbol me pareció un hombre muy importante. El Barcelona llevaba sin ganar la liga más de diez años y nada más llegar él la ganó. Era un futbolista muy rápido, cosa que no voy a descubrir yo aquí, y con mucha visión de gol, aunque no era un jugador de punta, le gustaba jugar por las bandas y bajar mucho al medio del campo. Cuando jugabas contra él tenías que tener una atención especial. No solo le marcaba uno, siempre teníamos que poner a otros compañeros de ayuda supletoria.

El Ajax de Cruyff les eliminó en semifinales de la Copa de Europa de forma contundente.

En aquel momento el fútbol español estaba por debajo. No estaba al nivel tampoco del fútbol alemán, por ejemplo. No estábamos y el porqué, no lo sé. Salíamos mal al campo de entrada. Decíamos que era la alimentación, la posguerra, pero mira los alemanes qué posguerra tuvieron… Y nosotros, pues bueno, también íbamos a Italia y siempre fueron superiores al menos en la forma de competir, porque eran como los argentinos, también siempre tíos que te agarraban, te empujaban, te mordían. Y además muy defensivos…

Y cuando ustedes estaban por encima del nivel, pasaban cosas raras ¿no? Hay documentados escándalos tremendos, como el de Turquía contra el Göztepe, que dijo Miguel San Román, el portero del Atlético entonces, que le pegó hasta la policía con las porras al final del partido.

Lo recuerdo perfectamente. El Atlético fletó un avión, hoy en día van todos en avión, pero entonces era raro. Pudimos invitar a nuestros padres, a la pareja. Habíamos ganado aquí dos a cero. Cuando llegamos a Esmirna aterrizamos en el aeropuerto militar porque estaban medio en guerra con Grecia por Chipre. En el campo de fútbol fue una verdadera encerrona, jugamos veinticinco minutos de más hasta que nos metieron el tercero y nos eliminaron. Fue un campo de tierra, con un público muy forofo, muy agresivo y ahí estuvimos hasta que palmamos en un ambiente muy malo, muy enrarecido.

O la llamada «Batalla de Glasgow».

Aquí la policía a los jugadores del Atlético sí que nos pegó. Mientras, a nuestros aficionados, en la grada, los escoceses les mearon. Sí, esas cosas pasaban. En el partido aguantamos como pudimos, fue una defensa heroica con un Reina magnífico y luego aquí les ganamos. Nuestro jugador Panadero Díaz fue uno de los expulsados, el otro fue Ayala y Quique también, otro defensa que era izquierdo. Acabamos con ocho. Johnstone, uno peladito que parecía que venía de la cárcel con esa camiseta de rayas, era el más temido. El tío era muy bueno. Panadero entraba muy duro, pero se llevaba casi siempre el balón, era un tío de una gran calidad técnica y de una contundencia física que no rayaba en la violencia, sin embargo, a Johnstone sí que le tuvo que dar porque llegó tarde, no alcanzaba la bola y le dio. Nuestros argentinos tuvieron una publicidad muy negativa. Me parece que no eran tan duros como se decía. Ovejero con su físico, que prácticamente no tenía cuello, daba la sensación de que era un matahombres pero no era violento. Eso sí, en un entrenamiento en Glasgow antes del partido se pegaron los dos, Ovejero con Panadero [risas]. Estábamos entrenando en un campito al lado del hotel y no sé cuál fue el problema, no me acuerdo, pero llegaron a las manos, les separamos y no pasó nada. Luego, claro, la prensa de Escocia les puso en primera plana en posición de pegarse, pero la verdad es que no llegó la sangre al río.

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A Ovejero, jugando contra el Bastia en Ajaccio, un aficionado le persiguió con una navaja.

Fue en Córcega. Yo estaba lesionado y no pude ir. La afición se portó fatal allí, son cosas que hoy en día serían impensables.

En la final de la Copa de Europa en Heysel, Bélgica, la grada estaba llena de españoles emigrantes. Ese escenario ha dejado de ser un recuerdo del pasado me temo…

Está saliendo mucha gente de España dada la situación económica, esperemos que puedan volver pronto y este país vuelva a lo que fue hace diez años. Todos aquellos trabajadores nos arroparon mucho. Y el Bayern era un número uno, tenía a seis o siete de la selección, una selección que era la campeona de Europa y luego ese verano lo fue del mundo. Entramos en el campo ya como perdedores, pero nos salió un partido muy bueno y por desgracia perdimos en el último segundo. Fue una verdadera pena porque de haber ganado esa copa el Atlético hubiese sido número uno de Europa. Hoy día está recuperando todo este prestigio, pero en aquel momento perdimos la oportunidad de ser algo grande dentro de Europa. Ese partido fue vital.

En el último segundo en el que nos empataron se dijo que fue culpa de Reina. También mía. Yo estaba delante del portero, solo, que era gol, o medio gol, y me dio un calambre en cada gemelo. Iba a disparar y me caí al suelo delante del portero. El Bayern estaba hundido, pero sacó el portero y al defensa que me marcaba a mí, Schwarzenbeck, le salió un disparo desde treinta y cinco metros que entró. Reina lo podría haber parado si hubiera estado más adelantado, o podría haberse estirado, pero no… fue mala suerte. Y se acabó. Ni sacamos de centro. Al siguiente partido no pudimos ni dormir los días previos y salimos derrotados. Ellos, al revés, lo tenían todo perdido y lo habían ganado en el último suspiro. Cuatro nos metieron en el partido de desempate. Fue una pena.

Y contra Beckenbauer la verdad es que me gustaba jugar. Era un jugador que no era duro, por lo que se caracterizaba era por su sentido de la anticipación y sus pases. Era un maestro en el dominio del balón. Me gustaba enfrentarme a él porque siempre me salía todo medio bien ya que no daba patadas, me dejaba controlar. Era muy respetuoso y un jugador de fútbol con todas las letras, él jugaba al balón, no sé cómo decirlo.

En España su mayor quebradero de cabeza fue Benito, del Real Madrid.

En toda mi carrera, Benito ha sido el que mejor me ha marcado. Era físicamente muy ágil, era rápido, era duro, iba bien de cabeza. El primer día llegaba y te ganaba, lo tenías que admitir. El segundo, otra vez, que si se te anticipa, que si luego te da la patada y al final resulta que no la tocas. Todo esto me fue creando un estado anímico que ya salía a jugar preocupado, perdía la partida antes de empezar. Aunque en otros casos, como Gallego del Barça, era al revés. Tenía complejo conmigo porque contra él me salía todo bien. Son cosas de la vida, ¿por qué hay personas con las que te encuentras bien de primeras y luego vas a hablar con otro y no estás cómodo por su forma de ser? En el fútbol, sobre el césped, es lo mismo. Cuando tienes que convivir y disfrutar con un contrario, si te come la moral, sales al campo ya medio agotado. Mira el Atlético con el Madrid hasta el año pasado que les ganamos la Copa. Sales mal y en cuanto te meten el primero te vienes abajo.

Con Juanito convivió un año, cuando él solo tenía dieciocho, antes de que se fuera al Burgos y luego al Madrid; ¿qué tal era?

Era un chico joven, que jugaba muy bien, tenía mucha ilusión. Estaba dispuesto a hacer lo que fuese para llegar donde llegó. En el Atlético de Madrid no encontró el hueco, tuvo que irse cedido al Burgos y después, sí, llegó al Real Madrid. Recuerdo una anécdota, jugábamos en Málaga contra Yugoslavia con la selección, estábamos concentrados en Mijas, cerca de Fuengirola de donde era él, fuimos a entrenar y apareció allí. Vino solo a dar un saludo y a estar con los internacionales del Atlético. No convivimos mucho pero tuvimos una relación muy buena.

También es una final maldita aquella de Copa contra el Madrid.

Nos anularon dos goles, un fuera de juego de Irureta, que estaba en el córner después de haber sacado de banda… Pudimos ganar y en los penaltis perdimos. Qué íbamos a hacer… Pero con los jugadores del Madrid había mucha relación. Este verano todavía he estado con Pirri y Amancio en Marbella. Entonces nos llevábamos muy bien con Velázquez, con Zoco… En el campo salían chispas, pero éramos muy amigos. Quedábamos para ir a tomar alguna copa a la discoteca. Mira, una cosa que no se me olvidará nunca, cuando yo peor estaba con mi lesión, metido en casa y muy preocupado, vino a verme un día Santillana, que en cierto modo había sido mi sucesor en la selección española. Ese detalle no se me olvidará nunca. Como jugador fue un fenómeno, pero eso no es relevante porque el Madrid siempre ha tenido grandes jugadores, lo que me quedó fue ese gesto. Beckenbauer también era muy buena gente fuera del campo. La humanidad de cada uno en esta vida es importante.

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¿Qué tal el Jabo Irureta futbolista?

Era muy bueno. Estábamos en la misma habitación al principio. Antes, cuando llegaba un jugador al Atlético no le daban una casa, íbamos a una pensión, a «Doña Sofi». Se convirtió en un gran amigo. En el campo tenía una llegada muy buena. Defendía, corría, trabajaba y marcaba. Era un jugador importante. En el 75 y por ahí fue al Athletic y también tuvo cuatro o cinco años que estuvo muy bien. Era elegante, pero muy trabajador y con mucha llegada al área, marcaba al año cinco u ocho goles.

Se dice que su compañero el brasileño Leivinha fue quien trajo el regate de la bicicleta a España.

Leivinha era un fenómeno como persona y como jugador. Era muy agradable, modesto, humilde. Un tío muy normal. Y como jugador era un número uno. Antes de venir aquí jugó un partido con el Palmeiras contra el Real Madrid en el Carranza, que hoy en día ya no es tan importante pero entonces era un trofeo con mucho renombre. Le ganaron al Madrid con una facilidad increíble. Leivinha le hizo la bicicleta a Juan Sol, que jugaba de lateral en el Real Madrid. También estaba por ahí el líbero Luis Pereira y a raíz de este partido a la semana los teníamos en el Atlético. Luis Pereira era una gran persona y un gran jugador, también muy supersticioso. Llevaba siempre un collar dentro del campo, que está prohibido, no se pueden llevar anillos o cadenas, y él no se lo quitaba.

Sus años en el Atlético fueron los mejores de la historia del club.

Pero el mejor Atlético de la historia es el de ahora. Competir como lo está haciendo contra el Madrid y el Barcelona con esos presupuestos que tienen. Nuestros años fueron buenos, pero los últimos del Atlético han sido maravillosos. Si tuviera que pensar en los mejores momentos que vivimos nosotros tendría que destacar la liga que ganamos en Sabadell jugando yo, la victoria de Copa al Valencia y la del Zaragoza en el Bernabeu, que metí gol y casi fue el último partido que jugué. También ganar la Intercontinental. Hasta llegar a la final de la Copa de Europa, pese al disgusto, fue un hito que se te queda grabado. A nivel personal, ser el máximo goleador varias veces y llegar a internacional con veintidós años fue muy importante para mí.

Pero lo que más ha quedado de usted es el respeto que sentía por los rivales, que no celebrara los goles para no ofender…

La alegría iba por dentro. Lo que se hace hoy en día, con todo el mundo dando volteretas, y saltos… no sé…

Dijo Di Stefano que los futbolistas actuales tenían la desvergüenza de celebrar hasta que habían marcado de penalti.

Nuestras celebraciones eran mucho más modestas de lo que se ve hoy en general. Y yo en particular, al meter gol, saludaba a los compañeros y nos íbamos al centro. Sencillamente, al jugar de delantero tenía la posibilidad de meter gol, pero nada más. Las alegrías iban por dentro. Yo siempre he respetado al estadio donde jugaba y al contario. Siempre. Nunca he intentado aprovecharme de meter una plancha o hacer una entrada dura. Todo lo contrario, siempre he ayudado y he colaborado para que ganase el mejor. Si yo no me llevaba la bola en un lance, no te daba una patada. Otros sí lo hacían. Siempre he procurado ser deportivo y aceptar la superioridad del adversario cuando te ganaba.

La selección española atravesó un bache en los setenta, pero Kubala siempre contó con usted.

Le tengo que estar muy agradecido allá donde esté. Fue un gran amigo y un gran defensor de los jugadores. En su época en activo fue de los que vivió la vida de la calle, que salía por las noches, pero era muy bueno. En Hungría ayudó a familiares y a amigos, lo he escuchado de muchísima gente. Además, Kubala era el yerno de Daucik y yo creo que este debió de ejercer mucha influencia en él, hablarle bien de mí, porque Kubala siempre me quiso mucho, y yo también a él. El balance de aquellos años de la selección no fue bueno. Si me tuviera que quedar con un partido fue uno que jugamos contra Yugoslavia que empatamos a cero en el Maksimir de Zagreb. Nos salió todo bien, merecimos marcar, pero no lo hicimos y, como suele ocurrir, en el partido de desempate en Alemania contra ellos perdimos y no fuimos al Mundial de Alemania. Aquella Yugoslavia era muy grande en Europa, que ahora son Serbia, Macedonia, Eslovenia… pero en deporte, hablando de baloncesto, fútbol, balonmano siempre ha sido un número uno. Mira lo que sigue saliendo de ahí, jugadores, técnicos…

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Viene en la prensa de la época que en 1976, cuando empezó su declive, reprendió a su hijo por una travesura y este le contestó: «Malo tú, que llevas tres meses sin meter un gol».

¿Sí? Yo he sido un padre normal, pero marcando la autoridad de padre, de la madre y de la familia. Si respondían mal, macho, mal asunto… lo tenían claro. Les eduqué en el respeto a los mayores. A lo mejor con tres años, que no sabe nada, te dice cualquier cosa como esa… pero bueno, si lo hizo, tengo que decir que me parece bien dicho [risas]. Oye, dentro de treinta o cuarenta años cuando te pregunten a ti qué te dijo no sé quién, a ver de qué te acuerdas [risas].

No se me ocurre una lesión más espantosa en la historia del fútbol español que la que sufrió usted.

Fue en el Vicente Calderón, fue una entrada de Indio, recuerdo perfectamente su nombre, lateral derecho del Elche. Iba por la banda, llegó tarde, me metió los tacos en la rodilla y me la abrió. Salí del campo, me cosieron y volví a entrar. Marqué dos goles, pero daba igual, la tierra que se me quedó dentro de la herida tenía esporas de hongos. Se fueron desarrollando lentamente, pasaron los meses, y me terminaron provocando una infección. A mí solo me dolía y tenía una ligera inflamación. Un día me abrieron, salió pus y no vieron nada. Pero pasaba el tiempo y me seguía doliendo, cada vez más. Se volvió a inflamar mucho y ya no sabían qué hacer. Entonces decidieron darme antibiótico, pero fue un error porque eliminaba mis defensas y favorecía el desarrollo del hongo, que me estaba comiendo el cartílago y el hueso, pero además el verdadero peligro era que se me extendiera por la sangre y llegara a los órganos. Tuve la suerte, un milagro, de que hubo un farmacéutico que era especialista en hongos, pero aficionado nada más, le llevaron un cultivo y supo decir lo que era. Sin embargo, no había medicamentos para ese hongo, no existían. Tuvieron que traer de Bélgica, de los laboratorios Janssen, un medicamento que no estaba aprobado por la Dirección General de Sanidad. Me lo dieron y en diez días se había eliminado todo, pero me dejó destrozado. Desde hace diez años tengo una prótesis en la rodilla.

Se dijo que pudo perder la pierna.

Eso es verdad. Los médicos estaban valorando esa posibilidad. Y yo estaba de acuerdo. Veía una incapacidad, una ignorancia y un desconocimiento, que no sabían lo que era. Cuando ves a los médicos desorientados, probando una cosa y luego otra, en esos momentos pensé que era mejor que me cortasen la pierna. En una consulta estuvieron doce médicos, ¡doce! Vino uno de Brasil, uno de Barcelona, otro era del mundo de los toros… Ocho médicos reunidos delante de mí sin saber qué hacer. Si había que amputar, yo estaba decidido para acabar con todo eso. Luego ellos me lo reconocieron, me dijeron que tenían claro que si la cosa no mejoraba iban a tener que cortarme la pierna y en un momento la posibilidad estuvo encima de la mesa.

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En su partido de homenaje se reunió una especie de selección de Euskadi, que llevaba sin hacerlo desde la República.

Y ganaron. Luego me regalaron la copa, que la tengo en casa. Nunca podré olvidar la reacción del público. No te puedo explicar hasta dónde llega mi agradecimiento a esa afición y a todo el pueblo de Madrid. Fue algo extraordinario. Pero luego tienes que pasar página. No puedes estar añorando lo que fuiste o dejaste de ser, aunque el fútbol haya sido siempre una parte tan importante de mi vida.

Una vez retirado, comentó que el Real Madrid era el club al que aspiraban los Atléticos en «sentido de club».

El Real Madrid se apoya mucho en sus exjugadores y fomenta su participación. El club procura y trata de darles relevancia y señorío manteniendo no solo una relación, debe de haber como diez o doce jugadores que participan y asesoran. En el Atlético de Madrid hemos recibido un trato muy bueno, y lo seguimos recibiendo, pero no existe esto de que el club se apoye en jugadores para engrandecer la institución. El Madrid tiene a Butragueño, Amancio, Zoco, Santamaría, Di Stefano, en el Atlético de Madrid esto sucede a otro nivel, existe, pero de forma muy puntual. No es el señorío que tiene el Real Madrid de mantener vivo el pasado con la utilización de los jugadores.

Pero usted estuvo con el doctor Cabeza.

Estuve unos meses. Yo no quería ser directivo, pero un amigo que era muy atlético quería serlo, era su ilusión, lo comenté y me dijeron que para hacerle a él tenía que hacerme yo, y ahí estuve unos meses. El doctor Cabeza llevaría muy bien el Hospital de la Paz, pero como directivo del club no dio la talla. Yo estuve seis o siete meses pero nada más.

Difícil igualar a Vicente Calderón.

Con él se ganaron títulos. El Atlético fue importante, después del Real Madrid éramos el club más importante de España. Calderón, además, era una persona normal, había una relación como supongo que habrá ahora del presidente con los jugadores, pero a nosotros nos gustaba que comíamos una vez cada dos meses con él. Si había un partido importante, estaba ahí en el Escorial con nosotros. Llevó muy bien el equipo, fíjate lo bien que lo llevó que el presupuesto del Atlético de entonces no sé si era de doscientos millones de pesetas y a nosotros nos tenían por cuatro perras.

¿Usted no rompió el carné harto de Gil?

No, cuando llegó Jesús Gil yo era socio del Atlético de Madrid en la tribuna justo al lado del palco. Y Gil le subió el precio tres veces más, me pareció prohibitivo así que lo que hice fue cambiarme a la tribuna lateral. Hace tres o cuatro años sí que dejé de ser socio porque ya no iba. Tenía tres abonos y mis hijos no iban. Se hicieron comentarios en este sentido pero no. Si voy ahora saco entrada.

¿Y la paga?

Por supuesto.

¿Pero qué valoración hace de los años de Gil?

Mala valoración. Logró que bajásemos a Segunda y ahí fue determinante la administración concursal, lo que transmite eso a los jugadores. La directiva es una correa de transmisión y tiene su reflejo en la plantilla. Un equipo como el Atlético que esté en Segunda dos años no puede ser. Luego se subió con Luis, pero la experiencia que quedó fue esa. Jesús era un poco demagogo y muy populachero, sabía como engatusar a la afición. Aunque tuvo cosas buenas, por supuesto que sí, tenía la fuerza y la voluntad para oponerse al Real Madrid, a la Federación o al Comité de competición. Todo esto fue muy bueno para el Atlético pero al final, con el descenso, es lo que más ha quedado dentro del aficionado como yo, si hablo estrictamente como aficionado.

¿Con qué 9 se queda de los que vinieron después de usted al Atlético?

Hugo Sánchez. Fue un fenómeno. Luego hubo buenos jugadores, que han sido grandes delanteros, pero no han marcado una huella. Penev, Vieri, HasselbainkBaltasar también fue un goleador increíble, pero solo estuvo un año. Parece que estuvieron como de paso. O Manolo, que fue Pichichi, y ahora está trabajando en la Fundación del club por cierto, era un hombre punta, pero no como los que hemos tenido los últimos años, como Falcao, el Kun Agüero o Diego Costa que es un fuera de serie. Sí, recuerdo más a los de los últimos años. También a Torres, por supuesto, que en el Liverpool se hizo muy grande y luego en el Chelsea ha tenido claros y oscuros, pero porque es muy importante sentir la confianza del entorno, del entrenador y los compañeros. Salir al campo bien anímicamente, con confianza, salir pensando en lo que vas a hacer, no en lo que vas a fallar, y parece que eso le está faltando.

¿No se cansa del fútbol?

Hoy en día hartarse del fútbol es lo normal. Hay todos los días… Con el Barça, el Madrid y el Atlético no suelo fallar, pero un Rayo-Getafe, o Rayo-Real Sociedad pues como mucho veo un poco, pero si no hay interés, pues no. Ahora mismo es que hay demasiado, y cuando tienes demasiado de lo que sea no te gusta. Por ejemplo, nosotros el agua no apreciamos lo que vale, pero si vas a África a un pueblo, el despilfarro que tenemos los europeos con el agua no se lo creerían. Con el fútbol, hace cuarenta años había un partido a las siete de la tarde y todo el mundo estaba mirando. Pero ahora si lo que echan no es tu equipo, te da igual. Hay una saturación muy grande.

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Fotografía: Begoña Rivas

Del Sancheski al Longboard, medio siglo de skate en España

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Rampa del Colegio Ramiro de Maeztu.

Rampa del Colegio Ramiro de Maeztu.

¿Ha tenido infancia quien no se ha tirado sentado en un monopatín por una cuesta? ¿Conoce la frustración quien pidió un skate para Reyes y le trajeron una tabla de planchar del Corte Inglés con la que no podía hacer trucos ni Silver Surfer? ¿Qué mola más, perder la virginidad o hacer tu primer ollie?

Si has contestado a estas preguntas con una sonrisa cómplice, tienes que ver el documental Monopatín de Pedro Temboury que se estrenó hace tres meses. Cuenta los orígenes del skate en España con testimonios de primera mano y unas imágenes de soltar la lagrimilla. No hace falta haber hecho handplants esculturales para disfrutar como un crío con el relato de una época en la que uno podía ser feliz como un cochino solo con un trozo de madera con ruedas. Además, ya era hora de que alguien alzase la canción «Monopatín» de la Banda Trapera a la categoría de lo que es, un himno generacional.

José Antonio «Caribbean» es quien más documentación ha aportado a la película. Tiene una colección ingente de fotos y vídeos en Super-8 y Beta que haría las delicias de un concejal de Cultura presentable, si es que eso existe. Lleva patinando prácticamente toda la vida y lo que te rondaré morena. Queremos que nos haga un sencillo repaso, con afán didáctico más que otra cosa, a la historia del skate en España, una figura imprescindible de la cultura popular desde hace décadas.

¿Fuiste el primer skater de Madrid?

El primero de Madrid no creo, no lo sé, pero sí que empecé a patinar antes de que hubiese monopatín, que el primero en España lo patentó Sancheski en 1965 o 66. Yo nací en el 53, ahora tengo sesenta y un tacos. Mi padre patinaba en el Retiro con patines de correa, rollers, y así empecé yo. Luego patinando fui haciendo amigos y con ellos hacía algo parecido a las goitiberas, carrilanas, que es una cosa muy habitual del País Vasco. Cogíamos una plataforma de madera y le poníamos rodamientos de camión que comprábamos en el Rastro, te tirabas por las cuestas y frenabas con los pies. Hacíamos un ruido espantoso porque las aceras entonces tenían como cuadraditos, eran como tabletas de chocolate, al menos en la zona de Huertas y Retiro que es donde yo vivía. Este fue el pre-skate en Madrid. Aunque en el País Vasco siguen haciendo competiciones de carrilanas muy sofisticadas, es muy divertido.

Y llegó el primer monopatín a las tiendas.

Sancheski desde 1933 vendía patines de ruedas de estos con correas, textil de fútbol, equipamientos para gimnasios, espalderas, anillas todo ese tipo de cosas… También fueron los primeros en fabricar esquís, si ves documentación de la época en el Desfile de la Victoria de Franco, los esquís que portaba la agrupación de montaña eran Sancheski.

En 1965 patentaron el monopatín en España. No fue un invento nacional, era un prototipo basado en monopatines americanos que ya existían desde el 55 pero mejorado. En los Estados Unidos ya había tablas de madera entera con ruedas de aluminio. El padre de Javier Sánchez, ya fallecido, fue un visionario y emprendedor como ninguno en aquellos años. Pero le pasó como a mí cuando abrí la tienda, que traía cosas raras y me las tenía que comer. Como los forros polares, que ahora todo el mundo sabe lo que son, pero cuando yo los traje la gente los veía y decía ¿pero esto qué es? Con los monopatines Sancheski, al principio pasó igual, no los compraba casi nadie. Pero con los años la familia Sancheski con Javier y José Mari hicieron popular el monopatín con su modelo «Top Naranja»

El caso es que yo, creo recordar, a finales de los sesenta, principios de los setenta fui un día a una tienda que había antiguamente, Deportes Todo, que estaba en Preciados y tenía tres o cuatro plantas, vi un Sancheski y me lo compré. Hasta ese momento solo había visto alguna foto de alguien bajando de pie en uno. Era de madera de haya. Girar, no giraba mucho. Y yo ya no era un niño y pesaba, así que a los diez días de dedicarme a bajar la cuesta de la calle Espalter como un loco se me salió una rueda. Fui a por repuestos y me dijeron que no había recambios. Y como soy muy cabezota y estaba entusiasmado con mi monopatín, me fui a la Cámara de Comercio de Madrid, pedí la dirección de Sancheski, le mandé una carta donde le decía lo que me había pasado y a la semana me contestaron mandándome los repuestos gratis y explicándome cómo conseguir los repuestos si me pasaba otra vez.

Skate TOP Sancheski naranja, un mito.

Skate TOP Sancheski naranja, un mito.

Pero el primer patín bueno te lo traes de Estados Unidos.

Sí, tuve la suerte de ir a Berkeley a un curso de inglés dos meses. Me coincidió con la época de la mili y tuve que ir con un pasaporte especial por si me escapaba. Al volver hice veinticuatro meses de mili en el Cuartel General del Ejército, e incluso me tocó desfilar en el entierro de Carrero Blanco. Te digo esto para que encajes las fechas, creo recordar que fue 1973.

El caso es que en Berkeley, el segundo día de universidad, salí a la calle y vi a un tío que me pasó lanzado con un monopatín que no hacía ruido. Salí detrás de él, le pregunté qué era eso y que dónde lo había comprado. Coincidió que por esas fechas, no sé si 72 o 73, en Estados Unidos habían pasado de las ruedas de caucho, baquelita, hierro y madera, como eran aquí también, a ser de urethano, a las que se les acopla un rodamiento industrial de precisión. Con eso conseguías una velocidad brutal y nada de ruido. Así que fui a la tienda y me gasté toda la pasta que me había dado mi padre para los dos meses en un Mike Weed y un Hobie Flex.

Cómo disfruté. Me iba desde Fisherman’s Wharf por toda la costa Bay St, Marina Blvd, Golden Gate Park hasta Ocean Beach, al final de todo, y luego me volvía por todas las cuestas subiendo y bajando. Una experiencia… Entonces me volví a España y me pasó lo mismo que al chico que vi yo en Estados Unidos. Cuando iba por la calle patinando todo el mundo me paraba a preguntarme dónde me había comprado eso.

Fue tanta la gente que se interesó que decidí ponerme a escribir cartas a las marcas de monopatines para importar a España. Entonces patinábamos en los jardines de los Nuevos Ministerios y bajos de Azca, yo tenía un SEAT 133, que tenía el maletero delante, lo llenaba de material y vendía ahí. Luego me dejaron una esquina en Cimarra Sport y… así empecé con lo que fue Caribbean.

¿Qué trucos hacíais a mediados de los setenta?

De quienes más aprendíamos era de la gente que estudiaba fuera, en Inglaterra, EE. UU., que cuando venían de vacaciones traían un montón de trucos y nos enseñaban cómo se hacían. No había documentación de vídeos, hacíamos lo que veíamos en revistas, como SkateBoarder Magazine o Skateboard World. Veíamos las fotos e intentabamos hacer lo que salía en ellas, estilo libre, salto de altura, salto de longitud, slalom y rampas con patines muy pequeñitos, muy cortitos y planos. Consistía básicamente en bailar sobre el skate. El slalom nos encantaba porque al final lo que más nos gustaba era deslizarnos, ya que antes teníamos patines que no giraban, como los que venden ahora en las grandes superficies, que los niños se aburren con eso que no veas.

Nos divertíamos muchísimo. Recuerdo patinar con Clipper, el hijo de Kiko Ledgard, el que presentaba el 1,2,3. Álvaro Rivas, Ángel Moreno, Mercedes Resino, Marcos Corrales, Juan y Cristina Lacouture, Jaime Armero, los hermanos Laguna, Luis Matesanz, Luis Corchado, Julián Sanz, Javier Corcobado, José Ramón, Roberto Soria, Luis Moreno, etc. Y había de todo. Éramos mezcla de todas las edades y clases de gente. En este deporte solo gastas el primer día, el resto es gratis.

Luego cuando vimos los bowls americanos, los skate Parks y todo esto, empezamos a hacernos rampas nosotros. Cogíamos un tablón de madera y lo poníamos en un banco de la calle como si fuese una rampa. Íbamos a la entrada del Ramiro de Maeztu, que tenía cuestecilla. Nos colábamos en el patio del Colegio Maravillas, que yo era exalumno y sabía cuándo nos podíamos meter porque no estaban los curas. También a la iglesia con el sombrero mexicano (Nuestra Señora de Guadalupe, frente al parque de Berlín), nos subíamos al tejado. Cualquier cosa que tuviese curva nos servía. Y los que tenían espacio, como la gente que vivía en La Moraleja, pues se construían halfpipes enormes pero totalmente caseros.

Salto de altura en el Campeonato de España (El Retiro, Madrid 1979) .

Salto de altura en el Campeonato de España (El Retiro, Madrid 1979) .

¿Os influenciaban las películas? yo recuerdo Thrashin’ como un fenómeno.

Sí, tenían mucha influencia, y muy buena. La primera que hubo fue Skateboard en 1978 con Leif Garrett. Tengo todavía guardados los carteles. Como no había nada, aquello fue alucinante. Llenamos el cine entero.

¿No os dabais golpes duros con el free style?

No nos pasaba nada. Y como dice Roberto Soria en el documental, «talegazo» y te volvías a levantar, y otra vez, «talegazo» y así constantemente. Las lesiones normales de aquella época eran romperse el escafoides. Yo me lo rompí en el 76. Podías operarte o pasarte un año con escayola y yo opté por la escayola. La mayoría de la gente que hace skate tiene estas lesión, o el menisco, pero ya a un nivel muy alto.

Tú montabas una pista en el centro de Madrid.

Yo pasaba las vacaciones de verano en el País Vasco, en Fuenterrabía. Los vascos siempre han estado muy avanzados en todo esto por el tema de la frontera, sobre todo en Guipúzcoa. Les llegaba todo de Francia, iba mucha gente a hacer surf y también traían sus skate. En Francia el skate tuvo mucho apoyo de la Administración y había muchos skate park. Así surgió el de Erroinardie en San Juan de Luz, Francia, donde asfaltaron un terreno con montículos e hicieron un pequeño half pipe copia de los americanos.

Por estos circuitos conocí a la gente del Team Sancheski. Como la casa no vendía muchos monopatines, tenían mucho interés en ir a todas las ferias a mostrar cómo funcionaban y dar a conocer lo que era. No había medios audiovisuales, así que hicieron unos rampones de la leche que aguantaban lo que les echases y se presentaban por todas partes. Yo llevaba al equipo Sancheski de Madrid. Cuando íbamos a Barcelona nos pagaban la pensión y nos lo pasábamos muy bien. Salíamos a tomar algo, y por las mañanas temprano cuando desayunábamos antes de ir al Ferial coincidíamos con los travestis del Paralelo que no te puedes ni imaginar. Los que eran jóvenes recuerdan todo esto como la mejor época de su vida.

Pues resulta que los del Team Sancheski tenían una rampa al lado de los Grandes Almacenes Mamut, hablé con Javier Sánchez «Sancheski» y me la dejaron traer a Madrid. Esta rampa yo la guardaba en un almacén que tenía en la calle Pajaritos y la montábamos cada domingo en Nuevos Ministerios. Nos pasábamos todo el día patinando, hasta que se ponía el sol. Estuvo funcionando hasta que cambiaron a la Guardia Civil por vigilantes jurados. Ellos nos dijeron el primer día que ahí no podíamos estar, que eso era privado, que tururú y que quiénes nos creíamos que éramos.

Un figura en aquellos tiempos fue Javier Corcobado.

Cuando empezamos a hacer el documental busqué biografías suyas por Internet y no mencionaba el skate, como si no hubiese existido en su vida. No le daba importancia, o se la quitaba. Me extrañaba porque era un crack, dominaba todas las disciplinas. Todos los saltos y el slalom. A mediados del 2000 o por ahí volvió a retomarlo. Cuando yo le conocí, muchas cosas se las enseñé y a las pocas horas ya me estaba enseñando él a mí, en poco tiempo me daba sopas con hondas.

¿Fue la primera época dorada, en los setenta?

En esos tiempos Sancheski empieza a vender muchísimo, como te he comentado, el TOP, un patín de plástico, que se hizo famoso el que era de color naranja. En el País Vasco no lo llamaban patín, decían directamente «déjame el Sancheski». Pero los principios del skate en España duran poquísimo, fue del 75 al 79, porque de repente se hundió. Desaparecieron todas las marcas y distribuidoras europeas. En Francia hubo hasta gente que se suicidó, empresarios y gente que publicaba revistas. Es que en Francia estaban desesperados. Me venían hasta Madrid con sus Citröen Tiburón con el maletero lleno de ruedas y decían: «¿Qué me das por esto?».

Javier Corcobado.

Javier Corcobado.

¿Por qué hubo esa crisis?

En Estados Unidos empezaron a desaparecer todos los skate park por problemas de seguros. Y el resto fue en cadena. La revista Skateboarder a la que yo estaba suscrito tuvo que suprimir durante algunos años por falta de anunciantes. Como los americanos eran muy serios, me mandaron una revista de BMX del mismo grupo porque estaba suscrito para cinco años.

Recuerdo que estuve en Estados Unidos de viaje de novios, por el 83, y no quedaban ya skate parks. Llevaba una lista de trescientos o cuatrocientos para visitar y solo localizamos cinco, y de esos cinco, solo uno operativo. Porque estaban taladrados, cerrados, precintados para que nadie los pudiera usar y quitarse de problemas de responsabilidad civil.

Y surge el skate park del Parque Sindical de Madrid.

Don Tomás Moreno fue el mecenas, es el tío que más ha hecho por el skate en España. Iba todos los domingos al parque a jugar a pala, a las cartas y conocía al director del parque de hablar con él. Así surgió pedirle que cediera unos terrenos que había para montar un skate park. Se hizo por los skater de la época, que fundaron un club y pagaban unas cuotas y algunos curraron como nunca lo habían hecho. El planteamiento se hizo siguiendo lo que habíamos visto en fotos. A mí me tocó alguna vez hacer mallazo a mano. Se hizo un drenaje natural. Todos aprendimos algo de albañilería, gracias a don Tomás. Como anécdota decir que un día apareció en los terrenos un obús de la Guerra Civil. Y don Tomás conseguía arena de los camiones del Ejército que la sacaban del río, les llamaba y los soldaditos en lugar de tirarla en otro lado se la daban.

Se hizo un bowl pequeñito que no valía para casi nada, era para enanos pero se patinaba. Y una pista de free basada en dibujos y planos que teníamos por ahí, porque los americanos te vendían los planos. También un quarter que tuvo muchísimo éxito, estaba muy bien hecho y era muy divertido.

Y en el transcurso de esto, un día estaba con Javier Sanchez «Sancheski» en una feria de material deportivo en Barcelona y llegó un señor, Joaquín Roig, a presentarnos unos planos de un skate park que quería hacer en Barcelona. Nos quedamos acojonados porque eran unos planos de la leche, como los americanos. El hombre iba preguntando en los expositores que tenían skate, que eran Sancheski, Vecar y poco más, qué les parecía. Así se construyó el primer skate park público en Madrid 1979 y uno privado, el skate park de Arenys de Munt, en Barcelona, que a los pocos años tuvo que cerrar, debido al hundimiento del skate.

¿Llegó a haber dos escuelas de patinar diferenciadas?

Creo que no, pero sí existió diferencia entre la década de los setenta y de los ochenta. Para analizar la esencia real del skate de aquellos días falta documentación. Mucha gente ya no está, otros se han ido al extranjero, otros no se han enterado de que se estaba recopilando material. Aunque poco a poco surgen cosas, vídeos en Super-8 mezclados con la comunión de alguien, todo amarillento, en muy mal estado. Pero, por ejemplo, después del documental hay quien ha dicho que en Valencia también había un movimiento, otros preguntan que por qué no ha salido Málaga. Sí, había movimientos allí, pero no hay documentación. Me quedé alucinado cuando me mandaron por Facebook todo el movimiento que había en Palma de Mallorca.

Ángel Moreno, Javier Corcobado, Luis Matesanz y Sims Glove.

Ángel Moreno, Javier Corcobado, Luis Matesanz y Sims Glove.

¿Cómo pasasteis la crisis de principios de los ochenta?

Mi tienda sobrevivió por el surf, roller y por el BMX sin dejar el skate. A los patines de cuatro ruedas se les empezaron a acoplar zapatillas deportivas, desaparecieron las correas. Sancheski hizo ahí una plantilla muy buena. Luego llegó el in line, como una evolución natural. El roller fue un rollo más urbano. Aunque como la gente se enganchaba a los autobuses hasta que se mató un chico, la policía municipal empezó a perseguir el tema.

Con el BMX fue lo mismo, otra vez don Tomás Moreno ve unos terrenos del Parque Sindical que estaban inactivos y se diseña el primer circuito de Madrid. Yo colaboré, tengo todavía las facturas de la excavadora que movió la tierra, la señalización del circuito, etc. Era un circuito de la leche. Hicimos un campeonato a nivel nacional con una asistencia de participantes y público brutal, creo recordar que Joaquín Almunia entregó los trofeos en alguno de los campeonatos de skate o de BMX.

¿Cuándo llega la segunda oleada?

Fue del 84 al 90. Fue la mayor fiebre del skate que ha habido en toda la historia. Te hablo de que todos los niños de España tenían un patín. Fueron los años también de Tony Hawk, Tony Alva, Christian Hosoi, Lance Mountain, Rob Roscopp, Steve Caballero, Corey O’brien y toda esa gente, fue brutal. Vendíamos treinta tablas diarias, ahora no haces esos números ni de coña. Fue la época de las tablas asimétricas, con cóncavos de cuchara y tail elevado. Las introduce el mercado americano. Eran más anchas que lo que había hasta el momento, permitían más estabilidad en los trucos y movimientos.

Había skaters por la calle que estaban esponsorizados.

Sí, pero desde mi punto de vista en España creo que llegó un momento en el que hubo «esponsoricitis». Ya sabes, mucha gente que sin tener ni puta idea ya quería un sponsor. Luego otros que mercadeaban con el material que les dabas. Yo llegué a la conclusión de que para esponsorizar había que hacer un contrato de forma algo más seria y tener una complicidad entre el skater y la marca. Si la marca lanzaba un producto, el sponsor debía de testar el producto y promocionarlo llevándolo, y si no te gusta y no se adapta a tu estilo, no estés con la marca. Punto. Porque en el skater hay un concepto algo anárquico y muy libre y es difícil que la gente cumpla. Del año 75 al 80 la gente era muy guay. Realmente éramos amigos todos, luego seguimos siéndolo, pero aparecieron los intereses comerciales y la gente empezó a decir que si ellos valían esto o lo otro, que si yo valgo más…

¿Había estrellitas?

Ha habido algunas estrellitas que no lo han asumido bien y a esos había que decirles que realmente que tengan un sponsor es posible gracias a los demás, a los que compran y pagan el producto de la marca. Si algo se vende, a ti te patrocinan, si no, pues la cosa se complica. Todo se empezó a pudrid a mediados de los ochenta con el trapicheo económico y las rencillas comerciales. Pero hay de todo, realmente hay mucha gente muy valida, muy buena y amigos de sus amigos y que si tienen que echarte una mano lo hacen. En definitiva la gente del skate está muy unida.

¿Cómo evolucionó el skate en los noventa?

Desapareció en parte el old school. Pasamos a una tabla simétrica, estrecha. El asimétrico era un patinaje más tranquilo, te podías meter en un halfpipe, hacer unos aerials, algunos trucos, etc., pero no mucho más. Fue un estilo que desapareció de la mano de los skate parks y surgió una forma de patinar más agresiva, de calle, con estas tablas te permiten hacer burradas por las calles utilizando el mobiliario urbano como un elemento más. Antes había que tener más aptitudes y constancia para aprender, sobre todo en la modalidad de free style, con las simétricas evolucionabas más, ahora con el longboard el patinaje está tendiendo o siguiendo la misma evolución o trayectoria.

José Antonio 'Doc' Caribbean

José Antonio «Doc» Caribbean.

El longboard es la última moda

Este tipo de tablas empieza con un público no tan joven, las pide normalmente un tío de menos de treinta tacos. El comienzo del long es propio de gente que había patinado en los ochenta, está casada, con un trabajo fijo, con hijos, que ya no puede hacer lo que hacía con con quince, y quiere algo con lo que la gente no le diga «ya no eres un niño para ir por ahí haciendo el gilipollas». Que es lo que piensa mucha gente de dar saltos con el skate. Así que te pillas este, que no hace ruido, que no es el concepto algo más agresivo del street. Además, ya puedes gastarte pasta, cuando eres joven dependías de tus padres y tal. También, igual sus hijos empiezan a patinar y le gusta irte con ellos. Con este tipo de perfil de consumidor empieza la fiebre del long.

Realmente, llegó en el 95. Los había en los ochenta pero aquí no vendían, solo eran populares en zonas californianas y proximas a la costa. En España podías ver alguno en los paseos marítimos de San Sebastián, en Francia, Biarritz, San Juan de Luz, Hendaya, en esas zonas que como te he dicho siempre han estado más avanzadas por su trayectoria surfera, pero nada más.

E igual que todo, ahora mismo los americanos están cambiando el concepto del long pasando de un rollo muy tranquilo a, otra vez, una forma de patinar muy agresiva. Los ejercicios empiezan a ser más radicales. Creo que el long se está convirtiendo en un nuevo street. Además están saliendo tablas y conceptos diferentes, por lo que pronto tendremos algo nuevo.

El Parque Sindical lo han enterrado.

El skater suele tener una mentalidad de que nadie le tiene que decir dónde patina ni cómo y ni mucho menos que tiene que pagar por patinar. Yo no lo comparto, pero es así. Entonces, en el Sindi yo me acuerdo de que había que pagar cinco pesetas y había gente que se colaba. No era una burrada, era muy poco, pero… Así llega un momento en que la Administración acaba hasta las narices. Luego empiezan que si el botellón, las pintadas… Si la cosa da problemas, pues les sale mejor poner cuatro pistas de tenis o de pádel hasta que se pase de moda y pongan… yo qué sé.

En este rollo hay gente sanísima, pero siempre conlleva un rechazo social por ese toque anárquico del skater. Igual no es esa la palabra, que suena como revolucionario, llámalo inconformista o espíritu libre. En mi opinión el skate park del Parque Sindical ha desaparecido por eso. Aunque lo bueno es que solo lo han enterrado, igual llegan las nuevas generaciones, sacan las piedras y está igual.

Y es lo que está pasando ahora en el de Móstoles. Si no eres empadronado creo que cuesta tres euros y si te suscribes un año te cuesta ocho. Porque todo cuesta dinero. En el de Móstoles tienes duchas, servicio médico, vestuarios, está vigilado… pero la gente prefiere colarse.

¿Qué sentiste cuando Tony Hawk y los demás vinieron por primera vez a España?

Los primeros que vinieron fueron Hosoy, Lance Mountain, Rob Roscopp, Steve Caballero. Lo tengo todo en una Sony si no me ha desaparecido, que tengo algunas beta que las pones y sale todo negro, con nieve, se han perdido. Recuerdo a Montain tranquilo, a un Caballero currante. A Rosco patinando como un señor, con un estilo muy clasicote, con trucos muy planchados, muy marcados. Hosoy era la agresividad absoluta, radicalismo total. De locos. Hacía arials de dos metros o dos metros y medio. Luego Tony Hawk vino un verano. Dicen que había mucha gente, pero yo creo que éramos menos.

Estos son mitos. Algunos ya ni están, otros han tenido problemas de drogas, otros lo han ido dejando, pero a los que quedan, ahora les sigo viendo hacer con cincuenta años lo que hacían con trece y me parece brutal. Hay generaciones detrás muy buenas, pero estos son los verdaderos mitos porque fueron los primeros.

¿Y tú? Patinando hasta que el cuerpo aguante

Yo cuando estoy patinando en competiciones de slalom, me subo a la rampa de salida y me quito el casco, la gente me ve las canas y flipan. No se creen que siga patinando con sesenta y un años. Obviamente, ya no hago lo que hacía con quince, tengo el problema de la edad. Yo en su día pasaba conos haciendo el pino y ahora no me aguantan los brazos, ni en parado, saltaba 1,50 m, hacía free style, truquitos, ramp, etc. Posiblemente, si fuera a un gimnasio igual sí podría hacer más, pero no tengo mucho tiempo libre y me da mucha pereza. Y luego me hincho a plátanos, porque me dan unos calambres por la noche que se me quedan los músculos como una piedra. A veces en casa me tengo que ir al baño arrastrándome para que el frío del suelo me calme esos calambres. Pero la vivencia con el skate es que sales a patinar y aunque estés solo, te lo pasas cojonudo, y si hay más, pues mejor, porque nadie te rechaza. El monopatín, en realidad, es un conjunto de sensaciones difíciles de expresar, es libertad…

Imágenes cedidas por José Antonio «Caribbean»

Cruising de Al Pacino, blanco equivocado de los movimientos gais

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Imagen: CiP Europaische Treuhand AG / Lorimar.

Imagen: CiP Europaische Treuhand AG / Lorimar.

Miren lo que es una coincidencia. En 1979 William Friedkin rodó Cruising, una película sobre asesinatos de homosexuales. El director, además de en una novela, se inspiró en una serie crímenes que había cometido un año antes un radiólogo, Paul Bateson, acusado de despedazar homosexuales y tirar los trozos al río Hudson. El asesinato que le delató fue el de Addison Verrill, un crítico de cine, al que había aplastado la cabeza en su domicilio con una sartén. Cuando le detuvieron, el periodista Arthur Bell escribió en el periódico The Village Voice que Paul Bateson tenía problemas para encontrar un trabajo estable. Uno de los pocos que había tenido antes de los crímenes fue el de figurante en El exorcista, también film de William Friedkin. Arthur Bell, de remate, en 1979 lideró desde su diario una campaña en contra del rodaje de Cruising que casi se carga la película. Decía que incitaba a «matar y mutilar gais». Y a Nueva York tienen el valor de llamarla «Gran» Manzana.

Dice Antonio José Navarro en el libro El thriller USA de los 70 que Cruising cierra la etapa dorada del cine policíaco americano. Yo añadiría El príncipe de la ciudad de Sidney Lumet en ese crepúsculo, aunque es del 81, pero que también retrata con gran placer para los sentidos, como ya hizo la oscarizada French Conection de Friedkin, una Nueva York sombría, deprimente y a ratos repugnante. En fin, las cosas que nos gustan a los católicos.

Imagen: Transeuropa.

En este caso, en Cruising, se trataba de la historia de unos crímenes cometidos en el contexto más desconocido de la ciudad, los ambientes sadomasoquistas homosexuales. Pero no era tanto una trama policíaca, que es ambigua y desdibujada, como un viaje a través de la mente del protagonista, un agente infiltrado que al sumergirse en esos círculos sumamente sórdidos, él, tan italiano, tan madero y tan furiosamente heterosexual, termina sintiéndose atraído por el jaleo.

Inicialmente, Phil D’Antoni, productor de la cinta sobre el gran Popeye Doyle, le pasó a Friedkin la novela Cruising de Gerald Walker para que la adaptara. Pero al director no le gustó nada. No encontró nada con nervio. La obra estaba enmarcada en el ambiente gay de los años sesenta, que ya nada tenía que ver con el panorama de desenfreno que había dejado la revolución sexual en los setenta. D’Antoni intentó entonces que la rodara Spielberg, que sí que se interesó por el asunto, pero al final fue imposible. Habría que haber visto esta historia, la verdad, rodada por el padre de E.T. y los Goonies.

El caso es que le volvieron a insistir a Friedkin y lograron que se involucrase. Una serie de crímenes espantosos en Nueva York le habían dado la idea de por dónde podían ir los tiros. El asesino, como hemos dicho, había trabajado en una de sus películas.

Friedkin habló con su abogado y se reunió con él en la cárcel de Rikers Island. Le preguntó qué había pasado y el asesino le explicó que la policía le había ofrecido un trato si se confesaba autor de una decena de crímenes que estaban sin resolver, además del que no había duda que había cometido él. Otras fuentes cuentan que el asesino se había jactado en prisión de ser el famoso descuartizador. Pero lo importante es que al autor de French Conection le fascinaban los crímenes sin resolver. Al igual que Alan Moore, estaba fascinado por Jack El destripador. Los personajes contradictorios, las investigaciones que fracasan, la imperfección del mundo, en definitiva, eran los grandes motores de su cine. Y no quería demostrar teorías políticas con ello, solo depositarle en el coco las contradicciones al espectador a modo de marrón y que sacase sus conclusiones «sean cuales sean», precisan en El thriller USA de los 70.

Además, resultó que un amigo del cineasta, Randy Jurgensen, policía de nueva York, se había tenido que infiltrar años atrás en los ambientes homosexuales de Manhattan porque había dos individuos que se hacían pasar por policías y extorsionaban a los gais. De la experiencia de este detective salieron todas las ideas y recursos que empleó Al Pacino en su actuación. Incluso el motel y el apartamento que aparecen en la película son los que este policía usó durante su investigación real. También, dos agentes que aparecen al principio de la película que exigen a dos travestis que les hagan sendas felaciones estaban inspirados en ese caso real. Hasta el detective negro de dos metros que pegaba bofetadas en los interrogatorios ataviado solamente con un sombrero de vaquero y un tanga también existió en Nueva York, cuenta Jurgensen en el making of de Cruising.

Una escena de Cruising. Imagen: CiP Europaische Treuhand AG / Lorimar.

Una vez aceptado el proyecto, a continuación, el director contactó con sus conocidos en la mafia para averiguar quiénes eran los dueños de los locales gais más extremos de Nueva York y ponerse un poco al día de cómo estaba el ambiente. Conoció a los propietarios y también a los clientes. Durante un tiempo estuvo frecuentando los garitos, IMDB dice que acudía vestido solo con un suspensorio, y reunió una troupe de homosexuales para que fueran los extras de la película. «No hubo figurantes del gremio, todos estos tíos fueron pagados como extras, pero solo estaban ahí haciendo lo que les molaba», explicó Friedkin en una entrevista en Venice Magazine, donde también supuso que el 90 % de los extras debieron morir en los siguientes diez años, al menos a parte del equipo de rodaje sí que se los llevó el SIDA, confesó.

De modo que las célebres escenas en el interior de ese garito sadomasoquista, con todo el mundo sobándose encuerado y algún fist fucking de nada un poco más atrás, Al Pacino las tuvo que hacer comiéndose sus prejuicios porque esa gente no estaba actuando, se lo estaba pasando pipa y encima cobrando. Friedkin ha admitido que el actor se sintió bastante incómodo, pero de eso iba la película precisamente. El director confesó que previamente Al Pacino estaba loco por interpretar el papel, pero yo creo que se mofa: «estaba tan impaciente porque en realidad no sabía muy bien de qué iba a ir la cosa».

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Una escena de Cruising. Imagen: CiP Europaische Treuhand AG / Lorimar.

Cuando rodaban y Friedkin decía ¡corten! Al Pacino salía volando de la escena, pero los extras seguían, se quedaban ahí y no paraban de meterse mano. A la hora de montar la película, cuando los ejecutivos del estudio vieron el resultado se quedaron a cuadros. Obligaron al director a cortar cuarenta minutos, en su mayoría escenas de sexo, para que no fuese clasificada «X» y pudiera estrenarse en el circuito habitual.

Esos cuarenta minutos de metraje se han perdido. Los destruyeron. Pero Friedkin tampoco suspira mucho por esas escenas. De hecho, dijo que si las hubiese encontrado, no las hubiera metido en el DVD porque habría sido por motivaciones «lascivas», ya que, reconoce, «eran verdadera pornografía».

Pero el problema más duro con el que se toparon no fue el de la censura de los estudios ni la de los bienpensantes, sino los de la comunidad gay. La Gay Activist Alliance y la Gay Task Force se echaron encima del director. Decían que la película era una «provocación homófoba», que solo serviría para que los gais sufrieran más agresiones, que retrataba a los homosexuales de forma estereotipada. Otros gais, en cambio, los amantes del cuero, estaban contentos de que se filmase una película sobre sus aficiones.

Una protesta contra el rodaje de Crusing. Fotografía: A. J. Epstein.

Durante el rodaje, hubo agresiones a técnicos. Piquetes que se pasaban el día gritando y haciendo ruido alrededor para que no pudieran registrar el sonido. Les lanzaron botellas, piedras. Tuvieron que estar protegidos por guardaespaldas y trescientos policías. Había activistas que se subían a los tejados cercanos y con espejos arruinaban la iluminación. Friedkin recibió amenazas de muerte. Muchos bares en los que se iba a filmar rompieron sus acuerdos. A alguno de los productores dejaron de hablarle sus amigos gais durante meses.

El argumento de los activistas gais era «No es una película sobre cómo vivimos, sino sobre por qué tienen que matarnos». Un grupo de periodistas y profesionales le pidió al alcalde demócrata Ed Koch que revocara los permisos de rodaje. Ronald Gold, del National Gay Task se quejó de que siempre tenían que luchar contra fanáticos que exigían su derecho a la libertad de expresión para manifestar el odio que sentían por los gais. Y especificó: «No pedimos censura, solo le pedimos a Hollywood que se aplique la misma autocensura que tiene con otras minorías». Y citó como ejemplo a la comunidad negra: «¿Irían a rodar a Harlem algo como The birth of a nationAndy Humm, de Dignity, el movimiento de los gais católicos, sentenció también en esa línea: «No estamos en contra de que se haga el film, pero no en nuestras calles y con nuestra gente».

En un artículo en New York Magazine, Friedkin le dijo al redactor, Vito Russo, que había leído la biografía de Montgomery Clift de Patricia Bosworth y ahí ya aparecían el tipo de bares que él estaba retratando. Hasta en la etapa cuando estuvo documentándose encontró clubes a los que iban mujeres maduras vestidas de cuero a ser sobadas por jovencitos. A esa temperatura estaba la noche en aquellos años, los últimos de esa libertad cercenada por el SIDA. Y no entendía cómo podían pensar que una película como esa iba a provocar violencia contra los gais. El hombre, honestamente, creía mostrar lo que había en la calle realmente, lo que él mismo había visto.

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Una escena de Cruising. Imagen: CiP Europaische Treuhand AG / Lorimar.

Le dijo al periodista que si alguien conseguía explicárselo razonadamente abandonaría el proyecto al día siguiente. El problema, como manifestó luego en el documental The story of Cruising, es que a su juicio los movimientos gais estaban siendo teledirigidos por políticos a los que realmente sí que les molestaba un derecho a la libertad de expresión que permitiera una película de esa clase. Les estaban haciendo el trabajo sucio al establishment más reaccionario. Una vez estrenada, también hubo piquetes gais en los cines amenazando a los espectadores.

Para Al Pacino, que ya estaba consagrado, enfrentarse a tanta polémica fue un shock. Venía de representar Ricardo III en Broadway y había cosechado críticas feroces y ahora le estaban machacando por una película que todavía no se había ni rodado. Una novedad para la estrella de El Padrino. Él, cuando leyó el guión, en ningún momento pensó que fuera una historia antigay. Y puso el ejemplo de una película del año anterior, El cazador de Michael Cimino, que tras verla a la conclusión que había llegado fue que la guerra tenía que ser horrible, pero resulta que sectores de la crítica habían puesto el grito en el cielo porque la veían como «racista». También aplicó su propia lógica a la controversia. El mundo sadomasoquista es a los gais como la mafia a los italoamericanos, explicó sin mucho éxito.

En la única faceta de la película en la que Friedkin despreció la realidad fue en la banda sonora. La música que suena en Cruising no era la que se escuchaba en los bares gais. No obstante, Jack Nitzsche consiguió una colección de canciones memorable con grupos punks del momento como los Germs o los Cripplers y caballeros de la talla de John Hiatt o Willy DeVille. Para este último fue su primera incursión en el cine y de su aparición por el rodaje surgió la anécdota más, digamos, poética, y que mejor resume el sentir de los amantes del cuero. Así lo citó Carlos Zanón en su libro sobre el cantante El hombre a quien Rosita robó el televisor:

Willy DeVille: Recuerdo que un amigo mío vino al rodaje y no podía entender ese rollo. Le preguntó a uno de ellos qué les podía gustar de meter el brazo por el culo a otro hombre, y el tipo contestó: «porque cuando meto el brazo por el culo a mi amante puedo sentir su corazón latiendo en mi mano».

Al final, la taquilla fue discreta y las críticas muy malas. Como película policíaca, nadie sabía al final quién era el asesino. Como viaje introspectivo, hay que decir que la sociedad del momento, y seguramente también la de ahora, no estaba preparada para ponerse en la piel del protagonista y empatizar con lo que le ocurre. Pero a cualquiera que le guste el mambo le resultará enternecedora la escena, mítica a mi juicio, en la que Pacino baila puesto de popper. La magia del filme reside sencillamente en eso. Y por cierto, nadie ha reparado en las aportaciones de este actor al mundo del baile. Con el de esta película y el que se marca en Scarface con Michelle Pfeiffer, somos muchos los profesionales del arado que ahora nos atrevemos a saltar a cualquier pista de baile sin complejos, sin miedo al qué dirán.  

Pasaron muchos años hasta que la película despertó interés entre la crítica y el público. El año pasado en Sudance James Franco presentó Interior. Leather Bar. Una especie de documental experimental en el que con la premisa de volver a rodar los cuarenta minutos que se perdieron de Cruising, enfrenta a un actor casado y heterosexual a la misma situación que se encontró Al Pacino.

El hombre alucina un poco, en lo que parece más un sketch de cámara oculta, en la grabación de escenas de sexo gay explícitas que le sirven a James Franco para reflexionar sobre el tópico de que muy normal no es que nos deleitemos con una escena en la que, por ejemplo, le cortan una oreja a un tío y le prenden fuego, y luego si se muestra sexo homosexual hay a quien le dé dentera o directamente rechazo. Para James Franco la sociedad es muy hipócrita y bla, bla, bla.

La casualidad es que, también el año pasado, llegó desde Francia la genuina heredera de Cruising. Una película de Alain GuiraudieEl desconocido del lago, que aborda el cruising en sentido riguroso. Trata sobre un asesino de homosexuales en una playa dedicada a tal fin. Las escenas de sexo con desconocidos entre los matorrales son tan explícitas que uno se queda con la sensación de que tiene arenilla en los huevos después de verla. Pero lo curioso es que al final en lo que te fijas, con lo que te quedas, es con la historia de amor. Es ahí donde están las turbulencias. Las eyaculaciones silvestres, a la tercera, forman parte natural y lógica del paisaje como el ocaso en las pelis de vaqueros.

Si hubiese sido rodada en EE. UU. tal vez habría llegado el escándalo, pero Guiraudie tiene ya una generosa filmografía y no ha pasado nada. Algunas de ellas, como Le roi de l’évasion, harían las delicias de una tertulia de Intereconomía con Eduardo García. Es una comedia que trata de un homosexual que golpeado por la crisis de los cuarenta cambia de orientación y se fuga con una niña de dieciséis años y, sí, el sexo entre ambos también es explícito. O su preciosa Ce vieux rêve qui bouge, sobre un idilio a tres bandas entre obreros del metal en una fábrica que va a cerrar. Amor intenso entre profesionales metalúrgicos en el contexto de la desindustrialización europea, toma tomate. Son obras, las de Guiraudie, que han pasado desapercibidas pese a la artillería escandalosa que llevan y, a mi humilde entender, son maravillosas. Al final, parece que son víctimas de una censura mucho más eficaz que la moralista, la de la sobreabundancia de oferta audiovisual.

Imagen: CiP Europaische Treuhand AG / Lorimar.

Imagen: CiP Europaische Treuhand AG / Lorimar.

Hoy es el futuro I: Los buffet libre chinos

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Fotografía: Photocapy (CC).

Hace veinte años, en una tienda de Fruto Seco, sin ese, en la calle Espíritu Santo de Malasaña, decidieron poner a la venta trocitos de papel de plata, tamaño cuartilla, para fumar heroína. Costaban veinticinco pesetas y el fenómeno, como concepto, representaba la esencia misma del capitalismo. Hasta ese momento, muchos yonquis que no habían salido de casa preparados tenían que buscar el papel de plata entre los restos de los bocadillos de los obreros, prepararse la heroína en chinos con plata arrugada y encima pringada de lomo con queso y otras combinaciones culinarias o prodigios de la fritanga.

Los chinos, los individuos asiáticos, devolvieron la dignidad a los fumadores de chinos, el artilugio de papel de plata. En el Fruto Seco, si querías un brick de leche a las cuatro de la mañana, te lo vendían. Helados en diciembre a menos tres grados, ahí estaban. Platica pa’ tal, pues por veinticinco pesetas. ¿Y chinos de heroína electrónicos para el hipster del mañana? Al tiempo.

Mi sabio padre explicaba este concepto con alemanes y estadounidenses. Decía que los alemanes eran capaces de fabricar el vaso pequeño perfecto, el vaso mediano perfecto y el vaso grande perfecto. Pero ¿y si tú querías un vaso entre mediano y grande? El alemán te contestaría que ese es un deseo absurdo, el vaso o es grande o es mediano y querer otra cosa son ganas de molestar, provocar a la gente honrada y escupir en el rostro de la eficiencia nacional. Sin embargo, un estadounidense diría: dígame con plena libertad qué clase de vaso quiere usted. Y ya le podías pedir un vaso con forma de balón de rugby que te lo iba a fabricar encantado. A él lo que luego hagas con tu vida se la suda. Y los chinos, que ya se vio en el feeling que tenían Nixon y Mao, pertenecen a este segundo tipo de capitalistas.

Por eso, muchos chinos que llegaron a España, a la hora de buscar audazmente cómo satisfacer nuestras necesidades, no tardaron en advertir que los españoles teníamos hambre. No faltaba comida, tampoco dinero, pero en el ADN estaba el gen canino de que cuanta más comida, mejor. Cogieron el tamaño medio de un estómago humano, sacaron la calculadora para ver cuántos podían llenar de elementos sólidos al cabo de un día y de ahí surgió, oh la ciencia, el precio del infinito. En España, infinito «con bebida siempre llena» cuesta 7,5 euros.

Después, solo hubo que ponerle baldosas o cualquier tipo de superficie sólida al restaurante, que el suelo no fuese de tierra o arenilla para evitar que los españoles cuando no les cupiese más arroz lo enterrasen para volver otro día a por él, y ya estaba el negocio montado. Había nacido el buffet libre chino.

Fotografía: Stavers (CC).

A mí, desde que descubrí el svadbarski kupus serbio, el cocido madrileño me parece una frivolidad de elBulli. Y por otro lado, el pienso que le compro últimamente a mis gatos veo que está tan bueno que a veces dudo si ponérselo a las visitas junto con los pistachos y las aceitunas. Es decir, soy la clase de persona que en un buffet libre chino de 7,5 euros «con bebida siempre llena» puede observar matices, advertir sutiles detalles y, en definitiva, ser feliz; feliz en el dolor, pero feliz al fin y al cabo. Así que les cuento.

La primera impresión. La entrada al buffet libre chino tiene que recordarnos al comedor del crucero de Lunas de hiel (Roman Polanski, 1992). Si al acomodarte en tu mesa no te da la sensación de que la mano fría de un borracho en silla de ruedas va a reclamar tu atención para relatarte al oído con voz cazallera las hazañas sexuales de su mujer en el París de los ochenta, ese sitio no es un buffet libre chino de 7,5 euros «con bebida siempre llena». Puede que se trate de un lugar normal, incluso de calidad. Salga de ahí en el acto.

Ya estoy sentado, ¿y ahora qué? Bien, pues levántese. Aquí no se sirve a la gente. Tiene que hacerlo usted mismo. Pero escuche: se trata de todo un arte. Vamos, no se me ocurre otro ámbito para calificar las presentaciones de los platos que componen los clientes sabiéndose libres de miradas inquisidoras, rodeados como están de serditos, con ese, como ellos.

En estos lugares no es extraño ver como alguien se sienta a la mesa con un plato en el que hay ocho piezas de sushi, con su jengibre y su wasabi, patatas alioli, langostinos, arroz tres delicias, un filete de ternera y caracoles. Los artistas observan su obra como Guardiola una triangulación imposible de Messi, Xavi e Iniesta, conteniendo su orgullo y euforia creativa con una leve sonrisa de medio lado y la mano en el mentón.

Se conoce que es gente que se cansa si tiene que levantarse diez veces. Estos son los clientes de edades avanzadas, los que ya no tienen nada que demostrar ni nada de lo que avergonzarse. Porque los jóvenes tienen un comportamiento sensiblemente distinto y muy fácil de detectar. Los criados bajo la filosofía del botón de Windows «sí a todo» lo que ven en el buffet libre chino no es la oportunidad de comer de todo como serdos con ese hasta reventar. No, ellos quieren algo muy distinto, una experiencia exótica de corte oriental: comer sushi como serdos con ese hasta reventar.

Hasta ahí bien. Yo no lo censuro. Incluso lo comparto. Vamos, que hago lo mismo. El problema es que el sushi no suele ser muy sushi. En uno de estos restaurantes que se encuentra ubicado en una céntrica calle de la capital de España, que recuerda mucho a la Unión Europea pues alberga una comisaría rodeada de puticlubs, mis globos oculares han llegado a ver sushi de chopped.

Llámenme morroputa si quieren. No sé si algún personaje de Murakami comerá sushi de chopped mientras pone ojitos y eso es la panacea, pero yo no me lo llevé a la boca. Y por este motivo, ese día, me quedé mirando fijamente la bandeja de los sushis esperando que trajeran una simulación más convincente. Al cabo de un rato, por fin apareció otra oferta: un sushi con algo granate oscuro en el interior. Dije: bien, atún. Me serví mis dieciséis piezas de rigor y al llegar a la mesa, de casualidad, porque el wasabi tal y como lo ponemos mata el sabor de cualquier cosa, descubrí que el atún… estaba pintado. O sea, no es que estuviera pintado, es que era una salsilla, como un ketchup revenido, que a medio metro parecía atún. Maestros del camuflaje.

Fotografía: Maderibeyza (CC)

De modo que el pescado en ese sushi brilla por su ausencia y lo que los chavales y yo nos llevamos a la boca por docenas no es otra cosa que pelotas de arroz blanco. Así, a modo de entrante, te puedes meter en el intestino más de un cuarto de kilo de arroz. Hombre, si vienes con la Escherichia Coli disparada y sufres de diarreas hemorrágicas, puede que hasta te venga bien. Pero si estás sano, no sé…

Sobre todo porque después del sushi de ficción te vas a enfrentar a un problema muy grave, el segundo plato. Es muy normal que después de cuarto de kilo de arroz blanco notes cierto cosquilleo sutil así como que estás a punto de vomitar. Pero has pagado por una unidad de infinito, el precio de la libertad de comer con botón de Windows «sí a todo», y te duele no hacer uso de ella. Entonces te diriges hacia el resto de platos, pero completamente estomagado y sin ganas de fritanga o mariscos —en uno del barrio de Hortaleza ponen ostras, lo que no hacen es reponerlas, pero ponerlas las ponen y lo que haces es lanzarte hacia algo que pegue con lo que pesa en tu interior porque temes que el choque de sabores en ese estado te dé arcadas. Es decir: te enchufas más arroz. Es el turno de elegir el arroz tres delicias o, viviendo a tope en el mundo libre, arroz integral. Arroz de primero y arroz de segundo. Enhorabuena chavalote, también puedes presentar este menú como tesis doctoral sobre la democracia occidental de los últimos treinta años.

El surtido de postres puede variar, pero da igual si estás en Madrid o en Valencia, que el helado es el mismo. ¿De dónde proviene? Difícil saberlo. En los locales menos considerados ofrecen solo sabores de chocolate y plátano. Donde hay amor, debería haber, además de esos, naranja, vanilla, limón y fresa. Llegados a este punto, lo suyo es que te pongas una bola de cada y lo riegues con un par de refrescos de cola más. Ya sabes «bebida siempre llena».

La otra opción es llenarte un plato entero de buñuelos de nata y sumergirlos en sirope de chocolate. Un amigo mío lo hace siempre que va y, frisando el desprecio por su relación matrimonial, le ha puesto nombre a la receta: «Guillermuá».

Como nota curiosa en cuanto a los postres, añadiré que el jueves pasado encontré en uno de estos locales un bol de cristal lleno de petit suisses de fresa. Un detalle propio de comedor de parvulario. Tal vez una broma privada entre los camareros. Porque esa es otra, el servicio es muy agradable y atento en estos locales, pero es muy raro no sorprender alguna mirada furtiva de auténtico y genuino asco; miradas que solo pueden responderse de una manera, diciendo muy claramente: queremos más.

Fotografía: Mat @ PEK (CC).

¿Qué estrella del rock ha envejecido peor?

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Durante estos últimos días hemos leído con gran alborozo que el próximo 25 de junio darán un concierto en España nada menos que los Rolling Stones. Basta escuchar ese nombre y a cualquiera le viene a la mente la mitología que rodea al rock and roll. Ya saben, todo aquello del estilo de «vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver». Aunque vive Dios que esto último no lo podrán cumplir Mick Jagger y Keith Richards… y si nos ponemos a pensarlo, otros muchos tampoco. ¿No se supone que un roquero debe morir a los veintisiete años para convertirse en leyenda? No nos malinterpreten, no es que queramos afearle a nadie que sea remolón a la hora de dejar este mundo, que será horrible pero es mejor a que no haya ninguno. Les deseamos a todos una larga y próspera vida; dif tor heh smusma, como dicen en las afueras de Bilbao. La cuestión es que a algunos el envejecimiento en vez de convertirlos en un buen vino los ha avinagrado: bien sea secando su creatividad, tornando su rebeldía en impostura o haciéndonos temer que si tropiezan sobre el escenario acaben más desmontados que Mister Potato. Pero escoger solo a uno como ejemplo no es sencillo, así que apelamos a la sabiduría de nuestros lectores para que decidan cuál, o añadan algún otro si lo consideran conveniente, evitando la tentación de señalar a Ozzy Osbourne, pues su deambular errante por el escenario desafinando y dando palmas como una entrañable tía abuela del pueblo es cosa de su esencia y no del paso del tiempo.

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Axl Rose

Foto: Cordon Press.

Foto: Cordon Press.

El cantante de Guns N´Roses lo tenía todo en 1988. Uno de los mejores discos de la década. Un país a sus pies, tres canciones sonando a todas horas en las emisoras comerciales y un grupo que era la mezcla perfecta entre Aerosmith, Rolling Stones y Sex Pistols. ¿Y qué hizo? Sacar un disco cuádruple que saturó el mercado, cambiar un look maravilloso por pantalones de ciclista y entrar en una crisis creativa de quince añitos de nada. En su reaparición lo tenía todo. Implantes capilares, botox, era de color rosa intenso y podía presumir de la prototípica cara de señora mayor de las estrellas de rock crepusculares. Estaba hecho un San Luis, nombre, por cierto, de la bella localidad donde se lanzó a pegar al público por un quítame allá esas pajas en 1991.

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Steven Tyler

Foto: Cordon Press.

Foto: Cordon Press.

Durante los años setenta su grupo fue la banda sonora de todos los mascachapas del medio oeste americano. Antes de que el rap y otras historias conquistaran el tierno corazón de la gente que roba coches, el sexo, la droga y el rock and roll tenían en este caballero y su guitarrista la sede vaticana. Y así les fue: apodados como los «Toxic Twins», su última entrada en rehabilitación data de 2008. Ni los marines que son lanzados en mitad del desierto en misiones ultrasecretas habrán castigado más su cuerpo que este caballerete. Hoy su rostro hace que el logotipo de Risi parezca obra de los más concienzudos artistas realistas soviéticos. Unas caras son un poema y otras, el mensaje que quiere transmitirnos la selección natural.

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Rod Stewart

Foto: Cordon Press.

Foto: Cordon Press.

Ha sido toda la vida el perfecto gentleman inglés. Es decir, con su traje y corbata, sus baladas románticas. En sus ratos libres gustaba de oler una rosa perfumada y beber hasta amanecer semidesnudo tirado en la calle debatiéndose entre la vida y la muerte por un coma etílico como es tradición de tantos hermanos británicos en la Costa Brava. Sin embargo, no podemos decir que no se haya cuidado. Tal y como reveló en su última biografía publicada, siempre se metió la cocaína en bolitas por el culo para no dañarse las cuerdas vocales. No obstante, hoy en día las nuevas generaciones le sitúan en el mapa por aquella actuación en South Park en la que salía cantando «Po-pooooooo» porque la mítica leyenda se hacía caca. Su mejor momento «estrella del rock que parece una señora mayor» llegó cuando lloró en el palco porque su Celtic le dio candela al Barça en un partido matasuegras de la Champions.

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Bono

Foto: Cordon Press.

Foto: Cordon Press.

Este hombre lo deja todo perdido de paz y amor allá donde va, si le dejásemos nos arreglaba el planeta en una semana. Pero hubo un tiempo en que además cantaba. Quizá con una voz no muy potente, pero sin duda grandes temas. U2 marcaron los años ochenta y comienzos de los noventa con The Joshua Tree y Achtung Baby. En ese momento su estilo pareció evolucionar de forma interesante pero finalmente se desorientaron y optaron por encasillarse en lo que podríamos definir como el ¡Murcia, qué hermosa eres! del pop-rock internacional. Perdimos un extraordinario grupo pero ganamos un santo, algo es algo.

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Bruce Springsteen

Foto: Cordon Press.

Foto: Cordon Press.

No es que haya envejecido mal, es que su empeño por dar la tabarra al resto del mundo durante el mayor tiempo posible es cada año que pasa más concienzudo, y por lo tanto no está de más que pongamos nuestro granito de arena para lograr que pare ya. Por favor, Bruce, deja ya de sumir a las masas en ese estado de estupor que solamente tres horas y media de concierto pueden lograr y déjales que vivan algo de la vida que les queda. Vete a casa, cómprate un tractor sin cabina, córtate las uñas con un cuchillo Bowie, zámpate tres kilos de chuletones ternera Hereford mientras lloras por el medio ambiente y los ríos limpios de Nebraska. Haz lo que te dé la gana, pero no nos lo cuentes más veces. Ten piedad [*].

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Liam Gallagher

Foto: Cordon Press.

Foto: Cordon Press.

Pues ahí lo ven con cuarenta y un años, demostrando señorío. Desde los mismos comienzos de su sensacional Definitely Maybe se metió en el papel de estrella del rock constantemente drogada y metida en peleas. Se le perdonaba todo por su voz genuina y esa pose chulesca sobre el escenario que tan bien le quedaba, pero en la enésima discusión con su hermano la banda terminó disolviéndose. El remate fue la ceremonia de los Juegos Olímpicos de Londres, donde esa voz de antaño se convirtió en un graznido irreconocible. Parece que ese tabique nasal que aguantó tanta fiesta dijo «hasta aquí hemos llegado» y también había terminado disolviéndose.

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Keith Richards

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Foto: Cordon Press.

Foto: Cordon Press.

En este caso lo de envejecer es relativo pues luce la misma cara de encurtido desde hace cuarenta años. Un tiempo en el que en torno a este hombre han circulado tal cantidad de leyendas y tan estrafalarias que eso hace que nos merezca un respeto. Podrán ser falsas, pero el hecho de que se les dé credibilidad, de que alguien le crea realmente capaz de protagonizarlas, indica que no estamos ante un cualquiera. Se ha metido en el papel, desde luego, el problema es que con el paso de los años parece que acaba eclipsando al músico que hay detrás. Lo cierto es que ha llegado a una edad y aspecto en el que ya no es impostura roquera ni pose hedonista decir que vive cada día como si fuera el último. Esperemos que aguante hasta el 25 de junio.

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Mark Knopfler

Foto: Cordon Press.

Foto: Cordon Press.

¿A cuántos patillitas malasañeros se ha escuchado declamar a los cuatro vientos que los solos de guitarra son un coñazo, que son la grasa cancerígena de toda canción, que son los fuegos de artificio que mataron al rock and roll y a su espontaneidad? ¿A cuántos se les ha oído recitar esa barbaridad para recibir como respuesta gestos de aprobación y una canción de Los Planetas dedicada desde la cabina del pincha? No lo intenten, aún no se ha inventado la ciencia estadística que pueda contabilizarlos a todos con la suficiente precisión, pero son muchos más de los que podría soportar cualquier sociedad civilizada pero muchos menos de los que podría esperarse después de casi cuatro décadas sometidos a los castigos del sultán del swing y rey de las muñequeras. Bien mirado, no es justo decir que ha envejecido mal un tipo que ya en sus años mozos se plantaba en un escenario disfrazado de adicto al gym jazz y las máquinas de spinning, porque alguien así es seguro que prácticamente nació póstumo, pero el daño que le ha hecho al rock —y a otros géneros de los que solo a costa de varias noches de insomnio podemos recordar que se ha aproximado para torturarlos nos obligan a incluirlo aquí. Mark Knopfler, el guitarrista que hizo llorar de felicidad a tu padre cuando le pusiste en el coche el casete del Alchemy, porque tardó apenas lo que dura la intro de «Once Upon a Time in the West» en sentirse mucho más joven que tú. Gracias, Mark.

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James Hetfield

Foto: Cordon Press.

Foto: Cordon Press.

Hubo un tiempo en el que los cuatro jinetes reinaban en los escenarios como heraldos del caos y la violencia verbal. Un tiempo en el que su Live Shit: Binge & Purge ostentaba el récord de álbum en directo con mayor número de palabras malsonantes, blasfemias e interpelaciones insultantes al público por minuto. En lo estrictamente musical podemos celebrar que el disco Death Magnetic purgara en cierta medida la colección de despropósitos que el grupo protagonizó con St. Anger, el tremebundo documental de su grabación y sus circunstancias, pero por lo demás debemos lamentar que aquello desembocara en su abandono del alcohol y la actitud de frontman taciturno y amenazante. Ahora acudimos a uno de sus directos y nos encontramos ante un señor que pasó la crisis de los cuarenta llenando su cuerpo de tatuajes carcelarios y experimentando demenciales evoluciones capilares, pero en contraste desea convertir el concierto en una especie de celebración hippie de la paz, el amor, la unidad frente a los embates de la vida, los valores familiares y el buen rollo. Un señor que te podrías encontrar en un parque vigilando muy preocupado por si los niños se hacen daño en los columpios o caen en las garras del botellón. No puedes cantar «Seek and Destroy» mientras explicas que ahora somos todos una gran familia y que «Metallica loves you». Es desconcertante.

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Glen Benton

Foto: Larry Meiring (CC)

Foto: Larry Meiring (CC)

No es que estemos esperando la muerte del bueno de Glen, bajista y vocalista del grupo de death metal Deicide, por nada personal. Se trata de pura coherencia. Y es que el autodenominado satánico de Florida, entre berrido y berrido, dijo que para llevar una vida opuesta a la de Jesucristo se suicidaría a los treinta y tres años. Esto lo estuvo pregonando muy gallito durante todos los noventa, hasta que al llegar el año 2000, cuando Glen cumplía los dichosos treinta y tres, se hizo el loco. Pero no el loco habitual que venía siendo un tipo que se quemaba crucifijos invertidos en los brazos o decía mantener amenas conversaciones con Lucifer, no. Se hizo el loco en plan hacerse el sueco. Catorce años después sigue envejeciendo y cuando le sacan el tema dice que solo los cobardes y los perdedores eligen suicidarse. Un poco de dignidad, caballero.

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Gene Simmons

Foto: Cordon Press.

Foto: Cordon Press.

La idea fue formar un grupo para adolescentes, pintarse las cara, juguetear a ser reinonas encima de unas plataformas, sacar mucho la lengua y hacer correr absurdas historias sobre injertos y otras barbaridades que solo un mundo que estaba dispuesto a creer que el rock sinfónico era algo parecido a la música estaba dispuesto a tragarse. Que detrás de todo ello únicamente estuviese la codicia y el afán de riqueza no le podría parecer mal a nadie, pero un señor mayor vestido como un Robocop travestido del infierno, lamiéndose la barbilla y pintarrajeado como la duquesa de Alba, ya no hace mucha gracia. Parad ya, por favor.

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Iggy Pop

Foto: Cordon Press.

Foto: Cordon Press.

El terror de Norteamérica, el precursor del punk, alguien que ha hecho circular historias sobre drogas y filias sexuales que si hubieran sido filmadas muchos no dudarían en calificar como snuff. La Iguana —qué clase de hombre vive en paz consigo mismo después de asignarse ese alias—, el cantante de rock que esculpió sus abdominales a golpe de chute de heroína barata y alguna automutilación. Ese hombre que puso fin su leyenda anunciando Schweppes de limón. De limón. Llorad, llorad, hijos del underground.

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[*] La Dirección de Jot Down Magazine descubrirá cuál de los firmantes ha escrito la parte de Bruce Springsteen y tomará las medidas oportunas.

Cristina Seguí: «Me parece histriónico que salgan mujeres reduciendo su feminismo a decir que el aborto es un derecho»

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Cristina Seguí para Jot Down 0

Se define convencida como liberal en lo económico y conservadora en lo moral. Cristina Seguí (Valencia, 1979) es vocal de Vox y número cinco en la lista a las elecciones europeas. Los titulares la tratan de musa de la derecha, de mujer de bandera. Hemos tratado de obviar esas cuestiones y analizar con ella el acta fundacional de su partido y sus motivaciones políticas, poner en duda un discurso que dice poder resolver los problemas de España apostando por el centralismo y la eliminación de las comunidades autónomas.

Cristina, soy de izquierdas y no sé a quién votar. Leí que decías que el PP se había caído por el precipicio de la izquierda, ¿me recomiendas que vote al PP?

Creo que nunca votarás al PP si eres de izquierdas, pero una persona de derechas tampoco debería hacerlo. La política socialdemócrata que ha elevado el gasto público y el número de funcionarios hasta extremos imposibles la ha seguido el Partido Popular y nos ha llevado a una deuda del 96% del PIB. Antes de las comunidades autónomas, hace treinta años, estábamos en un 10%. Tenemos claro que el PP ha convertido los impuestos al autónomo y al empresario en una herramienta expoliadora, confiscatoria, no pensamos que haga una política liberal. El motor económico de un país tiene que ser el autónomo y el empresario; convertirse en uno hoy día es un suicidio.

Empecemos por tu currículum. Eres una política que ha conocido lo que se denomina en estos ambientes como «vida real».

He sido durante muchos años sobrecargo de vuelo. Me fui a Inglaterra aproximadamente a los veintitrés años, también estuve viviendo en Argentina. Y en Inglaterra me formé sobre todo en el ámbito del inglés, soy Proficiency, y en la traducción. Siempre he trabajado de traductora o de diseñadora gráfica. No tengo terminada la carrera de diseño gráfico, pero siempre he trabajado en ese campo en el tema del marketing y la comunicación. Creo que actualmente los políticos en activo están muy alejados de la realidad. Si supieran lo que es estar en el paro, no poder llenar la cesta de la compra como le pasa a la mayoría de la población, quizá harían otro tipo de políticas sociales. Los gobernantes han olvidado que son las personas las que nombran a los políticos, el poder tiene que estar en el demos, en el pueblo. El gobierno actual, con el caso de corrupción más flagrante de toda Europa junto al de los ERE, con su chantaje apelando al voto útil, se ha convertido en una distorsión de la realidad electoral y política. La gente tiene que estar convencida de que solamente se puede regenerar y realizar una labor de catarsis política con su esfuerzo y determinación. Hay personas que están diciendo: si voto a un partido pequeño el voto se va a disgregar y llegará la izquierda. Pero la izquierda ya está aquí. He estado en debates y conferencias en los que el PP y el PSOE se han defendido mutuamente sentados uno al lado del otro. No veo que haya oposición. El PSOE ha intentado ser Izquierda Unida y los votantes de IU siempre serán votantes de IU. El PSOE ya ha dejado de ser oposición y el PP ha empezado a devorarse internamente. Por eso nosotros somos la única opción seria en el centro derecha de todo el país.

Tu carrera política empieza yendo a actos de apoyo a las víctimas del terrorismo.

Mi motivación política siempre ha existido. El punto de inflexión fue la derogación de la doctrina Parot. También he sido siempre muy reivindicativa en redes, pero sin la pretensión de acabar metida en esto. Conocí a Santiago Abascal en estos ámbitos, tomamos contacto y en diciembre me ofreció la posibilidad de dar la cara públicamente. Me preguntó si estaba dispuesta a hacerlo y le contesté, literalmente, que lo que me pidiera lo iba a hacer. Es una persona que se ha jugado la vida en varias ocasiones por sus convicciones. Como Ortega Lara, otra de las personas con las que tengo la suerte de estar en el proyecto. No sé cuánto estaré, pero creo que será inolvidable.

¿Por qué no acatar una sentencia de un tribunal europeo de derechos humanos?

En muchas ocasiones tanto España como Inglaterra no las han acatado. El señor López Guerra, que es un juez que dejó Zapatero para asegurarse de que la doctrina Parot se tumbaba, no ha salido de Estrasburgo; este señor ya dijo que estaba en contra de la doctrina Parot. Que los asesinos cumplan sus penas íntegras es lo mínimo que se puede pedir a cualquier país con una justicia decente que pretenda fomentar una sociedad sana.

Pero más que de penas, de lo que habla esa sentencia es de aplicación retroactiva de la ley.

Se les podía haber liberado y se les podía no haber liberado. El Tribunal de Estrasburgo no contemplaba el principio de retroactividad. Vimos al señor Fernández Díaz diciendo, primero, que Inés del Río nunca iba a salir de la cárcel. Cuando salió dijo que solo era un caso aplicable a ella y a las veinticuatro horas empezaron a salir de docena en docena. Me parece una tomadura de pelo.

El Código Penal de 1973 con el que se les juzgó decía que tenían que cumplir la pena con esas condiciones, la habían cumplido íntegramente según esa ley.

Esto podía haber sido respetado o no. No se ha enviado nunca a nadie, a ningún ministro, a ningún político español para hacerles ver que esto era reversible, que se podía solucionar. No soy abogada, pero te puedo asegurar que esto está pactado de antes por Zapatero y seguido por Rajoy.

¿Tienes pruebas de que esto es así?

El señor Zapatero entró en el gobierno diciendo que Otegi era un hombre de paz. Hay pruebas de que se han sentado con ellos, de que el Tribunal Constitucional a través de sus jueces socialistas legalizó Bildu y Sortu. Hay varias pruebas. Por otro lado lo primero que hizo Zapatero fue acabar con la ley de partidos cuya efectividad había arrinconado a ETA. Zapatero siguió con su pésima influencia dejando «el proceso de paz» en manos del propio Eguiguren en el País Vasco… Aquel que decía que Josu Ternera era un hombre castigado por la política. ¿De qué paz hablaba Zapatero? Cuando ha habido algo distinto a cuarenta años de persecución y asesinato por odio ideológico.

¿Eso pesa más que la Convención Europea de Derechos Humanos sobre la irretroactividad de las leyes penales desfavorables?

La derogación de la doctrina Parot se podía haber aplicado exclusivamente a Parot o a Inés del Río, no a todos los etarras que hay en la cárcel. Se podía haber luchado, haberlo retrasado. Se podía haber ido a Bruselas a explicar la necesidad de que, por justicia con las víctimas, todos los asesinos cumplieran sus penas íntegras y no se ha hecho.

Imagina que cometes una infracción multada con dos mil euros, pagas y dentro de cinco años dicen que son tres años de cárcel y te encierran.

Hablamos de algo mucho más importante que ese caso. Cuarenta años de persecución ideológica y de asesinato han sido premiados. Los asesinos no han cumplido sus penas íntegras. La marca política de ETA está manejando nueve mil millones de euros en las instituciones. Esto es un premio a la persecución, a la violencia y al asesinato. Si la ley marca que estos señores tienen que estar en la calle, esta ley hay que modificarla.

Pero el asunto es que una ley no se puede modificar para juzgar lo que ha ocurrido antes.

¿Y por qué entonces el ministro del Interior decía que solo se iba a aplicar a Parot y Del Río? Se podía no haber aplicado la retroactividad, haber retrasado la salida de la cárcel de esta gente y no se ha hecho.

Supondría incumplir la sentencia del Tribunal de Estrasburgo.

Sí, por su puesto. Incumplirla igual que se ha incumplido en otras ocasiones, igual que ha hecho Inglaterra. Es una cuestión de justicia. A base de apelaciones al tribunal se podía haber retrasado la salida de estos asesinos de la cárcel. Ya se incumplieron sentencias como estas en el caso de Rumasa.

La sentencia llegaba tras un recurso presentado por España.

No, no ha habido ninguna apelación.

Cristina Seguí para Jot Down 1

¿Dices que esos supuestos pactos del PSOE con ETA los mantiene ahora el PP?

Efectivamente. El Tribunal de Estrasburgo tiene ahí al señor López Guerra, que es el juez que dejó el señor Zapatero.

¿Y los demás jueces que firmaron la sentencia?

Si el único juez español que hay en el Tribunal de Estrasburgo dice que no procede la doctrina Parot, si los políticos de este país en lugar de ir a hacer una defensa de la doctrina Parot lo que hacen es pasar del tema o decir que se tiene que derogar, ¿qué van a decir los demás jueces que no son españoles? Está claro que este es un tema moral y la moral tiene mucho que ver con la justicia.

¿Viste en Salvados las declaraciones de Chema Herzog, concejal del PP en Rentería?

No, ¿qué dijo?

Dijo que Bildu no es la izquierda abertzale tradicional.

No. Es la marca negra.

También dijo que es posible una reconciliación en el País Vasco, «naturalmente».

Lo veo brutal. En nuestras filas hay una persona que estuvo dos años secuestrada, que estuvo casi dos años sin ver creecr a su hijo por culpa de la actitud inhumana de estos asesinos, y otra persona, Santiago Abascal, que intentaron matar a su padre cuatro veces, acumula centenares de amenazas; nunca ha dicho nada parecido y siempre ha dado la cara. Decir que Bildu no tiene a gente de Herri Batasuna en sus filas, o Sortu… El señor Arraiz de Sortu dijo que él no iba a renegar de treinta años de activismo político. Si se pervierte el significado de las cosas, si se llama «activismo político» al asesinato de ochocientas cincuenta y tres personas y trescientos asesinatos sin resolver, está claro que aquí al final nada vale nada. No se tiene que negociar con asesinos. A los asesinos se les mete en la cárcel. Se les aplica la ley y desde luego no se les da beneficios penitenciarios, ni se les deja manejando miles de millones de euros de los fondos públicos. Es una cuestión lógica y moral, de justicia.

¿Cuáles serían tus condiciones para la reinserción de los presos?

Si hablamos de los que hubieran cumplido íntegra su pena, primero, que pidan perdón, que no lo han hecho nunca. Tampoco han depuesto las armas. Y encima siguen haciendo alarde de violencia. Vengo de Amurrio, de pasar dos fines de semana con Santi Abascal, el padre, y todavía le siguen insultando en la calle. A los que no insultan es a los votantes y partidarios del PNV y de Bildu o de Sortu.

También decía Chema Herzog que en otras regiones de España se «azuza a las facciones» en el País Vasco «para sacar un rédito político sin salpicarse».

El País Vasco es España. Cuántos miles de vascos se han tenido que ir del País Vasco y no pueden ni siquiera votar. El País Vasco es inseparable de España, ¿por qué se hace una diferenciación de lo que sufre el País Vasco? El español es solidario, o debería de serlo. Se ha matado a gente en Madrid, en Valencia, en Zaragoza; se ha matado a gente en toda España, hay un mapa del terror muy bien delimitado. No entiendo para nada esas palabras.

Y sobre Mayor Oreja, que parece que os gustaría que estuviera en Vox…

Nosotros estamos encantados de recibir en Vox a cualquier persona que comulgue con nuestra ideología, nuestros ideales y nuestros principios, y él en materia antiterrorista ha sido ejemplar.

pues este concejal del PP de Rentería sugería en La Sexta, y sugería porque dijo que no quería una querella, que a quien tiene intereses en empresas de seguridad le interesa que haya inseguridad para vender su producto.

¿Puedes poner que me acabo de reír de la pregunta? Pues ya está.

Cristina Seguí para Jot Down 2

Vamos al manifiesto de Vox. Sobre el paro, dice: «El esfuerzo, la perseverancia, la cohesión, el altruismo, la búsqueda de la excelencia, el reconocimiento del mérito, la honradez y el patriotismo son los que crean puestos de trabajo y traen prosperidad». ¿Nos puedes explicar cómo?

Como sabes, el proyecto nació en enero. Haber llegado hasta aquí, haber celebrado unas primarias y postularnos al parlamento europeo es algo que ningún otro partido hubiera conseguido. El paro también tiene que ver con que la gente esté preparada, la UE habla de un mercado interno condicionado al tema de la educación, a que los jóvenes o la gente que se está educando aprenda idiomas y aquí por culpa de los nacionalismos nos preocupamos por cuestiones de inmersión lingüística del catalán, euskera o valenciano. Es esencial que se enseñe la importancia del esfuerzo. Los chavales ahora se están yendo fuera, volverán formados y tenemos que crear las condiciones para que cuando regresen encuentren trabajo.

¿Aprender valenciano está reñido con el esfuerzo?

No he dicho eso. La inmersión lingüística no es lo mismo que enseñar valenciano, catalán o euskera. La inmersión es ir en contra de la cooficialidad del español. Yo soy valenciana y defiendo a ultranza el tema del valencianismo, porque estamos sufriendo una invasión pancatalanista brutal con academias dejadas aquí por Pujol, pactadas por el PP, que a los valencianos nos cuestan cuatro millones de euros al año. Defiendo mucho el valenciano, pero tiene que ser una herramienta integradora, de cultura y de identidad y no algo obligatorio. No puede ser que un niño venga de Almería y tenga que suspender valenciano si no sabe. A eso me estoy refiriendo, pero claro que se tiene que enseñar valenciano en las escuelas.

¿Hay datos de los niños que vienen de otras regiones y suspenden por este motivo?

No es una cuestión de porcentaje, es cuestión de justicia, de que no haya una desigualdad territorial. De que este tema no ocasione a nadie un problema. Me da igual si son un millón, cien mil o solo una persona. No tiene que venir ningún padre a trabajar de fuera y que su hijo tenga que suspender.

Es por saber la magnitud del fenómeno.

Los hay, seguro. No te sé dar un porcentaje porque no creo que haga falta. Si vienes con tu hijo del País Vasco y no sabes valenciano, o si vas al País Vasco y tu hijo va a suspender en euskera no me parece muy justo.

Los defensores de la inmersión argumentan que de esa manera luego no se podrá discriminar a nadie por razones idiomáticas, dado que todo el mundo conocerá las dos lenguas.

Ahora mismo se está discriminando. Y algo mucho más grave, se está adoctrinando en la educación por parte de nacionalistas. Nosotros defendemos la devolución de las competencias en Educación, Sanidad y Justicia. Es una realidad lo que pasa en Cataluña, Baleares, el País Vasco y ahora también en Valencia. La lengua de todos los españoles es el español, nadie tiene por qué suspender cuando se mueve de Valencia o de cualquier otra comunidad autónoma. Por supuesto que se tiene que aprender euskera y catalán, pero no como algo obligatorio.

¿El catalán no es una lengua española?

Sí. ¿Y la lengua común a todos los españoles cuál es? El español.

Por eso nunca estará amenazada.

No digo que haya una amenaza. Estoy hablando de igualdad para todo el mundo, algo muy sencillo. Que un niño no pueda suspender una asignatura por no saber euskera, catalán o valenciano porque su padre haya venido antes de ayer de Almería.

Parece como que hay un clamor en España de padres desplazándose con niños que tienen dificultades con las lenguas cooficiales.

¿Tú de dónde eres?

De Madrid, castellano.

Si vienes aquí y escolarizas a tu hijo y empieza a suspender…

Si me fuese, por ejemplo, a Barcelona a vivir, me pondría a aprender catalán y entendería que mi hijo se escolarizase en catalán.

Me parece fenomenal, pero lo que pasa en las escuelas es otra cosa. El problema es la exclusión que provoca la inmersión en contra de la cooficialidad. Probablemente tú tomarás la determinación de llegar, te apetecerá que tu hijo aprenda, que se integre, que en ningún caso creo que tiene que ser un condicionante. Una cosa es que lo apuntes a un curso, que se den cursos gratuitos para que aprenda catalán, que lo aprenda voluntariamente entre amigos; otra cosa es que se le obligue en un colegio público porque si no, suspende.

Si quieres trabajar en la Administración, donde en todos los documentos se emplea la lengua cooficial, tendrás que conocer la lengua.

Estoy convencida de que no conocer la lengua de la comunidad autónoma no debería excluirte del derecho a aspirar a un puesto en la función pública. Los documentos deberían estar redactados en español y en la lengua de cada comunidad sin que para ti suponga un elemento de exclusión que la sepas o no la sepas. Me parece enriquecedor para todos y por supuesto que se puede y se debe aprender. Pero no debe ser un condicionante. Si eres funcionario en Castilla, Valladolid o Salamanca por qué no vas a poder venir aquí y tener la misma oportunidad que todo el mundo sepas o no sepas valenciano. Estamos hablando de dar las mismas oportunidades a todo el mundo. Eres español, yo te entiendo, yo sé valenciano, pero estamos hablando en español. Podríamos estar hablando en valenciano. En valenciano me entenderías, seguramente, pero si te estuviera hablando en euskera esta entrevista sería inviable. ¿Por qué hay que pagar intérpretes en el Congreso si todos nos entendemos en español? No lo entiendo.

Hay un filólogo en la Universidad de Valencia, que es de Zaragoza; se llama Ángel López García y escribió un ensayo muy bonito sobre el origen del idioma español como lengua de encuentro y muy interesante sobre la cuestión de las lenguas cooficiales. Se titulaba El rumor de los desarraigados (Anagrama, 1985) y sugería que en todo el país deberíamos conocer al menos los rudimentos de las lenguas cooficiales, elegir al menos una en nuestra educación, apostaba por un bilingüismo para todos.

¿Estudiar en Madrid como optativa catalán o gallego?

Sí.

No, me parece mucho más útil que aprendieras francés o alemán.

Se pueden aprender todos.

Y se puede aprender religión, religión islámica y a coser, pero creo que lo útil si queremos integrarnos y estar a la par de los demás países de la Unión Europea es aprender idiomas que nos posibiliten tener una salida y una competitividad fuera de aquí. No lo veo.

Cristina Seguí para Jot Down 3

Otro punto de vuestro manifiesto. ¿En qué consiste el «patriotismo crítico, ambicioso y sereno» que mencionáis?

¿Dónde has leído eso?

En el manifiesto de Vox.

¿Iba todo junto?

«Patriotismo crítico, ambicioso y sereno».

Yo solo entiendo el patriotismo como patriotismo, la crítica es la crítica y la serenidad, la serenidad. No he leído ese trozo y mira que lo hemos leído veces. Yo soy patriota, pero no siempre serena. ¡Aunque procuro ser crítica! No sé, a Santiago Abascal, que es un trovador en los discursos, jamás le he oído decir nada parecido. [Al final de la entrevista consultamos el manifiesto y comprueba que, efectivamente, figura ese concepto. Su respuesta es la siguiente, N. de R.] Patriotismo es patriotismo. Implica unión, solidaridad, amor tu país. Respeto. Y el amor a España. A la patria, que son palabras tan denostadas, prohibidas… nación, patria. A mí me encanta recobrarlas.

Más del manifiesto: «Una sociedad responsable y moralmente sana ha de defender y promover la cultura de la vida, ha de cuidar y proteger a la familia como institución básica». Primero ¿qué es una familia para vosotros?

Hay muchísimos tipos de familia. Yo, por ejemplo, soy una mujer divorciada con un niño pequeño de dos años. Mi condición de divorciada y mujer independiente no es óbice para defender la familia como núcleo vertebrador de la sociedad y el derecho a la vida como opción al llamado «derecho al aborto». Yo misma soy madre y tengo mi propia familia, lo demás son prejuicios.

¿Entonces no estáis en contra de la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo de 2005?

¿De matrimonio? Yo creo y he creído siempre, desde antes de entrar en Vox, que la palabra matrimonio desde el punto de vista antropológico es otra cosa. La definición para mí es la unión civil o religiosa de un hombre y una mujer. Para lo otro hay otra forma de regularlo, que es las parejas de hecho.

Es una disputa semántica, ¿qué más da cómo se llame si legalmente es lo mismo?

Para mí hay cosas que se pueden alterar o condicionar a los tiempos, que se pueden ir moldeando, y hay otras cosas que no. Y no me parece que sea lo mismo un matrimonio entre un hombre y un hombre o una mujer y una mujer, que está regulado y es legal, y estoy de acuerdo con la igualdad de derechos.

¿Si hay igualdad de derechos, de verdad que el problema solo es el nombre?

Será una cuestión nominal, pero un matrimonio para mí es la unión entre un hombre y una mujer.

¿Tocarías algo de la ley de 2005 si llegas al Gobierno?

No me voy a anticipar. Todo esto va a estar delimitado en otoño en un programa estructurado. Pero mi opinión personal es que un matrimonio es un hombre y una mujer. Obviamente, ahora lo otro es legal y yo misma tengo amigos gais. No es una cuestión de homofobia ni nada parecido, simplemente para mí el matrimonio es otra cosa, me lo han enseñado así.

Sobre «la cultura de la vida» que queréis promover, me pregunto: ¿en España, al margen de círculos satánicos o grupos de black metal, quién promueve la cultura de la muerte?

Me parece que salir a la calle y decir que el aborto es un derecho es promover la cultura de la muerte. De todas, todas. No son grupos satánicos los que están promoviendo el aborto como un derecho, sino la demagogia y el histrionismo oportunista de la izquierda. No hay nada más progresista que defender la vida. Hablamos de ciento y pico mil vidas al año que no van a nacer nunca.

¿Cuándo empieza la vida?

En el momento de la concepción. No he hablado con la OMS y no sé las definiciones exactas, pero la vida empieza cuando se unen un óvulo y un espermatozoide.

¿Y las catorce semanas?

Si me estás preguntando por nuestro programa, nosotros vamos a defender la vida del no nacido, que también tiene derechos y no están siendo respetados en absoluto. Me parece histriónico que salgan mujeres reduciendo su feminismo o feminidad a decir que el aborto es un derecho, además, diciendo que es sagrado como si fuera un corte de pelo o un cambio de look. Esto es algo muchísimo más grave, que va a marcar toda la vida de una mujer, y desde luego hay que ver casos y casos. Hay que ver si un embarazo problemático asegura que la mujer va a morir, hay que ver en qué casos la mujer no puede dar a luz porque no tiene medios, algo que hay que solucionar con políticas de familia. Y habrá que ver cuándo el no nacido tiene un condicionante genético, o una limitación que sea incompatible con la vida, porque no se puede hacer selección genética, es algo que ya se hizo en el nacionalsocialismo hitleriano.

Si una mujer que no desea ser madre quiere abortar, ¿se lo prohibirías?

Algún derecho tiene que tener el ser que llevas dentro. Le daría otras opciones, existe la posibilidad de la adopción prenatal.

Ella quiere abortar.

Se lo prohibiría

Cristina Seguí para Jot Down 4

Cuando se penaliza el aborto no se logra reducir el número de abortos, pasan a realizarse de forma clandestina o en el exterior.

¿Y ahora qué pasa? ¿Cuando con Zapatero las niñas podían abortar sin permiso de los padres, qué ocurría? ¿No aumentaba el número de abortos?

Lo de las niñas que no se lo decían a sus padres era para casos que sufrían violencia «intrafamiliar».

¿Y esos qué contextos son? Yo ahora tengo dieciséis o diecisite años y digo que mi novio me maltrata, ¿me voy a abortar sin decírselo a mis padres? Eran supuestos que camuflaban algo tan grave como que una niña pudiera subirse a una mesa de quirófano sin el conocimiento de sus padres.

«Amenazas, coacciones, malos tratos, o se produzca una situación de desarraigo o desamparo», decía la ley.

Ya. Yo, niña de dieciséis años, creo que mi padre se va a pillar un cabreo muy grande, o me va a dar una bofetada si le digo que estoy embarazada. ¿Cómo se demuestra que existe ese contexto de violencia? Esto es una trampa tremenda, una forma más de la izquierda de este país de hacer demagogia con el tema del aborto. Me parece que habla por sí mismo. Si eres padre te gustaría que tu hija te dijera si tiene un problema de cualquier tipo y estar embarazada no es una cuestión baladí. ¿Cuál es esa violencia, que me peguen, que me encierren, que me aten a la pata de la cama, que se cabreen conmigo y me quiten la paga?  La violencia es un problema gravísimo y hay que denunciarlo pero ojo con utilizarlo con demagogia. Es aborto libre. Se han hecho auténticas barbaridades, se ha llegado a pinchar a un bebé de siete meses para que no nazca. Esto se ha hecho en la época de Zapatero.

¿Pinchar bebés de siete meses para que no nazcan?

Googléalo. Existen técnicas para hacer eso. Sí, se ha hecho.

Si se prohíbe el aborto y la gente lo hace clandestinamente o se va a Londres, al final lo que sucede es que quien es pobre no tiene el mismo acceso al aborto y se produce una dramática desigualdad.

Lo que hay que hacer es generar una igualdad para que todas las mujeres de toda clase social puedan ser madres y no dejen de serlo porque no llegan a final de mes. Esto es lo que genera igualdad. Hace un mes me mandaron un mail de una empresa de viajes que incluye un pack para que te vayas a abortar.

Según eso, el que tiene dinero aborta y el que no, no. La ley solo actúa sobre el más desfavorecido.

Cuando se está prohibiendo hay que hacer unas políticas de familia para que muchísimas mujeres que abortan y no tienen medios puedan poder llevar a cabo ese embarazo.

¿De dónde saldrán esos recursos?

Adelgazando las estructuras del Estado. Superando el Estado autonómico que se ha convertido en el cortijo clientelista de los políticos de este país. Dejando de sufragar  el nacionalismo, por ejemplo. No veo a la izquierda reivindicando eso. ¿Por qué?

La medida supondría más bien engordar el Estado, porque tendrías que crear una institución que se ocupe de eso.

Si el Estado fuera un Estado eficaz con las estructuras que tiene que tener para poder funcionar y para poder dedicar sus medios a políticas de familia, por supuesto, las mujeres de este país podrían ser madres. Me parece que es capital que suba la natalidad. Estamos en un país con graves problemas de natalidad, con un acelerado envejecimiento de la población. No me parece nada negativo que nazcan niños. Lo que no se tiene que hacer es robar a manos llenas, robar a los parados y convertir las instituciones en los cortijos de estos señores. Hay ocho mil y pico ayuntamientos de pueblos separados por cincuenta metros.

Cristina Seguí para Jot Down 5

Ayer dijo Abascal: «No aceptaremos que la unidad de España sea finiquitada ni por las armas ni por las urnas».

Sí.

Vamos a un caso hipotético. Si de la ley a la ley, como se hizo la Transición por ejemplo, se cambia la Constitución para reconocer un derecho de autodeterminación a un territorio español, ¿lo aceptarías?

Si ellos quieren de verdad demandar una reforma constitucional que lo hagan a través de los cauces legales, que no son un referéndum de secesión. Tendremos que decidir todos los españoles. Pero esto que dices no va a pasar, porque hay una inmensa mayoría de los españoles que quiere a los catalanes y a los vascos y a los gallegos con nosotros. Incluidos a aquellos que dicen ahora todo eso de Andalucía libre. Hay chavales que han sido adoctrinados durante décadas en el odio a España. Se hace por parte de la izquierda y de los catalanistas separatistas, como el señor Artur Mas y ERC, y se está haciendo en el País Vasco con las ikastolas.

Lo primero es hacer una pedagogía importante y urgente y revertir esta situación devolviendo competencias en Educación para que no lo puedan seguir haciendo. Esto no se puede separar de lo que me estás preguntando. Y el referéndum que plantea Artur Mas en Cataluña es ilegal. Lo que no es ilegal es aplicar el artículo 155 que despoje a este señor del único poder que le confiere la Constitución, a la que está violando cada día con sus historias. Así que la Constitución no se ha reformado ni se ha solicitado reformarla por parte de los secesionistas, si se hiciera lo que mencionas tendría que acatarlo, aunque no me gustase. Pero, de verdad, creo que por una cuestión de coherencia hay que encarar el caso que se nos plantea. Plantean un referéndum que es ilegal; es ilegal que estos señores estén creando instituciones paralelas al Estado, que haya jueces catalanes que pagamos todos los españoles que estén elaborando una constitución catalana, algo que me parece una locura y una irresponsabilidad. Estos señores deberían estar fuera de la magistratura. Si hay un caso hipotético legal en su día, yo no lo sé… y tú tampoco, lo que sé es que ahora mismo no lo es.

Lo que me interesa es saber si es más importante la unidad de España que la democracia.

No creo que tenga que elegir. La unidad de España para mí es fundamental y la democracia también. No creo que sean antagónicos. Son inseparables.

Si ocurre, como profetizó Duran i Lleida, una declaración unilateral de independencia en el Parlament, como ocurrió en Kosovo, ¿cuál sería el camino?

Lo que debería hacer Duran i Lleida es dimitir por su responsabilidad en el caso Paleerols y dejar de ser presidente de la Comisión de Exteriores de España. Hay que aplicar la ley, el artículo 155. Esto no es como cabrearte e irte de casa. Ellos no pueden declarar nada. Y Kosovo no me parece un caso equiparable al catalán. ¿Qué va a hacer este señor, tomar las armas? Claro que puede pasar de todo, también puede subir a un quinto piso y tirarse de la depresión. Ojalá no, no te voy a decir que lo esté deseando. Pero no lo pueden hacer, es simple. Este señor está generando una fractura social que va a llevar generaciones repararla mientras el señor Rajoy cierra los ojos como si fuera un ataque hormonal de un adolescente que ya se le pasará. Pero mientras tanto ya hay empresas que se están deslocalizando, se está sufragando el separatismo con nuestros impuestos. Me preguntabas antes de dónde sacar dinero para políticas sociales. En Valencia hay trescientas mil familias con todos los miembros en paro. Estamos manteniendo la AVL (Acadèmia Valenciana de la Llengua) que pactaron Pujol y Aznar en el 95 para convertir una mayoría relativa en una absoluta y nos cuesta cuatro millones de euros al año. ¿Diez mil familias no podrían vivir con cuatrocientos euros? Mira si se pueden hacer cosas.

Volviendo al manifiesto de Vox, sigue: «La federalización no puede ser una amenaza a la unidad nacional». Si buscas «federar» en el diccionario de la RAE la primera palabra que te dice es que significa «unir».

El estado autonómico ya es un estado federal. Los que hablan de federalismo igual se refieren a romper un jarrón y volverlo a pegar. El estado autonómico provoca desigualdad, problemas con el mercado interno y da alas al nacionalismo más enardecido.

Un dato en Europa. Alemania, la gran potencia económica, es un estado federal. Irlanda, Grecia y Portugal, los rescatados, son más centralistas.

Y Francia acaba de pasar de siete mil ayuntamientos a tres mil y están devolviendo competencias al gobierno central. No somos alemanes. Probablemente ellos también están gestionando de otra manera los recursos y hay datos que evidencian lo que ha traído el estado autonómico hasta ahora, que no es sostenible económicamente y genera demasiados trámites administrativos para abrir una empresa. Como he dicho antes, las instituciones autonómicas son cortijos clientelares. La Sanidad, la Justicia, la Educación no deberían ser herramientas al libre albedrío por parte del político de turno.

Cristina Seguí para Jot Down 6

En Estados Unidos, donde hay un gran sentimiento nacional y es el paradigma del liberalismo, hay muchas diferencias, por ejemplo, en unos estados te pueden aplicar la pena capital y en otros no.

No debería ser así. Nosotros defendemos la igualdad en todos los territorios, que los ciudadanos sean iguales. Para Cataluña ofrecemos lo mismo que para Soria y que para el País Vasco, ni cupos ni conciertos ni nada. La esencia e identidad de todos los territorios existía muchísimo antes de las comunidades autónomas y aquí en Valencia es un caso claro. Valencia nunca ha sido menos. Valencia sin la autonomía no ha tenido problemas con su identidad o con su cultura. España nunca ha sido más pequeña de lo que es ahora.

¿Acabar con las autonomías es más un asunto económico o político?

Es un asunto económico, político y moral.

¿Crees que los españoles no logramos un sentimiento nacional si no es centralizando? Porque un ciudadano de Baviera tiene el sentimiento alemán claramente.

Creo que nosotros deberíamos lograrlo. Si no hago una crítica sincera al respecto estoy mintiendo. No somos solidarios con los ciudadanos de otros territorios. No me puede dar igual lo que le pasa a un vasco porque esté más lejos. Es España.

Proponéis una «Reforma del régimen local sobre la base de una descentralización administrativa provincial e insular (…) compatible con el control de legalidad a cargo de las instancias centrales del Estado». Esto no lo entiendo, si las provincias dependen de Madrid no hay «descentralización» y si no, igual de diecisiete comunidades autónomas pasamos a cincuenta.

Se trata de centralizar de forma inmediata.

Si lo que buscas es la igualdad de los territorios de España, ¿no crees que es mejor una descentralización que garantice la inversión en cada región? Las autonomías en ese sentido existen como garantía. Si dependemos de un solo espacio de decisión, en un centralismo, no hay garantía de que ese poder central un día no actúe de forma arbitraria o discrecionalmente y descuide territorios.

¿Crees que hasta ahora en el estado de las autonomías han estado todos los territorios igualmente financiados? En un Estado centralizado solo hay que garantizar que se haga de forma equitativa. Como no se está haciendo ahora.

¿Cómo?

La Sanidad de Valencia va a ser igual que la Sanidad de Madrid y que la de Andalucía.

Pero no pueden ser iguales, por ejemplo en el norte de España hay una población más envejecida y eso supone unos servicios distintos, con financiación diferente.

Lo que está posibilitando en el norte que la Sanidad esté en manos de las comunidades autónomas es que no sepan quién tiene que mandarle una ambulancia a la niña de Treviño y se muera. Mira, la Sanidad en España ha sido modélica en muchas cosas, pero no en su funcionamiento interno, y el agujero que está dejando…

Si miramos antecedentes de centralismo en España tenemos el siglo XIX y los años del franquismo. A las regiones pobres les fue muy mal con el centralismo y a las ricas no tanto. ¿Cuántos andaluces, extremeños, castellanos, gallegos y habitantes de otras autonomías tuvieron que ir en masa a las regiones ricas a trabajar porque literalmente pasaban hambre?

No voy a entrar en el tema de Franco o no Franco. El sur de España está devastado ahora mismo. Es ahora cuando tienen hambre, cuando se han robado mil millones a los parados, con UGT y CCOO robando a manos llenas con la connivencia del PSOE, es ahora cuando literalmente en Andalucía la gente se muere de hambre, literal, siendo feudo y bastión de la izquierda de este país. El otro día tuve que escuchar en un programa de televisión que una diputada del PSOE me decía que el modelo educativo en Andalucía era paradigma del modelo educativo en toda España. No te voy a dar los datos, pero no es solo el último de España, sino de los de Europa.

Desde 1980 que empiezan las autonomías hasta 2011, el PIB español se multiplica por 6,7. El francés de ese periodo, un país que has citado como ejemplo, se multiplicó por 4. Parece que las autonomías no han impedido a España desarrollarse o creciera a un ritmo equiparable al de sus vecinos.

¿El 96% del PIB de deuda te parece coherente? El estado autonómico ha sido bienintencionado, pero totalmente fallido.

Me llama la atención que el estado autonómico tenga enemigos tan antagónicos como Artur Mas, que lo calificó de ficción, y Esperanza Aguirre, que también habla como vosotros de devolver competencias. Extraños compañeros de cama.

Artur Mas no creo que crea en nada en absoluto, se ha metido en un berenjenal del que no sabe salir, es una marioneta de ERC, que son los únicos absolutamente convencidos de la independencia. De Esperanza Aguirre estoy totalmente a favor.

La ficharías para Vox. ¿Qué fichajes harías para tu partido, como si esto fuera fútbol?

Si quisiera venir…. Creo que tenemos el que para mí es el top, que es José Antonio Ortega Lara. Ficharía a Esperanza Aguirre y, por supuesto, a Mayor Oreja también, a algunos liberales que hay en activo, pero no los voy a nombrar. Y básicamente a María San Gil, que está muy de acuerdo con nosotros y nos apoya mucho. Estaríamos encantados si cualquiera de ellos diera un paso adelante. A Mourinho no (risas).

Otra figura en vuestro programa, la «especialización de las regiones», me suena a economía soviética, o al fascismo de los treinta y cuarenta…

¿Te suena a eso? Cada región tiene un fuerte en un ámbito determinado; unos en la juguetería, otros en el mueble, no es soviético. Precisamente nosotros soviéticos no somos. Prosoviético es el comunismo y sus consecuencias.

En el CIS de 2012 salió que un 30% de españoles quería liquidar las autonomías. ¿Es Vox una respuesta a ese dato?

Hay pronunciamientos públicos de Santiago Abascal de 2007 y 2008 donde ya se hablaba del estado autonómico. Pero por supuesto sería totalmente legítimo que un partido político recogiera el sentir de una parte importante de la población que actualmente no está representado en el parlamento.

Cristina Seguí para Jot Down 7

En España, un 85% de la recaudación del IRPF proviene de los salarios. Sin embargo, el peso de los salarios en el PIB es de aproximadamente el 45%. ¿Crees que esa es la gran desigualdad que hay en la España actual, el verdadero agujero? 

En España hay que bajar el tipo impositivo, conseguir que la política fiscal no sea confiscatoria. No convertir al autónomo en una herramienta de recaudación de impuestos. Un autónomo, un emprendedor, contrata a su primer empleado y se le arrebata inmediatamente la tarifa plana de los cincuenta euros. Se está penalizando la contratación en un país con un 26% de paro. No soy economista, pero creo que con un 21% de IVA la gente no va a consumir. El empresario pequeño, mediano o grande va a ver una rebaja importante de sus ingresos y terminará cerrando. También un mileurista está pagando un 50% de impuestos. Y desde luego se tiene que penalizar el fraude, no solo desde aquí, sino con políticas que vengan desde Europa, para que esto deje de ser así. O eso de traer a mafias chinas o de otras partes y concederles beneficios… Se evade muchísimo, está clarísimo.

Del IBI que no paga la Iglesia católica ¿qué opinas?

¿Qué propiedades son? He escuchado debates y la Iglesia dice que sí que pagan el IBI. Es una cosa que hay que asegurarse muy bien, yo sinceramente dudo que no paguen el IBI. No soy una persona religiosa, aunque creo que la religión aporta cosas muy positivas, y Cáritas hace cosas muy buenas, labores que no realizan los sindicatos, por ejemplo, dar de comer a la gente que no tiene medios. He escuchado de todo sobre este IBI, a los que utilizan el tema para deslegitimar a la Iglesia y a la Iglesia explicar que sí que lo paga. El único intento de impago de IBI que conozco es el de Izquierda Unida según noticias recientes.

Decís que no participaréis en organismos políticos o administrativos del Estado que consideréis innecesarios o contrarios a las libertades. ¿Cuáles son?

El Senado.

He encontrado una foto en tu cuenta de Twitter en la que sales junto a una furgoneta de policía dando todo tu apoyo a los antidisturbios.

Doy mi absoluto apoyo, total e incondicional, a las fuerzas de seguridad de este país, que trabajan con poquísimos medios y se juegan literalmente el tipo. En qué país no se respeta a la autoridad y llega una persona por detrás y te mete un pincho o te abre la cabeza.. ¿Abrirle la cabeza a un policía? ¿Tú esto lo ves normal? Un policía no maltrata a la ciudadanía sino todo lo contrario.

Pero igual hay que corregir algo para que las actuaciones policiales sean más garantistas.

Lo que haya que investigar que se investigue, pero no se puede generalizar en ningún caso. Todo lo contrario. Apoyo absoluto a la Policía nacional y a la autonómica, que debería estar cobrando lo mismo que la nacional y no más. Y a la Guardia Civil, que salva miles de vidas en las fronteras de Ceuta y Melilla, que no está aporreándolos ni disparándoles ni nada parecido sino todo lo contrario, están salvándoles la vida todos los días en contra de lo que provocan las mafias marroquíes.

¿Por qué queréis prescindir del Tribunal Constitucional?

Porque se ha convertido en una tercera cámara. Pero no queremos prescindir de él, sino integrarlo en la sala sexta del Tribunal Supremo para resolver principios de inconstitucionalidad básicamente. Muchos casos, como el de la legalización de las marcas políticas de ETA, se han cargado el Tribunal Constitucional, está totalmente politizado. No puede ser, igual que el caso del Consejo General del Poder Judicial, que está politizado a pesar de que los gobiernos anteriores lo llevaban en su programa. El primero en politizarlo fue Felipe González con la ley orgánica del 85, Rajoy dijo que iba a cambiarlo pero no lo ha hecho.

Y queréis una «despolitización completa de la forma de elección y de las competencias del Tribunal de Cuentas». Ahora se eligen seis miembros por parte del Senado y seis del Congreso. Si no los eligen estas cámaras, ¿quién lo va a hacer de una forma menos politizada?

Los jueces han de elegirse por carrera y no por color político. Los miembros del Tribunal de Cuentas han de ser independientes ya que además el Tribunal de Cuentas las fiscaliza y las juzga. Las cuentas de los partidos políticos han de ser absolutamente transparentes.

Sobre la memoria histórica. ¿Eres partidaria de dar una sepultura digna a las personas que permanecen enterradas de forma irregular desde la Guerra Civil?

Sí, a todo el mundo. A los asesinados por la dictadura y a los asesinados por la II República. A los dos bandos.

Los muertos de los sublevados en el 36 asesinados de mala manera fueron todos enterrados correctamente durante cuarenta años de victoria.

No todos. Mira Paracuellos.

Esos también. Y pusieron una cruz donde les mataron que se ve desde kilómetros de distancia.

Pienso que todos los ciudadanos de este país, y de los otros, deben estar enterrados dignamente, sean del bando que sean.

Cristina Seguí para Jot Down 8

Fotografía: Begoña Rivas

¿Cuál es la canción con la letra más delirante jamás escrita?

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Buena parte de la música actual, con su reducido número de acordes y su aún más limitado repertorio de letras en torno al amor y el baile, acaba resultando bastante monótona. Sin embargo aún hay esperanza, a veces los músicos se aprietan bien fuerte las meninges y pierden el miedo a lo que pueda salir de ahí. Sin filtros ni racionalidad alguna. Pura genialidad. Luego los escuchamos y la onda expansiva de semejante explosión de creatividad y lirismo nos golpea hasta el tuétano y más allá, dejándonos aturdidos y con las gafas de pasta colgando de una oreja. Qué barbaridad, nos decimos, ¡esto es poesía y no lo de Bécquer! Pues bien, aquí van algunas. En esta lucha de titanes del ripio hemos querido circunscribirnos a las cantadas en castellano, dejando las anglosajonas para más adelante. Así que les invitamos a que las escuchen, quédense con la carne de gallina y luego voten o propongan otras si lo desean.

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«Amores a solas», de Rocío Jurado

¿Quién no ha fantaseado alguna vez con Rocío Jurado desnuda masturbándose en la playa? Bueno, puede que no todo el mundo, el caso es que de eso trata este temazo. El amor bien entendido empieza por uno mismo y si el objeto de deseo no está cerca entonces bastará con recordarlo mientras, como ella dice, las manos juegan. No importa dónde te entren las ganas, según nos cuenta «hay un hombre que pasa» cuando anda dándose el homenaje, pero como si pasan también señoras en hidropedales y niños con manguitos. Que se sumen a la fiesta si quieren. Sin duda el más inspirado canto que hayamos escuchado nunca al vicio solitario realizado al aire libre. El único de hecho, bien merecería convertirse en un subgénero con diferentes paisajes, flora y fauna de por medio.

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«Comiéndote el ojal en un 127 abandonao», de Motociclón

Esta legendaria formación de Vallecas por la que en esta casa sentimos verdadera devoción, cuyo objetivo era hacer «punk con clase y heavy con cojones», ha dejado para el recuerdo grandes himnos al amor en el contexto de la dialéctica marxista de la lucha de clases en «Lávate el cuello» («Por ese culo que tienes / Di mi nabo a torcer / Eras una pija / Pero follabas superbién»); o esta otra que nos ocupa, cuyo título puede llevar a engaño. En realidad en ella nos regalan imágenes de gran fuerza poética como «Hiciste una pompa nasal / de lefa al respirar». El erotismo hecho verso. Probablemente fuera esta la música que Rocío Jurado se llevaba para escuchar en la playa, así se ponía.

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«La medalla de mi papa», de Los Chunguitos

De nuevo estamos ante un grupo surgido en Vallecas, un distrito madrileño que parece rivalizar con la Florencia renacentista en su fertilidad artística. Este es uno de sus temas más conocidos, sobre una medalla heredada que nos evoca a aquel reloj de Butch en Pulp Fiction. Del vídeo merece la pena destacar ese inicio con la muerte del papa a causa de un meteorito.

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«Mi agüita amarilla», de Los Toreros Muertos

El grupo liderado por Pablo Carbonell compuso a mediados de los ochenta esta canción que alcanzaría con el tiempo proporciones míticas y que en Hispanoamérica sería considerado un hito del punk versionado multitud de veces. Una lección magistral sobre la gran cadena de la vida, que nos enseña cómo el ecosistema es una comunidad interdependiente que acaba devolviéndote todo lo que le eches. No entendemos cómo Greenpeace no lo ha convertido aún en su himno.

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«Focas», de Mecano

«Palabra o frase inútil o superflua que se emplea viciosamente con el solo objeto de completar el verso, o de darle la consonancia o asonancia requerida», esta es la definición que da la RAE del término ripio y créannos si les decimos que NO aparece una foto de Mecano ilustrándola. ¿Por qué? Nadie lo sabe. ¿Son sus letras la prueba de que en nuestro país la libertad de expresión ha ido demasiado lejos? Tampoco hay respuesta. La cuestión es que a lo largo de su excelsa obra nos encontramos versos tan inspirados como «a la luz del flexo nos damos un bexo» y tantos otros que ustedes recordarán. Pero había que escoger solo una canción y creemos que «Focas» da la talla. Trata sobre una revolución de las focas para dominar el mundo: «Focas con pistolas láser, focas con la bomba H (…) Ahora en la URSS gobierna una junta focal». Ahí queda eso.

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«Copa, raya, paliza», de Wau y los Arrrghs!!!

Esta letra no es difícil de aprender: «copa, raya, paliza». Así una y otra vez, intercalando de vez en cuando aberrantes y demoníacos sonidos guturales. Con la concisión y la fuerza expresiva de un haiku nos resume el rito a seguir en cada bar durante una noche de fiesta cualquiera, seas o no presentador de un informativo en una televisión regional. Todo un canto a la alegría de vivir.

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«Zombi (Por el culo me dio un)», de Ulan Bator Trío

Inicialmente eran llamados Royal Canin y más adelante Los Borbones, pero no es casualidad esa inquietud por refundarse continuamente: estamos ante un curioso fenómeno de artistas totales, que no se limitan a crear música sino también los propios instrumentos con que la tocan, empleando para ello cualquier cosa que encuentren en la basura. Autores de conocidos temas como «Caga traga» y  la obra de profunda carga nihilista «Sistema Solar (Me cago en el)», en este que hemos elegido reflexionan en torno al sexo y la muerte.

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«Viaje a Egipto», de Ataque de Caspa

Si prestan atención a cualquier canción de esas que suenan en radios y bares se usa una y otra vez y en diferentes combinaciones expresiones como «tu mirada», «mi corazón», «mueve la cadera», «alza los brazos» o simplemente «la la la». ¿Por qué nadie canta en cambio algo como «cuando descubrí el papiro de Saqqara/Sus revelaciones sobre el culto al escarabajo/Me lanzaron a furiosos estudios entomológicos»? Para cubrir ese intolerable vacío llegó el grupo ochentero madrileño Ataque de Caspa.

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«Te peto el cacas», de Gigatrón

En esta febril búsqueda de la originalidad hasta más allá de los límites de la mente humana, hay que reconocer que esta canción de Gigatrón (un grupo que no podía faltar) tiene una melodía que nos resulta sospechosamente familiar. Aunque el organillo gitano mejora a la original, ciertamente. Pero en cualquier caso no debe distraernos de lo más importante, que es la letra. Resulta difícil elegir qué verso es más inspirado, aunque nos quedamos con «las estrellas del rock somos así» como frase con la que zanjar cualquier discusión en nuestra vida diaria, hagan la prueba.

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«Ataque preventivo de la URSS», de Polansky y el Ardor

Hay momentos críticos en la vida en que mirándonos al espejo nos hemos preguntado una y otra vez: ¿Por qué? ¿Por qué él/ella no me quiere? ¿Por qué mi vida depende de él/ella? ¿Por qué los amigos se pelean? y sobre todo: «¿Qué harías tú en un ataque preventivo de la URSS?». Esta es la cuestión que lanzaban al aire Polanski y el Ardor mostrando una gran preocupación por los grandes problemas geoestratégicos de su tiempo.

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«El sangriento final de Bobby Johnson», de Un Pingüino en mi Ascensor

Como ya están un poco trilladas las temáticas de amor, desamor y qué bien que lo pasamos de fiesta, ¿por qué no cantar sobre el dramático caso real de un niño al que se comieron dos osos polares en un zoo de Nueva York? El grupo Un Pingüino en mi Ascensor, siempre tan audaz en la composición de sus letras, se atrevió con ello. Corría el año 1988 y por eso pudieron decir: «los osos no fueron conscientes de su error/Notaron, eso sí, un ligero cambio de sabor/No les acabó de convencer el pequeño Bobby/Estaba poco hecho». En estos tiempos en los que a todo el mundo le ofende todo les habrían montado una furiosa campaña en su contra en internet y el ministro de Interior los habría mandado detener por apología de comer niños.

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«Viva el metro», de Kaka de Luxe

Cuando el grupo de punk Kaka de Luxe compuso allá por 1978 esta canción probablemente no imaginaron que pasaría a la posteridad de la forma en que lo ha hecho. En pleno 2014 escuchamos eso de «qué ilusión: ha subido el metro (…) ¡Qué felicidad que sea tan caro el metro más feo de Europa!» y parece de ayer mismo. Así son las grandes obras de arte, nunca pasan de moda.

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«Matar hippies en las Cíes», de Siniestro Total

Siniestro Total es una banda que no podía quedarse fuera en esta breve selección. Cualquiera de sus composiciones sería representativa por su originalidad y atrevimiento, pero nos quedamos con esta porque expresa mucho sentimiento. Muchas canciones se deleitan en lo que el cantante le haría a alguna parte de la anatomía de otra persona, pero muy pocas dicen concretamente «le muerdo una oreja».

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«El Capitán Mosca», de El Niño Gusano

A veces las vanguardias artísticas llegan tan lejos en su afán por innovar, a veces la música experimental puede llegar a ser tan radicalmente transgresora que el oyente, atónito, se queda un rato mirando el suelo pensativo, mesándose la perilla, hasta que alza la cabeza y dice: ¿Pero qué puta mierda es esto? Tal vez sea lo que ocurre con este grupo de los noventa y con este tema en concreto, que cada uno lo juzgue por sí mismo. En cualquier caso no se puede negar el desbordante talento contenido en este estribillo: «el Capitán Mosca en el bar de tapas/usa calamares como lentes bifocales».

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«Caballo homosexual de las montañas», de Kaim

Kaim es una banda de rock tan alternativo que nadie parece conocer nada de ellos. Salvo, claro está, este tema que se hizo muy popular gracias a internet. En él nos cuentan con mucha épica y una intensidad a flor de piel la historia de un caballo libre e indomable y de los desdichados animales que se cruzaron en su camino.

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«Chilanga banda», de Cafe Tacuba

Esta banda mexicana compuso un tema que escuchado en España suena a galimatías ininteligible, a cualquier cosa menos castellano. Pero al parecer es jerga local y tiene sentido, alude a la corrupción generalizada entre la policía de ese país. Merece la pena incluir toda la letra:

Ya chole chango chilango
Que chafa chamba te chutas
No checa andar de tacuche
Y chale con la charola.

Tan choncho como una chinche
Mas chueco que la fayuca
Con fusca y con cachiporra
Te pasa andar de guarura.

Mejor yo me hecho una chela
Y chance enchufo una chava
Chambeando de chafirete
Me sobra chupe y pachanga.

Si choco saco chipote
La chota no es muy molacha
Chiveando a los que machucan
Se va a morder su talacha.

De noche caigo al congal
No manches dice la changa
Al choro del teporocho
Enchifla pasa la pacha.

Pachucos cholos y chundos,
Chinchinflas y malafachas
Aca los chompiras rifan
Y bailan tibiritabara.

Mejor yo me hecho una chela
Y chance enchufo una chava
Chambeando de chafirete
Me sobra chupe y pachanga.

Mi ñero mata la vacha
Y canta la cucaracha
Su choya vive de chochos
De chemo, churro y garnachas.

Transeando de arriba abajo
Ahí va la chilanga banda
Chinchin si me la recuerdan
Carcacha y se les retacha.

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Miguel Ángel Aguilar: «Hay una patología en la gran coalición: el encubrimiento»

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Miguel Ángel Aguilar para Jot Down 0

Sobrevivió a la voladura literal del Diario Madrid y a unos cuantos consejos de guerra en el ejercicio de la profesión periodística. Sus detractores, no obstante, le identifican con la corona y con ese proceso histórico y político tan denostado actualmente, la Transición. Es difícil tratar de arrancarle opiniones novedosas a alguien que se dedica en el día a día a vender sus puntos de vista. Pero trataremos de que Miguel Ángel Aguilar (Madrid, 1943) retrate las etapas de su carrera, todas las épocas en las que ha trabajado, con sus contradicciones y sus anécdotas. [Nota: esta entrevista tuvo lugar un mes antes de las elecciones al Parlamento Europeo]

¿Cuál es su opinión sobre esa supuesta gran coalición entre PP y PSOE?

Creo que existe cierto pánico en los dos partidos que llevan alternándose tantos años en el poder. Por un lado u otro empiezan a presentir que esto se puede terminar. Tienen clara conciencia del desgaste que han sufrido. Además, ven que empiezan a sonar otras voces que parece que pueden sintonizar mejor con las situaciones que se están presentando. Y ante toda la corrupción, hay partidos todavía limpios. Entonces, esta historia de la gran coalición, que ya ha aleteado en otras ocasiones, puede que esté aflorando. Pero yo creo que sería una coalición a la defensiva, para resistir, y una coalición en la que no está claro cuál sería el resultado. Yo estimo que sería bastante desigual el rendimiento que uno y otro partido podría obtener de ella. Ya sabes eso del abrazo del oso. Y la coalición no tiene por qué sumar. Ya se vio, con otra dimensión, cuando fueron juntos IU y el PSOE, aunque ahora la coalición no sería antes, sino después más para salvar los muebles que para otra cosa.

Siempre se ha oscilado entre dos posiciones con este asunto. Una dice que es necesario el consenso. El ritornello de los pactos de estado. En cuanto un problema tiene cierta enjundia o calado, enseguida hay alguien que dice que esto no puede ser cosa de un solo partido, que hay que hacer un pacto de estado. Ya se han propuesto en las áreas más diversas, en política exterior, de alianzas militares, hay pactos de estado hasta para el balonmano, para… yo qué sé, la casa de la cultura en Hiendelaencina, Guadalajara. Aquí rápidamente se hace un pacto de estado. Hubo incluso una temporada en la que cada mañana Zapatero, cuando estaba en la oposición, proponía uno. El pacto antiterrorista, el pacto por las libertades, por la educación, la justicia, todos los días había una propuesta de este tipo.

Sí que es cierto que antes hubo pactos muy importantes, como el constitucional. Al que se llegó tras un trabajo serio y solvente del 76 al 78. Y es verdad que para sacar adelante la Constitución funcionó el consenso. También funcionó en los pactos de la Moncloa, que se firmaron en una situación mucho más dura que la que estamos pasando. Pero había una diferencia, las actitudes eran distintas. Porque el problema es que después del consenso llegó el cansancio, la abominación del acuerdo, y se pasó al desencanto. Todos los males de España se atribuyeron al consenso. Y luego otra vez, de la abominación, se pasó al ansia de consenso, a la propuesta permanente. Nos hemos movido de un lado hacia el otro y así sucesivamente.

Mi opinión es que el conflicto en política, bien administrado, es iluminador. El público se entera de lo que está pasando cuando hay un conflicto. Cuando está todo apacible, por debajo de esa situación, puede estar pasando cualquier cosa de la que permanecemos ignorantes. Hasta que, claro, un tipo que resulta ser un contable chileno despedido de mala manera por no sé quién saca unos papeles y revela lo que está ocurriendo ahí, la corrupción, etcétera. Hay una patología en la gran coalición: el encubrimiento. Hoy por ti, mañana por mí. Ahora te toca llevarte a ti las comisiones, pero deja un poco para los demás. Al estallar el conflicto, ese antagonismo resulta ser luminoso.

Como expliqué en mi libro Sobre las leyes de la física y la información, en este caso me remito a cómo se veían antes las películas. La máquina de proyectar tenía unos electrodos, un ánodo y un cátodo de grafito, que colocados a la distancia necesaria saltaba una chispa entre ellos que permitía ver la película. La chispa existía por antagonismo. El antagonismo es esclarecedor, luminoso, puede ser una bendición cuando no llega a la barbarie, pero una dosis es muy saludable. Evita que se produzca la opacidad, esa penumbra tan habitable y tan cómoda, o tan corrupta, que muchas veces sustituye al antagonismo.

Dice que sería una coalición a la defensiva. ¿Para defenderse de qué?

Se defendería de la ola que ven venir. La ola del descontento, de los indignados, de las mareas verdes y blancas y de otros colores que las irán siguiendo. De los de Rodea el Congreso. De esa situación en la que se están sintiendo muchas veces los diputados y los políticos en general, que empiezan a tener pánico a ir por la calle. Consideran que la condición de viandantes es de extremada peligrosidad. De eso se defienden. Piensan: «Vamos a ver si somos capaces de resistir y nos recuperarnos un poco de esa sensación de estar cercados, de estar yendo a menos, de estar siendo cuestionados y de estar siendo recluidos». Se sienten como los de la exclusión social.

Miguel Ángel Aguilar para Jot Down 1

Un artículo de Jesús Maraña en Infolibre citaba intereses más prosaicos detrás, hablaba de empresas del Ibex promoviendo la gran coalición.

Leí el artículo de Maraña y me interesó, pero tengo cierta resistencia a las explicaciones omnicomprensivas. Los valedores, los ingenieros de esa construcción de la gran coalición, no sé si son los adecuados. Es decir, tengo muchas dudas de que Felipe González, y todavía más Juan Luis Cebrián y otras gentes que aparecen ahí mencionadas, tengan la capacidad de promover y de llegar a forjar esa gran coalición.

«Si se habla de la gran coalición es para rechazarla», nos ha respondido hace unas horas un diputado nacional del PSOE.

Supongo que una cosa que se ha contado con cierta espectacularidad en Infolibre habrá dado lugar a comentarios. Yo tengo también esa impresión, aunque tampoco he hablado con mucha gente, pero en fin. Siempre ha existido eso de que cuando hay una dificultad se puede salir con un acuerdo entre los grandes, pero se ha hablado de acuerdos, no de coaliciones. Hay cierta aversión en la práctica política española a la gran coalición. Porque ¿y después qué? Porque parece que esa gran coalición fuera siempre el último cartucho. No se ha presentado nunca como una ocasión temporalmente limitada, o para un fin concreto, como reformar la Constitución, o dar una respuesta inteligente, sensible y bien argumentada a la cuestión catalana, o para hacer valer en la Unión Europea algunas cuestiones. No, se habla de esto como un pozo sin fondo, como si fuera la antesala del juicio final.

También estaría detrás la Corona, por seguir con el artículo de Infolibre. Usted ha escrito que la monarquía en España vive de hacer ver que es útil, ¿lo es ahora mismo?

Las instituciones no se establecen de una vez para siempre. De la misma manera que las libertades no se ganan de una vez para siempre. Están siempre sometidas a un proceso de oxidación, de erosión. Precisamente, los medios de comunicación tienen esa misión clave, digamos, que es la de intentar luchar por la vigencia de las libertades, que permanezcan en su integridad, que no se vean mermadas. Y con las instituciones pasa igual. El público acepta la monarquía por su funcionalidad, excepto un sector que supongo que habrá, porque siempre hay adoradores de cualquier culto, pero son una minoría exigua. Y en España, realmente, la monarquía ha sido funcional. Comprendo que las afinidades de cada uno en cualquier dirección, pero creo que hasta los republicanos más indudables a lo largo de estos años han podido reconocer sin esfuerzo ninguno que la monarquía ha prestado servicios para salir de la dictadura. Para hacer ese cambio de lealtades tan difícil que tenían que hacer las Fuerzas Armadas, que son un instrumento muy delicado.

Las Fuerzas Armadas son la última referencia de la fuerza. Si tenemos un problema con el cuerpo de correos o de bomberos, pues mandamos a la policía. Y si tenemos un problema con la policía, mandamos al ejército, pero si tenemos un problema con el ejército ¿qué hacemos? Porque ellos son los que tienen la mayor potencia de fuego. Por eso los militares tienen que ser educados cuidadosamente, no de cualquier manera. Porque están sujetos, como explica muy bien Rafael Sánchez Ferlosio en su libro El ejército nacional, por su palabra. Han dado su palabra de obedecer pero no están constreñidos por un poder mayor. Son, desde el punto de vista de la fuerza, el mayor poder.

Esto se ha visto cada vez que hay un cambio de régimen, como en la II República. Toda esta gente que había prestado juramento de obedecer a las instituciones monárquicas se encontró con que se proclamaba una república. Había que hacer un cambio de lealtades y en estos casos es muy importante que lo hagan y que lo hagan bien, porque si no lo hacen o lo hacen mal, pasa lo que pasó. Es una transición difícil. Azaña tiene un discurso precioso en el Congreso de los diputados explicando la dificultad que significaba ese cambio para que no se hiciera ninguna clase de mofa sobre un momento tan delicado en la conciencia de los miembros de las Fuerzas Armadas. Fue de gran inteligencia hacerlo, lo que pasa es que Azaña tenía una gran superioridad intelectual, pero una escasísima empatía personal. Su inteligencia no iba acompañada de gestos de cercanía o afecto que esta gente precisa para cumplir su función. Aunque el hecho fue, naturalmente, que de manera absolutamente interesada se echaron sobre la Republica como si ella fuera realmente la inductora de las cosas que la estaban impugnando. Es como le pasó a Adolfo Suárez, cuando los atentados terroristas, se los echaban en cara al que más lo padecía, que era el presidente del Gobierno. Suárez no era la causa, era la víctima. Y la República estaba teniendo problemas con la FAI, con la gente más radical, y ella no inducía esas actitudes, las padecía. Todo esto, bien recalentado por las gentes que desde el principio no vieron bien la república y conservaban recursos poderosísimos en todos los campos, pues llegó a lo que llegó.

¿Y qué queremos decir con todo esto? Que el rey en ese campo, no solo en ese, pero sí de forma muy relevante en ese, desempeñó una función muy valiosa. Lo que pasa es que las cosas no se mantienen en el aire. El propio rey decía hace años que la corona había que ganársela todos los días. Eran cosas muy interesantes que igual ahora las dice menos. Sí decía por ejemplo a su familia más directa, al príncipe o las infantas, que en su casa no existe el «no me apetece», que hay que hacer las cosas. Y la agenda de una persona de la familia real que cumpla con su función uno daría cualquier cosa por quitársela de encima. Ir a tantos sitios, poner buena cara, intentar conocer a todo el mundo, haberse preparado qué audiencia les va a recibir, o qué fiesta se va a celebrar o con qué interlocutor de otro país te vas a entrevistar etcétera. Hay que tener un convencimiento de por qué se está haciendo ese trabajo. Porque si no, en una institución que ya no está rodeada de todas esas protecciones que pudo tener en otra época, que está escrutada al microscopio electrónico, tanto sus actitudes como sus gestos, todo eso que ya no está filtrado y pasa directamente al conocimiento de la gente, habrá un proceso de separación recíproca. Si ni al público le gusta ni a ellos les gusta el público, se darán las condiciones para una separación más o menos amistosa.

Me contó una enseñanza valiosa un amigo, un socialista que formó parte de una pequeña comisión de la ejecutiva del PSOE que visitó al primer ministro sueco, Olof Palme, cuando el PSOE todavía estaba en la oposición. Este amigo, que en esa época era muy joven, era incisivo, le preguntó a Palme que por qué el partido socialdemócrata sueco había quitado de su programa electoral la abolición de la monarquía. Y le respondió: «primero, porque hay alguna gente todavía a la que eso le molestaría, le perturbaría, y cuantas menos molestias causemos, mejor. Y, fundamentalmente, por otra razón: porque la monarquía se extinguirá por incomparecencia de sus titulares».

Esta es la cuestión, si los titulares no comparecen, la institución se extingue. Estas cosas de la institución divina del pueblo, de eso ya no queda nada. Hay un servicio que cumplir, que se puede hacer pesado y esta gente puede pensar: cualquiera de mis amigos vive mejor que yo, tiene una casa más moderna, mejor hecha, con más comodidades y tiene un barco anclado en las Seychelles y en cuanto tiene quince días, se coge un avión y sigue dando la vuelta al mundo. Y aquí, si pego un tiro a un elefante se me viene la casa abajo. Claro, qué tienen ellos que no tengan los demás, pues que llegan a un sitio y les rinden honores militares, les tocan la trompeta… Ahora ¿les compensa? Eso es una cosa tan exclusiva que solo tienen tres o cuatro, que se valora por la escasez. Ya no quedan más que unos pocos reyes, para la figuración está bien, pero para vivir es una incomodidad. Esta es la situación en la que se encuentra la institución.

Miguel Ángel Aguilar para Jot Down 2

El libro de Pilar Urbano ha vuelto a poner de relevancia la teoría de que el 23-F lo impulsó el rey, lo que coincide con la que fue la estrategia de los militares y Tejero durante el golpe y su coartada en el juicio posterior.

Este libro de esta señora en realidad es la quinta versión del mismo libro. Ella ya escribió cuando todos estos estaban en danza el Con la venia, yo indagué el 23F. Es la misma patraña contada y recalentada ciento cincuenta veces, y ahora con una ventaja adicional, la inexistencia de los que le podían contradecir. De esto, del paso de los años y la caducidad de la vida se ha aprovechado esta señora, que no es nada recomendable. Pero no por este libro, sino por toda su trayectoria periodística, que está basada en la insidia, es una fabricante de insidia verdaderamente notable, y a la que le dan igual los hechos. Como decía Javier Pradera de su abuela, que le explicabas cualquier cosa, los hechos, y replicaba: sí, pero como yo decía. Tengo muy mala opinión de Pilar Urbano. Pésima. Porque la he visto mentir. Y porque la he visto ser incapaz de rectificar, que me parece que es una de las cosas más honrosas que puede hacer un periodista, reconocer que se ha equivocado, que es un deber de los periodistas y los medios al cual hay mucha resistencia.

Mis problemas con ella vienen de febrero del 80. Yo había publicado una información en primera página titulando a cuatro o cinco columnas que decía «Intentona militar abortada en Madrid, el general Torres Rojas destituido del mando de la División acorazada y enviado a La Coruña». Bueno, pues este asunto, que estaba bastante documentado, que no gustó nada, se publicó un viernes. Entonces salió anticipadamente del consejo de ministros el ministro de Defensa, que era Agustín Rodríguez Sahagún, a comparecer en televisión y, bueno, poco menos que a considerarme el asesino de Manolete. Estaba completamente fuera de sí, algunos amigos pensaban que yo ya estaba en chirona. Y aquel mismo viernes por la tarde recibí una citación para comparecer la mañana del sábado en el juzgado militar número cinco en el Paseo de María Cristina. Los juzgados militares los sábados no abren, pero lo abrieron para mí. Salí de esa declaración procesado. Es decir, me fue incoado un consejo de guerra. Entonces ya estaba la Constitución vigente pero muchas cosas no se habían desarrollado. De manera que la jurisdicción militar todavía era una jurisdicción expansiva que absorbía asuntos si había un litigio entre los civiles y los militares, que se apropiaban del caso y lo depuraban en su jurisdicción.

El lunes me vino a ver el presidente de la empresa, Juan Tomás de Salas, para pedirme muy amablemente que dimitiera. Le dije que de ninguna manera, porque si dimitía estaba admitiendo mi culpabilidad. Tú me destituyes, no pasa nada, —le dije me echas y se acabó. Y esta señorita, Pilar Urbano, el día seis publicó en su columna en el ABC, «Hilo directo», que salía todos los días, que había comido con el ministro de Justicia. Decía «no me mira a los ojos, pero le preocupo, golpeo en su conciencia». ¿Por qué? Porque iba aprobarse la ley del divorcio y ella no era partidaria. Y más adelante seguía: «Y hasta los más cándidos entendieron que al periodista de Diario 16 se le utilizó como megáfono para que difundiera el invento. El único coco que en este país amedrenta y pone firmes a socialistas y comunistas».

O sea, que yo fui utilizado para filtrar una cosa que era mentira para acojonar a los socialistas. Llamé a esta señorita y le dije que eso me había ofendido profundamente. Que era mentira, que yo no fui utilizado como megáfono de nadie. Y que lo iba a rectificar mañana. Contestó: «No tengo nada que rectificar, porque mis fuentes…». Tuve que amenazarla: «A mí me van a echar de Diario 16, pero no les da tiempo a echarme mañana, de manera que o tú rectificas mañana o pasado mañana verás la pequeña notita que voy a sacar de una persona a la que tú veneras de la que tengo muy buena información procedente del lugar donde hizo sus estudios». Y al día siguiente rectificó, pero estaba amarrada a la mentira.

Y esto también se lo he visto hacer con gente que no tenía forma de amenazarla. Una buena amiga mía, Teresa Janini, que había ganado unas oposiciones en el año 74 y en el 82 su marido, Tomás de la Cuadra Salcedo, llegó a ministro. Pues Pilar Urbano dijo que el ministro la había colocado no sé dónde. Ella le mandó una carta diciéndole que a ella no le había colocado nadie, que había ganado una oposición, le mandó una copia con el concurso y la tía no rectificó. Hubo que ir a un juicio y otro juicio y al Supremo. Es de una tenacidad en sostener la mentira y en aferrarse a ella… Eso sí, luego vino el Papa Juan Pablo II y en la nunciatura de la calle Pío XII gritaba «¡Santidad, bendígame la pluma, bendígame la pluma!». ¿Pero esto qué es? Perdona la digresión, pero es que me has sacado un tema… me irrita profundamente esta señora.

Estábamos con las teorías que implican al rey en el 23-F como uno de sus impulsores, o como que estaba al tanto de toda la operación.

Mira, primero hay que recordar qué estaba pasando. Vivíamos una situación en la que todos los días había una propuesta nueva para acabar con Suárez. Se había proclamado esa cosa cainita española que es el vale todo. La señal última de salida de esto fue la moción de censura planteada por el PSOE en mayo del 80. Luego a ellos les pasó lo mismo con el PP y Felipe González. Entonces el que era imposible de doblegar era Suárez, porque era guapo y tal, y había hecho la Constitución. Le consideraban una especie de taumaturgo que no había manera de quitárselo de encima y era muy importante que en las elecciones siguientes no estuviera Suárez en los carteles. Y además, estaban la operación De Gaulle, el golpe a la turca, la operación Osorio… Es cuestión de coger los periódicos de esos días.

Yo escribí mucho de eso en El País, donde era el corresponsal político. ¿Qué pasaba en realidad? Pues que el rey escucha. Y esta es una cuestión muy peligrosa. Hay dos tipos de políticos a mi modo de ver. Los que creen que les compromete lo que dicen, este tipo de políticos suele estar callado. Y los que creen que les compromete lo que escuchan, y este tipo de políticos procura que nada sea dicho en su presencia. Felipe González era claramente de esta segunda clase. Había gente que pasaba horas con él, te lo contaban y yo siempre les preguntaba «¿Habéis dicho algo? —pues no, no ha sido posible decir ni una palabra porque ha arrancado a hablar y…» Tenía un sistema de conversación bloqueante. Era capaz de estar horas con la gente sin que le hubieran podido contar nada. Pero el rey cristaliza en el sistema inverso. Delante del rey se puede decir de todo. Yo por lo menos he dicho bastantes barbaridades. Así que la gente se ha pensado que lo dicho delante del rey estaba convalidado por el rey. Esto se ha dicho delante del rey, ergo quiere decir que el rey está de acuerdo.

Recuerdo una vez que Juan Mari Bandrés, que tuvo mucho que ver con el final de los polimis, me dijo que le había recibido el rey, le había llevado un dossier de fotografías de torturas de la Guardia Civil y que Juan Carlos se había quedado espantado. «Yo creo que van a disolver la Guardia Civil», me dijo. Creo que te apresuras, contesté. Pero claro, como se habían dicho esas cosas delante de él, la gente pensaba que tenía luz verde para operar en consecuencia. Pudo ser temerario haciendo eso, pero le valía para saber, para enterarse, para no estar en la torre de marfil, para hacer que la gente contara lo que había. Miláns del Bosch estaba obsesionado con sus cosas y naturalmente se las contaría, y los que estaban en contra de eso, pues también. Así se produjo el choque de trenes, pero no como estos creen que fue.

El rey en este asunto de los militares tiene dos vacunas indelebles. La primera es la de su abuelo Alfonso XIII. Si uno se apoya en los militares, cuando se acaban los militares, se acaba el rey, que es lo que le pasó a él. Y luego, además, tiene una segunda que es la de su cuñado Constantino, que se deja llevar por los coroneles, no desautoriza el golpe en Grecia y la monarquía dura lo que dura el golpe. Eso Juan Carlos lo tenía grabado a fuego y él sabía que no era viable, ya estaba demostrado que por ahí no había salida. Además, el éxito de un rey es transmitir la corona a su heredero, con los militares no se transmite más que el exilio. Intentar dar la vuelta a eso es de una torpeza interminable.

De todos los libros que se han escrito del 23-F uno de los más interesantes es el del comandante Pardo Zancada, que yo creo que era el más convencido de los golpistas, y el de ejecutoria más limpia, el que lleva la policía militar de la División acorazada al Congreso. Hizo un libro con la dedicación y el esfuerzo permanente de demostrar la implicación del rey y no lo consiguió. Y hay otro de Javier Fernández López, que luego quiso ser historiador, que intenta demostrar que el rey nunca nada jamás supo ¡y tampoco lo pudo demostrar! Había que estar con los oídos tapados para no percibir todo ese ruido de fondo que hubo los meses anteriores al golpe.

Miguel Ángel Aguilar para Jot Down 3

Usted fue testigo directo de los hechos en el Congreso.

En aquella investidura de una persona tan peligrosa para la derecha como indican sus apellidos, Leopoldo Calvo Sotelo, cundió el aburrimiento y los periodistas se bajaron de la tribuna al bar. Entonces escuché ¡fuego! ¡fuego! Pero en realidad era ¡al suelo! ¡al suelo! Y las puertas estas batientes dieron entrada a Tejero y a sus guardias, que empezaron a disparar las armas largas. Nos echamos al suelo como pudimos y en el techo de la tribuna nuestra de prensa pegaron más de cien impactos, cayeron muchos cascotes.

Visto y recordado fue muy impresionante ver cómo se quedaron en su sitio de forma impasible Adolfo Suárez y el que estaba a su derecha, Gutiérrez Mellado, que salió del escaño y fue directamente a por Tejero, quien le intentó hacer una llave de judo a la que él se resistió, y luego vino otra rociada de tiros. Gutiérrez Mellado era artillero, estaba curtido en el disparo de las piezas de artillería, las detonaciones que hubo no le producían especial impresión y las aguantó con los brazos en jarras.

Claro que en esto yo siempre he dicho una cosa, porque todo esto me parece de una enorme injusticia. Entran unos tipos con armas largas y se enfrentan a una gente completamente inerme, que se echa al suelo y luego hay quien les acusa de cobardes. Naturalmente, si hubiera sido al revés, si yo tengo las armas y le digo a Tejero que se tire al suelo, ¿a que se tira al suelo? Y si le digo encañonándolo: «ahora vaya reptando hasta la Puerta del Sol». No tengo absolutamente ninguna duda de que lo haría, ¿verdad? La gente tiene aprecio a su vida.

El caso es que todo esto sucedió a la vista de todos, pero unos ven más que otros. A partir de la indumentaria de la guardia civil, que estaba descompuesta, porque unos iban con tricornio, otros con gorra de visera, otros con boina, otros con correaje, otros con anorak, unos iban con bota alta, otros con bota de campo, otros con zapatos, Mellado vio que eso no era una unidad orgánica. Se dio cuenta de que era un apaño, una tropa de aluvión. Y entonces pensó que ese tipo de agrupación circunstancial, momentánea y entusiasta, no iba a resistir si la situación se prolongaba. Porque claro, esa es otra característica de los militares, la obediencia tiene que ver con el encuadramiento, que es el que permite que la obediencia se convierta en un reflejo automático, mecánico. Se obedece porque es el cabo de mi pelotón, el sargento de mi sección, el capitán de mi compañía, por eso se dice aunque luego se tergiversa «a la orden mi capitán», porque es el mío, el mando natural que tengo ahí. Pero si eso no es así, si este es un tipo que se ha montado en el autobús como yo y le han dicho «tú ponte con estos» ¿cómo me voy a fiar de él? Hay que haber comido mucho rancho juntos, hay que haber hecho mucha instrucción juntos. Tienes que haber automatizado la obediencia, eso es el encuadramiento. Si falla eso empieza la fisura y empiezan a preguntarse a qué hemos venido, este capitán es un suplantador ¿comprendes? Y por ahí percibe Mellado la debilidad, si eso no es absolutamente fulminante se rompe, se cuartea y no resiste, que es lo que pasó.

Por cierto, a la media hora, se dijo que el que quisiera podría bajar al bar y ahí estaba Pilar Urbano, que no sabía quién era Tejero. ¿Quién es este, quién es este? preguntaba. Estábamos en lo que se llama la M-30 del Congreso, un pasillo donde se formó una cola de gente diversa, ujieres, estenotipistas, secretarias, periodistas y diputados. Todos pagaron sus consumiciones, pero al final los guardia civiles se llevaron la caja con la recaudación, además de, ahí está en el inventario, no sé cuántas cajas de whisky (risas).

Muchas veces ha escrito sobre las charlotadas que ocurrieron en la gestación y durante le golpe, especialmente las relacionadas con la gastronomía.

Hay una cronología gastronómica del golpe. Mira, al comandante Pardo Zancada le habían llamado un domingo para que fuera a Valencia sobre las diez o a las once, que le quería ver el general. No se dio mucha prisa, llegó a Mota del Palancar, en Cuenca, paró a repostar y no creas que se detuvo y siguió rápidamente. Paró y ya de paso se quedó a comerse un cordero tranquilamente. A mí eso me parecía que era contraindicado con las urgencias patrióticas.

Al llegar a Valencia pensó que era un poco pronto como para interrumpir el almuerzo de Miláns del Bosch. Dio un par de vueltas a la ciudad, volvió, aparcó y subió. Entonces el ayudante del general, Ibáñez Inglés, le dice que Miláns del Bosch todavía está comiendo. Así que esperó aún más y por fin entró a los cafés.

De ahí se fueron a un piso franco, que más bien era un zulo, que les había dejado un empresario para que no estuvieran muy vigilados. Al pobre Pardo Zancada le encomendaron todos los deberes que los demás no cumplían. Le dicen que a tomar el mando de la División acorazada va a ir el general Torres Rojas. Pregunta quién le ha avisado y se dan cuenta de que nadie lo ha hecho. Le llaman desde allí.

Ya es 23 de febrero, a las diez de la mañana, y Torres Rojas no ha aparecido. Pardo Zancada, inquieto, ansioso, llama a La Coruña y le dicen que el general no se puede poner porque está haciendo sus ejercicios gimnásticos. Habla con él a las doce y Torres Rojas dice que sí, que de acuerdo, pero que cómo va a salir de La Coruña, que no puede hacerlo sin pedir permiso al capitán general. O sea, que iban a dar un golpe de Estado y tenían que pedir permiso a la autoridad superior… grotesco.

Al final dice que va a ir en avión, de uniforme, y el otro sin tener por qué, porque no estaba en el guion, se va a Barajas a recogerlo. En el coche le van contando, llegan a la barrera de entrada en el acuartelamiento de la División Acorazada del Goloso y el brigada del cuerpo de guardia se acerca al coche, ve que va dentro el general Torres Rojas y dice: «¡Mi general! Cuánto le recordamos». Y él contesta en el mismo tono: «¡Qué me va usted a decir, que yo nunca he olvidado los pinchos morunos que nos daba en el bar de oficiales!»

Y más detalles. Tejero necesitaba dos autobuses que estaban en Fuenlabrada en una nave. Cuando envía unos conductores a que se los traigan, le dicen que vale, que van, pero que antes tienen que comer. Se conoce que en ayunas no se dan golpes de Estado. Hay otro momento fantástico también, cuando ya parece que está todo perdido, porque no se han sumado las capitanías generales, que se supone que se iban a sumar todas a la vez, y se ve que eso no va a durar mucho. Así que el aludido Pardo Zancada decide que tiene que salvar su honor y monta una compañía de la policía militar de la División Acorazada para dirigirse al Congreso. Pues estos también, antes de subirlos a los vehículos, pidieron que les dieran de cenar ¡y les tuvieron que dar de cenar!

Miguel Ángel Aguilar para Jot Down 4

Mucho se ha insistido en que el rey paró el golpe, se ha personalizado mucho en él cuando hubo una serie de militares que cumpliendo con su deber fueron más decisivos que el monarca. Sin embargo, a día de hoy están prácticamente en el anonimato. Por no hablar de los militares que no se sumaron a la sublevación del 36, que lo pagaron con la vida.

Recientemente he estado en Melilla visitando la comandancia militar y me han enseñado la galería de retratos de todos los que fueron comandantes militares de esta plaza. Yo me he ido directo al año 36, que me interesaba mucho (risas) y me he encontrado con el general Romerales, fusilado dos semanas después del 18 de julio y suplantado por el coronel que aparece ahí ocupando la comandancia a continuación. Pero me agradó ver que ahí estaba la foto de ese general al cual fusilaron con un consejo de guerra aplicando el código de justicia militar, el artículo que habla de rebelión militar, cuando el que no se había rebelado era él. Lo cual quiere decir que no hace falta cambiar el código, solo ver quién lo usa. Aquí, en el 36, sin necesidad de tocar una coma, los rebeldes fusilaron a los leales.

Es verdad que los militares leales a la democracia están en el olvido. Siempre se lo oí decir con gran énfasis a mi inolvidable amigo Arturo Soria y Espinosa: las primeras víctimas de la Guerra Civil fueron militares. Él tenía la lista completa, dieciocho o veinte, que murieron en el primer mes. Se negaron a seguir a los rebeldes y les pegaron un tiro en la cabeza. Este fue el esquema. De esto, sin embargo, no quedó memoria ninguna. Los militares han quedado todos como golpistas y no es verdad. Unos se jugaron la vida y la perdieron por cumplir honorablemente su compromiso, su palabra dada al nuevo régimen. Se dijo que el que quisiera podía jurar la Constitución y el que no, se quedaba en la reserva con todos los derechos pasivos, que se dedicaron a conspirar, pero bueno. Fue exactamente así, tremendo.

Y si volvemos al 81, eso fue también extraordinariamente verdad. Alguna gente decisiva en ese momento como fue el que entonces era teniente coronel Emilio Alonso Manglano, que mandaba el Estado Mayor de la Brigada Paracaidista, y al que yo había tratado desde la época del Diario Madrid, se ofreció directamente al rey, se puso a sus órdenes para lo que hiciera absolutamente falta. La suya era una unidad de intervención inmediata con unas capacidades que no tienen otras y con gente muy profesional y ese fue uno de los factores decisivos para que el golpe no fuera para delante.

Otro que tuvo un comportamiento absolutamente asombroso de lealtad y firmeza fue el general Quintana Lacaci, capitán general de Madrid, a quien luego asesinó ETA. Y otra serie de gente que son merecedores de un reconocimiento que nunca se les ha tributado, porque se la jugaron, fueron leales al pueblo español y no siguieron esa cosa tremenda de «todo quedará atado y bien atado bajo la guardia fiel de nuestro ejército», que es lo que Franco les prometió a la altura del año 61 en el cerro de Garabitas en la Casa de Campo, cuando ya se veía que estaba envejeciendo y los militares empezaron a preguntarse qué iba a ser de ellos después de Franco.

Ahí Franco erró el tiro, y que en eso fuera un error tuvo mucho que ver el rey, porque ese ejército luego no fue el de Franco. Mayoritariamente tuvo muchas dificultades, con muchos tropiezos, aquello no fue en absoluto fácil, pero al final prefirieron ser el ejército de España al ejército de Franco.

El Caudillo había conseguido una lealtad perruna de los militares y mientras fue apretándoles las tuercas. Terminada la guerra, los militares vivían en una situación de desahogo y privilegio, para empezar por el suministro o la sanidad millitar, que era muy superior a la civil que ni existía. Pero luego apareció la Seguridad Social, los hospitales públicos, y al final el sistema militar pasó a ser un inconveniente. Cuando Franco se puso enfermo en el 74 y en el 75 no le llevaron al Gómez Ulla. Y si el presidente de Estados Unidos se pone enfermo, le llevan al hospital militar de Washington, pues aquí no.

Luego también estuvieron muy mal pagados y se toleró el pluriempleo, estuvieron muy mal adiestrados porque no se modernizó el material, ni la dotación, ni nada. Entonces, ¿cómo se explica la lealtad absoluta que le profesaban? Por algo que Franco siempre utilizó, inocularles la historia del orgullo del ejército victorioso. Ellos pensaban: «Somos más pobres, estaremos peor pagados, pero somos los vencedores». Por eso fue tan delicado cuando Gutiérrez Mellado suspendió el desfile del Día de la Victoria, que pasó a ser el de las Fuerzas Armadas.

Miguel Ángel Aguilar para Jot Down 5

En cuanto a la transición en los medios, en uno de sus primeros libros, El vértigo de la prensa, se queja de que los periodistas que lucharon por las libertades durante el franquismo, al llegar la democracia se fueron al paro. Y los que defendieron el régimen de Franco desde los medios estatales fueron colocados como funcionarios del Estado en la reconversión de la Prensa del Movimiento. La democracia pagó los servicios prestados contra la democracia.

Sí, en España, cuando llega la democracia, no se pagaron más que los servicios prestados a la dictadura. Los que habían estado en los sindicatos verticales, en el Movimiento y su prensa y su radio no llegaron ahí como lo habían hecho los abogados del Estado o los técnicos de Información y Turismo, que habían hecho sus oposiciones, pasado por un tribunal y ganado una plaza, aunque tuvieran que presentar su certificado de adhesión al Movimiento, que naturalmente la gente se lo tomaba un poco a broma. Los de los sindicatos verticales y el Movimiento llegaban directos de los campamentos del Frente de Juventudes, unos niños vestidos de idiota mandados por un idiota vestido de niño.

Pero todo esto fue una anestesia. En la democracia no se intervino a pelo. Una de las inyecciones para que la gente se dejara llevar fue este asunto. Hacer pasar a todas estas personas a la categoría de funcionarios, algo que imprime carácter, pues es hasta que la muerte nos separe.

En el caso concreto de los periodistas, la prensa y radio del Movimiento se transformó en los Medios de Comunicación Social del Estado, pero duró muy poco. Cuando llegaron los socialistas se procedió a desarticular todo ese tinglado. Entonces se les dio la oportunidad de que se quedaran con los medios y que construyeran cooperativas. Y la otra opción era pasar a adquirir esa nueva condición de funcionarios, que es por la que optaron el 90%. Creo que solo hubo un periódico, el Sur de Málaga, que se lo quedaron. Todos los demás entraron en tropel y pasaron a las aguas jurisdiccionales del Ministerio de Cultura que los iba asignando como jefes de prensa con unos destinos más suculentos que otros. Al final lo que hicieron fue trabajar donde les daba la gana y recibir esos emolumentos por trabajos que no hacían, porque ninguno de estos ocupó su puesto en el Museo del Prado o donde fuera, sino que fue a cobrar y se acabó.

Cuando se cierra el Diario Madrid, del que usted había sido director, y se vuela su sede, dice que notó muy poca solidaridad entre los colegas de profesión.

El cierre del Diario Madrid tuvo efectos ejemplarizantes. La plantilla se convirtió en una especie de lista negra y los demás medios pensaban que dar empleo a esa gente era provocar al régimen.

En la otra cara de la moneda, seguimos con personajes poco recordados. ¿Puede hablarnos de la figura de José Antonio Novais y de su importancia periodística durante el franquismo?

José Antonio Novais y tres o cuatro corresponsales extranjeros más fueron decisivos en la época del último franquismo, el que yo viví de forma más implicada. En los sesenta era clave. Era el corresponsal de Le Monde, un periódico que tenía en España una influencia colosal. Lo leía la gente con alguna vibración democrática y Le Monde se ocupaba de los asuntos de España con su corresponsal, que era él. Tenía muy buenas fuentes de información y todas las fuerzas de la oposición sabían que contarle las cosas a Novais era tener la posibilidad de que aparecieran. Y salir en Le Monde era adquirir una cierta inmunidad.

Ser «no torturable».

Efectivamente (risas). Novais daba voz a los que no teníamos voz. Eso irritaba no sabes cuánto al régimen y servía para que Le Monde estuviera prohibido en España cada dos por tres por el liberalísimo Fraga, que también daba órdenes de atacarle. El diario aquel infame, El Español, que dirigía Juan Aparicio, le dedicaba números monográficos llamándolo borracho e intentándolo zaherir de cualquier manera. Novais era un hombre débil, enclenque por así decirlo, no había hecho eso que decía Arturo Soria de «se ve que usted tiene una ventaja, ha podido hacer paralelas en los cuernos de su padre». Novais no las había hecho, era un tipo más bien flaco, enjuto, de poca estatura, normal. Pero tenía un enorme valor moral. ¿Tomaba alguna copa? Pues seguramente. Pero completamente sobrio hay cosas que no se pueden escribir. Lo mismo que existía en la guerra el coñac «saltaparapetos». Para comprometerse como él se comprometía a favor de las libertades igual tenía que tomarse una copa o dos o las que fueran. Pero era un tipo de primerísima calidad moral.

En el Diario Madrid cuando no podíamos publicar algo se lo dábamos a la prensa extranjera, que era la manera de sacar la cabeza por algún lado. Lo publicaba Novais y luego nosotros hacíamos una nota «ha publicado Le Monde». Como se dice en fútbol, hacíamos paredes.

Casi podemos afirmar que Novais volvió progresista a Tarancón, aunque fuera a lo «general de la Rovere».

Cuando cerraron el Diario Madrid fuimos a ver a todas las personalidades que pudimos. A Martín Villa, por ejemplo, le explicamos la situación y Miguel Ángel Gozalo le dijo: ¡cuatrocientas familias en paro si se cierra el periódico! Y contestó: «Vamos a ver, cuatrocientas familias en paro se quedan todos los días, si os he recibido no es porque seáis cuatrocientas familias, sino porque es el cierre de un periódico». (risas) Y tengo otra de él. Martín Villa nos convocó a cenar a un acto de los sindicatos verticales para ambientar una nueva ley. Ahí se habló de una posible amnistía a los sindicalistas de verdad, perseguidos por una ley de 1942. Entonces me tocó hablar a mí, expresé mi preocupación por el asunto y dije inconscientemente: «Quiero tranquilizar a todos, porque la primera medida del postfranquismo será una generosa, completa y total amnistía para todos los franquistas», momento en el que un procurador sindical, Francisco Abella Martín, y un editorialista del ABC se levantaron directamente para sacudirme. Fui protegido por Josep Melià y Pedro Calvo Hernando, que le echó mucho valor. Al final todo se calmó y dijo Martín Villa: «Bueno, es que es muy duro invitaros a cenar para que nos perdonéis la vida».

Me he desviado. Con lo del Diario Madrid también fuimos a ver al entonces príncipe Juan Carlos, en la Zarzuela. Y, efectivamente, un día fuimos a ver a Tarancón, queríamos sacarle una declaración a favor de los redactores y trabajadores del Madrid. Pero a él, muy cauto, no había manera de sacarle nada. Uno de los del comité le decía: «señor Cardenal, como dijo Shakespeare, no solo de pan vive el hombre» (risas) Y nada. Eso era una cosa… Al final, yo dije: «la Iglesia no puede ser neutral entre el abuso y la justicia». Y pareció que hizo un gesto de asentimiento. Pareció. Pero no dijo palabra. Entonces nos fuimos a casa de Novais a hacer una información sobre este encuentro y él inmediatamente convirtió en titular lo del abuso y la justicia. Le dije: «José Antonio, creo que te has pasado, si es que no ha dicho nada, nos ha dado como la impresión de que asentía». Y Novais: «oye, no te equivoques ¡le estás haciendo un grandísimo favor al cardenal!» Y así salió en Le Monde y en todas partes.

Eso también pasó con algunos generales. Recuerdo uno que fue nombrado jefe del Estado Mayor del Ejército, que era canario. Uno me dijo que tenía unos parientes abogados de cierto talante liberal. Y eso terminó escrito: «enraizado en una familia liberal». Y acabó siendo liberal de verdad, por eso de que la naturaleza copia al arte (risas).

Miguel Ángel Aguilar para Jot Down 6

¿Cómo era el periodismo afín al franquismo?

Eran matones, tenían la confianza del régimen y la empleaban en todas las direcciones. Y como los gánsteres que discuten por el reparto del botín, si oían la sirena de la policía huían todos juntos. Es decir, cuando las cosas se ponían mal, cerraban filas.

Para que te hagas una idea, recuerdo el estado de excepción del 69, cuando el asesinato de nuestro amigo Enrique Ruano, se suprimieron varios artículos del Fuero de los españoles. El derecho a residir libremente en el territorio nacional y volvió la censura. Entonces, lo que ocurría en casos de este tipo es que inmediatamente había una lluvia de telegramas de adhesión al jefe del Estado. El alcalde de Tomelloso, el alcalde de Barcelona, la diputación de Orense, la Academia de Jurisprudencia… una competición a ver quién mandaba antes un telegrama más laudatorio a Franco. En la Asociación de la Prensa también se hacían estas vilezas y ese día la junta decidió mandar uno. Pero algunos nos levantamos y dijimos: «Nos parece muy bien adherirnos al jefe del Estado, pero hombre, por qué no se busca otra ocasión, esperemos al 1 de octubre, que es la fiesta de la exaltación al Caudillo, porque, hombre, ahora que se suprime la libertad de expresión, que la Asociación de la Prensa se adhiera en este momento…». Es que adherirse a la esclavitud, coño, es muy duro.

Se cuenta también que en esos momentos de euforia después de la guerra, en la redacción del Arriba, que se instaló en la que había sido la sede del diario El Sol, Ismael Herraiz, uno de estos esforzados falangistas, en lugar de levantarse a apagar la luz sacaba la pistola y se cargaba la bombilla. Como una gracieta. Ese era el ambiente.

Y este, cuando tenía polémicas con Emilio Romero, que fue director del Diario Pueblo, le recordaba siempre su pasado, enseñaba las copias de una sentencia que le condenaba por haber robado nada menos que las mantas de un hospital de tuberculosos. Lo mejor es que, encima, Romero luego ha figurado como maestro de periodistas. Un tío que, además, enfangó el periodismo. Porque hasta en este contexto había pequeñas hipocresías que no estaban mal. Por ejemplo, cuando el director de ABC, Juan Ignacio Luca de Tena, decidió ser autor teatral, con esos espectáculos como Dónde vas Alfonso XIII, el ABC no publicaba la crítica de esa obra y días después reproducía la de algún otro periódico. Siguiendo ese mismo modelo, Emilio Romero también quiso ser autor teatral, y se tiraba un mes entrevistando a las actrices, los artistas, calentando el estreno, luego daba un cuadernillo de Pueblo con todo sobre la representación y, además, como algún crítico hubiera puesto una objeción a la obra de Emilio Romero, lo perseguía hasta el catre. Es lo que le pasó a Enrique Llove, el crítico del ABC, que le organizó una… Esa utilización del periódico al servicio de su propio ego es una cosa tan repugnante e indigna para el periodismo que queremos…

Otra vez, recuerdo que en una asamblea de la Asociación de la Prensa pedí las cuentas. Las pedía siempre, pero nunca me las daban. Una y otra vez. Hasta que ese día uno de la Asociación de Prensa de Málaga se sacó un pistolón, lo puso encima de la mesa y dijo: «¡Con esta salen las cuentas!». Y se acabó el carbón. Tenían el sentimiento de ser los propietarios y al que no le gustase, que se exiliara.

Esas cuentas, cuando por fin se consiguieron, se propuso entregárselas a la policía para que tuviera documentación sobre cómo se realiza una estafa

Lo que ocurrió es que al principio de los tiempos del régimen, una manera de ganar voluntades era el carné de prensa, que se entregaba a quien les salía de las narices. Luego se fue modulando con la Escuela de Periodismo, pero al principio se regalaba el carné a cualquiera, que a continuación era de una lealtad inquebrantable. Pero luego esas lealtades, del correaje y tal, fueron declinando, iban aflojándose, y la otra forma de comprar a los periodistas pasó a ser la de los pisos. Podrían haberse construido para el necesitado, pero este no podía comprarlos, y los que no los necesitaban se llevaron hasta tres a precios irrisorios, los cuales luego fueron liquidados a precio de mercado y se llevaron la pasta. No podían hacerlo en treinta años desde la adquisición, pero nadie lo cumplió y a nadie se le pidió responsabilidades por el incumplimiento. Se hizo a unos cientos de periodistas millonarios y, por supuesto, leales, y el resto, la institución como tal, quedó arruinada.

Lo de entregarle las cuentas a la policía se lo propuse a Luis María Anson ya después de Franco. Yo le decía: no tenemos más remedio que denunciar a Lucio Del Álamo. Y Anson: «¡Hombre! ¡cómo voy yo a denunciar a un predecesor mío!». Pues mientras tanto, que el cuadro de Lucio del Álamo esté colgado del revés, para que haya algún tipo de sanción a este estafador, repliqué. Y tampoco. No quedaba otra que coger todo el expediente de Lucio y llevarlo a la policía para que al menos pudiera servir como en las escuelas de negocio. Cuando llegasen en el temario a estudiar una estafa, pues que tuvieran un caso real.

En el aludido libro, que es de 1982, subraya usted una cita de un joven Pedro J. Ramírez que defiende la idea opuesta a la cláusula de conciencia recogida en la Constitución. Decía que también debería haber derecho a que si un periodista cambiaba de ideas, el medio pudiera echarle sin indemnización.

Eso lo escribió en 1980 en el que para mí es un libro de culto, Prensa y libertad. Con la cláusula de conciencia el periodista tenía derecho a reclamar una indemnización si el medio cambiaba de línea editorial, en plan: oiga, ustedes se han hecho Legionarios de Cristo, a mí no me interesa seguir, denme mi pasta que me voy. Eso dice la Constitución. Está tomado del precedente francés, es una garantía. Entonces llega ese gran liberal que es Pedro J. y se pregunta qué ocurre si pasa al revés, si cambia de forma de pensar el periodista y pide que ahí se debería poder despedir sin indemnización. Muy bien. O sea que cada mañana el periodista pasa por un aro detector de ideologías y comportamientos y le miran si ha dejado de llevar el escapulario para poderle despedir. Es increíble.

¿Qué opina del despido de Pedro J. Ramírez?

No se debe hablar mal de la gente y a mí me cuesta no hacerlo, pero además él vino a Diario 16 después de mí. Hay unos versos de Agustín García Calvo que a mí me han aliviado en muchas situaciones. Los pronunció Carmen Martín Gaite en un homenaje que me hicieron cuando me despidieron. «Enorgullécete de tu fracaso; que sugiere lo limpio de la empresa; luz que medra en la noche, más espesa; hace la sombra, y más durable acaso». Aunque no creo que el Diario 16 que yo dirigí fuera un fracaso, era un periódico sin medio alguno, estaba permanentemente amenazado de ser comprado cada mañana. Entrené a mucha gente, muy buenos periodistas, y en cuanto los tenía entrenados se iban por mil duros más a El País o donde fuera. Porque eso era el reino de la precariedad. Pero el periódico no hizo vilezas. Resulta que ahora el que ha combatido es nuestro amigo Jota Pedro, pero yo he tenido diez o doce consejos de guerra, no me suena que él haya tenido ninguno. A ese homenaje, por cierto, acudió Pedro J. Él era muy buen táctico, no me sustituyó inmediatamente, hubo unos meses en los que estuvo de director Justino Sinova, suficientes para limpiar el asiento de sangre.

Sobre su trayectoria, en la vida de un periodista hay muchos episodios distintos. A mí me parece que ha habido momentos tremendos. Ni siquiera bajo esta anestesia del corporativismo debo eludir, por ejemplo, que durante años ha exhibido como un éxito periodístico aquella deleznable entrevista a la cúpula encapuchada de ETA. Y también me pareció siempre deleznable que él fuera un favorecedor de la guerra sucia. Hace poco le preguntaron por el editorial y dijo que ese día él no estaba. En fin. Entonces había que alentar al Gobierno, decir: «Aquí lo que pasa es que no tienen cojones…». Y luego se convirtió en el gran revelador de la guerra sucia que él había alentado. En fin, como este tipo cosas hay otras muchas que me parecen de ínfima calidad, pero bueno, el éxito todo lo disuelve y todo lo reabsorbe y su éxito ha sido muy grande.

Miguel Ángel Aguilar para Jot Down 7

Vamos a la actualidad. El año pasado a usted le censuraron un artículo en El País donde explicaba los emolumentos del presidente del Gobierno como registrador de la propiedad.

Pasó que me llamaron una noche y me dijeron que no iban a publicar la columna. ¿Por qué? Porque son cosas en parte ya publicadas y en parte son rumores. Eso me dijeron. De esto de los registradores he escrito bastante, con muy poco éxito, pero mucho. Mi capacidad de contagiar este tema ha sido nula, ahora empieza un poquito desde hace unos meses, pero les contesté: «Rumores ninguno, detrás de cada afirmación de este artículo hay una hoja del Boletín Oficial del Estado». «Bueno, pero no lo vamos a publicar». Y ahí se quedó, eso fue todo. No apareció la columna pero a quien fuere se le olvidó que estaba en la edición digital. Llamé para dar las gracias diciendo que al menos habían salvado la columna, el que cogió el teléfono no me dijo nada, y a los diez minutos la habían quitado también de internet. Ante esto puedes hacer varias cosas. Una es sentirte presa de la indignación, pero yo pensé que, de todas maneras, uno de los poquísimos sitios en los que se puede estar es El País, y que el balance de todos los años que llevo allí no iban a quedar empañados por este incidente puntual. Llevo escribiendo aquí desde el año 84.

¿Por qué El País protege la reputación de Rajoy de una información contrastada con el BOE?

Eso ya sí que no te lo sé decir. Creo que en todo este tema, que lo sigo todavía, lo que no se puede ser es obsesivo. Y reconozco que a veces tengo cierta tendencia a serlo (risas). El asunto del Registro y de Rajoy es impresentable. Es decir, no hay manera de compatibilizarlo. ¿Cómo puede el presidente del Gobierno seguir teniendo una plaza de registrador a su nombre sin haber ido desde hace veinte años? Es una cosa que no cabe en cabeza humana. Como no cabe en cabeza humana que tenga la plaza asignada un interino, que es colindante, que es el amiguito del alma, y que se lleva por ese interinazgo el cincuenta por ciento de la recaudación.

Es que todo el tema del cuerpo de registradores es alucinante. Para mi sorpresa, para mi desánimo, cuando empecé a escribir sobre esto pensé que los lebreles del periodismo se iban a poner con este asunto y lo iban a llevar hasta el final. Pero oye, ningún contagio. He estado siguiendo en solitario esto desde 2007, desde que en el programa de televisión aquel de Tengo una pregunta para usted una pensionista le preguntó balbuciente a Rajoy cuánto ganaba y este, más balbuciente aún, se embarulló y dijo: «menos que usted».

Publiqué una columna en El País llamada «Los dineros de Rajoy» y en esos siete años he escrito con frecuencia de esto, además ha habido pretextos nuevos gracias a las acciones del Benemérito Colegio Nacional de Registradores. Se han querido quedar con el Registro Civil… han hecho infinitas cosas. Yo he vuelto a la carga y… silencio en las filas. Es una de las cosas que pasa en el periodismo, cuando das en un tema absolutamente capital, se produce un silencio total. No entendí cómo un asunto que ponía en una situación tan delicada y vulnerable al que entonces era candidato a presidente del Gobierno nunca fuera utilizado por el Partido Socialista. Claro, luego se entiende mejor. Lo mismo que se dice que la policía no es tonta, los registradores tampoco. Y tenían en el gobierno de Zapatero a Beatriz Corredor, registradora de la propiedad.

También recuerdo a un alto funcionario que estaba en el Ministerio de Justicia, que tenía que ver con esto de los registradores, y le iba a abrir un expediente a Mariano Rajoy. Este hombre fue llamado a capítulo por sus superiores del Partido Socialista y le dijeron: «A Rajoy ni tocarlo, que es nuestra mejor opción para que sea candidato». Cosas que pasan. Pero el asunto sigue ahí abierto (risas), cualquiera lo puede coger. También he escrito sobre el intento de hacer del Registro Civil un negocio privado de los registradores.

La figura de los registradores es un híbrido rarísimo inexistente en ningún otro país del mundo, son entre funcionarios y profesionales liberales porque tienen una clientela absolutamente cautiva, tú no puedes ir a cualquier registrador cuando quieres registrar tu finca o tu piso, tienes que ir al que te corresponde, como tampoco puedes elegir a los jueces. Uno se hace registrador y a dormir la siesta, no tiene que salir a la calle a buscar clientes. Esto viene de atrás, es un asunto largo, tiene que ver con la Ley Hipotecaria y se ha convertido en un escándalo insostenible.

¿Qué opina del nuevo director de El País? Se le ha acusado de llegar para «derechizar» más el periódico.

¿Por qué? Esto no lo he entendido. Con Antonio Caño tuve un par de conversaciones largas en Washington recientemente, antes no habíamos coincidido mucho, y lo que me ha parecido —este es mi punto de vista es que como se ha producido el relevo en La Vanguardia, que se ha explicado en términos inducidos por el Gobierno e incluso el rey, y luego ha venido Pedro Jota, también explicado en términos de venganza fría y lenta pero implacable de Rajoy, pues ahora se produce el tercero y la inercia quiere que se explique en los mismos términos. El tiempo dirá dónde están las cosas, pero yo no veo ningún rasgo en el nuevo director de mayor docilidad al Gobierno, de menor actividad en defensa de la independencia periodística. A mí me parece que Antonio Caño tiene una trayectoria periodística más cuajada, solvente y probada que el anterior director cuya llegada me pareció más improvisada. Casi más caprichosa, por parte de Juan Luís Cebrián, que es el dios del Olimpo.

El éxito produce enconos, venganzas y malestares. El éxito de El País fue fulgurante, impresionante, pero el encono contra el periódico ha sido todavía mayor. Es desproporcionado, incluso respecto del grandísimo éxito que ha tenido. Propondría esto como tesis doctoral en la Facultad de Ciencias de la Información.

Para concluir. La última manifestación generacional de carácter político de relevancia ha sido el 15-M. Usted estuvo en las asambleas de la Puerta del Sol buscando actas de las aquellos encuentros, no logró encontrar nada.

Aquello se burocratizó, recuerdo. Había un plano, creo que aún lo tengo, donde ponía dónde estaba cada uno de los stands. Pasé todas las tardes por la Puerta del Sol porque me pilla aquí al lado. Iba buscando las actas y, como si estuviera en una oficina del ayuntamiento, me mandaban de un sitio a otro, como de ventanilla a ventanilla. Recorrí todo aquello penosamente y al final, pues no había actas. Yo veía que había reuniones, con sus gestos y sus discursos, y quería saber a qué acuerdos habían llegado en cada asamblea, pero nada. Allí me dijeron que estarían en internet, pero tampoco di con ellos.

Luego con los de Rodea el Congreso se me ocurrió decirles que fueran a protestar a donde Esperanza Aguirre, o al Ministerio del Interior, a la Moncloa, pero ¿al Congreso, que es la representación de los españoles? ¿Si nos cargamos el Parlamento después qué queda? ¿Los cuarteles? Mira, ahí no hay dietas. Pues se encabronaron, vinieron a por mí, pero no descompusimos la figura ni echamos a correr. Aguantamos de forma muy torera.

Creo que, volviendo al 15-M, me parece que estaba lleno de buena intención, pero era en gran parte un plató. La presencia de los medios de comunicación alteran los acontecimientos, sobre todo si es una presencia masiva. No se quería de ninguna manera que nadie se erigiera, se apropiara de un liderazgo o adquiriera un perfil. Eso está muy bien, pero es la disolución. Porque al final hace falta algo, un papel, alguien que lo presente, unos que den la cara. Si se quiere prescindir de todo eso lo normal es que el movimiento se diluya.

Y yo no soy partidario de asaltar el Congreso, me parece disparatado. Los de las mareas lo han hecho mucho mejor. Se han fijado un objetivo y lo han logrado. En términos militares hay una enseñanza que es una gran verdad: ninguna victoria puede ser alcanzada si no está bien definida. Eso lo dice Clausewitz. Es que si no la explotación del éxito se ha convertido infinidad de veces en una grandísima derrota. El éxito no es ilimitado. ¿Usted quiere que no se privatice el hospital de Torrelavega? Pues vamos a aguantar ahí. Pero si empiezas por la Sanidad en Europa vamos mal, porque no vamos a llegar y mientras tanto nos quitan de en medio.

Todas estas manifestaciones son muy relevantes y dan cuenta de un compromiso cívico de extraordinario valor, pero el anonimato es una categoría que tiene muchas limitaciones. Puede parecer que iguala, pero no es verdad. El anonimato que impregna todo este mundo digital tiene consecuencias absolutamente desastrosas. Por ahí no se progresa. Hay que poner cara a la protesta, tiene que haber líderes. ¿Que se van a quemar? Pues se sustituyen. Pensar que ahora vamos a inventar el telar sin lanzadera, pues no.

Miguel Ángel Aguilar para Jot Down 8

Fotografía: Guadalupe de la Vallina

Alberto Garzón: «Izquierda Unida tradicionalmente tiene dificultades para llegar a las clases populares»

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Apareció en escenario político nacional tras el 15M, pero lo hizo a través de un partido de los de la «vieja política» que el movimiento denunciaba; partido del que formaba parte, la verdad sea dicha, antes de las protestas. Alberto Garzón (Logroño, 1985) forma parte de una nueva generación de políticos que propone cambios integrales en la economía y en la estructura del Estado y la Unión Europea.

Háblame de tu experiencia en lo que llamamos la «vida real», es decir, fuera de la representación política remunerada.

Me he criado en Rincón de la Victoria, un pueblo de Málaga muy vinculado a la construcción. Es como la Marbella del este. Allí la burbuja inmobiliaria tuvo unos efectos extraordinarios. De hecho, de mi colegio público, el único varón que llegó a la universidad fui yo. Mis compañeros prefirieron hacer módulos porque el que no era albañil, era el que ponía los aires acondicionados en las urbanizaciones o el que ponía el pladur. Ahora todos, absolutamente todos, están en paro. Son gente sin cualificación con el perfil típico de esa zona.

Fui a la facultad en Málaga, Economía y Administración de Empresas. Cuando terminé hice un doctorado en Madrid, en la Complutense, Economía Internacional y Desarrollo, para el que me vine a vivir a Leganés y Alcorcón, a compartir piso de la forma más barata. Había estado trabajando en la universidad de becario y viví con el dinero que tenía ahorrado y con lo que me ayudaban mis padres, que tampoco era mucho, aunque no tuve que pedir préstamos para financiarme el posgrado como otros compañeros. Después me puse a trabajar en el ICEX con un salario normal, bastante aceptable, al menos para 2009. Eran ochocientos euros. Aunque era un trabajo por obra en una institución bastante reputada y que tenía dinero.

Después volví a Málaga, me quedé en paro, no había trabajo de lo mío y miré becas en el extranjero. Llegó la oportunidad de trabajar en un proyecto de investigación en la Pablo de Olavide, con un salario prorrateado, porque había mucho trámite burocrático y me contrataron de seis meses en seis meses. Vivía en Sevilla solo por primera vez en un piso de seiscientos euros al mes. Allí me pilló el 15M, empecé a destacar de cara a los medios, salí en el 59 segundos sobre jóvenes y nueva política y, paradójicamente, fue con ese vídeo con el que me conocieron gran parte de mis compañeros de IU. Yo me había movilizado en asociaciones estudiantiles, de hecho fundé una, estaba en ATTAC y con grupos ecologistas; tenía mi carné de IU pero nunca había tenido un cargo, solo me ponían de número 7 en las listas como apoyo a la candidatura. Tras el vídeo, que se convirtió en viral en internet, me propusieron ser candidato.

No me habían renovado la beca, así que toda la campaña la hice viviendo en casa de mis padres. Salí elegido diputado y volví a Madrid a compartir piso en Chamberí. Ahora estoy en la Latina compartiendo con mi novia y con mi hermano.

Has declarado que no te quedas con todo tu sueldo de diputado nacional. ¿Cómo lo repartes?

A Izquierda Unida le damos un 15% por motivos éticos y para su mantenimiento. Mi sueldo neto es de cuatro mil quinietntos euros, varía si tienes una comisión o una portavocía. A partir de ahí hago donaciones a cooperativas u organizaciones como las Juventudes Comunistas hasta, normalmente, quedarme con dos mil euros para mí. Es la referencia que tengo porque es lo que cobra mi padre como profesor de instituto.

Dices que tu vocación principal es la docencia. ¿Te has puesto fecha para regresar?

Tengo mi tesis en proceso, en proceso paralizado. Esa tesis es lo que me apasiona. Me gusta mucho aprender y estudiar para enseñar, para formar a la gente. No me gustan las torres de marfil. Pero para volver no me he puesto ninguna fecha. Los procesos políticos no funcionan de forma mecánica. Lo que sí que tengo muy claro es que no tendría ningún problema en abandonar la política institucional. Me gustaría volver a optar por estudiar fuera, quería irme a Londres, a hacer un máster que no cursé porque salí candidato. Hacer como todos mis amigos, que se han ido de España a estudiar o ampliar estudios. Nada me ata, aunque creo que lo estamos haciendo bien, la gente cuando vamos a los actos nos lo agradece, mientras esto sea así, bien. Si cambia, si las cosas son distintas, vuelvo a lo de antes.

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Manifestaste recientemente que «hay circunstancias que invitan a pensar que el rey ha podido participar en algún delito». ¿Puedes explicar cuáles?

Este tema hay que entenderlo dentro de la gran opacidad de la que goza frente al pueblo español. Dado que la Constitución le otorga al rey carácter de inviolabilidad, sus asuntos se tramitan de forma opaca, se supone que todos son personales y ningún representante público puede tener información. Dije eso porque recientemente hizo una serie de viajes muy seguidos al Golfo Pérsico en los que fue acompañado por ministros y por responsables de empresas multinacionales españolas.

Lo normal en un caso así es que un diputado pueda preguntar al Gobierno cuánto ha costado y con quién viajaba, para saber si el Gobierno y la Casa Real están actuando como intermediarios de dos agentes que no son el pueblo español, como son una empresa privada española frente a un gobierno extranjero. Porque si estás pagando viajes de negocios que no son de los españoles sino de las grandes empresas españolas, estás poniendo la cama. No hay que confundir los intereses del pueblo español con los de las grandes empresas españolas. Pero bueno, este es otro debate. El caso es que cualquier diputado puede exigir conocer los detalles del viaje y no hemos podido obtener información. Nos rechazan todas las preguntas aludiendo a ese carácter de confidencialidad.

Esto por un lado. Por otro, no es primer viaje que hace el rey. Lleva toda su vida gestionando sus negocios privados. Hoy le decía a los grandes empresarios «siempre estaré ahí con vosotros». La CEOE ha apoyado su decisión de abdicar, a Felipe VI y a la Casa Real. Hay unas entrevistas y un reportaje muy interesantes en Interviú sobre las comisiones que se llevaba Corinna del 3% por hacer intermediación. Esto también lo preguntamos y nos negaron la posibilidad de una respuesta. Porque el pacto de silencio sobre la Casa Real que ha existido hasta hace muy poco todavía, en cierta medida, sigue estando ahí dada la circunstancia excepcional de la Casa Real dentro de la norma jurídica española.

Por todo esto creo que, como mínimo, la sospecha debe mantenerse ante la Casa Real. Precisamente, preguntamos por las vinculaciones de Juan Carlos con Arturo Fasana, contable suizo de la Gürtel. Tuvimos algunas filtraciones, preguntamos al Gobierno si había alguna relación entre la Casa Real y esta persona y, naturalmente, se nos negó. Luego recibimos otra filtración, preguntamos si el rey conocía a una serie de empresas y nos dijeron que no respondían a cuestiones de clase privada. Pero un medio, InfoLibre, cogió el testigo, investigó por su cuenta y encontró que las cuentas de esas empresas estaban asociadas a Repsol YPF en América Latina y a una persona muy vinculada al Partido Popular que es Ramón Blanco Balín, número dos de Repsol.

A través de las preguntas al Gobierno y de que los periodistas hicieran su labor, intentamos sacar algo de información a partir de lo de Corinna, que podría recibir sus comisiones empleando al CNI, que según Interviu generaba pasaportes falsos para poder encubrir este proceso comercial. Es todo como de novela negra, pero nosotros como diputados exigimos esa información y no recibimos nada por el carácter inviolable del rey. Y en esas estábamos hasta que ha abdicado.

Explicas en tu libro que la III República que deseas se asienta sobre dos principios, «una democracia procedimental de tipo republicano y una democracia sustantiva de tipo socialista». ¿Por qué no una república para todos en la que puedan sentirse identificados quienes piensen que se puede satisfacer las necesidades de la población por otras vías que no son el socialismo?

Las etiquetas conceptuales como pueden ser izquierda, república o socialismo son conceptos que no son simples palabras, sino que tienen un carácter simbólico e ideológico peyorativo o positivo según quién sea el receptor. No soy muy dogmático a la hora de usar las palabras, pero creo que es importante recuperar los conceptos originales y que no nos roben el lenguaje. Porque socialismo y república significan dos cosas muy diferentes de lo que nos han hecho creer. República en el imaginario español es un concepto asociado en el devenir histórico de este país a la II República, a la quema de conventos y a una serie de elementos que han sido propugnados por una visión y un sector muy particular de esta sociedad. Lo mimo ocurre con la bandera, la tricolor está asociada a periodos que terminan en guerra civil, cuando podría estar asociada a la primera bandera que entró en París para liberarla de los nazis. De hecho, en Francia la ven como algo democrático y en la España de hoy es distinto. Hay que recuperar los conceptos originales, no nos pueden robar las palabras porque si no estamos perdidos.

Además, yo no hablo de república solo en términos de cómo se elige al jefe del Estado, si por herencia de cuna como es la monarquía o por un proceso democrático de elección. Planteo que la república no es solo una formulación de reglas, es participación, es no solo votar cada cuatro años. Esa es la esencia del republicanismo. Y cuando hablamos de socialismo en términos sustantivos, hablamos de la tradición, de la herencia del republicanismo. Todos los autores clásicos socialistas tienen un hilo con Robespierre y los liberales republicanos que venían reclamando participación política. El primer socialismo es claramente republicano, pero con el concepto de modernidad.

Es comprender la democracia como la garantía de tener acceso a la vivienda y los servicios que te permitan tener libertad en el sentido positivo. Es un debate filosófico. Puede chocar en un principio, no lo pongo en duda, pero creo que es un elemento necesario para combatir en el plano ideológico y recuperar nuestras palabras. El término socialismo parece muy restringido, república lo es menos, pero todos son espacios que tenemos que ir recuperando y dotando de contenido porque si no son ellos, los de la parte hostil a nuestras ideas, quienes van a determinar el significado de nuestras propias palabras. Y si es el enemigo o el adversario quien define las reglas del juego y quien determina el movimiento de las piezas estamos perdidos.

Pero para traer una república habrá que sumar partidarios de toda clase y condición, y esta estrategia como punto de partida no me parece la más apropiada.

Mi libro es un elemento de pedagogía política, no es un libro para leer en el autobús cuando uno tiene cinco minutos. Es un libro de analizar, yo he aprendido mucho elaborándolo. Pero su objetivo es luchar en esa batalla ideológica. En ese sentido, las peleas sobre el significado de los conceptos creo que son muy necesarias. El socialismo se enfrentó a los liberales para conseguir la democracia tal y como la conocemos ahora. El socialismo es la fuente del estado de bienestar, de la sanidad pública, de la educación pública. La mayor parte de las conquistas sociales hoy en día tienen origen en el socialismo. Al quitarle el «ismo» y decir que son conquistas sociales se está faltando a la verdad. Son conquistas socialistas, del movimiento socialista, del movimiento obrero. Creo que hay que dotar de rigor a la palabra y analizarlo desde este punto de vista. El socialismo es la fuente de la democracia. Y, por supuesto, determinados proyectos que se llamaron a sí mismos socialistas para mí no lo son porque no eran democráticos.

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Dices que el objetivo de la república que quieres es que «los ciudadanos tengan acceso a una vivienda, a un trabajo y sus necesidades básicas satisfechas». En el preámbulo de la Constitución española del 78 dice cosas como que pretende «promover el progreso de la cultura y de la economía para asegurar a todos una digna calidad de vida» o «garantizar la convivencia conforme a un orden económico y social justo».

En ciencia política se distingue entre lo que es una constitución material y una formal. La formal es la que citas, la material es la realidad concreta que uno ve. Nuestra constitución tiene artículos que, sin el envoltorio, dirías que son socialismo. Hice la prueba, de hecho, con el artículo 128. Dice que toda la riqueza del país está subordinada al interés general. Esto es un artículo socialista. Te lo pongo encima de la mesa y dices que es el programa de Izquierda Unida. Pues lo puse en Twitter y la gente me dijo que me estaba excediendo, que ya me estaba pasando, incluida gente del PP y un controlador aéreo famoso por su rebeldía frente al Gobierno de Zapatero. Me llamaron comunista. Y era el artículo 128 de la Constitución española de 1978.

Lo que pasa es que la Constitución se ha hecho de ultraizquierda porque la sociedad se ha ido derechizando. Tuve un profesor que me dijo un día: «Alberto, yo hace treinta años era de centro, había gente a la derecha y a la izquierda; ahora soy de extrema izquierda y no me he movido». Pues eso le ha pasado a la Constitución. Se ha ido echando hacia la izquierda porque la sociedad ha ido interiorizando determinadas ideas que dan una concepción del mundo muy de derechas.

Nuestra constitución tiene el artículo 47 del derecho a la vivienda que ni se cumple, ni se ponen herramientas para hacerlo. Y el artículo 128 que comento es el más llamativo. Si uno va a la sinopsis de la página web del Congreso podrá encontrar una explicación de por qué no se cumple, porque la normativa jurídica supraestatal, la europea, se impone a la hora de las privatizaciones y las nacionalizaciones.

También en el estatuto de Andalucía y en la propia Constitución se establece que hay que avanzar hacia el cooperativismo y la propiedad colectiva de los medios de producción. Lo dice así. Eso también es socialismo. Son artículos reflejo de la lucha de clases de aquel momento, de 1978. De una izquierda que no rompe con la dictadura, pero que es muy combativa, que imprime su carácter también en la Constitución y nos permite empezar a construir el estado de bienestar. En el lado negativo, hay que señalar que el texto impidió la ruptura con la garantía de la unidad del estado de los militares y propuso una determinada configuración política muy basada en las élites. Muy poco participativa. Nada que ver con Portugal. Si uno lee la constitución portuguesa de 1976 alucina, porque encuentra que el artículo primero y el preámbulo hablan de avanzar hacia una sociedad socialista. Esta constitución se ha tenido que modificar seis veces para adaptarse a la normativa europea, y hoy día sigue pareciendo de extrema izquierda.

Estas constituciones se han vaciado de contenido por un interés político que ha querido interpretarlas de manera afín a determinados intereses. Ahora la Constitución está agotada. Al final parece que el único artículo que existe es el 135, el que tiene que ver con los nacionalismos. Todo lo demás no existe. Y luego se han ido tejiendo unas supraconstituciones, con normativas jurídicas supraestatales con mayor enjundia y un sesgo ideológico mucho más verificado que la propia Constitución. Con lo cual, no se trata de elaborar una constitución sino de cambiar la correlación de fuerzas tanto políticas como ideológicas que nos permitan cohesionar a la sociedad, porque los papeles siguen siendo papeles.

En cuanto a la bandera, parece que la tricolor levanta ciertas suspicacias a mucha gente que se siente identificada ya de por vida con la rojigualda. ¿Podrías reivindicar la república con la rojigualda? En 1873 no se aprobó la tricolor y fue la bandera de la I República.

Personalmente sí. Creo que la política y el programa están por encima de los símbolos, que tienen su valor, nadie lo puede negar, pero es algo secundario frente a un programa. Por lo tanto, ahí ninguna liturgia o ceremonia va a estar por encima, pero sin olvidar lo que decía antes: la tricolor también tiene su simbología democrática, antifascista y antifranquista. Ese valor también hay que ponerlo en alza.

Sobre el bipartidismo, te cito un texto del blog isocracia.es de un politólogo que considera que se trata de un debate falaz. Dice: hemos tenido seis presidentes del Gobierno de tres partidos. En las diez legislaturas, solo en la mitad ha habido mayorías absolutas. En las CCAA han gobernado múltiples formaciones, PNV, CiU, UPN, Coalición Canaria… En las elecciones de 2000, el PSOE se presentó con un programa conjunto con Izquierda Unida. El PP tardó veinte años en ganar unas elecciones nacionales y nunca ha gobernado en País Vasco, Cataluña o Andalucía, etc…

Creo que supone no entender que el sistema político se dota de pilares que aunque después puedan ser apoyados desde otras fuerzas por motivos coyunturales, al final los elementos fundamentales, el sostén, han sido y siguen siendo el PP y el PSOE, más allá de que la transición la iniciaran también el PCE o algún partido nacionalista haya aportado algún elemento. No se trata tampoco de hacer un análisis sobre las CCAA, sobre todo porque las competencias son insignificantes en valor sistémico, gestionan gran cantidad de presupuesto, y presupuesto social como Sanidad y Educación, pero son incapaces de cambiar las reglas del juego. Una CCAA aparte de aprobar su estatuto, y mira qué difícil lo tuvo Cataluña con el suyo, tiene poco margen para hacer incluso una reforma fiscal, y ya no te hablo del modelo de estado. Hay que atender a cuáles son los partidos dominantes en el Congreso de los diputados, que es el lugar que ostenta esa capacidad de situar los contornos del sistema político del 78.

En ese sistema político del 78 la monarquía, el PP y el PSOE siempre han estado juntos, al principio con los nacionalistas y con el PCE, ahora solos. En el proceso de reformas estructurales en el que la troika nos propone un modelo de economía muy determinado, con reformas financieras, laborales, etc… el sostén político de todo esto es el PP y el PSOE. Los que reforman el artículo 135 de la Constitución para atender a este proceso son el PP y el PSOE, aunque CiU también quería, pero esos dos son el elemento nuclear. En un informe del FMI del 2 de agosto de 2013 se indica que las reformas estructurales van bien, que hay que seguir profundizando, pero plantea riesgos y uno de ellos es que PP y PSOE pierdan popularidad y sea más difícil llevar a cabo determinadas reformas.

En los grandes acuerdos de estado PP y PSOE siempre se han puesto de acuerdo. Para salvaguardar la monarquía, por ejemplo. Yo sí creo que existe ese componente bipartidista más allá de un análisis puramente operativo de quién y cuánto ha gobernado. ¿Cómo se ha resuelto el problema de la monarquía? Lo contó Zapatero. Han llamado a Rubalcaba, a Rajoy, han hablado entre ellos, con Felipe González y el propio Zapatero, y entre ellos han cerrado una hoja de ruta. Ese es el núcleo del bipartidismo. El rey no ha llamado ni a CIU, ni al PNV ni a Cayo Lara.

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Has dicho que Podemos cubre el espacio electoral que otras formaciones no cubrís, pero el primer análisis de Metroscopia dice que el 55% de sus votantes lo fueron de Rubalcaba o de IU.

Claro que hay votantes de IU y también del PSOE. Mi interpretación viene de que Podemos tiene un discurso fundamentalmente del 15M. Nosotros también lo tenemos, pero somos una fuerza que tiene una historia que en el imaginario español está situada en el mismo eje que PP y PSOE, en la vieja política, aunque para mí es un análisis erróneo. Hemos tenido casos de corrupción resueltos de forma tardía, como el de Bankia; de forma tardía e incluso torpe. Lo cual en el imaginario español ha dejado ese elemento que a mi juicio es erróneo, pero ahí se ha quedado. Esta parte de la población que niega la vieja política e impugna el sistema del 78 porque considera que ya no tiene validez, está dispuesta a pensar y a repensar una nueva forma de hacer política y entiende que IU es parte del viejo régimen. Esto no ocurre con Podemos porque no tienen historia. Por eso digo que han ocupado un espacio que nosotros no cubrimos.

Te ofrecieron ser candidato de IU por un vídeo que se convirtió en viral tras el 15M. A Pablo Iglesias no hay duda de que le ayuda su presencia mediática. Vuestra aparición en política puede ser tildada de más oportunista que oportuna.

Ese es un error de interpretación absoluto. Criticar en términos peyorativos las figuras mediáticas es no entender que en estas elecciones europeas quien más espacio ha tenido en televisión han sido PP y PSOE y han perdido millones de votos. Es no entender que otra figura nueva como Elpidio Silva apareció todos los días en televisión, con juicios que le podían beneficiar, y es no entender que Mario Conde también se presentó a las elecciones pasando por todos los platós de televisión y su resultado fue realmente miserable en términos cuantitativos.

No son solo figuras mediáticas que aparecen mucho en televisión, hay algo de política de fondo que permite conectar. La aparición en los medios es necesaria para que haya un amplio conocimiento, pero desde luego no es suficiente para conseguir un éxito político. Los medios te permiten entrar en los salones de la gente en sus casas, simpatizar con ellos a través de un determinado discurso que sabe entender la situación de esa persona en ese salón y ofrecerle soluciones. Pero no es garantía de éxito si no sabes hacerlo bien. Es obviar, introducir y simplificar un problema que no deja de ser político. Pablo Iglesias, o Ada Colau, han conectado con el público por un elemento político de conexión, no por salir mucho. A mí me ponen a Belén Esteban en televisión y por mucho que la vea no simpatizo con ella porque no es un elemento político para mí. Esa parte de la vieja política busca una excusa para el fracaso propio.

Izquierda Unida emitió una nota quejándose de que no fueras invitado a un debate en La Sexta Noche. Una empresa privada se ha erigido en el gran poder que puede quitar y poner. Y se le exige que sea garantista y plural cuando no tiene por qué serlo si no quiere.

El problema es que en la televisión pública no está garantizanda la pluralidad. Y sería deseable que las empresas privadas tuvieran unos códigos de mantenimiento de la pluralidad política, pero por salud democrática, no como imposición. No se trata solo de pluralidad de los invitados, sino de los tertulianos. Y en televisión española son de marcado sesgo derechista. Lo que ocurrió en La Sexta Noche es que una televisión privada decidió por las razones que fuera no convocar a IU al debate. Fue un malentendido, porque mi entrevista sí tuvo lugar. Lo que ocurre es que yo estaba invitado pero como no podía acudir ese día, se tuvo que grabar en falso directo, luego se generó un malentendido que ya está resuelto. Pero el programa seguirá contando con nosotros sin ningún problema porque desde su independencia ha decidido mantener una pluralidad de la que somos parte. Aunque hay que entender que son empresas privadas y la ley no les obliga a elegir a los invitados.

¿En Izquierda Unida ha cambiado algo con la irrupción de Podemos o todo se reduce a hacer cuentas aritméticas?

No, yo creo que se ha aprendido. Hay discrepancias en el análisis político como es natural en cualquier organización con muchas personas, pero en general en conjunto todos hemos aprendido que Podemos es un síntoma y no un problema; es el síntoma de algo que está sucediendo en la sociedad que no se ha leído suficientemente bien, ni siquiera por los que confiaban en Podemos, porque nadie esperaba un millón doscientos mil votos y cinco diputados. A la izquierda del PSOE hay más de un 20% del voto. Tenemos que ser inteligentes y audaces y poder elaborar, hacer confluencia entre las organizaciones, no solo con Podemos, que compartimos espacios programáticos importantes, y poder vadear la ley electoral y las circunscripciones para las elecciones generales.

El otro día leí un comentario en un blog que decía que a Podemos le habían votado un millón, pero que todavía faltaba por hacerlo el otro millón que había votado a Izquierda Unida pensando que Pablo Iglesias no sacaría nada.

Es posible que sea así. Porque hay un elemento de intersección ideológica entre Podemos e IU, lo mismo que entre PSOE e IU aunque más pequeño. Es posible que haya un transvase de votos, pero podría suceder en ambas direcciones. Por eso más que un análisis de coyuntura de cómo fluyen los votos y cómo se consiguen, hay una estrategia política en la que, si compartimos espacios, debemos trabajar en una confluencia inteligente que nos permita que uno más uno dé diez o quince. No uno más uno igual a medio, como en el caso que has citado de Almunia y Frutos en el año 2000.

Monedero ha dicho en Público: «traicionaríamos a la militancia si nos juntáramos las cúpulas de diferentes partidos y pactáramos una lista electoral».

Eso sería vieja política. Un pacto sería un error; sería un error pactar entre las direcciones sin tener presente que lo importante es la política, el programa y la parte social. Es decir: los ciudadanos que votan a esas formaciones. Eso es en última instancia lo importante. Yo creo que sería muy precipitado hablar ya de un pacto de alguna naturaleza. Hay que analizar fríamente la procedencia de los votantes y el fenómeno social que se esconde detrás de los votos de IU y Podemos. Podríamos encontrarnos con espacios electorales refractarios de tal manera que si no se hace bien, uno más uno sea igual a medio, insisto. A nadie le debe poder la prisa por sumar aritméticamente el millón doscientos mil de Podemos y el millón quinientos mil de IU para darle el sorpasso al PSOE. Las cosas en política no funcionan así.

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Tus declaraciones suelen ser muy técnicas o teóricas en comparación con las de Pablo Iglesias. El otro día Arcadi Espada criticaba que cuando le ponían ejemplos de datos, contestaba con ejemplos de casos particulares de personas, que hacía demagogia. ¿Qué opinas?

Esta misma mañana he coincido con Arcadi Espada en una tertulia y me ha dicho que todo lo que digo son bobadas, de modo que no puedo dotarle a él de mucha sabiduría. En torno al discurso de Pablo, está claro que es un discurso construido para hacer llegar un programa de una forma más asequible de la que procedería si estuviera en la universidad. Es un modelo de comunicación y ahí están los datos, es exitoso. Creo que es una forma de llegar a las clases populares, un segmento al que Izquierda Unida tiene tradicionalmente problemas para llegar, a lo que se llama el trabajo doméstico, las jubiladas y los jubilados. Pablo consigue llegar sorteando las etiquetas conceptuales y haciendo entender su programa de una forma más sencilla y más simple, en términos de retórica y de tecnicismos.

Pero creo que la estrategia a seguir tiene que ser distinta. Creo que a las clases populares no se les llega solo a través de un discurso. Si quieres que los jubilados y los abstencionistas te voten tienes que involucrarte con ellos en el conflicto social. Cuando vas a parar un desahucio, ves a mucha gente que está ahí a pesar de que no vota; está ahí porque considera que se está cometiendo una injusticia con un vecino al cual él quiere mucho. Por eso la labor pedagógica que tiene, por ejemplo, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, o todos los que nos hemos acercado a parar desahucios, es ponerte del lado de los que quieren parar la injusticia, y convencerles de que no es una injusticia aislada, un hecho coyuntural, sino que responde a unas razones políticas que tienen que ver con la avaricia de los bancos, con el sistema capitalista. Así elevas desde el sentimiento de la rabia, la frustración y la indignación, un compromiso político. Es muy lento, costoso, que requiere gran energía y esfuerzo, pero es lo que da solidez a tu base social que vas creando.

Cayo Lara tuvo que irse de mala manera de un desahucio.

Una de las ocasiones en las que fue a colaborar para impedir un desahucio le echaron un cubo de agua. Una decisión individual de esa persona. Ahí está. Yo no la comparto, es identificar a Cayo Lara con los culpables de la crisis cuando eso no cabe en la cabeza. Pero fue al principio del movimiento, luego hicimos mucha pedagogía y conseguimos explicarles a los compañeros y compañeras que paran desahucios que IU no era el enemigo y que Cayo Lara, como representante, tampoco. Y luego no tuvo ningún problema en estar en Rodea el Congreso, o en determinadas convocatorias de PAH en la que hemos estado insertos como un ciudadano más y sin ningún tipo de incidentes.

Las primarias abiertas han supuesto la gran divergencia de Izquierda Unida con Podemos. Dijiste que se corría un riesgo de desideologización del partido. He preguntado a una activista veterana de Madrid sobre esto y me ha contestado que el verdadero peligro de desideologización no llega tanto por unas primarias abiertas como por los topos y cupulillas que tocan poder.

Relativamente. La vieja política se corresponde con eso. Con las familias de los partidos, los cupos y los pactos entre bambalinas, las mesas camillas… Aunque en unos partidos más que en otros, el PP elige a dedo, por ejemplo. Nosotros en 2007 elegimos el candidato a las generales, Llamazares, en primarias. Y el siguiente candidato a generales, el año que viene, saldrá por primarias porque está establecido así por estatutos. Soy partidario de que todos los partidos y los sindicatos se democraticen 100%.

¿Qué problema tengo yo con las primarias abiertas? Es que tras un análisis riguroso veo elementos positivos y negativos. Entre los negativos existe, por ejemplo, que pueda ganar el candidato más conocido, que es el que más posibilidades tiene. Pero el más conocido lo puede ser porque tiene mejor oratoria que tú… o porque ha sido financiado por grandes empresas, sobres de Bárcenas, o la Gürtel, que le han permitido hacer una campaña en desigualdad de condiciones frente a los rivales. Este es un problema operativo importante. También unas primarias abiertas pueden ser asaltadas por una organización rival.

Si hablamos de unas primarias abiertas que neutralicen o compensen esos efectos negativos, estoy de acuerdo. No puede haber un ataque externo a unos principios. Al fin y al cabo los partidos políticos son organizaciones que se cohesionan en torno a una ideología o entorno a un problema, que no son vacuas. No es solo el candidato, tienes un programa y una ideología. Pero no hay que tener miedo a las primeras abiertas porque hay muchas formulaciones para hacerlas.

¿Por qué no han podido converger entonces los círculos de Podemos con IU?

No ha sido una cosa solamente de las primarias abiertas, ha habido también una estrategia por parte de Podemos de ganar fuerza con independencia de IU. Los tiempos fueron muy cortos. Tenían muy claro que tenían que generarse una identidad propia y no dejarse contaminar por ninguna otra organización en cuestión de pactos. Es mi opinión personal, aunque creo que ahora importa poco. Creo que las primarias de Podemos están bien. Naturalmente Pablo Iglesias jugaba con una ventaja muy considerable en términos de reconocimiento público pero también hay que tener presente que hablamos de una organización que todavía no ha tocado poder, todavía no se ha hecho atractiva para el poder económico y tampoco aspiraba a serlo en este momento porque las elecciones eran al Parlamento europeo y ahí no se gestiona. Mientras no sean atractivos para el poder económico, el riesgo de que una organización externa les asalte es muy reducido o insignificante y más una organización que es nueva, joven y pequeñita. Creo que los siguientes procesos de primarias Podemos los hará con mecanismos de compensación por si acaso.

Dijiste que a las Juventudes Socialistas del PSOE la gente se afilia porque su padre está ahí y va a conseguir un puesto. Si IU crece, ¿por qué no iba a ocurrir también?

Yo no tengo ningún problema en que los hijos de determinadas personas de una filiación se conviertan en militantes y lleguen a puestos de responsabilidad. Sería absurdo, si la persona lo vale o se lo ha ganado o tiene la confianza de la gente. Pero lo que yo he vivido es otra realidad. Es la de una Junta de Andalucía donde los militantes del PSOE se afiliaban a las juventudes para poder aspirar a participar en el Consejo de la juventud de Andalucía y poder tener un sueldo fijo de dos mil euros mientras yo tenía trescientos cincuenta de beca.

Es una adscripción a un partido político, no por base ideológica, sino por un oportunismo de otra naturaleza. Eso se llaman redes clientelares. Yo lo he vivido en la universidad. Formé una asociación que no tenía más que cuarenta euros de presupuesto para carteles, que los poníamos entre todos, mientras que el PSOE venía con su asociación juvenil, desembarcaba con diez mil euros, con todo tipo de merchandising, y no los habías visto durante los dos años que había entre una elección y otra. Cuando sacaban algún claustral, casualmente empezaba a trabajar para el partido en determinado ámbito porque llevaba el éxito de las elecciones a su vida interna. Además, estaba apadrinado por algún cargo orgánico del PSOE que lo ascendía y así es como se forman redes clientelares.

Estas redes han sido el fin de la ideología dentro del Partido Socialista de Andalucía. Al menos del que yo he visto. Esto no ocurre en IU por varias razones. Primero porque tenemos más democracia. Si ves un enchufe, tienes posibilidades de destrozarlo. Somos un partido más ideológico, con mucho más fundamento y debate de nivel. No intento generalizar, pero es mi percepción. Naturalmente, hemos cogido menos poder y la capacidad de generar esas redes es mucho menor. No obstante, sigue siendo un problema y tendremos que poner las medidas necesarias para que cuando tengamos el poder suficiente no tengamos redes clientelares que se den por familia, por intereses políticos o por oportunismo. He visto a mucha gente honrada del PSOE que por discrepar del que está al lado, que era el hijo de tal, ha acabado expulsado o marchándose por frustración política.

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De IU se marcha desmotivada mucha gente por el tema de las «familias».

IU de Madrid lleva en conflicto interno mucho tiempo. Madrid es un escenario muy particular. Hay muchos conflictos internos, muchas discrepancias. Una división 49% frente al 51%.

También en Asturias hay problemas de este tipo.

Sí, en Asturias, Madrid y también en Andalucía. Pero es por una forma vieja de entender la política. Camarillas, cupos, familias… que a veces pactan entre sí todas contra una y al día siguiente son otras dos contra la una como si el día anterior no hubiera existido absolutamente nada.

Has dicho que en IU hay un problema de egos. ¿Es el único problema?

Hay muchos problemas.

La historia de Izquierda Unida es una historia de escisiones.

Sí, por eso soy fan absoluto de La vida de Brian, por el análisis sociológico tan profundo que hace de la izquierda. El ego fue uno de los problemas en IU. Por el ego se pierde el contacto con el suelo y uno se cree que el proyecto político es él. Esto cambia la política por otras cuestiones que no son políticas. Problemas personales, celos… Las escisiones muchas a veces son personales, no políticas. En algunos casos rayan lo absurdo. Pero también están las camarillas. El ego es parte del problema, pero la vieja política de las camarillas es otro problema distinto.

Dime alguna escisión que te parezca absurda. ¿Como calificarías, por ejemplo, Equo?

No lo conozco bien. No he estado en Madrid y fundamentalmente Equo es un elemento madrileño. Hay escisiones por la izquierda, como Corriente Roja, cuando yo empezaba a militar, que luego se dividió a su vez en tres o cuatro partidos. Aquello parecía un elemento promitosis. Y era absurdo porque había muchos elementos que se compartían, pero esa gente lo que quería fomentar era la discrepancia. Primar los elementos que no compartían sobre los que sí. Otro problema que hay que asumir es que hay gente en la organización de IU, ahora no caigo en ninguna, que han hecho de la política una carrera; que han hecho de la política una vida y fuera de ahí no se respira. Son gente que va a defender sus intereses personales antes que la política y esto también hay que frenarlo.

En el programa de Izquierda Unida con el que sales elegido en 2011 en el apartado de la creación de puestos de trabajo habla de crear trescientos mil empleos para reforestar los bosques, lo que supondría aumentar un 30% la mano de obra que trabaja en el campo en España, que es de un millón de personas… luego hay doscientos mil para la rehabilitación verde de viviendas… ¿De dónde sacamos el dinero?

Es un programa en transición, no es que ese sea nuestro modelo productivo. Se caracteriza por la creación de empleo por la vía de la inversión productiva, que es la única que puede generar empleo y estimular la economía. En un momento de depresión se ha promulgado la austeridad, que es contraproducente, las empresas no invierten porque la gente no consume y se está empobreciendo.

Claro que para que haya inversión pública tiene que haber dinero, por eso hay que hacer una reforma fiscal altamente progresiva, luchar y combatir el fraude fiscal y los agujeros fiscales que existen, entre ellos los paraísos fiscales. También hacen falta instrumentos de apoyo, como el Banco Central Europeo, que se ha constituido como una institución cuyo único objetivo es controlar la inflación y no controlar el empleo. A diferencia por ejemplo de la reserva federal de EE. UU., que actúa de forma diferente. Cuando ha hecho falta dinero para los estados, como ahora en la crisis para intentar estimular la economía, los países han tenido que pedir prestado a los bancos y los bancos a su vez al BCE; un círculo bastante absurdo, dinero público a manos privadas y de manos privadas a dinero público, con un intermediario que se forra, que encima es el responsable de la crisis y el rescatado, con el incremento de la deuda pública que supone.

Por lo tanto, la inversión pública es la única que puede estimular al dinero. Es una enseñanza de la historia económica. Porque el keynesianismo consiguió salir de la crisis, o compensarla de esa forma, e incluso Hitler y el fascismo consiguieron sacar a la gente de su frustración, matando a otros, sí, pero también invirtiendo en el lado público.

Pero el programa habla además de salud bucodental y mental en la Sanidad Pública, de la renta básica como horizonte, de bajar la edad de jubilación a los sesenta y subir las pensiones a mil cien euros… Si todas estas medidas están condicionadas a un cambio en la línea de actuación del BCE, improbable en esta legislatura…

Bueno, el programa del PP estaba condicionado a una reforma institucional. El PP para bajar los salarios necesitó hacer una reforma laboral. Nosotros para llevar a cabo ese programa necesitamos hacer una reforma de alcance europeo, o del BCE. Pero entiendo que no te salgan las cuentas en el sentido de que estamos totalmente imbuidos en una visión economicista que entiende que la vía pública no es la solución y solo genera despilfarro. Hay que entender que, por ejemplo, nosotros hemos pedido prestado dinero a las grandes empresas a través de los mercados financieros. Y es dinero que antes recogíamos a través de los impuestos, por el impuesto de sociedades, el de las grandes fortunas, patrimonio… que ahora se han ido bajando o quitando, como el del patrimonio. Ese dinero sobrante es el que ahora nos prestan. Lo que antes obteníamos por la forma legal, ahora lo pedimos prestado. Es una trasferencia no solo de dinero, sino de poder.

Al margen de eso, de lo que se reparte en las empresas entre capital y trabajo, desde los años setenta la parte de los trabajadores se ha ido haciendo cada vez más pequeña. Es lo que se llama crear pobreza o desigualdad relativa. Nosotros tenemos más dinero en el bolsillo, pero los copropietarios de las empresas se han ido haciendo cada vez más y más ricos. Ha habido una inmensa desigualdad creciente y es ahí donde está el problema, en el excedente productivo. Subir el salario mínimo no es solo un estado de ánimo, de decir que es injusto cobrar ochocientos y queremos que cobren mil doscientos, que puede parecer un desiderátum no acompañado de la realidad, creemos que a mayor salario, mayor consumo, y entonces mayores beneficios empresariales. Es una forma de rescatar la economía.

El concepto es que si decimos en el documento que vamos a dar treinta mil euros a cada familia que lo esté pasando mal con la hipoteca, una hipótesis de política ficción, sería una forma de rescatar al banco porque esa familia va a utilizar ese dinero para pagar al banco, que rescatará el dinero de forma contable. Es lo que hizo Roosevelt, que no era precisamente socialista, con las ayudas a las familias en la Gran Depresión. Pero estamos absolutamente imbuidos en una sola visión de la economía. El déficit crece, alertan, pero todos los análisis parten de unas hipótesis que no tienen por qué ser ciertas.

Son medidas que exigen mucho gasto, al menos. ¿Cuál sería el orden de los acontecimientos? ¿Cómo se iría acometiendo? Porque es como ofrecer jardines floridos.

Sí, si lo analizas desde la óptica de la economía clásica o del pensamiento neoliberal que hemos interiorizado sin darnos cuenta. No, si estamos atentos y decimos que necesitamos al BCE. El BCE tiene que ofrecer, monetizar la deuda, ser él el que preste dinero a los estados y a unas condiciones muy favorables, y ese estado tiene que ser quien utilice el dinero para actividades productivas de inversión y, por lo tanto, tiene que industrializar el país y proporcionar la fase del crecimiento económico. Esa es la clave de todo, el BCE. Porque es la política monetaria.

Ya que eso nos lleva a un problema también democrático, la política monetaria hoy está en el BCE, que es una entidad antidemocrática porque está gestionada por el expresidente de Goldman Sachs, una entidad privada responsable de las trampas contables en Grecia, pero que además hoy no le podemos echar a pesar de lo mal que lo está haciendo. La necesidad de tener a disposición dinero, que es lo que se ha hecho siempre en cualquier economía para salir adelante, y es lo que le permitió o permite a EE. UU. remontar cualquier crisis o recesión, nosotros no tenemos la oportunidad de hacerlo porque se nos ha burlado la posibilidad de tener un instrumento como un banco central.

7

Eres partidario de un estado federal. ¿Cómo se articularía sin que nadie dijera eso de que se les «roba»?

En términos de identidades nacionales se puede discutir mucho, pero no desde el uso de la razón. Se puede discutir sobre medidas, pero no sobre sentimientos. Si tú te sientes catalán y yo me siento español, no vamos a llegar a ninguna conclusión para que nos entendamos.

El diseño concreto de la república federal es algo a debatir, no voy a decir ahora una formulación concreta de cómo pasarnos los impuestos, pero desde mi óptica, una óptica de clase, yo comparto más con los trabajadores catalanes que con los grandes empresarios malagueños. Naturalmente, tiene que ayudarse a las personas más pobres sean de donde sean para permitir un estado de bienestar del que unos y otros se beneficien. Pero eso no es centralismo, hay que hacerlo desde las identidades nacionales, que se vayan reconociendo y se haga política. Creo que lo más razonable es entender que no hay soberanía si la gente sigue sin tener empleo, vivienda o sanidad con independencia de que se formule un nuevo marco jurídico en el que se llame nación a Andalucía.

¿Qué opinas del régimen foral?

Creo que tiene su origen en esa forma de hacer política resolviendo los problemas dándoles una patada y echándolos hacia delante. En lugar de asumir que España tiene múltiples identidades nacionales que hay que hacer converger dentro una estructura vital común, lo que yo sugiero; en lugar de afrontarlo y hacer una república federal se le ha dado una patada una vez tras otra. Por eso no se puede resolver por más estatutos o regimenes forales que se hagan. Para afrontarlo hay que sentarse en una mesa y hacer política.

¿Cuál es tu opinión de la Transición?

La izquierda hizo todo lo que pudo. Las fuerzas antifranquistas que perdieron durante el régimen a miles de personas, ya fuese su vida o porque se tuvieron que exiliar, hizo lo que pudo y logró una correlación de fuerzas que, sin ser favorable a la izquierda antifranquista, al menos consiguió espacios de poder. Se transformó en una Constitución con elementos de progresividad social, como puede ser el estado de bienestar, pero creo que no refleja la ruptura que sí supuso en Portugal. Además, la Transición está rodeada de un relato mitificado del rey, construido desde las élites económicas y políticas, y se nos ha birlado la oportunidad de obtener la documentación clasificada sobre lo que ocurrió, por ejemplo, el 23F. No tenemos la posibilidad de contrastar el relato que se nos ha vendido. Y ante eso, yo sospecho. Este país, cuando conozca los documentos, estará en condiciones de hacer una revisión de la verdad.

El PCE fue una pieza fundamental en todo ese proceso.

Hay que tener presente que no era un debate sobre monarquía y república sino entre democracia y dictadura. Sin tener que exculpar a los que hicieron ese proceso, que costó un peso orgánico enorme al PCE, perdió muchísimos votantes, afiliados y cuadros, creo que hay que tener presente las condiciones. El aparato, dirigido por Santiago Carrillo, no podía reunirse, convocar a toda la militancia comunista para decidir qué se hacía. Porque era una dictadura y eso no podía suceder. Hay que comprender eso en esos términos que llevaron a apostar por una democracia en un momento en el que había un escenario militar posible. Fue un tutelaje claro, pero tenían que elegir entre democracia, que venía en un pack con la Constitución y la monarquía, o la dictadura. Eso opino del proceso, no puede trazarse una analogía con un escenario actual porque naturalmente no son las mismas condiciones.

¿Crees que el PCE pudo tener más margen de maniobra?

El ejército estaba con el fascismo, mientras que en Portugal estaba con la democracia. Al final, desgraciadamente, la historia política de la sociedad humana nos ha explicado que las armas pueden más que las razones.

Gerardo Iglesias dijo en Jot Down que presentar a candidatos como Dolores Ibarruri en las primeras elecciones fue un error garrafal, que ahí perdió el PCE su gran oportunidad.

Estoy de acuerdo viéndolo desde mi perspectiva, que yo nací en el 85. Creo que en momentos de ruptura, como en el que creo que estamos ahora, hay que tener un componente generacional presente, no solo de formación. El triunfo de González y Guerra se puede explicar porque transmitían ilusión, esperanza en algo nuevo. Mientras que Rafael Alberti y Pasionaria, con todo el fondo político que tenían, probablemente inalcanzable para generaciones como la mía, no despertaban ese elemento porque su propio perfil echaba hacia atrás.

El muro cae en 1989, cuando tienes cuatro años; la URSS en el 91, tienes seis. ¿Por qué te hiciste comunista cuando quedó patente el fracaso de esta ideología en aquellos países?

Hacer un repaso histórico sería muy largo, pero nos llevaría a denunciar el estalinismo como perversión de las ideas originales del socialismo. A denunciar que la única vía de supervivencia del comunismo no era necesariamente girar por la vía autoritaria y renunciar a los valores de la Ilustración. En mi libro hago un ataque frontal al estalinismo y esa interpretación ortodoxa del comunismo. El socialismo es hijo directo de la Ilustración, la primacía de la razón, de los derechos humanos, elementos que no existían en la URSS. Aunque existían derechos en sentido positivo, como la sanidad, la educación, allí nadie se moría de hambre como hoy puede ocurrir en cualquier país de aquella zona. Pero otros derechos como los civiles, la libertad de expresión, la libertad política, no existían. Ese es el resultado de un poder autoritario que ha renunciado a los principios de la Ilustración y a los principios del derecho. Hay que recuperar esa raíz de la Ilustración para unirla a la del socialismo y de ahí construir una sociedad comunista. Hay que revisar esta experiencia histórica y decir que eso desgraciadamente no era lo que nosotros queríamos construir. Se abandonó, y no culpo necesariamente a aquellos que lo hicieron, porque es muy fácil renunciar a la Ilustración si te invade el fascismo.

Pero después, en lugar de hacer reformas como Checoslovaquia, cuando la gente que pensaba más en términos de la Ilustración podía haber apoyado la primavera de Praga, lo que nos encontramos fue una invasión, una reacción conservadora. Se dice mucho que el ascenso de Stalin es como el Termidor de los revolucionarios, como la muerte de Robespierre y Saint-Just en 1794. Y tras la muerte de Stalin los que ganaron fueron las redes clientelares. Lo que aquí hablamos en términos de partidos, allí era en términos del Estado. El partido se confundió con el Estado, cuando el partido nunca puede ser el Estado. Es un instrumento para transformar la sociedad a través del Estado en todo caso. Pero el Estado se convirtió en el espacio donde se extendieron las redes clientelares de una organización no democrática. Eso se fue reproduciendo y ¿en qué ha quedado? En los jerarcas rusos, en Putin, que fue del KGB, y en elementos en los que ya no quedaba ninguna sustancia socialista porque lo que permitieron fue el oportunismo y el arribismo de gente que se había decorado de principios socialistas cuando no creía en ellos en absoluto.

¿Cuál es el país comunista que más te llama la atención?

Creo que Yugoslavia es digna de estudio. No es ni mucho menos un modelo, pero es un caso muy particular porque siempre se mantuvo al margen de la URSS, intentó hacer un socialismo diferente, desarrollar el país de forma diferente y además lo hizo en las peores condiciones de todo el mundo socialista, que era teniendo que compaginar un problema de identidades nacionales. Si aquí consideramos que es un problema lo que tenemos, allí era la leche. Supieron resolver todo esto en cierta medida, democráticamente en cierta medida y apoyados en un socialismo distinto.

Bueno, todo aquello se sostenía en buena parte con los créditos que llegaban de fuera, especialmente los de Estados Unidos, que contribuían a mantener el «no alineamiento yugoslavo», una fisura en la geopolítica soviética.

Sí, pero es muy difícil distinguir lo que era la teoría y la práctica cuando la práctica se realiza en condiciones de restricción. En resumidas cuentas, si tuviera que elegir, Yugoslavia me interesa como objeto de estudio por su complejidad, no para agarrar la bandera yugoslava y salir a la calle.

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Fotografía: Begoña Rivas

La hija de Ryan: denle una oportunidad al amor, caramba

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Todo el mundo tiene una película de apagar el móvil, es decir, encerrar al resto de la humanidad en un calabozo y tumbarse a disfrutar como un gorrino. La mía, o una de las mías, es La hija de Ryan. Una película que amargó la vida a su director y que tiene una historia detrás digna de contarse. Cuando David Lean estrenó Doctor Zhivago, la crítica dijo que no era como Lawrence de Arabia. Luego la taquilla le dio la razón y refrendó la calidad de la película. Pero años después, en 1970, cuando volvió con La hija de Ryan, los críticos esta vez dijeron que era una pena porque parecía que Lean ya nunca más volvería a rodar algo tan bueno como Doctor Zhivago.

Las críticas en esta ocasión no cayeron en saco roto. Lean se sintió linchado, apaleado, se replanteó su vida y estuvo catorce años sin filmar. Y la campaña no solo significó prácticamente su retiro. La hija de Ryan está considerada también como la última gran película hollywoodiense, como el fin de una forma de entender el cine, y de paso se llevó por delante el proyecto de Napoleón, reservado por MGM para Stanley Kubrick, que ya no se atrevieron a financiar.

Sarah Miles aparece al principio del film leyendo una novela romántica barata. Es lo que muchos quisieron ver en esta historia a finales de la década de los sesenta, cuando la modernidad exigía productos más sofisticados. Pero La hija de Ryan era un alegato, como dice el historiador cinematográfico Pablo Pérez Rubiocontra el amor institucionalizado, domesticado socialmente, incluido en el seno de la familia patriarcal y en el que la emoción está excluida. Era un mensaje muy apropiado para aquellos años de «revolución». Era, además, un lugar común en el cine de David Lean, que tanto giró en torno a la mujer y su sometimiento social y cultural. Según Pérez Rubio, en la filmografía del inglés «la renuncia femenina preserva el orden establecido».

Esa misma idea es la que planteó en su penúltima película, la historia de una joven aún inmadura que está deseando amar y ser amada, se casa con el único hombre que marca la diferencia en su pequeño pueblo católico irlandés, su antiguo maestro, y en la noche de bodas este (Robert Mitchum) pega un gatillazo de padre y muy señor mío.

Habrá habido en la historia de la cinematografía mucho cine de terror con escenas escalofriantes que le hielan a uno la sangre, pero la mirada perdida de Sarah Miles en la cama, cuando descubre en ese instante que se ha casado con un hombre que no funciona ¡y para toda la vida como ordena el papa!, no puede transmitir más pavor. En La matanza de Texas no se alcanzan esos niveles de tragedia.

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Después, a la protagonista, sumida en un matrimonio fallido y además monótono y rutinario —la afición más trepidante del personaje de Mitchum es la botánica—, se le presenta un oficial inglés traumatizado por la guerra, en el fondo un niño asustado, encima guapo, y la chica sucumbe a la tentación como quien coge aire después de bucear cincuenta metros.

Lean presumía de que era un director antisentimental y esa era la línea que siguió con esta película, que para él era una forma de romper con la megalomanía de sus últimos trabajos y tender la mano a la crítica más exigente con una propuesta como su elogiada Breve encuentro (1945). Pero no. Los pseudointelectuales del momento no vieron lo que para el profesor Roberto Cueto fue una entrega más de su cine sobre «ansiedades y expectativas que no se pueden cumplir por culpa del entorno». Y eso era. A un lado del ring, la población de un villorrio católica, reprimida y represiva; en el otro, el Imperio británico que les somete por encima de sus creencias, ya en sus horas bajas, cansado de matar. En medio, una mujer indefensa que se niega a morir en vida.

Originalmente, Lean se planteó rodar una versión de Madame Bovary, la novela de Gustave Flaubert sobre el adulterio en un matrimonio muerto clínicamente. En aquel entonces el director, de sesenta años, estaba viviendo con Sandy Hotz, de veintiuno, mientras seguía casado con Leila Matkar. Y su guionista Robert Bolt, cuarentón, se acababa de casar con Sarah Miles, de veintisiete, tras divorciarse de su primera mujer. Sabían bien lo que era el fracaso matrimonial.

Como Madame Bovary ya había sido filmada por Renoir y Vicente Minelli, entre otros, Lean propuso que el guión solo se inspirase en el libro en lugar de hacer una adaptación. Situó la acción en la Irlanda de la Rebelión de 1916, porque siempre lo contextualizaba todo en grandes sucesos históricos que arrastran el destino de sus personajes, y porque entendía que en la Irlanda de la I Guerra Mundial la moral no había cambiado apenas desde los tiempos de Flaubert.

Uno de los primeros actores con los que contactaron fue Alec Guiness para que hiciera de cura. Guiness se había convertido al catolicismo, y con la fe del ídem, empezó a poner pegas a los detalles del personaje. Que si no podía ir vestido así, que si un sacerdote católico nunca haría tal cosa. Puso tantas condiciones que al final el elegido fue Trevor Howard, viejo amigo de Lean desde los tiempos de Breve encuentro.

Para el marido cornudo, el director inglés tuvo claro que quería a Robert Mitchum. Además MGM, para poner los nueve millones de dólares presupuestados en inicio, le exigía un estrellón. «Otros actores actúan, Mitchum es», decía de él Lean. «Solo con estar ahí Mitchum puede hacer que otro actor casi parezca un agujero en la pantalla». E iba perfecto para el papel. En Night Fighters (Tay Garnett, 1960) demostró que dominaba el acento irlandés y, a la hora de hacer de marido con esposa infiel, Lean tenía ideas claras: «Para interpretar a un hombre débil necesito a un actor fuerte. Si elegimos a un actor apocado será aburridísimo».

Pero al protagonista de La noche del cazador no le convencían las fechas ni los horarios del rodaje, de modo que en un principio rechazó la propuesta. Entonces le insistieron, y como él no le gustaba sentirse presionado, contestó de cachondeo que estaba pensando en retirarse del mundo de la actuación, e incluso barajaba la posibilidad de suicidarse. Bolt sin vergüenza ninguna le volvió a insistir, aunque esta vez en sus mismos términos: «¡Genial! Si tienes pensado suicidarte, nosotros correremos con los gastos de tu funeral si aceptas aparecer en esta humilde película». Le hizo gracia y aceptó.

En el caso del oficial inglés torturado y depresivo, el hombre ideal era claramente Marlon Brando, pero estaba rodando en Colombia Queimada! con Gillo Pontecorvo. No era la primera vez que tenía que decirle que no a Lean. El papel le cayó entonces a Christopher Jones, un actor que estaba empezando y hasta en lo personal daba el perfil del personaje. Era un joven muchacho que había crecido en un orfanato y de ahí se había marchado al Ejército, pero su suerte cambió y ahora era un niño guapo de éxito en la industria del cine con todo el futuro por delante.

El rodaje se hizo en la península de Dingle, en Irlanda. Lean ordenó levantar un pueblo entero con casas de piedra. Algo parecido a lo que había hecho en Madrid, reproduciendo un kilómetro de calle de Moscú en medio de la nada entre Hortaleza y Canillas para Doctor Zhivago. Su afamado exceso de celo y perfeccionismo apareció cuando exigió que las casas estuvieran también decoradas por dentro, con su bodega y sus chimeneas, aunque no se fuera a rodar nada en su interior. «Los Rolls Royce tienen siete capas de pintura y casi nadie lo sabe», contestaba Lean cuando le preguntaban si es que estaba loco.

Con esta película tenía que rescatar a los estudios MGM como ya había ocurrido antes con Doctor Zhivago, había muchas expectativas puestas en el rodaje, y como suele suceder en estos casos, aquello fue una auténtica locura. Estuvo nublado la mayor parte de los días. Los actores tenían que estar listos por si salía el sol, de modo que se pasaban las horas esperando sin poder hacer otra cosa. La condición humana puede ser muy peligrosa si es víctima del aburrimiento y este rodaje no fue una excepción. Robert Mitchum empezó a emborracharse todos los días. Y Christopher Jones se estampó con su Ferrari conduciendo a toda velocidad por las carreterillas del condado. Sobrevivió de casualidad.

El ejemplo más ilustrativo de lo que fue aquello es el relato de cómo se filmó una de las escenas más emocionantes de la película, cuando Robert Mitchum descubre que su mujer le es infiel siguiendo sus huellas por la arena de la playa. Si uno ve la película sin saber nada más, lo normal es que Mitchum deje la sensación de haber realizado uno de los papeles de su vida. De hecho, así es. Muestra a un hombre cuyos pensamientos son inalcanzables, que se eleva sobre la moral de la época y la situación con una paciencia cristiana como para ponerle un marco. Todo eso transmite. Y bien, ¿cómo lo logró? Pues involuntariamente. El día de la aludida escena se había desayunado una botella de vodka. David Lean tuvo que seguir sus pasos pegadito a él para que no se fuera al suelo. Por lo visto, luego fue una proeza cortar los planos para que no se viera al director detrás. Esa mímica extraviada, esas miradas al infinito, esos puñetazos en el corazón que se leen en su actuación no eran fruto del método Stanislavski ni nada de eso: es que llevaba una melopea de cojones.

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Sin embargo, para Lean fue mucho más duro lidiar con el niño guapo, con Jones. El joven actor perdió la confianza a las primeras de cambio. Se dio cuenta de que todo le venía grande, el director lo sabía, pero ya no quedaba más remedio que apechugar con la decisión de haberle contratado. Se pasó los días encerrado en su bungalow. Automarginado, todo el día enfadado. Se ponía extremadamente irascible cuando trataban de darle algún consejo, incluso instrucciones. Un día, sintiéndose acorralado, llegó a confesar a gritos «¡No soy actor!». Y lo peor de todo, cuando tenían que filmar el primer orgasmo en la vida de Rosy (Sarah Miles) y la cosa no salía ni por casualidad, trató de justificarse diciendo que su falta de química con ella se debía a que no le parecía una mujer atractiva. Desde ese momento, la actriz pasó a apodarle «el enano». La hirió en lo más profundo.

Pero oiga, también involuntariamente dejó una actuación memorable. Un niñato así necesitaba de un director con infinita paciencia que le escuchara y le arropara, pero Lean hacía muchos años que había dejado de ser así y optó por lo más fácil. Le cortaron todos los diálogos, se suprimieron docenas de frases completas y Lean se conformó con que supiera estarse quieto, temblar si era preciso, y acertar con los monosílabos. Su personaje, víctima del estrés postraumático de la primera línea de fuego, quedó niquelado. Perfecto.

Porque si no salían las cosas, doctores tiene la Iglesia. A Sarah Milles se le metió entre ceja y ceja que la escena de amor no se iba a cambiar y que Jones la iba a interpretar tal y como venía en el guión. Era una cuestión de orgullo. Mitchum salió en su ayuda. A la mañana siguiente, le echó droga en los cereales al guaperas —nadie ha sabido especificar cuál—. Jones se quedó aturdido, o sea, completamente drogado, y sin problemas se situó encima de Sarah. Sin embargo, La actriz recuerda que estaba quieto, inmóvil, «como un pescado mojado». En ese momento, Lean le susurró que hiciera algo para que el chico se moviera, así que ella le metió un dedo por el culo y, sí, reaccionó. Así consiguieron rodar la escena.

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Un español, Perico Vidal, era el ayudante de dirección de David Lean. Marcos Ordoñez grabó su relato de toda su carrera y publicó las transcripciones en El País hace unos años. Su testimonio demuestra que hubo todavía muchos más problemas. Trevor Howard, el que hacía de cura, también se pasó el rodaje completamente borracho. Lo único que hacía que Mitchum y él no aparecieran con resacas cósmicas cada mañana era la marihuana.

Cuando Howard fumaba la impresionante marihuana de Mitchum todo iba bien o medio bien. Cuando pasaba al alcohol estábamos perdidos, y lo sabíamos desde temprana hora, porque en esos días fatales desayunaba con varias pintas de Guiness, una tras otra.

Un día que Mitchum y Lean se enfadaron, el director le pidió a Vidal que fuera tras él y lograse que volviera para repetir la escena. Al llegar a su caravana, se encontró a Mitchum fumando marihuana con una cachimba. El español se acercó y sin mediar palabra se puso a fumar con él. Cuando estaban ciegos, «dejando atrás Saturno», dijo Vidal a Marcos Ordóñez, volvieron y el actor interpretó su escena. Lean se quedó maravillado. Fue corriendo a preguntarle a su ayudante qué le había dicho para convencerle de que volviera. «Ha habido suerte», contestó él.

Mitchum, por su parte, se quejó de que trabajar con Lean era como «hacer un Taj Mahal con palillos». Para Lean, Mitchum no ponía pasión ninguna. Hacía su oficio indiferente, solo por la pasta. Pero luego, si el rodaje se prolongaba, se ponía a cocinar para todo el equipo él mismo. Y era un excelente cocinero. Ahí era atento, cercano. Ante la prensa, se burlaba abiertamente de la obsesión perfeccionista del director. Cuando le preguntaron si no cobraba mucho por el film, replicó: «Unos ochocientos mil dólares, pero Lean se ha gastado diez millones en heno para los caballos».

Cuando acabó la película, Lean les preguntó a los lugareños si querían que dejase en pie el precioso poblado de piedra que había levantado. Le dijeron que no. Que lo tirase y lo dejase todo como cuando había llegado, que ya estaban hartos de él. Nunca fueron bienvenidos en Irlanda, había demasiados ingleses en el equipo. Pero al menos no les pasó como a Kubrick, que rodando Barry Lyndon cinco años después recibió amenazas del IRA para que hiciera el favor de largarse. Para cuando las autoridades locales se dieron cuenta de que los decorados del rodaje podían atraer el turismo, Lean ya lo había dejado todo como si fuera naturaleza virgen.

Tras el estreno, Lean se fue a una comida con la Asociación Nacional de Críticos de Nueva York. Richard Schickel le espetó sin preámbulos: «¿Cómo el hombre que rodó Breve encuentro puede filmar una mierda como La hija de Ryan?» Se había abierto la veda. Pauline Kael dijo que era una película «demasiado cara para un romance tan barato». Variety, que la excesiva duración diluía el impacto de las actuaciones. Igual que al otro lado del charco. A Alexander Walker, del Evening Standard, también se le hizo larga: «tres horas es demasiado para una historia de amor tan insignificante».

Cuando Lean volvió de Nueva York le confesó a su amigo español: «Esta vez sí, Pedro. Esta vez lo dejo. No vale la pena tanto esfuerzo». La película, en cualquier caso, recaudó treinta millones para los trece que había costado. Y en un cine de Londres llegó a estar dos años en cartel. Se llevó un Óscar a la Mejor Fotografía, indiscutible, y otro fue para John Mills, el retrasado mental de la historia, por un papel que en un principio habían pensado dárselo a Charles Chaplin, pero no se atrevieron porque podía desequilibrar el reparto. Cuando Mills cogió el Óscar, no dijo nada. Un detalle de cara a la galería en honor a su personaje, sordomudo.

Lean se tomó las reseñas negativas como si le estuvieran pegando con un bate de béisbol. Las críticas competían en ingenio a ver cuál vilipendiaba más la película. Él ya había dejado claro cuáles eran sus motivaciones. Con respecto al melodrama: «Me gusta hacer películas sobre mujeres, me gusta contar historias de amor, creo que son fascinantes. Pienso que la excitación de una aventura amorosa es difícil de superar»; y sobre los críticos de los años sesenta: «Con la intelectualidad crítica puedes ser bueno o bien estar muerto dependiendo de si gastas mucho dinero en una película. Si uno emplea diez millones de dólares (el coste de Doctor Zhivago) se supone que no es capaz de hacer un buen film, lo que es una tremenda estupidez». Flaubert también tuvo problemas en su tiempo por atentar contra el engendro ese de la moral pública, que suele manifestarse de forma diferente en cada época.

Harto, Lean lo dejó todo y se entregó a su otra gran pasión: viajar. Recorrió el mundo de punta a punta. Cuando después murieron su padre y su hermano, entró en cierta crisis familiar y decidió pasar más tiempo con su hijo. Huir del tipo de «vida provisional» de los grandes profesionales. Aunque regresó al tajo en 1984, con Pasaje a la India, una cinta en la que profundizó aún más en su estilo y sus obsesiones. Los críticos ya le importaban un bledo.

A día de hoy, La hija de Ryan es una película que no ha envejecido ni un ápice. No hay técnicas informáticas que mejoren el privilegiado paisaje natural en el que fue grabada. El mensaje tampoco nos es tan ajeno. Y, finalmente, el poblado imaginario de Kirray hubo que derribarlo, pero el turismo cinéfilo sigue peregrinando al lugar.

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Ethiopia, water irrigating health and education too

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(Spanish version)

Report made with the support of Oxfam Intermón

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Sinta, the taxi driver who shows me Addis Ababa from end to end, gestures dismissively when I ask him about the past. “Now we’re fine!”, says with conviction. We meet very early in the morning in order to climb the Entoto Park, from which you can see the whole city. It has to be early because the engine of his Soviet Lada, he explains, is made for cold temperatures, and at certain hours there are slopes that it cannot bear.

He doesn´t understand what interest the communist years can have, which were particularly bloody in Ethiopia, or the consequences of the war with Eritrea. “That was ridiculous, a stupidity!” he states. In the eighties he lost a brother in the front. But all that is already forgotten, he insists. It´s over.

Hunger has always been connected to political change in the recent history of Ethiopia. It was the documentary about hunger, “The Unknown Famine” (Jonathan Dimbleby, 1973) that marked the beginning of the end of the reign of the emperor Haile Selassie. During the communist regime of his successor, Mengistu Haile Mariam, the political use of hunger plunged the nation into of the most catastrophic and darkest periods that humanity has ever seen. According to Robert Kaplan in “Surrender or Starve”, the fight against hunger served as an excuse for the communist dictator to carry out massive deportations and the fees he charged for humanitarian aid entrance into the country served to finance the war against Eritrea.

News of these famines spread widely through media coverage. Images of starving children marked a generation in the eighties. The impact was so strong that in 1989 the General Assembly of European NGOs adopted a code of conduct to avoid future campaigns focusing on the sensationalist aspects of life in the developing world and oversimplifying the image.

In fact, this image has long been in the past. Ethiopia has been growing for the last seven years at a rate of 11%. In the context of the international crisis, the economy has dropped to 7.5%, but Eduardo García Reneses, accountable for cooperation programs in Ethiopia, believes it is still “robust”. In December, an article in the Addis Ababa newspaper, The Reporter, stated that by 2025 Ethiopia hopes to become part of the “middle level” group of countries with development plans that are already under way.

The memory of famine remains present in the minds of various generations in Ethiopia. In this country macroeconomic data is not enough for the future, and it is something the government knows well, maintaining the fight against hunger and poverty as a main objective or, at least, the most publicized. However, there is still a major deficit in governmental investment toward the construction of the infrastructures which provide access to essential basics, like water, in safe conditions. There is willpower and there are plans, but financing is usually missing. Access to water is one of the biggest hindrances keeping many regions of the country underdeveloped.

According to this year’s results from the NGO ‘Water AID’, in Ethiopia 43.4 million people, over half of the population, do not have access to clean water or safe water sources. The rural population frequently suffers from parasitic illnesses like amoebiasis, acariasis, schistosomiasis, and diarrhea from illnesses like giardiasis. According to the 2006 Intermon Oxfam figures, 169 children of every 1000 die before the age of five. In some parts of the country, 40% of deaths are caused by water related diseases. Added to the lack of infrastructure is that the population doesn’t know what types of sicknesses are provoked by drinking unclean water.

Through Oxfam Intermón, Jot Down visited an humanitarian project that consists in something as simple as establishing safe water points. A simple mission, but that it´s transforming society at all levels.

The Oromia region is the biggest in Ethiopia and is also the most populated being home to 28 million people. Twenty four percent of the population here doesn’t have access to safe water. The landscape is green. There is nothing particularly exotic. It is very close to the prairies and mountains of the Iberian Peninsula. Asefa Gelmessa is a doctor in Ginchi Town, in the woreda – region, in Amharic – of Dendi. Although the shortage rate is almost half of that in the rest of the country, the doctor says that diarrhea is the most common malady.

When the locals notice the symptoms, if they don’t immediately go to the hospital they can die of dehydration. If they are treated, recuperation tends to take about seven days. For many farmers this is a problem because they can’t work during that time. But, the most affected by this problem are children under five years old.

The Medical Center in Ginchi Town, continues Gelmessa, doesn’t have enough medicine, but as he explained, even more important than medical equipment – with what is available they are able to treat the patients they receive – is the arrival of clean drinking water and the building of latrines. The government tries, he says, but doesn’t have sufficient funds.

Nevertheless, in Dendi Woreda, Intermon Oxfam and its local partner Water Action have completed the construction of 60 kilometers of pipes to bring water to an entire valley. The construction brought about a small revolution and is becoming the basis for profound changes in the local life conditions.

The pipes bring water to 10 kebeles −towns, in Amharic−, some 40,000 people. Regional authorities boast that 56% of the population already has accessible sources of drinking water. They are confident to reach 100% in the next years with the help of the cooperation. For the moment, those 60 kilometers of pipes have improved the health of the locals and have served to educate thousands of children, especially girls.

Traditionally, women were in charge of getting water in their communities. The routine was to make the trip a few times a day, on routes which could be three or four kilometers long. It was enough for girls not to be able to think about school or studying. In addition, the long walks exposed them to mosquito bites carrying malaria, making them even more likely to get sick. A safe water source in their kebele has given many girls the chance to go to school. The construction of separated latrines in schools has also made is possible for girls to go to school when they have their period, informs a representative of the Health Department of Dendi Woreda. Before, menstruation was a reason for prolonged school absence.

As for the Economy, in Ethiopia “there are more cows than people”, explains Reneses. Now that the animals don’t have to be taken long distances to drink clean water, they can gain weight. A few extra kilos on the cow inject liquidity into the family economy.

On the torturous walk to the first water post at the springs of Worka Gara Kebele, the importance of children to the local economy is confirmed with every step. Small children, no more than six or seven years old, can be seen pushing a plow with oxen. And you can not talk about child labor and explotation as in other places, it is a system of traditional work in the field that distribute the liabilities among the whole family. Rows of children and adolescents are cutting wheat with sickles. Even though the country invests in modern machinery to mechanize agriculture, combine harvesters haven’t arrived here yet. We talked to two brothers, who are shepherds, resting under a tree. They explained that only the youngest can go to school.

The managers of the first water tank are Kifie Desfa and Amerewerk Chekol, husband and wife farmers. They are of Oromo ethnicity and are rural people with strong spiritual beliefs. The wife confesses that the economy hasn’t changed substantially since the arrival of drinking water because it is not “one person who needs many things”, but she explains clearly that now people don’t get sick from drinking water. Before, the river passed in front of her house; she was periodically ill, but didn’t know why.

The first town to benefit from the new plumbing is on the hillsides of the mountain. The air is fresh and pleasant, but the sun burns. The young people are around two foosballs and play eager. Some seniors are drinling tala, homemade beer, in a small bar that is at the other side of the kebele. Kebede Keru tells how he built the latrines and the showers so that people wouldn’t take care of their business outdoors. According to the mission of Intermon Oxfam, it is difficult to convince the rural people that they have to use the toilets. The latrines often get dirty and the people think it is healthier to do their business somewhere else, which means that they are constantly surrounded by concentrations of infection. The mission of the NGO does not end with getting water to the town. Educating people to acquire health habits is very important too.

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All of Kebede’s children go to school. They have placed the pump in the center of the kebele, his wife, Zargi Negasa, is the cashier. She’s in charge of charging everyone who uses the water and taking the money to the bank. She can only do it for one hour a day, usually in the morning. At night, the citizens save their spot by putting their containers in a line in front of the pump. The well is fenced off and closed with a key so that no one will misuse it and so that the cattle won’t contaminate the area with their excrements. Zergi Negasa was a volunteer in the committee that started the project. She had to go door to door convincing her neighbors to voluntarily work on the canalization to the kebele.

The pipes have 60 distribution points like this. With the money raised from its use, 40% is paid to the professional operators who take care of problems and 60% is used to maintain the infrastructure. Everyone on the board of directors is a volunteer.

Since getting safe water has made children less necessary in everyday tasks and allowed them to go to school, the next urgent necessity the communities face is building schools. One example is Nubarite, built by the initiative of the locals, who constructed it themselves when the government gave them the authorization.

In the middle of December there are no more than half a dozen students in the school. It is harvest season and classes are suspended so that the children can help their parents with the field work. Nevertheless, the director, Arasa Tasisa, says that normally there are between 80-90 students per room. The arrival of water and the installation of latrines multiplied the number of students. On days when there are no students, workers, recruited from the town, carry out maintenance work in the building.

Johannes is the director of the valley canalization project. He explains that when they finished the source to bring water to this school, the first time the faucet was turned on not a single drop of water came out. They had to dig up kilometers of pipes until they found the obstruction. The repair took two years. This is only one of the hundreds of difficulties that the project has faced. He says it has been “like getting with a university degree”.

But water still hasn’t arrived to all of the key points in the region. At the school in the Aanaa Dandii district (where we found signs in Oromo) the children take turns drink water hanging from the handle of a pump at recess. There are 428 students between 4 and 14 years old and seven teachers. One of them explains that the kids are often sick with digestive illnesses related to the water and even with malaria, which is complicated to contract at their altitude. When a student is sick he usually misses up to two weeks of school.

The teacher confirms that since the kebeles started receiving safe water sources, it is more common to see girls in class. Although, he complains that they still cannot dedicate much time correctly finish their homework because they must help with household duties. Teaching hygiene is more important than any other subject, he continues, obliging students to be clean and keep the school clean. The children learn healthy habits and later they teach them to their parents and expect the same in their surroundings. The students learn to boil water and wash their hands before meals– Ethiopians, whatever their social position, don’t use silverware to eat.

This school was built by Save the Children in 1999 (our 2006) of the Ethiopian calendar Ge’ez, the Julian calendar for Orthodox Christians. It started off as a nursery school, but in the last seven years has started giving classes to children from 1st to 6th grade, as a result the space is getting small. The head of the center remembers when they started the school the majority of the children where dirty. Little by little it started changing, he says. Now more and more children wear shoes and parts of the uniform, a green suit, which is difficult to see complete on any student. They wear what they can find; what their parents can afford, he explains.

The biggest difficulty which these children face in their education is that their parents can’t help them because they haven’t got an education, the teacher reveals. Although many maintain a farmer mentality, they are eager to learn, he says, but in many cases they don’t have access to means of communication and that is a disadvantage for progressing in their studies. The media isolation of the children was confirmed on the spot. A cameraman for “We are Water” had gel in his hair. When the students saw him they formed groups in the patio. They approached him and timidly asked in English, “Are you Cristiano Ronaldo?” They had strong suspicions that he could be the Portuguese footballer.

In the rural countryside, for years children have been born simply as an economic resource for their parents. They served to help with the cattle or in agricultural work. There is no kind of family planning. The older generations don’t know the value of education, a teacher confesses, although now something has changed in their mentality and the farmers want their children to go to school.

Some of the students who have passed through this school in the past seven years have been able to go to high school and later university, but very few, he notes. The tests are a difficult challenge for them. Only two or three out of fifty make it. If they pass, hard sacrifices await them. They have to go to the city and survive there all week, in some cases, on only a few pieces of bread.

But, being educated in the middle of the countryside can also have advantages. In class, for example, they have a bird’s nest. The babies have recently hatched from their eggs and are a part of our conversation. Using everything available to teach the teacher considers that he is strengthening the creativity of his students. It is the only added value he can offer them.

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Apart from water, education faces other difficulties as well. In the kebele Yubdo, Dejene Hirico is happy to have clean water near home, but also wants the government to provide electricity. Of all of the difficulties due to this, one stands out: “My children can’t study without the right light”.

In any case, it appears that life is improving. When he was a student, during the years of the communist dictatorship of DERG, only the privileged kids could wear uniforms, her remembers. Now it’s possible for everyone, he says. In addition he had to hide in the forests to not be enlisted in the army for the war. In this zone the forced recruitments were a generational tragedy. Johannes remembers that boys were prepared for war in school and that families celebrated having a daughter as a blessing. The wash officer of Intermon, Abayneh, lost a brother. He is one of the thousands who disappeared during the eternal conflict with Eritrea. A recent film, “Teza” (morning dew, in Amahric), by independent director Haile Gerima tells story of the suffering families endured in the 1980’s. What you see in the film is the same thing that the locals tell you.

In Yudda, a woman, Galane Geremo, shows us the interior of her house and proudly shows is the latrine that was built on the surrounding land. Her children are in charge of keeping away their goats and sheep so that they don’t cause problems. Galane shows us her bathroom, holding her mobile phone in her hand. Telecommunication has arrived before water in this community.

In fact, AVKO Fundation has developed a mobile phone application to locate water reservoirs and mark creeks. In Ethiopia, UNICEF is implementing it with the local authority. With this initiative they hope to improve the living conditions in the low lands (Oromia in in the high lands, which are greener and wilder). The nomad groups live in this zone, pastoral people who live moving their herds from one place to another. The incidence for water related illnesses in this population is very high.

Abayneh explains that for as long as he can remember water has always been a problem in his country. Even in Dendi Woreda, Jamjam Lafa Batu Kebele still hasn’t got water. The ambiance is noticeably different in communities where sanitary construction has already begun. One woman, Akeclamariem Assefa, says that her children only drink water at school, if they drink water in the kebele they get sick. She tries to boil the water, but she can’t heat the 40-50 liters that her family consumes every day.

The economy of the kebeles is protected by a cooperative regime. The system was imported from India and allows local people to buy basic products at reduced prices at community shops in exchange for their crops. The positive results cannot be denied, says a member of a local NGO, although intermediaries purchase crops at too low prices. At AECID (Spanish Agency for International Development Cooperation) they explain that it is very complicated for the common farmer to take his products to the points of sale due to the structural problems of the roads and the channels of communication.

Although the use of fertilizers and compost has increased their production and quality, they don’t have access to the markets. They also don’t have warehouses to accumulate and save the excess.

The IMF says that to sustain the rate of growth and make all the necessary structural reforms, Ethiopia should increase the private sector. Currently, the country still maintains in public control the “crown jewels”, as they are called: energy management, telecommunication, sugar crops, and Ethiopian Airlines. Even the financial system is 100% public, the private bank doesn’t exist. The government controls all the savings to finance their investments, but none of this is included “in the national budget, if it were, the deficit would shoot to 10%, a worrying figure”, explains Reneses.

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In this situation, it continues to be difficult for the children of the kebeles to reach the university and become part of the slowly growing middle class. The phenomenon exists, but thanks to great sacrifices. Abayneh remembers a university classmate who was born in one of these kebeles. “He went to class at night, during the day he worked cleaning shoes in Addis Ababa to survive. He ate the food we left on our plates when we’d finished eating. Today he is a doctor”.

A graduate of Economics who was also born in a kebele, Dinsa Girmaye, remembers that he also had classmates who lived in these types of situations, not only at university, but even in high school.

At that time there were no refrigerators in the towns or in the cities. Lots of my friends, who studied in the city and were from towns, had to go three or four days walking to return home to get food, their parents couldn’t afford to let them buy food in the city. Very few were able to study in these circumstances.

After finishing their university studies, many graduates leave the country, except for those who study under government scholarships and have the obligation to stay and work for the government for a few years. There are divided opinions about the graduate exodus. Some think that young people today are only interested in money, as school teacher Aanaa Dandii complains. The spirit of those who want to return to their community what they have been given prevails. But, there are also those who understand the situation. Ethiopia is not lacking for problems, among them, one from the European Parliament for the lack of human rights. A doctor, who works in public health because he studied under a government scholarship, says it is normal that many people want a better life outside of their nation. In any case, the remittances from emigrants are one the most important sources of income in the country.

The doctor speaks bitterly about the streets of Addis Ababa. They are among the safest in Africa, but, “at night you can see many children who suffer physical and sexual abuses and it is a very serious problem for which the government doesn’t have a solution”. The subject appears in the press. The Daily Monitor headlines one of its December editions saying that Ethiopia is a top-ten country for “unknown children”. Seven percent of the children don’t officially exist. “The statistics say what the statistics say”, a foreign worker ironically states remembering the 100% rates of school attendance that the government boasts.

On the other hand, another social divide is opening due to rising prices. In the last years prices have multiplied. Retirees can no longer pay for their basic groceries and children are taking care of their parents. In the capital, the presence of civil servants of embassies and the African Union, whose headquarters are here, along with 100% taxes on imported products, life is more expensive than many European cities.

In the entire country there is a frenzied passion for English football. A group of middle class youth says that because prices are so high for everything, they prefer to spend the little they have on a beer while watching the matches. Meanwhile, laborers and manual workers in the capital have long days and low salaries, about 50 birrs (2 Euros) a day. They drink Tala, a homemade beer, and chew khat, a stimulating plant. Their meeting places are marked with a can on a stick at the door of each building, it indicated that in this house is sold homemade beer.

On December 16th, in the newspaper ‘Fortune’, columnist Girma Feyissa complains that young Ethiopians aren’t interested in the history of their country and saying, “I can’t think of anything as powerful as football to keep everyone united (…) No propaganda or rhetoric enjoys the same amount of attention as football”. But, this is above all in the cities.

Returning to the kebeles, the construction of plumbing has forced rural communities to work together. One technician of Water Action explained that the attitude of the locals is to help the rest of the communities with their work so that sanitation will reach their own town as soon as possible. Helping others to help yourself, a more uplifting philosophy than soccer.

Illustrations: Ferran Esteve

Photography: Álvaro Corazón Rural (full gallery here)

Translation: Dianne Conn

Cassettes

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Fotografía: Pascal Terjan (CC).

Hace unos días albergué en mi casa a un par de chavales muy guapos que venían a ver mi ciudad; chicos guapos de los que piensan que el tobillo es bello. Íbamos a dar la primera vuelta por Madrid cuando, mientras nos maqueábamos antes de salir, me percaté de que uno de ellos llevaba un bolso blanco con la imagen serigrafiada de una cinta de cassette.

Ya me había dado cuenta, puesto que tengo ojos en la cara, de que las cintas se han convertido en una especie de adorado icono popular. El otro día en la exposición de Pop Art del Museo Thyssen, vi en la tienda de souvenirs el paradigma de este culto. Vendían un cinta de cassette llena de latas de Campbell de Warhol. El no va más.

Fotografía: Álvaro Corazón Rural.

Lo gracioso de este tema es que, antes de la oleada de pasión por las cassettes como concepto, como unos siete u ocho años atrás, recuerdo haber visto también tatuajes de cintas de cassette. Tatuajes, dibujos sobre piel humana para toda la vida. Eran los inicios del siglo XXI y la gente guay se estaba tatuando lo primero que había quedado obsoleto con la llegada del futuro. Es como si se tatúa usted ahora un móvil de los antiguos con un sugerente SMS en la pantalla. ¿Que le parece una gilipollez? Pues tiempo al tiempo.

Aunque si bien cambian las costumbres y las manías, el ser humano sigue siendo el mismo. Un fenómeno semejante al de los tatuajes de cintas lo contó muy bien Mauro Entrialgo en una historieta de 1994, «Budamanía», publicada en el álbum El efecto solomillo de la Factoría de Ideas.

Trataba de un hombre que había coleccionado muñecos de dinosaurios toda su vida, una cosa molona, hasta que con el estreno de Jurasic Park ahora parecía bobo. «El sobrino de Spielberg», se lamentaba él. También era un tío que iba con el pelo largo, desaliñado y con perilla desde que le salió la barba, pero que con la llegada del grunge de pronto parecía un niñato apuntado a la última moda. Y en lo que nos ocupa, los tatuajes, contaba que se había tatuado el escudo de Batman, entonces un cómic que leían los pocos que leían cómics o la lejana en el tiempo y entrañable serie de televisión de los sesenta de los mamporros onomatopéyicos, el caso es que con el estreno de la película de Tim Burton en 1988, que hasta yo recuerdo toda Madrid empapelada con carteles del murciélago, se lo tuvo que tapar avergonzado con un parche.

Imagen: Mauro Entrialgo / Factoría de ideas.

Lo que enseña esta historieta para mí es idéntico. La peña que a principios de la década anterior se hiciera un tatuaje de una cinta de cassette no sé qué sentirá ahora cuando se pase por un mercadillo y vea que hay gorros, bolsos, camisetas y toallas con dibujos de cintas de cassette. De tener cogido por los huevos al mundo de las tendencias a pasar a ser equiparable a un caballero de mediana edad con una camiseta de la selección y unos pantalones pirata, media un abismo. También salió una vez en El País Semanal alguien hace la tira de años con un toro de Osborne tatuado, un actor o algo, y menos mal que he olvidado su nombre porque me gustaría preguntarle qué tal lo lleva ahora que el símbolo es tan popular y se agita en lo alto en reuniones tan elegantes e ilustradas.

Pero no hemos venido a hacer sangre. Lo que queremos es aprovechar estas paradojas del mundo moderno como excusa para recordar las cintas de cassette, un artilugio alrededor del cual giraba nuestra vida. No es una exageración.

De la cinta sabemos que vino al mundo a competir con el cartucho, un formato olvidado y del que cuentan los viejos del lugar que sonaba de putifa. El fin último del cartucho o la cinta era escuchar música en el coche. Cualquier venerable anciano de la generación Mirinda habrá ido de vacaciones a Torremolinos en coche escuchando música del momento, Los Amaya, Joan Baez… en cartucho. Los de Barrio Sésamo, en cambio, viajábamos con cintas y seguramente todos estemos de acuerdo en afirmar lo mismo: la probabilidad de que una cinta en un coche se jodiera es igual a uno.

Hay que tener en cuenta que tanto los equipos reproductores de nuestros temidos y potentes Talbot Horizon, 127 y compañía, como las propias cintas, eran una porquería. De hecho, si la cinta desplazó al cartucho fue porque era «más económica», que en términos capitalistas se traduce por más basura.

Encima, los reproductores se robaban que daba gusto. De ahí el frontal extraíble, tan publicitado, que estuvo precedido no poco tiempo de la radio entera extraíble. Cómo olvidar esa imagen de señores con bigote yendo a hacer sus cosas, saliendo de sus respectivos curros o de domingo con los sobrinos, con la radio del coche asida con la mano que ya parecía un apéndice inseparable. Faemino y Cansado lo llamaron el hombre Túporaqui.

El riesgo de no ir por la vida con la radio del coche en la mano era que te encontrases la luna rota con una piedra de granito o un ladrillo y que te hubieran robado la radio. O peor. A un vecino mío, como no pudieron sacársela de su Citröen CX, le destrozaron el cuadro de mandos con el destornillador, como en Instinto Básico con el picahielos, y luego se cagaron en el asiento del conductor dejando ahí el pino a la mayor gloria de Dios. El ciudadano español de entonces no aceptaba la derrota como un sueco democristiano, precisamente.

El caso es que el hecho de que los cassettes girasen en torno a los vehículos convirtió a las gasolineras en tiendas de música. Y que en las gasolineras se vendiera música a los camioneros y otras gentes de camisa desabotonada y anhelos de libertad motivados por una breve estancia en prisión por un delito que no había cometido, sirvió para que a esa música se la denominara «música de gasolinera». Pero este término es falaz. A las gasolineras me iba yo a comprar cintas de Judas Priest o los dos Keeper de Helloween, o Eskorbuto, Kortatu y La Polla Récords. También, por qué no, Triana y Medina Azahara, puesto que costaban 495 pesetas, que era un precio asumible para un niño. No como en la tienda de discos del barrio que te ponían una navaja al cuello solo para entrar.

Imagen: Agneta Von Aisaider (CC).

Aunque a las masas del siglo XXI lo que les mola recordar de las gasolineras son las cassettes del Payo Juan Manuel y compañía. Son kitsch. Son España profunda y su cine de quinquis, algo de lo que gusta reírse el joven moderno de hoy siempre y cuando se halle, la España profunda y sus quinquis, muy lejos en el espacio y en el tiempo. Cuando un menda con tatuajes talegueros atraca a tu madre en el portal de tu casa con un cuchillo, el tatuaje taleguero, el expresidiario y sus tonadillas preferidas no son cosas que quieras abrazar en clave de pop al grito de «¡uaoh, cómo se nos va la olla, tíos!».

Con todo, cuando empezó a cachuflar esto de internet, todos nos volvimos majaretas con la página Caviar del Caspio. Era una recopilación de portadas y títulos de cintas de gasolinera inenarrable. Tuve la fortuna de conocer en su día al buen hombre que la creó, que trabaja alejado del mundanal ruido en una estación meteorológica y es un eslavófilo de pro, pero hoy, harto de tanta tontería, no ha querido brindarme sus palabras para este texto más por aburrimiento que por otra cosa. No se lo echaremos en cara. Pero no queda más remedio que reciclar una entrevista que le hice para Ruta 66 hace diez años.

La cosa comenzaba preguntándome yo si no articularía Sabino Arana su doctrina al contemplar su colección de musicassettes —era la época del Plan Ibarretxe aunque él prefería denominar su tesoro «abisales flores de estercolero», para pasar a hablar de la creciente fiebre por las llamadas «cintas de gasolinera». Empezaba:

Sí que detecto cierta moda, pero, por definición, el punto de vista que defiendo ante la basura musical es marginal y minoritario. Sí que hay interés y proliferación, creciente además, de fenómenos basura, a mi juicio grasas saturadas, en términos asimilables por el mercado, pero me temo, con el debido respeto y sin ánimo de sentar cátedra, que es la propia industria del ocio la que los genera y alimenta con productos diseñados para satisfacer esa demanda.

Y a la hora de enumerar los reyes de la casssette hispana, decía:

Hubo una época en que escuchar el Payo Juan Manuel, aún enterrado y oculto para la marabunta, supuso una veta inagotable de tremebundas experiencias en cascada. No solo por sus ripios verduscos, que eran lo de menos; era sobre todo por su visión del mundo, su cosmogonía cafre. Me dejaba turulato. Pero luego vino el Pelos y los Marus ¡qué mullets, tíos! O Tony el Gitano, ¡qué arte de combinar chaqueta y pantalón! O Joan Josep cantando el «Himno de la petanca», o Dulce Vega y sus jadeos eróticos, o el mismísimo Leo Rubio, «el gabacho pitiminí», cantando a la construcción como si le fuera la vida en ello.

Los más blandos y comerciales Beatles se asimilarían a nuestros impertérritos Chunguitos y los más salvajes y peligrosos Rolling Stones devendrían en nuestros afilados, por las filomenas, Chichos; con el Jeros como mártir de la causa en contraposición al inexplicable y mefistofélico pacto del Jagger.

Para los Judas Priest, haciendo abstracción del heavy en su conjunto, pondría la Charanga del Tío Honorio, un experimento del gran Honorio Herrero nunca justamente valorado. Sería cambiar los pelos por la boina.

Dylan, cantautor eterno, sería Emilio el Moro. Espejo de generaciones y letrista extraviado de nuestra historia musical. El virtuosismo convulso de Hendrix a lomos de su Stratocaster, solo lo he avistado en Cecilio Serrano García «el ruiseñor verato», de Madrigal de la Vera, se entiende, al mando de su célebre Casiotone C-500 adaptado.

Y una biografía de un grupo gasolinero cualquiera, para hacernos idea, una composición de fondo:

Podría hablar del auge y caída de los Pillo’s Boys, de Tiétar, Cáceres. Durante sus buenos años una institución en la escena top-gasolineras meseteña. Comenzaron al tran tran, hacia 1992, en su pueblo rifando un jamón en medio de la actuación hasta llegar, en sus buenos tiempos, a alcanzar un caché de trescientas mil pelas por gala. Barra aparte. Junto con Cecilio, Toni y Susi, Antonio y Jesús, para los amigos, y Deme «el castellano», el dandi montaraz, han copado el circuito habitual de festejos mayores en la Extremadura rural contemporánea. Virguerías como el «Garabirubí», «Corazones peregrinos» o, mismamente, su ajustada revisión de «Paquito el Chocolatero», aunque un poco monocordes en su compás simple de teclado de primera generación y arropadas en una, en mi humilde opinión, restrictiva puesta en escena, han hecho las delicias de grandes y chicos en sus recordados bolos. Desgraciadamente para sus seguidores, el éxito se los comió y, por desavenencias artísticas y personales, recientemente pleitearon de malas formas. Hoy por hoy el ideólogo musical y estético de la pareja, el Pillo gordo para entendernos, mantiene el testigo y la marca de la casa en solitario, deleitando a la concurrencia con joyas del calibre de «Man robao el coche».

¿Y a qué huelen las cassettes?

Pero claro, todo esto, por muy gasolinera que fuese, serían cassettes originales. Alrededor de lo que giraba nuestra vida, al menos la vida de los que nunca nos habían quemado un camión los franceses, era de las cintas vírgenes. De hecho, llegó un momento en el que los LP traían un aviso mu serio mu serio que rezaba «Tape trading is killing music». Es decir, intercambiar cintas grabadas con discos, el pirateo de toda la vida de dios, iba a acabar con la música. Y así ha sido, como todo el mundo sabe, en España ya no hay festivales de música, cuando en los setenta y ochenta había decenas cada verano. Tampoco hay grupos, ni comercios con la música a todo trapo, ni niñatos en el metro con sus engendros sónicos a tope en el teléfono. La música ha muerto y como penitencia tenemos un músico por cada tres habitantes pidiéndonos que vayamos el viernes a verle rascar la guitarra o pinchar en no sé dónde.

Fotografías: Happy Days Photos and Art (CC).

Y todo por culpa de las cintas. ¿Pero qué eran las dichosas cintas? Pues artilugios de plástico con una tira de óxido férrico, óxido de cromo… yo qué sé, un montón de cosas que vienen en la Wikipedia. Lo importante es ¿se podían comer? No. ¿Se podían oler? Sí. ¿A qué olían? Señores, en mi humilde opinión, olían a cacahuetes. A estas alturas de la vida ni me enorgullezco ni me avergüenzo de nada y digo las cosas como las pienso: a cacahuetes me olían. Y si les extraña huélanlas, por donde estaba la cintilla marrón, y me dicen. Las TDK preferiblemente.

En mis tiempos todo esto era campo e internet no existía pero era mejor

Aparte de para olerlas, las cintas servían fundamentalmente para grabar discos. A tu amigo le compraban un disco por navidades y tú te lo grababas de él. Simple. Cuanto más guais eran tus amigos, mejores cintas te podían grabar. Cuanto menos cerca estuvieses de la persona guay, menos calidad tendría tu cinta, pues perdía en cada grabación. ¿Entonces el tema de la cinta te empujaba a salir a la calle a hacer amigos y era un rollo mucho más saludable y auténtico que la fría internet? Podríamos decir que sí y luego masturbarnos mutuamente los que hemos nacido hace más de treinta años, pero no. Es que no tenía por qué ser así. Internet, tal y como la conocemos en cuestiones musicales, ya existía. ¿U os creéis que en el pasado éramos gilipollas, niñatos?

Lo que pasa es que era distinta. No había ordenadores ni circuitos. Cuando tú querías cambiar cintas con alguien, escribías una carta a otra persona que podría haberse anunciado en un medio, revista o fazine. Os enviabais listas de cintas y discos mutuamente, elegíais y os grababais. El proceso, llamadlo tiempo de descarga, tardaba de tres a seis semanas. Era lo único malo, pero teníamos de todo menos prisa.

Luego la navegación también existía. Cada programa de radio, fanzine, grupo o amigo del intercambio de cintas tenía un flyer con su dirección del que hacía miles de copias. Tú, en cada carta, metías todos los flyers que te habían llegado en otros intercambios, de modo que la función de ese papelucho tristemente fotocopiado con el nombre de «Luna negra de la noche con sangre de doncella derramada en el pecho desnudo a las cuatro de la mañana con menos diez grados» y su dirección debajo hacía la misma función que puede hacer hoy en día un banner. Cada día recibías más flyers desconocidos, de cada rincón del mundo y escribías y recibías más y más cartas con más y más cintas. ¿La bandeja de entrada llena de emails? ¿Muchas notificaciones de Facebook? ¿Menciones en Twitter? Todo eso es de pobres. La auténtica y verdadera alegría social es haber tenido el buzón de casa lleno de cartas y paquetitos cada mañana y cada tarde —mi cartero, como el de la película, pasaba dos veces al día—.

Pero ¿cómo? ¿que mandar cartas y paquetitos es caro y los emails ahora son gratis? No. Eso son chorradas y mentiras. Enviar paquetes antes también era gratis. Completamente gratis. Solo había que hacer una pequeña inversión inicial, como cuando das de alta tu conexión, y comprar una serie de sellos de diferentes valores. Ejemplo: diez de cien pesetas, veinte de cincuenta pesetas, otros tanto de veinte pelas, etc… Y luego, a la hora de enviar a tu amigo «Ano que sangra en la penumbra» un piratito de los Manowar que no tiene ni dios, hacías el paquete y rendías pleitesía a su majestad el rey Juan Carlos I.

¿Cómo que rendir pleitesía? Sí, igual que los periodistas independientes, lo enjabonabas. Pero en sentido literal. Cogías un pegamento de barra Print, le ponías una fina película de pegamento en la superficie al sello, en la cara de Juancar concretamente, y luego le decías a tu amigo que te los devolviera en su siguiente envío. Al recibirlos de vuelta, les pasabas un poquito de agua por encima y el matasellos se iba con suma facilidad. Ya solo había que dejarlos secar y vuelta a empezar. Así durante años. Ahora dime tú cómo enviar por email algo que pesa doscientos cincuenta gramos y que te salga gratis. Desgraciadamente, los nuevos sellos postales digitales, con códigos de barras y todo el copón, acabaron por hacer desaparecer estas prácticas por las que tanto cariño le teníamos al rey. Por pequeños detalles como este dicen que Felipe VI lo va a tener difícil.

Fotografía: Kevin Simpson (CC).

Así lográbamos acumular montones de cintas. Montañas. Y entonces empezaba el desarrollo del espíritu, te hacías tus propias portadas a mano. Todavía no he visto ninguna web que recopile portadas de cinta hechas a mano, a saber, portadas de los Maiden, de Metallica. Esos logotipos copiados con mucho sufrimiento. Ese Eddie que parecía Cobi. Un horror. El espanto. Tenebroso todo. Viendo creaciones de algunos familiares y amigos entraban ganas de gritar eso que dice Don Drapper en la primera de Mad Men: «¡¡¡Tenemos más intelectuales y artistas fracasados que el III Reich!!!»

Intercambiando, intercambiando, al final uno lograba reunir joyitas de difícil catalogación. Por citar una, mi favorita de todo lo que acumulé fue un grupo panameño que hacía ruido básicamente mezclado con fragmentos de películas porno sudamericanas o dobladas por actores latinos. Era una auténtica delicia. Pero ya ven, sexo y violencia, la programación diaria de cualquier televisión privada generalista. Mucho underground, pero teníamos un gusto de lo más vulgar. Al final los únicos excéntricos de verdad son los que se escuchan sinfonías del tirón del Mozart ese.

Por otro lado, las cassettes se podían escuchar tanto en casa como en el coche como en la calle en un artilugio llamado walkman. Sin querer extendernos en este particular, tan solo señalaremos que no se podía cambiar de canción con apretar un botón, como ahora, pero sinceramente yo creo que las cintas, pese a sus evidentes limitaciones técnicas, sonaban mejor que los mp3. A mí con los mp3 me ha pasado de pararme un momento en mitad de la calle y decirme que no me iba a engañar a mí mismo. Preguntarme: ¿me puedes explicar qué estás escuchando? Y contestarme: pues la batería, bajo y guitarra, la verdad, seamos honestos, parecen un ventilador de peli de cine negro en el medio oeste americano, y luego hay una voz y algún punteo que se intuye, que se siente más que se escucha. Y estamos hablando de mp3 de algún grupo de power pop, nada de ruidistas japoneses. Por eso mi opinión es que los mp3 sin padre ni madre que se descargan o te pasan suenan como el culo, francamente. Es lo que tiene la democracia digital, que los Allman Brothers suenen como los Cramps en el reproductor portátil y tú feliz porque es gratis. Algún día alguien se grabará golpeando con el glande sobre la mesa cantando por encima, nombrará el mp3 como Dead Kennedys y pasará totalmente desapercibido.

También, como detalle simpático, cabe señalar que para ahorrar pilas del walkman rebobinábamos las cintas con un bolígrafo Bic. Un fenómeno muy recordado. Es decir «walkman, cinta de cassette en el instituto» y que automáticamente alguien conteste «rebobinar con boli Bic». Asquerosa nostalgia pavloviana.

Pero bueno. Al final, todos hemos pasado por el aro del mp3 y si hay alguien escuchando cintas por ahí es que está en riesgo de exclusión social o es de un esnob que, sinceramente, lo que se merece es que le den dos hostias bien dadas. No obstante, una vez pasada la era, la putada fue ver qué hacía uno con tanta cinta que no servía para nada. Una idea que surcó internet en su momento fue hacer muebles. Pero con cajas de cinta y de cedé le hice yo una casita al gato y pasó de ella con el pasotismo aristocrático que solo los gatos saben tener.

En otros ámbitos, sin embargo, las cajas de las cintas fueron muy apreciadas para llevar de un lugar a otro dobladito el papel de plata de chinos de heroína sin terminar. Una pequeña revolución en la movilidad urbana. Momento en el cual algunas gentes de vanguardia, como decía al principio, decidieron tatuarse cassettes en la piel. Y así está el círculo.

Fotografía: Víctor Adrián (CC).

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