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Descubrí el paradero secreto de Hitler en las memorias de Espartaco Santoni

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Espartaco Santoni y Tita Cervera

De Santoni, recuerdo a una actriz española muy guapa —de los años 70: no voy a nombrarla— que cayó en sus redes. ‘¿Cómo puedes?’, le pregunté en privado, horrorizada. Hizo un gesto expresivo con las manos —pueden imaginarlo: el tamaño importa— y añadió: ‘Me manda rosas cada día y un Rolls-Royce con su chófer para recogerme. ¿Quién puede resistirse?’”.

Maruja Torres, El País, 19 de Noviembre de 2011

Ni sé la de entierros de notables que habré visto en los medios a lo largo de mi vida, pero si tuviera que recordarlos, solo me vienen a la cabeza dos: el de Fernando Fernán Gómez, porque envolvieron su ataúd con una bandera rojinegra libertaria, y el de Espartaco Santoni, porque fue una fiesta bastante inusual, con mariachis y todo, donde los asistentes, lanzando flores, reían y lloraban a la vez. Si hubiese sido una performance de la La Fura sobre las esencias de la piel de toro habría recibido varios premios.

Lo gracioso es que ese funeral, el del productor y actor Espartaco Santoni, pudo celebrarse en plan festivo de pura casualidad. Pocos lo recuerdan, pero ETA quería meterle un tiro en la nuca. Cuando la policía detuvo el 21 de marzo de 1998 al etarra “Txetxu”, José Luis Martín Barrios, miembro del Comando Andalucía, confesó que tenía órdenes de “Kantauri”, José Javier Arizcuren Ruiz, de atentar contra Espartaco Santoni en Puerto Banús “mediante disparos”. Los etarras recibieron las órdenes en Francia y llegaron a alquilar un piso en Marbella en 1997. Finalmente, las Fuerzas de Seguridad del Estado abortaron un plan que podía haber llevado en la actualidad a miembros de la banda terrorista necesitados de liquidez a discutir pormenores de este plan en platós de televisión con quien ustedes saben. Justo lo que necesita ahora el país.

Así, Santoni al menos pudo terminar sus días muerto por una enfermedad en el páncreas, rodeado de los suyos, y no tirado en el suelo con el pañuelo de pirata que lucía al final de su vida en un charco de sangre. Una vida, la suya, llena de claroscuros, pero toda una odisea de amor y lujo, con paradinha incluida en la Cárcel de Carabanchel, en el módulo de los presos más peligrosos. Un periplo que le llevó a hitos tan dispares como producir Campanadas a medianoche (Falstaff) de Orson Welles, premiada en Cannes, y tener un papel de honor en la primera entrega de Torrente. De gestionar locales de éxito en varios países donde se codeaba con lo más de lo más, a vender sus memorias a la revista Lecturas porque no tenía un duro, en palabras del entonces alcalde de Marbella, Jesús Gil y Gil. Sujetos con estas biografías ya no nacen.

Ese libro de memorias que traemos a Busco en la basura algo mejor se editó en Caracas. No está exento de faltas de ortografía y errores de puntuación y a veces las tramas se pierden como en un guión de David Lynch, pero engancha y empuja a querer al personaje. La narración es muy ágil y sencilla, pero se gusta. Un estilo que cuando se enfrenta al relato de episodios sexuales, que no hay pocos —digamos que básicamente solo habla de eso— en lugar de evocar de forma embriagadora y estimulante, lo que consigue es invitar a la mofa. Valga como ejemplo esta preciosa frase: “Mi pierna se introdujo entre las de Tita [Cervera] y mi pene rozó la expresión vellosa de su sexo”. Dará risa, pero no se puede negar que es todo un hallazgo. A mí me gustaría tomarla prestada para una crónica futbolística: “Y entonces, Cristiano Ronaldo puso el balón donde le salió de la expresión vellosa de su sexo”. Sí, hay que perfumar un poco el balompié.

El caso es que No niego nada, adquirido por quien esto escribe en la Cuesta Moyano de Madrid hace unos años, es la primera parte de su autobiografía y recopila todo lo que el autor publicó en la aludida revista. Luego llegó una segunda parte, Digan lo que digan, que tras el correspondiente escándalo que suscitó entre las famosas citadas en el libro que se airasen sus trapos íntimos —como que Tita Cervera tenía hemorroides como “racimos de uvas”, sin ir más lejos—, ya se editó en España en Ediciones B. No niego nada comprende desde que nació hasta que fue declarado inocente por un delito de falsedad documental y no sé cuántas cosas más que le llevó a sufrir dos estancias en prisión.

Espartaco no tenía un mal concepto de sí mismo. En la primera hoja del libro coloca dos citas. Una, de Milan Kundera; otra, de Gabriel García Márquez, en el medio, la suya. Las tres hacen referencia a lo hermoso que es amar o estar enamorado de muchas mujeres o personas a la vez sin por ello traicionar a ninguna. Y en las primeras líneas del libro se especifica que se están redactando desde su mansión en “un tranquilo cañón de Beverly Hills”, disfrutando del aire de la montaña y las palmeras, de las ardillas y los pájaros, de sus dos perros, que van a saludarle todas las mañanas. Bien. Nosotros aquí, con un 30% de paro y el presidente del Gobierno dando la cara ante los medios como el ordenador central del Enano Rojo, te leemos con gusto.

Espartaco Garibaldi Borga Santoni era hijo de Ernesto Borga, un caballero natural de Nápoles, grado 33 de masonería, y de Francia Santoni, procedente de Carúpano, ciudad al norte de Venezuela. Su hermana mayor es Italia Fortunata Borga Santoni. Detengámonos aquí. Tal vez este nombre no les diga nada, pero la hermana de Espartaco fue el amor de su vida de otro nombre que tampoco les dirá nada, Mario Brito. Pero yo sé que este nombre les dirá algo a partir de ahora porque se trata de ni más ni menos que El Gran Lotario “La Bestia Negra”, un púgil de lucha libre venezolana que luego se pasó al cine y la televisión y participó en 54 telenovelas a lo largo de su carrera como actor.

El Gran Lotario era un inmigrante cubano de gran envergadura que comenzó en la lucha libre cuando esta se puso de moda en Venezuela con la llegada de películas mexicanas del género. El deporte allí se llamó Catch as catch can. Se hizo muy popular en la televisión estatal hasta que el Gobierno suspendió las emisiones. Según las pocas referencias que hay, el Gran Lotario “impresionaba por el movimiento de sus pectorales”. Allí se medía a tipos con apodos como “El Gran Jacobo”, “El Tigrito del Ring”, “El Fantasmita”, “El Chiclayano”, “El Gladiador Croata” o “El Dragón Chino”.

Pero su mejor historia personal se debe a su faceta como masajista. Lotario tenía un baño turco en El Paraíso. Cuando cayó la dictadura de Pérez Jiménez, estuvo a punto de ser linchado por la turba acusado de torturador de la policía secreta del dictador. Él dijo en una entrevista que se debió a que las masas se pensaban que el vapor de su local se usaba para torturar a los presos políticos. Quién sabe si detrás de esa acusación habría algo más fundado. El caso es que no hemos avanzado ni un párrafo en las memorias de Santoni y, solo con la referencia del cuñado, ya tenemos droga dura. Pero sigamos.

Marcos Evangelista Pérez Jiménez

Decía Santoni que su padre era italiano y que en Venezuela se arruinó tres veces. Hasta las jártolas de emprender negocios y fracasar o que se aprovecharan de él sus supuestos amigos, decidió volver a Italia. En ese viaje, en barco, Espartaco perdió la virginidad. Fue con una chica polaca. “No sentí gran cosa, algo así como meter un dedo en agua tibia”, recordó el protagonista, que además se sintió un poco herido en su orgullo masculino: “Me dijo que la tenía muy pequeña y que estaba acostumbrada a más”. Pero una vez en Nápoles, la cosa cambió. Empezó a tirarse a las asistentas de su madre, que se vio obligada a cambiarlas constantemente. No obstante, es de regreso a Venezuela cuando certifica su primer orgasmo “con una mujer de alrededor de sesenta años, la vieja Mena”. Una sensación, el orgasmo, que en sus palabras: “luego me ocasionaría tantas alegrías y disgustos”.

Toda esta información de escaso interés es para dirigirnos a otro punto caliente de la biografía de este hombre, los años de la anteriormente citada dictadura militar del general Marcos Evangelista Pérez Jiménez. Contemporáneo de cracks como Rafael Leónidas Trujillo o Fulgencio Batista, su dictadura reunía todas las características arquetípicas de este tipo de regímenes en dichas latitudes. Hay un libro, de hecho, que se llama Póker de espanto en el Caribe, de Juan Bosch, sobre estos tres y Anastasio Somoza, que llegó más tarde.

La historia es que Santoni comenta que en los tiempos de Pérez Jiménez, Caracas era una ciudad repleta de cabarets con prostitutas llegadas de todos los puntos de globo. Un poco como La Habana de su amigo Batista. Por lo visto, había un tipo, Fortunato Herrera, apodado “El Platinado” por sus canas, que era el hombre de confianza del dictador y también el que le organizaba orgías en una isla que a día de hoy sigue virgen porque es propiedad del gobierno venezolano y le da solo uso militar. Tiene playas de arena blanca que miden kilómetros, agua caliente, langostas, ostras, peces fosforitos, coral… es un paraíso. Se llama La Orchila,

Diariamente aterrizaban aviones fletados especialmente desde Europa o de los Estados Unidos con los más exquisitos manjares femeninos (…) cuando el avión oficial llegaba a recogerlas en Roma, Madrid, París o Miami, estas distinguidas damas ya estaban haciendo cola desde varios días antes”.

Y también cuenta Santoni que una de esas damas era Silvana Pampanini, una actriz italiana de silueta a lo Sofía Loren. Todo esto me pareció interesante y lo he buscado.

Hay muchas referencias a lo ocurrido en la isla de La Orchila durante este periodo, pero la mayoría tienen poco fundamento o ninguno. De hecho, parece que con la caída del dictador, los rumores sobre sus orgías se dispararon hasta convertirse en leyendas con presentación nudo y desenlace. La más visual quizá sea la de que tenía por costumbre perseguir a mujeres desnudas por la playa montado en una Vespa también en porretas. Entre ellas, a la Pampanini, una imagen muy exportable, la de un dictador sudamericano pequeño y gordito persiguiendo desnudo en moto a una tetuda italiana por una playa desierta y paradisíaca. Yo al menos me he despertado muchas veces en la playa y nunca me he encontrado con tal cosa.

Tan literarias son las escenas que hasta hay una obra reciente que las recrea. Se llama El macho de La Orchila y su autor es Antonio García Ponce, un escritor y periodista venezolano de 84 años que en su día luchó contra el dictador y ahora, aunque fue comunista, tampoco traga a Chávez. En una entrevista hace pocos días confirmó las palabras de Santoni:

[Pérez Jiménez] tenía un apetito sexual exagerado y eso se pone de manifiesto en el hecho de tener varios hijos fuera del matrimonio y de haber convertido lo que sería la copia del Círculo Militar en un ambiente marino como la isla de La Orchila. Una isla que él convirtió en lugar de orgías. Donde el alcohol y las mujeres (muchas traídas de otros países) eran el atractivo, más que el descanso o la simple diversión”.

En realidad eso se sospechaba porque no era difícil de ocultar los vuelos especiales que venían de todas partes, con muchachas muy lindas y aquel famoso vuelo especial de la famosa orquesta Tropicana, y por haber estado allí la famosa estrella Silvana Pampanini, cuya presencia fue difundida de manera ostensible. Por supuesto, caído el dictador las leyendas se multiplicaron y fue posible que se acuñaran exageraciones. Lo de la moto Vespa fue una especie de estandarte, un símbolo, acuñado en aquella época, donde se decía que Pérez Jiménez perseguía desnudo a las mujeres. De allí cualquiera sacó fruto de su imaginación”.

Pérez Jiménez tenía límites en cuanto a la búsqueda de muchachas para sus deseos sexuales. Esos límites eran las esposas o novias de sus amigos o de los autogobernantes que lo acompañaban, pero sí hubo mucha muchacha joven. Lo que se supo luego de su derrocamiento fue que un hombre acaudalado de Miami le buscaba prostitutas. (…) Lo afirmo en el libro porque me documenté con un informe desclasificado del FBI. Allí aparece Pérez Jiménez visitando una casa de lujo donde uno de los capos de la mafia contrataba chicas que cobrarán 100 dólares por pasar un rato con políticos o militares”.

La cosa no queda aquí. También he dado con unos artículos publicados en el venezolano diario El Mundo, especializado en economía y negocios, que dedicó varios reportajes a este lugar recreativo tan propio de la “economía y los negocios” de las altas esferas. Uno de ellos resume la experiencia de uno de los obreros que construyó el restort de la isla. Cuando el gobierno se decidió a edificarla, los trabajadores fueron enviados allí en barco. Llegaron, pero nadie les dio instrucciones. Estaban allí esperando y no pasaba nada. Pronto vieron que les habían abandonado. Se habían olvidado de ellos. Problemillas de logística, quizá una organización ligeramente deficiente, el caso es que pronto se quedaron sin agua y sin comida.

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Se vieron obligados a construir unas chabolas con los materiales de construcción que llevaron. Tuvieron que comer maíz de la isla y pescar. Muchos enfermaron porque desesperados se bebían el agua del mar. Estuvieron dos meses ahí tirados, hasta que decidieron, para que no se estropearan los materiales de construcción, ponerse a trabajar. Cuando a los tres meses por fin llegaron los militares para empezar las obras, les dijeron: “esto no está en los planos, ni está en lo que se quiere hacer ¡pero es muy bonito!”, cita el reportaje.

Este hombre fue testigo de todo lo que aconteció en la isla. Por ejemplo, cuenta que lo de las Vespas es cierto, que las usaban para desplazarse de un sitio a otro. También que Batista y Pérez Jiménez se lo hacían con mulatas de 15 años que traía el cubano en avión. Toda su experiencia y recuerdos están reunidos en un libro titulado El misterio de la Orchila. El autor se llama Julio Barreiro Rivas. Estuve muy tentado de hacerme con este libro, pero pinchando para saber más del autor, cuyo apodo es “Farandulo”, accedí a otros reportajes firmados por él que me dejaron impertérrito (1).

Resulta que este caballero es gallego. En la España de Franco, cuando regresó a su pueblo, Forcarei, tras el servicio militar, se encontró con que no había nadie. Todos habían emigrado. Él, como otros tantos, se fue a Venezuela donde puso muchos ladrillos para mayor gloria de España e hizo sus pinitos como escritor. Mi sorpresa llegó cuando vi que uno de sus textos versaba sobre Hitler. Se titula Los últimos días de Adolfo Hitler. Y en él revela que el libro Hasta la hora final de la secretaria del Führer, Traudl Junge, en el que se basa la película El Hundimiento, ¡es todo mentira!

Según don Julio, en un reportaje escrito a la atención del juez Garzón rogándole que abra una investigación, él junto a su padre recuerda haber construido en Pontevedra aeródromos, como uno en Lavacolla, donde aterrizaron gran cantidad de aviones alemanes tras la Segunda Guerra Mundial. En ellos habían llegado multitud de nazis que, tan pronto pisaban tierra española, eran protegidos por el régimen de Franco. Entretanto, Julio se hizo mayor y se fue a trabajar de cantero a la provincia de Lugo. Allí se puso a construir una casa cuartel de la Guardia Civil en el pueblo de Samos. Él, que, según detalla, odiaba a la Benemérita por obligarle de niño a ahogar a sus dos perritos en el río. Además, en el convento de esa localidad también tuvieron que excavar un bunker. Mientras lo hacían se enteraron de que ahí dentro iban a residir italianos y alemanes. Entre ellos estaba… sí, Adolf Hitler.

Unos monjes encapuchados entraban y salían de un alambique, donde se hacía un licor llamado Benedictino, un licor que se hacía con nueces. Cual sería mi sorpresa, cuando un día descubrí que uno de estos monjes encapuchados era Adolfo Hitler, aunque no tenía el bigote típico, yo pude reconocerlo. Cuando esto comenté con mi tío, me hizo callar diciéndome. ‘¡No repitas más nunca eso, porque nos pueden quitar el contrato!’

Un día haciéndome el tonto, entré indiscretamente al comedor de los frailes y me senté en una de las mesas a muy poca distancia donde estaba comiendo Hitler. Lo reconocí perfectamente; puesto que los frailes para comer se quitaban la capucha”.

Tiempo después, en 1947, fue a la región de Cebreiro, en el pueblo de Córneas, al cual este periodista califica como “el más siniestro de Galicia”. De nuevo, allí se encontró con aviones alemanes. Se trataba de un trimotor:

Un total de cinco pasajeros hablando alemán bajaron tranquilamente del avión con vestimentas civiles y militares. Una de estas personas era Adolfo Hitler con bigote y todo. Así me lo contó un simpático gallego que habló con él, aún sin entenderse, puesto que uno hablaba gallego y el otro alemán”.

Y ojo:

Al dueño de la finca le fue encargada la custodia del avión, al tiempo que le dijeron que sus sembradíos de patatas le serían pagadas”.

Leído esto, se me quitaron las ganas de encargar su libro sobre La Orchila a Nueva York, el único sitio donde hay una librería que lo tiene. Pero miré aterrado a las memorias de Espartaco Santoni depositadas cuidadosamente en mi mesilla. Joder, pensé, solo llevo 22 páginas y ya he descubierto que Hitler no murió, que había escapado a Lugo. A ver si a partir de las referencias hasta la página 100 también doy con que, ya instalado en tierras gallegas, a Hitler le dio por fundar una tienda de ropa baratita que imitase lo último de las pasarelas.

En cualquier caso, los otros protagonistas de esta historia, como el dictador Pérez Jiménez, sí que está acreditado que murieron en España. El general venezolano lo hizo en una mansión en Alcobendas. Y Fulgencio Batista, en Marbella, pero está enterrado en el cementerio de San Isidro de Madrid. A lo que yo me pregunto si Davor Suker se percataría de que la tumba del dictador cubano estaba ahí cuando fue a visitar la del líder ustacha Ante Pavelic, que también se encuentra en este campo santo. Ante Pavelic, sí, coño, sí, el aliado croata de Hitler que asesinó a 300.000 yugoslavos, la mayoría serbios, con métodos medievales, como reventar la cabeza con un martillo a los bebés, degollar a miles de personas en fila india y demás lindezas que sobre todo contó Curzio Malaparte en Kaputt, obra y autor que ya abordaremos en una próxima entrada.

Porque estábamos hablando del libro de Espartaco Santoni. Este buen hombre había nombrado la dictadura, a sus prebostes y sus aficiones en las primeras páginas de sus memorias solo para comentar que se tiró a Lucía Soto, la novia del Platinado: “Con ella probé por primera vez la marihuana. Mis orgasmos, sumados al éxtasis que me producía la droga, eran indescriptibles”. La pena es que fueron descubiertos por un primo del dictador y estuvo a punto de morir. “Me apuntó con un revólver. No disparó porque yo, en mi insensatez, le sonreí divertido. Aparentemente, esto le hizo mucha gracia y me perdonó la vida”. Tal vez en ese momento decidió dedicar el resto de su existencia al carpe diem con un juramento puño en alto a lo Scarlett O´Hara.

En las memorias, leer sobre tantas conquistas de mujeres termina dando migraña. Si acaso, al principio, rompe el ritmo un aborto de Marujita Díaz, a la que conoció e inmediatamente preñó cuando tenía 25 y estaba de visita por Caracas. Todo poco antes de que fuera derrocado Pérez Jiménez y la turba saliera de sus chabolas para arrasar las mansiones de los ricos y masacrar a los ocupantes de la sede de la Seguridad Nacional, perdonado la vida de casualidad, como hemos visto, a uno de los luchadores de pressing catch más populares del país.

Marujita y Espartaco decidieron que lo mejor era irse a España. Cogieron un barco y se embarcaron montados en un Cadillac. Al llegar a Vigo, todos los que lo veían exclamaban “¡Coño!” y así lo bautizaron: “El coche del coño”. Ya en Madrid, él le sugirió a Marujita que se operara la nariz porque tenía demasiado caballete y así se quedó la tonadillera, con la cara que tiene ahora, como se quedará en pocos años nuestra querida princesa Letizia. De vuelta a Caracas, al Cadillac le añadió un yate, aunque vino con cierta maldición del que se lo colocó, que le advirtió: “Los dos momentos más felices de quien tiene un yate son cuando se lo compra y cuando lo vende”. Pero él necesitaba este tipo de complementos para sus negocios.

Después se pasó a México. Y allí Espartaco alucinó con el despliegue de medios que tenía la industria cinematográfica. Unas instalaciones mucho más grandes que las españoles de la época. Según explica, por culpa de la guerra mundial se redujo la producción cinematográfica en Europa y Estados Unidos y la industria mexicana se impuso en el continente. De ahí que el folklore de este país se hiciera popular en todas partes. Por la cuenta que me toca, tengo que decir que esto es cierto. Para prueba, también Yugoslavia. Cuando el mariscal Tito rompió con Stalin en 1948, el primer gran cisma en el bloque comunista, se encontró con que no podían adoptar ni el modelo cultural estadounidense ni el ruso, así que se tiraron a la piscina con el incipiente mexicano.

En un artículo en el Jot Down de los Balcanes, Bturn, el escritor esloveno Miha Mazzini explicó que en Yugoslavia se adoptaron las rancheras como referente cultural porque, entre otras cosas, “las posibilidades de que los tanques mexicanos aparecieran en las fronteras yugoslavas eran más bien pocas”. Además, “las películas mexicanas siempre estaban hablando de la revolución”. Así la federación sudeslava se vio invadida por múltiples singles de 7’’ de mariachis con bigotes y sombreros típicos de nombre Ljubomir Milic, Djorde Masalovic, Nevenka Arsova y un largo etcétera. Si viajáis por las exrepúblicas podréis encontrar estos tesoros en los mercadillos. Ponga en su vida las canciones de Jorge Negrete en serbocroata, no sea usted un tipo gris.

Los recuerdos de Espartaco siguen con que en México se cansó de Marujita y se enamoró de Teresa Velasquez, una estrella local. El amor de esta mujer suscitó muchas envidias y le puso en peligro. Un amigo suyo, Víctor Velasquez, actor y sindicalista, —puntualiza— le dio una pistola y le dijo: “cárgala siempre contigo si es necesario, ahora tienes muchos enemigos”. Aquí también tenemos que confirmar que México por aquellas fechas era un lugar peligroso. Es una imagen inolvidable de las memorias de otro hombre del cine, de un nivel ligeramente superior, nuestro Luis Buñuel. En Mi último suspiro el director español contó que un día, cuando fue a supervisar la banda sonora de una de sus películas, los miembros de la orquesta, por el calor, se quitaron las chaquetas y se pusieron a tocar todos sus instrumentos clásicos luciendo cartucheras debajo del sobaco con sus pistolones en una escena que le dejó patidifuso.

Más al norte, en Los Ángeles, Espartaco fue vecino de Yul Brinner, del que “de noche podíamos oír sus repetidas juergas”. Y se fue a Las Vegas, donde ocurrió lo esperado:

Traer una mujer a Las Vegas era como ir de vendimia y llevar uvas de postre, pero yo prefería siempre algo a mano (…) yo vivía sólo para el juego. Pasaba largas horas buscado el nueve en las mesas de bacará o el pleno en la ruleta. Jugaba fuerte. Llamaba la atención y me rodeaban curiosos y las clásicas ofertantes de sus cuerpos. Vestido de blanco, mi color preferido, montaba el espectáculo, tirando dólares, bebiendo champaña, invitando, dando propinas (…) Perdimos las importantes reservas que habíamos llevado para la producción del filme (…) Por si fuera poca desgracia, a los pocos días se sumó la presencia de mi mujer”.

Sin un duro, volvió a la piel de toro. Conoció, y se tiró, a Nadiuska, que se la presentó el director de cine José Antonio de la Loma. Merece la pena reparar en este alcahuete, que también era un genio ahora un poco olvidado. El autor de maravillas como Metralleta Stein, Perros callejeros, Perros callejeros 2, Yo, el Vaquilla y Perras callejeras. Además de una obra inmortal, Goma 2, sobre un etarra que deja las armas y se va a Francia a enfrentarse a bombazos con los franceses que nos quemaban los camiones de frutas. Corred ya a vuestro videoclub a por esta impagable betamax protagonizada por Jorge Rivero y Ana Obregón, con escena de sexo frente a la chimenea entre ambos.

Posteriormente tuvo un idilio que terminó en boda con Tita Cervera, la cual iba siempre pegada a su madre. Como en una ocasión, en Sevilla, donde Espartaco comprobó cómo se las gastaba la señora:

La madre de Tita coqueteaba desvergonzadamente con Eloy, que era hombre de tradición, y trató de respetar su condición de hombre casado todo lo que pudo. Luego de varias copas, comenzó a meter mano por debajo de la mesa”.

También figuran por estas fechas los encuentros con Orson Welles para la producción de Campanadas a medianoche. Hay otro libro, Jockey, historia de un restaurante donde Lorenzo Díaz cuenta la historia de este local, el más prestigioso de Madrid durante muchos años. Actualmente, era propiedad del ex secretario general del Partido Popular de Madrid, Luis Eduardo Cortés, que lo ha cerrado dejando a 30 trabajadores en la calle sin indemnización. En este restaurante no se dejó entrar a Gianni Versace por ir mal vestido. Otto Skorzeny, el oficial de las SS que rescató a Mussolini, también miembro de la colección de psicópatas internacionales refugiados en la España de Franco, era un habitual. Pues bien, a Jockey, Orson Welles llegó un día borracho y le partió la cara a un camarero, de modo que los clientes, caballeros de los de entonces, cogieron al célebre genio del cine y lo pusieron de patitas en la calle “de forma airada”, dice la obra. Ahora, cotejando con los textos de Santoni, ya sabemos qué compañías frecuentaba el autor de Ciudadano Kane que le hacían ir mamao a lugares tan respetables. Otro misterio resuelto.

Días después, en un lugar también emblemático dentro del “amor y lujo” de aquellos tiempos, Estoril, Santoni corrobora todos los prejuicios chabacanos de los españoles sobre el buen pueblo portugués:

Durante mis tres días en Lisboa, probé fortuna en Estoril y gané. No pude hacer el amor porque nunca vi tantas mujeres feas juntas en toda mi vida”.

Una buena idea que tuvo Espartaco entonces fue montar tablaos flamencos en el Caribe. Se llevó a Lola Flores a Caracas y el público flipó. Decidió extender sus tentáculos abriendo otro local en Puerto Rico y ya no tuvo tanta suerte. De público, bien. Pero es que, de hecho, fue por eso por lo que se encontró con la mafia. Le dieron una paliza de muerte. Tuvo que venderles el chiringuito y ahuecar el ala.

Pese a todo, la retahíla de conquistas no cesa, página a página, año tras año. Aunque también recibió golpes de otros donjuanes. Uno que tuvo que ser doloroso, cuando Mario Moreno, alias “Cantinflas”, se chingó a la que todavía era su mujer, Tere Velasquez. Otros célebres cornudos que surgen por estas fechas son Fernando Fernán Gómez, el de la enseña cenetista en el ataúd. Espartaco se tiró a su novia Analía con afán y esmero solo interrumpido por las frecuentes llamadas telefónicas del autor del “¡a la mierda, a la mierda!” para contarle su vida a su chica. Y el domador de fieras Ángel Cristo, marido de Bárbara Rey, que comenzó un idilio con la cocaína para poder soportar los celos insufribles que le ocasionaba su costilla. Cuando ella le dejó, dice Santoni que dijo: “el circo es para los enanos”.

Y más y más sexo solo interrumpido, esta vez, por un gatillazo con Marissa Mell y las mencionadas hemorroides de Tita Cervera, a la que la colocó en posición fetal boca abajo y le contó chistes para que se le pasara el dolor ¡quién necesita Sanidad Pública!

Solo me hubiera hecho verdadera ilusión que Espartaco se hubiera liado con Sarah Miles, mujer fetiche para mí por participar en formidable La hija de Ryan de David Lean. Pero se tuvo que conformar con llevársela a Jockey para que se le bajaran un poco las ínfulas de diva con las que andaba por Madrid. Y la cosa luego se chafó porque Tita y su madre aparecieron en cuanto se enteraron de que estaba con ella bailando en la discoteca Mau Mau.

Sarah Miles

El fin de esta vida loca sin freno ya se atisba con una fiesta en Los Ángeles en casa de la esposa de John Houston. Este actor se había fugado a México con la sirvienta de 16 años y su mujer organizaba fiestas continuamente para consolarse. El que finalmente fue el rollo de Sarah Miles en Madrid, Rafael Moreno, dejó una estampa muy “landista”:

Había alrededor de 15 personas, todos pertenecientes al mundo cinematográfico, y en su mayoría homosexuales. De repente aparecieron las drogas y se puso en funcionamiento un maravilloso jacuzzi. La señora Houston gritó ¡Todos al jacuzzi! No tuvo que repetirlo porque enseguida comenzaron a volar los pantalones, bragas, zapatos (…) Yo, muy latino, no iba a permitir que mi mujer se metiese con otros diez hombres en pelotas en una piscina diminuta. Mercedes convenció a Rafael de que se desnudara y al rato este también entraba al jacuzzi, pero con las nalgas pegadas a la pared del mismo. Cada vez que intentaban violarlo, se defendía repitiendo hasta el cansancio: me no like! me no like!”

El mal rollo llegó porque el brutal asesinato de Sharon Tate a manos de Charles Manson y sus colegas estaba todavía reciente en la memoria. La fiesta se estaba desmadrando —cosa que además no era su estilo—, Espartaco se incomodó y huyó con su mujer montaña abajo a toda pastilla.

El protagonista de estas memorias, finalmente, terminó en Carabanchel por un malentendido con sus socios bilbaínos. Sobre estos, es impagable cierta anécdota, también ideal para quien necesite satisfacer prejuicios sobre el pueblo vasco:

Para ellos organizaba cocktails y cenas con artistas y las mujeres más bellas y famosas. Mis socios estaban deslumbrados y felices de alternar con toda esa gente. Algunos ligaron. Se contaba de una actriz, tan atractiva como descarada, que ante la insistencia de uno de ellos respondió: ‘De acuerdo, me acuesto contigo, pero con un leopardo debajo de la cama’. El hombre, que sin duda había oído hablar de los aberrantes vicios de la gente de ambiente artístico, se asustó. Más tarde, alguien le explicó que la respuesta encerraba una petición de abrigo de leopardo. De inmediato, utilizó millones para satisfacer el pedido. Le regaló a la bella en cuestión tantos abrigos de distintos animales que ella terminó poniendo su propia peletería”.

Cuando entró en la cárcel de Carabanchel, “una de las más terribles de Europa”, dice, le trataron bien. Le dejaron hablar por teléfono todo cuanto quiso y se bajó unas botellas con un policía intercambiando anécdotas de mundo del espectáculo con divertidas historias de la vida en la cárcel. El problema vino después, precisamente porque no había estado muy a disgusto. Declaró a la prensa lo bien que le habían tratado los funcionarios y metió la pata. Estos quedaron en evidencia, sobre todo ante los demás presos. Un día, Espartaco tuvo que presentarse ante el juez para una diligencia del caso y, muy latino, como a él le gusta decir, llegó tarde. Su señoría se sintió insultada por el retraso y ordenó su ingreso en prisión de nuevo. Al entrar le dijeron hola qué tal, bienvenido, que le estaban esperando, que no había nadie que no volviera a Carabanchel. E incomunicado que se fue.

Apenas podía moverme. Solo tenía una manta húmeda con olor a podrido. Allí adentro no había ninguna ventilación. Para colmo, el retrete y el lavabo estaban mugrientos y de noche las ratas emergían del retrete (…) Se ensañaron conmigo enviándome a la galería número siete, donde alojan a los reincidentes y condenados a largas penas, en su mayoría, eran asesinos, personas sin posibilidad de rehabilitación y verdaderos psicóticos (…) —¿Con que tú eres el que ha dicho que aquí nos tratan bien a los prisioneros? ¿Tú sabes cuántas veces nos han torturado? Te vamos a enseñar en carne propia lo que nos hacen padecer”.

Afortunadamente, salió rápido de allí, sin un rasguño, que no cunda el pánico, pues le protegió un mafioso. Y poco después fue declarado inocente. Así concluye esta maravillosa recopilación de vivencias de “un moderno Casanova”, dice la portada. Y todavía le dio tiempo a escribir otras memorias. Según dice, en la segunda parte rememora sus años en Los Ángeles. Una ciudad de ambiente provinciano, como todo el mundo sabe, poco dada a fiestas y escándalos. Pero esa ya es otra historia. Quedémonos, por el momento, con el recuerdo de lo que fue su vida hasta los 80 con un fogonazo que resume muy bien al personaje y la vida de la beautiful people del inolvidable tercer cuarto del siglo XX:

Una vez arriba, Elisabeth y yo hicimos el amor mientras Fifí, el caniche, encaramado a la cama, me lamía las nalgas”.

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(1) http://www.farandulo.net/soyautor.pdf
http://www.farandulo.net/misterio.pdf
http://www.farandulo.net/caribeinfectado.pdf
http://www.farandulo.net/paraisocaribe.pdf
http://www.farandulo.net/prensa.html

ESPARTACOLIBRO


Boerebach o el nuevo Koeman: una historia triste

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Boerebach

La Champions League es una competición que da escalofríos y te cierra la boca del estómago cuando suena el himno. La final de un Mundial no se puede comparar a nada. Todo esto es cierto, pero el verdadero fútbol no se encuentra en las competiciones de elite como en el día a día de los equipos pequeños. Los que tiempo atrás abrían su espacio en el informativo porque habían salido de la zona de negativos. Los que eran noticia porque lucían ocho positivazos en la jornada veintitantos. Equipos que se nutren de jóvenes que vienen de despuntar en segunda, de extranjeros que, antes del YouTube, nadie sabía nada de ellos, ni si su apellido procedía de este planeta.

En este tipo de clubes, uno de los que más solera tiene en España es el Burgos. Su trayectoria resulta paradigmática. Ha desaparecido en dos ocasiones, se ha refundado otras tantas. Luce varios descensos federativos en sus vitrinas. En la temporada 95-96, por una carambola de recursos legales, llegó a jugar en el grupo 8 de tercera división, la misma categoría que su filial, el Atlético Burgalés. Y terminó por detrás de él, décimo el Real Burgos, cuarto el Burgalés. Luego todo se arregló reflotando el Burgos CF, que llevaba el nombre y los colores del equipo desaparecido en 1983 al que precisamente había sustituido el Real Burgos, también su filial. Un lío cojonudo, una estabilidad institucional que solo se puede entender en una ciudad con un río que se llama Pico y otro que se llama Vena.

No es que esos accidentes hagan que el aficionado aprecie mejor las diferentes características de este deporte, pero sí que sirven para ser consciente de lo efímera que es la gloria, o para que se saboree de otra forma mucho más intensa. Ahora que el fútbol solo se rige por criterios empresariales, cuando no burbujísiticos, se recuerda aquello con otros aromas, más a linimento y farias que a perritos calientes y calefacción en las gradas. Antes, un día estabas en puestos de UEFA por primera vez en tu historia y a los dos años tu equipo ya no existía.

En la temporada 92-93 al Real Burgos le ocurrió algo así. La 90-91 fue la de su regreso a primera división. Un año en el que ganaron al Real Madrid de la Quinta, Hagi y Spasic. En la siguiente, estuvo tercero en la tabla durante varias jornadas, pero no llegó a clasificarse para la UEFA por cuatro puntos. A la tercera tenía que ir la vencida y se hizo un proyecto que Valdano calificaría como “ilushionante”.

Para situarse en la elite, el Burgos echó mano de un entrenador holandés, Theo Vonk. La plantilla de los rojipardillos no estaba mal pertrechada, con Gavrila Balint, Lorenzo Juarros “Loren” o el portero Elduayen. Por eso solo hubo un fichaje de cinco estrellas: el también holandés Michel Boerebach, del que vamos a contar su historia, una biografía marcada por la mala suerte y la tragedia personal.

Durante el año que jugó en España, su apellido fue escrito en los periódicos cada día de una forma distinta. El error más habitual era ponerle una ene, Boerenbach. Pero sin duda el más psicodélico fue este híbrido entre el juez que llevaba el caso GAL por aquellas fechas, Carlos Bueren, y el famoso compositor de heavy metal del siglo XVIII:

RECORTE

Michel Boerebach había nacido en Ámsterdam en el seno de una familia trabajadora. No estaban en una situación cómoda. Su madre tenía depresión crónica. Andaba siempre colgada con las pastillas y dándole problemas a su padre, que nunca podía quitarse de encima la preocupación por ella. Quizá por estas circunstancias, Michel fue siempre un chico muy tímido y reservado, también un chaval humilde. Nada arrogante.

Dio sus primeros pasos como futbolista en el Sterk Door Wilskracht (SDW) donde se enfrentó a compañeros de generación como Ruud Gullit o Frank Rijkaard, que militaban en el Door Wilskracht Sterk (DWS). Su primer equipo importante fue el Go Ahead Eagles, en el que debutó en la temporada 82-83 cuando tenía 19 años. Allí también jugaba otro joven, René Eijkelkamp, que llegó a ser internacional con Holanda pero que se hizo famoso junto con Boerebach por lucir ambos sendos bigotes y un corte de pelo estilo mullet que todavía se recuerdan como genuinos de la época.

Boerebach jugaba de extremo o de centrocampista con vocación ofensiva. Pero cuando fichó por el Roda, el técnico Jan Reker le situó en el centro de la defensa. Michel se lo tomó en principio como que le habían degradado. No obstante, como pronto empezó a irle bien y siguió marcando goles, no tardó en sentirse a gusto en esa posición. En la Recopa llegaron hasta cuartos de final. Les echó el CSKA de Sofia. No era cualquier equipo del Este, en él militaban los jóvenes Stoichkov, Kostadinov y Lyuboslav Penev. En la ida ganó el Roda 2-1, en la vuelta, el CSKA por el mismo resultado. Boerebach hizo el gol de su equipo, un tanto de falta teledirigido como una bomba V2. Lamentablemente, en la tanda de penaltis, fue él quien falló el definitivo de su equipo y quedaron fuera.

En cualquier caso, fueron dos grandes temporadas las que jugó en esa pequeña ciudad, hasta que el PSV eliminó al Real Madrid de la Copa de Europa, la famosa “Noche negra de Eindhoven”. En Eindhoven jugaba Ronald Koeman, que se convertiría en el verano del 89 en el fichaje más caro de la historia del FC Barcelona. Para sustituirle, el PSV fichó a Boerebach “el nuevo Koeman” por 50 millones de pesetas. Había una diferencia de nivel entre ambos, como luego demostraron sus trayectorias, pero tenían una cualidad muy similar, el disparo lejano. El central del Barça chutaba la pelota a 120 kilómetros por hora; Boerebach, a 115. Al propio PSV le había ganado un partido él solo con el Roda metiéndole un gol de falta a Van Breukelend.

Sin embargo, en Eindhoven se cortó su proyección ascendente. Compartía habitación con Wim Kieft, el internacional autor del gol contra Irlanda que clasificó a Holanda en los cuartos de final de la Eurocopa de Alemania. Kieft había jugado en Italia, en el Pisa y el Torino, era un hombre de mundo y Boerebach, recuerda en sus memorias, se sentía cohibido ante él. Sobre el césped, la cosa también le vino grande.

Los estropicios del PSV en defensa fueron memorables. Algunos de ellos, aquí en España, en el Teresa Herrera primero contra el Bayern y luego contra el Madrid de Toshack, que les metió cuatro y él fue sustituido. Guus Hidink no sabía qué hacer. Cambiaba continuamente de jugadores y no daba con la tecla. Hasta en España la prensa se hacía eco del coladero en el que se había convertido la última línea del PSV tras la marcha de Ronald Koeman. El desastre se culminó cuando de nuevo el Bayern, en los cuartos de la Copa de Europa, les eliminó en casa con un gol de Augenthaler en el minuto 90. Hubo lágrimas en las gradas y Hiddink anunció su marcha a final de temporada enfrentado con la plantilla. A Boerebach ya se le daba por amortizado.

“Pensé que era Koeman, el nuevo Koeman, pero seamos honestos: no di la talla”, recuerda el futbolista. Su fútbol no valía para un grande. Y encima, ya por aquel entonces, empezó a tener cierta mala suerte. Se casó al final de la temporada, el ocho de mayo de 1990, con Dora. La luna de miel la pasó en el sur de Francia, pero fue un desastre. Les robaron el coche y la flamante piscina de su hotel era un agujero en el jardín, la estaban construyendo. Allí, al menos, concibió a su primer hijo, Lesley. Cuando regresó al tajo, Bobby Robson, nuevo técnico del PSV, había fichado a Popescu para su posición. Empezó el año como suplente y en cuanto pudo se volvió al Roda.

boerebach3De vuelta a este modesto club llegaron buenos años. Y buenos números también. Recuerda que empezó a vivir la vida. Es decir, a ir al bar con los compañeros del equipo y vaciarlo. Fue una etapa feliz, más desengañado del fútbol, pero disfrutando de la profesión. Sumó diez temporadas en Holanda y alrededor de 60 goles marcados. Muchos de ellos actuando como líbero. Gracias a ese bagaje recibió la llamada de Theo Vonk para recalar en el Real Burgos.

Boerebach declaró a la prensa que vino a España porque Vonk se lo pidió. No podía decir que no a un entrenador del prestigio de este hombre, técnico del Twente hasta entonces. Su adaptación a la plantilla fue un poco complicada. Apenas tres jugadores del Burgos chapurreaban inglés. Tenía que pegarse al lateral Alejandro, el mismo que había marcado un gol memorable en el Nou Camp el año anterior, para que le tradujera malamente. Cogió también un profesor de español, pero era un holandés que casi había olvidado su lengua materna. Encima se fue a vivir a 14 kilómetros de Burgos, a un paraje verde que le recordaba a su país, y sus mejores amigos terminaron siendo Theo Vonk y su mujer Tanya.

Pero ese Real Burgos metía miedo. Iba a jugar con tres puntas. Fútbol total en el Plantío. En pretemporada se midieron al Zaragoza de un campeón del mundo, Andreas Brehme, en el Trofeo de Estella. Salieron con el famoso tridente: Narciso, Loren y Balint. Aunque el encuentro terminó como mandan los cánones : cero a cero con victoria maña en los penaltis.

Su primer gol de falta, habilidad por la que básicamente le recuerdan los aficionados españoles, se lo hizo al Sestao en la presentación de los vascos ante la friolera de 2500 espectadores. También golearon al Lermeño, luego al Briviesca y empezó la liga a lo grande. La Real Sociedad, como otro púgil más, cayó en El Plantío por cuatro a cero.

El Real Burgos era líder de primera división. El siguiente partido era contra el Madrid, lo que magnificó el poderío del equipo en los medios. Su juego ofensivo, sus tres puntas, el nuevo Koeman… “Vonk se bebió el JB en cuatro tragos”, tituló el Marca tras esa primera jornada a propósito de John Benjamin Toshack, técnico de la Real.

Desgraciadamente, la fiesta no duró más de cinco días. Y el castañazo con la realidad, hasta hoy, que el Real Burgos juega en Primera División Provincial Aficionados. El calendario les llevó a enfrentarse del tirón y palmar con el Real Madrid, Tenerife de Valdano, FC Barcelona y Atlético de Madrid. Con una trayectoria errante, encajando después un 4-0 en Albacete o un 5-0 en solo 45 minutos en Mestalla, el equipo entró en crisis profunda. Las excusas de Vonk provocaban risa tonta. Así como que dijera que el resultado ante el Valencia le pareció “normal”.

En la jornada 11 fue el propio Boerebach el que salvó la cabeza de su compatriota con un gol de falta desde 40 metros ante el Athletic de Bilbao. Sin embargo, el Marca consiguió unas declaraciones del holandés en la prensa de su país que le dejaron en evidencia delante de sus compañeros cuando se publicaron en España. Además de crisis de juego, malestar en el vestuario.

Ni aunque llegara Cruyff lograríamos levantar el nivel. Los chicos acá se ponen nerviosos y todo es más difícil. Tenemos un par de internacionales en el equipo, pero tampoco han logrado mostrar nada especial. Balint ha pasado lesionado y Limperger no logra impresionar. Me han dicho que nuestro portero [Elduayen] estaba considerado como el mejor de España, pero está pasando por un bajón grande, la realidad es que tenemos una plantilla limitada. La mayoría son jugadores individuales y el entrenador no puede poner en práctica todas sus ideas. Si no fuera por Vonk yo no estaría aquí, por eso, si lo echan, yo también me voy”.

A Vonk lo pasaportaron rápidamente. Boerebach pasó inicialmente a la suplencia. Luego, al centro del campo. Se esperaba que, si bien no había sido el nuevo Koeman, al menos fuera el nuevo Ayúcar, el excepcional centrocampista que había sido el cerebro del Burgos el año anterior. Para cubrir su puesto en la zaga, ficharon a mitad de temporada a Tendillo, que había salido por la puerta de atrás del Madrid de Floro. Aunque Boerebach dejó algún golazo más de falta, la cosa no tenía arreglo. El País describió la situación del club de forma dramática.

El Burgos es un conjunto casi desahuciado y al que solo sostiene en apariencia la vergüenza profesional de sus jugadores y el entusiasmo digno de mejores causas de sus incondicionales”.

Al menos, en España, Boerebach pudo enfrentarse a Maradona. Primero en el Plantío, en una gran actuación del astro argentino que situó al Burgos como farolillo rojo, puesto que ya nunca abandonaría. Después, en Sevilla, aunque no coincidieron en el campo por pocos minutos. Fue la tarde patética en la que Bilardo obligó a Diego Armando a infiltrarse la rodilla en el descanso para sustituirle a los ocho minutos de la segunda parte. El empate que arranco el equipo castellano con la entrada de Boerebach sirvió luego, como pequeña venganza, para chafarle la clasificación para la UEFA a los andaluces.

En sus memorias Boerebach dijo del Burgos que el club “había vivido por encima de sus posibilidades” —no sé si les suena la frase— y que no le vino mal el descenso y venta de saldo de medio equipo, ahogado una deuda de alrededor de 300 millones que le hizo desaparecer, para volver a Holanda, porque echaba de menos su país. Solo un recuerdo más se llevó de Castilla, allí engendró a su segundo hijo, Sven.

bmarcaRecaló en el Twente gracias a Rob Baan, el exseleccionador nacional de Holanda que en los 80 había apadrinado su fichaje del Eagles al Roda. Con él como técnico y más tarde con Issy ten Donkelaar rindió a muy buen nivel. Llegó a ser el capitán del equipo. Aunque en lo personal las cosas se torcieron. Su mujer, Dora, llevaba mal estar casada con un jugador profesional. Los continuos viajes, callar a los críos cuando Michel se echaba una siesta después de entrenar. Además de detalles ingratos inherentes a la vida de futbolista. Cuando iban a la piscina en familia la gente siempre rodeaba a Boerebach y sus hijos se quejaban de que tenían que compartir a su padre con todo el mundo. Otros críos, por ejemplo, se hacían amigos de Lesley y Sven y, cuando conseguían un autógrafo de su padre, no volvían a verlos jamás. El día que nació Sven, de hecho, tuvo que volver rápidamente a los entrenamientos para preparar un partido de la UEFA contra el Bayern de Munich.

Los problemas serios empezaron cuando al Twente llegó el entrenador Hans Meyer, procedente de Alemania del Este. Era el técnico que había llevado al Carl Zeiss Jena de la ya extinta República Democrática Alemana a jugar la insólita final de la Recopa de Europa de 1981 contra el soviético Dinamo de Tblisi. Un derbi europeo del socialismo real. Sus métodos eran los habituales del otro lado del telón de acero. El primer día en Holanda, le pidió a los jugadores que se cortaran al pelo. Boerebach se negó. No se adaptó a la disciplina salvaje y terminó en el banquillo. Calificó al tipo de “inhumano”.

Lo había dado todo por el Twente y de repente estaba apartado como una basura”, recuerda. Se llenó de odio y frustración. Eso hundió su matrimonio. Hasta el punto de que dejó a su familia y se fue con una amante. Rompía un hogar, pero es que estaba loco por ella. Era la mujer de Theo Vonk, Tanya. Años más tarde, dolido, recordaría que con su familia y su vida deportiva lo tenía todo para ser feliz, pero ya se sabe. La vida, o se vive, o se entiende. Rara vez suceden las dos cosas al mismo tiempo.

Al año de su divorcio, todo fue a peor. Un infarto fulminó a su padre a los 56 años. Boerebach colapsó. Su padre era su mejor amigo. A los pocos días, su hijo pequeño, Sven, sufrió un ataque de epilepsia. El estrés por la pérdida de su abuelo sacó a flote la enfermedad. En los días sucesivos tuvo hasta 30 ataques. Le diagnosticaron el síndrome de Landau-Kleffner. Tuvo que llevar unos aparatosos electrodos en la cabeza durante mucho tiempo. Partía el alma. Boerebach se enfrentó al problema refugiándose en el alcohol más de la cuenta. Tanya no le aguantó ni un minuto. Le echó de casa.

Retirado del fútbol, con 35 años, era un hombre amargado. Tenía poco dinero y se lo gastaba en apuestas. Gracias a dios al menos logró empezar otra relación con una empleada del Eagles, club en el que acabó sus días como profesional. Angela, que ese era su nombre, conocía bien cómo es el perfil psicológico de los futbolistas. Era alguien capaz de entender que viven fuera de la realidad, en una nube donde las victorias y las derrotas, la titularidad o los puestos de UEFA, son más importantes que lo que ocurre en la vida real. Personas que luego no saben enfrentarse a situaciones cotidianas. Y a Boerebach, la vida le iba a traer los golpes más duros que pueda recibir un ser humano.

Ocurrió en el verano de 2003. Estaba en casa y se acercó un policía en moto. Preguntó por él y le dijo que se sentara. “Tu hijo Lesley ha muerto y tu hijo Sven está crítico”, dijo secamente. Boerebach se quería tirar por la ventana. Angela salió corriendo a casa de los vecinos. Les pidió prestada una botella de vino.

Su exmujer Dora viajaba en el coche con toda la pandilla de críos. Una amiga de diez años iba delante, de copiloto. Detrás, estaban sentados Lesley, Sven y dos amigos. En la carretera, alguien hizo una maniobra extraña y el coche de Dora chocó contra un tractor. Ella se rompió un brazo por 30 partes, también le estalló el bazo. Lesley murió en el acto. Solo tenía 12 años. Sven recibió un golpe en la cabeza tan fuerte que no duró más de 15 minutos consciente. Quedó en coma. Los demás niños no sufrieron grandes daños.

A Boerebach, en el hospital, los médicos no paraban de hablarle, pero él no entendía nada. Solamente, cada mañana, se conformaba con escuchar que Sven seguía vivo. Esas eran las únicas palabras que podía captar. En los pasillos del centro sufría crisis de ansiedad. Por el ambiente, la tensión, la impotencia. A veces salía de allí corriendo. Pero no había nada que hacer, la vida de Sven se fue apagando. El 25 de julio de 2003 a las 13:50 estaba en muerte cerebral. Angela estuvo con el pequeño en sus últimos momentos. Le lavó los dientes, lo peinó, le “desenchufaron” y murió en sus brazos a las 18:30 horas. Con nueve años. Donaron todos los órganos que pudieron, el corazón y la córnea.

En el funeral, el féretro de Lesley tenía los colores del Feyenoord. El de Sven, los del grupo de pop BZB, donde tocaba su batería favorito. Había cientos de globos por todas partes. Sonó el himno del Feyernood, la canción favorita de Lesley y sus amigos, Lik maar aan m’n Lollypop, y Tears in heaven, de Eric Clapton. Boerebach llevaba una camiseta del Feyernoord de Paul Bosvelt, el futbolista que más le gustaba a su hijo mayor. No pudo hablar. Dijo que había cometido errores en su vida, que nunca más volvería a pasar y se vino abajo. La madre de los niños, Dora, a la que le habían contado todo al despertar del coma, se consolaba pensando que se encontraban en el paraíso.

Los críos llevaban puesto el cinturón de seguridad, pero no les ofreció ningún tipo de protección. Boerebach, al final de la ceremonia, arremetió a patadas contra los adornos florales. Un testigo cuenta en sus memorias que en ese momento era inevitable no recordar su devastador disparo a puerta.

Y lo más duro llegó después. Angela, su madre y él se encerraron en casa. Estaban destrozados pero no hablaban de ello. Eran incapaces de comunicarse. “En estos casos alguna gente quiere llorar todo el día, encuentran así el consuelo. Yo no. Yo no hago nada en absoluto. Si intento no pensar en ello, si no hablo de ello, y si no lloro, siento que es lo menos malo. Es diferente para cada uno y esta es mi manera”, rememora Boerebach, que, además, se mantenía inconsciente todo el tiempo que podía con alcohol y tranquilizantes. Mal cóctel.

Estaba constantemente temblando, un vaso de vino era la mejor medicina”. Alternaba los momentos de inconsciencia con los de furia. Se enfrentaba a Angela frecuentemente. Dejó de creer en dios. No podía dormir ni una sola noche. Siguió bebiendo y tomando tranquilizantes hasta que reventó. En una crisis nerviosa un doctor tuvo que ir a casa a inyectarle un sedante. Pero volvía a las andadas una y otra vez. Llegó a agredir a Angela, que se marchó de casa.

Entonces Boerebach se quedó con su madre, quien le daba todo el alcohol y los tranquilizantes que quería. El garaje de su casa estaba lleno de botellas vacías. Cientos de botellas. Otra vez volvió a reventar. Se cayó hacia atrás en la cocina y se abrió la cabeza. Angela volvió con él.

Pero siguió bebiendo, siguieron las noches sin dormir, aunque ahora se las pasaba con el ordenador. Metido en Internet pudo leer mensajes de apoyo que le llegaban de todas partes del mundo, hasta de Burgos. Angela piensa que el vino, por lo menos, sirvió para sacarle cierta vena poética. El futbolista se puso a escribir.

En una ocasión le llamó un individuo. Le dijo que sabía dónde vivía el hombre que había provocado el accidente que había acabado con la vida de sus hijos. Le pidio 1800 euros por quitarlo de en medio. “Afortunadamente, no tenía ese dinero”, puntualiza Boerebach.

El alcohol ya le había convertido en un trapo. Tenía fuerza y disciplina para luchar por lo que fuera, pero cuando era futbolista tenía un sueño, ahora se sentía completamente vacío. Tuvieron que llevarle a un centro de desintoxicación. Allí le dijeron que seguía vivo gracias a la fortaleza de su corazón de deportista. En el diagnóstico psiquiátrico, anotaron que no era un suicida propiamente dicho, pero que estaba quitándose la vida conscientemente con el alcohol. Bebiendo hasta morir.

Aunque logró salvarse. Y realmente lo hizo escribiendo. Relató todos los recuerdos que tenía de sus hijos, del accidente, de cómo lo vivió. Hasta el último detalle. Con poesías dedicadas a ellos. Una terapia de choque. La obra se terminó publicando con el nombre de Nooit Meer Zaterdag (Nunca más el sábado). Ese día era cuando jugaba al fútbol con sus hijos. Es prácticamente imposible que el relato, de apenas 50 páginas, no te arranque las lágrimas a chorros.

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Ayudar al escultor Károly Szekeres a hacer una estatua de sus hijos también sirvió para que no volviera a caer en la espiral de autodestrucción en la que había entrado. Además, los hermanos De Boer y otros futbolistas le apoyaron económicamente para que organizara un trofeo de jóvenes promesas con el nombre de Lesley y Sven. Su íntimo amigo desde el primer día René Eijkelkamp, ya ex del PSV y Shalke 04, le metió en el staff técnico del Go Ahead Eagles, en segunda división. Allí trabajó para Mark Overmars, director del club. Allí sigue.

En las últimas páginas de su libro hay un pequeño relato que se llama Diego Armando Boerebach. En unas pocas líneas cuenta cómo en una ocasión lo sentaron en el banquillo en el Twente. Había perdido la titularidad y estaba lleno de odio y resentimiento. De pronto, el jugador que le había quitado el puesto se lesionó y le tocó entrar al campo. Ahí va Diego Armando Boerebach, se dijo. Saltó al terreno de juego, empataron y él marcó el 1-2 de la victoria. Se puso como loco. Haciéndole gestos al entrenador y diciéndole de todo. Ahora Boerebach, recordando, se para a analizar la situación. Toda esa rabia contenida, esa reacción inmadura, infantil, todo por el fútbol. Se avergüenza tanto. Todo eso por algo que no tiene ninguna importancia.

ahora

José Luis Sampedro: “Estamos viviendo un momento trágico, Wert es una amenaza para la educación española”

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José Luis Sampedro para Jot Down 1

Escritor y economista, sus conferencias literarias en la universidad, nos cuenta un testigo, parecían conciertos de rock and roll por la afluencia y entrega de los asistentes. En la actualidad, en medio de una crisis económica y política de trascendencia histórica, su voz se alza como un referente de quienes demandan cambios integrales en el sistema, especialmente los jóvenes.

Al llegar a su casa, José Luis Sampedro confiesa que ha tenido un mal día. Han estado a punto de llamar a urgencias y suspender la entrevista, pero finalmente nos recibe. Está fatigado y da la impresión de que repasar su vida le resulta aburrido, pero es solo cansancio. En cuanto comenta la actualidad se enciende, le brilla la mirada. Aprieta el bastón y sus palabras están llenas de fuerza y determinación. Evoca con nostalgia ciertos valores perdidos, pero a sus 96 años no puede esconder que lo que le estimula realmente es mirar hacia delante.

Usted trabajó en la Universidad española, la británica y la estadounidense. ¿Qué diferencias encontró?

El ambiente y las condiciones de trabajo eran muy distintas. Se respiraba otro aire. Para empezar, la educación en la España de aquella época obedecía a las imposiciones de la Iglesia. Había clases de religión incluso en la Universidad, en todos los cursos hasta el final. Era lo que se llamaban las tres marías, la Formación Política, la Educación Física y la Religión. Había que examinarse de esta durante muchos años, aunque, afortunadamente, se tomaba a beneficio de inventario.

Otra diferencia importante era la ratio profesor-alumno que nos permitía conocer mejor a los alumnos, apoyarles, razonar con ellos y evaluar su rendimiento con más conocimiento de causa. En cuanto a la burocracia, también la había en la Universidad británica, pero era más efectiva. Lo que en España tardaba meses en conseguirse, en Inglaterra podía tardar lo mismo, pero la diferencia era que allí, tras solicitarlo, solo había que esperar, mientras que en la Universidad española era necesario insistir, volver una y otra vez sobre el asunto, rellenar formularios nuevamente, estar pendiente del “¿cómo va lo mío?”; una lata.

¿Cómo ve la educación actualmente en España?

Estamos viviendo un momento trágico. El ministro actual es una amenaza para la educación española. Es un hombre cuya política hay que definir como “de Contrarreforma”. En la historia de España hay un momento en el siglo XVI, cuando empiezan en Europa los protestantes, Lutero y demás, que se establece la Contrarreforma, como oposición al avance. Wert representa la Contrarreforma y con ella no es posible formar ciudadanos libres.

Es significativo que recién nombrado no tardara en atacar y suprimir la asignatura de Educación de la Ciudadanía, introducida en la etapa del Gobierno socialista, argumentando que era adoctrinante. Bueno, en la vida social todo es adoctrinante, con todos los gestos que hacemos nos adoctrinamos unos a otros. Pero, este señor, que se quejaba de lo adoctrinante de la asignatura, no impide que en las escuelas públicas se imparta religión. El ministro no considera adoctrinante la doctrina que imparte el cura (valga la redundancia). Para más inri, los profesores de religión son nombrados por el obispado, pero pagados con el dinero de todos los españoles, del Estado supuestamente aconfesional, en un país en el que solo el 27% va a misa los domingos.

Lo que en verdad se persigue con ello es potenciar la fe sobre la razón, inculcar la fe desde la infancia, incapacitar a la gente a pensar fuera de ese marco. Así consiguen que prevalezca el dominio de la Iglesia. Y es lo que ahora quieren reforzar con la inestimable colaboración del señor Wert. Un ministro partidario de la separación de sexos en los colegios, de educar separadamente a niños y niñas. ¿Acaso la educación no es prepararse para la vida? En la vida futura hombres y mujeres se van a relacionar, en el trabajo, en la calle, en todas partes. Entonces, ¿por qué prepararlos para tratarse unos a otros con naturalidad y combatiendo la violencia de género? Induce a pensar que se trata de favorecer a los colegios religiosos con subvenciones públicas que separan a los niños y a las niñas.

Mire, estamos en un momento en el que se está hablando de muchos problemas. Pues el más grave hoy es el Ministerio de Educación. Con sus recortes e insensibilidad se priva a los niños menos favorecidos de oportunidades, de horas de estudio, de clases, de aulas y profesores de apoyo. Se está castrando la inteligencia de esos chicos cerrándoles las puertas para el futuro mientras se favorece la enseñanza religiosa con dinero laico. Lo que hay en este momento es absolutamente rechazable, tenemos un Gobierno que no hay por dónde cogerlo. Y lo que más me preocupa es la educación. Hay que aprender a pensar en libertad porque si no se piensa en libertad, no hay demócratas. Y si no hay demócratas, no hay democracia. Es así.

Lo que ha quedado claro es que logros sociales que parecían consolidados en realidad eran muy frágiles.

Lo que demuestra es que no hay democracia, que el déficit democrático es grande. Democracia quiere decir gobierno del pueblo y por el pueblo. En democracia la ciudadanía tiene voz y voto. Aquí solo hay voto una vez cada cuatro años, un voto más condicionado por la manipulación mediática que por la educación. Ahora mismo, vemos al pueblo en las calles manifestándose; jueces, médicos, mineros, funcionarios, discapacitados, parados, desahuciados, estafados por las preferentes, todos en contra de las medidas gubernamentales, pidiendo la dimisión de ministros que están arruinando la sanidad y educación públicas, mientras el Gobierno, representante oficial del pueblo, en vez de escuchar las peticiones de sus ciudadanos, está apoyando a los financieros, a los bancos que tienen el poder y el dinero. Todo lo contrario de una democracia; aquí no manda el pueblo, mandan los dueños del poder económico. En 2002, cuando muchos economistas cantaban las virtudes de la globalización ya advertí en mi libro El mercado y la globalización que esa mal llamada globalización era ceder el poder político de la democracia a los financieros. Y es lo que ha pasado. Son los amos. Votamos a políticos y mandan los financieros.

El sistema ha perdido el respeto a todos los valores, a la dignidad, la solidaridad, se aplican diferentes varas de medir, según de quién se trate. Se exige a los cubanos la aplicación de los derechos humanos. ¿Y Guantánamo? ¿Y los campos de concentración rusos en el Ártico? ¡Ah! Eso no es nada contra los derechos humanos. Resulta que todo es mentira. Todo depende de si Corea es del Sur, que entonces puede tener armas atómicas porque es amiga de casa, pero si es del Norte, no puede tener armas atómicas porque no es amiga de casa ¡Claro! Esta es la descomposición de un sistema. Se ha terminado la época histórica del capitalismo, que empieza en el siglo XVI, más o menos, y se acaba ahora, que vamos a otra cosa.

Tras el hundimiento del comunismo y la pérdida del poder político que tenía, ha quedado solo el poder capitalista. En el fondo el comunismo era un capitalismo de estado, pero bueno, ese es otro tema. Ahora, a lo que voy es a que solo han quedado las potencias capitalistas, sin el contrapeso del otro bloque, lo que aceleró la caída hacia la barbarie. En el año 2000 en Estados Unidos se frotaban las manos pensando que eran el nuevo Imperio romano de hoy, con su emperador… Pero sorprendidos al año siguiente con el hundimiento de las torres de Nueva York, empezó a pensarse de otra manera. Vino el problema de Iraq, que fue una barbaridad. En 2003 se bombardeó un país indefenso entero durante un mes, so pretexto de combatir el terrorismo, mintiendo descaradamente a la población acerca de unas supuestas armas químicas. Aquello fue lo que se llama técnicamente un delito de lesa humanidad, que no ha prescrito. Se puede perseguir todavía a Bush, Aznar y Blair. Lo que hay ahora es la barbarie.

[En las preguntas sobre el bloque comunista, Olga Lucas, la mujer de José Luis, interviene para darle un respiro y resume así la cuestión]:

No se puede juzgar a los regímenes comunistas, que no llegaron a ser comunistas, que lo intentaron y fracasaron porque desde antes incluso de proclamarse ya estaban rodeados de enemigos. La Unión Soviética tenía veintidós países atacándola nada más empezar. Y lo mismo pasa con Cuba. ¿Cómo hubiera sido Cuba sin el boicot, el embargo que la lanzó a los brazos de la URSS? Falta saber si el experimento hubiera podido llegar al comunismo con todos los países intentándolo a la vez o dejando en paz al que lo quisiera hacer. Porque si a ti te meten los enemigos en casa, acabas viéndolos hasta en la sopa y acabas persiguiendo a tu compañero. Siempre me he preguntado qué hubiera pasado si esas experiencias hubieran tenido lugar en condiciones normales. Es como los gérmenes, si el caldo de cultivo está hecho para que proliferen, habrá más infección que si hay asepsia.

Creo que no tienen fuerza moral para criticar lo que ha pasado con el comunismo los que han hecho todo lo posible para que fracase, con independencia de que nosotros tengamos un sentido crítico. Sé de lo que hablo: en los países del Este, mi familia fue acusada de titista, me pasé cinco años sin poder ver a mi padre por las “sanciones” impuestas a mis padres porque mi familia ha tenido la virtud de estar siempre en el bando perdedor. Perseguidos por los fascistas, por los estalinistas o por los más papistas que el papa. Habiendo sufrido las consecuencias estalinistas, me considero con fuerza moral para criticar, pero no se la concedo ni a los que hablan por hablar ni mucho menos a los que han contribuido a que esos regímenes degeneraran. Y luego están las dos varas de medir: por ejemplo tienes a Cuba al lado de Haití. A Cuba se la condena por infringir los derechos humanos y Haití, a lo que se ve, los respeta, cuando para mí el primer derecho humano es el derecho a la comida y el segundo la salud y educación, por no mencionar a China o cualquier otro ejemplo.

José Luis Sampedro para Jot Down 2

José Luis, ha comentado en alguna ocasión que rechaza la existencia de Dios con la Biblia en la mano.

Léase los cinco primeros capítulos del Génesis. Se va a encontrar con lo siguiente: Primer capítulo, Dios crea el mundo. ¿Y cómo? Hágase la luz, hágase el agua. Apártense los animales de tierra de los otros, y luego llega y hace al hombre. Pero al hombre no lo hace diciendo: hágase el hombre. No, ahí Dios ya parece un personaje distinto. Otro dios distinto, porque parece que se arremanga y al hombre lo modela él. Coge barro y hace el modelo. Ya es una cosa tan extraordinaria que cambie de sistema que te preguntas ¿y a qué viene? Luego se queda mirando al muñeco, le ve la entrepierna y dice: “¡Anda! aquí me he pasado, he puesto un adorno que no sé para qué sirve, esto no se puede dejar así”. Entonces dice, según la Biblia: “¡No es bueno que el hombre esté solo!” Y así decide construir a Eva, pero para hacerla busca un material. Él, que ha creado el universo entero con todos los cientos de miles de materiales que hay, no encuentra ninguno adecuado, ni siquiera el barro del que ha hecho el hombre le sirve para Eva. Lo que hace es sacarle al hombre una costilla. ¡Mira qué idea! Y la modela hasta que se transforma en Eva. Y bueno, se supone que luego le metería otra costilla dentro al hombre, que tiene un número par de costillas. En fin, es una historia tan inverosímil, tan incongruente, tan absurda, que dices: bueno, ¿esto a qué viene? Ah, viene para decir luego que el hombre es un ser absolutamente excepcional, que está por encima del mundo mismo. Porque el hombre tiene alma. En ese mismo pasaje dice que Dios, después de construir el muñeco, insufla el alma por la boca. Entonces, claro, hay ahí un ser que está por encima del universo porque en el universo nada es inmortal, nada tiene alma, solamente el hombre. Por tanto, de ahí viene la idea que nos dicen en las escuelas, que el hombre es el señor de la Tierra, Dios creó la Tierra para él, tiene derecho a organizarla, etcétera, de ahí viene todo.

Pero yo eso no me lo puedo creer. No puedo comprender cómo se acepta un relato tan incongruente y tan inexplicable. Viene el teólogo y te dice: ay, hijo mío, cómo quieres comprender con tu limitada inteligencia los fines de Dios. A lo que yo digo: bueno, mi inteligencia será limitada, pero es la que me ha otorgado el mismo Dios. Si quiere que le comprenda, que me la mejore. Y si no, me conformaré con la que me ha dado. Y con esta, la forma de crear al hombre y al mundo no me parece razonable.

Además, luego, por si fuera poco, la Iglesia explica una cosa que no se dice en la Biblia, pero que los catecismos clásicos, el del padre Astete y el del padre Ripalda, los que yo he estudiado de niño, dicen: ¿Para qué nos creó Dios? Y en los dos se contesta: “para adorarle, servirle en esta vida y después gozarle en la otra”. Vamos a dejar por ahora lo de la otra vida. ¿Servir a Dios? Pero bueno, ¿Dios necesita que le sirvan? ¿Es que le falta algo? ¿Acaso necesita algo? Si necesita algo, ¿no lo puede obtener? Siendo Dios, antes de que lo pida, de que se le ocurra siquiera, ya lo tiene ahí. Y adorarle. ¡Ah! ¿Qué quiere decir adorarle? Que se le esté diciendo repetidamente “¡Grande eres Señor Dios de los Ejércitos del Cielo de la Tierra, grande es tu poder, grande es tu grandeza, tu benevolencia!”. Quiere que estén cantándole todo eso y para eso crea a un personaje tan infinitamente pequeño como el hombre, que es un renacuajo en la inmensidad del cosmos, y Dios se siente tan feliz oyéndole. Pero bueno, eso es tener una idea de Dios de emperador romano. Tener una cohorte de aduladores que le diga ¡Oh, Majestad! Pero eso no es propio de un dios. Un dios no necesita que le alaben.

La llamada religión católica es realmente una religión judeocristiana, la mayor parte de la Biblia es de inspiración judía. Después viene Cristo, cuya figura es discutible, pero todo eso es una mitología. Igual que la mitología griega con Zeus y Hércules. Eso lo definió muy bien Freud, al afirmar que las religiones son “delirios colectivos”. Y, en efecto, son delirios colectivos, lo mismo que son delirios colectivos ciertas ideologías políticas y ciertas maneras de entender la utopía, lo mismo que son delirios colectivos ciertos movimientos artísticos que si consigues que la gente se los crea, se traga lo que sea.

Cambiando de tema, hizo la Guerra Civil con los anarquistas primero y con los nacionales después.

A mí me movilizaron. Yo era un chico que estudiaba y me mandaron con siete u ocho compañeros a un batallón anarquista a cubrir bajas. Pero resultó que era una gente estupenda. Me fascinaron, me dejaron encantado de la vida. Tenían principios éticos muy notables, muy sólidos, y me dieron unas lecciones de política y de una manera de vivir que a mí no me había sugerido nadie nunca.

Pero el ambiente era aterrador. Recuerdo el momento de mi incorporación a filas: llegamos de noche al campamento donde estaban acantonados los soldados. Un escenario que daba miedo: noche en la alta montaña, en las alturas de Santander y yo tenía solo 19 años. A la mañana siguiente yo, que madrugo mucho, me levanté y salí. Había un regato de aguas y fui a lavarme. Entonces apareció un viejo anarquista —la mayoría eran hombres mayores, de 30 o 40 años en adelante—, se acercó y me dijo: “Hombre, tú eres de los chicos que han llegado anoche”. Y dije: “Sí, señor”. A lo que me contestó: “Aquí no hay señor, aquí no tenemos ni dios ni amo”. Aquello en ese momento me chocó muchísimo, pero más tarde me parecieron muy bien las dos cosas. Y a continuación me advirtió: “Bueno, tú si te piensas pasar al enemigo, ten cuidado porque si te vemos, te pegamos un tiro”. Yo que, efectivamente, había llegado ahí con la intención de pasarme, porque tenía en la cabeza la idea de orden y todo eso, le contesté: “No, yo cómo me voy a pasar”. Y él: “Anda, anda, tú con esas manos…, tú tienes que ser de los otros”. —“Mire usted, yo no soy de nadie” —repliqué— “yo no he hecho nada más que estudiar, no pienso hacer nada, acataré las órdenes y se acabó”. —“Bueno, si eres buen chico, nos llevaremos bien”. Y efectivamente, nos llevamos muy bien. Era gente asombrosa. De una energía, de una rectitud, de una ética que he visto en pocas ocasiones.

Me quería pasar, simplemente, porque mi familia quedó dividida entre una zona y otra. Yo estaba en Santander, que era una zona republicana del Norte, donde se habían cometido asesinatos, se había matado gente y se habían hecho cosas que a mí me parecían mal. Y como, según las noticias que tenía, parecía que el orden, el respeto, la creencia en Dios y en los valores que me habían sido inculcados, estaban del otro lado, pues yo, sin formación política alguna todavía, pensaba que allí estaban los míos, que allí estaba el bien. Luego descubrí que no era así. Cuando llegó el mes de agosto del año siguiente, el 37, y los militares nacionales ocuparon Santander, pude a ver cómo se asesinaba y se mataba. Comprendí muchas cosas. A los reclutas nos cogieron prisioneros. Como yo no tenía ningún antecedente político de nada, como solo me habían reclutado, me movilizaron también los otros. Dejamos un fusil republicano para coger un fusil franquista. Los soldados reclutados éramos más o menos iguales en todas partes. No había mucho contraste. Después, por mi condición de funcionario de aduanas, me hicieron cabo interino, me encargaron cosas de contabilidad y secretaría y me libré un poco de las obligaciones militares propiamente dichas.

De ahí a terminar trabajando en el Plan de Estabilización de la economía española de los años 50.

El clima de posguerra fue terrible. Vivíamos con una cartilla de racionamiento, había censura previa de todo, no se podía leer más que lo que permitían. En cuanto pude, pedí traslado a Madrid para poder estudiar. Así, en los años 50, ya había terminado la carrera de Económicas. Por estas fechas se produjeron las dificultades económicas más graves, hasta con problemas de escasez que obligaron a España a abrirse, pese a las diferencias políticas. Se iniciaron relaciones con Francia y un funcionario del Banco de España, Juan Sardá, que era un funcionario ya experimentado de la época de la República, consiguió relacionar a los economistas de la OCDE con el Ministerio de Hacienda español. Sardá dirigió una comisión encargada de las relaciones económicas de España con el resto de Europa. Esa comisión estaba compuesta por funcionarios de distintos ministerios y durante unos cinco o seis años yo formé parte de ella con una participación activa en representación del Ministerio de Hacienda. Naturalmente me hice europeísta enseguida. Me refiero al ideal de una Europa unida que teníamos entonces y que, en el caso de los españoles, además, nos proporcionaba la esperanza de acabar con el franquismo.

Y ahora los problemas de soberanía que tenemos con la troika, el rescate…

¿Quién tiene hoy soberanía? ¿Qué país se cree independiente? Ni Estados Unidos es independiente. En el mundo actual no hay esas independencias, hay interdependencias, pero no hay independencias. Aquello de un país con sus fronteras y su castillo es ya el pasado.

Volviendo a Europa: desde hace mucho tiempo estoy diciendo que a base de austeridad no se gana nada. Si impones austeridad para pagar lo que debes, pero al mismo tiempo trabajas para crear riqueza, vale; en caso contrario, como se viene haciendo, no solo no arreglas nada, sino que lo empeoras. El Gobierno español lleva un año sin hacer nada más que recortar, ¡austeridad, austeridad! Con eso nos hundimos cada vez más. Y lo mismo han hecho otros países, incluso Francia, con matices y diferencias, también se encamina a lo mismo.

Lo único que sabe hacer este sistema es comprar la publicidad, comprar con dinero lo que quiere conseguir y quedarse con el beneficio para ellos. Y educar a la gente para que sean productores, técnicos, buenos servidores, consumidores que se presten mucho a las especulaciones del mercado. Pero eso se va a extinguir. Ya no estamos en 1900. Es otra vida.

El sistema ya no tiene ideas frente a las novedades. No sabe utilizar Internet como se podría y debería utilizar, no se ha adaptado a las formas nuevas de comunicación, solo gestiona formas elementales. Se han inventado muchas cosas en los últimos cien años que el sistema todavía no ha asimilado. Con Internet pasa algo parecido a lo que ocurrió en el siglo XV con inventos como la imprenta, por ejemplo, que condujo a un mundo distinto. Ahora pasa algo parecido: nuevas técnicas, nuevas formas de trabajo, nuevas formas de asociación, videoconferencias, teletrabajo. El trabajo se puede organizar sin necesidad de movilizar todos los días setecientos mil automóviles. Estamos ante cambios sustanciales aún por asimilar que pueden llevarnos tanto a barbaridades como a organizar la vida de un modo más humano, racional y equitativo. Se dice “otro mundo es posible”, a lo cual yo siempre he opuesto “otro mundo es seguro”. Mejor o peor, dependerá de nosotros, pero la vida es cambio.

José Luis Sampedro para Jot Down 3

Ha calificado a los partidos políticos de “zarandajas”, pero si queremos un cambio, ¿quién va a escribir las leyes que lo provoquen? ¿Qué alternativa hay?

Las alternativas se están inventando ya. Yo no estoy al día porque no uso el ordenador. Cuando se impuso, yo dije: “a mí esto no me interesa, me voy a morir pronto y no pienso aprenderlo”. No entiendo nada de eso que llaman Twitter y demás, pero me doy cuenta de que, gracias a la red, se están desarrollando otras formas de agregación social, formas espontáneas de relación y de movilización social. Actualmente las comunicaciones permiten convocar una reunión, una protesta con inmediatez; con eso del “pásalo”, se están creando formas de asociación diferentes superando a los sindicatos clásicos, que tienen el lastre de la poltrona, de negociaciones y pactos no siempre explicados ni entendidos. En cambio, estas otras asociaciones, las de las mareas, son otra cosa. Los de la sanidad, los de la educación, todas estas manifestaciones son cosas que los sindicatos no han sabido organizar con esa fuerza. Vemos cómo los sindicatos y los partidos, en lugar de orientar o guiar, van a remolque de las reacciones ciudadanas. Estamos en un momento de cambio social, de mentalidad diferente, de vuelta a valores de solidaridad frente al lema “el dinero lo compra todo”. Como decía Marx, el capitalismo lo convierte todo en mercancía, pero con la contestación social, parece que está surgiendo otra cosa. No sé cómo será ni qué será. Pero se vislumbra otro sistema.

Pero por ahora a lo que vamos inequívocamente es a una transformación económica sin precedentes, cuantos más recortes, menos poder adquisitivo. No hace falta ser experto en economía para ver eso. ¿O es distinto?

Veremos en qué acaba. Con las movilizaciones se están consiguiendo algunas cosas. Pocas, pero en cierto modo, nos indican el camino. Por ejemplo, se han parado varios desahucios; se ha obligado al PP a aceptar la ILP firmada por millón y medio de ciudadanos en apoyo a las reivindicaciones de la Plataforma de Afectados por las Hipotecas; el Hospital de la Princesa, finalmente, ni se cierra ni se regala al amigo de turno; el ministro de Justicia se ve obligado a rectificar, aunque sea parcialmente, en el tema de las tasas. Y, si bien parece más difícil, espero que, más pronto que tarde, también el ministro de Cultura ceda un poco y se pueda mejorar algo su nefasta ley. Ya sé, todo esto es poca cosa, pero por algo se empieza. La gente se está dando cuenta de que todos estos movimientos tienen algún resultado. Más o menos, pero van teniendo sus resultado. Y la actitud que vemos hoy hasta en las caras de los gobernantes ya no es la misma que al inicio de su mandato, cuando anunciaban los recortes riéndose y nos lanzaban mensajes tan educados como el “que se jodan”. Seguramente lo siguen pensando, pero se van dando cuenta de que su poder no es tan absoluto como ellos se creían. De modo que algo habrá. De los gremios surgieron los sindicatos y eran otra cosa, quién sabe qué surgirá de los sindicatos en un futuro. 

Lo que más domina a la gente es el miedo y se trata de que el miedo cambie de bando, que lo tengan ellos. Y algo debe ir en esa dirección cuando los políticos no admiten preguntas en las ruedas de prensa, cuando el presidente del Gobierno ha llegado a dar una incluso en diferido, dicho sea de paso, igual que los finiquitos en su partido. Pero ahí tengo que añadir otra cosa: se ha perdido mucho el sentido de la dignidad. No entiendo cómo lo toleran los periodistas. Supongo que también por miedo.

He visto en la hemeroteca que al principio el Gobierno de Esperanza Aguirre en Madrid tuvo problemas con las asociaciones vecinales y proclamaba el contradictorio razonamiento de que estas no iban a tener más derechos que otros ciudadanos. Parece que el poder ve la figura del ciudadano organizado como un claro enemigo.

Las asociaciones de vecinos tuvieron un papel muy importante en la llamada Transición e hicieron bastantes cosas, por eso ya las machacaron incluso antes. Porque eso era pensar en libertad.

Un ejemplo paradigmático es el caso de Sintel. Los propios sindicatos acabaron abandonándolos porque las cúpulas jamás soportan que la base se organice, tenga sus ideas, que se lo monte bien y tenga éxito. Lo digo, además, como presidente honorario de Sintratel. Cuando estaban con su acampada en la Castellana, fui a verles y simpaticé enormemente con aquella gente. Estuve ahí con ellos. Entonces ya era cardíaco y uno de los días que fui me puse malo en el campamento. Se volcaron, agradecieron mi esfuerzo y mi gesto hacia ellos siempre con una lealtad y un cariño extraordinario. Luego he escrito artículos en su favor. Me he solidarizado con ellos porque eso era verdad. Eso era auténticamente verdad, aquellas cabañas, donde fui a tomar café. Me guardan un cariño y yo a ellos… eso es humano. Cada vez me siento más hombre de pueblo. De gente de corazón y de honradez.

[Mira a Olga Lucas y ella nuevamente le da un respiro rememorando por él sus vivencias con los trabajadores de Sintel y después Sintratel]:

Nosotros fuimos allí sin más. Se habían acostumbrado a que fueran famosos, con prensa y fotógrafos, que les venían bien para la publicidad. Pero nosotros llegamos solos, preguntamos quién era el encargado de la acampada porque queríamos colaborar económicamente, y entonces alguien dijo ¡pero si es Sampedro, si no hemos avisado a la prensa! Y dijimos que solo queríamos colaborar, aportar algo de dinero, nada más. Les llegó al alma que fuera algo normal. Fuimos varias veces, siempre que podíamos, fuera de focos, sin avisar ni nada. Pasábamos por ahí y les saludábamos como quien visita a un amigo por sorpresa. Y lo han agradecido muchísimo.

Y, sobre todo, agradecieron que no les diéramos la espalda, después, cuando tras levantar el campamento, les traicionaron, tanto el Gobierno como sus propias cúpulas sindicales. José Luis escribió a los grupos parlamentarios para que les escucharan y el único que le contestó fue Gaspar Llamazares. Los socialistas dieron la callada por respuesta, ni un acuse de recibo por mera cortesía y respeto a la figura de José Luis Sampedro. Ni siquiera para decirle “agradecemos su interés pero no está usted bien informado”. ¡Simplemente se les dejó tirados! Fuimos muy pocos los que permanecimos fieles a su causa. Por eso ellos le aprecian tanto, porque fue de los poquísimos que no les cerró las puertas cuando ya pasaron “de moda”.

José Luis Sampedro para Jot Down 4

Ahora que se cuestiona la calidad de la democracia española, ¿a usted no le da algún tipo de reparo pensar que fue elegido senador por designación del rey?

No… Yo, entonces no tenía ninguna relación con la casa real ni pertenecía a ningún partido, por lo que la llamada del rey me sorprendió. Cuando llamó a casa y descolgué el teléfono me quedé estupefacto. Por un instante dudé de si no me estarían gastando una broma, pero no, su voz era perfectamente reconocible. Me dijo algo así: “Soy el rey, tengo que designar a unos cuarenta senadores (ya no me acuerdo de la cifra exacta) para las Cortes Constituyentes y he pensado en usted”. Naturalmente, empecé negándome, porque no me interesaba. Nunca me ha dado por la política activa. No me atraía nada, me distraía de mis cosas. Me resistí mucho, pero él me insistió. Al final, ya para no ser descortés, le dije que iba a pensarlo, pero no disponía de tiempo; era media tarde y él tenía que entregar la lista a tiempo para el telediario de las nueve. En ese momento recordé una frase de un amigo mío: “Si te dan un martillo, ponte a clavar”, y acepté pensando en que, después de todo, si no era capaz de clavar ni un solo clavo, siempre podría renunciar.

El Senado tuvo sus aspectos divertidos. Hubo buenos momentos. Conocí, además, a gente interesante, me acuerdo de Juan María Bandrés, por ejemplo, y otros personajes que venían de la izquierda, la tolerada entonces, que decían cosas sugerentes. Pero tras el período constituyente lo dejé. Cuando se disolvieron las Cortes y se convocaron elecciones el PSOE me ofreció presentarme como independiente en la lista por Madrid, pero dije que no. A mí la carrera política ni me interesaba entonces ni me ha interesado después.

Mi interés por la política es en el sentido original del término, como ciudadano preocupado por los asuntos de la polis, pero no sirvo para la práctica de la política activa, para estar sujeto a una disciplina de partido, supeditar mis palabras en función de lo que da o resta votos. Me ha gustado siempre la independencia y mi autonomía personal a la hora de solidarizarme y apoyar causas que considero justas. Lo que comúnmente se entiende por éxito político no me atrae nada. Me han ofrecido cargos, algunos de alto nivel y bien remunerados, y siempre he dicho que no.

Tengo entendido que para escribir sus novelas tenía que levantarse de madrugada todos los días, que se documentaba durante años para cada libro. Todo eso sin un éxito que le llegó mucho tiempo después. ¿Concibe la escritura como algo, digamos, épico? ¿Una labor solitaria y heroica, al margen del reconocimiento que le puedan dar a uno?

He madrugado mucho toda mi vida. Empecé a escribir, a tener ganas de escribir, en Aranjuez. Porque me hacía ilusión. Pero cuando empecé a escribir en serio fue durante la guerra, empecé a pergeñar una novela, La Estatua de Adolfo Espejo, que terminé en el 39 o 40. Y efectivamente, en Madrid, me levantaba entre las cuatro y las seis y escribía hasta las ocho o las nueve que me iba al Ministerio. Trabajé muchísimo, pero la literatura siempre tuvo su lugar a una hora temprana porque es cuando tenía más ideas. Y ya agotadas, me iba a la calle a ganarme el pan.

Para documentarme he leído mucho. Cuando digo que Laureliano entró con la reina Cenobia, por ejemplo, es que lo he leído. Cuando describo la Alejandría de aquella época, previamente me he ido al Museo Arqueológico Nacional, he conocido al director, me ha enseñado planos. Me han enseñado mucho muchísima gente. Yo necesito documentarme porque así me creo mejor lo que invento e inserto lo que realmente pasó. Introduzco mi historia y mis personajes en lo que pasó de verdad.

Para otra de mis novelas, Octubre, octubre, tuve una ocurrencia. Yo quería tener una idea de cómo vivía la gente del barrio de Madrid sobre el que yo escribía. En aquella época daba clases de doctorado en la facultad y como siempre me ha gustado preparar a conciencia mis clases, tenía la costumbre de entrar en un bar cercano a repasar mis papeles tomando un café. Me di cuenta de que en la mesa de al lado, a esa hora en la que no había casi nadie, se juntaban cuatro o cinco mujeres del barrio, de esas que hoy algunos llamarían “marujas”, que se reunían para hablar de lo suyo. Decían cosas muy interesantes para la novela que estaba escribiendo. Naturalmente, no podía meterme, sin más, en su conversación que, además, hubiera dejado de ser espontánea. Entonces recurrí al truco de fingirme sordo. Me compré en el Rastro un audífono bien visible. Aún no se habían comercializado estos tan discretos, con los aparatos de antes la sordera no se disimulaba. Así, cuando llegaba allí con el aparatoso audífono puesto, me sentaba en una mesa cerca de las señoras, sacaba mis apuntes y me quitaba el audífono simulando ser un sordo concentrado en sus papeles. Ellas, al pensar que no me enteraba de nada, no bajaban la voz y charlaban tranquilamente de problemas domésticos, de riñas, de los maridos. Criticaban a sus maridos, a sus hijos, a las vecinas. Algunas, muy castizas, tenían mucha gracia en sus expresiones. Todo aquello me resultó de gran utilidad para describir a los habitantes del barrio. Bueno, son inventos, trucos, como el que se disfraza de algo para meterse entre gente y estudiarla. Trucos de antropólogo. Cada maestrillo tiene su librillo.

Pero, efectivamente, durante cuarenta años, escribí sin ser conocido por el gran público. Octubre, octubre marcó un hito, y luego La sonrisa etrusca fue el primer libro de lo que podríamos llamar éxito. A partir de ahí, sí se puede decir que soy un escritor con éxito de ventas relativo. Quiero decir que sí, que mis libros se venden, no me puedo quejar, pero tampoco soy de esos que venden sus libros por millones. Durante las décadas en que ni era conocido ni vivía de la literatura nunca trabajé buscando fama, gloria y mucho menos para ganar dinero o llamar la atención de los críticos. Trabajaba para explorarme a mí mismo, para explorar a los demás y para quedarme satisfecho con lo que yo descubría. Lo he resumido alguna vez con la expresión “ser arqueólogo de uno mismo”, “hacerse a uno mismo”. Y, aunque la literatura no es la única vía para ello, es la que yo he necesitado.

Habla a menudo de eso, del “autoaprendizaje” como forma de vida.

Yo comparo la educación con un árbol. Parte de una semilla, y en ella hay unas potencialidades, lo mismo que el hombre nace con unas potencialidades en los genes. Luego esas potencialidades se verán reforzadas o dificultadas, o complementadas dependiendo de las circunstancias en que se nace y se crece. Pero dentro de esas condiciones impuesas por nuestro origen y el mundo que nos rodea, podemos tomar decisiones y elegir un camino u otro. Muchas veces se dice que no tenemos libertad porque dependemos de muchas cosas, es cierto, pero también hay un margen para nuestras propias decisiones y elecciones. Podemos elegir entre depender de unas circunstancias o de otras, ser colaborador de una cosa o de otra, es decir, puedes ir conformándote.

La tarea de uno, como digo desde esa primera novelita que he citado antes, La estatua de Adolfo Espejo, es hacerse uno quien es. Yo estaba en aquellos tiempos, el año 37, muy satisfecho por tan gran descubrimiento, pero luego me enteré de que hacía 2000 años que esto ya lo sabían los griegos. Pero bueno, en ese momento yo descubrí el Mediterráneo y ya es una gran cosa descubrir el Mediterráneo. Aunque otros lo hayan descubierto antes, la satisfacción de tu propia revelación no te la quita nadie.

¿Y quién es uno? Pues no se sabe muy bien. Porque como uno se va haciendo a lo largo de la vida, va cambiando de una manera o de otra. Pero en el interior de cada uno, siempre que se haya aprendido a pensar libremente, hay una especie de brújula que, si bien muchas veces no nos dice lo que tenemos que hacer, casi siempre nos dice lo que no tenemos que hacer. Y esa voz interior hay que saber escucharla. Uno va andando, vacilando, dice: voy a ir por aquí, y se encuentra con que la brújula le dice que no. Y así, titubeando, llega uno a los 96 años. A mí me preguntan ¿qué piensa usted de usted mismo? Pues que he llegado a ser un aprendiz de mí mismo bastante bueno. Me parezco bastante a lo que yo quería hacer con José Luis Sampedro. No es una gran cosa, ni mucho menos, pero para mí significa mucho llegar a ser lo más parecido a lo que quería ser.

La vida que me dieron la he desarrollado, la he cultivado, he trabajado para ella y por ella. He sido un buen servidor de esa vida sirviéndome a mí mismo. Bueno, pues eso es la vida, hacerse quien es uno, y ya está. Y ahora se me acaba y lo acepto tranquilamente. Tengo la suerte de que para este último tramo no puedo pedir mejor compañía que la de Olga. Le debo todo. Todas mis comodidades, todas mis ventajas, todos los cuidados que exige mi estado y ella me los dispensa sonriendo. En esas condiciones, ¿qué voy a pedir? A estas alturas, solo pido acabar con suavidad. Aterrizar con dignidad, sin estrellarme.

José Luis Sampedro para Jot Down 5

Fotografía: Fran Ferrer

Hristo Stoichkov: “No sé si el Barça entonces tenía complejos, sé que llegué yo y no tuvo más”

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Hristo Stoichkov para Jot Down 1

Está presente en las calles de Bulgaria. Por las carreteras se pueden ver carteles en los que anuncia un rifle. Y también está en los cines. Acaba de estrenar un documental sobre su vida. Los búlgaros, cuando van a verlo, cantan los goles dentro de la sala como si fueran en directo. También lloran; la película repasa los momentos más duros en la vida de Hristo Stoichkov (Bulgaria, 1966), las dificultades que tuvo que atravesar para ser futbolista, que muchos no conocían. Ahora entrena al Litex Lovech. Los seguidores de este equipo todavía se pellizcan, no pueden creer que haya aceptado tomar las riendas de su modesto club.

Para la estación de autobuses de esta ciudad de 50.000 habitantes no ha pasado el tiempo. Es pequeña, pero el mural socialista que tiene dentro es enorme. Llama la atención que las mesas tienen todas un mantel y un jarrón con flores. Viene a recogerme Orlando, secretario técnico del Litex Lovech, un exoficial del Ejército cubano que llegó a Bulgaria en los ochenta a estudiar pedagogía militar, se enamoró y aquí sigue. Me lleva al campo de entrenamiento del equipo. Es un tapete, pero está pegado a un polideportivo en ruinas. Por el suelo hay trozos de estatuas. Al lado de la entrada al campo hay tirada una mano enorme empuñando una antorcha. Stoyan, representante de Hristo Stoichkov, me cuenta en portugués que antes había piscinas, gimnasios, pero que desde la llegada de la democracia nadie ha metido un duro ahí. Veo el final del entrenamiento del Litex. El equipo al que entrena Hristo va tercero. Son la revelación del campeonato búlgaro, un plantel que no supera los 23 años de media en el que destaca el mejor jugador joven de Bulgaria, Georgi Milanov.

A continuación vamos al estadio. Para poder jugar en Europa, tuvieron que construir una grada nueva. Tardaron cuarenta y ocho días. Cuando le enviaron las fotos al comisario de la UEFA no se lo creía. Les dijo que era PhotoShop y tuvo que venir él mismo a comprobarlo.

A Hristo le define perfectamente el ‘gen balcánico’. Sabes que es peligroso cabrearle, ves que es contradictorio, pero en la que es su casa su hospitalidad no conoce límites y te das cuenta de que si logras que sea tu amigo, algo que por estas latitudes se cocina a fuego lento, lo será para siempre. Le digo que el objetivo de esta entrevista es recordar su carrera, sus vivencias, no meternos en polémicas, pero me interrumpe: “Me importa un carajo lo que puedan decir”. Y no se corta un pelo. Pone de manifiesto los múltiples chanchullos que ha habido en las altas jerarquías de este deporte o en ligas profesionales importantes, que los controles antidopaje son una filfa. Tampoco se arrepiente de ninguno de los incidentes por los que se labró fama de polémico en España. Le toca la fibra recordar las gestas de su selección. No hay tema que no aborde hasta el final.

Durante la entrevista tiene un ojo puesto en el televisor. Los búlgaros han tomado las calles de Sofía, la capital, y se han cargado al Gobierno. Las noticias lo están dando en directo.

Hristo, ¿qué está pasando?

Ha dimitido todo el Gobierno. Aunque en realidad están pagando los platos rotos de todo lo que firmaron los comunistas. Son acuerdos con compañías eléctricas extranjeras que vienen de fuera y venden la electricidad más cara a los búlgaros. Encima ahora, que la gente está cobrando muy poco. Y como este primer ministro tiene un par de cojones y en mayo hay elecciones, ha dimitido y tiene tres meses para prepararse y ganar. La situación política es difícil de explicar porque es muy rara. Tenemos un tripartito formado por los comunistas, la minoría turca y el partido del rey de Bulgaria. Ese que vive en Madrid y no hace más que pedir dinero. Estuvo cuatro años de primer ministro robando a Bulgaria, como sus padres y sus abuelos robaban… Solo ha vuelto para recuperar sus tierras, sus montañas y sus árboles. Es un matao, pero como es familia de rey… El pueblo no quiere saber de él. Le recibieron con flores y le echaron tirándole huevos.

Yo no soy de ninguna ideología política. Si alguien me cae bien, le voto. Así mañana le puedo decir que le voté y que me ha engañado. Ayudo a Bulgaria, apoyo a quienes creo que van a hacer lo mejor para la gente y, si no, a la puta calle. El problema es que aquí los comunistas lo destrozaron todo. Y siguen siendo los mismos, solo se han cambiado la chaqueta y la corbata. Durante todo este tiempo no han hecho nada para el deporte, ni colegios para la educación. En los últimos 23 años no se ha hecho nada. Vivimos de recuerdos. Dicen “¡Hristo Stoichkov! ¡Nuestro Balón de Oro!” Y yo digo: No, eso es el pasado. Haz ahora una academia o unas instalaciones deportivas para que salga otro Balón de Oro en Bulgaria.

¿Cómo le va a Bulgaria desde que entró en la Unión Europea?

Tanto nosotros como Rumanía tenemos que estar en la familia grande. Pero no voy a tolerar que los holandeses o los finlandeses no permitan que los búlgaros y los rumanos puedan ir libremente a trabajar a sus países. Esto es discriminación. Me importa un carajo que se llame Fulanito quien lo diga. ¿Por qué somos diferentes? ¿Qué tienen ellos que les haga especiales? ¿Los holandeses? La mitad son extranjeros que vienen de fuera. ¿Finlandia? Tienen un géiser y nada más, piedras y agua. Si estamos dentro es porque cumplimos lo que dice la UE. La frontera la cumplo, la seguridad la cumplo, todo lo que me piden lo cumplo. Y está todo firmado. Barroso, quien por cierto es un gran amigo de Bulgaria, lo ha firmado. Y Olli Rehn. No puedo permitir que me digan que soy de segunda. Europa tiene que estar unida. Así se puede ayudar a los países que están atravesando dificultades. Grecia tiene dificultades y la Unión Europea le ayuda.

Hay quien esto lo ve al revés.

Si les jode Grecia, que la echen. Si no cumples, pues fuera. No puedes entrar. ¿Hay veinte mejor y todos sufriendo por uno? Fuera; si no vales, no vales.

¿Por qué eres independentista catalán?

No es así. Lo que ocurrió fue una cosa espontánea. Cuando ganamos la Copa de Europa, me acerqué a la valla, había gente con banderas y cogí una, que todavía está en mi casa. Tenía una estrella y yo dije, ¿bandera catalana, no? La cojo, voy al medio del campo, toreo y me graban. Al día siguiente, lo primero: “Hristo quiere la independencia de Cataluña”. En fin, qué le vamos a hacer. Porque yo nunca he dicho que tengamos que ser independientes. Es imposible que España se pueda romper. Es muy difícil que el País Vasco se separe, o los andaluces. Es imposible. En primer lugar, porque la Unión Europea no lo va a permitir. Bruselas firmó un documento con España, no con los navarros o los vascos. En el papel de la Unión Europea pone “España como país”. Por eso creo que no se va a conseguir. Que todo el mundo quiere la independencia, sí, claro.

¿Te gustaría?

Es muy difícil cambiar una política que existe desde hace tantos años. Los catalanes son como son, eso no se va a cambiar. Yo me siento catalán, me siento uno más. Vivo allí, tengo mi casa. Voy a morir allí. Me van a enterrar en Cataluña. Solo tengo una casa en Bulgaria y otra en Cataluña. También considero Chicago mi casa, pero donde más cómodo he estado es en Cataluña. Me he sentido verdaderamente bien.  Le estoy agradecido a Cataluña y a los catalanes, y a los aficionados barcelonistas. Me siento así, no lo puedo cambiar. Fui capitán de la selección de Bulgaria y mi brazalete era la bandera de Cataluña. Me importa un carajo lo que digan. Hay imágenes. Hasta en mi último partido, un Bulgaria-Inglaterra del 99, llevaba mi senyera en el brazo.

Naciste en Plovdiv.

Es la segunda ciudad de Bulgaria. Es muy importante y tiene mucha historia detrás. Ha cambiado el nombre dos veces, por política, por la guerra, por el comunismo. Es una ciudad bien organizada, han salido buenos deportistas, como la atleta más importante de Bulgaria, Stefka Kostadinova. También muchos futbolistas, atletas. Estoy orgulloso de este pueblo.

Empecé a jugar al fútbol en la calle. Hoy en día ya no se hace, y es un problema. Yo pasé mi infancia en la calle. Jugábamos poniendo dos piedras para hacer la portería, o las mochilas del colegio. Era duro, pero disfrutábamos de verdad. Nos enfrentábamos barrio contra barrio, colegio contra colegio, bloque contra bloque, clase contra clase. Lo pasamos bien, aunque los recuerdos que guardo de todo aquello son las cicatrices que tengo en la cabeza. Recibía hostias por todos los sitios. Pero es que todos queríamos ganar. Barrio contra barrio era más duro, a veces eran más grandes que nosotros.

En realidad, yo era atleta. Comencé a hacer deporte en el atletismo. Corría 60 metros, 100 metros. Entonces era muy rápido. Y aún lo soy, ¿eh? Un día apareció el entrenador, se acercó y me dijo: “¿Quieres jugar al fútbol?”. Así empecé en el Maritza Plovdiv. La Maritza era una fábrica textil. También trabajaba en ella. Iba al colegio y luego a la fábrica cuatro o cinco horas. Desgraciadamente, con 13 o 14 años tuve que irme de Plovdiv para poder jugar. Con el comunismo existía el problema de que no me dejaban mejorar. Yo era muy pequeñito, pesaba 30 kilos mojado, y muy bajo de altura, no contaban conmigo. Los grandes no me cogían porque era pequeño y los pequeños porque era grande. Me tuve que buscar otra ciudad para poder seguir. Nos marchamos al lado de la frontera con Turquía, a una ciudad muy pequeñita, Kharmanli, de 30.000 habitantes. Ahí jugué en tercera división durante dos años y me fichó el CSKA. Directamente desde tercera. Con 17 o 18 años, estar en el CSKA fue como un sueño.

Otros jugadores del Este han elogiado la educación que recibieron durante el comunismo.

La educación con el comunismo era dura. No nos dejaban aprender inglés, ni alemán, ni francés, ni español, ni italiano, nada. Solo ruso. Nos obligaban a aprender ruso, que era fácil porque se parece al búlgaro, pero luego teníamos dificultades si salíamos del país. A los deportistas, cada vez que viajábamos, nos mandaban seguridad para que no nos escapáramos. Iban más agentes que jugadores. Salíamos a representar a un club y a Bulgaria y nos trataban como delincuentes. Si te intentabas escapar te metían en la cárcel. Pero no me quejo, estoy contento con la educación que recibí. De lo que sí me quejo es del comunismo, porque son gente que verdaderamente ha hecho mucho daño en el mundo. Hay que acabar con ellos.

Ognyan Atanasov fue tu primer entrenador.

Fue un amigo, un padre, un entrenador… y hasta hoy, que muchas veces le llamo y le hago consultas. Le respeto mucho porque me abrió la puerta para jugar al fútbol. Cada vez que estoy en mi pueblo o cuando estoy en Sofía viene a mi casa, que está abierta para él siempre. Entrenaba de forma espectacular. Había disciplina, pero era normal. Sin disciplina, sin organización, sin que esté claro a qué tienes que jugar, entrenar es muy difícil. Su método partía de que todo el mundo tiene que respetar a su compañero. Antes que nada, prefería amistad dentro del vestuario y amistad en el campo. Porque todos perdemos el balón, todos fallamos, nunca lo harás todo perfecto y otro compañero tendrá que ayudarle. También intentaba sacar lo mejor de todos, buscaba equilibrio en todas las líneas y esto me ayudó muchísimo.

Empezaste de central.

Sí, como Alexanco, pero me di cuenta de que los que valen dinero son los de medio campo para arriba. Como defensa, era duro, y al ser rápido nadie conseguía desbordarme. Pero un día Ognyan decidió que podía jugar en ataque y luego volver a defender. La velocidad que tenía se podía aprovechar más en ataque. Siempre he jugado con el 8, casi toda la vida. Empecé con el 5 de niño, de defensa. Me cambiaban un día al 4, otro día al 6, pero el 8 es muy particular en Bulgaria. Luego me lo dieron en la selección. Y una vez me puse el 4 porque le metí al Levski cuatro goles en el derbi y en el siguiente partido salí con el 4 para joderlos (risas).

Tus ídolos eran Cruyff y Platini.

El primer mundial que recuerdo fue el del 74, con diez u once años. Lo vimos por televisión, en blanco y negro. Pero mi primer gran ídolo fue Kevin Keegan. Cuando recibió el Balón de Oro, me dije: yo también voy a coger este trofeo. Soñar es gratis, pero si sueñas con lo que puedes conseguir lo haces posible. De Maradona no hablamos porque somos íntimos amigos, hermanos, compañeros, de todo. Diego es el ídolo de muchísima gente. De Platini recuerdo su primera época en el St. Étienne y luego en la Juventus con Boniek, que fue espectacular. Después Johan fue mi entrenador…

Así que Maradona y tú sois amigos.

Diego y yo somos amigos, como familiares, íntimos amigos. En el 86 u 87 nos conocimos, y a partir de ahí la amistad no ha dejado de crecer. Nos hemos demostrado que el uno vale para el otro. Todos los cumpleaños hablamos. En 2010 estuvimos en el Mundial de Sudáfrica. Estamos juntos cuanto podemos, porque la distancia es larga. En el 94 también estuvimos juntos, con la familia. Esto no se compra, es la amistad. Puede que él esté en Argentina y yo en Bulgaria, él en Inglaterra y yo en España, pero siempre tenemos tiempo para tomar un café y hablar de todo.

Tu primera suspensión fue en el 85.

Fue por unos incidentes con el Levski. Pero fue una tontería, un tumulto que se formó al final del partido. Como en cualquier partido que puedas ver en el mundo. Uno empujó a uno, otro a otro. Y a mí, como era el más joven, me suspendieron, y no tenía ni tarjeta. Pero se lió muy gorda. Le cambiaron el nombre a los equipos, que pasaron a ser el Sredets y el Vitosha. Fue todo porque uno era el equipo de la Policía y el otro el del Ejército, y los del Gobierno eran subnormales. Al cabo de unos meses todo volvió a la normalidad, pero yo, por un empujón, fui al calabozo. Me arrestaron y me enviaron al cuartel seis meses a hacer instrucción militar. Ahí, con dos mil tíos levantándonos a las cinco de la mañana, corriendo por la montaña con el fusil, limpiando por todos los lados. Fue duro de verdad. Durísimo.

Se decía que en el CSKA Penev metía los goles, pero tú eras el ídolo.

Con Lubo me llevo muy bien, soy padrino de su hijo. Lo que ocurría es que en Bulgaria buscan las polémicas con cualquier cosa. Yo soy un chico de pueblo y él es de la capital. Su tío era entrenador y mucha gente decía que jugaba por eso. Mil tonterías para meter mierda entre nosotros. Él es uno de los mejores delanteros de la historia del fútbol mundial junto con Hugo Sánchez o Van Basten. Lubo era, verdaderamente, un chico trabajador, lo demostró haciendo historia en el Valencia y en el Atlético de Madrid.

La selección de Bulgaria en los 80 atravesó una mala etapa.

En el último partido en casa contra Escocia teníamos que empatar o ganar, y nos metieron el 0-1 en el minuto 89; nos quedamos sin Eurocopa 1988. Y para el Mundial del 90, nos dejó fuera Rumanía, que eran espectaculares. Con Popescu, Gica Hagi, Lacatus, Balint

Se inició la gran época de los equipos del Este.

Yugoslavia, ¡buf! 22 millones de habitantes y hoy día son Croacia, Macedonia, Eslovenia, Serbia, Montenegro, Bosnia. ¡Todo lo que salió de allí! En aquella época, quién podía pensar que el Steaua de Bucarest iba a jugar una final contra el Barcelona en Sevilla y la iba a ganar. Luego el Estrella Roja se la ganó al Marsella. Y después el Steaua volvió para jugar otra final contra el Milan de Gullit, Rijkaard y todos esos, lo que quiere decir que seguían peleando en lo alto. El Dinamo de Kiev o el CSKA de Moscú también eran fortísimos. Con el comunismo, con la disciplina y todo eso, para los jugadores era durísimo, pero también aprendimos.

Nosotros, el CSKA de Sofía, llegamos a jugar las semifinales de la Recopa contra el Barcelona. Cuando vi al equipo que teníamos enfrente… Con Johan Cruyff de entrenador y Bakero, Alexanco, Amor, Lineker, Eusebio, Txiki Beguiristain, Serna, Aloisio, Zubizarreta… ¡hostia! Era un equipo… me cago en diez, dije: ¡dónde vamos! Y luego, fíjate, perdimos por mala suerte. Para empezar, si en el primer partido llega a jugar Lubo Penev, que se lesionó, hubiese sido difícil que nos hubieran podido ganar. Pero en la vuelta fue peor, porque nosotros pedimos jugar en nuestro campo, que era más pequeño, más incómodo, pero el Gobierno se empeñó en que fuéramos a un estadio más grande, y Johan dijo: “Venga, vale, baile”. Los subnormales del Gobierno no se enteraban de nada. Nos dieron un baile total. Se puso el Barça a tocar el balón y nosotros mirando. No estábamos acostumbrados a ver tantos pases, uno detrás de otro. Los comunistas es que no se enteran, solo sabían pensar en el comunismo.

En la eliminatoria anterior jugasteis contra el Roda de Michel Boerebach.

Aquí les ganamos 2 a 1. Íbamos 2-0 y nos metió Boerebach una falta desde muy lejos. Me cabreé con el portero que no veas, ¡eran cuarenta metros, joder! Chutaba muy bien este tío. Pero en la vuelta le salió todo mal. Iban ganando ellos 2-0, nos habían remontado la eliminatoria, y de repente Boerebach se la fue a ceder al portero, lo vi, me fui al área y me la terminó dando a mí, que marqué y fuimos a penaltis. Yo tiré el penúltimo. Lo metí. Al volver, me crucé con él, le miré a los ojos y le dije: “Hijo de puta, vas a fallar”. Pum. Y falló, fíjate la rabia que tenía el tío. Tuvo muy mala suerte aquel día.

El nuevo Koeman le llamaban.

Le llamaban, como mucho, rubito, no Koeman. No confundamos, no, no, no. Koeman es único, ¿de acuerdo? Pero Boerebach no era mal jugador, de verdad. Ese Roda tenía un gran equipo, con jugadores muy jóvenes que luego fueron al Ajax, al Feyenoord, a equipos grandes. Tenía mérito porque Kerkrade es una ciudad muy pequeñita. Y Boerebach luego fue al Burgos.

Hristo Stoichkov para Jot Down 2

Los periodistas extranjeros se quejaban de que no tenían acceso a los jugadores en Bulgaria.

Pero si dormían en mi casa. Recuerdo a Paco Aguilar, sobre todo, que fue el primero que se acercó a hablar conmigo de mi posible fichaje por el FC Barcelona. A Xavi Díaz, de RTVE. A Cubero, a Alfredo Martínez, Manolo Oliveros. Lo que ocurría es que nosotros estábamos en una zona privada a la que no podía entrar nadie, ni siquiera los periodistas búlgaros. Solo accedían para ver los últimos cinco minutos del entrenamiento y grabar algo. No eran entrenamientos abiertos, y esto fue lo más determinante que pudimos hacer, porque así logramos evitar que ocurrieran las cosas que se hacen hoy en día. Vas al lavabo y sacan que si estás con un calcetín blanco o un calcetín rojo, ¿qué cojones es eso?

¿Por eso cuando fuiste seleccionador te llevabas a los jugadores a la residencia de Todor Zhivkov, presidente de la República Socialista de Bulgaria?

Sí. Es que es una residencia muy, muy privada. Lo hacía para proteger al equipo. Ahí no puede entrar nadie, tiene todas las cosas que necesita un jugador. Aquí el comunismo echó mucho cemento e hizo muchas cosas sin pensar, como el Palacio del Pueblo de Rumanía. Esta residencia es enorme, gigante. Cuando yo jugaba íbamos mucho. Hay habitaciones grandes, comida perfecta en el restaurante, sala de juegos, piscina, jardines, sauna, masajes. Hasta políticos españoles han estado ahí, como Felipe González. Hay muchos animales, hay ciervos. Lo importante es que es un sitio muy seguro.

Cuando Penev fue a España un año antes que tú, ¿qué te contaba?

En la 87-88 vino a por mí el Panathinaikos, que era fuerte, espectacular y tenían mucho dinero. Los comunistas me prometieron que me iban a dejar fichar, pero una cosa es prometer y otra cumplir. Un general dijo que no, que yo me quedaba en Bulgaria. Que en el futuro no sabían, pero que en ese momento no podía irme. Igual al final fue mejor, imagina qué podría haber pasado si me llego a ir a Grecia. Y Lubo logró salir de Bulgaria en la temporada 89-90, noviembre o diciembre. Hasta junio que acabamos la liga hablamos muy poco, porque los teléfonos no eran como ahora; había esos móviles con antenas enormes y una maleta. Fue en la selección donde más cosas nos contaba del fútbol español. Todo muy favorable, muy positivo. Decía que todo era muy profesional, muy bien preparado en el vestuario. Entrabas y todo el mundo sabía dónde estaban sus cosas, tenías las botas limpias, si querías un café estaba el restaurante. Me daba mucha rabia que él hubiera podido salir y yo no.

Afortunadamente, tuve la suerte de poder jugar contra el Barcelona. Antes habíamos jugado un torneo en Mallorca, donde me expulsaron, por cierto, uno de los peores árbitros de la época. Roca se llamaba, un tipo alto, un banquero. Una cosa es juntar dinero, y otra pitar. Sin saber ni una palabra de español, le hablé en búlgaro y no sé qué entendió, pero me expulsó. Cuando me fui al vestuario, me acerqué al banquillo del Barça a insultarles (risas) y festival total. Así fueron mis primeros contactos. Después vino José María Minguella al hotel y comenzó el seguimiento del Barcelona. Un año entero me siguieron. Fue el primer paso, y luego ya la semifinal de la Recopa, que fue determinante para Johan. En ese partido en el Camp Nou, la vaselina que le metí a Zubi es un gol espectacular, uno de los mejores que he metido.

¿Y Kostadinov qué contaba de cómo le fue en Portugal?

No contaba nada. Es muy cerrado, muy tímido. Habla a veces. ¿Cómo estás? “Bien”. ¿En el entrenamiento? “Más o menos”. ¿Dormiste bien? “Sí”. Cortito en palabras, pero un gran jugador. Después de jugar en Oporto y ganar allí, era difícil que en España, en A Coruña, triunfase también. Aunque con el Bayern metió gol en la final de la UEFA. Es un ejemplo más que sirve para constatar que de los países del Este han salido muchos jugadores importantes. Lo que demuestra que tenemos carácter, tenemos la capacidad y, sobre todo, no nos vendemos. Yo, por lo menos, puedo hablar de mí: en mi vida, jamás, he hecho una cosa como esa; ahora lo estamos viviendo todos los días, con partidos amañados. Eso será lo último que haga en mi vida.

Ese año fuiste Bota de Oro con Hugo Sánchez.

Hugo juega 38 partidos y mete 38 goles, yo juego 24 y meto 38. No le gané porque me pararon. Si no me paran, en un partido meto dos, cinco, los goles que quiero. Pero el pensamiento aquí en Bulgaria es así. Pensaban que si lograba pasar a Hugo iban a decir que este era un país corrupto, con el fútbol amañado, una cosa de propaganda ridícula, pero los comunistas eran así, con la cabeza cuadrada. En el último partido yo tenía 37 goles, me faltaban 90 minutos para meter dos, era fácil. En 23 partidos había metido 37, en uno más, si juego como tengo que jugar y el equipo me ayuda, meto dos o tres fácil. Pero metí uno y me pararon. Les dieron órdenes de que no me pasaran el balón. Y así acabé con 38 goles, como Hugo. Pero, sinceramente, me quedé contento de que otra persona pudiera tener la Bota de Oro. Y Hugo lo sabe, hablamos muchas veces.

Iba a irme a España y todo el mundo podía pensar que los búlgaros éramos unos corruptos, que habíamos matado a Hugo Sánchez con partidos amañados. Y pensé, qué más da. Además, ¿por qué otro compañero no puede ser Bota de Oro, qué coño me importa a mí el Real Madrid, qué más me dan los otros equipos? Hugo y yo éramos compañeros, porque esto queda para toda la vida, Bota de Oro los dos el mismo año. Igual que en el Mundial del 94 con Salenko. Aquel día, si marcaba en el último partido también le pasaba, pero fallé tres. Estaba lesionado.

Pero dijiste que si Hugo fichaba por el Barça no habría sitio para los dos.

Nunca lo he dicho. Eso son cosas que alguien se inventa. Hugo es y será el delantero extranjero que más goles ha metido en el Real Madrid. Cinco años máximo goleador en España. Hablamos de una institución, del jugador mexicano más famoso del mundo. Como yo jugaba en el Barcelona y él en el Madrid han buscado polémicas, pero con él me llevo perfectamente. Con Butragueño me llevo muy bien también, y con Míchel. Ahora, en el campo, todos a tomar por saco. Mira, con Iván Zamorano, he estado a punto de romperle la cara en la entrada del vestuario, a puntito, y somos íntimos amigos, pero íntimos. En el campo no hay amigos. Después, cuando termina el partido, donde quieras. ¿Vamos de vacaciones? De vacaciones. ¿A beber? A beber.

¿Qué tal la llegada a Barcelona?

En el aeropuerto me recibió Zubizarreta. Yo venía de fichar y él se iba de vacaciones. Fue al primero que vi, un recibimiento muy rápido. Se me acercó, me saludó, me dio la bienvenida. Fue todo pura coincidencia. Y esa noche fui a cenar con Julio Salinas sin saber que era Julio Salinas. Julio ha jugado tres mundiales: 86, 90 y 94. Nos saludamos, y al día siguiente estábamos en el vestuario.

Luego siempre recuerdas los primeros partidos. Contra el PSV en pretemporada, que estaba Romario, y terminamos 2-2 en Eindhoven. Metimos Romario y yo todos los goles. El primer partido de Liga, contra el Espanyol, ganamos 0-1 y yo metí el gol. Al día siguiente, otro al Valencia. Otro al Betis. Y le dije a Koeman que ese año íbamos a ser campeones. Y él: la Liga es muy larga, es muy jodida… Pero yo estaba convencido de que ese año íbamos a ganar el campeonato. Conociendo a los compañeros, me daban tanta tranquilidad. Me preguntaba quién nos iba a parar. Con Julio Salinas ahí delante, Goicoetxea, Bakero, Laudrup, Txiki, Eusebio, Amor, Koeman, Alexanco, Ferrer, Nando.

No sé si el Barcelona tenía entonces complejos o no, lo que sé es que llegué yo y no tuvo más. Fuimos mejores. Día a día fuimos de menos a más, y ahí empezó la tumba del Madrid. Hasta hoy. En el año 90 comenzó su sufrimiento, ¡que sufra!

Y otra suspensión, por la patada al árbitro.

No me arrepiento. Estoy orgulloso, joder. Lo peor fue con los compañeros. Llevaba pocos meses en Barcelona y les mentí. Me preguntó Bakero si había pisado al árbitro, y le dije que no. “José Mari, te lo juro que no le he pisado”. Y fue a defenderme a la televisión: “Me juró que no le pisó…” ¡Qué vergüenza! (risas) Al día siguiente, en el vestuario, me coge: “¡Hijo de puta, dime la verdad!”. Me dio vergüenza y tuve que pedirles perdón a todos. Pides perdón y es fácil reconocer tu fallo, pero mentí en el primer momento.

Bakero era tu compañero de habitación.

¡Un búlgaro y un vasco entendiéndonos en catalán! Fue duro, durísimo (risas). Él fue uno de mis mejores amigos. Me abrió las puertas de su casa y yo no lo olvido. Hace poco le mandé un vídeo hablando. Tengo 50 tacos y son cosas a las que muy pocas veces les damos importancia, pero yo le doy mucha a cómo te reciben en el vestuario, en su casa, sobre el campo. Yo no me caso con cualquiera. Éramos un gran grupo, grandes amigos. No había clanes, por eso fuimos ganadores. No existían esos grupos, estábamos todos unidos. Pero unidos de verdad. Si fallas te mete una bronca el compañero, si metes gol el primero que te saluda es el que te ha echado la bronca. Espectacular fue, no puedo usar otra palabra.

Casi te vas al Nápoles en el 92, en pleno despegue del Dream Team.

Estuve a punto de fichar, pero Diego Maradona me dijo que no dejara el Barcelona nunca por el error que había cometido él. Y cuando te habla un amigo de verdad le crees, porque el fútbol italiano en aquella época era fino. Todo el mundo sabía quién ganaba el campeonato, cuántos goles ibas a marcar… como para dejar el Barcelona e irme al Nápoles. Aunque casi, casi estaba hecho. Todo listo para mi transfer y di marcha atrás. Ya me sentía muy catalán y barcelonista; sentía los colores, la gente, la camiseta, y dije: no.

Cambié de opinión cuando fui a Nápoles. Entonces pensé: ¿por qué tengo que irme de una ciudad tan importante como es Barcelona a una más pequeña? Y de repente me dije: me quedo. Fue así, de repente. Vi que el Barcelona era mi equipo. Y me prometí una cosa: no iba a jugar nunca en un equipo español para enfrentarme contra el Barça. Podría ir a uno extranjero, pero dentro de España, imposible. No podía. No me dejaba mi corazón.

Julio Salinas dijo que antes de la final contra la Sampdoria se os comían los nervios.

Fuimos dos horas antes del partido, pero a las nueve de la mañana habíamos estado jugando al golf con Johan. Casi todo el equipo, todos muy tranquilos. En realidad fuimos a Londres sabiendo que éramos mejores y que íbamos a ganar. Primero, porque cuando quieres ganar algo, lo buscas, no esperas.

Dificultades tuvimos contra el Kaiserslautern antes del gol de Bakero. En el primer partido ganamos 2-0, pero pudimos marcar 14. Fuimos allí sabiendo que éramos mil veces mejores y comenzó el partido y gol, y luego otro, y en el medio tiempo tres y estábamos fuera. Pero ahí va, cuando quieres algo y lo buscas, lo encuentras: el más pequeño del campo metió gol de cabeza. Después de este partido vino el Benfica, y le dimos un repaso de arriba abajo. Sabíamos que éramos mejores e íbamos a ganar. ¿Qué tenía la Sampdoria? Gran equipo, pero ¿Mancini contra Laudrup? Me quedo con Laudrup. ¿Vialli y Stoichkov? me quedo con Stoichkov (risas). ¡Soy más rápido, joder!

Tiró una vaselina que estuvo a punto de entrar.

Tuvo la suya, pero yo también. De cabeza, Bakero también la tuvo. Con 0-0 tiré una al palo… Mira, sigo: ¿Bakero contra Katanec, el esloveno aquel? ¿Berthold contra Koeman? Compáralos. ¿Pagliuca y Zubizarreta? ¿Goico y Lombardo? ¿Con Cerezo donde estaba Guardiola?

Salimos de España convencidos, de verdad. Pero claro, fuimos dos horas antes al vestuario y esto te come los nervios. Luego entrando al partido ya tienes las cosas claras, te han dado el masaje, estás más concentrado y tranquilo. Ahí sembramos el fútbol del Barcelona de hoy.

Pero el CSKA de Moscú al año siguiente…

Ahí pagamos. De tan seguro que íbamos a ganar, perdimos. Íbamos dos cero, a los diez minutos de partido, y perdimos 2-3. Cosas del fútbol. En el vestuario hablamos de poner más concentración, yo había perdido un balón en el medio del campo que… Teníamos que ser conscientes de que el partido iba en serio, pero te meten uno, dos, ay, ay, ay y tres. Fue un fallo… si llegábamos a la final del 93 también podíamos ganarla. Y cuando pierdes una oportunidad también la pagas, ahí tienes lo que pasó luego contra el Milan. Estábamos convencidos de que éramos los dominadores, sin importar ni quién ni a qué hora, si llovía o caían piedras. Entonces fuimos a Atenas y acabaron con nosotros.

He tenido que sacar de centro para tocar el balón”, dijiste tras esa final.

Es verdad. No tuvimos opciones. El mes que quedó ahí antes de la final fue clave. El Milan cambió el calendario del campeonato y nosotros también se lo pedimos a la federación para descansar una semana, no tres días. Pero como siempre, Villar no se moja los pantalones porque en Baracaldo no hay agua. Jugamos el sábado, el domingo fiesta por todo el mundo, porque éramos campeones, cojones, y el miércoles, catacrac: cuatro a cero. Hay que recordarlo, es bueno para sacar conclusiones. Cuando estás tan seguro no es tan bueno, siempre hay que estar alerta.

¿Qué admirabas de ese Madrid que dices que mandasteis a la tumba?

Nada. Siempre hemos hablado bien de Butragueño. Muy educado, un señor en el campo, un amigo de verdad. Muchas veces hablamos por teléfono. Cada año por Navidad le mando una postal y las recibo personalmente de él. Pero con quien más amistad tengo es con Hugo. Hablo también con Míchel, con Fernando Hierro, con Buyo, con Chendo. Pero con quien más amistad tengo es con Hugo y Emilio, que siempre se pone al teléfono, siempre te contesta bien. Esto hoy falta en el fútbol, por el rollo comercial, que acabará con este deporte. Tantos intereses, comisiones…

De verdad que no le tenía miedo a nada de aquel Madrid. Hierro defendía su interés y yo el mío. Cuando me veía me tenía miedo y me tenía que pegar, hacerme entradas duras para asustarme, pero muy pocas veces me podía alcanzar. Hubo piques en el campo del Madrid, o cuando me expulsaron porque Quique Sánchez Flores se cayó como un tronco. ¡Cuando eres hombre tienes que serlo de día, de noche y mediodía, en el campo no puede haber niñatos! Si te doy, aguantas y tiras para delante. A mí me han dado muchas veces, ¿me quejo? Aprieto los dientes y sigo.

¿Recuerdas aquella portada del Marca con Hierro dándote un puñetazo?

No, no, no, queriéndome dar un puñetazo, no dándome. Si me da, sabe que le doy yo y cae más rápido. Pero no tiene importancia, queda ahí. Hoy llamas a Hierro y seguro que te cuenta cosas diferentes a lo que pasó en el campo.

Tuviste mal rollo con Koeman.

Fue un malentendido, de verdad, una mala interpretación. Cuando dije aquello de que el que no llora, no mama, no era por él. Se sintió ofendido, le pedí perdón con Bakero delante. Jamás puedo hablar mal de un compañero. En el campo sí, meto broncas, pero así como se entendió, no. Se les metió en el cabeza que era por Ronald, también podían decir que era por Laudrup, pero me entiendo perfectamente con ellos.

Hristo Stoichkov para Jot Down 3

¿Tus mejores años fueron con Romario?

Romario como persona era pa amb tomàquet. Bailando, descansado, cansado… siempre, el cabrón. Mejor jugador en el área no va a nacer en muchos años. Era el mejor del mundo, dos puntos, firmado Hristo Stoichkov.

Con Romario explotamos, éramos dos delanteros, pero la gente no debe confundirse: ninguno era mejor que el otro. También Laudrup para mí era, es y será, el mejor centrocampista con el que he jugado. Junto con dos búlgaros de la selección, Letckov y Balakov. En Barcelona, cuando más disfruté jugando, fue con Laudrup y con Gica Hagi. Jugadores espectaculares.

Hay una frase en mi vocabulario: “nunca digas ‘yo’ antes de nombrar a tus compañeros y a tu entrenador”. Sin ellos, es imposible. Ahora hay muchos personajes que cuando meten gol, dicen: “¡yo, yo, yo!” ¿Qué cojones tú? ¿Quién te ha dado el pase? ¡Vete a tu pueblo a ver si metes ese gol! Con Romario fuimos la dupla más terrible del fútbol español y mundial, pero sin el entrenador, compañeros, masajistas, fisios, doctores, público, presidente, hubiera sido imposible. Lo pienso así y voy a morir así. En la vida me oirás decir “yo”. Me preguntan si soy el mejor, ¿y si no me la pasa Laudrup? ¿Si no me centra Goico? También jugué con Rivaldo y Ronaldo, con los tres “R”.

De Ronaldo dijiste que era demasiado individualista.

Nunca me han gustado los individualistas. Nunca me han gustado los egoístas que siempre piensan en ellos.

¿Qué te parece Cristiano Ronaldo?

Una o dos veces he hablado con él y se ha portado fantásticamente bien. Le pedí dos camisetas para mis hijos, tres días tardó en mandármelas. Estando en Manchester, claro. Ahora en Madrid… no es justo compararlo con Messi. El fútbol se juega, se disfruta; si comparas, vienen los roces. ¿Crees que Messi tiene algo contra Ronaldo, o Ronaldo contra Messi? No creo. Pero la prensa está todo el día que si Messi mete, Cristiano no mete. Messi tal, Cristiano tal. Hasta que en el último Balón de Oro están sin hablarse. ¿Por qué? Por la provocación de cada día, cada semana, cada mes y cada año.

La prensa no es que haga mucho daño, es que no se escriben las cosas correctamente. Hoy hay dos jugadores que marcan la diferencia en el fútbol mundial: Messi y Cristiano Ronaldo. Otros que marcan la gran diferencia son Xavi e Iniesta, o un Pirlo con treinta y tantos que es el mejor jugador de Italia. Puyol o Piqué marcan las diferencias, como Terry en el Chelsea o Lampard. Por eso creo que cada vez que comparamos metemos la pata. No lo voy a comprender en mi vida. En el Sport y en El Mundo Deportivo hay setenta páginas que hablan del Barça, una del Espanyol, otra del waterpolo y, detrás, una tía bonita. En la prensa de Madrid, lo mismo.

Hagi era muy individualista también.

Gica es espectacular, en Rumanía le quieren muchísimo. Ha montado una academia de fútbol. Soy su padrino de boda. Es el futbolista más grande de la historia en Rumanía. Pero es muy difícil jugar en el Madrid y luego venirse al Barcelona. Mira también Prosinecki. Solo Luis Enrique, que era más duro, fue al Barcelona y disfrutó, jugó más. Aunque Gica sufrió lesiones importantes en el Barça. No pudo explotar, tan grande como era.

Tenía una zurda que no veas. Individualmente, claro que le gustaba tocar el balón, jugar con el balón, hacer la jugada y terminarla, porque era un carácter ¡peor que yo! Es que él era la hostia. Me acuerdo de una vez que fuimos a Rumanía y éramos VIP. Teníamos una puerta para nosotros en el aeropuerto. Y él no quería. Le decía, vamos, que nos está esperando gente importante. Y al cabrón le daba vergüenza: “No, no, yo respeto a los rumanos, me pongo el último en la fila”. Se hizo la cola con… tenía una maleta de aluminio antigua. Siempre iba con ella, nunca la soltaba. Un día compramos un acordeón, tiramos sus cosas y se lo metimos dentro. Le dimos el cambiazo, y al abrirla en el hotel de la concentración, nada de cremas de afeitar: ¡un acordeón!

Con Johan terminaste mal, y a tu regreso al Barça le echaste de menos.

Mal con Cruyff no he estado nunca; malentendidos, sí. A ningún jugador le gusta que le cambien; él lo hacía para joderme, para que estuviese más motivado al día siguiente. Eso no lo entiende la gente. Pero ¿sabes cuántas veces he ido a comer a su casa para que me explicase cosas en la pizarra? Me ponía la comida más barata del mundo. Una ensalada y, en mitad, un huevo. Y yo: Joder, míster…. Y él me contestaba: “típico holandés”.

Johan hoy sigue teniendo el mismo toque que cuando jugaba, en cada entrenamiento iba y chutaba a tocar los palos. Siempre que lo hacíamos, él ganaba. Siempre, y apostando dinero. Una vez en Tenerife me ganó cien mil pesetas, el cabrón. Me dijo: si marcas un gol te doy cien mil, si no, me pagas tú. En el primer tiempo íbamos 2-0. Laudrup un gol y Goico otro. Y en el medio tiempo, me cambia. Le digo: “¡Por qué me cambias!”. Y dice: “Paga las cien mil pesetas”. Qué hijo de puta, siempre jodiendo.

Pero allá donde voy ha estado él. Con la fiesta del Balón de Oro, en la Bota de Oro del Mundial. ¿Por qué? Porque es mi entrenador, mi padre, joder. Cambió algunos conceptos de mi juego, me movió, pero la gente no entiende cuál es el verdadero trabajo de Johan. No puedo pedir más de él. Le estaré siempre agradecido.

De Robson dijiste que no entendía de fútbol.

Eso fue por un partido en el que nos dejó a Pizzi y a mí en el banquillo. En la eliminatoria de Copa en el Camp Nou nos metieron nada más empezar 0-3 contra el Atlético de Madrid. Me enfadé tanto que miré a Mourinho y me puse a calentar sin pedir permiso. En cuanto entramos, marcamos. 1-3. Vimos que íbamos a ganarlo. Por el movimiento de los jugadores del Barcelona y porque el Atlético se iba cada vez más atrás. Aunque en el segundo tiempo falló Bahía, 1-4, y se puso muy cuesta arriba. Pero pudimos remontar. Cuando quieres, puedes. Dudo que yo dijera que Robson no entiende de fútbol.

Del que dije de todo fue de Van Gaal. Sin duda, el peor de todos. No quiero ni perder el tiempo nombrándole. Era cuadrado como el tabique de una casa. Tenía un gran problema y sigue teniéndolo: Johan Cruyff. Cada vez que oye su nombre le sale espuma por la boca, empieza a sudar, le pica el cuerpo, sufre una presión terrible. ¡Pero dónde está él y dónde estás tú! El tío sigue enfadado porque Johan le echó del vestuario del Ajax. Con lo tozudo que eres, cómo te van a dejar ahí, ¿para limpiar las botas? Era, de verdad, muy cuadrado.

¿Tu experiencia con Mourinho?

Era un tipo absolutamente calmado. Miraba las cosas cada día. Entrenamiento, personajes, cómo es un jugador, cómo se mueve, todos los detalles del entrenamiento los escribía. Era muy correcto. Quizá a alguien le cae mal, pero es imposible caerle bien a toda España. Mou es un tipo muy bien preparado para hacer cosas grandes, bien hechas. Cuando dicen que es maleducado, digo: “Quien siembra, recoge. Si no preguntas, no te contesta”. ¡Es que es verdad! Si te provoco y te digo: “Hijo de puta, ¿qué tal?”, tú contestas igual. Tiene un carácter duro, no pises la línea. Con lo preparado que está, llamarle traductor… ¿Estabas ahí para ver si solo era traductor? ¿Por qué hablas?

¿Alguna vez has visto a algún jugador del Barça hablar mal de él? ¿En Portugal? ¿En el Chelsea? ¿En el Inter? Nadie habla mal de él. En Madrid, sí. Bueno, cuidado: dicen que alguien habla. Es muy fácil hacerlo desde detrás. ¡Sal! Si tienes cojones, da la cara y sal. Pero no creo que estén hablando mal de él. Dicen que es Iker, que no se entienden, que la novia, que el Twitter, que no sé qué… Todo mentira. Y si es verdad, que salga y diga: José, hablo mal de ti. No creo que vaya a suceder. Iker no es tonto. Los que escriben eso son… mira, si dejas un balón y un melón, cogen el melón.

Imagino que estarás orgulloso de Pep.

Ay, cuando entró la primera vez al vestuario, sin barba, asustado. Como diciendo, ¿dónde estoy, dónde estoy? ¡En Barcelona! (risas). Era un chico muy bien plantado. El FC Barcelona planta bien, tiene una buena academia y sabe cómo sacar jugadores. Era un líder del Barça B y lo tuvo más fácil para entender nuestro juego, en su posición de 4 tan famosa, y que el equipo siguiera explotando. No dudé ni un minuto cuando Laporta le puso de entrenador. No había motivos para dudar de él. Entiende perfectamente el juego del equipo, la calidad de cada jugador y los resultados no tardaron en llegar. Empezó a ganar muy rápido.

¿Qué te pareció lo que hizo Figo?

Fue un grandísimo jugador, sin duda, un compañero de vestuario. Uno de los mejores extranjeros que han pasado por Barcelona. Te lo explico: Figo no sabía lo que iba a pasar en este fichaje. ¿Puedes imaginar que alguien pague 10.000 millones de pesetas de transfer? Mmm… algo raro, ¿no? Cuando tienes ganas de ganar elecciones, puedes. Pero, sobre todo, cuando uno tiene que recoger comisiones, también mueve montañas. Cuando Florentino Pérez ganó las elecciones, depositó los 10.000 millones. Y Figo se quedó, cómo decirlo, entre el martillo y la piedra, no sabía si poner la cabeza o la mano. Creo, sinceramente, que si pudiera dar marcha atrás, la hubiese dado. El que llevaba los fichajes tenía algo firmado: si no le traía, pagaba; si le llevaba, cobraba. Fácil.

Sinceramente, con la mano en el corazón te lo digo, no le comprenderé en mi vida. Cuando un futbolista besa el escudo del Barça y veinticuatro horas después se marcha al Madrid… Siempre lo hablamos en Barcelona entre los amigos: cuánto daño hizo al Barça. A mí me importa un carajo Figo, pero hizo mucho daño al FC Barcelona. Hubo una época muy mala después. Con Figo en el Barcelona el Madrid sufría, y él cambió la dinámica con el fichaje.

Tengo que decirte que el recuerdo de la Bulgaria que alcanzó las semifinales en el Mundial del 94, jugando como el ejército de Pancho Villa, me pone piel de gallina.

Johan nos bautizó como una “banda no organizada” (risas), pero teníamos un grupo bastante fuerte. Te lo cuento desde el principio. Fallamos en un partido fundamental contra Israel en Sofía. Si ganábamos, el último partido de la liguilla clasificatoria no valía para nada, pero empatamos a dos, cosas de la vida. A Francia, que también le valía la victoria contra Israel, pues había perdido 2-3. De modo que solo les quedaba ganarnos o empatar con nosotros. Y nosotros solo podíamos ganar. Después del partido de Israel, les dije a los jugadores, a los masajistas, a todos los que estábamos: “Quedan tres semanas para ir a París y vamos a ser ídolos de este país, vamos a ir a ganar a Francia”.

En aquel momento todo el mundo alucinaba. ¡Francia! Que tienen a Cantoná, Papin, Blanc, Le Guen, Lamá, Ginolá, Desailly, Deschamps. Eran un equipazo. Pero claro, Bulgaria tenía a Letckov, Balakov, Ivanov, Mihailov… ¿Cantoná es mejor que yo? ¿Ginolá es mejor que Kostadinov? ¿Papin es mejor que Penev? En nombres, puede. Uno está en el Manchester, otro en el Marsella. Vale, pero oye, que yo juego en el Barcelona, que no es cualquier equipo. Que Emil está en el Oporto, coño, Letchkov en el Hamburgo, Balakov en el Sporting de Lisboa, que tampoco es cualquier equipo. Vamos a ir a ganar. Y lo hicimos, 1-2.

Hristo Stoichkov para Jot Down

El vestuario del Parque de los Príncipes tuvo que ser una fiesta…

Pregúntale a Romario, que te cuente él, que estaba allí. Vino el cabrón para ver el partido, sin pedir permiso al Barça. Tuve que llamar yo a Johan Cruyff para decirle que estaba conmigo y que no pasaba nada. ¿El vestuario? Locos perdidos. Es que era nuestra última oportunidad. En ese equipo teníamos ya 26, 27 y 28 años, era la recta final de nuestras carreras.

Bulgaria había estado cinco veces en mundiales y nunca había ganado ningún partido, como mucho empates. Nuestro objetivo era ir para al menos ganar un partido, ser los primeros búlgaros en ganar un partido en un Mundial. Éramos tontos de cojones.

Pero el primer partido, contra Nigeria, fue un desastre. Nos metieron 3-0. Fue duro. Qué le vamos a hacer. Luego vino Grecia, en cuatro días. Los griegos están aquí, a cien kilómetros. Ellos habían perdido 4-0 contra Argentina. Llamé a Diego y me dijo: “Vais a ganar también 4-0″. El equipo era malísimo, pero lo peor es que después de perder el primer partido, el entrenador hizo siete cambios. Nosotros no hicimos ninguno. Y sí, le metimos 4-0 a Grecia. Dije: “Ahhh, de puta madre, primera victoria en nuestra historia”. Como que ya estaba hecho lo principal. Ya solo quedaba Argentina, que fue sin Diego por eso que le pasó…

Efedrina.

¡¡Mentirosos!! Para mí es injusto. Diego lo que tenía fue una enfermedad. Estaba mal, teníamos que ayudarlo a salir. Para eso estamos, no solo para comer, beber y sacarnos fotos. Y la FIFA le prometió a Diego, sabiendo que tenía un problema, que no le iba a sacar el dopaje. ¡Y se lo sacan por un jarabe! ¿Tú te crees que es justo? Todo para hacerse publicidad.

Independientemente de los usos de la efedrina, ¿crees que fue una traición?

Le cogieron a él para dar ejemplo. Junto con dos más. Fue una operación de promoción.

¿Estás diciendo que le habían prometido que no daría positivo en los controles?

Seguro, segurísimo. ¿Alguien había hablado antes del Mundial de que se dopaba? No, y luego ya se pusieron todos a decir que si era narcotraficante. Estos, que comen caviar, toman champán y no saben de fútbol nada, que viven de puta madre. Yo no perdono esto a la FIFA. Cada uno puede caer y cada uno puede levantarse, pero no de esta manera.

¿Quién era el presidente? Havelange. ¿Qué podemos decir de él? No hay palabras. Ahora va saliendo, poco a poco, dónde se compran los mundiales, cómo, a quién, por cuánto. Cuando tú, cinco meses antes, para hacer publicidad, anuncias que viene Diego Armando Maradona, nadie hablaba de esto. Y luego, cuando solo faltan seis partidos del campeonato, ¿qué le importa a la FIFA, si ya ha hecho su publicidad y las comisiones estaban repartidas? Es muy duro, no perdono. Hay que ser justo, no puedes jugar con las personas. No les importa hacer daño, ni qué va a pensar el país, la familia o los padres, no les importa. Y no lo entenderán en su puta vida, así de claro.

Os enfrentasteis a Argentina sin él.

Argentina era muy competitiva, pero sin Diego…

Estaba Redondo.

¡Redondo no pasó del medio campo! Estaban él y Simeone, recuerdo. Nosotros jugamos al contraataque. Primer gol, mío. Y segundo, de Sirakov. Estuve contento de que Bulgaria pasase a segunda ronda, pero me quedé muy triste por que a un amigo le tratasen así, tanto a su mujer, como a sus hijas, como a sus padres. Diego es mi íntimo amigo, le voy a defender a muerte, ahí donde vaya. No se compra la amistad, se demuestra… Luego eliminamos a México

¿Teníais presente el gol que os metieron de tijereta en el 86, el de Negrete?

No. Porque yo metí uno mejor (risas).

Esa tanda de penaltis de ese partido fue de risa.

La de ellos.

Horrorosa, esos penaltis sin carrerilla.

Porque eran defensas. Se habló mucho de esos penaltis, pero lo que pasó es que su entrenador se equivocó profundamente al no sacar a Hugo Sánchez.

Y Alemania.

Después de haber ganado a Argentina y a México ya nos daba igual todo, pero el partido más duro era contra Alemania. Nosotros estábamos en la piscina, jugando a las cartas. Cervecitas, salchichas, patatas fritas, dando el festival, como siempre. Salieron las imágenes y ahí fue cuando Johan Cruyff dijo que éramos el mejor equipo, pero una “banda no organizada”.

Cuenta cómo le enseñaste español a tu masajista.

Eso no se puede poner.

Sí, no te preocupes.

Le dije al masajista de Bulgaria que el saludo más habitual en español era “Hola, chúpame la polla, gilipollas”. Entonces se iba a los periodistas españoles y les decía: “¡Hola! Chúpame la polla, gilipollas”. Y luego venía extrañado: “Joder, Hristo, cómo se han puesto”. Y yo: “Es un saludo, qué quieres” (risas). Todavía me preguntan los periodistas que estuvieron allí por el masajista de Bulgaria.

Un caos de concentración.

No. Hay mucho mito. Después de los partidos sí que salíamos, hasta las tres o cuatro de la mañana. Pero 48 horas antes del siguiente partido, todos sabíamos lo que teníamos que hacer. A mediodía qué querías que hiciéramos, con cuarenta grados de calor en Nueva York. O jugar a las cartas, o al parchís. Porque, además, todo esto te permite no pensar en el partido, estar libres. Pero 48 horas antes cada uno sabía qué tenía que hacer. Sabíamos qué era obligatorio para nosotros. Es fundamental, no puedes llegar tan lejos si no.

Cuando Letchkov marcó a Alemania los locutores germanos se quedaron en silencio casi un minuto sin saber qué decir.

Sí. No estaban acostumbrados. De aquel día, vuelvo a ver las imágenes en Bulgaria y alucino. Tanta, tanta gente en la calle. Espectacular.

Os roban contra Italia.

Esto sí que quiero que lo pongas: es un hijo de la gran puta. Así de claro. Que no le vea nunca solo. Robando a mi país. Subnormal. Me importa un carajo lo que digan. El peor árbitro de la historia. Si le veo por ahí le rompo la cara. Le voy a escupir. Robar a un futbolista puede ser, que no te pite un penalti… ¿Pero robar a mi país? ¡Mi país! Este maricón de mierda. ¿Sabes qué es escuchar que en veinticuatro años no han jugado Italia y Brasil la final? Es duro entenderlo. Yo juego al fútbol, no hago negocios como estos que beben champán y toman caviar. Estos sí son ladrones. Robando a mi país, que tiene cinco millones de habitantes. La gente llorando, los niños, que ven a un tío como este robando, que se ha visto en todo el mundo.

Pero el regreso, un lujo…

Fue increíble. Ver a la gente emocionada, alegre. Ver que este equipo trae la medalla del Mundial y un jugador la Bota de Oro. Solo con cinco millones de habitantes, ¡qué más podíamos pedir!

Te retiraste en Estados Unidos, pero hiciste cuatro temporadas, cuando los otros futbolistas que van allí no suelen hacer tantas.

Es que fue espectacular, de verdad. Chicago Fire fue mi última etapa como profesional, en Washington luego ya fui más entrenador y jugador, otra cosa. A Chicago fui por petición de la MLS, Don Garber, comisionado de la Liga, y Bob Bradley, el entrenador. Además de por petición de los 150.000 habitantes búlgaros que viven en Chicago. Fue una etapa espectacular, ver a jugadores jóvenes con tres europeos del Este. Éramos Piotr Nowak, capitán de Polonia, Luboš Kubík, de la República Checa y Hristo Stoichkov, los tres zurdos. Y teníamos a Zach Thornton, el mejor portero de la liga, Chris Armas, el mejor centrocampista. Dema Kovalenko, un ucraniano, y Diego Gutiérrez, otro zurdo. Fue increíble. Bradley era un entrenador, un amigo, era muy educado. La organización era de diez. Vivía en la misma calle que vivía el 23, Michael Jordan. Una zona muy bonita. En la liga también jugaba Carlos Valderrama

Te pilló el 11S de lleno.

El 10 de septiembre estaba en Buenos Aires en el homenaje a Diego. Fue un miércoles, y como tenía que jugar el sábado en la liga con Chicago, le pedí a la organización que me cambiara el vuelo para ir directo, sin pasar por Miami. Me cambiaron los billetes, sin problema. Me despedí de Diego y a las 10:30 estaba en Chicago. Me levanto, los chicos van al colegio, mi mujer hace el desayuno, tomamos un café, voy a salir al entrenamiento y antes pongo la televisión española; allí era mediodía, para ver el deporte y todo eso. Entonces RTVE deja la imagen, sin voz ni nada, de las dos torres, y zas, un avión. Mi primera reacción fue pensar que alguien había chocado sin querer, una avioneta pequeñita, sin importancia. Seguimos con el café y otro, ¡¡fus!! Y quince minutos después, ¡otro en Washington! Y yo: “Hostia puta, aquí empieza la guerra, pasa algo raro”. No sabía qué hacer. Llamé a mi mujer para que trajera a los niños a casa. Me fui al entrenamiento y el entrenador llorando, los jugadores llorando. Muchas de sus familias trabajaban en Nueva York. Todos estaban mudos, con el estómago encogido. Lo pasamos mal de verdad. Las torres cayendo, la gente tirándose de las ventanas. Muy duro, muy desagradable. Y esto ha devuelto a Estados Unidos muchos, muchos años atrás.

En la MSL le partiste la pierna a un chico.

Fue sin querer. Se me ha quedado grabado para toda la vida. Lloré. Fue un partido en Washington. Cuando pasa algo raro, es que es raro. Un balón en medio, bota, pongo la pierna hacia delante, toco el balón, fue muy rápido, venía de un saque del área, y con la fuerza con la que toqué la bola, me caí en la pierna de un jugador, con toda la fuerza y la velocidad. La pierna pffff… el hueso fuera… hueso por aquí, por allá… la primera vez que lesioné a un jugador, tantos años jugando al fútbol, y esa fue la primera vez en mi vida. Pero fue sin querer. Lo quiero repetir y no sale. Quiero hacerlo y no puedo. Era un mexicano.

Me dicen por aquí que en las pachangas con tus amigos sigues siendo igual que competitivo que siempre.

No me gusta perder. Ahí sigo.

¿Cómo quieres que te recuerden?

Como alguien que siempre quiere ganar. Como un luchador, un ganador, alguien que nunca perdonó nada. Visca Catalunya!

Hristo Stoichkov para Jot Down 4

Fotografía: Tsvetomir Petrov

Bulgaria, en guerra con los nazis y la URSS al mismo tiempo y otras paradojas

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La Bulgaria comunista

Hace unas semanas Hristo Stoichkov resoplaba antes de abordar la historia de Plovdiv, su ciudad, y Bulgaria, su país, en estas páginas. Son muchas guerras. Tantos accidentes históricos que no se pueden ni explicar en una conversación normal. Cómo hacer entender que un país fue aliado de los nazis y de la URSS, pero también estuvo en guerra con los dos, y a la vez. O que los comunistas solo llegaron a ser la fuerza hegemónica de la nación cuando cayó el comunismo. O que sin que nadie les obligase pidieron la anexión a la Unión Soviética en los 60, para luego apoyar ciegamente a Estados Unidos en la guerra de Irak del nuevo siglo. Los historiadores profesionales dicen que su trayectoria diplomática fue un “camaleonismo controlado”, en este espacio vamos a calificarla de breakdance de altos vuelos.

Este breve recorrido por los hitos más importantes de su siglo pasado lo haremos a partir de la Historia de Bulgaria de R.J. Crampton, profesor de la Universidad de Oxford, que se puede encontrar en cualquier librería. Y rescataremos de la “basura” dos maravillas: la famosa Trampa Balcánica, de Francisco Veiga, de la Universidad de Barcelona, y la Historia de las democracias populares de François Fejtö, que solo se pueden hallar en el mercado de segunda mano.

El trabajo de Veiga es imprescindible y de una lectura deliciosa. El de Fejtö son palabras mayores. No solo por su densidad, que te absorbe, sino porque sus dos tomos narran una serie de sucesos tan apasionantes como generalmente desconocidos u olvidados. Podría parecer la presentación de un reality show: ¡Ocho repúblicas populares! ¡la madre rusa! ¡la influencia china! Como aquel que en South Park hacían con la Tierra desde el espacio: Alianzas, autocríticas, créditos del Comecon… ¡tanques en la frontera! ¡uoh! ¡Parece que alguien se ha cabreado…!

Pero antes de empezar a ver uniformes, pasemos a la Bulgaria de finales del XIX y principios del XX.

Alejado del misticismo característico de los otros eslavos, de la ‘cultura del héroe’ serbia, y de la ‘mercantil’ de los griegos, los búlgaros son retratados a menudo como ‘diligentes, frugales, sobrios, ordenados, sistemáticos y correctos, así como los prácticos y despiertos’ de la península balcánica”. (Francisco Veiga)

En España, si le preguntas a la gente por los males del país, te van a dar una respuesta según su ideología. “Es por los banqueros”, “es por los poderosos”, “es por ETA”, “es por los socialistas”, “es por los maricones”, “es por el estado opresor”, “es por Guardiola”, etcétera. En Bulgaria eso no ocurre. Todas las conversaciones políticas derivan o se inician en el mismo punto: “El problema de Bulgaria es la corrupción”. Siempre. Pero tal estado de la opinión pública no responde al arquetipo de país exsocialista mangoneado por excomunistas. Es de toda la vida.

Uno de los primeros movimientos, genuinos de Bulgaria, que se alzó contra esto fue el Agrario. Originado en protestas que venían de los campesinos, el movimiento agrario tenía mucho de nuestro carlismo, en lo antiurbano, pero luego tenía un punto regeneracionista, en su afán por educar a las masas, y matices socialistas por promover un reparto equitativo de las tierras, aunque no, nunca, marxistas.

Muy bien ¿y a mí qué me importa? Dirán. Pues la gracia de todo este asunto, a mi modo de ver, está en cómo se forjó el movimiento, que fue gracias a una institución muy popular hoy en día en Europa, nada menos que ¡los bancos alemanes!

La compañía que controlaba los ferrocarriles del sur de Bulgaria era del Deutsche Bank. Tras una caída de los precios de los productos agrícolas de todo el mundo, los alemanes se negaron a bajar el precio de sus tarifas, tal y como requería el gobierno búlgaro con una serie de leyes. Como la posición germana era de granito, Bulgaria se vio obligada a intentar trazar líneas de ferrocarril paralelas a las que ya existían. Y no solo no lo logró, sino que se endeudó hasta arriba. Para devolver los préstamos, tuvo que crear unos impuestos en especie para los campesinos. Y para que los alemanes bajaran los precios de las líneas de ferrocarril, darles los derechos de otras que cruzaban el país. El sentimiento que recorrió el país fue de humillación nacional. Encima, los campesinos, ahogados, tuvieron que recurrir a usureros para sobrevivir. Un cuadro del que surgió el partido agrario. Su líder más emblemático, e ideólogo, fue Alejandro Stanbolynski.

El estilo histriónico de los líderes búlgaros, comenzando por el mismo Stamboliyski, contribuía mucho a esa imagen. Alardeaba de haberse curado él solo una tuberculosis, practicando la medicina natural de los campesinos, retirado en plena montaña. No faltaban en su lenguaje denuncias de parasitismo dirigidas a los habitantes de las ciudades, o el apelativo de ‘Sodoma y Gomorra’ dedicado a la capital, Sofía” (Veiga)

StamboliinskiOdiaban la ciudad. A los abogados, los funcionarios, los oficiales del ejército, la jerarquía eclesiástica. Eran antiliberales y anticapitalistas, de la manera en la que lo es quien está acostumbrado a trabajar la tierra con sus manos, con su sudor, el frío que le hiela las redonditas en invierno y el calor que le hierve el cogote en verano, hasta que le llega un caballero perfumado a explicarle con subordinadas que por la disposición tal, de la ley cual, acorde a un crédito solicitado en tal institución cuyo plazo vencía de equis manera, se iba a quedar con su casa y con sus tierras y que su consejo es que mandase a sus hijos al ejército antes de que los detuvieran por indigentes. Además, en un gesto de buena voluntad, le permitía llevarse consigo el arado si le dejaba tirarse a su mujer, en plan de amigos. El carlismo español, aparte de comunión diaria y fundamentalismo católico escalofriante, también tenía mucho de este fenómeno. Pero en Bulgaria los agrarios llegaron a gobernar. ¿Y saben una cosa? Fue una etapa corrupta como todas, pero quizá la que más desarrolló al país.

Para que Stamboliyski llegase al poder, de nuevo los alemanes tuvieron que hacer sus conjuros y hechizos por los cuales la población de otros países pierde la fe en los partidos tradicionales. Bulgaria pidió créditos a los bancos alemanes para poder gestionar el nuevo territorio adquirido tras las guerras balcánicas. Para devolverlos, tuvieron que darle a compañías alemanas todavía más ferrocarril, concesiones de minas e importantes recursos del estado. Y luego, en 1915, se metieron en la Primera Guerra Mundial del lado de sus prestamistas, las potencias centrales, en 1915, cuando parecía que iban a ganar.

Parecer, parecía que iban a ganar, pero no ganaban. La guerra se alargó y la situación dio un vuelco. La guerra multiplicó por ocho el coste de la vida en Bulgaria. Encima, las tropas alemanas y austriacas que estaban en el país compraban alimentos para enviarlos a sus familias muy por encima de los límites permitidos, aumentando la carestía de los búlgaros. Las ciudades llegaron a estar “al borde de la hambruna”, dice Crampton, los soldados búlgaros empezaron a organizar soviets como sus colegas rusos, y cuando Francia e Inglaterra llevaron a cabo una ofensiva sobre el país, ni siquiera encontraron resistencia.

La crisis de posguerra dio el poder a Stanbolynski, que inició la construcción de obra pública e impuso una curiosa “mili laboral”. Todos los hombres entre 20 y 40 años tenían que trabajar para el estado durante ocho meses, y las mujeres entre 16 y 30, cuatro. Intentó repartir la tierra y, lo más destacado, construyó más de 1000 nuevos centros escolares e impuso la educación obligatoria.

Da la impresión, sobre el papel, de que fue precioso, pero esta etapa generó un gran descontento popular, especialmente, como es lógico, en las ciudades. Los médicos no querían ejercer en aldeas remotas. Los académicos de la universidad no aceptaban las imposiciones del gobierno agrario. La Iglesia se molestó porque se habían reducido las horas de religión en la escuela (tal cual). Y de remate, los militares también estaban de uñas por las reducciones de oficiales que se llevaron a cabo por las sanciones de guerra. Como la población también estaba “contenta” por los elevados índices de corrupción de esta etapa, Stanbolynski intentó afianzarse en el poder. Y no lo hizo a la manera ruda de un campesino, sino con los mejores modales: tocó el sistema electoral para cepillarse la representación proporcional en la cámara. Así arrasó en las urnas y, como era de esperar, inmediatamente le dieron un golpe de estado y acabaron con él.

Stambolinski fue dejado en manos de los guerrilleros macedonios, que en buena tradición balcánica, lo torturaron a fondo antes de decapitarlo, en pago por su política de acercamiento a Yugoslavia” (Veiga)

El siguiente gobierno estuvo formado por militares, macedonios (en aquel entonces, griegos, yugoslavos y búlgaros se disputaban esta región) y los partidos tradicionales. Desplazados los agrarios, su obsesión fueron los comunistas. Prohibieron el marxismo y los sindicatos. Después de un atentado en la catedral de Sofía durante un funeral de Estado en el que murieron 120 personas —“Sorprendentemente”, puntualiza Crampton, no falleció ninguna personalidad importante— dieron un paso más y declararon la ley marcial para meterlos en la cárcel y ejecutar a los izquierdistas en público.

Muchos de los detenidos desaparecieron y corrían rumores de que algunos de ellos habían sido arrojados a las calderas de la central de la policía en Sofía” (Crampton)

En el periodo de entreguerras siguió habiendo golpes de estado. Surgieron dos movimientos genuinos en el seno del ejército, Zveno, de carácter elitista, que defendía un estado poderoso y racional, y el Movimiento Social Nacional, una tendencia claramente fascista. Los ecos de la crisis del 29 redujeron los ingresos de los campesinos a la mitad y el nivel de vida cayó un tercio en general. Las cuarteladas diversas al final concluyeron con el inicio de una etapa de régimen personalista del rey Boris III, que si bien tenía a un lado el peligro de los movimientos militares, también le preocupaba el crecimiento de los comunistas.

Los comunistas estaban envalentonados tras sus éxitos en electorales de 1931 y 1932, y después de que su líder en el exilio, Georgi Dimitrov, hubiese ridiculizado a Goreing en el juicio por el incendio del Reichstag celebrado en Leipzig en 1935. (…) El entusiasmo en la celebración del primero de mayo en 1936 fue enorme, y los comunistas afirmaron orgullosamente poseer células en todas las guarniciones del país. Esta inquietante afirmación fue corroborada por el apoyo que la huelga de los trabajadores del tabaco, de tradicional filiación comunista, recibió de un grupo de oficiales del ejército destacados en Plovdiv” (Crampton)

Otra vez hubo que diseñar una manera para que, sin derramamiento de sangre o encarcelamientos, se quedase en el poder quien quería la gente que mandaba en el país, previo paso por unas elecciones. Su sistema fue ya más tosco que el de Stanbolynski. Se volvieron a cepillar toda representación proporcional, se sacaron de la manga unas circunscripciones unipersonales, en los pueblos solo se podía votar si se tenían estudios primarios y encima obligó a los votantes a firmar una declaración asegurando que no eran comunistas.

El rey Boris afianzó su poder, pero le vino el papelón de lidiar con la que iba a caer en Europa. Buena parte de la población búlgara simpatizaba con Hitler. Eran los únicos, de todos los países derrotados en 1918, a los que no les habían devuelto sus territorios perdidos. O parte de ellos. En la otra cara de la moneda, estaban las simpatías que provocaban los rusos especialmente entre los campesinos. No olvidaban que les habían ayudado a echar a los turcos muchos años atrás, sentían eso de la hermandad eslava que aún hoy se trata de reivindicar en oposición a la Unión Europea y la OTAN. El caso es que en 1939, el rey describió así la situación:

Mi ejército es proalemán, mi esposa es italiana y mi pueblo es prorruso, solo yo soy probúlgaro” (Crampton)

Solo el pacto Ribbentrop-Mólotov vino en su auxilio. Cuando de pronto resultó que los nazis y los soviéticos eran amigos, pudo tomar decisiones diplomáticas sin miedo a poner de uñas a alguno de los dos bandos en los que se dividían los búlgaros y meter el país en una crisis interna.

A principios de 1940, Bulgaria alcanzó un acuerdo comercial con Moscú que permitía la importación de libros, periódicos y películas soviéticas, y en el mes de agosto del mismo año, la primera visita en muchos años de un equipo de fútbol soviético produjo una gran satisfacción popular”. (Crampton)

Así, incluso, recuperaron territorio a costa de Rumanía. Luego Stalin les hizo una oferta, Tracia a cambio de bases navales en el Mar Negro. Sin embargo, se enteraron de que en Berlín los enviados de Stalin no hablaban de “ofertas a los búlgaros”, sino de “zona de seguridad soviética”. Exactamente la misma descripción que la diplomacia de la URSS habían dado antes de los países bálticos, que se acababan de anexionar a las bravas. Stalin les estaba mirando con ojos golosones. Como Hitler necesitaba el apoyo búlgaro en los Balcanes, el rey Boris se empezó a inclinar del lado de los nazis.

El 8 de diciembre de 1940 unos cuarenta oficiales del Estado mayor alemán llegaron a Sofía para mantener unas negociaciones secretas. A partir de ese momento, un número cada vez mayor de turistas alemanes entraron en Bulgaria; todos eran hombres, todos tenían el pelo corto y brillantes botas y, además, no era temporada turística”. (Crampton)

Boris III y Hitler

Los búlgaros se aliaron con las fuerzas del Eje. La Wehrmacht atravesó su territorio en dirección a Grecia. De pronto, los japoneses bombardearon Pearl Harbor y Bulgaria tuvo que cumplir, tuvo que declararle la guerra a Estados Unidos e Inglaterra. Lo hizo de forma enternecedora. En la declaración que salió del parlamento ponía que era una “guerra simbólica”. Ay, qué majos.

Justo después de que la Subranie ratificara esta declaración el rey desapareció. Fue encontrado horas después en un oscuro rincón de la catedral Alejandro Nevski de Sofía, entregado a profundas oraciones” (Crampton)

Lo que no fue simbólico fue la ocupación de Tracia que hicieron las tropas búlgaras. Se comportaron con la población griega con el salvajismo propio de sus amigos nazis. En Macedonia, en cambio, en el territorio que recuperaron fueron bien recibidos porque por allí estaban hartos del centralismo de la Yugoslavia dominada por Serbia. No obstante, el rey Boris con esto ya tenía más que suficiente y peleó con Hitler para que los soldados búlgaros no salieran de los Balcanes. Dijo que eran tropas mal pertrechadas, que los campesinos en cuanto se alejaban de casa les entraba morriña, y logró que su ejército solo colaborase en la ocupación de Yugoslavia, donde había montado un jaleo que merece otro texto aparte.

Resuelta la cuestión militar con relativa facilidad, vino el tema de los judíos, que no fue tan sencillo. Los búlgaros y su Iglesia odiaban las políticas antisemitas. El rey cedió con los nazis hasta donde pudo. Confiscó sus negocios, les obligó a vender sus tierras y les impuso la estrella de David en el pecho. Pero todo tuvo que hacerlo progresivamente y midiendo cada palabra que aparecía en la prensa. Si bien, cuando en el lago de Wannsee se decretó la “Solución Final”, Boris III se negó a deportar a los judíos búlgaros a los campos de exterminio nazis. Sobrevivieron 50.000. Un suceso histórico muy aplaudido, pero los que se salvaron eran los que tenían nacionalidad búlgara de acuerdo al perímetro del país antes de la guerra. De los que estaban en los territorios anexionados por Bulgaria en el conflicto, no quedó prácticamente ni uno. Por lo visto, estas negociaciones extenuaron al rey, que cayó en una depresión.

Cualquiera que fuese la causa de su decepción, el rey Boris pretendió combatirla escalando el pico más alto de Bulgaria, el Musala. Volvió todavía en peores condiciones y su deterioro se aceleró. Moriría el 29 de agosto a los 49 años de edad”. (Crampton)

Justo tras la muerte del rey, llegaron también los bombardeos aliados. Bombardeos pesados y con bombas incendiarias. A los búlgaros les entraron ganas de romper con los alemanes, pero los húngaros, que lo habían intentado, en cuanto cortaron fueron ocupados militarmente. ¿Cómo bajarse del tren en marcha que se dirige hacia un barranco, no lleva frenos y no paran de echarle carbón a la caldera de la máquina? Pues con un milagro. Lo mismo que con el pacto Ribbentrop-Mólotov. Con la cera que les estaban dando los partisanos a Hitler en Grecia y Yugoslavia, lo último que necesitaba el Führer en ese momento era otro frente en los Balcanes. Llegaron pronto a un acuerdo y se retiraron amigablemente. Es ahí donde sucedió la gran anécdota histórica.

Aproximadamente a las 15:00 horas del 7 de septiembre los últimos vehículos alemanes abandonaban Bulgaria y tres horas más tarde Bulgaria le declaraba la guerra a Alemania, con efecto desde las 18:00 horas del 8 de septiembre. Para ese momento, la Unión Soviética ya le había declarado la guerra a Bulgaria, que durante unas confusas horas estuvo en guerra con todas las grandes potencias de la Segunda Guerra Mundial menos Japón” (Crampton)

Inmediatamente después, un golpe de Estado situó al Frente Patriótico en el poder. Un ejército búlgaro se unió al mariscal Tobulkhin en Ucrania y persiguió a los nazis hasta Austria. Igual que el vecino rumano, habían cambiado de bando sin despeinarse. No sin pagar un alto precio. Murieron 32.000 búlgaros combatiendo a los ejércitos alemanes. Por esas fechas, también se estaban empezando a conocer en Europa los horrores del nazismo. Sumado ello a la tradicional simpatía prorrusa de los búlgaros, el Partido Comunista pasó de 15.000 a 250.000 afiliados en menos de un año. Miel sobre hojuelas.

El problema a partir de entonces fue el proceso que iniciaron los comunistas con el poder absoluto. El primer obstáculo que se encontraron fue que la sociedad civil de antes de la guerra estaba intacta. En el resto de países de Europa Central los nazis la habían encarcelado y masacrado. De hecho, el Ejército Rojo, si los nazis estaban exterminando una revuelta nacionalista, esperaba pacientemente a que terminasen para encontrarse un panorama mejor ajustado a sus objetivos cuando conquistaran el territorio. Como esto no sucedió en Bulgaria, fueron los propios comunistas los que se remangaron para acabar con esa sociedad civil.

Bulgaria tiene la proporción más alta de personas acusadas de colaboracionistas y crímenes de guerra de todas las naciones de Europa del Este (…) la intelligentsia búlgara y la clase política estaban pagando ahora el precio de haber disfrutado de una guerra relativamente cómoda”. (Crampton)

Lo siguiente fue la celebración de unas elecciones plagadas de irregularidades que ganó el Frente Patriótico por 364 escaños, 277 de comunistas, contra 101. Así llegó la “Constitución Dimitrov” y la dictadura del proletariado. El socialismo real con todas las letras. El estalinismo. Eso sí, siempre de la mano de los agrarios, que simbólicamente formaron siempre parte del gobierno en coalición con el PCB hasta la caída del régimen por el prestigio que este movimiento tenía entre los campesinos.

A causa de la destrucción de edificios por culpa de los bombardeos, se limitó el tamaño de las viviendas. También se bloquearon las cuentas bancarias a partir de cierta cantidad, se colectivizó el campo y se impulsó la industria pesada. Lo mimo que estaba ocurriendo en toda Europa central.

los agricultores cometieron actos de desobediencia por todo el país, como por ejemplo, la quema de las cosechas o la ejecución del ganado para evitar su traslado a la granja colectiva”. (Crampton)

Para entender estos años, no hay mejor lección que la obra de François Fejtö aludida al principio del texto. Lo que viene a contar en su primer tomo es que Stalin, tras conquistar el poder en todos los países satélites de Europa, impuso a líderes moldeados a su imagen y semejanza. Las políticas fueron todas las mismas, la industrialización forzosa y la colectivización del a agricultura.

La Bulgaria comunista 2

Con los años. la dudosa eficacia inicial de este proceso y la traumática manera de llevarlo a cabo, con una violencia implacable, generaron gran descontento entre la población. Sobre todo porque le nivel de vida y las condiciones sociales mermaron considerablemente con respecto a los niveles anteriores a la guerra. Es entonces cuando llegaron las purgas.

Habrá muchas teorías que expliquen el porqué de estas políticas represivas. En las obras consultadas para este texto lo que se deduce es que se llevaron a cabo para meter en cintura a la población cuanto más aumentaba la desmoralización general y los comunistas iban perdiendo apoyos. La particularidad que tuvieron, por contra, es que se ejecutaron muy especialmente sobre otros militantes comunistas. Dice Fejtö que nunca en toda la historia, jamás, han muerto más comunistas que en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial en los propios países comunistas. Muchas veces, los ajusticiados en procesos legales de risa (ver, por ejemplo, la película La Confesión (1970) de Costa-Gavras, con guión de Jorge Semprún) eran también los más brillantes, los que con mayor heroísmo habían luchado contra los nazis. Según Fejtö, el encargado del terror en Checoslovaquia, Kement Gottwald, murió alcoholizado tras haber enviado a morir, con mano de hierro, eso sí, siempre fiel a las órdenes de Stalin, a sus compañeros del Partido en los primeros días de militancia. En Bulgaria, concretamente, 100.000 militantes del PCB fueron expulsados y enviados a campos de trabajo.

Sin embargo, lo más gracioso de todo esto no tardó en llegar. Y es ahí donde el riguroso trabajo de Fejtö, con toda su seriedad, se convierte en una hilarante comedia. Cuando murió Stalin, todos los países tenían aseaditos sus regimenes de terror y, a excepción de Yugoslavia, seguían, prietas las filas, los dictados de Moscú. Pero de repente, sin comerlo ni beberlo, sin que nadie lo esperara, llegó Kruschev y dijo que no. Que lo hecho hasta el momento había sido aberrante. Esta escandalosa manifestación dejó en fuera de juego a todos los líderes de los países satélites. Ahora eran ellos los que recelaban de los soviéticos porque se había ablandado ¡cómo podían dejar de ser estalinistas los estalinistas que nos habían obligado a ser estalinistas!

Este giro generó grandes tensiones en el seno de estos países. La “desestalinización”, además, supuso el inicio de los “socialismos nacionales”, como el de Rumanía o Albania, que no querían aceptar la regeneración que proponía Kruschev. Los chinos también se cogieron un mosqueo de mucho cuidado con eso de abandonar la senda del Padrecito y sus métodos de terror. Mao malmetió todo lo que pudo. Los delfines kruchevistas desestabilizaron los gobiernos estalinistas. En algunos casos, las brechas abiertas hubo que cerrarlas enviando tanques, como en Hungría. En el caso búlgaro, el estalinista Chervenkov intentó tan solo dar un lavado de cara a su mandato. Algo que, en términos comunistas, consistía en “hacer una autocrítica”.

En enero de 1954, Chervenkov (presidente de Bulgaria) hizo ante el Comité Central una piadosa autocrítica: ‘El culto a la personalidad –dijo en términos no exentos de humor– es nocivo, aun cuando se trate de personas de fuerza y grandeza excepcionales’. Censuró a sus subordinados por haberle adulado excesivamente y dio orden de que se suprimiesen todos los reatos y bustos a él consagrados” (Fejtö)

Pero mediante una audaz conspiración Zhivkov, el hombre de Kruschev en Sofía, se hizo con el poder. Sus primeras medidas fueron reducir la actividad policial, liberar a los prisioneros de los campos de trabajo, rehabilitar a camaradas vilipendiados, enviar de vuelta a los asesores soviéticos y sus injerencias. El socialismo real búlgaro empezó a ser más habitable.

En cualquier caso, Yugoslavia, por el Este, seguía siendo un régimen heterodoxo, divergente con la línea moscovita. Y Rumanía, por el norte, ya había iniciado su propia vía hacia el socialismo opuesta como era a la imposición del Comecon, el mercado común de la Europa comunista que, según Ceaucescu y los suyos, solo buscaba un imperialismo económico ruso y la hegemonía de la industria alemana. Casi un juego de espejos con el lío en el que estamos metidos nosotros ahora. La historia es que los búlgaros se vieron aislados entre tanto régimen díscolo y optaron por darle al botón de Windows “sí a todo”.

Olvidados los proyectos de federación con Yugoslavia, tras la caída en desgracia de ese Estado a partir de 1948, Bulgaria se alineó decididamente con la URSS (…) En realidad, ocurría que la economía búlgara, que terminó centrándose en la industria ligera y agrícola, la electrónica y el turismo, se complementaba bien con la rusa (…) Moscú mimaba a Bulgaria como su hija obediente y con ello castigaba a la descarriada y levantisca Yugoslavia (…) La cúpula política búlgara siguió una línea marcadamente pragmática: estalinista con los estalinistas, kruchevista con los kruchevistas y brezneviana con los breznevianos” (Veiga)

Los premios no tardaron en llegar. Los soviéticos invirtieron todo lo que estuvo en su mano en la economía búlgara. En un momento, nueve de cada diez tractores eran soviéticos. Al mismo tiempo, los productos manufacturados de Bulgaria, cuya calidad dejaba mucho que desear para llevarlos a otros mercados, se colocaron en su totalidad en el mercado soviético, que encima les devolvía petróleo barato. Aquello fue jauja, entendido en los términos marxistaleninistas del momento, claro. Pero Zhivkov estaba tan contento que llegó a proponer convertirse en la decimosexta república de la Unión Soviética, anexión que no permitía el derecho internacional.

En 1973, Zhivkov afirmaba que Bulgaria y la Unión Soviética actúan como un solo cuerpo, respirando con los mismos pulmones y animados por el mismo torrente sanguíneo”. (Crampton)

paraguas búlgaroLa vía búlgara hacia el socialismo, si bien se reducía a obedecer a Moscú cuando ordenaba una cosa como si decía la contraria, también tuvo sus originalidades. Por ejemplo, Zhivkov obligó a los funcionarios a trabajar en las fábricas y las granjas un número determinado de días al año para que no perdieran contacto con el proletariado. También tendió lazos al tercer mundo y miles de licenciados búlgaros salieron al extranjero a trabajar como médicos, ingenieros o profesores. Solo en Libia había 2000 médicos búlgaros. Asimismo, las calles de Sofía se alegraron con locales de fiestuqui para esta diáspora que regresaba periódicamente con los bolsillos cargados de dólares. Durante un par de décadas, la vida en Bulgaria no era buena, pero tampoco era mala. El nivel adquisitivo iba subiendo muy poco a poco, pero subiendo.

Los búlgaros fueron el mejor contraste a esos delirios [socialismo nacionalista de sus vecinos]: nunca perdieron de vista quiénes eran y dónde estaban. Tito y Ceaucescu, actuando como estadistas de talla internacional, moviéndose por el Tercer Mundo y asumiendo el liderazgo de los no alineados, desarrollando enormes industrias crónicamente deficitarias para buscar remotos mercados comerciales, proyectaron a Yugoslavia y a Rumanía más allá de la pobreza de las montañas balcánicas, pero el precio fue elevadísimo. Los búlgaros no hicieron grandes cosas, pero pudieron contemplarse a sí mismos con cierta satisfacción. Durante cuarenta años cumplieron con la misión geoestratégica que se les había encomendado manteniendo a raya a sus enemigos de siempre. El hecho de que el PCB agrupara a un millón de militantes –uno de cada seis adultos del total de la población– es prueba de ello. (…) En cuanto al nivel de desarrollo económico, no tuvieron que compararse con los alemanes del oeste y los occidentales, como debían hacerlo cada día los ciudadanos de la RDA o los húngaros con los vecinos austriacos. La realidad que circundaba a los búlgaros no les era tan desfavorable. En Rumanía, que siempre los habían considerado con el desprecio dedicado a los vecinos pobres, ahora orientaban las antenas de sus televisores para captar los programas búlgaros, aunque muy pocos los entendían. Cualquier cosa antes que la miseria de la programación de Ceaucescu reducida a unas pocas horas al día, dedicadas en su mayor parte a la exaltación política. Pero no dejaba de ser humillante para cualquier rumano, el tener que pasar por la embajada búlgara en Bucarest para consultar la programación televisiva expuesta al público” (Veiga)

A partir de 1972, se diseñaron políticas para proveer de más cantidad y variedad de bienes de consumo a la población, mejorar la Educación y sobre todo la vivienda. Después de haber pasado dos infernales décadas, los 40 y los 50, los búlgaros celebraron esta estabilidad sin dar una voz más alta que otra.

los búlgaros tendrían a responder con apatía más que con rebeldía y oposición (…) Zhivkov no pronunció la palabra disidencia en público hasta 1977 y cuando, unos cuantos años más tarde se publicó en una revista literaria un acróstico en el que podía leerse ‘Abajo Todor Zhivkov’ se limitaría a burlarse afirmando que el régimen no sería derribado por un par de poetas”. (Crampton)

En estos años dorados del comunismo en Europa, en cada país surgió una beautiful people, casi siempre vinculada al poder con lazos dinásticos. Si en la URSS tenían a la Galina Brezhneva, la hija del presidente, y sus cotilleos —cito a Robert Service de su Historia de Rusia en el Siglo XX “Galina, una alcohólica promiscua, entró en relaciones con un director de circo que lideraba una banda que se dedicaba a robar lingotes de oro”—; en Bulgaria estaba Liudmila Zhikova, también hija de presidente, pero sin leyenda negra detrás. Luidmila se dedicó a favorecer las artes y las ciencias, siempre atenta a todo aquello que destacase la singularidad de la nacionalidad búlgara, o sea, lo que la distinguía de la rusa. Por eso, cuando los 39 años le dio un derrame cerebral, corrió el rumor de que la habían asesinado los rusos.

Y no porque fueran paranoicos. Lo extraño sería que no hubiera habido hipótesis sobre las verdaderas causas de su muerte. En 1977, Georgi Markov, un escritor, había revelado informaciones sobre los privilegios de la elite política búlgara. Un día, mientras paseaba por Londres, le dispararon un perdigón envenenado desde un paraguas y murió. La misma suerte que corrió, con el mismo método del paraguas (imaginen a Bush Jr, cómo hubiera disfrutado si esto sucede en su mandato alertando a los estadounidenses sobre paraguas de destrucción masiva) Vladimir Kostov en París por hablar más de la cuenta sobre la policía secreta búlgara.

Aunque la palma se la llevó el intento de asesinato del Papa. Es el único incidente de esta época que no reconoce el estado de Bulgaria, pero una investigación del Parlamento italiano terminada en 2005 les acusaba directamente a ellos. El caso y la famosa “pista búlgara” del intento de asesinato del Papa Juan Pablo II —le metieron cuatro tiros al Pontífice, dos balas en las tripas, una en un brazo y otra en una mano— hubieran hecho las delicias del Pedro J. Ramírez más conspiranoico. El que disparó era de extrema derecha, pero el caso implicó a traficantes de armas, de drogas, los servicios secretos búlgaros, un sindicalista italiano, la mafia y la logia masónica P-2. Toma tomate.

Atentado al papa

Es posible que todo estuviera orquestado por Andropov desde Moscú, porque el Papa les estaba tocando mucho las narices en Polonia, pero los búlgaros lo que lograron con esto y sus paraguas fue una imagen internacional que daba auténtico y verdadero asco. Por eso estaban cargadas de sentido las palabras de Stoichkov cuando dijo en esta página que no le dejaron ser Bota de Oro para que no pareciera que en Bulgaria estaba amañado el campeonato. El nivel de paranoia del régimen con la imagen exterior fue considerable y no tuvieron a mano un Fraga que sacarse de la manga para que les montase una campaña publicitaria como la de Spain is different. Tuvieron que amañar un partido para que pareciera que no amañaban partidos. ¡Así es la vida!

Pese a todo, lo que realmente preocupó a Zhivkov no fueron el prestigio perdido por ir por la vida ametrallando papas, sino la subida del precio del petróleo. Reagan, de paso, puso restricciones al comercio con los países del Este, lo que supuso una traba importante a su desarrollo tecnológico. Y así, de repente, a Bulgaria se le puso crudo importar.

En 1983, Zhivkov dio una conferencia, que se emitió en directo por la radio y la televisión, en la que hizo una denuncia salvaje contra la calidad de los productos búlgaros, argumentando que incluso los productos extranjeros montados en Bulgaria con licencia habían sido ‘bulgarizados’ por la deficiente calidad de la mano de obra y la escasa disciplina laboral” (Crampton)

La medida que se tomó fue implantar una nueva política económica, escudándose en la famosa NEP de Lenin, pero fijándose en lo que estaban haciendo los húngaros por aquel entonces, ir orientando su economía al mercado capitalista poco a poco. Las importaciones de maquinaria para este propósito generaron deuda. Para devolverla, hubo que echar mano de lo mejor de la producción nacional para exportarla.

Los búlgaros no sufrieron las privaciones experimentadas en Rumanía por la maniática obsesión de Ceaucescu por acabar con su deuda externa, pero el comprador búlgaro no podía disfrutar de los mejores productos de su país, sobre todo el vino” (Crampton)

Paulatinamente, la URSS, donde el estancamiento empezaba a ser alarmante, fue subiendo el precio del crudo, hasta que a mediados de los 80 se lo pasaba a precio de mercado. La nueva política económica de Zhivkov había fracasado y como el viejo truco de ponerse a hacer purgas estalinistas en los 80 ya no iba a funcionar, se fue a por lo que tenía más a mano, la minoría turca. De un día para otro se volvió nacionalista.

En 1985 se dio a los turcos la opción de escoger entre una lista de nombres eslavos y si se negaban o se retrasaban en la elección se les asignaría uno. En muchos casos hubo resistencia y hubo que recurrir al ejército, incluidos carros de combate y la unidad de elite de paracaidistas de los boinas rojas. Ésta fue la mayor operación del ejército búlgaro desde la Segunda Guerra Mundial (…) incluso se declaró ilegal hablar turco en público” (Crapton)

Casi 300.000 de estos turcoparlantes abandonaron el país, trayendo con ello otro cataclismo económico. Difícilmente la cosa podía ir a peor, hasta que Gorbachov puso en marcha la Perestroika. Otra vez un viraje soviético cogía en fuera de juego a los obedientes líderes de las repúblicas populares. Los búlgaros, que sintonizaban cadenas de televisión de la URSS, vieron cómo por la Glasnost (apertura en la libertad de expresión) se ponía a parir los fundamentos del régimen en el que vivían. El diez de noviembre, un día después de la caída del muro de Berlín, Zhivkov dimitió. Y no se enteró nadie, porque todo el planeta estaba pendiente del concierto de David Hasselhof en Berlín.

En agosto de 1990, un montón de tíos con pantalones cortos, bermudas de flores y bañadores fosforitos, prendieron fuego a la sede del Partido Comunista. Un suceso simbólico que marcaba el final de una época, sí. Pero en las elecciones de 1994 los comunistas vencieron en las elecciones con mayoría absoluta. Esta vez sin la ayuda de los agrarios con los que formaron coalición de gobierno hasta 1990, por fin, cuando el comunismo se había hundido el todo el mundo ¡ellos lograban gobernaban en solitario!

Lo cierto es que lo que hay detrás de esta penúltima paradoja de su historia es bastante prosaico. Mientras pudo gobernar la oposición, se tuvo que tragar la terrible crisis económica de la transición económica al capitalismo. Lo más grave fue que redujeron sus relaciones comerciales con países como Iraq y Libia para caer simpáticos en Occidente y recibir ayudas de la UE y el Banco Mundial. Además, fueron partícipes de las sanciones a Serbia y Montenegro durante los 90, lo que cerró una de sus principales arterias comerciales. El coste de lo que se dejaron al finiquitar sus relaciones con libios e iraquíes, así como con el país vecino, dice Crampton que equivalía a toda la deuda externa de Bulgaria.

Pero lo peor fue que el gobierno de Videnov salido de las urnas en 1994, cuando fue a negociar con Yeltsin para comprar gas ruso, le obligó a asegurar que no iba a entrar nunca en la OTAN. Algo que no entraba en sus planes, ni mucho menos, pero consideró una humillación el encuentro. El mandatario ruso, aficionado como era a apagar los fuegos con gasolina, sugirió que Bulgaria y Bielorrusia podían integrarse en Rusia. El pueblo búlgaro se enfureció.

No resulta por tanto sorprendente que el gobierno ofreciera un apoyo diplomático pleno a la operación de la OTAN en Kosovo, permitiendo a los aviones de la OTAN el uso del espacio aéreo búlgaro, un privilegio que le había sido negado a los aviones rusos cuando estos necesitaban hacer llegar suministros a las tropas que habían desplazado desde Bosnia hasta el aeropuerto de Pristina en junio de 1999”.

Después del 11S, Bulgaria cedió tropas e instalaciones para la invasión de Afganistán e Iraq. En este país, murieron 13 soldados y seis civiles. En 2004, estaban dentro de la OTAN. En 2007, en la UE. Dada la “estable” situación en la que se encuentra el continente, a ver si los hermanos búlgaros no tienen que sorprendernos todavía con más breakdance diplomático. Por lo pronto, en este espacio tan solo diremos que si vives en Sofía, tienes a una hora las playas griegas, dos de las ciudades más divertidas del Este de Europa, Bucarest y Belgrado, a la distancia que hay entre Madrid y Valencia. Y si te gusta el rollo Benidorm, tienes la costa del Mar Negro tomada por ingleses y rusos. Con una tradición política que sabe bailar break tan bien, que nadie desdeñe este lugar como refugio cuando Mad Max llegue a nuestra zona de Europa. Ah, y los tomates saben a tomates.

La Bulgaria comunista 3

Toni Cantó: “Mi obligación como cargo es entrar en lo políticamente incorrecto, no quedarme en la etiqueta”

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Toni Cantó para Jot Down 1

Su despacho en el Congreso está presidido por un retrato de Groucho Marx que le ha pintado un amigo. Hace de vínculo con el mundo del que proviene, el del espectáculo, la comedia. En nuestro país se le suele indigestar a los actores meterse en política, Toni Cantó no está siendo una excepción. Claro que él decidió introducirse de lleno y con todas las consecuencias, pero sus problemas, más que por prejuicios, vienen por su uso constante de Twitter. Retransmite todo lo que hace y piensa. Y en alguna ocasión ha pecado de gatillo fácil. Por eso considera que sus errores, o malas interpretaciones ajenas, o lo que sea, quedan siempre al descubierto. Al menos él, viene a decir disculpándose, tiene problemas por estar demasiado expuesto, no parapetado en una televisión de plasma, como Rajoy. Pero se nota que le afecta la voracidad de las críticas que recibe por las redes sociales. Meterse en política, desde luego, no iba a ser un camino de rosas.

¿Recuperado de tu última movida? (polémica por las denuncias “falsas” de violencia de género)

Me tienen en el punto de mira a lo bestia. No solamente en Twitter, aquí también. El PSOE está muy mal y necesita buscar historias como esta. Me han dado por todos los lados, eso sí, menos en la calle. Mirabas la noticia en los medios digitales y podía ser supertrallera conmigo, pero luego veías los comentarios de la gente y era otra historia. Ha habido mucha gente en la calle que me ha mostrado su apoyo a pesar del error. Pero, si bien hay que subrayar que es un error, no dar bien los datos, no se debe esconder que hay un problema en el que nadie quiere entrar. Nosotros lo seguiremos abordando.

Tu primer trabajo fue poner copas.

Empecé en Valencia poniendo copas, como dices, pero porque me venía de familia. Trabajaba en bares, limpiándolos, desde muy pequeñito porque mi tío tenía uno musical en Benicàssim. Me dedicaba a barrer y a hacer hielos, con 13 años. Me buscaba la vida en verano siempre con cosas relacionadas con el turismo. Y con la pasta que ganaba en discotecas o en bares en Valencia los fines de semana, me venía a Madrid entre semana a buscar trabajo como actor.

Debutas en el cine con En penumbra, 1985. Una película que entra de lleno en el modelo que se critica del cine subvencionado, tardó años en estrenarse y ahora es imposible dar con ella.

Sí, hubo un lío impresionante entre el productor y el director, el rodaje se paró, luego se volvió a retomar. Yo flipaba, me preguntaba si sería así siempre. Pero era nuevo, cualquier cosa que pasara me parecía buena. Estaba viviéndolo todo con tanta ilusión y tantas ganas…

No tienes tele.

No tengo tele. La tuve, pero ya no recuerdo hace cuántos años. Era una tele antigua, gorda y profunda, y se quedó solo en un canal, el que ven mis hijos. Entonces descubrí que me iba muy bien no tener tele; había muchos minutos al día que los malgastaba de esa forma. Sigo sin ella y sigo feliz, leo mucho más. Cuando quiero algo en concreto, me refiero a informativos, lo puedo encontrar en Internet. Aunque luego hay una parte de la vida social que tiene mucho que ver con personajes de la tele. Cuando los comentan no tengo ni puñetera idea.

Con el programa de Julián Lago, La máquina de la verdad, tuviste una experiencia muy mala cuando dedicaron una entrega a tu vida privada.

Con esa forma de hacer televisión soy muy crítico. Siempre se va a sacar a colación el derecho a la información, pero los personajes públicos estamos muy desprotegidos. Antes lo pasaba mal, ahora me la sopla. Creo que es una asignatura pendiente, no se debería dejar hacer lo que se hace a menudo con nosotros.

Por eso creo que hay que vigilar lo que se ve, como lo que se come y todo eso. Es complicado de explicar cómo puede afectarle a uno, pero ese tipo de experiencias al final te hacen más fuerte. Y a propósito de todo esto, considero que también habría que abrir un debate sobre los límites de la impunidad en las redes sociales. Durante estos meses, desde que me dedico a la política, recibo amenazas, insultos, barbaridades diarias y no se puede hacer nada.

¿No lo puedes denunciar?

He puesto en conocimiento de la policía amenazas y me han dicho que no se podía hacer nada. Rosa Díez tuvo un juicio por amenazas y la pena que se le impuso al tipo en cuestión fueron 200 euros de multa. Creo que sale muy barato. Hay una impunidad importante y, como siempre, la justicia va por detrás de los acontecimientos. Se propagan por las redes unas barbaridades y mentiras que… Además, últimamente recibo información sobre gente que distribuye materiales pederastas por Twitter y no se hace nada para acabar con ellos. En eso Facebook, por ejemplo, es más rápido. Esto no puede ser. Hay que ver de qué forma se puede obligar a los propietarios de estas redes a cerrar esas cuentas cuando se haga mal uso de ellas. Creo que es un debate que hay que abrir.

Fuiste ‘chico Hermida’, ¿qué te pareció la entrevista que le hizo al rey?

Fue muy rígida, muy pactada y probablemente Jesús no la ponga en su curriculum. Imagino que tiene que tener morbo poderle hacer una entrevista al rey y creer que vas a poder preguntar muchas más cosas. Después, es difícil abandonar el barco una vez que ha zarpado…

Cuando dejaste la televisión te quejaste de que te habían puesto la etiqueta de, en tus palabras, “guapo, equivalente a merluzo, escasamente inteligente” y que te estaba costando quitarte la imagen “frívola, de hombre de plástico”.

Es muy cómodo, la gente se queda muy contenta cuando etiqueta. Hace que no sea necesario pensar e ir un poquito más allá. Esto lo veo también ahora. Sigue siendo así con la etiqueta de guapo o con la de rojo o con la de facha, o la de machista, feminista, o la que sea.

Parece además que en este país, políticamente hablando, hay packs. Si eres de izquierda tienes que ser feminista y propalestina. Si eres de derechas, proisraelí, antiabortista, católico, pam, pam, pam y sigue. Esto es un coñazo. Para que te hagas una idea, yo llevaba trabajando cuatro años en el Centro Dramático Nacional, me había hecho Hamlet, Los 80 son nuestros, Carmen Carmen, la Orestiada, El mercader de Venecia, el Don Juan… En las críticas de los periódicos de Madrid seguían diciendo “el presentador de televisión, Toni Cantó” y llevaba más tiempo haciendo teatro que trabajando en la tele. 

Ahora te quedarás con la etiqueta de político.

Según, hay gente de la calle que me considera más político. Y otros que van a seguir intentando frivolizar mi trabajo poniéndome la etiqueta de actor como si ser actor fuera algo frívolo, cuando hay actores que les podrían dar sopas con honda a los que están aquí, y al revés.

Un diputado te soltó una vez: “¡Vuelve a la farándula!”

Está olvidado y es uno con los que mejor relación tengo del Congreso. Entiendo lo que dijo, fue un calentón de Twitter. Si alguien puede entender lo que es un calentón de Twitter, soy yo.

En tu ficha de diputado pone que eres pedagogo, ¿a qué titulación se refiere?

Soy profesor de teatro desde hace mucho tiempo, pero no tengo la carrera oficial de Magisterio de teatro, tampoco la tengo de actor. He dado clases de interpretación en cinco o seis escuelas distintas durante 15 años. Si tuviera que decir qué es lo que mejor hago, sería dar estas clases. En realidad iba para médico, estudié Ciencias. Llegué a COU, aprobé la selectividad y cambié, no me veía siendo médico. Hice medio año de Psicología, pero también lo dejé y me vine a Madrid. Me metí en el laboratorio de William Layton. Luego en los talleres de Strasberg, o los de una de las primeras profesoras que tuve, Zulema Katz, que era la madre del de Tequila, Alejo Stivel. Era una excelente profesora de teatro, con Juan Carlos Coraza.

¿Crees que para abordar algunos temas en el Congreso te puede faltar preparación?

Al principio lo notaba un poco más. Excepto en la comisión de Cultura, en el resto de los temas he tenido que hacer una inmersión a la fuerza, rápida. Pero, por ejemplo, en una comisión que me da mucho trabajo, la de Agricultura y Medioambiente, que yo pedí expresamente porque tiene mucho que ver con la Comunidad Valenciana, lo que hago es entrevistarme con las agrupaciones de agricultores. Ahora, con el proyecto de ley que hay sobre la cadena alimentaria, las reuniones han sido constantes y muy intensas, y a raíz de estos encuentros e ir trabajando y estudiando con todos ellos, me he hecho una idea bastante aproximada de cuáles son los problemas del sector.

Toni Cantó para Jot Down 2

Rosa Díez nos dijo“fui diputada porque era la única funcionaria que conocían en el Partido Socialista que supiera algo de la administración pública”. A ti , Toni, ¿por qué te eligieron?

A mí no me designó nadie, me presenté por mi cuenta y fueron los afiliados de Valencia los que me eligieron en primarias. Digamos que sí que consideraba que podía darle un plus de visibilidad a mi partido porque era muy complicado que saliera alguien por Valencia. Pero uno de los valores que he podido darle al partido es el trabajo. No me considero una persona especialmente talentosa para nada, pero sí una persona trabajadora. El año pasado fui el diputado con más intervenciones en el Congreso, y detrás de cada una hay un trabajo de investigación, estudio serio del tema. Ese es uno de mis valores: el trabajo, las horas.

¿Ves a los demás diputados echar tantas horas?

No se puede generalizar. Hay diputados que trabajan, especialmente en los grupos pequeños, donde la labor es intensa porque entre todos nos tenemos que repartir muchas comisiones. Yo llevo siete, dos subcomisiones y cuatro proyectos de ley de ponente. Esto significa echar muchas horas en el Congreso. Y hay gente que solo va a votar mientras otros llevan una carga importante de trabajo. Hay un poco de todo.

Dijo Boyer que si se bajaban más los sueldos de los políticos en España, al final al Gobierno solo iban a llegar analfabetos, pero tu partido insiste en que gozan de demasiados privilegios.

UPyD sobre todo pide transparencia. Hemos pedido varias veces que los sueldos de los diputados estén en la web del Congreso y nadie nos apoya. Por eso lo que hacemos es colgar los nuestros en la del partido. Y sí, queremos evitar ciertos privilegios, por ejemplo, en las cotizaciones a la seguridad social, o que los diputados tengan acceso a una jubilación de una manera ventajosa que no disfrutan el resto de ciudadanos. No pedimos que se bajen los sueldos, sino transparencia. Eliminación de cosas que, aunque sean el chocolate del loro, sí que tienen valor porque la clase política debe ser ejemplarizante. Un privilegio que había en el Congreso era un seguro de vida, que ya no existe, al que renunciamos. Otro, la posibilidad de que te sufrague el Congreso el ADSL en casa, algo a lo que nosotros también renunciamos. Y gastos que hay en algunos ayuntamientos o parlamentos, como los coches… Hay que establecer un baremo, y en esto también nos hemos quedado solos. No puede ser que el presidente de una comunidad autónoma cobre más que el del Gobierno, o el alcalde de un pueblo cobre más que un ministro o incluso que un presidente. Esto tiene que ser reglado con un mínimo de sentido común, pero ahí nos hemos vuelto a quedar solos.

En el extranjero los políticos tienen sueldos más altos, pero también se dice que están mejor preparados.

No estoy de acuerdo con que tengan más formación. Esto tiene que ver con el sistema electoral, en el que los partidos toman las decisiones de quién debe estar en las listas. Cuando estas se desbloqueen, cuando la gente pueda votar a quien quiera y no a quien le impongan, la calidad de nuestros políticos será mejor. En la Comunidad Valenciana muchos diputados del PP que están en procesos de corrupción no hubiesen salido si se les hubiera podido tachar de las listas. Hay nueve diputados así en Valencia. Seguro que la gente hubiese hecho un ejercicio de responsabilidad y no les hubiese votado. Así al menos primaría algo más que es la responsabilidad de los diputados a la hora de establecer una relación con sus votantes y rendir cuentas por su trabajo. Si no, al final, los órganos de los partidos al que premian es al obediente y no al talentoso. El sistema es el contrario a la selección natural, aquí el que triunfa no es el más preparado, sino el más obediente. Cuando alguien se sale de la foto, como decía Guerra, se cae. En el Congreso se ve clarísimo. De la primera fila o en la que esté, se le aparta al fondo. Se le quita de la comisión correspondiente, que eso significa perder dinero, y luego no entra en las listas. Ese es el control que ejercen los aparatos del partido, pero si ese control fuese transferido a la ciudadanía, se daría un paso importante en salud democrática.

Tras una película, dijiste: “Más que ridículo, me preocupaba hacer una mariconada impresionante”. Esta declaración igual no podrías haberla hecho ahora.

Lo que quería decir con esa frase es que no quería hacer el cliché de gay, la locaza en plan cliché.

¿Ahora hubieras dicho “cliché de gay”?

Sí. O no, ahora también se puede decir “mariconada” sin ningún problema, el tema es que la dictadura de lo políticamente correcto es peligrosa, porque la gente se te echa encima, pero a la vez está deseando que haya gente que en política sea incorrecta. Siempre digo una cosa: no he venido a hacer amigos y no he venido para quedarme. A partir de ahí, me siento más libre para permitirme hacer ciertas coas.

Fuiste objetor de conciencia.

Siempre lo tuve muy claro. Vengo de una familia muy de izquierdas y no éramos muy militaristas. Tengo todos mis respetos para el Ejército, creo que hoy en día hacen una labor extraordinaria fuera, pero yo no me veía haciendo la mili. 

Mostraste tu apoyo a la Unificación Comunista Española (UCE).

Hice algunas declaraciones en torno a cosas que ellos también apoyaban. Lo interesante de la UCE es que es una de las pocas formaciones de izquierda de este país que es crítica con el nacionalismo, es cercana a la idea de España y no consienten que se la apropien, o que se iguale la idea de España a un discurso de derechas. Y esto en ellos me interesa. Me parece, además, una rareza, porque una de las cosas con las que nos atacan a nosotros más a menudo es con esto, con que no tenemos complejos a la hora de declararnos patriotas españoles, estar por una España unida y no por el desbarajuste al que estamos asistiendo.

UCE ha sido catalogada de secta.

Habrá sido el Partido Comunista, o Izquierda Unida, quien ha dicho eso.

No, otros organismos. Imagino que por su singular forma de captación de militantes.

No lo sé, no lo conozco.

Tu primera experiencia política es en Torrelodones.

Allí se inicia la típica cosa que ha pasado en este país, el PP llevaba gobernando no sé cuántos años y deciden cargarse una zona medioambientalmente muy importante, un paso entre El Pardo y la Sierra de Guadarrama, donde hay jabalíes, lechuzas, y deciden que es más bonito, dónde va a parar, poner un campo de golf. Nosotros nos negamos, empezamos a pelear y al final este grupo de gente que forma aquello, y entre los que yo me sumé un poquito más adelante, nos damos cuenta de que la única herramienta para hacer política —y esto hay que comunicarlo cada vez más— es un partido político.

Creamos un partido y en las primeras elecciones conseguimos cuatro concejales a base de currar, ir calle por calle, puerta por puerta, de buzonear una vez al mes, y a las siguientes tenemos la suerte de sacar nueve, estar gobernando y convertir Torrelodones en uno de los primeros sitios en este país que tiene superávit, que está acometiendo obras, que ha cambiado su forma de relacionarse con los vecinos. Me siento muy orgulloso del grupo, no sigo dentro porque no se puede militar en dos partidos, pero Vecinos de Torrelodones es un partido completamente transversal, hay gente de todas las ideologías. Y sí que se debe apoyar la idea de que donde la política es gestión pura y dura es en los municipios. En Estados Unidos hay pueblos de menos de 200.000 habitantes en los que no hay alcaldes, hay un tío con un máster en gestión del copón y un par de concejales electos con quien se reúne, pero quien lleva la historia es él. Hay una carrera especialmente diseñada para gestionar un pueblo. Los americanos son muy prácticos. En política municipal la ideología a lo mejor es el 5%.

Entonces defiendes que los descontentos militen en partidos.

Desgraciadamente no se ven colas en las sedes de los cientos de partidos políticos que hay en este país. Seguro que cada persona puede encontrar uno donde se sienta identificado, sin duda. Estoy absolutamente seguro, lo que no podemos pretender es identificarnos al 100%, si no cada ciudadano español deberíamos tener nuestro propio partido político. En eso a los españoles nos cuesta, no nos gusta ponernos activamente a trabajar, y en esto me incluyo, somos más de ponernos a mirar y protestar. Y yo creo que una de las cosas buenas que tiene una crisis es que ha empujado a mucha gente al cabreo y que a muchos de ellos les ha puesto en marcha. Y esto es muy importante, porque antes… Yo vengo de una tierra como es Valencia donde el Partido Popular con casos de corrupción e imputaciones por todas partes volvía a ganar unas elecciones por mayoría absoluta. Es alucinante, no puede ser, pero es así.

Hay que pelear por recuperar la palabra “política” y dotarla de un significado diferente al que tiene ahora. Hoy en día la política es el segundo problema después del paro para los ciudadanos, y esto es muy sintomático. Hay que recuperarla, porque lo que está mal es de qué manera se ha hecho en este país, pero la política es la única herramienta que existe para mejorar la realidad, no hay otra.

José Luis Sampedro dijo en este espacio que a las asociaciones ciudadanas, o vecinales, se las había machacado.

No estoy de acuerdo con que se las haya machacado, no tengo un discurso tan victimista, creo que con ellas ocurre como pasa en otros sectores de nuestro país y es que están excesivamente atomizadas. Uno se encuentra con las asociaciones de agricultores y hay 300, bueno, hay bastantes más, por eso el poder de negociación que tienen frente a los distribuidores, o quienes les suministran semillas, es nulo.

Eso pasa aquí también. Hablas con las asociaciones de padres separados y hay 50. Tiene mucho que ver con nuestro carácter y dificultades para hacer política. Y en esto quiero ser crítico. No puede ser que nosotros no tengamos ninguna responsabilidad sobre lo que nos pasa. Entonces no somos seres humanos, somos un hatajo de inútiles. Este discurso victimista de que es el poder el que lo consigue todo y yo no tengo ninguna responsabilidad es un discurso irresponsable, facilón. Hay que reconocer cuál ha sido nuestro papel en todo lo que ha pasado en este país. Todos tenemos responsabilidades por inacción, por haber estado en el sistema, por haber mirado a otro lado, por no involucrarse en un partido o crear uno si es que no hay ninguno. Porque es evidente que las reglas que tenemos hoy en día no son las buenas, pero hay que pelear por cambiarlas. Con una ley electoral como la nuestra es muy complicado que un partido político nazca, pero nosotros estamos ahí.

Toni Cantó para Jot Down 3

¿Por qué pasas luego a Ciutadans?

Por gente como Arcadi, o como Boadella, Tubau les admiro, y soy muy crítico como ellos con el nacionalismo. Creo que es una de las cosas más retrógradas que existen. A partir de ahí me pongo a disposición del movimiento, pagando un precio, como ahora, como siempre, porque en este país hay falta de cultura democrática, por eso es muy complicado ver a gente de la vida pública o actores que se involucren con un movimiento que no sea el de siempre.

Hice una manifestación con ellos, que fue contra la política lingüística, contra el fascismo lingüístico que hay allí. Lo que ocurre es que después de eso surge UPyD y para mí es el siguiente paso por razones evidentes, porque es un proyecto nacional. 

En otros países con varias lenguas se lleva todo con más naturalidad que en España.

Se llevan con mayor naturalidad porque no se prohíben, a mí no me dejan estudiar en castellano en Cataluña, o en algunos lugares de Valencia, que está dirigida por el Partido Popular. De la misma manera que cualquier alumno puede estudiar ciencias o letras yo quiero elegir si prefiero castellano o valenciano, creo que es lógico, que no hay país en el mundo en el que pase esto. Bueno, uno. Creo que sí, me parece que en las Islas Feroe, lo vi en un artículo.

Pero tacharlo de fascismo cuando viene dado por instituciones democráticas, que además son de distinto signo en Valencia y Cataluña…

Es que hay límites, no pueden pasar por encima de mi libertad. De la misma manera que no se puede decidir que se permita a los pederastas campar a sus anchas. Bueno, a lo mejor debería poner otro ejemplo, porque si comparo lo de la lengua con estas cosas ya voy jodido, con el mes que llevo… Pero es que hay límites. Son cosas que son o no son constitucionales. Además, aquí tenemos un problema, que la justicia está politizada. Lo vemos con el caso Bárcenas; Bermúdez es de izquierdas y lo va a hacer de tal manera y el otro es de derechas y lo hará de tal otra. Cuando algo va al Constitucional ya sabemos lo que va a hacer la mayoría progresista o la mayoría conservadora.

Todo esto explica cómo estamos, pero yo creo que no se le puede prohibir a uno estudiar en el idioma que desee. De hecho el Constitucional ya lo ha dicho así, aunque en Cataluña se lo pasen por el forro, lo cual es alucinante también. Pero esto habla también de la tibieza del Partido Popular, que en este tipo de cosas como en otras —Amaiur, o el discurso de feminismo más radical— es completamente acomplejado. Como decía Aranguren, en la oposición se hace ética y en el Gobierno política. Uno es muy tal en la oposición, pero luego llega al Gobierno y se olvida de un montón de cosas. Es obvio que no se puede prohibir a nadie que eduque a sus hijos en uno de los dos idiomas cooficiales donde vive, pero en fin. Esto es una locura.

Hablabas de la atomización de las asociaciones, pero ¿por qué no están juntos Ciutadans y UPyD?

Ciutadans no es un proyecto nacional.

Pero podían estar integrados.

Porque UPyD es un proyecto nacional y Ciutadans no. Te remito a la experiencia del PSOE con el PSC si quieres, para explicar por qué ese tipo de cosas no funcionan. Y nuestro partido no va a renunciar nunca a presentarse en cualquier punto de España.

Pero las similitudes son obvias, aparecen los mismos nombres impulsando ambas…

Ya te he explicado.

Ynestrillas dijo que le gustaba UPyD porque era falangista, o que representaba el nuevo falangismo.

Ynestrillas también defendió el 15M… Izquierda Unida aceptó el apoyo de Falange en un pueblo de Andalucía. Lo que diga una persona que está completamente alejada del partido, que no pertenece a la organización, es anecdótico. En nuestro programa no veo por ningún lado un partido de derechas. Solo nos identifican erróneamente con una opción de derechas cuando nos atacan por todo lo que tiene que ver nuestra posición con el estado de las autonomías, que creemos que ha sido bueno pero que ha crecido de una manera desordenada, que ahora mismo es insostenible y atenta contra la igualdad. Eso define muy bien a un partido progresista, el apoyo a la igualdad por encima de las diferencias territoriales. No veo conservadurismo por ningún lado, lo conservador es mantener un statu quo que es mejorable, que es un desastre.

Pongo en Google “UPyD” y “suspendido de militancia” y me salen bastantes casos. Entre ellos, el de Valia Merino, que se presentó como alternativa a la dirección. Además, se ha denunciado que el partido es “un instrumento al servicio de los intereses personales de Rosa Díez”.

De lo que me hablas, de batallas internas, te puedo decir poco. No estaba en el partido cuando ocurrieron. Sí he visto luchas internas por impago de cuotas, reiterado y durante muchos meses. Pero desde mi experiencia personal, no veo ningún tipo de caudillismo. A mí Rosa me ha dado toda la cancha del mundo, toda la responsabilidad y le estaré siempre agradecido porque no me he metido en esto para levantar la mano y votar lo que me digan, sino para tener una responsabilidad. La percepción desde dentro del partido es que no hay caudillismo alguno.

En el programa lleváis la limitación de mandatos a dos legislaturas, ¿abandonará Rosa el Congreso en las próximas elecciones generales? ¿Lo harás tú dentro de dos también?

Yo nunca he considerado que mi aventura vaya a durar más allá de dos legislaturas, si es que llega. No sé qué planes tendrá Rosa. Pero una cosa es el mando en el partido y otra ser elegida como diputada. A Rosa yo le hago la crítica contraria. Para mí es una persona que podía estar muy cómoda con un cargo en el PSOE, que estaba a punto de empezar a gobernar y lo abandonó para optar por una aventura tan arriesgada como montar un partido político nuevo, de la nada, con la dificultad que tiene nuestra formación para obtener representación. Esto de lo que habla es de su valentía y su poco apego al cargo, no de todo lo contrario.

Otra polémica interna es que se te acusa de querer controlar el partido en Valencia desde Madrid, a través de Pablo Serrador, tu exjefe de campaña.

No me interesa lo orgánico o los movimientos que tenga cada uno más allá de mi voto como cualquier otro militante. Pablo fue asistente personal mío, fue una persona que me ayudó mucho, es tremendamente trabajador, pero ya no colabora conmigo y cree que tiene ideas y una visión que quiere llevar a cabo. Lo que no se puede hacer es criticar a los partidos porque sean órganos cerrados y luego criticar cualquier divergencia que haya dentro. Es lícito y lógico que los afiliados se presenten y defiendan su manera de hacer las cosas. Pero yo estoy completamente alejado de todo esto. En Valencia me siento bien con todo el mundo, tuve un noventa y tantos por ciento de votos afirmativos cuando me presenté a las primarias y todo el mundo allí está contento con mi trabajo. Con la de curro que tengo aquí, como para meterme en temas orgánicos.

Cuando entras en el Congreso por primera vez, el rey te dice: “¡pero qué haces tú aquí!”

Me lo preguntaba mucha gente, que les llamaba la atención que dejase algo tan glamuroso como la interpretación para dedicarme a esto. El primer día que vine fue para hacer la declaración de bienes, todavía no me habían dado el acta de diputado. Y cuando volví, sin ser diputado todavía, era el día de la Constitución. Ahí se escenificaba ya el cambio de poder de una manera brutal. Zapatero iba buscado conversación y a Rajoy ya no se le podía abordar. Zapatero era presidente todavía y recuerdo estar hablando con él y tener que decirle, bueno, me voy, que quería cambiar de interlocutor. Zapatero estaba como a ver con quién hablaba, y sin embargo Rajoy tenía tres semicírculos alrededor y era ya inabordable. Una ventaja que tuve es que, al ser una persona conocida, aquí ningún poli ni ningún funcionario —y digo poli con todo el cariño—, nadie me ha pedido la documentación. Y sí, me daba morbo hablar con el rey, con la reina, con el príncipe y Letizia. Entonces bastaba con que me pusiera delante para que empezaran a charlar conmigo. El príncipe, curiosamente, me dijo de forma profética, “los medios van a estar muy encima de ti”, y yo le dije: “Soy consciente”. Y él, “no, no, ya verás”. Y ha sido así, realmente, siento que al principio fui la rareza o la curiosidad y se estaba muy encima de mí.

¿A qué partes de tus complementos como diputado renuncias?

Renuncio como todo mi grupo parlamentario al ADSL en casa pagado, renuncio a un seguro privado que te pagaba el Congreso, que ya no existe. Y yo, que soy el único caso de diputado que viene de fuera, renuncio a las dietas de estancia por alojamiento.

No se paga como dieta, se paga en concepto de indemnización.

Es de 800 euros para todos mas 900 y pico euros para los de fuera. Yo tengo un sueldo de 3600 pavos limpios. Lo que pasa es que no se puede renunciar al complemento. El de 800 sí me quedo con él, pero con los 900 y pico esos hago una transferencia a una casa de caridad de Valencia que es una entidad a la que yo admiro, laica, que ayuda a la gente con problemas, por lo que ahora está teniendo muchísimo trabajo. Una entidad con la que tengo buena relación y a quienes tengo mucho cariño, y les hago la transferencia directamente.

¿Cada mes?

Sí, a veces cada dos meses, pero vamos, sí, estoy al día (risas) esto crea mucho follón, pero nunca lo pensé como un motivo de estrategia. Pienso que como tengo casa en Madrid no tengo derecho a cobrar ese dinero y ya está. Es tan claro como eso.

Toni Cantó para Jot Down 4

Leyendo las actas de la Comisión de igualdad, veo que has demandado “herramientas legales para eliminar contenido denigrante hacia la mujer” en Internet. Creía que UPyD estaba por la neutralidad de la red.

Defendemos la neutralidad en la red, sí, pero de la misma forma que te digo que hay que poner límites, por ejemplo a los contenidos de pederastas en Twitter, estoy hablando de eso.

¿”Denigrantes para la mujer” no es demasiado amplio, o ambiguo?

A lo que me refiero es como cuando hablamos de niños menores de edad, la propuesta está enmarcada en un trabajo que no se hace en este país. Se ponen leyes, penas, pero una gran parte del trabajo que hay que hacer contra la violencia de género es educacional. Hay que, en primer lugar, darles las herramientas necesarias a las mujeres, porque son ellas mayoritariamente las que se ocupan de educar a los hijos, hay que darles las herramientas para que esa crianza no suponga una limitación para entrar en el mercado laboral. Una de esas herramientas, aunque el movimiento feminista no lo quiera ver así, es la obligatoriedad de los hombres de asumir un permiso de maternidad igual de obligatorio, al que no se pueda renunciar.

Pero sobre todo hay que hacer una labor educativa con nuestros niños, la solución penal no está dando resultado, el número de muertes por violencia de género sigue igual. Y con una aclaración importante, pasando por encima de la igualdad real que debiera existir, hay una asimetría penal que a mí me parece injustificable. Y que además no defiende a todas las mujeres, solo a las parejas de los violentos o presuntamente violentos, no es igual cuando se da esa misma violencia en el asunto de la trata de blancas, que se ejerce contra otras mujeres. Trata de blancas que, por cierto, me tumbaron en la Comisión de Igualdad el día que me reprobaron todos los partidos que se dicen progresistas. O cuando esa violencia se ejerce contra una mujer que no es tu pareja. Ahí hay unas limitaciones que no son comprensibles y una asimetría que es injusta. Y que además perpetúa el rol de género más machista, porque insiste en que sea la mujer quien se ocupe únicamente de los hijos. Defiendo abordar esto en todos los ámbitos, no solamente en el penal porque no funciona.

En el Congreso se prepara una nueva ley del aborto, pero en el programa electoral de UPyD no hay nada sobre este tema. ¿Cuál es vuestra postura?

Estamos por una ley de plazos muy parecida a la que hay ahora. Mi partido era crítico, y por eso se abstuvo, con que los menores pudieran llevar a cabo un aborto sin pedir permiso a sus padres; a partir de ahí, y estoy hablando de mi posición personal, creo que el aborto nunca debe ser usado como una herramienta de planificación familiar. Es que el otro día se lo escuché así a otra representante del PSOE y esto me parece dramático, porque hay que aceptar el aborto como lo que es, como un gran fracaso. Y no es una decisión únicamente de la mujer. ‘Nosotras parimos, nosotras decidimos’, pues no.

En esa nueva ley, ¿cómo articularías legalmente que el hombre también tome parte de esa decisión?

Pues no lo sé, ya veremos cuáles son las posiciones del resto de los partidos. Esto será complicado y esperaremos a ver qué posturas y qué enmiendas podemos hacer al respecto. Vamos a esperar.

Y sobre lo que ya se va conociendo, como eliminar la posibilidad de abortar en caso de malformación pasado un plazo…

Yo creo que en eso no hay que ser generalistas. Te voy a decir una cosa que me gustaría que fuese clara para no meterme en ningún follón. Yo llevo la parte social de nuestro partido y tuve una reunión con una gente que se llama el Foro por la Vida Independiente. Vinieron dos personas en silla de ruedas, uno que no podía mover más que la cabeza; el otro solo podía mover los brazos. Me hablaron del tema del aborto. Me contaron que por ejemplo había dos plazos diferentes y uno de ellos, que había nacido así, me dijo que con esa ley a él lo hubieran abortado. Y me preguntó qué me parecería a mí si en la ley del aborto, en vez de poner malformación, pusiera negro. Le dije: pues me parece una barbaridad. “Pues eso pienso yo —me contestó él— porque con esa ampliación de plazo que hay yo no habría nacido. Soy una persona feliz, deseando que mi vida se alargue todo lo posible, con ilusión por vivir y por trabajar, y no me parece justo que me traten de esa manera”.

¿Quiere decir esto que todos los fetos que tengan malformaciones deben ser paridos? No, depende de qué malformaciones, pero bueno, ese es un trabajo delicado. Creo que en esto como en muchas otras cosas es peligroso hacer generalizaciones. Ahora, a mí este discurso que es políticamente incorrecto me tocó mucho. Y me hizo ver una parte del problema en la que yo no había entrado. Pero es que esta es mi obligación como cargo, entrar en lo políticamente incorrecto y no quedarme en la etiqueta.

De todas formas, todo esto al final tiene que ver más con justicia y lo llevará Rosa. Su línea imagino que no será muy distinta a la del partido. Pero vamos a esperar a ver qué trae el Partido Popular. No creo que cambie mucho lo que hay. El PP cuando está en la oposición hace muchos movimientos pero luego… Aunque en algo tienen que tocarlo, porque el PP y el PSOE solo tienen cuatro o cinco temas para diferenciarse mínimamente, cada vez más mínimanente. La política económica es la misma y prácticamente es todo lo mismo. Lo único donde tienen que hacer algo para parecer diferentes es en la religión, en la legua, en el aborto, pero en todo lo demás son iguales. Hoy estaban criticando los socialistas el proceso de privatización que se está haciendo en algunas comunidades autónomas y lo están haciendo igual en Andalucía con IU, son iguales, no hay grandes diferencias.

Pero vosotros el aborto no lo llevabais siquiera en el programa, ¿era para no obstaculizar el trasvase de votos desde PP?

No, creo que esa es una acusación que a nosotros no se nos puede hacer. Un partido que en el País Vasco y Navarra lleva la petición de que se acaben los privilegios fiscales no puede ser acusado de hacer el programa pensando en los votos. Yo por lo menos no lo vivo así.

Luego estáis en contra de la descentralización de la sanidad.

Es una cuestión de igualdad. Los españoles, según los territorios, no tienen los mismos derechos en sanidad. Hay comunidades autónomas con un ratio de médicos y enfermeras mucho mayor que en otras, hay comunidades donde una vacuna es gratuita y en otras no. Creo que esto en algo tan sensible como la sanidad atenta contra el principio básico de igualdad. En sanidad o educación somos muy contrarios a cómo se han dado las transferencias a la comunidades autónomas que además siempre ha sido en un contexto de negociación para apoyar mayorías de Gobierno, nunca sentándose con una visión a largo o medio plazo sobre la estructura del Estado. Es cierto que algunas, entre ellas Valencia, no tienen la financiación que deberían per cápita, pero no creo que haya que ir una por una con un “qué hay de lo mío”, sino que necesitamos una revisión de cómo funciona todo el sistema.

La descentralización ha conseguido la mayor igualdad de la historia en acceso a la sanidad, bien es cierto que dentro de cada territorio. Pero luego las diferencias no son tan importantes entre comunidades, tan solo con las de régimen foral, por eso sería una cuestión puramente de financiación, no de descentralización.

No pedimos que la sanidad se gestione desde Madrid, sino que el Estado garantice la igualdad. En las comunidades con ventajas fiscales como Navarra o el País Vasco, o pronto Cataluña, por motivos electoralistas se sigue manteniendo un privilegio que no tiene sentido. No sé por qué el ciudadano vasco o navarro debe tener más financiación que yo, me parece completamente injusto. Ellos usan el palabro de que es por leyes ancestrales y a mí me parece una tomadura de pelo. Me cabrea bastante. Pero repito, la gestión debe estar en cada comunidad, lo que queremos son mecanismos para garantizar la igualdad y también negociar la compra de medicamentos de forma conjunta, lo que es obvio que abarataría los costes.

También estás en la Comisión de Cultura del Congreso. Aquí, en las actas, veo que para hablar de tauromaquia citas a Savater y luego dices: la fiesta de los toros no está en su mejor momento, dejemos que sea el propio mercado, la sociedad española, quien decida si debe seguir o no debe seguir”.

La fiesta de los toros ha ido evolucionando, hay cosas que se hacían antes en una plaza y que hoy en día sería impensable verlas. En algunas plazas atraviesan por una grave crisis de público. Si es el mercado, el público, el que decide que ya no quiere ir a los toros, pues que así sea. Pero yo no estoy por prohibir los toros porque me parece una hipocresía, sinceramente, ponernos a limpiar nuestras conciencias prohibiendo el espectáculo taurino y dar la espalda a cómo se transportan los animales, por ejemplo, o a cómo los sacrificamos. Quien se quiera quedar contento, bien, pero yo no quiero funcionar así en mi vida, yo quiero ver todo, no solo una parte. Pero lo curioso es que yo no soy taurino, tengo a todos los toreros llamándome por teléfono, invitándome a las corridas, y yo no soy taurino.

Eso de que el mercado es el que decide se contradice con lo que votó UPyD de declararlo Bien de Interés Cultural, porque le da privilegios fiscales.

Estamos en contra de que le den algún tipo de privilegio o subvención, aquel día yo lo dije claro en mi discurso: prohibición no, subvenciones tampoco. El PP lo que está haciendo es una trampa para colar la fiesta de los toros en Cataluña, y la única forma que ha encontrado es esta, ante unos nacionalistas que están en contra de los toros y defienden el correbous, el colmo de la hipocresía. Entonces el PP, a su manera acomplejada, en vez de plantar cara, hace esta estrategia para colarlo por la puerta de atrás. Nosotros lo que vamos a hacer es enmendar todo el proyecto para que no haya ningún privilegio fiscal. Encima en un momento en el que se están quitando las subvenciones a todas las artes, dejárselas al toreo me parece una injusticia. Aunque yo no creo que el sector quiera subvenciones.

Muchas corridas permanecen vivas porque son gastos que hacen los ayuntamientos en las fiestas patronales.

Ya, pero también así permanecen muchos conciertos y muchas funciones de teatro con entradas subvencionadas, que no se paga todo lo que cuesta la cosa. No solo pasa con los toros, en esto hay que ser justo.

Entonces equiparas el toreo al teatro o la música.

Creo que la gente va a los toros para suspirar por una verónica. Para vivir algo que tiene que ver con un rito, para ver arte. He hablado con muchos, no conozco a ninguno que vaya a ver sufrimiento o sangre. De hecho, cuando un torero mata torpemente se le monta un pollo monumental en la plaza, se le abronca. Lo de que la gente disfruta viendo crueldad no es cierto. No sé dónde vi la frase de que si quieres ver crueldad vete a un matadero, pero a una plaza de toros no. Porque en una buena corrida de toros no es eso lo que abunda, es otra cosa.

Hay algo curioso, igual es ponerme muy profundo, pero esto es que es un rito. Anteriormente tenía que ver con enfrentarse a la bestia, prácticamente desnudo, sin nada, en desventaja, y vencerla. A la muerte, a la naturaleza, a todo esto. Hay una parte de la sociedad que parece querer darle la vuelta al rito y lo que quiere es cargarse al torero. Tiene que ver con una concepción nueva, con una sociedad que también le da la espalda a la muerte. Es de esto de lo que se está hablando en la plaza, de la muerte y del rito, y yo creo que no solamente a nivel humano, vivimos de espaldas a la muerte en general, a la muerte de las personas y a la muerte de los animales que utilizamos. La muerte enriquece la vida, entender la muerte es necesario para entender partes de la vida.

Sobre tu papel en la Comisión de Educación y Deporte. A un partido que denuncia el despilfarro, ¿qué le parece la candidatura de Madrid para los Juegos Olímpicos?

Tengo mis dudas. Sé que la posición del partido sobre este asunto en la Asamblea de Madrid es crítica. Primero porque Grecia organizó unos Juegos Olímpicos y mira cómo están. No creo que sea un gran negocio. Todo depende de las condiciones en que se haga, y las que tenemos no son las mejores. No estoy de acuerdo con que sea el mejor momento, pero parece que tenemos un empecinamiento en seguir probando hasta que se consiga, si es que esto funciona así. En el caso de que se logre, todos trabajaremos para que sea lo mejor posible.

¿Qué te pareció cuando Alberto Contador dio positivo por clenbuterol que fuera arropado públicamente y defendido por políticos como Rajoy, Zapatero, Revilla o Rubalcaba?

Conozco el tema del filete, sí, soy gran aficionado al deporte y me lo sé bien. Pero enmarcando este tema dentro de esa Comisión, me parece más grave todavía que la selección española se coja un pedo del 30 de alcohol, la droga más utilizada entre los menores de 18 años. Hay que hacer dos valoraciones: una, el miedo a atacar a figuras que ya son tótems y que pueden haber utilizado sustancias prohibidas como se ha demostrado. Aquí los políticos hacen uso de la corrección política y no se atreven a criticarlo. Si se demuestra que hubo un mal uso de una sustancia, hay que castigar a esa persona y ya está. Eso sí, creo que hay que tener cuidado en cómo se hace, no hay que criminalizar a un sector como el deportista. Yo he hecho deporte toda mi vida, no profesional porque no puede serlo, pero jugaba al rugby en Valencia. Entrenaba cuatro días a la semana como una bestia, estaba hecho un toro. Y no he visto nada de dopaje a mi alrededor nunca. He tenido amigos deportistas de élite y creo que en general la gente es limpia.

A partir de ahí, hay que tener en cuenta los derechos de los deportistas. No me parece de recibo que pueda entrar un vampiro en la habitación de un ciclista a sacarle sangre cuando le dé la gana. Creo que la Administración tiene que ser diligente, intentar ir por delante de los métodos que usan los que se dopan. Lo que se hace con esto muchas veces es limpieza de imagen. No creo que sea una cosa tan extendida, pero es algo que se hace como para quedar bien. A mí me preocupan más los menores de 18 bebiendo alcohol, me parece más importante que el dopaje en el deporte.

Pero son cosas completamente distintas.

No, es como cuando desde Hacienda Montoro ataca a un sector porque es lo mismo que se hizo con Lola Flores, darle duro para dar ejemplo, y yo creo que aquí ocurre un poco lo mismo.

Pero no es tan sencillo como que un deportista hace trampa un día porque le da a él por ahí, aquí entra en juego la marca España, sponsors, mucho dinero, dopajes que parecen masivos…

Yo no veo dopajes masivos.

Operación Puerto, Galgo.

A Marta Domínguez no le demostraron nada, hasta que no salga algo yo respeto la presunción de inocencia. Los que se dopan son una minoría en comparación con todo el número de ciclistas que hay haciendo las cosas de forma honrada. Claro que hay tramposos, pero como en cualquier lugar de la sociedad, no puedes pretender un grado de ejemplaridad en el sector deportista que no tienes ni en la judicatura. Claro que habrá una parte de tramposos, hay que luchar para que no puedan llevarse el gato al agua. El antidopaje que hay hoy por hoy es una forma de hacer la foto y demostrar que están siendo activos. Si quieres hacerte la foto invierte en investigación y ve por delante y haz un trabajo serio. Irrumpir a las tres de la mañana en la habitación de un tipo no me parece serio. Ya estamos con lo penal siempre en vez de hacer el trabajo anterior.

Toni Cantó para Jot Down 5

En lo de los toros citaste a Savater, persona cuyas opiniones respetas.

Es un referente para mí, absolutamente.

Pues en la adopción por parte de parejas homosexuales ha dicho que le parece inmoral que un niño pierda su derecho a tener un referente paterno y materno

Pues ahí no estoy de acuerdo. No tengo por qué estar cien por cien de acuerdo con nadie, aunque sea un referente ético. En eso no comulgo con él y ya está. Veo con toda la naturalidad que una pareja de hombres o de mujeres puedan tener un niño.

Cambiamos de Comisión, en las actas de la de Discapacidad leo que un día te interesas por el derecho al voto de los disminuidos intelectuales.

En esta comisión se aprende mucho. Vino una mujer a preguntar por qué negábamos el voto a algunos discapacitados intelectuales cuando luego hay algunos personajes con derecho a voto que hay que ver las barbaridades que hacen y, sin embargo, a los disminuidos, que podrían votar con mucho más sentido común, se les niega. Hay personas con discapacidad que no pueden votar, no te sé decir ahora cuál es el baremo. También hay casos peores, a otros se les esteriliza. Yo no estoy de acuerdo con nada de esto. Es que en esta comisión te hacen saltar prejuicios por los aires continuamente. Trabajar y hablar con gente con discapacidad, o como ellos dicen, con los diversos, te hace más completo como ser humano. Porque defienden que no se les debe llamar discapacitados lo mismo que yo no te llamo a ti, “Álvaro, el que no puede correr los 100 metros”. Por eso prefieren hablar de diversidad, no de discapacidad. En esta comisión uno se enfrenta a sacudidas potentes. Me gusta especialmente aunque tengo la sensación de que los partidos hablan mucho y luego hay poco reflejo en los presupuestos.

También a muchos discapacitados se les está negando el derecho al voto al no permitirles acceder al colegio electoral por no poner una rampa, por ejemplo. Un tío en silla de ruedas no puede votar en un colegio con cinco escalones en la entrada. Es otra forma de limitar también su derecho al voto. Tengo un gran amigo que es periodista discapacitado, va en silla de ruedas, y paseando con él en San Sebastián me lo decía: es alucinante, ese bordillo yo no lo puedo superar, algo de lo que tú no te das cuenta.

Para que te hagas una idea de la tremenda distancia a la que estamos de otros países al tratar este problema, hay uno nórdico cuyo nombre no recuerdo ahora, donde algunos discapacitados totales tienen derecho a que el Estado les subvencione prostitutas para que puedan tener acceso a vida sexual porque de otra manera sería imposible. Imagínate si yo planteo esto en la comisión de discapacidad ¡Me montan un pollo!

¿Crees que hay muchos tabúes en España?

Sí, como en el caso del feminismo. Yo solo dije que había unos datos y la fuente no era cierta, pero no puede ser que porque tú hables de una parte del problema te estés alineando automáticamente con la otra. No puede ser que porque tú defiendas a un hombre maltratado o víctima de una falsa denuncia te estés poniendo al lado de los maltratadores. Eso no es así, esto es una locura. Es de nuevo esa manera de simplificar o de eliminar al adversario cuando está poniendo en solfa algo que no funciona, porque es que no funciona.

Si tengo que entender vuestra posición con respecto a las guerras a partir de los tuits de Gorriarán, no me entero. Dijo un día que Afganistán y Libia eran “acciones necesarias”, y otro que España debía retirarse de Afganistán porque “es una guerra sin objetivo”.

¿Una guerra sin objetivo? Creo que Carlos se referiría a las guerras que no son aprobadas por el Parlamento o están llevadas a cabo de una manera irregular, tenemos ejemplos no muy lejanos en el tiempo de cómo se hace. Esto lo explicó muy bien Rosa en uno de nuestros mítines, donde se le cede la palabra al público —no conozco otro ejemplo en nuestro país, por cierto—; una chica hizo una argumentación muy antimilitarista y Rosa dijo que su familia era republicana y que ojalá en la época de la Guerra Civil hubiera habido una OTAN o una ONU que se pusiera entre las dos partes a parar lo que estaba sucediendo.

Estoy muy orgulloso del trabajo que están haciendo las tropas españolas por todo el mundo con todas las limitaciones que hay, con lo lenta que puede ser la ONU. Aportan un granito de arena para que algunas zonas del mundo sean mejores.

¿Crees que debemos permanecer en la OTAN?

Creo que tenemos que estar en estos organismos, llámese OTAN, que garanticen que no se hagan determinadas cosas en zonas de nuestro mundo, donde la gente está muy mal y no tiene garantizado ningún derecho ni ninguna libertad. Y la solución no es eliminarlo, sino trabajar desde dentro para que mejore.

Es que la OTAN ocasionó la independencia unilateral de Kosovo, en Serbia, una secesión que no solo apoya la UE, sino que se le impone a Belgrado como condición para entrar en la Unión Europea. A mí eso no me cuadra con vuestras posturas sobre el nacionalismo.

No lo sé. Creo que el nacionalismo es uno de los grandes problemas que tiene este país. Y no me considero nacionalista porque quiero lo contrario que ellos, quiero ceder más competencias, quiero que me controlen más, quiero unión fiscal. Ellos están en todo lo contrario. A partir de ahí el único futuro que tenemos es el de Europa, tendremos mejores armas para defendernos en un mundo globalizado donde el tamaño importa. Pero con respecto a Kosovo, no creo que debamos promover ningún tipo de secesión en ninguna parte, porque aquí vamos a tener prontito un panorama que tiene que ver con este tipo de problemas.

¿Hasta dónde serías capaz de llegar para preservar la unidad de España? ¿Tolerarías una intervención armada?

Eso no va a llegar. CiU tiene un precio, siempre lo ha tenido, y ya lo está poniendo. Si hay una mayoría en el pueblo de España que decide que una zona se puede separar, vale. Pero hay una herramienta constitucional que se votó y que votaron una mayoría de catalanes que explica cuál es ese proceso. Ahora, yo no estoy por saltarme la ley, evidentemente.

Como objetor de conciencia, cuando aparecen estos militares retirados hablando de intervención armada, ¿no te da, no sé, al menos, repelús?

Eso ya no es un militar, cuando está retirado ya no lo es. Nuestro ejército está teniendo un comportamiento ejemplar. Todo eso son locuras, nunca se va a llegar a un enfrentamiento, pero entre otras cosas porque, como digo, CiU tiene un precio, y ya lo está demostrando. Cuando tiene dificultades económicas, primero saca la bandera para taparse las vergüenzas, que no lo ha conseguido porque siguen saltando vergüenzas a borbotones. Electoralmente Mas demostró ser un horrendo estratega y ya están empezando a cambiar el discurso. Decían que en el 14 no, que más adelante. ERC ya está mosqueada con ellos. Pero el PP, y esto es más preocupante, está dando muestras de que se puede profundizar todavía más en eso de ciudadanos de primera y de segunda en nuestro país y que por lo tanto se le pueda dar un trato preferente a Cataluña. Luego, cuando escucho esto en el Congreso y dicen que las razones que motivan la independencia son ancestrales, me parece para reír por no llorar. Porque que me digan que por razones ancestrales un vasco o un navarro o un catalán puedan tener privilegios fiscales me parece alucinante. También hubo razones ancestrales para que las mujeres no votaran. O para el derecho de pernada o para un montón de aberraciones que hemos ido superando.

Y lo de las balanzas fiscales es mentira. Con esto se puede hacer como Montoro en economía, según te venga bien puedes hacer un balance, pero es que no son los territorios los que pagan los impuestos, son las personas. Y siguiendo ese argumento absurdo y falaz, dentro de nada Pedralbes se podría separar de cualquier barrio pobre de Barcelona, o Tarragona podría decidir no estar unida con Girona y ya está, pero a mí me parece que esto no se sostiene por ningún lado. Es el resultado de un grave error que se produjo en nuestro país: ceder la competencia de educación junto con la de sanidad a las comunidades autónomas.

Por eso los nacionalistas catalanes dicen que si se hace un referéndum se dejará votar a los menores, porque ellos saben que a esa edad les tienen bien lavado el coco. Y si ellos pudieran probablemente prohibirían votar a los mayores de 50. Afortunadamente, no pueden. Pero al transferir esa competencia lo que ocurre es que hay una gente a la que se ha educado poniéndoles al enemigo español enfrente, algo completamente escandaloso. O hablando de Països Catalans, que a mí como valenciano me entra la risa cada vez que lo escucho. En fin, todo este tipo de aberraciones, pero el mensaje ha calado. Es la estrategia de Goebbels, de manejar la publicidad, la educación, y que el mensaje vaya calando.

Sobre la doctrina Parot…

(Se adelanta) No a la tarifa plana en los asesinatos. No puede ser que un tipo cumpla la misma cárcel por un asesinato que por 20. Es una pena que el único juez español que hay entre esos 17 esté en contra y esté puesto ahí por Zapatero. Yo estoy a favor de esa doctrina.

Prisiones preventivas, como la de Laura Gómez por quemar dinero falso en una caja de cartón, interrogatorios con policías encapuchados… ¿Esto no te preocupa tanto como la doctrina Parot?

Yo no generalizaría. Vivo a diario y me he reunido en multitud de ocasiones con la policía y las fuerzas de seguridad del Estado, la Guardia civil, y creo que hacen un trabajo excepcional. Evidentemente, como en cualquier otro sector de la sociedad puede haber gente que no haga bien su trabajo, pero son una excepción. A partir de ahí, y si esa excepción que no conozco personalmente es cierta, pues lo único que hay que hacer es depurar responsabilidades.

En el caso de acciones antirreglamentarias en manifestaciones, como porrazos por encima de la cintura, no se pueden depurar responsabilidades porque los policías no van identificados.

Creo que ya van a hacerlo, ya está anunciado. Y apoyo que así sea.

Y el delito de desobediencia, con manifestantes que están pagando multas de trescientos, cuatrocientos euros…

Yo no me ocupo de esta parte del trabajo, pero mi percepción como ciudadano es que los abusos que pueda hacer la policía en ese sentido son muy puntuales. He ido a manifestaciones, me han dado un porrazo, y luego me he visto en problemas y he llamado a la poli y me han ayudado. En mi época, cuando llegué a Madrid, había unas manifestaciones muy bestias, estuve en alguna y tengo la percepción de que el trabajo de las fuerzas de seguridad en este país es ejemplar, y si hay algún abuso lo que hay que hacer es corregirlo. El mensaje de que no es así, que por cierto es un mensaje que repite constantemente el lobby de ETA en el Congreso, Amaiur, me parece de una irresponsabilidad total.

A estos quieres ilegalizarlos.

Bueno, es que son ETA. Son el lobby de ETA, aquí les oigo todos los días dando la matraca de los presos políticos y diciendo barbaridades como la existencia de guerra, paz, o conflicto —conflito como dicen ellos—. Son cosas que me parecen absolutamente repugnantes. No entiendo la manera que tienen ellos de colocar el asunto sobre el tapete. No hay más que verles las caras, mis compañeros del País Vasco los conocen de toda la vida, sabemos quiénes son los batasunos dentro del partido. La señora Mintegi hacía el otro día unas declaraciones hablando de violencia política que eran deleznables, pero bueno.

En esta postura os habéis quedado solos.

Otro ejemplo de que el Partido Popular dice una cosa en la oposición y que cuando llega al Gobierno no cumple.

Borja Sémper nos dijo en que el futuro de Euskadi había que construirlo con Bildu.

No debe estar en las instituciones gente como esta que habla de que hay prisioneros políticos en nuestro país, que le hace un homenaje a Thierry. No pueden estar. El PP tiene una postura cobardona en este y en otros muchos ámbitos, para disgusto de muchos de sus militantes.

Toni Cantó para Jot Down 6

En vuestro programa proponíais que se penase el “negacionismo” del terrorismo de ETA.

Lo mismo que sucede en Alemania con los nazis.

Pero hace un momento me has comentado que prefieres la educación a la penalización…

Hablamos de temas muy diferentes. No se puede tomar en broma ni a la ligera un ataque a la democracia de la gente que mata. Es un tema muy serio que no se puede comparar con nada.

¿Valdría también para los crímenes de la Guerra Civil?

Creo que tampoco tiene nada que ver. ¿Hasta cuándo echaríamos atrás? Aquí hubo una amnistía, con la que estuvieron de acuerdo los partidos políticos, que dejaba de mirar hacia atrás. Desde entonces se mira hacia delante y estoy de acuerdo con esa forma de ver las cosas. Si, además, estos lo tienen facilísimo, solo tienen que condenar a ETA. No hablo del perdón, solo de alejarse del terrorismo —que es complicado porque la organización terrorista está en ellos— y colaborar en los más de trescientos asesinatos por resolver. Mucha gente sabe quién asesinó, que colabore. La manera clara de demostrar que se está en otra vía absolutamente diferente es la colaboración con la justicia.

En el franquismo hubo homosexuales encarcelados, torturas en las comisarías, y los responsables de todo eso se fueron de rositas.

Hablo de otro tema. En la Transición yo no era político. Lo que pedimos es lo que se debe hacer ahora mismo.

También en vuestro programa llevabais sustituir el término “nacionalidad” por “comunidad”.

Somos muy críticos con cómo se ha llevado a cabo el proceso nacionalista en nuestro país, siempre ha sido utilizado por una clase política y económica para manejar al personal. Por eso hablo a menudo de que el Estado vuelva a ejercer la competencia de educación. En el fondo estamos hablando de dinero. Al final, el señor Mas, cuando estaba mirando el proceso soberanista, estaba hablando de excepciones fiscales. Cuando veo a alguien agitar todo el tema de la bandera, del nacionalismo, incluso de la lengua, son otros intereses, no me creo para nada el tema nacional.

Tampoco tendría nada que ver entonces suprimir la figura de la nacionalidad si el problema es que el uso que se le da es para otros fines.

A mí me da igual la figura que quieran adoptar ellos o cómo se sientan. Solo me importa que no tengan más derechos que yo.

Tienes tus tres cuentas en Bankia, según la información que facilita el Congreso, ¿no te habrán cogido también con las preferentes?

Nunca tuve pasta para comprar preferentes. Pero normalmente en Bankia, cuando he entrado en las sucursales, todos me felicitan por la querella que les hemos puesto porque creen que gran parte de los problemas que atraviesan se deben a estos mandatarios. Y ellos son los primeros que están deseado que se acabe eso y que se les castigue.

¿Te gustaría ver a Rato castigado por la situación en que salió Bankia a bolsa?

Me gustaría, y espero —y creo que será muy bueno para esta sociedad— que gente de este tipo acabe en la cárcel. Y que se deje de indultar, como ha hecho el PP con los de Unió, a políticos que estaban en este tipo de asuntos. Será necesario y curativo para la sociedad que la impunidad poco a poco se vaya acabando, pero no soy muy optimista.

Basta Ya, germen de UPyD, recibió “sobres de Bárcenas”.

No tiene nada que ver. Basta Ya era una asociación completamente distinta a UPyD, recibía donaciones de cantidad de personas y no tenía obligación ni posibilidades de saber de quién era la aportación, y hablamos de una época en la que ETA estaba matando, ni siquiera debería hacerse público por motivos obvios quién estaba contribuyendo con uno de los poquísimos grupos, por no decir el único, que se atrevió a salir a la calle a plantar cara a los terroristas. Que se haga uso de esto para atacarnos me parece vergonzoso, porque además, repito, legalmente no hay ningún problema. ¿Crees que en el año en que se recibió este dinero en Basta Ya alguien sabía que Bárcenas era un corrupto? Si es que el dinero venía de él, que ni siquiera era así, que él se lo daba a otro para que lo ingresara en Basta Ya. ¿Cómo se podía saber que el dinero venía de Bárcenas, primero, o que Bárcenas en aquella época tenía problemas? ¿de qué estamos hablando, de Regreso al futuro, de ciencia ficción?

Cuando haces un rap en campaña electoral o refutas al nacionalismo con un sketch de Monthy Phyton, ¿no temes que te acusen de populista?

No, no. Qué va. Me da igual lo que me digan, haga lo que haga me van a decir de todo. Además, cumplieron muy bien con lo que yo esperaba de ambas cosas. Fueron trending topic ambos, aunque he tenido ya tantos TT que estoy deseando no tenerlos. Esos vídeos han sido descargados millones de veces. El problema es que en este país hay una dificultad para que te vean si no eres del PP, del PSOE o de IU, es una complicación real y por eso hay que buscarse la vida de esta manera. Creo que es evidente que los partidos que están en el poder tienen muchas menos dificultades para entrar en los medios. Y los partidos grandes, por costumbre, o por cómo está conformada la cabeza política del país entero, es complicado que den paso a nuevas formaciones. Sin embargo, hace 20 años lo hubiésemos tenido mucho más complicado que ahora, pues no había redes sociales.

Humor, redes sociales… eso me recuerda a Beppe Grillo.

No, me parece que ese es un movimiento mucho más heterogéneo y bastante menos institucional que UPyD. Considero que pertenezco a un partido responsable que no es antisistema. Somos anti este sistema. Con muchas ganas de instituir otro diferente, con otras maneras de funcionar, y con mecanismos para evitar todo lo que nos ha traído a la situación actual. Todo eso tiene que ver con controles independientes, con despolitizar la justicia y con cambiar la ley electoral, que es fundamental.

Nosotros lo estamos logrando con casos como el de Asturias: con un diputado, para pactar, les imponemos cambiar esta ley. Solo a cambio de darles el poder, que es el único idioma que entienden. La única forma de cambiar las cosas mientras los partidos sigan siendo grandotes es necesitando a partidos como el nuestro que les puedan obligar. IU lo lleva en su programa, pero tuvo una oportunidad en la época de Carrillo, porque el PSOE lo necesitó, pero no lo hizo. Y ahora sigue sin hacerlo en Andalucía, pero ocupa poltronas. Nosotros no estamos aquí para ocupar poltronas, estamos aquí para obligar al PSOE a cambiar la ley electoral y lo va a hacer.

¿Y la República?

Yo no soy especialmente crítico con la monarquía. Ahora mismo me parece un mal menor. Lo que sí me parece esencial es que entre dentro de la ley de transparencia. Quiero que la conducta del rey y el príncipe y toda la casa real sea intachable, y que yo le pueda vigilar de la misma manera en que me vigilan a mí. Me parece irrenunciable. Igual es un poco absurdo pedir igualdad frente al rey…

Sí, has criticado las razones ancestrales de los nacionalismos y…

Repito, no me parece que sea un problema esencial para este país. Creo que hay cosas mucho más importantes, no soy monárquico pero tampoco me considero republicano. Es que este asunto ni me preocupa. Lo que sí me preocupa es que entre en la ley de transparencia, que yo esté tranquilo en cuanto que se le pueda fiscalizar de arriba abajo y que no haya ninguna tacha de duda, porque uno de los pocos valores que sí que tiene la monarquía es el diplomático. Es evidente que al rey se le recibe y se le levanta el teléfono en muchos países del mundo antes que a otros líderes de naciones más importantes que la nuestra. En la manera en que podamos seguir consiguiendo que el rey tenga un comportamiento intachable, esto seguirá siendo así.

Una ley de transparencia que permita informar sobre el rey, si luego tiene una vida licenciosa, adiós diplomacia…

Es que yo no creo que deba tener una vida licenciosa. La tiene porque no hay transparencia (Silencio)… Si es que la tiene. Quiero decir, que las leyes están para eso, para evitar cierto tipo de comportamientos y de la misma manera que estamos empujando duro y conseguiremos que los partidos políticos, que tiene narices, de verdad estén dentro de esa ley de transparencia —el PP no quería, el PSOE tampoco, yo espero que al final entren en razón—, también la casa real. De hecho, celebro la imputación de la infanta. Nosotros, que nos quedamos solos pidiendo transparencia para la casa real, creemos que esta es una buena noticia porque así va a poder defenderse. Y sobre todo se demuestra que no está por encima de la ley.

¿A la CEOE no le da la risa cuando ve vuestra propuesta de contrato único indefinido?

Son unos interlocutores, como los sindicatos, igualmente válidos, pero a quien le toca hacer las leyes es al Gobierno. Creemos que el contrato único indefinido con indemnización creciente es una fórmula fantástica para mejorar las cosas en este país. Históricamente se ha demostrado que son los contratos menos afectados por el paro. El problema de España no es solo la falta de trabajo, también la precariedad, sobre todo en la gente joven. Se encadena trabajo precario tras trabajo precario. Y desde el otro lado, creo que habría empresarios contentos con esta medida porque esta situación da la necesidad de ir formando continuamente trabajadores y contar con una buena mano de obra cualificada.

También estarán contentos si se le quita la financiación pública a los sindicatos, como proponéis, que se la quitaríais a la Iglesia y sindicatos, pero no a los partidos.

Con los partidos lo que pedimos es reducirla, como la de los envíos de correos, etcétera. Creo que los partidos tienen que recibir financiación pública, pero nosotros somos los que tenemos las cuotas más caras y nos financiamos a través de los afiliados. Creo que es obvio que hay que vigilar estrechamente los créditos a los partidos. Es clamoroso que muchos tengan préstamos condonados por una banca con la que han sido especialmente dadivosos o permisivos, por no decir corruptos también, sobre todo en el caso de las cajas de ahorros. Aunque unos partidos políticos que solo dependieran de la financiación privada serían presa de los lobbys, como ocurre ahora en Estados Unidos. Por eso sí creemos que en parte deberían ser financiados con dinero público. Los sindicatos, sin embargo, pienso que son un elemento diferente en el que los trabajadores se asocian para defender sus derechos y sí pueden depender del dinero de sus afiliados.

Finalmente, la pregunta del millón: cómo cambiar el modelo productivo español, que está en vuestro programa.

Nuestro modelo productivo solo se basaba en dos cosas, turismo y burbuja. Todos lo veían y nadie quiso hacer nada al respecto. A mí lo que me dice la gente es que necesitan, no que el Estado les ayude, sino que no les moleste. Crear una empresa en este país es una tortura, la burocracia y los impuestos que hay que pagar, también.

Hay sectores, como el agroalimentario, que están tirando de nuestra economía, que necesitan un trabajo serio en investigación, innovación. En época de crisis, Alemania nos dobla el presupuesto de investigación. Solo aumentamos la productividad en este país a base de precarizar empleo.

Pero ahora, constitucionalmente además, a lo que estamos orientados es a pagar la deuda.

Hay que hacer un trabajo diferente en Europa, que se ha demostrado que no es perfecta. No puede haber soluciones uniformes, un país como España necesita medidas distintas a las alemanas, pero nadie se quejaba de Europa cuando nos regaba con ayudas que no fueron bien utilizadas. De hecho, fueron una fuente de corrupción y despilfarro y ahora protestamos cuando nos piden más seriedad en las cuentas. Pero un Gobierno como el de Rajoy o Montoro, que engaña con el déficit, nunca será un buen interlocutor que pueda hacer fuerza en Europa.

Hay que recortar en gastos inútiles, eliminar diputaciones, fusionar ayuntamientos, como nosotros decimos, adecuar el funcionamiento de las comunidades autónomas. Estamos hablando de un ahorro de cuarenta mil millones de euros según la Fundación de UPyD. Un PP teóricamente liberal debería reformar todo esto, pero no lo hace porque tiene colocados a todos los suyos.

O el tema del fraude fiscal, la propia administración de Hacienda lo cifra en 60.000 millones de euros. Esto significa que estamos por encima del doble de la media europea, tenemos muchos menos inspectores que el resto de países. Solo con ponernos en la media europea sería una entrada importante de dinero. Fíjate en la diferencia de número de inspectores con Francia y Alemania, es tan brutal que causa sonrojo. En vez de hacer estos gestos para la galería que hace Montoro, debería hacer un trabajo serio y darle a Hacienda los medios que necesita, que no es tanto apretar a los que ya pagamos nuestros impuestos como acabar con el fraude. O con los paraísos fiscales, hay que trabajar para eliminar la opacidad del dinero que va a ellos. Zapatero dijo que iba terminar con esto, pero nunca se hace nada. Debe haber mucha gente que no tiene ningún interés en que esto no siga así.

Toni Cantó para Jot Down 7

Fotografía: Guadalupe de la Vallina

 

Rafael Poch: “China es de los países mejor gobernados del mundo”

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Rafael Poch para Jot Down 1

La información internacional sufre dos grandes males. El más de lo mismo y el a ver quién la dice más gorda. Durante muchos años, Rafael Poch-de-Feliu (Barcelona, 1956), corresponsal internacional de La Vanguardia, ha destacado por trabajar en una línea opuesta a estos dos vicios. En sus crónicas, al menos, siempre hemos encontrado otro punto de vista. No el contrario a la propaganda, sencillamente una visión singular, distinta. Poch considera que el periodista no debe leer solo periódicos, sino que tiene que seguir publicaciones más académicas y libros. Se queja de que cada vez conoce más periodistas jóvenes que no leen. Él apuesta por complementar la información con fuentes alternativas de calidad, como profesores de universidad o sociólogos, dada la tendencia a la mentira y el engaño de las fuentes institucionales. El resultado de esta forma de trabajar está en las hemerotecas, pero también en sus libros sobre la URSS (Tres días de agosto, Tres preguntas sobre Rusia y La gran transición, que ha sido traducido al ruso y al chino), China (La actualidad de China, un mundo en crisis, una sociedad en gestación) y Alemania (La quinta Alemania, que aparecerá en mayo editado por Icaria). Obras didácticas, llenas de matices. Versiones de los hechos históricos, de la sociedad de estos países, nutridas con fuentes diversas que pueden ir del político al campesino, del periodista al activista. Ha sido corresponsal en Europa del Este, Moscú, Pekín y Berlín. En todos estos destinos fue y es testigo de las grandes transformaciones del mundo contemporáneo. Repasamos con él su trayectoria para que ofrezca una explicación de todo lo que ha investigado y narrado para sus lectores.

Cuando estuviste de corresponsal en la URSS, describiste la vida así: “dura y poco confortable, pero al mismo tiempo bastante relajada; todo gira a pocas revoluciones y se desconoce el estrés laboral o la inseguridad por el futuro”. Luego pasaste a China y comentaste: “Pese a las dificultades, los chinos nunca habían sido tan libres y prósperos, lo que explica el optimismo que, en general, desprende la sociedad”. Cuenta cómo encontraste Berlín a tu regreso de China hace cinco años y, particularmente, cómo has visto España estos días.

Regresar a la vieja Europa fue reencontrarme con algo que describiría como “un gran bostezo social”. Aunque precisamente después de 2008, con todos los movimientos sociales que están surgiendo, mi visión está siendo matizada. Pero sí, en Berlín, en Europa occidental, encontré un gran bostezo. Y en España, treinta años de conformismo, apatía y abulia social. La generación que siguió a la nuestra de la Transición se durmió y se desencantó con la realidad que le tocó vivir. Se acomodó a ella. Era una realidad relativamente fácil. Además, cuando mi generación llegó al poder, hubo un desencanto porque dio una imagen muy poco ejemplarizante.

Este es el panorama europeo en general. Alemania creo que es un país bastante deprimido. Ocho millones de trabajadores precarios han transformado completamente un país que cuando yo lo conocí a principios de los 80 era ejemplar. En aquella época un redactor de una agencia de prensa ganaba 3000 marcos, el equivalente actual de 4000 euros, y ahora tiene un sueldo de 1200 euros sin seguridad laboral, te pueden echar cuando les dé la gana. El mileurismo ha llegado a Alemania y lo ha transformado todo. La inseguridad, la desigualdad, la injusticia. Todo este tipo de problemas, Alemania los despachaba antes gracias a su relativa nivelación social. Ahora que la ha perdido aparecen problemas psicológicos en la población, hay estudios que lo demuestran, y por supuesto consecuencias económicas. La moral del trabajo en Alemania no es la misma que era hace 30 años. Como sigan así lograrán trabajar tan mal como los españoles. Es verdad que aún en la gran industria las relaciones laborales están basadas en el modelo anterior, pero también hay trabajadores precarios en las cadenas de montaje de Mercedes. Están cambiando la gallina de los huevos de oro, el gran modelo alemán, con la exclusa de ser competitivos. El Mercedes no compite con el coche de Japón o China, se compra por la calidad. Una calidad que se consigue con buenas relaciones laborales y no con lo que están haciendo.

Por otro lado, en España ya ves lo que tenemos. Un movimiento social incipiente que no sabemos hasta dónde va a llegar. Visto desde fuera me ha parecido en algunos momentos muy exhibicionista, con mucha propuesta online y poco contenido ideológico transformador. Sin embargo, todo va cambiando poco a poco, esperemos que evolucione. La vida les empujará, y si no evoluciona y en Europa no logramos crear grandes movimientos sociales, como dice Fontana, tendremos lo que nos merecemos. Volveremos a un nivel de relaciones sociolaborales anterior a la Segunda Guerra Mundial, es decir, espantoso.

Por eso la generación que está ahora entre los 20 y 30 años, que simplemente no tiene futuro, tiene que ponerse las pilas. Si hablamos a nivel macroeuropeo, tenemos dos escenarios. El de 1848, el de la Primavera de los Pueblos, con distintas revoluciones y revueltas cívicas en los países —porque desengañémonos, los movimientos transformadores son nacionales, igual algún día sí se pueden coaligar para una transformación en la UE—, y el otro escenario es el de 1930, el previo a la Europa parda, intransigente y xenófoba. Es cuestión de apuestas, de con cuál te quedas tú. Yo veo indicios de lo uno y de lo otro, ya veremos qué sale de todo esto, pero de lo que surja, dependerá nuestro futuro y el de nuestros hijos.

En tus crónicas desde Berlín has destacado que el momento clave fueron las reformas de Gerhard Schröder.

Sí, marcan un punto de inflexión, pero la película empieza en la Reunificación. La primera idea es que Alemania, en este proceso que ha sido calificado por Fontana o Krugman como el de la Gran Desigualdad, estaba retrasada. En Europa, desde los años 70, asistimos a una gran ofensiva del capital que se come las conquistas sociales del consenso de posguerra, tanto en Europa occidental como en Estados Unidos. Empezó con Carter y siguió con Reagan y Thatcher en Inglaterra. Pero Kohl no pudo hacer esto porque estaban en la primera frontera de la guerra fría. Tenían enfrente una república democrática alternativa, cuya imagen de marca era el estado social. Esto obligó a la RFA a adoptar un capitalismo, que llamaban renano, marcadamente social. Todo esto se acaba con la Reunificación, en cuanto deja de existir la alternativa, el establishment occidental empieza a tener la libertad de hacer lo de Reagan, Thatcher e incluso Mitterand y los suecos.

Entonces, como llegan con retraso, llegan también con ansiedad. En ese contexto, se comen los tremendos costes de la Reunificación, que costó muchísimo dinero. Se habla de dos billones de euros, eso corresponde al 8% del PIB a lo largo de 25 años. Son gastos enormes que explican la obsesión alemana por la austeridad. Además, surge tras 1990 la gran reunificación mundial. Es la nueva oportunidad de marcar un modelo de relaciones laborales diferente. Se incorporó al mercado de trabajo todo el bloque del Este, más China e India. Todo eso dobló el número global de trabajadores. Añadió 1400 millones más de obreros, lo cual alteró la correlación de fuerzas entre capital y trabajo en beneficio del primero.

En Alemania el Este se utilizó como polígono de pruebas, con salarios bajos y precariedad. Esto repercutió en Alemania Occidental. Si los sindicatos decían que no a algo, se llevaban la fábrica al Este. Entre el año 90 y 2003 las reformas no fueron todavía posibles porque estuvieron muy ocupados en digerir toda la reunificación. Fue a partir del año 2000 cuando se crea el consenso de Lisboa en Europa, lo de la competitividad y todo esto, cuando Alemania comienza a desarrollar con mucho retraso la agenda neoliberal.

Kohl ya había empezado, pero no pudo por razones obvias. Entonces, quién mejor que una coalición de izquierdas para hacer el trabajo sucio. Ahí estuvo el señor Schröder con su Agenda 2010, que impuso el programa de recortes más importantes de la historia de la posguerra alemana. Y en eso estamos. Entre 2003 y 2006 todo son reformas laborales y sociales, que tienen un resultado ambiguo. Porque en Alemania se dice, sobre todo al exterior, que tienen éxito porque han hecho las reformas, mientras que los científicos sostienen que en realidad lo que hubo fue una mejora de la coyuntura general que disparó sus exportaciones. No obstante, ahí está la trampa ideológica de hacer ver que este éxito exportador tiene que ver con los salarios más bajos, cosa que no es verdad, y está trayendo muchísimos problemas.

Escribiste que en los últimos años de Merkel las reformas han ido en sentido contrario, que Alemania se aplica a sí misma medidas opuestas a las que pide que se apliquen los demás.

Merkel llega al poder en 2005 y desde ese año no ha hecho ningún ajuste. Ya le habían hecho el trabajo. No ha parado de decir: “¡Gracias, Schröder, gracias!”. Y eso que era su enemigo acérrimo. Es al revés, ahora está recomponiendo aspectos sociales, especialmente porque está en época preelectoral, con un par de medidas en esa dirección. Por eso es curioso que esta mujer diga a los demás que se aprieten el cinturón y no como ellos hicieron con la Agenda 2010, sino muchísimo más. Lo que ha hecho Grecia, lo que hace España, una devaluación interna del 20 o 30%, es mucho más fuerte que lo que sufrieron ellos.

Y ahora viene la demanda de 200.000 trabajadores cualificados del sur de Europa. Suena como un drenaje ¿nos convertimos en sus economías auxiliares?

A esto lo llaman “Falta de mano de obra cualificada”. Lo repiten como loritos. Viene de los think tank empresariales. Pero las preguntas aquí son: cómo es posible que en un país con 7% de paro falte mano de obra cualificada cuando no hay una presión salarial hacia arriba. Deberían pagar más a los pocos que hay para quedárselos, ¿no? Cómo es posible que haya falta de mano de obra cuando por cada oferta laboral hay ocho demandas de trabajo. Lo que veo es que hay una tendencia, un recurso empresarial, para mantener los salarios a la baja. No se contrata a la gente mayor porque piden sueldos demasiado altos. En cambio, se llama a un ingeniero español, o a un conductor de autobuses español, que se conforma con 1200 euros en Stuttgart —es un caso real, concreto, que conozco—. En algunas regiones alemanas, por ejemplo, Baden-Wurtemberg, donde hay prácticamente pleno empleo, sí hay falta de mano de obra en algunos sectores concretos de la industria, pero es muy anecdótico.

En cuanto a que nos vayamos a convertir en un satélite, creo que ya lo somos desde que entramos en el euro. Aunque, en gran parte, ya lo éramos desde antes. Yo me marché de España en el año 83 y éramos un país con mucha industria. España producía de todo, teníamos industria del calzado, metalurgia, teníamos construcción naval. Éramos un país más nivelado, mucho menos de servicios. La política europea ha conducido a que Alemania sea la fábrica productiva y exportadora y los demás hayan perdido terreno, incluso Francia. Esto es algo que hay que analizar y reconstruir para sacar las conclusiones pertinentes, tanto nosotros como la propia Alemania.

Rafael Poch para Jot Down 2

Sobre la Reunificación, has apuntado que fue una historia mucho más prosaica de lo que se reflejó en su momento y ha quedado grabado en la memoria colectiva. Para empezar, porque quienes  propiciaron desde el Este la caída del muro, los movimientos contestatarios de la RDA, lo que tenían en el horizonte era una tercera vía, ni marxismo-leninismo monolítico ni capitalismo.

Una de mis sorpresas al regresar a Alemania en 2008, después de unos años sin haber pisado Europa, fue comprobar que el tema de la Reunificación estaba por escribir. Se hablaba de una revolución pacífica, un cambio, un giro, y no había bibliografía sobre lo que había pasado en concreto. Los archivos estaban cerrados. Los célebres archivos de la Stasi eran inaccesibles en lo referido a la actuación del espionaje occidental durante la caída del muro. Husmeando un poco me di cuenta, y conmigo muchos alemanes, de que la película de la Reunificación es un tema interesante.

Tuvo tres movimientos. Primero, Gorbachov, el paradigma, el hacedor de la Reunificación alemana. Él permitió que el pequeño movimiento contestatario de la RDA se convirtiera en una marea humana. Estos movimientos eran socialistoides y verdes. ¡Wir sind das Volk! (“¡Somos el pueblo!”), decían. Y en el curso de pocos meses este eslogan se convirtió en ¡Wir sind ein Volk! (“¡Somos un pueblo!”). Se pasó de poner el acento en la rebeldía popular a ponerlo en la unificación.

Kohl, que era un viejo zorro, vio en la Reunificación la oportunidad de pasar a la historia como canciller. Con un poco de suerte, si lo manejaba bien, él que estaba de capa caída podía como político conseguir mantenerse en el poder electoralmente gracias a los votos del Este. Para eso tenía que seducirlos y su mensaje fue clarísimamente, a partir de marzo o abril del año 90, en víspera de las primeras elecciones libres en Alemania Oriental, “si me votáis a mí y no a un Gobierno que os repita las chorradas socialistoides, os garantizo que vais a tener Disneylandia, tíos”. Lo llamó “paisajes floridos”. Cita textual de Kohl. Y la gente en Alemania del Este, lo que era el movimiento social, la vanguardia, los escritores, los intelectuales, los activistas de la Iglesia protestante, eran gente idealista, visionarios. Querían socialismo, pero socialismo verde. No querían ser absorbidos por la RFA, querían su propia vía. ¿Pero la masa? La masa lo que quería era Disneylandia ya.

Entre marzo del 90, cuando los sondeos le daban un 10%, y las elecciones de mayo en las que ganaron sus satélites en el Este, hubo un vuelco. La clave está en esta Disneylandia que concretamente fue la promesa de la unión monetaria, que un marco del Este valiera lo mismo que uno del Oeste. Este era el truco. Si valían lo mismo, quería decir que si yo tenía 6000 marcos ahorrados en el Este, se convertían en 6000 deutsche Mark, el sueldo de dos meses de un periodista en el Oeste, pero en el Este suponía una auténtica fortuna. Sin embargo, cuando se hizo la paridad, se acabó toda la competitividad de la industria del Este. La RDA se fue a la porra, pero directamente. Se desindustrializó y generó cuatro millones de parados. Esto Kohl no lo dijo. Él vendió Disneylandia, no dijo “¡Tendréis desindustrialización!”. Ganó las elecciones y, una vez ganadas, convocó otras para el conjunto de Alemania y sobre esta dinámica o corriente volvió a ganar y se quedó en el poder ocho años más gracias a eso. Los socialdemócratas en la oposición decían: “Esto de la unión económica puede traer problemas”, pero no fueron capaces de explicarlo, solo Oskar Lafontaine lo apuntó, que dijo claramente que esto no iba a ser como lo pintaban.

Por supuesto, también estaba el deseo de la población oriental de comprar Disneylandia. Después de 40 años de estrecheces, era manifiesto que los del Oeste eran mucho más ricos. Esa fue la clave que dio a Kohl la Reunificación. Con ello consiguió una gran victoria política, los laureles de la Reunificación, pero también cosechó diez años de crisis económica en todo el país. A partir de ahí, Alemania fue considerada como el enfermo de Europa en el Economist, lo que dio fuerza para introducir la terapia de choque de la reforma de 2003. No se dijo que aquella “enfermedad” era consecuencia de una unificación realizada chapuceramente por razones políticas.

Lo mismo que esa Disneylandia era un espejismo, además sostienes que la propia caída del muro tampoco fue un cuento idílico.

La revolución pacífica que tira el muro tiene momentos oscuros. Hay un periodista húngaro, Andreas Oplatka, que ha publicado una investigación sobre todo lo que ocurrió estos días en su país, Hungría, que fue clave en la caída. Un trabajo muy bien hecho con los dirigentes húngaros de entonces, que como sabrás es el único grupo gobernante de países del Este que consiguió reciclarse y sobrevivir a la caída del muro.

En Hungría tenían una agenda oculta de apertura hacia el Oeste desde los años 80. Dentro de esta estrategia, Kohl les dio 1000 millones de marcos y fueron tolerados por la OTAN para seguir mandando en su país. Lo que ocurrió es que en el Lago Bálaton, que era como un Lloret de Mar para los alemanes orientales, de repente aparecieron llamadas, con octavillas, para cruzar la frontera por Austria, el día tal, por tal punto, a tal hora. Fue el picnic de Sopron, una especie de tanteo para ver cómo iba la cosa. Aquello salió muy bien y entonces se procedió a la apertura total de la frontera entre Hungría y Austria, por la que se colaron, huyeron, miles de turistas alemanes orientales. A cambio, los húngaros recibieron el aludido crédito y la promesa de una rápida integración en la UE.

Todo esto hay que verlo como lo vio el régimen de Alemania del Este; un régimen cuadriculado que había perdido por primera vez en su historia la referencia moscovita, donde ahora eran reformistas y les decían “haced lo que queráis”, y la gente se le iba del país en masa. Generó un gran nerviosismo. El régimen, que tenía la gran baza de abrir el muro, lo hizo de forma desordenada y ahí se desparramó toda la RDA, afortunadamente sin sangre. Pero cuidado, no quiero dar la impresión de que la caída del muro fue el resultado de conjuras de servicios secretos. Digo que, primero, fue Gorbachov el que tumbó el muro y fue el verdadero factor de la reunificación alemana. Pero segundo, en esa reunificación hubo mucho espontáneo, es cierto, pero también algo dirigido.

En resumen, para mí, es una revolución fallida. Especialmente desde el punto de vista de la propiedad. Todo esto condujo a que el patrimonio industrial de la RDA fuera absorbido por las empresas occidentales. Fue una desposesión enorme de los ciudadanos de la RDA, que eran propietarios colectivos de todo aquel pastel que habían generado tras 40 años de duro esfuerzo.

Durante tu corresponsalía en Pekín viajaste a Corea del Norte. ¿Cómo valoras la información que se está dando en los medios de la crisis actual?

Se presenta el conflicto nuclear restringido únicamente a que Corea del Norte tiene, o parece ser que tiene, una bomba atómica. El tema es mucho más complicado, como todo el mundo medianamente informado sabe. Desde los años 50, desde la guerra, Corea del Norte ha estado amenazada por el arma nuclear. Hasta los años 90, con la disolución de la URSS, esa amenaza estaba contrarrestada por el paraguas soviético. Cuando desapareció, los coreanos se plantearon hacerse con la bomba porque la amenaza se mantuvo en los mismos términos, hay armas nucleares en Corea del Sur, hay recursos nucleares en Guam a efectos de bombarderos estratégicos, de misiles preparados para ser utilizados. Por tanto, esto, sumado a lo que ha ocurrido en los últimos años, que una serie de naciones han sido atacadas por no tener bombas nucleares, Yugoslavia, Iraq, es lo que llevó a la dirección de Corea del Norte a la conclusión de sentido común de que había que hacerse con la bomba, que es supuestamente lo que han hecho.

Ahora en esta crisis ocurre lo de siempre. Se enfatiza la respuesta histérica de Corea del Norte, régimen absolutamente impresentable, pero se olvida que son reacciones a una serie de maniobras con el aumento de la capacidad misilística de Corea del Sur y aumento de la capacidad militar americana en la región. Por eso responden de esta manera.

Rafael Poch para Jot Down 3

Esta tensión militar, aumentada por el Sur y Estados Unidos, ¿es lo que impide el deshielo del régimen?

La dirección norcoreana tiene muy claro desde Kim Il Sung, desde el abuelo, que había que cambiar el sistema económico, que había que hacer reformas y abrirse. Pero también tienen muy claro que eso no sería posible mientras no hubiera un cambio en la situación geopolítica. Si no cesaba la amenaza nuclear estratégica contra ellos, no podían hacer la reforma económica. Y cómo conseguir que cambiase, pues con la bomba atómica como carta de negociación. Los líderes norcoreanos, los gobernantes asiáticos en general, suelen ser muy inteligentes. No son repúblicas bananeras, pueden ser tiranías tremendas, pero son gente que piensa las cosas. Han visto todo lo que ha ocurrido en Asia oriental, lo que ha pasado en China. Del mismo modo que los chinos vieron lo que pasaba en Hong Kong o Singapur; vieron cómo cambiaba la economía global y después de Mao hicieron lo que hicieron. Los norcoreanos no son diferentes en eso. Saben que deben cambiar y, de hecho, han llevado a cabo intentos, pero no pueden realizarlos mientras la situación geopolítica no cambie.

Fueron incluidos en el Eje del Mal de Bush Jr.

Cuando se acaba el paraguas soviético ya era muy claro que estaban expuestos. Y si luego el imperio adversario les incluye en una lista de posibles ataques preventivos, pues en Corea del Norte, como yo digo, el misterio de la bomba atómica es el menos misterioso.

¿Pero por qué particularmente Corea del Norte sufre ese asedio militar y no los vietnamitas?

Buena pregunta. La analogía es pertinente… Es un tema interesante para el que no tengo ahora mismo una respuesta. Habría que pensarlo.

En tu viaje a Corea del Norte encontraste norcoreanos ricos.

Hace muchos años que empezaron nuevos canales de comercio y de posibilidades de enriquecerse para la gente del régimen. No es muy diferente a lo ocurrido en China o en Rusia, de una forma más discreta a lo mejor. Pero para mí, la señal que lo evidenció fue que en una localidad fronteriza con Corea del Norte, en el hotel de la ciudad, había una tienda de Salvatore Ferragano. Le pregunté a la dependienta quién compraba ahí, quién podía, y me contestó que los coreanos del Norte, naturalmente. Ahí un traje podía costar 2000 euros. Porque estos tíos manejan mucho dinero. Hay mucha producción de Corea del Sur que se hace en el Norte y hay muchos ejecutivos y hombres de negocios norcoreanos que se encargan de la exportación industrial a China, donde hacen cambalaches en zonas grises… Es la típica configuración de negocios de Estado, de sectores de la nomenclatura que son los propietarios de ese Estado y lo gestionan. Una burguesía roja, como se ha dicho siempre. Otro aspecto es que también, en los años 90, hubo una cierta reforma, pero desde abajo. La gente sencilla se saltó a la torera toda una serie de normas y prohibiciones, como no cambiar de distrito, por ejemplo. Se creó un mercado que no se podía controlar y que el Estado no podía reprimir, nada más que aceptarlo. Eso transformó muchas cosas.

Tanto la población chinocoreana, que lleva en China desde antes de la guerra, como los propios chinos, tienen fuertes lazos con la población de Corea del Norte.

Hay una red de solidaridad muy grande y muy clara entre ambas poblaciones. La frontera está poco vigilada, es permeable, mucho más de lo que se piensa, y percibí la sensación de que los norcoreanos no temían sorpresas de parte de su frontera china: no tienen despliegue militar, todo lo tienen enfocado a la frontera con el Sur. Como la población de esa zona china es étnicamente coreana, hay mucho contacto y faltan mujeres, las toman de Corea del Norte para matrimonios amañados. Prostitución de las mujeres norcoreanas, no sé, supongo que un poco de todo. Pero en estas sociedades pobres y tradicionales ves cosas que te ofenden mucho, o te sorprenden, pero si lo piensas, en tu país eran moneda de cambio corriente hace unos años. A mí lo que me llamó la atención de aquella frontera era la estrecha complicidad que había entre ambos lados.

Dijiste que para los chinos “ser prepotentes con los norcoreanos sería como serlo con su propia biografía”.

La gente de China mayor de 50 años de edad, esa generación, recuerda la época de Mao, de la que fueron partícipes. Y cuando ven a Corea del Norte la perciben como su maoísmo. Como son parientes étnicos y parientes políticos, hay cierta propensión y condescendencia. Les ven y piensan que las están pasando canutas, pero en plan “como yo cuando era joven”, cuando aquella colectivización forzosa, aquellas penurias. Eso lo ven reflejado ahora en el otro lado.

Mira, a una orilla del río está Dandong, con las ruinas de un puente que los americanos bombardearon en la guerra de Corea. Como otras ciudades chinas de frontera, Dandong es un escaparate, con una silueta luminosa de edificios altos y modernos, un skyline lleno de luces, para ser contemplada desde el otro lado del río. En el paseo fluvial se organizan bailongos, gente mayor que baila alrededor de un aparato de música. Parece que lo hagan para ser vistos desde el otro lado. Pasa lo mismo en la frontera con Vietnam, hay un cierto exhibicionismo de la prosperidad china. Al otro lado, Sinuiju, la ciudad norcoreana es pobre y gris, está muy decaída, con grandes estrecheces, sin embargo es una ciudad privilegiada porque es puerta de salida y entrada de cierta actividad económica que deja dinero, el hecho de que sea fronteriza y gran parte de la exportación de materias primas pase por ahí le da grandes ventajas antes que a otras zonas de Corea del Norte que son paupérrimas.

Ahí visité unas zonas en circunstancias bastante extraordinarias, porque no dejaban ir a extranjeros, donde se veía el Estado socialista pobre que todavía construye casas y viviendas, pero que están muy mal. Las casas están vacías, son de un austero extraordinario, no hay prácticamente decoración, solo un televisor. Hay una penuria alimentaria importante. Recuerdo haber visto un camión que era alimentado con leña, tenía un remolque lleno de maderos y unos tíos echándolos en la caldera, eso era lo que movía el vehículo. Vi mucha gente pescando en los ríos, caminando por las vías del tren; vías férreas en las que no había circulación y la gente estaba caminando con toda naturalidad sobre ellas. También encontré a la población muy delgada, muy flaca, magros, que no les sobra ni un gramo de grasa. Los que escapan, cuando llegan a China, tienen diarreas, porque la sopa de gachas es la alimentación básica de esta gente.

Pero al mismo tiempo, encontré gente con, no sé cómo decirlo, cierta dignidad. Estaban muy preocupados por el ensayo nuclear, que se había sentido como un terremoto. Los norcoreanos no son esos autómatas que salen en los desfiles militares, siempre en imágenes de archivo de los telediarios, gritando de forma fanática la consigna a sus queridos dirigentes. Es gente como todo el mundo, normales, que quisiera vivir mejor. Que sufren la opresión, la falta de libertad. Han ganado libertad de movimientos, pero tienen una población reclusa importante, no tanto como la de Estados Unidos, por cierto (risas), pero importante. Y que tienen su corazoncito, gente normal. Con su familia y su vida cotidiana, que vive en un contexto de gran opresión y constantes servicios y deberes hacia el Estado, como las movilizaciones, los ejercicios colectivos, el trabajo comunitario, todo eso que debe ser enormemente engorroso y servil. Al mismo tiempo, hay algo muy digno en su ascética austeridad y pobreza. Las casas, incluso en el campo, están cuidadas, en zonas montañosas ves que se cultivan las laderas más inverosímiles, que se intenta aprovechar todo, todo eso exuda una voluntad muy asiática, contra la que siempre es difícil luchar y contra la que los occidentales suelen estrellarse militarmente, sea en Vietnam, Laos, en el Japón, que ofreció una resistencia numantina a los americanos en la guerra del Pacífico. He visto casos de agricultores que les construyen la casa a unos vecinos porque se les ha derrumbado la suya, algo habitual dentro de la cultura campesina, que encima dentro de su régimen es obligatorio. Luego Pyongyang me recordó a la Minsk de los años 80. En el sentido de grandes avenidas, sin coches, pero en general muy cuidadas, como suelen estar este tipo de ciudades de estos regímenes.

¿Hay un alcoholismo excesivo como en la URSS?

No creo que nada que signifique exceso esté al alcance de la población general por una cuestión de pobreza. Ahora, entre los cuadros dirigentes y tal, hay mucha gente que le da al alcohol, como ocurría en la URSS. Aunque yo le hice una entrevista en una ciudad de provincias a un cargo del partido, un dirigente local, que me pareció el típico tío honesto, preocupado por la gente. En China pasa lo mismo, hay tipos dirigentes absolutamente despreciables, que solo piensan en sí mismos, que se aprovechan de la corrupción y la falta de pluralismo, y luego, al menos yo he visto, gente completamente comprometida con la comunidad, honesta, y que realmente son los mejores.

Explica tu teoría de que Corea del Norte es un “canario global”.

Tiene que ver con la analogía de los submarinos nucleares soviéticos, que entre tantos indicadores y medidores, tenían un canario, y si la palmaba quería decir que estaba pasando algo malo ahí dentro. Esto tiene una lectura realmente universal en el caso de Corea del Norte, porque es un país que ha sufrido el hundimiento general de casi todo, de sus intercambios comerciales, ha sufrido la incapacidad de alimentarse y se ha tenido que replantear otro modelo económico después del hundimiento del bloque del Este. Ese ejercicio titánico podría ser el que la humanidad se vea forzada a realizar si realmente se hunden una serie de cosas, de intercambios, o condiciones, que hoy sostienen el desarrollo normal de nuestra economía. Me refiero a combustibles fósiles, a la red de intercambios que está ligada precisamente al uso desmesurado de estos combustibles. Y todo eso encima en unas condiciones geopolíticas sumamente difíciles donde el imperio más importante del mundo está ahí achuchando. Es un caso paradigmático desde ese punto de vista.

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¿Por qué Corea del Norte se ha sentido siempre como la legítima Corea?

Hay una continuidad. A principios de siglo Japón invadió Corea y se hizo con una serie de colaboracionistas. Cuando acabó la guerra los americanos hicieron lo mismo que en Alemania con los exnazis, emplearon a esos colaboracionistas para reconstruir el nuevo Estado. Pusieron a una serie de señores en la dirección, como Park Chung Hee, que tenía incluso un nombre japonés, Masao Takagi. Durante ocupación estaba bien visto adoptar nombres japoneses. Esta gente fueron los encargados de garantizar el statu quo. De ahí la percepción que tenían los coreanos del Norte, como de que el Sur era un Estado de “mentirijillas”. A diferencia de ellos, que habían conquistado su soberanía con las armas y nunca habían tenido un papel tan subsidiario respecto a China y la Unión Soviética como el que el Sur había tenido con Estados Unidos y Japón.

Este régimen del Sur cometió masacres.

Antes de la guerra, en el Sur hubo tremendas masacres a cargo de este Gobierno; masacres contra movimientos que simplemente pedían transformación, que ni siquiera eran comunistas, eran simplemente movimientos sociales.

Entonces Kim Il Sung termina liando a la URSS y China en un juego diplomático para lanzarse a por el Sur, campaña que a Stalin no le hacía mucha gracia.

Creo que los dos regímenes, el del Norte y el del Sur, tenían ganas de zurrarse. Las grandes potencias no estaban en esa longitud de onda. Acabó en una dinámica de acontecimientos bastante confusa, todavía se discute quién y cuándo empezó la guerra. Hubo muchas escaramuzas previas, hubo multitud de incidentes fronterizos antes. No está del todo claro. La versión occidental ha puesto el énfasis en una ofensiva del Norte sobre el Sur, pero la cosa era más complicada. Las responsabilidades yo diría que están repartidas y las potencias fueron un poco el juguete.

En la guerra, el Norte terminó arrasado por los bombardeos, incluso con armas biológicas.

Esto también se desconoce, pero ayuda a comprender la situación actual. Era un país devastado. Todas las ciudades fueron asoladas a niveles del 70% u 80%, con una población que sufrió muchísimo. También fueron norma las crueldades sobre la población civil. Algunos estudios señalan que hubo más atrocidades en las fuerzas del Sur que en las del Norte, incluso los americanos tuvieron hechos conocidos de masacres de civiles. Esto en la iconografía de Corea del Norte, por supuesto, está sobredimensionado. Se pone el énfasis en los aspectos que a ellos les conviene, como es natural y como hace todo el mundo. Pero cualquiera que examine los hechos ve que fue un conflicto tremendo y que marcó a toda una generación que está todavía mandando en Corea del Norte. Y, curiosamente, también es importantísimo para comprender la situación que los hijos de los imperialistas japoneses están en el poder en Tokio. Textual, hijos y nietos de los mandamases de la etapa imperial. Como en Corea del Sur, donde gran parte de los descendientes de los colaboracionistas también son los que mandan. Hay un gran fenómeno biográfico.

Tras la guerra, en los 70, Corea del Norte llegó a tener un gran desarrollo industrial, con una renta per cápita mayor que la del Sur. Hasta era donante de ayuda al desarrollo.

Estaban ubicados en los intercambios comerciales del bloque del Este, y lo hicieron con cierto éxito porque son muy capaces, muy trabajadores. Así tuvieron un relativo equilibrio en los 70 con lo que sucedía en el Sur hasta que a partir de ahí la cosa se disparó. El Sur fue uno de los raros países del mundo que consiguió ascender de categoría, llegar a ser un país del primer mundo en pocos años, y el Norte se quedó muy atrás. Entonces, cuando todo este esquema de intercambios se hunde, ellos tienen que desarrollar la agricultura para poder comer. Una “reagrarización” para conseguir la autosuficiencia.

Hasta llegar a la hambruna.

En el 94 hubo una hambruna tremenda. Una mezcla de desastres estructurales, naturales y de errores políticos, claramente. También, del propio aislamiento del país, lo cual puede formar parte del error político. Porque si el precio de la autosuficiencia y la independencia es que tu población se muera, igual tienes que empezar a cambiar eso y vender un poco de tu soberanía a China, o a Rusia. Bueno, en los 90 Rusia estaba out. Quizá sí a China para tener un poco más de prosperidad, ¡un poco menos de mortandad al menos!

Esa resistencia delirante es en lo que consiste la filosofía del Amado Líder, el Juche.

Todos los Estados comunistas han establecido cierta continuidad dinástica con los padres fundadores del socialismo. Tenemos el ejemplo más claro en la Unión Soviética, con los carteles de Marx, Engels y luego Lenin, y después Stalin. China hizo lo mismo con Mao, el marxismo-leninismo pensamiento Mao Tse-tung. Todos enmendaron la ideología inspiradora. Pero los coreanos del Norte fueron más allá y crearon una ideología nueva, alternativa al marxismo, que se consideraba más importante y mejor. Eso fue el Juche, cuyo trasfondo no es poca cosa, la defensa de la soberanía nacional ante todo, el “nosotros somos los mejores”. Una ideología de autosuficiencia que viene inseparablemente unida al ejemplo del confucionismo, donde el padre de la nación, el padre fundador, es considerado un dios y sus hijos y nietos queridos dirigentes o amados líderes. Es un rasgo de sociedad tradicional y oriental, para las cuales la continuidad es muy importante. Esos señores que a nosotros nos parecen tan ridículos, sobre todo el hijo y el nieto, desde el punto de vista patrimonial del Estado dan cierta seguridad. Y luego en la Constitución tienen el lema de los tres mosqueteros, el todos para uno y uno para todos, por el colectivismo, etcétera.

Del hijo, Kim Jong Il, leímos muchas caricaturas sobre sus excentricidades, pero también era un líder que llevó a cabo un reparto de poder y luego hay testimonios, como el de Madeleine Allbright, que le definían como alguien “sensato, resolutivo”.

Es una opinión generalizada entre la gente que le conoció. Luego se ha creado la leyenda de que si llevaba tacones, que si le gustaban las películas, que si los peinados. La caricatura se ha fomentado, pero la realidad era otra. Con respecto a las reformas que él hizo, como símbolo de un establishment —que son los excompañeros de su padre en la guerrilla—, para protegerse del hundimiento del Este, creó una configuración absolutamente atípica. Consideraban que la urgencia derivada de la amenaza estratégica era lo prioritario. Para eso cambiaron la estructura típica del comunismo y pusieron al ejército por delante del partido. En eso consistió el reparto de poder.

Durante tu estancia en China, enviaste una crónica en la que hablabas de que era una ventaja para este país no tener democracia porque se libraba de las políticas cortoplacistas derivadas de las legislaturas de cuatro o cinco años.

Aquí podríamos hablar de las ventajas de la dictadura, para formularlo en términos crudos. El concepto dictadura contiene realidades muy diversas y muchos matices. Hay dictaduras 100% nefastas, hay dictaduras que económicamente son eficaces y, muy pocas, políticamente menos impresentables. Hay muchos matices y en Occidente tendemos a obviarlos. En Oriente Medio el sistema iraní es superior considerablemente al catarí o el saudí. Hay mucha más libertad, mucho pluralismo, muchos más derechos para las mujeres, más respeto para las minorías, judíos incluidos. Pero esto lo desconoce el lector de diarios.

Por eso cuando hablamos de dictadura vale la pena enfocar de qué estamos hablando en un país concreto. Estoy de acuerdo en que la dictadura china, con todos sus inconvenientes —como la falta de pluralismo, que tiene repercusión en la corrupción, imposibilita el oxígeno a la sociedad civil, todo lo que ya sabemos—, tiene una cierta capacidad de programar y planificar. Con la crisis que estamos viviendo en Occidente, donde la política está siendo controlada por la economía, la financiera concretamente, en China la gran superioridad que tienen es que es la política la que sigue gobernando a la economía. Esto les da una capacidad de previsión y continuidad, en el sentido de que no tienen la esclavitud de las elecciones a cinco años vista. Piensan en generaciones. Los gobiernos continúan la labor del anterior, con las rectificaciones que el anterior ha apuntado. Esto es así.

También China es un país, dijiste, rodeado por un cerco militar, para el que el 11S fue una bendición porque la atención se apartó ligeramente de ellos, que ya habían recibido un misil en su embajada en Belgrado durante el bombardeo de Yugoslavia.

La relación de Estados Unidos con China es ambigua, ambivalente. Por un lado son socios económicos, cada vez más socios en el terreno internacional, porque no se pueden tomar muchas decisiones sin contar con China, y al mismo tiempo está el reflejo del imperio dominante, hegemónico, una de cuyas tareas principales es impedir que surjan competidores o potencias alternativas a su gobierno. Entre estos dos polos se mueve la política americana, por un lado coordina aspectos económicos, por otro está creando un cerco militar alrededor de China. Empezó con Bush, pero se ha recrudecido clarísimamente con Obama, que profundiza en la idea de que China está creciendo demasiado y hay que tener sus vías de comercio en un puño, y sus vías de aprovisionamiento energético lo más amarradas posible.

Ahí está la intervención en África que está creciendo. La crisis siria, la de Irán, que es el máximo suministrador de gas y crudo a China. Todo eso forma parte de la misma jugada. No digo que China justifique toda la política mundial, pero es inevitable relacionar todo lo que está ocurriendo en África con China. Su presencia allí es exitosa políticamente. En otros aspectos es restrictiva y agresiva con el medio ambiente, pero tremendamente benévola porque no exige condiciones a las dictaduras africanas, y también hace cierto trabajo o desarrollo positivo. Sobre todo su máxima bondad es que para los países africanos abre la posibilidad de vender sus minerales a unos o a otros. Antes tenían un solo comprador.

Este cerco militar es muy significativo. El conflicto de Corea del Norte está también dentro de este contexto. Y los conflictos con Japón, disputas territoriales en el Mar de China oriental, con Vietnam, con Filipinas. Todo esto sube de tono desde el momento en que está dentro de un corsé de alianzas militares americano.

Rafael Poch para Jot Down 5

No obstante, apuntas que la mayor amenaza que sufre China es la del cambio climático.

Esto es una amenaza para ellos y para todos. Lo que quiero decir es que China es el país que personifica la crisis de una forma más extrema por su relación entre población y recursos. Hablábamos antes del canario de Corea del Norte, eso es una analogía mundial también. En el sentido de que el desarrollo chino se basa en el consumo desmesurado de recursos fósiles, que se van a acabar, y hay que buscar una forma de desarrollo sostenible y ecuánime. Pero ese es el problema de la humanidad en el siglo XXI.

Aunque sí, los datos que manejé en mi libro relativos al cambio climático eran muy oscuros para Asia y para India porque la desecación y los glaciares del Himalaya menguantes son los que alimentan los grandes ríos de Asia, eso ya está estudiado en el plano de las previsiones. Menos agua es menos rendimiento agrícola. Se habla de un 30% de caída de los rendimientos agrícolas que tiene repercusión sobre centenares de millones de asiáticos. Es un fenómeno global que en Asia, por su concentración de población, puede ser complicado. Hablamos de Pakistán o Bangladesh, son países que pueden tener problemas muy serios. Y en un mundo interrelacionado, los problemas de esos países afectarán al humor del planeta.

¿Cuál es su relación entre población y recursos?

Es la proporción entre lo que ellos llaman mucha gente y poca tierra. China es un país superpoblado y tiene que dar de comer a mucha gente; un país que tiene recursos limitados y cuyo gran acierto ha sido regular la urbanización. No ha sido la barra libre por la que todos los excedentes del mundo agrario acudieran a las ciudades sin ton ni son. No ha sido como ocurriera en Nigeria o en India, o en Brasil, con los problemas de las megaurbes. China es el único país del mundo en desarrollo que no tiene los cinturones de miseria habituales en las ciudades de estos otros países. Ha sido así porque ha habido una regulación autoritaria del proceso de urbanización, que se basa en retener al campesino en la tierra. Con cupos. El resultado ha sido una organización general mucho más ordenada, compatible con un programa de construcción de viviendas y una situación en el campo mucho más desahogada que en India, por ejemplo.

Y la clave aquí es Mao. Su sistema de tenencia de tierra, que es colectivo, privado o una cosa mixta, en el que lo que está claro es que cada uno tiene el trozo de tierra que necesita para subsistir. Eso crea una retaguardia para todo ese proletariado nuevo que ha acudido a las ciudades, pues, en caso de crisis, gran parte de ellos tienen la posibilidad de volver al pueblo y no morirse de hambre. Yo creo que China, aunque suene muy fuerte, es de los países mejor gobernados del mundo. Si uno atiende a las enormes dificultades que tiene el gobierno de China, dificultades objetivas de recursos, de enorme población, desde ese punto de vista es un país bien gobernado, lo cual no quiere decir que no cometan errores.

Puedes abundar en la importancia de Mao.

Mao defendió una restauración de China. Era el país más poderoso del mundo y perdió su estatus por razones en las que no vamos a entrar. Se convirtió en una nación sometida, crucificada, violada por las potencias extranjeras que vinieron de ultramar, que eran muchísimo más poderosas y que evidenciaron su retraso. La última China imperial intentó hacer toda una serie de reformas como en la Rusia zarista para ponerse a tono, para no estar absolutamente apartados de la historia y no ser objeto de la rapiña de otros. Pero fracasaron las reformas en Rusia y fracasaron las de la última China imperial, que terminó con una guerra civil y una intervención extranjera.

Mao fue el hombre que al final resolvió esto. Unificó el país, unificó un desarrollo alternativo a todo aquello que no había funcionado en los últimos 150 años y puso a China en pie. Además, Mao tuvo una repercusión en los movimientos de liberación de todo el mundo. Mao fue un revolucionario, un Stalin y Lenin juntos, y al mismo tiempo fue también un déspota oriental, acabó siendo una especie de emperador.

También con él tuvieron la mayor hambruna del mundo en el Gran Salto Adelante. Se puede discutir cuánto tuvieron que ver las catástrofes naturales o el hecho político, pero es algo que está ahí. Tuvieron varias decenas de millones de muertos y hay que tener mucho cuidado. Pero con el balance general, si miramos con quién se puede comparar China, el país más acorde es India. Esos 40 o 50 millones de muertos del Gran Salto Adelante, en India se produjeron por pobreza y hambre. ¿Cuál ha tenido más éxito de los dos? Es un debate abierto. China está muy por delante en muchas cosas. India tiene pluralismo político, es un país complejísimo y tiene una democracia al mismo tiempo, pero eso no impide todo tipo de barbaridades, no noticiadas por cierto, del mundo agrario, que en China sí son noticia. La explicación oficial china es que Mao tuvo un 70% de influencia positiva y un 30% negativa. Yo no lo sé, es muy complejo. Pero un hecho es indiscutible: Mao está en el origen de la China de hoy, a la que se da como exitosa.

Dices que Mao optó por la economía planificada porque era el modelo más exitoso de crecimiento cuando él tomó el poder.

Esa es la pregunta sobre qué es el comunismo chino. En Occidente nos la solemos hacer en términos muy ideológicos, que nos llevan a esas combinaciones estrambóticas del capitalismo rojo. Si nos planteamos la cuestión desde el punto de vista de las sociedades en desarrollo, la argumentación es seguramente mucho más clara. En estos países tan retrasados el comunismo fue una solución al problema del desarrollo, de salir del hoyo.

En el caso de China, se inspiraron en lo que había en el mercado de las ofertas en desarrollo. Es decir, en los años 30 parecía que el estalinismo era una cosa que funcionaba muy bien. Tenía un tempo de desarrollo, y ahora hemos sabido que desigual y con muchas contradicciones, con una represión de narices, pero crecía más rápido que el resto. Y entonces los chinos compraron aquello. No digo que exentos de ideología, pero la preocupación fundamental del comunismo chino era salir del agujero. Y el agujero era: pobreza, intervención extranjera, sometimiento. En fin, eran cosas muy claras. Eso explica ese ansia, esa prioridad del desarrollo, de crear una nación rica y próspera. Ese era el contenido real del comunismo chino. Eso explica que ese imperativo justifique 30 o 40 años después una operación aparentemente inversa, comprar la economía de mercado. Pero el impulso a finales de los 70 era exactamente el mismo que en los años 30, desarrollar.

Desarrollo con explotación. En tu libro comentas que las leyes laborales son papel mojado por la pugna de las diferentes regiones por atraer inversión.

Es uno de los muchos problemas que hay en China. Porque este país es un mundo, hay un Gobierno central que más o menos gobierna, pero cuyos impulsos muchas veces se pierden en la enormidad del país, en sus múltiples Gobiernos locales. Cada provincia es un Estado. Sichuan tiene más habitantes que Alemania, más de 80 millones. Tiene sus propias lógicas y sus propios intereses de poder. Cada provincia tiene su estrategia.

600.000 muertos al año por estrés o extenuación en las fábricas.

La cifra ahora me pierdo un poco en ella. Pero China es la fábrica del mundo y hay mucha explotación. Es evidente. Así se construye el iPad y estas cosas. Exactamente lo mismo, o un poco peor, ocurre en Bangladesh, o en India o en todo el mundo en desarrollo. Lo que pasa es que otra vez no es noticia allá. En China sí, porque nuestra crítica a la explotación es muy selectiva y muy ideológica. Como China es vista como un país adversario, por la adscripción ideológica del comunismo, se tiende desde Occidente a denunciar lo que es norma del capitalismo en todos estos países e incluso en casa, en nuestra casa, y ahora cada vez más.

Ellos dicen que lo que oprime, lo que aprieta al trabajador chino, son los precios a la baja de los clientes extranjeros.

El capitalismo es explotador por definición, el chino también, no hay ninguna posibilidad de embellecerlo. Lo que pasa es que la manufactura china es muy subalterna, es decir, gran parte de lo que se produce en China son empresas occidentales establecidas allí. Creo que el 50% de la exportación china a Estados Unidos era de empresas estadounidenses que fabrican en China. Todo está muy interrelacionado. ¿Quién tira de las cuerdas de esa explotación? Creo que en primer lugar el capitalismo central y en segundo lugar el capitalismo periférico, donde está China, dentro de esta estructura.

Rafael Poch para Jot Down 6

En tu libro citas casos de huelgas que han llegado a buen fin, han mejorado las condiciones de los trabajadores. Pero, ¿qué proporción hay entre protestas con éxito y fracasos que se saldan con muertos y presos?

Es difícil de valorar, hay muchas revueltas que terminan en injusticias y fracasos para la comunidad. Pero el hecho de que a los dirigentes de provincias o distritos no les convenga el disturbio, determina que ellos intenten que las revueltas no se produzcan y que traten de cortarlos antes de que se gesten. Existe la lucha de clases, los de arriba que están robando y los de abajo que son robados. No hay vuelta de hoja. Pero sí hay huelgas que amortiguan las cosas.

El Gobierno de China es un despotismo benevolente, digamos. No tiene pluralismo político, con realidades de espejismo muy crudas, y al mismo tiempo es un sistema abierto que se considera imperfecto. Todas las lacras que tú y yo podemos enumerar sobre el régimen chino, como tortura, falta de pluralismo, corrupción, toda la lista que podamos hacer, los gobernantes chinos las reconocen y las consideran un defecto a mejorar. Esta mentalidad, esta apertura, no es la solución a los problemas, pero cuando un Gobierno no se considera perfecto quiere decir que la posibilidad de resolverlos está como mínimo abierta. Aunque eso no significa que lo vayan a resolver. El problema del pluralismo es muy grave y genera mucha corrupción. Se insiste en que se necesita un poder judicial independiente que pueda juzgar a un político. Al final allí todo se resuelve con golpes de fuerza. Pero sí que hay un propósito de buen gobierno, eso que en otras dictaduras desarrollistas no se ve. Un esfuerzo de buen gobierno que viene en gran parte de la tradición confucionista de que al poder llegan los mejores, como en una gran selección.

Describes que su cultura de gobierno es la meritocracia, gobernar como forma de evitar conflictos junto con prudencia, experimentación y racionalidad propias de quien carece de prejuicios religiosos.

Son los rasgos generales, no es una receta para el éxito, pero evita muchos fracasos. Desde el año 98, el de la crisis asiática, en Pekín se dice: “Cuidado, que dependemos demasiado de las exportaciones, hemos de ir a un desarrollo más diversificado, aprovechar nuestro mercado interior, si hay un enfriamiento global nos vamos a quedar con el culo al aire”. Desde entonces, buscan la cohesión social, lo que significa desarrollar el mercado interno: tener una población capaz de consumir, una población pobre no es capaz de consumir, ¿no? tiene que haber un enriquecimiento más general. Obviamente la prosperidad general es el objetivo de cualquier Gobierno en teoría, pero del Gobierno chino en especial. En la práctica es evidente que hasta ahora lo que ha habido es el enriquecimiento de unos y muchas veces a costa de los otros.

Un dirigente, el primer ministro Wen Jiabao, dijo: “El desequilibrio entre el desarrollo económico y el social es como un hombre que camina con una pierna más larga que otra”. Dices en tu libro que mientras la prensa de Wall Street alertaba de que China tendría problemas por “malos créditos” o el “fardo de las empresas estatales”, los chinos vieron que su problema era de “falta de socialismo”, de “gasto público en asistencia primaria de la población”.

Esto lo dijo a raíz del brote de SARS (una neumonía atípica). La epidemia lo que demostró es que la estructura de seguridad social sanitaria china estaba en ruinas. En la época de Mao tenían un sistema sanitario precario, pero generalizado. Con la, digamos, privatización, con el desarrollo de mercado, todo esto se perdió y no se construyeron estructuras alternativas. El resultado ha sido que la mayoría de población no tenía cobertura sanitaria. El SARS evidenció la necesidad de construirlo. Y eso empalma con la necesidad de disponer de un mercado robusto, capaz de consumir y afirmar un desarrollo más sostenible. O sea, que todo está relacionado. Ahora, cuando ven que sus grandes mercados exportadores de Europa y Estados Unidos están tambaleándose, ellos son más conscientes que nunca de la necesidad de diversificar su apuesta, de no poner todos sus huevos en la exportación.

Actualmente, se proponen crear un sistema de seguridad social general para el año 2020. En la época en que estuve ahí, la sanidad se prestaba mediante un sistema mixto de cotizaciones de trabajadores, aportaciones del Estado, las regiones y las provincias. No sé en qué estado se encuentra ahora, pero me consta que la conciencia de dinamizar ese sector es muy amplia. Y se ha comprobado con la intención de aumentar salarios en la manufactura china.

Pasemos a tu corresponsalía en Moscú. Siempre hablaste maravillas de Gorbachov.

Es inevitable hablar bien de él. Lo primero, porque fue el hombre que acabó con la guerra fría. Esto era una mala relación, un mal. Situaba el peligro de una confrontación nuclear, no digo que este peligro no exista hoy, que en algunos aspectos está hasta más descontrolado, pero aquello era realmente una gran amenaza. Basta recordar la crisis de los misiles de Cuba, que estuvimos a un tris de una conflagración suicida.

Gorbachov quería un socialismo democrático. Un producto de los años 60 o 70, que se demostró que en los años 80 y 90 era inviable en estos países. Cuando intentó reformar, se hundió todo. ¿Fue responsable del derribo? Sí, porque un buen hombre de Estado lo tendría que haber previsto, pero eso es muy fácil de decir ahora. Profecías del pasado. Entonces, con el caos de la situación, era muy difícil.

En Gorbachov, desde el punto de vista de la historia rusa, hay un aspecto fundamental. Recibió el poder absoluto, era secretario general del PCUS, y fue el primer zar ruso que en lugar de acumular más poder, en buena lógica del poder moscovita, en la tradición milenaria moscovita, lo hizo al revés. Transfirió su poder a cámaras representativas. Eso supuso un cambio histórico en la lógica de poder rusa. Y supone un cambio de paradigma para la nación. Cambio que todavía no se ha comprendido del todo, el poder sigue la senda de la autocracia. Si bien el actual poder ruso no es el de la autocracia comunista, no es una autocracia plenipotenciaria como antes, sí que es un poco mejor. Al mismo tiempo, económicamente, han surgido muchas contradicciones y problemas nuevos que en parte invalidan lo ganado. Así es la historia, que no avanza lineal.

Diste la exclusiva mundial el día en que te colaste en el avión que fue a buscar a Gorbachov a Crimea tras el golpe de Estado de 1991.

Nos colamos varios periodistas en ese avión. Fue en el contexto del día 21 o 22 de agosto, en Moscú, que había una confusión total, con caos circulatorio, los tanques retirándose de las calles. Entonces salió un avión a Crimea para ir a buscar a Gorbachov. Yo tuve la “genial intuición” de ir a ese aeropuerto y subirme en ese avión. La escalerilla estaba rodeada de militares y periodistas y, por una serie de circunstancias extrañas, mágicas, me colé. No sé aún cómo. Pero eso me dio acceso a cubrir en directo el cautiverio y la liberación de Gorbachov, que llevaba tres días secuestrado por la pseudojunta que había tomado el poder en Moscú. Entonces fue una exclusiva mundial porque de los tres periodistas que fuimos, y ese fue el tercer milagro, solo yo tuve la suerte a las tres o las cuatro de la madrugada de poder llamar por teléfono desde el aeropuerto. El teléfono era internacional, cosa rarísima en la URSS, pero en el aeropuerto de autoridades los había. Pude llamar a La Vanguardia, decir que teníamos un notición. También tuve la suerte de tener a un redactor de guardia muy competente y la suerte de que la estructura de La Vanguardia daba de sí para cambiarlo todo y sacar otra portada. Los otros dos no pudieron hacerlo, uno era de France Press y otro del Guardian. Los rusos que había no contaban porque la prensa salía el día después, a otro ritmo. Pero fue todo un golpe de suerte, lo digo sin falsa modestia, es una cosa que a mí me pareció una cojonada. Luego tuvo gran repercusión, el gran éxito periodístico de Rafael Poch, pero esto a mí me parece completamente secundario. Fundamentalmente fue una cuestión de suerte.

La reforma de Yeltsin te pareció desastrosa.

La reforma rusa de Yeltsin fue un despropósito manifiesto que contaba con el consentimiento y el aplauso de toda la élite occidental. El Economist y el Financial Times estaban diciendo cada día qué bien lo estaba haciendo Rusia y qué mal lo estaba haciendo China (risas). Cuando los resultados eran escandalosos por discrepantes. Fue una sucesión de despropósitos desde el principio, liberalizar los precios cuando ni siquiera Rusia tenía el control del Banco Central… Cuando se disolvió la URSS hubo 16 centros emisores de rublos. Cada república soviética emitía rublos. Tú no puedes liberalizar en Rusia cuando al mismo tiempo tienes tipos en Kazajistán, por ejemplo, o en otras repúblicas que van imprimiendo billetes. Fue un error de primer año. Pero los Jeffrey Sachs, los Richard Layard, todos estos gurús del Reino Unido, de Estados Unidos, decían que estaba todo cojonudo. La privatización fue simplemente abrir un pastel económico muy suculento por las materias primas a toda una serie de tipejos, que se precipitaron sobre ellas. Muchos eran exfuncionarios, o vinculados a la nomenclatura, y simplemente se reciclaron socialmente. De ser una clase política administrativa, administradora de un patrimonio que no poseía, pasaron a ser una clase en el propio sentido capitalista del término, propietaria, plenipotenciaria. En 1936 hay una cita de Trotski sobre este fenómeno que es extraordinaria por lo profética: “El privilegio solo tiene la mitad del valor si no puede ser transmitido por herencia a los descendientes, es insuficiente ser director de un consorcio si no se es accionista”.

En 1993, te quejaste de una gran tergiversación en toda la prensa. Cuando Yeltsin bombardea el Parlamento, se dio a entender que esa cámara era “soviética”, comunista, de antiguo régimen, cuando en realidad había sido elegida democráticamente.

En el año 93, con Rusia ya sin la URSS, el país había heredado de Gorbachov el primer parlamento plenamente electo de la historia de Rusia. Subrayo lo de plenamente electo, porque así como el parlamento soviético creado por Gorbachov fue una mezcla de diputados elegidos y otros designados corporativamente —los sindicatos, las organizaciones de mujeres, el partido tenía un cupo de diputados establecidos— en las elecciones rusas, que no soviéticas, del año 90, fue todo plenamente electo por la población por primera vez en la historia de Rusia. Pero se presentó la pelea que hubo entre el ejecutivo, la presidencia de Yeltsin y este parlamento como una pelea entre un presidente democrático y un parlamento comunistoide que no había sido elegido por procedimientos homologables. Esto era una mentira objetiva repetida en todos los medios de comunicación de una forma escandalosa. ¿Por qué Yeltsin era más democrático? Era exmiembro del comité central, del PCUS, ¿era más democrático que el presidente del parlamento ruso, Ruslan Jazbulatov? Fue todo una cuestión de geopolítica, de apoyar a nuestro hombre en Rusia. Occidente entendió con buenos motivos que Yeltsin era su hombre y demonizó a aquel parlamento en el que había fuertes impulsos de corregir la política económica, controlar la privatización y regresar a un estatismo ruso, una economía más planificada, etcétera. Fue una manipulación muy clara y muy lógica. Y no me quejo solo en el caso de Rusia, en general la información de nuestro mundo funciona muy mal por razones en las que no voy a entrar.

Luego, en las elecciones de 1996, hubo fraudes para que no ganaran los comunistas.

Sí, esas elecciones probablemente las ganaron los comunistas. Hubo pucherazo, como siempre, con el beneplácito de los medios de comunicación occidentales, que presentaban a esos comunistas en una línea como la del año 93, como el viejo régimen. En realidad este partido defendía más estadismo, más cuidado a la dimensión social de los cambios y en política exterior romper con la línea de ser lacayos de EE. UU., que es lo que Yeltsin apuntaba. Al mismo tiempo, los comunistas rusos que sobrevivieron a la reforma de Gorbachov eran y son un partido que yo lo definiría en un 80% nacionalista y en un 20% social. Como alternativa de poder eran poca cosa. En cambio, como espantajo eran muy buenos (risas). Porque la gran jugada de Yeltsin era aparecer como: “Yo, que soy un impresentable, que acabo de hacer esta reforma que ha dejado completamente empobrecidos a los jubilados y tal, soy malo pero soy la alternativa a estos, que son unos pasados de moda, nostálgicos de la URSS”. Entonces el gran público ruso, con ayuda del bombardeo de los medios de comunicación en manos de tan solo una de las opciones, que tenían un monopolio escandaloso de la campaña electoral, pensaba que a Yeltsin no había por donde cogerlo, que les estaba haciendo las cosas bastante difíciles, pero que tanto como volver a la URSS, pues no. Encima, con las técnicas estas de cocinar a la opinión pública ni siquiera se ganaban (risas), había que hacer un pucherazo.

¿Qué representa Putin años después?

Fue nombrado por Yeltsin. Era un agente del KGB, pero no de la inteligencia o del espionaje, sino un funcionario muy pedestre en Dresde. Aunque era un hombre con cierto espíritu de cuerpo, con cierta rectitud y amoldado a los tiempos. Trabajaba para el alcalde de San Petesburgo, un neoliberal extremo, y Yeltsin se fijó en él en ese contexto. Por un lado, un guardia civil, por otro, el machaca de un neoliberal. Yeltsin era consciente de que tenía que haber hecho lo que hizo, destruir el viejo sistema, esa era su mentalidad, pero también era consciente de que había sido un desastre considerable y había que poner cierto orden. En esa reflexión Putin encajaba con las dos cosas. No iba a volver atrás, era la garantía, no iba a intentar reconstruir el viejo régimen comunista, pero tenía ciertas cualidades policiales que a lo mejor podía atajar la corrupción y encuadrar un poco todo aquello.

El resultado ha sido ese. Putin, una vez más, el malo de la película, ahora frente a Dmitry Medvedev simplemente porque es más estatista e independiente en la esfera internacional, intentó poner cierto orden o por lo menos hizo un pacto con esta clase capitalista oligárquica, en el sentido de que estos millonarios no tenían que actuar contra la voluntad del Estado: “Podéis seguir siendo millonarios, pero hay ciertas esferas y decisiones estratégicas que no podéis traspasar. Por ejemplo, no podéis disputar el poder del presidente de Rusia y con vuestros millones crear una presidencia alternativa, que es lo que intentó hacer Mijaíl Jodorkovski”. A este magnate por eso lo han mandado a la cárcel. Por eso y vender petróleo o llegar a tratos con los americanos que desmontaban todo el esquema estratégico del Estado ruso. Putin ha intentado poner orden ahí, estabilizando el orden yeltsinista, de capitalismo oligárquico, haciéndolo compatible con cierta supervivencia del Estado ruso.

Este nuevo régimen ha devenido en una población envejecida con profundas desigualdades sociales. ¿Tiene solución de continuidad?

Me quedo con lo segundo. La población envejecida tiene que ver con la política social, si tienes una política de familia como los franceses tendrías la demografía correspondiente. Pero es un país donde no hay esperanza. Hasta los ricos tienen la mentalidad del “deprisa, deprisa” que esto no va a durar. Por eso compran cosas en el extranjero, todos tienen su retaguardia cubierta. Hay un poco la mentalidad de que va a haber una revolución y todos tendrán que salir por piernas. Este nivel de desigualdad se acerca a lo latinoamericano. Pero en Rusia es muy contradictorio porque lo que puede funcionar en Guatemala no puede funcionar en un país como este que tiene un nivel de instrucción comparable a los más altos de Europa occidental. Hasta ahora esa desigualdad y ese escarnio ha sido tolerado por cierta pasividad de los rusos, cierta mentalidad de mejor que no nos revolucionemos que puede ser peor, como pasó en el 17. Pero a largo plazo, conforme crezcan las nuevas generaciones, esa mentalidad evolucionará. De hecho ya está ocurriendo. Una noticia que me llamó la atención fue que en el último Festival de Cine de Berlín, las últimas películas que han llegado de Rusia son de marcado carácter social. Una, Za Marksa (Por Marx) de Svetlana Báskova, que narra las vicisitudes de unos trabajadores que intentan montar un sindicato y son literalmente machacados por los empresarios. Y la otra, Dólgaya Schastlívaya Zhizn (Una larga y feliz vida) de Boris Jlébnikov, cuenta los problemas del presidente de lo que queda de una granja colectiva que va contra la voluntad de unos magnates interesados en la tierra que cultivan y también es apartado y machacado. Esto es una novedad en Rusia.

Últimamente, desde hace un par de años, hay protestas, que no me parecen significativas porque todavía son protestas moscovitas, urbanas. Quieren un capitalismo sin las trabas que el “Estado putiniano” les está poniendo; quieren regresar a la libertad omnímoda de la época de Yeltsin. Con todo, lo que me parece es que un día u otro aparecerán movimientos sociales y será entonces cuando tengamos que hablar en serio sobre Rusia, porque puede haber un hundimiento político a cinco, seis o siete años vista, a menos que el régimen consiga cambiar, que es muy difícil.

Rafael Poch para Jot Down 7

Fotografía: Alberto Gamazo

Miguel Gallardo: “Antes había delincuentes con ética, no como los de Bankia”

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Miguel Gallardo para Jot Down 1

Es difícil de explicar a quien ha crecido con Internet o montones de canales de televisión el valor que tenía la historieta underground en España. Era una tabla de salvación, lo único que podías encontrar que se riese de todo sin contemplaciones. Pasar sus páginas era tanto una diversión como un alivio. Un ejercicio terapéutico. A Miguel Gallardo (Lleida, 1955) se le puede considerar uno de los padres fundadores. Al menos su Makoki es, sin duda alguna, uno de los personajes más recordados. Un tesoro más junto a los posteriores Herminio Bolaextra, Toni Bolinga, Supermaño y todo el amplio catálogo de elementos poco recomendables que han surgido de nuestro cómic underground. No obstante, en las últimas décadas, su faceta como dibujante ha evolucionado hasta terrenos muy intimistas desde los que relata la experiencia de su padre en la Guerra Civil, por ejemplo, o su relación con su hija María, que es autista. Su trabajo ha cambiado como de la noche al día, pero él insiste en que permanece idéntico en lo esencial: contar historias.

¿Cómo fue crecer en Lleida en pleno franquismo?

Nací allí, sencillamente, por el trabajo de mi padre. Consiguió entrar en una compañía eléctrica a trabajar y se llevó a la familia, que básicamente era mi madre. En los años 50 y 60 era un lugar cerrado. En general, era una ciudad muy provinciana. Encima fui a un colegio de curas, los Maristas, y padecí una enseñanza super-mega-nacionalcatólica. Teníamos Formación del Espíritu nacional. En fin, una porquería. De todo lo que tuve que aprender allí no recuerdo nada. Ni ríos ni montes, nada. Era la típica educación de aprenderse las cosas de memoria. Había un sistema jerárquico inamovible. En la parte alta estaban los curas, por encima de los padres, lo que significaba que si te daban una hostia los curas luego te la daban también tus padres.

Para que te hagas una idea, tenían un huerto donde plantaban bambú para luego darnos en las piernas porque llevábamos pantalones cortos. Les gustaba la tortura. Otros te tiraban el borrador a la cabeza. Me pasé todo el bachiller dibujando y mirando por la ventana sin enterarme absolutamente de nada. Así hasta COU, que me pasé a un instituto. Allí tuve mi primer profesor de dibujo, el señor Medina, que fue un tío que me abrió la mente.

Me cuentan que pasaste de ser un niño tímido que se llevaba palos en el recreo a un malote: de víctima a verdugo.

Formaba parte de la banda de los frikis, con los gorditos, los que llevaban gafas. Me rompían frecuentemente las gafas para gran alegría de la óptica de debajo de mi casa, hasta que, efectivamente, me junté con los malos de la clase y pasé al otro bando. De torturado a torturador. Porque aparte de llevar gafas, no me gustaba el fútbol y no era bueno peleando. Por eso me fui con los malos y me labré un estatus de dibujante. Tanto para las fiestas de los curas, para hacer algún decorado, como para hacer dibujos a los compañeros. Lo que yo quería hacer desde siempre era dibujar. Cuando cayeron en mis manos las primeras revistas de cómic, El Globo y El Zeppelin, dije que yo quería hacer esto. Pero en mi familia todos eran técnicos. Yo era como una especie de pulpo raro. Mi padre estaba empeñado en que hiciera una carrera de provecho, quería que fuese banquero. Pero no sé cómo, conseguí engañarle para que me dejase estudiar Bellas Artes en Barcelona.

Empiezas en el mundo de la publicidad.

No entré en Bellas Artes porque me catearon. Y esto fue por un colega. Siempre surgían currillos así, y él estaba trabajando en un estudio que se encontraba por Ronda de San Antonio. Era un estudio de animación para anuncios, porque en los setenta se usaba mucho la animación tradicional. Ya sabes, montañas y montañas de acetatos pintados. Entré y me incorporé a una especie de división joven que tenían. Era un estudio en negro, no estaba declarado, de hecho, ni cobrábamos.

Prácticamente como ahora en el mundo de la publicidad.

Sí (risas), nos daban unos duros para ir a comer, igual 300 pesetas a final de mes y un par de libros. Vivíamos en la oficina, tenían un par de sofás convertibles y dormíamos allí. El trabajo de animación exigía trabajar toda la noche. Nosotros entramos a limpiar mesas, éramos el escalafón más bajo. Luego ascendimos a pintar planchas, a repasar de vez en cuando, con la gran ilusión de que un día el Andreu, el jefe del estudio, nos enseñaría a animar. Esto no pasó nunca. Pero allí conocí a Mediavilla, que luego fue mi guionista. Carulla, que luego trabajó con nosotros. Formábamos un grupo, a todos nos gustaba el cómic, teníamos 21 años y nos daba igual todo. A mí me cogió una crisis un domingo por la tarde en el estudio, encerrado en el baño. Estaba limpiando los cacharros y tuve una especie revelación: “¿Un domingo por la tarde limpiando cacharros? Esto no es lo que quiero hacer”. Y me fui. Así. Cogí un piso en Gracia con Carulla y Mediavilla para intentar hacer cómics. Dijimos: ¡a ver qué pasa!

En publicidad dibujaste al famoso Rodolfo Langostino.

Es lo único que puede recordar la gente. Fue la primera oportunidad que me dio el tío de dibujar algo. Me puse a hacer montones de langostinos y salió ese. La idea ya venía dada, no se me ocurrió a mí. Estaba superdetallada. Ahí trabajaba un argentino que fue mi maestro en todo, se llamaba Daniel Melgarejo, que ya era una celebridad en publicidad. En esa época hacíamos cosas como Phoskitos, o los anuncios de Raid, los de las cucarachas. Una publicidad que ya no se hace con animación, que está periclitada.

Tu gran inspiración fue Bruguera.

Cuando yo era pequeño lo único que podías leer era el Pulgarcito, el TBO, lo típico de cuando te ponías malo y no podías salir de casa. Luego con la madurez he visto que de alguna manera los protagonistas de Pulgarcito o Tío Vivo eran como los personajes de Berlanga. Servían de pequeños agujeros para ver la realidad. Estaban muy transformados, pero eran más realistas que los tebeos de aventuras tipo El Capitán Trueno, El Jabato y todo esto, que no tenían nada que ver con la realidad. Sin embargo, estos pequeños personajes que siempre eran porteras, criadas, gente del pueblo, servían como una ventana a la realidad un poco más aproximada. También me gustaba mucho su sistema de personajes fijos con historietas. Fue lo primero que me entró por los ojos. Aprenderme los nombres de todos los personajes, todos acabados en verso. Y que a su vez estaban inspirados en la escuela argentina de humor, incluso copiados. Aunque en aquella época no había un star system. No conocíamos o no sabíamos quién estaba detrás de los dibujos.

En los 80 llegué a conocer a algunos, a Escobar, a quien le hicimos una entrevista con TV3, que ya estaba muy viejecito y bastante cascarrabias. El tío todavía conservaba unas páginas que habían sobrevivido, de los años 40, donde bromeaba con los pantanos de Franco. No sabía cómo habían permitido que se publicasen. A Pancracio, el amigo de Carpanta, se le ocurría la brillante idea de, para llenar los pantanos, coger un jamón y que Carpanta corriera detrás de él. Así iba llenándolos babeando. Luego ya en los 80 un personaje como este no tenía razón de ser. Igual que Zipi y Zape, es que Bruguera cogía una fórmula y la repetía hasta machacarla, pero en los primeros tiempos era muy buena.

Yo lo viví como un salto generacional. Normalmente, en una profesión, te miras más en los abuelos que en los padres. Nuestros padres serían Carlos Jiménez, Luis García, gente que trabajó fuera y hacía mucho cómic de agencia, que les daban guiones y tal, e hicieron bastante pasta y vivieron bien, pero para nosotros eran como el diablo. Eran como unos tíos vendidos y nos mirábamos más en los abuelos, que eran como más tiernos. De hecho, El Víbora se basa bastante en el sistema de Bruguera con los personajes y las historietas.

Aprendiste a dibujar copiando.

Siempre he sido un fusilador nato. Ahora tengo una habitación llena de tebeos, pero en la época que estaba con Mediavilla teníamos una pila de… ¡cinco! Un Metal Hurlant, unos Freak Brothers y para de contar. No teníamos ni dinero ni dónde comprarlos. Y aquellos eran los tebeos más copiados del mundo. Como no he tenido maestros en el cómic, fue una forma de aprender, copiar de quien me gustaba. De hecho en Makoki a veces voy cambiando el estilo en una misma historieta porque al final he leído a alguien que me gusta más. Es una forma de aprender como otra cualquiera. Te fijas sobre todo en cómo resuelven los otros los problemas que a ti te cuestan, encuadres, escorzos. Yo por ejemplo no sabía dibujar piernas, las cortaba. Juanito me obligaba a sacar las manos de los bolsillos, a que se movieran, a hacer perspectivas de calle. Él fue mi maestro, hacía los story y yo dibujaba. Sabía un poco más porque había venido de Burgos donde había hecho un curso de cómic. Había dibujado historietas de horror, de calidad cero coma uno, pero era un profesional de lo suyo.

A la gente de tu generación que coincidisteis en Barcelona os han calificado como “freaks urbanos”. He leído que erais contrarios al espíritu hippie de la generación anterior. Mientras ellos se retiraban a meditar al monte, vosotros queríais acción en la ciudad.

Yo formaba parte de toda una generación que estaba aquí en Barcelona, rebotados de provincias. Muchos habían venido a estudiar una carrera y una vez aquí la vorágine de Barcelona los había llevado a otras cosas. Todo el mundo hacía de todo. Fanzines, estaban metidos en grupos de música, dirigían cine. Todo a un nivel mínimo, sin dinero ni nada. También había algunos bares enrollados, en el Borne principalmente, otros en las Ramblas, y al final acababas coincidiendo a todo el mundo. Los siete u ocho, o diez o 15, que tenían intereses nos veíamos en los bares. Había como una especie de rollete, de complicidad de la gente que hacía cosas al margen de la sociedad y todo lo que hubiera. Por un lado era muy divertido. No teníamos ni un duro, ninguno tenía trabajo fijo ni nada, pero también la vida era muchísimo más barata que ahora. Los pisos estaban tirados y la gente estaba muy acostumbrada a colgarse viviendo en la casa de fulanito, de menganito, no había desconfianza todavía.

Paul Collins (The Nerves, The Beat) dijo que lo que más le sorprendió del Madrid de la Movida era la poca importancia que se le daba al dinero.

Es que nadie tenía dinero, nadie tenía un duro. Íbamos a comer a restaurantes que te daban un plato de lentejas por diez pesetas. Si no las tenías, te las dejaban. Si estabas mal, pues lentejas de primero y lentejas de segundo. Teníamos 20 años, 21, el dinero es lo que menos nos importaba. Estabas en Barcelona, eso era lo importante, que parecía que estaba pasando algo. Estabas con tus colegas, te gustaba beber, dibujar tebeos, descubrir cosas. Aquí iba entrando todo con cuentagotas. La música, todo. En el Borne había una tienda de cómics de un tío, que luego trabajó en El Víbora, que no me acuerdo cómo se llamaba, Freak Cómics o algo así, que tenía cuatro cosas que se había traído de Ámsterdam y estaban en cajas de frutas. Pero nosotros íbamos allí como en peregrinaje. Todo eso hacía mucha piña. Los colegas venían a tu piso, nosotros íbamos a los de otros. Mariscal vivía en un puto piso en la Plaza del Pino y era igual que nosotros. Se estaba buscando la vida igual.

Había parte de esa generación, como Mariscal, que habían formado un rollo antes de que llegara yo. Mariscal, Nazario y toda esta gente tenía montado su chiringuito. De hecho, ellos fueron los que ya habían vendido sus tebeos en la calle, ya se habían ido a Formentera, se habían comido tripis y todas estas historias. Nosotros éramos una basca más urbana que el rollo este de los hippies. Además, Juanito era de Burgos de toda la vida y no tragaba a los hippies ni pa dios. Así que no les dábamos mucha bola. Y todo era blanco o negro. Con los que nos llevábamos siete años ya nos parecían marcianos.

Pero lo que tenía de bueno esa época es que todo era inclusivo, paradójicamente. Lo único que no entraba era un tío con corbata. O uno que trabajaba en un banco o un padre de familia. Había una barrera muy clara entre la gente que igual tenía 30 años y el resto de nosotros. Ya podías ser artista, punk, hippie, que daba igual. Lo importante es que fumaras canutos, que eran la puerta de entrada a todo, o que fueras a determinados bares. Con eso ya estabas en el rollo. No tenías que hacer nada.

¿Cómo os integrasteis vosotros con ellos? Vosotros erais unos recién llegados, algunos de ellos eran de buena familia…

Bien, porque teníamos algo que enseñar. Es decir, íbamos a sus chiringuitos y les llevábamos unos folios. Al principio te mandaban a tomar por culo, pero después de dar un montón de vueltas acababas volviendo a coincidir y al final había un editor, como el del Star, que iba pillando cosas. Y siempre conocías a todos porque éramos muy pocos. De repente te encontrabas a Almodóvar en el Borne con una Súper 8 rodando. Nadie sabía quién coño era, pero estaba ahí. La historia estaba pasando aquí antes que en Madrid.

Se dice que el punk es la única moda extranjera que llegó a España relativamente a tiempo. Tú entonces estabas en la revista de rock Disco Express.

Entré en Disco Express, que era una revista, en ese momento, para hacer publicidad de los conciertos que traía el dueño, el promotor Gay Mercader. Lo curioso es que una de las primeras portadas punks que apareció en Disco Express fue Ramoncín, que era punk solo porque acababa de salir de la mili y lo habían rapado. Eso era el punk español. Luego ya empezó a aparecer Alaska y todo eso, pero en principio, lo que ocurrió es que cuando se murió Franco se abrieron las puertas y entró todo de golpe y así empezó a haber grupos más cañeros por los barrios.

Había un documental sobre la Movida madrileña que decían que, cuando se abrieron las puertas en España, entraron todas las corrientes que habían pasado durante toda esa época fuera, pero a la vez. Te encontrabas juntos a los hippies, a los punks, a los heavies. Todos confraternizando como si fueran parte de la misma tribu, que al fin y al cabo lo éramos. Luego la gente se fue separando por intereses, pero al principio en una fiesta cualquiera te encontrabas de todo. Compartíamos una forma de vida que era fumar canutos, fiestas y un desinterés total por la política o cualquier cosa que significara manifestaciones o programas políticos. De hecho, es una generación entera un poco perdida. Porque nuestros hermanos mayores se interesaron por la política y después fueron ellos los que han acabado mandando de alguna manera. Y nosotros no, no teníamos ningún plan. El plan era divertirse y pasárselo bien. Por eso hemos sobrevivido tan pocos, por el camino han muerto cantidad de gente, otros se han quedado colgados…

Miguel Gallardo para Jot Down 2

¿En qué consistían las ilustraciones de rock que publicabas en Disco Express?

Entré de una forma muy rara ahí, para maquetar la revista. No sé ni quién me recomendó ni nada, pero yo en mi vida había maquetado una revista ni tenía idea de diseño ni nada semejante. Pero como era dibujante, en aquella época significaba que podías hacer un poco de todo. Entonces me dijeron que hiciera una historieta semanal. Cogía una letra de canción, la traducía y hacía una historieta. De Bowie, los Rolling Stones, de cualquiera. Cogía, por ejemplo, Pigs de Pink Floyd. Y como yo copiaba mucho en aquella época, hacía cada una completamente diferente. Si cogía Almost Grown de Chuck Berry, que era de los 50, pues la dibujaba como si fuesen dibujos animados de esa época. Estaba experimentando, buscando cosas muy diferentes. Las de Bowie luego eran muy puntillistas, por ejemplo.

Un poco como videoclips antes de los videoclips.

Sí, sí. De hecho hice algunos videoclips más adelante. El caso es que un día Gay me dijo que buscara un personaje fijo para dar un poco más de rollo y ahí surgió Makoki.

Antes háblame de vuestro famoso piso de Gracia.

Fue un piso que pillé con Mediavilla y se pagó de una forma muy curiosa. Nadie tenía ni un duro y teníamos que dar 15.000 pelas de fianza. Iban a salir de un encargo que tenía Juanito de hacer una caricatura de una familia. Pero Juanito era más vago que la chaqueta de un guardia, tenía la foto ahí, y no hacía nada. Y nosotros: “Juanito acaba el puto cuadro que nos echan del piso”. Al final lo terminó y nos quedamos.

Era un piso que estaba muy bien, aunque estaba hecho un asco. Estuvimos sacando papel de las paredes que parecía de piso de Lovecraft. El papel con un color verde necromántico de la hostia… Al final lo pintamos y quedó aparentemente bien. Tuvimos un estudio cutre, pero era nuestro estudio. Nuestra casa. Luego fue el típico piso franco en el que iba pasando todo dios por ahí. De hecho Makoki es una historieta muy vívida y muy realista porque el ochenta por ciento de los personajes son gente que pasaba por ahí y luego les sacábamos con el nombre cambiado. Camellos, gente que había salido de La Modelo, colgados… Nos ocupaban el piso hasta que los echábamos, porque nadie tenía medida del tiempo. Una visita duraba dos semanas. Aunque todo era muy divertido. El único mérito que me apropio de esa época es que yo, por una tradición familiar, de mi padre, que era una persona muy metódica con un amor desmedido a la puntualidad y el trabajo; yo era el único que tenía como una especie de disciplina muy interiorizada. Juanito era un genio auténticamente, era un puto genio con los guiones, pero si no le levantabas por la mañana se podía quedar todo el día en la cama. De modo que le impuse que nosotros estaríamos en el estudio haciendo páginas aunque hubiera cualquier cimborrio montado en el piso. Porque hacer cómics es algo realmente muy pesado y muy trabajoso. Nosotros hemos llegado a hacer no sé si 1500 páginas, hemos trabajado mucho.

Mariscal y Nazario hablaban de que en sus piso había orgías, drogadicción.

A eso no llegamos. Drogas, todas, pero orgías no. Las chicas no se acercaban a nuestros pisos. No sé por qué, debíamos de ser todos muy feos. Huían como de la peste. En nuestros pisos se hacían timbas del Mentiroso, partidas de póquer, cosas de estas, drogas a tutiplén porque venían muchos camellos, y las chicas venían alguna vez, pero siempre con pareja. Hasta que no alcanzamos el estrellato las chicas no se acercaron a nuestro piso.

Hazme un retrato del barrio de la Ribera de aquella época.

Era un barrio, no digo peligroso, pero sí muy popular. Vivía gente de aluvión, o sea, emigrantes. Gente que no se podía permitir pisos más caros. Había de todo, desde camioneros a delincuentes. Toda la delincuencia estaba aquí metida, pero no tenían nada que ver con los delincuentes que tenemos ahora en Bankia. Eran delincuentes con ética. Procuraban no robar en el barrio, cosa que sí ocurre ahora. Pero la gente de Barcelona de las Ramblas para abajo no bajaba. He conocido a personas después que eran de más arriba del Ensanche, y esto para ellos era territorio comanche. Decían que si venías aquí te podían matar, cosa que no era cierta. Pero bueno, nosotros la verdad es que estábamos encantados porque aquí estaban los cinco bares que merecían la pena, el Magic, Zeleste, la Enagua y luego sitios donde podías comprar chocolate, maría, todo lo que se vendía. Era un barrio muy divertido. Calles con poca luz, te encontrabas a la misma gente todo el tiempo. No había nada de turistas, y ahora mismo esto parece un parque de atracciones, ya no existe el barrio ni nada, todo es como algo artificial. En cualquier caso, yo soy de una generación distinta a Mariscal y Nazario. Ellos vivieron más la época de los conciertos en Zeleste. A mí todo esto ya me tocaba muy de refilón. Estuve antes de que la chaparan, para mí era una cosa mítica también, pero no la viví.

José María Berenguer fue el padre del Víbora.

Tengo opiniones ambivalentes sobre él. Las relaciones en España entre editores y dibujantes nunca han sido muy buenas. Le doy el mérito de que nosotros, que trabajábamos en Disco Express o el Star, no encontramos nuestro lugar hasta la llegada del Víbora. Fue un acuerdo entre Berenguer y Toutain, que le dio fondos para hacer esta revista, cuya intención era aglutinar a toda la gente que estaba en el rollo, tipo Mariscal, Martí, Pons… Nadie daba tres duros por ella. Pensábamos que era un fanzine más que tardaría dos días en cerrar. Pero como salió en el momento justo y con las historias adecuadas, funcionó.

Para cobrar dignamente tuvisteis que ir a la huelga.

Al principio, todos nosotros estuvimos cobrando como si fuéramos fanzineros. Pero tú veías que en la redacción de pronto había un almacén, con un encargado, luego una secretaria, o dos, todos con sus sueldos, y nosotros con 1000 o 2000 pesetas por cada página. Así que organizamos la única huelga de dibujantes que ha salido bien. Nos juntamos todos, un puñado de melenudos y piojosos, y fuimos a decirle a Berenguer, a exigirle que queríamos cobrar 10.000 pelas por página. José María se río en nuestras narices, y entonces le dijimos que la revista la sacase él. Pues funcionó. Nunca más nos hemos juntado para nada, pero esa vez funcionó.

Berenguer era más mayor que nosotros y entonces siempre estábamos discutiendo con él. Pero aguantó todo este barco durante la travesía, y sobre todo nos aguantó a nosotros que también éramos tela. Porque hacíamos consejos de redacción en los que todo el mundo opinaba y terminaban como un manicomio, en una locura total, en las que José María estaba sentado ahí con las orejas cerradas y pasando de las animaladas que decíamos. Pero sí logramos que hubiera unanimidad estilística, que la gente que entrara nueva estuviese de acuerdo con nuestra filosofía. Esto lo teníamos bastante consensuado. De hecho, vino gente de la generación anterior, que cuando vio que El Víbora funcionaba se quisieron reciclar y hacer historieta de autor. Es decir, dibujar personajes que fumaran canutos y follaran. Pero nosotros no exigíamos eso. Si no formabas parte de nuestra generación no entendías nada de nada. Un tipo de 30 o 40 años no se enteraba. Era otra cosa.

Hubo un caso de alguien que dibujó a los policías como bobbies ingleses porque no había costumbre, o no se atrevía, a dibujar policías españoles.

Efectivamente, Mediavilla y yo hacíamos grises con sus bomboneras y con todo. Porque esa era la gracia, lo que nadie había hecho antes. Estábamos pegados a la calle y vivíamos allí. No éramos delincuentes, pero estábamos con ellos y sabíamos lo que pasaba. Las historias rezumaban realismo, que era lo que quería la gente. En 40 años nadie se había enterado de lo que pasaba en la calle y menos aún habían prestado atención a lo que hacía la gente que tenía 20 años, a lo que hablaba o lo que fumaba. Y nosotros lo pusimos en primer plano.

Pero no llegasteis a hacer bromas con el terrorismo, como luego hizo el TMEO.

Los del TMEO siempre han estado muy politizados. Están insertos en un lugar y en unas condiciones muy politizadas. Aquí no, cada uno iba a su bola. El único que tocaba el terrorismo era Martí, pero era un terrorismo psicodélico. Lo nuestro era todo mucho más lúdico. Max tenía a Gustavo, que era como un activista radical contra el rollo nuclear y le pasó una cosa muy curiosa. A medida que se hizo famoso el personaje, aparecía en las manifestaciones, en las pintadas, y Max se acojonó. Pensó que no era capaz de seguir con esa historia, con un personaje que la gente lo había cogido y había hecho algo más de él. No quería meterse en esa historia y se pasó a Peter Punk, una cosa mucho más exótica.

Al Papus la ultraderecha le puso una bomba en la redacción. ¿Lo visteis como un aviso también para vosotros, o no sufristeis este tipo de acoso?

Las cosas estaban muy compartimentadas. No teníamos mucha relación con el Papus, porque de nuevo ellos eran de otra generación. Solo tuvimos una relación muy psicodélica cuando sacaron el Papus Deportivo, que salía los domingos. Necesitaron dibujantes y nos llamaron a los del Víbora para hacer chistes de fútbol y cosas así que no teníamos ninguno ni puta idea. Nos decían, partido Albacete-Badajoz, el portero le ha dicho hijo de puta a no sé quién, haced algo. Para nosotros era… al menos estábamos ahí con los mayores, con Ivá y todos estos, y tenían catering los hijos de puta. A mitad de tarde les sacaban unas bandejas que nosotros no habíamos visto nada ni parecido. Eso duró tres o cuatro números, pero luego, como digo, estaba todo muy compartimentado. Por eso no vivimos especialmente lo de la bomba. Nuestra historia fue con el 23F, que estábamos trabajando, no nos enteramos de que habían dado el golpe, nos llamó un colega por teléfono, un colega muy guasón, y dijo que iba a venir a por nosotros y nos iba a ametrallar, esto sin decir quién era. Nos quedamos flipando, y entonces pasó el vecino de al lado, que era sindicalista, a contarnos que habían dado el golpe y, buf, ahí la cosa se puso…

Dan un golpe de estado y lo primero que se le ocurre a tu colega es hacer llamadas anónimas para reírse.

Sí, él tenía muy mala sombra. En fin. Ideas de bombero. Evidentemente, si el golpe hubiera triunfado los del Víbora estarían entre los primeros de la lista de gente para apiolar. Pero no fuimos conscientes. Además, no teníamos posibilidades ni nada de coger un tren y nos quedamos ahí a ver lo que viniera. Una vez pasado el golpe, decidimos hacer una sentada y sacar un número especial del 23F. Estuvo muy bien, porque en esa época ni la prensa, ni el cine, ni la televisión tenían capacidad de reacción suficiente como para hacer algo rápido. Me junté con Simonides, el del TMEO, y entre los dos hicimos unas páginas a medias donde nadie sabe dónde empieza uno y dónde acaba otro. Cada uno se repartió los temas e hicimos un número a la altura del Mongolia de ahora, con unas animaladas… el póster central eran los guardias civiles en el bar del congreso, con todo eso que contaron de que se habían puesto a pimplar. Aún nadie se atrevía a hacer eso, fue divertido. Y uno de los picos más revolucionarios que tuvimos.

En esa redacción de Casa de las Beatas vivían algunos dibujantes.

Pons, por ejemplo. Era un personaje que vivía a salto de mata, aparte de sus historietas, él vivía así. Tenía un superpoder especial, muy apreciado. Durante una época, en El Víbora, al contrario que en otro tipo de revistas, cobrabas un cheque en el momento de entregar tu trabajo. Eso era la hostia, porque estábamos todos sin un duro. Y luego había gente que no llevaba nada, pero cobraba. Uno de ellos era Pons. El banco cerraba a las dos, el tío se presentaba a la una y media, le entraba a Berenguer y le convencía de que tenía una idea buenísima, que “te juro que lo voy a entregar”, y a menos cuarto salía con el cheque. Era un tipo convincente. Luego estuvo viviendo al lado de nuestro piso de Gracia con Calonge, que fue otro de los grades del Víbora, hoy un poco olvidado, que se suicidó. Recuerdo que estaban completamente locos. Pons también tocaba el piano, era como muy personaje de las historietas que hacía él, de serie negra. Era muy ingenioso, muy listo, y se quedó sin piso una época y, sí, estuvo viviendo en El Víbora, sobando en el almacén. Llegaba la gente por la mañana y el tío salía ahí con las sábanas, se iba al balcón a hablar con los vecinos y la gente de la calle. Era único.

Miguel Gallardo para Jot Down 3

¿Erais conscientes de que Barcelona era la capital de España en cultura popular? Se editaba Disco Express, Popular 1, el Star, Ajoblanco, Víbora, Papus, el Jueves…?

No éramos tan conscientes de este panorama, entonces no había Internet y cada uno hacía la guerra por su cuenta, pero sí veías a toda la gente que venía a Barcelona. Nazario por ejemplo venía de Sevilla, el otro de no sé dónde. Todo confluía aquí porque la gente sabía que aquí era donde se estaba cociendo la historia. Las revistas en realidad eran tiradas muy pequeñas, pero igual un Ajoblanco llegaba a Córdoba y la gente flipaba con lo que se estaba haciendo aquí. Se hacían muchas más cosas que en Madrid hasta que no empezó allí la Movida. Siempre he dicho que la putada de Barcelona es que nuestra música era muy aburrida. Aquí siempre se ha tirado con el rollo de Cataluña, el tema del jazz que era un coñazo ¡un coñazo! Los grupos que se tiraban dos horas seguidas improvisando… en Madrid la música luego fue muy divertida, mientras que aquí era muy intelectual. Pero los cómics no, nuestros tebeos eran superdivertidos porque además los hacía gente de fuera y traía otro espíritu. Al final la Movida madrileña es la que ha pasado a la historia, pero la barcelonesa, aunque está recuperando un poco algo de fama, lo cierto es que llegó a ser la Meca. Los pocos dibujantes que había en Madrid se vinieron aquí. Barcelona siempre ha sido un lugar de gráfica, de inversión en libros. Todo lo de Madrid era una cosa más estética.

En cuanto al guionista de Makoki, Juan Mediavilla, ¿cuál era su relación con el lumpen? ¿Era lumpen él, se introducía en el lumpen para pescar historias o acaso era gente bien que por lo que fuera le gustaba el lado oscuro (risas)?

Tenía varias conexiones. Primero, tenía un oído muy bueno. Íbamos a cualquier lado y siempre llevaba los bolsillos llenos de papelitos donde apuntaba lo que escuchaba. Además de eso, tenía familia lumpen. Un hermano aquí que se dedicaba a la baja delincuencia. Un tío sin oficio ni beneficio que lo mismo vendía cuadros en el metro, que se relacionaba con los demás delincuentes. Vivía en un piso aquí al lado, una especie de zulo donde tenía un par de literas. A veces coincidimos allí con gente mala, con gente mala de verdad. Nos sentábamos y estabas rollo colegio de monjas: chitón y a lo que fuera. Una imagen que recuerdo es de unos tíos haciéndose canutos en una palangana de plástico. Ahí metían el chocolate y un cartón entero de tabaco e iban liando. Estos tíos daban palos a los moros, a la gente que traía el hachís. Era gente peligrosa. Juanito, por ese lazo directo, todo esto lo vivía de alguna manera. Así llegamos al Comecocos, un tío que inspiró al personaje de las historietas de Makoki. Acababa de salir de la Modelo y no tenía casa, necesitaba un refugio y lo alojamos en nuestro piso. Aquel tío fue una fuente de información… Y ese era el tipo de gente que venía por casa, aparte de nuestros amigos. Conocíamos a muchos delincuentes porque en esa época todo estaba un poco mezclado. Consumir chocolate ya formaba parte de una relación que tenías que tener con gente, conocer a alguien que sabía de alguien… o tripis, o esto o lo otro.

¿De dónde salió la frase gloriosa “eres más feo que un muerto con mocos”?

Ni puta idea. Todo eso formaba parte de la educación de Juanito, que era clase media baja de Burgos. Tenía una cultura de abajo. Cuando nos hicieron la primera entrevista en El País, que ya éramos medio conocidos, le describieron como que parecía un estudiante de jesuitas porque Juanito tenía una pinta de viejo con 25 años. Era un tío con barba y chaqueta de pana. Un tío de Burgos, de Burgos. Luego en las fiestas se desmadraba, pero era un tío viejo. Y eso era porque estaba completamente zumbado en el aspecto de genio.

Una anécdota. Juanito una vez fue a un casting de Almodóvar, no sé para qué película, alguna de las primeras, en una discoteca de aquí de la calle Pelayo. Pedro les pidió que subieran al escenario e hicieran un baile. El que se enrollara mejor tenía el papel para la película. Ahí estaba Juanito con su tres cuartos holandés de pana, la barba, la pinta de tío que yo qué sé…. y como no subía nadie, lo hizo él. Y en un escenario podía ser la bomba. Se revolcó, dio patadas y se quedó con el papel. Pero luego a la segunda fase perdía completamente el interés. Le llamaron y tal pero paso de todo.

¿Es cierta la historia de que hubo una fuga de la Modelo gracias a que hicisteis una historieta usando los planos de la cárcel?

Ojalá fuera verdad. Nos quedaban 12 páginas o 15 para terminar un álbum y a Juanito se le ocurrió eso de fuga en la Modelo. Fue la primera vez que tuvimos una situación de lujo para dibujar, nos dejaron una casa en Canet, nos fuimos todo el mes de agosto, y lo único que hacíamos allí era dibujar e ir a la playa. A mí siempre me ha gustado mucho la documentación, hacer todo muy bien documentado, y en una época en la que no existía ni Internet, ni Google ni pollas, ni nada. Solo teníamos la hemeroteca de Barcelona y en La Vanguardia, un sitio de documentación al que podías ir si conocías a alguien. Todo era mucho más complicado. El problema que tuvimos con este cómic es que no había nada sobre la cárcel. Conseguí un libro pequeño de la Modelo, pero lo único que había eran vistas exteriores, que hay algunas que salen. Y también teníamos información de gente que había estado en la Modelo, que nos describía los chabolos por dentro. Hasta que nos fuimos al colegio de arquitectos a pedir los planos. Nos los dieron para nuestra sorpresa, pedimos permiso para hacer unas fotocopias, que las he tenido por aquí hasta hace nada, y también nos dejaron. Lo que ocurrió es que hay una viñeta en la que sale una puerta dentro de la cárcel que supuestamente está cegada. Entonces Berenguer tenía mucha relación con la Modelo, metía muchos cómics en la cárcel, los enviaba y así recibíamos muchas cartas de presos, que también conservo, que son bastante jevis por cierto, del tipo “pues nada, le he dado tres viajes a tres farmacias y me gusta mucho el Makoki”. Al meter este álbum, como se llamaba Fuga en la Modelo, Berenguer tapó la portada y lo coló. Y dice la leyenda que aprovecharon esa viñeta para fugarse. Ya me gustaría a mí.

También te metiste en grupos ultraderechistas a ver cómo eran.

Fue cuando hicimos lo de “OTAN sí, OTAN no”. Fuimos a una conferencia de Fuerza Nueva. La putada es que era para morirte de risa, pero no te podías reír. Fue una conferencia sobre armas alemanas y la daban dos chavales vestidos con el uniforme pardo, que eran lo más antiario que había. Uno bajito y gordo… Luego encontré una sede de Falange Española Auténtica, que también fui y aquello era una locura. Subías y se supone que estos eran medio de izquierdas, entonces llevaban la camisa azul con la bandera española a un lado y la catalana, al otro. Y estuvimos en algo de CEDADE, que han seguido mandándome propaganda hasta ahora. Nos gustaba mucho meternos en camisa de once varas.

Lo que me sorprende de ese afán por documentarse es el exceso de celo. Cuando creáis al Niñato, como no conocíais a nadie tipo el Vaquilla, como él era, decidisteis que fuera mudo para no meter la pata.

Sí. Es que documentarse era importante porque estábamos haciendo un tipo de historieta cómica que podría ser heredera de Mortadelo y Filemón, pero nos basábamos completamente en la realidad. Aunque nuestros personajes tuvieran unas narices grandes, para nosotros era muy importante que el fondo pareciera real. Sabíamos todo de la policía, sus armas, todo. Tenía libretas y libretas de recortes de periódicos con fotos de comisarías, coches, cualquier cosa. Había casos como que cuando los personajes van a Granada o Málaga, lo único que teníamos era cuatro putas postales y, claro, sacábamos la escena principal con la plaza y la gente se creía que habíamos estado allí. Con el caso del Niñato, era la época del Vaquilla. Teníamos el hándicap de que Berenguer no quería al Makoki en El Víbora, nos habíamos peleado por eso, él decía que ya había salido en Disco Express y para El Víbora quería algo diferente. Y justo empezamos haciendo una cosa que no tenía nada que ver, una parodia de Drácula y de Frankenstein y le tuvimos que decir: “mira, esto no es lo nuestro”. Al final, como sustituto al Makoki, logramos poner al Niñato inspirado en las nuevas generaciones estas de extrarradio, pero no teníamos ni flowers porque no teníamos ningún contacto. Es que ¿sabes qué pasa? La generación anterior ya sacó una revista, El Metropol, que sacaban unos slangs que ¡puag! Y queríamos huir de eso.

Dicen que las historietas con el Niñato son como el diván de tus pesadillas.

Bueno, el Niñato, aunque no tenía lenguaje, era el personaje más real de todos. Tenía una familia, un barrio y una casa. Estaba ubicado, el resto no se sabía qué pasaba con ellos. También Makoki fue evolucionando por cansancio nuestro. Éramos una pareja que funcionábamos muy bien, pero los temas se iban agotando. Evidentemente, empezó el periodo en que los dos teníamos novia y las cosas cambian, ya no estás tanto en la noche y te enteras menos de lo que pasa. Seguir haciendo como Mortadelo y Filemón, 20 años de Makoki, a mí me parecía una chorrada como un piano. Y entonces lo que hicimos fue empezar a pillar como spin of de los personajes.

Se hicieron hasta títeres de Makoki.

Algo recuerdo. También hubo un francés que se dedicaba a hacer piezas con madera y fabricaba unos coches superbonitos e hizo uno de Makoki cojonudo. Caló tanto el slang, los nombres… además la basca era muy prototípica. Los componentes podían ser desde los de la tragedia clásica griega hasta la pandilla actual. El tonto grande que reparte, el emociones que es el tío nervioso que siempre las lía. Eran tipos que hay en todas las pandillas. Nos llegaban cartas de gente que se había tatuado al Niñato, que les ponía los nombres de nuestros personajes a sus colegas.

Cuando empezamos luego con las giras con esto de los socialistas de rock y cómic, el voto joven, vimos a tantos fans, parecíamos estrellas de rock. Recorrimos Madrid, provincias, era una locura. Nos vino todo de pronto, de estar encerrado en casa y que te llegase alguna carta de vez en cuando a que la gente estuviera encantada con lo que hacíamos. Y como no había Internet, nadie te llamaba para decirte nada.

Miguel Gallardo para Jot Down 4

¿Puedes explicar la polémica entre dibujantes de la línea clara contra la línea chunga?

Bueno, fue una cosa muy tonta porque cuando salió El Víbora hubo un poco de auge del cómic. Y salieron muchas más revistas pensando que había sitio para todas. Fue una especie de edad de platino. Salieron de ciencia ficción, y Norma a través de Joan Navarro, que era muy fan de la línea clara, de Tintín y todo esto, sacó Cairo, que era como muy de aventuras, una cosa que se empezaba a llevar mucho en Europa, todo muy estético. Pero la polémica era una tontería porque al final éramos siempre los mismos dibujantes para todo. En Cairo estaba Pere Joan que también había dibujado en El Víbora. Roger, Max creo que también, yo, porque nosotros básicamente éramos dibujantes y nos gustaba todo. Estábamos en El Víbora haciendo aquello pero éramos entusiastas. Y no sé si fue Ramón de España el que sacó la polémica diciendo que los del Víbora dibujábamos historietas por las mañanas y por la noche matábamos policías. Pero fue una guerra montada para el público en general.

He hablado con un periodista catalán que me ha hecho una crítica a todo vuestro trabajo. Dice que fuisteis un destape, etcétera, pero que no dejasteis ninguna obra de arte. También, en La Vanguardia de los 90, me he encontrado una crítica que os llama “posfranquistas”.

Demuestran bastante ignorancia. Aquel movimiento logró que todo el cómic que se hace ahora sea deudor de aquello. Álex de la Iglesia, por ejemplo, Muchachada Nui. Y toda la cultura que no sea establishment también es deudora. No solo lo leyeron los de nuestra generación, lo leían los hermanos pequeños, los primos. Ha dejado mucho en la cultura, el que no lo ve está muy ciego o en un apartado muy pequeñito de su vida. Si no entienden que entre el momento en que se muere Franco y el que los políticos de la democracia retomaron el poder, en Barcelona hubo una libertad que no se ha vuelto a repetir nunca más y no creo que vuelva a hacerlo… En ese momento se superaron cosas que estaban enquistadas mucho tiempo. Y eso que Makoki para mí ha sido una carga durante años, me ha costado mucho superar que la gente solo me conozca por eso, pero para mí Makoki sí es una obra de arte. Totalmente comprable a Quevedo, por ejemplo. Y lo creo a pies juntillas. Cada época tiene sus obras de arte. Para mí el arte que se hacía a finales de los 70 y principios de los 80 no tiene ningún tipo de interés, y el que se hace ahora, menos. Pero para mí el arte de los cómics todavía perdura.

Lo fuisteis dejando porque os empezó a entrar dinero, cambiasteis los hábitos de vida. Trabajaste con Mariscal, por ejemplo, cuando ya estaba triunfando a tope.

A Mariscal lo conocí cuando estaba en el underground. Él era el único tipo que tenía una visión global del asunto. Cuando hacía sus cómics y sus exposiciones era una cosa pequeñita, pero estaba ya pensada para hacerla en grande. Tenía una visión que no teníamos ninguno de nosotros. Aunque lo que hizo a posteriori fue seguir siendo fiel a sí mismo. Pero quedarse en ese nicho tan pequeño para nosotros era una solemne tontería. Si nos hubiéramos quedado ahí hubiéramos sido como Mortadelo y Filemón. Porque no éramos dibujantes de tebeos, o no éramos profesionales de eso. Ahora he estado en Francia con profesionales como Bernet y ellos, su profesión de vida, es hacer historietas, es lo que les gusta. Pero nosotros veníamos de medios culturales muy diferentes a los suyos. Ellos empezaron como se empiezan las profesiones, poniéndose al lado de alguien que sabe, con sus maestros, en sus estudios y aprendiendo el oficio. Pero nosotros no teníamos ni puta idea de esto. Veníamos de Bellas Artes o diseño, descolgados… nuestra base era más amplia, heterogénea. Entonces, si el cómic llegaba a un final, a nosotros no nos importaba, seguíamos haciendo las cosas como evolucionan. Cada uno ha seguido evolucionando en su campo. Si no seríamos una generación muerta. Lo que hace Max ahora no tiene nada que ver con lo que hacía en El Víbora y me parece más interesante eso que seguir haciendo Peter Punk. Y Nazario abandonó Anarcoma, que en estos tiempos seguramente no sería tan revolucionario, y luego se ha dedicado a pintar o lo que fuera. La gente tiene que tener una evolución, lo contrario es una chorrada. Que la gente repita continuamente como me lo hace a mí que a ver cuándo vuelve Makoki, pues les digo: “Pero estáis tontos ¿o qué? He hecho Maria y yo que es donde estoy yo ahora, no voy a retroceder a mis 20 años porque a ti te haga gracia”.

A Mauro, Rabo, Calvo y todos estos ¿los consideras como los herederos?

Cuando hicimos Makoki, la revista, se hizo justo como yo quería que fuese, copiando el modelo del Tio Vivo. Y allí empezó Mauro, que sacaba Josetxo el vasco y una historieta de los Cuatro Fantásticos. Calpurnio también empezó allí con un estilo que no tenía nada que ver y luego evolucionó. Se veía que eran buenos. Lo que pasa es que no tenían muchos sitios para que estuvieran hasta que surgió el TMEO. Llámalos herederos, o lo que quieras, pero para mí son una de las pocas generaciones que están bien y todavía me río.

Luego El Víbora nos descubrió joyitas como Peter Bagge.

Empalmé muy bien con toda esta generación, la de Bagge y Clowes. Soy muy seguidor de cómics, incluso de superhéroes. Sigo sintiendo mucho interés por el medio aunque luego me haya dedicado a la ilustración. Peter Bagge, de hecho, me lo leí antes de que saliera en español. Me encantaba. Me parecía genial. Lo seguía en el Weirdo de Crumb. Siempre me ha gustado estar a la última de lo que sale, pero no por estar a la última, sino porque me gusta. Recuerdo en los 70 cuando leí por primera vez a Crumb. Era una historieta que decía “La familia que folla unida permanece unida”. Me quedé… eso me influyó mucho para todo lo que hice después.

Peter Bagge también tuvo que finiquitar su saga, Odio, y dar paso a otras historias.

Claro, no me extraña. Todo evoluciona, como cualquier cosa, el cómic también. Es como un hijo tuyo que va creciendo y de repente te lo encuentras aquí con barba y dices: “venga, ya te puedes ir”. Si no, mal.

Cuando matas a Makoki, me hace mucha gracia que el que siguió dibujándolo sacara un fanzine para mataros a vosotros.

Es que los Makokis que hicieron otros… hubo uno que era un tipo rollo maulets, que lo dibujaba con senyera. Lo del fanzine en que nos mataban fue una pataleta de Felipe Borrayo, que hizo una historieta donde yo salía con una esvástica, pinchándome… Felipe [escribió el relato breve que dio pie a la creación de Makoki. Ndr], con todo el cariño del mundo, ya que estaba en los primeros tiempos, nunca ha sabido distinguir que una cosa era dar ideas, mucha gente las tiene, y otra es construir. De hecho, luego nos ha venido gente protestando que si alguna idea era suya. Vale, pues hazlo tú. Es una diferencia. Entonces él hizo el Makoki de los 90 con Caruya, un Makoki ¡con chándal! que para mi no tiene ningún sentido.

En un álbum recopilatorio anterior de Makoki ponía que era sin censura ¿la tuvisteis?

No, eso era para señalar que si saliese ahora como antes nos lloverían demandas de las feministas, etc… porque no había ese rollo de lo políticamente correcto que hay ahora.

Luego hiciste a Perico Carambola, para criticar la prensa del corazón.

Más que para criticar, para reírnos. Era el tema del momento. Lo hicimos hace 20, pero ahora sigue siendo exactamente igual y la Anita Obregón todavía está viva. Alguno se ha muerto por el camino, pero bueno. Fue un intento con Ignacio Vidal para hacer un cómic tipo Tío Vivo pero actual. Tuvimos la chorra de ponerlo en La Vanguardia, pero nuestros intentos de que fuera comercial no funcionaron. Fue una chaladura, nos moríamos de risa con aquello, pero no hubo más.

Y tuviste a Pepito Magefesa para criticar el rollo de los modernos.

Tampoco era criticar. Estaba haciendo Makoki y me sentía como en una olla a presión, necesitaba sacar lo que yo tenía en la cabeza, que no salía por ningún lado. Era una idea de Juanito, muy de su rollo, lo del lumpen y eso. Y yo venía de la escuela de arte. Así que me fijé en todos los rollos de la modernidad porque me parecían muy divertidos y entonces en Cairo saqué este personaje. Vivíamos en una época en la que la modernidad estaba por todas partes, la música, la Movida. Me parecía supergracioso. Yo venía del mundo del arte y me descojonaba mucho de todo eso. Son más bien una acumulación de gags de todo lo que yo tenía en la cabeza para poder respirar y aliviar la presión.

En los noventa, el final.

En esta década vi que esto se acababa. Que Berenguer se deshacía de todos los de nuestra generación e iba incorporando gente nueva que hacía otro rollo diferente. Pensé que me tenía que buscar la vida y me fui a la prensa. En el 93 entré en La Vanguardia haciendo crítica de música al principio y luego fui cogiendo bastantes más cosas. Y más adelante empecé a hacer libros para niños.

Miguel Gallardo para Jot Down 5

¿Por qué decidiste dibujar Un largo silencio, la experiencia de tu padre en la Guerra Civil?

Es del 97. Ya hacía un montón de años que no dibujaba cómics, pero es una idea que tuve en la cabeza desde que palmó Franco. Mi padre era el típico hombre que no había hablado nunca de la guerra durante esos 40 años. Yo solo veía que cada vez que salía Franco por la tele mi padre lo insultaba. Entonces, cuando se murió, mi padre empezó a la largar y ya no paró. Era un rollo abuelo cebolleta, aprovechaba cualquier sobremesa en familia para empezar a contar historias. Por ejemplo, uno decía “macarrones” y él arrancaba; “ah, macarrones si los hubiéramos tenido en el frente de tal”. Y la verdad es que me parecían historias fascinantes. Aparte de que no hacía mucho que había salido Maus.

No quería compararlo con Maus por miedo a que pensases que era un lugar común (risas).

No, no. Hay diferencias con el Maus, pero de alguna manera también es como una deuda que yo tenía con mi padre, porque siempre le había considerado una especie de cobarde; de cobarde de la vida, porque era la típica persona que con cualquier cosa se le hacía un mundo. El primer póster que colgué del Che Guevara en casa fue un desastre familiar. Era de los que opinaban que tú tenías que vivir con tu cabeza al mismo nivel que los demás, procurar no sacarla por arriba. Donde trabajaba él luego supieron que muchos habían sido republicanos pero no se dieron cuenta porque era una cosa que ni se mencionaba. Al final, dándole la paliza, le convencimos para que hiciera sus memorias. Se puso a escribir e hizo 20 folios. Poco, pero algo. Y me los leí, los releí, y pensé que era una historia cojonuda. Acababa de salir del Makoki, vi que tenía que inventarme un estilo nuevo para esto, y necesitaba un estado emocional especial para hacerlo. Así que pasaron unos años hasta que me atreví con la primera historia, que salió en la revista de Max en Palma de Mallorca, Nosotros somos los muertos, y que en ella colaboraban todos los mallorquines, que hay un montón, y Max y Pere Joan eran las cabezas pensantes, una historia al estilo de Raw. Allí salió la primera historieta, como digo, la del campo de concentración, y cuando la vi publicada me dije: “vale, por aquí puedo tirar”. Después me encontré en la disyuntiva de que hacer historietas habría sido lo normal, pero el testimonio de mi padre, lo que él había escrito, era cojonudo. Era alguien que no escribe describiendo unos hechos que son a veces emocionantes.

¿Es exacta la transcripción?

Exacta.

Ah, por eso hay tanto gerundio y tal…

Sí, hubo un momento que me plantee arreglarlo, pero no. Era un relato directo, plano, en el que lo mismo describe el proyecto de fin de carrera, cuando los alemanes bombardean Alcalá de Henares, hechos muy dramáticos, junto a otros cotidianos pero también explicados de la misma manera. Algo que le da una emoción extra que no hubiera sido posible si estuviera narrado de forma dramática. Entonces lo que hice fue puntuar algunas cosas y dibujé prácticamente escenas de la guerra con mi visión dramatizada de los hechos. Claro, cuando salió el libro la gente poco menos que lo tiró a la basura. Los que leían cómics se preguntaba si era un tebeo o un libro, y la gente que lee libros si hay dos dibujos ya no quiere saber nada. Luego las críticas fueron en plan: “¿qué pasa, que no tenías ganas de dibujar?”. Lo bueno es que esto coincidió con una oleada de libros de memorias que todos estos protagonistas lanzaron pagándoselos ellos mismos, ediciones pequeñas. Una lástima que se pierdan porque la mayoría están palmando.

Te metiste en el terreno de la novela gráfica autorreferencial ¿no crees que está un poco saturado?

Sí, hay una invasión en plan como que lo más putamente interesante que hay en este mundo soy yo y voy a hablar de mí. Pero es curioso porque depende del autor. Los hay con vidas interesantes, pero que no sirven porque el tío es tosco o no vale cómo ha explicado la historia, y otras que no tienen el mínimo interés, pero logran contar una historia cojonuda.

Cuando abordaste esto, lo que no se había puesto de moda en España todavía era la Guerra Civil como se puso después.

Para mí la Guerra Civil siempre ha sido uno de los temas grandes de España. Una de las cosas que hizo la Transición fue poner una manta encima y taparlo, conseguir que la generación de la guerra muriera y no nos pudiéramos enterar de nada. Para mí un libro como este debería estar en las escuelas.

Los bombardeos nazis sobre población civil en España que relata el libro, por ejemplo, no son muy conocidos, algo que resultaría impensable en otros países.

Los chavales ahora no saben nada, ni quién era Franco. Hace poco vi una noticia en Estados Unidos sobre una escuela de primaria que recibía la visita de cuatro veteranos de la Segunda Guerra Mundial. Iban a explicar cómo había sido entrar por primera vez en los campos de concentración. Y veías que la historia le tocaba a los chavales. Yo soy partidario de esto. Es parte de nuestra historia y la gente no lo sabe, es bastante malo ignorarlo.

Y luego llega María y yo.

¡Otro libro que debería estar en las escuelas! Este fue el gran cambio de mi vida, cuando nació María fue un cambio radical. Primero, porque cuando eres padre lo ves todo de un modo diferente. Pero claro, nosotros, al poco tiempo, a diferencia de otros niños con este trastorno autista que se desarrollan hasta los dos años y luego empiezan a retroceder, en el caso de María desde el principio era evidente que las cosas no funcionaban. Ni por la motricidad, ni por el conocimiento del entorno. Había algo que no iba bien, cosa de la que yo no me enteré, pero que su madre sí sospechó.

A los 11 meses éramos conscientes de que aquello era muy raro. Tras un par de pruebas que le hicieron, en un escáner, nos dijeron que las ondas cerebrales estaban por debajo de lo que tenían que estar. Esa noticia te cae como una bomba atómica. Cuando tienes un hijo, quieres que sea el hijo perfecto, que estudie, que haga la primera comunión si tiene que hacerla, que sea ingeniero, que se case y todo eso. Y de repente, todas esas expectativas se van para abajo. Fue un periodo muy largo de sufrimiento. No lo digieres. Es imposible, todos los padres que están en un caso como el nuestro, de hijos con cualquier tipo de discapacidad o de problemas, tienen que pasar por un muy largo periodo que incluye muchos pasos. Culpabilidad, ira, frustración. En quién coño te cagas, ¿en Dios, en quién? ¿Por qué a mí entre millones de personas? ¿O por qué ella? Así sigues hasta que llegas a un momento de duelo por el hijo que no ha venido y luego un proceso de aceptación del hijo que está aquí. A partir de ahí empiezas a ir para arriba.

En el tebeo dices: “Echo en falta esa confianza ciega que María tiene en la gente”.

María, al igual que muchas personas como ella, tiene bastantes dificultades con las relaciones personales, con la empatía, pero evidentemente las relaciones con los padres son diferentes. Cuando estoy por ahí con ella, que me la llevo a hacer cosas que no están en los manuales, o que están prohibidas —nosotros nos vamos de excursión, me la llevó a resorts, sitios muy psicodélicos—, María se coge de mi brazo y es como si dijera: “tira, que voy contigo”. Es confianza ciega; se queja, canta, se caga en todo, pero me sigue. Y eso es un tipo de confianza que rara vez encuentras en la gente.

Te comunicas con ella mediante dibujos.

En el caso de las personas con este trastorno, en lengua oral —porque ella no sabrá leer ni o escribir nunca— el lenguaje no es algo completamente comunicativo, sino que es un código que tú tienes que aprender. Aunque ya tengas la matriz en el cerebro, cuando eres pequeño vas aprendiendo las bases, las palabras y todo eso. Pero ellos lo van haciendo por repetición. Van repitiendo frases, como estereotipos, que no tienen sentido. La información que puedes comunicar con eso es limitada. Si le pregunto algo, me puede responder o no.

Uno de los ejemplos que dibujé en el libro es ese en el que parecemos un dúo cómico. Le pregunto qué ha comido hoy y me contesta que le han pegado. Básicamente, es como si estuvieras en una obra de teatro donde cada uno tiene su guión y el otro te da pie para que entres en escena. El diálogo lo guía ella porque es la que tiene el código, puede decir “Lili me pegó” —que Lili es una tía suya que no le ha pegado en su vida— pero lo que hace es una frase de contacto. Ella la echa como una especie de gancho. Pero yo le pregunto qué ha comido, los padres buscando siempre esa información idiota que los niños se niegan a dar. Por eso estamos así repitiendo lo mismo, todo el rato. Yo cambio el tiempo verbal, y sigue igual, hasta que abro las orejas, me doy cuenta y le contesto “deja que yo la coja”, la respuesta que tenía que haberle dado al principio. Entonces ella me dice “pollo y espaguetis”.

Una persona, una psicóloga que había estado con ella y presentó el libro conmigo, se leyó la historieta y me preguntó: “¿Aquí quién es el autista?”. Evidentemente, el padre, que no quiere comprender los códigos que funcionan con María. Con esto quiero decir que el lenguaje es muy dificultoso para intercambiar información, pero la parte visual la tienen muy desarrollada. Si María entra en esta habitación, tú te fijas en tres cosas, pero ellos hacen una fotografía. Que la utilicen o no, da lo mismo, pero fotografían todo el entorno y saben dónde está todo. Lo visual tiene mucho más impacto. Antes de que se inventara el lenguaje hablado la gente se comunicaba por símbolos, lo primero que se pintó en las paredes fueron símbolos de cosas. Es algo que realmente está en nuestro ADN. Si tú vas a un aeropuerto en China o en Japón, la única forma que tienes de orientarte es mirando los pictogramas. Pues muchas personas con autismo se guían con pictogramas. Yo he hecho una serie de modelos que son imanes para la nevera, pero sirven para intentar, mediante símbolos, ilustrar cosas con un lenguaje pictográfico.

¿Facilita la comunicación, la abrevia?

Hay, por ejemplo, símbolos de aceptación general. Algunos niños con menos lenguaje que María y que funcionan con cosas como esta llevan pictogramas de este tipo en el iPhone, por ejemplo, y los padres se van comunicando con ellos. En el caso de María también, tenía mucho lenguaje y mucho vocabulario, pero era difícil hablar con ella. Entonces me di cuenta de que cuando yo dibujaba, ella flipaba. Se quedaba extasiada. Me empezó a pedir dibujos y conectamos, de alguna manera teníamos un puente abierto de comunicación ¿Para qué? Me es igual. Habíamos tendido un puente.

Luego, se trata de tirar de la habilidad que tienen. La de María es que tiene su extraordinaria memoria. Se acuerda del nombre de todas las personas que ha conocido en su vida. Y lo relaciona perfectamente, en árboles genealógicos con todo tipo de parentescos.

Por ejemplo, ella me pide que dibuje una fiesta que hicimos en verano. Hacemos primero una lista y luego elegimos a los personajes. Para mí esto es muy importante porque convierte el dibujo, algo que yo he usado para trabajar y he disfrutado con ello, en una herramienta que funciona para comunicarme. María lleva sus libretas y los personajes dibujados son reales para ella. De alguna manera, lleva ahí a toda la gente que quiere. Iniciamos esa forma de comunicarnos y de ahí salió la novela gráfica María y yo.

En tu evolución has terminado llevando la historieta a un terreno muy familiar, con la vida de tu padre, tu relación con tu hija.

Me he convertido en lo que quería ser. No quería ser dibujante de historietas, ni dibujante. Me gusta contar historias en el formato que sea. De hecho, he filmado cortos y la historia de toda mi familia, tanto la historia de mi padre, como la historia de María, es la historia de mi vida, la que me cambió completamente. Pero esta historia concretamente, la de mi hija, como la de mi padre, necesitaba un tiempo para llevarla a cabo. Siempre he dicho que el libro de María y yo me costó hacerlo un mes, pero en realidad fueron 13 años. Tuve que encontrar el momento justo con el tono justo para contarlo, no quería contar una historia triste de pena, de sufrimiento, quería contar una historia vivida con mi hija que no hablara tanto de autismo, de discapacidad o enfermedad, tanto como una historia de cariño y relaciones padre hijo, que es lo que es básicamente.

El mismo nivel de comunicación tengo yo con María que otro padre con su hijo adolescente. O igual más. Por eso creo que ha funcionado tan bien y ha llegado a un público tan amplio que no está dentro del autismo, ni dentro del cómic ni nada de eso. Y el documental también, porque habla de una historia mucho más emocional.

Miguel Gallardo para Jot Down 6

Con María y yo has tenido un éxito, digamos, malo. El que narras en tu obra posterior, Emocional World Tour, cuando vais al Corte Inglés y os ponen a firmar en plan: “Miren, miren dibujantes de cómics sensibles”.

Eso fue un poco cachondeo. Pero también hay que decir que nos aprovechamos; tanto Arrugas como María y yo salieron al mismo tiempo y de pronto entramos en unos canales donde el cómic no había llegado. Por eso empezamos a salir en los medios como cómic social o con inquietudes. Son cosas como la novela gráfica, que de pronto que se diferencia del tebeo habitual, y la novela social de la novela gráfica. Esto significa puedes explicar con viñetas historias que no son de violencia, o las típicas, sino que puedes desarrollar temas sensibles donde caben las emociones de la gente. Pero en realidad no lo hicimos voluntariamente ninguno de los dos para meterse en ese nicho.

Es que eso siempre ha existido en el mundo del cómic.

Ya, pero los periodistas lo descubren ahora. Los periódicos siempre descubren todo bastante tarde. Una entrevista que me hicieron en Oviedo, que mandaron al becario de turno, el tío me entrevistó sobre Un largo silencio y al final escribió “Miguel Ángel Gallardo, que estuvo en el frente del Ebro” (risas). No hemos adelantado nada, la prensa siempre es así. De repente descubren el cómic social y para nosotros es cojonudo, porque nos separan del resto con la etiqueta.

Por eso lanzamos Emotional World Tour, que ha salido con un título equivocado que nos ha buscado la ruina porque no vende. Fue un chiste que hicimos, imprimí un par de camisetas, le di una Paco [Paco Roca, autor de Arrugas, un cómic sobre el alzheimer, N.d.r.] y nos fuimos paseando por ahí. En plan: “sabemos de qué va el rollo”. Al final esto salió en la portada y nos ha ido mal, porque es rebuscado, intelectual, y en realidad lo que funciona es algo como la versión italiana que tenemos, con Paco y yo esperando el avión en el aeropuerto. Eso es lo que hubiera funcionado porque al final es un libro muy bueno que ha pasado desapercibido.

¿Es habitual que te pidan que dibujes personajes que no son tuyos en las dedicatorias como cuentas en Emotional World Tour?

Las giras son alucinantes. Encuentras a cada gente… el mundo del cómic todavía aglutina mucho friquismo. Con lo de las firmas lo que queda es que no importa quién sea el autor, sino estar ahí con el dibujo. Yo soy muy poco coleccionista, he tenido oportunidad de tener grandes dibujos originales de otros, pero tengo cuatro ahí tirados de cuatro colegas. Entre ellos, uno de Shelton de los años 70, pero no soy nada mitómano. 

Y en el lado bueno de la repercusión de María y yo, está que entras en contacto con muchos padres.

El éxito de María y yo me lo labré desde el principio. Es lo que pasa con todas las editoriales pequeñas, que hacen su marketing, pero no da para más. Sabía que no se iba a comer nada en el mundo del cómic. ¡Un padre con su hija autista en un resort! Nadie iba a ir en tromba a comprarlo al FNAC. Supe que tenía que tener un desarrollo diferente. Y no quería que este libro, que para mí era muy importante, se quedara en la mesa de novedades. Le he dedicado años, no he hecho nada más, solo el libro y la promoción. Y el medio que he utilizado es el de la discapacidad, el de las asociaciones de autismo y todo esto. Así es como ha funcionado. Un boca oreja que luego de rebote ha llegado al mundo del cómic y ha entrado por otro lado. Como está dibujado de la misma forma en que yo dibujo para María, le ha entrado a gente que no lee cómics. Gente mayor, niños, personas que no han leído un tebeo en su vida. Te lo lees de una sentada, habla de cosas que están muy bien, pero sin llorar todo el rato o dar pena ni nada de eso. Tengo el suficiente sentido del humor como para sacar risas de esto.

Con el libro y con la película llevo cuatro años dando vueltas por el mundo. He estado en Tokio, en Buenos Aires, Budapest, Praga… Me he recorrido todo el mundo y España entera. He dado charlas, he pasado la película, he hablado con padres. Conozco a todo el mundo. Paco utiliza cierto sentido del humor en Arrugas, pero él no es protagonista como yo, sus padres no sufren alzheimer. Y no es una crítica, pero es que yo sí que estoy en la historia. Soy protagonista y puedo hablar con propiedad y la gente involucrada lo ha recibido bien. Hay una nueva generación de padres que quiere dejar atrás toda esa cosa de victimismo y sufrimiento. Mi visión de la vida es que voy con María a todas partes. Ir con ella es un orgullo. Ella es como una especie de balcón para ver las reacciones de la gente, cosa que para un contador de historias es fantástico.

Todo este periplo me ha preparado para un momento en el que dibujo mucho menos. El trabajo ha bajado, los periódicos, como sabréis, se están yendo al garete, la industria editorial también. Hoy en día hacer un libro es un negocio muy pobre para los autores. Y me interesa mucho más la faceta de comunicador. Cómo he logrado contactar con ella y con mucha más gente. El último corto que he filmado habla sobre las habilidades que tienen muchos de los niños con autismo y está hecho en plan escuela de superhéroes, pero viene con la idea de que todos somos especiales. He llevado mi trabajo al ámbito de la educación, que es en lo que estoy ahora con Aulas Creativas. Nos dedicamos a hacer talleres porque la de profesor es una profesión muy machacada y tendría que ser de las más valoradas que hay. Sufren sobreabundancia de alumnos, pocas horas, menos recursos. Lo paradójico es que dos de los que damos los talleres, Hanoch Piven y yo, éramos ejemplos claros de los últimos de la clase, de los burros que no nos enterábamos de nada. Y ahora damos talleres para profesores. Damos el mensaje de que esos alumnos que se pierden los tres primeros días de clase y que luego se abandonan completamente, son recuperables, como todo el mundo. Todos tenemos un punto desde el que agarrarnos. Todos tenemos habilidades o capacidades que a lo mejor no son las típicas, pero si las valoramos, lograremos alcanzar metas.

El que va bien en clase igual la única habilidad que tiene es que es obediente y punto.

Todos los grandes revolucionarios de la historia son los desobedientes, los que se saltan las normas, los que buscan el conocimiento de una forma especial. Yo soy autodidacta en todo, me he buscado mi base cultural leyendo y mirando cosas anárquicamente. Ese es el camino del aprendizaje. Si conseguimos ir salvando gente así, conseguiremos una sociedad más interesante. Es el caso de María y las personas como ella. La sociedad ha decidido que tienen que estar en la cola porque no sirven para nada; no pueden trabajar en un banco, no pueden hacer la declaración de la renta. Pero las personas como María desarrollan unas capacidades que nosotros no tenemos ni puta idea de hasta dónde pueden llegar. Ellos, por ejemplo, tienen por costumbre hacer los puzles al revés, boca abajo, eso supone una capacidad de abstracción o de lógica de la que tú eres incapaz, y yo, y nadie.

Suelo hacer una especie de metáfora cuando María mira la arena. Creo que está mirando su composición química. Nadie puede decir lo contrario. Tienen capacidades que los demás no tenemos. Su memoria me encantaría tenerla, pero no puedo, mi RAM no me deja espacio. Pero no aprovechamos a estas personas, este conocimiento, haciendo que la sociedad aminore el paso y dé entrada a todo el mundo. Parece que es una pérdida de tiempo. Sin embargo, a los únicos que les damos oportunidad de ir por delante es a los de Bankia, con esos anuncios que hacen ahora que dicen que vamos a darle cuerda al país. ¡Cómo es posible! En qué mierda, no ya de país, sino de mundo vivimos. ¿Esa es la gente que va delante en la sociedad? Pues yo no quiero formar parte.

Por eso me interesa mucho más la educación, que es la gran batalla del siglo XXI, donde se va a decidir qué clase de sociedad queremos; me interesa mucho más la educación, comunicar, que hacer dibujitos para que la gente se ría. Si para esto tengo que dibujar, no importa, lo haré.

Buen titular.

¡Cuidado con los titulares! El otro día me hicieron una entrevista donde dije que mi actividad con María estaba ocupando gran parte de mi vida, y me pusieron de titular: “María se ha comido mi vida”. Y no, no (risas). Entre eso y que cada vez que se habla del autismo se ponen todos los putos tópicos contra los que llevamos años luchando… A veces lees cosas que, mira, gracias, pero a los padres no nos hacía falta este artículo que se llama, por ejemplo, El oscuro pozo del autismo. No era necesario.

El caso es que ha cambiado hasta tu forma de dibujar.

Aparte de mi escala de valores y mi visión del mundo, ha cambiado mi forma de dibujar, que para mí era tan importante. María también ha cambiado esto de arriba a abajo. He tenido que dibujar los pictogramas en sitios de lo más psicodélicos, como aeropuertos, playas… Y a un ritmo veloz, porque evidentemente a María no le interesan las florituras, sino entender lo que hay, el personaje y ver lo que hay. Por eso me he acostumbrado a un dibujo muy rápido que elimina todos los vicios que tenía acumulados durante años y años. Era un dibujante de historietas perfeccionista y ahora me he convertido en alguien que, al final de toda su carrera, disfruta mucho dibujando.

No estoy trabajando, estoy jugando. No tengo ninguna norma. Puedo compaginar mi faceta de comunicador y profesor con la de dibujante. Ahora soy muy rápido, pero muy efectivo, sin florituras, sin adornos. De hecho, estoy trabajando en el New Yorker y el Wall Street Journal porque creo que junto a mi sentido del humor hay una expresión muy sencilla, muy clara de lo que quiero decir. Comparada con la técnica de otros ilustradores, que los hay maravillosos, su parte fuerte es la estética y para mí eso ha pasado a ser algo secundario.

Miguel Gallardo para Jot Down 7

Fotografía: Alberto Gamazo

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Enlaces de interés

Aulas Creativas

Cortos de animación:

El Viaje de María

Academia de Especialistas

Trailer de el documental María y yo

Webs del autor:

http://www.miguel-gallardo.com/home.html
http://miguel-gallardo.blogspot.com/


“¡Dad palmas, jodidos nazis!”; 1961, el año de los Beatles en Hamburgo

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Reeperbahn en 1960

Yo no me duchaba nunca. En el cine donde vivíamos había un lavabo. Podíamos lavarnos los dientes y afeitarnos, pero poco más. Recuerdo que un día fui a unos baños públicos, pero estaban muy lejos. Más adelante, creo que la tercera vez que visitamos Hamburgo, nos lavamos en casa de una amiga. No creo que nos bañáramos ni ducháramos la primera vez que fuimos a Alemania. Ni la segunda. (George Harrison).

Cara de vieja, ojos de huevo, son algunos de los apelativos más cariñosos que recibe Paul McCartney por parte de mucha gente que entiende de música. Su trayectoria en solitario es de todo menos arriesgada y la marca “Beatles”, más que velar por el legado musical del grupo, a lo que parece más predispuesta es a lanzar una OPA hostil al Banco Santander. Personalmente, me encantan los Wings y su concierto en La Peineta de 2004 me pareció maravilloso, pero sí es cierto que el invento de los Fab Four ya se reduce a la administración de royalties generados por que te traicionen el amor que sientes por sus canciones martilleándote con ellas en momentos tan propicios para la emoción musical como cuando eliges entre guisantes congelados de oferta en el Carrefour.

En esta entrega de Busco en la basura algo mejor quería yo rebelarme contra ello reivindicando a los Beatles a partir de una de sus biografías más canallas y que yace muerta de risa en el cajón de los descatalogados, Una biografía confidencial de Peter Brown y Steven Gaines. Pero he encontrado que se contradice con bastantes testimonios reunidos en la maravillosa Antología que apareció en 2000, así que recorreremos la etapa más sucia y salvaje de los de Liverpool a partir de esos dos libros y alguno más citado al final de este texto. Un relato de cuando los Beatles eran sinónimo de anfetaminas y enfermedades venéreas y sonaban como el Capitán Entresijos. Parafraseando a Carlos Javier Rubio en su artículo del Ruta 66 número 80 de 1993: “Porque, Ladies & Gentlemen, los Beatles también surgieron de la mierda”.

En los años 50, Lennon era un chaval con pantalones de pitillo y tupé. Un teddy boy, lo más cercano a un delincuente juvenil por aquel entonces. Aunque la rebeldía no le venía por su origen de clase obrera, era un niño más o menos bien, sino por una situación familiar complicada. Le criaba la hermana mayor de su madre, quien no podía hacerse cargo de él porque era demasiado joven y se acababa de separar. Este pequeño desarraigo emocional le convirtió en alguien intratable. Insultaba a sus compañeros del colegio, decía fuck detrás de cada palabra, fumaba como un carretero, le encantaba la cerveza y en clase se dedicaba a dibujar “lisiados y bebés deformes”. Su día a día era, tal y como cuenta esta bio, perseguir a las chicas por la calle para bajarles las bragas hasta los tobillos, mearse en el despacho del subdirector de su escuela en plan gesta heroica, o pegar a un profesor delante de sus compañeros. También robaba a su tía-madre, que a su vez le devolvía el detalle con castigos y palizas. Precioso.

Por supuesto, suspendía todo impenitentemente, a excepción del dibujo, que parecía ser su única dote. Pero cateó el ingreso al Colegio Superior de Arte de Liverpool tras dibujar “un jorobado con verrugas sangrantes” como interpretación del enunciado de un ejercicio en el que le pedían que ilustrase un viaje. Y la cosa empeoró cuando murió su madre natural. Lleno de rabia, iba molestando a todo aquel con el que se cruzaba por la calle. Asustaba a los ancianos poniendo a prueba su salud cardiaca, se mofaba de los minusválidos…

Su conducta típica solía ser acercarse a un desventurado parapléjico con quien se encontraba en la calle y hacerle bromas crueles sobre sus miembros inútiles ¿Adónde se han ido tus piernas, compadre? ¿Se han escapado con tu esposa? (Peter Brown y Steven Gaines).

Era también un celoso patológico con su novia, Cynthia, a la que golpeaba o retorcía el brazo por la espalda, pero luego él, si podía, se ligaba a todo lo que se le ponía por delante. Por esta conducta hoy en día podría hasta haber ingresado en prisión, al menos en España, y cualquier mujer en su sano juicio se alejaría de él como si su nombre rimase con mierda, pero Cynthia, que luego fue su primera mujer, veía que la necesitaba, porque tras su “ira colérica” había un “muchachito desvalido, lastimado”.

The Beatles en el Indra Club

Por otro lado, McCartney había sido un niño obeso. De modo que cuando se libró de esos kilos de más, se convirtió en un donjuán. La mañana siguiente de perder la virginidad con una compañera de clase se lo contó a todos los compañeros de la escuela y abrumó a la pobre chica. Y ojo a esta revelación: “Al enterarse de la muerte de su madre, lo primero que dijo Paul fue: ¿Qué vamos a hacer sin su dinero?”.

Como todo el mundo sabe, Paul y John se conocieron, congeniaron, bla, bla, bla, y empezaron a tocar juntos. A estos dos caballeretes luego se unió Stuart Sutcliffe. Era un colega de John de la Escuela de Arte, en la que Lennon al fin había logrado entrar. Stu lo tenía todo. Era artista, era pobre y era guapo. Que no es precisamente poco. Vivía en una buhardilla en la que, en invierno, tenía que quemar los muebles en la chimenea para no congelarse. Fascinado por su personalidad, John se mudó a vivir con él una temporada a disfrutar de las malas condiciones de vida como dos buenos artistas. Es decir, se pasaban las noches bebiendo y charlando.

John dormía en un ataúd forrado en seda que había robado en un vertedero de basura. (Peter Brown y Steven Gaines).

Luego llegó Harrison, un electricista. Tenía 15 años, la cara llena de granos. Era flaco, pálido. No hablaba. Solo parece que lo hizo para decirle a John que su novia Cynthia tenía “dientes de caballo” en una conversación amistosa. Por lo demás, terminó entrando en el grupo a base de seguirles todos los días fueran adonde fueran. Como un stalker. Al final, casi sin darse cuenta, tras algunas probaturas, después de mucho reírse de él, terminó siendo uno más de ellos.

Con el invento ya formado con un miembro más, el batería Tommy Moore, un operario de fábrica, les surgió una gira por Escocia. Les habían contratado sencillamente porque eran unos pringaos. Johnny Gentle, el cabeza de cartel, pensó en ellos solo porque eran los únicos a los que podía ofrecerles un contrato leonino. No obstante, los Silver Beatles, que así se llamaban al principio, firmaron con ilusión y se hicieron con su primer uniforme. Todos de negro con unos zapatos baratos con adornos de cuero blanco. Como nota folclórica, McCartney se puso de apellido Ramon, para parecer más francés, más artista, un tipo muy sofisticado.

Las condiciones de la gira no les permitían más que un tazón de sopa al día. Terminaron durmiendo en la furgoneta. Stu, al que le dieron el bajo sin tener ni pajolera de tocarlo, se metía en el hueco del guardabarros de la rueda trasera. Los conciertos eran en decrépitos salones de baile de pueblos recónditos. Estaban asqueados, pero menos que los promotores, que llamaban a Liverpool para quejarse de la porquería de grupo que les habían enviado. Encima, una noche tuvieron un accidente con la furgoneta, Tommy se golpeó con una maleta que salió despedida y perdió los dos dientes delanteros. Le llevaron al hospital para que le cosiesen media la cara. Y esa misma noche, durante la actuación, cuando John Lennon vio cómo tenía el rostro, se rió de él delante de la audiencia. En cuanto regresaron, Tommy dejó el grupo y acabó de conductor de una carretilla hidráulica.

George HarrisonMás adelante, en Liverpool, actuaron como banda de acompañamiento de strippers. En cada libro la chica con la que tocaban se llama de una manera. En unos Shirley, en otros Janice. Pero lo que sí parece cierto es que se marcaban Moondog mientras ella se despelotaba delante de no más de cinco personas con abrigos largos, pues el lugar mucho glamour no desprendía y, por tanto, los clientes, tampoco.

Otras actuaciones como grupo de acompañamiento fueron para los festivales de poesía de Royston Ellis en el club Jacaranda. Este hombre, un beatnik amante de Kerouak, les enseñó a desatornillar los inhaladores Vicks para extraer la bencedrina (una anfetamina) que llevaban dentro y poder así pillarse sus primeros ciegos tal y como eran entonces, esto es, pasarse la noche bebiendo y hablando sin parar. Luego fueron contratados en este club con un sueldo como los que pronto veremos en la España del siglo XXI: a cambio de “Coca-Cola y judías con tostadas”.

En las sucesivas actuaciones que les fueron surgiendo, aparte de las remuneraciones miserables, también sufrieron el problema de los teddy boys. Los de verdad. Ellos eran meros imitadores de la tendencia, pero en realidad en aquella Inglaterra había auténticos delincuentes juveniles que, vaya, eran el único público de sus primeros conciertos. Ellos y sus novias, las judies. Iban a verles, a disfrutar de su música jovial y el esparcimiento, armados con cadenas, cuchillos y botas de punta de acero. Lo normal es que al final de cada bolo hubiese una pelea escalofriante.

En Neston, por ejemplo, los Silver Beatles asistieron a la muerte por linchamiento de un chaval de 16 años. Aunque hay libros donde dice que no murió, que solo lo descalabraron a patadas en la cabeza. No obstante, en lo que sí que coinciden todos es en que, en una cita de tantas en las que tenían que terminar la actuación saliendo por patas, a Stu le cogieron y también le patearon la cabeza hasta que perdió el conocimiento. Cuenta la leyenda, porque no hay nada demostrado, que un coágulo de sangre consecuencia de aquellos golpes acabó con su vida dos años más tarde, cuando sufrió un colapso y un aneurisma. Pero también hay una versión que dice que se cayó por las escaleras del ático de la casa de su novia en Hamburgo. Nos quedamos con que sus agradecidos seguidores le patearon la cabeza sin motivo, que no es poco.

Esta trayectoria errática, tocar mal y ser maltratados físicamente, solo se vio interrumpida con su viaje a Hamburgo, la capital europea del vicio en ese momento. A esta ciudad alemana, como antes con su gira escocesa, los Beatles consiguieron llegar gracias al enorme mérito de ser unos pringaos. Había demanda de grupos de rock and roll en Hamburgo y los estadounidenses salían muy caros. El propietario del aludido Jaracanda, Allan Williams, les puso en contacto con Bruno Koschmider que iba a abrir un local en Hamburgo y necesitaba una formación de cinco miembros competente, pero barata. Los Beatles fueron los elegidos… por su precio. Iban a cobrar 15 libras semanales cada uno, más de lo que ganaba un maestro en cualquier caso. Detalle que llevó a Paul a escribirle una carta de despedida al director de su instituto para pasarle por la cara su nuevo sueldo. El padre de Macca, menos entusiasta, le advirtió de que en la calle de Hamburgo a la que iba, Reeperbahn, era normal que asesinasen cada dos por tres a marineros británicos. Que tuviera cuidado porque era un lugar peligroso. ¡Y que no se drogase, por los clavos de Cristo! Que se lo veía venir.

Stu y John en el Top TenAntes de irse, como no tenían batería, tuvieron que contratar a Pete Best. Su mérito, básicamente, era que tenía batería. Se la acababan de regalar por su cumpleaños y, además, su madre les caía bien. Era la dueña del Casbah, su club de cabecera en Liverpool. Y era importante que les cayera bien. Según ellos mismos cuentan, las baterías eran tan caras que solo las podían tener niños bien que, por ende, eran gilipollas. Él era guay, así que Pete se subió a la furgo y partieron hacia Alemania.

Durante el viaje, en Holanda, donde la policía les registró para buscarles no droga, ni alcohol, ni tabaco, sino café —así andaba Europa de festiva—, pararon en Arnhem. En esta ciudad había tenido lugar la Operación Market Garden en la Segunda Guerra Mundial. Los ingleses intentaron penetrar en Europa con paracaidistas y una división acorazada de las SS les derrotó sin miramientos. Generalmente, la historia dice que fue consecuencia de la torpeza militar del alto mando británico. Los Beatles, que alucinaron con las infinitas hileras de tumbas que se encontraron, la denominaron en su día “otro truquito de Winston Churchill”. El caso es que lo relevante de esta visita es que allí, en una tienda, John Lennon robó una armónica que incorporó a las canciones del grupo, lo que a la postre daría alguna que otra alegría a sus fans.

Al llegar a su destino, el barrio de St. Pauli, se encontraron con que iban a ser alojados en un cine, el Bambi Kino. Tenían que dormir en un almacén con un par de literas y las paredes sin pintar que estaba detrás de la pantalla de la sala. Para calentarse, como mantas, les dieron, graciosamente, banderas de la Union Jack. No había calefacción y tenían que usar los lavabos de señoras del cine.

El libro Una biografía confidencial dice que el Bambi era un cine porno y que se despertaban con los jadeos cuando empezaba a proyectarse cada película. Parece una exageración. En Antología no hay ni mención a que fuera un cine equis. Además, se habla de que al baño no dejaban de entrar señoras alemanas gordas que se cruzaban con ellos en sus aposentos deluxe. Por eso, por muy “cosmopolitas” que pudieran ser los alemanes en ese momento, parece más creíble la versión del Antología cuando cita cómo John recordaba esa bucólica escena: “Por la mañana, al despertar, oíamos a una vieja Frau alemana meando en el baño”.

Luego, para comer, iban a un restaurante barato, lo único que se podían permitir ellos, y allí, los veteranos de guerra más arrastrados. Estaba lleno de mutilados sin piernas, sin brazos, ciegos, tuertos y todo lleno de gatos. Los Beatles dijeron que, contemplándoles, se les subía a la cabeza el nacionalismo británico. Ellos habían ganado la guerra. Toma ya.

Su jefe, Bruno Koschmider, era un individuo que no tenía ni idea de música. También le habían herido en la guerra, se había quedado cojo, y ahora regentaba un par de clubes nocturnos para ganarse la vida. Uno de ellos de striptease, que quería reconvertir en sala de rock and roll, el Indra. Allí estuvieron un mes actuando prácticamente sin público. Cuando pasaba alguien por delante de la puerta, se ponían a tocar lo mejor que tenían para ver si lograban que entrase. A veces lo daban todo toda la noche y solo tenían una pareja viéndoles sentada en una mesa. Duraron un mes. La vecina de arriba les denunció por el ruido y Koschmider tuvo que volver a convertir su garito en un silencioso y discreto puticlub.

Entonces pasaron al Kaiserkeller, el otro bar de Koschmider, donde empezó lo bueno. Tenían que estar tocando 12 horas diarias que se repartían con otro grupo. Seis horas por noche cada uno. Alternaron con Derry and the Seniors y con Rory Storm and The Hurricanes, el grupo de un batería profesional muy solvente, Ringo Star. Los sábados comenzaban a actuar a las cuatro de la tarde y acababan a las cinco de la mañana. En sesiones de esa duración, tocaban todo el repertorio de Gene Vincent, discos enteros de Chuck Berry, Little Richard, Everly Brothers, Buddy Holly o Fats Domino. Cuando al final estaban exhaustos, se inventaban las canciones sobre la marcha. A la postre, su talento innato les convirtió en estrellas, no cabe duda, pero ellos mismos reconocieron que sin ese entrenamiento-tortura cuasi militar, no hubieran llegado a ser verdaderos músicos. Porque en este negocio que parece tan frívolo no todo se basa en un buen look y cuatro ideas. Bueno, ahora tal vez sí. Pero no en la edad dorada de la música popular. What I´d said, de Ray Charles, por ejemplo, la hacían de hora y media. Imaginad a Coldplay convirtiendo eso en el planazo para un viernes.

El barrio en el que trabajaban era para ponerle un marco. Había locales que anunciaban sexo de burros con mujeres, peleas en el barro. Estaba lleno de prostitutas, criminales, marineros borrachos y travestis. De hecho, justo enfrente del Kaiserkeller estaba el Roxy, un local de transformistas que no paraban de tirarles los tejos porque eran jóvenes y guapos.

Nuestro amigo Bernie vino de Liverpool a visitarnos. Un día estábamos en un club y Bernie entró y dijo “¡Una tía buenísima acaba de hacerme una paja en el váter!”. Nosotros contestamos: “No es una tía, Bernie”. (George Harrison).

Los camareros del local les enseñaron a saludar en alemán. O eso creyeron. Lo que les dijeron era que “hola” y “buenas noches” eran, en su idioma, “jódete” y “bésame el culo”. Iban por ahí repitiéndolo, con sus sonrisas adolescentes, metiéndose en líos y rogando luego que por favor no les pegasen, que eran ingleses y no sabían lo que decían. Con todo, ellos luego también se aprovechaban de que la incomprensión era recíproca y, cuando llevaban ocho horas tocando —Harrison confesó que se le dormían las manos, ya presentaban las canciones diciendo “esta se llama knickers (bragas)”. Y a cascarla.

Las peleas eran habituales cada noche. Los marineros, cuando estaban borrachos, se liaban a golpes con los camareros porque no querían pagar o no estaban de acuerdo con la cuenta. Los camareros entonces sacaban porras, llaves inglesas y navajas y se montaba ahí la de san dios. Era habitual también que, cuando se montaba una trifulca, alguien disparase pistolas de gas lacrimógeno. Los Beatles lo recordaban como jornadas de “sangre y lágrimas”; sangre del público, lágrimas del grupo por los gases lacrimógenos.

Al principio, resultaban un poco sosos para lo que pedía la clientela que acudía a un barrio de ese tipo. Su jefe les pidió un poco más de gracia, de show y cuando estaban aburriendo, les gritaba “Mach Schau!” para que dieran un poco el cante, algo de espectáculo añadido. A raíz de esto, John empezó a imitar a Gene Vicent. Cojeaba por el escenario, se tiraba por el suelo, y como la cosa le fue bien y a los alemanes les hacía gracia, esta dinámica fue in crescendo.

Paul en el Casbah

Hay que tener en cuenta que para tocar 12 horas cada día hace falta algún tipo de combustible extra. En su caso, fueron anfetas. Se zampaban preludines, unas pastillas adelgazantes. Los propios camareros se las daban cuando veían que flaqueaban. Mientras tanto, el público les enviaba cajas de cerveza y les pedían que tocaran más alto. Ni mejor ni peor, solo más fuerte. Era alemanes. Y si eran gangsters, les enviaban botellas de champán. Así, borrachos y anfetamínicos perdidos —George recuerda que echaban espuma por la boca al cantar—, con carta blanca por parte del dueño del local para montarla y un público jaleándoles para que la liasen pero bien, sus actuaciones no tardaron en ser auténticamente demenciales. O rockeramente hablando, memorables.

Conforme empezaban a estar ciegos, iban tirándose comida unos a otros, luego los micrófonos y al final terminaban desnudándose. Lennon salió en una ocasión en ropa interior con el asiento del váter arrancado y colocado cual collar de perlas alrededor del cuello. Se pintaron cruces gamadas en la frente, se ponían viejas gorras del Afrika Korps y marcaban el paso de la oca en el escenario. Al público le encantaba esto, pero luego los Beatles, que ya se habían ido de madre, les insultaban en inglés, que el público no entendía y entonces les aplaudía. Al final, con todo fuera, les decían desde el escenario ¡Sieg hail! ¡Dad palmas, nazis de mierda! Que se fuesen a tomar por culo, putos nazis, y les lanzaban lo que tuvieran a mano. Y sí, el respetable se lo pasaba pipa y no paraba de enviarles más y más cajas de cerveza. En este plan, destrozaban todo cuanto había en el escenario. En el Antología, Lennon presume de que arrasaban con todo y dejaban las guitarras sonando tiradas por el suelo mucho antes de que lo hicieran los Who. También se peleaban entre ellos en escena. Una vez Paul insultó a Stu y se enzarzaron a golpes para delirio de los gangster allí reunidos, que se descojonaban porque no eran precisamente un par de buenos luchadores. Y más champán para el grupo.

A veces Lennon iba tan sumamente ciego que se caía a peso muerto y se quedaba dormido profundamente debajo del piano. El grupo, mientras, seguía tocando. Como si nada. Luego, al llegar a casa, el cine, comían techo con las mandíbulas disparadas. Y si llevaban varios días seguidos trabajando sin sobar con esa dieta de preludines y alcohol, terminaban teniendo alucinaciones. A John se le solía ir la cabeza y a altas horas se ponía muy violento. Los demás tenían que fingir que dormían para que no la tomase con ellos. Una vez, Paul se estaba tirando a una chica y Lennon, sin motivo alguno, cogió toda la ropa de ella y la destrozó con unas tijeras y después rompió el armario a patadas. Llegó un punto en que digamos que John se hizo uno más con el lumpen.

Un día nos enrollamos con un marinero británico. Le dije en inglés que no se preocupara, que le conseguiríamos chicas. Le emborrachamos y el tío no dejaba de preguntar. ¿Dónde están las chicas? Nosotros seguimos charlando con él, tratando de averiguar dónde guardaba el dinero. Pero no lo conseguimos. Al final le pagamos un par de puñetazos y lo dejamos estar. No queríamos hacerle daño. (John Lennon).

John Lennon en la puerta del Bambi KinoPero todos se integraron en el barrio. Las prostitutas les lavaban la ropa. La que cuidaba los baños en el Kaiserkeller, una anciana llamada Rosa, les prestaba dinero cuando estaban arruinados. También les daba preludines cuando hacían eses. Con las chicas de striptease la relación, por supuesto, fue a más. Venían de un Liverpool donde las chavalas llevaban unas fajas infames y el ambiente era, en sus propias palabras, “medieval”. En Hamburgo, sin embargo, alternaban con chicas que iban semidesnudas y que, en sentido literal, les educaron sexualmente. Dijo Paul que como no tenían intimidad a veces entraba en la habitación que compartían para coger algo, se encontraba un culo desnudo subiendo y bajando y tenía que decir “huy, perdón” y dar media vuelta. Harrison, que reveló que en Liverpool cuando se besaba con una chica tenía unas erecciones de horas que le causaban dolores horrorosos sin posibilidad alguna de que le aliviaran, perdió la virginidad delante del resto del grupo en Hamburgo. Estuvieron todos callados aquella mañana, mientras follaba, pero cuando acabó, se pusieron a aplaudir como en un espectáculo deportivo. Así, sí.

Ejerciendo el sexo en todas sus formas, drogados a cualquier hora del día o de la noche, los muchachos se convirtieron en un laboratorio ambulante de enfermedades venéreas. Allan Williams llegó a convertirse en el Doctorcito Sífilis. “Yo buscaba hinchazones en la ingle, derrames en la punta, y les preguntaba si sentían dolor al orinar”. (…) Tan pronto como recibían una inyección de penicilina, estaban otra vez bebiendo y putañeando. Cuando volvieron definitivamente a Liverpool, un venerólogo pudo limpiarlos. (Peter Brown y Steven Gaines; declaraciones en El hombre que regaló a los Beatles, de Allan Williams).

Aparte de las tablas que cogieron tocando tantas horas seguidas, el otro aspecto determinante que marcó a los Beatles fueron sus amistades alemanas. Un día entraron a una de sus actuaciones en el Kaiserkeller Astrid Jurgen, Klaus Voorman y Jurgen Vollmer, estudiantes de arte. Iban todos de negro, con el pelo alisado por los lados y alborotado por arriba. Se denominaban a sí mismos los “exis”, de existencialistas —relato que suena un poco a cierta pandilla de El Gran Lebowski—. Estaban enamorados de Stu, pero no por la música, sino por su pose tipo James Dean. Eran modernos, no rockeros, y les interesaba más la imagen que otra cosa. De hecho, Astrid empezó a fotografiarles. Les sacaba instantáneas en descampados, ferias, siempre junto a mobiliario destartalado. Por la influencia de los “exis” se vistieron todos de cuero negro y se compraron botas de cowboy. En 1961, mucho antes que Jim Morrison y más aún que el heavy metal.

Llevábamos unas gorras rosas de cuero a las que llamábamos chochetes y que habíamos comprado en Liverpool. Ese se convirtió en el uniforme del grupo: botas camperas, chochetes y trajes de cuero negro. (George Harrison).

Fue Astrid, que se ennovió con Stu, quien les sugirió que dejaran de hacerse el tupé con vaselina y que se peinaran el flequillo hacia delante, como chicas. Una idea que estaba inspirada en el aspecto que llevaba el actor Jean Marais en Le Testament d´Orphee, una película de Jean Cocteau de 1959. Tiempo después, en una visita a su amigo Jurgen en París, se cortaron el pelo a lo tazón. No era un peinado tan extraño entre los jóvenes arties del continente, pero en Liverpool eso no se había visto jamás ni de casualidad. Cuando volvieron a casa, los ingleses alucinaban. Así nació el luego célebre “peinado beatle”, que no habían inventado ellos.

El regreso a casa fue repentino. Primero, a Harrison le cogió la policía —ellos la llamaban la Gestapo— porque era menor de edad y lo deportaron. Los demás, como iban a conseguir un contrato en el mejor club de Hamburgo, el Top Ten, rompieron con Koschmider de mala manera. Al dejar el cine en el que vivían, en una travesura infantil, como diciendo “nos largamos de esta mierda”, prendieron fuego a un condón clavado a la pared y dejaron todo el manchote del plástico quemado goteando. Koschmider les denunció por intentar incendiar el cine y la policía deportó también al resto porque además, entre otros delitos, no tenían permiso de trabajo.

Volvieron un par de veces más a Alemania. Durante una de ellas, un borracho que se quedaba en una esquina habitualmente al final de sus actuaciones resultó ser el batería de Rory and the Hurricanes, Ringo, que se quedaba a verlos para pedirles que tocasen blues. En un principio les daba miedo por un detalle muy curioso: en aquella época, los tíos a los que les gustaba la música lenta eran los macarras peligrosos. Pero la amistad fue a más y terminó siendo su batería. Stu, ya que la música no era lo suyo, prefirió quedarse en Alemania estudiando arte fascinado por su titi, la cachonda Astrid.

The Beatles en el Top Ten Club (2)Lo gracioso de todo esto es que, al regresar a casa, Paul casi deja la música. Se preguntaba si eso de las deportaciones, las drogas, los travestis y los marineros borrachos era realmente la vida que quería llevar un artista como él más allá de la vivencia iniciática. Se puso a trabajar en una fábrica y, si no es por un concierto que les salió en The Cavern un mes más tarde, no hubiese vuelto al grupo, aunque le tuvieron que convencer.

Ese show fue un éxito. Los ingleses se pensaban que eran alemanes y por el equívoco, paradojas de la vida —ni que el público fuese madrileño—, les aplaudieron por primera vez en su ciudad. Sus fans se multiplicaron. Esta pequeña fama llegó a oídos de Brian Epstein, quien les dijo que podían triunfar si se quitaban ciertas manías adquiridas en Alemania, como comer con las manos en el escenario durante la actuación, entre otros detalles, y les presentó a las discográficas. Ya sabemos qué pasó después.

Testimonio sonoro de aquella época dorada alemana es un pirata en la sala Star de 1962. Hay ediciones con un sonido que deja a Burzum a la altura de Ella baila sola después de beberse ambas un bidón de Yop de fresa. Una de las presentaciones más bonitas se llama The Beatles vs Third Reich. El directo estaba grabado con un micrófono colocado en el puñetero suelo. La historia posterior de este álbum no es nada romántica, como lo vivido ese año, hay una cadena de demandas de Apple contra un sello independiente por los derechos que merecería otro artículo. Y encima fue litigar para nada, porque hoy en día se puede descargar fácilmente de Internet en todas sus modalidades, a cada cual con un sonido más aberrante.

Otra prueba de cómo sonaban los Beatles en aquella época es el disco que grabaron con el cantante Tony Sheridan en Alemania. Este buen hombre era el primer músico de Liverpool que había aterrizado en Hamburgo. Se conoce que, por su personalidad, se hizo rápido a la ciudad y a sus gentes. Dicen en Antología que era normal que cuando actuaba, si veía que alguien estaba hablando con su novia, se bajase del escenario, se pelease y luego volviera a subir a seguir como si nada, solo que envuelto en sangre. De hecho, en una de estas se cortó un tendón de la mano y tocó ya siempre la guitarra con el dedo hecho un guiñapo. Los Beatles en este disco no hicieron más que de grupo de acompañamiento, para su desgracia, pues esperaban más protagonismo. Y encima, como a Tony no le gustaba su nombre, les llamó por el artículo catorce The Beat Brothers. Años después, cuando se desató la beatlemanía, le cambiaron el título al disco raudos y veloces y pusieron bien clarito en la portada: “The Beatles”. Sheridan, en 1967, hizo una gira por Vietnam para alegrarle la vida a las tropas invasoras, con tan mala suerte que cayeron bajo el fuego del Vietcong y murió uno de los músicos que había contratado. Sin embargo, Reuters dijo que había fallecido él y le dieron por muerto durante años. En realidad, vivió en Suecia y estuvo dando conferencias en Hamburgo sobre sus años con los Beatles en esta ciudad hasta que falleció en febrero de este año. En Spotify hay algunos discos más suyos. Nada del otro jueves.

De todas formas, la grabación definitiva de esta época de los Fab Four son las cintas de Decca recogidas el uno de enero de 1962. También llamadas The Capricorn years solo dios sabe por qué. Se trata de una audición que hicieron para Decca de escaso éxito. Dick Rowe, el directivo de la discográfica, se quedó con los Tremeloes antes que con ellos. Les explicó, para mayor descojone posterior, que los grupos con guitarras estaban pasados de moda. Todo un visionario. Dice Juan Manuel Escrihuela en su biografía de McCartney que Rowe años después también rechazó a David Bowie y aún le quedó tiempo para decirle que no a Marc Bolan. Lo dicho, un genio. En Canciones ocultas de los Beatles, de Alejandro Irazo y Antonio Vizcarra, comentan por otro lado que este pobre hombre defendía sus errores diciendo que había rechazado a los Beatles, pero meses después fichó a los Rolling Stones. En realidad, lo hizo por consejo de George Harrison, revelan. Solo le faltó un sillón de consejero en Bankia.

De este disco “rechazado”, la canción Like dreamers do se la cedieron años más tarde a los Applejacks y fue número 20 en las listas. Hello little girl, se la dieron a los Fourmost y fue número nueve. Love of the loved, la interpretó Cilla Black y llegó al 35. Claro que todo esto con la beatlemanía desatada. Para mí, la más bonita es Take good care of my baby, temazo que popularizaron los semidioses Bobby Vee y Dion DiMucci. Arrodillarse aquí. Todo este material cayó luego en manos de George Martin que, interesado por el carisma que desprendía el grupo, llamó a Epstein y terminó fichándoles para EMI. El resto es historia. Tanto en los éxitos inmortales de acompañamiento en la compra de guisantes congelados, como en un genuino y glorioso ¡que nos quiten lo bailao! que explica en buena parte supuestas pasteladas posteriores.

The Beatles, 1961

Pedro García Aguado: “La retirada del deportista profesional es complicada, el deporte es como una droga”

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Pedro García Aguado para Jot Down 1

Durante la preparación de los Juegos de Barcelona 92, habría disciplinas con una preparación más dura que el waterpolo, pero seguro que ninguna tuvo unos entrenamientos tan salvajes y brutales. Hubo jugadores a los que se les caían las uñas de los pies tras las carreras y ejercicios militares que impuso Dragan Matutinovic. La selección logró llegar así a la final, contra la Italia del ‘Setebello’, pero perdió después de tres prórrogas agónicas con pelea incluida fuera del agua. Parecía una derrota apocalíptica y, sin embargo, fue la semilla de los éxitos históricos de aquella generación, los oros de Atlanta y Perth. No en vano teníamos a Jesús Rollán, el mejor portero del mundo, y a Manel Estiarte, el Maradona del waterpolo, el mejor jugador de la historia. Pedro García Aguado convivió con ellos, fue su amigo. Charlamos con él para que nos transmita la épica de este deporte que suele pasar inadvertido en los grandes medios. Pedro habla sin complejos, sin reservas. De hecho, en 2008 escribió un libro, Mañana lo dejo, confesando su adicción a la cocaína. Durante su carrera deportiva, sorprendentemente, llevó una vida de rock star plagada de excesos. Pagó las consecuencias. Ahora, rehabilitado, presenta un programa de ayuda a familias con hijos conflictivos.

Desde que entraste por primera vez en una piscina las condiciones fueron difíciles.

Sí, en las piscinas del Cuartel de la Montaña, donde aprendí a nadar, había un señor que tenía un tic en la cabeza —Antonio se llamaba—, que te ponía una especie de gancho en el agua, te tirabas y tenías que alcanzarlo. Recuerdo que él lo quitaba. Estuve un año ahí, pero el segundo lloraba demasiado y me tuvieron quitar. Entonces me puse a jugar a la pelota. Fue duro. Yo veía a los niños que seguían con él llorar mucho.

Y en el waterpolo te esperaba Mariano García, uno de los entrenadores más duros.

Mariano García, en la escuela madrileña de waterpolo, fue la persona que más me enseñó a luchar contra la adversidad, a superar los momentos difíciles. Pero también tenía una técnica especial, era un tío muy de derechas, te motivaba con frases tipo “¡venga, mierdas, que no valéis para nada!”. Si eras un tío de personalidad fuerte, aguantabas. Si el waterpolo o el deporte no era lo tuyo, lo dejabas.

Para él era más importante la fuerza que demostrabais en un partido que el resultado.

Su modelo eran los países del Este. Rusos, alemanes orientales, yugoslavos. Toda esa gente eran sus ídolos y decía que nosotros, los españoles, éramos unos mierdas. Los españoles, con el cuerpecillo que teníamos, éramos muy delgados. Los rusos en cambio tenían una cabeza y unas espaldas enormes. Lo que nos quería inculcar era que, aun siendo pequeñitos y flojos, teníamos que ser capaces de ganarle a cualquiera si jugábamos bien, pero evidentemente había que ser duro. Y si te daban, devolverla. O ser listo para que no te cogieran. El waterpolo es un deporte de contacto, no puedes ir en plan “reina”, decía él. Tenías que ir en plan ¡hombres! ¡España! [risas]. Era muy divertido estar con Mariano. Sobre todo cuando venía mamao.

Había momentos en los que venía como excitado. Tenía ejercicios como ponernos a luchar por la pelota a los que peor nos llevábamos personalmente. Hacíamos rugbypolo. En waterpolo, si te ponen la mano encima, se pita falta. Aquí, nada. Era una lucha contra el otro y contra ti mismo, contra tus propios miedos. Era un ejercicio brutal. Y después del uno contra uno, echábamos un partido en el que no podías lanzar la pelota a portería para meter gol, tenías que plantarla en el otro bordillo con la mano. Si perdías, tenías que bucearte la piscina entera. Y si salías a respirar, los que habían ganado estaban fuera esperándote para tirarte balonazos en la cabeza. En fin, nos enseñaba a ser muy pícaros. A este deporte no puedes jugar si no eres pícaro. Así aprendes a ganar. Si pierdes, no te llevas el palo. El objetivo era no tener miedo al adversario y sobre todo meterte esa sensación de que tienes que poder pase lo que pase.

Pero le teníais miedo.

Claro, porque los entrenamientos no eran de una hora y media en el agua jugando. Era sufrir, echar el hígado. Entonces le tenías algo de miedo, pero luego le cogías cariño, no sé si por síndrome de Estocolmo o qué, bestial.

Os llevaba a la Casa de Campo a cortar troncos.

Eso era maravilloso. No era cortar troncos. Mariano era máster en INEF, en Educación Física, y pensaba que lo que más fuerte había que tener eran los hombros. Entonces nos ponía un circuito de varias estaciones en un tronco caído. Había que golpear al árbol con hachas de dos o de doce kilos. Siempre repitiendo los movimientos que ibas a hacer luego en la piscina, lanzando o tirando de revés. Era espectacular, se te ponían los hombros… Claro, él sufría. Yo tenía 12 años cuando iba con los troncos y las hachas. Nos pedía: “Por favor, no te cortes un pie que tu padre me mata”. Pero era impresionante llegar allí y ver a siete tíos dando hachazos. Era bueno, porque ese ejercicio te exigía estar muy centrado. Le gustaban los entrenamientos outsider, fuera del gimnasio. Los últimos equipos que ha cogido levantaban ruedas de tractor.

Los padres pensaban que estaba loco.

Sí, había padres que sí, pero luego son los que me llaman para educar a sus hijos. Padres blanditos. Hombre, yo a mis hijas no me las llevo a cortar troncos, pero cierta presión y algo de dificultad en tu vida tienes que tener. Estar con Mariano me sirvió para superar las adversidades que he sufrido más adelante. Aunque el problema era más que nada que Mariano insultaba mucho, cada dos minutos. Había padres a los que eso no les gustaba. Pero toda la generación importante del waterpolo salió de sus manos.

¿Qué opinas de la polémica que ha surgido recientemente con los métodos de entrenamiento de Anna Tarrés?

Cada entrenador hace lo que sabe y como sabe. Esa forma de entrenar de Anna puede afectar a los más sensibles, mientras que a otros nos venía bien. No se puede juzgar. No creo que ella lo hiciera con la intención de hacer daño a nadie. Pero no he estado en ese equipo de sincronizada. No me veo con un bañador así [risas]. Estuve con lo mío y a nosotros, tanto Mariano como Matutinovic después, fueron duros pero nos vinieron bien.

Cuando jugabais contra los catalanes alucinaban con vuestra agresividad.

Con la selección castellana de waterpolo íbamos allí y arrasábamos. En Madrid no había clubs tan fuertes como para tener varios equipos de infantiles o juveniles, entonces competíamos como selección castellana contra el Barcelona o el Barceloneta. Y luego también había una selección catalana o aragonesa, pero nosotros les dábamos un repaso a todos. Éramos muy guerreros. Los catalanes entrenaban dos veces al día. Primero nadaban y luego hacían una cosa que se llamaba el taquigol. Ponerse alrededor de la portería con una pelota y lanzar. Al cabo de dos minutos, volvías a lanzar cuando te tocaba. Con Mariano nosotros hacíamos 150, 200 o 500 lanzamientos en cada sesión. Eran diferentes formas de entrenar. Luego, cuando fuimos a jugar con ellos, en Cataluña, pensábamos que lo que hacían no valía para nada. Los de Madrid tuvimos que meternos en una escuela de alto rendimiento que montaron porque nos encantaba sufrir.

Adolescente en el Madrid de las tribus urbanas, bailabas break, luego fuiste heavy

Lo que recuerdo es que por estar mucho tiempo en la calle solo, sin mis padres, lo que buscaba era pertenecer a un grupo. Cuando estaba con el waterpolo, era el grupo de waterpolo. Pero dentro de este grupo yo era el más quinqui, como decía Mariano, o el más urbano. Y sí, conocí un breaker y me puse a bailar. Pero no tenia ni idea. Era un paquete bailando. Hacía mis cositas, pero medía 1,92; no podía hacer las virguerías que hacían ellos. Luego en el instituto me gustaba mucho la estética mod. Antes había sido heavy, me acuerdo de las chapitas y las chupas de cuero, pero me duró poco. Me iba más el tema mod. Le robaba los abrigos a mi abuelo [risas]. Era un tío particular, igual un poco hortera.

¿Qué música era la que más te gustaba?

Me gustaban mucho Smiths, pero tampoco era un melómano coleccionista. Al poco tiempo me volví un pijoteras, con las zapatillas Victoria que hemos llevado todos. También me puse un pendientito… Eran cosas para llamar la atención. Ahora con el tiempo entiendo que buscaba eso. He pasado por todas las tribus. En mi instituto éramos cinco tremendos. El breaker, un heavy, un pijo, un rocker y estaba yo, que iba variando según el día que me levantaba. Era el veleta. También había una banda callejera de rockers en el Puente de los Franceses que me amenazaba, me decían que me iban a rajar. Uno se llamaba el Domin, ahora está muerto, como varios de ese grupo. Lo pasé muy mal con esa historia.

En clase, era un cachondeo subir a Latín fumao. Las consecuencias de eso luego fueron graves, pero siempre lo digo, fue una risa. El heavy haciéndose los canutos en clase… El profesor no decía nada, solo “vayan jugando, vayan jugando” y al final suspendíamos todos los que habíamos estado de cachondeo. En aquella época también llegaron a echarme un año de la escuela de waterpolo. Mariano decía que qué era eso de bailar break en la calle, que era un quinqui. Me tuve que ir al equipo de La Latina. Ahí entrenaba a las diez de la noche con chavales de veintitantos, que cuando acababan los viernes se iban a la peña a tomar minis de ginebra con limón. Yo tenía 14 o 15 años y con estar ahí ya pensaba que era mayor.

Entrenar con gente mayor debió influir en tu juego.

Sí, con Mariano jugábamos con nuestra categoría y con dos superiores. Con la absoluta hemos estado casi desde jovencitos. Nos daban por todos los lados, claro. Hostias hasta en el carné de identidad. Pero así aprendes a repartir, encajar y jugar con muchísima presión. Destacamos mucho desde el principio, la verdad, no sé si es bueno o malo, pero de jóvenes éramos capaces de meter diez goles por partido y éramos muy duros.

Pedro García Aguado para Jot Down 2

Llega un campeonato juvenil y le dices a Mariano que has decidido que quieres ser el mejor del torneo.

Recuerdo que iba a los torneos y no disfrutaba del todo. Yo era un tío muy obsesivo. Veía que siempre les daban los trofeos de mejor jugador a otros y dije: yo quiero llegar ahí. ¿Cómo hacerlo? En mi casa mi padre trabajaba no sé cuántas horas, mi madre no estaba. Así que me mudé e hice un plan de entrenamiento de seis de la mañana a diez de la noche en casa de Mariano, que le encantaba tener a alguien para moldearlo a su manera. Mi objetivo también era ponerme cachas, nunca me veía suficientes músculos. Mi cuerpo no me dejaba, porque era un tirillas, pero quería superar a todos. Y aquello fue muy duro. Vivir con Mariano esos meses… aunque también quería huir de mi casa, porque con el divorcio de mis padres se había quedado desolada. El caso es que me lo propuse y lo conseguí, mejor jugador y máximo goleador. Después de entrenar tan duro a la hora de jugar tenía una sensación de poderío brutal.

Entonces te marchas a Cataluña.

Decido, decido irme a Cataluña a jugar porque vino un club a buscarnos.

En Madrid no podías seguir con la progresión.

Aquí no había ni liga ni nada; solo había un club, el Canoe. El La Latina lo subimos a segunda, el San Blas también. La Latina después llegó a primera, pero no había presupuesto. Aquí había poco waterpolo.

¿Por qué en Cataluña cuidan más todo este tipo de deportes no mayoritarios?

Tenían mucha más tradición. Allí había muchas instalaciones y los clubes se manejaban con socios. Igual sí que han hecho más por el deporte, pero creo que desde las entidades privadas, no desde las públicas. Allí todo era privado. Los socios pagaban unas cuotas que mantenían las instalaciones y financiaban equipos profesionales.

Allí pensaron que los chicos de Mariano erais locos que jugabais sin cabeza. ¿Os hicieron más técnicos?

Ellos eran más flojos, más conservadores. Antes de ir, cuando coincidimos en la selección, empezamos a ver el carácter catalán. Estaban siempre: “Buf, mira este jugador ruso qué bueno es…”. Se sabían el nombre, que si chutaba muy bien por la izquierda, que si era uno de los mejores. Y nosotros no conocíamos ni a su puta madre. Preguntábamos: “¿Cómo dices que se llama? Ah, vale ¡este me va a comer la polla!”. Íbamos con una chulería…

Era una mezcla de inconsciencia e ignorancia. Porque Mariano nos inculcó que daba igual delante de quién jugásemos. Con los rusos tuvo una muy buena. Fuimos a jugar una vez contra ellos, los vimos y le dijimos al entrenador: “Mariano, hostia, que son muy grandes”. Y él: “¡Vosotros sois bajitos pero porque os pesan los huevos!”. Perdimos 10-5. Nos metieron hostias por todos los lados, pero oye, salimos motivados.

Él se reía de nosotros. Cuando jugamos con los rusos tenían un portero increíble, Saranov, y nos decía “venga, tiradle al porterito”. Le lanzabas con todas tus fuerzas, el tío saltaba y la cogía ¡con las dos manos! También intentamos tirarle peladillas, que es darle un balonazo en la cara al portero. Decíamos, “le voy a quitar la sonrisita al ruso de los cojones”, le pegabas tres pelotazos en la cara, pero nada. Y los yugoslavos, que tenían al mejor boya del mundo, Igor Milanovic, se giraba que parecía un tiovivo. Me decía Mariano: “¿Te has traído el dinero para echarle al tiovivo?” Y era verdad, luego metía tres goles. Me decía que yo era el llavero de Milanovic porque era pequeño a su lado con 1.92. “¡Venga, llavero, al agua!”, me gritaba.

Y los catalanes tenían mucho miedo y mucho respeto a todos. Nunca iban a llegar a nada, la selección española estaba formada por 12 catalanes y un madrileño que no jugaba nunca. Llegamos nosotros y ya fuimos siete madrileños y seis catalanes. Se empezó a ver que quien se jugaba la pelota y el último lanzamiento éramos nosotros. Pensábamos: “¿Para qué te la voy a pasar si te estoy viendo la cara de miedo que tienes?”. Mariano nos había inculcado siempre eso, nunca tener miedo. Había que intentarlo, fallar, equivocarse y luego ya se vería. El deporte este es para los locos. Solo se disfruta cuando tomas la responsabilidad última, el último lanzamiento.

Luego con el tiempo sí te vas moldeando, sabes que los últimos lanzamientos hay que medirlos muy bien, pero nunca desde el miedo. Del: “si fallo, ¿qué me dirán…?” ¡Pues si fallo me la he jugado, con un par, y ya está! Por eso los catalanes pensaban que íbamos arrasando. Pero es que nos encantaba jugar al waterpolo, y de la manera que lo hacíamos, no de otra. Fue esa amalgama, esa fusión de las dos formas de jugar la que nos llevó al éxito. Tampoco se podía ser tan loco como éramos nosotros, que cada vez que fallabas te metían un gol en contra [risas].

Esos jugadores catalanes que llevaban toda la vida luchando por sus clubes de repente se encontraron con que llegaban unos “niñatos” de Madrid que encima cobraban un dineral.

En realidad ellos se vieron beneficiados de nuestra llegada. El primero fue Mariano Moya, luego fuimos Salvador Gómez, Jesús Rollán, Miki Oca, Alfredo Gómez y yo. Y lo que ocurrió, de un año para otro, fue lo siguiente: cobrábamos alrededor de 40.000 pelas. Y Mariano García, que estaba en el Canoe, dijo que no quería que sus chicos estuvieran en Cataluña, que había que traerlos. Hizo una apuesta grande y nos ofreció 150.000 pelas a los chavales de 18 años que éramos. Pero eso hizo que se revalorizaran todos los jugadores de Cataluña. Porque pagaron esa cifra para que no nos fuéramos y todo el mundo se subió al carro. Fue una animalada a partir de ese año, al final terminamos cobrando 300.000 y 400.000 pesetas al mes.

El balance por una parte fue malo, y a otros les vino muy bien: “Si este cobra tanto y yo llevo muchos años en este club, me tienes que pagar tanto”. Revolucionamos el mundo del waterpolo.

¿Cómo fueron esos primeros años en la Blume junto a Jesús Rollán?

Tuvimos una juventud ganada con mucho esfuerzo. Una juventud maravillosa, porque todo lo que conseguimos no nos lo regalaron. Nos fuimos a Barcelona muy jovencitos, sin miedo ninguno. Aterrizamos en un entorno hostil, íbamos a quitarle el puesto a muchos catalanes que estaban en la selección. Y también teníamos una forma de divertirnos muy a lo bestia. Ganábamos 40.000 pelas, Jesús se compró una vespino trucada y yo una AXL con intermitentes. Apurábamos la siesta, porque no estudiábamos, teníamos entreno a las ocho y echábamos carreras a ver quién llegaba primero.

Por las noches había un camino que siempre había que pasar, el de los travelos, en el Nou Camp, y les decíamos de todo. Como no íbamos a consumir sus servicios, y menos en una vespino, se enfadaban y nos tiraban piedras. Otra vez nos paró la policía, por una tontería, una luz de atrás rota. Jesús le vaciló hablándole sin sentido para que no le entendiera y dijera “¿Qué?”, y el policía soltó un “¿Qué?” histórico. Éramos unos inconscientes, hemos tenido muchísima suerte. Yo ahora les digo a los chavales que no se pasen, pero no se lo digo desde el no lo hagas, no te diviertas, lo digo porque tiene consecuencias, yo he sido el más descerebrado del mundo.

Degenerasteis la residencia, toda llena de nadadoras.

Yo me enamoré de una nadadora guapísima. Y los mayores se burlaban de mí, me decían que las nadadoras solían ser muy sueltas. Pero la fama les venía porque eran chicas muy agradables, que se ponían en la habitación a hablar contigo, e igual iban con sus braguitas, tan tranquilas. Eso les dio fama de promiscuas. Yo empecé con esta nadadora y fue la que más fama tenía. Una época difícil para mí, de muchos celos. Pero ellas no eran las promiscuas, éramos nosotros que estábamos enfermos, nos poníamos locos solo de verlas. Cuando viajaban waterpolistas y nadadoras juntos siempre había jugueteos.

Os lesionabais más entre vosotros que jugando.

Estábamos siempre jugando entre nosotros, pegándonos collejas. Recuerdo que en un Europeo a Jesús no sé qué le hice, una animalada de estornudarle en la cara o algo así. Se enfadó tanto que me persiguió y patinó con tan mala suerte que se partió el escafoides, la muñeca, un día antes de empezar a jugar un torneo que probablemente estábamos llamados a ganar. Cosa que nunca hicimos, siempre quedábamos plata. El entrenador creo que no se dio cuenta, pero fue una inconsciencia nuestra y dijimos que se había caído de la furgoneta. Qué pena.

Y yo en una Copa de Europa, en la habitación jugando con mi amigo Sergi, rompí su reloj con el codo. Me hice una herida enorme, sangrando un montón. Entonces, claro, no podía bajar y decir que me había roto eso haciendo el tonto. Tuve que ir a una taquilla del vestuario, darle un golpe con ese brazo y ya me llevaron corriendo al hospital. Me pusieron tres puntos y me llevaron al partido, que lo jugué.

¿Cómo se vivía el waterpolo de clubes, con poca gente en la grada en cada partido y poca repercusión mediática?

A nosotros nos llegan a acusar, sobre todo a los de Madrid, de que éramos jugadores de selección. Que durante el año no poníamos interés. Pero no es que no le pusiéramos interés, es que con el entrenamiento que teníamos y la memoria física de haber entrenado tanto, nos era muy fácil jugar aquellos partidos. Solo había dos o tres equipos fuertes, no jugabas más de cinco partidos importantes al año. La Copa del Rey y el play-off, al que ya sabíamos que íbamos a llegar. Siempre estaba entre dos equipos, si te relajabas algún sábado te podía ganar alguno, pero sabías que ibas a llegar a la Final Four donde te lo jugabas todo. Sí que te relajabas, pero ahora creo que la liga española ha desmerecido mucho más, no tiene la intensidad que tenía antes, como cuando estábamos todos los campeones olímpicos en Barcelona jugando y solo estaba Manel Estiarte fuera. Ahora esta liga ya no es lo que era.

¿Sigues el waterpolo ahora?

No, no sigo el waterpolo desde hace… Mira, recuerdo que en 2003 me retiré y en 2005 me dieron la posibilidad de ir con un equipo de chavales, de entrenador; viví la experiencia y no me gustó el ambiente que hay, los rollos federativos. Está la misma gente desde hace veintitantos años. No les pondría ningún calificativo, solo creo que lo que hicimos nosotros fue muy grande para las mentes que había ahí. Fue excesivamente grande en proporción a la forma que tenían de pensar. Me mojo más: es gente que piensa de forma mediocre. “Aguantemos nuestros asientos y no hagamos muchas historias”.

¿Qué medidas crees que hay que tomar para que eso no suceda?

Creo que la gente que ha triunfado en el deporte y tiene buenas habilidades para dirigir debe ocupar los puestos directivos. No solo por el mero hecho de ser campeón olímpico o del mundo, por los valores que pueda aportar. Los valores de la competición o del esfuerzo, los valores del riesgo. En waterpolo para tocar la cima hay que arriesgarse, y el conservadurismo no va muy bien en muchas ocasiones. Hacen falta nuevos métodos de dirección, potenciar el talento de los chavales, nosotros llegamos a lo más alto y nadie encontró sponsors para nada. Estar a las órdenes de una federación te limita el margen de maniobra. En balonmano o voleibol, en fútbol, hay muy buen marketing alrededor. Eso es bueno, llenan los estadios, pero las piscinas siempre han estado vacías. ¿De qué servía que fueses campeón olímpico si luego te ibas a jugar un partido de liga y había diez personas? ¿Quién iba a invertir dinero ahí? Nadie. Lo que pasó con el crash del waterpolo es que todo el mundo se había gastado dinero de sus arcas. El socio no tenía agua caliente o unas instalaciones en condiciones y pensaba: “¿Qué me importa tener un equipo de waterpolo campeón si no me aporta nada?”. Además, al quedar campeón de liga recibías muy poco premio. Por eso se vino abajo. No se supo vender bien. Todavía sigue sin saberse vender. Y con unas chicas que han sido subcampeonas olímpicas.

Ese equipo femenino hay que seguirlo. Primero, por su entrenador. Miki Oca les está inculcando ese sentimiento ganador. Eso es vendible, es atractivo, sobre todo para los jóvenes ¿Por qué no se hace? Porque hay mucha mediocridad. Yo estaría atento a ellas sobre todo por todo lo que tiene Miki de transmisión de valores, de lo que él sufrió para ganar, pero detrás hay una estructura muy mediocre. No sé cuánto les durará estar ahí arriba. No son profesionales, son chicas que estudian o trabajan y luego van tres horas a entrenar.

Cuando tú llegaste a la selección encontraste que era un equipo muy jerarquizado.

En el Mundial Junior de Brasil estábamos catalanes y madrileños y saltaban muchas chispas. Estábamos muy enemistados, aunque era una gran selección. Pero cuando luego pasamos a la selección absoluta, después de Sao Paulo, nos dicen que ahí había unos veteranos que mandaban. Nosotros no les teníamos ningún respeto. No les conocía, venía de la escuela madrileña, de pegarme de hostias en el Puente de los Franceses con una pandilla. Y un día, en el primer staff de nuestra vida con la absoluta, el camarero al servir nos puso la bandeja primero a nosotros, a los novatos. Un veterano se levantó y dijo que tenían que comer primero ellos. Y yo les dije “lo que me vais a comer los veteranos es la polla”. Éramos muy quinquis. Veníamos de San Blas, de Campamento. El único Chava, que era del barrio de Salamanca, y Jesús, que vivía en Pozuelo. Los demás éramos… ¿Y la jerarquía? No me gustaba, en Madrid no había jerarquías en el waterpolo. Yo entrenaba con gente mayor y éramos todos iguales, sufríamos todos. No me merecían ningún respeto como para comer antes que yo.

Pedro García Aguado para Jot Down 3

De vuestra selección, me parece bonito eso de que estuviera formada mitad por catalanes, mitad por madrileños, cada grupo aportando su propio estilo. Lo dijo Manel Estiarte incluso.

Él peleó mucho porque eso fuera así. Veía que se le quedaba corto su grupo de amigos, que eran todos catalanes, a la hora de jugar los partidos importantes. Faltaba esa pizca de rabia, agresividad, riesgo, temeridad. Le encantó que llegásemos nosotros. Tanto Mariano García como Toni Esteller, que era el seleccionador, y Marculescu, que ahora es el jefazo de la Federación Internacional de Natación, lo hicieron posible. Fueron unos visionarios, se arriesgaron. Decidieron juntarnos a ver qué bomba explosiva salía. Fue maravilloso jugar con todos ellos.

Manel a nosotros nos aguantaba muchas cosas porque sabía que luego le íbamos a dar ese punch. Al principio no le dábamos ni la pelota, le pedíamos que defendiera, y el tío, que venía de meter 16 goles en todos los partidos, decía “¡soy yo al que le tienen que pasar la pelota!”. Pero también nos enseñó.

La unión surgió con mucha amistad fuera del agua, de beber juntos exaltando la amistad. Se dejó de hablar por detrás para hablarse a la cara y eso fue fundamental. Con el siete titular hubo una estructura que se repitió durante diez años. El equipo famoso con Sans, Salvador Gómez, Rollán, Pedrerol, Estiarte, Oca y yo, más Iván Pérez e Iván Moro. Siempre hubo fe en esas vacas sagradas. Con amistad dentro y fuera del agua, independientemente de que luego uno fuera con la bandera catalana y la sacara. Eso nos daba igual. En el agua estábamos peleando por un objetivo común, que se llamaba España.

¿Estiarte os transmitía algo de la competitividad de la liga italiana?

Manel se fue a Italia y nos quiso llevar a unos cuantos, pero con un sueldo muy bajo. Estábamos muy cómodos en Barcelona y no fuimos. Creo que Manel ha sido un superviviente, uno de los tíos más listos y de los que más he aprendido no solo en el waterpolo, sino también en la vida. Le iba muy bien estar en Italia porque el nivel competitivo que cogía allí en España no hubiera sido igual. No era muy fuerte, 1,75, no era muy cachas. Era más rápido que todas las cosas. Aquí habría estado despistado. Creo que el nivel de competición de Italia, la dureza de esa liga, le hacía estar siempre a nivel internacional. Nosotros el nivel lo cogíamos siendo creativos, con el centro de alto rendimiento, siempre entrenando más de lo que nos daba el club.

A Seul fuisteis a haceros la foto, has dicho en alguna ocasión.

Fue la primera experiencia olímpica. Aquello era muy bonito, vas a competir, pero le das más importancia a las fotos, a posar en plan modelo. También hacíamos el gilipollas yendo a comprar souvenirs. Había chavales del Barceloneta que iban a comprar Rolex, caviar a los rusos. Unos iban a hacer negocio, otros a competir. Y con esa locura casi nos metemos entre los cuatro primeros. Si no lo hicimos fue porque hubo una cosa rara, dicen que pactaron un resultado. Yo no lo sé, no me enteraba de nada.

Entonces llegó Dragan Matutinovic, que hacía blando a Mariano García.

Matutinovic venía de la historia yugoslava militar. Impuso disciplina militar. Y a una panda de descerebrados, que la disciplina militar nos va muy bien para el entreno, nos podía meter toda la caña que quisiera, pero después nos tenía que haber dejado respirar. Se equivocó en eso. Nos dio mucha, mucha caña. Entrenábamos en Andorra, de hecho hay un documental muy bueno, Aigua, infern, cel, de Sesen ficción, en TV3, y salen anécdotas alucinantes de todo aquello. El problema es que luego se puso como los veteranos que te he comentado antes. Por ejemplo, en la mesa de los entrenadores había jamoncito, queso bueno. Una vez cogí de un plato, se lo quité a él, y nos castigó a todos sin comer. Era como un colegio. Aunque al final lo aceptas porque empieza a dar resultados. Porque con Mariano y con Toni entrenábamos muy duro y quedábamos quintos, sextos. Y este tío vino y con esa mala leche nos hizo llegar un poco más arriba.

Corríamos por la montaña. Dragan detrás con un Peugeut 407 gritando [pone acento croata cazallero]: “¡Chavales, hay que correr!”. Rafa Aguilar al lado fumándose un cigarro y el masajista detrás. En el extremo de la desesperación siempre comentábamos cosas como: “¿Si te dicen que ves el coche de Dragan tumbado, volcado, hay un chorro de gasolina y tú te estás fumando un cigarro, ¿qué haces? —¡Lo tiro, lo tiro, que se queme vivo, el hijo de puta!”. Nos daba dos días muy duros y el tercero un partido de fútbol y toda la tarde libre. Y éramos tan tontos que nos íbamos de fiesta, y al día siguiente teníamos un entreno brutal, pero es que era la única forma de evasión que teníamos, salir un poco y beber.

Dragan llegaba siempre y decía (voz gutural) “Alloh”. Un día Jesús iba por el pasillo, venía de la habitación de una nadadora, se encontró una sombra y le dijo: “Hostia, creía que eras Dragan”. Y él: “Alloh Jesús, soy Dragan”. Pero creo que ningún entrenador hubiera podido poner freno a cómo éramos. Las timbas de póquer, timbas de ruleta, de dominó. En cada torneo importante nos daba por algo, y un campeonato de Europa nos dio por la ruleta, pero de dejarnos el dinero. Algunos fumábamos y se quedaba la habitación con un humo espeso que parecía un rollo clandestino. En una de estas Dragan oyó ruido en una habitación, porque estábamos como auténticos energúmenos, alguien nos llamó para avisarnos de que subía y salimos por las ventanas, por los balcones. Dragan entró en la habitación y solo había uno de los novatos con la ruleta girando, los ceniceros llenos… “Allóh, qué pasa”, le dijo, y el chaval: “Nada, Dragan, aquí echando una partida” [risas]. Luego vino a nuestra habitación y nos dijo “Mañana hay partido, hay que estar concentrados”. Y yo: “Tranquilo, Dragan, estoy aquí leyendo”. Y tenía una Biblia en la mano cogida del revés. Luego se puso a dar golpes en el armario, se abrió y cayeron cervezas de medio litro.

Teníamos cuerpos que podían con eso, aguantábamos lo que fuera. Aunque con las carreritas y la tontería no estábamos acostumbrados y empezó a haber lesiones de rodilla, de espalda. Jesús sufrió mucho y tuvo que operarse dos rodillas, las dos a la vez.

Es la crítica que se le hace, que solo aportó fuerza bruta.

Aportó dureza. Una forma de vivir el waterpolo más profesional, Nos metió la presión de que si no estabas bien te echaba, y le daba igual que fueras Pedro García o Estiarte. Y eso nos unió más como equipo, el no tener el puesto asegurado, más que esos entrenamientos de loco. A Dragan le encantaba el waterpolo, le gustaba mucho, pero siempre hacía una cosa que perjudicaba a alguien, que era dejarse una bomba hasta el último día. Tenía una selección de 14 tíos y a uno le echaba al final, antes de entrar en la villa olímpica. Lo hacía para motivar, para que nadie supiera que estaba seguro. Pero era jodido. Y para el que le tocaba, jodidísimo.

Introdujo la figura del jugador para meter candela.

Matutinovic tenía una filosofía: si el partido no va como queremos y vamos a perder, el partido no acaba. ¿Cómo que no acaba?, preguntábamos. “No acaba, no, tenéis que pegaros”. Y designaba un especialista. Jugábamos los más técnicos y a Rubén Michavilla le decía [acento croata cazallero]: “Entra ahí y arranca cabezas a ese tío, me está tocando los huevos”. Miguel, efectivamente, entraba, la liaba y nos pegábamos con quien fuera.

En la preparación de Barcelona 92 murió su padre durante un bombardeo en Croacia.

No estuve muy pendiente. En los Juegos entré de milagro. Me fui de fiesta y desaparecí unos cuantos días y me dejaron entrar, pero pasando un control para no dar positivo, así que no estuve muy pendiente de la guerra de los Balcanes. Pero recuerdo que pasamos de ver a dos chavales tomando copas en mi casa, en el año 90 o en el 91, que se querían, Milanovic y Simenc, y al año siguiente se odiaban. En dos años. Eran el defensor de boya y el boya. Íntimos amigos, y la guerra les cambió absolutamente. Terminaron que no se tragaban. Parecido a Divac y Petrovic, pero peor.

En Barcelona, el partido contra Cuba es de en los que más leña has dado.

Y recibido. Me dijeron desde el banquillo cubano: “¡El García sí que tiene cojones!”. Porque me había abierto la boca antes, iba con nueve puntos. Y los cubanos tenían a uno que le llamaban el Bárbaro. Yo, que era un descerebrado, siempre que saltaba recogía el codo y me llevaba algún pómulo, o algo, y le pegué una hostia que no veas. Mariano me sacó del agua. “Sal, que te van a reventar la cabeza, anda”, me dijo. Y a los cubanos les gustaba cómo era yo de duro, no me amilanaba con nadie. Era una guerra, no una cosa agresiva violenta, sino de ganar el terreno. Me acostumbré a luchar duro. La boca me la abrió un australiano, y un italiano me pegó después otro mantecao que me dejó…

Y la semifinal contra Estados Unidos, tal vez el partido de tu vida.

Me salió muy bien. Fue muy espectacular como jugamos, con las gradas llenas. Tuve la suerte de meter tres goles.

También fue un partido de porteros, Wilson contra Jesús Rollán.

Wilson había jugado con el Barcelona. Sabía cosas que yo hacía cuando lanzaba. Pero en el último gol le sorprendí y se lo metí de vaselina, la apoteosis. Fue una pasada. Disfruté mucho. Y en la final volví a meter tres goles, pero no pudimos más.

En la final hubo una pelea multitudinaria fuera del agua en una de las prórrogas.

A Manel le abrieron la ceja, me acuerdo. Ya estábamos desquiciados. Aquel partido era jugar, jugar y jugar a ver quién metía el último gol. Al final nos vino grande y los italianos por oficio nos ganaron. Criticamos mucho la estrategia de Matutinovic con el tiempo. En aquel momento nos dijo pressing, pues pressing. Pero teníamos al mejor portero del mundo, Jesús, que hubiera parado a cualquier italiano tirando en el último minuto, pero al presionar provocaron una expulsión, nos metieron gol y no pudimos hacer nada. Son cosas que analizas con el tiempo.

Ese equipo no fue capaz de ganar a la Yugoslavia unida ni a la Italia del “Setebello”.

Pues sí, así es, pero era normal, éramos un equipo en fase de aprendizaje. Y nos vino muy bien no subirnos al carro de los ganadores tan pronto. Ya sabes lo del burro y la zanahoria. Nuestro objetivo después de perder cinco finales, o ganar cinco platas, era si seríamos capaces de ganar algún día. Eso nos motivó mucho. Por eso ahora aquellas derrotas del principio no las tengo como una espinita. Que nos ganara el Setebello no me importa. Ganamos luego a quien teníamos que ganar. Y a Yugoslavia, luego Croacia y Serbia fueron igualmente fuertes y nos las cepillamos.

En Atlanta os pilló un atentado.

Fue en un concierto y allí estaba Jesús, creo que con la infanta. Pero yo no, no era una persona que me relacionara mucho. Cuando ocurrió estábamos unos cuantos en la habitación, viendo la tele. Pero fue muy poca cosa, se le dio más bombo del que tenía.

Pedro García Aguado para Jot Down 4

¿Qué recuerdas de aquella final, la del oro contra Croacia?

Recuerdo, primero, que empezamos a sentir que volvíamos a palmar. Íbamos perdiendo 3-0, creíamos que no éramos capaces. Pero luego empatamos y vimos que esa selección, que parecía muy buena, empezó a tener miedo. No se atrevían a lanzar. Ni Simenc, que era un bestia. Tiraban tan ajustado que iba palo fuera, o las paraba Jesús, y se acababan los 35 segundos sin que lanzaran, un equipo como Croacia. Le tenían miedo a Jesús. Y en ataque lo bordamos, Manel metió dos golazos impresionantes, yo metí uno con la uña, jugamos todos genial. Pero al principio fue como: “Que nos vuelven a ganar, que es la sexta final que perdemos”. Era nuestro momento, ese equipo croata se vino abajo en la tercera parte.

Jesús a veces os decía: “Déjalo chutar, está cagado”.

Se ve en las caras. Yo ahora en las conferencias pongo diapositivas con las caras de miedo del waterpolo. Él era especialista en detectarlo. Y cuando les fichaba y les dejábamos tirar no la metían, se iban fuera, le daban en el pecho o en la cara. Había una vez un zurdo, Tibor Benedek, la gran estrella, y Jesús contra él se ponía: “¡Dejadle, dejadle!”. Y se las paraba, espectacular. Lo diré siempre, hemos ganado muchas medallas, muchos trofeos, pero si tengo que repartir porcentajes, un 30 para el equipo y un 70 para Jesús. No era solo lo que paraba, sino lo que hacía para que no chutaran por miedo.

A la familia real le coreabais “Talismán, talismán”.

Había mucha cordialidad con la familia real, siempre había estado en nuestras finales desde Barcelona. La infanta Cristina nos siguió mucho y el trato con ella era muy bueno. En esa celebración empezamos a hacer bromas con eso de “¡Talismán, talismán!” y como yo era un descerebrado, añadí “¡Ole tus cojones, Marichalar!”. Y él bien, era un ambiente festivo. Pero, con mis temas, me puse de vino de Rioja aquel día…

A Urdangarin también le conociste.

No tuve mucha relación con él, la justa. Como yo era un tío desordenado, él me parecía un tipo más ordenado.

Qué vueltas da la vida.

Sí. Hubo algún momento en el que cuando parecía que Jesús estaba con la infanta, no era él, sino que hacía de pantalla. Yo eso lo entendí con el tiempo. Jesús iba a buscarla, eran muy amigos, porque Jesús era muy divertido y le daba igual todo. Luego le venían los escoltas y le pedían por favor que no condujera rápido, que no se metiera en dirección contraria. Pero luego estaban cenando, llegaba Iñaki y se iba con la infanta… se quedaba Jesús con la cuenta.

Con todos los altibajos que tuvo la selección luego, que se hundía, pero después ganaba un mundial, da la impresión de que el waterpolo es un deporte muy psicológico.

Cuando un equipo entra al agua y no va a jugar bien se ve cuando calientan, en como entran al agua, en si al cruzarse contigo agachan la cabeza. Eso lo hacíamos mucho nosotros, esa lucha psicológica. Nuestra forma de ser despistaba mucho a los equipos. Llegaban los alemanes superconcentrados y nosotros nos poníamos antes de los partidos a chutar desde el bordillo con el pie a ver quién la metía por la escuadra. Esto con los otros calentando. La gente se preguntaba de dónde habíamos salido. Así eran nuestros previos. Y las concentraciones… en el hotel jugábamos al fútbol en el pasillo con pelotas de calcetines, vaciándonos los extintores encima. Éramos chavales, con mucha responsabilidad, pero si nos dejaban libres un minuto, adiós.

En el equipo fue clave que tú pusieras paz entre Estiarte y Jordi Sans.

Esto venía más por parte de Jordi. Manel era más mediático y Jordi era muy luchador, pero no tenía ese reconocimiento. Lo peor que puede pasar un equipo es que escuches algo como “Es que no me la pasa bien para que no pueda meter gol”. Yo lo escuché y me quedé… ¿Me estoy metiendo ocho horas entrenando para que tú no se la pases bien a este y fallemos un gol? Así que un día, con unas cuantas copas encima, les cogí y les dije: “Aquí, o vamos todos a una, o esto no funciona, nos estamos dejando la piel y a mí vuestras tonterías, para nada”. Siempre he sido muy de equipo. Me gustan los equipos, que todos sepan cuál es su función. Que no haya esas historias de envidias, niñatadas. Porque perjudicas a los demás y al final entrenamos todos lo mismo. Y la cosa cambió. Ellos nunca se han llevado bien pero al menos en el agua desde entonces se respetaron.

Cuando a Jordi Sans le partieron la mandíbula andaba por ahí comiendo con una pajita.

Ahí hubo un problema. De ahí vino la enemistad con Manel. El que le rompe la mandíbula era Maximiliano Ferretti, íntimo amigo de Estiarte. Y de ahí los fantasmas de si había sido Manel. Pero Manel no le decía a nadie que le rompiera la mandíbula a otro. Lo que pasa es que Jordi era un jugador muy duro, y Ferretti también. Como nosotros decíamos, un killer dentro del agua. Con Jordi no sé qué tuvo, que le dio un puñetazo y le rompió la mandíbula. Fue triste porque nadie le hizo luego pagar eso a Ferretti. Creo que eso a Jordi le marcó. Le podíamos haber dado después un par de hostias a Ferretti, pero no lo hicimos, y creo que eso no es bueno para un equipo. Jordi se sintió un poco solo. También le teníamos miedo a Ferretti. Yo me peleé mucho con él, pero siempre le tuve respeto. Porque me contaron cosas de él… una vez le había metido un dedo en el ojo a un tío, no tenía muchos escrúpulos.

Normalmente en el waterpolo, huesos y narices rotas siempre ha habido. Hay una película de un partido, el Hungría-URSS del 56, que alucinas. Aunque en este deporte la agresión por la agresión es absurda, no tiene mucho sentido. ¿Para qué le vas a partir la nariz a nadie sin motivo? Normalmente los que hacían daño era gente que no estaba bien. Yo la verdad es que en algún momento de mi vida he partido pómulos, a propósito. Cuando veía que un tío me lanzaba el codo, pensaba: “A la próxima te parto el pómulo”. Para mí era muy fácil saltar y al recoger el codo, darle. O luego, cuando vas nadando, mucha gente te mete el codo, por eso nadamos a veces con la cabeza fuera, para evitar esos golpes. Había húngaros que te metían el dedo gordo de su pie por detrás, te enganchaban el bañador y te hundían. Jordi casi se ahoga un día. Hasta que aprendes, claro, que había una forma de zafarse, que era girarte y partirles el dedo.

Había verdaderas animaladas. Cuando entré a jugar con los puntos de sutura, un húngaro me cogía para tirar de ellos. En waterpolo, si alguien era muy bueno, todo el mundo quería cortarle de alguna manera. A Manel le han dado tortas de todos los colores, por todos los lados. Y él, por su parte, me enseñó cómo dar golpes en movimiento. No le puedes dar a nadie un puñetazo porque te expulsan, pero si estás nadando y mueves el brazo de atrás a delante te llevas lo que pilles. Manel ahí daba con el lado exterior de la mano. A ver, tenía que zafarse de los tíos, si le agarraban perdía todo su juego, y para librarse de los tíos había que ser duro. Pero nunca hubo maldad.

Los húngaros, los cubanos, los italianos pegaban mucho. Yo me he llevado hasta hostias que no eran mías, que no me las tenía que llevar. Aunque había una norma clásica que decía que no te quedes con nada que no es tuyo, que te lo enseñan de pequeño en casa. No es un deporte sucio, los húngaros lo llevaban al extremo, eran un poco guarretes. Recuerdo cuando empecé a jugar que estas cosas me daban miedo. Luego te vas haciendo fuerte. Con todo, esto es como el rugby, que se dan de palos pero luego se van por ahí. Nosotros también nos dábamos y luego salíamos con otros equipos. Lo que pasaba en el agua se quedaba en el agua. Teníamos caballerosidad, aunque sí había jugadores a los que mejor no acercarse.

¿Qué secuelas físicas quedan de un deporte tan duro?

Yo generé una lesión en el hombro que me empezó a limitar el lanzamiento, una de las mejores cosas que tenía. El lanzamiento y la forma de amagar o fintar. Con el tiempo descubrieron que tenía un SLAP. Un dolor horrible. Me tuve que operar. Mis tres últimos años, el hombro era un sacrificio enorme. También me dolían mucho los abductores, el hombro izquierdo me lo sacaron de sitio al final de mi carrera. Tengo golpes en la boca, la nariz. La espalda ahora me duele mucho, tengo un tirón perpetuo.

Y mira Jesús, se tuvo que operar las dos rodillas por una exigencia de la Federación y por su impulso para poder jugar el mundial. Se tuvo que meter todos los calmantes del mundo. Aunque luego aguantó mucho tiempo y a muy alto nivel.

Pedro García Aguado para Jot Down 5

Hablemos ahora de tus problemas.

¿Qué problemas? Yo nunca he tenido problemas [risas].

¿Qué fue la polémica tour del norte?

Fue en el 98, habíamos ganado el Mundial en enero, en Australia. No teníamos ese verano nada que hacer con la selección, pero la Federación había vendido un tour por todas las provincias del norte de España. El seleccionador nos dijo de ir solo porque estaba contratado pero que no íbamos a jugar ni nada. Un cachondeo. Yo en el 97 o 98 había dejado de beber, de fumar, de todo. De tomar café incluso. Pero cuando fui al Mundial y lo ganamos volví a beber con la rutina de fiestas y salidas con droga tanto legal como ilegal. Así que en ese tour estábamos de feria. Íbamos bien cargados y era lamentable. Las imágenes que yo di en el tour del norte, las mías personales, me doy un asco tremendo, de verdad. Yo, tirado en un banquillo durmiendo… la imagen que di, un campeón del mundo… pero nadie sabía nada de lo que llevábamos en las maletas y cómo habíamos planificado ese tour del norte. La Federación lo preparó como algo bonito, nosotros como un tour destroyer.

Parecía muy divertido pero éramos campeones del mundo y aquello no tenía nada que ver con el deporte. Salíamos cada noche y además estaba permitido. Solo se quedaban los que iban a jugar al día siguiente, los jovencitos. Eso además generó una brecha importante dentro del equipo. Si los mayores vamos de estrellitas y de fiesta y los jóvenes son los que se tienen que pelear, malo.

En un partido importante contra el Canoe jugasteis de empalmada.

En el Club Natación Barcelona nos juntamos la crème de la crème. Entrenábamos como burros, éramos los mejores y también muy divertidos. Antes de ese partido, había una cena de equipo, y todos: “Venga, una copita rápida y mañana al aeropuerto a las ocho”. Y a las ocho nos quedamos los cinco de siempre. Toni Esteller que nos había llevado a todos a Barcelona, que nos quería como un padre, sabía de nuestra calidad como jugadores y también de nuestra golfería. Nos vio llegar en el aeropuerto a cinco descerebrados todos metidos en el mismo coche. Siempre llevaba las gafas esas de Ray-Ban de Jack Nicholson, se las quitó un segundo, nos miró fijamente, se las volvió a poner y no nos dijo nada. Viajamos, jugamos el partido, puteados al máximo, y ganamos.

Pero jugar de empalmada, ¿no lo notas en la piscina?

Pero somos 13. Además, en ese estado ya sabes que en ese partido tienes que rendir al máximo porque si no ya le has dado al entrenador el motivo para echarte la bronca. Te dejas la piel. Además, se genera cierta unión entre los gamberros que han salido. Y somos listos, sabíamos quién estaba más fresco para darle la bola.

Y lo de pasarte los gatos por la cara…

Una locura. Qué locura. Era Copa de Europa, sin selección ni nada, con el Club Natación Cataluña. Viajamos a Tesalónica. Jugamos y los griegos, que son una panda de tíos majos, nos invitaron a casa de uno. Nosotros, si había una fiesta, ahí estábamos. Y de casualidad toqué unos gatos y se me empezó a poner la cara roja, a picarme la garganta por dentro. La señora de la casa me dio un antihistamínico y se me quitó, o sea, descubrí que tenía alergia. Así que decidí aprovecharla. La primera vez fue en una habitación de hotel con Miki Oca. Al día siguiente teníamos 4000 o 5000 metros de carrera con Dragan Matutinovic. Como iba fatal, cogí un gato y me lo llevé al hotel. En una moto con el animal en la mochila, haciendo caballitos, el pobre podría haber terminado… Nos levantamos por la mañana, habíamos dormido dos horas, no podía ir a entrenar, así que cogí el gato, me lo coloqué encima y se me puso toda la cara roja. Cuando me vio el entrenador me dijo que me fuera al hospital, que algo me había pasado.

Te pasaste tres cuartas partes de tu carrera consumiendo cocaína. ¿Cómo es posible que nunca dieras positivo en un control?

Primero, porque no la tomaba para jugar. Me metía en los momentos que pensaba que me lo podía permitir, como las noches de los sábados. No teníamos controles esporádicos, ni vampiros como el ciclismo. Sabíamos que había uno al final de la liga y otro para la final de la Copa del Rey. Entonces yo tomaba cocaína y sabía que en cuatro o cinco días se me había ido. Bebía mucha agua y filtraba. Si llego a dar positivo hubiera sido lastimoso.

Eran fáciles de eludir esos controles.

Sí, porque había pocos, como te digo. Y yo no la tomaba para rendir, es un estimulante. A mí me dejaba hecho polvo. Me pasaba dos días sin dormir. A los partidos solía ir de empalmada cuando bebía alcohol. De coca nunca me atreví, me inventaba cosas, que estaba enfermo… e imagínate mi imagen dentro del equipo. Una vez tuve que confesar. Antes de Barcelona 92. Con 23 años, que tampoco crees que sea un problema, lo planteé delante de todos. Hablamos de una solución y la mejor en aquel momento fue poner a alguien que me vigilara en el hotel, pero cuando se dormía me fugaba. Me tuve que ir a casa del entrenador una temporada. Era capaz de hacer la mayor locura y luego ser el tío más centrado. Iba del mayor extremo de descontrol al mayor perfeccionismo. De todas formas, controlábamos los tiempos, la liga no era muy exigente y la Federación no estaba muy encima porque no se imaginaba que unos deportistas se metieran esas fiestas. Al final de mi carrera la cosa fue seria, pero al principio no era para tanto, un par de rayas cada noche.

Pedro García Aguado para Jot Down 6

Eufemiano Fuentes dice que busca alguien que le pague por su relato de cómo preparó a los medallistas de Barcelona.

Nosotros teníamos un acupuntor, un experto en medicina china, el doctor Masgrau, el “doctor agujas” Al otro no lo he visto en la vida, que cuente lo que quiera. Del waterpolo no puede marcar ni señalar a nadie, segurísimo. Nunca tuvimos médico hasta que el hermano de Manel se hizo cargo de la selección. Supongo que a lo mejor los ciclistas o… no sé qué deportes tocaría, pero nosotros seguro que no. Si nos hubiera ofrecido algo le habríamos dicho que no. A mí, ya de pequeño, en los tiempos de Mariano García, un médico, un medicucho, me preguntó que si quería ser grande como un armario, y mis padres le miraron diciendo: “¡Pero si mide 1,92!”. Me quería vender hormona del crecimiento, me imagino que por una pasta.

Así que hay camellos rondando desde que sois jóvenes.

El waterpolo nunca ha estado vinculado a este tipo de cosas, nunca hemos necesitado nada extra para ser mejores, ya éramos suficientemente buenos. Hay deportes, no voy a decir cuáles, más predispuestos a este tipo de figuras. Nosotros lo decíamos en plan de coña, que queríamos un doctor como el de los húngaros, que de un año para otro se pusieron… Con Mariano hacíamos pesas, tomábamos proteínas y poco más, éramos una panda de mataos con esos temas.

En tu libro dices que tener una personalidad adicta en el fondo te vino bien para afrontar los retos que se te presentaban en el waterpolo.

Es más bien la temeridad. La personalidad adictiva es aquella que no se piensa mucho las cosas antes de hacerlas. Pero una cosa es tener miedo, ser valiente y vencerlo. Y otra ser temerario, como yo era, un ignorante que se puede tirar de un precipicio y no sabe que se va a romper la cabeza y se la rompe. La personalidad adictiva me hizo muy perfeccionista, muy obsesivo cuando me ponía a entrenar. Tenía una fiesta de tres días y luego entrenaba a tope, comida sana, etcétera. Nunca estaba suficientemente contento, un nivel de autocrítica muy alto. Siempre quería ser el mejor, o dar lo mejor de mí. Siempre estar ahí. Destacar. Los adictos siempre tenemos que llamar la atención y el deporte me sirvió para eso.

Sin embargo, con el tiempo, me fui volviendo una persona con miedo. No lanzaba lo mismo. No era ese jugador joven que luchaba. Me escondía. Me comía mucho la cabeza con todo lo que hacía, no disfrutaba ni de los fallos ni de las victorias, siempre estaba buscando el lado negativo, pero era una cuestión química del cerebro, que no me permitía ver lo bueno ni lo positivo de lo que hacía. De un jugador que es un loco, que disfruta, que arriesga, que es capaz de ver todas las formas de jugar, pasé a un jugador que se vuelve cómodo, busca posiciones poco arriesgadas. De ser una estrella pasé a ser un jugador mediocre. La coca me fue mermando.

Cuando te estás rehabilitando te llega una oferta de Niza, la última oportunidad de tu carrera, y no te queda más remedio que rechazarla.

Le dije a mi entrenador del Barcelona que había jugado mal ese año, que le había fallado, porque era alcohólico y drogadicto, y que me iba a un centro. Él se sorprendió. Dijo que me iba a ayudar, pero de la forma que tenían ellos de hacerlo. Es decir, sacarme fuera de España por aquello del estigma, para no dar mala imagen. En Niza había un entrenador que llevaba toda la vida detrás de mí y me llegó su oferta cuando estaba en el centro. Todavía no era consciente de la magnitud de lo que tenía que hacer para recuperarme. Los médicos me dijeron que no podía jugar al waterpolo como mínimo en dos años. Tenía 34 años y dije: “Estoy acabado”. Ahí me di cuenta de que se había terminado mi carrera y que tenía una cosa más importante por delante, que era mi adicción. Pero durante un tiempo fantaseé, me di cuenta de lo que era la cabeza de una persona adicta. Los adictos cuando les quitan la droga y se están recuperando no hacen más que crear castillos en el aire. Te lo crees y te motivas. Al final, cuando toqué el suelo con los pies me pasé una semana llorando. No iba a poder conseguirlo porque tenía una enfermedad muy seria. Todo lo que tenía que ver con el waterpolo estaba muy asociado a mi personalidad adictiva. Si jugaba un partido y ganaba, mi cabeza me iba a pedir droga. Cuando lo entendí, descansé. También me vino una opción para ir a Supervivientes o La isla de los famosos. Estaban mis fotos metidas en una agencia y me querían ayudar. Pensé que iba a estar bien, sin tomar nada en una isla desierta, pero me dijeron que ni de coña: “Acuéstate”. Irme sería como interrumpir la quimio cuando tienes cáncer. Como la adicción no se ve, digamos, pues piensas que puedes hacer de todo. Si hubiese ido habría recaído.

Estiarte pagó tu rehabilitación.

Pagó más de 600 euros al mes durante dos años, incluso más. Luego dio la entrada de mi piso. Y se peleó en el consejo de deportistas que había en el Comité Olímpico para exdeportistas enfermos. Solicité una ayuda, me la denegaron y él entró y dijo: “¡A Toto se le da!”. Y me la dieron. Cuando se acabó la ayuda esta, Manel me pagó también la hipoteca de la casa de mi hija. Ha sido un auténtico amigo, siempre preocupado por mí. Para lo que necesitase, cualquier cosa.

Dejar el deporte es complicado para todos, aunque en tu caso fuese peor porque tuvieras un problema de adicción. Hay muchos testimonios, en todas las disciplinas, de deportistas a los que se les viene el mundo encima cuando se retiran.

Al acabar la carrera muchos jugadores han tenido problemas. Con las drogas, con el alcohol, con depresiones, porque el deporte en sí también lo podemos considerar como una droga. Piensa que con tu equipo has compartido, con toda esa gente, los mejores momentos de tu vida día tras día. Después de un partido vuelves a ese vestuario, ves las mismas caras. Compartes con ellos la tristeza, las fiestas, el desahogo, tus problemas personales. Tu vida está ahí. Estás viviendo siempre con los sentimientos a flor de piel, el deporte te hace eso. Cuando luego pasas a otro sector laboral ves que la gente no comparte tantas cosas. Vas a un trabajo, sale el problema de uno, de otro, pero en el vestuario lo sabes todo de todos. Luego el reconocimiento, que va a estar solo durante algún tiempo y algunos lo echan mucho de menos. Pero si te lo tomas bien, al final descansas. Yo tuve dos fases, la época de la fama con el deporte, y luego la de recuperación. De 2003 a 2008, que me puse a hacer lo de la televisión, para mí fueron años muy buenos, cinco años de anonimato puro y duro. Hasta que publiqué el libro a mí por la calle no me conocía nadie y esa sensación estuvo bien, ser una persona normal.

Un aterrizaje…

Un hostión contra el suelo, pero que sienta bien.

Jesús Rollán, cuyo objetivo en la vida era ser campeón olímpico, terminó regalando su medalla para una causa benéfica. Cuando le preguntaron qué precio le ponía para subastarla, dijo: ponédselo vosotros porque para mí su valor es incalculable.

Sí, yo también tenía que haber aparecido en ese telemaratón, pero me escapé a por tabaco y desaparecí tres días. Jesús sí, había nacido para ser campeón olímpico. El sueño de toda su vida era ser un gran deportista. Yo jugaba más al waterpolo porque me gustaba y me sentía bien, no tenía esa ambición, nunca había idolatrado a nadie del deporte. Cuando sufría tanto entrenando decía “No sé qué coño hago aquí, supongo que como no he sabido hacer otra cosa en la vida…”. Y Jesús también era muy espléndido. Era un poco Peter Pan, un niño grande.

Retirado y recuperado de tu adicción, te pones a ayudar a otros adictos. He leído una crítica sobre esto. Dice que es como si un conductor exkamikaze se pone a dar clases en la autoescuela. ¿Qué opinas?

Seguro que eso ha salido de Energy Control o las asociaciones de consumo de marihuana, para ellos soy el peor del mundo. Mira, la palabra exadicto no existe. Una persona es adicta toda la vida, lo que pasa es que deja de consumir y deja de tener los síntomas de un adicto en activo. Las personas que hablan así son las que están consumiendo, sean adictos o no. ¿Cómo puede una persona juzgar a otra cuando está consumiendo una droga ilegal? Yo enseño las consecuencias que puede tener el consumo, porque en mí las ha habido. No le digo a una persona que no fume, no lo hago nunca. Pero cuando hablamos de las consecuencias, de que lo que estás haciendo te puede sentar mal, te puede convertir en adicto, con mucha irascibilidad nos critican. Un cirujano, ¿por qué te opera? Porque sabe dónde tiene que cortar y conoce la medicina. Un adicto rehabilitado, ¿por qué puede ayudar? Conoce los procesos mentales que vas a pasar. Sabe cómo tu mente te va a intentar engañar para que vuelvas a consumir droga. Nosotros miramos a la droga de cara. Un adicto recuperado es capaz de hablar a otras personas que tienen ese problema con mucha más sabiduría que cualquier otra persona que haya leído todos los libros del mundo. Yo no te doy un tratamiento farmacológico porque no soy psiquiatra, pero de lo que vas a pasar durante el proceso de recuperación sí puedo hablarte. No soy un kamikaze, esas son palabras que vienen de la gente que consume para justificarse con un autoengaño.

En las últimas entrevistas que has dado coincides con unas opiniones que dejó Talan Dujsevayev en Jot Down. Dijo que en España los padres habían perdido el respeto de sus hijos y era por su propia culpa, que antes “el honor y el respeto eran valores por encima de otros en la sociedad”.

El respeto se ha perdido. Algunos padres no ponen normas y su comportamiento no es el más ejemplar. Tienden a la sobreprotección del hijo. Piensan que así le dan más cariño cuando a lo mejor lo que necesita un hijo es de vez en cuando tropezarse porque las cosas no son fáciles en esta vida. Hay que sacrificarse para conseguir cosas. Si un padre no educa a su hijo en eso, no está siendo un referente, no está siendo un tío a respetar. Para esto recomiendo un libro de José Antonio Marina, La recuperación de la autoridad.

¿En Hermano Mayor, cuál es la línea que separa el estar ayudando a alguien, o la faceta didáctica del programa, de convertirlo en un espectáculo o un entretenimiento?

Nosotros no somos un reality. Estamos en la franja del coach, aunque no sea coaching puro. Intentamos solo que los chavales vean, sin juzgarles, cómo se sienten las personas que reciben tu comportamiento. A mí, Hermano Mayor, más que un reality, me parece un programa de coaching porque consigue eso, que piensen diferente y actúen diferente. Es telerrealidad porque vivimos la realidad de una familia, sus conflictos, pero con el objetivo didáctico de dejar de comportarnos de esta manera. Ahora, antes de venir estaba llevando a una chica a un centro de adicciones y me decía: “Quiero hacer una regresión para olvidar todo mi pasado”. Y no, con tu pasado lo que tienes que hacer es aprender a vivir con él. Sin hacerte daño a través del alcohol u otras sustancias. Eso es lo que queremos enseñar.

Creo que la autoestima tiene mucho que ver en todos los problemas de adicciones. Y me pregunto si aparecer en un programa como este, mostrando tus problemas personales, familiares o íntimos a todo el país, no le afecta a la autoestima. No sé si el hecho de exhibir tu proceso de rehabilitación no es un obstáculo para la propia rehabilitación.

Adictos, lo que se dice adictos, hemos tenido dos nada más. Pero te voy a cambiar la forma de verlo. La falta de autoestima es un síntoma, o un comportamiento, o una actitud. No es un defecto. Si a mí esa actitud me está impidiendo llevar una vida normal, o todo lo contrario, me está haciendo llevar una vida que me pone en riesgo de exclusión social, qué más me da a mí si el resultado va a ser que yo supere mis miedos y consiga tener más autoestima para llevar una vida normal. No es contraproducente. Todo lo contrario.

No sé, si me está viendo toda España que tengo un desorden, o una adicción…

Soy alcohólico y publiqué un libro. La exposición que se hace de esta enfermedad, de una patología o un trastorno es para mejorar. Que más da que se entere la gente de que eres alcohólico o tienes un problema con tu madre, si ya lo saben, ya saben que la lías. Mucha gente piensa que se exponen, pero si ya les ve la gente que les rodea, ya saben que ese hijo tiene problemas en casa, o con la droga, que ha pegado un palo. Te expones solo a que te vean otras comunidades, pero es por un objetivo terapéutico. Sería contraproducente si me expongo y no hago todo lo que tengo que hacer para cambiar.

El sentido común me dice que un proceso de rehabilitación es algo que debe llevarse en la intimidad.

Depende de la persona. La persona elige. Yo he estado en centros terapéuticos donde hay personas que se han recuperado de su alcoholismo y no han comentado nada a su entorno, pero su entorno ya lo sabía. ¿Por qué la gente que tiene cáncer lo dice?

Lo dicen los que lo dicen.

Normalmente se dice. Porque pides ayuda. Hay asociaciones, familiares. Lo que pasa es que la adicción está más estigmatizada. Ojalá algún día esta enfermedad deje de estar tan señalada. No para llevarla con normalidad ¡Venga, qué bien que somos todos alcohólicos, vamos a beber! Sino para que la gente no sienta vergüenza de verse expuesta en público. Por eso escribí mi libro. Para decir que la adicción es una enfermedad, que aunque digan que hemos sido unos viciosos y nos hemos pasado y por eso hemos enfermado, no deja de ser una enfermedad que tiene recuperación. Además, tiene una recuperación que si la haces bien, tienes una vida cojonuda. Con tus problemas y tal, pero sin acabar borracho con la nariz rota todos los días de tu vida.

El problema es no reconocer el problema, como la chica esta, que si mi padre me pegaba, que si me han quitado un piso, ¿y eso qué? Eso te ha llevado a probar el alcohol, pero una vez que los has probado hay quien se convierte en alcohólico y quien no. Se dice que quien es alcohólico o cocainómano es porque se ha pasado. El único problema que tenemos los alcohólicos o los drogadictos es que hemos probado la droga. Lo demás son factores externos. A mucha gente le pega su padre y no se vuelve adicto. Al final el único culpable de que uno se vuelva adicto es la droga.

¿Hay seguimiento de los casos que se tratan en el programa? Veo que ha habido alguna recaída.

Sí, los especialistas de la zona, la psicóloga o yo mismo nos mantenemos en contacto. Dejamos pautas a los padres, a los chavales. Los que han vuelto a las andadas son los que menos dependían de nosotros. Cuando a un adicto lo metemos en un centro, le paso el testigo a esos terapeutas, el seguimiento es cosa suya. Pero en la mayoría de los casos, que son trastornos de conducta o comportamiento, se mantienen muy bien. A los que necesitan seguimiento les hacemos un curriculum, a ver dónde los podemos ubicar… Quizá los casos más graves, que para mí no son de recuperarlos del todo en el tiempo que dura el programa, son los que luego han dado problemas, pero son dos o tres, no más. Uno, que además tenía problemas con la novia, que no lo pudimos tratar y fue denunciado por violencia de género. Y otro que le metimos en un centro y se escapó. Cuando en la tele vemos que les podemos ayudar solo hasta un punto lo dejamos en manos de expertos. Pero muchas veces los padres no nos hacen caso. Llevamos 100 familias y tendremos a unos 90 bien, bien. Algunos han tenido hijos… son cuatro años lo que llevamos ya con esto. No les dejamos de la mano de Dios.

Pedro García Aguado para Jot Down 7

Fotografía: Guadalupe de la Vallina

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Aigua, infern, cel

http://www.tv3.cat/videos/4182471

Freedom’s Fury – A documentary on the 1956 Olympic semifinal water polo match between Hungary and CCCP Held in Australia

http://www.youtube.com/watch?v=g5jeJdDrVqY

http://www.youtube.com/watch?v=G24lHmMbdVU

http://www.youtube.com/watch?v=xU_v4bEO1qQ

http://www.youtube.com/watch?v=_5BvyFAtVs4

http://www.youtube.com/watch?v=3gsVHyyDpbg

http://www.youtube.com/watch?v=nESUGasPPAU

http://www.youtube.com/watch?v=VrNH1-Jvfng

http://www.youtube.com/watch?v=1shGVR2CTgQ

El sexo en los tiempos de Mad Men

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El sexo en los tiempos de Mad Men 5

—Los españoles sois asquerosos.
—¿Por qué?
—Porque folláis con mujeres que no se depilan los brazos.
—No sabía que las mujeres tenían brazos.

Esta conversación entre un aragonés y una serbia la escuché en un bar de Belgrado hace dos años. Me recordó a cuando Buddy Bradley, el personaje del cómic Odio de Peter Bagge, le pidió a su novia Lisa que se depilase. Ella le contestó que él también tenía pelos en el ombligo. A lo que Buddy replicó: “no quiero follar con alguien que se parezca a mí”. Aunque esa noche en Serbia, el hombre, el maño, resultó ser un desprejuiciado varón cosmopolita. No como Buddy en el Seattle de los 90.

Mi padre vivió en Bilbao durante la Transición. Aprovechó la efervescencia ideológica del momento para reunir una colección de pegatinas políticas. La que más me llamó la atención cuando ojeaba el álbum constantemente en mi adolescencia no era ninguna de ETA o de los jocosos carlistas, era una de una lengua que chupaba un pezón peludo y decía: “¡Libertad sexual!”. Digamos que siempre me han llamado la atención las autoridades que se creen con derecho a proclamar cómo, cuándo y con quién se debe follar y, por supuesto, los que se han rebelado contra eso.

Ahora ha caído en mis manos una edición argentina de un libro, La tragedia sexual norteamericana, que escribió el psicólogo Albert Ellis en 1962. Es un retrato riguroso y documentado de los tabúes y problemas sexuales de los estadounidenses justo antes de la revolución sexual. La época de la que trata Mad Men, al menos en sus primeras temporadas. Una serie cuya emisión produce cierto fenómeno paradójico. Por un lado resulta graciosa al mostrarnos el anacrónico rol de florero que tenía entonces la mujer, mientras que por otro ha puesto de moda sus vestidos vintage para aspirantes a It girls de iPhone e Instagram.

No es la intención de este espacio de libros corroídos, “Busco en la basura algo mejor”, trazar paralelismos entre la cultura sexual de aquella época y la actual, lo que requeriría un estudio trabajado por expertos, o al menos alguien más atento a las tendencias que le rodean, pero sí reivindicar la lectura de una obra que se puede encontrar muerta de risa en los mercadillos de libros de segunda mano. Es que mola mucho, se puede leer como una novela de terror. Tanto por lo que cuenta de esos años como por las analogías que precisamente uno puede hacer con el presente. Pero insisto en que eso es algo que dejaremos al libre juicio del lector. Pasemos sin más a destriparla.

La beatificación de la belleza

En cada capítulo de este libro, Ellis describe las características esenciales de la sexualidad en el Estados Unidos de 1960 a partir de la literatura, el cine, la publicidad y otros aspectos de la cultura popular, además de los testimonios de los pacientes de su consulta. Habíamos dicho que era psicólogo. Y fue, además, uno de los más importantes de su tiempo. Algunos dicen que su trabajo fue más relevante que el de propio Freud.

La primera paciente que pasa por su diván es una mujer de un aspecto envidiable, muy atractiva, nos describe, pero que siente odio de sí misma a causa de su imagen. Decía que tenía la nariz muy larga y las mejillas muy altas. Un “aspecto terrible”, en sus propias palabras. Todo esto estando buenísima a juicio del autor.

A partir de ahí, tras citar un reguero de referencias sobre imperativos de belleza martilleados en los medios de comunicación y el cine, Ellis concluyó que en Estados Unidos se estaba enseñando a las mujeres a “sentirse físicamente inadecuadas”.

Porque teniendo en cuenta que solo uno entre cada 25 o cada 100 podía acercarse “a medias” a la mujer modélica, se preguntaba cómo iban a tener el resto respeto por sus cuerpos. Los ideales de belleza con los que se “machaca la cabeza de las lectoras”, decía, eran desproporcionadamente elevados y desencadenaban sentimientos de inferioridad, frustraciones o “turbaciones emotivas”. Si una mujer hiciera caso a todos los consejos de belleza que le proporcionan en los medios, a Ellis le salía el cálculo de que tendría que gastar 168 horas semanales para estar a punto.

De modo que, experimentando un poco más, hizo un cuestionario a 27 de sus pacientes sobre aspectos de su imagen mejorables en teoría y le salió la siguiente tabla.

foto1

Tocaban a cuatro aspectos negativos por paciente. En mi minisondeo, en el año 2013 en el que respiramos, me han salido más de diez por encuestada. Pero eso es lo de menos. Sigamos. Ellis lo que decía es que estaba extendido que quienes carecieran de “un rostro y una figura de suprema belleza” podían ir olvidándose de “las alegrías y los éxitos de la vida moderna”.

Nada de esto tampoco era ajeno a los hombres. Pensemos en Don Draper, de Mad Men, y un extracto de la obra de teatro La mujer de un viajante que cita el autor:

Pues en el mundo de los negocios el hombre de buena presencia, el hombre capaz de despertar interés personal, es el hombre que progresa.

Lo que no quita que ya en su momento hubiera voces críticas con este delirio de la imagen personal. El autor incluye un artículo del por lo visto incisivo Romain Gary en la revista Holliday:

He sabido que está en venta una nueva ayuda de belleza: cejas artificiales preparadas, como asegura el anuncio, con auténticos cabellos humanos. Supongo que todo esto nada tiene de malo, salvo que me recuerda un poco a las pantallas para lámparas de los campos de concentración nazis, fabricadas con piel humana (…) Y de este modo la mujer occidental cubre su rostro con un velo más espeso que su compañera de sexo musulmana (…) Espero que no se me entienda mal: no estoy protestando contra el arte del embalsamamiento. Solamente afirmo que empieza demasiado temprano.

Pero a Ellis lo que le preocupaba era que con el culto a la belleza física o las normas arbitrarias de la imagen, la mujer nunca, ni en sus mejores momentos, iba a dejar de sentir “graves sentimientos de inseguridad, de inquietud, y duda con respecto a sus propias propiedades físicas”. Eso solo, para empezar, mirándose desnuda al espejo. Luego había que vestirse.

La moda

El sexo en los tiempos de Mad Men 7Pánico al desnudo tenía otra de sus pacientes, acostumbrada a vestir siempre de punta en blanco. Estaba siempre tan perfecta según los dictados de la moda del momento que, cuando se desnudaba, “sin el guardarropa que apuntalaba su ego”, se sentía molesta, acostumbrada a que todos le dirigieran “cálidos elogios” por su estilo. Siendo como era “una mujer muy bien proporcionada”, recordaba el psicólogo, en realidad cada día estaba “más perturbada”.

El autor se había tomado la molestia de seguir los mecanismos de la moda. El corte de los vestidos ascendía y descendía en según que zonas “con monótona irregularidad”, dijo. Es decir, aleatoriamente. Pero “cualquier mujer que se atreviera a aparecer este año con la moda del anterior podría darse por muerta”.

Seguir los dictados de la moda era un bálsamo, una fantasía compensatoria para “legiones de mujeres norteamericanas enfermas emocionalmente” porque su cuerpo no estaba dentro de los cánones ideales imposibles de alcanzar para la mayoría. Todo esto a día de hoy pueden parecer topicazos, aunque los rudimentos del mercado de la moda se repiten inmisericordemente también ahora. El caso es que a Ellis le parecía absurdo despilfarrar ansiosamente materiales y energías en ropas que iban a ser descartadas rápidamente aunque estuvieran perfectamente utilizables. La “cambiante moda”, dijo, era “absolutamente antiindividualista” y con ella “provocamos un sentimiento de ansiedad en millones de mujeres”.

Todas las mujeres desean ser distintas de sus hermanas, pero nunca tan distintas para que se las considere raras (…) Vivimos en una sociedad que en general es conformista, antes que realmente individualista. Es raro que la mayoría de nosotros se sienta cómodo alimentando opiniones profundamente heterodoxas sobre religión, política, economía o casi cualquier otro tema. Más aún, si bien nos resulta fácil guardar en nuestro fuero interno determinadas ideas heterodoxas —especialmente cuando nos hallamos entre ciertos individuos o grupos que no están de acuerdo con ellas— difícilmente podemos guardar reserva sobre nuestro atuendo, sea cual fuere el tiempo y el lugar en el que lo usemos.

El caso práctico con el que remató estas diatribas no puede ser más sugerente. Era un matrimonio que pasó por su consulta. Antes de casarse ella no se acostó con él ni le dejó que le pusiera la mano encima, como mandaban los cánones. Y ella, por supuesto, no solo seguía los dictados de la moda, sino que tomaba buena nota de los consejos de belleza para mejorar su imagen. Vamos, que estaba bien tuneada. Sin embargo, en la noche de bodas, el marido, a la hora de la verdad, descubrió que su mujer no tenía casi pechos. Que estaba plana. Resulta que antes había usado corpiños acolchados. El pobre hombre sintió un enorme desprecio.

Recibí una impresión bastante fuerte. Me dije que en realidad no importaba. Pero estaba tan enojado que sentí deseos de golpearla.

La primera cita

Tienes que lucir atributos que no tienes. Debes comprar determinada ropa inmediatamente para despreciarla en pocos meses. Básicamente, lo que denunciaba Ellis eran contradicciones inherentes solo a la adecuación de la propia imagen. Pero luego en el galanteo la cosa iba a mayores. Las madres persuadían a sus hijas para que se arreglasen lo máximo posible, mostraran amplios escotes si tenían mucho pecho, todo con el fin de pescar un buen marido, pero sin llegar a nada más en principio. Seducir para no consumar. Es decir, simular pero no aceptar impulsos perfectamente lógicos y naturales hacia los hombres.

Había que esforzarse en ser sexualmente atractivas, pero en el momento de actuar lógicamente, con sentimientos reales hacia la práctica sexual, debían reprimirse. Una contradicción que era fuente de severos sentimientos de culpa.

Antes de la fiesta de fin de curso, a la que debía asistir con un amigo, su madre le había comprado un vestido nuevo. Eligieron uno desmesuradamente escotado que dejaba escasa tarea a la imaginación por lo que se refiere a los bien desarrollados hombros y pechos de la joven. Con cierta petulancia, la madre había resuelto la compra diciendo lo siguiente: Si tienes lo que otras muchachas no tienen todavía, será mejor que te aproveches mientras aún les llevas ventaja. Después de todo, eso es lo que quieren los hombres y bien puedes utilizarlo.

Y poco antes de que mi paciente saliera para la fiesta, la madre le dirigió una última y aprobadora mirada: “Parece que te di lo que necesitabas. Tienes muchos atractivos, querida, no temas usarlos”. Pero luego cuando iba al encuentro de su amigo, sus palabras finales fueron: “Ten cuidado con lo que haces, querida. Nunca te apresures a conceder mucho a los hombres.

Cuando mi paciente regresó de la fiesta, el rostro enrojecido y el cuerpo fatigado por la excitación de una velada muy satisfactoria, se sentía confundida y casi histérica; y con su amigo se dedicó una serie de besos y abrazos un poco violentos (…) Luego, a medida que los besos del joven descendían más y más, la muchacha se sintió acometida de pánico y trató de apartarse, diciendo ‘no, no, no’. Como intuyó que esa negativa carecía de convicción, el muchacho insistió, y puso la mano debajo del vestido y el corpiño. Y entonces, en lugar de apartarse, mi paciente se encontró fuertemente abrazada a su amigo, unida en un beso ardiente. En eso estaban cuando entró la madre de la joven en el cuarto (…) No hizo el menor comentario (…) cuando se retiró dirigió a su hija una mirada prolongada y acusadora. Entretanto el deseo sexual había desaparecido completamente del cuerpo de mi paciente y ahora tenía conciencia de un sentimiento de vacío. Rápidamente, se despidió de su amigo, se dirigió al cuarto de baño para vomitar y tomó una dosis de píldoras somníferas.

Y fuera de la familia, las normas que emanaban de los medios de comunicación para las chicas, eran igualmente delirantes. Una joven no podía nunca pedir una cita a un hombre, no debía mostrarse demasiado inteligente delante de un varón; si un hombre iba vestido de uniforme una mujer tenía que permitir que se le acercase, incluso debía bailar con los soldados… Digámoslo a las claras: la sociedad promovía para la adolescente un rol de putilla pasiva deleznable.

El sexo en los tiempos de Mad Men 6

La cama, el infierno

Peor eran las cosas para los matrimonios, en teoría los únicos que podían tener relaciones sexuales. El autor describía la madurez sexual como una “aceptación realista de los hechos de la sexualidad humana”. Algo que en los 50 y primeros 60 brillaba por su ausencia. Para la mujer, el sexo era “algo en el fondo repugnante” inventado por el varón para satisfacer su propio placer egoísta. Muchas desarrollarían frigidez en este contexto. Y para el hombre, un auténtico martirio en el que deseos y realidad eran divergentes:

[los hombres] se ven obligados a apelar a fantasías masturbatorias con bellezas de pródiga sexualidad, con cuyos encantos y atractivos ninguna mujer real podría competir jamás (…) se sienten obsesionados por la imagen de las mujeres como compañeras sexuales y no como personalidades humanas (…) a menudo se refugian en la homosexualidad y desarrollan una general supersexualidad o se debilitan, de modo que la eventual realización del tipo medio de relaciones sexuales tiene pocas probabilidades de satisfacer sus deseos poco realistas.

La estadística era que por cada diez parejas, solo dos o tres tenían relaciones sexuales satisfactorias. Un problema agravado porque muchas veces los matrimonios se unían de pura casualidad. Dice Ellis que las adolescentes tenían tal presión con el hecho de tener que casarse, que solían hacerlo a las primeras de cambio. Eran incapaces de quedarse un sábado por la noche o un domingo por la tarde en casa sin su cita de rigor. La mujer de entonces sufría una gran inseguridad que la llevaba a buscar citas desesperadamente y ansiar casarse antes de que sus amigas lo lograran. Y todo con el objetivo de pescar un buen partido que les alegrase la vida a sus dementes padres.

En nuestra cultura el amor y el dinero tienden a ser por lo menos doblemente antagónicos. Si, por ejemplo, una joven se casa por amor e ignora las consideraciones de carácter económico, tenderá a sentirse culpable ante sus padres, ante la sociedad, ante sus hijos y aun frente a sí misma porque a través del matrimonio no ha conseguido lo que le correspondía. Si abandona la idea con el muchacho que ama porque él no tenía dinero, quizá tienda a odiarse a sí misma porque no ha seguido los románticos dictados de su corazón.

Estos matrimonios precoces eran como eran. Pero encima tenían el problema añadido de los tabúes sexuales. En Estados Unidos había leyes que regulaban el sexo. Era punible por la ley quien “conozca a una mujer o a un hombre por el ano, o con la boca o la lengua”. En el estado de Vermont, por ejemplo, había penas de cinco años de prisión por “copular la boca de una persona con el órgano sexual”. Arkansas, de 5 a 21 años; Connecticut, 30 años; Florida, Massachusetts, Minnesota, Nebraska y Utah, 20 años; Y la legislación más criminal era la de Georgia. Ahí las condenas por “relación carnal contra el orden de la naturaleza” suponían cadena perpetua a trabajos forzados.

En realidad, según las encuestas que manejaba Albert Ellis, la mitad de los matrimonios americanos tenían relaciones oral-genital, calificadas de antinatura por no pocas leyes, pero la otra mitad nada menos se abstenía culpablemente de cualquier cosa que se saliese del guión del polvo ortodoxo. Es decir, follar uno encima de otro sin variantes. Sin ni haberse tocado antes.

En los Estados Unidos, oficial y oficiosamente se concibe a las relaciones sexuales como relaciones sexuales por medio del coito; y todo cuanto se haga más allá, más acá o alrededor de esta limitada técnica sexual, simplemente no cuenta… o cuenta en la medida necesaria para enviar a la cárcel a los cónyuges.

A ese mito, el del polvo “católico y de derechas”, había que sumarle el del “orgasmo vaginal”. Según la cultura popular de la época, existían dos orgasmos en las mujeres, uno clitoridiano y otro vaginal. Aquí se presenta un caso muy divertido. El de una mujer que, de forma poco común entonces, había tenido varios compañeros sexuales antes del matrimonio. Luego, con su marido, también llevaba una vida sexual bastante generosa. Pero su problema era que ella creía que no tenía “orgasmos vaginales” y pensaba que algo no iba bien.

—Me pareció —le dije— que usted me dijo que anteriormente jamás había llegado al orgasmo por medio del coito, y que solamente lo conseguía mediante la manipulación o a través de otros estímulos.
—Oh no —replicó—. Creo que me entiende mal. Yo siempre llego al orgasmo durante el coito.
—Entonces, ¿por qué me dijo al principio que nunca había experimentado el orgasmo vaginal?
—Porque, efectivamente, jamás lo conseguí.
—No comprendo qué quiere decir.
—Bueno, la cosa es así… Siempre llego al orgasmo durante el coito. Pero sé, puedo sentirlo, que es exactamente el mismo tipo de orgasmo que experimento durante la manipulación del clítoris.

15 años, 15, se había pasado esta mujer preocupada cuando tenía una vida sexual estupenda —antes dice que se corría solo con que se la metieran— porque creía que no experimentaba “orgasmos vaginales”. Un cuento chino que venía en todos los manuales de sexualidad de la época, que por supuesto ella había consultado muy preocupada, y que no servían para otra cosa que no fuera perpetuar el orgasmo “católico y de derechas” minusvalorando lo que podía hacerse con los dedos, que era indecente.

Heterosexuales enfermos

El sexo en los tiempos de Mad Men 2Por otro lado, una de las teorías más simpáticas de Ellis, vista con los ojos de hoy, es la de la homosexualidad. Su opinión sobre este asunto llega en un momento en el que se detiene en el caso de un paciente que había comenzado a frecuentar compañías homosexuales porque la presión social derivada de la dictadura del polvo “católico y de derechas” le tenía amargado.

El paciente n.º 4 ha derivado a la homosexualidad porque después de 12 años de matrimonio todavía se siente culpable por las actividades sexuales fuera del coito que desarrolla con la esposa (quien no tiene ningún inconveniente en realizarlas), y en cambio no experimenta el mismo sentimiento de culpabilidad cuando cumple esas mismas actividades con otros varones.

En aquella época el psicólogo consideraba que la homosexualidad era una desviación que podía curarse. Obviamente, pronto cambió de opinión, pero en este libro señaló también que le heterosexualidad era algo que se aprendía, no con lo que se nacía.

Para él, los heterosexuales straight, los que, como él dijo, manifiestan que no harían nada con otro hombre ni en una isla desierta, son los desviados. Lo normal era, a su juicio, tener todas las sexualidades, la monosexual —que usted internauta conoce bien—, la hetero y la homo. Y luego, optar más por una de todas ellas como el que “prefiere las morenas a las rubias”. Por eso a los superheteros los calificó de neuróticos, fetichistas y que se abstenían de una sexualidad normal —darle a todo— por temor y sentimientos de culpa. En fin, ya lo dijo el sabio Álvarez Rabo. La vagina es algo delicado, que huele bien, que hay que acariciarlo. Una cosa ajena al gusto propio de los machotes, que toman bebidas de fuerte graduación y fuman habanos malolientes, a los que en buena lógica les correspondería desear penes enormes, peludos y violentos. El mundo al revés.

Por cierto, dicho sea de paso, Ellis tampoco veía muy mal el sexo con animales. Encontraba natural que alguien, en algún momento de su vida, se hubiese tirado una gallina o una oveja —ya saben, introducir siempre sus patitas traseras en las botas de plástico para asirla bien y no hacerse daño en las cervicales—, lo problemático solo era dedicarse exclusivamente a los bichos. Ahí sí que te pasaba algo. Si no, pues oye, no todo va a ser darle a Scarlett Johansson hasta que le sangren los oídos. En resumen, para Ellis la normalidad estaba, como el gusto, en la variedad.

Porque la conducta hetero irreductible a lo que llevaba era a situaciones menos deseables. Por ejemplo, decía que las parejas frustradas por el sexo “católico y de derechas” también terminaban, indirecta o involuntariamente, coqueteando con sus propios hijos. Dos casos cita Ellis, el de una paciente que dormía con su hijo de 14 años cuando su marido no estaba, de modo que el chaval estaba sintiendo más que palabras por su propia madre, además de un sentimiento de culpabilidad como un portaaviones de la guerra del Pacífico. O un caballero que se ponía a hacer gimnasia en camiseta interior delante de su hija. Y lo mejor llegaba cuando tenía que explicarle a estos pacientes que estaban tratando de ligar con sus hijos de forma compensatoria. Algo que, por cierto, aparece en Mad Men cuando Betty le regala un mechón de pelo al hijo de la vecina.

Asco de amor romántico

Otro punto de profundas contradicciones era el del amor romántico. El único válido. Una idea bombardeada a la sociedad por tierra, mar y aire, o sea, radio, televisión y prensa escrita. Al igual que en la actualidad, Ellis analizó que el cine y las canciones, con esos te amaré para siempre, del amor a primera vista, el amor más fuerte que lo que sea, etcétera, eran otra forma de introducir conceptos equívocos en el coco de la gente.

Para él, amar a la misma persona durante toda la vida era harto complicado. Al menos de la forma con la que pretende el “amor romántico” que debe hacerse. El happy ever after o “felices para siempre”. Especialmente, si tenemos en cuenta, como se ha aludido antes, que muchas parejas estaban casadas para siempre casi por una lotería en el fenómeno tan habitual entonces del matrimonio precoz. De modo que las parejas que constataban en el día a día que no estaban disfrutando el amor romántico —como esa recién casada que ve por primera vez a su marido gritar un gol del Atleti con la yugular hinchada y grasa de patatas fritas en la barbilla— lo que sufrían era de nuevo sentimientos de culpa. Era (y es) un sistema de relaciones basado en que alguien quiere que le traten como un príncipe o una princesa y que podía llevar a terminar sometiéndose al otro de modo masoquista. Opinión que no era de Ellis sino ya anterior, de Freud.

El amante romántico y monógamo casi inevitablemente debe desarrollar sentimientos de ansiedad y de inseguridad porque se le enseña que para él solamente existe un compañero ideal. Es natural que, como consecuencia de lo anterior, tema perder esa única alma hermana.

No obstante, para Ellis el amor romántico era el primer ausente de esta sociedad, paradójicamente, basada en el amor romántico. Para él se trataba todo de concepciones “absolutamente pueriles”. Al final el romance radicaba en una mezcla de orgullo, sentido de jerarquía social y autovaloración. “El hecho de que atribuyamos gran importancia a la selección de nuestra pareja amorosa establece una relación entre nuestros asuntos amorosos y nuestro ego”, sentenció. Vamos, que lo que se perdía si tu pareja dejaba de amarte, lo que quedaba lesionado irreparablemente, era el orgullo, no el romanticismo.

En nuestra cultura existe el definido concepto de que la infidelidad constituye una pérdida de prestigio. Entre nosotros, los cornudos solo merecen burla y desprecio; se compadece implacablemente a las esposas abandonadas (…) Una mujer vino a consultarnos porque había hallado algunos anticonceptivos en el bolsillo de su esposo (…) pasaba horas en un estado de absoluta depresión (…) sabía que él era egoísta y estaba segura que si se divorciaban la pensión alimenticia sería reducida (…) le hubiera avergonzado terriblemente reconocer ante sus padres que el marido ya no tenía interés en ella (…) lo que ella había sospechado siempre: que ella misma no era adecuada desde el punto de vista sexual. El único elemento que no pudo ser observado en este caso fue un real sentimiento de amor por el marido.

El sexo en los tiempos de Mad Men 3

El patetismo de las bodas

Y ya como coronación, a los bodorrios les metió una caña impresionante. Los consideraba, tal y como se celebraban y se celebran actualmente en muchos casos, propios de una civilización obsesionada con el espectáculo. Los shows eran el único recurso para llenar las horas de ocio. Se consumían “obsesivamente” películas, encuentros deportivos, obras de teatro, etcétera y la oportunidad de “ser princesa por un día”, lo que para Ellis era una boda — imagino que seguiría siendo—, no se iba a desaprovechar.

Los medios de comunicación y la tradición más o menos trasnochada establecían una serie de normas para este culto al romance y la presión social se encargaba de que se cumplieran a rajatabla.

… quien se atreva a contraer matrimonio sin cumplir hasta el más mínimo detalle es sin la menor duda un tonto, un arribista y un patán carente de sensibilidad (…) el deseo consciente o inconsciente de vivir por lo menos un momento la gloria de Hollywood en medio de una vida generalmente monótona (…) y así sienten menos ingrata la vida sin horizontes, ni acción y sin aventura que llevan.

Claro que cuando se pasaba de esta fiesta mística a los ronquidos y a esa bola inerte que se traga todo el deporte por televisión, llegaban las desilusiones. El problema antropológico o sociológico de todo esto era la indefinición del rol que debía tomar la mujer. Se supone que había regalado su virginidad sacrosanta a un príncipe y que le esperaba la felicidad, el amor romántico, hasta la muerte. Pero la realidad era bien distinta. El amor se volatilizaba en la mayor parte de los casos como un hecho puramente biológico y el sueño dorado se traducía en hacer la faena de la casa y ver pasar las horas. Eso en el caso de tener la suerte de ser pobres, las mujeres adineradas que disponían de sirvientas entraban en una búsqueda del ocio, en un vacío, cuenta Ellis, todavía más doloroso. Y el problema en sí no era tener que dedicar tu vida a ser la asistenta de alguien peludo que gruñe, sino el hecho de que ese rol no estuviera definido. En resumen, tenían que ser sensuales para no follar, esclavas de un hombre con el que no podían disfrutar y perseguir un sueño imposible de conseguir. La culpabilidad y el desasosiego brotaba en la mujer americana de forma sistemática. En otras culturas, al estar los roles, por lamentables que fueran, definidos desde el principio, explica Ellis, no existía tanta frustración. En EE. UU. te prometían el cielo y te daban una fosa séptica. La mujer solía terminar más perdida en la vida que una rana en el mar.

… toda clase de sectarismos fanáticos, falsas religiosidades y expresiones del más puro charlatanismo. La astrología, la adivinación de la suerte, el espiritismo, la religión Bahai, la ciencia cristiana, el catolicismo sectario y medio centenar de otras formas definidas de escapismo son la tabla a la que se aferran literalmente millones de mujeres ancianas y de edad madura que se sienten absolutamente inútiles en esa existencia terrenal y necesitan correr hacia cierto paraíso o Nirvana hipotético con el fin de poder hacer algo mientras continúan “viviendo” (…) Hitler definió las esferas de actividad de las mujeres nazis con un solo lema: Kinder, Küche, Kirche —los niños, la cocina y la iglesia— (…) en este sentido, todavía estamos más cerca de Hitler que de las plataformas de las más ardientes feministas.

La solución, por supuesto, eran los hijos. Ellis también dijo que en muchos casos no eran deseados, sino solamente fruto de la presión social. Del miedo a la culpabilidad por no haberlos tenido. De ahí que en tantas ocasiones estuvieran desatendidos afectivamente, cuando no eran solo una vía más para transmitir y perpetuar el engendro que era toda esta filosofía de vida.

Padres neuróticos que sustitutivamente procuran volver a vivir su vida por medio de las realizaciones de los hijos (…) los progenitores inhibidos sexualmente y desgraciados en su propio matrimonio muy a menudo se vuelcan con excesivo rigor y excesiva rigidez sobre sus hijos, destruyen la mayor parte de la espontaneidad y de la agilidad de los jóvenes y de ese modo los educan para que se conviertan en adultos frustrados, atemorizados, temerosos del placer, que a su vez dispensan a sus propios hijos el mismo tratamiento que se les infligió.

Maravilloso ¿verdad? Una existencia basada en la mentira y la apariencia hasta límites hilarantes; una fabulosa fuente de sufrimiento sin necesidad. Afortunadamente, la revolución sexual de los 60 y tal vez también el impacto del sesentayochismo se cepilló en parte esta forma de vida. No obstante, paralelamente, todavía existía un infierno mayor para las relaciones afectivas. Sí, la Unión Soviética. Incluso un lugar aún más terrorífico: ¡España! Lo veremos en próximas entregas.

Marilyn

La vida sexual en la Unión Soviética

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En la época de Stalin la frigidez femenina era un fenómeno masivo. Conviene recordar a tal fin que la mejor manifestación de feminidad quedaba inmediatamente catalogada como decadente y burguesa. Si una mujer usaba lápiz de labios o se atrevía a lucir prendas abigarradas, ya podía estar segura de sufrir las agresiones verbales de los transeúntes y de tener que presentarse en una reunión de las juventudes comunistas o del sindicato, donde la censuraban. Si a este factor ideológico le añadimos la tradicional docilidad y el aplastamiento de la mujer, comprenderemos cómo ha podido ocurrir que una actitud indiferente con respecto al sexo haya llegado a ser un modelo de comportamiento femenino.

En enero de 1977, Simone de Beauvoir inició una campaña para exigir la liberad del médico endocrinólogo Mijail Stern, miembro del Partido Comunista, condenado a trabajos forzados en un campo de concentración soviético. Estaba acusado de recibir sobornos y envenenar niños (sic), además de no disuadir a su hijo de que emigrara a Israel, como le había pedido el KGB que hiciera. En marzo de ese año fue puesto en libertad y obtuvo permiso para salir de la URSS con su familia. En París, en 1979, publicó este libro.

La vida sexual en la Unión Soviética no es un análisis como La tragedia sexual americana de Albert Ellis, un trabajo que era el resultado de un estudio metódico de la cultura popular, estadísticas fiables y encuestas a grupos de pacientes. La obra de Stern es un compendio de recuerdos y deducciones sin más rigor científico que el de la propia experiencia de este médico en la URSS. Está, además, escrito desde las tripas. Su autor, que ya soportó la represión estalinista, estaba recién salido de un campo de concentración en los 70, por lo que no le tenía mucha simpatía precisamente al comunismo en ese momento.

Muchos de los casos que reunió no pueden considerarse como exclusivos de la URSS, pero hay cuestiones de fondo que sí que pueden servir para formarse una idea de lo que era aquello desde el punto de vista sexual. Solo hay que separar el grano de la paja, con perdón de la expresión en este contexto.

Eso sí, antes, hay que tener en cuenta lo que supuso la Revolución rusa. Con los bolcheviques, el país pasó en gran parte de su territorio del feudalismo al desarrollo industrial en un plazo muy breve de tiempo. La mentalidad campesina seguía presente en una población que tenía que demostrar al mundo que estaba formada por hombres de una nueva sociedad. Este proceso, el cambio que se llevó a cabo, se hizo a base de propaganda, adoctrinamiento y represión.

4 (1)Además, a las penurias que arrastraba el país cuando estaba subdesarrollado, hubo que añadir una guerra civil, la peor parte de una guerra mundial, el estalinismo en toda su crudeza y, en muchas regiones, las consecuencias de las políticas de colectivización del campo. Se sacrificaron varias generaciones para llegar a la sociedad soviética de los 60 y 70, que gozaba de estándares de vida que, por duros que fueran, nunca se habían dado en el país, y que tenía cierta estabilidad económica y servicios básicos de Educación y Sanidad aceptables. Para todo eso, coinciden los historiadores, murieron millones, fueron encarcelados miles y los supervivientes, viene a explicar Stern, pues no eran prodigios de equilibrio mental y estabilidad emocional. Todo esto tuvo su reflejo en el sexo.

No obstante, sin que hubiera mediado una revolución sexual, las diferencias culturales en torno al sexo que presentaban los adolescentes de los 60 y 70 con respecto a sus padres y abuelos eran abismales. De algún modo, hubo una evolución silenciosa. Comenta Stern que era la propia de los países industrializados, aunque le añade un fenómeno característico: al joven ciudadano soviético no le quedaba más espacio para la rebeldía que su parcela sexual. No podemos comprobarlo.

En realidad, el destape propiamente dicho, no se produjo hasta la llegada de Glasnost de Gorbachov, cuando empezó a circular pornografía libremente, aparecían desnudos en televisión y se intentó difundir cierta educación sexual. Pero esto ocurrió a finales de los 80. Antes, telita. Veámoslo.

Los rusos ancestrales

Había una mujer tan borracha que se cayó al salir de la tienda, y destapada quedó dormida en plena calle a la luz del día, cosa que aprovechó un moscovita tan borracho como ella para acostarse a su lado y, tras haberla utilizado, durmióse igualmente a la vista de todos. Los transeúntes no dieron más que en reír hasta que un anciano, afligido por el espectáculo, los cubrió con su chaqueta. (Adam Olearius, Viajes de un bibliotecario alemán por la Rusia del siglo XVII)

El sexo no era considerado como una actividad culpable entre los campesinos rusos. Existían múltiples canciones populares de carácter sexual e incluso fiestas aldeanas donde se llegaba a relaciones libres entre ambos sexos. Tampoco estaban mal vistas en algunos casos las relaciones preconyugales. Pero todo en el contexto de una sociedad patriarcal y machista hasta el extremo.

El domostroi, una especie de regla de vida doméstica del siglo XVI, recomienda que el marido azote a la mujer evitando que los golpes dañen la cabeza o las partes sensibles (…) Pegar a una mujer era algo más que una realidad corriente, era un acto arquetípico, una especie de modelo ideal, digno incluso de ser cantado por el folklore.

La revolución roja… y rosa

Cuando llegó la ruptura, durante los primeros meses de la revolución leninista, en los años 20, hubo un periodo de locura colectiva. La subversión política y económica, con el hundimiento de las instituciones tradicionales, llegaba también de la mano de un deseo de liberación sexual. Hubo manifestaciones de nudistas. Se crearon ligas del amor libre. La juventud estaba exaltada.

Moscú. 1922. Un tropel de hombres y mujeres desnudos se manifiesta por las calles. Hay mujeres que sostienen una pancarta confeccionada a toda prisa, mientras que algunos hombres llevan flores. Varias mujeres andan cogidas de la mano y cantan, con el rostro cubierto de júbilo:

—¡Amor, amor!

¡Abajo la vergüenza, abajo la vergüenza!

Los transeúntes observan petrificados, presa de una indignación virtuosa o de un éxtasis gozoso. A ratos, hay alguna mujer que se despoja de sus ropas y que se une a la manifestación. Un chequista, con torva expresión, duda si no convendrá disparar al bulto.

En las juventudes comunistas comienza a gestarse la opinión de que el sexo es una necesidad más que hay que satisfacer como el hambre o el sueño, sin santificarlo, sin mitos. El sexo tiene que ser como compartir un pedazo de pan, sostuvo un miembro del Komsomol citado por el autor. Hasta llegó a haber bodas a tres. El poeta Vladímir Mayakovski, cita, protagonizó una de ellas y se casó con una pareja, los Brik.

Los celos pertenecen al pasado. Desterramos de nuestra vida sentimental el sentimiento de propiedad. Quien aspire a la libertad por sí misma, debe admitirla también en un compañero. (Alejandra Kollontai, dirigente del Partido Comunista)

117 (1)Aunque la liberación no estuvo exenta de pinceladas dramáticas. En algunas regiones se pretendió que las mujeres solteras se inscribieran en oficinas del “amor libre” donde tenían derecho a elegir esposo entre todos los hombres de 19 a 50 años. O viceversa, ser elegida. “A partir de los 18 años de edad, toda muchacha queda declarada de propiedad estatal”, decía un decreto del soviet de las ciudades de Vladimir y Saratov.

A los campesinos, con estos cambios, les daba taquicardia. Pero su lucha tampoco pretendía combatir las conductas liberales, sino algo mucho más simple: el pérfido divorcio. Eso de que una mujer se pudiera separar del marido era, ante todo, un golpe a la explotación común de las granjas. Aunque se dieron casos de campesinos que se adaptaron. Se casaban cuando se iniciaba la temporada de recolección, la primavera, ganaban dos manos para las faenas, y se divorciaban antes de que llegase el invierno, cuando tocaba repartir lo cosechado. Living like the CEOE en plena Rusia soviética.

El malestar entre los dueños del cotarro tampoco tardó en notarse. Había un problema que superaba incluso el disgusto de los campesinos y sus formas de vida tradicionales: el dominio de la población y el mencionado cambio al “hombre nuevo”. Desde el poder, empezaron a llegar señales conservadoras con, por ejemplo, la definición de la sexualidad desde una óptica ideológica:

Sentir atracción sexual por un ser que pertenezca a una clase diferente, hostil y moralmente ajena, es una perversión de índole similar a la atracción sexual que se pudiera sentir por un cocodrilo o un orangután. (Zalkind, Revolución y juventud, 1925)

No obstante, el proceso de creación del “nuevo hombre” siguió adelante. Y para ello, los comunistas se propusieron cepillarse la institución familiar, que hacía de paraguas ideológico. Esto lo cuentan varios historiadores, como el británico Robert Service. El objetivo era que el individuo recibiera la doctrina del Estado sin que su padre, su tío o su madre pudieran ponérsela en duda. La familia era un nexo con el “viejo mundo”. El problema es que cargársela tuvo consecuencias nefastas: se cuadriplicó el número de abortos y aparecieron nueve millones de niños huérfanos, vagabundos y jóvenes delincuentes. Un problemón en el caos de la Rusia revolucionaria. Entonces sí, empezaron a recular:

La misma enfermedad aqueja por igual a la juventud comunista y a los miembros mayores del partido. Entablan relaciones amorosas a la ligera, sin ganas de que duren. La constancia es algo aburrido a su juicio, y los términos de marido y mujer son invenciones burguesas. (Pravda, 7 de mayo de 1925)

La ausencia de control en la vida sexual es un fenómeno burgués. La revolución necesita una concentración de fuerzas. Los excesos salvajes en la vida sexual son síntomas reaccionarios. Necesitamos mentalidades sanas. (Klara Zetkin)

Así se llegó a la llamada “virtud estalinista”. La familia vuelve, pero no en su formato burgués, sino en una modalidad soviética como para ponerle un marco. Según el ideólogo del régimen, Makarenko, la sociedad delegaba en la familia sus poderes. Era su responsabilidad formar nuevos comunistas. Aparecía el concepto de familia como “unidad de producción humana” para adoctrinar y, entre otras cosas, poner a las madres a parir valiosos hijos para la castigada demografía de la URSS.

La medicina oficial soviética lleva diez años repitiendo con obstinación que el despertar sexual se manifiesta casi siempre en la mujer después de nacer el primer hijo (…) esta incongruente afirmación no pretende remediar la frigidez, sino más bien estimular la natalidad decreciente.

Los hijos tenían que ser pioneros, prestarle juramento al régimen, y el padre un dechado de virtudes “hiperproletarias” que “no hace apenas el amor y suele relegar incluso el amor platónico a un mañana mejor”. Amar a tu media naranja era egoísmo propio del pasado reaccionario. La pareja, la familia, se asentaba en el amor al radiante porvenir.

Los roles, por ridículos que pudieran parecer, se mantenían con la intervención del Estado en todos los órdenes de la vida mediante la delación. Había cónyuges que se denunciaban entre sí. A un niño que denunció a su padre durante la colectivización, Pavlik Morozov, se le levantaron estatuas por todo el país. Los vínculos familiares y el occidental amor romántico pasaron a ser un engendro de relaciones ideológicas y “amor de clase” bastante poco realista con las pulsiones humanas.

Una conocida locutora de la televisión de Moscú, Anna Chilova, engañaba a su marido, que decidió divorciarse. Se desataron las pasiones. Chilova recordó entonces que durante la guerra Chilov había sido evacuado al este del país con el teatro en donde trabajaba, y le espetó: ¡ni siquiera fuiste al frente! ¡no defendiste ni a tu patria!

Para dignificar estas bodas rojas pasaron a celebrarse en palacios del pueblo, que eran preferidos por la población antes que organizar su matrimonio en la frialdad de una oficina del juzgado, después de hacer cola. Las imágenes que hay de estos casamientos parecen llegadas del planeta Krypton.

Los ritos en cuestión copian con gran fidelidad las ceremonias que puedan celebrarse en un país como Francia, pero al mismo tiempo denotan un carácter ficticio, montado, e impregnado de ideología comunista.

2

Llegan los locos 60

En 1966, una película de Marlen Khutsiyev dejó boquiabiertos a los espectadores soviéticos. Por primera vez desde hacía muchas décadas, una obra de arte mostraba el amor como algo desvinculado de la ideología:

Una de las películas más populares que se hayan proyectado en la Unión Soviética durante los años sesenta fue La lluvia de julio. Vemos que un hombre traba amistad con una chica mientras ambos esperan que pare un chaparrón. Largas conversaciones siguen a este encuentro durante los cuales los dos jóvenes se van enamorando mutuamente sin más unión que el cable de teléfono. La película alcanzó gran popularidad por su carácter insólito y por demostrar que un hombre y una mujer, aun separados, pueden establecer contactos simples y sinceros en los que el amor adquiere tintes de ternura, de delicadeza y de humor.

A lo Gran Hermano, el programa de TV

Pese a todo, lo más insoportable para la vida sexual de los soviéticos fue el problema de la vivienda. Durante muchos años la mayoría de la población de las ciudades compartía apartamentos donde, en cada habitación, residía una familia entera. Los problemas de intimidad no hace falta explicarlos. Las parejas tenían que buscar el momento en el que los abuelos se iban de paseo con los nietos para poder acostarse. Si no, esperar a medianoche y hacerlo en el suelo, para que no crujiera el colchón, mientras los demás dormían. Pero por lo general era complicado librarse de lo ojos y oídos de los vecinos, con los que compartían también el baño.

Los cementerios, los parques y los taxis, a cambio de una botella de vodka para el conductor, se convirtieron en los picaderos habituales de las parejas menos doblegadas por la propaganda y el adoctrinamiento sexual.

Al mismo tiempo, muchos ciudadanos tenían miedo de las apariciones nocturnas de la policía en los domicilios. Un pánico que, si les había tocado alguna vez, no olvidaban jamás. Stern detectó que este estado de ansiedad había llevado a la impotencia a muchos hombres. Y en las mujeres, frigidez. Incluso un síntoma curioso, que los músculos vaginales experimentaran una contracción súbita al más mínimo sobresalto durante el acto y la pareja se quedaba “pegada”.

Además, con este panorama, los manuales médicos soviéticos más acreditados recomendaban sexo no más de una vez al día y con una duración tampoco superior a un minuto. Gustarse haciendo el amor podía causar problemas mentales, advertía la medicina de aquel tiempo. Por no haber, no existía ni traducción para la palabra “orgasmo”, se decía un triste y proletario “terminar”.

Besarse en la calle equivale a cometer una porquería. Permitirse fantasías eróticas en las técnicas sexuales supone convertirse en adepto del marques de Sade. Prolongar la duración del acto sexual es jugar con fuego y arriesgarse a los más graves trastornos neuróticos.

De este modo, varias generaciones de soviéticos viviendo sin intimidad, con la tensión propia de un estado policial y martilleados por la propaganda, desconocían prácticamente todo sobre su cuerpo y la salud sexual.

En general la técnica sexual es muy pobre. La mujer apenas posee experiencia y es muy pasiva. El hombre carece de tacto. Suele ser brutal y expeditivo. Casi siempre se figura que basta con que la verga penetre en la vagina para que la mujer sienta instantáneamente arrebatos de felicidad. Si tal no es el caso, o si al menos no se transparenta esa felicidad, el hombre se enfurece o se deprime. Como ignora que la mujer posee otra zonas erógenas aparte de la vagina, practica muy pocas caricias sexuales. Después de eyacular, se apresura a descabalgar, le da la espalda a la mujer y se duerme.

88 (1)El mensaje penetró en la sociedad. El “nuevo hombre” de la “nueva sociedad” iba a estar asexuado. Tenía el pudor como una de las grandes virtudes socialistas. Lo cierto es que, efectivamente, existían motivos demográficos para que el poder quisiera convertir a la mujer en una máquina de parir, pero con su modelo familiar negó la naturaleza biológica del sexo. Y de ahí, coger la senda de lo que se han llamado “desviaciones”, por un lado, y del recalcitrante puritanismo, por otro, fue dicho y hecho.

—No se fijen en mí les dice el fotógrafo hagan como si yo no estuviera, pueden besarse, no se preocupen.

La joven saltó de indignación.

¡Cómo se atreve! ¡que tampoco somos amantes! ¿Besarnos? ¿Olvida usted acaso que tenemos hijos?

A la población, analfabeta sexualmente, le podían ocurrir “anécdotas” como Esta:

Descubro que desde hace diez años la mujer recurre a una masturbación involuntaria, perfectamente inconsciente, cuando trabajaba con el taladro. Puede llegar a tener hasta diez orgasmos en un solo día, apoyando su bajo vientre contra la herramienta. A partir del día en que le encomendaron otra tarea, que consistía en descargar ladrillos, cayó en un estado depresivo.

Cruisin, voyeurs y exhibicionistas

Por otro lado, se inició un fenómeno que Stern consideró lo bastante extendido por todas las urbes de la URSS como para entenderlo genuino de este país y su sexualidad: el exhibicionismo. Los típicos hombres desnudos bajo una gabardina eran muy frecuentes. Las jóvenes llevaban la cuenta de cuántos veían cada día.

Pero la cosa no quedaba ahí. Stern también cita el caso de, por ejemplo, una adolescente que se masturbaba delante de la ventana mientras se suponía que estudiaba. En el edificio de enfrente, varios vecinos la miraban cada día. Algo así como el No amarás de Krzysztof Kieślowski, pero en plan línea dura. Y no era algo exclusivo de una chica con picores. Podía ser el caso de ancianas, profesores de universidad, hasta la propia milicia. De hecho, la situación más chocante que trae Stern a colación la protagoniza un policía:

Hace unos años, regresaba con mi familia tras pasar las vacaciones del verano en el Cáucaso. De pronto, el coche que nos precedía empezó a hacer eses. Extrañado, aminoré la velocidad y toque del claxon, pero el conductor del coche no me hizo el menor caso. Observé entonces que tanto él como los que le acompañaban parecían fascinados por algo que aún estaba fuera de mi alcance. Divisé al fin a un miliciano que dirigía la circulación en el cruce ya cercano. No se puede negar que tenía un aspecto singular. Se había sacado el miembro de la bragueta y lo asía por la base con su mano derecha. A la izquierda, a la derecha, stop. El agente dirigía la circulación con la verga, roja como un pimiento.

En algunos casos, hasta se cerraba el círculo de excitación entre mirones y exhibicionistas:

La joven observaba a los exhibicionistas dedicados a masturbarse. Provista de su bloc de dibujo, permanecía sola mucho rato en el parque de la ciudad hasta poder presenciar la escena que esperaba. Tras una vivísima excitación, mucho antes que el exhibicionista hubiese acabado de manosearse el miembro, la mirona llegaba al orgasmo.

Pero el verdadero problema se encontraba en el transporte público. De mirar furtivamente, la gente pasaba ya a manosearse en autobuses y trenes infestados de gente. Si una joven a la que varios hombres intentaban meter mano se quejaba, se ponían a insultarla por fantasiosa y paranoica y nadie decía nada. A otras, sin embargo, les iba el mambo y disfrutaban masturbando el miembro de sus acosadores. Mujeres que ya habían perdido el interés sexual, por la impotencia del marido, por su alcoholismo, por no haber tenido nunca un orgasmo, disfrutaban en estas situaciones con curiosidad morbosa irresistible.

Había un militar en Vinnitsa que iba en tranvía con su mujer: un bache particularmente violento le descubrió que su mujer empuñaba la verga de un sujeto pegadizo.

La gracia estaba en el anonimato. Ahí encontraban la excitación sexual miles de soviéticos, sostuvo Stern.

Uno de mis pacientes de Vinnitsa intentó trabar amistad con una chica que un minuto antes le tenía cogido el pene en el autobús. No obtuvo más respuesta que una sarta de insultos groseros y, para colmo, una acusación de… inmoralidad. En efecto, lo que más importa es el anonimato, el desconocimiento deliberado de la pareja.

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Para Stern, existía cierta relación entre el régimen y el hombre bloqueado, con complejo de inferioridad, impotente, que no puede afirmarse sexualmente si no era de esta manera. Las escenas y casos de exhibicionismo y tocamientos furtivos son numerosas en todo el libro. A veces, hasta dan ternura, penita:

Una de mis pacientes efectuaba el trayecto nocturno Vinnitsa-Moscú. Estaba a punto de amanecer, cerca de Moscú ya, cuando mi paciente despertó sobresaltada a causa de unos extraños empellones en la pierna. Entreabrió los ojos y distinguió a su vecino de compartimento completamente desnudo, erguido, en plena erección y zarandeándose el miembro con mirada vivaz. Horrorizada, la buena señora cerró de nuevo los ojos.

—Por favor, no cierre los ojos gimió el hombre en tono quejumbroso.

¡Pare enseguida! ¿No le da vergüenza?

La mujer se dirigió a la puerta de un salto.

Por favor, no se vaya dijo el exhibicionista casi llorando.

Otro problema, sensiblemente más grave, fue el de las violaciones. Durante la guerra el ejército soviético se caracterizó por violar a diestro y siniestro. Era una actividad consentida por las autoridades militares y una prueba de ello fue la protesta que el dirigente yugoslavo Milovan Djilas le trasladó a Stalin con escaso éxito. Casi se rieron en la cara del montenegrino. Pero luego, todos estos veteranos, de vuelta en la sociedad en su país, siguieron en muchos casos con sus aficiones. En tiempo de paz, exmilitares llenaban las cárceles y los campos de concentración por delitos de violación.

Para muchos de estos hombres, si no era por la violencia, la única forma de excitarse sexualmente era desinhibiéndose con el vodka. En caso contrario eran absolutamente impotentes.

Estos dos pacientes formaban parte de mi labor cotidiana como médico. Eran tan típicos que podría citar a varios cientos como ellos. Erecciones débiles, insuficientes, muy breves o inexistentes.

Stern dice que se encontró con demasiados casos de maridos que violaban y daban palizas a sus propias mujeres como única forma de vida sexual. En otros casos, había cónyuges que solo podían tener relaciones si estaban ambos borrachos. Ese es el retrato que describe de la sociedad que vivió los años duros.

La nueva juventud

dior002-17Mas todo pasa en la vida y estas generaciones con una vida sexual trastornada por las guerras, las penurias y la violencia psíquica y física del Estado, dio paso a una juventud que había perdido los tabúes y empezaba a comportarse con, digamos, más armonía con la naturaleza humana. Valga este caso como muestra del nivel de ridiculez y machismo que habían alcanzado los tabúes sexuales en la URSS:

Uno de mis pacientes solicitó el divorcio cuando se enteró de que su mujer se había masturbado… durante su infancia. No parece que lo patológico sea lo que él acusaba, sino más bien su reacción. Cuando le pregunté si él no se había masturbado nunca, terminó confesando: Bueno, sí, pero yo puedo. Yo soy hombre.

Casi coincidiendo con mayo del 68, la llegada de Yuri Andropov a la dirección de Seguridad del Estado, el KGB, hizo mucho por los hippies. Sus sistemas represivos pasaron a ser mucho más selectos y sutiles. La policía dejó de actuar con métodos de la edad de piedra, a basarse más en la información, y eso lo notaron las nuevas generaciones, que sin estar atenazados por un miedo atroz como sus padres, pudieron pensar con un poco más de claridad. No en vano, lo primero que empezó a extenderse fue un sentimiento generalizado de tomarse a chufla las consignas del Partido. Algo así como la religión en España, que uno involuntariamente sigue todos sus ritos pero ni los entiende, ni los conoce ni le importan y ni mucho menos se los cree.

El modelo soviético, según Stalin, el del hombre y la mujer asexuados, totalmente faltos de vida privada y entregados de lleno a la causa del comunismo, es hoy un modelo vacío que solo suscita ironías.

En contraposición, empezaron las manifestaciones carcas de los guardianes de la ortodoxia.

Llevar minifaldas es algo muy lícito, pero no por eso hay que condenarse a minisentimientos reducidos, que en seguida delatan necesidades primitivas. (Komsomolskaia Pravda, 1969)

Sin el intrusismo del Estado en la vida privada de los ciudadanos, estas soflamas caían en saco roto. Lo cual no quiere decir que la liberación fuese un jardín californiano. Tuvo sus matices propiamente soviéticos:

La precocidad en la vida sexual de las chicas va unida en parte al consumo del alcohol, compañero indispensable de Eros. Muchas de ellas tienen sus primeras experiencias cuando se hallan sumidas en la embriaguez. Durante los últimos veinte años ha aumentado considerablemente en colegios y universidades el consumo de bebidas alcohólicas y también el de drogas. Si antaño las muchachas tenían tendencia a beber solamente acompañadas de hombres, hoy en día, igual que los hombres, han aprendido a beber entre mujeres, y hasta entre chicas (…) Hay en todo ello un igualamiento de sexos al más tosco de los niveles.

Las pacientes de Stern empezaron a tener una vida sexual relativamente normal, la mayoría de las veces al margen de la educación que les habían dado sus padres. Dice que muchos adolescentes a edades muy tempranas ya se mostraban más maduros que sus progenitores. Los problemas que llenaban su consulta pasaron a ser por palizas a hijos que se masturbaban, por ejemplo, o que ya tenían relaciones. Pero, claramente, la sociedad ya iba por otro camino:

Existe asimismo un juego entre los adolescentes al que llaman “dar por dar”. Se desarrolla de la siguiente manera: dos o tres niñas de doce o trece años, que se pasean por la calle Lenin de Vinnitsa o la calle Gorki de Moscú, se cruzan con un grupo de niños de parecida edad, se para y les dicen de “dar por dar”. No hace falta más explicación, encuentran un lugar apartado y se masturban colectivamente.

120Claro que otra revolución pendiente, como la de la aceptación de la homosexualidad, todavía quedaba muy lejos. De hecho, aún no ha llegado a los países eslavos un clima de respeto y tolerancia con la población LGBT. En pleno siglo XXI, tanto en Moscú, como Kiev o Minsk, hasta en la siempre festiva Belgrado, te pueden dar una paliza un grupo de hooligans por llevar una camiseta de flores o algún detalle que cuestione su se conoce que frágil virilidad. Entonces, en la URSS, era mucho peor. Primero, porque la homosexualidad estaba considerada un delito. Después, por la culpabilidad:

Los homosexuales viven en un perpetuo estado de terror, de quebranto y acoso. A veces, llegan a sufrir incluso graves trastornos psíquicos.

Muchos, cuando veían que se sentían atraídos por otros hombres, acudían a la consulta de Stern considerándose ellos mismos enfermos. Su vida, su día a día, por otra parte, no difiere sin embargo de lo que podía haber en Madrid o en otras capitales. Encuentros fugaces en urinarios, etcétera. Hay un libro, por cierto, del polaco Michal Witkowski, que se llama Lovetown y cuenta cómo eran estos submundos en la RDA, Polonia y la Checoslovaquia comunista. Es una maravilla.

Pero lo que sí que marcaba la diferencia con respecto al resto del mundo era la percepción que tenían los propios soviéticos de la homosexualidad. No ya que si uno recibía señales de su cuerpo cuando viese a alguien de su mismo sexo se sintiera enfermo, sino un esquema de valores mucho más distorsionado.

El autor de La vida sexual en la Unión Soviética pasó varios años en la cárcel y un campo de concentración, como hemos dicho. El capítulo dedicado a esta experiencia no ofrece realmente nada nuevo o diferente. Burdeles homosexuales dentro de las cárceles han existido también en España. Igual hasta siguen existiendo. Así como la homosexualidad como única opción posible en el mundo carcelario. Lo singular, decimos, es la forma de entenderlo. En el campo de concentración, relata, una serie de presos bien situados elegían con cuáles de los otros presos se iban a acostar. Prendían a la víctima y la violaban. Si les gustaba, hasta se la quedaban para ellos, para su uso exclusivo. Bastaba un rostro bonito o unos glúteos redondeados para ser elegido. El asunto es que cuando se violaba a alguien, se convertía inmediatamente en “intocable” y el resto de los presos los repudiaba. Tenían que vivir apartados y donde tocaban nadie más volvía a poner las manos. Les llamaban “los pederastas”.

Stern en una ocasión habló con unos violadores y les explicó que no tenía sentido que los violados se llamasen “pederastas”, que en todo caso lo serían los sodomitas, no los sodomizados. Casi le dan una paliza. El que recibía era el indigno. Y todos lo asumían, incluso ellos.

El resto de cuadros que pinta de la sociedad soviética son menos exclusivos. Por ejemplo, habla de que existía prostitución a todos los niveles. Sobre todo en los recintos vacacionales del Cáucaso. Pero también en el trabajo, en la designación de secretarias y otro tipo de puestos muchas veces había intercambios sexuales de por medio. Sobre todo en las ciudades pequeñas, que ya tú sabe cómo suelen funcionar las cosas en los pueblos de todo el globo terráqueo. Pero nada que podamos citar como genuino de aquellas latitudes.

Mención aparte merecen, eso sí, los cuerpos represivos. Stern también ofrece una muestra importante de policías y militares tocados del ala en cuestiones sexuales. Querer entrar en estos cuerpos solía responder al perfil de acomplejados, sádicos o impotentes, pero no hay datos globales que puedan sostener aseveraciones de este calado. Es la pena, como en otros tantos aspectos de la URSS, la sociología exenta de propaganda dura brillaba por su ausencia. De hecho, esa misma falta de conocimiento estadístico fiable del propio país fue una de las causas que, entre otras, estancaron su economía. Lo que es un hecho es que, a la vista de este y otros testimonios, la URSS no logró liberar al ser humano de la esclavitud de los prejuicios y tabúes sexuales.

Uno de mis pacientes, un policía, me habló excitado de un nacionalista ucraniano al que había matado en Ucrania occidental una vez terminada la guerra:

—¿Entiende? Lo coloco al borde del hoyo que yo mismo le hice cavar, me dispongo a dispararle y entonces veo que se le empalma la verga, una verga enorme. ¡Cómo me gustaría tener un aparato como el suyo!

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Para más información:

Lo que usted siempre quiso saber sobre el sexo en la URSS en Rusia Hoy

Paco Jémez: «Cruyff ha sido influencia en todo»

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Paco Jémez para Jot Down 1

La noticia es la siguiente: en la pasada temporada, el Rayo Vallecano ha sido el tercer equipo de Europa en posesión de balón con un 58,13% de media. Solo por detrás del FC Barcelona, 69,13%, campeón de España, y el Bayern de Munich, 63,62%, campeón de Europa. También ha sido el segundo equipo de Primera División que más ha tirado a puerta, 567, junto con el Valencia. El primero ha sido el Real Madrid con 709. En la tabla han quedado octavos con 55 goles a favor y 66 en contra, la mejor clasificación de toda su historia. Todo esto con el presupuesto más bajo de su categoría, 7,5 millones de euros. El siguiente, el del Granada, ya es de 22. Por arriba, el Madrid tiene 517, el Barcelona 470 y el Atlético 130.

Paco Jémez, que ya ofició milagros con presupuestos low cost cuando estuvo en el Córdoba, ha desafiado la lógica elemental del fútbol, eso de que un equipo pobre y pequeño tenga que encerrarse atrás para soñar con rascar algo. Él lo ha logrado jugando como le gusta a uno de sus mejores amigos en este deporte, Pep Guardiola. Su gesta ha pasado relativamente inadvertida en un panorama mediático obsesionado con el Madrid y el Barcelona, pero eso no es óbice para que queramos saber qué hay dentro de su coco.

Nos cita en Vallecas, a cinco minutos del estadio. Acaba de dirigir uno de los primeros entrenamientos del verano. Vamos al restaurante de su amigo Antonio Cosmen, la Cruz Blanca, donde está acreditado con diversos premios que se come uno de los mejores cocidos de la ciudad. Nos zampamos uno con 40º de temperatura en la calle, «con dos cojones», dice Paco. Le acompañan Jesús Muñoz «Chuti», su segundo entrenador y antiguo compañero en el Real Zaragoza, y Alfonso, un amigo del míster, vallecano, ex interior derecho del Congosto y erudito del balompié. Aprovechamos el encuentro no solo para averiguar la forma de pensar de Paco Jémez. También, con su trayectoria de diez años en primera división, internacional con participación en una Eurocopa, intentamos retratar el fútbol de una época, los 90, cuando este deporte experimentó una gran transformación. Pero no queremos filosofar, con echarnos unas risas va que chuta, que hace mucho calor.

Paco, ¿te sientes identificado con el pueblo de Vallecas?

Cuando estaba en el Real Murcia, año 90, no había oído hablar del barrio en mi vida. Luego me fichó el Rayo y tenía situado al equipo porque lo entrenaba Camacho. Pero sí, me gusta Vallecas. Date cuenta de que cuando las cosas van mal económicamente en un país, donde peor van es en los sitios desfavorecidos porque se nota más el desempleo. Si nosotros podemos ayudar a dar una alegría a la gente con el fútbol, pues mira. Por cierto, antes de irme de vacaciones fui a la cárcel de Aranjuez a dar una charla y asistieron unos 100 presos. Hablé de fútbol, de cómo entrenamos, y al final pregunté: «¿Quiénes de aquí son de Vallecas?». Y de repente un clamor, levantaron la mano la mayoría (risas). Creo que se debería usar más a los equipos de fútbol para temas solidarios. Como reclamo de estas causas. Jugar más partidos en zonas difíciles, ser más participativos. Si se va una vez al año al hospital, podríamos ir 15 veces. La Real Sociedad este año celebró la cena de final de temporada en un hogar de acogida. Creo que para estas cosas el fútbol se utiliza bastante poco.

Vienes de una familia humilde, tu padre era cantaor.

Mi padre siempre se ha ganado la vida como cantaor flamenco, era de Écija, como mi madre, de hecho el nombre artístico de mi padre era Lucas de Écija. Mi hermana es de Málaga y yo soy de Las Palmas criado en Córdoba. Ya ves, vaya familia. Nací en Las Palmas porque ficharon a mis padres para trabajar en un hotel, pero estuve solo durante un año o un año y medio. En realidad me críe en Córdoba. Como digo, mi padre era cantaor profesional, pero no de los que existen ahora, que los tiempos han cambiado. Antes la vida del cantaor flamenco era muy complicada, muy perra. No había conciertos ni festivales, si un cantaor llegaba a grabar un disco era la leche. Mi padre sacó dos, pero la vida se la ganaba en un barrio muy conocido de Córdoba. Cuando existían los famosos señoritos, los que tenían fincas y dinero, lo que hacían por la noche era ir a un bar donde se reunían los cantaores y decían: «fulano, tráete a un guitarrista y dos bailaoras». Entraban todos en el bar a las diez de la noche y salían cuando el señorito tumbaba, a las tres o cuatro de la tarde del día siguiente. Esto conllevaba que el cantaor tenía que beber, tenía que fumar, alternar, y en ese aspecto mi padre tuvo una vida muy perra. Yo le he visto hacer cosas que de otra manera él no hubiera hecho, como coger borracheras como camiones. Y no porque le gustase beber, fuera del trabajo no pedía una sola copa, pero si no bebías con el señorito, te preguntaba si es que acaso no estabas a gusto, te echaba fuera y traía a otro. Se tenía que emborrachar con ellos, reírles las gracias y cantar. Llegaba a casa arrastrado. Eso sí, llegaba borracho pero con ocho o diez mil pesetas en el bolsillo que lo primero que hacía era dárselas a mi madre para que fuese a comprar. Eso no se me olvidará en mi vida. Después, con el paso de los años, me he dado cuenta de que llevaba esa clase de vida porque no le quedaban más cojones, entonces no lo comprendía. Y mi madre aguantó lo que no está en los escritos. Se sacrificó mucho por nosotros. Le tengo mucho cariño y admiración por eso. Estoy yo más orgulloso de él que lo que pueda estarlo él de mí. Porque lo que yo he hecho por ellos comparado con lo que han hecho ellos por mí no tiene nada que ver.

Mi padre ha cantado muy bien, ahora tiene ochenta y tantos años. Ha dominado casi todos los palos de cante y ha estudiado a los demás cantaores, eso concretamente le gustaba muchísimo. A la generación de todos los cantaores que ahora han llegado lejos los recuerdo en mi casa, en el salón, ellos ensayando. Recuerdo haber visto mucho a Vicente Amigo, al Pele, mi padre también conocía a Paco de Lucía. Pero en ese mundillo se conocen todos, en mi casa era raro el día en que no venía alguien, se ponían a ensayar, comían allí y luego se iban a las tantas, pero al final lo que estaban haciendo era su trabajo.

No sé cómo a mí, con esta familia, me picó el gusanillo del balón. Lo cierto es que antes solo había eso, fútbol. Ahora hay tantos deportes que volvemos locos a los niños. Cuando quería jugar a algo solo había un balón, y todo el mundo tenía su balón. En esa época, la generación del 70, hemos salido muchos jugadores y buenos, porque todos jugábamos a lo mismo de niños. Cuando salía a la calle siempre encontraba un balón rodando.

Por otro lado, mis padres me dijeron que si quería jugar a fútbol antes tenía que estudiar. Por eso he sido muy buen estudiante. Acabé FP, hice COU para sacar la selectividad y me matriculé en Ingeniería Técnica. Hice el primer año. Estaba en Córdoba, podía compaginar los estudios con el fútbol, pero el segundo año ya no pude asistir a clase y estaba en una carrera que si no vas, estás muerto. Siempre me ha gustado estudiar, la verdad.

Paco Jémez para Jot Down 2

Como futbolista, te pateaste todas las categorías. Tercera, Segunda B, Segunda…

Antes había menos equipos. Por este hecho, había mucho más nivel. Los equipos de Segunda B de antes eran equipos de Segunda de ahora buenos, buenos, buenos. Estuve en Córdoba dos años antes de salir al Real Murcia y había un presupuesto y gente importante, venían jugadores y plantillas espectaculares. Esas plantillas no las hay ya en Segunda B, y lo mismo en Tercera. De hecho, antes en Tercera y Segunda B te podías dedicar solo al fútbol. En Segunda B se ganaba buen dinero. Ahora el futbolista de esas categorías o tiene otro trabajo o no tiene sentido ninguno que se dedique al fútbol. En ese aspecto creo que el nivel ha bajado. Quizá lo único bueno es que, actualmente, al haber más equipos sí hay más posibilidades de jugar. Pero estamos en un momento jodido, se está ganando menos dinero que nunca. En Segunda y en Primera también están bajando los contratos. Yo recuerdo de Segunda B, en la 89-90, a jugadores cobrando 30 millones de pesetas al año. Eso no es que sea dinero, es que era una barbaridad. Hay muchos ahora de Primera que no ganan el equivalente a lo que era eso ni de coña.

En tu temporada de debut en Primera jugaste todos los partidos.

Solo lo logramos Voro y yo, que casualmente luego fuimos al Deportivo. Al final de la temporada nos tocó ir a Barcelona. Íbamos perdiendo 4-1 y en los últimos minutos me noté algo raro en una pierna. Me vio Camacho estirar y me preguntó qué tal estaba. Teníamos todavía un partido complicado contra el Albacete por la permanencia. Recuerdo que puso uno a calentar y, en cuanto lo vi, me eché una carrera bestial con Stoichkov, de treinta y tantos metros, y no me cambiaron pensando que estaba bien. Luego se enfadó. Me echó en cara que me había equivocado, que el partido que nos interesaba era el de la semana siguiente, pero yo iba a lo mío, a mis números. Ahora esa visión de equipo, de conjunto, la tengo como entrenador y me doy cuenta de lo egoístas que son los jugadores a veces.

Háblanos de aquel Rayo. Estaban… Pizo Gómez.

Llegó en enero. Muy cachondo, muy buen tío, muy echado para delante. Muy navarro. Hizo una temporada muy buena.

¿Comentaba algo sobre los incidentes que tuvo con Míchel y Gordillo, que se reían de cómo jugaba y le decían que su mujer estaba con Ruggeri?

Sí, lo comentaba mucho, pero conociendo a Gordillo y a Míchel que son dos cachondos mentales, no hay que darle más importancia de la que realmente tiene. El problema fue que aquello trascendió, fue una tomadura de pelo…

Él lloró.

Pero porque trascendió. Pizo era un tío muy válido, muy inteligente, y en la polémica quedó como que se cachondearon de él. Todo aquello no tenía que haber ocurrido, vale, pero tampoco se hizo con esa mala leche como se vendió. Conociendo a Gordillo y a Míchel que se ríen hasta de su propia sombra, no creo que le quisieran menospreciar, solo gastar una broma. Se le dio un bombo de la leche.

Un histórico de aquel Rayo: Anton Polster.

Anton cuando llegó me sorprendió mucho. Cuando vino del Sevilla se fue a vivir cerca de mi casa, en Las Rozas, y tuvimos mucha relación porque cada día bajábamos a entrenar en el coche de uno, nos turnábamos. Era un tío especialmente cercano con la gente joven, se preocupaba muchísimo de nosotros. El cabrón se fumaba dos paquetes de tabaco al día. Cuando vino estaba tan fuera de forma que Camacho le puso a entrenar un mes a él solo con Jesús Paredes. Vino muy gordo porque en el Sevilla no habían contado con él ese año, le tuvieron apartado. Eso sí, después del plan que le puso Camacho, cuando se encontró bien, no veas qué futbolista. Era fuerte, grande, lo veías y decías «madre mía de mi vida».

Yo le llevaba a entrenar con mi Super 5 turbo, que Anton casi no cabía, tenía que echar el asiento a tope hacia atrás. Un día se compró un Mercedes rojo. Se lo trajo de Alemania, con todo automático, unas llantas que tenía…. Cuando vi esa cosa tan bonita me quedé… olí todo, lo toqué todo y me dijo: «¿Te gusta, eh? No te preocupes que algún día tendrás uno como este». Se me pusieron los pelos de punta. Se me quedó clavado. Pero bueno, ahora llevo un Smart (risas) ¡pero es chulísimo!

[Anton Polster llegó al Rayo procedente del Logroñés. NdR]

Tal vez el más recordado de aquella plantilla sea Wilfred, por carismático.

Qué buen tipo. Hablaba medio en nigeriano, medio en español, pero era un tío muy salao. Se apuntaba a todo, a todas las cenas, siempre estaba con nosotros. Y era duro. Le hemos visto darse hostias con los palos… las espinillas las tenía… Le decías ¡ponte espinilleras por dios! Era duro como un peñasco, no he visto nunca a nadie más duro que él. También le gustaba mucho el vino. Cuando le empezaba a echar el camarero en la copa él se quedaba fijamente mirando y no decía que parase hasta que estaba a rebosar, pero que se salía el vino, entonces decía algo, una palabra en nigeriano (risas) y ya estaba. Y aunque tenía muy buen talante, cuando se enfadaba, cuidado, que era un armario de dos metros. No sé cuántos hijos tenía. Sus mujeres siempre llevaban esos vestidos africanos característicos, con muchos colores. La verdad es que me gustaría volver a verlo. Era un porterazo Wilfred ¿eh? Piensa que cuando le traen también habían fichado a Toni, que venía de ganar el oro de titular en la Olimpiada de Barcelona, y Wilfred lo sentó en el banquillo.

Ese año marcaste a Futre, dijo la prensa que lo «secaste».

Era el último año de Futre en España. No he visto una cosa más rápida que él en mi vida. Aparte de que era listo como él solo. Les ganamos. Recuerdo que Juanma López me dio la enhorabuena por aquel partido.

Contra el Sevilla: «Paco no dejó a Maradona ni a sol ni a sombra».

De aquel partido me acuerdo del calentamiento de Maradona. La gente le tiraba pelotas de papel albal, de tenis, él les daba toques y ese era su calentamiento. Recuerdo que iba con los cordones por fuera, las medias caídas y estaba gordito. Pero le tiraban las pelotas, naranjas o peras, él daba sus cuarenta y pico toques y las devolvía. No me acuerdo del partido, solo de eso. Estaban Suker y él arriba, pero me he quedado con ese detalle. Me decía Camacho: «¡Paco, calienta ya! Y yo: «Pero gachó, ¿has visto eso?». Tengo una foto puesta en mi casa en la que estoy marcándole. Haber marcado a Maradona aunque haya sido al final de su época, pues oye, está bien.

Al Madrid le ganasteis. Era una Quinta del Buitre crepuscular.

Les ganamos en la ida, en Vallecas. Yo marqué a Butragueño, que era el típico jugador que nunca sabías cuándo aparecía. No estaba los 90 minutos, pero como se plantara en el área dos veces acababa contigo. Había que tener mucho cuidado y mucha tensión con él.

En aquel entonces el Bernabéu se quejaba de que jugaba andando y parece que, al menos se escribió en los medios, se hizo con él un trabajo físico deficiente.

Él, aparte de su talento, de cintura para abajo era fortísimo. Eso que decían de que era un mindundi, los cojones. Necesitaba medio metro para desequilibrarte y hacerte gol. Marcarle requería sobre todo atención. Marcar a Zamorano era más físico, pero con Butragueño era mucho más cansino porque no podías despistarte ni un minuto.

[Jesús y Alfonso discuten sobre el jugador, interviene Alfonso] A Butragueño lo que le pasa es que empieza muy tarde, con 15 o 16 años. El padre le ponía por delante los estudios, como a Pedro Riesco. Ese trabajo de alevines, benjamines y demás, donde se va adquiriendo el nivel físico, no lo tenía. No tenía el trabajo de base.

[Sigue Paco] Luego en el Bernabéu empatamos a uno. Le hice a Iván Zamorano un marcaje al hombre de los mejores que he hecho en mi vida. De estos de no dejar en paz al tío, de perseguirlo, y bueno, con Iván, de ser un pesao con un tío que también era un pesao, se revolvía siempre. El caso es que hice un partidazo. Habían venido mis padres, mi familia, y al terminar fuimos a cenar. Estábamos más contentos que la leche y después nos fuimos a la mítica Joy Eslava, donde acababan todos los futbolistas. Estábamos allí y en un momento, me fijo y veo que en mitad de la pista está Iván Zamorano. Iba con una camisa, digamos, discretita (risas). Me acercó allí y le digo «¡Iván!» se gira y responde: «¡Hostia! ¡Aquí también, cojones! ¡¿Aquí también me vas a estar tocando los huevos!? (risas). Luego me dio un abrazo, era muy buen tío.

También jugaba en ese Madrid el pobre Prosinecki, que es una pena, porque era un jugador muy bueno y pilló esa mala racha con las lesiones. No se me olvidan los costurones que tenía en la pierna. En aquella época te podían operar por una lesión de rodilla, pero era raro que te lo hicieran por una lesión muscular. Qué cicatrices tenía, pero era de los que, con el balón en los pies, la llevaba cosida. Tenía además mucha personalidad. En el Estrella Roja que fue campeón de Europa era el que mandaba.

Paco Jémez para Jot Down 3

Con el Barça del Dream Team, en Vallecas empatasteis a tres. Camacho os puso una multa por dejaros remontar.

Íbamos ganando 3-1 y nos costó una pasta, sí, que nos empataran. Marcó Polster los tres goles y fue la risa. Aquel día habíamos ido al campo cada uno en su coche y, cuando le vi llegar, Polster, que no cabía por las puertas, que era un armario, venía con un abrigo rojo que no veas. Era… ¿tú te acuerdas la ropa que llevaban los de Locomía? Pues era un abrigo con unas hombreras así de grandes y largo hasta los tobillos, que le rozaba en el suelo, y por detrás tenía una raja que lo abría hasta el culo. Dios. Joder, dolía verlo. Nada más encontrarnos con él, Vijsnic, que era un tipo calladito pero muy buena gente, y yo empezamos: ¡Qué haces, pero qué llevas puesto! Con la planta que tenía, que era espectacular, con ese abrigo encima parecía el doble de lo que ya era. Y cuando lo vieron los del Barça entrar con el abrigo se quedaron también… Y nosotros riéndonos, descojonándonos de él: ¡Qué elegante vas, macho, joder qué estilazo! Claro que luego por la noche metió él los tres goles y en el vestuario todo el equipo le terminó diciendo: «Anton ¡todos los días con el abrigo, eh! No lo pierdas».

Pero nos habían remontado. 50.000 pelas de multa a cada uno nos puso Camacho por dejarnos empatar en el último minuto. Yo tuve algo que ver. Robamos un balón, me lo dieron en banda contraria, hice lo que buenamente pude y la perdí. Volví corriendo, pero en la contra nos hicieron gol. Multa.

Otro marcaje: Lubo Penev.

Otro armario, otro percherón que no veas. Fue mi debut en Primera División. De los mejores delanteros que he visto en un campo. Tenía yo 19 o 20 años y aquel día la sangre se me salía por los ojos, no veía si era Penev o qué era lo que tenía delante, yo metía. Anda y que no di yo hostias aquel día. Al acabar el partido me dijo Camacho: «¡Espectacular, espectacular!» Y yo: «pero si no he tocado el balón» —«¡Espectacular!». Penev incluso cuando llegó al Compostela mucho tiempo después metía el culo que no había forma de meterle mano. Muy, muy bueno; muy buen jugador.

Paquete Higuera.

Todo el mundo habla de él en Zaragoza, le recuerdan como a un jugador espectacular. Lo veías y físicamente no era gran cosa, tampoco era rápido, pero era muy vivo, muy listo. Hay muy buenos recuerdos en Zaragoza de todos aquellos, lógicamente porque ganaron la Recopa, de Paquete, Belsué, Nayim o Pardeza.

[Alfonso] Pardeza al principio era el bueno de la Quinta, era el que sonaba en todas las conversaciones: el Madrid tiene a un chaval que se llama Pardeza que…

[Paco] Sí, eso me lo ha contado Martín Vázquez, que Pardeza era el bueno de la Quinta. El que tenía más proyección y luego, sin embargo, el tiempo puso a cada uno en su sitio y él se tuvo que ir, pero fue el cabeza visible de esa generación muchos años.

Los rumanos Gavril Balint y Marius Lacatus.

A Balint no sé si lo llegué a marcar, pero Lacatus… menudo pájaro. Más malo que el veneno. De los futbolistas más peligrosos que me he encontrado en un campo. Él fue el que se cargó a Camacho en un partido de selecciones, le dio un viaje, le jodió la rodilla y lo tuvieron que operar. Y no lo digo solo yo, fuimos a un partido a Oviedo y, unas horas antes, estábamos charlando los jugadores de los dos equipos en el centro del campo. Yo tenía amistad con Carlos, un tío muy bueno, que luego se fue a México, y me dijo: «Paco, ten cuidado con el rumano que es más hijo de puta que la madre que lo parió». Fíjate, su compañero me lo dijo cuando se enteró de que yo lo iba a marcar. Iba fuerte, pero con mala leche, te metía para hacer daño. Había que tener un cuidado con él. Era muy peligroso.

Antes de ser tu compañero: Bebeto.

A Bebeto le hice en casa uno de los mejores marcajes que he hecho en mi vida, pero me despisté en el minuto 89 y marcó el empate. Le hice un marcaje espectacular y con un segundo que me despisté, un balón cayó rebotado al área y gol. Ser defensa es así, puedes hacer un partido cojonudo que con un despiste lo echas por la borda. Se me quedó grabado ese fallo. En la vuelta en Coruña, que fue el último partido de la temporada, tenían en una fiesta montada de la hostia porque se habían clasificado para UEFA. Nosotros íbamos que no nos jugábamos nada, pero yo traía un rebote de la ida que no veas y dije: «de fiesta, nada». Salimos, creo que empatamos, y me pasé todo el partido encima de él. Me decía: «tranquilo, que no nos jugamos nada, que estamos de fiesta». Yo no entendía ni de fiesta ni de hostias. Pues a las dos semanas o tres me firma el Dépor y no se me olvidará en la vida el primer entrenamiento con ellos cuando llego y me dice Bebeto: «nunca me he alegrado tanto de que fichen a un central». Le dije: «luego me tendrás que aguantar en los entrenamientos». «Ya te pondré en el otro equipo, no te preocupes», me contestó riéndose. Nunca he visto a nadie definir como él. Se quedaba solo y echaba el balón al palo que no se iba fuera ni aunque lo empujaras con toda tu alma.

Fichaste por el Dépor sin que te quisiera Arsenio.

Es que ya tenía a Voro, Djukic y Serna. Ir al Dépor fue una apuesta fuerte por mi parte. Camacho se iba al Español y quería que me fuese con él, pero yo no estaba por irme a Segunda aunque me pagara Lara mucho más que en el Deportivo. Jugar en Galicia era seguir en Primera y debutar en Europa. Dani Castillo, que quería que me fuese al Español, llamó a Arsenio delante de mí y puso el manos libres. Le preguntó a Arsenio y, efectivamente, dijo delante de mí que no me quería, que yo era bueno pero que no necesitaba a otro central más. Aun así me fui al Dépor. Me convenció Daniel Muñoz, me dijo que era joven y que tendría tiempo de firmar mejores contratos después. Arsenio el primer año no me dio bola, siete partidos o por ahí jugué, y el segundo año igual. Fueron muy jodidos para mí, que no estaba acostumbrado a no jugar, pero aprendí mucho porque los compañeros tenían mucha calidad. Hasta que no llegó Toshack no empecé a jugar todo. Pero sabía dónde me metía, no me engaña nadie, confiaba en mí.

El Superdepor sabía muy bien lo que hacía cuando fichaba esos primeros años.

A la gente de allí no se le olvida ese equipo. Luego ganaron títulos importantes, pero la que les quedó grabada fue esa etapa. Con tíos como Makaay fue algo más esperado y lo otro fue una sorpresa. Date cuenta de que cuando Bebeto llega a Coruña no lo conocía ni el Tato. Mauro Silva estaba por explotar. A los dos se los conoce mundialmente después del año que hicieron en Coruña. Y el resto eran todos gente que no querían en otros equipos. Aldana, rebotado del Madrid. Nando, del Valencia. Rekarte, del Barça. A Claudio no lo conocía ni dios y se marcó una temporada tan de la leche que luego fue internacional. A Fran tampoco lo conocía ni dios, ni a Mariano. Luego llegamos Riesco y yo, Elduayen, Voro, Alfredo Santaelena, Manjarín. Gente con mucho futuro, joven, porque no podían fichar nada más allá, que no había dinero. Y siguieron con la dinámica, luego llegaron Martín Vázquez, Beguiristain. Su filosofía era coger un poco de aquí, un descartado, otro lesionado, y así compitieron una liga hasta el último minuto del último partido.

El penalti.

Djukic y yo éramos vecinos, vivíamos a 200 metros de Riazor, y lo pasó fatal. Pero la gente se portó muy bien con él. Cuando acabó el partido y nos íbamos los dos juntos para casa había tal cantidad de gente rodeando el estadio que no se podía ni andar. Había una marea humana en aquella avenida increíble. La gente le fue agarrando y lo perdí, despareció.

¿Tu versión de lo que pasó aquella tarde?

Si ganábamos éramos campeones. Al equipo lo vi tranquilo, no tuvimos nervios aquel día. Como sabes, creamos ocasiones y no marcamos, de modo que al final nos lo tuvimos que jugar todo en un penalti, no creo que sea algo que haya pasado mucho en la historia del fútbol, pero desgraciadamente nos pasó a nosotros. Se dieron tantas circunstancias para que ocurriera la desgracia. Mira, Bebeto venía de pasarse el año sin tirar penaltis porque había fallado en la anterior un par y dijo que no volvía a tirar. Donato era el encargado de hacerlo, no había fallado ninguno ese año. Era muy bueno. El partido se atravesó, no marcamos, el Valencia estaba encerrado. Y la clave fue que faltando ocho o diez minutos, Arsenio cambió a Donato. No sé quién salió. Pues nada, mira tú por dónde, faltando un minuto, meten por banda un balón, Nando medio de verdad medio que se tira, y penalti. Empezamos todos a mirarnos y, coño, no está Donato… ¿Quién tira? Fíjate que era un tío que los metía todos, todos, todos. No había dudas, era penalti, Donato y gol. Aunque yo, particularmente, pienso que si yo hubiera sido Bebeto en ese momento habría cogido el balón, lo habría tirado y si lo fallo, lo fallo. Pero Donato los tiraba tan bien que los demás ni siquiera los ensayábamos. Djuckic cuando vio que nadie tomaba la responsabilidad, cogió y lo tiró. Y ahí está la historia. Se quedo muy jodido. Por más que pasen los años siempre se recuerda. Es muy raro que se pueda dar otra vez un caso así. Menos mal que luego el Deportivo pudo ganar una liga.

Bebeto se mareó en el vestuario.

Me mareé hasta yo. Tener la liga tan cerca y que se te vaya así, de pronto. Imagina qué caras en el vestuario. Teníamos la fiesta preparada ya y todo, de hecho, fuimos a cenar a ese sitio. Se te caía el mundo encima. En aquel momento no tenías ganas de nada y estaban todos tus familiares, con todo preparado. Djukic no quería ir. Tuvimos que ir a buscarle a casa y sacarle de ahí a rastras. Aquello era un lagrimal. Lloraban las mujeres, hacían llorar al padre, los niños cuando veían llorar a los mayores también lloraban. Yo cogí una borrachera más gorda que nunca. Fíjate que había una banda de música, nos subimos, les quitamos los instrumentos y nos pusimos a tocar nosotros. Era un desasosiego tan grande el que tenías dentro que nos tuvimos que animar unos a otros de cualquier forma. Y al final, con todo perdido, sin nada que hacer, intentamos pasar la noche de la forma más agradable, pero en fin.

El Barça se lo pasó pipa esos tres años.

Se habla mucho del penalti, pero perdimos la liga antes. El Barça en la segunda vuelta, y antes valían dos puntos las victorias, de 38 puntos creo que hace 36. Y nosotros fuimos a Logroño, que si hubiéramos ganado nos habría valido el empate en la última jornada, y solo empatamos. Con el Rayo en casa empatamos también, que hizo Wilfred un partido espectacular. Fueron esos puntos los que nos dejaron fuera.

[Paco se debe referir al empate en el campo del Lleida, jornada 35. El 0-0 en casa con el Rayo fue la jornada 36. NdR]

Paco Jémez para Jot Down 4

Más marcajes: Juanele.

Fue también compañero mío en el Zaragoza. No he visto tanto talento en un jugador, de verdad. Escuchimizado como estaba, qué fiera era para pegarle. Lo veías y pesaba 40 kilos, no tenía cuádriceps, pero luego con el balón te llevaba por donde él quería y salía por donde le daba la gana. Era increíble. Le he tenido en contra y como compañero y era un superclase. Hizo unos años espectaculares. Nunca se arrepintió de ir a Tenerife en lugar de al Barça. Allí lo tienen como un dios.

Su carrera como internacional se fue al traste por una borrachera en el Mundial de E. UU.

No fue una borrachera. Venía de fiesta y él iba sin camiseta. Así los pilló Clemente y a partir de ahí no lo volvió a llevar más.

Al Dépor llegó Kostadinov, nos dijo Stoichkov que era muy tímido, que no hablaba nunca.

Sí que era muy introvertido. En los entrenamientos se veía que tenía mucha clase, que era superior. Lo gracioso es que llegó y se compró un M5 azul. De un azul muy azul, con la tapicería en blanco, en blanco muy blanco. Y luego lo tuvo allí para venderlo… (risas). Aprendió a hablar español rapidísimo también. Los del Este para esto son… se adaptan muy rápido.

Y Julito Salinas.

Julio es… hay que conocerlo. Es distinto. Era un escándalo por los goles que metía y por los que fallaba. Metía lo más complicado y difícil y fallaba lo más fácil. Pero metía goles fuera donde fuera. Los metió en Bilbao, en el Atlético, en Barcelona, con nosotros, luego en el Sporting, en Japón, en Vitoria…. Le he visto marcar goles espectaculares, con la espinilla, que si pega en un defensa, sube por encima del portero y es gol, pero coño, es gol y gol, y gol y ponte a sumar. También jugaba muy bien de espaldas. Igual es que entró en el Dream Team y su juego no era muy vistoso para los compañeros que tenía. Con nosotros no era titular, pero siempre que salía raro era que no la enchufara. Y como persona es para conocerlo. Es una puta calculadora. Lleva la cabeza llena de números, pero a todas partes. Llegaba a un campo y empezaba: «siete por ocho cincuenta y tantos, tal, aquí caben unas treinta y dos mil cincuenta y dos personas». Y lo clavaba (risas). Luego también era coqueto. Recuerdo, yo que por aquel entonces tenía pelo, no me echaba ni cremas ni nada. Y él llegó el primer día al vestuario y se echó una cremita en los dedos y empezó a frotarse despacito los pómulos delante del espejo. Le dije: «menuda mariconada, Julio». Y él: «Yo ya tengo una edad, Paco, me tengo que cuidar que me van saliendo arrugas» (risas). Y, bueno, también, no me he reído más en mi vida, le vi sacar un peine eléctrico que te lo acercabas a la cabeza y daba una estimulación electromagnética, vamos, que salían rayos del peine. Tenías que verlo con el peine echándole rayos en la cabeza. Pero oye, ahora mira, yo estoy calvo y él no (risas). Siempre iba impoluto.

Jugáis contra el Borussia de Chapuisat, Andreas Möller, Riedle y Mattias Sammer…

Qué bonito fue aquel partido, menudo equipazo el Borussia. Nos levantaron la eliminatoria al final. Fuimos a la prórroga. Lo mejor era cómo estaba el campo, era espectacular. Lo llamaban el muro amarillo y era verdad. Si había 50.000 personas, la sensación era que 49.999 llevaban la camiseta amarilla. Recuerdo que entré al campo corriendo y apareció por ahí Chapuisat con el balón. Me dije, pues ya como voy, voy con todo, sin freno, toma (risas) y acabamos los dos tirados fuera del campo detrás de la valla del viaje que le di.

Ganáis la Copa del Rey en el Bernabéu.

Fue nuestra primera Copa del Rey. Cayeron unos granizos como pelotas de tenis. Cayó uno en el banquillo y pensábamos que habían tirado algo de la grada. Cayó otra y luego, pom, pom, pom, eran como puños. Tuvimos que salir corriendo con las manos en la cabeza porque daba la impresión de que si te caía una te mataba, con el túnel de vestuarios entrando agua como en un río. Luego jugamos unos días después, Alfredo Santaelena marcó en ese ratito y bien, primer título. La gente se olvidó de lo de Djukic. El aeropuerto de Coruña estaba a reventar. Por la calle, un trayecto de cinco minutos lo hicimos en tres horas. La Plaza de María Pita estaba a reventar, pero a reventar. En una celebración así pierdes hasta la noción del tiempo, llega un momento en el que tienes que ir a tantos sitios, la diputación, el campo, el ayuntamiento, que no sabes ni dónde estás ni qué hora es. La gente cariñosa, espectacular. Igual este título es el que más ilusión les hizo, más que la liga de después.

Otro compañero ilustre: Martín Vázquez.

Entablamos una gran amistad y nuestras mujeres también. Ellos se compraron un piso en Coruña, igual que nosotros. Como futbolista, yo no he visto a nadie golpear el balón como lo hacía él, hasta sonaba bonito cuando le daba, era agradable hasta el sonido del chut. Aparte, con las piernas que tenía, que era un bicho. Lo veías y era un tanque. Ha sido de los futbolistas más elegantes que he visto. Lo que él hacía lo podían hacer otros jugadores, pero lo hacía Rafa y parecía una cosa mucho más bonita. Por cómo se movía, la elegancia que tenía, su coordinación. Se te caía la baba viéndolo jugar. Tuvo sus lesiones, pero pudo recuperarse y jugar con nosotros. De Rafa hablas en Coruña y también la gente le quiere, esa cercanía que tiene, que se para a hablar con cualquiera, eso luego se le queda a la gente. Aunque la que es graciosa es su mujer, Patricia. Rafa parece un tío muy reservado y su mujer es todo lo contrario, muy extrovertida. A Rafa si no lo conoces te parece una persona muy seria, pero a ella le encantan las bromas, es muy dicharachera. Se complementan muy bien, la verdad. Tienes que escucharla a ella contando cuando estaban en Alemania que vivían en una casa muy bonita, encima de una montaña, pero cuando él viajaba se quedaba sola y empezaban a aullar los lobos en el bosque y ella: «¡nos vamos de aquí ya!».

Os habéis quedado todos a vivir en Coruña.

Nos quedamos a vivir un montón de gente. Elduayen se quedó allí. Manjarín se casó con una gallega, Nando se casó con otra y se quedó allí. Yo también me casé con una gallega y lo mismo. Donato se quedó a vivir allí, no se casó con una gallega porque la traía ya puesta (risas). Jaime, el del Madrid, igual. Víctor estuvo a esto de quedarse si no le llega a llamar Míchel. Los gallegos es que son muy buenos anfitriones. Hasta Radchenko se quedó a vivir allí. Qué futbolista, tenía una zancada espectacular. Con el ruso hablas ahora y no pierde el acento, pero tiene una hija allí que ya es gallega, gallega.

Paco Jémez para Jot Down 5

John Benjamin Toshack.

Fue quien me sacó de esos dos primeros años en los que no jugué mucho. Con él jugué prácticamente todo. Pero ese año no nos metimos en Europa, quedamos en mitad de la tabla. En cualquier caso, este hombre era de anécdota diaria. A mí me chocaba, por ejemplo, que sin ir el equipo todo lo bien que debería ir, cogía y después de un partido el domingo ponía el siguiente entrenamiento un miércoles. Era un tío con el que si las cosas iban bien, se vivía muy bien, pero si no, todo era muy raro.

Al final le echaron, la situación llegó a un momento en que la relación con los jugadores no era buena y los resultados no acompañaban, no había salida. Pero antes, cuando la cosa estaba llegando al límite, nos reunió a todos en el campo, empezó a hablar y dijo: «Decidme qué pasa, que alguien me hable, quiero saber qué pensáis». Como éramos conscientes de cuál era su carácter nos miramos unos a otros y nadie se atrevía a abrir la boca. Entonces cogió Donato y dijo con su acento brasileño: «Míster, yo voy a hablar, yo voy a decir, creo que en defensa estamos un poco perdidos, no sabemos cuándo recular o salir, creamos mucha incertidumbre». Donato dio su punto de vista para mejorar y tal. Y Toshack contestó: «Esto es a lo que me refiero, toda esta información es buena, ya sé qué es lo que tenemos que trabajar». Bueno, pues Donato estuvo sin ir convocado tres meses. No uno, tres. Luego preguntaba Toshack si alguien tenía algo que decir y todos: «Sí, Donato» (risas). Y el: «No, no, no».

Era un tipo que no tenía medida, la verdad. Era como era, pero era muy gracioso. Recuerdo también un entrenamiento que yo tenía una molestia en el tobillo, que te lo vendabas como podías y tirabas, pero me dolía de verdad y no podía. Estábamos chutando a puerta y yo le estaba dando fatal. Entonces se me quedó mirando: «¿Qué te pasa?», preguntó. «Pues que cuando le pego al balón me duele». Y contestó con su acento galés: «Sí, ya, ya, ya, a todos también nos duele cuando le pegas al balón». Era un tío gracioso pero había que aguantarlo

Y la de Bebeto, joder. Salimos a jugar la primera parte contra el Albacete, el brasileño tuvo dos de esas que nunca fallaba y no las metió. Bebeto decía: «me cago en el puto sol». Es cierto que el sol se ponía por la portería de Marathon y él es cierto que no era de buscar excusas. Pues en el descanso, una vez en el vestuario, Toshack no le dijo nada especial, pero le dejó caer que había fallado dos. Ellos ya tenían muy mala relación y entonces hubo un momento en el que Bebeto se vio agredido, acosado, parecía que el otro le estaba culpando, y dijo, me acuerdo como si fuera hoy: «¿Crees que yo tengo la culpa? Muy bien, vamos cero a cero. No hay ningún problema, me voy a mi casa». Se quitó la camiseta, las botas y se fue a la ducha. Tuvimos que ir detrás Mauro, Donato y yo, los que llevábamos tiempo allí, y él: «No, no, no juego más en este equipo». Lo tuvimos que sacar de la ducha entre todos, decirle que no le diese importancia, secarlo, volverlo a vestir y, cuando salió al campo… cuatro. Metió cuatro. En nada, en diez minutos. Si le ves volver al vestuario buscando a Toschack como una fiera. Y el galés nada, ya no estaba, se había ido al hotel (risas).

También te tocó marcar por aquel entonces a un Raúl jovencísimo, un día que con él salieron Sandro y Amavisca. Antes jugaste también contra Morales y Dubovsky. Un nivel años luz del Madrid actual.

El Madrid nos ganó una vez en el Bernabéu con gol de Morales medio tirándose para atrás, le tenía que estar marcando yo, así que no veas si me acuerdo. Fíjate, son épocas en las que había menos diferencia con los grandes. Ahora es imposible que un Deportivo o un Valencia le pueda discutir una liga al Madrid o al Barça. Antes había mucha menos diferencia tanto con estos dos como los equipos de abajo y los de arriba. Al final en el fútbol, como en todos los espectáculos, la esencia y lo bonito del deporte es no saber qué va a ocurrir. Si vas a un campo sabiendo que va a ganar el Rayo, si te cuentan el final, pierde todo el encanto. Si en salvo dos o tres partidos como mucho que van a perder Madrid o Barça ya te sabes el final de la película, en los demás la gente se aburre, es normal. Pierde la gracia y esto es lo que está pasando. Hay dos grandes, un paquete de seis que meten mucha diferencia con respecto al resto y luego el pelotón. Sigue siendo una de las ligas más competitivas que hay, pero podría serlo más y esto no sucede porque no está bien montada ahora mismo.

El Atlético del doblete.

Muy buenos. Kiko en su mejor versión, Caminero espectacular. Pantic, que cada falta era medio gol. O Simeone, que era muy duro, que repartía mucho, vale, pero un tío así lo quieres siempre en tu equipo. Haciendo este tipo de equipos podías competirle al Madrid y al Barça, pero ahora el Atleti no está para una Liga contra el Madrid o el Barcelona.

¿Quién fue tu rival más difícil cuando llega la liga de las estrellas?

Ronaldo, es mejor jugador que he visto nunca sobre el campo. A nosotros nos metió gol desde el suelo. Cayéndose. Estaba Flavio, Donato y Elder. Se cayó y desde el suelo se levantó, empezó a correr y les sacó seis metros a los tres. Estaba delgado, fibroso, fue el año del gol al Compostela. Era una bestia. Muy potente.

El Dépor se reforzó bien: Naybet, Rivaldo, Flavio, Songo’o,  Martins…

Naybet era muy divertido. Tenía muchas cosas graciosas que, desgraciadamente, la mayoría no se pueden contar (risas). Es de los pocos jugadores al que he visto hacer un corte de mangas a la afición de Riazor. Sí, perdió un balón que terminó en gol y empezó la grada a quejarse, a pitar. Él cogió, se calló, pero pilló otro balón, con la calidad espectacular que tenía, salió en defensa, pegó un pase impresionante y cuando se puso la gente a aplaudir, él fue y les hizo un corte de mangas (risas). No tenía término medio, o lo amabas o lo odiabas. Hubiera sido un fichaje perfecto para el Madrid, que lo quiso, porque lo hacía todo bien. Era rápido, bueno, con mala hostia. Jugaba con mucha facilidad porque él se veía superior. Era una delicia estar a su lado en el campo. Aunque era muy pesado, nunca se callaba, era una mosca cojonera, macho.

Y con Rivaldo sigo teniendo una gran amistad. Nos hizo mucho daño que se fuera, nos dieron 4000 millones, pero ya no podíamos fichar nada porque fue al final del plazo. Él nos daba la vida. Su perfil humano también era excepcional, era muy buena gente, muy familiar. Y la persona que más Coca-Cola he visto beber en mi vida. Se levantaba y desayunaba Coca-Cola. Igual se tomaba siete, no te exagero, en un rato que estabas con él. Para merendar, para cenar, tenía que tener el estómago… Era un futbolista muy completo, le pegaba, con una zancada… es de los mejores que ha pasado también por el Barcelona.

Oye, ¿y Renaldo?

No era mal futbolista, eh. El problema fueron sus declaraciones cuando llegó. Le preguntaron en el periódico que cómo se describía como jugador y dijo: «tengo la definición de Bebeto, la potencia de Ronaldo y la no sé qué de Rivaldo». Yo dije: «madre mía de mi vida, que fichaje hemos hecho». Y claro, cuando lo vimos aparecer hacía lo que podía y bueno… También Luizao vino con mucha fama y no cuajó, pero eran todos buena gente. Esas expectativas tan grandes los mataron. Pensabas que eran cañones y…

Es que en aquella época recuerdo pretemporadas con 35 tíos, era un cachondeo. Luego venían, se iban… ¡Ay! Y Abreu. Con ese sí que me lo he pasado bien. Llegó y se compró un M3 amarillo y descapotable, en Coruña, con dos cojones. Le dijimos: «le vas a quitar la capota entre tres y cuatro horas al año». (risas) Ahí iba, todos los días con Los Fatales, un grupo argentino, en el casete. Estaba muy loco. Era muy singular, pero muy positivo, se reía de su propia sombra. Cuando todo el mundo estaba serio él se estaba descojonando. Un día (risas) en Pamplona, íbamos ganando y en una jugada le dan una patada, que no le alcanza, pero se tira. Le empezaron a caer de la grada botellas de agua, almohadillas, y él no se inmutaba. No se movía. Y la gente se encabronaba más y tiraban cosas más gordas. Hasta que tuvo los huevos, cuando le iban a sacar en camilla, de antes de que le levantaran coger una botella de agua que había caído y echarle un traguito. Y la gente ya: ¡¡¡Groaaarrhhhh!!! Así era él.

Otro día fallo un gol en la portería de Marathon, en Coruña, un gol fácil. Se fue a una pancarta de esas de lata y se lió a patadas con ella hasta que la echó abajo. Luego tuvo un dedo morado no sé cuánto tiempo. Era excéntrico para todo.

Otro día jugábamos contra el Madrid en casa y preguntó dónde se podía rapar la cabeza. Él se rapaba y se dejaba barba, así como Piqué. Necesitaba un peluquero porque quería saltar al campo afeitado. En el hotel le señalaron una peluquería, fue por la mañana antes del paseo y no sé con qué le afeitaron pero le dejaron la cabeza irritada, toda colorada. Le ardía que estaba alucinando. Cuando lo vi le dije: «Joder, ¿no traes la cabeza muy colorada?». Y él: «¡¡La concha de su madre!!». El tío tenía la cabeza destrozada y no se podía ni rascar ni tocar. Después, estábamos todo comiendo y al final nos quedamos cuatro o cinco. Le decíamos que se echase algo, que a ver cómo iba a darle luego en el campo. Decidió que se iba a aplicar una crema. Entonces, en esas estábamos, cuando vino Scaloni por detrás con un palillo en los dientes, se lo sacó de la boca y le hizo en la cabeza ¡PUM! Un picotazo… Mira, en medio segundo salió corriendo detrás de él para estamparle una silla en la cabeza. Scaloni corriendo descojonado porque era un crío. Las sillas volando… Yo no sabía si llorar o descojonarme. Me lo pasé muy bien con ellos. Y también con el Manteca.

Paco Jémez para Jot Down 6

Luego el Zaragoza de Txetxu Rojo, teníais a Savo Milosevic.

Hicimos una de las mejores temporadas de la historia del Zaragoza, disputando la liga hasta el último partido. La pena fue que a Milosevic le pilló la guerra con su familia en la zona jodida. El tío un día salió del entrenamiento, cogió el coche y se fue a buscarles a Serbia para sacarlos del país. Se trajo a los que buenamente pudo traerse, padres y hermanos, pero dejó atrás a tíos y demás. Lo pasó muy mal con el bombardeo de su país. Como futbolista, era otro grandote. De los que ha jugado bien en todas partes donde ha estado. Recuerdo que vino con nosotros el primer día hablando italiano. Se apañaba para hacerse entender, era un tío listo. Y al terminar de comer, baja a la cafetería y se pide una Coca-Cola, un café y se saca un cigarrito. Y nosotros descojonados: «como te vea el vasco verás». Pero era su costumbre. «Vaya siesta te vas a echar, ni a tiros vas a dormir», le decíamos. Pero tenía distintas costumbres.

Metisteis un 1-5 en el Bernabéu.

Pocos pueden decirlo. A mi me cambiaron aquel día, pero disfruté como un enano. Cosas que te pasan una vez en la vida. Luego ellos, ese año, al ganar la Champions, nos dejaron fuera de Europa, pero tuvo su mérito meterle cinco.

En la etapa de Luis Costa, Pier le dijo a mitad de un partido que le cambiase, que no quería seguir jugando al fútbol porque no metía una.

Era un tipo muy sensato, pero le entró una neura de que no le entraba y sí, dijo que lo dejaba, que no volvía a jugar al fútbol. Es que no sabía lo que hacer, al final se le pasó un poco, pero estaba convencido que se iba, que a tomar por culo y que se iba, que no volvía a pisar el campo.

Con la selección jugaste amistosos contra Argentina, Brasil e Italia.

Brasil en Vigo, Argentina en Sevilla e Italia en Barcelona. Fue jugar contra lo mejorcito del momento, a Camacho no le gustaban los amistosos contra cualquiera, quería ir fuerte, sobre todo antes de los campeonatos.

Te llevó a la Eurocopa de 2000.

Camacho siempre ha confiado en mí, siempre ha estado muy preocupado por mí y siempre le he estado muy agradecido. Cuando empezamos a jugar, de críos, siempre soñamos con la selección y él me dio esta posibilidad. Y la Eurocopa… yo creo que los penaltis me persiguen. Si hubiéramos marcado ese penalti de Raúl hubiéramos ganado porque Francia estaba reventada.

Empecemos desde el primer día.

Con Noruega perdimos. Marqué a Flo y Carew, nada, dos pequeñitos (risas) y nos ganaron después de que hubiéramos jugado muy bien. Molina se quedó mal, ese gol le cuesta el puesto. Luego vino Eslovenia, creo que en el Ámsterdam Arena, yo me caí del 11. Había muchos para jugar en ese puesto, Hierro, Abelardo. Y luego nos lo jugamos con Yugoslavia con aquel marcador agónico. Ahí, antes de empezar el partido le dije a Sergi que si pasábamos me rapaba la cabeza. Y nada. Después del partido me estaba esperando en el vestuario con la máquina.

Siempre partíamos como favoritos en aquella época y con razón, porque ojo: Mendieta, Hierro, Guardiola, Raúl, Etxeberria, Alfonso, era una selección con lo mejorcito, era favorita por el equipo que teníamos. En cuartos, la verdad es que aquella Francia era intratable. Pero salimos de inicio muy presionados. En el día a día no lo notabas, entrenábamos bien, pero luego a la hora de jugar veías a la gente que estaba distinta, tíos como Hierro sabían aguantar la presión, pero la selección es distinta a todo. Y nos dejó fuera un penalti. Ellos metieron dos pepinazos, pero no hubo una gran diferencia sobre el campo. Al final, notamos que Francia estaba muy cansada y estoy convencido de que en la prórroga podíamos haberles ganado, pero… otro penalti.

Raúl en aquella Eurocopa, en la misma concentración, renovó por el Madrid y fue el primer jugador al que le pagaron 1000 millones de pesetas. Era un tipo que siempre ha demostrado mucha más madurez que la edad que tenía. Pensaba como un viejo. Estaba adelantado a su juventud. Y todavía sigue por ahí dando guerra y metiendo goles. Poca gente hay más competitiva que esa. Nunca estaba satisfecho con nada. Si había jugado 500 partidos con el Madrid habría querido jugar 600.

Cuando falló estuvo una hora llorando en la ducha, lloraba como una magdalena. Fíjate todo lo que se le venía encima, por mucho Raúl que fuese. Fallas un penalti y te cae la culpa de que la selección se tenga que venir para España.

Ahora fallas un penalti decisivo en la selección y te arropan.

Campeones del mundo, dos veces de Europa… Antes no se pasaba de cuartos, las críticas eran más fáciles.

¿Hierro era tan duro también en la distancia corta?

Nunca le he tenido como un jugador sucio. Además, cuando le conoces cambia mucho. Es un tipo de lo más normal, muy abierto. Yo le tengo en gran estima y tengo mucha amistad con él. Es verdad que en el campo era duro, es verdad. Se le ha permitido demasiado, había cosas que se le permitían porque era Fernando Hierro y jugaba en el Madrid e igual en otro sitio no le hubiesen dejado. Lo cierto es que en el campo era un tío que no gastaba bromas. Él tenía la percepción de que podía ir un poquito más allá que el resto, pero como él ha habido mucha gente que daba todo lo que podía y más. Pero era un jugador muy bueno, de lo mejor que ha tenido el Madrid en defensa. En la selección él tenía mucha amistad con Camacho y no la malinterpretó, jamás. Antes del partido contra Yugoslavia tenía unas molestias y él mismo fue a Camacho a decirle que no podía jugar, que entrase otro, que solo iba a poder jugar un rato y no iba a estar pendiente de lo que tenía que estar. El trato que yo he tenido con él siempre ha sido exquisito. Nunca me ha dado nada para pensar que fuera el típico egoísta ni nada de eso.

Y tu amigo Guardiola.

Hicimos amistad en la selección, nos unía el golf. En cuanto veíamos que Camacho no se iba a dar cuenta nos escapábamos a jugar juntos. Aunque siempre se terminaba enterando, porque con la selección la Guardia Civil esta de élite te sigue a todos los lados. Empezamos a tener mucha más relación a partir del golf, pero yo en la selección siempre he tenido más afinidad con los del Barça que con los del Madrid, siempre andaba con Luis Enrique, Sergi, Nadal.

¿Consideras una influencia determinante el Barça de Cruyff?

Sí, Cruyff ha sido influencia en todo. Más para Pep, que ha estado ahí, lo ha mamado y es lo que predica con sus equipos. Guardiola era un jugador que sin ser rápido, sin ser más fuerte, lo hacia todo más rápido y mejor que el resto. ¿Por qué? Porque su cabeza iba muy por delante. Xavi tampoco es excesivamente rápido, pero hace jugar al equipo más rápido que nadie. A todos nos ha gustado esa forma de entender el fútbol del Barcelona.

En una cámara oculta sobre miserias del fútbol apareció Marcos Alonso diciendo que los jugadores del Zaragoza no queríais primas por no descender porque ya teníais hechos contratos buenos si el equipo bajaba.

Lo que ocurrió fue que Marcos nos llegó a los capitanes y nos ofreció unas primas por no descender. Yo llevaba cuatro años en Zaragoza y conocía muy bien cómo es Zaragoza, así que me parecía una idea cojonuda, si el presidente quería darnos primas por salvar la categoría era estupendo, pero yo no las quería. Porque para mí era nuestra obligación salvar al equipo. ¿Crees que porque nos ofrezcan dinero vamos a tener más ganas de no descender, que yo no me voy a dejar los huevos me dé el presidente dinero o no? Sabía como funcionaba eso. Nos iban a dar el dinero, nos íbamos a salvar e iban a decir que era por las primas porque éramos unos peseteros. Eso es lo que yo no quería. La idea era buena, pero yo pasaba de meterme en ese charco. Marcos, que venía de fuera, no lo entendía, decía que nos ofrecían dinero y no lo queríamos. No era así exactamente.

Paco Jémez para Jot Down 7

Te retiras por culpa de Ruiz Mateos y dices que su familia era «gentuza».

Es que se portaron muy mal conmigo. Cuando llegué al equipo, en enero, estaba muy abajo y terminamos bajando a Segunda B por culpa de los jugadores, entre los cuales yo me incluyo. Me pasó algo parecido a lo de Zaragoza. Tras el descenso, me salieron muchas ofertas, pero fui gilipollas en ambos casos. En Zaragoza decidí quedarme para subirlo y con el Rayo, también. A los Ruiz Mateos les comenté que me quedaba, que podían hasta bajarme la ficha si era necesario. Ellos dijeron que estaban encantados de que me quedase. Entonces me fui de vacaciones y, nada más llegar, a Zambrano, a Xavi Roca y a mí nos pusieron a entrenar aparte. Aquello se veía que estaba envenenado y les dije que, si querían que me fuese, que me iba encantado. Pero no. Me dieron la carta de despido faltando un día para cerrarse el plazo. Tenía que esperar a enero para fichar por alguien y no llegó nada que me convenciera. Así que me tuve que retirar. No me quedó otra. Eso no se lo voy a perdonar. Para mí son una gentuza. Y luego, con lo que le han hecho a más gente, se han ganado totalmente ese calificativo. Se portaron conmigo como perros. No me merecía eso. Y no quiero ni que me lo expliquen, porque seguro que tienen cosas mucho más graves que explicar. Como futbolista, nunca he dado ningún problema en ningún sitio. He trabajado en todas partes, me he cuidado, me he comprometido y vine al Rayo y me encontré con eso. Hay aficionados que dicen que aquel año les salió caro, ¡a mí me costó la carrera!

Paradojas de la vida, como entrenador del Rayo has llevado al club a su mejor clasificación histórica y habéis obtenido unos registros increíbles. Como el de tercer club de Europa en posesión de balón.

O los cacharros con los que miden eso están rotos, o a mí no me cuadra (risas). La verdad es que no tenía la más minima información al respecto. No sé quién hará esas estadísticas. Nosotros desde luego no trabajamos con los datos de la posesión de todos los equipos de Europa, pero se ve que hay gente que le interesa y lo calcula. Para Jesús y para mí, como entrenadores, por la filosofía que queremos imponer, estamos muy satisfechos. Tener el balón no es fácil. Esa estadística nos sorprendió, como la de que somos el segundo equipo que más tira a puerta después del Madrid, que igual luego tiene mayor efectividad, pero dice mucho a las claras lo que ha sido el equipo este año. Para conseguir algo hemos tenido que intentarlo mucho. Si en lugar del segundo en tiros a puerta hubiéramos sido los décimos, significaría que no hubiéramos estado ahí.

Me dicen que este año no habéis repetido ni un solo entrenamiento igual.

Como jugador he tenido muchos entrenadores, unos por desgracia y otros por suerte. Pero de todos se aprende, de los buenos se aprende lo que hay que hacer y de los malos lo que no. Lo que tengo grabado es que, como jugador, siempre he odiado la rutina de ir a trabajar y saber todos los días lo que iba a hacer. Eso cuesta en cada trabajo, pero más en el fútbol. Por el contrario, ir a entrenar sin saber lo que vas a hacer te mantiene vivo, te mantiene más despierto. Con respecto a la época en que jugábamos, el fútbol ha evolucionado muchísimo. Ahora te metes en internet y puedes sacar entrenamientos prácticamente de cualquier entrenador del mundo. Nosotros tenemos ejercicios que vamos recordando porque son muy importantes, pero la concepción que tenemos de cada entrenamiento es casi siempre distinta. Este año, de 300 sesiones, todas han sido diferentes. Una de las cosas que tiene que tener claras el entrenador es que su trabajo radica en que todos los jugadores sepan lo que tienen que hacer en el campo y a la vez contemplen el máximo de posibilidades para ejecutarlo.

Tengo aquí la lista de presupuestos de Primera División.

Quita, que me mareo. El otro día fui a dar una charla a Valencia y estaba también hablando Rainer Bonhof, un alemán que jugó allí. Decía ahí, en medio español con mucho acento alemán, era muy gracioso, que había muchas diferencias entre los presupuestos del fútbol alemán y el español. Poniendo cara de acomplejado, decía que en su equipo solo tenían 110 millones de euros. Cuando me tocó subir a mí y dije que eso no era para estar tan triste, que nosotros este año tenemos otra vez 7,5, se le puso una cara ¡un ojo para arriba y otro para abajo!

Cuando nos metimos en esto y vimos que teníamos que competir en inferioridad de condiciones, había que ser muy optimistas para pensar que iba a salir bien. Pero sabíamos dónde nos metíamos, no nos engañaron. Las dudas con respecto al proyecto eran grandes, con ese presupuesto nadie podía competir en Primera. Es la primera vez en el fútbol moderno que alguien ha tenido un presupuesto tan bajo como el nuestro, pero mira. El pensamiento que le metimos en la cabeza a la plantilla era que no se creyeran nada de lo que venía de fuera. Si decían que éramos los que teníamos más papeletas para descender y nos lo hubiéramos creído, habríamos bajado. El gran acierto ha sido marcarnos nosotros mismos los objetivos y ver hasta dónde éramos capaces de llegar. Por eso la gente dio el nivel, por no creerse que éramos el presupuesto más bajo.

¿El campo del Rayo no es demasiado pequeño para hacer planteamientos ofensivos, de posesión de balón?

Yo he jugado en todas las categorías del fútbol español. Tercera, Segunda B, Segunda y Primera. He jugado en todos los campos habidos y por haber. Como entrenador, también. He jugado en campos buenos, campos malos, campos de tierra, campos de césped artificial, campos de césped natural, campos pequeños, campos grandes, campos estrechos, campos largos, campos con un viento que no te puedes ni imaginar, lloviendo, helando. Me he encontrado de todo y en todas partes he intentado jugar al fútbol. Cuando las condiciones son favorables es más fácil, cuando son desfavorables, pues menos. Pero cuando llegué a Vallecas y me dijeron que el campo era pequeño, tuve que saltar al césped para refrescar la memoria. A ver si iba a ser verdad que era una caja de cerillas. Pero lo vi y me quedé estupefacto: «¿quién cojones dice que aquí no se puede jugar bien al fútbol?,» pensé.

Un defensa como tú es raro que tenga tanta devoción por el fútbol ofensivo.

Es que he sido un reprimido toda mi vida. Antes yo recuerdo que los entrenadores nos cogían a los centrales, fuéramos malos o buenos, les daba igual, y no nos dejaban jugar mejor. Te decían: «tú corta y dásela al que tengas más cerca». Y tú te preguntabas: «¿Por qué se la tengo que dar al que tenga al lado si lo que va a hacer ese a lo mejor puedo hacerlo yo?». Y como el entrenador manda y si quieres jugar tienes que obedecer, pues en el partido cortabas y se la dabas al de al lado. Luego esto fue cambiando, se fue dando más libertad hasta llegar al día de hoy que no solo es que no le decimos a los centrales que no jueguen, sino que les obligamos a que lo hagan. Yo la verdad es que no era un prodigio de cualidades técnicas, tampoco era malo, ningún jugador que llega a Primera División es malo, pero muchos entrenadores te hacían parecer más malo de lo que eras. Era o jugar todo en largo, o cortar y dársela al de al lado. Un día retransmití un partido y se lo dije al locutor, si antes cortabas y la mandabas para arriba eras un tronco, ahora resulta que eres expeditivo. Muy bien.

Nosotros hacemos mucho hincapié en la defensa, pero hay muchas formas de hacerlo. Puedes defender en tu área o en el medio del campo, que conlleva unos riesgos. Cuando en su momento nos sentamos a decidir qué hacíamos con el Rayo, pensamos que si éramos unos cagaos es como no íbamos a tener opciones. Si hubiéramos jugado cerraditos, esperando un córner o una faltita, nos hubiéramos ido a Segunda. Eso pienso yo. Entonces las diferencias sí que hubieran sido muy grandes. Pero decidimos ir a pegarnos con todo el mundo y pegar fuerte para que el rival no se levante.

Pero una apuesta así era muy arriesgada, ¿no temiste que podías haber arruinado tu carrera como entrenador?

Pero es mía, es mi carrera. Si no me arriesgo yo…

Si haces una temporada con un equipo pobre, juegas al ataque, te golean y te conviertes en el hazmerreír. Igual no vuelves a entrenar en Primera en la vida.

Todo funciona así, qué le vamos a hacer. La evolución de un entrenador y de cualquier otro trabajador parte de una idea, luego se evoluciona, pero hay que ser fiel a esa idea. Yo no quiero ver a mi equipo echado atrás. Si es que yo lo paso mal. Como entrenador quiero ver disfrutar a mi equipo, bastante mal lo paso en el banquillo como para encima ver que no jugamos el balón. Y me gusta que la gente disfrute. Jugar mal, ganar de penalti, no lo quiero. No quiero ganar a cualquier precio. Es cierto que es una forma arriesgada de ver de las cosas.

Solamente lo que me llama la atención es que hayáis corrido semejantes riesgos.

[Jesús] Todo esto lo hacemos, estos riesgos, con una mentalidad de equilibrio. Son riesgos controlados.

[Paco] El orden es importantísimo en el fútbol y en la vida. En el fútbol, la locura y la desorganización, a primera vista, cuando nuestros laterales están arriba, los interiores por dentro o de delanteros centro, esas dosis de locura nos han dado el ser distintos y ganar partidos. Aunque luego no sean locuras, que cuando uno cambia su posición otro la cubre. Pero hemos sorprendido de una manera espectacular. Y esa aparente locura a mí me encanta, la he disfrutado. Los equipos encorsetados es que no me gustan. El partido del Nou Camp, joder, ha sido el más bonito y cuando mejor me lo he pasado en mi vida. Tenía una sonrisa de oreja a oreja y pensaba ojalá pudiera salir y jugar un rato con ellos. Le competimos la posesión al Barça. Fue un 51-49% y nos ganaron porque son mucho mejores. Al finalizar el partido, vino Mascherano antes de que me fuera al vestuario a darme la enhorabuena porque decía que ningún equipo había jugado tan bien como nosotros allí. Si te dice esto Mascherano, que ha visto pasar por ahí a los mejores, ganar o perder es lo de menos. A ver, bueno, es importante, pero estamos mucho más orgullosos de cómo nos lo pasamos el año pasado, cómo hemos apretado, que de quedar octavos. Eso qué más da. De todas formas, también planteo así la estrategia porque estoy convencido de que jugando de esta manera podemos ser octavos, sino aplicaría otra cosa.

[Jesús] Yo tengo relación con Iniesta porque los dos somos de Albacete y en ese partido en el Nou Camp vino y dijo, no solo de ese día, sino de todo lo que había visto durante toda la temporada del Rayo, que le estaba sorprendiendo. Especialmente por nuestras características, por el nivel económico. Que con una plantilla de jugadores cedidos, aun así, jugáramos de esa forma tan descarada. Villa me dijo que nunca había corrido tanto hacia atrás como contra nosotros.

Igual en un grande es más difícil aplicar esa filosofía porque son más ingobernables.

Para que un equipo se entregue te lo tienes que ganar. Un jugador no te da siempre su implicación total, esa que no se paga. Mucha gente cree que eso va en relación con su contrato. Y no, un jugador por mucho compromiso que le quieras pedir no te lo va a dar porque sí. Para que un equipo se entregue a una idea lo tienes que convencer. El jugador cuando se lo cuentas te dice que es muy bonito, pero los tienes que convencer y ganártelos, da igual si es en el Rayo, el Zaragoza o el Madrid. Aunque lo digo, no todos los entrenadores que valen para el Rayo valen para el Madrid. Creo que hay que tener algo distinto para gobernar una de esas plantillas.

¿Has visto el detalle de Antonio [el cocinero de la Cruz Blanca]? Este no tendría por qué venir a explicarnos el motivo por el que el cocido se come en tres partes. Pero nos lo ha contado y, coño, ya sabes algo más, ya te lo comes distinto. En Córdoba se come todo junto y mira, aquí no. A la gente hay que explicarle el porqué de las cosas. No hay que explicar todo porque si no sería un Cristo, pero hay que convencerla.

Pero en los grandes parece que es muy habitual eso de que un jugador imponga a otros jugadores como titulares, o que si esa estrellita no juega se convierta en una manazana podrida.

Yo jamás consentiría que un jugador me dijera a quién hay que poner, ese no es su trabajo. Consiento que me hablen, me digan lo que piensan, pero otra cosa es que me impongan quién juega. Como jugador, jamás le he dicho a un entrenador quién tiene que salir. Ni he visto a un jugador hacerlo. Pero si a mí algún día se me da el caso, lo tengo clarísimo: ni lo escucho. El jugador es jugador y el entrenador es entrenador. Hay jugadores, es verdad, que en algunos equipos tienen demasiado peso, pero no hasta ese punto. El futbolista, por sí solo, es muy egoísta y el entrenador mira siempre para el equipo. Esa es la gran diferencia que notas cuando pasas de jugador a entrenador. Luego hay gente con mucho peso, con muy buenas relaciones. Un camino que hay que cortar siempre es la relación directa del jugador con el presidente y la relación directa del jugador con la prensa. No la relación laboral normal, sino la que va por detrás, estos dos caminos son los que acaban con un entrenador. Cuando tienes un jugador que tiene amigos en la prensa y que filtra y que saca, eso es igual a palmar. Y cuando tienes jugadores que cuando quieren ir a conseguir algo se van al presidente en lugar de a ti, estás jodido.

Paco, a mí es que la Eurocopa que ganó Grecia me emocionó mucho, todos atrás, con el cuchillo entre los dientes, fue tan bonito. Ese catenaccio me pareció todo un espectáculo.

Bueno, es que fue un sorpresón de la leche. Los buenos resultados se pueden obtener de muchas formas. Esa es la grandeza del fútbol, que nadie tiene la fórmula mágica para decir que haciendo equis todos los equipos van ganar. Ni nosotros tenemos la certeza de que este año vaya a salir tan bien como el año pasado haciendo lo mismo y entrenando exactamente lo mismo. Grecia fue capaz de una manera poco vistosa, o muy poco vistosa, de ganar una Eurocopa, que eso es la leche. Pero sí que es verdad, cuidado, que en contra de lo que la gente se creía, ellos tenían muy buen equipo. Tenían jugadores espectaculares. Y lo que hacía lo hacían muy bien, tenían muy bien trabajado en cada momento qué tenían que hacer ¿Que podía jugar más? Bueno, haciendo eso les dio para ganar. Que probablemente no volverán a ganar nada en su vida jugando así, pues también.

El catenaccio lo asimilaron los italianos y lo hicieron cojonudo. Pero el fútbol de hace diez años ya no tiene nada que ver con el de ahora. Mira cómo han jugado la Confederaciones. Y si Italia, que siempre ha hecho lo mismo, está empezando a cambiar, o Inglaterra, que era coger el balón y pum pelotazo y todos detrás, es porque todos los equipos están empezando a atender a algo que la sociedad demanda. Esto funciona así. Si la gente no se divierte, no se hace socia de Canal Plus o no va al estadio. Si te digo que no vayas a ver una película porque es mala, no vas. Si salgo resoplando del campo, cada vez hay menos abonados. Los clubes y las directivas lo están empezando a entender. A la gente no le vale solo con ganar, la gente no quiere estar 90 minutos para al final solo ganar, está empezando a demandar otra cosa. Lo esencial es que a la gente hay que darle espectáculo, algo que la reconforte. Esto pasa en el teatro, en la ópera y en el fútbol. Lo que ocurre es que en este deporte como hay un marcador parece que ya no importa cómo juegues. Y lo que parece mentira es que diga esto un entrenador, como yo, que vivo de lo que diga el resultado, que si no va bien me quedo sin trabajo. Pero creo que hay que potenciar que el jugador esté para lo que está, que es para jugar bien.

Este discurso recuerda al de los entrenadores sudamericanos que llegaron en los 90 filosofando.

Yo me incluyo en el club de Lillo. Pero no me he inventado nada, ni lo ha hecho Guardiola. Nosotros hemos podido introducir ciertas peculiaridades, pero sigue siendo exactamente lo mismo. Nos llamaban románticos. Luego mi mujer me dice: «Coño, Paco, qué poco romántico eres». Y no, joder, soy muy romántico, pero para el fútbol.

Paco Jémez para Jot Down 8

Fotografía: Guadalupe de la Vallina

La brigada de los toreros de la Guerra Civil

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Este verano me han regalado algunos libros de Chaves Nogales y tengo que decir que me lo he pasado pipa leyéndolos de una sentada cada uno. Aunque en La defensa de Madrid me llamó bastante la atención que Durruti muriera en primera línea de forma heroica. Sabemos que lo hizo en la retaguardia y de un disparo a bocajarro. En su momento las circunstancias de su asesinato se ocultaron e imagino que el periodista sevillano echó mano de las fuentes oficiales para su relato.

También hay cierta controversia con el tiempo que Chaves Nogales permaneció en Madrid durante su defensa, si escapó para volver o marcharse definitivamente. En el prólogo de A sangre y fuego dice que se fue a Valencia cuando el Gobierno decidió huir de la capital, de modo que esos primeros días de heroísmo del pueblo de Madrid se los tuvo que perder. Si vino después, no lo sabemos. Pero ahí quedan sus descripciones del atuendo de los soldados republicanos cuando empezó a apretar el frío en noviembre.

Casi todos los que han sido llevados precipitadamente a las trincheras carecen de mantas. Se abrigan con periódicos. La prensa revolucionaria que para inflamar su espíritu se les lleva a grandes cantidades les sirve para abrigarse con ella. Envueltos en unos cuantos periódicos que se sujetan al pecho y a la espalda con cuerdas, que les dan el aspecto de paquetes de andrajos, estos soldados, los más miserables del mundo, llevan ya tres días batiéndose sin descanso día y noche.

Con ese vestuario, y como dice páginas más adelante, con toallas anudadas al cuello como bufandas, no me quiero ni imaginar qué se le cruzaba por la mente a los marroquíes de Franco que venían a «salvar la civilización». Porque el ejército de Pancho Villa que rechazó a los fascistas en Madrid era para ponerle un marco a tenor de estas descripciones.

Además, en otro apartado, Chaves Nogales habla del batallón de «los Fígaros», que eran barberos y peluqueros, o «los Leones Rojos», dependientes de comercio. Hasta sabemos rescató su recuerdo hace un año el Marca—, que hubo un «Batallón Deportivo» formado por «futbolistas, boxeadores y árbitros», con sede en las oficinas del Madrid CF, el actual Real Madrid. Pero los que nos ocupan hoy son otros profesionales. Según dice Chaves Nogales:

Hasta los toreros han formado su unidad de combate.

Estaba leyendo con la mosca detrás de la oreja por los motivos citados, pero aquí dije: esto era cierto. Al menos así lo documenta un trabajo de Javier Pérez Gómez que un servidor encontró no hace mucho en la Cuesta Moyano de Madrid: La brigada de los toreros, historia de la 96 Brigada Mixta del Ejército Popular. Libro que desempolvamos en esta entrega de Busco en la basura algo mejor. Esta unidad estuvo mandada por tres matadores de toros, el Litri II, jefe de la brigada, Fortuna Chico, comandante de un batallón, y Parrita, capitán de una compañía, entre otros profesionales de la tauromaquia.

Lo curioso del caso es que, según cuenta el autor, no había primeras figuras entre los defensores de la causa republicana. La mayoría eran subalternos y novilleros a los que les costaba llegar a fin de mes. Un ejemplo paradójico de todo esto es la famosa corrida que se celebró en Madrid en favor de la República el dieciséis de agosto de 1936. De este festejo salió la famosa foto de Antonio García Bustamante «Maravilla», Cayetano Ordóñez «Niño de la Palma», Juan Rodríguez Ortega «Cagancho», Luis Gómez «Estudiante» y Félix Colomo dando el paseillo con el puño levantado. Una imagen histórica.

toreros_puño_en_alto

Revista Mundo Gráfico, miércoles veintisés de agosto de 1936.

Pues bien, de ese cartel, «Maravilla», «Cagancho» y «el Estudiante» se pasaron a la zona nacional. La explicación, bastante coherente, es que muchos de los figuras también eran terratenientes y, en algunos casos, como el de Marcial Lalanda, habían matado a su hermano y le había confiscado las ganaderías. Esto, llevarse los toros de los cortijos a punta de fusil, fue bastante habitual y controvertido hasta para los propios republicanos. Atiendan al titular de la foto de la corrida por la República. Se hacía un llamamiento para que no se matase a los toros en los cortijos, espacios preferidos del descontrol revolucionario, para mantener viva la «fiesta» durante le conflicto:

Un solo cuidado inquieta ahora a los toreros: que puedan faltar toros de lidia. Y para evitarlo, quieren hacer un ruego a cuantos hoy luchan al lado del pueblo por campos y serranías. Que no se maten, por razones de abastecimientos, toros bravos en cortijos y cercados. La carne es la misma y será para el pueblo; pero de que un toro bravo muera en el campo de un tiro a que se le mate, después de lidiarlo, en una plaza, hay una diferencia de muchos miles de pesetas a beneficio del pueblo. (Mundo Gráfico, 1936)

Pero estos eran los figuras. Mientras ellos hacían el paseíllo con el puño el alto y la mente pensando en llegar a la zona nacionalista cuanto antes, la Asociación de Matadores de Toros y Novillos pidió oficialmente armas a la Agrupación Socialista de la calle Piamonte y promovió el alistamiento de sus miembros. Lo que venía a ser el sindicato profesional de todos los trabajadores de la tauromaquia, se alineaba decididamente del lado de la República. Rápidamente las milicias formadas partieron al frente de Guadarrama encabezados por Luis Prados «Litri II», quien en calidad de secretario de la asociación, fue situado al mando de la unidad.

toreros_guadarrama

En el proceso «por rebeldía» al que fueron sometidos los toreros de las Milicias Taurinas después de la guerra se defendieron argumentando que fueron voluntarios «para intentar borrar sospechas de derechismo». Sea como fuere, guerrearon con entrega y habilidad porque se ganaron la confianza de sus jefes y fueron ascendiendo. Cuando por fin se levantó el Ejército Popular Republicano, fueron integrados en la 22 Brigada Mixta del comandante Francisco Galán, un guardia civil, entre cuyos mandos había bastantes toreros distinguidos en los combates de la sierra de Madrid. Su destino fue el frente de Teruel. Un picoleto dirigiendo a toreros en el campo de batalla en la guerra contra el fascismo es una de esas escenas que le reconcilian a uno con su país.

Pérez Gómez narra varias operaciones militares del grupo, pero lo más relevante antes de que se formase definitivamente la 96 Brigada fue un informe que redactó el propio Galán sobre la situación del frente de Aragón.

El único servicio que funciona es el de Orden Público y no al servicio de las fuerzas populares de la región aragonesa, sino al servicio de una determinada política de partido u organización, y como aparato coercitivo de éesta (…) imponen la colectivización y si los campesinos se niegan, los declaran facciosos y así los tratan. Las multas que imponen son en realidad un despojo apoyado en los fusiles y han sembrado un ambiente de terror por los pueblos. Sustraían a vecinos, como en Villarroya de los Pinares, relojes, ropas, animales, piernas de cecina… Realizan una política de coacción y pillaje, no teniendo el menor escrúpulo frente al ser humano, matando directamente…

Al margen de otras consideraciones, esta crítica hay que entenderla en el contexto de la lucha nada disimulada entre comunistas y anarquistas durante la guerra, especialmente en Aragón a raíz de las colectivizaciones que llevó a cabo la CNT y sus milicias afines, mientras que el Gobierno y los comunistas querían organizar un ejército regular disciplinado y uniforme. Los mandos de la brigada de los toreros, dentro de la 39 División, fueron mayoritariamente comunistas. Aunque hay que señalar que, una vez encuadrados dentro de la estructura del Ejército Popular Republicano, para el Litri II y otros diestros, afiliarse al PCE era imprescindible para aspirar a los ascensos y, más importante, para tener cierto control sobre lo que les rodeaba.

Lo grave fue que en la 96 Brigada Mixta esa lucha entre anarquistas y comunistas adquirió tintes dramáticos y de película de cine negro. En noviembre del 38, el Estado Mayor del XVI Cuerpo del Ejército ordenó investigar unos oscuros sucesos ocurridos en la brigada de los toreros. Estaban siendo ejecutados demasiados desertores: sesenta y cinco soldados y cabos ajusticiados sin formación de causa. Es decir, asesinados in situ por sus mandos. Todas las unidades tenían gente que se quería pasar, pero en esta brigada los números de desertores eran demasiado altos. Mandaron un investigador y este fue el resultado tal y como lo cuenta el libro:

El instructor del informe insinúa, veladamente, que estas ejecuciones buscaban, en cierta forma, imponer la predominancia de un partido, el PCE, eliminando físicamente si hacía falta a los que no pensaban como ellos: «Estas unidades son aquellas que, mandadas por agentes al servicio de determinado partido, han venido poniendo en práctica, desde el principio de esta guerra, sus tácticas, que no son otras que imponer por la fuerza la implantación de su bandera, reconociendo como enemigos peligrosos a todos aquellos que no compartiesen su mismo criterio».

Este asunto llegó hasta el presidente del Gobierno, Juan Negrín, que mandó al general Vicente Rojo cursar una orden para poner fin a las ejecuciones arbitrarias.

En poco tiempo han llegado, por diferentes conductos, a conocimientos del Ministerio de Defensa Nacional, informaciones relativas a la imposición de las más altas sanciones (fusilamientos sin formación de proceso), en algunas unidades de los frentes, por motivos que no justifican tal determinación extrema. Es necesario, a toda costa, atajar este mal (…) Por ello el Excmo. Sr Presidente del Consejo de Ministros y el Ministro de Defensa Nacional exhortan a todos los mandos militares para que por el prestigio de nuestro Ejército, se excedan en la vigilancia y control de sus tropas, evitando toda clase de desafueros que nada benefician al conjunto de la guerra.

El asunto coleó hasta pasada la contienda, incluso las autoridades franquistas investigaron el asesinato de estos soldados. El origen de este asunto tan oscuro estaba en el SIM. En cada unidad había miembros Servicio de Investigación Militar, un organismo creado a instancias de Alexander Orlov, enviado de Stalin en España. Estos agentes, entre otras labores, se encargaban de localizar y acusar a los derrotistas o potenciales desertores.

El SIM «adquirió durante la guerra una fama de organización despiadada y sin escrúpulos», cuenta Javier Pérez. Trabajaban estrechamente con los comisarios políticos, quienes «oficialmente» se encargaban de mantener alta la moral de la tropa, pero también se dedicaban «pistola en mano» a detener las retiradas no autorizadas en los combates, que eran frecuentes. Porque el enemigo era superior, por un lado, y porque a, por ejemplo, un oficinista de vida sedentaria, como les describía Chaves Nogales, el fuego real le acojonaba notablemente por mucho fervor revolucionario que tenga. Por eso les consideramos héroes a ellos y no a los profesionales de la guerra.

Estos comisarios tenían un uniforme color chocolate con una «C» dorada en el cuello. Con el tiempo se lo cambiaron para no ser reconocidos por el enemigo. Hasta un punto en el que empezaron a ser ellos los amonestados por no llevar las distinciones que les distinguían como comisarios. El problema era que si los cogían los nacionales los ejecutaban en el acto. Pero en su defensa hay que decir que a menudo solían combatir en primera línea aunque solo fuera para controlar a los soldados y «evitar debilidades», dice el autor.

Aunque a la tropa como mejor le subían la moral no era con bravatas propagandísticas, sino echando mano del coñac. Así lo cuenta Manuel Márquez (Huelva, dieciocho de julio de 1918), un superviviente de la unidad entrevistado para el libro:

El coñac no faltaba. Cuando venían los furrieles con los mulos, traían dos cubas… y coñac, el que queríamos. Llevábamos nosotros unas jarritas y nos poníamos…. «¿Queréis más coñac?», nos decían. Y un trago y otro. No sé qué puñeta tenía aquel coñac, que lo echábamos al fuego y se encendía mucho, no sé si tenía pólvora o qué tenía, o quizás el mismo alcohol. Nos lo daban para animarnos, para en el momento de quitarnos el frío de encima, para ser más valientes.

Desde la batalla de Teruel, la 96 se batió en retirada. Lenta e inexorablemente iban cediendo sus posiciones, a veces víctimas del pánico, atacados por tanquetas y aviones. Les hostigaba un ejército bien pertrechado y armado, mientras que ellos no tenían ni pantalones. Muchas veces los soldados de esta unidad, a falta de botas u otro calzado, tenían que envolverse los pies en trapos y toallas.

En una de estas, el ABC de Sevilla, el que editaba el bando fascista, se echó unas risas a costa del Litri II y su condición de torero, en un ejemplo de periodismo muy actual, que parece que nunca pasa de moda:

abc_burla

Pero era cierto. La actuación de la unidad en la batalla de Teruel fue tan lamentable que hasta fueron fusilados varios soldados. También se incorporaron a ella reclutas de la 84 Brigada Mixta que directamente fue disuelta por la insubordinación de dos de sus batallones. Y lo más sangriento aún estaba por llegar.

La ofensiva de los nacionales sobre Valencia también fue detenida en Teruel. Las tropas del Litri II se defendieron esta vez luchando por cada palmo de terreno. Tanques, artillería y aviación les caían encima sin piedad. En un avance de la 5ª de Navarra les envolvieron e hicieron prisioneros a doscientos noventa y tres soldados.

Allí tuve suerte de tener un casco español que llevaba, porque un trozo de metralla me pegó en la cabeza, pero el casco la escupió (…) En aquella posición el comandante y sus ayudantes estábamos a muy pocos metros de las compañías, casi tocando las trincheras, y disparábamos igual que todos, yo con mi fusil y el comandante y el comisario con sus pistolas (…) al final tuvimos que retirarnos por una especie de sendero, cuando disparaba la artillería nacional, que disparaba continuamente, lo menos había veinte baterías, no sé lo que había. Cuando veíamos el fogonazo, calculábamos y entonces salíamos en grupos. Los que llegaban a tiempo se salvaban, los que no, quedaban allí (…) hubo muchas bajas, dejamos compañías enteras o más (…) cada uno se salvó como pudo. (Manuel Márquez)

El único respiro que tuvieron fue diez días después, cuando la aviación franquista bombardeó a los suyos sin querer. En Formiche, Mora de Rubielos, Valbona, en todos estos pueblos de Teruel aún hoy se encuentran los restos de las trincheras y los bunkers de todas estas batallas.

La brigada de los toreros combatió durante cuarenta días seguidos. Algo fuera de lo normal hasta para el ejército de la República. El Estado Mayor les concedió el Distintito al Valor, pero también les dio una noticia inquietante, el anuncio de la llegada de los reclutas de la llamada «Quinta del Biberón». Eran los nacidos entre 1920 y 1921, tenían diecisiete años de media. Indicativo de que algo no iba bien en la retaguardia y en el conjunto de la guerra.

Fortificaron las montañas de Paraíso Alto, entre Manzanera, Torrijas y Abejuela. Y allí permanecieron durante meses, pero en penosas condiciones. Lo prueban las palabras del comisario político, Ernesto Rojas, plasmadas en el acta de una reunión:

Las necesidades de la Brigada son que a pesar de habernos dado ropa, la cantidad no es suficiente para las necesidades ¿Cómo es posible que a la 96 Brigada se le den nueve capotes? ¿para qué? ¿para hacer salir descontentos? Tiene todo un batallón con toallas cubriéndose los pies por carecer de calzado, los pantalones es una vestimenta que se deteriora por más que se diga que tengan cuidado (…) Muchos soldados están enseñando los testículos y no por descuido. La intendencia a veces sirve lo necesario, pero no comprendo cómo otros días dan cuatro garbanzos.

En esas condiciones tuvieron que enfrentarse a los rigores del invierno. La prensa republicana del momento cuenta que rechazaron al enemigo heroicamente, pero el testimonio del soldado Márquez habla de que para muchos de ellos aquello fue un verdadero infierno:

Terminamos la guerra en la sierra de Javalambre, cerca de los Cerezos de Manzanera. Allí llegamos a veiticuatro grados bajo cero (…) Sí, unas montañas que llegan a mil ochocientos metros de altura. Los que estaban más arriba, muchos se congelaban, pero nosotros tuvimos suerte porque estábamos al lado de un bosque de sabinas y las sabinas tienen mucha resina. Hacíamos fuego y nos calentábamos, hasta pudimos hacer alguna chabola y todo.

El uno de abril de 1939 recibieron la noticia de que la guerra iba a acabar. Los jefes destruyeron la documentación de la unidad los días previos y salieron rumbo a Cartagena para embarcar hacia Argelia, pero fueron detenidos. Los soldados, tras entregar las armas al enemigo que tenían enfrente, acabaron en el campo de concentración de Toro, en Castellón.

En su proceso sumarísimo, el Litri II se defendió, como se ha dicho, diciendo que promovió el alistamiento de los miembros de su asociación como un acto de «autodefensa exento de convicción política» para que no se tachara a los toreros de derechistas. Con ello también pretendía, argumentó, dar protección y documentación a los compañeros en situación comprometida.

En su defensa, los testigos alegaron que siempre fue una persona de orden. Le salvó una campaña que emprendió antes de la guerra llamada «el pleito de los toreros mexicanos» en la que exigían leyes proteccionistas para limitar las faenas de los diestros extranjeros en España. Fue condenado a 30 años, pero salió de prisión en verano de 1943. Siguió ejerciendo su profesión como subalterno. Su faena más memorable, sin embargo, siguió siendo una de antes del conflicto. Cuando, en Guijuelo, un toro se escapó de la plaza, causó el pánico por las calles, hasta que el Litri II fue tras el animal, lo citó en plena rúe y lo tumbó de una estocada.

Todos corrieron una suerte similar, aunque mientas el Litri II abrió dos bares en Madrid, otros tuvieron que marcharse de España. A veces no hace falta un destino macabro para entender lo injusta que fue la vida, y también la historia, con los soldados del bando republicano. El torero Fortuna Chico, que tuvo galones de mayor (comandante) en esta brigada, fue enjuiciado con los cargos de «adhesión a la rebelión» en aquello que se llamó «justicia pero al revés». Salió de la cárcel en libertad provisional en 1946. Su familia estaba destrozada tras la Guerra Civil. Su hermano mayor huyó a Tánger. El pequeño, se enroló en la División Azul y desapareció en el frente ruso. El Ejército español no les dio ninguna explicación. A Fortuna Chico le dieron la espalda en el mundo del toro por su pasado rojo, tuvo que recoger remolacha y trabajó de peón en la construcción hasta que el encargado de la obra lo reconoció y lo situó en un puesto administrativo. Nunca habló de la guerra, recuerda su hijo. En 1990, cuando el gobierno de Felipe González permitió que los militares republicanos solicitaran pensiones, no quiso hacerlo. No quería saber nada.

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Para más información:

Historia del «Batallón deportivo»

Ruta senderismo por las trincheras de Formiche.

Más trincheras en Teruel.

Carme Chaparro: «Hay Gobiernos que presionan más y otros menos, pero todos llaman a los informativos»

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Carme Chaparro para Jot Down 0

Ha sido el rostro de algunas de las noticias más importantes de este país en los últimos quince años. Algunas trágicas, como la injustificable muerte de un compañero, José Couso, en la guerra de Irak; otras, alegrías históricas, como el triunfo de la selección española en el Mundial de Sudáfrica. Carme Chaparro (Salamanca, 1973) puede hablar de cómo se vive en la redacción de un informativo de televisión cuando gobiernan mayorías absolutas, cuando tus compañeros son secuestrados. Es testigo de cómo decreció el interés de los espectadores por la economía en los tiempos de la burbuja cuando rozábamos el pleno empleo, o también de que la crisis ha eclipsado problemas graves que están lejos de resolverse, como la violencia de género. Intentamos a través de su relato conocer de qué manera se ven los informativos de televisión durante tanto tiempo desde el otro lado de la cámara.

Nos recibe en su casa. En la estantería del salón, una foto de su marido, el cámara Bernabé Domínguez, junto a un carro de combate en Oriente Medio. Alrededor, muchos libros desordenados. Confiesa que se acaba de leer Guerra Mundial Z, y que es «excepcional, no tiene nada que ver con la película». Después cita de carrerilla su biografía lectora, empezó con Allende a los catorce años, luego García Márquez, Vargas Llosa, Ian McEwan, Tom Wolfe, Paul Auster… Aunque nos advierte de que si enredamos en los estantes, vamos a terminar preguntándonos «cómo escoge los libros esta loca». Pero nuestro encuentro lo marca la actualidad, no la literatura. Es once de septiembre, la Diada, y ella es catalana y feliz residente en Madrid.

¿Te han preguntado mucho por la Diada?

Al ser catalana y vivir en Madrid es normal que te llamen medios de comunicación y te pregunten tu opinión sobre lo que va a pasar, o no, en unas horas. Yo, como periodista de informativos, considero que mis opiniones —que las tengo, como todo el mundo deben quedarse al margen en determinados temas, pero sí es cierto que este caso lo traslado al ejemplo de una pareja. Si tienes una pareja y no te quiere, déjala. En Europa hay democracias mucho más participativas que la nuestra, como la Suiza, donde hacen referéndums hasta para preguntar si se puede recoger la caca del perro de un parque. Quizá aquí nos haría falta ser un poco más participativos democráticamente. ¿Por qué no se puede preguntar a determinada parte de la población si quiere o no seguir en este matrimonio? Es solo una pregunta. Luego lo que venga a partir de ahí será fruto de negociaciones políticas y ciudadanas, pero no debemos tener miedo a preguntar. Es bueno que la gente se exprese hablando y en las urnas, lo malo es que se exprese de otras maneras.

¿Percibes a veces en Madrid un, digamos, zumbido por el hecho de ser catalana? ¿Has tenido malas experiencias o, por el contrario, no hay ni el más mínimo problema?

Tengo muy buenos amigos y nunca me he sentido maltratada en Madrid, aunque a veces tienes la sensación de que va a rachas. Cuando hubo el boicot a los productos catalanes hace unas cuantas Navidades… El problema es que mucha gente cree que en Cataluña los que hablan catalán y castellano se están pegando por la calle. En mi caso, mi madre es extremeña y mi padre catalán. Con mi padre hablo en catalán y con mi madre en castellano. Cuando estamos los tres, hablo a mi padre en catalán y automáticamente, si miro a mi madre, cambio al castellano, pero sin darme cuenta. Porque en Cataluña se vive así, de manera muy conciliadora, integrada y natural. Otra cosa es que desde la política quieran ensuciar, o desde las tertulias, donde mucha gente que no ha vivido en Cataluña no sabe lo que pasa y habla de oídas para meter barro al asunto.

¿Crees entonces eso que se comenta a veces de que los medios agitan o generan un conflicto donde no lo hay?

Más que por los informativos, creo que el problema viene por las tertulias. Algunas tertulias políticas han copiado la estructura de los espacios del corazón. Ya sabes: pantojistas contra antipantojistas. Ves tertulias en las que están dándose golpes como si todo fuera la España de los dos bandos. Al final, todos opinan de todo y acaban dando esa imagen, como digo, de que estamos pegándonos por la calle, y no es así.

En el informativo del siete de septiembre, cuando Madrid no fue elegida para celebrar unos Juegos Olímpicos, abristeis con una música triste de piano, pero éramos muchos los que estábamos felices de que no nos los dieran. Aunque la famosa encuesta dijera que solo éramos un 9%. El caso es que Àngels Barceló, antigua compañera tuya, ha dicho: «desde la candidatura nos vendían un entusiasmo que contagió a los medios».

Lo que ha ocurrido debería servir para una reflexión en los medios de comunicación. Estoy de acuerdo con Àngels Barceló en que se creó una burbuja en la que prácticamente todos los periodistas de este país, al menos de las redacciones de Madrid, estaban muy convencidos de que la ciudad iba a conseguir los Juegos de 2020. Y deberíamos reflexionar sobre esto porque si leías medios de comunicación extranjeros te dabas cuenta de que el análisis era mucho más contundente y duro con la candidatura madrileña. Yo era de las pocas que pensaba que no estaba tan claro, y estuve todo el rato diciendo que necesitábamos un plan B en el informativo por si no se lo daban a Madrid, pero tampoco podía hablar muy alto, porque como soy catalana, te pueden decir: «¡Claro, como tú ya tuviste las tuyas!» No obstante, no sé si hubiera estado bien o mal que se los dieran a Madrid. Hacer previsiones a siete años vista es muy complicado. 

Se podría haber analizado de forma más realista, porque la sensación es de que ha habido una obediencia vertical en la prensa. Ha faltado el escepticismo que debería imperar en los medios, especialmente con un tema tan delicado como construir más.

Visto en perspectiva la sensación que da es que llevamos tanto tiempo de malas noticias que era una manera de meter una sonrisa, una alegría. Y al final todos los medios acabamos subiéndonos al carro del entusiasmo, quizá por la situación en la que estamos, todo el día contando noticias tristes… El año que viene es el Mundial, por ejemplo, y va a pasar lo mismo con el fútbol. España es la favorita desde el primer partido y habrá banderas, gente en la calle, fiestas, celebraciones, pero no como obediencia vertical, sino como desahogo, para alegrarnos un poco el día.

Pero una cosa es el deporte y otra inversiones de muchos millones de dudosa utilidad.

Sí, pero como te decía, no soy capaz de opinar sobre si hubieran sido buenos o malos unos Juegos en Madrid dentro de siete años. Todo depende de los proyectos que se hubieran ejecutado, cómo se hubieran hecho, del tipo de inversiones, de cómo los políticos hubieran contado o no con el apoyo de los foros sociales y los sectores económicos. Por ejemplo, reunir a todos los restauradores de la capital y preguntar qué se puede hacer para promover, de aquí al 2020, maravillosos negocios que entusiasmen al mundo y que cuando venga la gente a los Juegos se queden alucinados con la gastronomía madrileña. Las cosas se pueden hacer muy bien y muy mal. Si te dan los Juegos tienes siete años para hacerlo muy bien o para hacer otra burbuja y hacerlo muy mal. Por eso no me veo capacitada de decir si hubiera sido bueno o malo.

He leído en tu blog una opinión sobre el tema sirio. Te quejabas de que se daba la imagen de que Siria era el único país que había utilizado armas químicas. Debe de ser el tema más complejo que tenéis ahora mismo en la redacción, en el que no se puede hacer un análisis reduccionista.

Una pieza de informativo son cincuenta segundos más la entradilla, que son quince. Es imposible analizar al detalle una situación tan compleja, que además no tiene que ver solo con lo que está pasando dentro de las fronteras sirias. Al final, lo acabas reduciendo a un titular y a mí, particularmente, no me gusta dividir entre buenos y malos. En plan Al Assad es malo y la resistencia es buena. No es todo blanco y negro, es muy complejo. Ahí está (señala a la estantería) el libro de Robert Fisk, La gran guerra por las civilizaciones. Con estas 1.500 páginas tienes solo para empezar a entender cómo se construyó Oriente Próximo. No somos expertos. A no ser que seas Mónica Prieto, por ejemplo, o alguien muy especializado en un país porque vives ahí, los que estamos en España intentamos coger un poquito de cada sitio para hacernos una idea y explicársela a la gente, pero el tema de Siria es muy complejo. Aunque cada vez hay medios más escépticos; cada vez, ayudados por las redes sociales y los blogs de los periodistas, la gente se está informando más. Y nosotros los periodistas también, nos estamos volviendo más críticos, escépticos, miramos más lo que hay detrás de cada tema. Eso es muy bueno. No creo que ahora la gente diga eso de que Al Assad es el diablo.

¿Ahora ves más difícil que se diera un caso como el de la primera Guerra del Golfo, que se llamó la guerra de la CNN?

Hace unos años solo te podías informar por la televisión, los periódicos o la radio. Cuando la primera guerra de Irak yo estaba estudiando en el instituto. Pero creerse una noticia «prefabricada» depende del periodista. Y en ese sentido, los que había entonces, los de la vieja guardia, esos tan sabios a los que los medios están despidiendo, los grandes periodistas de máquina de escribir, no se tragaban nada, buscaban siempre sus propias fuentes. Algo que también requiere tiempo y que te dejen trabajar.

Pero ahora estamos intentando volver, a pesar de las limitaciones de tiempo y dinero de los medios que influyen en el trabajo del periodista, a preguntarnos el porqué de las cosas, que ese es nuestro trabajo. No puedes coger una nota de prensa y publicarla tal cual. Cuando llegaron los vídeos de los niños de Siria yo estaba en la televisión y en la sección de Internacional trabajaron muy duro para verificarlos, lo que pasa es que a veces es complicado hacerlo desde Madrid. Fíjate lo que le ha costado al Gobierno de los Estados Unidos conseguir pruebas. Siempre hay que poner las informaciones en cuarentena, vengan de donde vengan. Nuestra mirada tiene que ser escéptica y buscar qué hay detrás.

Carme Chaparro para Jot Down 1

Luis Fernández fue tu mentor.

Sí, Luisfer fue quien me puso a presentar.

Fuera del gremio no es muy conocido, pero fue quien cambió los informativos de Telecinco hasta el punto de que, según me ha comentado gente que trabajó con él, el suyo era el informativo que veían los del PP porque tenían los otros tan controlados que con el de Telecinco era por el que realmente le tomaban el pulso a la actualidad.

Puede ser. Yo coincidí poco con él. Entré en Telecinco para trabajar en la delegación de Barcelona en enero de 1997, y fue porque Luis Fernández decidió que Telecinco necesitaba delegaciones propias, no le valía con las imágenes de agencia. Abrió en Madrid, Valencia, Andalucía, País Vasco y Cataluña. Yo estaba una noche en TV3 minutando entrevistas del 30 minuts, un formato americano muy bien hecho, bajé al comedor a cenar algo y me encontré a un productor de informativos al que conocía de vista. Éramos los únicos en el comedor, así que me senté con él. Me preguntó si había hecho directos y le dije que en la tele de Les Corts. Me comentó que Telecinco iba a abrir una delegación, me pidió el currículum y así me contrataron.

¿De redactora?

Sí, de redactora. Buscaban a alguien que hubiera hecho directo en televisión, que no era tan fácil en aquella época en que no había tantas cadenas. Al año siguiente, en enero de 1998, Luis decidió que quería tener un espacio de información local en cada delegación. Cataluña fue la primera en empezar, se hizo un casting y yo ni me presenté. Pero no les gustó nadie y se les echaba el tiempo encima porque querían empezar el quince o veinte de enero y ya había pasado el día de Reyes. Entonces nos hicieron una prueba a las chicas de redacción, que éramos dos, y me dijeron que iba a presentar yo. Cuando me trasladé a Madrid, Luis ya no estaba, me trajo Juan Pedro Valentín.

¿Te consta o has oído eso de que Aznar pedía la cabeza de Luis Fernández?

No, pero sabiendo cómo es Luis me puedo creer todo. Es un tipo muy combativo. Es la típica persona que genera un amor de fan total u odio. Pero me pilló en Barcelona, así que tampoco lo viví.

Te tocó, en cualquier caso, la época del Prestige, la mayoría absoluta de Aznar, cuando Telecinco tuvo los informativos más independientes.

Llevo en Telecinco desde enero de 1997, prácticamente toda mi carrera profesional, y nunca, y es una de las cosas de las que me siento más orgullosa, nadie me ha dicho que no cuente algo. Ni en los tiempos de Luis Fernández, ni en los de Juan Pedro Valentín, ni en los de Pedro Piqueras. Cosa que otros compañeros de otros medios no pueden decir. Esa es una de las grandes fortunas que tengo como periodista: poder trabajar con absoluta libertad. Cuando aterricé en Madrid coincidieron el Prestige, la guerra de Irak y las manifestaciones en contra con un gobierno de derechas, y al resto de televisiones se le daban consignas muy claras. Lo sé porque todos tenemos amigos en todos los medios. Algunos no podían decir la palabra «chapapote», por ejemplo. Nos llevamos todos los premios ese año porque llamábamos a las cosas por su nombre. Pero no hicimos otra cosa distinta a lo que hacemos ahora: hacer periodismo. Lo que pasa es que ahora hay muchas más fuentes: Internet, Twitter, los blogs… es mucho más fácil que la masa crítica encuentre manera de informarse, cuando antes lo hacía solo a través de la tele o la radio. Por eso nos convertimos en referente.

Me ha comentado una periodista de otra cadena que el Gobierno actual está volcado en su crisis, pero que el de Aznar lo estaba en el control de los medios.

A mí me pilló la época final, pero todos los jefes de gabinete de cualquier ministro o secretario de Estado llaman a todos los medios de comunicación. Te puede llamar para comentar una rueda de prensa y decirte qué es lo importante que se ha dicho. Entonces tú dices: «Mira, deja que lo importante lo elija yo». Pero no te llaman a ti, llaman más arriba para hacer más presión. Esto sucede siempre, sea el gobierno que sea, todos llaman. Es su trabajo, controlar qué vas a sacar y cómo lo vas a contar, igual que tú les llamas para confirmar cosas. Hay gobiernos o ministerios que presionan mucho más y otros que presionan menos, pero todos llaman.

Durante el bombardeo de Yugoslavia, fueron secuestrados por fuerzas serbias Jon Sistiaga y el que ahora es tu marido, el cámara Bernabé Domínguez.

Yo estaba en Barcelona y me enteré por la televisión. En esa época no había móviles. Recuerdo el primer plano de Juan Pedro Valentín abriendo con un videowall gigante detrás con la foto de mi marido. Fue duro. Lo que ocurrió fue que estaban grabando en un tren en la frontera. Según los serbios, el tren invadía parte de su territorio y en mitad del vagón les cogieron gritándoles «¡albani terroristi!». Les llevaron a una casa y les encerraron toda la noche, apuntándoles con pistolas. No hubo torturas, pero sí que se llevaron algunos golpes. Tuvieron que hacer un vídeo diciendo que estaban grabando en territorio serbio. Cuando vimos ese vídeo, porque lo distribuyeron, nos quedamos pensando: «madre mía qué caras…». Luego supimos que se los habían llevado a Priština, justo en el momento en el que Solana dice que empieza el bombardeo de la OTAN. Les habían encerrado en un hotel y empezaron a ver caer las bombas. Pensaban: «¿Sabrán que nos tienen en este hotel y no lo bombardearán?». Tuvieron que poner colchones en las ventanas…

Vivieron lo que estaban viviendo todos los serbios.

Sí, imagínate. Luego consiguieron salir, creemos que se negoció a través del CNI, aunque esto nos lo imaginamos, porque no nos lo han confirmado nunca, son imaginaciones nuestras, pero pudo ir mucho por ahí. (*)

Luego la guerra de Irak, que causó gran impacto en la opinión pública española.

La sociedad española se implicó mucho por las grandes manifestaciones del «No a la guerra», con millones de personas en toda España pidiendo que nuestro país no se metiera. Fue la gran indignación por la foto de las Azores. Pocas veces ha habido en España un movimiento ciudadano tan unificado. Ahora tenemos el 15-M, la marea verde, la blanca… pero un movimiento tan contestatario de la ciudadanía como ese contra una acción que iba a emprender el Gobierno, pocas veces se ha visto en este país. Interesó porque media España estaba en la calle pidiendo que no nos fuéramos a Irak. Lógicamente, la gente se quería informar.

La cobertura fue muy fuerte. En la primera Guerra del Golfo, las imágenes eran las que enviaba la CNN, como de videojuego, con los «tomahawks» blancos sobre fondo verde. En la segunda, teníamos a periodistas empotrados mandando imágenes. Recuerdo a FOX y CNN enviando vídeos en directo de la fila de tanques que avanzaban por el desierto entrando en Irak. La gente estaba necesitada de saber lo que estaba pasando. Y fue un orgullo poder contarlo. También te digo que a nosotros nos llegaban muchas imágenes que no emitíamos por lo duras que eran. Dicen que los periodistas alentamos el morbo, pero no.

Sí, ya te he leído que una vez cubriste un accidente de tráfico y a uno de los cadáveres, carbonizado, le explotó de repente la vejiga.

Fue de las primeras cosas que hice en Telecinco. Me quedé congelada. Ni siquiera los habían cubierto con una manta, los acababan de sacar del coche. Entonces vi cómo uno explotaba y salía un chorro. Pregunté y me dijeron que era normal que pasara por la presión de los gases al haberse quemado. Pero es que a la tele llegan muchas imágenes como esas que no damos. De homicidios no os podéis imaginar las imágenes que no se han emitido. Ahora con internet y Youtube hay más acceso, pero nosotros procuramos evitarlas, y luego nos dicen que solo buscamos el morbo. Mira, una guerra es una tragedia, que maten a unos niños es una tragedia, que haya un accidente de tren en Galicia es una tragedia, y la tragedia no la puedes dar enseñando margaritas con música clásica de fondo, tienes que contarla. Evidentemente, con los primeros planos procuramos ser lo más quirúrgicos posible, que no se vea nada que permita identificar un cadáver, por ejemplo. Si hay una guerra y han gaseado a niños en Siria, pones los planos menos duros, pero señores, es que lo que está pasando ahí es muy duro. 

Volviendo a Irak, ¿cómo vivió la redacción una tragedia como la de Couso? Muere un compañero y tenéis que seguir trabajando, dar esa noticia…

Estábamos en la redacción y alguien de enlaces dijo que algo pasaba en el Hotel Palestina, estábamos recibiendo señal en directo de AFP o Reuters. Nos apelotonamos todos delante del monitor y vimos a Jon Sistiaga con un colchón y algo encima. Cada vez éramos más gente y de repente alguien dijo que quien había sobre el colchón era José. «Cómo va a ser José», pensábamos, Y nos llamaron diciendo que sí, que era José, pero que no pasaba nada, que lo llevaban al hospital y le iban a hacer un torniquete, aunque iba a perder la pierna. Todo esto con las comunicaciones de Bagdad en plena guerra, recuerda que la imagen de portada de todos los medios al día siguiente fue la estatua de Saddam Hussein cayendo. Y no nos lo creíamos. «Pero si José ha mandado esta mañana un vídeo, un enlace, desde el balcón». Entonces nos llamó «Quiño» de Antena 3 (el cámara Jesús Hernández Quiñonero), diciendo que estaba en el hospital y que a José lo habían metido en el quirófano. Y llegó la hora del informativo, bajé a vestirme y, cuando ya entraba a plató, aparece Hilario Pino y me suelta: «Acaba de morir, cambiamos la escaleta». Fue un shock. Cuando acabamos el informativo me dio el bajón y me puse a llorar. No pude hablar con mi marido, que había estado allí hasta hacía dos días con José, porque estaba entrando en directo… Él sí que lo pasó muy mal.

Carme Chaparro para Jot Down 2

Después de tantos años, ¿qué balance haces de la búsqueda de justicia?

Lo bueno que he sacado es conocer a la familia de José. Esta ha sido la lucha de la familia de Couso y del juez Pedraz, que quiere justicia y se ha enfrentado a todo y a todos, nadie más. Eso es algo que se ha visto en los papeles de Wikileaks, en los que incluso el gobierno socialista que tantas cosas dijo, que le dio la medalla al mérito al trabajo a José y dijo que el malo había sido Aznar, al que se le hizo un plante de cámaras en el Congreso, resulta que a la hora de la verdad el PSOE también se salió por la tangente. Si no hubiera sido por el juez y la familia no hubiéramos llegado hasta donde estamos, se hubiera olvidado. Es el único caso en todo el mundo en el que hay tres militares estadounidenses procesados. Aunque solo sea simbólico y no se llegue a nada, es una victoria descomunal.

También te tocó el 11M.

Sí, cuando ocurrió estaba llegando a la tele. En la curva de entrada al edificio estábamos escuchando la SER y recuerdo a Iñaki Gabilondo diciendo que parecía que había habido algo en Atocha, pero aún no se sabía nada. A mediodía, Aznar había llamado a todos los medios de comunicación diciendo que había sido ETA, pero en la redacción lo queríamos contrastar. Aunque abrimos diciendo que «Fuentes del Gobierno dicen que es ETA», nuestro trabajo como periodistas era poner en duda todas las versiones. Cuando luego se descubrió la furgoneta con los versos del Corán, muchos en la redacción dijeron: «¿Ves?». De hecho, recuerdo una persona, y no voy a decir quién, que tenía muy buenos contactos en fuentes antiterroristas, y cuando llamó Aznar nos advirtió de que a él le decían que no, que era imposible. Que se les podía pasar un tío con una pistola, pero tal cantidad de explosivo, no. Otegi ya había salido a decir que no había sido ETA. Pero claro, había llamado Aznar en persona. Por la tarde se desmontó todo, y aun así, en la rueda de prensa al día siguiente seguían manteniendo que era ETA. Entonces vinieron las manifestaciones y lo que todos sabemos qué ocurrió.

¿Había indignación en la redacción por lo que estaba haciendo el Gobierno?

Como te pilla trabajando y con esas prisas, hasta después, cuando ya ha acabado todo y reflexionas, no eres del todo consciente de que te la han intentado colar. Pero es que funciona así, todo el mundo te intenta meter su versión. Además, yo estaba con los directos, así que iba oyendo cosas, pero no estaba en los despachos, no recibía las llamadas.

Fuiste pareja con Hilario Pino y con Màxim Huerta.

Hilario era el conductor y editor, y yo estaba a su lado para complementar determinadas informaciones. Hicimos tres años con ese formato y luego se cambió. Con Màxim fueron un par de veranos muy divertidos. Ya nos conocíamos, él estaba en Valencia y yo en Barcelona, nos llamábamos a nosotros mismos «los periféricos». Fueron veranos duros, pero muy divertidos. Recuerdo una vez, en directo, el típico vídeo de final del informativo veraniego, con una cosa de masajes o algo así. Yo presenté la noticia y, cuando acababa, Max tenía que recogerlo y presentar otra cosa. Pero entonces, vimos a nuestra compañera del directo, que era una mujer, digamos, generosa de escote, vibrando en la cama de masaje en un plano medio… nos entró tral ataque de risa que Max fue incapaz de dar paso al vídeo siguiente (risas).

La época de Zapatero se denominó, informativamente, como la de «la crispación». ¿Cómo la recuerdas?

La verdad es que no sé si hay más crispación ahora… Pero de aquella época ¿recuerdas cuando las grandes manifestaciones contra la reforma de la ley del aborto, a favor de la familia, esas marchas multitudinarias en las que se colapsaba la calle Serrano?Serrano Tengo una amiga que trabaja en la SER, y era la época en la que desde medios de la derecha se atacaba directamente a los medios de izquierda. Esta amiga mía iba con los distintivos de la SER y, en plena faena, una señora de cincuenta y pico años le cogió el micro en la manifestación y empezó a llamarla manipuladora, que quería matar a los niños… Y de repente le preguntó dónde estaba la cámara. La señora ni siquiera sabía que la SER era una emisora de radio. Ella había oído que la SER era mala y ya está. Se espolea a la gente, de un bando y de otro, con titulares. Como decíamos antes, lo reducimos todo a blanco o negro. En este país estamos llegando a unos extremos en los que por intereses políticos estamos enfrentando a la población, que se está creyendo ciertos titulares.

Hay tantos mensajes que la gente piensa en titulares. Esto lo noto en Twitter: dices una cosa y te contestan a lo contrario de lo que has dicho, porque no lo han leído bien. En casa, la gente está haciendo la cena o la comida, quitándose los zapatos, y la tele está puesta de fondo. Se quedan con un titular, una imagen. Si tú machacas ese titular y esa imagen uno detrás de otro, la gente lo acaba interiorizando como si fuera verdad. Si insistes en que este año han crecido las becas, habrá determinadas personas que se queden con ese titular y lo usarán luego en el bar, porque todos somos politólogos y tenemos discusiones con los vecinos de café. El problema es ese, que se reduce todo para una guerra política. Se enfrenta a la gente en la calle.

Lo que enciende a la gente son las tertulias y debates. En determinados sitios se ha copiado el formato de los programas del corazón y no hay términos medios. Ciertos programas viven de que los contertulios se peleen, y cuanto más se peleen, mejor. ¿Es más digno un programa en el que se pelean contertulios políticos que un programa en el que se pelean dos del corazón? ¿Quién está haciendo más daño? El corazón, mira, te echas unas risas, pero no va a influir en tu vida. En cambio, si llevamos eso al terreno de la política y se miente, se manipula o se tergiversa la verdad, y ves que hay personas serias en la tele que se enfrentan, se traslada a la calle y puede llegar a ser muy peligroso. O al menos eso creo.

El quince de mayo de 2011 vuestro informativo fue el primero en hacer un directo desde la Puerta del Sol.

Me alegra que saques ese dato porque nuestros redactores fueron insultados y vapuleados cuando estaban haciendo los directos. Pero la primera cobertura periodística en una televisión de la gran manifestación del 15-M la mueve Iñaki Aguado, un compañero nuestro, que desde la semana anterior ya nos iba avisando de que había un gran movimiento que iba a hacer historia, y estuvo toda la semana en contacto con ellos. El viernes, dos días antes de la manifestación, cuando aún nadie hablaba de ellos, se fue a grabar. El domingo no había ninguna tele más, y nosotros lo llevamos a sumario e hicimos conexión en directo. Luego, visto lo visto, las otras teles y medios fueron a remolque. Pero después tienes que verte con gente que insulta a los periodistas de Telecinco diciendo que manipulamos, que no contamos las cosas. Pues en esto fuimos los primeros. He visto imágenes de compañeros nuestros como Antonio Gil haciendo un directo y gente intentando tirarle de la tarima donde estaba, dándoles golpes… Estoy informando. Te puede gustar más o menos lo que hago o cómo lo hago, pero me tienes que respetar. No vale pegar a los periodistas, no puede ser.

¿Cómo llevas las críticas que se hacen a Telecinco en general por sus programas del corazón y realities?

Yo empecé en Telecinco en el último tramo de las Mama Chicho, no sé si llegué a coincidir exactamente con ellas, pero su sombra fue muy alargada. Y eso sí que era muy complicado. Recuerdo que salía con el micro de Telecinco a la calle y todo el mundo me gritaba «¡Mama Chicho, Mama Chicho!». Esto sí que era duro. Lo de ahora es más una leyenda urbana. En serio. Yo tengo una cuenta de Twitter con setenta mil seguidores, recibo muchos mensajes al día Y claro que hay críticas, porque tiene que haberlas, pero la mayoría están hechas desde la educación y el respeto. Gente que está contenta y que nos pregunta por qué elegimos un tema o por qué no hemos sacado esa otra historia. También hay quien confunde nuestros contenidos con los contenidos de otros programas no informativos, pero me atrevería a decir que es gente que no nos sigue, o que no nos “ve”.  Es muy fácil criticar sin ver el producto. Y yo les digo que se paren a ver nuestros informativos, que comparen nuestra escaleta —guión con los de las demás cadenas. Estoy muy orgullosa de Informativos Telecinco y de la redacción. Hemos demostrado muchas veces que nuestro producto son los mejores informativos que se están haciendo en televisión en este país. En cuanto al resto de0 la programación, Telecinco es una empresa privada, emite lo que mucha gente quiere ver, somos líderes, pero esto hace a la cadena rentable, tener beneficios, y gracias a eso podemos hacer unos informativos libres y como consideramos los periodistas que deben hacerse.

¿Qué opinas de los cambios que ha habido en RTVE con la llegada de Rajoy?

No trabajo en TVE, por lo tanto, no soy quién para decirte si con Zapatero fue tan independiente. Eso lo saben los periodistas que están allí, que son los que reciben o no las presiones. Yo no me atrevo a opinar de algo que no sé de primera mano, que no he vivido o no conozco. Presiones de los políticos las hay siempre, o de las personas que trabajan para ellos y tienen que hacer de poli malo.

Qué gestión defiendes tú entonces, ¿una independiente o una controlada por la mayoría de turno del Congreso?

Una independiente, claro.

Como estaba antes.

A ver, una televisión pública tiene que ser independiente, tiene que dar contenidos de calidad y tiene que tener un director, no solo de la cadena, sino de informativos también, que sobrevivan a los distintos colores de los parlamentos cada legislatura. Además, tienen que ser personas con el suficiente criterio para saber manejar algo que es complicado de manejar, como las presiones políticas. Así debería ser en un mundo ideal, pero no lo es… Sería muy fácil decir que como llevamos pocos años de democracia tenemos poca cultura democrática, pero creo que a los políticos les parece un caramelo muy goloso la televisión, llega a mucha gente. Les cuesta soltarla, es más fácil para ellos tenerla de su lado.

Carme Chaparro para Jot Down 3

Hace unos días apareció Rajoy en televisión dando un paseo. En internet hasta se filtró la convocatoria de prensa, «Rajoy dará un paseo mañana»… ¿Os encontráis muchos «mudos» (como se conoce estas convocatorias en el argot) como este?

Imagina que hay una reunión del ministro de Trabajo con los sindicatos. ¿Cómo ilustras esta reunión si no puedes entrar a ella? El «mudo» nace para que los reporteros gráficos pudieran entrar y tomar unas imágenes de antes del encuentro, pero ya con todos sentados en la mesa mientras hablan del tiempo o de cualquier cosa. Luego, cuando las cámaras se van, empieza la reunión de verdad. Era una herramienta para poder contar el encuentro de un político con quien fuera, y sobre esas imágenes, narrabas los resultados o lo que pudieras saber de cómo había ido. Lo que pasa es que luego ese «mudo» colonizó muchos ámbitos de la vida política, y te encuentras con un paseo del presidente del Gobierno por un campo gallego.

¿Y para qué vas?

Para tener la imagen, y luego lo cuentas. Yo estaba trabajando el día del paseo de Rajoy. Cuentas que han hecho esto, que no nos han dejado acercarnos a preguntar y que estaba tal o cual persona. Luego, el espectador, que saque conclusiones.

En la televisión pública, los tiempos correspondientes a los partidos políticos están repartidos por su representación en el Parlamento. Eso se intentó llevar a las privadas pero no se consiguió. ¿Qué criterio se sigue?

La televisión pública no tiene nada que ver con la privada. La televisión privada, si no es rentable, cierra. La pública, si no es rentable, no cierra. Si eres un partido minoritario o sin representación y haces una propuesta interesante, novedosa y muy buena, te voy a dar tiempo; la televisión pública no porque no tienes representación parlamentaria. Pero yo sí porque te juzgo periodísticamente. Y si eres el partido que tiene mayoría absoluta, pero lo que has dicho hoy no vale un carajo, no te voy a dar tiempo, o te voy a dar quince segundos. Damos las cosas de manera periodística, que creemos que es como se tiene que dar.

Ahora los partidos políticos organizan actos los fines de semana con la intención de salir en la tele.

Todos, está clarísimo. No hay Congreso, no hay Senado… ¿cómo salen los políticos en la tele un fin de semana? Pues montando un acto y mandándonos las imágenes de ese encuentro a las redacciones gratis por satélite. Nosotros lo que hacemos es escuchar el acto y sacar la declaración que consideramos más interesante. Hace años ya que logran salir en televisión los fines de semana de esta manera. Pero a veces ni se saca porque no es interesante, eso ya queda en manos de la redacción.

Háblanos de «la curva», la medición de audiencia del informativo minuto a minuto.

Son datos que se nos envían cada día a los presentadores y editores. Es la audiencia minuto a minuto, tema a tema del informativo comparado con otras televisiones. Si la gente se ha ido incorporando o ha ido cambiando de canal dependiendo del tema que estés emitiendo en cada momento.

Llevas dieciséis años en televisión, ¿cómo has visto la evolución de los intereses del espectador a través de estos datos? Me han comentado que Internacional cada vez interesa menos.

La curva es imprevisible. Hay días en que sales del informativo muy contenta, y luego ves la curva fatal. Otros días salimos no muy contentos porque no ha habido noticias importantes o ha habido algún fallo y la audiencia es buenísima. Nunca lo sabes. Depende mucho de dónde vienes y dónde vas [se refiere al programa que va antes y al que va después, N. de r]. Pero sí te das cuenta, por ejemplo, de que la información económica hace unos años caía en picado y luego con la crisis, para arriba. Ahora son temas que normalmente suben la curva, a la gente le interesa. E internacional, que para mí es uno de los temas más apasionantes, efectivamente interesa menos. Ni siquiera el ataque de gas en Siria acabó de funcionar. La curva es una guía, pero yo hay cosas a las que no renuncio y creo que tengo que contarlas. Igual que no renunciamos a hablar de economía hace unos años, no puedes dejar de contar lo que está pasando en el mundo.

A Piqueras se le ha criticado mucho, recuerdo ahora una portada de El Jueves con él retratado como un carnicero y el titular «Todo por la audiencia».

Es un periodista excepcional. Hace unas escaletas que si pudieras estar en la reunión para ver cómo razona los temas alucinarías. Sabe mucho de televisión y la maneja muy bien, así como los tiempos y ritmos. Sabe cómo meter diversos picos en el informativo. Estoy convencida de que si coges escaletas de todos los informativos él no es ni de lejos el que mete más sucesos. Mira, a veces decides que un asunto es importante y nunca más vuelves a saber de él. Y otras no das algo, y en dos días es portada en todos los periódicos. Pues con Pedro siempre hay un hueco para todo lo que va a ser importante días después.

Decíamos que baja el interés en Internacional y te pregunto: qué sube, ¿temas de gastronomía, de belleza…?

No creas. Depende de en qué informativo estés, en qué franja y cómo cuentes las cosas. El público no es el mismo a la hora de comer que por la noche; un sábado al mediodía es más familiar, un sábado por la noche mucha gente está cenando fuera, y si es verano los niños están jugando…

Carme, yo lo que quiero es que me digas que vivimos en una sociedad decadente cada vez más interesada en temas relacionados con el consumismo.

Bueno, pues ya lo has dicho tú (risas) No, no es así. Lo que pasa es que la gente es multipantalla. Mira, en esta casa hay tres televisores, dos tablets y tres ordenadores. Son ocho pantallas, a las que hay que añadir los smartphones. La televisión nos da un concepto general, un titular, una idea de lo que es importante. La gente busca otras vías para informarse; nosotros, sencillamente, damos un abanico general. Cuando compras un periódico puedes ir directamente a deportes, sociedad o internacional, en la tele no.  Cada vez estamos más informados, pero de maneras alternativas, no solo con la televisión o la prensa.

Luego hay temas que pueden perder interés y no deberían, como la violencia de género.

He estado con mujeres maltratadas porque tengo una amiga, Núria Varela, que trabajaba en Interviú y que luego fue jefa de gabinete de Bibiana Aído, que me introdujo en el tema. Fue de las primeras personas que empezó a mover en España lo de la violencia de género, y lo descubrió entrevistando a alguna de esas mujeres. Lo tituló Los maridos españoles matan más que ETA, cuando ETA mataba mucho. Con todo lo que ha representado ETA en este país, ¿Por qué valía más la vida de un político que la de cincuenta, sesenta o setenta mujeres? ¿Y si de repente los que murieran fueran setenta panaderos al año o setenta abogados o setenta periodistas? ¿Por qué vale menos la muerte de una mujer maltratada? El revulsivo fue la muerte de Ana Orantes. La mujer que fue a Canal Sur a denunciar que el marido la maltrataba, el juez había dictaminado que el marido podía vivir en el piso de encima al de ella y dos días después de salir por la tele la quemó. A raíz de este suceso la gente se dio cuenta de que se estaba matando a mujeres, y que una mujer que muere apuñalada en el País Vasco es el mismo tipo de víctima que otra que muere de dos tiros en Algeciras. Es víctima del machismo. El hombre que mata no es un hombre de clase baja sin estudios, puede ser un tío de dieciocho años y puede ser un abogado. He estado con mujeres en una casa de acogida y una de ellas era escolta de un político muy importante, la otra era mujer de un catedrático de Economía que todavía se pasea por las televisiones, había dos chicas de dieciocho años… la violencia de género no tiene que ver con clases sociales o edades, abarca a toda la sociedad. Son hombres que todavía creen que la mujer es suya y la pueden dominar. Y es un proceso como el de una secta: no empiezo pegándote leches o puñetazos, primero te maltrato psicológicamente diciéndote que no te pongas esa minifalda o salgas con esas amigas, ejerzo cierto control mental sobre ti y cuando te tengo reducida y he conseguido lo que te he ordenado empiezo a maltratarte físicamente. Es un proceso y la mujer tarda de media diez años en denunciarlo.

¿Pero la gente se ha insensibilizado respecto a este tema?

Con la crisis han pasado a un segundo plano porque la situación económica del país, con niños que no tienen para comer, lo ha relegado a algo secundario.

Carme Chaparro para Jot Down 4

Ahora te pido una reflexión sobre prestar atención a la norma o a la excepción en los informativos: en la década anterior España recibió muchos inmigrantes. La norma es que la mayoría trabajan y hacen crecer el país. La excepción es que algunos delinquen. Sin embargo, en los informativos de todas las cadenas no se informaba de cómo su llegada servía para pagar las pensiones, por ejemplo, sino de «una banda de rumanos», «traficantes marroquíes»… ¿La excepción se convierte en norma de cara a la opinión pública?

Es cierto, solemos hacerlo, hablar de «una banda de rumanos». Cuando son españoles solemos obviarlo. Quizá al principio se hizo por ser la excepción. Ahí hemos podido tener cierta culpa en criminalizar a algunas nacionalidades. Ahora hay muchas operaciones en las que hay mezcla de españoles y extranjeros, e intentamos decir que hay tantos chinos y tantos españoles. Pero sí, algo de culpa hemos podido tener.

Ha habido por ahí titulares del tipo «La policía detiene a tres personas y un chino».

Sí, pero también pasa a veces con las mujeres. Recuerdo ver libros de Historia de EGB que decían «los hombres del Neolítico se desplazaban con sus mujeres». Las mujeres también eran parte de la humanidad en el Neolítico, ¿no? 

Hablamos de la curva, de que los temas áridos no gustan a la gente… y luego llega Jordi Évole y con una entrevista a un inspector de Hacienda consigue un millón y medio de espectadores.

Salvados es como un reportaje, o un informativo de una sola noticia. Lo que es revolucionario, además de Jordi, es el formato. Han conseguido contar en una hora un tema a base de entrevistas. Consiguen que los entrevistados digan lo que no quieren decir, y ese es el trabajo de un periodista. Jordi ha conseguido dar a la gente lo que quiere, lo que en un informativo no da tiempo a desarrollar en un vídeo de cincuenta segundos. Al final los datos que da son públicos prácticamente todos. Pero él hace el trabajo de unirlo todo, contar con una documentación exhaustiva y hacer las preguntas en un formato que te permite hacerlas. A Jordi lo conozco desde hace mucho, estudió la carrera conmigo. Empezó un año más tarde que yo y entró justo cuando la carrera pasaba de cinco a cuatro años, así que acabamos al mismo tiempo. Y hemos seguido en contacto.

Cuando empezaste a trabajar, se abrió la televisión a las chicas. Antes no pasaba.

Llegó un momento en que un grupo de mujeres periodistas más jóvenes llegamos a la televisión y se nos da la oportunidad de dar la cara y contar las cosas. Echo mucho de menos en televisión a Olga Viza, Àngels Barceló, MontseDomínguez… no me quiero dejar a nadie, pero son mujeres que han pasado por los informativos y ahora están haciendo otras cosas en la radio o en la prensa escrita. Hemos tomado el relevo desde hace unos años un grupo de mujeres jóvenes. A veces, por ser jóvenes, se nos discute la profesionalidad desde determinados sectores. Pero miras lo que ha hecho Sandra Barneda este verano con El programa de Ana Rosa, bregando con temas difíciles, y ves que ha hecho unos programas extraordinarios. Es una periodista espectacular, pero como es muy guapa y hacía un programa los sábados por la noche, era la guapa tonta. Este verano ha demostrado que no es así, hablando de temas de corrupción, por ejemplo. Así que dejen de cuestionarnos ya, por favor. ¡Que tengo cuarenta, ya no soy joven!

¿Qué opinas de The Newsroom? Al venir aquí me decías que no tenía que ver mucho con la realidad de una redacción de informativos.

Justo ayer vimos el último capítulo que se ha emitido en España. Es una serie y tiene tramas de ficción, pero luego hay cosas que quizá suceden en la tele americana, pero aquí son imposibles. Hubo un capítulo que trataba del vertido en el golfo de México, en el primer o segundo año de mandato de Obama. Ellos manejan el mismo sistema de edición que nosotros, que tiene un programa para leer todos los teletipos. Había un momento en el que decían que había un vertido de petróleo, pero que como el teletipo no venía en rojo, pues que «¡baaah!». Y nosotros al verlo: «¿Cómo que «baaah?». Si eres periodista, tú valoras. Si viene uno diciendo que se ha muerto el rey, pero no viene en rojo, ¿vas a decir «baaah»? «Ahora ha subido a naranja, vamos a mirar esa muerte del rey» (risas). Hay mucha ficción ahí. El mundo de la televisión no es como lo cuentan. Supongo que los médicos al ver una serie de médicos pensarán lo mismo. El problema que sí le veo a Newsroom es que quiere sentar cátedra y dar moralina. Me da la sensación de que Aaron Sorkin quiere darnos lecciones incluso a los propios periodistas.

¿Alguna vez te ha tocado hacer algo del toro Ratón?

Quita, quita. Pero lo han retirado ya, ¿no?

Murió y lo han disecado.

¡Es verdad!

Es que hablaban cada verano de que volvía a las fiestas de los pueblos y recordaban, casi con sonrisas, los muertos que tenía a sus espaldas. ¡Maravilloso, vuelve el toro Ratón! ¡Mató a tres e hirió a diez el año pasado! ¡Genial! ¡Viva!

No puedo, yo no puedo; y menos con una sonrisa. Pero con el toro Ratón sube la curva. Es lo mismo que me pasó el otro día. Vi en varios lugares que este verano solo habían muerto un cierto número de personas. ¿Cómo puedes decir «solo»? Aunque solo sea una es un drama. Debemos tener mucho cuidado con los gestos, pero también con el lenguaje. Es la cifra más baja, genial, pero no puedes decir «solo» y con una sonrisa. Tienes que decir que han muerto tantas personas, una tragedia, pero aun así es la cifra más baja y parece que nos concienciamos más y hay menos muertos en la carretera.

Cuando haces un informativo de fin de semana, que cuenta con menos medios humanos, como coincidan varias noticias importantes, se convierte en una locura.

Nos pasó el otro día con el «Madrid is eliminated» a las 21:02. Nosotros empezábamos a las 21:05. Teníamos una escaleta basada en que, en principio, hasta las 22:30 no se iba a saber quién iba a ganar. Todo era: «estamos esperando, la Puerta de Alcalá, en Tokio y Estambul también están esperando…». En televisión es muy complicado cambiar las cosas, pero mis compañeros tuvieron que cambiar el sentido a todos los vídeos. Uno detrás de otro. Todos se dejaron la piel, improvisamos, conseguimos abrir con el «Madrid is eliminated» que se había grabado dos minutos antes… Eso no lo hacemos Pepe Ribagorda y yo. Nosotros estamos ahí y hablamos, improvisamos, pero ese trabajo es obra de toda la maquinaria que hay detrás, desde los técnicos, realización, producción y redactores, y consiguió que no hiciéramos el ridículo empezando con «Madrid puede ganar». Había incluso un vídeo mostrando las inversiones que se iban a hacer en la capital…

Carme Chaparro para Jot Down 5

En una ocasión os coincidió la matanza de Breivik en Noruega, el estallido del escándalo de Murdoch y la muerte de Amy Winehouse ¿Qué tal se duerme tras un fin de semana así?

Fue un viernes por la tarde. Recuerdo la reunión con Piqueras a las cuatro. El jefe de Internacional habló de una explosión en Noruega, no se sabía si había muertos. Piqueras dijo «unas colitas», que es cuando habla el presentador y le tapan con unas imágenes. Después de los breves, es lo menos importante, no tiene ni categoría de vídeo. Pero claro, luego hubo otra explosión en el centro, y casi a las ocho o las nueve se supo lo de Breivik. A Pedro le dio tiempo a contar que había un tipo en una isla pegando tiros y poco más. Al día siguiente, cuando te levantas, ves la descomunal cifra de muertos que hubo. No fue un fin de semana especialmente caótico porque el sábado por la mañana ya manejábamos una cifra muy alta de víctimas, pero después de esos dos días de inmenso trabajo, en Twitter, donde yo llevaba poco, un editor de un periódico británico al que seguía puso «Ha muerto Amy Winehouse». Miré a Araceli Infante, que estaba en la edición conmigo, y grité: «¡Se ha muerto Amy Winehouse!». Y me dice: «Venga, no me jodas, vete a tomar…». Como siempre hacemos muchas bromas con teletipos falsos del estilo «Se ha muerto el papa», ella se pensó que estaba de cachondeo porque no salía en ningún lado. A este hombre debió de llamarlo alguna fuente, y por ese ego que tenemos los periodistas de querer ser los primeros en contar algo, antes de que a los de la web les diera tiempo a subirlo, él lo tuiteó y… vaya remate de fin de semana. A la corresponsal de Londres, Ainhoa Paredes, la habíamos mandado a Noruega. Al final nos llegaron buenas imágenes, cambiamos la escaleta e hicimos un vídeo explicándolo todo. A alguien como mi madre, por ejemplo, que no sabía quién es Amy Winehouse, le tienes que contar la muerte, pero luego tienes que hacer un vídeo explicando quién es y por qué revoluciona la música, más luego otro vídeo contando su decadencia personal…

En tu blog he visto que también le dejas recados a Rosell, el de la CEOE.

No soy economista y los periodistas tenemos que hacer una cura de humildad porque a veces opinamos de todo, pero en el blog cuento historias y reflejo cosas que me cuenta gente que conozco. Más que opinar, puedo decir si hay medidas que están perjudicando a la gente o no. Tengo amigos a los que contratan un lunes y despiden un viernes para no pagarles el fin de semana. Eso es legal, pero es discutible si es ético. O el marido de una amiga, que es cocinero, al que han hecho un contrato de cuatro horas y trabaja diez. Y si no, a la calle, todo por cuatrocientos euros al mes. ¿Qué hacemos con eso? ¿Quién lo para? ¿Llamas a una inspección de trabajo? ¿Cuánta gente hay así? Lo que hago es contar estas cosas. ¿Cuál es la receta del cambio? No lo sé, pero sé que estos abusos no deberían permitirse.

Fuiste becaria en la Cadena Ser y en TV3. ¿Qué te marcó de esta etapa, cuál fue la lección maestra?

Empecé en la Televisió de Les Corts. En Barcelona, en cada distrito, teníamos una televisión local que nacieron de los movimientos vecinales, no era nada de politiqueo. Se dividían los días de la semana y cada uno emitían dos distritos. Yo estaba los viernes, que salían Sants-Montjuïc y Les Corts. Nos daban un local y materiales, pero pagábamos una cuota mensual para la luz porque si no aquello no chutaba. Allí aprendí mucho, pero profesionalmente el irme a Tarragona y trabajar un verano con periodistas de radio me creó esa mirada crítica, de ir más allá de la rueda de prensa del alcalde. Me enseñaron a moverme por el ayuntamiento, con las empresas municipales. 

¿Es cierto que tuviste un programa de juegos de rol?

No tenía ni idea de juegos de rol, lo que quería era trabajar de periodista. Una compañera de la facultad, que es la que me metió en la tele de Les Corts, me pidió que fuera a ayudarlos en un programa de juegos de rol que habían montado. Luego tuve que ponerme las pilas e ir a hacer partidas de rol con ellos, que no me gustaba nada, pero nos lo pasamos muy bien. Teníamos una sección de un tío que pintaba figuritas de rol que era más aburrida… pero bueno. Lo positivo es que aprendes sin presión, no es como ser becario y de repente plantarte en Informativos Telecinco, sino que estás en tercero de Periodismo en una tele local que te deja hacer de todo porque sois cuatro pringados, y entonces experimentas.

Ahí presenté mis primeros informativos. A veces con gente enredando con los cables por debajo de la mesa mientras estábamos en directo. Informábamos sobre lo que pasaba en el barrio. Si la Asociación de Comerciantes había puesto flores en una calle, por ejemplo. Pero teníamos veinte años y nos gustaba pinchar. Cuando había pleno del distrito repartíamos palos a todos los políticos. De hecho, Joana Ortega, la vicepresidenta de Artur Mas, fue la regidora del distrito justo cuando yo me había marchado.

Luego estuve en TV3 y allí aprendí todavía más porque tuve la inmensa suerte de trabajar con uno de los mejores equipos de TV que ha habido en España, que es el tándem Joan Úbeda y Carlos Escribano. Son los que hicieron Ciutadans, por los que recibieron un Ondas. Por ejemplo, un capítulo de este programa se podía llamar «Infartados». Era media hora, sin la participación, ante la cámara o con su voz, del periodista, todo se hacía por detrás, con declaraciones pegadas magníficamente montadas con las que se iba haciendo un crescendo, como una serie de TV de la HBO, de gente que había sufrido un infarto.

Dejaste de ir a clase por la beca.

Dejé de ir a clase para estar con el equipo de Úbeda y Escribano. Me pasaba la semana allí. Me decían que me fuera a casa, pero yo me quedaba. ¿Un rodaje en los Pirineos tres días? Me daba igual. Lo hablé con los profesores y estuvieron de acuerdo. Me estudiaba la teoría y ya. El profesor de Redacción Periodística, que era el director del Magazine de La Vanguardia, Josep Carles Rius, me decía que, mientras tuviera compañeros que me dijeran lo que se hacía en clase, bien. Luego me presenté a los exámenes y lo aprobé todo.

Mucha gente dice que la carrera de Periodismo no sirve de mucho porque en realidad se aprende trabajando, que estaría bien como carrera complementaria, que es de las poco serias…

No sé cómo será ahora, porque ha cambiado. Sé que tienen más prácticas, pero cuando yo estudié, que entré en 1991, llevabas una cámara y el magnetófono con una cinta al lado, había pocos medios. No es como ahora, que puedes grabar casi una película con la cámara. Antes era una carrera muy teórica y poco práctica. Tan poco práctica que hacíamos la maquetación de los periódicos con tipómetros. Aunque la carrera sirve, igual habría que plantearla de otra manera, pero hay muchas deficiencias. Por ejemplo, antes no nos daban inglés, se supone que te lo tenías que buscar por otro lado. Un periodista es como un pato: anda, nada y vuela. Todo lo hace fatal, pero hace las tres cosas. Tienes que saber de todo. Pero es trabajando como aprendes.

Carme Chaparro para Jot Down 6

Fotografía: Guadalupe de la Vallina

(Gracias a Araceli Infante y Antonio Gil)

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(*) Jon Sistiaga ha contado recientemente en Acento Robinson de la Cadena Ser su versión de cómo fueron liberados del secuestro. 


David Trueba: «En Madrid nos gusta tanto el cielo porque no lo alcanzan los concejales de urbanismo»

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David Trueba para Jot Down 0

Antes de que cualquier texto sobre España empezase con «la crisis», David Trueba escribió en su columna que en este país las obras maestras del cine fueron «hechas con precariedad de medios, ante la indiferencia de la población, con el desprecio de la élite y al margen de la estructura de explotación más poderosa». Es gracioso. Cinco años después, rodó Madrid 1987 en esas mismas circunstancias. No cometeremos la osadía de decir que esa cinta es «una obra maestra», pero tiene un gran valor. De entrada, simbólico. 1987 fue, a juicio de David Trueba, el año en el que la sociedad española decidió echarse la siesta como si todas las conquistas sociales estuvieran ya alcanzadas. Como dijo Rafael Poch en esta casa, «un gran bostezo social». Ese contexto es esencial para entender el cine de este director, especialmente su última película, sobre la búsqueda y necesidad de una «iluminación», y sus columnas en El País..

Cuando comenzaste a escribir en El País, en 1993, criticabas los banquetes y las fiestas que les ofrecían las productoras a los periodistas para que hablaran bien de las películas antes de los Óscar.

Vivía en Hollywood y me di cuenta de que, efectivamente, existía una extorsión que los periodistas aceptaban con una naturalidad muy normal. La diferencia entre una película checa y una americana era que en la americana había unos señores que te invitaban a un sitio, te llevaban, te lo pagaban todo y luego te decían que si te había gustado la experiencia y querías volver, tenías que sacar una página entera. Mientras tanto, los de la película checa no podían ofrecerte nada. El periodismo aceptaba eso de una manera fácil. Y creo, además, que el periodismo ha empeorado del 1993 a aquí [silencio].

El primer personaje del cine que resulta clave en tu vida podríamos decir que fue Rafael Azcona, que te introdujo siendo muy joven en sus tertulias o reuniones.

Lo primero que decía él era «A esto no se le puede llamar tertulia, venimos aquí a trabajar y a comer» [risas]. Era un hombre duro. Curtido. También era un hombre de una afabilidad impresionante, de una juventud mental increíble y recuerdo su risa, la echo mucho de menos. Creo además que yo se la causaba y eso nos unió. Pero era un hombre duro. Su primera imagen era agradable. Yo le he presentado a muchas personas porque me parecía que a él le gustaba conocer a la gente, siempre en contextos de comidas y tal, yo les decía tenéis que conocer a Azcona, y con todos era afable. Creo que salían seducidos por él. Era un gran seductor. Pero si llegabas a tener con él una relación más estrecha, descubrías un lado muy interesante, con cierto poso de acidez y amargura. Siempre recuerdo que me contaba que hubo una época en la que había estado unos años sin trabajar y estaba medio arruinado, bebiendo, pasándolo mal. De hecho, le rescató Mario Camus porque se lo encontró un día en la Castellana y le dijo: «Hombre, Rafael, ¿qué haces?». Y Rafael contestó: «Nada». «Pero estarás escribiendo algo», insistió. Y Rafael: «¡No!». Entonces le encargó algo y siempre le tuvo mucho agradecimiento por ese gesto, siendo un director con el que luego yo creo que no trabajó. Siempre me contaba esto y ponía ese tono… Lo debió pasar muy mal.

Luego siempre le acusaron de hacer cine negrísimo. Una crítica muy habitual a las películas de Azcona y Berlanga era que se trataba de cine de tullidos, propio de la España negra, como algo contrapuesto a la España que se quería vender en los sesenta desde el fraguismo, de que todo iba bien. Incluso la crítica joven también contribuía a esta campaña y era bastante agresiva con el cine de estos dos. Por eso Azcona tuvo siempre un resentimiento hacia los críticos incluso en la época en que ya le ponían bien. Leí alguna crítica de El año de las luces y decían «y la mano torpe de Azcona». ¿Pero cómo podían decir eso? pensaba yo. En otra ocasión escribieron «Parapetado tras el guión se esconde Rafael Azcona». Y él se volvía loco, porque era un tío muy preciso: «¡¡¡Cómo que parapetado!!! ¡¡¡Si figuro en el guión!!!». Se desesperaba.

Toda esta oleada de críticas que recibía Azcona me lo resumía contándome la anécdota de una noche que se encontró en Riscal con un crítico que lo machacaba. Azcona había pimplado, se acercó al tipo, le tocó en la espalda y le preguntó: «¿Es usted Castillo?». El tipo se giró y le dijo: «¡Identifíquese!». «Soy Rafael Azcona», replicó y… ¡pum! El tío le soltó un puñetazo directamente. Entonces siempre me decía: «Para que veas, intentando vengarme de un crítico, fui yo el que recibí, así que no lo intentes». No sé con quién se confundiría, sería la autoridad de aquel momento, supongo que un falangista o algo así.

Por este motivo, luego me contaba aventuras muy graciosas de cómo compraban a los críticos Ferreri y sus productores. Les llevaban de viaje, con comidas… Azcona contaba anécdotas muy graciosas sobre una corrupción parecida a cuando ahora las empresas de Hollywood se llevan a los críticos a Acapulco a hacer las entrevistas. Cuando ellos hicieron El Pisito, la película tuvo una categoría C, no iba a poder salir de forma natural, en esa especie de censura que había no llamada censura. Entonces lo que necesitaban era seducir a algún crítico del régimen. Cogieron a uno y le invitaron a un viaje para ver la película en Bilbao. Le subieron al avión y el crítico se mareó y se vomitó todo encima. Al aterrizar, Ferreri le dijo «Ahora te llevamos al hotel y te compramos ropa». Y este señor les contestó: «Tranquilo, no hace falta, es solo vómito seco, vómito seco». Era genial cómo imitaba Rafael eso de «vómito seco». Porque es que era gente miserable. Yo llegué a conocer, de hecho, a ese crítico.

El caso es que Azcona no contaba nada de forma normal. Todo se reducía siempre a una anécdota. Nunca jamás decía las cosas teóricamente. Siempre empezaba: «Recuerdo un tipo que…». Todo iba unido a una narración.

En los últimos años, tal y como revelaste en tu columna en El País, Azcona estaba triste por la que le estaba cayendo al cine español.

Él siempre decía: «desengáñate, siempre que te llamen para hablar sobre cine español será para hacerlo de algo negativo. Cuando ha ido algo bien, te llamarán para preguntarte por qué lo demás va mal. Y cuando algo va mal, por qué todo va mal. No les interesa ninguna idea positiva sobre el cine español». Esto se remonta a muchos años atrás. No se puede luchar contra ello. Y con esto, Azcona no se ponía a la defensiva, pero le indignaba mucho. Cuando oía todo esto de que solo se hacen películas de la Guerra Civil se cabreaba mucho: «¡Pero si solo se hacen dos al año! De cien, se hacen dos». Porque yo no he oído nunca decir a nadie que se hacen demasiadas películas de la guerra de Vietnam, que es una guerra infinitamente menos interesante porque es una guerra colonial. La nuestra fue una guerra civil, ideológica, y además la última guerra romántica. Era la guerra sobre la que más libros se han escrito en el mundo, más que de la I y la II Guerra Mundial. Azcona no entendía por qué se decían esas cosas. Y aunque se reía un poco de todo el fenómeno, sí que le provocaba una especie de amargura.

¿Recibiste muchas críticas cuando rodaste Soldados de Salamina? No solo era una película sobre la guerra, sino que presentaba un punto de vista fuera de lo que había sido habitual. ¿Te pasó como al protagonista, un periodista que al interesarse por el falangista Sánchez Mazas le escribían llamándole fascista?

No. Recibí la crítica justa, la habitual que recibes siempre. Además, si la película trata con una cierta ambición el tema de la Guerra Civil en el extranjero despierta mucho más interés, porque sigue siendo muy interesante. Los americanos, los ingleses, los italianos, los franceses, los alemanes… todos están muy volcados. Con lo cual, recibes muchas más invitaciones para ir a presentar la película, a hablar de ella. Incluso hay tesis universitarias en todo el mundo que se interesan. Por eso creo que no importa el precio que pagas por cuatro críticas un poco fuera de madre de gente que todavía está intentando ganar la guerra hoy, o perderla mejor, o no sé muy bien qué les pasa con este tema. Siempre digo lo mismo de eso de la memoria histórica, que surgió un poco después, afortunadamente, porque si no me habría caído encima de la película, para mí ni es memoria ni es histórica. Es una cosa que se debe hacer y punto. ¿Hay unos señores en una cuneta? Pues los sacamos y los identificamos. Lo que necesitamos es tener una naturalidad en nuestro comportamiento, dejar de seguir utilizando los elementos de la guerra como un flagelo en el Parlamento de hoy. A mí me da igual que uno sea nieto de un franquista, le concedo el beneficio de la duda. Si se comporta como un franquista no es problema de su abuelo, es problema de él. Habrá muchos en la bancada de izquierdas que sean hijos o nietos de falangistas, porque hubo un momento en España que eso fue mayoritario.

Pero no creo que haya que llegar a esos límites. Hay que tener una naturalidad para hablar sobre ello como en cualquier país: «Estos cadáveres en una cuneta no podemos dejarlos ahí, estas placas honrando a asesinos se tienen que quitar». Es decir, un alcalde no puede salir con un cuadro de Franco en una foto. No puede porque tiene una responsabilidad política y social. Una persona privada, sí. Si es fan, pues puede hacerlo. Pero debería tener la misma repercusión que si sale uno con Hitler en Alemania. El mismo descrédito social. O alguien que hiciera eso con Stalin, ahí tienes otro fracaso histórico y otro criminal cuya reivindicación es igual de perversa. Aunque, quizá, al ser un líder que no era español, aquí es más raro ver a alguien con el retrato de Stalin en su mesa. Pero el de Franco me produce inmediatamente rechazo. Digo: «Pobrecillos». ¿Y los votantes no se dan cuenta? Aunque si lo hacen para ganar votantes me parece más triste todavía. También hay gente que odia la reconciliación nacional, creo incluso que es la idea más odiada, pero no entiendo por qué. Creo que la reconciliación no debe ser un olvido, pero es en sí misma buena si está hecha sobre unas bases de justicia, entendimiento y de mirar hacia delante. De hecho, creo que falta.

En cualquier caso, en mi película Soldados de Salamina, una de las tareas más importantes de la adaptación fue despojar al personaje de Sánchez Mazas de cierto peso biográfico que tenía en la novela. Yo siempre consideré que lo que era importante era el personaje como metáfora del intelectual atraído por la guerra, por los uniformes, por la heroicidad, que de pronto se encuentra con la miseria de la guerra frente a frente. Pero me interesaba más la metáfora que el personaje. Investigué muchísimo, leí todos los artículos y cada paso que iba dando en la investigación, conocí a alguno de sus hijos, me invitaba más a ir dejando fuera el personaje porque era muchísimo más inasequible de lo que tú te podías creer que era, por eso lo bueno era usarlo solo como un elemento metafórico.

David Trueba para Jot Down 1

Rodaste un documental sobre Fernando Fernán Gómez, La silla de Fernando. Por cierto, una entrevista editada sin las preguntas…

Sí, eso es una herencia de mi educación católica. Lo que más odiábamos era que te dijeran «¿Cuál es el cuarto mandamiento?». Y tenías que responder: «el cuarto mandamiento es…» «—¿Dios es uno y trino? —Dios es uno y trino porque…» [risas]. Tenías que repetir la pregunta hasta la saciedad y por eso ahora la suprimo.

El actor dejó opiniones duras sobre nosotros, los españoles. Por ejemplo, de Buñuel dijo que es considerado por muchos como el mejor director de todos los tiempos…

Por mí también.

… pero que triunfó fuera. Y ahí Fernando Fernán Gómez decía: «Algo pasa cuando sucede esto ¿no?» También contó que el español no sentía envidia, como se tiene por lugar común, sino que es más bien una persona que desprecia.

Luis Alegre y yo éramos muy fans de ese momento de la envidia y el desprecio. A Fernando le gustaba el fútbol, era aficionado del Real Madrid y veía sus partidos. De hecho, actuó en la película que se hizo del cincuenta aniversario, que me gustaría que el Madrid la rescatara. La rodó Sáenz de Heredia como un corto, debió ser una pieza cómica y Fernando me contó que había hecho de árbitro. Los buscadores de tesoros deberían encontrarlo. El caso es que Fernando decía que, desde ese día, se había hecho del Madrid. Así. Era una cosa… [risas]. Pues bueno, le gustaba ver fútbol y ponía el ejemplo de Raúl, que ahora sería lo mismo con Casillas. Hay un momento en el que a la gente le da igual lo que ese tipo haya ganado para ti. Da igual que ese tipo te haya dado las mayores alegrías deportivas de tu vida. En el caso de Casillas, un Mundial. A un país negado en la Copa del Mundo. Que no digo que lo ganara él solo, pero dos o tres paradas están a la altura del gol de Iniesta. Y sin embargo, al final, es un desprecio miserable: «Bah, que le jodan, que está con Sara Carbonero, que le den, y si se lesiona, mejor. ¡Que sea suplente! O mejor, que se vaya». Y Fernán Gómez decía: «no nos equivoquemos, en España no se admira, y por lo tanto se envidia. Decir: quiero ser como Casillas. No, aquí es: ¿Casillas? Bah». Por eso decía esa frase que Luis Alegre y yo seguimos diciendo habitualmente de «¿Es que no hay más que Raúl, es que no hay más que Raúl?» imitando a los aficionados que no lo podían ni ver.

La verdad es que esa película surgió de tantas y tantas noches con él en las que Luis y yo nos volvíamos a mi casa diciendo: Este tío es inigualable.

Yo, cuando la vi la primera vez, me encantó. Luego la he visto hace unos días y he echado de menos que no hubiera durado cuatro horas.

En la edición en DVD tenemos un segundo disco sobre todo de anécdotas de la profesión. Porque no quisimos que la profesión tuviera un peso importante. Recuerdo que el primer montaje duraba dos horas y media y lo fuimos acortando hasta los ochenta minutos. De ahí el segundo disco del DVD con otra hora y media de material, que cuando la gente lo compra me llama y me dice que es buenísimo.

Pero, perdona que te diga, hay una parte que os quedó muy macarra. Me refiero a vuestras risas cómplices tras la cámara cuando dice que la cultura no hace atractiva a una mujer. Quedan un poco tabernarias.

¡Qué va! No son risas cómplices, son asombradas. Tienes que pensar que esa película tenía un componente muy bonito que es que el equipo técnico lo formaban casi siempre amigas nuestras. Pasaron por allí Elena Anaya, Ariadna Gil, Lucía Jiménez, Natalia Verbeke venían y se sentaban al fondo porque querían escuchar a Fernando y a él le encantaba epatar. Por esa respuesta, Luis y yo hemos tenido muchos problemas cuando hemos proyectado la película por ahí, porque siempre hay una chica que se ha levantado, incluso algún hombre, y dice: «Me parece machista ese comentario». Y nosotros siempre decimos que no. Él se refiere a sentirse atraído sexualmente. Y dice que se siente atraído sexualmente por las guapas. ¿Qué ocurre? Pues que habitualmente, creo yo, hombres y mujeres se engañan mucho en esto. Confunden el amor, o incluso la relación sentimental o la relación de pareja, con la atracción sexual. La atracción sexual no da tiempo a saber, como decía Fernán Gómez, si aquella mujer es licenciada en Filosofía Medieval. A lo único que te da tiempo es a ver que entra alguien en una habitación, tú te estás tomando este té, y la chica, a lo mejor en el momento en que habla se va el misterio, pero la atracción si existe tiene elementos instintivos, animales. Y eso es lo que no toleran que diga Fernando, porque en general estamos acostumbrados a esa estupidez y mentira que se traga la gente de que la belleza es interior. Todo eso de que solo me atrae una persona si es inteligente, o me encanta que me hagan reír. Cosas que uno dice y se está refiriendo a su marido. A una chica estupenda que está casada con un imbécil tú siempre le preguntas «Oye, ¿por qué te casaste con este imbécil?» y te va a decir: «Ah, es que es tan majo en casa y cuida tan bien a los niños». No se le ocurre a nadie responder solo «¡Porque es muy guapo!». Creo que la atracción inmediata suele venir por motivos muy animalescos. Y Fernando se atreve a decir esas cosas e inmediatamente la gente se escandaliza. Es porque vamos hacia atrás.

En tu película Madrid 1987 planteaste esto de algún modo. Abreviando, trata de un periodista consagrado que se folla a una estudiante de Periodismo.

¡Y lo mismo! Hubo un montón de chicas jóvenes que me dijeron: «¡Esto no puede pasar, esto no puede pasar!». Sobre todo chicas jóvenes. Y yo les decía: «Ay, bonitas…». Sin embargo, recibí como tres o cuatro cartas de mujeres muy identificadas con lo que se contaba, aunque eran un poco mayores, de treinta o de cuarenta. Curiosamente, las de veinte eran las que lo negaban. Y, ya te digo, yo siempre les comentaba lo mismo: «hablamos dentro de quince años». En mis experiencias de periodista joven encontré muchas, muchas veces ese tipo de situaciones con compañeras mías de la facultad. Porque la gente tiene miedo a enfrentarse a sí misma. En la vida privada más o menos lo tapan, mantienen una mentira, pero no les gusta nada ir al cine o leer una novela y que se revelen elementos que les perturban en su vida común. Creo que hacemos películas para levantar las alfombras. Y hacemos novelas también para lo mismo. 

¿Cómo era eso? La realidad supera a la ficción porque no tiene por qué esforzarse en parecer real.

Exactamente, sí. Pero siempre te vendrá alguien luego a justificar la realidad, porque la ficción no tiene justificación. La realidad es infinitamente más rica, lo digo en el buen sentido. Azcona siempre me decía eso: «Yo no he inventado nada, desconfía de la imaginación». Y yo al principio, periodista joven y escritor joven, confiaba en la imaginación. Si me hubieran preguntado por qué creía que podía escribir hubiera contestado que porque tenía mucha imaginación, se me ocurren muchas cosas. Pero luego con el tiempo me he dado cuenta de que he renunciado a que se me ocurran cosas. Y entiendo perfectamente a Azcona, que insistía: «No he inventado nada, todo lo he visto pasar». Cuando escribías un guión con él siempre decía: «Ah, aquí podemos utilizar lo de un tipo de Logroño que hacía no sé qué no sé cuántos… y aquí, ah, oye, recuerdo tal cosa que me contó no sé quién…». Y te relataba cosas que más o menos las terminábamos introduciendo en la historia. A mí me encantaba, eso de que no había inventado nada, como declaración de principios de un escritor.

A Luis Cuenca le tuviste que convencer para que se afeitara el bigote en tu primera película, La buena vida, porque, dijiste, parecía el típico tío que «Salía por la puerta de Chicote con dos putas cogidas del brazo». Algo que, por otra parte, «no estaba muy lejos en su biografía».

Era una de las estrellas de la revista española y, por lo tanto, tenía un gran poder adquisitivo, que se fundía en whisky. Yo no le conocía personalmente, pero tenía la intuición de que podía ser perfecto para este personaje. Le llamé y quedamos en el Círculo de Bellas Artes. Cuando llegó me encontré a un viejo con un gorrito, a una especie de galán trasnochado… pero no galán, sino como muy simpático también. Entonces me senté, pedí un te y a las once de la mañana, él dijo: «un whisky». Me quedé sorprendido y me explicó: «A mí no me llaman Luis Cuenca, me llaman Luisky Cuenca». [risas] Empezamos a hablar y me dijo que se había leído todo el guión entero, no solo su personaje, y me preguntó cuándo empezábamos. Pero yo le dije que había un problema con el bigote. Su personaje era un abuelo rural… Y me dijo: «Imposible, toda mi carrera ha estado basada en el bigote, cada actor tenemos nuestro punto. Manuel Alexandre tiene el trémolo, Fernán Gómez, la cólera, y la mía es el bigote».

Pero es que él era así. Todas sus anécdotas eran en este plan: «Estaba yo una vez con una puta en el Parador de Segovia —todas eran así— y estaba yo aburrido, durmiendo, y ella se puso a hacer un crucigrama del ABC a las siete de la mañana. Y de pronto me despierta y me dice: “Esta seguro que tú la sabes, segundo apellido del escritor del Quijote“. Dije: “Saavedra”. Y refunfuña ella: “Ah, es que tú le conocías”. ¡Ese era el nivel!», decía.

También, una vez en Barcelona me llamó y me dijo que me quería presentar a Colsada, que era mítico, era el que había descubierto a Lina Morgan. Era un soldado republicano que había hecho fortuna como batería de un conjunto de jazz y luego descubrió el negocio de la revista. Era mayor que Luis, en aquel momento debía tener ochenta y algo. Él había vendido el Teatro La Latina a Lina Morgan. Incluso le puso el mote, o el nombre artístico, por la Banca Morgan. Pues en la misma mesa con Luis y él hubo un momento en el que empezaron a contar anécdotas, que eso era como Broadway Danny Rose, pero en versión music-hall español. Y yo nunca he tenido el prejuicio frente a esto. Es decir, siempre me ha parecido que tiene tanto valor como lo que te puede contar Robert De Niro. Mira, estuve una vez dos horas sentado con Al Pacino, compartimos anécdotas, y eran menos divertidas que estas, me produjeron menos emoción. Al Pacino era un tipo encantador, pero si ahora me preguntaran con quién repetiría, lo tengo claro: con Luis Cuenca. Sin duda, porque además nos hicimos amigos y lo saqué en todas las películas. Se murió con su hijo y conmigo en el hospital, donde todavía yo tuve que convencerle de que íbamos a grabar un vídeo en la habitación, un corto de un actor que se moría interpretando el final del Quijote. La segunda parte del Quijote, que es uno de los diálogos más maravillosos de la historia de la literatura, cuando Sancho se convierte al mundo de la fantasía y Cervantes saca su lado más conservador y reaccionario y obliga al Quijote a renegar de todas sus aventuras. E íbamos a hacer eso en el hospital, con el enfisema y el cáncer, y Luis estaba muy, muy ilusionado con la idea. Pero se murió ahí… Su última frase siempre la rememoro. Miró a su hijo y le dijo: «Nos vamos a la mierda».

Es que me encanta ese carácter de la gente de antes. Hace poco estuve en Calanda y el alcalde me enseñó una carta de Buñuel a su sobrino. Ahí explicaba por qué ya no iba al pueblo, que no tenía fuerza física, que los pulmones, que tal, como un rosario de achaques. De pronto vi la fecha y aluciné ¡estaba solo a un mes de morir! Y leo en el final de la carta: «Así que ya ves, sobrino, a cada cerdo le llega su San Martín». [risas] Me encanta como expresión de la falta absoluta de trascendencia. De nos vamos a morir exactamente igual. Es como ¡ya está, a tomar por culo! Si es que no hay más. De la trascendencia de ese momento se lleva sacando dinero y matando a gente siglos. Me acuerdo de Azcona, que evitó todos los homenajes y dio una orden estricta de que no se avisara a nadie hasta estar incinerado, que siempre me decía: «Cuando yo me muera lo ideal es que cojan mi cuerpo y lo tiren por un terraplén para que se lo coman los cerdos». Odiaba la utilización de la muerte, ya fuera religiosa o laica, como un símbolo de homenaje, como una fiesta o como una celebración. Le parecía asqueroso y siempre me decía que era repugnante. También tenía una anécdota de una persona que había sido, según su expresión, «el tipo que te abre la cabeza», en un sentido cultural e intelectual. Era un tipo de Logroño que se llamaba Godofredo Vergasa, un hombre muy interesante, que le enseñó a hacer fotos… pues este hombre al final de su vida vivía con una gitana y cuando él se murió, a ella la echaron de la casa al día siguiente. Cuando Azcona lo recordaba, días que estábamos los dos con siete copas encima, se emocionaba, sentía amargura y resentimiento hacia la casta religiosa de su tierra. Él fue testigo de cómo a la mujer esta la echaban de su casa. La familia era una institución que a él le generaba una inquina profunda, la familia como imposición, no la suya, que les adoraba. Siempre decía que la Revolución soviética en lo que se equivocó fue en no suprimir la familia. Platón lo dijo claramente: «Al niño según nace se lo quitas a los padres y esa es la manera de la dictadura perfecta». Porque no es posible aspirar a la igualdad habiendo una familia. Siempre habrá una madre que diga: ¡Ay, mi niño! Eso destruye cualquier igualitarismo. Azcona era un hombre demócrata total, pero tenía un resentimiento hacia esos que habían echado a aquella mujer con sus niños a la calle, cuando el otro lo que había hecho fue recogerla de la calle y vivía con ella. Porque era su mujer, en un amancebamiento o lo que quieras, pero lo era. Y Azcona contaba cómo la expulsaron con una amargura increíble, porque era un hombre muy sentimental con esas cosas.

David Trueba para Jot Down 2

En la guerra de Irak, la gente del mundo del cine protestasteis porque considerabais que los argumentos del Gobierno para apoyarla eran falsos. Luego se vio que no había armas de destrucción masiva, es decir, que los que protestabais teníais razón, el Gobierno mentía. Sin embargo, González Macho dice que la gala de los Goya del «No a la guerra» fue un error, ¿no debería ser al revés?

Aparte de la guerra de Irak, hubo una segunda batalla paralela que la vencieron las fuerzas reaccionarias. La guerra la tenían perdida porque el 97% de la población estaba en contra y se había ido a la guerra con mentiras; mentiras en la ONU, en sede oficial, con fotos falsas, montajes, etcétera. Solo quedaba una guerra por ganar y la ganaron, que era la de desactivar las opiniones críticas para el futuro. Hicieron una campaña muy dirigida hacia el mundo del cine y del teatro, el de los actores, que consistía en: esto no puede volver a pasar, desde ningún punto de vista público los actores tienen que tener autoridad moral o por lo menos una participación simbólica.

Los actores se ponían delante de la población porque la población se lo pedía. Ahora que voy a San Sebastián, ya he recibido tres e-mail que me piden que me una a alguna reivindicación. Al final, eres muy insensible si no aceptas. Pero luego hay gente que se pregunta por qué te metes a salvar, en este caso, el cine más antiguo del País Vasco, el Bellas Artes de San Sebastián, si ni siquiera eres de ahí. Bueno, pues es que nos lo piden. Y a los actores, en la guerra de Irak, se lo pidieron. ¿Qué ocurrió? Pues que esa batalla la ganaron. Nadie hoy puede salir ni levantar la voz sin recibir el escepticismo, la crítica, incluso de la gente más progre, que dice: pero este tío, está en todas las batallas, por qué se mete, por qué mezclan el cine y la política… y por qué mezclan el periodismo y la política, y por qué mezclan la política y la política… y acaban donde Franco quería, en el «Haga como yo, no se meta en política», su frase mítica. Pues eso lo han logrado. Han ganado. Hay que felicitarles, es una batalla que libraron de forma muy radical y han vencido por goleada. Hoy, una persona, antes de decir que se opone a algo, se lo piensa tres veces si es una persona pública, porque sabe que solo va a ser perjudicado en su carrera.

Y las palabras de González Macho sí que fueron un error. Creo que esa gala quedará como uno de los poquísimos momentos de dignidad de una profesión, pero por la sencilla razón de que solo tenían cosas que perder. Nadie ganaba nada. Un señor que solo tenía que recoger un premio o el dinero de la recaudación ¿qué ganaba oponiéndose al poder? Cómo han logrado convencer a la gente de que fue un error expresar una opinión que era mayoritaria en la sociedad y que no tenía ninguna relevancia porque el poder la tapaba. Recuerdo un día que fui a echar una carta a correos, la entregué y el tipo según se la daba me dijo «Gracias». Le pregunté que por qué y me dijo que por decir lo que la gente no se atrevía a decir. Prefiero eso a todas las críticas.

Al mismo tiempo te diré que me parece que los actores no deben creer que son Martin Luther King. Fueron solo elegidos por su relevancia y por su nombre, igual que les eligen para promocionar una bebida. Eso no los transforma en ideólogos. Y ahí quizá es donde pueden cometer un error. En pensar que porque de vez en cuando nos llaman para una pancarta, ellos son ideólogos. Para serlo tienes que estar muy preparado y haber leído mucho, y la mayoría no lo ha hecho. Por eso lo que tenemos que hacer es respetar a quien sabe. Pero la gente cuando demanda caras, tiene las de los futbolistas, que no lo van a hacer porque no quieren enfangar su dinero por problemas políticos. Todo el deporte es blanco, nadie opina de nada. No levantan la voz ni contra los ultras de sus equipos. En cambio, los actores sí lo hacen y han perdido muchos espectadores.

Te leo de tus columnas unas sentencias sobre el estado del cine español, a ver si me las puedes explicar: «Ser productor independiente significa sencillamente estar al margen de las cuatro o cinco empresas que dominan toda la producción audiovisual del país, es decir, las que disfrutan de las concesiones televisivas, curiosamente también dueñas de los periódicos y radios, y quizá por ahí venga alguna razón que explique la unanimidad en los ataques a esa cosa llamada “cine español”. Sería mucho mejor para estas empresas, y esto creo que lo van a entender ustedes, que gente como Almodóvar, Amenábar, Álex de la Iglesia, Fernando León, José Luis Cuerda, Jaime Rosales, Javier Fesser o Isabel Coixet fueran empleados suyos y no firmas independientes capaces de producir su propia película y a veces la de un joven debutante. Esa es la verdadera independencia que se ataca, que hay que destrozar. La excusa política es momentánea, pasará. Pero la batalla económica, esa no termina nunca». Y en otra columna «Tres personas, en los departamentos de cine de TVE, Antena 3 y Tele 5, deciden si se puede rodar algo o no».

Añadiría o completaría con un elemento del que no era tan consciente hasta hacer Madrid 1987, que es que no puedes llegar a la sala sin una distribuidora potente norteamericana, con lo que se añade un elemento mayor. Fíjate hasta qué punto la debilidad del cine español es grande que cuando tiene un éxito la mitad del dinero va a una multinacional estadounidense. Es decir, para que Torrente o Amenábar sean un éxito los tiene que distribuir una multinacional americana. Hasta Almodóvar. Esto en Francia no pasa. ¿Por qué? No me preguntes por qué, pero que cada uno cuestione la situación. Hice una película y no conseguí estrenarla prácticamente. Era una película seleccionada en Sundance, vendida en diferentes países del mundo, producida con poco dinero pero que tampoco necesitaba mucho más, y no la conseguí estrenar más que en una sala simbólica, la Sala Berlanga.

¿Qué ambiente había en Sundance?

Era muy entrañable porque está lleno de público norteamericano que quiere ver películas que no puede ver en las salas de su país. El sitio es una estación de esquí, cerca de un rancho, estaba todo nevado, era precioso. Me quedé un día en Seattle porque no podían despegar los aviones. Llegué y tuvimos un día de esos de sol de invierno con todo nevado que son maravillosos. Había muchas películas, también mucho interés por ellas, pero los americanos van ahí a hacer negocio. Los de las películas que se han quedado sin distribuidora van desatados a buscar a los de Sony y tal, pero lo comprendo, porque el cine necesita ese elemento de negocio. Cannes también es un mercado.

Al final hay ya un arquetipo de película de Sundance, de criticar el sueño americano desde unos patrones.

Sobre todo su sección americana, que se empiezan a cachondear de ella. Siempre tiene que trabajar Paul Giamatti… [risas] pero es un cachondeo como nos podemos reír nosotros de lo indie en general.

David Trueba para Jot Down 3

Tu serie ¿Qué fue de Jorge Sanz? en principio no la quisieron en ninguna televisión.

Consideraban que era demasiado arriesgada. De hecho, el primer episodio lo hice solo pensando en colgarlo en Internet porque Jorge ya estaba encaprichado, se había enamorado de la idea. Lo hicimos y alguien le habló a Canal Plus, mientras lo estaba montando, y quisieron verlo. A partir de ahí encargaron la serie y la única condición que pusieron fue que yo dirigiera todos los capítulos y yo dije que mi condición era que fueran solo seis. Al contrario de todo el mundo, que lo que quiere es estabilizarse en algo, a mí no me interesa la estabilidad en ese sentido. Prefiero dedicarme un tiempo y pasar a otra cosa. Pero mi idea, si la consigo hacer, sí que es un elemento novedoso. Me pidieron hacer una segunda temporada y yo les dije que en lugar de grabar apresuradamente doce episodios en el año siguiente, hiciéramos doce a lo largo de los cuarenta años siguientes, que incluyeran la degradación de Jorge y su propia vida. Podría ser divertido, que nuestro personaje siga envejeciendo, pero no artificialmente, no como en Cuéntame que se graban las temporadas seguidas, sino hacerlo ocasionalmente. Ya tengo una idea para grabar algo el año que viene con Jorge y me gustaría rodar un episodio como cada cinco años. Les pareció una idea fantástica, pero ellos mismos me dijeron: «¿Tú crees que seguirá existiendo Canal Plus?»

Pero empezaste en la televisión, eras director de El peor programa de la semana, que fue censurado.

Mi aventura en El peor programa de la semana fue maravillosa. Aceptar dirigirlo cambió mi vida, porque yo entonces vivía en Los Ángeles y tenía una propuesta para escribir algo de televisión allí, pero escribir con total libertad en ese programa fue una oferta que no podía rechazar. Compusimos un equipo de actores maravilloso, que entonces aún no eran tan conocidos como Santiago Segura, Pablo Carbonell, Jesús Bonilla, Ramón Barea o Álex Angulo, además de dos genios absolutos como Chus Lampreave y Luis Ciges, que cuando venían a rodar convertían el plató en una sucursal surrealista.

Fuimos felices, y más con Wyoming, que es el mejor colaborador con el que se puede soñar. Tan felices fuimos que todo tuvo que acabar, cuando los directivos de la tele pública, en aquel momento con carné del Partido Socialista, nos prohibieron hacer una entrevista a Quim Monzó. Lo vetaron, sencillamente, para proteger su cargo de cualquier polémica posible, ya que Quim había hecho unas burlas de la casa real algunos meses atrás en un programa de TV3, y para ellos era absurdo que invitáramos a un escritor desconocido en España. Pero a mí me gustaban mucho los cuentos de Quim, que ya leía desde tiempo atrás. Lo que mejor recuerdo fue la cara de Quim cuando le contamos que nos habían echado de la tele y, cenando juntos, presenció cómo el Reverendo, el pianista de Wyoming, nos insultaba a Wyoming y a mí por ser tan idiotas de renunciar al programa por negarnos a cambiar el invitado de la entrevista dos horas antes de que empezara.

Lo más duro fue aguantar las descalificaciones vertidas en la prensa, donde los directivos de la televisión me acusaban de que yo no era nadie, que solo era el hermano de Fernando Trueba, que no era más que un imbécil. Cosas con las que yo estaba totalmente de acuerdo, pero me importunaba que ellos lo afirmaran en la prensa tan solo para no confesar la sencilla verdad de que solo eran los típicos ejecutivos que querían salvar su culo y su poltrona ante cualquier polémica. Tuve la suerte de que tan solo unos meses después se estrenara Los peores años de nuestra vida, que fue una película escrita por mí, y tuvo mucho éxito.

De todo esto Wyoming era el que más tenía que perder, estaba metido en la compra de su casa y se quedaba sin sueldo y vetado en la televisión pública durante varios años. Yo estaba enamorado, era feliz y perder un trabajo me parecía una bendición del cielo. Me fui a mi casa y me puse a corregir una novela que tenía castigada en un cajón desde hacía dos años. Se titulaba Abierto toda la noche y fue la primera novela que publiqué, exactamente un año y medio después de que me echaran de la tele. Así que no esperes ningún rencor por mi parte hacia esos tres directivos. Curiosamente, luego uno de ellos fue superior de Wyoming en Telecinco y otra es una tertuliana de izquierdas en esas tertulias políticas de la tele… Yo, todo lo contrario, les guardo un agradecimiento absoluto por permitirme comportarme de manera honesta durante una decisión muy complicada y por empujarme fuera de la televisión.

El actor que en ¿Qué fue de Jorge Sanz?, Amadeo Gabarrón, interpreta a ese descojonante exvendedor de quesos metido a representante de artistas, en tu última película le has dado un pequeño papel de acosador sexual basado en tus propias experiencias en este terreno. ¿Qué te hicieron?

El contexto es sencillo, años ochenta, yo tenía entre catorce y dieciséis años, era un niño rubito, no voy a decir guapo porque sería imposible, pero más guapo que ahora, y que iba solo a ver películas subtituladas, a librerías a comprar libros. Tampoco es que fuera un intelectual, no tenía gafas en aquella época, pero sí que sufrí tres experiencias durillas y algunas más bien tontas, como un tío que nos metía mano en la filmoteca, pero que luego se convirtió en amigo nuestro.

No obstante, una vez en el metro me acosó un tío con la edad que tengo yo ahora, igual un poco más joven, que fue una experiencia muy desagradable. Yo siempre digo que entiendo a las mujeres por esto. El tío se me echó encima y empezó a intentar tocarme, pero yo me di cuenta rápidamente, porque otra cosa no pero sí era bastante despierto, y lo que no olvidaré es que llevaba el ABC doblado hecho un canuto, mi padre también lo llevaba a veces así, como es un periódico más pequeño. Pues lo tenía en la mano y con el periódico también me metía mano, como si fuera un mozo de San Fermín. Me cambié de vagón, le dio tiempo a pasarse y volvió a echarse sobre mí. Me bajé en la siguiente estación y salí a la calle, ahí me metí en un portal que conocía, y me dije: «Ahora hay que darlo todo, cuando entre en el portal me echo sobre él y le empiezo a dar de puñetazos». Y el tipo se asomó, vio que yo ya estaba tal, y se fue. Probablemente me hubiera hostiado él a mí, pero era un tío que curiosamente no tenía nada que ver con la idea que uno se haría de un individuo de esa clase, era… como nosotros ahora, un tipo que podría ser, yo qué sé, estudiante de la universidad, o profesor en una academia de Física…

Y otra vez me paró uno por la calle, con bigote y tal, me cogió en General Perón un sábado por la mañana. Me preguntó: «¿Oye tú eres Jaime?» Y yo: «No, no». —«¿Pero dónde vives?». —«En Estrecho» —«¿Cerca de la calle Federico Rubio?». —«Sí». -«Ves, tú sí eres Jaime». Y yo: «Que no, que no». Entonces me agarró del brazo y me dijo: «Bueno, pues si quieres, puedes venir a casa conmigo, porque yo a Jaime se la he chupado muchas veces…». Yo, con carorce años, me entraron ganas de echar a correr gritando: «¡¡Pero por qué, por qué las tías no me hacen caso y encima me pasa esto!!».

La historia de Juan Carrión, que ha inspirado Vivir es fácil con los ojos cerrados, apareció publicada en El País hace un par de años ¿Qué fue lo que te enganchó de ella? ¿Trataste con él? Has adaptado su peripecia a recuerdos biográficos tuyos.

Es una historia muy sencilla. Estamos muy acostumbrados al fenómeno fan, de querer tocar al famoso, hacerse una foto con él, y en este caso fue una cosa completamente contraria, era algo más relacionado con iluminarse. El concepto de sol, que lo he tenido muy presente en la película por Almería. La necesidad de tener algo en tu vida, en tu proyecto, en tu país, que te ilumine. En este caso, Juan Carrión era un profesor que utilizaba las canciones de los Beatles para que los alumnos aprendieran inglés. Y todo iba bien hasta que los Beatles sacaron Revolver, que fue cuando comienza su gran cambio, incluso sonoro, empieza a contener ideas muy psicodélicas, muy surrealistas, con un humor más alambicado que el que tenían algunas canciones anteriores. Él no se enteraba de qué decían. De modo que, según me contó, cuando se enteró de que John Lennon estaba en Almería rodando una película, decidió ir a verle con la intención de agradecerle sus canciones, que le servían para motivar a los chicos a la hora de enseñarles inglés, y para decirle que del álbum Revolver, que lo escucha en Radio Luxemburgo, se le escapan las letras, no podía pillarlas y que qué pasaba, que por qué los discos no incluían las letras impresas. Una cosa que me parece, vista desde hoy, enternecedora casi. Hay que tener en cuenta que el profesor tenía cuarenta y dos años y Lennon veinticinco. No estamos tampoco ante un joven que se acerca a un maestro maduro, sino más bien a un maestro en la plenitud o en la madurez, es un adulto que se acerca a una rareza como fueron los Beatles en ese momento, gente que antes de los treinta años ha hecho su mejor carrera.

Yo había leído una entrevista, un pequeño reportaje sobre el homenaje a los cuarenta años de la visita de Lennon a Almería y este hombre contaba esto. Lo subtitulaban como «El método Lennon» para aprender inglés. Parece que Lennon cuando se enteró de lo que hacía Juan se quedó muy intrigado y admirado. Diciendo: «¿En serio?» Hay que entender que Lennon era la anti-Academia, era un hombre que había sido un horroroso estudiante en su época y no esperaba pasar a ser parte nunca de todo eso. Luego le prometió ir a visitarle a Cartagena, donde daba clase, y nunca le visitó, pero sí que le envió todos los discos que fue sacando. Yo después escribí el guión mezclándolo con dos historias distintas, sin querer saber mucho del personaje, de ese profesor, lo mezclé con una historia familiar que había sido muy relevante en mi casa.

Mi madre siempre me contaba que cuando era un bebé recién nacido y me estaba dando el pecho —yo era el octavo de ocho—, uno de mis hermanos mayores, el segundo, se fue de casa tras una pelea con mi padre por no querer cortarse el pelo. Era un tío muy particular, atractivo, que le gustaba mucho la música en aquel momento, y se fue, estuvo tres días trabajando en el mar. Mi madre me contaba que mis primeros días de vida consistían en que ella me daba de mamar y lloraba pensando qué le estaría pasando a mi hermano, que todo era una tontería de enfado, que se iba a arreglar, y esas lágrimas caían sobre mí. Esa historia me encantaba y de mayor me ha seguido encantando. Yo he dejado de ser religioso, aunque mis padres lo eran, pero siempre he pensado que ese fue mi verdadero bautismo, y narrativo, por otra parte, porque está asociado a una historia.

De todas formas, sería injusto cebarnos sobre ese autoritarismo de los padres. Era un autoritarismo que en aquel momento, y muchos años después, tenían muchos profesores y todos los padres. No era raro que alguien por la calle si te veía hacer algo raro te diera un bofetón. A mí me han estado pegando en el colegio hasta los catorce o quince años y eran los años ochenta. Y mi padre, a mí ya no me dio porque le pilló muy cansado, era muy mayor cuando crecí yo, que así pude ver sus dos caras. Mis hermanos mayores vieron la cara más autoritaria, esas tonterías de la letra con sangre entra, y en cambio conmigo, como era mayor, solo recuerdo que me pegara una vez de una manera totalmente atrabiliaria, como ocurría todo, porque me estaba pegando con un hermano de mi edad, llegó del trabajo cansado, lo vio y se quitó el cinturón y nos pegó a los dos. Humillante, pero mucho menos que cuando nos pegaban en el colegio. Yo era un alumno normal, pero nos pegaban hostias y no sabías ni por qué. Gracias a eso desarrollabas un sentido de la injusticia. Y con mi padre sentí pena cuando me dio, como he sentido siempre pena por cualquier padre que haya pegado a su hijo en algún momento. Es como que algo se te ha ido de las manos, como cuando das un volantazo en la carretera. Ahí reconozco que he tenido suerte y nunca he tenido que hacerlo con mis hijos.

La chica también tiene un lejano origen familiar, de una prima mía. Me acuerdo hablando con Fernán Gómez, que comentamos cómo era el mundo de las chicas que querían dedicarse a ser actrices en los años cincuenta o sesenta. Fernando, que era un hombre que, como hemos dicho, no era de ese tipo de gente que intenta ser correcta, sobre todo a mayor gloria de sí mismos y de su imagen, dijo una cosa muy curiosa: «En general yo era muy atractivo para las chicas que querían pasar la noche fuera». Y añadía: «lo que la sociedad normal llamaría un poquillo putas». Era ese tipo de chica que tenía un problema familiar y social muy fuerte, y me parecía que completaba un recorrido que yo no quería que se quedara solo en la peripecia del profesor o de Lennon

David Trueba para Jot Down 4

Lennon cuando se encontró a Luis Carrión pasó un poco de él, ¿no? Le escribió las letras en veinte minutos, se cansó y se fue.

Creo que en ese momento atenderle veinte minutos, recibirle, y rellenarle con rotuladores de colores los cuadernos, cuidado, no sé cuántos lo harían hoy. Lennon estaba en un momento difícil de su vida, rodando una película que no le gustaba, no sabía qué quería hacer, quería separarse. Habría sido feo decir que no le hizo caso, creo que hizo lo que debía de hacer. Yo me pongo ahora en el perfil de hombre famoso que viene alguien a pedirte algo y creo que lo hizo muy bien. Si te imaginas lo que luego ha hecho Michael Jackson, o lo que hizo en esa época Elvis Presley o Bob Dylan a sus seguidores, creo que fue muy agradable. Así era Lennon, incluso trágicamente, que le firmó un autógrafo a la persona que le asesina pocas horas después. Lo que tiene gracia, y siempre me gustó, es que Lennon le dijo a Carrión cuando le vio: You are late! porque el que llegó tarde a la cita fue Juan, que se perdió por Almería. Lennon estaba esperándole jugando al fútbol en la playa, porque en Almería mucha gente no sabía quién era.

El aludido reportaje de El País contaba que algunos almerienses se santiguaban cuando pasaba el coche de Lennon por delante.

A su Rolls le llamaban el coche fúnebre. También hay otras leyendas. Atropelló a un tipo de Almería, que ahora es un cojo, y me dijeron que si quería conocerle, pero cuando me enteré de que dice que iba Yoko Ono en el coche, preferí no verme con él. A Yoko Ono, Lennon la conoció un año después de todo esto. Hay que tener mucho cuidado porque, además, también hay elementos esotéricos. En la biografía de la mujer de Lennon, dice que la casa estaba embrujada, que se cerraban puertas… En realidad la cosa fue mucho más sencilla de lo que parece.

Has rodado en Almería, que sirvió a Hollywood de localización durante años. Vi un documental hace poco que contaba que todo aquel negocio se perdió por culpa de la picaresca, decía textualmente que se había «matado a la gallina de los huevos de oro».

Almería fue el escenario del spaghetti western, con Claudia Cardinale, Lee Van Cleef, Elli Wallach o Clint Eastwood. Esta gente rodó allí en un momento en el que el wéstern estaba de capa caída en Estados Unidos, quedaba solo la televisión, Bonanza y cosas así, y los europeos rescataron el género, especialmente Sergio Leone. Recuerdo que un día hacía mucho viento y le pregunté a alguien de Almería: «¿Y los americanos qué hacían con este viento?». Y me trajo una foto de Sergio Leone escondido del viento como me ponía yo. Los americanos iban allí porque era barato, pero la leyenda negra dice que las mafias de los caciques fueron las que lo arruinaron todo. Si había un tipo que pedía caballos, al día siguiente le querían cobrar el triple por los caballos. Si uno tenía un papelito secundario, no quería ir el segundo día si no le pagaban más. Entonces claro, la gente no es idiota, hasta la gente del cine tiene una paciencia. Y Almería perdió, muy típico español, las oportunidades. Igual que con el turismo, teníamos un buen turismo y qué hicimos con él: exprimirlo, machacarlo, le juntas con lo peor, con la escoria social, lo humillas, le das la peor paella posible, el peor café con leche relaxing y encima quieres que sigan volviendo felices. ¿Les robas la cartera y quieres que este siga siendo su destino principal…?

Hay una escena en la película que me gustaría que explicases. Es cuando hay un enfrentamiento entre el profesor fan de los Beatles y un campesino ignorante que insultaba y pegaba a los jóvenes con pelo largo. El profesor en venganza le destroza los sembraos con el coche. Se supone que esa escena debería ser un alivio para el espectador, una satisfacción, al menos parece que está así planteada, pero a mí me da pena. Veo al campesino ignorante, que no tiene nada, supongo que no más que sus sembraos, y al profesor, que es culto, le gustan los Beatles, ha podido elegir en la vida porque tiene formación, y va y le destroza al otro todo su trabajo, que es de lo que come…

Es un acto de pura impotencia del profesor, que no ha sido capaz de hacerle razonar, entrar en su argumentación, en su modo de ser. La violencia es siempre un fracaso. En realidad esa escena es una expresión del fracaso. Hay una película que me gusta mucho, que es El hombre que mató a Liberty Valance, donde esos elementos están muy juntos siempre. En el sentido de que es una película que trata sobre cómo puede llegar la civilización a implantarse en el salvaje Oeste, pero la civilización luego es salvada por otro pistolero. Esto lo hablaba mucho Javier Cercas en Soldados de Salamina. Esa dicotomía es una perpetua frustración del ser humano.

Ahora yo sé que el mundo es muy cínico y ya no se plantea estas cuestiones, pero cuando llega Obama al poder y le dan el Premio Nobel, lo que le vienen a decir es que para nosotros era la esperanza de salir del reino de violencia que había significado George Bush, de enriquecer a las empresas de armamento para seguir alimentando esta violencia mundial que se desarrolla en todos los ámbitos. Y, de pronto todo el mundo empieza a decir que Obama va a ser otro fracaso si Siria hay que bombardearla, que si los drones… Al final, te das cuenta de que siempre es lo mismo. Mandela se va a morir en olor de multitudes y santidad, es el Gandhi contemporáneo, pero también, como Gandhi, durante años ha sido considerado un terrorista, y ha sido un hombre de cárcel y acción.

El que tiene grandes ideas siempre es un personaje frustrado y tiene rabia. Para mí eso está ahí, al final tú también tienes la rabia. Lo único bueno del profesor de mi película es que la ejerce en la soledad más absoluta, cuando está con los niños sigue siendo un profesor dialogante y tal. Porque lo que pasa es que él es más niño que los niños, que es algo muy habitual en los profesores. Hay un momento en que, justificando no haberse casado, dice que de tanto tratar con niños uno acaba por no entender el mundo de los adultos. Mi experiencia personal, y a lo mejor me equivoco, es que hay un punto siempre en el trato con jóvenes donde se aplica el código de los adolescentes, que es resolver todo rompiendo algo o enfadándote.

En las novelas me ha pasado muchas veces que lectores a los que les gustan mucho siempre encuentran alguna escena que los perturba. Y siempre les digo lo mismo, y no es por justificarme: «¿Cuántas veces en la vida una persona se perturba a sí misma, hace algo que él mismo cuestiona moralmente?». Eso me parece que es la sal de la ficción, tienes que mostrarlo. En lo que hemos fracasado es en aceptar los personajes heroicos, blancos y negros, que han venido de la tradición norteamericana, que no es la anglosajona, donde su cine y su literatura te exponen a esto constantemente. Los americanos, con esa especie de angelismo pionero han perjudicado mucho a la complejidad del ser humano. Cuando lo digo, a veces la gente se enfada porque parece una crítica a Spielberg, pero lo único que quiero decir es que abogo por la complejidad, porque cuando no defiendes la complejidad provocas una gran frustración a la gente, que dice: «¿Y yo? ¿yo no soy Harrison Ford?». ¡Claro que sí, en tu vida cotidiana eres un héroe! Cada vez que llevas a tus niños al colegio y pagas la factura de la luz inflada con la que te están estafando, eres un héroe. Porque además tú no tienes madera de héroe.

En ese sentido Saber perder, que es mi novela más experimental, la escribí para ver hasta dónde puedes doblar la madera de balsa sin que se rompa, que es esa madera que configura la lectura de los personajes por parte del lector. Hasta dónde aguanta él que tú estés diciendo: «Otra vez va a cometer otro acto impuro, innoble, y se va a esconder y va a mentir». Trato de conducir a la gente a no hacer juicios sobre las demás personas, sino a intentar entenderlas. Si no entendemos a los demás estamos fracasando en nuestra peripecia vital. La ficción es un elemento que no tiene ese valor social, pero que tiene un valor ejemplarizante, porque si soy capaz de sentarme a ver una película en la que un señor no hace el 100% de cosas que admito, sino un 75%, y lo sigo admirando, a lo mejor estoy haciendo un ejercicio de narración más interesante que si cuento que hay una madre muy buena persona que quiere alimentar a sus hijos, pero los malos le quitan siempre la comida de la boca. Bueno, pues yo no soy partícipe de esa película. Por eso me gusta que los personajes sean así, autoritarios, pero al mismo tiempo deficitarios, con carencias y lagunas emocionales. Al final los quieres porque uno es egoísta. A sí mismo y a sus familiares uno siempre los quiere con sus defectos, pero a los demás no. Ahí está la labor y la gran perversidad del ser humano. Es lo que dice la Biblia de no aceptar la paja en el ojo ajeno y sin embargo justificar la viga en el propio, o no verla, que es peor aún.

David Trueba para Jot Down 5

He visto que tus técnicos de sonido eran los de un genio, Alain Tanner.

Han trabajado con muchos. También mi ayudante, Anne Deluz, fue ayudante de Tanner y vive en Ginebra, son muy amigos. Me ha contado muchas cosas de su época gloriosa. De ese tipo de películas que hacía él, basadas en elementos muy sencillos, que ponen a los personajes en discusión moral, en disputa. Parecen películas hechas con muy pocos elementos pero que yo creo que fueron ejemplares, y que en mi formación en los años ochenta fueron fundamentales. Siempre recuerdo Messidor, En la ciudad blanca, Jonás… son películas que muchas no he llegado a entenderlas del todo, pero siempre me colocaban como espectador en un lugar… mi ayudante, esta suiza, vino a España con él a rodar El hombre que perdió su sombra, que grabaron precisamente en Almería, con Paco Rabal y Ángela Molina. Entonces ella se enamoró de un chico español y se quedó.

Messidor se la fusilaron un poco en Hollywood con Thema & Louise…

Sí, claro. Le han fusilado tantas. Y Wenders, y mucha gente ha mamado del cine de Tanner. Hasta vaciarlo, como ha pasado en los últimos años, que ya prácticamente es un director que tiene dificultades para rodar. Me gustan mucho también varios ensayos y libros que tiene que están muy bien. Se echa de menos gente que exprimía el cine no hasta donde puede llegar el efecto digital, sino hasta donde pueden llegar los elementos no narrativos, sino figurativos, evocativos…

¿Tienes estas charlas cinéfilas con tu amigo Guardiola? ¿A él qué le gusta?

Pep tiene un gusto bastante común. Me suelo fiar más de él que él de mí. En general, cuando le gusta una película o una novela, es que puede ser un éxito. Tiene esa cosa del buen lector y el buen espectador. Ahora no se puede decir convencional, porque hay gente que lo entiende como despectivo, pero lo digo en el buen sentido. Es bastante sentimental también, le gusta que le emocionen, que le toquen cosas. Teníamos la costumbre de ir a ver juntos el estreno de la última de Woody Allen el primer viernes, y luego pasábamos la tarde hablando y dándonos cuenta de lo grande que es, aunque fuese solo por una frase. La peor película de Woody Allen siempre tiene seis o siete cosas buenas, ya quisiéramos algunos estar a ese nivel.

En tu columna hiciste una reflexión sobre una película catalana, Fènix 11-23, acerca de un chico acusado de terrorismo por enviar unos e-mail exigiendo el uso del catalán en un supermercado. Cuando en el film el chaval llega Madrid, dices que aparece por Colón, donde se topa con la bandera enorme que hay en la plaza del Descubrimiento, y deslizas que si lo hubiera hecho por la glorieta de San Vicente, en Príncipe Pío, se hubiera encontrado con una bandera de la Unión Europea. Y sentencias: «La mejor España no encuentra ventana por la que asomarse y tender la mano». Tú eres de Estrecho y hablas catalán. Explícanos el porqué y tu punto de vista sobre estos problemas.

Antes de que nacieran mis hijos, al ser su madre catalana, consideré que sería fundamental, y más viviendo en Madrid, que conocieran lo mejor posible la lengua de su padre y la de su madre. Así que traté de familiarizarme yo mismo con ella, empecé a leer en catalán y traté de conocer algo de su gramática. El placer fue mayúsculo, porque no solo es una lengua con inmensos escritores, sino que por razones de trabajo tengo que hacer demasiadas entrevistas cuando ando de promoción de películas o novelas, así que encontré una manera de que fueran excitantes y divertidas: hacerlas en catalán cuando son para medios de allí. Esto a veces me limita y a veces me convierte en un inepto que destroza el diccionario, por lo que pido disculpas a todos los catalanes que me han sufrido en alguna radio, pero creo que también contribuye a apuntar en una dirección poco habitual en nuestro país, la de la gente que no se siente amenazada cuando escucha otro idioma, ni se siente insultada por unos o por otros, por más demencial que sea el debate. De esta manera, los de Estrecho llegan a hablar catalán sin demasiados traumas, lo cual creo que ayuda a no creerse esa imagen de que los españoles andan odiando a Cataluña desde que se levantan hasta que se acuestan y que tanto ayuda en la batallita política.

Recuerdo una vez que me pararon en la calle Hermosilla unas señoras enviadas por Esperanza Aguirre a pedir firmas contra Cataluña cuando se debatía el famoso Estatut. Al negarme a firmar, me preguntaron si era catalán y les contesté que era de Estrecho, pero que me encontraba en algunos barrios de Barcelona mucho más en casa que en algunos barrios de Madrid. Sus miradas de desprecio me confirmaron que estaba en la buena línea de conducta. Hablar catalán siendo de Estrecho no es más que un accidente, pero me sorprende que no suceda más a menudo. Considero que España ha descuidado el estudio de sus lenguas propias y no es natural que un chico de Cáceres o Madrid termine sus estudios sin tener una mínima familiaridad con las lenguas que considera propias de su nación. Esto, además, sucede en un país lleno de patriotas. Del mismo modo, también me parece lamentable que algunos catalanes no quieran beneficiar a sus hijos con un bilingüismo natural, nacido del contacto frecuente con el castellano.

Por otro lado, también te has quejado de la decadencia de Madrid. Crees que ha perdido el brillo porque, según has escrito, está arruinada y cada vez cierra más locales emblemáticos.

En cuanto al estado de Madrid, creo que sobran las explicaciones. La deuda es infernal y ha arruinado cualquier iniciativa social o cultural para las próximas décadas. A medida que baja el poder adquisitivo de la gente, han subido los impuestos locales, desde la basura al IBI, pero a cambio los servicios son penosos y la suciedad es degradante, con plazas tomadas por la pobreza y el desamparo, donde el olor a orín identifica que estás en el centro histórico de tu ciudad. Si ponemos como ejemplo la plaza de España, centro neurálgico de la ciudad, encontraremos un edificio ocupado para fiestas ilegales, el edificio España, corrupto por dentro y por fuera, destrozado y sin proyecto real, a merced de bandadas de pequeños delincuentes y que solo transmite una sensación de quiebra y abandono. Da lástima ver cómo la ciudad ha perdido turistas y que su imagen mundial, en otro tiempo apreciada y deseada, es ahora inexistente salvo por el Museo del Prado. Para salvarnos solo se les ha ocurrido conceder licencia de terraza a cada bar, privatizando las aceras y plazas. Y luego está el cierre del Renoir Cuatro Caminos. La desaparición de los murales de Alberto Corazón. La privatización de los teatros, que le quiten el nombre de Fernán Gómez al suyo…

No sé, me da pena porque amo esta ciudad, y sé que sus ciudadanos son capaces de brillar en las condiciones más penosas. De Madrid siempre me ha gustado que no es una ciudad presumida ni cursi, la gente de aquí no dice esas tonterías de qué ciudad tan bonita ni qué orgulloso estoy de ser de aquí. Sabe que nacer en un sitio es un accidente y que sacar de ello una condición es lamentable. Lo único que nos gusta es el cielo de la ciudad. En Madrid nos gusta tanto el cielo porque no lo alcanzan los concejales de urbanismo. Y si se convierte en realidad esa penosa apuesta de Eurovegas, habrá razones de peso para largarse a otro sitio menos corrupto. Por ahora sigo amando el caos de Madrid, su improvisación, su noche y su gente abierta. Soy de barrio, me gusta el barrio y la Puerta del Sol nunca la he considerado mía. Pero como detalle sobre valores culturales y valores financieros, creo que es bueno recordar que la mayor riqueza de Madrid es albergar en su corazón el Museo del Prado y no su torres de financieros locos, todas degradadas más tarde o más temprano, tras pasar por ellas la rapiña del pelotazo.

David Trueba para Jot Down 6

Fotografía: Guadalupe de la Vallina

Tote: «Raúl, estando en la cantera, nos dijo que estaba cagado porque pensaba que lo echaban»

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En el último Trofeo Santiago Bernabeu el canterano Jesé marcó dos goles el día en que Raúl, el jugador más importante salido de la cantera madrileña en los últimos años, volvió a la que fue su casa. Recientemente, otro canterano, Morata, salvó a Ancelotti contra el Levante con un tanto en los últimos minutos. Contra el FC Barcelona, Jesé marcó el único tanto madridista, después de que figuras como Cristiano Ronaldo o Khedira no fueran capaces de superar a Valdés; mientras que Morata tuvo que ver el partido desde la grada. Ahora que ambos están de relevancia queríamos hablar con un canterano que estuviese de vuelta de todo para entender qué es lo que están viviendo y tienen por delante.

Tote tuvo una carrera con altibajos. Tuvo sus oportunidades en el Madrid, pero no le quedó otra que hacer las maletas y recorrer la piel de toro. Conoció la sensación de ser «The next big thing» y la de tratar de enmendar su carrera en segunda. Lo que cuenta demuestra algo que ya sabemos o intuimos pero que no se repite a cámara superlenta y llena portadas. En el fútbol, como en cualquier otro trabajo, no vale solo con ser bueno, también hay que caerle bien al jefe o al amigo del jefe, y viceversa. Además de, sobre todo, tener suerte. Mucha suerte. Y este, el del balón, es un mundo donde no sobran vanidades, ambiciones, amigos de lo ajeno y orgullos ridículos. De todo esto queremos hablar con Tote. Su defensa de que el fútbol debe pertenecer a los futbolistas no deja de tener interesantes extrapolaciones.

Él, desde que ha dejado el fútbol en activo no para. No ha podido dedicarse al dolce far niente ni un minuto. Está volcado con la tienda de Antony Morato que saca adelante su pareja y con los veteranos del Real Madrid. Esta entrevista, de hecho, tuvo que retrasarse un mes desde que fue ideada porque estuvo de gira por China con ellos. Quiere que nos veamos en el restaurante vasco Gaztemanu. Dice que es uno de los puntos imprescindibles de la geografía del fútbol madrileño. Algunos jugadores van a comer ahí desde que empiezan hasta que se retiran. Illarramendi ya es un fijo. Además, Manu, el dueño del local, no se quiere perder una tertulia balompédica. Se unió Alfonso, amigo del futbolista, y este fue el resultado.

Comentabas hace unos minutos cuánto te gusta Madrid.

Tengo madriditis. Sé que culturalmente es malo, porque no se puede ser tan limitado, pero soy muy de Madrid. Me parece que es la ciudad perfecta. Nací en Aluche, un barrio al lado de la Casa de Campo, que es un barrio humilde, pero fui muy feliz, para mí es como si fuera de lujo. Tuve grandes amigos, una infancia muy buena. Así que me considero un privilegiado. Vengo de una familia normal, en Aluche no podía andar por la calle a partir de cierta hora, pero nunca me ha faltado de nada.

¿Cómo empezó el fútbol en tu vida?

En un equipo de mi barrio, el San Bruno, lo había fundado mi padre con unos amigos. Luego se juntó con un club más importante y conocido, que tenía equipo en Tercera, y pasó a ser Los Yébenes-San Bruno. Entré en Benjamines y jugué unos años hasta que, como compartíamos campo con el Atlético de Madrid, me vio José María Ollas y me fichó para los alevines. Él me metió en el fútbol. Mi padre nunca se dedicó a esto ni nadie de mi alrededor. De hecho, no seguí el fútbol por televisión hasta la etapa de Luis Aragonés con Schuster, Futre y Manolo. Mis primeros recuerdos son la final de Copa contra el Madrid en el Bernabéu, la del 0 a 2. En aquella época mi ídolo era Futre. Iba con un pase todos los domingos al Calderón y fue el jugador que más me marcó por su personalidad, porque era un ganador, me maravilló. Aunque antes no era como ahora que puedes ver cualquier partido y seguir a cualquier jugador juegue donde juegue. Yo me centraba en el Atlético de Madrid. Y lo que más me duele, lo que me mata, es no tener recuerdos de ver a Maradona. No le vi en su plenitud. Ahora, con más edad y más perspectiva, pienso que fue un jugador inalcanzable.

¿Qué tal tus primeros pasos en la cantera?

Para un niño era espectacular pasar del equipo del barrio al Atlético de Madrid. Fue un salto muy grande. Entrenábamos en el Cotorruelo. Nos daban botas, las Puma de Lobo Carrasco. ¿Sabes lo que era tener tus botas propias en tu cajita para un niño de doce o trece años? Y no recuerdo nada en especial, aparte de que ganamos la Liga, solo que me hice muy del Atlético de Madrid. Fíjate que en el Real Madrid he estado diez años en la cantera y dos en el primer equipo, pero ir al Calderón me marcó para siempre. Mis sentimientos nunca han cambiado. De hecho, cada vez soy más del Atlético.

Por ahí andaba un tal Raúl.

Raúl jugaba en el Infantil A y yo en el Infantil B. También estaba Cubillo, Miguel Santaelena y muchos más que desgraciadamente no han llegado. No tuve una relación de amistad con Raúl. Nada más allá de entrar juntos al Cotorruelo cuando la gente de San Cristóbal de Los Ángeles venía en el metro y nos encontrábamos. Éramos unos críos, él un año mayor que yo. Y su fútbol solo lo veía cuando jugaba antes que mi equipo o después, pero con esa edad no te fijas en si alguien destaca. No decías que nadie era un fenómeno. Lo único que el equipo donde jugaba él, que lo entrenaba De Paula, el que dijeron que lo descubrió, hizo récord de goles. Pero en general nosotros jugábamos y no teníamos más pensamiento que terminar, comernos un bocadillo e irnos a casa. Era puro disfrute.

Hasta que Jesús Gil fulmina esas categorías de la cantera.

No sé por qué lo hizo. Era un gasto mínimo comparado con el fichaje de un jugador. Se cargó todo de Cadete para abajo. Dejó los tres juveniles y el Atlético de Madrid B. Una pena muy grande, yo no me quería mover de ahí. Nos dijeron que fue por presupuesto, pero tenía que ser mentira porque la cantera no cuesta un duro. Me molestó bastante. No obstante, pronto me llamó una persona, Paco de Gracia, a decirme que el Madrid me quería. Me fui con Raúl, el hermano de Alfredo Santaelena, Baena, un lateral izquierdo,y Javier Rey, que era de los mejores amigos de Raúl. Creo que éramos cinco los elegidos.

El Real Madrid, desde el primer día, fue un shock. Si en el Atlético te ibas a hacer una prueba y había cuarenta niños, en el Madrid había quinientos. Era una selva. Pensabas que no te quedabas ahí ni de coña. Si en la prueba llegaba uno mejor que yo me iba fuera, no se casan con nadie. 

Y la putada fue que el día antes de mi prueba en el Madrid, un amigo me hizo una zancadilla jugando al fútbol-sala, que era algo que yo compaginaba, cuando acababa un partido me vestía y me iba a jugar otro. Me caí, me di con un bordillo y me rompí un trozo de rótula. Al día siguiente tenía la rodilla hinchada como un melón. Y aquí es donde yo tengo tanto que agradecerle a Vicente del Bosque, que llegó y me dijo que el Real Madrid asumía mi lesión y me fichaba igual. Fueron ocho o nueve meses de baja. Me dijo: «me da igual la lesión, te vamos a curar, te vas a recuperar y luego veremos». Por eso le tengo tanto cariño. Fue un fenómeno conmigo.

¿Qué recuerdo tienes de Del Bosque como responsable de la cantera del Madrid?

Vicente del Bosque entraba a las nueve de la mañana a la Ciudad Deportiva del Real Madrid y se iba a las diez de la noche. ¡Todos los días de la semana! Él no veía vídeos, veía todos los partidos en directo. Por ejemplo, estaba en la Ciudad Deportiva, cogía un coche y se iba a ver un partido. Volvía, cogía otra vez el coche y se iba a ver un partido a las cuatro de la tarde a Alcalá de Henares. Otra vez volvía y otra vez cogía el coche para irse a San Fernando porque jugaba un benjamín a las ocho de la tarde. Así estaba de lunes a domingo. Del Bosque podrá tener sus defectos, como todos, pero que digan que no es madridista me parece una auténtica vergüenza. Se desvivió por el Madrid. Tienes una conversación privada con él y flipas. Te cuenta cosas de gente que no te acuerdas, luego llegas a casa y dices: «¡coño! Es verdad, el pibe este que jugaba en tal sitio».

El caso es que me pusieron al doctor Herrador, me recuperé muy bien, jugué y me quedé. Vicente me dijo que no tenía prisa conmigo. Y otra cosa que luego cumplió, demostrándome que era un hombre de palabra, me dijo: «Vas a jugar en todos los equipos de la cantera del Madrid hasta llegar al primero. No te voy a pasar del Cadete A al Juvenil A, no lo voy a hacer nunca». Y así fue. No sé por qué quiso tener tanta paciencia conmigo, pero lo hice todo por orden: «Cadete A, Cadete B, Juvenil C, Juvenil B, Juvenil A, Madrid C, Madrid B y primer equipo». No me mintió nunca.

Muchos se estropean por dar un salto más grande de la cuenta en la cantera.

Tenía un compañero que recuerdo que sí, que le pasaron del Cadete al Juvenil, que se saltó dos equipos y murió ahí deportivamente. Luego jugó en equipos de Madrid en Tercera, pero no llegó ni al Real Madrid B. A mí, en cualquier caso, me jodía que mis compañeros saltasen al Juvenil B y yo, con Sestelo y Tena, nos fuéramos al C. Un día reventé. Porque cuando eres pequeño te crees que eres muy bueno y fui y le dije a Del Bosque, que estaba reunido con los demás entrenadores, que yo no firmaba. Me cogió y me dijo: «piénsalo, vas a ir al C, no al B, pero es lo mejor para ti, te lo digo yo, así que piénsalo». Le hice caso, aunque se quedó loco con que un niño le saltara así. Siempre me trató con respeto y con la verdad por delante. Para mí eso es suficiente, luego al final el que juegas eres tú y si lo haces mal, pues es que no vales.

Recuerdo que hace un par de años jugué en Santander con el Racing. Del Bosque estaba allí y se encontró con mis padres. Fue muy cariñoso con ellos, y no tenía por qué, venía de ser campeón del mundo, pero lo fue. Si te preguntan qué es el Madrid, es eso. Ese trato personal. Algo que no se puede perder y lo está haciendo. El club ha sido nombrado el mejor del siglo XX, no hace falta que tenga necesidad desesperada de ganar títulos. Ya ha sido el más grande. Pero el trato humano siempre ha sido espectacular y tiene que seguir siéndolo. Hoy por hoy no veo que lo sea, no reconozco a ese gran club en el que me formé.

Lo bonito de estar en la cantera de un club como el Madrid es que un día te pasa, como nos ocurrió, que apareció Maradona. Estaba comiendo en De María, le apetecía pegar unos tiros a puerta y se vino a la Ciudad Deportiva. Cogió a Tello, que era el portero de mi equipo, el Juvenil B, y le estuvo tirando toda la tarde. Todos nos pusimos en la grada a verlo. Luego se hizo fotos con él. Y, tronco, tenía a uno que le limpiaba el sudor. Un pavo que iba con una toalla detrás quitándole el sudor de la frente. Pero qué talento tenía, madre mía de mi vida…

Tote para Jot Down 1

Raúl en la cantera fue disparado hacia arriba.

Bueno. Cuidado. Yo le escuché a Raúl una frase, se la dijo a nuestro amigo común Javier Rey, yo estaba delante. Cuando se acababa la temporada, la gente iba cagada porque te decían qué iba a pasar al año siguiente. Eran unos nervios horrorosos, como ir a los exámenes. Los padres lo pasaban fatal también, todos. Te decían que o continuabas o que te ibas. Y en una de estas, en la Ciudad Deportiva de la Castellana, Raúl estaba de Sub 19 y nosotros en el Juvenil B, Javi le preguntó qué tal y contestó: «Estoy “cagao”, creo que me echan». No sé por qué lo diría. Lo sentiría. Así que Raúl, estando en la cantera, nos dijo que estaba cagado porque pensaba que lo echaban. Hasta que llega Valdano él pasa una etapa confusa. Luego Ángel Cappa empezó a montar un entrenamiento todos los jueves con una selección de canteranos [Era una costumbre que Ángel Cappa y Ángel Félix ya habían puesto en marcha en Boca Juniors cuando estuvieron con Menotti y de ahí en una temporada salieron jugadores como Diego Latorre, Walter Pico o Soñora, N.d.r] y así descubrieron a Raúl, a Guti, a Álvaro, a García Calvo, a Rivera. No sé si se volvió a hacer después de Valdano. También me contaron, aunque no sé si será verdad, que Raúl quiso volver al Atlético cuando no estaba bien en la cantera y Miguel Ángel Gil le dijo: «el que se ha ido, no vuelve». Pero esto me lo contaron. Yo no lo sé.

¿Cómo diste el salto?

Era más pequeño que Raúl y todos esos. Con el primero con el que entrené fue con Capello. Luego me iba a ir de vacaciones en verano a Gijón con unos amigos, habíamos alquilado una casa y me llamaron para decirme que Camacho quería que hiciera la pretemporada con el primer equipo. Camacho se fue porque algo quería y no se lo dieron, y vino Hiddink, pero me quedé igualmente.

Para mí aquello fue increíble. Pasar de ver por televisión a esos jugadores, que acababan de ser campeones de Europa en Amsterdam, a la convivencia. No fue el día más feliz de mi vida, pero fue muy bonito. Estaban los grandes, Roberto Carlos, Suker, Redondo… Aunque el trato era, no sé, no era distante, pero por ser joven no iban a estar dándome todo el rato abrazos en la oreja, no sé si me entiendes. En esto del fútbol hay algo de lo que la gente no se da cuenta: cada uno tiene su estatus y defiende su puesto. No hay más historia. Tú llegas de fuera, de la cantera en mi caso, eres un competidor y ellos van a lo suyo. Cosa que me parece bien. En el comedor si había un sitio me decían que me sentara, pero en el campo iban a lo suyo. 

Y me di cuenta fue de que no estaba preparado para luchar con ellos. No estaba preparado mentalmente. Para ser jugador del Real Madrid no hace falta solo jugar bien, hay que tener mucha personalidad y muy desarrollada. Hay que ser un ganador y yo no tenía esa madurez. Raúl en esto tenía la cabeza mejor que todos los demás. Era ganador, atrevido, no se amedrentaba con nadie, a nadie le miraba desde abajo pensando que era más que él. Así lo logró, ahí está su mérito. Yo no estaba preparado, me faltaban muchas horas de rodaje. Sin embargo, tienes todo esto y luego tienes a Guti, que en un partido de la cantera le sacaron, se regateó a cinco y a puerta vacía chutó fuera a propósito para ir y decirle al entrenador «ahora, la próxima vez no me saques» (risas).

Yo es que era un chico apegado a la familia. Nunca había tenido un solo problema. Siempre tuve todo lo que quise, nunca tuve que buscarme la vida. No es lo mismo uno que ha pasado hambre que uno que ha crecido en la comodidad. A él se le ha agudizado más el ingenio. A estos tíos que llegan a España se les nota la comodidad que no han tenido. Si desde pequeño no necesitas nada, te compran las zapatillas que quieres, vas a un colegio de puta madre, nunca te falta dinero en el bolsillo, pues te crea una sensación de confort que es lógico —yo no lo critico— que en el mundo del fútbol, con toda la presión que hay, no venga nada bien. Un tío que ha pasado hambre quiere conseguir algo que no tiene, yo ciertas cosas ya las tenía.

No te voy a decir que de gente que esté acomodada y sus padres les hayan dado todo no va a salir jugadores con una gran ambición. Los hay, pero lo lógico es que esos que han pasado carencias de niños tengan algo más que tú no tienes. Eso me ha pasado a mí. Nunca he tenido esas ganas, esa necesidad. Nunca me he encontrado en una situación en la que tenía que hacer algo o si no me iba a morir de hambre. Jugara bien o mal, siempre tenía a mis padres, sin ser millonario tenía mis necesidades cubiertas, y otros jugadores no. Han tenido que jugar bien para conseguir cosas en la vida. Cuando estás en una carrera tan competitiva esa diferencia se nota mucho. Para mí cada partido no era un examen. Yo iba a… ¡olé! A disfrutar.

Mira a Eto’o, que llegó a Madrid en chanclas y bermudas, con una camiseta de tirantes, no sabía ni dónde aterrizaba ni qué temperatura hacía. Nunca creí que fuera a llegar donde llegó, sí que le veía que iba a ser un buen jugador, le veía condiciones, pero no pensé que fuese a serlo de todo un Barcelona y todo un Inter. O Congo, que vino de Colombia con un sueño y lo cumplió. Este en cambio era feliz con cualquier cosa. Nunca pensó en su vida que debutaría con el Real Madrid y lo logró, por eso siempre ha sido muy feliz. Y cómo bailaba salsa el hijoputa. El caso es que todos estos iban que si una jugada no les salía, se morían. Me di cuenta claramente en su momento de todo esto y, ahora, con la madurez y la experiencia que tengo, lo sigo viendo más o menos igual.

Aquí hay padres que exigen mucho a sus hijos.

A mí no. Siempre tuve una sonrisa esperándome en casa. Si a mi madre le digo que dejo el fútbol con veinte años me hubiera dicho «pues vale». Siempre me ha respetado. Porque al final eres una persona, coño. Ahora veo a los niños jugar al fútbol y cómo les gritan sus padres… cómo les hablan… a ellos y al entrenador, que también van a decirle barbaridades… La vida no es eso. Si el fútbol no puede ser, puedes ser un gran médico, un ingeniero, montar un negocio. Que toda tu vida gire en relación a una sola cosa no va conmigo.

Obviamente, me jodía jugar mal. Pero nunca he tenido esa necesidad ni me he impuesto esa presión. Cuando leo entrevistas me hacen gracia los futbolistas que dicen «sueño con ser el mejor jugador del mundo». Y digo ¡qué hijo de puta! ¡Qué confianza! Yo no he soñado eso en la vida. «Sueño con ser el mejor del mundo, sueño con ser Bota de oro». Pues qué hijos de puta. Yo soñaba con debutar en Primera División, punto. Lo hice un día y dije: «Señor, he cumplido mi sueño, gracias». Y no está nada mal cumplir el sueño de tu vida, eh. Quería jugar un minuto en Primera División y jugué veinticinco en San Sebastián. Y ahora mi sueño es tener un hijo. Porque mi meta en la vida es disfrutar. 

[Interviene Alfonso] Pues tendrías que ver al hijo de Fernando Redondo. Estuve jugando al pádel con ellos dos, en plan rey de la pista. Entonces Redondo ganó a su hijo, que tenía doce o trece años, era un crío. Y cuando entro yo en la pista, me crucé con el hijo que se salía y veo que está disimulando, como recogiendo las pelotas, y lo que estaba es llorando. Cuando vio que le descubrí que lloraba me dijo: «por favor, por favor, no le digas a mi padre que estoy llorando». Fíjate, de la rabia que tenía de no haber podido ganar a su padre, estaba hundido, llorando. Eso es un gen competitivo.

[Manu:] Esos son los argentinos. Son así. Di Stefano me contó que su padre tenía campos de patatas. Y si los obreros recogían veinte sacos al día, él tenía que recoger treinta. Ellos cobrando y él gratis. Y me parece bien porque en la vida hay que exigir. Yo empecé en la cocina fregando platos con doce años. Ahora tengo lo máximo que se puede tener en este negocio, que es mi restaurante. Pero sin exigencia no hay nada. Hay que luchar a tope. Estar en vilo. Mira Simeone el nivel de exigencia que ha puesto en el Atlético de Madrid. Les tiene motivados a tope en todas las categorías. Y no se quejan, le quieren todos. A sus hijos, si pueden dar el 80% les exige el 130 para que den el 100.

[Tote:] Pues no. No tiene por qué ser así. En el Bernabéu recuerdo hace años ir el Atlético y el que estaba ahí dándolo todo fue Kiko, y su personalidad no era así. Pero con todo el estadio cantando «Ese gaditano es un gitano». Kiko las pedía todas para él. Le expulsaron, además. Y mientras, Simeone por ahí, discretito. Aunque como entrenador el Cholo me parece muy bueno, es cierto, igual que Paco

[Manu:] Paco es el mejor de España. Mira, ayer estuvo aquí. Vino a cenar toda la plantilla del Rayo. Le puse a presidir la mesa y me dijo que no, que quería estar con Michel y con Miñambres, en el meollo, que él no presidía nada.

[Alfonso:] A Paco tienes que verle cómo grita en un entrenamiento, la brasa que les da, pero luego tiene una imaginación para plantear los ejercicios con el balón… Es como un sargento chusquero con el romanticismo de Cruyff. A mí me ha hecho volver a creer en la figura de los entrenadores.

[Tote:] En esto de los padres, ojalá yo hubiera salido al mío. Tiene un afán ganador, siempre quiere ser el número uno. Era un autodidacta de cojones, en todo. Siempre digo: ay si yo hubiera tenido el carácter de mi padre. ¿Y sabes qué? Lo que me jode es que no lo he tenido nunca y lo estoy sacando ahora. Ahora juego con la hija de mi mujer y no me gusta perder. Me tienen que decir: «Jorge, por favor, que tiene ocho años». Mira que me jode. Cuando jugaba en Primera salía a divertirme y ahora con una niña de ocho años estoy compitiendo como un cabrón. Fíjate lo que es el ser humano.

Debutas con Toshack.

Jugamos un partido el primer equipo contra el filial. Hice tres goles y jugadas muy buenas así que me subió para entrenar con el primer equipo y terminé debutando. Es curioso porque venía de tener un problema con mi entrenador en Segunda B porque no me sacaba de titular. Yo era muy rebelde y me cabreé y él decidió apartarme varias semanas. Pero surgió ese partido, me dieron unos minutos excepcionalmente y la partí. Fíjate lo que es el fútbol y lo que es la vida. Cómo cambió todo en un segundo. A algunos el tren nunca les aparece y a otros les aparece cuarenta veces. Hubo compañeros míos que estaban jugando, pero el que subió fui yo que estaba apartado del equipo. Ya nunca me bajé del tren. Mi carrera siguió.

Sin embargo, no tengo buen recuerdo de Toshack. En el fútbol se suele recordar con cariño al tipo que te ha hecho debutar. Me duele no tener un buen recuerdo de este hombre. No me gusta como persona, no creo en él. Me parece un tipo, no sé, alocado. Sobre todo no me gustó como trató a Albano Bizarri, una persona a la que yo quiero mucho. En un partido, creo que fue en Vallecas, donde Albano no sé si estuvo bien o mal,  Toshack le faltó al respeto. Para mí, desde ese día está muerto.

Lo más gracioso de subir al primer equipo fue que Redondo pidió que me pusieran en la habitación con él. Karanka me dijo que el argentino siempre se acostaba a las diez y que mucho cuidado con tocar su toalla. Y Fernando, siguiéndole el rollo, cerró toda la habitación a las diez. A una hora a la que yo me levantaba para salir de marcha con la edad que tenía. Pero con Redondo me fui a la cama tan acojonado a las diez que hasta tenía sueño del puro miedo. Me quedé dormido, claro.

[Alfonso] Es que infunde ese respeto. Yo fui al Mundial de Alemania con Redondo. Estábamos en el aeropuerto en la cola antes de embarcar y apareció Maradona por detrás y nos saludó. Si ves cómo Diego le dio la mano, con una humildad… Pero bueno, la mejor anécdota sobre eso es la de Casillas, que en uno de los primeros partidos que jugaron juntos, Iker se puso a colocarle en la barrera y le decía «Señor Redondo, señor Redondo, a la derecha» (risas) y Fernando flipando, claro (risas).

Tote para Jot Down 2

Te vas al Benfica cedido.

Era un club muy grande, me trataron muy bien en la ciudad. También los compañeros. El primer día que llegué me recibió Joao Pinto en el coche y me llevó a comer a Caparica, a un sitio que se llamaba O Barbas, de un menda que era mucho del Benfica. Allí me dijeron que para cualquier cosa que necesitara, ahí estaban ellos. Muy buena gente. Cadete, Porfirio, Robaina, Nuno Gomes, que le llamaban el Príncipe por lo guapete que era, Chano el del Tenerife…

Jugábamos UEFA, pero yo no había demostrado nada, solo había echado un cuarto de hora en el Madrid y me fui a uno de los equipos más grandes de Europa. Un histórico. La experiencia me encantó, pero di con un tipo como Jupp heynkens del que también tengo muy mal recuerdo. Me parece muy mala persona. Un cobarde, no fue de frente. Vino del Madrid de ganar la Copa de Europa como si la hubiera ganado él solo. Me hacen mucha gracia esos entrenadores. Vino como demostrando que ahí llegaba un campeón de Europa. Echó a Joao Pinto, que se fue a la Florentina, y era un ídolo en Portugal. De la camada de Couto, Vitor Baía y Figo, era muy respetado y campeón del mundo en juveniles. Se portó muy mal con él, fue un cobarde. También tuvo problemas con Nuno Gomes. Y con Maniche, que lo apartó y lo fichó el Oporto con Mourinho.

Mi problema allí fue que a un chico de barrio que está con su familia, con sus amigos, le sacas de eso y lo pasa mal. A no ser que tengas las cosas muy claras y no, ese no era mi caso. Encima Heynckes me jodió la ilusión. Te imponía hasta los tacos que tenías que ponerte en una bota. ¿Tú te crees me vas a decir a mí con cuántos tacos tengo que jugar? Era un alemán de estos raros. Además no quedó bien con nadie. Hablamos de la suerte, he tenido mucha en mi vida, pero en momentos puntuales he dado con tipos como este que, cuando mejor estaba, me han cortado.

De esa plantilla recuerdo con mucho cariño a Okunowo, que era mi compañero de habitación. Era encantador. Cada segundo lo vivía al máximo. Siempre tenía los ojos muy abiertos, había venido con hambre, y desgraciadamente, sin mucha cultura, sin saber tampoco mucho lo que era el fútbol. Hablaba castellano un poquito, porque había estado en el Barça, y me contaba cómo le engañaban. Me venía siempre con una hoja donde hacía números y nunca le salían. Le quitaban dinero. No sé exactamente quién, si un representante o algo de eso, pero le estaban estafando. Nunca le cuadraban las cifras al pobre. Me daba pena. La mujer y los hijos estaban en su país y no podía traerlos. El tío era muy normal y muy cariñoso, pero estaba muy hecho, la vida le hizo ser muy maduro. No lloraba por estar solo, no se preocupaba por las tonterías, siempre iba para delante. Tenía muy claro dónde podía llegar y lo que podía conseguir. No le preocupaba estar en Europa ocho o seis años sin ver a sus hijos porque sabía que trabajaba para ellos, era otra mentalidad. Mentalidad de fuerte.

¿Y Enke?

Me sorprendió mucho que se suicidara. Me llevé un palo… No era con los que más relación tuve porque era muy tímido, muy de estar con su mujer, no era muy sociable. Pero del trato de hablar con él, recuerdo que era muy amable. No sé, me caía bien y nunca me dio la impresión de ser capaz de hacer eso. Por eso nunca sabes cómo es la gente, nunca terminas de conocer a las personas.

Os dio un buen repaso el Celta.

Ese Celta era una maravilla. Nos dieron un baño bien dado. No veas cómo eran los rusos, Mostovoi y Karpin, qué carácter. Es que aunque fueran ganando te seguían insultando, seguían cabreados. Son muy suyos. Yo les decía: «tronco, ya, si vas ganando…» Hacían un partidazo y estaban como amargados. Qué gente más rara. Makelele, en cambio, te sonreía, te venía a dar la mano, pero estos no. Me sorprendió. Y no fue cosa de ese día, luego he jugado más veces contra ellos en Primera y siempre han sido iguales. Aquel repaso fue exclusivamente mérito suyo, en Vigo estaban llenos de talento. Revivo, Makelele, Mazinho, Gustavo López, menudo equipazo. Celades. El delantero Turdó, que medía casi dos metros y nos metió dos goles. Para mí es el mejor Celta de la historia, lo que hizo lo hizo por algo.

Mi problema derivado de este partido fue que me llamó José María García para preguntarme qué me había parecido y, te soy sincero, lo que dije no fue para cagarle a Heynckes, si lo dije fue porque era verdad. Comenté que perdimos porque los jugadores de arriba nos quedamos en el banquillo. Íbamos 3-0 y solo sacó defensas. Pues se montó la de dios, salió en todos los diarios y me apartó del equipo. Aunque si no hubiera sido por esa habría sido por otra. La gente cobarde no se atreve a darte una explicación. Busca que tú te equivoques en una cosa para aprovecharse.

Y luego vuelta al Madrid.

En mi regreso al Madrid hubo un partido de pretemporada que fue clave, en Milán. En San Siro. Le estaban dando un baño a los titulares del Madrid. Entonces salimos los chicos y les metimos cinco. Guti dos, Eto’o y Rivera. El otro fue de Morientes, que yo salí por él. También estuvo Bizarri de portero. Y ese partido fue el comienzo para muchos. De un encuentro sin sentido, a mí y a Rivera nos sirvió para quedarnos en el primer equipo. A Eto’o para que se le empezara a conocer, que venía cedido del Leganés con muchos altibajos. Para que veas lo que es un partido, cómo te puede cambiar la vida. Fue un espaldarazo para cada uno en nuestro nivel, todos dimos un saltito. Recuerdo al público de Milán pitándoles en su presentación. Que no era un Milan cualquiera, ahí estaban Maldini, Gattuso, Shevchenko

Ese verano luego perdimos la Supercopa de Europa. Estuve a punto de salir, pero Del Bosque al final sacó a Salgado. Metió Jardel dos goles. Yo ya me había comido a este tío cuando jugaba en el Oporto con Deco. Era espectacular. Tenía tantas carencias técnicas, yo no sé cómo podía dar tanto rendimiento. Lo veías y decías: este hijo de puta no puede ser jugador de fútbol. Llegaba el minuto noventa y te clavaba dos goles. Era Bota de oro. Cuarenta goles por año, que la liga portuguesa puede ser más floja ¿pero cuarenta, tío? Eso es para privilegiados. Luego tuvo problemas de depresiones por la mujer, según me contaron. A Hagi ya lo conocía de la final de Copa contra el Atlético, que le dio una López por detrás que casi lo mata. Pero esta Supercopa la gana Jardel él solo, que los metía y también se los fabricaba. Igual que con Boca nos ganó Riquelme, por mucho que digan de Palermo. Ahí vi a Riquelme y me di cuenta de que iba a ser lo que él quisiera, me marcó mucho. De los que más. Él vaciló aquel día, en el buen sentido, pero de reírse, de hacer lo que le da la gana. Hacerle eso al Madrid es de ser muy grande.

De aquella época recuerdo sobre todo que a veces en los entrenamientos nos quedábamos a tirar tiros fuera del área a Bodo Illgner. Se quedaban Hierro, Guti, Figo, Flavio, Roberto Carlos y Paco Jiménez, ayudante de Del Bosque, que tenía una zurdita muy buena, y hacíamos apuestas. Yo me aposté, no recuerdo, algo, a que le metía diez al alemán, pero además, el que perdía, para empezar, tenía que hacer abdominales delante del otro. Y a Illgner, desde fuera del área, ya era difícil meterle solo uno, porque era un porterazo, imagina clavarle diez. Pues diez le metí. No sé todavía ni cómo. Fue uno de esos días que estás bendecido y le pegas a un palo y entra por la escuadra del otro… y tiras otra vez y él se queda quieto y palo y entra. Diez seguidos. En los últimos ya con él tirándose con toda su alma. Pero entraron. Así que vino, todo serio, me dio la mano y se puso a hacer abdominales delante de mí. Pim pam, pim pam. Te lo juro.

En septiembre vais a Alemania a jugar contra el Bayer Leverkusen y en el avión, un Boing 757, hay un problema y descendéis dos mil metros en picado.

Joder, el mayor susto de mi vida. Yo soy un cagado de los aviones. Volábamos por encima de la Torre Eiffel, íbamos a Dusseldorf. Eso es para vivirlo. No sacaron las máscaras para no alertar, pero yo vi a las azafatas correr. En una de estas si ves a las azafatas tranquilas, vale. Pero es que las vi corriendo. Los carros sueltos por el pasillo, cayéndose los zumos. Iván Helguera estaba delante de mí y estaba llorando, le dio un ataque de pánico. Por lo visto tuvimos que bajar en picado para no comernos el queroseno, porque no llegábamos a destino, no sé. Bajamos como dos mil metros en picado. Eso no lo notas, pero lo que me afectó fue lo de las azafatas, verlas corriendo cuando están acostumbradas a todo y me cagué vivo. Durante el partido jugué con los oídos taponados, estuve así varios días. Y otra vez en Moscú se incendió un motor del avión porque se metió un ave.

Valladolid.

Fue el mejor año futbolístico de mi vida. El sitio me encanta, el vallisoletano es un tipo que no te da un abrazo cuando te ve, pero que cuando te acepta es para toda la vida, como me gusta a mí. No te regalan sonrisas. Ese es el gen de Valladolid y me encantó. El entrenador, Pepe Moré, confió en mí. Joder, me gustaría echar marcha atrás y volver a jugar ahí, en ese mismo escenario con ese mismo equipo, sin nada económico, solo disfrutar los noventa minutos.

Teníamos un equipazo. Turu Flores, Cuauhtémoc Blanco, que es un ídolo en México. Harold Lozano, el colombiano, que estaba de selección. Eusebio en su último año. Ricardo de portero, que fue al mundial de Corea y lo fichó el Manchester, y Bizarri. Los jueves salíamos veinte tíos de cena y de marcha. Era un grupo impresionante, no hubo ningún problema en todo el año. En mi vida he tenido un equipo que haya salido tanto de juerga. Y no jugábamos bien, jugábamos más que bien. No nos metimos en UEFA porque no tuvimos la ambición de decir vamos a hacer historia. Si hubiésemos querido lo hubiéramos hecho. No nos preocupábamos, nos divertíamos, que es muy importante, pero no decíamos vamos a ganar los diez partidos que quedan, salíamos a disfrutar y de diez ganamos siete, pero estábamos capacitados para ganar esos diez e ir a Europa. Eso es lo que te diferencia a un buen jugador de un gran jugador, esos pequeños detalles. Yo me considero el primer culpable. Yo quería divertirme, que el partido no durara noventa, sino cuatrocientos minutos. Pero luego me iba a tomar mi cerveza, mi vino, me perdía…

Qué bueno era Fernando Fernández.

Jugamos juntos en la cantera del Madrid, luego en el Betis también coincidimos. Era tipo Julen Guerrero, con una llegada y una inteligencia… Hacías una jugada y siempre te estaba esperando. Y tenía muchísimo gol.

Y Caminero.

Siempre que hago tertulias de fútbol como esta con mis amigos, digo lo mismo. Hablamos de Figo, de Zidane, de Ronaldo y yo a Caminero le meto en el grupo de esos, me parece de otro mundo, de otro rollo. He tenido la suerte de jugar con él un año y él podía haber llegado donde hubiera querido. Era impresionante, al nivel de los más grandes. La personalidad ya es otra historia, tenía sus locuras, su forma de ser… Era muy temperamental, quizá muy niño, esa es la palabra. Me hubiera gustado decirle alguna vez ¿tú sabes que eres tan bueno como cualquiera de todos esos? Yo creo que él no se creía lo que era. En el Mundial de Estados Unidos marcó las diferencias. Creo que ese torneo fueron Romario, Baggio y él. Igual no se dio cuenta de que tenía que haber dado un paso más adelante, haber ido a un Barça o un Madrid, haber sido cuarenta veces más internacional y haber ganado en lugar de una, cuatro ligas.

Tote para Jot Down 3

En Valladolid se la devuelves a Heynckes con un hat trick en Bilbao.

Sí y no. Hombre, al final el que la hace la paga, si eres mala persona al final te la van a dar. Si no es ese, es otro. Pero a mí me da igual, para mí lo que fue importante fue San Mamés, un estadio mítico. Eso le contaré a mi hijo, que metí tres y la gente me aplaudió. Eso no pasa en otros campos. En otros sitios marcas y te matan. En quien menos pensé fue en el alemán, luego me lo dijeron y sí que comenté: «Pues oye, además, toma». Pero no marco goles para demostrarle a él nada. Estoy por encima.

Y el pitido fantasma en el Bernabéu…

(Risas) Era un pitido que hacía Harold Lozano ensayado en los entrenamientos. Fuimos al Bernabéu y lo hizo. Hierro me dijo: «nene, quieto que ha pitado». Y yo: «no, no, no» (risas) Creo que el que se paró fue Roberto Carlos. Yo eché a correr hacia Iker y Fernando la empujó. Fue el 1-1. Mi entrenador se cabreaba cuando lo hacíamos en los entrenamientos, le decía a Harold: «deja ya de hacer el gilipollas». Contra el Sporting en Luarca ya nos había salido igual una vez ¡Y de Luarca al Bernabéu! Es que lo hacía igual que un árbitro. Y no nos sancionaron porque no se pudo demostrar. El árbitro puso en el acta que venía de la grada. Se fueron a comérselo y el hombre dijo: «que yo no he pitado, que es vuestro problema».

Contra el Barça, a Puyol le reventaste la cara.

Fue sin querer. En casa. Él se dio conmigo, se abrió toda la ceja el pobre. Era un balón que yo estaba controlando, se quiso meter y me dio con su cabeza en mi codo. Nunca me ha dicho nada porque sabe que yo no le quise dar. Pero de ese partido lo que sí que fue alucinante para mí fue Xavi. Rexach me puso a Coco, el italiano que venía del Milan, a marcarme al hombre. Y Moré me había puesto a mí a seguir a Xavi. Entonces yo iba a por Xavi y Coco venía detrás de los dos. Hubo momentos que estábamos los tres corriendo completamente ridículos, parecía una película de Pajares y Esteso. Pero ojo. Xavi no te hace ochenta metros corriendo a velocidad punta, él corre todo el partido. No es lo mismo tener en la cabeza una esquina e ir para allá, que le pides al cuerpo la carrera y haces el esfuerzo. Lo suyo es todo el rato. Tu cabeza no hace eso. Xavi te mata corriendo. En la primera parte de este partido, en el minuto treinta, me fui al banquillo y le dije a Moré que no le cubría más. Pasé. No paraba el tío. Once o doce kilómetros por partido, donde de juego real no habrá más de cuarenta o cincuenta minutos. Piensa lo que es eso.

Después de ese año vuelves al Madrid, pero estás a punto de irte al Barça.

Fue través de Juan Carlos, me dijo que Antón Parera quería hablar conmigo y que me hacían un precontrato con el Barcelona. Yo no lo firmé porque ese año me salió muy bien en Valladolid y yo donde quería triunfar era en el Madrid, para estar con mi familia y con mi gente. A mí me llamó Valdano para felicitarme por mi rendimiento, me dijo que estaban contentos conmigo y que me querían de vuelta en Madrid. Acepté y cometí un error, pensar que era mejor de lo que realmente era. Si piensas esto te equivocas siempre. E irme con Zidane, Ronaldo, Figo, Guti, Morientes, que eran jugadores que habían hecho mucho más que yo y siempre iban a partir de salida, estaban a años luz de mí. Debí firmar ese precontrato con el Barça porque, entre otras cosas, me resolvía la vida para siempre, económicamente, a mí y a mis futuros hijos. Y porque el Barça en aquellos años no era el Madrid. Ahora el Barça es mejor, futbolísticamente hablando, pero en esa época era más fácil hacerse un hueco en Barcelona antes que en el Madrid. Incluso rectifiqué en el último momento y cuando quise firmarlo me dijeron que no, que se había pasado el tiempo que me habían dado de plazo. Además, ya era imposible porque en el Barcelona el organigrama cambió. Aunque en realidad todo se debió al tema de Figo, querían vengarse cogiéndole al Madrid un canterano y yo, con el año que había hecho, en ese momento era el más llamativo.

¿Qué tal con Figo?

Le tengo mucho respeto y me llevaba muy bien con él. Era un profesional espectacular, aguantaba la presión de una manera fuera de lo normal. En el Barcelona me pareció un jugador top. En el Madrid estuvo muy bien, pero donde más me gustó fue en el Barça. Tras su fichaje, nunca le temblaron las piernas en Madrid con la que tenía encima, al contrario, y por eso le admiro. Desde el primer día dijo «el balón para mí». La pedía, la pedía, entrenó como el que más. En la liga que ganó tuvo un porcentaje de mérito altísimo, en los momentos clave pedía el balón siempre.

La época de los Zidanes y Pavones.

Yo no me lo creía. Vino Ronaldo, imagínate, gente que había demostrado mucho, a nivel mundial eran los primeros. Lógicamente, tenían que estar por encima de mí y yo me equivoqué cuando creí que podía luchar con ellos porque mi nivel no era ese y no estaba capacitado para eso. Zidane ese año con nosotros la partió, como hacía siempre. Pero me he enterado de que cuando lo dejó fue porque era muy exigente consigo mismo y ya no tenía las sensaciones que él quería tener. Pero el año que estuve con él fue un auténtico lujo. De las cosas en mi vida que más aprecio fue entrenar y jugar con él. Zidane era tímido, pero encantador. Muy accesible, siempre podías hablar con él. Sus amigos eran sobre todo Makelele, pero siempre estaba a disposición de cualquiera. Los llamados «galácticos» eran muy normales, igual que Ronaldo.

¿Y las críticas que le han caído ahora a Zidane por decir que Ribery se merece el balón de oro? Por decir la verdad, es que es acojonante. Luego hablan de mercenarios y quieren que porque te pagan digas lo que el otro quiere oír, venga hombre. Por dar tu opinión… Un día me reí mucho porque en un entrenamiento le metí un caño a cierto jugador, el mejor túnel que he tirado en mi vida, y vino Zidane a abrazarme descojonado. Yo me moría… y el otro se cabreó mucho, pero fue una risa muy grande. No voy a decir quién fue (risas).

Y luego Ronaldo, que es una debilidad mía, un auténtico fenómeno. Siempre ha entendido la vida y el fútbol como a mí me gusta: disfrutar. Siempre con su sonrisa, no había una preocupación para él. También entrenar con Hierro y Sanchís era otro nivel. Hierro ahora, entrenando con los veteranos, da lecciones. Da unas clases cada vez que juega que madre mía de mi vida, que tiene cuarenta y tantos y se pone a pelotear y es otro mundo. Esta gente es la que tiene que volver al Real Madrid, los que hay ahora tienen al club como un juguete, no trabajan para el Real Madrid, lo tienen para otras cosas y eso no me gusta. Tiene que volver la gente que había. Cuando el Madrid consiga esto volverá a ser el equipo admirado en todo el mundo. Hoy por hoy, para mí no es un ejemplo. Lo es en veteranos, en otras muchas cosas, pero en lo que yo me refiero no lo es.

McManaman ha contado en sus memorias que en el Madrid no se celebraban los títulos como en un club normal, con un fiestón, que todo eran discursos y solemnidades.

Eso vendrá por el día mítico del adiós a Del Bosque y Fernando Hierro. El mal rollo no fue de ese día. Venía de antes. Yo era un niño que no sabía nada, no era tan importante como para saber todo lo que pasaba realmente. Lo viví y te puedo contar que es cierto que no había un clima agradable, pero luego me acuerdo de que fuimos a la discoteca y lo celebramos, yo estuve con McManaman, de hecho, y su mujer. No fue una celebración típica de un equipo de fútbol que gana una liga, pero en lo personal me lo pasé de puta madre. Lo que ocurrió de verdad solo lo saben los jugadores importantes de la época. Yo era un recién llegado, te podría contar una historia de lo que creo que pasó realmente pero te estaría engañando. Lo peor es que toda la cuestión fue un tema personal, y un error enorme del Real Madrid perder a Hierro y Del Bosque. Hay un tipo que es el presidente, Florentino, que tuvo un problema personal con esas dos personas y los echó. Eso te demuestra lo que le importa el Real Madrid. Este club está muy por encima de él. Del Bosque y Hierro eran muy importantes, no se podían ir en la vida. Fue todo el capricho de una persona que se creía que el club era suyo. Y él no era nadie comparado con el club, que a lo que tenía que venir era a servirle y punto. Se tomó las cosas a título personal y no tenía derecho ninguno para hacer eso. Esa fue la primera gran cagada de este hombre en este club y me imagino que mucha gente pensará como yo. Ellos sí hicieron historia en el Real Madrid, Florentino no. Sin Del Bosque el Madrid ha ganado con Florentino una liga y una Copa del Rey. Cuando escupes para arriba te cae, monstruo. A mí me gustaría que en este Madrid entrasen gente como Sanchís, Hierro, Michel o Martín Vázquez. Sueño con eso. Mira que yo soy del Atlético, pero sueño con eso porque le tengo un cariño muy grande al Real Madrid. Me gustaría que el club fuese de ese tipo de jugadores, sin historias raras detrás. Gente que no quieren nada para ellos, que quieren que la cantera funcione, que el club sea lo que siempre fue. Me gustaría muchísimo, sueño con esto, ya te digo.

Tote para Jot Down 4

¿Qué pasó con la famosa rabona que hiciste en Huelva?

El primero que salió a defenderme por eso fue Ronaldo. Eso nunca se me va a olvidar. Salí de titular, nos jugábamos la liga. Hacía un calor increíble. En Huelva, imagínate. Fue una jugada que ya me había salido bien en Valladolid, y con el Madrid me la sacó Loren en la línea. Para mí no hay diferencia entre darle de rabona o de cabeza. Yo lo había hecho siempre. Me sale darle así porque creo que debe hacerse así, otras veces siempre me había salido bien. Tampoco nadie me garantizaba que fuese gol si le doy normal. Sin embargo, lo que me jode es que ese día hay varios compañeros míos que tienen oportunidades solos delante del portero y las fallan, que no pasa nada y es un juego, pero yo tenía un portero y cuatro debajo del larguero, ellos tenían uno para uno. No es igual. Pero yo acepto que no soy los demás y me tuve que comer la mierda.

Recibí críticas de quien no me importaba tenerlas. Aunque lo mejor, mira, fue que estaba en Di María cenando un día y estaba ahí Ángel Cappa. Pues se levantó de la mesa y vino a darme la mano. Me dijo: «enhorabuena, ese era el recurso que te quedaba, enhorabuena por demostrar personalidad definiendo así en ese momento». A mí, que me importa lo que piense la gente del fútbol, pues ese detalle fue perfecto. Yo lo tenía que hacer, si no lo hubiera hecho no habría sido yo. Y no lo hice premeditado, fue porque en ese momento me vino así a la cabeza. ¡En mi juego mando yo! ¿no? Joder, si no, pues no me pongas. Pero tampoco creo que haya sido tanto problema, incluso me dio publicidad (risas) He jugado muchos partidos en mi carrera como para preocuparme por una acción de dos segundos. Ni aunque la hubiera metido. No hubiera sido para tanto, ni tanto ni tan poco.

Vas al Betis.

Valdano me propuso renovar en mi último año, pero no quise, deseaba irme. No quería quedarme para engordar el producto para que luego se lo lleve el de siempre. Yo soy de jugar. Deschamps me llamó para ir al Mónaco, pero no lo hice porque me cagaba mucho salir de España. Además, yo quería jugar en la liga española, no tenía los típicos sueños de ir a Inglaterra ni nada de eso. Tenía Málaga, Celta, que iba a jugar en Champions, mi padre llegó a comer con Horacio Gómez, y al final me fui al Betis porque era una plaza donde gustaban los jugadores creativos y pensé que era bueno para mí.

Allí la verdad es que me divertí jugando. Tuvimos un equipo bonito de ver. Capi, Alfonso, Denilson, Arzu, Assunção, Palermo, Toni Prats de portero, un porterazo, Valera también. Estuve bien hasta que aguanté por las lesiones. Pero estar en un club con Lopera era muy complicado. Ahí tienes que ser un sumiso. No puedes hablar. Pase lo que pase te tiene que parecer bien. Tienes que ir a corriente. Si vas en contra de la corriente eres un problema y eso me pasó a mí. Era muy parecido a una dictadura. Como ahora el Real Madrid. Hay un tipo que hace todo, que no sabe de muchas cosas pero opina de todo, se cree más que nadie. Lopera no había visto un balón en su vida pero ponía el dinero. Con la diferencia, eso sí, de que este ponía su dinero. Lopera salvó al Betis con sus millones, Florentino no ha hecho nada de eso. Pero Lopera hablaba de lo que no tenía ni idea y si dabas tu opinión tenías un problema. A mí un día me hicieron penalti, dije que no era, que se había equivocado el árbitro, y me vino con que cómo podía decir que no era penalti y se jodió.

Entrenábamos sin luces en la ciudad deportiva por la tarde porque él no quería, me acuerdo que había albero para los coches y queríamos pagar asfalto de cemento de nuestro bolsillo porque cada vez que llovía se ponía imposible, y él no quería. Y era por joder. Era un tipo que no estaba bien, era muy raro. Llegaban partidos que decía que no íbamos a ganar porque la Bruja Lola había puesto unas velas. Nada más llegar me di cuenta de que eso no era para mí.

Y con el entrenador también mal. Víctor Fernández como persona no tenía nada que ver con su fútbol. Le gustaba la calidad, que jugásemos bien. Pero como persona no le tengo ningún respeto. De los mejores entrenadores que he tenido. Pero esto es como todo, puedes saber inglés perfectamente, ocho idiomas, que si ves a uno en el suelo vas y lo pisas. Puede tener unos conceptos futbolísticos muy buenos, pero era un falso, no iba de cara. Era un entrenador que no iba con los jugadores, iba con el club. Me parece un pelota. No me gusta. Gracias a Dios no me lo encontré nunca más. Es de ese tipo de personas que te utiliza. Que si la cosa sale bien, bien, pero si no, no te hablan.

¿Y Serra Ferrer?

Decirte que es la peor persona que me he encontrado en mi vida es complicado porque he dado con unos cuantos, pero este es de los peores. Es uno de esos acomplejados, envidiosos, gente que no se conforma con nada. Les da igual ser campeones o no, es una pena. En Huelva en el Trofeo Colombino me mandó al despacho y me pidió que escribiera en una hoja qué quería, como si yo fuera Maradona. Para darme como unos caprichos o algo. Para que pusiera mis preferencias, como si yo fuera especial. Le dije que con que me dijera lo que me tuviera que decir a la cara me valía, pero algo estaba tramando. Como si yo fuera el príncipe de Zamunda, no sé, no venía a cuento. Me mosqueé. Solo le dije que me hablara a la cara y si había problemas que los comentase con Carmelo del Pozo, que era un hombre del Betis de mi confianza. Él me dijo que sí, y desde ese día, me cambió en el primer tiempo en el trofeo y nunca más volvió a sacarme.

Era mala gente. Mira, un día en un entrenamiento me dieron una patada. Hay veces que el tobillo tarda días en hincharse, pero otras se pone como un globo en cinco minutos. Esta fue de esas y me quise salir. No me podía ni meter la bota. Él estaba al lado en la línea, y cuando cogí la bota con la mano y me iba al vestuario, me cogió y me dijo que adónde iba, que hasta que no lo dijera él yo no saliera del campo. Y yo: «¿pero no ves cómo tengo el tobillo, retrasado?» Era un tipo raro, siempre buscándote. Y de hecho, mira Laudrup cómo salió del Mallorca, que dijo que si alguien le demostraba que este tío tenía un amigo invitaba a una comida a toda Mallorca entera.

Un día murió un familiar mío y vino a darme la mano. A mí un tío que no me habla no viene a darme la mano. Y él iba diciendo que había ido a darme la mano, pero que yo no quería saber nada de él. A mí un tío que me parece malo no me da la mano, y si no me hablas no vengas a dármela porque se me ha muerto un familiar. Hay muchos tipos así en el fútbol y desgraciadamente me los encuentro yo. Tengo una suerte de cojones, vamos.

Dijiste que hicieron daño tu familia.

Sí, porque tenía un contrato, firmé cinco años, querían que firmase más pero yo no quería, y me apartaron. Tenía firmado un contrato federativo con el Betis y luego uno de derechos de imagen con Tegasa, la empresa de Lopera. Y ese lo firmé con Lopera, que era el dueño, el primer administrador. Pues a los pocos días le pregunto y me dice que no sabe nada de esa empresa. Y yo: «pero si lo he firmado contigo ¿tú eres tonto?». Y que no había nadie más en el despacho, él, mi padre y yo. Joder. Si al final cuando todos estos están juntos es por algo. Son enfermos.

Cuando fui a rescindir mi contrato había sorteo de la Copa del Rey. A la una de la tarde o así entré en su despacho y tenía en una cristalera al Cristo del Gran Poder y él, que tiene dinero para aburrir, estaba con una radio con cuernos de las del año…. Entré y me dijo «¡calla, calla!» que estaba escuchando el sorteo. Hasta que dijeron el rival del Betis, no sé cuál era. Salió y empezó a darle besos al manto del Cristo: «¡Dios, Dios, cuánto te quiero!», gritaba. Y sacó una hoja de debajo del manto donde se supone que había escrito el equipo que le iba a tocar.

Coño, pero si acertó.

¡Yo también acierto a veces si el Atleti gana! No, era un loco.

Pasaste por el Málaga.

Caminero me echó una mano con eso. Era secretario técnico del Atlético y habló con Manzano para que me llevase con él a Málaga. Entonces echaron a Manzano de repente y fui a dar con un tal Tapia que era como el hermano gemelo de Serra Ferrer. Pequeñito, con bigote, iguales. Estaba en casa en Sevilla haciendo las maletas, puse Canal Sur y salió hablando el Tapia este. Y dijo mi madre: «salimos de Málaga y nos metemos en malagón». Nunca se me olvidarán estas palabras de mi madre. Me callé, pero luego fue verdad. Era como el otro. Iguales, almas gemelas. Yo dije «madre mía de mi vida qué mala suerte tengo». Tengo un recuerdo espectacular, eso sí, de la gente de Málaga, que calentaba y se levantaba el campo aplaudiéndome. Si tengo un pero en mi carrera es no haberles podido dar más a esta afición, pero llegué habiendo estado apartado del equipo en Sevilla, entrenando solo a las cuatro de la tarde. Y al máximo nivel, no puedes estar así. No tenía ritmo.

De ahí, a Segunda, con el Valladolid otra vez.

Fui regalado. Creo que fui de los que menos cobró ese año. El caso es que volví a ser feliz, nada que ver con la primera etapa, el club tenía más problemas, pero ahí volví a ser el que era.

Recuerdas que jugaste contra el Castilla de Diego López, Arbeloa, Luis Filipe…

Era un filial de mucho talento. Mata, Soldado, De la Red, Arbeloa. Diego López. Ganamos 0-3 y estaban todos, también Javi García, Borja Valero, Negredo. Michel tuvo el atrevimiento de ponerlos a todos. Le acusan de descender a ese filial, y es verdad que bajó, pero le dio la oportunidad a los buenos. Eso está ahí. Todos los que jugaron, hoy por hoy, son contrastados en Europa. Michel los sacó del juvenil.

Y por fin al Hércules.

Me fui obligado. Llegué y no me gustó la ciudad. Pero al poco tiempo empecé a ser feliz, tuve feeling con la gente y estuve seis años, pero podía haber estado sesenta.

Apareció tu nombre vinculado al amaño de partidos

No tengo nada que añadir sobre eso a lo que ya he dicho en otras ocasiones. En las conversaciones que salieron yo de lo que hablé fue de primas pero nada que ver con el amaño de partidos. En las grabaciones se ve lo que digo, que le dé el dinero a mis compañeros y que le dé dinero a los equipos que jugaban contra el que iba igual a puntos con nosotros, pero siempre por ganar. Los mensajes están ahí, nada más.

Y el portero que se tiró hacia el otro lado en un gol tuyo

Eso lo dijo el presidente, es cosa de él. Si hace cosas por detrás es su problema, yo no sé nada 

¿Te dijo algo Goico, tu entrenador allí, de cuando partió en dos a Maradona?

No me habló de Maradona.

[Manu] A ver, era un corner a favor del Athletic y él subió a rematar, perdió el balón, y al volver, entró a Maradona por detrás y no iba a reventarlo, pero es que Goico era un tractor. Iñigo Liceranzu tenía que cubrir a Maradona y no lo hizo, y él solo iba a hacerle falta, pero como tenía mucha potencia, que tenía unas patas enormes, pues… Yo jugué con Andoni en juveniles, en el año 75. Jugué en Elgoibar, en el Soraluce y en el Eibar, pero no en el primer equipo, en el Pedrusco, un filial. Yo nací en Extremadura, en Las Hurdes, en Cáceres, y a los tres meses mis padres emigraron al País Vasco. Pero soy vasco, de sudor, de conocimiento y de cultura. Estoy orgulloso de mi origen extremeño, pero hablo euskera, mis hijos y mis nietas son vascos y mi restaurante es vasco. Y Andoni y yo somos íntimos, y te digo que él no le hace un daño así a nadie queriendo.

[Tote] La entrada es escalofriante. Pero yo también creo que no es mala gente. Tuve dos problemas con él, más allá del fútbol, un par de encontronazos, problemas que no voy a comentar porque son íntimos, y luego me pidió disculpas y me dio un abrazo.

Tote para Jot Down 5

Once de septiembre de 2010. En plena fiesta de la Diada. Sacan una senyera de doscientos cincuenta y dos metros cuadrados en el Camp Nou, cantan Els Segadors con un orfeón y…

Eso de la bandera ni lo recuerdo. Lo que se ha creado leyenda es con que habíamos estudiado al Barcelona. Mentira todo. Esto es un juego y a veces los partidos los pierdes. Si eres el Barça, vale, solo dos en todo el año, pero a nosotros nos tocó uno. Ya está. En la primera parte ellos nos pudieron meter ocho y lo que pasó fue que nosotros les clavamos dos. A partir de ahí, nosotros pudimos hacer cinco. No hay que quitarle mérito al equipo, que hizo un gran trabajo para lo que eran nuestras características, pero aquello fue suerte. No los estudiamos. Si no podía nadie con ellos, cómo íbamos a poder nosotros. Me da rabia escuchar que fuimos el anti-Barça. Me hizo ilusión, no todo el mundo puede decir que ha ganado al mejor Barcelona de la historia, pero no hay que exagerar. Ganamos porque tuvimos mucha suerte. Yo jugué media hora. Esteban Vigo hizo un equipo defensivo, pensado, en serio, para que no nos metieran ocho. También es cierto que el césped del Camp Nou no estaba bien, había alguna calva. Vamos, que ganamos porque dios quiso.

Tuvo más mérito golear al Atlético. Que ahí si que nos quedamos cortos. Jugamos a un nivel altísimo. Para ser un recién ascendido estábamos disparados. Y ellos tenían a Agüero, Forlán, Diego Costa, Thiago, Perea, Filipe Luis, De Gea de portero, los que fueron campeones en Europa con Quique. Sin ser el mejor Atlético de la historia, era tercero o cuarto de España y también le ganó la supercopa al Inter.

Estabais enchufados, tú eras el buque insignia y… triada.

Jugando con el Almería, Crusat salió muy rápido, yo estaba más cerca del balón que él, pero como venía cincuenta metros corriendo, llegué un poco fatigado, le quise hacer un sombrero, pero la pierna no me aguantó el esfuerzo y se me fue. Ahí mismo me di cuenta de que era grave. ¡Es el sino de mi carrera! La semana siguiente era en el Bernabéu, me apetecía mucho, pero… En momentos clave nunca he podido jugar partidos que he querido. Siempre que me he lesionado ha coincido con Bernabéu, Calderón o Camp Nou. En mi carrera he podido jugar muy poco en estos tres campos. Luego reaparecí en Segunda y jugué quince partidos más pero ya no era yo.

Todo acabó mal otra vez. En el Hércules había gente importante como Trezeget, Valdez o Drenthe que no son niños, que no les puedes engañar. Estos habían visto ya de todo en su carrera y el dueño, el Enrique Ortiz este, se pensó que iba a vacilarles y se lo cargó. Un equipo que había costado tanto, tan bonito, lo echó al traste por no pagar a los jugadores y engañarnos. Nos debe todavía mucho dinero. Era un tipo muy jodido, metido en la trama Gürtel. Ese equipo tenía mucho futuro para los demás años, se pudo haber montado una especie de Villarreal, para que me entiendas. Pero esta gente no daba más de sí.

Entrenábamos en Benidorm porque en Alicante no podíamos, el campo era una ruina, y un día no pudimos entrar porque no pagaba el alquiler. No teníamos medicamentos. Las duchas, con agua fría. No nos duchábamos, de hecho, y nos íbamos a casa llenos de mierda y barro porque si no nos hubiéramos puesto malos, que era noviembre o diciembre. Era una vergüenza. La gente es demasiado buena en Alicante y no se da cuenta de la clase de gente que dirige ese club, no les echa, y lo van a hundir.

Los jugadores del Madrid tuvieron un detalle contigo cuando te lesionaste.

Fue un detallazo. Una tontería porque solo sacaron unas camisetas de apoyo, pero me hizo mucha ilusión sobre todo porque me pilló de sorpresa. No me lo esperaba, estaba en casa con la rodilla escayolada. Ese es el Madrid al que le tengo tanto respeto. Y con Mourinho hay cosas con las que no estoy de acuerdo, pero el trato humano que me dio a mí fue espectacular. Vivíamos al lado y en un restaurante uno de esos días vino a saludarnos cuando nos íbamos. Me dijo que el Madrid estaba a mi disposición para lo que lo necesitara. Se podía haber hecho el loco, incluso hacer como que no me conocía porque yo no tenía talla mundial, pero lo hizo. Fue un detalle conmigo y con mi familia. A lo mejor igual al haber estado en el Benfica me tenía algo controlado, porque este se lo sabía todo.

Qué me dices de Morata y Jesé. Marcó Jesé el día que volvió Raúl en el Trofeo Santiago Bernabeu y el otro día Morata tras jugada de Jesé.

Me alegro mucho de que tengan su momento, pero que confíen en ellos. Morata ha marcado en un partido e igual dentro de dos semanas no vuelve a salir, ni él ni Jesé. Creo que si Ancelotti confía en ellos y tiene huevos debería sacarlos en lo bueno y en lo malo. Pero si les pones cuando la cosa va mal, no. Tienes que ponerlos si crees que son buenos. No puedes sacarlos cuando te convenga a ti. Maradona debutó con diecisiete años.

Lo que no sé es cómo volvió Raúl al Bernabéu. Le trataron con mucha falta de respeto. Si has dado tantas satisfacciones, aunque el ser humano tenga un deterioro lógico de la edad, te mereces retirarte cuando tú quieras. Jugadores de esa categoría se van a ir ellos solos. Saben que cuando no estén se van aunque sea para que no se rían de ellos. Mira Totti en la Roma, con treinta y siete años, más de trescientos goles en primera división. Yo soy de la Roma y me da igual el resultado si tengo delante treinta años de fútbol impresionantes. Si Raúl ha sido el ejemplo de profesionalidad, de no dar un balón por pedido, tiene que ser él el que diga que se va, no un club. Hay que dar ejemplo con la gente que ha hecho historia en el Madrid. Ni Mendoza, ni Calderón ni Florentino han hecho historia en el Madrid, la han hecho Di Stefano, Puskas, Santillana. Esos. ¿Es normal que llegue Florentino y por un capricho de repente diga que Redondo, Hierro y Raúl se tienen que ir a la calle? A ver ¿Quién eres tú?

Guti, desde los ocho años en el Madrid ¿se va y no le despide nadie? Mañana soy yo presidente del Real Madrid porque tengo pasta, porque mi padre ha sido un atracador y tiene mucha pasta en el banco y soy socio del Madrid porque me lo regalaron, llego y digo Ronaldo fuera, Casillas fuera. Porque me sale a mí de los cojones. No. Eso no vale. ¿Y es más madridista Mourinho que Casillas? Venga hombre, por favor. El otro día decía el Siro López que el madridismo se demuestra andando ¿es que Iker no lo ha demostrado andando?

Si Iker tuvo un problema con Mourinho, te lo digo que me he tirado años con él, no es porque saliera de él de primeras. Él no es así. Y eso es de desagradecidos, que Iker te ha salvado el culo en la Copa del Rey que ganas y en la Liga. ¿Ahora te gusta más Diego López? ¿Porque Iker filtra? Venga, hombre. En esta profesión, en todos los equipos, todo el mundo filtra. Empezando por los presidentes, esos los que más.

Y luego cómo ha respetado Casillas a Diego López. Yo no sé si un Buffon, un Schmeichel o uno de estos hubiera respetado a un segundo portero en una situación así. Más caballero que Iker no lo hay. Que hagan lo mismo con Cristiano Ronaldo. Que lo quiten, saquen a Morata y a ver qué pasa ¿Van a decir que no se respeta a Morata? Y los números de Diego no son mejores que los de Iker, a mí me gusta Diego, pero en historia, en números y en todo, pierde. Y si Iker es chivato, pues que lo demuestre alguien de una vez.

Tote para Jot Down 6

Fotografía: Guadalupe de la Vallina

 

El combate de boxeo entre un púgil franquista y otro republicano que nunca se celebró

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Déjese de policías, horarios de cierre de los bares o prohibición de sacar los vasos a la calle, lo que más ha hecho por evitar reyertas de borrachos de madrugada en este país han sido los smartphones. Ya no se puede sostener en una discusión algo que uno escuchó de oídas y quiere convertir en auto de fe. Ahora, en pocos segundos, cualquier barrabasada queda aclarada en un santiamén con una consulta al teléfono. Quién sabe, igual los borrachos del futuro bracearán en plan Minority Report ordenando sus recuerdos colectivamente: este gol del Eibar fue con la cara interior del muslo, es inexacto referirse al culo; 9000 rebotes pilló Divac en la NBA, no 10.000 y etc., etc.

Esto viene a cuento porque recientemente en una de estas me juraron y perjuraron que durante la Guerra Civil hubo un combate entre un púgil republicano y otro franquista. Me extrañaba mucho que no hubiera fotos de eso, que sería una imagen que superaría al célebre cuadro de Goya Duelo a garrotazos, pero en el smartphone en ese momento solo fui capaz de encontrar apuestas para próximos combates de boxeo internacionales y poco más. Me quedé con cara de sota. Asintiendo impotente.

Luego en casa me puse a buscar más en serio. Eché mano del libro El deporte en la Guerra Civil de Julián García Candau, miré en su capítulo «El boxeo se llenó de dramas», y no había ni rastro. Historias buenas a las que seguir la pista, muchas, a rabiar, pero de ese supuesto combate, nada. Cuando iba a dar por hecho que se lo habían inventado, encontré en Google una referencia. En El Correo, en un artículo titulado «Peleas con metáfora», decía:

Durante la Guerra Civil española, el gobierno rebelde de Burgos y el leal de Madrid acariciaron la idea de celebrar un combate entre dos campeones que representasen a cada bando, que eran los vascos Uzcudun y Gastañaga, ambos guipuzcoanos, uno el Toro de Régil y el otro el Martillo Pilón de Ibarra.

Esto ya era más interesante. De Paulino Uzcudun (Errezil, Guipuzcoa, 1899), los no iniciados en el boxeo pero sí modestamente en el cine sí que sabíamos por la película de Manuel Summers Juguetes rotos. Es un documental maravilloso de 1966 sobre personajes célebres y entonces completamente olvidados y en no muy buena situación. Una pena que cayera en el olvido. Ponerse solo con un intento de búsqueda de referencias de un combate que nunca se celebró es un baile de personajes propios de los años treinta y un aflorar de situaciones históricas pintorescas como para filmar varias películas.

En el rincón derecho, el púgil de Franco

Las declaraciones de Uzcudun en ese documental describen muy bien la España rural de principios de siglo, decía: «Eso de comer hasta hartarse resulta sensacional. Y más cuando uno recuerda haber pasado hambre. Porque yo la he pasado, amigo». Sobre estas declaraciones Summers puso unas imágenes de niños jugando en un vertedero. Uzcudun había sido un célebre aizcolari, un cortador de troncos, pero «pronto demostró tener más de árbol que de hombre», en palabras de un cronista del difunto Pegamín, y sorprendió al mundo del boxeo con una capacidad inusitada para aguantar golpes. Fue uno de los más importantes de su tiempo en todo el mundo.

El documental rescata también filmaciones de sus combates; en uno de ellos hacía sus clásicos ejercicios de gimnasia sobre el ring, una superstición —ríase usted de aquella «Cucaracha» del Real Madrid—, pero lo que deja estupefacto es que, igual tendría un don para recibir palizas sin inmutarse, pero en su victoria sobre Harry Wills las imágenes muestran cómo le metió una somanta de palos antológica. Por lo que se ve, las palabras que se publicaron en su día no son ni de lejos la típica crónica hiperbólica de la época:

Venció en un combate memorable a la Pantera Negra, Harry Wills —con quien Dempsey había hecho todo lo posible para evitar el encuentro— y sobre este hecho tan importante en la historia del boxeo me limito a transcribir unas líneas publicadas en una revista americana de septiembre de 1927, que tengo ante mí: «… en el match espeluznante que hemos tenido anoche, el español Paulino Uzcudun suministró la trompada más grande del siglo, la que fue prácticamente a parar a la barbilla de Harry Wills, derribando al gigante de color chocolate como podía haber derribado una columna de las que mandó al suelo el mismo Sansón, en presencia de unos veinte mil testigos, que se quedaron estupefactos ante la hazaña incluyendo al de color chocolate, que estamos seguros recibió, no solamente la trompada más grande del siglo, sino también la sorpresa más grande de su vida. (Revista Aviación y deporte, n.º 2, febrero de 1936).

Y después el documental sigue con otras imágenes muy importantes para el tema que nos ocupa, cuando el vasco peleó con el alemán Schmeling en Montjuic. La historia de esta cita es muy interesante. No porque Schmeling fuera alemán y por aquel entonces máximo emblema de la futura marca III Reich, sino porque todos los participantes en el espectáculo estaban conchabados con Daniel Strauss, un aspirante a Sheldon Adelson que vino a montar una especie de Eurovegas a nuestro país en los tiempos de la República.

Este Strauss quería colocar en España un invento, ruletas de casino eléctricas, que se llamaban Straperlo, y se diferenciaban de las normales en que supuestamente se podía calcular con destreza mental dónde iba a caer la bola. Por lo visto, en realidad estaban trucadas.

A este empresario le asesoró en Cataluña Jack Bilbo, un judío alemán que presumía de haber sido guardaespaldas de Al Capone. En Europa había colaborado con los Comités de Combate contra el Fascismo, organizaciones clandestinas para luchar contra los estragos que los nazis empezaban a causar en las filas de los sindicatos y la izquierda en Alemania, y de esta manera, cuando luego recaló en nuestro país, pudo relacionarse con los antifascistas locales.

Lo contó Guillermo Soler en el Diario de Mallorca. A principios de los años treinta, en Cala Rajada, se estableció una colonia de alemanes. Muchos de ellos eran judíos que huían del nazismo, pero otros tantos eran admiradores de Hitler. No en vano, en Palma desde 1932 hubo una delegación del Partido Nazi alemán. Pero en Cala Rajada, Jack Bilbo abrió un bar que frecuentaron antifascistas, el Waikiki, cuyo diseño recordaba a un bungalow hawaiano.

Paulino Uzcudun.

Paulino Uzcudun.

Tras unos meses, Bibo se echó novia, vendió el bar, cogió un barco en dirección a Cataluña y se estableció en Sitges definitivamente. Allí abrió otro garito, ahora con barra americana, al que llamó SOS y se construyó una casita, Fort-Bill, donde vivía con su novia, cinco perros y un cachorro de león, ni más ni menos. Un día, Daniel Strauss fue a verle. Dada su reputación de izquierdista confiaba en que le ayudase a abrirse paso entre los gerifaltes de la Generalitat, que eran de Esquerra Republicana.

Los políticos catalanes tenían un problema muy actual. No sabían qué hacer con las instalaciones de la Exposición Universal de 1929. Barajaban la socorrida idea de crear una ciudad del deporte o algo semejante. Y ahí aparecieron Strauss y Bilbo para ofrecer su ayuda. Podían montar un combate entre el mejor boxeador español del momento y el púgil más temido de Alemania: Uzcudun contra Max Schmeling.

La promoción del combate contó con copiosas cenas para políticos y periodistas. Además, el alemán vino con su esposa, la actriz checa Anny Ondra, lo que atrajo a los fotógrafos. Entre tanto glamour y entre tanto ágape, Strauss quería camelarse a los mandamases catalanes para introducir su invento. Sin embargo, parece que alguien informó a Companys y en el último momento el president no acudió a una cita concertada en el Hotel Terramar en la que ya iban a venderle definitivamente la moderna y fastuosa ruleta de casino eléctrica.

El combate entre Paulino y Max se había celebrado pocos días antes de la espantada de Companys y fue declarado nulo. No obstante, la gala fue provechosa porque en los vestuarios Strauss y el púgil vasco llegaron a un acuerdo para explotar juntos el negocio de la ruleta Straperlo. Uzcudun se convirtió en su chófer y hombre de confianza y Strauss le prometió un 5% de todo el chollo a cambio de que le abriera puertas en Madrid. Estos deportistas de élite, siempre tan bien relacionados…

El problema era que en España las casas de juego estaban cerradas desde la dictadura de Primo de Rivera, pero el Gobierno republicano disimuló cuando tímidamente volvieron a funcionar. Dice el historiador Ramos Oliveira que «entreabrían sigilosamente sus puertas» con la connivencia de las autoridades y que esa relajación moral del Partido Radical fue lo que atrajo a Strauss, esa «privativa reputación del partido político que estaba en el poder», subrayaba.

El plan, pues, era sobornar al Gobierno de la República del momento de arriba abajo hasta lograr que se legalizase el juego y que se jugase con sus dichosas ruletas. Pese al revés en Cataluña, el plan siguió adelante y destacados funcionarios del Gobierno central sí que les escucharon, o pusieron el cazo, como se demostró después.

La primera tentativa fue en el Gran Casino de San Sebastián. José Carlos García Rodríguez, en su libro El caso Strauss, el escándalo que precipitó el final de la II República, rescata una noticia del momento.

En el transcurso de este acto preinaugural, Daniel Strauss presenta la novedad de un juego mecánico con apariencia de ruleta. Sobre este artilugio, al que llama Straperlo y que está destinado a ser el principal atractivo del casino, ofrece Strauss todo tipo de detalles técnicos y dice de él que es un juego de sociedad y habilidad, en el que no intervenía para nada el azar, sino la vista y la rapidez en el cálculo.

Paulino Uzcudun en la playa de la Concha.

Paulino Uzcudun en la playa de la Concha.

El 12 de septiembre del 34 abrieron las puertas del Gran Casino donostiarra para más de un millar de invitados. Actuaron Conchita Chileno y los ballets de Suzy Florrer, además de la Orquesta Aramburu en el salón de baile. La ruleta, la verdadera sensación, estaba instalada en dos mesas de juego traídas de Alemania que gestionaban quince crupiers llegados de Bélgica. El éxito de la ruleta Straperlo fue instantáneo y pronto empezó a fluir el dinero, pero la juerga duró solo unas pocas horas. De repente apareció la policía e interrumpió las apuestas a punta de pistola.

«El juego en el Gran Casino de San Sebastián solo duró unas horas», dijo El Sol en un breve al día siguiente. La Voz informó de que los asistentes «desfilaron ordenadamente» tras la acción policial. Y El Siglo explicó: «se trata de un aparato que es una ruleta disfrazada». Quedó claro que querían eludir la legislación española presentando el invento como un juego de inteligencia y no de azar, pero no coló, a pesar de los sobornos.

Hubo un segundo intento un mes después en el Hotel Formentor, en Mallorca. Este era un local de nivel. Allí había estado de stripper Claretta Petacci, posteriormente amante de Mussolini, y en unos locales se hacía intercambio de pareja según lo ordenasen los naipes. Un ambientazo, pero diez días duró la fiesta. Al décimo se personó el sargento de la Guardia Civil Antonio Escandell y clausuró el hotel. Un injusto disgusto para los swingers que se acabara la fiesta por culpa de los ludópatas.

A Strauss le llevaron los demonios. Después de repartir tanto sobre en Madrid no le dejaban ni montar el chiringuito en Baleares. Así que se puso a pedir a los políticos que le devolvieran los sobornos y, vaya, en este punto le hicieron caso omiso. Si la República ya tenía sus instalaciones fantasma tras una Expo, si luego apareció un Eurovegas y un Sheldon Adelson, ahora solo faltaba que alguien se marcara un Bárcenas. Y así sucedió. Strauss filtró la lista de todos los políticos untados y debido a ese escándalo, entre otros, cayó el Gobierno. Alcalá Zamora convocó elecciones para febrero del 36 y ganó el Frente Popular. A la oligarquía, a la Iglesia, a parte del Ejército y al fascismo internacional, esta victoria electoral no le hizo ninguna gracia y todos sabemos lo que pasó en verano. La trama de corrupción en la que estaba metido el boxeador Paulino Uzcudun no fue causa de la Guerra Civil, pero sí se puede decir que, técnicamente, aceleró los acontecimientos.

Aunque, en el momento en que el escándalo salió a la luz, Uzcudun estaba en Nueva York. Peleó con Joe Louis, quien le infligió una dura derrota. Cuando el boxeador volvió a España declaró a la prensa que «categóricamente» se retiraba. Explicó que no había combatido por dinero con el campeón, sino porque las fuerzas le engañaron, y que del caso del Straperlo no hacía declaraciones, solo al juez con mucho gusto. El 9 de marzo, sin embargo, se vio forzado a declarar, fue procesado por el magistrado del Tribunal Supremo, Sr. Ildefonso Bellón Gómez. Además de Strauss, en el sumario figuraban el promotor de boxeo Joaquín Gassa y el hijo de Lerroux, entre otros, acusado de haber recibido el famoso reloj de oro. Qué risa si hubiesen sido trajes.

Entonces Uzcudun entonó el no me quieren. En mayo del 36 la revista Estampa le visitó durante unas vacaciones en San Sebastián. Estaba con él Muñoz Seca, el abuelo de Alfonso Ussía, que a los pocos meses moría en Madrid en la masacre de Paracuellos del Jarama. El caso es que el boxeador estaba indignado:

Silbarme, abuchearme, solo en España me ha ocurrido, ¡y cuidado que conmigo se han cometido ya injusticias en este mundo!

Todo acabó en dos meses. O empezó. El estallido de la Guerra Civil le sorprendió en Guipuzcoa. En el libro Los crímenes de Franco en Euskal Herria de Iñaki Egaña, viene que cuando se produjo la sublevación militar del 18 de julio, como las simpatías de Uzcudun por la reacción eran bien conocidas —según González Ruano, cita el ABC, el boxeador profesaba tres devociones, el hacha, el frontón y la iglesia católica—, un grupo de anarquistas intentó detenerlo. Tuvieron que ser unos militantes del PNV quienes le ocultaran en un piso en Zarautz. «Evitando, probablemente, su muerte», escribe Egaña.

«Figuras populares» del diario Frente popular.

«Figuras conocidas» del diario Frente popular.

No sabemos si después de eso Uzcudun fue hecho preso por las fuerzas leales, pero en su diario Frente Popular, el 18 de agosto de 1936 aparecía una columna dedicada a celebrities —«Figuras conocidas» lo denominaba el periódico— y la guerra. Dos noticias de las que venían eran falsas, como suele ser habitual en las informaciones bajo el aludido epígrafe, el fusilamiento en Madrid del guardameta Ricardo Zamora, por fascista, y la muerte en combate del torero Domingo Ortega. También venía un ascenso de nuestro Litri II, de la Brigada de los Toreros, y finalmente de Paulino Uzcudun decía que había llegado a Pamplona tras una «accidentada huida de San Sebastián».

Allí, inmediatamente se alistó y comenzó su leyenda negra, más negra todavía. Más negra que la noche menos negra que su alma, escribió el poeta Miguel Hernández sobre estas gentes. Según el libro de Egaña, Uzcudun se puso al mando de un pelotón de fusilamiento:

Cuando los rebeldes tomaron Guipuzcoa y comenzaron las ejecuciones, Uzcudun se dejó ver del lado de los insurrectos. El nuevo sistema franquista necesitaba iconos y el boxeador fue uno de ellos. El mismo PNV se lamentaría de su decisión anterior. De Uzcudun diría la revista Gudari en su número de noviembre de 1936: «El miserable tahúr, traidor y fracasado boxeador Uzcudun, es el encargado de los fusilamientos en Donostia. Este orangutanado personaje trabaja en la retaguardia su siniestra misión. ¡Cobarde!».

En el libro acaba ahí la mención, pero si le seguimos el rastro por la prensa nos lo encontramos en 1937 causando el terror en varios pueblos la costa vasca. Pero para citar la noticia en la que aparece mencionado, antes hay que hacer un alto en el camino y asombrarse ante otra curiosidad. En lo mejor del antifascismo, la homofobia campaba por sus respetos. Vaya un ejemplo por delante, este texto de Max Aub en La Vanguardia el 10 de mayo de 1938, en plena guerra y tras publicar Negrín sus famosos trece puntos.

Tristes los que creen que el fascismo puede perdonar la inteligencia. Podría, quizá, perdonarlo todo, menos eso. Se odia lo que no se tiene, y ellos aborrecen ante todo la luz y la vida. El fascismo lucha contra lo existente, contra lo natural, contra la naturaleza, por eso se cuentan tantos homosexuales entre los fascistas.

Impertérrito se queda uno. Igual que con la noticia en la que se mencionan las «hazañas» de Uzcudun durante la contienda. El texto del diario La Voz se titulaba «Los lirios del fascismo» y hacía referencia al falangista Giménez Caballero, carné número cinco de Falange, que se encontraba en ese momento escribiendo en un «diario provinciano», escribía el redactor, quejándose de los «actos de piratería de Uzcudun» por localidades del litoral vasco. El periodista republicano se preguntaba si Giménez Caballero no tendría envidia de su camarada Eugenio Montes, colocado de secretario de Relaciones Exteriores de Franco, al que también tachaban de locaza:

… logró una cátedra de sustituto. Luego colaboró en El Sol, donde alguien, a cuenta de sus uñas tintadas de rosa, le llamaba no Eugenio Montes, como dice —cualquiera sabe por qué— su cédula personal, sino Eugenia de Montijo. Después de eso se hizo comunista. En el 31 quiso ser diputado a Cortes por Orense bajo las tres iniciales de la UGT. De ahí saltó al fascio. Saltó, en fin, hasta decirle a Primo de Rivera a los postres de cierto banquete: «Tú, José Antonio, que eres bello física y metafísicamente».

No sé si los fundadores de Falange en otra época hubieran preferido subirse a una carroza en un desfile del Orgullo Gay, pero en los años ochenta del siglo pasado un anciano Giménez Caballero dio una entrevista a Pilar Eyre en Interviú donde su obsesión por la virilidad llamaría la atención de cualquier psicólogo. «El divorcio es para afeminados», «cada mañana hago media hora de gimnasia desnudo en la terraza», «en Falange yo era el elemento macho y José Antonio el elemento hembra», declaró sin contención ninguna. Aunque yo, personalmente, me quedo con esta otra perlita de ese encuentro: «los etarras son los únicos hombres de verdad que quedan en España». Se conoce que era de esos entrevistados que no necesitan preguntas.

El caso es que estos ataques antifascistas y homófobos nos habían puesto tras la pista de las andanzas de Uzcudun en la guerra. Y lo relevante es que cuesta imaginarse las barbaridades que pudo cometer si llegaron a escandalizar a un falangista de los de 1937, pero las informaciones no iban desencaminadas. Más adelante, el mismo diario ya recogía testimonios de refugiados, familias enteras, que habían sido expulsados de sus caseríos por los soldados de Uzcudun por tener familiares en las tropas republicanas. Igual que en las limpiezas étnicas de Bosnia.

Aunque el famoso púgil sí que boxeó durante la guerra. Al menos en Salamanca, en una gala benéfica a favor de los requetés. La prensa republicana recibió con asco y sorna su regreso al cuadrilátero.

¿No viven los requetés en el honesto y santo temor de Dios? ¿Y no hay una vieja máxima cristiana que dice, más o menos: cuando te abofeteen en una mejilla, presenta la otra? Pues eso y nada más que eso es lo que ha venido haciendo Uzcudun en toda su ilustre vida de boxeador. Y si no que se lo pregunten a Joe Louis.

Además, varios libros también citan que en Sevilla se llegaron a concentrar medio centenar de falangistas para formar un comando que iba a asaltar la prisión provincial en la que se encontraba preso José Antonio Primo de Rivera. Uzcudun habría estado entre ellos, pero la operación se suspendió misteriosamente.

El boxeador estuvo enrolado en comandos, pelotones de fusilamiento y dando paseíllos en la retaguardia. Toda una hoja de servicios, y eso que su madre, en una entrevista que le hizo muchos años atrás la revista Estampa, en 1929 —un encuentro en euskera porque la mujer no conocía el castellano—, confesó que le escribía cartas en las que le decía que rezaba para que ganase los combates, pero le pedía siempre que no hiciera daño a nadie, que no estaría bien «estropearles de un puñetazo». El auténtico sentimiento cristiano no pasó de padres a hijos en este caso.

En el rincón izquierdo, el boxeador supuestamente republicano

Del rival de ese combate no celebrado, Isidoro Gaztañaga (Ibarra, Guipuzcoa, 1905) el Martillo Pilón de Ibarra, sería muy osado decir que era republicano. Se sabe por las crónicas que en la temporada que estuvo repartiendo yoyah en Chicago boxeó ataviado con los tres colores del régimen democrático, pero en ese momento era la bandera de su país y él estaba en el extranjero. Lo que hizo fue lo más normal. En la impagable ficha de la web Boxeo1930s, Fernando Conde cuenta así un episodio de aquellos días:

El cronista lo describió: «Isidoro estaba tranquilo y calmado, y llevaba una túnica con la extensión rojo, amarillo y morado de la bandera española. Al llegar al ring, Gaztañaga sentado en su esquina, esperando el momento, su rostro mostraba la garantía de la victoria, que más tarde había de ser suya».

Mucho tiempo atrás, Isidoro y Paulino Uzcudun habían sido amigos. Si el Toro de Régil se había forjado cortando troncos, Gaztañaga se fortaleció trabajando en una cantera desde los diecisiete años. Su Ibarra natal estaba solo a quince kilómetros del pueblo de Uzcudun, por lo que las noticias de las gestas de su paisano le llegaron desde muy temprana edad, de modo que, fascinado, como es natural, quiso seguir sus pasos.

1929 Mayo 218 revist boxeo con toro

Isidoro Gaztañaga en la revista Boxeo.

Hizo las maletas y se fue a París, al gimnasio Anastasie, donde también se encontraba el púgil aragonés Ignacio Ara. Los tres entrenaban juntos y a Gaztañaga, que fue el que empezó a destacar, le llegaron a llamar «Paolino II» en honor a la leyenda de Uzcudun.

Lo que pasa es que durante su carrera profesional Gaztañaga destacó por su pegada demoledora, sí, pero más aún por su informalidad. Sus desplantes fueron legendarios. Y tampoco le dolían prendas en reconocerlo. Según la información recopilada por Fernando Conde, en una ocasión manifestó:

Cada uno sabe lo suyo y yo sé muy bien que las cosas a la fuerza no resultan nunca buenas. Lo que más me carga en esta vida es tener que hacer por fuerza lo que no tengo ganas. El otro día, no tenía apetito de pelear y así se lo dije al manager, pero él se empeñó en que boxeara, viniéndome con el cuento de que estaba el contrato firmado y tuve que subir al ring quieras o no. ¿Hay derecho a esto? Y como no lo hay, pues no quise pelear, ¿lo quieres más claro?

No le importaba romper contratos millonarios o dejar tirados a miles de espectadores ya sentados en su butaca en el pabellón. Mujeriego, bebedor, amante de la noche, tenía todas las características propias del crapulismo, pero lo suyo fue algo todavía más profundo. No solo sentía pasión por alternar, a veces podía llegar a tirar todo por la borda por una mísera siesta. De la Revista Boxeo:

Aquel día tenía una pelea un poco difícil y por la mañana salió solo hacia el campo para cargar aire limpio. A las seis de la tarde era la pelea. Su manager se volvía loco buscándole por todas las partes. Nadie sabía darle razón de su paradero. La hora de subir al ring se acercaba, el promotor se tiraba de los pelos, porque la entrada era estupenda. ¿Qué hacer? porque Isidoro no aparecía. Después de comunicar con todos los centros médicos y delegaciones de policía con resultados negativos, su manager se enteró de que había salido a pasear por el campo, cogió un coche y fue carretera adelante en busca del desaparecido. Tumbado a la bartola debajo de un corpulento árbol cerca de la carretera, estaba roncando como un bendito el fantástico boxeador, bien ajeno a la desesperación que su tranquilidad había llegado al ánimo del promotor y manager. Lo metieron en el coche y llegó al estadio con el tiempo justo de tomar una ducha y cambiar de ropa. Subió al ring como si subiera al patíbulo, maldiciendo por lo bajo a quienes le truncaron tan reparadora siestecita para encerrarle entre las cuerdas del ring a liarse a puñetazos.

Claro que esta actitud suya tuvo su réplica en que los rivales no se querían enfrentar a él. Uzcudun mismamente no aceptó una oferta económica para disputarle el título de campeón de España. En Estados Unidos, más duro todavía fue que no pudiera medirse con Joe Louis, el que destrozó a Uzcudun, que no se atrevió poco tiempo antes de ese combate a ponerse delante de Gaztañaga. El diario La Voz reveló que no valían las excusas. La realidad era que Isidoro era un boxeador «de segunda, pero muy fuerte». No en vano, en Cuba consiguió que un rival se cagase con sus golpes. Y cagarse de cagarse, no de cagarse de miedo.

La pelea era a las 4 de la tarde y el cubano, no se sabe por qué, almorzó cerca de las dos. Sonó la campana y luego de unas fintas, Gastañaga le mandó al cubano un derechazo al «plexus» y lo «enroscó» en la lona. Y cuando sus ayudantes lo fueron a levantar les pegó el olor. ¿Qué olor? El olor del caso que fue una comidilla en Cartagena. Pero hombre de Dios, ¿qué clase de olor se está preguntando y usted se hace el pendejo? Bueno, sin faltas de respeto. Se lo vamos a decir: ¡olor a materias fecales! Y no salga con otra pregunta, que no le vamos a contestar. El cubano pagó caro su torpeza de haber almorzado tarde.

Los combates más importantes de Gaztañaga fueron en Estados Unidos, donde le bautizaron con el mote de «Izzy» y fue del gusto del público porque su pegada recordaba a la del héroe nacional Jack Dempsey; también del de las señoras, por otra parte, cuentan las crónicas que era tan sumamente guapo que pudo aspirar a actor de Hollywood.

Recorte de la revista Boxeo.

Recorte de la revista Boxeo.

Otro de sus combates memorables fue en Alemania, pocos meses después de la Noche de los Cuchillos Largos, en el que ganó por KO a Hans Schoenrath. Entre el público se encontraba Max Schmeling y fue él quien convenció después a Joe Louis de que no combatiera con él en el citado encuentro de Cuba. Si le daba una paliza, y Max había sido testigo en primera fila de que era muy capaz de metérsela a cualquiera, el caché de un combate posterior entre ambos que estaba planificado podía bajar. El artículo anteriormente aludido de La Voz concluía a este respecto: «Max no lo quiere ni para enemigo de su enemigo».

Políticamente, según el escritor navarro Juan Osés, que ha escrito una biografía de Izzy autoeditada que no hay forma humana de comprar, como Gaztañaga no dio su apoyo al levantamiento fue condenado al olvido por los franquistas. Vicente Gil, médico de Franco y presidente de la Federación de Boxeo, se habría encargado de ello. Del pensado combate entre las dos Españas en guerra solo quedó la intención, que es lo que se ha reseñado y algunos se lo han imaginado tanto hasta darle rango de leyenda urbana. Según Martín Olmos Medina, autor del artículo de El Correo:

Un promotor alemán propuso enfrentar a los dos boxeadores en un combate que concediese una tarde de tregua a la guerra, Gastañaga representaría a la República y Uzcudun al bando nacional. Se habló con ambos y les llegaron a coser sendos calzones, a uno con los tres colores leales y al otro con los dos de la bandera nacional. El Bello Izzy declinó el frente y prefirió quedarse en los burdeles de Buenos Aires y Uzcudun, dijeron, durmió tranquilo porque temía la derecha demoledora de su paisano.

Olvidado tal vez, Gaztañaga murió en la frontera entre Bolivia y Argentina, en una localidad llamada La Quiaca. Tuvo una muerte como de coña, pero como él, al fin y al cabo, siempre había vivido. Volvemos a Conde:

El diario Informaciones de Buenos Aires lo narraba así; «En una pulquería (taberna) de La Quiaca, le desafiaron a una pelea y como se creía que era a puños, que era como el zanjaba las peleas, mientras se quitaba la americana le mataron de tres tiros. Como vasco que era, y era a puños, aún le dio tiempo a soltar un par de puñetazos mientras se caía redondo ante el hombre que le disparó».

Luego, durante el juicio, su asesino Raúl Carreta confesó su arrepentimiento. Se lo había cepillado en un arrebato estúpido.

[dijo que fue] …por una tontería y que se arrepentía de haberle matado porque era un hombre muy divertido y salir a la noche por el pueblo con los amigos ya no sería lo mismo sin él.

Ahí se quedó, con treinta y siete años. El célebre combate entre el púgil franquista y el republicano nunca llegó a celebrarse. Si se quiere una dosis de las dos Españas merced a estos dos hombres, dos grandes boxeadores, de cuando España tenía mucho que decir en el deporte de las cuatro cuerdas, lo mejor fueron los epítetos que ha encontrado Fernando Conde que se dedicaron en los años treinta, cuando estuvieron a punto de enfrentarse en España:

Uzcudun: «Isidoro es un macaco o pirulí».

Isidoro: «cara de perro».

Y así, hasta hoy.

Fotografías del archivo de la Hemeroteca Nacional, archivo de la biblioteca de la Diputación Foral de Gipuzkoa y el fondo José Luis Sánchez Ayerza.

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Apoyos:

Película Juguetes rotos

BOXEO 1930s

El orgullo del heavy español de los ochenta (¡contiene grandes éxitos!)

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Observen atentamente esta fotografía. Fue tomada en el garaje que estaba al lado de la puerta de la discoteca Canciller, en Madrid. Nos la ha cedido amablemente Fernando, guitarrista del grupo Último Deseo.

Fotografía cedida por Último Deseo

La instantánea es de 1989. Fíjense en el caballero que está a un lado apoyado en la pared, cómo mira a los otros dos prendas. Se nota que este vecino del Canci ya lleva demasiado heavy a sus espaldas a esas alturas de la década. En sus ojos, llenos de rabia contenida pero apenas disimulada, están el thunder, la blood, el power, the war, the destruction, los warriors y su puta madre, todos los tópicos del metal que tanto odia, todos a una, como diciendo: me cago en vuestro corazón, llevo desde el Heaven and hell de Black Sabbath sin dormir una noche del tirón.

No sabemos si ese hombre habrá sobrevivido. Han pasado veinticinco años. Pero de estar vivo hoy, habría visto consumada su venganza. En la actualidad, si hiciéramos el experimento de ponerle la ropa de los tres individuos de la fotografía a un conejillo de indias y lo soltásemos por Malasaña u otro barrio de referencia… adivinen. Efectivamente, solo follaría ataviado con el look del jubilado de la derecha. Y esto… ¿por qué? ¿Qué nos ha pasado? ¿Hacia dónde va nuestra sociedad? ¿Cómo hemos permitido que se folle más vestido como un jubilado del año 89 que se apostaba en la puerta de un garaje para echar el día contando cuántos coches entraban y salían que como unos tipos que con sus melenas al viento y provocación sexual solo anhelaban un mundo en libertad?

Lo cierto es que en su momento los jevis tampoco es que ligasen mucho entre los modernos, pero al menos tenían a la calle cogida por los huevos. Hoy nadie va a decir ¡huy, por esa esquina no me atrevo a pasar, que está llena de fans de Rhapsody y me da miedo que me peguen en la cabeza con el arpa! Antes era sensiblemente distinto. Para retratar aquellos años, para recordar el poder del heavy español de los ochenta, hemos traído a «Busco en la basura algo mejor» a un invitado que vivió la época. Se llama Óscar, natural del barrio de Usera, Madrid. Él estuvo allí.

Óscar, ¿cómo se hace uno heavy?

Con lo primero que flipé en mi vida, cuando era niño, fue con las pintas de los punks. Pero recuerdo un día que estaba viendo la televisión con mis padres y aparecieron Obús. Estaban tocando «Va a estallar el obús» (vídeo) del Prepárate.

Lo veía y me decía: «¡Hostias!». Sentía que era transgresor. Algo no correcto, que me absorbía, que me flipaba. Y mientras, mis padres estaban tan escandalizados que decían: «¡Pero qué gentuza! Qué pinta de maleantes, ¡pero sin son quinquis! ¡Están sacando quinquis por la tele! Pero mira qué caras, ¡qué gentuza!». Entonces yo flipaba todavía más, estaba viendo algo malo que encima me molaba. Luego otro día apareció Barón Rojo presentando Volumen brutal y ya me subió una descarga por el cuerpo.

Enseguida me puse de pie y les empecé a imitar, como tocando la guitarra, y me dije: «este es mi rollo». Meses después ya hice que mi familia me regalara las primeras cintas y luego en el colegio me fui juntando con la gente a la que también le molaba. En el barrio veías a cuatro o cinco pasar con sus vaqueros pitillo, sus chupas de cuero o vaqueras, la ropa ceñida. Era la polla. Y si iban con radiocasetes o con litros ya era lo más. Y las chicas. Para mí las tías fuesen como fuesen siempre me parecían diosas solo por ser jevis. Qué feeling tenían, qué glamour. Estaban por todo el sur de Madrid, era escandaloso. Recuerdo también la sensación de comprar un disco y volver a casa rezando: «Que me mole, que me mole por dios, que hasta que vuelva a tener pelas para comprar otro…». Y la bendición me la dio Rosendo. Estaba en la puerta del Discoplay, sería el año 83, me acerqué, le pedí un cigarro y me dijo: “Claro que sí, niño”. Yo tendría 13 años o así (risas).

En ese vídeo de «Dame una oportunidad» sale Antonio Flores.

Sí, no sé por qué sería. Pepemari de Bella Bestia (José María San Segundo) tocó con él y me dijo que era un tío de puta madre, supermajo, superamable, muy legal. Y Pepemari, que ha tocado con todo dios después de Bella Bestia, no puede decir lo mismo de otros que van más de guays. No sé por qué estaría ahí el Flores con ellos. Y con ese disfraz (risas), pero Volumen brutal es un disco insuperable. El disco definitivo del rock español. Lo tiene todo, blues, rock sureño, me encanta lo bien tocado que está, lo bien producido, las letras que en aquel momento eran muy buenas. Fue una de las primeras cintas que me compré en el Rastro, este y el Criaturas de la noche de Kiss, que fue el ultimo que hicieron con las caras pintadas. No veas luego qué varapalo cuando se quitaron el maquillaje. Fue como si Spiderman saliese sin el traje. Del Volumen Brutal igual la que más me gusta es Son como hormigas.

Me encantan los dobletes de guitarra del principio. Había gente en su día que decía que la letra era un poco facha porque se quejaba de tener que pagar impuestos. Pero mira lo que decía: «Mañana pagará por su aparcamiento, pasado pagará por cualquier invento». Se ha cumplido a rajatabla. Barón llenaron dos días seguidos el Pabellón de los deportes cuando sacaron Barón al rojo vivo. Siete mil personas un día y siete mil el siguiente. Vendieron ciento veinticinco mil copias del disco. Fue algo… En mi barrio Barón Rojo sonaba todo el rato. En la calle, en los que estaban tomando unos litros con el radiocasete en un parque, si se paraba un coche porque iba a recoger a alguien, tenía a Barón puesto.

Diego A. Manrique contó en Rolling Stone que Barón Rojo tocó en Reading porque antes Mariskal Romero había acordado con un directivo discográfico inglés que sacase Volumen Brutal en Inglaterra a cambio de una entrada para ver la final del Mundial 82 en el Bernabéu.

Ni idea. Lo que me hizo gracia de ese concierto fue que el Sherpa (José Luis Campuzano, bajista) contó que se fueron para Inglaterra en plan españoles, llegando tarde a todos los sitios, pasando de todo, y tuvo que ser Bruce Dickinson quien se les encontró y les dijo que tenían que salir, que estaban locos, y se los llevó corriendo al escenario. Si no hubiese sido por él no les habrían dejado salir por llegar tarde.

Has mencionado a Bella Bestia.

Pepemari es un tío de puta madre. El otro día comentaba que nadie se acuerda de que Bella Bestia metió setenta y cinco mil personas en el Rockodromo de la Casa de Campo. Por cierto, que se llevó de teloneros a La Polla Récords y el Evaristo, que es muy colega suyo, se puso a provocar al público. Les decía «¡tiradme cosas! ¡Más! ¡Esto es una puta mierda!». Y claro, se reía porque estaba tocando con el equipo de Bella Bestia, que estaban por detrás gritándole ¡córtate tronco! Bella Bestia tuvo un tirón impresionante, llegaron a salir hasta en el 1,2,3.

Ahí están con el batería en la jaula. Al primero que vi hacer eso fue a los Samson, el primer grupo de Bruce Dickinson antes de Maiden, que iba en su jaula con la cara tapada con una especie de máscara de sado. Bella Bestia tenían pintas muy glam, pero eran muy heavies. No eran nada moñas, tenían un sonido muy duro. Escucha «Súbete a mi piel» (vídeo), que ni siquiera es la más cañera del disco y ya se ve que ahí no hay concesiones.

Era como los Mötley Crüe del principio, porque había que diferenciar; estaba el glam macarra, como estos casos o WASP, y el glam insulso. Veías a Blackie Lawless con sus pintas y no te parecía una nenaza, sino un macarra de mucho cuidado.

Qué me dices de esta letra: «Puntapié en el trasero» (vídeo).

Eso era Bella Bestia con el primer cantante, Tony Cuevas, que luego formó Niagara. Las letras reflejaban las forma de hablar de entonces, aunque ahora ese título te pueda parecer de cachondeo o te resulte ridículo. Antes te preguntaban ¿cómo vas? Y contestabas: ¡a tope! Solo tienes que ver las pelis de quinquis, se hablaba así. Lo que me chirría aquí de Tony es la imagen. No puedes llevar el pelo corto con esas pintas.

¿No le habían cortado el pelo en la mili?

Pues no lo sé. El caso es que no puedes llevar el pelo corto y determinadas pintas, eso es de grupos de segunda.

Sara Carbonero se pone mucho botas como las que lleva.

Les fue mejor separados. Bella Bestia con Lista para matar fueron de primera división y Tony Cuevas, con Niagara, sacó un discazo. De hecho, cuando vinieron a tocar King Kobra a España, los vieron y se los llevaron a Estados Unidos.

Hombre, King Kobra. ¿El cantante de ese grupo no se cambió de sexo?

Sí, de Marc Free pasó a ser Marcia Free años después tras una operación. En Estados Unidos estuvieron como unas dos semanas con Niagara y la cosa no cuajó, pero en el primer elepé tenían auténticos temazos, era un discazo.

El tercer cantante de Niagara fue Manzano, ¿dirías que fue el Bon Jovi español?

El segundo disco de Banzai, en el que está Manzano, suena increíble. Tiene unos riffs cojonudos. Pero creo que a él le iba más cantar temas suaves que temas enérgicos. Se le daban mejor las moñadas. A mediados de los noventa le vi en un concierto con Niagara y me encantó, aunque creo que en solitario no era muy brillante.

Pero no creo que en España llegase a haber un fenómeno equiparable al de Bon Jovi, en el rollo sexual. El cantante que más le enrollaba a las pibas era el Fortu, con su careto calorro, a las chicas jevis de este país les molaba más el prototipo de tío macarruzo.

¿Y los Júpiter?

A mí es que los teclados trompeteros me echan mucho para atrás. Hay un blog, Reflexiones del Pistolas, donde decían que no se pueden llevar esas pintas con esas caras, que no puedes ir de Bon Jovi cuando tienes cara de conducir un tractor. Yo no exageraría tanto, pero sí que deberían haber llevado una imagen mejor adaptada a su aspecto.

Es que esos pelos teñidos con unos rasgos tan castizos, no sé, no sé… Para mí hay ciertas estéticas que son muy concretas. El pelo que lleva ahí Narciso (el cantante) si es un chaval con una cara más aniñada, vale, pero es que este tío tenía demasiada cara de tío. Y las chupas largas, esas gabardinas, tampoco he podido nunca con ellas.

Decías que antes se hablaba así, ¿también se decía «nena», «niña» a las chicas como Jupiter en «Destrozado por tu pasión» (vídeo)?

No, que recuerde no. El vocabulario era el de siempre. Piba, tronca, ¿pero nena? Qué va. A mí me gustaban los grupos que tenían letras callejeras, que es algo que se fue perdiendo. El heavy empezó como algo dirigido a la gente de la calle. Eran letras que si te hablaban de la droga no decían que era mala, o que te podías morir, cantaban que era lo mejor. Mira la canción de Obús «La Raya» (vídeo).

Esta letra es una apología de la cocaína. Cuando dice «me las meto con inspiración» (risas). Ahora parece increíble que algo así pudiera salir en televisión. Las letras de Barón Rojo eran más cuidadas, tenían un lenguaje más refinado, pero Obús eran callejeros totales, la puta esencia de la calle. Los grupos de ahora ¿qué letras tienen? Les escucho y digo: ¿qué me estás cantando? No me interesa una puta mierda. Es que antes, el grupo de más espaditas que había era Manowar, y tú coges «Death tone», la primera del «Battle Hymns», y te está contando que le suda la polla lavarse y que su asistente social le tiene hasta los huevos, es un rollo de peña conflictiva, ¿pero las chorradas medievales? Me transmiten menos que el CuéntameY aquí nosotros teníamos a Obús, que eran el grupo de todos los macarras del barrio. Eran perfectamente compatibles con Los Chichos. De hecho, había gente que tenía en las casetes por una cara a los Chunguitos y por la otra a los Obús. El mejor ejemplo es su canción «El que más».

Al loro lo que dice. «El que más, levantado un coche… el que más, pasándote costo… el que más, tirando de un bolso… el que más, burlando a la poli» (risas). Tenían un espíritu muy callejero. Tú escuchas esta canción y parece que estás viendo al Pirri. Y sigue «Adquirió una reputación para subsistir…». Es que mucha gente vivía así en los barrios, con esos valores. Era muy habitual que peña jevi le llegase a los pijos por las calle y les pidiera «una librita», y si le decían que no, les soltase un guantazo y se llevase todo lo que tenían. Había, de hecho, gente tan sumamente hija de puta que nos lo hacía a nosotros, los propios jevis, en las colas de los garitos. Era gentuza de nivel extremo. Peña que no se cortaba una cala si tenía que pegarse con gitanos, que decía: «me la suda que seas gitano, te voy a dar la del pulpo». Por cierto, que a Obús el bajo se lo regaló Gene Simmons y también una canción se la compuso Adrian Smith, el guitarra de los Maiden. Luego, mientras que el público de Barón era más clasicote, el de Obús era el que más iba cargado de tachas. Y el Fortu, que era el puto frontman, el puto frontman de España.

La canción de la época igual fue «Al otro lado del silencio» (vídeo)», la balada de los Ángeles del Infierno.

Supongo que todo dios tuvo algún colega que la había diñado y todos se identificaron rápidamente con la letra de la canción. En aquella época el que no había palmado por macarra había palmado por la heroína, por eso le llegaba tanto al alma a la peña. La sentían de verdad. Hubo un chico en mi barrio que cuando se murió pusieron la canción en el funeral. Es que antes había mucha mortandad entre los jóvenes, tronco (risas).

Qué bigote más recio y viril tenía Juan Gallardo (el cantante).

El bigote en la época era algo bien visto. Yo confieso que me gustan. Otro dato curioso de Ángeles del Infierno es que eran de San Sebastián, que se supone que era la ciudad heavy del País Vasco, mientras que Bilbao era la punk. ¿No sabes? Lo mismo que cuando dicen que París es punk y que allí el jevi no lo peta. Y luego hacerse famosos por una balada no está mal. Axl Rose dijo que una vez, cuando Scorpions habían sacado el «Still Loving You», que estaba esperando en un cruce y se pararon cuatro coches y en cada uno sonaba esta canción, y dijo: «yo quiero que esto me pase a mí» (risas). En cualquier caso, Ángeles del Infierno también tenía canciones con letras callejeras de puta madre, como «No pares».

Escucha, es una letra típica de quinquis. De un menda que fantasea con que es el malo del barrio y van a por él. Muy angelino. Molaba porque las letras eran películas, lo escuchabas y te metías en la historia. Es que son buenos de verdad. Siguen teniendo éxito en Estados Unidos y en Latinoamérica arrasan. Se lo merecen porque se lo curraron. Fueron teloneros de AC/DC al principio y se ganaron al público. La pena es que Juan Gallardo en los noventa fue perdiendo la voz, porque hacía unos agudos formidables.

Y su canción «Junkie» (vídeo).

Entonces era el boom de la heroína en España. En el descampado de al lado de mi casa había montones de jeringuillas. Jugabas al fútbol y siempre te dabas un susto, pero el heavy cuadraba muy bien con esto, con estas historias de yonquis te identificabas que te cagas, sobre todo cuando no tenían moralina. En los bajos de Argüelles, yo no viví esa época, pero hubo unos años en los que la gente se picaba ahí mismo en los pasillos, estaban desparramados sin cortarse metiéndose bucos. O en el pub que iba yo, el Alarma de Usera, en el baño te encontrabas muchas veces jeringas. Mucha peña tiraba de jaco. Joder, me acuerdo una vez que un yonqui en la puerta de un garito me pidió un poco de cerveza, le puse cara como de asco y me dijo: «no, no, que es para lavarme las manos». Y yo con el doble de cara de asco le di un poco: «pero que se te van a quedar pringosas, colega…» (risas). Y ese era el efecto de estas canciones, o te identificabas a muerte o te espantabas, por eso había gente que prefería coger sus Mecano y que les dijeran cosas bonitas. Desgraciadamente, con el tercer disco Ángeles del Infierno perdieron potencia, no sé si quisieron pillar el rollo americano festivo, pero se les fue la esencia de los dos primeros.

¿Te molaban Evo?

Bueno, esto le molaba a la gente que le gustaba el metal tipo Lizzy Borden. Nunca entendí el corte de pelo que se hizo en este disco. El primero, Animal de ciudad lo presentaron en Tocata y me molaba más.

Unos que recuerdo que me fliparon, pero solo por una canción, fueron Tritón, con «A tope de lujo y pasión» (vídeo). El disco que tenían no estaba a la altura de esa canción. Javi Mira me encanta como toca. Pero pusieron toda la carne en el asador con ese tema y el disco entero nunca me ha llegado.

Suena a «Dinero, mujeres y rock» (vídeo)» de Sobredosis, un grupo que consigue que Gigatrón parezcan Bob Dylan.

Pues a mí siempre me ha gustado mucho esa canción y a ellos les tengo mucha simpatía. Tenían el rollo Mötley Crüe y muy buena producción para la época. Con esas letras provocadoras, pero nada pretenciosas, honestas.

Y Azuzena. La leyenda urbana decía que le gustaba pegar a los hombres con un látigo.

Santa al principio eran la caña, con canciones como «Reencarnación» (vídeo) Luego se quisieron ir al AOR y ya fue otra historia. Pero lo que hicieron al principio no era nada moñas, era supercañero.

Cambiaron a partir de la transición del 85, si escuchas «No eres suficiente para mí» (vídeo) ya ves que no es lo mismo. De pronto mucha peña empezó a sonar AOR por el pelotazo que había dado Bon Jovi en Estados Unidos. Pensarían que suavizando un poco el heavy lo mismo le daba para vivir de ello, pero fracasaron todos excepto Sangre Azul.

¿Panzer te molaban?

El último disco es el que más me gustaba. El Pina, el cantante, luego estuvo muchos años en Radio 3 hasta que se lo cargaron en una de las purgas. Era un grupo bastante heavy, nunca hizo concesiones a las moñadas. El Pina tenía una novia en mi barrio y le sacaba los perros a pasear, yo cuando le veía me emocionaba. 

Jamás entendí que no triunfaran más. Aunque lo que sí hacían mucho ellos era reivindicar la pasión por el rock en las letras, no iban a temas específicos como Obús.

¿Y el rollo que llevaban Ñu?

Pse… lo que recuerdo es una vez que me descojoné mucho con José Carlos Molina. Estábamos en el Rockodromo y tocaban China, Yngwie Malmsteen y Barricada. Y no sé por qué, pero José Carlos Molina estaba en la zona VIP con unas pibitas. Mis amigos intentaron vacilarle. Le dijeron desde las vallas con voz de grupies ¿nos firmas un autógrafo? Y contestó: “no sé escribir”. Como diciendo a mí me vais a tocar los huevos vosotros (risas).

¿Qué te pareció la canción de Bruque «El heavy no es violencia» (vídeo)?

El horror. Lo puto peor. El heavy era algo marginal, aunque tuviese superventas, si le quitabas ese componente callejero, ya no era lo mismo. Piensa que en su día cuando yo me hice jevi, solo por el hecho de serlo, por la pinta, ya había peña que se cortaba de vacilarme en el barrio, porque igual a mí me podían dar, pero a saber qué amigos tenía yo. Se tenía mucho respeto a los jevis. Fue muy famosa la puñalada que le dieron a un tío en el concierto de Scorpions en el estadio del Rayo Vallecano, que lo mataron. Y en la Sala Argentina de San Blas también apuñalaron a uno, se lo cargaron y la discoteca tuvo un bajón de gente increíble. Es que era peña que decía «para qué me voy a liar a puñetazos si puedo dar un pinchazo, que es más económico para los dos ¿no? Yo te pincho y me ahorro el esfuerzo y el que recibe se ahorra los palos» (risas).

La policía antes siempre te paraba si te veía con pintas. Sobre todo en las zonas donde se pasaba costo y eso. Luego en los noventa empezaron a pasar de nosotros. Recuerdo una vez en mi barrio que pararon a un par de jevis chungos. El madero le pidió el carné y el jevi le dijo que le diera la placa. El poli insistió y este le contestó «¿Usted qué es, teniente o coronel?». Así que le soltó un bofetón y entonces el jevi automáticamente le metió un buco en todos los morros que lo tiró al suelo. La que se armó… en un par de horas se llenó todo el barrio de coches de policías dando vueltas por todas las calles buscándolos. Si le robaban el bolso a una vieja no aparecía tanta madera ni de coña.

Había peña muy violenta, muy extrema. Yo recuerdo a uno que por una discusión de tráfico se puso a darle una paliza a un menda que llevaba a su mujer a parir al 12 de Octubre. Le importó una mierda. Le empezó a dar de hostias pim, pam, pim, pam y la señora llorando, gritando y casi pariendo «por favor, por dios, que alguien me ayude, socorro…». Y de este tipo no puedo hablar mal porque luego me salvó a mí. En las fiestas de Usera teníamos una caseta con un bar unos de una asociación. Teníamos que dormir dentro por la noche para que no vinieran y nos robaran todo. Pues una noche aparecieron unos gitanos, me fui corriendo a por el cuchillo jamonero, no llegué y me dieron una paliza que, vamos, no se me cayeron todos los dientes porque llevaba ortodoncia. Y en esto que este tío estaba en la caseta de al lado durmiendo, salió y les empezó a dar a todos a la vez. Fíjate cómo fue la cosa que un gitano le devolvió nuestro cuchillo jamonero y le pidió perdón. En esas fiestas también recuerdo que los de Orcasitas venían a Usera y recibían, igual que cuando los de Usera iban a las fiestas de Orcasitas. Se montaban unas que parecían la toma de La Bastilla, con miles de tercios y litronas volando, increíble. 

Fuera del Canci también había muchas peleas, en el parque. Pero dentro no. Ahí la gente se cortaba mucho porque los juraos también eran quinquis, muchos de ellos acababan de salir del talego y ese era el curro que les ofrecían, así que la gente dentro iba con cuidado. Pero por lo general había muy buen rollo. Eso lo recuerdo muy bien. Si tú estabas en la barra de un garito, fumando un peta con unos amigos y había alguien a lado, u otro grupo de gente, pues se lo pasabas. Había un compadreo entre extraños muy guapo. Sin embargo, canciones como esta de Bruque han hecho que la gente se ría de los jevis, que pareciéramos ridículos, además del giro que dieron después muchos grupos hacia el AOR.

¿Grupos como Sangre Azul?

Qué pelo a lo Warriors llevaba el Tony (risas). Esto estaba muy bien producido, al nivel de los grupos extranjeros, tenía un estilo americano tipo Dokken o Ratt, que en Estados Unidos eran grupos que sonaban constantemente en la radio. Carlos Raya era un guitarrista excepcional. Yo una vez flipé, me los encontré en mi barrio con sus pibas. Iban vestidos igual que sobre el escenario, todo maqueaos, y eran las cinco de la tarde. Me quedé como si hubiera visto… no sé… la hostia, eran los tíos de los que me estaba grabando los vídeos ahí con mi Panasonic VHS. Ellos en su rollo eran los número uno. Fueron muy bien aceptados por la gente a la que le gustaba el hard rock americano, pero por los jevis fatal. A los jevis de la calle no les gustaba esto. No se identificaban con Bon Jovi, con esos pelos y esas pintas. Se podían maquear poniéndose, como mucho, sus tachas, pero eran como el Pirri. Veían un grupo como Sangre Azul y no veían ni a sus Maiden ni a sus Judas. Cuando Whitesnake cambió de rollo esta gente también puso el grito en el cielo. Un día en un garito estrenaron el clip de 1987 y la gente se puso a tirarle tercios a la tele. Es que el heavy daba muchos disgustos. Yo primero tuve que pasar por que Kiss se quitasen la pintura. Luego Leño se separaron. Y lo peor de todo fue cuando los Judas sacaron el Turbo. Me causó un shock, casi se me saltan las lágrimas. Me costaba respirar cuando lo oí por primera vez. Me quedé, en plan: ¿pero cómo… cómo me han hecho esto? Me encontré después con un amigo que también lo había oído y estábamos casi llorando, con los ojos llorosos los dos. Hubo jevis que a raíz de esto dejaron de prestarle atención a Judas para siempre. Era como si Vicky Larraz sacase un disco heavy. Lo gracioso es que luego, con el paso de los años, me he dado cuenta de que era un discazo.

Y Sangre Azul estaba bien, pero mucha gente como te digo no podía asimilarlos. También creo que en el tercero, El silencio de la noche, con temas tipo «Abre fuego» (vídeo) perdieron mucho.

Joder, recuerdo un festi cuando sacaron este disco, el año 89, uno de estos que ponía pasta la Comunidad y las entradas estaban tiradas, que el cartel lo programó un psicópata. Eran: Lancelot, Raven, Kreator, Sangre Azul y luego Barón Rojo. No puede haber un orden más desquiciado. Lancelot, bueno, eran el grupo del hijo del presidente Joaquín Leguina, tenían la canción esa del pirata (audio), de la poesía de Esprocenda.

Para empezar, bueno, se toleraba. A muchos de estos grupos de rock urbano la verdad es que los sostenía el público jevi. Sobre todo a Barricada, que siempre estaban sonando en Disco Cross y salían en la Heavy Rock montones de meses. Pero lo que vino después fue muy gordo. En esos años todavía te dejaban meter bebida en el Rockódromo y la gente iba con garrafas de veinticinco litros que se tenían que ayudar unos a otros a beberlas. Cuando se apagaban las luces se veía todo lucecitas de la gente haciéndose canutos. Y siempre se escuchaban gritos en plan ¡EH TÚ QUÉ PASA! Tengo un pirata yo de Judas Priest en mi barrio, en el Ramón Valero, que en mitad de «Victims of change» se escucha a uno decir EH EH EH QUE TE HE VISTO QUE TE HE PILLAO QUE TE VAS A CAGAR (risas). Joder, aquel día los teloneros eran los Warlock y se colaron en el camerino y se llevaron el perchero de las chupas, se las levantaron todas. Bueno, pues en ese concierto en el Rockódromo que digo, luego salieron Raven. Ya el ambiente caldeado. Y después, Kreator. Eso fue la polla. Toda la peña loca, todos los thrashers desbandados. Habían arrancado la tapa de un contenedor y estaban haciendo surf por encima del público… En los conciertos la peña se lo pasaba que te cagas. Entonces acabaron Kreator y los thrashers estaban como en una película de tiburón, con la boca abierta enseñando los colmillos esperando a que salieran Sangre Azul. Aparecieron y les empezaron a tirar cosas, yo no he visto nunca en mi vida a un grupo esquivar más objetos sobre un escenario.

Recuerdo que los jevis de Madrid, a partir del 87, ya decían que había cambiado el ambiente. Lo llamaban la invasión de la laca. Para ellos esto no era heavy, era pastel infiltrado. Muchos dejaron de aparecer por los lugares habituales. Piensa que era peña que llevaba el típico punto taleguero tatuado en la mano, que eran hinchas del fútbol, muchos de los que estaban en el Fondo Sur del Real Madrid eran jevis. La mitad se colaban en el campo cada domingo, ni eran socios. Y al principio, cuando empezaba a llenarse eso de nazis, les tenían un respeto que te cagas. Yo les he visto achantar a skins allí con cuatro voces. Por eso, a esta gente, ese rollo afeminado del AOR, esa musiquilla, con vocecitas suaves, como que no. Yo lo noté por un Tocata. Todos los años hacían un programa especial heavy. El 83 cojonudo, el 84 de puta madre, y de repente el 85 decías: «coño, esto no es con lo que yo he empezado, esos pelos con mechas, esas ropas de Miami Vice… ¿esto es heavy o Duran Duran? La alternativa entonces empezó a ser el thrash. Cuando apareció Metallica fue un verdadero shock. A mí me entró muy bien porque yo había empezado a la vez a escuchar heavy metal y punk, pero hubo gente a la que no le entraba. No les molaba ni el thrash ni las moñadas y de repente no tenían dónde meterse, no había grupos de relevo para lo suyo. Igual Queensryche, pero también tuvieron un año que las pintas parecían más de Boy George y Culture Club.

Pero la tendencia al AOR fue muy dañina para el heavy español. Le quitó toda la rebeldía que pudiera tener. Porque después de la laca vinieron cosas peores, las rayas al lado, los pantalones anchos… Había gente que había llevado el rollo glam muy bien, que molaban mucho sus pintas, pero luego pasaban una línea que ya no era glam, era travesti. También cambió la mentalidad de la peña. Algo que para mí es la mayor degeneración del heavy, que no me la creo, es el cambio político de la peña. Antes, si entraba un tío con una bandera de España en la cazadora en una discoteca jevi se la tenía que quitar, le echaban o le partían la cara. Y de repente, llegó un año en el que empezó a dar igual. De mi interior no sale coger y decirle a alguien quítate la chupa y montar una movida, pero algo hemos tenido que hacer mal para que un tío con la bandera monárquica venga a nuestros sitios y se sienta como en casa. Antes los jevis, cuando había una huelga, eran los primeros que llegaban y ponían silicona en una cerradura o reventaban la luna de un bar que estuviese abierto. No eran teóricos del marxismo, pero tenían los cojones que tanta falta hacían. Ahora he empezado a ver jevis criticando a los okupas. Un día hablando con uno me echó en cara que en la revolución rusa se cargaron al zar. ¿Pero qué me estás contando? ¿Estás empatizando con el puto zar? Pero es que son cosas de locura, no sé si es por las putas historias de guerreros de los Blind Guardian que ahora los niños simpatizan antes con el Cid o el zar, es flipante. Hemos pasado del «me da igual la política, pero esa bandera monárquica me la quitas de delante porque no la puedo ni ver», al «paso de política pero soy español ante todo». Antes, cualquier jevi, hasta el más pasota o más macarra, estaba ahí si había palos con la poli, huelga o lo que fuera.

El día en el que me di cuenta de que todo había muerto fue en un concierto de Hamlet, por el 92 o así. Habían sacado un material muy guapo, me encantaba la canción «6 balas» y me fui a verlos tocar en Revolver, en la calle Galileo.

Y de repente salieron unos mendas en pantalón corto, empiezan a tocar en plan bestia como los Pantera, todo el mundo flipando y yo pensando: «joder qué bien se pilota la peña a los teloneros». Siguieron un cuarto de hora, media hora y entonces me di cuenta: «¡hostias! ¡Que son los Hamlet! ¡que han cambiado el rollo!».

En el barrio pasó igual. De un día para otro, de los coches donde siempre sonaba jevi, paraban y salía una peña con su ropa y sus Yumas, empezaron a salir los mismos pero con el chundachunda y las pintas completamente cambiadas. Te quedabas… era gente que estaba en el heavy no porque les flipase, sino porque lo que les gustaba era la droga, de modo que se fueron al rollo nuevo donde había más droga todavía.

Después el grunge no creo que enterrara al heavy, un movimiento no entierra a otro, eso es mentira. Lo que pasó es que el heavy llegó a sus horas bajas en todas partes. De los Maiden, el No prayer for the dying lo regalé después de escucharlo solo una vez. Ya en el año 90 los éxitos se miden con cuentagotas. El Rust in peace de Megadeth y tres cosas más. Para el 92 y 93 ya no se salvaba ni dios, todo era bazofia. Me refiero a lo que sacaban las compañías, donde se invertía la pasta. Y a mí lo que me pasó es que el grunge no me gustó, no tenía ni la genialidad del jevi ni la pegada del punk, se quedó en un término medio que no. Algunas cosas me han acabado gustando, pero no. Las salas jevis empezaron a apostar por estos nuevos grupos. Te metían Soundgarden, Pearl Jam y mucha gente empezó a tirar por ese lado.

Más adelante, empezaron a cerrar los garitos. El Barrabás de Alcalá de Henares y el de Vicálvaro, el Templo de Alcorcón, el de Getafe, primero fueron cayendo los locales de los pueblos y luego fue llegando a Madrid. Hubo un Canci en los noventa, también Studio Rock reabrió un poco, pero desapareció todo. Había uno, el Osiris de Argüelles, que era el que más barata daba la priva. Tenía los cubatas no sé si a doscientas pesetas, te pillabas unos mocarros… yo la primera vez que fui eché unas rabas como no he vuelto a hacerlo en la vida. En los ceniceros veías que habían dejado los canutos a la mitad de los globacos que se cogía la peña. También (risas) los pinchas te vacilaban.  Una vez que estaban poniendo Stryper, que me dan asco, les pedí Metallica o Megadeth, y el menda cortó la canción por lo sano y puso no sé qué grupo calorro de rumba. No te creas que la gente se sorprendió, se pusieron todos a bailar y dar palmas, que ese era también su rollo. La movida es que este bar lo cerró la policía en 1989, había demasiadas quejas de los vecinos. Llegaron con una lechera y todo. Hubo un menda que les gritó «¡perros, esbirros!» y lo metieron del tirón en la furgoneta. No quiero ni pensar qué le harían. Iban agresivos a tope y eran las ocho de la tarde, a plena luz del día. Ahora solo resisten los garitos de los bajos de Argüelles. Y el Hebe, de Vallecas, este sí que nunca hizo ni una sola concesión. Ahí solo veías chalecos con tachas, pedías algo al pincha y te podía decir: «¡aquí no se viene a mariconear ni una mierda!». Ahí sigue el garito, tal vez por eso.

Lo que nunca comprendí fue a los que renegaban del rollo y sustituían una cosa por otra. Entiendo que se pueda añadir, ¿pero sustituir? Ahí ves cómo es realmente la gente. Toda esa mierda de «hay que cambiar» o «hay que evolucionar»… Una peña que dos años antes era fan del hard rock y ahora lo era del grunge, y te hablaba diciendo «joder, qué tiempos aquellos». ¡Pero si solo habían pasado dos años! Habían hecho una ruptura tan gorda que… Ya lo dijo Lemmy, creo, que el heavy no fue la revolución que todos esperábamos ¡A todo le llega su final!

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Para saber más sobre la estética y la forma de hablar: vídeo casero de las vacaciones de Sangre Azul en Benidorm, verano 1987 (1, 2 y 3)

Gerardo Iglesias: «Estamos marchando a pasos agigantados a la frontera de lo que fue el franquismo»

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Gerardo Iglesias para Jot Down 0

Aguantó los peores ataques de Santiago Carrillo y una fea campaña difamatoria de Felipe González y Alfonso Guerra. También los achaques del trabajo, cuando no le quedó más remedio que volver a la mina tras abandonar la política y sufrió un terrible accidente laboral. Tiene la salud muy delicada, pero Gerardo Iglesias (La Cerezal, 1945) aún conserva energías para investigar la represión franquista en su región y redactar sus memorias. También se ha sumado a la causa abierta en Argentina contra la represión de la dictadura aportando el caso de sus familiares. Mientras fue secretario general del PCE, sus ideas causaron el mismo rechazo de los poderes del mundo capitalista que de los Gobiernos de la URSS anteriores a Gorbachov. Esta forma de entender el mundo de su tiempo le llevó a formar Izquierda Unida, pero no pudo darle la continuidad que le hubiera gustado al espíritu original del proyecto. No quiere dar ya entrevistas, pero hace una excepción.

Es usted descendiente de una familia de comunistas.

Soy descendiente de una familia de personas; personas que en un momento dado pues, efectivamente, ingresaron en el Partido Comunista. Somos de un pequeño pueblecito, casi una aldea, que se llama La Cerezal y pertenece al Ayuntamiento de Mieres. Toda mi familia, sobre todo por parte materna, han sido militantes del partido. También mi padre. Y por ello han sufrido todos los embates de la represión franquista. Participaron en la guerra, mi padre estuvo en diversos frentes en Asturias. Y cuando acabó la guerra de trincheras, que aquí fue en el 37, fue hecho prisionero. Lo llevaron primero a un campo de trabajo en Teruel, luego estuvo en otros campos de concentración, en Guernica, también en la cárcel de Zaragoza. Toda una peripecia durante varios años. No tengo muchos recuerdos de cosas que me contara, salvo detalles del sufrimiento de los campos de concentración, de los batallones de trabajadores. Era horrible vivir bajo esas circunstancias cuando, además, la política del franquismo ya se sabe cuál era con los vencidos: el «exterminio por hambre o por fuego».

De niño ya tuvo relación con la guerrilla, con el maquis.

Mi padre después de regresar de los campos de concentración continuó militando en el Partido Comunista y, más concretamente, mi casa fue un punto de apoyo importante de la guerrilla asturiana. Éramos cuatro hermanos, yo el más pequeño, y estábamos muy imbuidos de aquella situación. No hacía falta ni que nos lo dijeran, en cuanto veíamos un guardia civil íbamos a avisar a los guerrilleros, que estaban en un refugio cercano y también paraban en nuestra casa. Ya con cinco años tengo recuerdos de todo esto. Me veo en brazos de alguno de ellos. Conservé también durante algunos años recuerdos que me dejaron, concretamente, durante mucho tiempo guardé una maqueta de avión que me hizo un guerrillero al que llamábamos Quirós, porque era de un pueblo de aquí de Asturias, aunque había venido de Francia. Pero sobre todo recuerdo que un buen día vino la Guardia Civil a picar a la puerta de casa y los teníamos a todos dentro en ese momento. Tengo la imagen de todos los guerrilleros apuntando a la puerta con sus armas. Ver a mi padre salir corriendo e inmediatamente pedirle a mi madre que sacase una jarra de vino para entretenerlos, porque si llegan a entrar se arma la marimorena…

A los doce años empezó a trabajar.

En el año 50 mi padre fue detenido. Mi madre se quedó con cuatro hijos. El mayor tenía doce años y a esa edad luego fuimos desfilando a trabajar. Las necesidades eran tremendas, no hacía falta que nos lo mandaran. Nosotros mismos tomábamos la iniciativa. Yo empecé a trabajar con dos albañiles, dos profesionales de la construcción que iban por su cuenta levantando casas. Hacían todo el trabajo, desde la preparación de la madera, la piedra… subían los edificios, hacían el trabajo interior. Eran muy completitos.

A los quince años, a la mina.

A la mina me fui forzado por la mala situación que tenía con estos dos albañiles. Me pagaban poco. Trabajaba de sol a sol, me recogían a las siete de la mañana y no volvían hasta las diez, y al día siguiente, lo mismo. Por supuesto, sin seguridad social ni nada. Y encima no me trataban bien, particularmente uno de ellos. Eso me empujó a pedir trabajo en la mina, pero hasta los dieciséis años no se podía entrar ahí así que me tuve que falsificar el carné de identidad poniéndome un año más. Comencé a trabajar en la mina del Pozo Fondón, que está en la cuenca minera del Nalón. La vida en la mina era muy dura. Yo vivía a nueve o diez kilómetros y los tenía que recorrer caminando cada día. Y casualmente no era un terreno llano [ríe], en Asturias todo es cuesto. Por eso llegaba al tajo y ya estaba agotado. Y luego, la vuelta después de una larga jornada, a veces con horas extraordinarias.

Viví accidentes laborales, pero no los sufrí personalmente; los que sufrí fueron algunos provocados por mí mismo. Era una cosa bastante habitual, cuando te encontrabas en un trabajo extremadamente peligroso, tajos que ofrecían mucho riesgo, peligro de muerte por derrumbes o por gas, la única salida que tenías era accidentarte para escapar a la muerte. Y eso yo lo hice en dos ocasiones. Mira, te lo explico fácilmente (muestra los dedos meñiques de las dos manos, todavía visiblemente quebrados). Con la ayuda de un compañero, te daban un golpe fuerte, te rompías el dedo y te apartabas unos días de aquel infierno. He visto a bastantes morir. A bastantes.

La mina es muy dura y sobre todo en aquellos años. Empezando por que la alimentación, casualmente, no era buena. Sobre todo en familias como la mía. Sin embargo, las jornadas de trabajo eran largas y duras. Yo entré a trabajar con quince, pero a los dieciséis años ya estaba de picador, que es un trabajo muy duro, por la dureza en sí del trabajo, y por el riesgo permanente que corrías. El inmediato y el menos inmediato, que era la silicosis. Mi padre salió de allí también con bronquitis crónica, aunque murió a consecuencia de otros males derivados de las torturas que sufrió.

¿Cómo empezó su militancia?

Yo digo que ya nací militando en el PCE. Todos eran del PCE a mi alrededor. Pero mi ingreso formal se produjo justo cuando entré a trabajar en el Pozo Fondón. Me destinaron a un trabajo con un militante comunista que se llamaba Valeriano Lorenzo, que luego fue alcalde de Yermes y Tameza, un pueblo de aquí [Y que murió en 1995 por una neumonía ocasionada por la silicosis que padecía. N. del R.]. A los pocos días de trabajar juntos, charlando y tal, le resultó fácil convencerme para entrar en el PCE, entre otras cosas, porque ya estaba convencido [risas].

Los primeros años de mi militancia consistieron básicamente en llevar propaganda de un lugar a otro. Servir de enlace con los que dirigían el partido clandestinamente en Asturias, Horacio Fernández Inguanzo, Ángel León y otros. Las responsabilidades dentro de la organización me fueron llegando sin quererlo y sin esperarlo. Sin creer que yo estuviera capacitado para ello. Ya con dieciocho años formaba parte de la dirección provincial del partido, ya comencé a asistir a reuniones en París. Después de un periodo, pasé a ocuparme de la agitación social dentro del trabajo; agitación social porque no había sindicatos, solo el Vertical. Se creó uno, la Oposición Sindical Obrera, pero no tuvo repercusión. Luego, ya más tarde, llegó el momento de las Comisiones Obreras, y estuve muchos años dedicado al trabajo sindical. 

¿Cómo fueron las huelgas de los años sesenta?

Llevamos a cabo pequeñas y grandes huelgas. La más importante que hubo en Asturias fue la del 62, en la que fui despedido por primera vez. Pero fue una huelga que se ganó, tanto en las reivindicaciones laborales como en la readmisión de los despedidos, por lo que el mío al final no se hizo efectivo. Las demandas laborales se basaban en la mejora de la seguridad del trabajo y los salarios, el precio de los destajos. Es decir, en la mina esencialmente se trabajaba, picadores y barrenistas, a destajo. Y eso incrementaba de manera importantísima los riesgos. Todos los días te medían cuánto carbón sacabas y si no llegabas, te pagaban menos. Si trabajas en un frente peligroso y además tienes que ganarte el pan esforzándote hasta el extremo, el peligro aumenta. Te ocupas más de sacar un buen rendimiento que de tu seguridad.

Las huelgas ya tenían cierto recorrido, habían empezado en los cincuenta. En la del 62 se paralizaron todas las cuencas mineras y en parte la metalurgia, lo que repercutió en los servicios. Por eso tuvieron que ceder. Ganamos. Aunque muy pronto se tomaron la revancha. En el 63 vino otra huelga y ahí ya comenzaron las deportaciones, enviaron a mucha gente a otras regiones de España, las citaciones al cuartel, las palizas, los interrogatorios, las detenciones preventivas. Todo esto pasó a ser el orden del día.

A mí la primera vez que me detuvieron me sacaron de la cama a las tres de la mañana en la aldea donde yo vivía. Me trajeron a Oviedo al cuartel de la Policía Nacional y me encontré con que había cientos de detenidos porque habían hecho una redada. De ahí me pasaron a manos de la Brigada Político-Social, frente al Hotel Reconquista. Allí estaba Pascual Honrado de la Fuente, cuyo nombre era una ironía. Formaba parte del grupo de Claudio Ramos, jefe de la Brigada. Era uno de los torturadores más terribles. Estaba especializado en tumbarte al suelo dándote puñetazos en el hígado. Te daban patadas, hostias de toda clase, sufrías todo tipo de ensañamientos, aparte de humillaciones. El sistema que seguían era darte una buena paliza, bajarte al calabozo, y sin que te hubiera dado tiempo a enfriar, te subían nuevamente. Era una técnica para situarte contra las cuerdas. Yo era un niño la primera vez que me detuvieron, tenía dieciséis o diecisiete años, y con esa edad me dieron muchas palizas. Fueron cuatro días en comisaría recibiendo. Pero como no solté prenda me tuvieron que liberar. Y esta no fue la época más dura. A mí no me aplicaron corrientes y otras técnicas brutales que hubo desde el final de la guerra hasta el año cuarenta y tantos, cuando las torturas eran técnicas puramente hitlerianas.

Gerardo Iglesias para Jot Down 1

De ese periodo ha hablado en su libro Por qué estorba la memoria (Madera noruega, 2011). ¿Puede contar las historias que ha investigado que más le hayan impresionado?

Uno de los hechos más terribles que se produjeron bajo la dictadura fue el de Emilio Rubiera. Era un hombre viudo que tenía varias hijas y vivían con él. Económicamente se desenvolvía bien. Tenía una gran casería al lado de un pueblo de Gijón que se llamaba Quintes. Era un hombre muy generoso que ayudaba a todo el mundo, también a los que estaban huidos. Les daba de comer a los guerrilleros lo mismo que invitaba al cura del pueblo. En un momento dado se dieron cuenta de que su casa servía de punto de apoyo a guerrilleros y la noche del 27 de enero de 1948, en el marco de una gran redada, llegaron con camiones, cargaron todas sus pertenencias, que eran muchas y valiosas, era una familia muy pudiente, desvalijaron la casa, se hicieron con todo lo que pudieron, ataron dentro de la cocina a Emilio Rubiera y a sus dos hijas, Asunción y Carmina, y le prendieron fuego a la casa. Los quemaron vivos, allí perecieron carbonizados.

Aquella noche fue terrible. Aniquilaron también a todos los jefes guerrilleros de Asturias. Se habían infiltrado en la guerrilla algunos policías, se inventaron la monserga de una supuesta entrega de armas en distintos puntos, armas que supuestamente venían de Francia. Fue una operación de despiste, una trampa. Citaron a la guerrilla en lugares como Playa Franca, en el occidente de Asturias, en Santo Emiliano, o en la zona de Mieres. Una caravana de guardias civiles dejó en estos puntos cajas llenas de ladrillos que supuestamente eran las armas y, según llegaban al lugar los guerrilleros, los ametrallaban. Hubo mucha desconfianza ante esa entrega de armas, pero la extremada angustia en la que vivía la guerrilla, con armas obsoletas, con caídas de enlaces y puntos de apoyo, esta situación les condujo a agarrarse a un hierro ardiendo.

Otro caso tremendo fue el de Teresa Valles. Era la madre de un grupo de guerrilleros, eran socialistas, casi vecinos míos. De un pueblo que se llamaba Entrerrios, en la zona de Mieres. Arriba, en la montaña, donde yo nací. Esta familia sufrió una verdadera tragedia, porque al finalizar la guerra ahí varios hermanos se echaron al monte escapando de una muerte segura. Ya que, al acabar la guerra, lo más probable es que acabases en el paredón o con un tiro en la nuca. Entre la gente que se subía al monte había un espíritu de rebelión y de no aceptación de la derrota, pero también intentaban sobrevivir a una política de exterminio anunciada previamente con toda claridad. En los primeros escritos del general Mola se decía que había que aniquilar sin compasión a todo el que no pensase igual. Y eso hicieron desde un primer momento. Iban por los pueblos, cogían a civiles, los llevaban a los montes y los mataban a palos o les pegaban un tiro en la cabeza. En la zona donde yo nací hubo casos incontables. Pues, como decía, los hijos de Teresa Valles, Ursino, Segundo, Víctor y José huyeron al monte.

Con la represión ocurría siempre lo mismo. Se lanzaban directos sobre las familias de los guerrilleros. Muy pronto detuvieron a una de sus hijas, la encerraron en el convento de los frailes de Mieres y de ahí desapareció. A la gente que recluían en ese convento, por la noche la cargaban en camiones de prisioneros y los arrojaban a los pozos, en este caso fue Pozo Turón. En esta familia empezaron por ella. Luego fueron a por la madre, Teresa. Le dieron una monumental paliza en la calle, en presencia de todo el mundo, y con uno de sus hermanos delante, un falangista, un tal Orgonio, que mientras la apaleaban y la pisaban le decía «Dinos dónde están los guajes». Los guajes eran los guerrilleros. A consecuencia de aquella monstruosa paliza, inmediatamente la mandaron al campo de concentración de Figueras, en la parte occidental de Asturias, en Castropol. Llegó, vomitó sangre y al poco tiempo se moría. Después cayó uno de los guerrilleros, Víctor… bueno, al final la tragedia se cerraba con el padre, que ya llevaba muertos a su esposa y cinco hijos, unos en el monte, otros en la propia guerra, y otro en la revolución de octubre, y terminó ahorcándose en la puerta de su casa.

Me han dicho que cuesta leer mi libro, pero fue la realidad. Todo lo que cuento es información contrastada acompañada de testimonios directos. No hay literatura.

Cuando el dictador empieza a agonizar, ¿cuáles eran sus expectativas?

Ahora veo todo aquello de forma muy distinta. En aquel momento el PCE luchaba por provocar la ruptura con el régimen fascista. El régimen se agotaba por la lucha obrera, por la presión internacional, pero los hechos han demostrado que no reunimos fuerzas suficientes para provocar aquella ruptura. Entre otras cosas, porque ni la oposición estaba unida. Teníamos un primer intento que fue la Junta Democrática, con el PCE, el partido de Tierno Galván y una serie de personalidades y pequeños partidos. Pero uno que era fundamental, el PSOE, no quiso unirse a aquello y formó otra instancia, la Plataforma Democrática. Para cuando las dos se unieron, los propósitos de ruptura ya iban desapareciendo.

Yo era miembro de la dirección del PCE, pero no tuve un papel decisivo en el proceso. El problema fue que el partido llegó un momento en que temió verse marginado, porque de hecho se intentó, el PSOE aceptaba nuestra no legalización. Ahí centró el partido sus fuerzas y entró en una negociación que nos condujo finalmente al reconocimiento de la monarquía y de la bandera. Yo estuve en la reunión del Comité Central en la que se tomó esa decisión. Fue algo improvisado, sobre la marcha, presionados. Era la primera reunión que celebrábamos en Madrid a la luz del día. De repente, hubo una llamada de Suárez y Carrillo salió de la reunión. Llegó al cabo de un par de horas con una declaración redactada y nos comunicó que había una amenaza del Ejército de entrar a por nosotros, así que todos votamos afirmativamente sin discusión. Asumiendo que en aquel momento la única salida que hubo fue esa Transición, hay que decir que, cuidado, fue con la pistola apuntando a la cabeza.

Además, también hubo otros muchos hechos, los asesinatos de la calle Atocha, los secuestros de varios generales por un grupo organizado por la propia policía, los GRAPO. Una serie de sucesos que, en suma, de transición pactada, nada; transición impuesta y aceptada. Todo debido a la enorme voluntad de poner fin a aquella sangría que se había prolongado durante cuarenta años. Por eso no hubo ruptura. La Transición la dirigieron elementos provenientes del régimen, de la dictadura, y la conformaron a su medida. Esa es la verdad. Empezando por una ley de amnistía que sin pedir perdón a nadie asumía que todos los perdonábamos. Fue una ley sumamente escandalosa, sobre todo viéndola hoy, desde la distancia. Suponía la liberación de los que estábamos en la cárcel, en la clandestinidad, en el exilio, pero visto con cierta distancia es una auténtica aberración que fueran los criminales los que nos perdonaron la vida; los que nos permiten volver a la legalidad cuando ellos son los que tenían que haber ido directos a los tribunales.

En Miseria y grandeza del PCE, de Gregorio Morán, dice que Carrillo llevó todas las negociaciones de la Transición a título personal, que informaba al Comité Central de lo que juzgaba necesario y que, de hecho, en los archivos del partido no había prácticamente actas entre el año 76 y el 77.

Sí, la llevó muy a nivel personal. He ojeado un libro recientemente escrito por José Sandoval, que murió no hace mucho, un dirigente histórico del PCE, y cuenta, efectivamente, que en un momento dado le pidieron a Carrillo que informara de sus contactos y contestó que solo informaría de lo que considerase oportuno. Lo llevó como algo personal, pero de otro modo ya digo que no reuníamos fuerzas suficientes para provocar una ruptura. Lo que sí es cierto es que esa transición divulgada como modélica, vista retrospectivamente, fue un completo despropósito.

¿Cómo llegaron al eurocomunismo, a anteponer la democracia y los derechos fundamentales al socialismo?

El eurocomunismo fue un intento de superar el enorme desprestigio en el que habían caído los partidos comunistas sobre todo por el papel que había jugado Stalin al frente del PCUS. Todo el prestigio de la URSS al salir victoriosa de la II Guerra Mundial se vio empañado por las prácticas criminales de Stalin, por los asesinatos, los gulags, en fin, todo lo que hizo. Entonces los partidos comunistas eran satélites del PCUS y el eurocomunismo intentó desmarcarse de todo aquello. Creo que no tuvo mucho recorrido porque ya era algo tarde. Recomponer la imagen de un partido comunista para mostrarlo como un partido democrático antes que nada ya era harto difícil, particularmente en España donde había habido cuarenta años de propaganda férrea contra el comunismo. Pero el intento fue bienintencionado. Los franceses se descolgaron muy pronto, pero no así el Partido Comunista Italiano que mientras vivió Berlinguer apuntó en una dirección muy positiva todos sus escritos y reflexiones. Eso sí, muerto él las cosas cambian.

Todos estos acuerdos, pactos y consensos a los que llegó Carrillo a título personal neutralizaron a la militancia del partido. ¿Se puede achacar a estas prácticas la disminución de militantes de hasta un 50% que hubo luego en los años ochenta?

El PCE tuvo en sus filas a la flor y nata de la intelectualidad, de los profesionales, de la gente más cualificada de este país. Mucha de esta gente vino al PCE porque era lo único que existía que le estaba plantando cara al franquismo. Era lógico que una vez llegada la democracia, emergieran otros partidos con fuerza y cada uno buscara su sitio más natural. Admito que una parte de esta gente tan importante se fue del PCE porque su sitio fue ese solo en la medida en que querían luchar contra la dictadura, pero ideológicamente estaban en otra parte. Muchos abandonaron por eso.

Sin embargo, no hay duda de que otros abandonaron porque en un momento dado Santiago Carrillo plantea aquello de la Alianza de las Fuerzas del Trabajo y la Cultura y lo hizo con métodos instrumentales. Cuando quieres la alianza con un sector social, no quieres atraerlos a ellos sino a sus ideas. Incorporar esas ideas al proyecto, y eso fue lo que no se hizo. Mucha alianza, pero sus ideas se quedaron fuera. Y en la medida en que sus propuestas no encontraban espacio dentro del proyecto comunista, pues se fueron.

Cuando hice la propuesta de Izquierda Unida era consciente de que era difícil llevar a cabo un proyecto así, porque la cultura del pasado, un pasado forjado en la guerra, la clandestinidad, un pasado con inspiración estalinista, es muy difícil cambiarla. Es como una religión: habla el pope y «sí, bwana».

Gerardo Iglesias para Jot Down 2

En el Partido Comunista de Asturias, cuando se decide presentar a Dolores Ibárruri,  Pasionaria, de número uno en la lista electoral, se dijo a los militantes que «estaba como una niña», pero luego hubo quejas de su capacidad con la edad que tenía.

Yo no creo que nadie se haya sentido engañado ni que se haya pretendido engañar a nadie. A algunas personas no les gustó la idea de Dolores, pero por lo demás la Pasionaria era un símbolo para nosotros y tampoco en la práctica eso creó mucho problema. Lo que sí creo ahora, pero soy lo suficientemente honesto para decirle que en aquel momento no lo vi, y me di cuenta hace mucho tiempo, es que fue un error tremendo comparecer a las primeras elecciones con la imagen al completo de todos los líderes de la guerra. Recuerdo una entrevista con Alfonso Guerra en la que me confesó que ellos estaban muy preocupados de cuáles iban a ser los resultados electorales habida cuenta de que el PCE había estado aquí cuarenta años dando la cara, mientras que ellos ocuparon un lugar mucho más discreto. Pero cuando vieron la presentación de nuestra campaña, con aquellos carteles fúnebres, en blanco y negro, con las caras de Dolores, Carrillo… se dieron cuenta de que aquello era pan comido. Creo que si el PCE en aquel momento, sus dirigentes, con Santiago Carrillo a la cabeza, hubieran tenido la generosidad de haber presentado un Partido Comunista renovado con tan importantes figuras de la actualidad, de los profesionales, como teníamos entonces, las cosas hubieran sido distintas. Teníamos militantes impresionantes, que encima luego fueron los que nutrieron al PSOE, porque no tenía cuadros. Esa es la realidad.

¿Hubo convulsiones al borrar el término leninista de la descripción del partido?

No hubo mayores problemas, igual determinados sectores. Las trabas vinieron de la embajada soviética.

¿Cómo se producían las injerencias o intentos de injerencia de Moscú en el PCE?

Bueno, hasta donde yo conozco, y no conozco mucho, nada más llegar yo a Madrid a la Secretaría General me organizaron una escisión, la de Ignacio Gallego y el PCPE (Partido Comunista de los Pueblos de España). Se la podían haber organizado a Carrillo, pero no, fue a mí, y nada más llegar. Se dieron cuenta de que yo no era una persona a la que iban a poder enviar por caminos ya muy trillados.

Su primer año como secretario general se lo pasó peleando con Carrillo más que con el Gobierno o la derecha.

Llegué a la Secretaria General en condiciones muy complicadas. Para empezar, solo sacamos tres diputados en el 82. Pero en el terreno más personal, yo no quería ser secretario general del PCE. Del mismo modo que no quería desplazarme a vivir a Madrid para estar en la dirección de CC. OO., en la que estuve muchos años pero viviendo en Asturias. En algún momento me quisieron llevar a Madrid como secretario de organización y no quise. Yo nací en La Cerezal, que eran cuatro casas, rodeado de selva. ¿Qué hacía yo en la Castellana? Ni siquiera me consideraba capacitado para asumir tamaña responsabilidad, instituida a una figura como la de Carrillo, y justo en uno de los momentos más bajos para el PCE.

Acepté porque quien más influyó fue Horacio Fernández Inguazo, una persona a la que yo quería enormemente, porque era un monumento a la humanidad y a la dignidad. Así que para allá que me fui. No sé si tiene alguna importancia contar cómo sucedieron los hechos, porque luego Carrillo los presentó a su manera y yo nunca quise responderle. Casi hasta su muerte no perdió ocasión para hablar de mí como que le había traicionado, y desde luego no había nada de eso.

Tras las elecciones, en la sede del PCE de Santísima Trinidad, me dijeron que Carrillo quería hablar conmigo. En su despacho estaban presentes Belén Piniés, Adolfo Piñero y no sé si Jaime Ballesteros, eran varios. Y Carrillo me dice que llevan varios días de reunión en el ejecutivo, que cada vez ve más claro que no quieren que siga y considera que el mejor candidato a sucederle soy yo. Me pareció una locura. Volví a Asturias, a recuperarme de una gripe, y allí me convenció Horacio, como he dicho. También reflexioné, si me lo estaban pidiendo y no había más candidatos y los que había no se proponían o no los proponía nadie, pues decidí coger el toro por los cuernos. Al llegar al Comité Central le dije a Carrillo que aceptaba con estas palabras más o menos: «Santiago, primero: finalmente, voy a aceptar hasta el próximo congreso, que me volveré a Asturias; segunda cuestión: me temo mucho que te engañes conmigo, porque me has conocido de toda la vida como un militante muy disciplinado, pero soy una persona que cuando asume una responsabilidad, la ejerce. Y no la ejerzo a través de otros».

Tuve muy claro que Carrillo quería colocarme ahí para dirigir el partido a través de mí. Y se lo dejé clarísimo, y está grabado. En los archivos del PCE tiene que estar. Entonces al Comité Central le dije al aceptar el cargo: no sé lo que voy a hacer, no he tenido tiempo de reflexionar, pero seguro que no voy a hacer lo que hasta ahora porque dio muy mal resultado, quiero deciros en todo caso que si me elegís, yo voy a ejercer, no voy a ser instrumento de nadie. Salí elegido en aquella reunión y el primer día que bajé a comer al comedor del PCE, comí solo en una mesa [Risas]. Los llamados renovadores no se fiaban de mí porque había sido carrillista, y los carrillistas estaban que fumaban en pipa por lo que había dicho en el Comité Central.

Otro hecho curioso es que después de ser elegido secretario general volví otra vez a Asturias y al regresar de nuevo a Madrid, al despacho de Carrillo, al que iba a ser mi despacho, Santiago me recibió así, con estas palabras: «Eres un guarro». Y después me lanzó todos esos ataques a lo largo de los años a los que no quise responder, porque mi actitud estuvo siempre muy clara. Se lo advertí desde el primer momento. Ni en mi familia, ni en el partido, nunca fui dócil ni manejable. Soy reflexivo y tolerante, y no me importa, todo lo contrario, que la gente piense de distinta forma, pero mis ideas yo las defiendo con la fuerza que sea necesaria. Así comenzó la batalla.

Vázquez Montalbán escribió sobre todo esto en una columna llamada «Carroñismo»: «Gerardo Iglesias ha demostrado que aportaba nuevos usos y costumbres de agradecer dentro del marco cultural comunista. Para empezar, una paciencia con sus adversarios que no habría existido de invertirse la situación. De estar Carrillo donde está Iglesias y viceversa, a estas horas Gerardo Iglesias estaría de minero en una mina siberiana».

Creo que esta es la primera vez que hablo en estos términos con un periodista. Una de las primeras propuestas que me hizo Carrillo, que no sé si realmente se la creía él o no, o simplemente me lo sugería para que me estrellara, fue que tenía que organizar la dirección del partido incorporando a los prosoviéticos, porque había llegado a la conclusión, estaba convencido, decía, de que era imposible que un partido comunista sobreviviera habiéndose enfrentado a la matriz, la Unión Soviética. No sé si a esas alturas, el año 82 u 83, se lo creía, una época en que los regímenes comunistas estaban ya en un estado que… Y yo le dije: lo siento, pero la dirección en la que me oriento es la contraria.

Fue una lucha dura, porque Santiago era una persona muy tenaz. Más o menos ya conoces cómo fue el proceso posterior, pero únicamente contaría una anécdota de cómo rompo con él, porque tenía muchas dificultades para reorganizar el comité ejecutivo, reorganizar el secretariado y hacer una conferencia, y con la situación que me estaba creando él era muy difícil. La ruptura definitiva vino cuando llamaron de la casa real pidiendo que un representante del partido acudiera a la Zarzuela. Conscientes de cuál era la situación en el PCE, no llamaron al secretario general, que sería lo lógico. Llamé a Carrillo al Congreso, él era diputado y yo no, le conté lo que pasaba, le pregunté quién creía que tenía que ir y contestó sin dudarlo un momento: «Yo». Le dije que de acuerdo con que fuera él, pero que le sugiriera al rey que en otro momento me recibiera a mí. Y efectivamente así lo hizo. Concertó una entrevista con el rey, pero no mía con él, sino suya para presentármelo. Aquello me sentó fatal. Además, ocurrió en el transcurso de la conversación otra anécdota. Coincidieron dos homenajes, uno de Falange a Don Juan, padre del rey. Y otro a mí en Asturias para despedirme porque me iba a Madrid, que fue un éxito y vino gente de todos los partidos. Carrillo dijo: Majestad, los homenajes siempre se hacen en contra de alguien. Pero no pensaba en el de Don Juan, sino en el mío. Ahí a la vuelta de la Zarzuela le dije: Santiago, vamos a comer y a hablar porque esto no puede ser. Voy a emprender los cambios que considere oportunos.

En esos años España sufrió la reconversión industrial. Un proceso que afectó muy duramente a su tierra, Asturias. Siempre se han vendido estas medidas como que no había alternativa. ¿Cree que la había? ¿Y cree que su partido supo plantearla en ese momento?

No me atrevería a afirmar que teníamos una alternativa completa. Evidentemente, se plantó cara y hubo luchas importantes en contra de aquel modo de reconvertir la industria asturiana. Yo ya había vivido la reconversión de la minería en una primera etapa, no en esta, cuando se pasó a la acción concertada de las minas, el embrión de Hunosa. Previamente, se ingresaron cantidades de dinero a la empresa pública y yo que estaba trabajando allí vi verdaderas barbaridades. Se abandonaban explotaciones a pleno rendimiento, se gastó el dinero, se desbarató y al final tuvo el Estado que cargar con unas minas desatendidas y medio desmanteladas. En la reestructuración fuerte, la de los ochenta, ofrecimos alternativas. Decir si teníamos una, digamos, integral, no sé si la teníamos lo suficientemente hilvanada. Tampoco tuvimos fuerza para oponernos a todo esto que nos ha llevado adonde estamos.

En Asturias hemos tenido muy mala suerte. Yo estaba en Madrid y entonces se conocía el Gobierno de Murcia, el de Cantabria, no digamos el andaluz o el catalán, pero el de Asturias era como si no existiera. Porque aquí hubo una serie de Gobiernos, el primero presidido por Rafael Fernández que, bueno, trató de poner algunos cimientos. Pero luego vinieron otros presidentes, quizá con la excepción de Pedro de Silva, siempre muy dóciles y muy sometidos a los mandatos de Madrid. Las propuestas que se hacían desde Asturias pronto se quedaban en el baúl de los recuerdos en cuanto llegaban a Ferraz. Nunca hubo una tensión dialéctica.

Por citar un ejemplo, se instituyó una plataforma en defensa de la variante del Pajares, ya que uno de los grandes problemas históricos de esta comunidad es la comunicación con el resto del mundo. Y el PSOE estaba en contra porque se lo ordenaban en Madrid.

Por eso la reconversión industrial no tenía detrás una política bien pensada. Se hizo a golpe de improvisación. Una de las medidas fueron las prejubilaciones. Eso solo tenía el fin de evitar el conflicto social. Una gran inversión que no era productiva. Cuando el prejubilado se va a su casa con una buena pensión, su hijo se queda en la calle. Y el hijo del otro. Y cuando el prejubilado llega a los sesenta y cinco se queda con la pensión que le toca como a todo el mundo y ahí se acabó todo. E incluso las inyecciones que se metieron en polígonos industriales fueron muy mal administradas. A los sucesivos Gobiernos de Asturias, no voy a entrar en el último que no tiene recorrido, no les podría poner buena nota.

Gerardo Iglesias para Jot Down 3

Empezó el vaciado del tejido productivo de España…

No sé si recuerdas aquella frase de Solchaga, de que este era el país donde más fácil era hacerse rico. Ese era el fin de la política económica española, ponerse en manos de los tiburones financieros y no articular un proyecto industrial, de carácter integral, con perspectivas de futuro.

¿Pero realmente era factible en aquel momento ponerse a trabajar a largo plazo con todas las dificultades inmediatas que atravesaba el país?

El PSOE pudo hacer muchas cosas porque tuvo mayorías para ello. Estuvo mucho tiempo en el Gobierno. Hizo cosas importantes, incluso en la etapa de Zapatero, pero ni González ni Zapatero, en el meollu de la cuestión, la política económica, la que hicieron fue tanto para un rotu como para un descosiu. Puedes llamar a ese rotu PSOE y a ese descosiu PP. Es decir, lo mismo. A lo que el PSOE nunca estuvo dispuesto y parece que sigue sin estarlo es a orientarse hacia un modelo económico distinto, plantando cara a los que nos dirigen desde «los mercados», que no sé yo qué es eso de los mercados, aunque sé sus nombres y apellidos. Empezaron a llevárselo todo a China, Vietnam, a Singapur donde la mano de obra era tirada y ahora quieren traernos el modelo laboral de allí, que trabajemos largas jornadas por cuatro pesetas o euro y medio, y dejándonos en el camino importantísimos derechos sociales. A esto hay que plantarle cara, pero no parece que…

Mientras fue secretario general del PCE, al PSOE le acusó de que en España se habían sentado las bases para permitir «el fraude fiscal de los que más tienen», y que no se había calculado el impacto real del ingreso en la CEE.

La política fiscal de este país es la que es. La recaudación del Estado sale de las nóminas. Los demás, sus paraísos fiscales, sus inventos… Que en aquel entonces había una política fiscal completamente regresiva era palmario. Lo de que se iba a marchas forzadas a ponerlo todo en manos de la empresa y de los poderes privados, era claro. Aquí se privatizó hasta el gatu. Fíjate lo importante que hubiera sido tener ahora una banca pública, aunque fuera Argentaria, pero se lo llevaron por delante. Tenemos la curiosa circunstancia de que los bancos cogen dinero del Banco Central Europeo al 1% y se lo venden al Estado al 7%. Es una broma de muy mal gusto y con muy malas consecuencias.

En cuanto a la UE, siempre nos preocupó que se construyera la Europa de los mercaderes, que en realidad es lo que es ahora. Nosotros apostamos seriamente, desde luego, por la construcción europea, pero una Europa de los pueblos, de los trabajadores. Una Europa que asumiera el pensamiento de los que lucharon contra el fascismo. Pero resulta que no fue así y hoy nos encontramos como nos encontramos, con un desprestigio grande de la propia existencia de la Unión y del euro. La gente se hace preguntas sobre esto cuando España antes era muy proeuropea.

También le preguntó a Felipe González por el GAL en el año 83.

Fue mi primera entrevista con Felipe González. La recuerdo perfectamente. Yo le planteé: «Presidente, quiero expresarle una seria preocupación que tiene mi partido y que quiero transmitirle personalmente. Todo hace pensar que los GAL están promovidos desde las propias instituciones del Estado. Y al respecto quiero decirle dos cosas. Una, que lo de la democracia y el Estado de derecho hay que creérselo. Una persona de izquierdas tiene que creérselo. Si se lo cree no puede hacer cosas al margen de la legalidad democrática. Y la segunda, ese tipo de actuaciones terminan volviéndose en contra de quien las promueve».

Y la respuesta fue la siguiente: «Yo no te puedo decir gran cosa acerca de los GAL porque no lo sé. Lo único que sí te puedo decir es que el Gobierno francés, cuando empezó a tener problemas en su propio territorio, su actitud empezó a cambiar». El Gobierno francés era poco receptivo a meterle mano a ETA, poco colaborador. Pero implícitamente Felipe me lo estaba reconociendo.

Y luego me hizo otra propuesta muy sibilina: «Me gustaría decirte que si estás cerca del poder, hoy la información es un elemento fundamental para contar en la política, y la información la tiene el poder, por consiguiente, si te mantienes cerca de mí tendrás información y tendrás tu protagonismo». Y me contó el caso de Carrillo: «¿Has visto cómo Carrillo mientras estuvo en la política de consenso con Suárez tuvo un protagonismo importante y cuando acabó eso se fue al ostracismo?».

Recuerdo la respuesta que le di: «Presidente, yo te quiero decir una cosa; si soy capaz de controlar el PCE te doy la seguridad de que estará siempre al servicio de la defensa de la democracia, pero te aseguro que en política económica, política internacional y otras, modestamente, en fin, te vas a encontrar con nosotros. No vine a Madrid para venderme por un plato de lentejas».

Y a partir de entonces, me sentenció y ya hizo todo lo que hizo conmigo, ¿lo sabes?

Sé que le llamaron alcohólico. Guerra llegó a decir que usted iba «cargado» a los mítines. Y luego en TVE, en un reportaje sobre la vida al margen de la política de los candidatos, de Felipe dijeron que le gustaba jugar al billar y salía haciendo una carambola de profesional, y de usted que le gustaba irse de copas y le sacaron escanciando sidra.

Dijeron cosas terribles sobre mí en el Parlamento. E incluso me hicieron un montaje. Yo, en mi vida, jamás, cogí una borrachera. Tomo vino para comer, depende, por temporadas, pero fuera de eso nunca he sido un bebedor. Sin embargo, en la campaña electoral que siguió a la del fracaso del 82 lanzaron, él por una parte y Guerra por otra, que yo iba a los mítines borracho. Y eso lo reforzaron con un vídeo que salió por televisión en el que yo aparecía echando sidra en un autobús destartalado que había alquilado el partido en Andalucía [risas]. Y yo iba, pues como iba el autobús, desequilibrándome… Hasta tal punto llegaron que un día, saliendo yo de la sede, por la Castellana dirección Arturo Soria, donde yo vivía, me paró la policía municipal y me puso el alcoholímetro.

También tuvo el teléfono pinchado. Dijo que lo descubrió cuando encontró en el contestador automático una conversación de dos policías por algún fallo que habrían cometido al pincharlo y los que quedaron grabados fueron ellos.

Sí, sí. Lo denuncié. Ya no recuerdo muy bien, pero sí había detalles muy significativos de que estaba pinchado.

También vivió la formulación de la Perestroika por parte de Gorbachov en la URSS.

Tuve la ocasión de asistir a una reunión en Moscú invitado por Gorbachov en los inicios de Glasnost. Y tuve la oportunidad de hacer una intervención, yo creo que bastante renovadora y abierta, que creo que fue bien recibida. Creo que las intenciones de Gorbachov fueron buenas, el modo de hacer ya creo que no fue tan bueno. Estaba muy marcado por el partido al que pertenecía y es muy difícil desprenderse de una cultura que arraiga durante tanto tiempo. Fíjate cómo se levantó con el poder Yeltsin, que era un impresentable.

Gorbachov, que conocía bien el partido, sin embargo, quiso apoyarse en él en lugar de crear otra fuerza política. La URSS era una cosa demasiado pesada como para transformarla, y querer hacerlo desde dentro con el mismo partido que había creado toda aquella casta de burócratas y corrupción, creo que fue un gran error. Creo que podría haberse orientado a pasos más lentos y con una fuerza política renovada. Pero hay que decir que en cuanto Gorbachov anuncia Glasnost y la Perestroika, Occidente se lanza a por ellos, tiene una prisa tremenda por desmantelar el bloque soviético y pasó lo que pasó. Ese tipo de procesos hay que llevarlos con más cautela.

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Antes de los cambios que quiso imprimir Gorbachov, usted tuvo que recorrer todos estos países buscando que reconocieran su PCE en lugar de la escisión que provocó Carrillo (PTE-UC) o la de Ignacio Gallego (PCPE).

A la URSS ya había ido antes, cuando no era secretario general, después me pusieron la proa. Pero la impresión de mis viajes a la URSS anteriores la verdad es que fue muy penosa. Incluso cuando viajé ya a invitación de Gorbachov a hacer la intervención que he citado, pues también. Ahí tuvimos reuniones con algunas personalidades del campo más abierto, que estaban más en la onda de la Perestroika, y recuerdo una reunión con unos economistas que nos contaron que no existía servicio estadístico en la URSS. Decían, por ejemplo: en este momento hay cuarenta mil o cincuenta mil —no recuerdo cuántos— vagones de tren que no se sabe dónde están. Y quien dice eso, dice otras cosas todavía más importantes. El desbarajuste era tremendo.

En el año 85 o por ahí, si querías hacer una fotocopia tenías que ir al Comité Central, no había fotocopiadoras, cuando eso aquí era algo muy común. La corrupción se palpaba por todas partes, llegabas y enseguida el intérprete te pedía dólares. El sectarismo, la cerrazón, también era terrible. En mi primer viaje recuerdo una anécdota en Leningrado, que queríamos ir a ver alguna cosa, no recuerdo qué, pero como había un programa que seguir y llevábamos un intérprete que nos guiaba, no podíamos. Siempre estábamos bromeando y al final le dije: «Vladimir, por favor, puedes llamar al Comité Central a ver si nos deja cambiar de acera». Luego, en una cena, donde no estaban gerifaltes del poder soviético, estábamos de cachondeo, como somos los españoles, contando anécdotas, metiéndonos con Carrillo y todo el mundo, y en una se me ocurrió hacer un brindis por el camarada Stalin y, joder, aquello… Me vi con un pie en Siberia. Se montó un alboroto tremendo y trasladaron una protesta al PCE [risas].

También viajé a la Alemania Oriental, a Hungría, a Rumanía. Bueno, a Rumanía fui en dos ocasiones. La primera coincidió que era la fiesta nacional y eso me dejó helado porque era una copia de lo de la plaza de Oriente. El hombre de madera ahí arriba saludando y los obreros de cada fábrica formados, con banderas hechas en la misma imprenta y con el mismo diseño, desfilando por delante y cuando llegaban al presidente le rendían pleitesía. Horrible. Pero luego tuve una segunda visita más hilarante. Me llamó Ceaucescu a través de la embajada, decía que tenía que hablar urgentemente conmigo. Yo no quería ir, no me gustaba nada ni Ceaucescu ni su política, pero los camaradas veteranos, Ramón Marín, Simón y otros, me dijeron que debía ir. Me convencieron porque ese hombre, con todo lo que yo pensaba de él, nos había ayudado mucho, en Bucarest por ejemplo estuvo Radio España Independiente (La Pirenaica). Así que acepté ir, pero quise ir solo para no tener condicionantes.

Y nada, llegué a la entrevista, la recuerdo como si fuera ahora, me recibió en un enorme salón y al fondo ahí estaba él como una estatua de plomo. Caminé hacia su mesa, nos dimos la mano, me senté y empezó. Resulta que recientemente había visitado Rumanía el rey. Y me dice si no de forma completamente explícita, sí suficientemente entendible, que me estaba transmitiendo un mensaje del rey. Un encargo que le había hecho. Me dijo: «Camarada Iglesias, hay que terminar con el conflicto que tenemos con Carrillo, volverlo al partido y darle su protagonismo». La entrevista duró… no llegó al minuto. Le dije: «Camarada Ceaucescu, tengo que decirle una cosa, con toda claridad, mientras yo esté dirigiendo al Partido Comunista de España no aceptaré ninguna injerencia de partidos externos al mío». Se levantó como un resorte de la silla, dijo «se ha acabado», me dio la mano y se marchó.

En la entrevista estaba delante un tal Juan que estaba en la embajada en Madrid, con el que yo había conversado mucho y se confesaba un hombre muy crítico hacia Ceaucescu. Él me acompañó al hotel en el coche, en el más completo silencio. Estaba desencajado. Al llegar donde yo me alojaba, después de bajarme del coche, me dice que le gustaría hablar conmigo. Le dije que subiera a mi habitación. Y él: «No, no, mejor baja tú». Debía estar la habitación llena de micrófonos y él lo sabría [risas]. Bajé y estaba pálido. «Esto no le ocurrió nunca a Ceaucescu y… estoy asustado», me confesó. Le contesté: «Juan, tengo billete de vuelta, soy un ciudadano español, mañana embarco a Madrid, no creo que sea tan idiota de hacerme algo». Pero estaba realmente asustado.

Después en el hotel había baños turcos y vapor. Me metí en lo del vapor, que soy muy aficionado a la sauna y estas cosas. Y con tanto vapor que había, no era capaz de abrir la puerta para salir. No es que me entrase miedo, pero recuerdo, con todo lo que había pasado y el ambiente que había, reírme para mis adentros y pensar: a ver si me ha cerrado por fuera Ceaucescu [risas].

En toda esta odisea por países del este la que mejor imagen me dio fue Yugoslavia. Cuando fui Tito ya no vivía, era una dirección colegiada la que mandaba, seguían siendo un Gobierno de partido único, pero era otra historia. Algo mucho más abierto. En Bulgaria también eran muy prosoviéticos. Pero mucho, mucho, mucho. Y, en cambio, el trato con ellos fue más cordial.

¿Qué opina del motivo del PSOE para cambiar de opinión sobre el ingreso en la OTAN, eso de que la relación de fuerzas en el mundo había cambiado y convenía irse con los fuertes para tener mejor posición negociadora en la política internacional?

Nosotros estábamos en contra, como es natural. Ahora ya se da como un hecho normalizado, pero en fin, yo creo que era mejor pensar en un mundo descentralizado, y en un imperio, Estados Unidos, vuelto a sus fronteras nacionales, que son bien amplias. Creo que sería mejor que surgieran multitud de iniciativas en el marco de una colaboración pacífica y se pudieran ir resolviendo los problemas.

En el referéndum creo que hubo tongo. Como en su día no tuve datos fehacientes para denunciarlo, pues no lo hice. Tuve algunas filtraciones, formaciones que hablaban de una supuesta manipulación de los datos. El Gobierno reconocía implícitamente que estaba perdiendo cuando días antes organizó aquel encuentro en TVE. Me llamaron, yo estaba en Aranjuez en un mitin, y me dijeron que tenía que ir urgentemente a televisión. Yo dije que no, que tenía que ir Antonio Gala, que presidía la Plataforma Cívica, pero insistieron en mí. Y prepararon un debate exclusivamente para mí, para presentar al pueblo español que si ganaba el no era como decir que este que tenéis aquí delante se va a hacer cargo de España.

¿Cómo se fragua la idea de crear Izquierda Unida?

Cuando formulo la idea quise crear un movimiento sociopolítico, algo abierto, integrador de diversas sensibilidades. Se ha dicho que la juventud española pasaba de la política, era mentira. Lo que ocurre es que los partidos lo único que les ofrecen es que repartan papeles por la calle, pero no les dan protagonismo, y hace falta que en los partidos de izquierda entre todo lo nuevo que se mueve en la sociedad. Pero que entre, no como persona física, sino que entren con sus ideas. Que vuelquen sus ideas reflejo de la nueva situación que vivimos en los proyectos de esos partidos. Modestamente, eso intenté con Izquierda Unida. Pero la inercia del pasado era tan fuerte que muy poco después IU se fue convirtiendo en un partido de corte clásico, con su aparato, y sus estatutos bastante cerrados. Leí hace poco que IU de Madrid había prohibido discrepar. Eso a estas alturas es alucinante.

No me apetece nada opinar sobre mis antiguos camaradas. Quien se queda con IU cuando yo lo dejo es Anguita, que tiene una visión completamente distinta del proyecto, pero en fin. Ahí están los hechos. Lo que ocurría en el PCE como en todos los partidos comunistas es que la idea de IU, creo que más allá de Nicolás Sartorius pocos más la asumían conscientemente, aunque formalmente la aceptaran todos porque el jefe es el jefe. Y cuando dejé de ser jefe, el día que tomó posesión Anguita, ya era otro jefe. Creo que Anguita no veía IU como un proyecto renovador, a fondo, integrador, creo que tenía otra idea.

Deja la política, vuelve a la mina y se cae por un agujero de quince metros.

Volví al trabajo obligado. Me vine de Madrid recién separado con un niño de once meses en brazos que yo crié, ahora tiene veinticinco. Volví a Asturias con una mano delante y otra detrás, no tenía nada. Antes de ir a Madrid había organizado mi vida muy modestamente, tenía un coche, pero cuando vine de Madrid no tenía ni coche ni casa, no tenía nada, insisto. Pedí al financiero del PCE dos mensualidades, no me pusieron buena cara, eran de doscientas mil pesetas o algo así, pero me las dieron y eso es lo que tenía. Así que al llegar a Asturias necesitaba un trabajo, una casa y alguien que me cuidase el niño mientras trabajaba. La única vía que tuve fue que estaba excedente de Hunosa y era lo más seguro. Si hubiera podido no hubiese vuelto, que yo sabía lo que era la mina. Si hubiera podido me habría ganado la vida escribiendo algunos artículos, o de otra manera. No fui a la mina por capricho, porque era enfrentarse a… las pasé canutas, después de catorce años sin hacer un trabajo físico volver a picar carbón… Ya me había pasado cuando salí de la cárcel, que estuve cinco años, pero entonces tenía veinte y pico años. En esta ocasión tenía cuarenta y tantos. Lo pasé fatal.

Tuve una caída, me golpeé la espalda, a consecuencia de eso se soltaron un par de vértebras. Me operaron en el hospital de la empresa. Creo que ese centro no reunía condiciones para una operación de ocho horas. Lo cierto es que ahí empezó mi debacle. Fue una operación durísima, un postoperatorio terrible. Y para más inri, se cronificó una infección. Con lo cual al cabo de un tiempo todos los tornillos que me habían metido ahí me los tuvieron que retirar. Por la infección aquello no había soldado, así que se me colapsó la columna. Y otra operación, otra, otra… hasta cinco. La última hace unos años, de unas seis u ocho horas. Me volvieron a poner una armadura de titanio, pero el problema más grave es que de tanta operación terminaron lesionándome raíces nerviosas y me ha quedado un dolor crónico de tipo neuropático que me condiciona enormemente.

Luego me fui al paro. Solo tenía una pequeña pensión por accidente de trabajo, una invalidez del 55%. Así que intenté montar un pequeño negocio que, en fin, no me funcionó muy bien. Era un restaurante. Pero fue muy gracioso un día que me llamó un abogado de Gijón, Francisco Prendes, a pedirme que preparara una mesa para bastantes. Una comida para un grupo de empresarios búlgaros que venía a visitar ENSIDESA. Llegaron los industriales búlgaros y cuál es mi sorpresa al ver que los conocía a todos. ¡Eran el buró político del partido! Es lo que pasó en todos esos países, que se pasaron todos a esos negocios.

Gerardo Iglesias para Jot Down 5

¿Qué diagnóstico hace de la España actual?

Estoy íntimamente convencido, profundamente convencido, de que España está corrompida por los cuatro costados. La España del presente es la consecuencia de una Transición impuesta por los franquistas que no ha permitido democratizar las instituciones del Estado, ni de la Policía, ni de la Judicatura, que ha permitido que se mantuviera incólume todo el poder económico financiero montado a la sombra del dictador y con el favor del dictador. No se ha tocado nada, y de aquellos polvos, estos lodos.

Hoy nos encontramos con una situación que en parte se trata de justificar por la crisis económica, la crisis financiera, pero si prestamos un poco de atención a las cosas que están pasando, aquí no solo hay recortes de carácter económico, hay una catarata de contrarreformas de carácter ideológico que afectan a la sanidad y a la escuela pública. Y no hablemos de la reforma laboral y la ley de orden público que pretenden sacar. Por una parte, someten al país a una situación insostenible de pobreza, de miseria, de bajos salarios, de desahucios. Y por otra, nos sacan unas leyes para ponernos la mordaza. A Jorge Fernández Díaz lo conocí aquí como gobernador civil y parecía menos reaccionario. Ahora se está convirtiendo en algo tremendo.

Así que no hay derecho a comer ni a protestar, no sé si el país en general es consciente de hacia dónde está yendo España. Estamos marchando a pasos agigantados a la frontera de lo que fue el franquismo.

¿Y del problema que está planteando Cataluña con la forma del Estado?

El problema catalán viene de lejos. Creo recordar unas palabras de Ortega y Gasset, que no era casualmente un rojo peligroso, que decía que es un problema que hay que conllevar. Y creo que se ha conllevado bastante mal. Ha habido errores de bulto, no entro ya en el diseño que se hizo del Estado autonómico, el café para todos, pero posteriormente los distintos Gobiernos fueron haciendo concesiones para salir del paso sin abordar el problema de fondo, empezando por ese artículo ocho de la Constitución, el Senado que no sirve para nada, y continuando por lo que yo creo que fue un error de Zapatero, cuando dijo que se aprobaría el Estatuto que le enviasen.

Evidentemente, si se sigue pensando en la unidad de España, no puede valer cualquier Estatuto. Podría haber dicho que iba a estar muy abierto y ser muy receptivo, pero no se puede decir lo que dijo. Luego ya vino el fallo del Constitucional a partir de un recurso del PP, del nacionalismo español, le pegó un hachazo tremendo y se creó una situación ya insostenible. Se han cometido muchos errores frente a un problema que existe se quiera o no se quiera. El Estado español tiene una existencia de muchos años, pero está compuesto de partes diferenciadas. Y hay que buscar encaje a esas partes. No sirve una confección nacionalista española para resolver el problema. España es plural, no sé si hay que ir a una configuración federal con todas las letras, o a una confederal, pero hay que abordar este problema.

Es verdad que los catalanes en esta escapada hacia delante tratan de tapar su incapacidad de gobierno, eso es verdad. Y es verdad además que Mas y su partido tienen problemas internos y también se deben estar dando cuenta de que trabajan para Esquerra. Al final las cosas pueden terminar no siendo tan difíciles como en un momento se plantearon, pero el problema existe y habría que abordarlo. Yo creo que habría que hacerlo tratando a la vez la crisis que sufre España, tanto económica, como de sistema, de los partidos, como en la monarquía. Abrir un proceso constituyente y en ese marco resolver muchos problemas, entre ellos el encaje de Cataluña y Euskadi.

¿Qué opina de la desafección creciente que hay por los partidos políticos?

El camino es una refundación de la izquierda. No valen parches. Nuestras sociedades han cambiado mucho, los partidos obreros nacidos al calor de la primera revolución industrial ya no sirven. La sociedades son completamente distintas, tanto los partidos como los sindicatos obreros, de clase, nacen por la gran concentración de trabajadores en fábricas. Eso ya no existe. Hay gente que trabaja con un ordenador en su casa y también hay masas de jóvenes en paro. Los partidos no tienen mecanismos, ni los sindicatos, para llegar a esa gente. Pero además, los partidos de izquierda en lugar de abrirse a los cambios que se producen en la sociedad, han ido convirtiéndose en aparatos cerrados desvinculados incluso de su propia militancia, o sin dar apenas papel alguno a la militancia más que como número. Es imprescindible la refundación de estos partidos. No sé cuál será el partido futuro, evidentemente tiene que haberlo, ha de haber organizaciones porque estamos en una sociedad donde se dirimen intereses muy distintos y donde las clases siguen existiendo. En este momento además de una forma mucho más acusada, está desapareciendo la clase media, quedan los famélicos y los grandes ricos. Organizaciones políticas tienen que existir pero desde luego no del corte de las actuales.

Yo creo que no hay más salidas. Podrán ponerse parches ahora mismo si todo el mundo acepta que estamos en una crisis no solo económica, sino social y política de sistema. Sin embargo, una fuerza tan importante como es el PSOE se conforma con decir que hay que reformar un poquito la Constitución, pero vamos a seguir manteniendo el bipartidismo que es lo que nos da de comer. Y el bipartidismo es un sistema que ya se le conoce, ya existió. Aunque fuera en una situación bastante distinta, durante la Restauración, es un sistema de alternancia que impide caminar en una dirección de progreso. Ahora no permite sobrepasar determinados límites del neoliberalismo. Es así de claro. Y el PSOE por lo que se ve sigue aferrado ahí. Pero veremos qué pasa, porque están en caída libre.

El problema es que pueden emerger otras fuerzas. Con el peligro de que esas fuerzas sean de un signo realmente peligroso y miremos si no lo que pasó después de la crisis del 29. O dentro del PP la cantidad de manifestaciones fascistas que se dan sin que nadie se eche las manos a la cabeza. Lo digo con todas las letras, en este último periodo proliferan las manifestaciones de carácter fascista. Hace unos meses la delegada del Gobierno en Cataluña se permitió homenajear a los de la División Azul, a los que lucharon con el ejército hitleriano, el de los nazis. Esto en cualquier otro país de Europa no puede ocurrir, es un escándalo. Estamos viendo como proliferan por Europa símbolos fascistas y muchas de las leyes de las contrarreformas de este Gobierno llevan un tinte franquista nítido.

Usted ahora dedica todos sus esfuerzos a la recuperación de la memoria histórica.

A estas alturas, treinta y cinco años después, que España siga trufada de fosas, de enterramientos de republicanos, negándoles hasta tener un entierro digno… Somos el único país que sufrió el fascismo y que no lo condena. Por fortuna, aunque los partidos de la izquierda han asumido el silencio y la impunidad, esto ha sido así durante largos años, en la sociedad civil han empezado a surgir con fuerza una serie de movimientos y asociaciones que están obligando a poner en la agenda ese asunto. Una sociedad en la que haya calado una profunda cultura democrática y antifascista es el mejor antídoto para que en una crisis como la que vivimos no vuelvan los de antes. Porque hechos así no se pueden olvidar, los muertos siguen hablando desde las cunetas, el miedo sigue metido entre los supervivientes de toda aquella masacre.

Cuando escribí mi libro y pude reunirme con gente que había sufrido directamente la represión, comprobé que el miedo sigue existiendo. En este país no se celebró la fiesta de la libertad, que hubiera liberado el miedo de mucha gente, no se celebró porque no hubo ruptura, no hubo conciencia de que había ganado la democracia, los nuestros. Y esto lo siguen utilizando, porque cuando hablan de que no hay que abrir las heridas, lo primero es que no se han cerrado. Y el recurso a ese argumento falaz es una amenaza clarísima. Una forma de seguir induciendo miedo en la población.

Me parece que esta España necesita hacer lo que no se hizo en la Transición, un proceso constituyente donde se pongan sobre la mesa cuestiones muy importantes, empezando por juzgar los crímenes de la dictadura fascista, con un reconocimiento y una reparación de las víctimas. Tenemos un rey que en su día juró fidelidad a los principios del 18 de julio, es un rey que lo puso ahí Franco. La ley de Amnistía en la que se amparan es inconstitucional. Todas esas cosas se terminarán haciendo. Lo lamentable es que se tarde tanto y mientras tanto tanta gente sufra y el franquismo siga cabalgando en España.

Gerardo Iglesias para Jot Down 6

Fotografía: Humberto Bilbao

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